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HACIA EL DESPEÑADERO

Cartago, 08 de agosto de 2020

Por: Iván Darío Villegas Castañeda

¡Qué tiempos tan peligrosos estamos viviendo actualmente! No solo se trata de


la pandemia del covid 19, que azota sin piedad al mundo, menos a ese país:
China, en dónde se originó.

No solo son las consecuencias de las medidas gubernamentales y sanitarias por


causa de la pandemia: aislamiento social, desempleo, temor, desesperanza;
ingredientes perfectos para que la violencia se reinvente una y otra vez, con
múltiples facetas; y caldo de cultivo de más miseria y atraso social y económico.

No solo es el tatequieto a las inversiones que el estado debería realizar en


provincias olvidadas como la del Norte del Valle; con la excusa perfecta de la
pandemia de coronavirus que ha permitido a algunos pocos privilegiados de la
ciudad de Bogotá, beneficiarse de las medidas tomadas ante la emergencia
sanitaria; beneficios que no se ven en la gente de a pie, ni en los municipios
pequeños y mucho menos en el campo. Solo es mirar como las UCI se fortalecen
en las grandes ciudades, mientras que en las pequeñas, como en Cartago, la
inversión que llega para el sector salud es a cuentagotas.

No solo es que el pueblo colombiano haya sido traicionado por el entonces


presidente Santos, quien cínicamente se burló de las mayorías que se opusieron
a unos acuerdos de paz amañados y redactados por la misma guerrilla
comunista, impuestos por ella, aun con la oposición popular en la urnas del
referendo, a un gobierno débil que solo buscaba un alto reconocimiento
internacional como lo es el premio Nóbel. Hoy se ven los resultados: ex
guerrilleros comunistas sentados en el congreso y en el senado hablando de
moral cuando sus organizaciones delictivas ocultas en las montañas, se
dedicaron a secuestrar, a torturar, a asesinar, a violar, a robar a los ciudadanos
que lastimosamente, fueron sus víctimas, y a destruir al país, con el argumento
de que luchaban por el pueblo, un pueblo que nunca los reconoció.

No solo es ver como indígenas del Cauca y campesinos sembradores de


marihuana y coca, azuzados por sus jefes narcotraficantes, acorralan soldados y
policías, los secuestran, les quitan las armas, los humillan (humillándonos a
todos los que amamos a este país) y el gobierno no hace nada de nada, o si, les
da estatus de otro gobierno y manda emisarios a negociar lo que no hay que
negociar: la ley.

No solo es la desidia, la impotencia y el amaño del actual gobierno cuando se


trata de defender una constitución y una democracia, manifestando con timidez
en los medios de comunicación, que respeta la constitución y las leyes. Pues si
esa es la constitución y la ley, estamos en mora de cambiar el estado de cosas
porque así no vamos sino a un despeñadero como le ocurrió a la castro-chavista
Venezuela.

Hoy, la izquierda está envalentonada después de lograr sendas victorias


judiciales en contra del gobernador de Antioquia y del expresidente Alvaro
Uribe, con la aparente complicidad de poderosos miembros de la élite bogotana.
De seguir así la cosa, veremos a más líderes democráticos de derecha siendo
perseguidos y encarcelados sin que el presidente haga algo, no porque no pueda,
sino porque no quiere.

Colombia va en camino a repetir la tragedia de la guerra que vivimos en los


ochentas y noventas, por culpa de gobiernos débiles que no entendieron que la
guerrilla y los comunistas no entienden de democracia ni de libertades, y que
cualquier gesto democrático con ellos, es tomado como signo de debilidad
estatal, y seguirán en sus distintas formas de lucha buscando aniquilar las
libertades y la democracia. Eso fue lo que originó la aparición de los
paramilitares y ya se están escuchando nuevamente, voces que llaman a la
guerra.

¿No ha entendido este gobierno que las cosas se le están saliendo de las manos?

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