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JOSH McDOWELL
Inspirada por Dios. © Copyright 2016, Editorial Mundo Hispano 7000 Alabama Street, El
Paso, Texas 79904, Estados Unidos de América. Traducido y publicado con permiso.
Publicado originalmente en inglés por Shiloh Run Press, bajo el título God-Breathed. The
Undeniable Power and Realiability of Scripture. © Copyright 2015 por Josh McDowell
Ministry.
Las citas bíblicas han sido tomadas de la Santa Biblia Reina-Valera Actualizada, Edición
2015. © Copyright 2015, Editorial Mundo Hispano. Usada con permiso.
ISBN: 978-0-311-05000-0
EMH Núm. 05000
3 M 2 16
CONTENIDO
Agradecimientos
1. La importancia de las palabras
Deseo reconocer a las siguientes personas por su valiosa contribución en este libro.
Dave Bellis, amigo y colega por 38 años, por su colaboración en el bosquejo del
libro, por reunir trabajos míos y charlas sobre el tema y por escribir el primer borrador,
añadiendo luego todas las ediciones y revisiones hasta darle forma final a esta obra.
Reconozco y aprecio las ideas de Dave y sus habilidades como escritor, y estoy
profundamente agradecido por su contribución.
Tom Williams, por editar el manuscrito y aplicar sus valiosas ideas, su habilidad
con las palabras y su apasionado corazón a fin de dar vida a estas letras en la página
impresa.
Becky Bellis, por trabajar en la computadora para la preparación del manuscrito.
Don y Judy Kencke, por revisar el manuscrito y aportar su sabia dirección.
Dave Lindstedt, por sus instrucciones editoriales para completar el manuscrito.
Kelly McIntosh, vicepresidente editorial en Barbour Publishing y Annie Tipton,
editora supervisora, por aportar sus ideas y ayuda expertas en la elaboración del
bosquejo del libro.
Tim Martíns, presidente de Barbour Pubiishing, junto con todo su equipo, por
captar la visión de este libro y trabajar incansablemente para hacerlo realidad.
Josh McDowell
Diecinueve años de edad y todo un escéptico. Ese era yo cuando salí de la universidad
y viajé a Europa para hacer una investigación que probara la falsedad del cristianismo;
concretamente, demostrar que la Biblia no era históricamente veraz y que Jesús de
ninguna manera era el Hijo de Dios.
En la biblioteca de la Universidad de Glasgow (Escocia), observé un manuscrito
antiguo del Nuevo Testamento. Era un fragmento del Evangelio de Juan, capítulo 16,
y la tinta y el material de papiro sobre el que estaba el escrito tenían más de 1.700 años
de antigüedad. Esta porción del Evangelio de Juan, un manuscrito del siglo III, estaba
dentro de una vitrina protectora de vidrio en la biblioteca de la universidad. Era un
artículo valiosísimo que citaba palabras de Jesús.
Al estar allí me inundó un sentimiento extraño e inesperado. Aunque no podía leer
ni entender una sola línea del griego en el que estaba escrito ese texto, sentía que esas
palabras me alcanzaban de una manera casi mística. Aunque era un incrédulo en ese
tiempo, sentí un extraño poder en esas palabras.
Qué esperar
Un prerrequisito para entender el poder de la Palabra es saber que la Biblia ha
transmitido fielmente la Palabra de Dios. Así que sería lógico discutir su veracidad
antes de tratar con su poder. Pero quiero invertir el orden. ¿Por qué? Porque
francamente, quiero apelar a un deseo interno que creo que todos tenemos: en lo
profundo de tu ser sin duda te atrae la idea de un ser todopoderoso en el universo que
te ama mucho, un deseo profundo en cada corazón humano al que quiero apelar antes
que al intelecto. Por eso quiero comenzar compartiendo cómo y por qué el libro de
Dios tiene poder, pues espero que esta preparación del terreno te ayudará a captar más
profundamente la belleza, el misterio y la maravilla de la Palabra de Dios. Sentir
verdaderamente el poder de las Escrituras es ser cautivado por su Autor, y desarrollar
un amor real por Dios y un deseo de conocer el significado profundo de las palabras
que Él ha registrado para ti.
De manera que en los siete capítulos siguientes vamos a explorar el poder de las
Escrituras: veremos que la Biblia es un libro vivo de verdad; cuál es su propósito;
cómo debe ser interpretada; cuál es su relevancia en nuestra vida diaria; y cómo
puedes llegar a amar de verdad este documento sin igual.
Después de dejarnos atrapar por el poder de la Palabra inspirada por Dios, vamos a
revelar su veracidad, a fin de desarrollar la confianza profunda de que las palabras de
la Biblia han sido transmitidas exactamente hasta nuestros días, lo cual nos asegura
que Él nos ha revelado su verdadera naturaleza. Examinaremos la forma en que la
Biblia es veraz usando pruebas modernas para la veracidad de cualquier texto;
confrontaremos las aparentes contradicciones en las Escrituras; y explicaremos la
manera en que la Biblia puede cobrar más vida para ti.
¡Cuidado! Prepárate para ser cautivado por la Palabra de Dios. Cuando
comprendemos y experimentamos de verdad el poder y la veracidad de las Escrituras,
nuestro corazón arde (ver Lucas 24:32). Esto se debe a que no estamos hablando de
meros registros históricos y relatos de personajes bíblicos, sino de un libro que está
extrañamente vivo.
Mi oración es que logres descubrir mayor relevancia y poder para tu vida en las
palabras de las Escrituras, inspiradas por Dios. Hay un misterio en el libro de Dios que
Él quiere que descubras. Hay tesoros y pensamientos que necesitas para lidiar con los
desafíos de la vida y Dios quiere que los encuentres cuando lo busques a Él en su
Palabra: “Me buscarán y me hallarán, porque me buscarán con todo su corazón. Me
dejaré hallar de ustedes, dice el SEÑOR...” (Jeremías 29:13, 14).
¡Comencemos la búsqueda!
¡Qué momento tan tenso! Yo estaba muy, pero que muy nervioso. Con los ojos
cerrados le pedía a Dios que le permitiera a nuestra organización tener lo que tanto
anhelaba: al menos un fragmento pequeño de un manuscrito antiguo del Nuevo
Testamento. Recientemente habíamos adquirido algunos artefactos funerarios
egipcios, de entre 1.600 y 2.200 años de antigüedad, con la esperanza de que entre
todos los objetos pudiéramos hallar escondido algún fragmento de texto antiguo.
Habíamos esperado dos días mientras un equipo de expertos desmantelaba
cuidadosamente las piezas, y finalmente había llegado el momento de la verdad.
El 6 de diciembre de 2013 nuestro ministerio había organizado un gran evento en
Plano (Texas), para el cual reunimos a eruditos y especialistas en idiomas antiguos,
como el copto y el griego (el copto fue una variante del idioma egipcio que surgió
después de que los griegos conquistaran Egipto), pues los escritos que se hallaban por
debajo de la superficie externa de estos artefactos funerarios probablemente estaban en
griego o en copto. Yo estaba sentado a menos de cinco metros de la mesa en la que
estos especialistas habían estado trabajando durante horas. Lo que me interesaba no
eran los artefactos funerarios sino su estructura, compuesta de diferentes capas de
papiros (el antiguo papel para escribir) fechados entre el siglo III a. de J.C. y el siglo V
d. de J.C. Estos expertos habían estado extrayendo cuidadosamente de entre los
artefactos funerarios cada papiro para luego identificarlo. Yo estaba a la espera, con
toda la paciencia que podía, para ver si habían encontrado algún material bíblico.
El doctor Scott Carroll, un especialista en manuscritos antiguos, estaba listo para
anunciar sus hallazgos, rodeado por una grupo de unos 200 apologistas y líderes
cristianos que habían acudido por invitación exclusiva para participar en y observar lo
que estaba a punto de revelarse. Estaba a punto de llegar el momento de la verdad.
Nuestra organización comisionó a Scott para localizar uno o más de estos objetos
reconstituidos con la esperanza de descubrir manuscritos bíblicos en los papiros con
los que se había hecho el papel maché. Al final Scott nos encontró un espécimen que
para él tenía posibilidades. En vez de apresurarnos a extraer los papiros de esos
artefactos antiguos, decidimos crear una experiencia a fin de que otras personas
pudieran aprender también del proceso, por eso invitamos a más de 200 apologistas,
líderes cristianos y eruditos sumamente especializados en lenguas antiguas a formar
parte de este evento al que llamamos “Descubre la Evidencia”.
Después del almuerzo del segundo día, nos reunimos todos en la “sala de
reconocimiento”. Scott y sus colegas habían seguido trabajando durante la hora de la
comida para extraer cuidadosamente los papiros del cartonaje, y habían identificado
algunas piezas. Este era el momento que yo había estado esperando. Podía ver
claramente numerosos fragmentos de papiro que estaban dispuestos sobre la mesa y
que los expertos en lenguas estaban examinando inclinados sobre ellos, lupa en mano.
Cuando el grupo se asentó, Scott aclaró la garganta.
—Vamos a comenzar con las cosas de Josh.
Yo trataba de mantener la calma. Mi nieto estaba sentado en mi regazo; Dottie, mi
esposa, estaba sentada a mi derecha, y uno de mis colegas estaba a mi izquierda. Con
unas pinzas muy finas, Scott cuidadosamente levantó un fragmento de papiro y me
miró. Yo respiré hondo.
—Aquí tenemos una paráfrasis de los Evangelios, un texto bíblico en copto del
siglo IV.
Mi colega me tomó del brazo sin decir una palabra. Yo simplemente volví a respirar
hondo, miré el techo, y susurré:
—¡Sí! ¡Gracias, Señor!
Scott colocó el fragmento sobre la mesa y levantó otro.
—Aquí tenemos un segundo texto del Evangelio de Marcos, tres líneas... muy buen
texto bíblico, sin sellar, en uncial.
Scott repitió este proceso una y otra vez. Después del análisis y la identificación
inicial, pudimos constatar que Dios nos había encomendado seis pasajes del Nuevo
Testamento y un fragmento de manuscrito del Antiguo Testamento: ¡siete tesoros en
total! Aunque todavía no se han publicado los manuscritos porque deben someterse a
más investigaciones para determinar su contenido exacto y fechas más precisas, ya
sabemos qué pasajes son y el período de tiempo aproximado. Se trata de un fragmento
manuscrito de Jeremías 33, que posiblemente sea el papiro copto más antiguo que se
conozca de este pasaje. También hay manuscritos de Marcos 15, Juan 14, Mateo 6 y 7
y 1 Juan 2, que posiblemente sean los registros en papiro más antiguos que se
conozcan de estos pasajes en cualquier idioma, y Gálatas 4, fechado como uno de los
pasajes en papiro más antiguos que se conozcan. Estos tesoros eran mucho más de lo
que yo esperaba. ¡Me sentía absolutamente eufórico!
Caminé hacia la mesa y estuve mirando estos fragmentos de color cobrizo y al
tocarlos levemente, me inundó una ola de emoción. Dios había contestado mi oración
y sentía mucha humildad porque Él me permitiera compartir estos tesoros con el
mundo. Me acordaba de lo que había sentido cuando a los 19 años puse mis ojos por
primera vez sobre un manuscrito bíblico antiguo en Glasgow. De nuevo parecía existir
cierto poder en estos fragmentos.
Cuando visité Escocia siendo un adolescente rebelde no tenía nada de humildad y
mi arrogancia se había llevado lo mejor de mí. Estaba dispuesto a probarle a un grupo
de estudiantes cristianos que su fe en Cristo y en la Biblia era una locura sin
fundamentos. Cuando me burlé de ellos, me desafiaron a examinar la evidencia de la
veracidad de la Biblia y de que Cristo es en realidad quien dice ser, un desafío que
acepté con orgullo. Mi viaje comenzó allí en Glasgow.
Visité las bibliotecas y museos de Escocia y de allí fui a las bibliotecas de
Cambridge, Oxford y Manchester en Inglaterra. Examiné y estudié los manuscritos
antiguos que se albergan allí, incluyendo lo que en ese tiempo era el manuscrito más
antiguo que se conocía del Nuevo Testamento. Antes de terminar mi viaje, pasé meses
investigando en universidades de Alemania, Francia y Suiza. Después de devorar
muchos libros y de hablar con eruditos sobre el tema, terminé en la Biblioteca
Evangélica de la calle Chiltern, en Londres. Eran aproximadamente las 6:30 de la
tarde cuando empujé a un lado todos los libros que tenía a mi alrededor. Me recargué
en la silla y miré al techo diciendo estas palabras en voz alta sin pensarlo siquiera:
“¡Es verdad!”. Lo repetí dos veces más: “¡Es verdad! ¡Realmente es verdad!”.
Un diluvio de emociones me inundó cuando me di cuenta de que la vida, muerte y
resurrección de Cristo tenían un registro preciso y exacto, y que sí eran verdad. La
verdad de que Cristo es el Hijo de Dios penetró hondo en mi alma. Ya no podía seguir
rechazando la realidad de Cristo y mantenerme intelectualmente honesto conmigo
mismo. El impacto de este descubrimiento fue de verdad un momento de definición en
mi vida. Ahora reconocía que no estaba rechazando a Cristo por alguna razón
intelectual, sino emocional. Estaba dándome cuenta de mi rebelión y rechazo al
cristianismo. Comencé a ver que mi vida de pecado impedía mi relación con un Dios
amoroso que había enviado a su Hijo a morir en mi lugar. El poder y el significado
profundo de esos manuscritos antiguos me puso cara a cara con la persona de la
verdad, y su nombre era Jesús.
Les he escrito esto acerca de los que los engañan. Y en cuanto a ustedes, la
unción que han recibido de él permanece en ustedes, y no tienen necesidad de
que alguien les enseñe. Pero, como la misma unción les enseña acerca de todas
las cosas, y es verdadera y no falsa, así como les enseñó, permanezcan en él (1
Juan 2:26, 27).
Las palabras del mensaje de Juan eran verdaderas y poderosas porque eran palabras
vivas de Dios, quien declaró entonces y todavía hoy declara que Jesús es el Cristo.
Dios quería que la gente del siglo I creyera esta verdad importante y eterna y también
quiere que nosotros creamos en el día de hoy. Esta verdad extraordinaria se nos
presenta en un escrito extraordinario que nos fue comunicado por el Espíritu Santo.
Estas palabras de Dios fueron hechas vivas para la gente del siglo I cuando se
escribieron por primera vez, y en el siglo IV cuando estos fragmentos rescatados
fueron copiados, porque el Espíritu de Dios los comunicó. A través de la guía del
Espíritu Santo a copistas fieles, Dios ha usado esas mismas palabras para comunicar la
misma verdad por los siglos hasta el día de hoy.
El apóstol Pablo lo explica claramente cuando escribe: “De estas cosas estamos
hablando, no con las palabras enseñadas por la sabiduría humana, sino con las
enseñadas por el Espíritu, interpretando lo espiritual por medios espirituales. Pero el
hombre natural no acepta las cosas que son del Espíritu de Dios, porque le son locura;
y no las puede comprender, porque se han de discernir espiritualmente” (1 Corintios
2:13, 14).
La persona que copió 1 Juan 2 alrededor del año 350 sin duda sentía el poder vivo
de cada palabra; los cristianos egipcios sin duda lo sintieron porque comprendían que
estos textos estaban vivos por medio del Espíritu de Dios. Querían contrarrestar las
falsas enseñanzas que Arrio estaba difundiendo sobre Cristo y asegurarse de que sus
hijos aceptaran a Jesús como el Hijo de Dios, con el poder de perdonarles y darles la
potestad de ser sus hijos. Lo mismo es cierto para nosotros hoy: esas palabras de 1
Juan están vivas y son relevantes. En nuestro tiempo hay quienes dicen que Jesús fue
simplemente un buen maestro y aseguran que no es el Hijo de Dios ni tampoco el
único medio para lograr la salvación. Dicen que hay muchos caminos hacia Dios y que
Jesús fue un simple hombre que tenía un buen mensaje. Sin embargo, sabemos que eso
no es verdad porque el Espíritu de Dios declara en su Palabra que Jesús es el Cristo y
que quien diga lo contrario está equivocado. La Palabra de Dios declara la verdad, y el
Espíritu Santo de Dios la confirma para quienes tienen una mente y un corazón
abiertos.
El autor de Hebreos, junto con los apóstoles, afirmó que “la Palabra de Dios es
viva...” (Hebreos 4:12), lo cual es cierto porque la verdad y el mensaje de las
Escrituras pertenecen al Dios vivo, quien explica directamente sus verdades
espirituales a cada generación dentro de cada cultura del mundo. No hay otro libro
como la Biblia: puedes leer una novela y sentirte tocado profundamente por ella, o leer
un libro poético o cristiano muy inspirador que te conmueva mucho, pero esos libros
no son “la Palabra de Dios”. Ciertamente él puede utilizar cualquier cosa que leas para
ministrar a tu corazón, pero es su Palabra y su verdad lo que está poderosamente vivo
y así permanecerá para siempre: “El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no
pasarán” (Mateo 24:35).
Piénsalo: las palabras de Dios han estado vivas y han sido poderosas (llenas de
vigor por el Espíritu Santo siempre presente) desde que Moisés escribió los primeros
cinco libros, el Pentateuco, hace más de 3.000 años; van a seguir vivas por toda la
eternidad. Eso fue lo que me cautivó cuando toqué con reverencia aquellos fragmentos
del Nuevo Testamento que había adquirido. El libro de Dios es un documento vivo
que Él quiere que tú y yo leamos. Contiene su vocabulario, son sus palabras eternas.
Dios está ahí, queriendo decir sus palabras vivas directamente a ti a fin de enseñarte su
significado transformador. ¿Pero qué quiere enseñarme a mí? ¿Qué quiere enseñarte a
ti?
Lo que la Palabra viva quiere decirnos y enseñarnos se le ha escapado a muchas
personas. Los líderes religiosos del tiempo de Jesús ciertamente malinterpretaron el
propósito de las Escrituras. Todo, desde Génesis hasta Malaquías, estaba escrito y
estaba vivo en ese tiempo, pero la mayoría de la gente no estaba en sintonía con el
Espíritu de Dios y por eso no comprendieron su significado. La Biblia tiene un
propósito claro y cuando lo comprendemos podemos captar realmente su verdad
transformadora. Conoce el verdadero propósito del libro vivo de Dios y podrás gustar
su relevancia. Ese es el tema del próximo capítulo.
Dottie estaba al borde de las lágrimas. Venía de una reunión en la escuela, muy
lastimada por lo que la mamá de otro alumno había dicho acerca de uno de nuestros
hijos. Mi primera reacción fue pensar en algún pasaje de las Escrituras que pudiera
guiar el pensamiento de mi esposa en esa situación y luego seguir con algún mensaje
práctico sobre acciones correctas y pasos concretos a seguir.
Para eso es la Biblia, ¿no es cierto? ¿No nos han dicho que su propósito es
enseñarnos cómo pensar y actuar correctamente? Desde luego yo lo creía así al
comienzo de mi vida cristiana.
Mi impulso natural fue señalarle inmediatamente a mi esposa lo que ella debía creer
en respuesta a esa mujer con la lengua tan larga que había criticado a nuestro hijo.
Dottie, naturalmente, quería corregir a esa persona, pero yo podía señalarle que
necesitaba contrarrestar su pensamiento con un pasaje como Deuteronomio 32:35:
“Mía es la venganza, yo pagaré...”. Estaba seguro de que Dottie se calmaría en cuanto
pudiera alinear su pensamiento con la Palabra de Dios y creyera que Él (y no ella) era
realmente el Juez en esta situación.
Después mi esposa debía actuar correctamente hacia esa persona, de modo que yo
podía aconsejarle diciendo algo como: Bueno, mi amor, no dejes que esto te afecte
tanto. Debes ser paciente y amable con esa señora, aunque no se lo merezca”.
Seguramente eso era la voluntad de Dios para mi esposa, pues sé que la Biblia nos
dice cómo actuar cuando la gente nos ofende: No devuelvan mal por mal ni maldición
por maldición sino, por el contrario, bendigan; pues para esto han sido llamados, para
que hereden bendición” (1 Pedro 3:9).
“Escudriñen las Escrituras, porque les parece que en ellas tienen vida eterna y
ellas son las que dan testimonio de mi” (Juan 5:39).
“Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia”
(Juan 10:10).
“Estas cosas les he hablado para que mi gozo esté en ustedes y su gozo sea
completo. Este es mi mandamiento: que se amen los unos a los otros como yo
los he amado” (Juan 15:11, 12).
“Para que todos sean uno así como tú, oh Padre, en mí y yo en ti, que también
ellos lo sean en nosotros; para que el mundo crea que tú me enviaste (Juan
17:21).
Estas palabras de Jesús me han hecho pensar en las Escrituras de una forma totalmente
diferente, han cambiado mi manera de ver la verdad doctrinal y me han dado una
nueva razón para obedecer los mandamientos bíblicos. Cuando era un cristiano joven,
leía y estudiaba la Biblia, lo cual hacía al principio a fin de entender lo que debía creer
y cómo debía vivir. Sin embargo, con el tiempo mis maestros me ayudaron a ver el
por qué detrás de mi creencia y conducta. Al comenzar a ver el corazón de Dios (sus
motivaciones, sus planes y su propósito para mi vida) todo cambió: mis relaciones
personales cambiaron porque aprendí a profundizar en ellas; mi sentido de propósito y
significado en el mundo se hizo más claro para mí; reorganicé mis prioridades y la
vida se convirtió en una aventura. Adopté un conjunto nuevo de planes y metas en la
vida que me emocionaban y me hacían sentir plenitud, todo por haber comprendido el
verdadero propósito de la Palabra de Dios.
La reorganización de mis prioridades, especialmente en relación con mi esposa y
mis hijos, ha sido algo profundo gracias a que he comprendido el propósito relacional
de la Palabra de Dios, un camino en el cual los libros de David Ferguson y sus
enseñanzas personales me han ayudado mucho.
Volvamos al episodio de lo que hice y lo que le dije a mi esposa Dottie aquel día
cuando llegó a casa después de haber sido lastimada por aquella otra mamá insensible.
Es verdad que mi esposa necesitaba pensar y actuar correctamente y que había
muchos textos bíblicos disponibles para guiarla, pero en ese momento particular lo que
ella necesitaba era experimentar la Palabra de Dios en el contexto de una relación
amorosa con Él y conmigo, su esposo.
Como Dottie estaba lastimada, yo sabía que necesitaba experimentar al “Dios de
toda consolación, quien nos consuela en todas nuestras tribulaciones” (2 Corintios 1:3,
4). En ese momento, no le hacía falta escuchar un pasaje de la Biblia que dijera que
Dios es un juez justo o que necesitaba ser paciente y amable con una persona que
había sido grosera con ella, sino que su esposo experimentara con ella la segunda parte
de Romanos 12:15: “Lloren con los que lloran”.
De modo que en lugar de soltarle un montón de Escrituras, simplemente la abracé y
le dije: “Mi amor, ojalá no hubieras tenido que escuchar esas palabras, me duele
mucho lo que te pasó”.
Eso fue todo: nada de teología ni de “haz esto” o “no hagas aquello", ningún plan
para corregir errores, solo una expresión sincera que se identificara con su dolor: así
de sencillo, profundamente sencillo. Dottie se sintió comprendida y consolada, lo cual
era todo lo que necesitaba en ese momento. Unos días después me volvió a hablar del
asunto para pedirme consejo sobre cómo enfrentar esos comentarios críticos sobre
nuestro hijo, y ese sí fue el momento propicio para el pensar y actuar correctamente
según las Escrituras, pero la relación (el amor) siempre debe ir primero.
Con los años Dios me ha guiado por un sendero no solamente de estudio y
aplicación de la verdad de las Escrituras a mi vida, sino también de amarle a Él más
íntimamente y de amar a quienes me rodean de una forma más profunda por medio de
la experiencia comunitaria de Su verdad. Dottie se sintió amada aquel día porque yo
experimenté una verdad simple y profunda del libro de Dios con ella, y yo también
tuve un sentimiento más profundo de amor y sentido del “Dios de toda consolación”,
quien sonreía al ver a sus hijos experimentar en relación la verdad de Su Palabra.
He tenido mucha motivación para convertirme en un estudioso de la Palabra de
Dios, he querido saber lo que dice y lo que significa. Hay quienes me han dicho que el
significado de la Biblia a veces no es claro y que puede interpretarse en más de cien
maneras, algo que simplemente no es cierto. Puedes estar seguro de esto: en cada
pasaje de las Escrituras hay un significado relacional y podrás entender cómo se aplica
a ti cuando, por decirlo así, "aprendas el código” que revela su significado. Cuando
aprendas este “código de interpretación” las Escrituras cobrarán vida. Hay una forma
de interpretar correctamente las Escrituras, por eso en el siguiente capítulo quiero
ayudarte a descifrar ese código de interpretación.
Imagina que estás en tu grupo de estudio bíblico. Mark, el líder del grupo, acaba de
leer un versículo del libro de Gálatas: “Sobrelleven los unos las cargas de los otros y
de esta manera cumplirán la ley de Cristo” (Gálatas 6:2). Levanta su mirada de la
Biblia y examina los rostros de los miembros del grupo. Se detiene en Cindy, que está
sentada a tu lado, y le pregunta:
—¿Qué significa este versículo?
Cindy, cristiana profesa, hace una pausa para reflexionar sobre el pasaje.
—Bueno —comienza— lo que significa para mí es que si alguien tiene un
problema, debo ayudarle.
Mark asiente y dice:
—Muy bien.
Chad, que está en el otro lado del salón, da su opinión:
—Oye, Cindy, tengo un problemita financiero. Me hacen falta 2.500 dólares más
para comprarme una motocicleta nueva. ¿Podrías ayudarme a sobrellevar mi carga,
digamos con unos 1.000 dólares?
Todos en el grupo se ríen.
—Ahora en serio, Chad, tu pregunta es muy buena —dice Mark sonriendo—.
¿Debemos ayudarnos unos a otros con necesidades financieras como esa?
Luego Mark te mira directamente a ti.
—¿Qué te dice este versículo a ti? ¿Debemos ayudar a Chad a comprar una
motocicleta?
Aparte del asunto de cómo los cristianos han de sobrellevar mutuamente sus cargas,
es posible que pase inadvertido el leve cambio de significado entre la pregunta original
de Mark y la respuesta de Cindy: él preguntó “¿Qué significa este versículo?” y ella
respondió “Lo que significa para mí es...”.
La cuestión de lo que las Escrituras “significan para mí” o “significan para ti” es un
punto importante de atención entre mucha gente hoy en día que se basa en un error
serio y muy común en nuestra forma de interpretar las Escrituras. En lugar de fijarnos
en el texto bíblico para entender el significado intencional de la verdad de Dios,
mucha gente busca su propio significado de la verdad y como consecuencia
malinterpretan un pasaje tras otro de las Escrituras.
Hay dos errores básicos que la gente comete al tratar de interpretar el significado de
la Biblia:
Contexto literario
Interpretamos un pasaje dentro de su contexto cuando entendernos el entorno: lo que
está inmediatamente antes y después. Si no entendemos un pasaje que estemos
estudiando dentro de todo el relato, corremos el peligro de malinterpretarlo. El proceso
se complica cuando nuestras propias experiencias de vida interfieren en nuestra
percepción. Tomemos, por ejemplo, el pasaje de Gálatas 6:2 que citamos en la
ilustración al comienzo de este capítulo. ¿Era responsabilidad de Cindy ayudar a Chad
con la compra de una motocicleta a fin de poder obedecer la instrucción del apóstol
Pablo de llevar los unos las cargas de los otros? Al comienzo de mi vida cristiana, yo
creía que así debía ser, principalmente porque veía la instrucción de Pablo a través de
mi experiencia en una familia disfuncional.
Crecí en el hogar de un alcohólico y desarrollé un patrón de comportamiento que
los psicólogos denominan rescatador; cada vez que veía que mi padre trataba de
lastimar a mi madre yo intervenía para tratar de evitarlo, lo cual se convirtió para mí
en un patrón psicológico y emocional de por vida, así que siempre estaba intentando
rescatar a la gente lastimada y con problemas.
Después de mi conversión seguí con ese patrón de comportamiento enfermizo,
aunque no me daba cuenta de que lo era. Cada vez que veía a alguien dolido o
necesitado aparecía mí urgencia por rescatar, pero yo no sabía que esta era una
conducta compulsiva, más bien pensaba que se trataba de compasión: creía que estaba
mostrando amor cristiano. Al leer “Sobrelleven los unos las cargas de los otros y de
esa manera cumplirán la ley de Cristo” (Gálatas 6:2), me sentía emocionalmente
responsable por resolver los problemas de los demás y tratar de eliminar cualquier
carga que tuvieran. De modo que si me cruzaba con alguien como Chad, con una
“necesidad” financiera, me sentía obligado a ayudarle. Pensaba que estaba cumpliendo
“la ley de Cristo” y actuando como lo haría Jesús, pero en realidad estaba haciéndome
daño y, en la mayoría de los casos, no lograba ayudar a la persona como yo creía estar
haciéndolo; todo porque estaba viendo el amor de Dios a través de mis “lentes de
rescate” disfuncionales.
Necesité la ayuda de otras personas para poder ver claramente este pasaje. El
problema era que yo estaba sacando Gálatas 6:2 de su contexto literario. Aprendí que
este versículo no nos enseña que llevar la carga de otra persona significa
responsabilizarse de sus problemas o dolores y mucho menos de sus deseos, como era
el caso de Chad y su deseo de una motocicleta. Más bien significa estar al lado de la
gente y ayudarles amablemente a lidiar con sus problemas. Llevar las cargas de otras
personas no significa hacerse responsable de su problema, sino ser responsable por
ellos: consolarlos, animarlos y apoyarlos en la dificultad y el dolor.
Sí, Gálatas 6:2 nos dice que debemos sobrellevar “las cargas los unos de los otros”.
Sin embargo, aunque yo escaba leyendo este versículo a través de mis “lentes
disfuncionales de rescate”, lo habría interpretado correctamente si hubiera leído el
pasaje dentro de su contexto literario, el cual aparece en los versículos colindantes.
Para entender bien el versículo 2 hay que leer también el versículo 5: “porque cada
cual llevará su propia carga”. Antes de hablar sobre este versículo y explicar la manera
en que aporta el contexto, necesitamos revisar un par de definiciones de palabras.
Notemos que el versículo 2 utiliza el plural, cargas, y el versículo 5 usa el singular,
carga. Las palabras originales en griego son distintas. La palabra griega en el
versículo 2 es baros, que se refiere a una carga muy pesada y que Jesús usó para
describir a los obreros trabajando en la viña, que habían soportado el peso [baros] y el
calor del día” (Mateo 20:12); se trataba de una carga muy pesada.
Todos enfrentamos situaciones que se nos hacen pesadas, y Dios se agrada cuando
se pone en acción Gálatas 6:2 y alguien viene a nuestro lado para apoyarnos en esa
dificultad. Pensemos en un hombre que lleva una viga muy pesada sobre sus hombros,
pero entonces dos amigos vienen a su lado, ponen sus hombros a ambos lados de la
viga y ayudan al hombre a levantar la carga: esa es la idea. Cuando estamos agobiados
con una herida, una enfermedad, la pérdida de un empleo o de un ser querido,
necesitamos el cuidado, consuelo, ánimo y apoyo de otras personas. Necesitamos que
alguien nos ayude a levantar esa carga tan pesada.
En el versículo 5 Pablo usa una palabra diferente cuando dice: porque cada cual
llevará su propia carga”. Aquí se usa phortion, que se refiere a algo con poco peso,
como la mochila de provisiones que un soldado de aquel tiempo llevaba al campo de
batalla. Tal vez resultaría más claro si el versículo 5 se tradujera “Cada uno es
responsable de su propia conducta”, que es la misma idea expresada por Pablo en
Romanos 14:12: “De manera que cada uno de nosotros rendirá cuenta a Dios de sí
mismo”.
Todos tenemos responsabilidades personales y cuando no las cumplimos (por juzgar
mal, tomar malas decisiones o albergar malas actitudes) debemos enfrentar
personalmente las consecuencias sin esperar que otra persona lo haga por nosotros. Si
alguien con una conducta compulsiva a rescatar quisiera intervenir para eliminar las
consecuencias correctivas de la acción irresponsable de alguien, lo que haría sería
impedir que esa otra persona recibiera valiosas lecciones que podrían ser críticas para
su crecimiento y madurez.
Esta interpretación correcta de la Palabra de Dios ha sido sumamente valiosa para
mí. Cuando me di cuenta de que la obediencia al mandato de Gálatas 6:2 no significa
que yo era responsable de los demás, eso me liberó para ser responsable por los
demás, particularmente quienes estaban en dolor. Entonces comencé a buscar
oportunidades para permitir que el consuelo compasivo de Dios, su apoyo y aliento,
fluyeran a través de mí hacia los demás.
Como ya hemos demostrado, si queremos conocer el significado correcto de un
texto debemos verlo dentro de su contexto literario. ¿Por qué interpretaba yo mal el
mandato de Gálatas 6:2? El problema no era que leyera mal el sobrellevar las cargas
unos de otros, sino que interpretaba el versículo fuera de su contexto natural. Cuando
leí el versículo 5 y examiné las palabras griegas que se traducen como “carga y
cargas”, comprendí que “cada uno es responsable de su propia conducta” y eso me
permitió entender el versículo 2 en su propio contexto.
Cuando leemos un pasaje fuera de contexto estamos en peligro de asignarle un
significado extraño al texto, algo que los estudiosos denominan eiségesis (“introducir
significado”). La mayoría de los errores de interpretación provienen de introducir
significados en la Biblia que simplemente no están allí, algo que se puede evitar en
gran parte si leemos el texto dentro de su contexto literario.
Sin embargo, muchas veces para interpretar un pasaje en su contexto necesitamos
ver más que solo unos pocos versículos antes y después, pues se requiere verlo dentro
del contexto del capítulo e incluso de toda la Biblia. Aquí es donde son muy útiles las
referencias cruzadas.
Encontrar el contexto por medio de referencias cruzadas
Usar referencias cruzadas simplemente es el proceso de seguir un tema o una palabra
de un versículo a otro en la Biblia para descubrir todo lo que el libro dice sobre ese
tema. El beneficio de las referencias cruzadas es que permite que las Escrituras se
expliquen a sí mismas.
Para localizar referencias cruzadas existen varias herramientas y recursos. Muchas
versiones de la Biblia, especialmente las Biblias de estudio, incluyen listas de
referencias en una columna separada al lado del texto o en el centro. Tal vez tu Biblia
también tenga una concordancia, que es otra ayuda de referencias cruzadas. Otra
herramienta útil es una Biblia de referencias en cadena, como la Biblia de referencia
Thompson con versículos en cadena temática, la primera obra de este tipo, que todavía
está disponible hoy. Este tipo de Biblias tiene referencias marginales muy elaboradas y
un índice que hacen más fácil seguir el rastro de un tema por todas las Escrituras.
En el ejemplo del uso del tiempo verbal en presente para la frase “YO SOY”, nos
referimos a Moisés y la zarza ardiendo. ¿Cómo sabemos que “YO SOY” se menciona
en Éxodo 3:14? Las referencias al margen en nuestra Biblia de estudio mencionan el
pasaje de Éxodo; de hecho, en la Biblia de estudio que estoy usando ahora, tengo diez
referencias cruzadas para las palabras “YO SOY” solamente en el libro de Juan. El
seguimiento de esa cadena de referencias brinda un contexto importante para entender
la afirmación de Jesús “Yo soy el pan de vida”.
En una simple lectura de Juan 6 encontramos que el texto se centra completamente
en Jesús como sustentador de nuestra vida. La narración comienza con el relato de una
multitud que viene a oír a Jesús. Después de un tiempo, cuando la gente tiene hambre,
este le pregunta a su discípulo Felipe: “¿De dónde compraremos pan para que coman
estos?” (Juan 6:5). Después Felipe responde: Ni con el pan comprado con el salario de
más de seis meses bastaría para que cada uno de ellos reciba un poco”. Jesús realizó
un milagro alimentando a más de cinco mil personas solo con cinco panes de cebada y
dos pececillos.
“Yo soy el pan de vida” está en el contexto de este milagro y otro más: el de Jesús
caminando sobre el agua. La forma en que la gente respondió a estos milagros indica
que muchos estaban siguiéndole por razones equivocadas, por eso él les dijo: “De
cierto, de cierto les digo que me buscan, no porque han visto las señales sino porque
comieron de los panes y se saciaron” (Juan 6:26).
Jesús atendió la necesidad de la gente hambrienta, pero quería hacer mucho más por
ellos, más allá de únicamente satisfacer su necesidad física: “Trabajen, no por la
comida que perece sino por la comida que permanece para vida eterna que el Hijo del
Hombre les dará... Yo soy el pan vivo que descendió del cielo; si alguno come de este
pan vivirá para siempre” (vv. 27, 51).
Hay un significado muy profundo para nosotros en la afirmación de Jesús de que Él
es el pan de vida, pero no podemos interpretar ese significado correctamente sin leerlo
en el contexto de esos otros pasajes: así es como permitimos que las Escrituras se
expliquen a sí mismas. El Espíritu Santo nos quiere revelar la verdad de su Palabra
personalmente cuando entendemos su importancia para quienes recibieron el texto
originalmente, y una forma de lograrlo es leyendo la Biblia dentro de su propio
contexto literario.
Contexto histórico
La Biblia fue escrita en varios períodos de la historia, cada uno de los cuales provee su
propio contexto al material proveniente de ese período. Las normas de vida, la
comunicación, muchas actitudes sociales y modos de ver las cosas en esos tiempos
eran muy diferentes a los de ahora. El entorno, el estilo de vida y la estructura política
de esas épocas afectarán nuestra comprensión de pasajes que fueron escritos en y para
esos tiempos. Por lo tanto, para explicar o revelar el significado de las Escrituras,
debemos verlas dentro del contexto cultural de su época. Fijémonos en el contexto
cultural de la afirmación de Jesús: “Yo soy el pan de vida”. ¿Qué nos dice el entorno
histórico sobre la forma de interpretar este versículo?
El contexto histórico era el siglo I, durante la ocupación romana de Israel. En ese
tiempo el pan era la principal fuente de alimento, en lugar de un acompañamiento para
la comida principal como lo es hoy (algo que se come con la carne, la sopa o la
ensalada). El pan era la comida principal, de modo que el uso que Jesús hizo de esta
metáfora para el sustento de la vida eterna tenía un gran sentido para sus oyentes
originales: así como sin pan morirían de hambre físicamente, sin Jesús morirían
espiritualmente.
Cuando leemos la Biblia, entramos al pasado, un período de 1.500 años desde
aproximadamente el 1400 a. de J.C. hasta el 100 d. de J.C. Dentro de ese rango de
tiempo se dieron importantes cambios culturales, políticos y sociológicos. Cuando
comprendemos el entorno histórico en el cual se escribió un pasaje en particular
podremos entender mejor lo que Dios estaba diciendo originalmente a sus oyentes y
lectores, y por qué, para luego aplicar la verdad universal de Dios a nuestra vida en el
siglo veintiuno. El primer paso para experimentar la relevancia de la Biblia en nuestra
vida es entender cómo interpretarla. Ahora queremos explorar la manera en que la
Biblia, esta reliquia ancestral, tiene el propósito de convertirse en algo tan relevante
para nuestra vida diaria.
Era una mañana frenética. Yo tenía varias reuniones importantes y ya iba tarde.
Durante el desayuno Dottie me mostró un legajo lleno de asuntos pendientes para
sumar cosas a mi agenda, de por sí ya repleta, y yo estaba tratando de evitar cada uno
de ellos con respuestas pasivas como “Muy bien”, “Luego lo hago”, “Sí, me parece
bien”, “Bueno, lo voy a intentar”, pero mi esposa podía sentir que yo no estaba
escuchando de veras y que tenía muy poca intención de atender enseguida su lista de
asuntos pendientes. Se cansó de mis respuestas y trató de captar mi atención.
Perdí el control y comencé a discutir con Dottie frente a los chicos. Exploté, arrojé a
la mesa la agenda de Dottie y dije: “Ya me voy”. Salí furioso de la casa y me subí a mi
auto.
Llevaba apenas un kilómetro recorrido y ya sabía que había cometido un gran error.
Tal vez algún psicólogo famoso de la televisión podría explicarme por qué lo había
hecho, o un libro de autoayuda sobre el manejo de la ira podría guiarme para saber qué
hacer ahora. ¿Pero la Biblia? ¿Cómo podría ayudar a un esposo enojado una reliquia
ancestral como la Biblia? O en todo caso, ¿cómo podría ayudar con cuestiones
matrimoniales, parentales, financieras, emocionales o relaciónales?
Como ya hemos mencionado, la Biblia se escribió hace miles de años para culturas
completamente diferentes a las nuestras, pero como su Autor es un Dios relacional y el
Espíritu Santo está vivo y activo hoy en día para revelar su verdad, las Escrituras
pueden aplicarse a todas las áreas de nuestra vida. Podemos confiar en esto por tres
razones básicas: la Biblia revela verdades universales que proveen una cosmovisión
correcta; trata sobre la forma en que hemos de vivir; y nos encuentra exactamente en
nuestro momento de mayor necesidad. Exploremos cada uno de estos aspectos.
La Biblia es relevante para nuestra vida porque revela verdades universales que
proveen una cosmovisión correcta
Todos creemos ciertas cosas sobre Dios, sobre nosotros mismos, sobre los demás y en
general sobre toda la vida, las cuales interpretamos a través del lente de nuestras
experiencias pasadas y presentes: es cómo vemos el mundo, nuestra comprensión de la
realidad. Esta cosmovisión es lo que asumimos como verdad en cuanto a la
constitución básica de la vida y del mundo que nos rodea.
Todos tenernos una cosmovisión, aun sin saber cuál es, porque todo lo que
pensamos y hacemos pasa por el filtro de nuestras convicciones sobre el
funcionamiento de la vida. La mayoría de gente adquiere esas convicciones a partir de
varias fuentes: el darwinismo, la filosofía de la Ilustración, las religiones orientales, el
materialismo o el posmodernismo. Aquí quiero hacer una declaración audaz: ninguna
de estas filosofías o religiones provee una cosmovisión perfecta y completa que no
deje huecos; ninguna explica el mundo que encontramos en nuestra experiencia real.
De hecho, solo hay una fuente de cosmovisión que provee explicaciones completas y
satisfactorias para el mundo tal y como lo experimentamos: la Biblia.
Las historias del Antiguo Testamento sobre la Creación, el Jardín del Edén, el
Diluvio, Abraham, los hijos de Israel, etc., podrían parecer acontecimientos lejanos e
irrelevantes para el mundo de hoy. La vida, muerte y resurrección de Jesús a veces
pueden parecer un conjunto de incidentes aislados que se recuerdan solo en Navidad,
el Viernes Santo y el domingo de Resurrección, pero las Escrituras son muchísimo
más que simples historias aisladas sobre un pasado lejano y sobre reglas antiguas para
el comportamiento humano. La Biblia cuenta una historia grande, abarcadora, que en
última instancia une y da sentido a todo lo que hay en el universo y aún más allá del
mismo. Dentro de este grandioso relato épico hallamos una historia específica sobre la
raza humana: cómo y por qué fuimos creados, cómo tomamos un camino equivocado,
y el plan de Dios para rescatarnos y restaurarnos a fin de que vivamos en su propósito
original.
Nos resulta muy útil poder ver este panorama general descrito tan vivamente en la
Biblia, porque ahí es donde podemos hallar nuestro lugar en la historia de Dios. El
panorama general de las Escrituras puede resumirse en los siguientes puntos:
Creación. La cosmovisión bíblica nos habla del origen de todas las cosas: el tiempo,
la energía, el espacio, la materia, la vida y la humanidad.
El mal. El mal entró al mundo cuando un ser maligno tentó a la humanidad para que
rechazara a Dios, y así la separó de su fuente de vida eterna, lo cual provocó dolor y
muerte en su mundo perfecto.
Rescate. Dios vino a la Tierra encarnado como un ser humano y pagó un precio de
muerte para redimir a la humanidad de las garras del mal y restaurar a su creación para
sí mismo.
Vida nueva. Dios envió (y continúa enviando) a su Espíritu Santo a morar en los
seres humanos para que confíen en Cristo y nos da el poder de resistir al pecado y
vivir la vida en armonía con Dios.
Restauración. La cosmovisión bíblica asegura a los humanos la restauración final
del propósito original de Dios, incluyendo un mundo perfecto desprovisto de mal y
seres humanos sin pecado y con vida eterna.
Poder ver este panorama general de las Escrituras nos da una perspectiva integral de
lo que Dios está haciendo y de cómo encaja nuestra vida en la historia de la raza
humana. En otras palabras, nos da una cosmovisión completa y perfectamente
ensamblada que nos revela una forma de vida muy específica, una manera de conocer
lo que es realmente cierto, una imagen de lo que Dios quiso que fuéramos y de cómo
hemos de vivir basándonos en nuestra relación con Él.
Cuando estudiamos y leemos la Biblia como un libro de cosmovisión podemos
aplicar las grandes verdades universales de las Escrituras a nuestra vida diaria. Esto
nos permite comprender quiénes somos como seres humanos en relación con Dios,
qué es lo que constituye el bien y el mal, y cómo su manera de hacer las cosas está
diseñada para traer resolución a los problemas físicos, relaciónales, sociales, morales,
éticos, económicos y ambientales de la vida.
Cuando salí de mi casa aquel día, zumbando como una avispa enojadísima, mis
acciones no estaban siendo congruentes con una cosmovisión bíblica, y como
estudioso de la Palabra yo sabía que había actuado mal. Al ir conduciendo me dije a
mí mismo: “McDowell, ¿qué te está pasando? Regresa inmediatamente a casa y
arregla las cosas con tu esposa”. Di media vuelta, volví a casa, me disculpé con Dottie
por haber explotado y le pedí su perdón por haberla lastimado. Después, durante la
cena, les dije a nuestros hijos que había cometido un error al ser tan irrespetuoso con
su madre esa mañana y les pedí también a ellos que me perdonaran. Fue una
oportunidad para enseñarles la manera en que Dottie y yo habíamos resuelto nuestro
conflicto.
¿Qué verdades universales de las Escrituras fueron relevantes para mí en ese
momento? A mi mente llegaron tres verdades que guiaron mi senda. El primer texto
que me cité a mí mismo fue Efesios 4:26: “Enójense, pero no pequen; no se ponga el
sol sobre su enojo”. Cuando exploté frente a Dottie permití que el enojo me controlara
y fui culpable de dejar que el enojo me controlara, pero no me iba a permitir fallar
también en lo que dice la segunda parte del versículo. Estaba decidido a arreglar las
cosas con mi esposa antes de que el día terminara, y así lo hice.
Otras dos verdades bíblicas fueron relevantes para mí en ese momento. El rey
Salomón dijo “Pobreza y vergüenza [incluyendo pobreza y vergüenza relacional]
tendrá el que desprecia la disciplina, pero el que acepta la reprensión logrará honra”
(Proverbios 13:18). Y también “El que encubre sus pecados no prosperará, pero el que
los confiesa y los abandona alcanzará misericordia” (Proverbios 28:13).
Seguir el rumbo trazado por estas verdades universales de las Escrituras me
permitió hacerme responsable de mi reacción emocional negativa y resolver el
conflicto con Dottie. La cosmovisión del libro de Dios contiene cientos de verdades e
instrucciones semejantes para hacer frente a cada aspecto de la vida. La Palabra de
Dios es relevante para cada persona.
La Biblia es relevante para nuestra vida porque trata sobre la forma en que hemos
de vivir
Mucha gente piensa que la Biblia es un libro de deberes y prohibiciones, leyes que
obedecer e instrucciones que seguir. Al mirar así a la Biblia se pierde de vista lo que
está detrás de esas leyes, instrucciones y mandamientos, pues de hecho todas las
instrucciones de las Escrituras son representaciones de los caminos de Dios y de su
forma de actuar. Cuando vivimos de acuerdo con esos caminos experimentamos gozo
verdadero porque estamos viviendo según nuestro diseño original, como gente creada
a imagen de Dios. Esta fue su intención desde el principio cuando dijo: “Hagamos al
hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza, y tenga dominio sobre...
todo animal que se desplaza sobre la tierra. Creó, pues, Dios al hombre a su imagen; a
imagen de Dios lo creó; hombre y mujer los creó” (Génesis 1:26, 27).
La Biblia nos enseña que Dios es un ser eterno y grandioso (Isaías 40:28) que es
todopoderoso (Salmo 147:5), siempre presente (Jeremías 23:23, 24), que nunca
cambia (Salmo 102:26, 27), que todo lo sabe (Isaías 46:9, 10) y que es perfectamente
santo (Isaías 6:3). Los humanos fuimos creados a imagen y semejanza de Dios, pero
no a su imagen infinita. Más bien fuimos creados a su imagen y semejanza para
reflejar su capacidad de decidir, razonar, amar y crear.
Dios plantó estas características distintivas de su propia semejanza en lo profundo
de nuestro ser, dándonos la capacidad de decidir, razonar, crear y formar relaciones de
amor. Juan dice: “Dios es amor. Y el que permanece en el amor permanece en Dios y
Dios permanece en él. En esto se ha perfeccionado el amor entre nosotros...” (1 Juan
4:16, 17). Él implantó en nosotros un deseo de vivir nuestras relaciones, de amar a los
demás y de ser amados profundamente a fin de poder explorar las profundidades de
quiénes somos como personas creadas a su imagen.
Como seres relaciónales fuimos diseñados para amar y ser amados. Todos queremos
que los demás descubran quiénes somos y que amen lo que encuentran en nosotros,
además de conocerles como son en realidad y amarles por ser personas únicas y
originales. Fuimos creados para conocer y ser conocidos y diseñados para amar y ser
amados a fin de poder así disfrutar a Dios y disfrutarnos unos a otros. El libro de Dios
es su manual de instrucciones para saber cómo maximizar nuestro gozo en la vida.
Mucha gente se concentra solo en lo que perciben como negatividad en la Biblia. En
el capítulo 3 tocamos una gran verdad: la Palabra de Dios nos instruye para evitar
algunas cosas por nuestro propio bien. ¿Pero sabías que toda prohibición en las
Escrituras se deriva de dos motivaciones muy poderosas en Dios? Cada vez que Él
dice no lo hace para proveer para nosotros y para protegernos.
Dios dijo a los hijos de Israel: “Porque yo sé los planes que tengo acerca de ustedes,
dice el SEÑOR, planes de bienestar [proveer] y no de mal [proteger], para darles
porvenir y esperanza” (Jeremías 29:11). Cada vez que Dios daba instrucciones a los
hijos de Israel, era a fin de proveer para su pueblo y protegerlo. El también desea
proveer para nosotros y protegernos, pues la motivación de su corazón es el amor:
quiere que tengamos todo lo que necesitamos para llevar una vida feliz y plena. Esta
podría ser una buena definición bíblica del amor según Dios: amar significa hacer que
la seguridad, la felicidad y el bienestar de otra persona sean tan importantes como la
seguridad, la felicidad y el bienestar propios. Esta es la clase de amor que provee y
protege.
Cuando Dios sacó a los israelitas del afligido Egipto, les prometió que si
obedecían sus estatutos, no caería sobre ellos “ninguna enfermedad [de las que
envié a Egipto]”. Dios garantizó un grado de libertad de las enfermedades que
la medicina moderna no puede repetir.
Al seguir los mandamientos bíblicos de vivir una vida sexual pura y ser fieles a un
solo cónyuge, nuestra obediencia actúa como un escudo protector, ya que evitamos
cosas como culpa y vergüenza, embarazos no planeados, enfermedades de transmisión
sexual, inseguridad sexual y angustia emocional. Ese tipo de protección sin duda
intensifica la vida sexual de una pareja en su matrimonio. Cuando Dottie y yo apenas
comenzábamos a salir para conocernos, tomamos la decisión de esperar hasta el
matrimonio para expresar nuestro afecto sexual como pareja, un compromiso que
también significaba que después del matrimonio seguiríamos siendo sexualmente
fieles el uno al otro, y así ha sido. Gracias a que ambos fuimos obedientes a los
mandatos de Dios en relación con el sexo, hemos estado protegidos contra las
enfermedades de transmisión sexual, los sentimientos de culpa y los problemas de un
embarazo prematrimonial, y en consecuencia nunca tuvimos la desgarradora
experiencia de dar un hijo en adopción o tener que casarnos antes de estar preparados
para ello.
Hemos estado protegidos contra la inseguridad sexual que resulta de la comparación
con parejas sexuales anteriores, de la angustia emocional que puede surgir como
resultado de las relaciones sexuales prematrimoniales y de los sentimientos de traición
que puede ocasionar una aventura extramarital.
Al obedecer las instrucciones relevantes de Dios en relación con la conducta sexual,
una pareja puede experimentar la belleza y el gozo del sexo según su propósito
original. La motivación de sus prohibiciones es que Él quiere lo mejor para nosotros.
Podemos revisar la lista de mandamientos bíblicos y encontraremos que, como
resultado de aplicarlos a la vida, hay toda clase de protección: la Biblia nos advierte
contra robar o mentir (Éxodo 20:15, 16); el apóstol Pablo nos dice “Por lo tanto,
habiendo dejado la mentira, hablen la verdad cada uno con su prójimo...” (Efesios
4:25); la honestidad nos protege contra la culpa, la vergüenza, los engaños
continuados y el daño a nuestras relaciones con otras personas.
La Biblia nos enseña a actuar con misericordia. El Señor Jesús dijo:
“Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos recibirán misericordia” (Mateo
5:7). Recibimos aquello que damos, así que cuando mostramos misericordia tenemos
protección contra la carencia, la venganza y la falta de perdón (Mateo 5:7; 6:14, 15;
Lucas 6:38).
Si seguimos las instrucciones de Dios sobre ser justos, mostrar amor y respeto hacia
los demás, y ejercitar el dominio propio, estaremos protegidos contra las múltiples
consecuencias del pecado, lo cual no significa que esa obediencia dará como resultado
una vida sin dolor. De hecho, las Escrituras señalan que a veces sufriremos cuando
hacemos lo correcto, simplemente porque vivimos en un mundo corrompido por el
mal. Sin embargo, incluso ese sufrimiento tiene sus recompensas: en esta vida
presente cosecharemos bendiciones espirituales y al final Dios nos recompensará en la
eternidad.
Fuimos creados a imagen de Dios y para vivir de acuerdo a sus caminos. Cuando lo
hacemos, tal como mandan las Escrituras, vivimos una vida gozosa bajo su amorosa
protección y provisión. La Palabra de Dios es siempre relevante a nivel personal.
La Biblia es relevante para nuestra vida porque Dios nos encuentra en nuestro
momento de mayor necesidad
Esto no era lo que yo recordaba: las tejas en el techo del granero estaban casi todas
caídas, algunas ventanas de la casa estaban rotas y estaba creciendo toda clase de
maleza en el lugar donde yo había vivido mi niñez.
Había llevado a mis cuatro hijos adultos a ver lo que quedaba de la granja lechera
de casi 50 hectáreas que había sido mi hogar. Traté de explicarles cómo era el lugar a
comienzos de la década de 1940.
Señalé el porche trasero de la casa en ruinas y les expliqué que mi hermana mayor
hacía helado casero allí y yo me sentaba a observarla. Les conté que mi madre
preparaba la mejor zarzaparrilla en todo el estado de Michigan, y que yo me tomaba
de golpe todos los vasos que mi hermana me permitiera.
Luego caminé con mis hijos hacia el inestable granero. Los agradables recuerdos de
helado y zarzaparrilla caseros se desvanecieron de pronto. Estábamos solo a unos
pasos del viejo cobertizo y me detuve de repente. Al contemplar aquella estructura
castigada por las inclemencias del tiempo las lágrimas comenzaron a brotar y mi
visión se nubló. Me sentí paralizado por el recuerdo de un día terrible de vergüenza y
abandono hacía muchos años.
En ese entonces yo tenía 11 años de edad. Era un sábado por la mañana y estaba
emocionado porque iba a ver cómo movían una pequeña casa en nuestra granja de un
lugar a otro. El día anterior los trabajadores la habían levantado y habían colocado
ruedas debajo, así que yo esperaba ansioso para ver aquellos tractores llevando una
casa por la carretera.
Wilmot, mi hermano mayor, había demandado a mi padre y estaba tomando
posesión de esa casa y de la mitad de la granja. Yo estaba intentando quedarme fuera
del pleito familiar y simplemente quería disfrutar del espectáculo.
Parecía que todo el pueblo se había dado cita para presenciar tal acontecimiento.
Entonces, en el momento en que los tractores estaban enganchándose a la casa, mi
padre, borracho como siempre, comenzó a gritarle a Wilmot. El alguacil del pueblo,
que había llegado para ayudar a mantener la paz, avanzó hacia mi padre para evitar
una escena desagradable.
Pero era demasiado tarde. La mayoría de la gente del pueblo que apoyaba a mi
hermano comenzó a gritarle obscenidades a mi padre. Muchos de mis compañeros de
clase estaban también observando todo esto y fue más de lo que yo podía soportar, así
que corrí tan rápido como pude hacia el granero. Humillado y avergonzado, me subí a
la parte de arriba y me quedé allí llorando, tratando de esconderme bajo el maíz.
Pasaron horas y nadie vino a buscarme. Parecía que nadie siquiera se hubiera
percatado de mi ausencia, y me sentí solo y abandonado. Fue un momento crucial en
mi corta vida porque ese día se endureció el odio hacia mi padre. Me convertí en un
jovencito airado con un resentimiento profundo que me persiguió durante años.
Ahí parado frente al viejo cobertizo, reviví toda la escena inundado de emociones.
El dolor resurgió justo allí, frente a mis hijos adultos, que sabían lo que había pasado y
sentían lo que estaba sucediendo ahora. Para entonces, yo estaba llorando
abiertamente.
Mi hijo y mis tres hijas se me acercaron y me abrazaron. Lloraron conmigo,
acariciándome la cabeza y los hombros, y dijeron palabras de consuelo y de aliento.
Cuando recuperé la compostura, hallamos un lugar para sentarnos. Cada uno de mis
hijos afirmó que yo había sido un padre amoroso, aunque yo mismo no hubiera tenido
uno en mi niñez.
¿Qué ocurrió en ese momento? Mis cuatro hijos adultos estaban siendo fieles a las
Escrituras y Dios me estaba encontrando justo en el momento de mi necesidad de
consuelo, aliento y afirmación. Como mis hijos fueron fieles en afirmar, consolar y
animar a alguien necesitado, el “Padre de misericordias y Dios de toda consolación” (2
Corintios 1;3) fluyó a través de ellos para cubrir la necesidad de su papá en ese
momento.
Todos tenemos ciertas necesidades emocionales y relaciónales: tenemos necesidad
de consuelo (2 Corintios 1:3, 4), apoyo (Gálatas 6:2), cuidado y afirmación (1
Corintios 12:25) y aliento (Hebreos 10:24). Dios satisface nuestras necesidades, y a su
pueblo se le ordena en la Escritura que se una a Él a fin de cubrir esas necesidades;
esas instrucciones aparecen al menos 35 veces en el Nuevo Testamento.
Cuando necesitamos consuelo, afirmación o palabras de aliento, como yo en aquella
ocasión, Dios está ahí para satisfacer nuestra necesidad y a menudo se agrada de hacer
fluir Su poder por medio de otra persona. Él es nuestro protector y proveedor amoroso,
y está ahí, directa o indirectamente, para encontrarnos en nuestro momento de
necesidad.
Ya tengo más de 75 años, así que sería natural preguntarse si una persona de mi edad
todavía puede ser relevante en sus “años dorados”. Mi lema siempre ha sido seguir
haciendo como hasta ahora “hasta que todo el mundo escuche”, una expresión que
comencé a usar al final de toda mi correspondencia hace más de tres décadas y que
todavía utilizo. Aunque todavía no he sentido que Dios quiera que renuncie, debo
confesar que a veces me pregunto cuánta fuerza me queda o cuánto tiempo más debo
seguir trabajando.
Hace poco Dios me respondió a esa pregunta por medio del incidente que narré
sobre los fragmentos de texto bíblico descubiertos en los artefactos antiguos por mí
adquiridos, pero todavía no te he contado el trasfondo de la historia, que tiene que ver
con la forma en que él me dio la afirmación que yo necesitaba.
Mi amigo el doctor Scott Carroll, que había aceptado la tarea de encontrar artefactos
antiguos para nuestro ministerio, investigó por meses y viajó miles de kilómetros
recorriendo sitios arqueológicos y estructuras antiguas. Finalmente, se reportó
conmigo.
—Josh, he revisado más de 100 artefactos y encontré algo que creo que podría ser
un descubrimiento sorprendente.
—Te escucho —le contesté.
—Bueno, no lo puedo garantizar —continuó— pero encontré unos artefactos que
creo que provienen del siglo IV o V después de Cristo. Son de una región que me dice
que hay buenas probabilidades de que tengan papiros bíblicos en ellos.
Mi corazón comenzó a latir más rápidamente mientras Scott me relataba sus
hallazgos. Tragué saliva y le pregunté:
—¿Cuál es el siguiente paso?
—Si me lo autorizas, le haré una oferta al dueño. Creo que podremos conseguirlos
por el precio que tú y yo ya hablamos.
Le dije a Scott que lo comprara todo. Mi mente comenzó a acelerarse mientras él
hacía los arreglos para conseguir esos tesoros escondidos que yo confiaba que se
usarían para extender el reino de Dios. Estaba muy esperanzado: mi sueño tan
esperado estaba a punto de convertirse en realidad, o al menos así pensaba yo.
Sentí la vibración del celular en mi cinturón. Era una llamada de Scott y yo estaba
seguro de que me llamaba desde el avión de regreso de Europa, con los artefactos en la
mano. En lugar de eso, me dio una mala noticia: otro coleccionista se había adelantado
y había adquirido cada uno de los artefactos que yo había autorizado a Scott que
comprara.
¡Qué desilusión! Sentí que se me caía el alma a los pies, pero luego me sentí peor
cuando me enteré de que esos artefactos sí contenían papiros bíblicos antiguos que
eran de verdad valiosos y únicos. Me dije a mí mismo: “¡Esos debían haber sido
nuestros!”. Estaba abatido y trataba de consolarme diciendo que seguramente habría
otros artefactos por ahí, pero persistía el amargo sabor de la desilusión.
Pasaron unas semanas en las que Scott siguió insistiendo en su búsqueda, y un día
se reportó desde Europa diciendo que había hallado otro conjunto de artefactos
antiguos que sentía que valía la pena comprar. Le dije: “¡Comprémoslo todo, ahora
mismo!”.
En esta ocasión Scott sí lo logró y planeamos el evento de descubrimiento que
describí en el capítulo 2. Al ir descubriendo cada fragmento bíblico en esa reunión, yo
estaba emocionado. Teníamos en nuestras manos pasajes de Jeremías 33, Marcos 1,
Juan 14, Mateo 6 y 7, 1 Juan 2 y Gálatas 4. Aunque todavía no se ha publicado nada
acerca de estos hallazgos, es posible que sean las copias más antiguas que se conozcan
de estos pasajes, lo cual por supuesto las convierte en piezas extremadamente valiosas
y únicas. Sin embargo, tengo que admitir que cuando comparé los siete fragmentos
que descubrimos con los descubrimientos sorprendentes que nos habían ganado en la
compra anterior, persistía en mí una cierta desilusión.
Eso fue hasta que me di cuenta de que Dios en realidad había reservado algo
especialmente para mí.
Para mi sorpresa, los siete pasajes bíblicos encontrados se relacionan directamente
con los temas de los que he hablado durante toda mi vida ministerial. He escrito y
hablado sobre la divinidad de Cristo desde el primer día de mi ministerio. En nuestro
fragmento de 1 Juan 2, el apóstol está advirtiendo a los creyentes que se cuiden de
quienes los quieren desviar al decirles que Jesús no es el Hijo de Dios. El apóstol
Pablo hace lo mismo en el fragmento de Gálatas 4. Era como si Dios me estuviera
diciendo: “¡Sigue proclamando en mi nombre este mensaje, Josh, hasta que todo el
mundo lo escuche!”.
En mis conferencias y en mis escritos he puesto énfasis en las profecías mesiánicas,
porque otorgan evidencia poderosa para apoyar el tema principal de la divinidad de
Cristo, por eso quedé anonadado cuando descubrimos que el fragmento del siglo V de
Jeremías 33 contiene la profecía de que un descendiente de David se sentará “en el
trono de Israel para siempre”. Era como si Dios de nuevo me estuviera diciendo:
“¡Sigue proclamando este mensaje, Josh, hasta que todo el mundo lo escuche!”.
Otro énfasis de mi ministerio ha sido la resurrección de Cristo, la evidencia más
grande de su divinidad. Dos de los fragmentos del Nuevo Testamento que ahora
tenemos son de Marcos 15 y Juan 14, sobre la muerte y resurrección de Cristo. Otra
vez escuchaba a Dios diciéndome: “¡Sigue proclamando este mensaje, Josh, hasta que
todo el mundo lo escuche!”.
Otro tema que siempre he destacado a lo largo de los años es la manera en que Dios
ha dado a los creyentes una forma de juzgar lo que es verdadero y falso y de discernir
entre lo bueno y lo malo. He hablado y escrito extensamente sobre este asunto y he
usado Mateo 7 como fundamento. Sorprendentemente, Dios me permitió obtener un
fragmento antiguo de Mareo 7. Estaba claro que Él me estaba diciendo: “¡Sigue
proclamando este mensaje, Josh, hasta que todo el mundo lo escuche!”.
Finalmente, estaba el fragmento del siglo IV de Mateo 6 con las palabras de Jesús
diciéndonos: “Más bien, busquen primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas
estas cosas les serán añadidas” (Mateo 6:33). Dios había colocado en mis manos el
texto bíblico que representa el tema de todos mis mensajes relaciónales: cuando
buscamos a Dios en sus caminos en cuanto a lo moral, ético y en todas nuestras
relaciones, Él nos da lo que necesitamos porque es nuestro amoroso proveedor y
protector. Cada una de mis seis campañas, que abarcan más de 36 años, ha tenido este
enfoque central. Al darme estos siete fragmentos bíblicos, Dios claramente me estaba
diciendo: “¡Sigue proclamando este mensaje, Josh, hasta que todo el mundo lo
escuche!”.
No me queda duda de que Él nos permitió obtener estos antiguos tesoros vivos para
ayudar a jóvenes y viejos a darse cuenta de que la Biblia es inspirada por Dios y que
es históricamente fiable, pero lo que en verdad me sorprendió es que dispusiera que yo
recibiera siete pasajes específicos que representan aquello de lo que he estado
hablando y escribiendo durante todo mi ministerio. Tal vez algunos digan que es una
coincidencia, sin embargo yo lo veo como su afirmación personal de lo que he estado
haciendo durante 50 años y Su ánimo para seguir haciéndolo.
El amigo que me señaló esta verdad y que me ayudó a unir los puntos añadió a su
observación: “Josh, ¿sabes lo que significa? Más de 1.600 años antes de que nacieras,
uno o más egipcios antiguos formaron cartonajes con fragmentos de papiros
descartados”. Al extender su mano hacia el montón de pedazos de papiro, su mano
recogió siete fragmentos bíblicos, los cuales se centran en cinco mensajes en los que
16 siglos más tarde un siervo de Dios necesitaría ser afirmado.
“Por más de mil seiscientos años”, continuó diciendo, “esos cartonajes quedaron
escondidos de la vista del público. Y cuando ibas a comprar un artefacto raro que
contenía un hallazgo bíblico muy valioso, ¿qué pasó? Alguien se te adelantó y lo
compró antes que tú, ¿Por qué? Para mí está claro. ¡Dios quería que tuvieras un
cartonaje especial que él había estado guardando durante 16 siglos para ti! Lo hizo
porque te ama y quería afirmarte en tus años dorados, para que supieras que todavía
eres su vocero valioso y que estará feliz si continúas proclamando su mensaje „hasta
que todo el mundo lo escuche‟ ”.
Si esta es la manera en que Dios me está diciendo “Sigue así, hijo mío”, entonces
voy a responder con un corazón de gratitud y humildad, y voy a decir: “Gracias,
Señor. Necesitaba seguridad y afirmación, y me la diste. Una vez más me has
encontrado justo en mi momento de necesidad”.
Al cerrar este capítulo quiero dejar algo en claro: aunque estoy agradecido por el
aliento que Dios me da para continuar en su servicio, en ningún momento interpreto
esto como una validación de mi ministerio. Lo que importa aquí es el ministerio de
Dios, en el cual con gran misericordia Él me ha permitido participar. Yo no podría
hacer lo que he estado haciendo sin el poder y la fuerza de Dios: cuando era joven
tenía muchas cosas en mi contra (un hogar destruido por el alcoholismo y la ira, el
trauma infantil del abuso sexual, mis luchas con el sentimiento de inferioridad que se
manifestaba en mi tartamudez), pero Él tomó las debilidades de mi vida y perfeccionó
su poder en mí.
Soy un ejemplo viviente de que la Palabra de Dios es relevante para cada persona,
así como lo es para ti también. Él inspiró a seres humanos hace 2.000 y 3.000 años
para que escribieran palabras que fueran relevantes para ti ahora mismo, en la
situación de vida en la que te encuentras. Esas palabras te dicen que Dios nunca te
dejará ni te abandonará: Él tiene palabras de consuelo para sanar tus heridas; un
espíritu de aliento para cuando estés luchando contra la desilusión; aceptación para
decirte que eres amado o amada tal como eres, sin importar nada; seguridad en
tiempos de peligro para eliminar tu miedo al futuro; una aprobación que dice que eres
su hijo o su hija; y un amor eterno que dice “Echen sobre él toda su ansiedad porque él
tiene cuidado de ustedes” (1 Pedro 5:7).
En el año 367 d. de J.C. Atanasio de Alejandría reunió la primera lista oficial de libros
que hoy conocemos como el Nuevo Testamento, en la cual había 27 libros que más
tarde fueron canonizados oficialmente por la iglesia en los concilios de Hipona (393) y
Cartago (397). Estos concilios no autorizaron cuáles escritos eran obras inspiradas por
Dios, más bien reconocieron que estos textos eran autorizados por Dios mismo.
El Antiguo Testamento, compuesto de 39 libros, fue reconocido oficialmente como
Escritura inspirada por Dios en una fecha tan temprana como el siglo IV a. de J.C. y
ciertamente en una fecha no posterior al 150 a. de J.C. El texto de los 39 libros del
Antiguo Testamento se dividió primero en 24 libros: el contenido era el mismo que
tenemos actualmente, pero algunos de los escritos que hoy separamos en libros
distintos estaban juntos en un libro, lo cual explica el número inferior. Estos libros se
agrupaban originalmente en tres grandes divisiones: cinco libros de la Ley de Moisés,
ocho libros de los Profetas y once libros bajo la designación de Escritos.
El reconocimiento más definitivo de que todo el Antiguo Testamento es inspirado
por Dios proviene nada menos que de Jesús mismo, quien no solamente citó y enseñó
muchas veces usando textos del Antiguo Testamento, sino que específicamente se
refirió a sus tres secciones cuando dijo: “...era necesario que se cumplieran todas estas
cosas que están escritas de mí en la Ley de Moisés [los cinco libros], en los Profetas
[los ocho libros] y en los Salmos [incluidos en los once escritos]” (Lucas 24:44).
Jesús también citó el texto hebreo completo (nuestro Antiguo Testamento), desde el
primero hasta el último libro, cuando se refirió al primero y al último de los mártires
en sus páginas, diciendo: “...para que de esta generación sea demandada la sangre de
todos los profetas que ha sido derramada desde la fundación del mundo; desde la
sangre de Abel hasta la sangre de Zacarías” (Lucas 11:50, 51). Esto equivalía a decir
“desde Génesis hasta Malaquías”, de modo que esta cita de Lucas 11 claramente
confirma que Jesús aceptó el canon completo del Antiguo Testamento.
l Esdras
2 Esdras
Tobit
Judit
Adiciones a Ester
Sabiduría de Salomón
Eclesiástico
Baruc
Susana
Bel y el Dragón (adiciones a Daniel)
Cantar de los tres muchachos hebreos (adiciones a Daniel)
Oración de Manases
l Macabeos
2 Macabeos
Hay quienes creen que estos 14 libros debieran ser añadidos a los 24 libros
canonizados del texto hebreo, ya que algunos de ellos se encuenrran en la Septuaginta,
traducción al griego del Antiguo Testamento. Sin embargo, los líderes judíos
reconocieron como Sagradas Escrituras solo la lista original de veinticuatro libros del
texto hebreo, los mismos libros que Jesús había confirmado; se puede notar además
que Él nunca hizo referencia a alguno de esos libros añadidos y que solo utilizó los 24
libros reconocidos por el canon judío (los mismos 39 libros que tenemos hoy en día).
En Lucas 24:27 se utiliza la frase “todas las Escrituras” para referirse al Antiguo
Testamento, lo cual confirma que Jesús aceptaba la misma lista completa de libros
hebreos que el judaísmo reconocía como canónicos en ese tiempo.
El día de hoy esos 14 libros todavía circulan y son conocidos como “apócrifos”, que
significa “lo que está escondido”. Aunque estos libros no fueron aceptados por la
iglesia primitiva ni por los eruditos judíos en una fecha tan tardía como el 150 a. de
J.C., en el año 1546 d. de J.C. terminaron siendo incluidos en el Antiguo Testamento
que utiliza la Iglesia Católica Romana.
La Biblia protestante no incluye los apócrifos en el Antiguo Testamento por las
razones ya explicadas. Los eruditos protestantes también han señalado que ninguno de
los 14 libros apócrifos reclama para sí la inspiración divina y, de hecho, algunos
niegan efectivamente la inspiración. También se ha dicho que filósofos judíos muy
respetados como Filón de Alejandría, historiadores como Josefo y traductores como el
famoso Jerónimo, así como los Padres apostólicos de la iglesia, rechazaron los
apócrifos como Escrituras inspiradas por Dios.
Aunque los 27 libros del Nuevo Testamento fueron reconocidos extraoficialmente
por la iglesia como Escrituras en una fecha tan temprana como el 100 d. de J.C., había
quienes se preguntaban si ciertos escritos espirituales también eran inspirados por
Dios. Para la mitad del siglo II surgieron varios escritos, conocidos como apócrifos del
Nuevo Testamento y escritos gnósticos, entre los que se encuentran el Evangelio de la
Infancia atribuido a Tomás, el Evangelio de Tomás, el Evangelio de Pedro y el
Evangelio de Judas.
Estos escritos en general contradicen a los Evangelios de Mateo, Marcos, Lucas y
Juan, además de a las epístolas de Pablo. Algunas de sus enseñanzas contradictorias
incluyen la idea de que hubo múltiples creadores; que la salvación es por
“conocimiento espiritual”; que la ignorancia, y no el pecado, es el problema de la
humanidad; y otras enseñanzas que fueron refutadas por los 27 libros del Nuevo
Testamento. El Evangelio de la Infancia, un escrito gnóstico atribuido a Tomás,
describe una escena en la que varios niños tiran al suelo a un joven Jesús, quien
reacciona golpeándoles y abatiéndoles con su poder sobrenatural.
Todos estos textos espirituales añadidos fueron rechazados por la iglesia primitiva y
fueron en parte la razón por la cual los Padres de la iglesia establecieron un conjunto
de reglas para reconocer cuáles escritos eran realmente inspirados por Dios.
Hoy en día podemos saber con confianza que los 39 libros del Antiguo Testamento
y los 27 libros del Nuevo Testamento son el mensaje completo de Dios para nosotros.
Aunque leer otros escritos de hombres y mujeres muy espirituales puede resultarnos
beneficioso, podemos tener la seguridad de que lo que tenemos en nuestra Biblia hoy
es lo que Dios quiere que sepamos.
Aparte de ser reconocidos como Escrituras inspiradas por Dios, estos 66 libros se
distinguen por ser únicos de muchas otras maneras. Cuando se comparan con otros
escritos, nos damos cuenta de que la Biblia es un libro único, y en toda la antigüedad
no existe ningún otro documento comparable. Este carácter único es el tema de
nuestro siguiente capítulo.
Único: Solo y sin otro de su especie;
singular (extraordinario, excelente).
¿Cuántos libros hay en el mundo? Hace unos años, el Proyecto para bibliotecas de
Google Libros respondió a ese interrogante. Según Leonid Taycher, un ingeniero de
Google que trabajaba entonces en el proyecto, existen 129.864.880 libros en el mundo,
cifra que se refiere al número de títulos, sin contar todas las copias de cada uno de
ellos. Entre esos casi 130 millones hay uno que es realmente único y sobresale por su
singularidad y por no tener igual: es la Biblia.
Ningún otro libro ha sido inspirado por Dios ni está formado por una colección de
escritos con los pensamientos y conceptos de Dios mismo. La Biblia es la única que
tiene esa distinción, a la cual podemos añadir al menos otras cuatro características: la
Palabra de Dios es única en su continuidad, en su traducción, en su circulación y en su
supervivencia a través del tiempo, las persecuciones y las críticas.
Al revisar cada una de estas características únicas de la Biblia renovaremos nuestro
sentido de admiración y aprecio por la Palabra de Dios.
Los incrédulos han estado refutando y atacando este libro por más de 1.800
años, pero permanece hoy tan sólido como una roca. Su circulación aumenta;
la gente lo ama más, lo estima más y lo lee más ahora que nunca. Los
incrédulos, con todos sus asaltos, hacen semejantes daños a este libro como lo
haría un hombre con un martillo de tapicero sobre las pirámides de Egipto.
Cuando un monarca francés propuso la persecución de los cristianos en su
dominio, un viejo estadista y guerrero le dijo: “Señor rey, la Iglesia de Dios es
un yunque que ha gastado muchos martillos”. De esta manera los martillos de
los incrédulos siguen picoteando contra el libro de los siglos; los martillos se
desgastan pero el yunque perdura. Si este libro no hubiera sido el Libro de
Dios, los hombres lo habrían destruido ya hace tiempo. Los emperadores y los
papas, los reyes y los sacerdotes, los principales y los gobernantes han hecho
sus intentos contra este libro; ellos mueren y el libro vive aún.
El teólogo y apologista Bernard Ramm, al comentar sobre las críticas contra la Biblia,
explica el asunto de esta manera:
Ningún otro libro ha sido tan picado, tan acuchillado, tan zarandeado, tan
escudriñado, tan difamado. ¿Cuál libro de filosofía o de religión o de
psicología o cuál obra de las bellas artes, sea de las clásicas o de las modernas
ha sido objeto de tantos ataques como la Biblia? Y con tanto veneno y
escepticismo. Y con tanta minuciosidad y erudición. Y sobre cada capítulo, cada
línea, cada precepto. Pero millones de personas todavía aman la Biblia, la leen
y la estudian.
Durante miles de años la Biblia ha resistido las pruebas y es realmente única por su
supervivencia a través del tiempo, la persecución y la crítica.
Sin embargo, aquí queda una reflexión interesante: la naturaleza única de la Biblia
no la hace de por sí verdadera, por eso en la siguiente sección me gustaría que
procuráramos descubrir por qué estamos seguros de que la Biblia es verdad. Vamos a
explorar la realidad innegable de la poderosa Palabra de Dios. Saber que la Palabra de
Dios es veraz hará que realmente se profundice tu fe en su Autor y en sus verdades
universales.
Imaginemos una comunidad judía pobre en un pueblecito en Polonia a mediados del
siglo XV, mucho tiempo antes de que Mozart escribiera una nota musical, antes que
Martín Lutero comenzara la Reforma o que Sir Isaac Newton descubriera las
principales leyes de la física, incluso antes de que Cristóbal Colón navegara hacia la
India para en su lugar descubrir América. Algo está a punto de suceder en este pobre
vecindario, un acontecimiento cuyas repercusiones se sentirán durante siglos. Tal vez
ocurrió de esta manera:
Era casi medianoche cuando el escriba Baruc se espantó por los fuertes golpes a su
puerta.
¿Quién podrá ser a estas horas?
El corazón de Baruc comenzó a latir como un martillo. Con cautela, dudosamente,
abrió la puerta... y rápidamente dio unos pasos hacia atrás cuando una persona salió de
la oscuridad e irrumpió en su casa.
—¡Moisés! —exclamó Baruc una vez recuperado el sentido—. ¿Qué ocurre? ¿Qué
te trae aquí a estas horas de la noche? ¿Y por qué estás sonriendo como si de pronto
hubieras heredado una fortuna?
—¡Baruc, ¡ya está certificada! —exclamó Moisés—. Simplemente no podía esperar
hasta mañana para decírtelo.
Moisés le contagió de inmediato su alegría a Baruc. Él sabía exactamente de lo que
Moisés estaba hablando. Su amigo estaba trayéndole la buena noticia que había estado
esperando escuchar durante semanas. El rabino había certificado la Torá que Baruc
había estado copiando durante más de un año. Las 304.805 palabras que había copiado
desde Génesis hasta Deuteronomio eran una obra de arte según la opinión del rabino.
Durante el siguiente Sabbat (el sábado judío), Baruc tomó la palabra frente a los que
estaban reunidos en la sinagoga de su pequeña aldea.
Señalando con su mano a la Torá, dijo: ―¡Me honro en anunciarles a todos que
nuestra nueva Torá está completa! Ya ha sido certificada por nuestro rabino‖. La
congregación se desbordó de emoción.
Para mi fue fácil imaginarme la escena porque, más de 550 años después, yo
también me desbordé de emoción al tocar el borde de esa misma Torá. Ahora me
pertenecía, mejor dicho, yo era su cuidador. No es un simple manuscrito hebreo de la
Edad Media: es una Torá completa, única (Torá es el nombre judío de los primeros
cinco libros de la Biblia). La llamé ―Tora de Lodz‖ en honor y en memoria de los más
de 230.000 judíos de la ciudad polaca de Lodz que sufrieron y murieron bajo el
régimen nazi durante la Segunda Guerra Mundial.
En ese tiempo, Lodz era la segunda ciudad más poblada en Polonia. Durante la
guerra, la sección judía de la ciudad, conocida como Gueto Lodz, fue uno de los
centros de detención más grandes en la Europa ocupada por los alemanes. Este rollo
antiguo se había preservado durante siglos y era la copia de lectura en la sinagoga de
los judíos polacos del siglo XX. Me pareció apropiado darle el nombre de un grupo de
personas que tenían tanta reverencia por la Palabra de Dios, la cual preservaron
durante la persecución. Sin embargo, cuando recibí este rollo no tenía idea de todo lo
especial que era ese artículo que había adquirido.
Esta Torá es especial no solo por su antigüedad, pues data de entre 1450 y 1500,
sino también por la forma en la que fue copiada. Como todas sus predecesoras, la Torá
de Lodz tuvo un grupo especial de soferim (escribas) que con gran cuidado copiaban
cada manuscrito. Todos los escribas en la antigüedad se enorgullecían de su oficio y
reproducían a mano los manuscritos con mucho cuidado, pero había algo especial en
los escribas judíos en particular: gracias a que había reglas muy estrictas y disciplinas
que ellos debían seguir, hoy en día no existe otra obra de la literatura mundial que
haya sido copiada de manera tan cuidadosa y exacta como el Antiguo Testamento.
La disciplina y el arte de los escribas judíos se originó entre los siglos V y III a. de
J.C. en una clase especial de eruditos judíos conocidos como soferim, derivado de una
palabra hebrea que significa ―escribas‖. Los soferim, que iniciaron un estándar estricto
de meticulosa disciplina, fueron luego eclipsados por los escribas talmúdicos, quienes
guardaron, interpretaron y comentaron los textos sagrados desde el año 100 hasta el
500 d. de J.C. Después de los escribas talmúdicos vinieron a su vez los escribas
masoréticos, mejor conocidos y aún más meticulosos (500-900 d. de J.C.).
El celo de estos escribas judíos, con una disciplina tan estricta y una atención tan
rigurosa a cada detalle, otorgaba a las reproducciones de las Escrituras la misma
autoridad que la del ejemplar original. Las reglas, los rituales, los procedimientos y las
continuas revisiones permitían a los escribas quedar completamente convencidos de
que cada copia terminada de la Torá era un duplicado exacto de las copias anteriores.
El escriba que copió la Torá de Lodz siguió esas reglas tan estrictas porque era muy
consciente de que estaba copiando palabras inspiradas por Dios.
Agallas de roble
Por miles de años, los escribas han recogido en los bosques agallas de roble, las
cuales eran muy importantes en el meticuloso proceso de creación de paneles de cuero
listos para escribir. El escriba ponía las agallas en agua hirviendo durante seis horas
para que soltaran el tanino, un compuesto químico ácido que se usa en el tratamiento
del cuero. Este proceso de curtido de pieles producía un cuero muy suave sobre el cual
se podía escribir, pero no antes de que el escriba raspara y lijara cada pedazo hasta que
quedara perfectamente liso. Se necesitaban varios días para la preparación de los
paneles de cuero.
Después de cortar cuidadosamente el cuero en rectángulos uniformes, Baruc hizo
pequeñísimos agujeros en los extremos de cada panel. Con mucho cuidado colocó una
clavija muy fina, del tamaño de un mondadientes, en cada uno de los orificios, como
preparación para marcar el cuero con una cuadrícula de filas y columnas simétricas.
A continuación ató hilos bien tensos horizontalmente de una clavija a otra, y usando
estos como guías, tomó un cuchillo sin filo que no cortara la piel para hacer con
cuidado marcas horizontales en la superficie, formando así una línea bien definida.
Después de marcar todas las líneas horizontales repetía el mismo proceso
verticalmente, creando así una cuadrícula perfecta para copiar todas y cada una de las
304.805 letras de la Palabra escrita de Dios.
En el mundo occidental, escribimos sobre las líneas, pero Baruc, en cambio, colgó
las letras en las líneas como hacían todos los escribas judíos.
En otras palabras, escribió debajo de las líneas y siempre de derecha a izquierda.
Esta técnica de escritura bajo las líneas significa que cuando vemos el rollo, según la
mentalidad del siglo XXI, nos parece que está al revés.
La cuadrícula era muy importante para el escriba pues le permitía mantener sus
letras en orden, sin mezclar las líneas de abajo o de arriba al escribir, un proceso que le
permitía ser más exacto al copiar cada letra. Baruc quería que un lector de las
Escrituras no solo leyera cada palabra exactamente sino que también la pronunciara
con exactitud, así que creía tener (como cada escriba judío que le precedió) la solemne
responsabilidad de reproducir cada letra de manera perfecta y clara, una meta que el
colgar sus letras en la cuadrícula le ayudaba a cumplir. Sabía que copiar mal lo que
Dios había dicho podría ocasionar una mala lectura, una mala pronunciación o, peor
aún, una mala interpretación y comprensión de lo que Dios quiere que su pueblo sepa
sobre Él y sus caminos.
Cuando cada panel estaba completamente lleno de texto, Baruc los cosía con
cordones hechos a partir de tiras de tendones de las patas de un becerro
ceremonialmente puro, un proceso que al final tenía como resultado un rollo de más de
22 m de largo.
La siguiente tarea de Baruc era preparar la tinta y los cálamos o plumas para
escribir. Recordemos que tenía que formar 304.805 letras, sin que ninguna de ellas
tocara a otra: el cuidado meticuloso, la estabilidad y la firmeza que requería esta tarea
explican por qué tardaría más de un año en completar esta hermosa Tora.
Baruc consiguió un buen número de plumas de ganso para sus cálamos.
Generalmente era preferible usar plumas de ganso porque eran más firmes que otras
plumas y duraban afiladas más tiempo. Mientras más afilado estuviera el cálamo,
menor probabilidad habría de que la tinta se corriera y las letras se tocaran entre sí: si
ocurría una de estas dos cosas se consideraba como un error que debía ser corregido.
Además de la pluma afilada de ganso, la tinta que Baruc usaba era de importancia
crítica para su tarea. También utilizó agallas de roble como parte de su fórmula: el
proceso consistía en aplastar las agallas y remojarlas con una mezcla cuidadosamente
preparada para producir una tinta que no se despintara con el tiempo.
Como ya hemos mencionado, un rollo de la Tora que comenzara a deteriorase y a
despintarse prácticamente debía ser ―retirado‖, guardado y luego quemado. Se
colocaba en un armario llamado geniza y entonces la nueva copia de la Torá se
convertía en el texto autorizado de la sinagoga. Los rabinos deseaban evitar la
posibilidad de que una palabra despintada fuera mal pronunciada y mal interpretada.
Sin embargo, la Torá de Lodz, copiada por un escriba asquenazí, es una excepción a
esta regla, pues siguió existiendo durante siglos, aún más allá de su tiempo propicio
(una evidencia de esto es la tinta que se ha vuelto anaranjada en algunos lugares). En
condiciones normales debió haber sido retirada y colocada en la geniza, pero debido a
que esta comunidad en particular no podía pagar una copia nueva, lo que hacían era
contratar escribas para que repintaran las letras desgastadas.
Algo que es evidente en esta Torá es que fue copiada a partir de una más antigua
producida durante la Edad Media, ya que hay evidencia clara de que el escriba
conservó muchos aspectos de la escritura medieval tardía: se pueden ver letras
estilizadas con rizos y muchas letras adornadas con espirales, las cuales solo se usaban
durante el tiempo medieval tardío. Esta Torá también conserva una tradición primitiva
en cuanto a la disposición del texto, pues no sigue los modelos tardíos para cada
columna, que variaban en anchura y número de líneas.
Se puede ver que generaciones posteriores de escribas hicieron notas y
―correcciones‖ a este rollo en algún momento posterior a 1450. Uniformizaron la
manera en que estaba presentado el texto y corrigieron la ortografía según la escritura
precisa de cada letra usando formas específicas (incluso en detalles como la forma en
que una letra debía ser golpeada con el cálamo entintado). Se nota cuándo el escriba
estaba intentando corregir alguna de las tradiciones de escritura medieval más antigua
mediante la aplicación de estándares más recientes y rigorosos.
Cuando los rabinos de generaciones siguientes leían esta Torá, sin duda entendían
que estaban frente a una reiteración más primitiva de la palabra sagrada; cuando la
congregación veía que la sacaban del gabinete, para ellos sin duda estaba claro que se
trataba de una pieza muy antigua. Probablemente existían relatos sobre la manera en
que esta Torá había sido pasada de generación a generación y así todos tenían presente
la rica tradición histórica de las Escrituras.
Elohim
Baruc copia cada letra con trazos suaves y separados, sin permitir que una toque a
otra. Debe asegurarse de completar el nombre glorioso antes de levantar la cabeza.
Cuánta reverencia, admiración y temor mostraba este escriba al copiar las palabras
sagradas de Dios. Aunque escribir el nombre de Dios seguramente requería una
reverencia ceremonial especial, cada letra que Baruc escribía debía ser exacta y jamás
de los jamases tocar otra letra. El texto de la Palabra de Dios era de verdad sagrado
para Baruc y para el resto de escribas de la tradición masorética.
En el alfabeto hebreo hay 22 letras y los escribas recibían instrucciones específicas
sobre cómo formar cada una de ellas de manera perfecta. Por ejemplo, la yod (―jota‖)
es la letra más pequeña del alfabeto.
Yod (―Jota‖)
La yod debe tener una pequeña pata al lado derecho y un rabito en su lado superior
izquierdo. El escriba debe doblar la cabeza de la letra hacia abajo un poco en la
izquierda, como una espinita inclinada. Sin embargo, la espina debe ser más corta que
la pata del lado derecho para que la yod no se confunda con otras dos letras hebreas
(resh y vav). Si la letra no se formaba de esta precisa manera, ya no servía y debía ser
borrada y vuelta a escribir. Nuestro Baruc quería que cada letra fuera tan clara y
perfecta que ni siquiera un niño pudiera leer mal la letra más pequeña, confundirla con
otra letra hebrea parecida, pronunciarla mal o malinterpretar el significado del texto.
La Torá era sagrada y la tinta no debía ser tocada por la mano humana debido al
carácter sagrado del texto. El lector de la sinagoga debe usar
un puntero para seguir las palabras en las columnas y
renglones dispuestos de modo tan perfecto.
Podrás observar que nuestro escriba de vez en cuando
alargaba una letra al final de una palabra. Por ejemplo, fíjate
en la línea horizontal al final de esta palabra.
Estas líneas cumplían una función importante: reducir la velocidad del lector para
que este pudiera pensar en el significado del texto sagrado. Los escribas no solo
querían copiar las Escrituras de manera exacta, sino también que el pueblo las
interpretara correctamente.
Hay una técnica diferente que se usa con el mismo fin, principalmente en los
Salmos, donde aparece 74 veces: es la palabra selah, que aparece por primera vez en el
Salmo 3:4 y que se podría traducir como ―pausa‖ o ―interludio‖ (en otras palabras,
―baja la velocidad y medita en esto, porque es muy importante‖).
El escriba que copió la Tora de Lodz usó también otra técnica para que el lector
hiciera una pausa: a veces agrandaba letras para indicar que ese pasaje era muy
importante o que existía una variante textual. Se trata de una característica que ayuda a
fechar el rollo, porque fue un estilo de escritura utilizado solo durante la Edad Media y
no antes ni después. Fíjate en la singularidad de esta letra:
Nun invertida
Es la letra número catorce del alfabeto hebreo y se llama nun, pero aquí aparece
invertida y adornada con tildes, lo cual servía para indicar que este pasaje también
podía encontrarse en otra sección o debería estar en otro lugar. Era la manera de
comunicarle al lector que ese enunciado pertenecía a otra sección de las Escrituras,
pero que él no iba a hacer el cambio. ¿Por qué? Porque los escribas tenían cuidado de
copiar las Escrituras exactamente como lo dictaba el manuscrito anterior, de modo que
no iban a mover un enunciado al lugar en el que probablemente debía estar porque
estaban comprometidos a reproducir el nuevo manuscrito exactamente como había
sido escrito el anterior. Cada vez que se leía este pasaje, la nun invertida servía como
recordatorio de la importancia que tenía el copiar esta Tora para el escriba, algo que
sigue siendo así hoy en día.
El doctor Scott Carroll pronunció unas palabras durante nuestro evento ―Descubre
la Evidencia‖, en el que presentamos el fragmento de manuscrito bíblico que yo había
adquirido, y comentó algo interesante acerca de los errores de los escribas:
Hace dos semanas estaba hablando en Israel con un amigo judío que es
escriba, es un sofer. Le pregunté: “¿Cuántos errores cometes en tu labor?” Es
una actividad a la que se ha dedicado por veinticinco años. Me contestó:
“Bueno, yo detecto y corrijo muchos mientras voy escribiendo, pero luego
cuando reviso de nuevo el trabajo, probablemente hay cien más que no había
corregido. Luego lo envío a un amigo, ¡y él encuentra otros cuarenta! Y luego
lo enviamos a una computadora, ¡y detecta veinte más!”.
¿Qué nos dice esto a fin de cuentas? ¿Fíjate en todos los errores? ¡No!
¡FIJATE EN TODAS I.AS CORRECCIONES!
Los escribas del mundo antiguo eran humanos y cometían errores, pero debido al
cuidado tan extremo que tenían al copiar la Palabra de Dios podemos ver todas sus
correcciones y saber que tenemos un texto hebreo exacto.
Cuando Baruc, nuestro escriba, completó la última letra de la última palabra de su
Torá, todavía tenía que ser sometida a certificación por otros escribas o por el rabino
(algunas tradiciones dictaban que fueran tres rabinos por separado para revisar su
exactitud), lo cual implicaba que había que desplegar el rollo en toda su extensión
(más de 22 metros) a fin de revisar y contar cada palabra y las 304.805 letras. Antes de
certificar una copia, los escribas y rabinos tenían que asegurarse de que contenía
precisamente el mismo número de letras que la Tora de dónde se había copiado. Por si
fuera poco, cuando contaban las palabras debían indicar cuál era la palabra en el
centro de la Torá. Sabían que la palabra de en medio se hallaba en Levítico 13:33, así
que si esa palabra del nuevo rollo no estaba exactamente en el versículo 33, este no
podía ser certificado.
Los escribas contaban no solo cada palabra, sino cada letra. La letra central de la
Torá se hallaba en Levítico 11:45, de modo que si la letra central del nuevo rollo se
hallaba en el versículo 45, los escribas podían confiar en que tenían una reproducción
exacta de la Torá anterior.
Para certificar la nueva Torá también era común asegurarse de que cada palabra
comenzara exactamente en el mismo lugar que en la Torá de donde se había copiado.
Si al copiar una línea un escriba veía que una palabra que debía quedar en un renglón
estaba a punto de pasarse al siguiente, comprimía las letras para hacer calzar la palabra
en ese mismo, pero teniendo cuidado de que una letra no tocara con la siguiente. Por
otro lado, si veía que iba a tener demasiado espacio en un renglón, estiraba las letras
para que la última letra de la última palabra quedara alineada exactamente en el
margen izquierdo. Cada renglón tenía que comenzar y terminar con la misma palabra
y la misma letra que la Torá de donde se había copiado para que la nueva copia
quedara perfecta. Se tomaba toda clase de precauciones a fin de asegurar que la nueva
Torá fuera un duplicado exacto de la anterior.
Fíjate en los puntos que hay sobre algunas de las letras.
Puntos
El recuadro blanco en la fotografía resalta estos puntos. Los puntos que hay sobre
estas letras son una manera de advertir al lector que posiblemente habrá un problema
textual o una exégesis diferente para este pasaje. Aun así, el escriba no podía corregir
este posible problema copiándolo de manera diferente, pues debido a su compromiso
por la exactitud de cada letra y palabra tenía que copiarlas igual que en el manuscrito
más antiguo.
Como puedes ver, Dios inculcó en sus escribas una reverencia laboriosa hacia las
Escrituras hebreas. Al examinar la Torá de Lodz nos damos cuenta del sacrificio que
implicó preservar la Palabra de Dios: devoción y cuidado, obsesión con los detalles y
reverencia sagrada en la escritura de cada letra y palabra. Estos escribas estaban
decididos a producir una transmisión exacta del libro de la ley, para que tú y yo (y
nuestros hijos) tuviéramos una revelación precisa del Dios al que adoramos.
La prueba bibliográfica
Como ya hemos dicho, no contamos con un documento escrito original de ninguno de
los autores antiguos de la historia (no solo de la Biblia, sino de cualquier escrito
histórico), pero eso no significa en modo alguno que las copias no sean veraces. Sin
embargo, sí que necesitamos formular al menos dos preguntas fundamentales a fin de
evaluar la veracidad de una copia:
Prueba bibliográfica
Ya hemos mencionado algunos manuscritos antiguos, como La guerra de las Galias
de Julio César, la Historia de Roma de Tito Livio, la Historia de la Guerra del
Peloponeso de Tucídides y las Historias de Heródoto. Todas estas obras fueron
escritas entre el 480 a. de J.C. y el 17 d. de J.C. Estos documentos presumen de contar
en algunos casos con solo un manojo de manuscritos existentes el día de hoy y en
otros con poco más de 250, pero la evidencia de apoyo a estos manuscritos no se
compara con la de una de las obras más reconocidas y de mayor fiabilidad histórica, la
Ilíada de Homero (800 a. de J.C.): existen más de 1.800 manuscritos de la Ilíada y las
copias más antiguas son del 400 a. de J.C. Sin embargo, la Ilíada ni siquiera se acerca
al número de fragmentos de manuscrito y de rollos que se han encontrado del Antiguo
Testamento. A continuación presentamos un resumen breve de los descubrimientos
más importantes de textos hebreos.
A finales del siglo XIX se encontraron casi 250.000 fragmentos de manuscritos
judíos del Antiguo Testamento en la geniza (bodega para guardar manuscritos viejos)
de la Sinagoga Ben Ezra en El Cairo Viejo. Esos documentos fueron escritos entre los
años 870 y 1880 d. de J.C. Hace algunos años se publicaron más de 24.000 escritos de
material bíblico provenientes de esta colección de la Geniza de El Cairo.
Un manuscrito hebreo encuadernado de la Edad Media conocido como Códice
Aleppo fue copiado alrededor del 925 d. de J.C. (recordemos que códice es el término
utilizado para referirse a un libro compuesto de hojas de cuero, de pergamino o de
vitela, en vez de estar dispuesto en forma de rollo). Muchos expertos consideran que el
Códice Aleppo es la copia más importante del texto masoreta. Aunque se copió
originalmente como un texto hebreo completo (el Antiguo Testamento), hoy en día
solo sobreviven 294 de las 487 páginas originales.
El Códice Leningrado (1008 d. de J.C.), una copia completa de todo el texto hebreo,
se encuentra en la Biblioteca Nacional de Rusia y prácticamente todas las traducciones
modernas del Antiguo Testamento al idioma inglés se basan en él.
Para la década de 1940 ya se habían descubierto miles de fragmentos de
manuscritos del Antiguo Testamento, así como también docenas de rollos, pero eso
era solo el comienzo.
En la primavera de 1947 un joven pastor beduino hizo el descubrimiento de
manuscritos más grande de todos los tiempos. El escritor Ralph Earle resume el relato
del descubrimiento en su libro Cómo nos llegó la Biblia. El pastorcillo “lanzó una
piedra a un agujero en un acantilado al oeste del mar Muerto, a unos 13 kilómetros al
sur de Jericó, cerca del sitio arqueológico de Qumrán. Para su sorpresa, oyó ruidos de
cerámica rota. Al ir a investigar descubrió algo asombroso: en el suelo de la cueva
había varios jarrones grandes que contenían rollos de cuero, envueltos en lienzos de
lino”.
Cuando los arqueólogos completaron su investigación de las cuevas de Qumrán
(que eran once en total) se habían encontrado casi 1.050 rollos de entre 25.000 y
50.000 piezas (el número varía según la forma en que se cuenten los fragmentos). De
estos manuscritos, alrededor de 300 son textos bíblicos, y muchos más tienen
“relevancia directa para el judaísmo temprano y los orígenes del cristianismo”. Todos
los libros del Antiguo Testamento están presentes, exceptuando el libro de Ester, y las
copias más antiguas provienen del año 250 a. de J.C.
Con el descubrimiento de los Rollos del Mar Muerto (como se conocen
comúnmente los manuscritos de Qumrán) ahora tenemos textos del Antiguo
Testamento que son 1.175 años más antiguos que el muy fiable Códice Aleppo;
también podemos compararlos con el Códice Leningrado, que es 1.258 años posterior.
Ahora viene la parte emocionante; cuando se tradujeron los Rollos del Mar Muerto
y se compararon con versiones modernas de la Biblia hebrea, el texto resultó ser
idéntico, palabra por palabra, en más del 95 % de los casos. El 5 % de desviación
consiste principalmente en variaciones ortográficas: por ejemplo, de las 166 palabras
de Isaías 53, solamente hay 17 letras diferentes, de las cuales diez se refieren a
cuestiones ortográficas y cuatro a diferencias de estilo (las otras tres letras componen
la palabra luz, que fue añadida en el versículo 11).
En otras palabras, el descubrimiento de manuscritos más grande de toda la historia
reveló que después de más de 1.000 años de copiar el Antiguo Testamento solo se
produjeron variaciones muy pequeñas sin importancia, pues ninguna de ellas altera el
significado claro y nítido del texto ni pone en duda la integridad fundamental del
manuscrito.
El doctor Peter Flint, que pronunció unas palabras durante el evento “Descubre la
Evidencia” en el que presentamos los fragmentos de manuscritos bíblicos que yo había
adquirido, es el director del Instituto de los Rollos del Mar Muerto en la Trinity
Western University de la Columbia Británica y el autor de un libro titulado Los Rollos
del Mar Muerto (que he utilizado como fuente de información). El doctor Flint tiene
conocimiento directo de los Rollos del Mar Muerto porque editó o coeditó casi treinta
de ellos para su publicación. Esto es parte de lo que dijo en nuestro evento acerca de la
manera en que los rollos encontrados confirman el texto hebreo posterior:
Los Rollos del Mar Muerto con contenido bíblico son 1.250 años más antiguos
que el texto masorético, la Biblia hebrea tradicional. Hemos estado usando un
manuscrito de mil años de antigüedad para elaborar nuestras Biblias
modernas, pero ahora tenemos rollos que datan del 250 a. de J. C.
Y ahora la pregunta del millón: ¿qué resultado obtenemos cuando
comparamos los rollos bíblicos con nuestra Biblia hebrea? Tal vez hayas tenido
esa experiencia cuando alguien toca a la puerta de tu casa y te dice: “Tu Biblia
está llena de errores. La iglesia ha interferido y ha cambiado tu Biblia”. Ahora
podemos tomar nuestra Biblia actual y compararla con los Rollos del Mar
Muerto para ver si ha cambiado. ¿A qué conclusión llegamos cuando hacemos
esta comparación? Nuestra conclusión sencillamente es esta: los rollos
confirman la exactitud del texto bíblico en un 99 %.
Veamos un ejemplo en un pasaje muy famoso, el Salmo 22: “¡Dios mío, Dios
mío! ¿Por qué me has desamparado?”. Este es el salmo que Jesús exclamó en
la cruz y que en los Evangelios el autor relaciona con la crucifixión. En nuestra
versión de la Biblia el Salmo 22:16 dice así: “Los perros me han rodeado; me
ha cercado una pandilla de malhechores, y horadaron mis manos y mis pies”.
Ahora bien, tú conoces este versículo y dirías: “Esta es la profecía de la
crucifixión de Cristo". ¿Sabías que, de hecho, si hablaras con un rabino o
incluso con un erudito bíblico, te dirían: “No tan rápido"? Porque si lo lees en
la Biblia hebrea que fue traducida usando el Códice Leningrado, te
sorprenderías al saber que no dice eso, sino “Los perros me rodean, una jauría
de malvados me ha cercado como un león en mis manos y pies”.
Alguien pudiera decir: “¿Lo ves? La iglesia ha modificado el texto. Querían
poner ahí a Jesús así que ignoraron las palabras hebreas y añadieron la
expresión 'horadaron mis manos y mis pies'” Este es un gran desafío, pero
queridos amigos, les traigo buenas noticias.
Ese pasaje se preservó en uno de los Rollos del Mar Muerto, y sé de lo que
estoy hablando porque soy el editor de ese rollo que contiene este pasaje. Es la
copia más antigua del Salmo 22 en todo el mundo, y dice así:
“Me han rodeado perros, una banda de malvados me ha cercado; han
horadado mis manos y mis pies”. ¿No les parece asombroso?
Sí que lo es. Y dado que el manuscrito más antiguo es el que tiene más autoridad, la
expresión utilizada en nuestras Biblias actuales es la correcta. También tiene mucho
sentido pensar que si el autógrafo original son palabras inspiradas por Dios, entonces
él supervisó milagrosamente la transmisión de las Escrituras para que llegara l
exactamente y con precisión hasta nosotros.
Cuando finalmente sacamos la cuenta de cuántos manuscritos existen del Antiguo
Testamento, ¿cuántos exactamente existen en la actualidad? Las listas tradicionales
normalmente no tienen en cuenta la abundante evidencia de rollos existentes. Hay
nuevos hallazgos constantemente, de manera que no es fácil determinar el número
exacto de copias manuscritas del Antiguo Testamento.
Después de escuchar a expertos como el doctor Scott Carroll, el doctor Peter Flint,
el padre Columba Stewart (director ejecutivo del Museo Bill y de la Biblioteca de
Manuscritos en la Universidad de Saint John en Collegeville, Minnesota), y otros más,
he calculado que en la actualidad hay en existencia al menos 17.000 rollos y códices
hebreos anteriores al siglo XVIII. La autoridad del manuscrito de la Ilíada dé Homero,
con más de 1.800 copias, es impresionante, pero en comparación, la autoridad del
manuscrito del Antiguo Testamento, con aproximadamente 17.000 manuscritos, lo es
mucho más.
El cálculo del tiempo transcurrido entre los escritos originales del Antiguo
Testamento y la copia más antigua en existencia depende de cuál de los 39 libros
estemos hablando. Por ejemplo, no tenemos certeza de las fechas exactas de los
escritos de Moisés. Si escribió el Pentateuco en los últimos años de su vida, el
intervalo de tiempo entre la redacción de los primeros cinco libros del Antiguo
Testamento y la copia más antigua en los Rollos del Mar Muerto sería de 1.100 años.
Los otros 34 libros del Antiguo Testamento fueron escritos después, algunos en fecha
tan tardía como el 460 a. de J.C., de modo que el intervalo de tiempo entre los
originales y los manuscritos existentes de los Rollos del Mar Muerto es mucho menor.
Cuando analizamos cómo esos escribas copiaron tan meticulosamente el texto
hebreo, y luego consideramos el número de manuscritos en existencia y el intervalo de
tiempo entre el texto original y las copias más antiguas, el Antiguo Testamento pasa
de sobras la prueba bibliográfica, ¡sin duda alguna! Según este estándar, el Antiguo
Testamento que tenemos hoy en día realmente es históricamente fiable.
La torre de Babel
El libro de Génesis registra un episodio en el cual todos hablaban el mismo idioma y
se pusieron a construir una torre que llegara hasta el cielo: la famosa historia de la
torre de Babel, tan contada en la Escuela Dominical. Se ha criticado mucho esta
historia y se ha afirmado que este acontecimiento nunca ocurrió.
Sin embargo, la literatura sumeria habla de un tiempo en la historia en el que había
un solo idioma. Los arqueólogos también han descubierto evidencia de que Ur-
Nammu, rey de Ur entre los años 2044 a 2007 a. de J.C., construyó un gran zigurat
(templo en forma de torre) como acto de adoración al dios luna Nanna. Las actividades
de Ur-Nammu están descritas en una estela (monumento) de un metro y medio de
ancho y tres metros de alto, en uno de cuyos paneles se muestra al rey preparándose
con una canasta de argamasa para comenzar la construcción de la gran torre,
mostrando así su lealtad a los dioses al tomar su lugar como un humilde trabajador.
Otra tabla de arcilla proclama que la construcción de la torre ofendió a los dioses y
por eso tumbaron lo que los hombres habían construido, los dispersaron por todas
partes e hicieron extraña su lengua. Estas descripciones son notablemente similares a
los relatos del Génesis sobre la torre de Babel.
Sodoma y Gomorra
La destrucción de Sodoma y Gomorra siempre fue considerada una leyenda religiosa,
hasta que la evidencia reveló que las cinco ciudades mencionadas como aliadas de
Sodoma en Génesis 14 eran de hecho centros de comercio en el área y estaban situadas
geográficamente tal como las Escrituras lo describen. La descripción bíblica de su
destrucción aparentemente también es exacta: la evidencia geológica en esa región
apunta a una gran actividad sísmica en la antigüedad que desorganizó las capas de la
tierra y las lanzó hacia arriba, además de indicar que las capas actuales de roca
sedimentaria se fundieron debido a temperaturas intensas. Todo esto sugiere una gran
conflagración, posiblemente debida al incendio y erupción de una cuenca petrolífera
bajo el mar Muerto (en ese sitio abunda el asfalto natural, de modo que una
descripción exacta de este acontecimiento sería que una gran cantidad de azufre o
alquitrán bituminoso voló por los aires debido a la fuerza de la erupción y cayó sobre
esas ciudades).
La inscripción de Balaam
Durante muchas décadas los eruditos críticos veían con escepticismo la historia de
Balaam y la burra parlante (Números 22:22-40), incluso se dudaba de que él hubiera
existido. Esto comenzó a cambiar en 1967 cuando los arqueólogos recuperaron los
restos de un recubrimiento de estuco con texto arameo entre los escombros de un
edificio antiguo en Deir Alá (Jordania). El texto contiene cincuenta líneas escritas en
tinta roja y negra, ya muy despintada y la inscripción dice “Advertencias del libro de
Balaam hijo de Beor. Él era un profeta (vidente) de los dioses”, que se corresponde
exactamente con lo que leemos en Números 22:5 y Josué 24:9. Aunque la edificación
en la que se encontró el texto data solo del siglo VIII a. de J.C. (durante el reinado del
rey Uzías de Judá; ver Isaías 6:1), la condición del estuco y de la tinta del texto indica
que es muy probable que sea mucho más antigua, de tiempos del Balaam bíblico.
Además de Balaam, se ha logrado la identificación histórica o arqueológica de casi
sesenta personajes del Antiguo Testamento, entre ellos los siguientes reyes: David (1
Samuel 16:13), Jehú (2 Reyes 9:2), Omri (1 Reyes 16:22), Uzías (Isaías 6:1), Jotam (2
Reyes 15:7), Ezequías (Isaías 37:1), Joaquín (2 Crónicas 36:8), Salmaneser V (2
Reyes 17:3), Tiglat-pileser III (1 Crónicas 5:6), Sargon II (Isaías 20:1), Senaquerib
(Isaías 36:1), Nabucodonosor (Daniel 2:1), Belsasar (Daniel 5:1), Ciro (Isaías 45:1),
etc.
Tablillas de Ebla
Durante muchos años los críticos se han burlado de la idea de que pudieran haber
existido ciudades antiguas con comercio, estructura social avanzada y formas de
escritura cuando Israel comenzó a existir como pueblo, según dicen las Escrituras
hebreas. La opinión más común era que esa civilización avanzada no pudo haber
surgido sino hasta el 800 a. de J.C.
Sin embargo, en 1976 el arqueólogo italiano Paolo Matthiae descubrió las Tablillas
de Ebla en la localidad de Tel Mardik en Aleppo (Siria). Se trata de un archivo real de
más de 16.000 tablillas de arcilla que datan del 2400 a. de J.C. Lo que este material
provee es una mirada al estilo de vida, el vocabulario, las prácticas de comercio, la
geografía y la religión de los pueblos que vivieron cerca de Canaán (después ocupado
por Israel) en la época inmediatamente anterior a Abraham, Isaac y Jacob. Las
traducciones de varias tablillas realizadas por Giovanni Pettinato y publicadas en su
libro Archives of Ebla: An Empire Inscribed in Clay (Los archivos de Ebla: Un
imperio inscrito en arcilla), sustentan la existencia de algunas ciudades mencionadas
en la Biblia, como Sodoma (Génesis 19:1), Zeboím (Génesis 14:2, 8), Adma (Génesis
10:19), Hazor (1 Reyes 9:15), Meguido (1 Crónicas 7:29), Canaán (Génesis 48:3) y
Jerusalén (Jeremías 1:15).
Además, estas tablillas también contienen nombres personales ligados a personajes
bíblicos como Nacor (Génesis 11:22-25). Israel (Génesis 32:28), Heber (Génesis
10:21-25). Micael (Números 13:13), e Ismael (Génesis 16:11). En lo que se refiere a
vocabulario contienen ciertas palabras que son similares a las utilizadas en la Biblia
(por ejemplo tehom, que en Génesis 1:2 se traduce como “el océano”). Las tablillas
también aportan información relacionada con el estilo literario y la religión de los
hebreos, así que nos ayudan a entender mejor las civilizaciones en la región que luego
se conoció como Israel.
En este capítulo hemos sometido las Escrituras del Antiguo Testamento a dos de las
pruebas que se aplican de manera protocolaria para determinar la veracidad de textos
antiguos: la prueba bibliográfica y la prueba de la evidencia externa. Como podemos
constatar, la veracidad del Antiguo Testamento se ha confirmado una y otra vez a lo
largo de la historia. La prueba que falta es la de la evidencia interna, pero antes de
entrar ahí quisiera aplicar al Nuevo Testamento las pruebas bibliográfica y de
evidencia externa, algo que haremos en el siguiente capítulo. Luego, en el capítulo 13,
aplicaremos la prueba de la evidencia interna tanto al Antiguo como al Nuevo
Testamento. Esta estrategia nos permitirá dedicar suficiente atención a las supuestas
contradicciones internas en la Biblia que con tanta frecuencia mencionan los críticos.
Para cuando se publique este libro los datos que he mencionado sobre el número de
manuscritos que existen del Antiguo Testamento y los números que voy a dar en este
capítulo sobre manuscritos del Nuevo Testamento ya se habrán quedado obsoletos,
debido a que la arqueología bíblica está en una búsqueda continua y los científicos
siguen haciendo nuevos descubrimientos.
El doctor Scott Carroll hizo la siguiente declaración en nuestro evento “Descubre la
Evidencia” en diciembre de 2013: “Al trabajar con otros eruditos de todas partes del
mundo, nos damos cuenta de que se están realizando grandes descubrimientos de
materiales bíblicos continuamente. ¡Ocurren prácticamente cada semana!”.
Algunos de estos nuevos descubrimientos, como los fragmentos que compré en
2013, son los manuscritos más antiguos que se conocen hasta hoy. Cada vez que
descubrimos más fragmentos como esos, se añaden al número masivo de manuscritos
de ambos Testamentos y nos dan nuevas oportunidades de comparación con las otras
copias. Esto también se aplica a otras obras antiguas, como los escritos de Platón,
Homero, Julio César, etc.
Solo en los últimos diez años se han descubierto más de 1.100 fragmentos de
manuscritos de la Ilíada de Homero, más de 240 porciones de manuscritos de La
guerra de las Galias de Julio César, más de 200 de los Diálogos de Platón, además de
muchos otros ejemplos de literatura antigua. Cada nuevo descubrimiento eleva la
veracidad del texto de cada documento, según la prueba bibliográfica.
Prueba bibliográfica
La autoridad del manuscrito de los 27 libros del Nuevo Testamento es ejemplar, tanto
en términos de los números por sí mismos como también en cuanto al intervalo de
tiempo entre los autógrafos originales y las copias más antiguas que tenemos. Hoy en
día hay más de 24.000 manuscritos del Nuevo Testamento en bibliotecas,
universidades y colecciones privadas por todo el mundo. E1 fragmento más antiguo es
una página del Evangelio de Juan que se encuentra en la Biblioteca John Rylands, en
Manchester (Inglaterra). Se ha fechado dentro de cincuenta años después que el
apóstol Juan escribió el original.
A continuación aparece una tabla comparativa de nueve escritos clásicos en la que
se mencionan sus autores, su fecha de creación original así como la de los manuscritos
más antiguos que se conocen, el lapso de tiempo en años y el número de copias en
existencia hoy en día; también se enumeran los manuscritos existentes hace solo diez
años. Con la prueba bibliográfica podemos comparar los datos de estas obras clásicas
y del Nuevo Testamento y, como verás, las diferencias son bastante notables.
COMPARACIÓN DE OBRAS ANTIGUAS CON EL NUEVO TESTAMENTO
Heródoto
1 frag. del
Tucídides
Geisler y Nix nos dicen que “antes del tiempo del Concilio de Nicea (325 d. de J.C.)
había alrededor de 32.000 citas del Nuevo Testamento, que no son exhaustivas en
modo alguno y ni siquiera incluyen los escritores del siglo IV. Si se suma el número
de referencias de un solo autor, Eusebio (que escribió antes del Concilio de Nicea y
fue contemporáneo del mismo), llegamos a un total de 36.000 citas del Nuevo
Testamento”. Revisemos estas cantidades en la siguiente tabla.
Además de verificar el texto del Nuevo Testamento, los autores cristianos primitivos
también nos permiten ver el notable cuidado con el cual fueron escritos los relatos
bíblicos de Cristo.
Eusebio registra comentarios cuya huella podría llegar hasta el apóstol Juan por
vía de los escritos de Papías, obispo de Hierápolis (130 d. de J.C.), quien
escribió la afirmación de Juan de que Marcos “escribió con exactitud todo lo
que [Pedro] recordaba, pero no en orden de lo que el Señor dijo e hizo” y que
“Marcos no se equivocó en absoluto cuando escribía ciertas cosas como [Pedro]
las tenía en su memoria. Porque todo su empeño lo puso en no olvidar nada de
lo que escuchó y en no escribir nada falso”.
Ireneo, obispo de Lyon, fue martirizado en el año 1 56 d. de J.C., después de
ochenta y seis años como cristiano. Estaba en una posición excelente para
verificar los relatos de Jesús porque había sido discípulo de Juan:
Mateo, estando entre los hebreos, dio a luz en su lengua un escrito del
Evangelio, mientras Pedro y Pablo evangelizaban en Roma y fundaban allí la
Iglesia. Y después de la muerte de éstos, Marcos, discípulo e intérprete de
Pedro, nos dejó también por escrito lo que Pedro había predicado. Asimismo
Lucas, compañero de Pablo, consignó en un escrito lo que aquél había
predicado; y luego, Juan, discípulo del Señor, el que había descansado sobre su
pecho, publicó también su Evangelio, durante su estancia en Éfeso de Asia.
Estas referencias antiguas no solo nos dan evidencia de la existencia de los escritos
originales del Nuevo Testamento, sino que su consistencia corrobora el contenido de
esos documentos.
Además de los escritores cristianos de los siglos 1 y II que verificaron los escritos
del Nuevo Testamento, muchos otros autores no cristianos también lo hicieron,
confirmando personas, lugares y acontecimientos registrados en el Nuevo Testamento.
He aquí algunos ejemplos:
Tácito, autor romano del siglo I, considerado uno de los historiadores más
precisos del mundo antiguo, hace referencia a Poncio Pilato y a “esa execrable
superstición”, que supuestamente es su manera de referirse a la resurrección de
Cristo.
Suetonio, secretario principal del emperador Adriano (quien reinó del 117 al
138 d. de J.C.), confirma la información de Hechos 18:2 de que Claudio expulsó
a todos los judíos de Roma en el año 49 d. de J.C.
Josefo (37-100 d. de J.C.), era un fariseo de linaje sacerdotal e historiador judío,
cuyos escritos contienen muchas declaraciones que verifican la naturaleza
histórica tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento. Josefo se refiere a
Jesús como el hermano de Jacobo (Santiago) que fue martirizado, y además
escribió que Ananías, el sumo sacerdote, “convocando a los jueces del Sanedrín,
trajo ante ellos a un hombre llamado Jacobo, hermano de Jesús que es llamado
Cristo, y a otros. Los acusó de haber transgredido la ley, y los condenó a ser
apedreados”.
Este pasaje, escrito en el año 93 d. de J.C., provee una corroboración
proveniente del mismo siglo I sobre lo que afirma el Nuevo Testamento: que
Jesús fue una persona real, que era identificado por otros como el Cristo, y que
tenía un hermano llamado Santiago, quien murió como mártir a manos del sumo
sacerdote y del Sanedrín.
Plinio el Joven fue un autor y administrador romano que tenía acceso
privilegiado a información oficial no disponible para el público. En una carta
enviada al emperador Trajano en el año 112 d. de J.C., Plinio describió las
prácticas de adoración de los cristianos primitivos:
...la costumbre de reunirse determinado día antes de salir el sol, y cantar entre
ellos sucesivamente un himno a Cristo, como si fuese un dios, y en obligarse
bajo juramento, no a perpetuar cualquier delito, sino a no cometer robo o
adulterio, a no faltar a lo prometido, a no negarse a dar lo recibido en depósito.
Concluidos esos ritos, tenían la costumbre de separarse y reunirse de nuevo
para tomar el alimento, por lo demás ordinario e inocente.
Esta cica provee evidencia sólida de que Jesucristo era adorado como Dios
desde una fecha muy temprana. Los cristianos del siglo II daban continuidad a
la costumbre de partir juncos el pan que aparece en Hechos 2:42, 46.
Estas fuentes externas y muchas otras más dan más pruebas de la veracidad del
registro bíblico que la de cualquier otro libro en la historia antigua. Además de la
verificación por parte de estos escritores no cristianos del Nuevo Testamento, existe
también la evidencia arqueológica.
Los arqueólogos destacaron la veracidad del Nuevo Testamento de manera muy
significativa cuando confirmaron la exactitud absoluta de los relatos de Lucas en su
Evangelio y en el libro de Hechos. Durante un tiempo los críticos habían llegado a la
conclusión de que la información de Lucas acerca del nacimiento de Jesús (Lucas 2:1-
3) era terriblemente confusa, que no hubo censo, que Cirenio no fue gobernador de
Siria en ese tiempo, y que no se exigió a la población retornar al lugar de origen de su
familia para participar en el empadronamiento.
Pero los descubrimientos arqueológicos posteriores confirmaron la versión de la
historia de Lucas. Primero mostraron que los romanos sí tenían un padrón tributario
regular y que realizaban censos cada catorce años; de hecho este procedimiento
comenzó a llevarse a cabo durante el gobierno de Augusto, y el primer censo tuvo
lugar entre el 23 y el 22 a. de J.C. o bien el 9 y el 8 a. de J.C., siendo esta última fecha
la que Lucas menciona. Segundo, se encontró una inscripción en Antioquía que
confirma que Cirenio fue gobernador de Siria alrededor del año 7 a. de J.C. En tercer
lugar, un papiro hallado en Egipto que provee instrucciones para la realización de un
censo romano dice así: “Dado que el censo se aproxima, todos los que por cualquier
motivo residan lejos de sus hogares deben prepararse para regresar de inmediato a sus
propias jurisdicciones a fin de poder completar la inscripción de su familia en el
padrón y de que las tierras de cultivo sean registradas bajo sus propietarios”.
Toda duda acerca de la precisión de Lucas en cuanto a geografía, lenguaje y cultura
ha quedado resuelta gracias a la investigación. Los arqueólogos creían que estaba
totalmente equivocado al ubicar las ciudades de Listra y Derbe en Licaonia y la de
Iconio en otra región (Hechos 14:6, 19), pues los escritos de Cicerón contradecían esta
posición al indicar que Iconio estaba en Licaonia; por tanto los arqueólogos confiaron
más en Cicerón que en Lucas y concluyeron que Hechos no era veraz. Sin embargo, en
1910 el arqueólogo británico Sir William Ramsay encontró un monumento que
mostraba que Iconio era una ciudad frigia, un descubrimiento que más tarde fue
confirmado por otros hallazgos. Muchos otros descubrimientos arqueológicos han
identificado la mayoría de las antiguas ciudades que se mencionan en Hechos y como
resultado de ello los viajes de Pablo ahora se pueden trazar con mucha precisión.
También los lingüistas dudaban del uso que Lucas hace de ciertas palabras. Un caso
clásico es su referencia a las autoridades civiles de Tesalónica como politarcas
(Hechos 17:6), pues al no encontrarse esta palabra en la literatura clásica simplemente
se supuso que Lucas estaba equivocado. Sin embargo, se han encontrado diecinueve
inscripciones que contienen el título usado por Lucas.
Los historiadores habían cuestionado también su historia sobre el alboroto en Éfeso,
donde describe el acontecimiento como una asamblea cívica (ecclesia) en un anfiteatro
(Hechos 1 9:23-29). No obstante, una vez más se demostró que Lucas está en lo cierto
cuando se encontró una inscripción que narraba la colocación de estatuas de plata de
Artemisa en “el teatro durante una sesión plenaria de la Ecclesia”. Después de las
excavaciones realizadas en ese teatro, se comprobó que tenía capacidad para 25.000
personas.
Cuando Jesús habló con sus discípulos acerca del templo en el monte de los Olivos,
les dijo: “¿No ven todo esto? De cierto les digo que aquí no quedará piedra sobre
piedra que no sea derribada” (Mateo 24:2). La exactitud de la profecía de Jesús quedó
demostrada en el Arco de Tito, que fue construido como un memorial en honor al
emperador Tito (79-81 d. de J.C.) por su hermano menor el emperador Domiciano
(81-96 d. de J.C.). Ese arco de mármol en Roma, ubicado entre el antiguo Foro y el
Coliseo, describe el traslado del botín (la menorá y los cuernos sagrados) por el saqueo
del templo de Jerusalén.
Además de estas evidencias importantes, hay excavaciones más recientes en el área
de la calle inferior por la parte sudoeste del monte del templo de Jerusalén en las que
se descubrieron unas piedras grandes que habrían sido derribadas desde las alturas por
los romanos en su campaña militar del año 70 d. de J.C. Hoy en día no sigue en pie
ninguna de las estructuras originales de los edificios en el monte del templo, de modo
que las imágenes y la inscripción en el Arco de Tito, así como los escombros
encontrados al pie del monte del templo en Jerusalén, proveen verificación histórica
del cumplimiento de la predicción de Jesús de que el templo judío sería totalmente
destruido.
Las investigaciones arqueológicas realizadas en Corinto entre 1928 y 1947 dejaron
asombrados a los expertos debido a dos objetos relacionados con las epístolas de Pablo
a las iglesias en Corinto y Roma. Una inscripción latina que data del año 50 d. de J.C.,
labrada en una vereda, identifica al colaborador de Pablo, Erasto, como tesorero de la
ciudad, lo cual concuerda con lo que el apóstol escribió en Romanos 16.23; la
inscripción dice que Erasto contribuyó con una porción de la vereda de su propio
bolsillo en gratitud por haber sido elegido para el cargo de tesorero. Es más, en 1935
se desenterró una plataforma de piedra (utilizada para dar discursos públicos, conducir
asuntos oficiales, realizar juicios y dar edictos) que se identificó como el trono bema.
Bema es la misma palabra griega que Pablo utilizó para describir el tribunal de Cristo
(2 Corintios 5:10), ante el cual debemos todos comparecer para recibir cada quien su
justa retribución (1 Corintios 3:10-17).
Toda la evidencia externa (los escritos de autores cristianos primitivos, los de
autores no cristianos de aquella época y los hallazgos arqueológicos) confirma con
rotundidad que el Nuevo Testamento es históricamente fiable. De hecho, los ejemplos
que se han dado en este capítulo son solo unas pocas muestras entre el cúmulo de
evidencia que existe y que nos muestra que el Nuevo Testamento es el texto más
documentado y ratificado de toda la antigüedad. Y seguramente habrá más. La prueba
de evidencia interna de la Biblia añade todavía más a esta veracidad ya confirmada.
Este será el tema del próximo capítulo.
¿Te ha mentido alguna vez alguien? Si has tenido esa experiencia, tu confianza en esa
persona quedó seriamente quebrantada. Si alguien miente una vez, ¿cómo se puede
saber que esa persona no te ha mentido en otras ocasiones o que no lo hará de nuevo
en el futuro? Cuando en una relación aparece la desilusión, se pierde la credibilidad y
la integridad de la otra persona.
Así ocurre también con los escritores de la Biblia. Si la hipertrofia de la verdad, las
mentiras flagrantes, los errores o imprecisiones (ya sean deliberadas o accidentales)
forman parte de la narrativa bíblica, entonces se pierden la integridad, credibilidad y
veracidad de las Escrituras. Una forma de verificar la veracidad de la Biblia es
determinar: (1) el alcance de las contradicciones internas y errores de copia; (2) si los
autores escribieron sobre asuntos acerca de los cuales no tenían conocimiento de
primera mano o bien tenían muy poco; y (3) si alguno de los escritores dice haber
escrito algo que en realidad fue obra de alguna otra persona. Por medio de estos tres
exámenes vamos a someter a la Biblia a una prueba de evidencia interna muy
completa.
Estos testigos oculares son más creíbles porque apelaron al conocimiento de sus
lectores (incluyendo a sus oponentes más hostiles) que fácilmente podían haber
contradicho cualquier relato falso. Sin embargo, esos autores invitaban a los testigos
oculares a que corrigieran sus afirmaciones si acaso eran falsas:
Pero no sólo tuvieron que habérselas los predicadores primitivos con testigos
amistosos; hubo otros que estuvieron menos dispuestos pero que también
estaban enterados de los hechos principales del ministerio y muerte de Jesús.
Los discípulos no podían exponerse a la presentación de inexactitudes, — no
digamos nada del manipuleo malicioso de los hechos, — que hubieran sido
descubiertas de inmediato por quienes se hubiesen sentido más que felices de
poder hacerlo.
Los discípulos estaban hablando directamente hacia quienes con fuerza se oponían al
mensaje y les decían: “Ustedes también saben que estos hechos son verdad. ¡Los
desafiamos a que nos digan lo contrario!”. Esta, por supuesto, habría sido una
estrategia muy imprudente si hubieran estado difundiendo mentiras.
La objeción de algunos críticos hacia estas evidencias es que los escritores solo
afirmaban estar escribiendo como testigos oculares o cuando todavía vivían los
testigos oculares. Según ellos, un pseudoautor que hubiera escrito cien o más años
después de los acontecimientos podría haber afirmado cualquier cosa. Si los
acontecimientos registrados en los Evangelios fueran artificios de escritores muy
posteriores a los discípulos, esos autores fácilmente podrían haber inventado no solo
los milagros de Cristo y su resurrección, sino también los desafíos de los discípulos de
Jesús a sus oyentes para que confirmaran la veracidad de sus relatos.
Por esa razón es tan importante investigar la fecha de los documentos originales. El
hecho es que se ha confirmado que los libros del Nuevo Testamento fueron escritos
durante la vida de los involucrados en los relatos, y no un siglo o más años después de
los acontecimientos que describen. En capítulos anteriores hemos aclarado que los
libros del Nuevo Testamento se completaron antes del año 100 d. de J.C., pero hoy en
día hay eruditos que argumentan que todos los libros se escribieron incluso diez o
veinte años antes. William Foxwell Albright, uno de los arqueólogos bíblicos más
importantes del mundo, afirmó: “Hoy por hoy podemos decir enfáticamente que ya no
existe una base sólida para fechar ningún libro del Nuevo Testamento después del año
80 d. de J.C., dos generaciones antes de los años 130 a 150 que manejan los críticos
más radicales de la actualidad” (Albright reiteró este punto en una conferencia de
prensa publicada unos años más carde). Este autor también afirmó que los
descubrimientos de los Rollos del Mar Muerto en Qumrán confirman las fechas que él
apoya para ubicar los textos del Nuevo Testamento dentro del tiempo de los discípulos
de Jesús: “El Nuevo Testamento confirma lo que de hecho siempre se había creído: las
enseñanzas de Cristo y sus seguidores inmediatos entre el año 25 y el 80 d. de J.C.”
El hecho es que los académicos deben considerar el Nuevo Testamento como un
documento legítimo de fuentes primarias del siglo I. Incluso muchos eruditos de corte
liberal ahora están considerando fechas más tempranas para el Nuevo Testamento: el
obispo anglicano y teólogo doctor John A. T. Robinson, que sin duda no era
conservador, llega a conclusiones sorprendentes en su obra innovadora Redating the
New Testament (La nueva datación del Nuevo Testamento), pues su investigación lo
convenció de que todo el Nuevo Testamento fue escrito antes de la caída de Jerusalén
en el año 70 d. de J.C.
Existe gran cantidad de evidencia que muestra que, en general, los hombres que
escribieron la Biblia tenían conocimiento de primera mano de los acontecimientos que
registraron o bien acceso a testigos de los mismos. Tenemos razones de peso para
creer que las Escrituras sí cumplen con este estándar de las fuentes primarias en la
prueba de evidencia interna.
Podemos confiar en que el texto bíblico no tiene contradicciones y que de hecho está
enraizado en los testimonios de testigos oculares. La Biblia pasa la prueba de la
evidencia interna: cuando sostienes una Biblia en tus manos y lees sus palabras,
puedes estar seguro de que estás recibiendo el mensaje desde el corazón de Dios hacia
el tuyo.
¿Pero es posible que Dios nos hable también por medio de los escritos de otras
religiones? ¿Es Dios tan exclusivo que no podría haber inspirado también a otros
autores de religiones diferentes para comunicar su mensaje? Hablemos de este tema en
el siguiente capítulo.
Dios creó un mundo muy diverso, basta solo con mirar la gran variedad de formas de
vida en plantas y animales. ¿Has encontrado alguna vez a dos personas que sean
exactamente iguales en todo, en apariencia, constitución física, personalidad y
procesos mentales? Incluso los gemelos idénticos tienen más diferencias de lo que te
puedas imaginar. Cada uno de nosotros tiene una personalidad única y nuestras
perspectivas de vida son diferentes. ¿No sería lógico pensar entonces que un Dios de
diversidad compartiría su verdad a través de diversas fuentes religiosas? Ciertamente,
Dios no escogería solo una Biblia y una religión para revelar Su persona y Su verdad,
¿o sí? Eso sería un gesto muy exclusivo de Su parte y en nuestro mundo actual la
exclusividad está prohibida.
La Fundación Pew publicó un estudio demográfico en diciembre de 2012 titulado
“El paisaje religioso global”, según el cual poco menos que un tercio de la población
mundial (32 %) es cristiana, 23 % musulmana, 15 % hinduista; 7 % budista, 0,2 %
judía y poco menos del 7 % practica religiones locales o tradicionales (por ejemplo las
religiones tradicionales de África, China y de los nativos americanos, así como la fe
bahá‟i, jainismo, sikhismo, taoísmo, wicca, etcétera. Un 16 % no tiene afiliación
religiosa alguna.
Más de la mitad de la población mundial acude a alguna otra fuente diferente a las
Escrituras judeo-cristianas en búsqueda de enseñanza e inspiración de su divinidad o
poder superior, de modo que es lógico que preguntes: “Josh, ¿me estás diciendo que
hay un solo camino hacia Dios, y que Él se ha limitado a una sola revelación escrita de
sí mismo, la Biblia?”.
Obviamente, si yo dijera eso, estaría afirmando que el cristianismo y la Biblia son
totalmente exclusivos y declarando que más del 50 % de la población mundial está
equivocada. A algunos podría sorprenderles que yo no pudiera hacer esa afirmación.
¿Quién soy yo para decir que mi religión, según se ha revelado en la Biblia, es la única
y verdadera? Ahora bien, antes de que me juzgues por esto, permíteme añadir ya
mismo que sí creo que las palabras inspiradas por Dios en las Escrituras son la única
revelación del único Dios verdadero, pero no soy el único que lo afirma sino que Él
mismo lo hace: Dios es el que dice ser el único Dios verdadero y que las Escrituras
son Su revelación verdadera para la humanidad. Yo simplemente he decidido creer lo
que Dios dice en su Palabra.
Moisés habló con este Dios sin igual que le reveló a él su identidad: “...el Dios de
Abraham, el Dios de Isaac, y el Dios de Jacob...” (Éxodo 3:15). Más tarde se revelaría
al profeta Isaías diciendo: “...porque yo soy Dios, y no hay otro. Yo soy Dios, y no hay
nadie semejante a mí. Yo anuncio lo porvenir desde el principio, y desde la antigüedad
lo que aún no ha sido hecho. Digo: „Mi plan se realizará, y liaré todo lo que quiero‟”
(Isaías 46:9, 10). Este Dios “es el Dios eterno que creó los confines de la tierra” (Isaías
40:28).
El mismo Dios que se reveló a Moisés y a los profetas los inspiró para escribir los
cinco libros de la ley (Pentateuco), los ocho libros proféticos y los once escritos.
Luego, cientos de años después de haberse revelado a Moisés y a los profetas, se
reveló de otra manera mucho más personal y espectacular: “Y la Palabra se hizo carne
y habitó entre nosotros, y contemplamos su gloria, como la gloria del unigénito del
Padre lleno de gracia y de verdad” (Juan 1:14). Este ser humano, Jesús, a quien Juan
llama “la Palabra”, fue quien nos dijo que Él era el anunciado por las antiguas
profecías. En el Antiguo Testamento hubo unas sesenta profecías importantes, con
unas 270 ramificaciones adicionales, que se cumplieron en este hombre llamado Jesús,
el Cristo, el Dios de Abraham, Isaac y Jacob que asumió la condición humana.
Después de su crucifixión, muerte y resurrección, dijo a sus discípulos:
—Estas son las palabras que les hablé estando aún con ustedes: que era
necesario que se cumplieran todas estas cosas que están escritas de mí en la
Ley de Moisés, en los Profetas y en los Salmos.
Entonces les abrió el entendimiento para que comprendieran las Escrituras, y
les dijo:
—Así está escrito, y así fue necesario que el Cristo padeciera y resucitara de
los muertos al tercer día; y que en su nombre se predicara el arrepentimiento y
la remisión de pecados en todas las naciones comenzando desde Jerusalén. Y
ustedes son testigos de estas cosas (Lucas 24:44-48).
Jesús se refería a las profecías de Isaías, Joel y Amos, que hablaban del plan redentor
del único Dios de enviar a su Hijo como sacrificio por todos los que creyeran en Él.
Tanto la Ley como los Profetas y los Salmos (los Escritos) apunta a este mismo Dios
que adopta naturaleza humana para morir y resucitar, para que los seres humanos
podamos reconectarnos con Él: resucitados a una vida nueva para siempre en relación
con Cristo.
Como podemos ver, el cristianismo no es una religión exclusiva inventada por un
grupo de fanáticos llamados “cristianos”, sino la revelación a toda la humanidad de
parte del Dios de Abraham, Isaac y Jacob. No fueron seres humanos imperfectos
quienes proclamaron su exclusividad, sino el mismo Dios Creador encarnado:
...porque a menos que crean que Yo Soy, en sus pecados morirán (Juan 8:24).
Yo soy el camino, la verdad y la vida; nadie viene al Padre sino por mí (Juan
14:6).
Jesús afirmó esta exclusividad por una muy buena razón: Él es el único camino hacia
Dios porque ningún otro ser humano ha estado calificado para ser el sacrificio santo y
perfecto por los pecados del mundo, excepto Jesús, el Dios-hombre. Las Escrituras
tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento registran el plan exclusivo de Dios
para redimir a los seres humanos, lo cual, efectivamente, excluye a todas las otras
religiones y sus textos como medio para alcanzar la salvación.
Como puedes ver, el Libro de Mormón no cumple los lineamientos del canon en
ninguno de sus puntos, pero lo más notable es que no es congruente con las Escrituras.
Si tenemos en cuenta los otros documentos mormones supuestamente inspirados, el
mormonismo tiene una incongruencia interna porque los escritos posteriores
sustituyen a los anteriores: todo esto significa que el dios mormón no es el Dios
cristiano, perfecto y consecuente consigo mismo, porque el dios de los mormones
cambia y se corrige a sí mismo; por otra parte el Dios verdadero no tiene “cambio ni
sombra de variación” (Santiago 1:17). Además, los acontecimientos históricos que
sostiene el mormonismo (las migraciones al continente americano, las visitas de Jesús
y de ángeles, y el hallazgo de las placas de oro) no cuentan con evidencias externas
que los corroboren y validen. Simplemente son afirmaciones sin sustento hechas por
un hombre.
La Palabra de Dios, las Escrituras inspiradas, son verdaderas porque Él es
verdadero, y revelan al Dios Creador, al único poderoso y verdadero Dios que no tiene
igual. Creer esto no hace que una persona sea de mente estrecha o exclusivista,
simplemente significa que Dios ha declarado ser el único Dios verdadero, y que el
único camino a Él es a través de Su Hijo, Jesucristo, y que esa persona ha elegido
creer en Él.
El apóstol Juan dijo: “Amados, no crean a todo espíritu, sino prueben si los espíritus
son de Dios. Porque muchos falsos profetas han salido al mundo” (1 Juan 4:1).
Debemos poner a prueba ante la verdad de las Escrituras a los espíritus de otras
religiones, a doctrinas y grupos cuestionables. La Biblia es la revelación de Dios
mismo, de modo que si alguna opinión o idea no concuerda con el Dios de la Biblia y
la verdad de las Escrituras, podemos saber que es falsa.
Hemos cubierto bastante terreno en estos catorce capítulos. En el siguiente capítulo,
el último, me gustaría compartir contigo una forma de acercarse a las Escrituras que
puede resultarte nueva y refrescante. Cuando alguien la compartió conmigo, me ayudó
muchísimo a permitirle a Dios trabajar en mi vida. La Palabra de Dios es “viva y
eficaz”, y Él quiere que su verdad cobre vida en tu vida.
“Ven aquí inmediatamente”, ordenó el hombre con voz severa. Cuando apareció el
niño su padre le dijo: “Te pedí que limpiaras este cuarto, y no lo has hecho. ¿Por qué
no me has obedecido?”.
¿Has oído alguna vez la voz de un papá examinador o el tono de desilusión de una
madre agitada? Casi todos crecimos recibiendo correcciones por las cosas que no
hacíamos bien y nuestro sentido de aceptación se vio dramáticamente afectado por la
forma en que esa corrección se dio y cómo la recibimos. Para muchos que tuvieron
padres autoritarios ese sentido de aceptación se basó naturalmente en su desempeño
como hijos.
Uno de los errores más grandes que se cometen es leer la Biblia con los lentes
torcidos de nuestras experiencias pasadas, ya que ese planteamiento distorsiona
nuestra visión y nuestra relación con Dios.
Las investigaciones en el área de la formación de relaciones han llevado a los
psicólogos a lo que se conoce como la teoría del apego. La idea es que nacimos con la
necesidad de tener apegos seguros con los demás, así que inevitablemente vamos a
crearlos, y si no pueden ser seguros los haremos inseguros, incluso si afectan
negativamente a nuestra vida.
Mark Matlock, presidente del ministerio Wisdom Works, pregunta: “Si los apegos
humanos inseguros nos impiden tener conexiones saludables con los demás, ¿podrían
también impedirnos conectar con Dios?”.
Nuestra percepción de Dios generalmente está coloreada por nuestra relación de
niños con nuestro padre y madre, especialmente con el primero. Sin duda la forma en
que te relacionaste con ellos ha influido muchísimo en esa percepción: por ejemplo, si
creciste con padres autoritarios y sentiste su desaprobación, tienes la tendencia a
proyectar esos sentimientos en tu relación con Dios; es natural cargar con esos lentes
torcidos al leer las Escrituras, y eso provoca que veas a Dios como una figura
autoritaria y sancionadora.
Me he encontrado con muchos cristianos que estudian la Biblia con el lente del
“Dios examinador y/o desilusionado”. Al parecer se preguntan al menos tres cosas en
todos los pasajes que leen:
Vengan a mí, todos los que están fatigados y cargados, y yo los haré descansar.
Lleven mi yugo sobre ustedes, y aprendan de mí, que soy manso y humilde de
corazón, y hallarán descanso para su alma (Mateo 11:28, 29).
Jesús quiere que estés en yugo con Él (los dos juntos), tan estrechamente que puedas
aprender de Él; quiere que aprendas quién es en realidad y lo mucho que te ama;
quiere que encuentres verdadero descanso para tu alma. Al leer su Palabra, procura
aprender la manera en que cada pasaje provee nuevo conocimiento sobre quién es
Dios. Descubre su corazón y sus motivos en las páginas de las Escrituras y explora la
manera en que la Biblia te habla sobre un Dios que te ama entrañablemente y a quien
puedes amar sin reservas. Fíjate en cómo te acepta Jesús y cómo quiere amar a los
demás por medio de ti. Mira la Palabra de Dios como un medio para conocerle y Él te
dará las fuerzas para vivir como debes. Pedro escribió: “Su divino poder nos ha
concedido todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad por medio del
conocimiento de aquel que nos llamó por su propia gloria y excelencia” (2 Pedro 1:3).
La Palabra de Dios es “viva y eficaz”, es la expresión del corazón de Dios hacia el
tuyo, es confiable y segura, es la palabra de verdad y vida. Conócela, experiméntala y
compártela con los demás. El Señor Jesús dijo: “El cielo y la tierra pasarán, pero mis
palabras no pasarán” (Mateo 24:35).
«DIJO DIOS… Y FUE ASÍ»