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Robert Brenner (1988)

ESTRUCTURA DE CLASES AGRARIA Y DESARROLLO ECONÓMICO EN LA EUROPA


PREINDUSTRIAL

Las interpretaciones generales de los procesos de cambio económico de larga duración en Europa durante el período comprendido
entre el fin de la Edad Media y el inicio de la Edad Moderna, han continuado elaborándose casi exclusivamente en términos de lo que
podrían denominarse fuerzas económicas “objetivas”, particularmente las referidas a las fluctuaciones demográficas y al crecimiento
del comercio y de los mercados. En la construcción de estos modelos económicos, el tema de la estructura de clases suele tratarse de
formas diversas. La efectividad de la explicación, es decir, de la aplicación del modelo a procesos histórico-económicos concretos,
acostumbra a tratar de forma marginal la estructura de clases, o incluso la supone. En otras formulaciones la estructura de clases no se
acepta, entendiéndose el desarrollo económico a largo plazo en términos de transformaciones de las relaciones de “intercambio igual”
institucionalizadas, relaciones que se establecen entre individuos que comercian con “factores” diferentes y relativamente escasos bajo
condiciones de mercado fluctuantes. Es la estructura de las relaciones de clase, del poder de clase, lo que determina el modo y el grado
en que los cambios concretos que se operan desde una perspectiva demográfica o comercial afectan a la distribución de la renta al
desarrollo económico a largo plazo. La estructura de clases presenta dos aspectos analíticamente diferenciables, pero históricamente
unificados. El primero consiste en las relaciones de los productores directos tanto entre sí como con la tierra y sus medios de
producción. El segundo reside en las conflictivas relaciones de propiedad, garantizadas por la fuerza. La argumentación pretende
defender que las diferentes estructuras de clase y más concretamente las “relaciones de propiedad” o de “extracción del excedente”,
una vez establecidas, tienden a imponer posibilidades y límites estrictos, verdaderos modelos de larga duración del desarrollo
económico de una sociedad.

I. EL MODELO DEMOGRÁFICO

El origen de la preponderancia del factor demográfico en la historiografía económica europea ya fue planteado en 1958 por H. J.
Habakkuk. Mucho antes de su artículo, M. M. Postan ya había presentado los perfiles fundamentales de lo que sería la interpretación
habitual del cambio socioeconómico a largo plazo en el período medieval. Sin embargo, esta interpretación demográfica no es
exclusiva de la historia económica inglesa, ya que se ha aplicado de forma rigurosa en el trabajo más influyente de la historia
económica francesa del período preindustrial: la monografía clásica de Emmanuel Le Roy Ladurie Les paysans de Languedoc. Con
tan eminentes representantes resulta apenas sorprendente que lo que podría calificarse como malthusianismo secular haya alcanzado
algo así como niveles de ortodoxia. Su dinámica cíclica ha reemplazado el unilineal “despegue mercantil” como la clave del cambio
económico y social a largo plazo en la sociedad preindustrial. La creciente subdivisión o sobrepoblación de las tenencias y el
agotamiento correlativo de los recursos naturales, supone una superpoblación, que genera correctores malthusianos, especialmente
hambre y escasez, lo que a su vez produce un descenso demográfico y consecuentemente un comportamiento opuesto por lo que se
refiere a la distribución de los ingresos a partir de la primera fase del período.

a) Demografía, distribución de la renta y crecimiento económico

El maltusianismo secular, en términos de sus premisas concretas y del pequeño número de variables que a ellas se vincula, semeja casi
infalible. Lo que en realidad debe cuestionarse es su relevancia para la explicación del cambio histórico actual. Las suposiciones y
constantes del modelo, ¿iluminan u oscurecen las condiciones y los procesos cruciales que subyacen en los diferentes modelos de
cambio económico secular? La cuestión que exige un planteamiento inmediato cuando se intentan estudiar los “movimientos a largo
plazo del ingreso social” consiste en plantearse si es totalmente admisible abstraerse del “funcionamiento de las instituciones sociales
y legales” ¿Es que los problemas del desarrollo de los que Postan denomina “base económica” pueden entenderse fuera de las
relaciones de clase?
Las interpretaciones demográficas de las economías del período, al intentar explicar las tendencias generales de la producción total,
crecimiento o estancamiento económico, tropiezan con dificultades. El estancamiento continuado de la mayoría de las economías
tradicionales europeas en la época no puede explicarse en su totalidad sin dar cuenta del crecimiento económico real experimentado
por las economías que efectivamente se desarrollaron. Al describir el ciclo de dos etapas de la economías agraria, iniciado en algunas
economías europeas a fines de la Edad Media y principios de la Edad Moderna a partir del declive de la productividad agraria, los

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teóricos malthusianos han establecido un importante modelo de desarrollo y estabilidad económica de larga duración. Pero este ciclo
de doble fase no es universal, incluso para aquellas sociedades tradicionalmente definidas como desarrolladas; y además, exige una
interpretación y un análisis más minuciosos.

b) El modelo demográfico comparado

El método crítico del autor es sumamente obvio y a la vez simple. Consiste en observar si se dio un predominio de tendencias
demográficas similares en toda Europa durante un período de seiscientos o setecientos años, entre los siglos XII y XVIII, y mostrar
que los resultados distintos de estas tendencias proceden de la naturaleza de la estructura agraria y en particular de los modelos de
distribución del ingreso y del desarrollo económico con los que hay que asociarla. De acuerdo con Postan el crecimiento demográfico
caracteriza a los siglos XII y XIII, y genera una ocupación de tierras marginales y la consiguiente reducción de la fertilidad del suelo:
es decir, se produce un aumento de la demanda frente a una oferta algo rígida tanto de tierras como de alimentos, lo que supone un
alza de precios y rentas. Sin embargo, en este período nos enfrentamos con una forma de renta bastante singular. Hay pocos
arrendamientos y contratos directos, y en vez de ello nos encontramos con una estructura teóricamente fija, pero realmente fluctuante
de derechos y obligaciones consuetudinarios que definen la tenencia de la tierra y que consisten en pagos regulares que el campesino
tiene que hacer al señor para seguir poseyendo la tierra. Pero con frecuencia sucede que estos derechos suponen, además, condiciones
adicionales: como es el que señor tenga la potestad de imponer exacciones extraordinarias, o de controlar la utilización, transmisión y
herencia de la tierra, etc. El planteamiento de Postan consiste en que estas últimas condiciones en la medida que son importantes para
las tendencias económicas a largo plazo, permiten ser asimiladas por su modelo demográfico de oferta y demanda. En otras palabras,
para Postan las relaciones extraeconómicas entre el señor y el campesino –especialmente aquellos pagos asociados con el
reforzamiento de la sujeción– hay que entenderlas en los mismos términos que la “relativa escasez de factores”, argumento
únicamente aplicable a medidas contractuales regidas por leyes del mercado y que en realidad no suponen más que el mismo resultado
en términos de distribución de renta entre señor y campesino. Durante los siglos XIV y XV se produjo un descenso de la población
como resultado de la caída de la productividad, del hambre y de la peste. En última instancia, las catástrofes demográficas originaron
una drástica inversión de la proporción hombre/tierra. Una disminución del número de los campesinos supuso un descenso no sólo del
nivel de renta, sino también de la capacidad del señor para limitar la movilidad del campesinado. Una catástrofe demográfica
determina la caída de la servidumbre. Le Roy Ladurie empieza el análisis del ciclo en el punto donde lo había dejado Postan, esto es, a
finales del siglo XV. Nos encontramos con una repetición del movimiento de doble fase que Postan trazó para los siglos XII y XIII y
más tarde para los siglos XIV y XV: un auge de la población durante el “largo siglo XVI”, que originó una elevación de las rentas, una
caída de los salarios y la desintegración de las posesiones campesinas. Una drástica caída de la productividad produjo catástrofes
demográficas durante el siglo XVII, lo que supuso un cambio en el comportamiento de la tendencia y la configuración opuesta en
términos de la distribución del ingreso y de la tierra. Es preciso cuestionar si los cambios demográficos pueden ser lícitamente
considerados como una simple causa o como la variable clave del desarrollo económico. Parece claro que un crecimiento de la
población que generara un aumento de la demanda de tierras tendería a aumentar el poder del señor para incrementar libremente la
extracción de cualquier forma de renta del campesinado; pero sólo en el caso de que el señor hubiera logrado imponer su derecho a
obtener algo más que una renta fija. Pero el hecho es que a lo largo del período medieval los únicos campesinos sujetos al ejercicio de
este tipo de poder “económico” por parte del señor no eran libres y estaban sometidos a la condición de siervos. Así para poder
determinar el impacto de la presión de la población sobre la tierra era necesario determinar previamente cuál era la naturaleza de las
relaciones de clase entre señor y campesino. Hacia 1500, el mismo tipo de tendencias que abarcaban toda Europa presentaba una
trayectoria que iba generando una de las grandes divisiones de la historia del continente: el surgimiento de una clase de campesinos
casi totalmente libres en el oeste y la degradación de la situación del campesinado a la servidumbre en el este. Pero el período que va
de 1500 a 1750 marcó otra gran división que pone en duda el valor explicativo del modelo malthusiano. Aquí lo que queda sin
explicar no es tanto el fenómeno de la distribución de la renta, como el problema global de las vías fuertemente contrapuestas del
desarrollo económico: un continuado estancamiento a largo plazo acompañado en ciertas áreas de un crecimiento de la población y el
surgimiento espectacular de un modelo nuevo de crecimiento autosostenido, acompañado también del crecimiento de la población en
otras zonas. Ello induce a Le Roy Ladurie a suponer que a lo largo de los siglos XVI y XVII en buena parte de Francia el incremento
de población produjo una fragmentación de tenencias, un alza de rentas y un declive de la productividad, originándose las clásicas
crisis de subsistencia en momentos diferentes y en lugares distintos. Pero resulta irónico que un crecimiento paralelo de la población
en Inglaterra en este mismo período se haya utilizado para explicar precisamente lo contrario. A finales del siglo XVII, la población
inglesa había vuelto a alcanzar los mismos niveles del siglo XVIII, sin igualarse al modelo demográfico francés: ninguna “fase B”

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siguió inexorablemente a una “fase A”. En vez de ello nos encontramos con la crisis final del modelo malthusiano y la introducción de
una asombrosa y original forma de desarrollo económico autosostenido.

II. EL MODELO MERCANTIL

Postan y Le Roy Ladurie elaboraron sus modelos como oposición a una ortodoxia historiográfica que asignaba al crecimiento del
comercio y del mercado una función en cierto sentido análoga a la que según Postan y La Roy Ladurie tenía la población. Estos
autores atacaron duramente las simples concepciones del cambio económicos que sostenían que la fuerza del mercado determina, en
primer lugar, el descenso de la servidumbre; y en segundo lugar, el auge de la agricultura capitalista, organizada en torno a la figura
del gran arrendatario que funcionaba sobre la base de inversiones y mejoras de capital y trabajo asalariado.

a) Comercio y servidumbre

En particular, Postan opinaba que durante el período medieval la fuerza del mercado, lejos de producir automáticamente la disolución
de la servidumbre, pudo haber coincidido con su intensificación. Sin embargo, Postan nunca aclaró con precisión en qué consistía el
defecto crucial de la hipótesis del comercio como base para explicar el desarrollo europeo. El fallo de la interpretación mercantil
procede del hecho de que se ignora que la servidumbre implicaba no tan sólo que las prestaciones de trabajo personal se oponían a las
prestaciones monetarias, sino que también suponía la existencia de los poderosos derechos de los señores para aplicar exacciones
arbitrarias, así como un grado más o menos estricto de falta de libertad del campesino. Por esta razón, el declive de la servidumbre no
podía conseguirse por medio de una simple alteración de los términos que definen el “intercambio igual”, es decir, el paso de la
renta/trabajo a la renta/dinero como resultado de la confluencia de intereses para conseguir una mayor eficacia por ambas partes. La
servidumbre era una relación de poder que podía invertirse, como así ocurrió, tan sólo por sus propios medios: a través de un cambio
en el equilibrio de las fuerzas de clase. Puede decirse que la servidumbre sólo finaliza cuando el derecho y la capacidad del señor para
controlar al campesinado, en caso de que quisiera hacerlo, ya no perduran.

b) Mercantilismo y capitalismo agrícola

Le Roy Ladurie también critica el argumento del comercio como base del desarrollo económico europeo, mostrando que incluso
después de la caída de la servidumbre no tenía por qué suponerse una tendencia hacia el capitalismo bajo el impacto del mercado.
Demostró que el surgimiento de la “renta capitalista” (fundamentada en el incremento de la productividad de la tierra debido a las
inversiones de capital) como alternativa a la extorsión del campesinado (realizada a causa de la demanda creciente de tierra estimulada
por el aumento de la presión demográfica) no suponía que aquélla fuera inevitable, ya que la fragmentación de las tenencias
probablemente tuvo el mismo significado que la concentración. Pero Le Roy Ladurie no llega a la raíz del problema que la tesis del
comercio como origen del cambio agrario supone, puesto que ni siquiera intenta explicar por qué durante los siglos XVI y XVII tuvo
lugar en ciertas zonas un nuevo ciclo de fragmentación de la tierra y un descenso de la productividad, mientras que en otras zonas
ocurría la contrario.

III. CONFLICTO DE CLASES Y DESARROLLO AGRARIO

En definitiva, y a pesar de la fuerza destructora de sus ataques a las teorías unilineales del desarrollo económico, ni Postan ni Le Roy
Ladurie han llevado su crítica más allá de lo que ellos mismos querían poner en duda. Tanto uno como otro han optado por construir
nuevos modelos, sustituyendo con una variable objetiva, la población, otra variable obsoleta y desacreditada, el comercio. Su error
consiste en no incluir el desarrollo de la estructura de clases y sus efectos, como elemento básico de sus análisis. Su método les impide
plantearse los dos problemas fundamentales para llevar a cabo un análisis de desarrollo económico a largo plazo: 1) la decadencia
versus la persistencia de la servidumbre y sus efectos; y 2) el surgimiento y subsiguiente estabilización de una pequeña propiedad
campesina versus la consolidación de las relaciones señor/gran arrendatario. En términos históricos ello implica: 1) un análisis
comparativo de la intensificación de la servidumbre en Europa oriental en relación con el proceso de decadencia en Europa occidental;
y 2) un análisis comparativo de la ascensión del capitalismo agrario y el incremento de la productividad en la agricultura en Inglaterra,
relacionándolo con su caída en Francia.

a) El declive de la servidumbre

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La incapacidad de la economía agraria de base servil para introducir innovaciones y mejoras en la agricultura, incluso bajo incentivos
de mercado, es comprensible a la vista de los hechos interrelacionados, primero por la fuerte extracción de excedente por parte del
señor y segundo por las barreras que frenaban la movilidad de hombres y tierra, que eran a su vez parte de la relación servil de
extracción de excedente. La mejor manera que tenía el señor para incrementar el producto de sus tierras no era por medio de
inversiones de capital o introduciendo nuevas técnicas, sino a través de la “sobrecarga” de los campesinos aumentando tanto las rentas
monetarias como las prestaciones personales. Al mismo tiempo y a causa de la escasez de reservas debido a la extracción de renta por
parte de los señores y a la mala distribución tanto de la tierra como del capital, especialmente del ganado, el campesinado no podía
utilizar la tierra que poseía de manera libre y racional, no podía invertir sus beneficios, por lo demás casi inexistentes. La crisis de
productividad condujo a crisis demográficas, apremiando a la población más allá del límite de subsistencia. Las relaciones de
propiedad de los señores con el pequeño grupo de campesinos que tenían tierra suficiente para generar un excedente comercializable
y, por tanto; posibilidad de acumular también eran una barrera para la elevación de la productividad. En primer lugar, la misma renta
feudal limitaba el capital disponible para la acumulación. En segundo lugar, las restricciones sobre la movilidad del campesinado no
solamente impedían el traslado de campesinos hacia aquellas áreas con mayores oportunidades, sino que tendía a limitar el desarrollo
de un mercado libre de trabajo. Finalmente, las restricciones feudales sobre la movilidad de la tierra tendían a impedir su
concentración. Dadas estas relaciones de propiedad o de extracción de excedente, las crisis de productividad transformadas en crisis
demográficas no tardaron en llegar. Se produjeron fuertes conflictos entre señores y campesinos en toda Europa a fines del siglo XIV,
a lo largo del siglo XV y principios del XVI y siempre por el mismo problema: en primer lugar, la cuestión de la servidumbre; en
segundo lugar, ver quién iba a conseguir el control de la propiedad de la tierra, sobre todo de aquellas extensas áreas abandonadas
después del colapso demográfico. En resumen, el tema de la servidumbre en Europa no puede reducirse a una simple cuestión de
ciencia económica, ya que su auge en el este corresponde primero a una caída de la población y a un estancamiento del comercio,
pasando seguidamente a un alza de la población y del comercio (1400-1600); mientras que en el oeste, la servidumbre tuvo un declive
paulatino a la largo de un período que contempla un alza de la población y una reducción del comercio (1200-1500). En última
instancia, la estructura de clases servil o feudal ofreció modelos de desarrollo limitado, ocasionó serias crisis predecibles y sobre todo
produjo el estallido de conflictos de clases latentes. El crecimiento temprano en el occidente medieval ha sido con frecuencia utilizado
como una explicación del fortalecimiento del campesinado en Europa occidental y, en consecuencia, del declive de la servidumbre.
Tal vez la explicación más ampliamente aceptada en lo que concierne a la divergencia de los modelos de desarrollo que se dieron en
Europa oriental y Europa occidental, se ha basado en que las ciudades del este tuvieron un desarrollo más lento que originó una mayor
vulnerabilidad de toda esta zona a la reacción señorial. Pero esta línea de razonamiento es difícil de aceptar en su totalidad porque los
mecanismos reales por medio de los cuales las ciudades pudieron actuar como freno frente al control de los señores sobre el
campesinado en el oeste europeo todavía tienen que explicarse de manera más precisa. Las verdaderas oportunidades económicas que
ofrecían las ciudades a los emigrantes rurales también son cuestionables. La misma esencia de la economía urbana basada en la
producción de lujo para un mercado limitado, se fundamentaba en una regulación de la economía, y en particular en el control del
mercado de trabajo. Por último, no es cierto que las ciudades medievales albergaran a los aliados “naturales” del campesinado no
libre. Por muchas razones el patriciado urbano prefería una alianza con la nobleza. En resumen, puede afirmarse que las ciudades
raramente ayudaron a los campesinos en su lucha contra la situación servil, e incluso el éxito de la resistencia parece que no dependió
de tal ayuda.
El desarrollo de la solidaridad y de la fuerza del campesinado en el occidente europeo parece que fue superior en occidente que en
oriente; y esta fuerza institucional de la clase campesina en el oeste puede que haya sido central para su superior capacidad en resistir
a la acción señorial. Así, en buena parte de la Alemania occidental durante la Baja Edad Media, el campesinado triunfó gracias a la
prolongada lucha que se fundamentó sobre un mosaico de pueblos contando cada uno de ellos con un importante conjunto
institucional que regulaba las funciones económicas y político administrativas. Esta situación proporcionó una poderosa línea de
defensa contra las incursiones de los señores. El contraste con la evolución de Alemania oriental es brutal. Aquí la cooperación
económica campesina y el autogobierno del pueblo parece que se desarrolló sólo a pequeña escala. Como resultado, los campesinos de
Alemania oriental parecen haber estado mucho peor preparados que sus vecinos del oeste para resistir los ataques de los señores y la
imposición de controles señoriales que conducían a una situación servil. La ausencia de solidaridad de los pueblos del este parece estar
relacionada con la evolución global de la región como una sociedad colonial: así su formación relativamente “tardía”, el carácter
“racional” y “artificial” de sus asentamientos y especialmente el liderazgo de los señores en el proceso colonizador. Sin el fuerte
desarrollo de la vida comunal en Alemania occidental no pueden comprenderse las guerras campesinas de 1525. Está claro que las
guerras campesinas tanto en el este como en el oeste fueron un fracaso. Lo que fue un éxito sin embargo, y no sólo en Alemania
occidental, sino en todo el oeste europeo, fue el proceso menos espectacular pero de hecho más significativo, de tenaz resistencia,
pueblo a pueblo, gracias a la cual el campesinado fue desarrollando sus instituciones y sus lazos de solidaridad. De esta forma los

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campesinos del occidente europeo pudieron limitar considerablemente las exigencias de la aristocracia y con posterioridad disolver la
servidumbre controlando la reacción señorial. El campesinado de la Europa oriental colonizada estaba menos preparado para la
resistencia y, en consecuencia sucumbió frente a la reacción señorial y a la subsiguiente imposición de la servidumbre. La nueva
esructura de relaciones de clase que surgió en el este tuvo como resultado el “desarrollo del subdesarrollo” al impedir un incremento
de la productividad en general, y de la industrialización en particular. La dependencia de la exportación de granos fue el resultado del
atraso, del fracaso del mercado local que a su vez fue el resultado de una baja productividad y de una desigual distribución de los
ingresos generados por la agricultura. En suma, el problema radicaba en la estructura de clases de la servidumbre.

b) Auge y estancamiento del capitalismo agrario

Cabe recordar que, incluso en el oeste, el colapso de la servidumbre no generó por sí mismo el capitalismo ni un desarrollo
económico importante. Desde finales del siglo XV hubo en Europa un crecimiento demográfico, un desarrollo del mercado y un
aumento de los precios cerealícolas. En Inglaterra el campesinado a mediados del siglo XV pudo quebrantar de forma definitiva el
control que se ejercía sobre su movilidad, consiguiendo de este modo una total libertad gracias a su resistencia que alcanzó momentos
conflictivos. A largo plazo los señores fueron utilizando dos tipos de estrategias para evitar el libre control de la tenencia por parte del
campesino. En primer lugar, el colapso demográfico de fines del siglo XIV supuso que muchas tierras controladas por enfiteutas
quedaran vacantes. En consecuencia, los señores se apropiaron de esas tierras, incorporándolas a sus dominios, lo que hizo que una
importante extensión de tierra pasó de manos de los enfiteutas a ser controlada por mecanismos contractuales, frenando una posible
evolución hacia la libre tenencia y reduciendo considerablemente el área de tierra susceptible de convertirse en propiedad plena para el
campesino. En segundo lugar, existía una posible escapatoria para aquellos señores que pretendían reducir las exigencias de libre
tenencia planteadas por los enfiteutas. Los señores continuaban teniendo derecho a fijar a su voluntad unas cargas siempre que la tierra
del campesino se traspasara, bien por venta, bien por herencia. Con el fracaso de los campesinos para conseguir un libre control sobre
la tierra, los señores pudieron agrandar, concentrar, cercar, crear extensos dominios y arrendarlos a arrendatarios capitalistas, quienes,
a su vez, pudieron afrontar importantes inversiones de capital. Esto no significa que la producción campesina fuera incapaz de realizar
mejoras. La cuestión es que no podía generar las bases agrarias para el desarrollo económico. Incluso el surgimiento de unidades de
cultivo a gran escala, no garantizó por sí mismo mejoras agrícolas. Lo que tuvo un importante significado para el desarrollo
económico inglés fue la rentable utilización del excedente agrario generado por la misma naturaleza de las relaciones de clase agrarias
y en especial el desplazamiento de la relación antagónica tradicional en la que la presión señorial minaba la iniciativa campesina, por
una nueva simbiosis señor/arrendatario que introducía una cooperación mutua tanto en inversiones como en mejoras. Este progreso
agrícola ya empezó a tener relevancia en el desarrollo económico inglés a finales del siglo XVII, manifestándose de formas diversas.
La estructura de clases agraria que tuvo lugar durante el período que se inicia a finales del siglo XIV, fue lo que permitió a Inglaterra
incrementar sustancialmente su productividad agrícola y evitar así una repetición de la crisis anterior. Asimismo, lo que distingue el
desarrollo industrial inglés de principios de la Edad Moderna es su carácter continuado, su capacidad de sostenerse y de generar su
propia dinámica. Aquí, de nuevo, la clave hay que buscarla en la estructura capitalista de la agricultura. El progreso agrícola no sólo
hizo posible que una proporción creciente de la población abandonara la tierra para trabajar en la industria, sino que estimuló directa o
indirectamente una creciente cohesión del mercado interno, componente esencial del crecimiento continuado de la industria inglesa a
lo largo de todo el período de “la crisis económica general del siglo XVII” en Europa.
El contraste del fracaso en Francia de una transformación agraria parece que se deriva directamente de la fuerza y de la solidez del
sistema de tenencia de tierra por parte de los campesinos a principios de la Edad Moderna, sistema que en Inglaterra se estaba
desintegrando. Lo que todavía exige explicación es la capacidad de los campesinos franceses no sólo para establecer determinados
derechos de propiedad y libertad, sino para mantenerlos a lo largo de un extraordinariamente largo período histórico, en particular
durante la época en la que sus homónimos ingleses dejaron de poder actuar así. Al contrario que en Inglaterra, el Estado centralizado
francés se desarrolló como un fenómeno “de clase”, como un extractor independiente de excedente, en particular gracias a sus
potestad de imponer tasas sobre la tierra. Paralelamente, el Estado se pudo desarrollar como un competidor de los señores, incluso
hasta el punto de establecer derechos con el fin de extraer el excedente de la producción campesina. Por lo tanto tenía un interés en
limitar las rentas señoriales para permitir que los campesinos pagaran mayores impuestos y, por ese motivo, luchó contra los señores
ayudando a los campesinos a poner fin a su situación servil y a consolidar y asegurar la propiedad campesina. De este modo en
Francia, la propiedad campesina y el Estado absolutista se desarrollaron en mutua dependencia. Por el contrario, en Inglaterra, la
centralización monárquica se desarrolló especialmente desde fines del siglo XV, pero con una dependencia clave con la clase señorial,
tal como se evidenció en el crecimiento paralelo de instituciones parlamentarias (que estaban decayendo en Francia). No es difícil
comprender el deplorable modelo de desarrollo económico impuesto por esta estructura de clases en Francia. No sólo se dio un fracaso

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a largo plazo en la productividad agrícola, sino también una correspondiente incapacidad para desarrollar un mercado interno. Por
tanto, irónicamente, cuanto más completos eran los derechos de libertad y propiedad, mayor pobreza y atraso generaban en la
población rural. Mientras que en Inglaterra, fue precisamente la ausencia de tales derechos lo que facilitó la puesta en marcha de un
desarrollo económico real.

[Robert Brenner, “Estructura de clases agraria y desarrollo económico en la Europa preindustrial”, en T. H. Aston y C. H. E.
Philpin, El debate Brenner. Estructura de clases agraria y desarrollo económico en la Europa preindustrial, Crítica, Barcelona,
1988, pp. 20-81.]

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