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Introducción.
Del nombre.
El pueblo huichol se llama a sí mismo Wirrárika o Wirraritari (en plural). Se desconoce hasta el
momento si la palabra huicholes proviene de una deformación del término Wirrárika.
Localización.
Los huicholes habitan en los municipios de Mezquitic y Bolaños, al norte del estado de
Jalisco, así como en La Yesca y el Nayar, en el estado de Nayarit, y hay grupos
minoritarios en los estados de Zacatecas y Durango.
Son cinco los centros ceremoniales en donde se instalan los gobiernos tradicionales:
San Andrés Cohamiata (Tateikie), Santa Catarina Cuexcomatitián (Tuapurie), San
Sebastián Teponahuaxtlán (Wautia) y Tuxpan de Bolaños (Tutsipa) en el estado de
Jalisco, y Guadalupe Ocotán (Xatsitsarie) en Nayarit.
La Secretaría de Salud y Bienestar Social del estado de Jalisco instaló los servicios de radiotelefonía
y radio. El agua potable se extrae de los pozos; la leña sigue siendo el principal combustible. Hay
escuelas de las misiones franciscanas y, en algunas rancherías, la educación es impartida por las
escuelas unitarias de la SEP, en donde un solo maestro imparte los primeros tres años.
Lengua.
El huichol está emparentado con el náhuatl, así como con el pima, el yaqui, el pueblo, el cora y el
tepehuano, que forman parte de la familia yuto-azteca. Tanto el cora como el huichol forman un
subgrupo dentro del grupo sonorense de la rama meridional. Los huicholes utilizan la expresión
tewi niukiyari, que significa “palabras de la gente”, para designar a su propia lengua. El huichol
contiene préstamos importantes del náhuatl y del español.
Salud.
Los huicholes distinguen dos tipos de enfermedades: las originarias de la sierra y las traídas por los
españoles. Las primeras son aquellas que forman parte de su cosmovisión y que requieren de la
medicina tradicional para su curación; en cambio, las segundas deben ser tratadas con la medicina
científica.
Para los huicholes, la enfermedad puede tener como causa la falta de responsabilidad hacia los
dioses, el maleficio o el extravío del alma. En el primer caso, se deben dar ofrendas y cumplir con
los requisitos exigidos por los dioses a través del mara’akame o shamán; cuando la enfermedad es
originada por un maleficio, el mara’akame es quien “limpia” al enfermo con plumas, rociando
humo de tabaco sobre su cuerpo y succionando con la boca el objeto extraño causante del mal.
Cuando el kupúri, parte del alma del individuo que se localiza en la parte superior de la cabeza, se
extravía dejando a la persona en un estado grave, la función del mara’akame es buscar el kupúri
para colocarlo en el lugar que le corresponde; en caso de que el kupúri sea robado por algún
brujo, el mara’akame debe enfrentarse con él para recuperarlo.
Religión.
Los huicholes tienen su propia concepción sobre su origen e historia, en donde la memoria
colectiva se refiere a aquellos hechos que tienen una significación cósmica. Para ellos, la historia
"cósmica o verdadera" se encuentra plasmada en los mitos, en el arte y en todas las
manifestaciones simbólicas del pueblo.
Los mitos son el modelo de todas las acciones que tienen sentido en la sociedad; es por eso que el
hulchol siembra, caza y participa en las mismas ceremonias de sus antepasados. Para él, el mundo
tiene una dimensión sagrada que es considerada de gran poder y cuya manipulación está a cargo
de especialistas como los mara’akate (plural de mara’akame), quienes por medio del sueño
penetran en el mundo de los dioses estableciendo un nexo entre lo sagrado y lo profano.
Festividades.
Las ceremonias más importantes de los huicholes están estrechamente relacionadas con el ciclo
agrícola (maíz o peyote), con la vida política o con el ciclo cristiano. Una de ellas es la fiesta del
maíz tostado, que es paralela al desmonte y quema de los terrenos. En este ritual se manifiesta la
unión de los tres elementos centrales de su religión: el maíz, el venado y el peyote. Otras fiestas
que se llevan a cabo en la región son las que preceden a las lluvias, que están dedicadas a las
diosas de la tierra, del maíz y del crecimiento. El mara’akame canta durante varias horas los mitos
correspondientes. Las fiestas de las primeras mazorcas tienen una gran importancia para la
permanencia cultural de los huicholes, pues en ellas el mara’akame relata un viaje a la tierra de
Wirikuta; de esta forma los niños, presentes en el ritual, interiorizan la geografía religiosa del
grupo. Durante la temporada de sequía se realiza la peregrinación a Wirikuta, la tierra del peyote,
considerada como un lugar sagrado donde moran los dioses. El objetivo de la peregrinación es
doble: recolectar peyote para las ceremonias y hallar a los dioses para “encontrar la vida”. Las
otras fiestas que celebran son las ceremonias sincréticas (ciclo cristiano) y las que están
relacionadas con la organización política, principalmente con el cambio de varas.
El chaman
El vocablo chamán nos llega, a través del ruso, del tungús shaman. el chamán es, él también, un
mago y un hombre-médico; se cree que puede curar, como todos los médicos, y efectuar milagros
fakíricos, como todos los magos, sean primitivos o modernos. Pero es, además, psicopompo, y
puede ser también sacerdote, místico y poeta. El chamán, y sólo él es el gran maestro del éxtasis.
Es el especialista de un trance durante el cual su alma se cree abandona el cuerpo para emprender
ascensiones al Cielo o descendimientos al Infierno. El chamán domina sus ‘espíritus’, en el sentido
en que él, que es un ser humano, logra comunicarse con los muertos, los ‘demonios’ y los espíritus
de la naturaleza.
Puede ser un don con el que se nace. También puede ser una ocupación hereditaria. Sin
embargo, el entrenamiento es fundamental.
Éste se lleva a cabo a través de la enseñanza de otro mara’akáme y de la participación en
las numerosas ceremonias, al escuchar con esmero los cantos rituales y poniendo atención
en todas las acciones que realizan los chamanes consagrados.
El maestro le dice al discípulo a qué lugares sagrados debe acudir. Si no se ha terminado
todo el entrenamiento, él te puede quitar los poderes que has adquirido.
En la literatura antropológica podemos encontrar que los requisitos más importantes para
llegar a ser mara’akáme es la participación de al menos cinco veces en la Peregrinación a
Wirikúta,23 la tierra donde se da el sagrado peyote.
El proceso dura diez años, es como una pirámide, los primeros cinco años son los más
pesados, son la subida de la pirámide, después todo es más fácil, es la bajada.
Durante los cinco años más pesados en los que se está preparando el mara’akáme, no
puede tener relaciones fuera del matrimonio. Si eres soltero tienes que abstenerte
completamente, es un reto difícil.
A los cinco años ya tienes muchos conocimientos, incluso ya puedes curar algunas
enfermedades. Sin embargo, si en esta etapa curas a alguien eres castigado, ya que
todavía no tienes conexión espiritual necesaria para curar, aunque ya sepas la teoría.
Cualquiera puede ser mara’akáme, ya sea, hombre, mujer o incluso, mestizo, siempre y
cuando cumpla con todo el aprendizaje, el proceso y los votos hacia los dioses.
Instrumentos
Los instrumentos del chamán se guardan en una pequeña petaquilla de palma llamada takwátsi.
Otras herramientas son las jícaras votivas o xukúrite, a las que se les añade cera de Campeche y
chaquira, simulando las personas o los animales que requieren protección o curación.
Además de estos objetos utilizados para curar, utilizan un espejo, por medio de éste pueden ver lo
que tienes dentro, ven el estómago de una persona, qué animales se encuentran ahí y qué
enfermedad tiene la persona, por ejemplo, ver si es la enfermedad del maíz, al ver un maíz; la
enfermedad del peyote que es enviada por los dioses; o pueden ver una espina, lo que significaría
que es una enfermedad producida por brujería.
La tarea del mara’akáme es semejante a la del doctor, ya que de alguna manera también ha
seguido estudios acerca de las enfermedades y remedios, a diferencia de éste se considera,
además dotado con algún poder místico y toma a la persona integralmente, incluso en sus
aspectos morales, no solamente como objeto material.
Técnicas curativas.
Entre los huicholes, las técnicas curativas más comunes consisten en que el mara’akáme te pida
que te quites la ropa de la cintura para arriba o toda la ropa, si es una enfermedad muy grave.
Primero se queda pensando, después toma su muwiéri y te barre el cuerpo. Otra vez se queda
pensando, mientras reza en voz baja. Luego empieza a amontonar el mal con el muwiéri en el
punto más afectado. Ahí chupa con la boca o con el muwiéri. Al chupar, aparece el objeto intrusivo
en la boca del chamán. Cuando la persona está muy grave, con la punta de las plumas hace como
si te cortara la piel, donde está el mal. Es como una cirugía espiritual. Luego te cierra y te pone el
alcohol con peyote seco.
La anterior sería una curación individual, pero hay curaciones colectivas, las cuales son muy
importantes. La Fiesta del Tambor o Yuimakwáxa es una ceremonia de medicina preventiva para
los niños de uno a cinco años de edad. Se hace para que crezcan sanos y fuertes. Si no participan
en ella, corren el riesgo de enfermarse. En esta ceremonia se utiliza el tambor todo el tiempo,
elemento que se considera fundamental en los rituales chamánicos:
En la Fiesta del Peyote o Híkuri Néixa se juntan muchos mara’akáte y se sientan frente a un
montón de zacate. Hacen como un concurso de mara’akáte y van curando a los enfermos. Ahí he
visto cómo chupan y sacan hasta lagartijas. Los objetos que chupan los echan al zacate. Pero no
sólo en las fiestas la curación es colectiva, cuando se ha desatendido a las almas cristalizadas, la
curación no sólo se hace al enfermo, sino a toda la familia. Respecto al consumo y uso del peyote
puede señalarse que en muchas ceremonias se consume este cactus alucinógeno, no sólo lo toma
el mara’akáme, sino todos los asistentes.
El chamán limpia a la concurrencia y después le da un pedazo de híkuri. Por otro lado, el alcohol
con peyote seco es utilizado en las limpias o curaciones. Se emplea para que cicatrice el cuerpo,
porque cuando te curan es como si te abrieran el cuerpo. Luego te lo cierran y te ponen el peyote
seco con alcohol como si fuera antiséptico.
Los sueños tienen gran importancia para el chamán huichol. Cuando una persona se enferma, ésta
va con el mara’akáme. Él le dice que regrese al día siguiente para que la pueda curar, porque el
mara’akáme necesita soñar con la enfermedad que tiene la persona, para saber qué enfermedad
es, qué la produjo y cómo curarla.
Esta ceremonia post-mortem se efectúa durante toda la noche del quinto día de fallecido un
individuo; toman parte un mara’akáme y dos ayudantes o kwinapuwámete, los parientes del
muerto, así como sus amistades. Se lleva a cabo en el patio ceremonial de la casa del difunto,
frente a la hoguera que representa a Tatewarí (Dios del Fuego). En el patio, junto al adoratorio o
xiríki se coloca una especie de altar de muerto llamado mɨkí tapiestéwa. En él se ponen las
pertenencias del muerto, así como platos, jícaras y pocillos con diversos alimentos.
Frente al mara’akáme y los kwinapuwámete que están sentados en equipal y banquitos, se pone
un petate, en el que se colocan los objetos rituales que usarán los cantadores a lo largo de la
noche. El xiríki juega también un papel importante como en todas las ceremonias; en él se
encuentran diversas deidades y todos los símbolos materiales que se utilizan en las celebraciones
religiosas. Hacia las nueve de la noche comienza la ceremonia. Los cantadores rezan, invocando a
las deidades de los cinco puntos cardinales, valiéndose de su muwiéri o varita con plumas de
águila. Las mujeres preparan alimentos alrededor de una pequeña hoguera.
Al mara’akáme le son entregadas cinco cruces hechas de ocote, huizache y de una planta silvestre
llamada túxu, a las cuales quema por un momento tres de sus extremos. Con las cenizas hacen
pintura negra que luego utilizarán. Apagan las cruces y cuatro jóvenes las llevan como a cien
metros de distancia en dirección a los cuatro puntos cardinales, quedando frente al cantador tan
sólo la que pertenece al centro.
El mara’akáme prende varias velas consagradas con sangre de venado o res y las reparte a las
mujeres que han formado un círculo a la derecha de la hoguera. Estas mujeres están sirviendo en
palanganas, ollitas y jícaras: caldo de toro, gorditas y tamales. Uno de los deudos cocina chocolate
en una olla. Esta bebida es repartida en pocillos a los hombres. Las mujeres distribuyen los
alimentos a toda la concurrencia, colocando en los recipientes una vela prendida. Hombres y
mujeres se ponen de pie en torno a la hoguera, llevando en las manos su respectiva ración. Rezan
todos, guiados por los cantadores. Invocan a Tatewarí, lloran, cantan y ofrecen a esta deidad:
caldo y pedacitos de gordita y tamal.
Una niña lleva en una jícara un jabón y un trapo morado. El mara’akáme hace que limpie a
Tatewarí con ambas cosas. Más tarde, los asistentes a la ceremonia se dirigen al xiríki entrando
sólo el mara’akáme, los kwinapuwámete, la madre del difunto, las hermanas y la niña que lleva el
jabón y el trapo. Las mujeres llevan velas prendidas. Tanto los que están dentro del adoratorio,
como los que han quedado fuera, rezan y lloran de manera conmovedora. Si el difunto fue
bautizado ante un Cristo, dentro del adoratorio se lleva a cabo el siguiente ritual: con el jabón y el
trapo, el mara’akáme limpia un crucifijo, llamado en huichol Tatáta y la explicación es que limpia
todo como cuando se bautizó al muerto, pues ya todo se acabó, todo se limpió.
Abandonan el xiríki y se dirigen al tapésti construido en honor del difunto. Siguen rezando y
llorando. Es el último adiós del alma. Los cantadores con sus muwiérite invocan a las deidades y al
alma del muerto que llegó cuando salió el lucero. Sólo el mara’akáme puede ver al difunto
que,según los habitantes de Santa Catarina, toma la forma de una nubecita. El alma del muerto,
posada sobre el muwiéri del cantador, se comunica con él y le dice: Ya no puedo llegar como
antes, en realidad es mejor que se olviden de mí. Se despide de todos sus familiares. El cantador
trasmite el mensaje del alma a los vivios, ya que él es el único que lo escucha. Todos lloran
desconsoladamente y colocan sus recipientes con alimentos en el tapésti, ofreciéndole de comer
al muerto antes de su partida.
Los cantadores y los familiares más cercanos vuelven a entrar en el adoratorio, donde el
mara’akáme recoge en sus muwiérite el alma del muerto. La lleva a su dormitorio a que se despida
de todo. Después la monta en la mula que le pertenecía en vida para que empiece su viaje y deje
todas las pertenencias a la familia. Todos lloran con mucha pesadumbre, pues es el último adiós
de su pariente. A la mula le hacen invocaciones para que no se vaya definitivamente con el
muerto.
Más tarde, todos los participantes se dirigen a la hoguera donde está el Dios del Fuego y rezan. De
ahí van a la casa del muerto, rezando en su interior e invocando a las deidades. Pasan por el
granero del difunto y le dan una vuelta a todo el patio de la casa. Los cantadores vuelven a ocupar
sus asientos frente al fuego, cantando sin cesar. Las cinco cruces son quemadas ante el tapésti. Se
muelen y se mezclan con agua, quedando una pasta negruzca (tuxári) como la que se untaron en
el vientre al comenzar la ceremonia.
Alrededor de las seis de la mañana, con los primeros rayos del Sol, se lleva a cabo una parte de la
ceremonia que recibe el nombre de Teuté tauteuáni táuxi, es decir, “la acción de poner lunares
negros”. Consiste en lo siguiente: a todos los participantes, después de haberse lavado
ritualmente la cara y las manos, se les pinta un lunar en la mejilla derecha, la muñeca derecha y el
tobillo derecho. Según los propios huicholes, se lavan para quitar el pensamiento, para no
acordarse del muerto; como ya no va a existir, para qué se le recuerda. La mejilla se pinta, porque
con ella se veía al difunto. La muñeca, porque con la mano se le saludaba. El tobillo, ya que con él
se acercaba uno al muerto. Con esa misma pintura se dibujan cruces en la puerta del dormitorio,
de la cocina y del adoratorio, lo mismo que en el mobiliario familiar, para que el muerto no
regrese, pues puede espantar.
Bibliografía.
Rajsbaum-Gorodezki, A. HUICHOLES / WIRRARITARI O WIRRÁRIKA. México.
“Ritos de paso y curación infantil en la cultura huichol”, en Gabriel Weisz y Argentina
Rodríguez (Coomps.), Ficciones de la otredad. Antología de literatura comparada, México
UNAM–Facultad de Filosofía y Letras, 2011, pp. 221-227.
“Muequi Cuevixa: el tiempo de llamar al muerto” Revista México Indígena, núm. 7
noviembre-diciembre, 1985. México, Instituto Nacional Indigenista, pp. 37-42.