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I. El espíritu humano
Es hora de entrar en lo específico de nuestro curso, para empezar, ampliaremos el tema del
espíritu humano. Ya hemos hablado en el tema A1 de las dimensiones humanas y presentamos la
dimensión espiritual como elemento universal, todos los seres humanos vivimos nuestra dimensión
espiritual, somos seres espirituales. Para recordar lo dicho, quiero presentar lo que escribió el
Cardenal Martini en su Diccionario Espiritual:
«En principio, podemos entender por “espíritu” la superación humana, el deseo de
autenticidad, ese algo que hay dentro de mí, que me empuja a ir más allá. Una vida según el
Espíritu es, por tanto, una vida que obedece, según los casos, al impulso de la observación, de
querer comprender, de dejar espacio a la imaginación, a la inteligencia, a la creatividad, a la
inquietud, a la superación moral, a la pasión política, artística, amorosa, al arrebato místico»1.
Martini nos presenta todo aquello que corresponde a nuestra “vida según el espíritu”, que
trasciende lo puramente instintivo y nos empuja a la búsqueda de la verdad, la belleza, el bien, a
través de la inteligencia, la creatividad, la imaginación, el arte, la política, el amor, el encuentro
amoroso con Dios.
Dicho esto, podemos decir que la espiritualidad es algo propio del ser humano, es lo que lo hace
desarrollarse. Podríamos incluso ir más allá de lo dicho en el primer tema y decir que la
espiritualidad no es una dimensión del ser humano, va más allá, el ser humano es espiritual pues él
trasciende su realidad y la desarrolla. Veamos aquí cuatro espacios de trascendencia:
1. El espacio contemplativo estético:
• Es la capacidad de contemplar la belleza en el arte, en la naturaleza, en las
demás personas. El ser humano busca la belleza, la contempla y esto le llena.
• También creamos belleza, hacemos arte o transformamos los espacios, los
hacemos bellos, así como un jardín, una sala, etc. No vemos el espacio como un
simple lugar, no vemos un cuadro como un simple pedazo de papel, vemos más
allá, contemplamos, nos admiramos, nos sentimos llenos.
• Hacemos viajes con el objetivo de contemplar la belleza, sea el mar, la montaña,
la obra de arte, etc.
1
MARTINI Carlo Maria, Diccionario Espiritual, PPC Editorial, Madrid 1997, página 72
2
POLO Teodoro, Espiritualidad sin Dios, Revista de Espiritualidad 72, 2013, página 420
3
“Espiritualidad contemporánea” en Nuevo diccionario de espiritualidad, S. de Fiores, T Goffi, Augusto Gerra
(Dir), Ediciones paulinas, 1991, Madrid, página 618.
4
GAMARRA Saturdino, Teología Espiritual, Serie Sapientia Fidei, Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid
1994, página 33.
5
Ibid. 4, página 37.
6
Karl Rahner define la espiritualidad simplemente como «vida a partir del Espíritu».
7
San Pablo dice: «El mismo «dio» a unos el ser apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelizadores; a otros,
pastores y maestros, para el recto ordenamiento de los santos en orden a las funciones del ministerio, para
edificación del Cuerpo de Cristo, hasta que lleguemos todos a la unidad de la fe y del conocimiento pleno del
Hijo de Dios, al estado de hombre perfecto, a la madurez de la plenitud de Cristo».
Decimos que “espiritualidad es vida según el Espíritu”. Por tanto, es importante entrar
brevemente en el tema del Espíritu Santo, quien es y cómo es que anima nuestra vida espiritual.
«Entonces el Señor Dios modeló al hombre de arcilla del suelo, sopló en su nariz aliento de
vida, y el hombre se convirtió en ser vivo». Gn 2,7
El soplo de Dios es la fuerza vital que recibe el ser humano de parte de Dios, lo que lo convierte
en un ser vivo. El texto nos hace pensar en un ser inerte que es animado por el soplo del mismo
Dios, ¡hemos recibido la vida de parte del mismo Dios!
El soplo le da la vida. La vida, según el pensamiento semítico, es situación de bienestar, y no
solamente movimiento, realidad dinámica del ser, como pensaron los griegos y podríamos pensar
nosotros. Dios sopló la vida, sopló el bienestar, es decir, sopló al ser humano la capacidad de sentir,
gozar, anhelar, vivir con los demás; nos hizo tal y como somos, con las dimensiones que ya hemos
estudiado.
El soplo de Dios, la vida que ha dado al ser humano, es a todo de él, no a una parte. Un error
común que cometemos en la vida espiritual es pensar que ésta es distinta a nuestra “vida diaria” o
incluso de nuestra “vida laboral”. El soplo de Dios, la vida que Dios despierta en el ser humano, es
integral, a la persona completa, en todos sus ámbitos.
Dios sopla su aliento de vida, sopla su Espíritu. Para la doctrina cristiana, el Espíritu tiene un
carácter personal, es la tercera persona de la Trinidad8. Para el cristianismo la creación es un acto
Trinitario, por lo que podemos decir que es el Espíritu Santo quien dio la vida en la creación, quien
habló por los profetas y quien actúa en los corazones “vivificando”, dando vida.
En nuestro interior, el Espíritu Santo es aquel que nos guía para cumplir la voluntad de Dios,
quien nos ilumina para que podamos responder según el designio de Dios, que es la santidad y el
amor. Como decíamos anteriormente, es Él el autor de la santidad.
El Espíritu interviene en cada corazón que se abre a Él, su objetivo es introducirnos en la vida de
Cristo, hacernos semejantes a Él. La Palabra de Dios dada por nuestro Señor Jesucristo es traída a la
memoria por el Espíritu, quien mueve los corazones y las mentes.
Diremos muchas cosas más sobre el Espíritu Santo en el tema 4, cuando estudiemos con mayor
detalle la acción del Espíritu Santo en nuestro camino espiritual.
8
Decimos en el credo: «Creo en el Espíritu Santo, señor y dador de vida».
9
BERNARD Charles André, Teologia Spirituale, San Paolo Editrice, Milano 20026, traducción propia, p. 73.
10
Cuando estudiemos en Estepre Virtual a los místicos de siglo XVI (Teresa de Jesús y Juan de la Cruz)
descubriremos cómo los integraban, cómo los vivían; ellos lograron superar las barreras de su tiempo e
integraron los elementos antropológicos mucho antes que fueran propuestos tal y como lo hacemos hoy.
11
Santa Teresa escribe: «Pues ¡ea, hijas mías!, no haya desconsuelo cuando la obediencia os trajere empleadas
en cosas exteriores; entended que si es en la cocina, entre los pucheros anda el Señor ayudándoos en lo
interior y exterior». Santa Teresa de Jesús, Libro de las Fundaciones 5, 8.
12
RUIZ Federico, Espiritualidad Sistemática, Instituto de Espiritualidad a distancia, editorial Raxant, Madrid
1984, páginas 31-36.
Nos puede venir a la mente una última pregunta, ¿por qué en Estepre Virtual nos concentramos
en el estudio de Teresa de Jesús y Juan de la Cruz si en la Iglesia hay tantas escuelas de
espiritualidad? El patrimonio que Teresa de Jesús y Juan de la Cruz han dejado a la Iglesia es de
incalculable valor, ellos son maestros del espíritu, de la vida interior, de la experiencia de Dios. En
muchos santos podemos encontrar obras escritas de gran valor espiritual, exhortaciones, mensajes
que llenan el alma. En Teresa y Juan encontramos todo un itinerario de vida interior, una propuesta
para adentrarnos en nuestra propia experiencia orante, ellos son maestros calificados que saben
guiar a las almas por el camino de la santidad, son maestros de la vida interior.
Benedicto XVI calificó a Santa Teresa de Jesús como «una santa que representa una de las cimas
de la espiritualidad cristiana de todos los tiempos… es verdadera maestra de vida cristiana.»13
Juan Pablo II por su parte afirmó que «es necesario que el rico patrimonio dejado por Teresa de Jesús
sea meditado a fondo e inspire una profunda renovación en la experiencia interior del pueblo, para
que se revitalice toda la vida eclesial»14. Por su parte, Pablo VI afirmó:
«Ella tuvo el privilegio y el mérito de conocer estos secretos por vía de la experiencia, vivida
en la santidad de una vida consagrada a la contemplación y, al mismo tiempo, comprometida
en la acción, por vía de experiencia simultáneamente sufrida y gozada en la efusión de carismas
espirituales extraordinarios. Santa Teresa ha sido capaz de contarnos estos secretos, hasta el
punto de que se la considera como uno de los supremos maestros de la vida espiritual. No en
vano la estatua de la fundadora Teresa colocada en esta basílica (San Pedro, Roma) lleva la
inscripción que tan bien define a la Santa: Mater spiritualium. Todos reconocían, podemos decir
que con unánime consentimiento, esta prerrogativa de Santa Teresa de ser madre y maestra de
las personas espirituales»15.
San Juan de la Cruz, por su parte, es conocido como doctor místico. Su doctrina es considerada
«un camino seguro para alcanzar la santidad, el estado de perfección al cual Dios nos llama a
todos»16. Juan Pablo II afirma que Juan de la Cruz es reconocido en la Iglesia y en el mundo de la
cultura: «como literato y poeta de la lengua castellana, como artista y humanista, como hombre de
profundas experiencias místicas, teólogo y exégeta espiritual, maestro de espíritus y director de
conciencias»17.
En este camino que recién comenzamos en Estepre Virtual nos acompañarán estos dos maestros
de la vida interior, sus enseñanzas nos ayudarán a entrar en la profundidad de nuestra fe, así se
cumplirá el deseo de San Pablo:
«Por eso doblo mis rodillas ante el Padre para que les conceda ser fortalecidos por la acción
de su Espíritu en el hombre interior. Que Cristo habite por la fe en sus corazones: que vivan
arraigados y fundamentados en el amor. Así podrán comprender, con todos los santos, cuál es
la anchura, la longitud, la altura y la profundidad del amor de Cristo, un amor que supera todo
conocimiento, de esa manera los desbordará la plenitud misma de Dios». Efesios 3
13
Benedicto XVI, audiencia general 2 de febrero 2011.
14
Juan Pablo II, discurso en Ávila, 8 de octubre de 1981.
15
Pablo VI, proclamación de Santa Teresa de Jesús como doctora de la Iglesia, 27 de septiembre de 1970.
16
Benedicto XVI, audiencia general 16 de febrero 2011.
17
Juan Pablo II, Carta Apostólica Maestro en la fe, 14 de diciembre 1990.