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DOCENTE: LEOVIGILDO RODRIGUEZ

ADRIANA ROSADO

ENSAYO SOBRE
LA HISTORIA DEL DINERO
Al adentrarnos en la historia y evolución del dinero, primero debemos comprender
su origen y qué función tiene dentro de la sociedad. El dinero es todo activo o bien
que es generalmente aceptado como medio de pago por los agentes económicos
para sus intercambios. Surge en la historia para suplir la escasa eficiencia del
trueque, que empezó a utilizarse en el neolítico con los primeros asentamientos
humanos.
En los inicios de las sociedades humanas, la generación de excedentes era
prácticamente nula, ya que el ser humano cazaba únicamente para satisfacer sus
necesidades inmediatas. De igual manera, conservar los productos durante el
invierno era prácticamente imposible debido a las formas de vida existentes en
esas comunidades, cuya principal característica era ir cambiando de domicilio a
otros lugares donde hubiese nuevos recursos.
Se desconoce cuándo se comenzaron a almacenar y conservar los alimentos para
poder ingerirlos más adelante sin que se pudrieran, lo que impedía su consumo.
Aunque los cazadores y recolectores se desplazaban buscando víveres y mejores
refugios, la necesidad verdaderamente acuciante comenzó durante el neolítico. A
partir de esa época, el aumento de la población obligó a desarrollar nuevos
medios para sostener las sociedades, como la agricultura y la ganadería, lo que
generaba la necesidad de almacenar grandes cantidades de alimentos para las
épocas de escasez. Así, los excedentes de los años en los que se había tenido
una buena cosecha se intercambiaban por otros productos de pueblos lejanos,
surgiendo de este modo el comercio.
Pero en esa búsqueda del ser humano de poder conservar por más tiempo estos
bienes de consumo descubrió técnicas como el secado, ahumado, la salazón y el
curado; pues a pesar de que el trueque en su momento fue un importantísimo
impulsor del comercio y de las sociedades, con el paso del tiempo se dejó de ver
como una práctica viable. Fundamentalmente, presentaba dos problemas. Por un
lado, para poder llevarse a cabo un intercambio dos personas debían necesitar el
producto que ofrecía el otro. Es decir, si una persona tenía un excedente de pieles
y necesitaba trigo, debía encontrar a un productor de trigo que estuviese
interesado necesariamente en la adquisición de pieles, lo cual no siempre se
daba. Por otro lado, el trueque no era capaz de definir el valor real de las
mercancías, por ejemplo, qué cantidad de lana equivalía a dos jarras de vino o si
una vaca valía lo mismo que un camello.
Para solventar esta situación, se tomó un producto como valor referencial, un
elemento que sirviera para regular los intercambios. En un primer momento, se
utilizaron el ganado o el trigo como elementos de referencia para los intercambios.
Posteriormente, esos elementos fueron evolucionando a otros más fáciles de
manejar, como el oro, la plata o las bolsitas de sal. Concretamente, el uso de la sal
como elemento de pago por el trabajo realizado dio origen al término “salario”.
Según el historiador griego Herodoto, las primeras monedas metálicas surgieron
en el Asia Menor, en el siglo VIII a. C., cuando el rey lidio Giges se propuso
simplificar la recaudación de los impuestos y su almacenamiento. De todas las
monedas que se acuñaron en esa rica región, la más famosa es el león de Lidia,
cuyo anverso exhibe la figura de este felino. Sin duda es la más bella de la
antigüedad clásica, pero su datación sigue siendo tema de debate entre los
numismáticos.
El desarrollo de las actividades comerciales, sobre todo a través del imperio
romano, favoreció la utilización de las monedas metálicas. Desde entonces, eran
los estados lo que tenían el monopolio de la acuñación de las monedas. Estas
solían tener un sello grabado: la figura de un dios, el busto de un emperador o
algún otro símbolo característico de esa sociedad. Estas marcas garantizaban
tanto la pureza como el peso del material con que la moneda había sido fabricada.
Por lo general, se prefería el uso del oro y la plata frente a otros materiales como
el hierro o el bronce, por su incorruptibilidad y valor. Por un lado, eran más
apreciados por ser más escasos, y, por otro, prácticamente no se podían falsificar
y permitían que se almacenaran durante mucho tiempo sin echarse a perder.
Las monedas con la composición más estable surgen en la antigua Grecia. Estas
solían pesar entre los 65 y 67 gramos y eran, principalmente, de plata. La dracma
pasó a ser la moneda universal por ser la de mayor valor intrínseco.
El problema surgió cuando las reservas de metales preciosos comenzaron a
escasear. Fue entonces cuando el estado tuvo que crear el dinero fiduciario, es
decir, un tipo de monedas cuyo valor era menor al que reflejaban, ya que se
realizaban con materiales más corrientes como el bronce o el cobre. No obstante,
estas venían refrendadas por las reservas de oro y plata que el país tenía
guardadas en el tesoro.
En los siglos XV y XVI todavía se utilizaban las monedas de oro y plata en las
grandes transacciones, pero ni en las calles ni en las casas se podían guardar de
manera segura. Los orfebres tenían cajas fuertes y guardas para mantener a salvo
los objetos de valor y el dinero, así que comenzaron a ofrecer este servicio a
terceros. Las personas llevaban su oro a los orfebres para que lo custodiaran y, a
cambio, estos emitían unos certificados nominales que acreditaban su posesión.
De este modo, el propietario, presentando el talón, podía retirar las monedas de
plata o de oro cuando las necesitaba para realizar alguna transacción.
Con el paso del tiempo, estos certificados fueron empleándose progresivamente
para efectuar pagos sin necesidad de utilizar el metal que los respaldaba, lo cual
dio origen al movimiento del papel moneda, lo que hoy en día conocemos como
billetes.
Desde el siglo XIX, el sistema monetario que imperó fue el patrón oro, por el cual
el valor de una unidad monetaria se fijaba a partir de una cantidad de oro
concreta, hasta que, en 1944, por los acuerdos de Bretton Woods, el sistema
monetario cambió con la aparición de dos nuevos protagonistas: el dólar y el oro.
De esta manera, se estableció la convertibilidad de la divisa estadounidense con el
oro – a razón de 35 dólares por 1 onza de oro -, y del resto de divisas con el dólar.
En 1971, el presidente de los Estados Unidos, Richard Nixon, estableció el fin del
patrón oro, iniciándose así la fluctuación de las divisas.
Desde entonces utilizamos un sistema fiduciario en el que el dinero no tiene un
valor intrínseco y está controlado y emitido por los bancos centrales de cada país,
así como otros organismos supranacionales como el Banco Central Europeo para
los países de la eurozona.
En conclusión, el dinero ha ido evolucionando de acuerdo a las necesidades del
hombre en su afán por obtener o comprar a través del dinero lo que este requiere
durante su vida, desde bienes perecederos, muebles o inmuebles, lo que aun con
la tecnología lo ha llevado a niveles digitales de compra y venta que día a día
hacen que el ser humano vaya perdiendo el manejo de ese dinero en efectivo y
poco a poco vamos transitando al uso de dinero digital y plástico.
En este momento son muchos los países que se encuentran con altas inflaciones
y aun superinflaciones lo que devalúa por completo el valor de su moneda
nacional, siendo más difícil generar esas transacciones de compra por parte de
esos países, es fundamental que los gobiernos mantengan estable la balanza de
pagos y que la entidad emisora de dinero maneje buenas políticas económicas
para evitar todos los desajustes que trae consigo la inflación.

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