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¿Por qué faltan tanto los

cristianos a la iglesia?
1 FEBRERO, 2016 | Gerson Morey

Algunos creyentes faltan a los servicios de la iglesia con una preocupante frecuencia.
Seguramente alguien podría argumentar que el poco compromiso que algunos muestran
hacia su iglesia local y la facilidad con la que faltan a los servicios quizá son evidencias de
que esas personas nunca fueron regeneradas. Y en cierto sentido creo que esa lógica es
correcta y sobretodo bíblica, pues la permanente hostilidad o la indiferencia hacia la
iglesia no son rasgos de una persona que posee el Espíritu de Dios.

Sin embargo, me enfocaré en el tema que el título de este artículo presenta: ¿porqué faltan
tanto los cristianos a la iglesia?. Es decir, porqué genuinos cristianos faltan a los
servicios. Quiero presentar algunas de las posibles causas por las que, verdaderos
creyentes se ausentan constantemente a su congregación.

Antes de continuar, debemos reconocer que en ocasiones se presentarán situaciones que


nos impedirán congregarnos. En este sentido creo que algunas razones son comprensibles,
sobretodo cuando éstas, escapan de nuestro control. Problemas de salud;
responsabilidades laborales; un complicado horario de trabajo (aunque en ese caso
también se deberían buscar alternativas para que eso no se convierta en un impedimento
absoluto y permanente); dificultades de transporte; estar fuera de la ciudad y
contratiempos semejantes, son algunas de las causas legítimas para ausentarse a un
servicio de nuestra iglesia local.

El fondo del problema

Creo que en el fondo del problema [lo digo así por qué ausentarse con frecuencia a la
iglesia es un problema] yace una pobre compresión de nuestra redención y sobre todo un
defectuoso entendimiento de la doctrina de la iglesia. Dicho de otra manera, si mal
entiendo la naturaleza de mi salvación y la naturaleza de la iglesia de Cristo, seguramente
congregarme no será una prioridad en mi vida.

Este artículo no podría hacerle justicia a la extensión, la importancia y la riqueza de ambos


temas, pero creo que podemos destacar un par de aspectos sobre el mismo.

Primeramente, cuando los hombres nos arrepentimos de nuestros pecados, y confiamos en


Cristo para nuestra salvación, la biblia nos enseña que somos sellados con el Espíritu Santo
(Efesios 1:13), es decir, somos habitados por el Espíritu de Dios. Pero de la misma manera,
Pablo también nos explica que esa realidad se da en el contexto de nuestra unión con el
cuerpo de Cristo:
Porque así como el cuerpo es uno, y tiene muchos miembros, pero todos los miembros del
cuerpo, aunque son muchos, constituyen un solo cuerpo, así también es Cristo. Pues por un
mismo Espíritu todos fuimos bautizados en un solo cuerpo…”(1 Corintios 12:12-13 LBLA).

Esto quiere decir, que los creyentes hemos sido injertados en el mismo cuerpo, la iglesia de
Cristo, por la obra del Espíritu Santo. Ahora, somos hechos miembros de esa comunidad en
la que todos han sido participantes del mismo Espíritu. Para decirlo en términos sencillos,
desde que nos convertimos, el Señor nos injerta en la iglesia, que es Su cuerpo, para ser
parte de ella. Por lo tanto, nuestra vidas deben expresar esa realidad. Nuestra actitud y
disposición hacia la iglesia deben reflejar esa necesidad y dependencia que un miembro
tiene de un cuerpo.

Segundo, debemos establecer que cuando hablamos de la iglesia, estamos hablando de


una comunidad de personas, y no de un edifico en particular. La iglesia debe ser
comprendida como la comunidad de creyentes que se congrega para la adoración a Dios.
Por ejemplo, cuando la palabra iglesia se usó en el libro de los Hechos, nunca tuvo una
connotación geográfica, sino mas bien, la referencia era al grupo de personas que se
reunían en algún lugar para la adoración y comunión.

Ademas, debemos tener en cuenta que es el Señor quien es presentado como el dueño de
esta comunidad. Cristo dijo “yo edificaré mi iglesia” (Mateo 16:18); Pablo recordó a los
ancianos de Efeso que debían “pastorear la iglesia de Dios, la cual El compró con su propia
sangre” (Hechos 20:28 LBLA); Pedro también exhortó a los ancianos diciéndoles
“pastoread el rebaño de Dios… “(1 Pedro 5:2 LBLA).

Asimismo debemos considerar con atención las palabras que Pablo usa para describir la
relación, el cuidado y el propósito que Cristo tiene con su iglesia:

Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia y se dio a sí mismo por
ella, para santificarla, habiéndola purificado por el lavamiento del agua con la palabra, a fin
de presentársela a sí mismo, una iglesia en toda su gloria, sin que tenga mancha ni arruga ni
cosa semejante, sino que fuera santa e inmaculada. (Efesios 5:25-27 LBLA)

Porque nadie aborreció jamás su propio cuerpo, sino que lo sustenta y lo cuida, así como
también Cristo a la iglesia; (Efesios 5:29 LBLA)
Como dije, estos versículos nos presentan un panorama amplio y conmovedor respecto a
esta profunda relación entre Cristo y su iglesia. El texto destaca el amor de Cristo por su
iglesia, luego que se dio a sí mismo por ella, es decir, se entregó en la cruz por ella. Que la
cuida y la sustenta y que tiene el propósito de presentarla a él mismo, sin mancha ni
arruga.

Esto es una evidencia de la prominencia que las Escrituras le otorgan a la iglesia. No es


para menos: La iglesia es del Señor; pagó un gran precio por ella; es amada, cuidada y
sustentada por él, para hacerla cada día más pura y santa con el fin de un día presentársela
así mismo adornada de gloria.

¡A esta gloriosa comunidad es que todo creyente pertenece!

Y deberíamos celebrar, sentirnos privilegiados y dar gracias por ello. Deberíamos unirnos,
amarla y ser parte activa de ella (http://blogs-es.thegospelcoalition.org/jairo-namnun/7-
razones-por-las-que-amo-la-iglesia/). Procurar lo mismo que él procura para Su cuerpo.
Creo que entender esta dimensión de la iglesia, despertará un aprecio y una actitud más
comprometida con ella. Al fin y al cabo, somos miembros de ella.

De otro lado, debo hacer hincapié en algunos mandatos para los creyentes que solo se
pueden cumplir cuando somos parte activa de esta comunidad. Estamos llamados a
amarnos unos a otros (1 Juan 4:7); a perdonarnos (Efesios 4:32); a soportarnos (Col 3:13); a
sobrellevad las cargas de los otros (Gal 6:1) a enseñarnos y exhortarnos unos a otros
(Col 3:16). Ante tan abrumadora evidencia, debemos concluir, que es imposible ser
obediente al Señor a este respecto, cuando no estamos participando de la comunión con
los demás creyentes. Lo que Pablo dice en referencia a que “si un miembro sufre, todos los
miembros sufren con él” (1 Cor 12:26), solo tendrá una completa expresión dentro del
compañerismo, del que también participamos durante los servicios de nuestra iglesia local.

Exhortación final

Es cierto que hasta el momento no hemos enfocado este artículo a la necesidad y a los
beneficios de congregarnos. Lo podemos dejar para otra oportunidad. Pero en este
sentido, debo puntualizar que los hijos de Dios necesitamos estar junto a nuestros
hermanos y adorar junto a ellos a nuestro Creador y Redentor. Necesitmos la adoración
corporal, la instrucción de la palabra y el amor de los hermanos.
Asimismo debo también destacar que hay innumerables, gloriosos y eternos beneficios que
se derivan de congregarse regularmente. Pero si somos justos, la adoración con otros
creyentes, la palabra que recibimos de nuestro pastor, la oración corporativa y el
compañerismo que experimentamos al asistir a los servicios de la iglesia, son beneficios
por sí solos.

Por lo tanto, si la realidad de mi salvación comporta una unión con el cuerpo de Cristo; si la
vida cristiana sucede en el contexto de la comunión con otros creyentes, y en vista del
amor y el gran propósito que Cristo tiene por su iglesia, debemos tener en alta estima cada
momento en el que estamos unidos con nuestros hermanos. Por eso, debemos
congregarnos cada domingo si es posible. Tenemos que obedecer el mandato explícito de:
“no dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos
unos a otros, y mucho más al ver que el día se acerca. (Hebreos 10:25 LBLA).

Que Dios abra nuestros ojos a estas verdades y que seamos consecuentes con ellas, que
asistamos a la iglesia y que entremos por sus “puertas con acción de gracias”, porque al
final será para nuestra edificación personal, para la edificación del cuerpo Cristo y
sobretodo para la gloria de nuestro gran Dios y Salvador.

Estimado creyente, no faltes a tu iglesia.

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Yo también decretaba
19 ENERO, 2016 | Gerson Morey
El Señor me rescató de mis pecados a mediados del 1999. Fue hace unos 17 años cuando
Dios me dio vida, me hizo ver mi maldad y la gran necesidad que tenía de él. Su Espíritu me
reveló lo grave de mi pecado y también me mostró, qué gran Salvador es Cristo. Pero Dios,
hace unos años atrás, también me rescató del error. Digo también, porque el error es una
forma de cautiverio, no en vano Jesús dijo que la verdad nos “hace libres”.

Cuando digo error, me refiero a algunas creencias que por años practiqué, enseñé y
defendí a capa y espada, pero con el tiempo descubrí, para mi vergüenza, decepción y
sorpresa, que no tenían sustento bíblico.

En referencia a esto debo reconocer la gracia de Dios en dos sentidos: primero por
guardarme en sus caminos a pesar del engaño de esos años y segundo porqué Su gracia
me permitió ver el error en el que estaba. Es decir, fue Dios en su misericordia, quién
encendió la luz para permitirme ver lo que antes no veía. Paradójicamente, fue un triste y
glorioso descubrimiento.

Pero creo que lo más glorioso, fue recibir una comprensión más profunda y precisa de la
realidad de la cruz. Esto abrió mis ojos a la verdad bíblica y me ayudó a leer las Escrituras
de una manera totalmente diferente. Comprender el Evangelio de nuestro Señor Jesucristo,
su naturaleza, su centralidad, su influencia y su poder, cambiaron dramáticamente mi visión
acerca de Dios, de mí mismo, de mi redención y de la vida cristiana. (más…)
(https://www.coalicionporelevangelio.org/entradas/gerson-morey/yo-tambien-
decretaba/#more-44308)

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Cómo recuperar nuestra


vida de oración
6 ENERO, 2016 | Gerson Morey

Un antiguo predicador decía que los creyentes nunca nos levantaremos por encima de
nuestra vida de oración. En otras palabras la calidad de nuestras vidas en Cristo están
íntimamente ligadas a la disciplina de la oración. Por eso, no es exagerado decir que la
santidad, el gozo, la madurez y el crecimiento cristiano están de alguna manera
subordinados a la calidad de nuestra devociones.

En todas las edades, esto ha sido una realidad en el pueblo de Dios. Los patriarcas y los
profetas de Israel, los apóstoles de Jesucristo, los padres de la iglesia y los líderes que
sobresalieron antes, durante y después de la Reforma protestante, todos fueron hombres
prominentes en la oración.

A la luz de estos ejemplos y tomando en cuenta que orar es un mandato bíblico, que nos
representan muchos y variados beneficios, entonces, debemos ser cuidadosos en
establecer el habito de oración. Es decir, los creyentes debemos orar con regularidad y
creo que todos coincidimos con esto.
Pero si somos honestos, debemos reconocer que muchos de nosotros (en ocasiones)
hemos descuidados nuestras devociones personales. Me temo que esto es cierto de la gran
mayoría entre el pueblo de Dios. Aun más, muchos que han descuidado su vida de oración
en algún momento la han retomado y han vuelto a descuidarla. Creo que muchos creyentes
movidos por sus convicciones, han querido establecer una vida de oración, pero no han
sido consistentes.

Es por eso que quiero presentar cuatro pasos que debemos tomar si queremos recuperar
nuestra vida de oración. Estos nos pueden ayudar no solo a retomar, sino también a
fortalecer y a no descuidar nuestras devociones: (más…)
(https://www.coalicionporelevangelio.org/entradas/gerson-morey/como-recuperar-
nuestra-vida-de-oracion/#more-44306)

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