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El tiempo en la clínica vincular

CECILIA BAREMBOIM DE GURMAN


MARÍA ELENA CALVO

En la mitología griega existen dos concepciones del tiempo: una es del tiempo cronológico de Cronos, que concibe la
existencia de un presente divino, expandido que comprende al pasado y al futuro. El reloj es una máquina creada para
evaluar a Cronos que pretende ser un espacio ilimitado donde transcurre todo. La segunda idea es la de Aión: es la pura
forma vacía del tiempo, liberada de la corporeidad del presente, pues el instante no cesa de dividirse en pasado y futuro.
Es el tiempo del acontecimiento sin espesor ni crónica posible. Aion nos hace pensar al tiempo como producido por los
fenómenos: cada uno con su tiempo propio. Nos preguntamos si el tiempo es sólo una construcción que emana de los
procesos: Aion existe también un tiempo ligado a la finitud que nos trasciende, un tiempo que impone un límite que está
más allá de la posibilidad de ser simbolizado: Cronos. El tiempo es la sucesión. El silencioso río del tiempo fluye —como
dice Borges— pero ¿cuál es su dirección? En él se alternan la verticalidad del tiempo y la horizontalidad de la realidad. 1
Nosotros mismos somos un río, también somos fluctuantes. El tiempo es un fugitivo. El presente ya es pasado, pero este
tiempo no pasa enteramente. Somos otros distintos y sin embargo somos los mismos. Todo lo que nos pasa queda,
estamos hechos de nuestra memoria... y de nuestro olvido.
Para Plotino hay tres tiempos: el presente no es el presente actual, el momento en que hablo pues ya en este
momento pertenece al pasado. Tenemos el presente del pasado que llamamos memoria y el del porvenir: aquello que
imaginamos a partir de nuestra esperanza o nuestro miedo. La idea es que así como vivimos interrelacionados en una
serie de hechos asintóticos, todos cohabitamos diversas temporalidades. Descartamos la idea de un solo tiempo
absoluto, como lo suponía Newton. Deleuze parte de San Agustín “hay un presente del futuro, un presente del presente,
un presente del pasado” todos implicados en el acontecimiento, enrollados en el acontecimiento y por tanto simultáneos,
inexplicables. Del afecto al tiempo: descubrimos un tiempo interior al acontecimiento, que está hecho de la simultaneidad
de estos tres presentes implicados, de estas puntas de presente, desarticuladas. Es la posibilidad de tratar al mundo, la
vida o simplemente un episodio, como un solo y mismo acontecimiento, que funda la implicación de los presentes”. 2
El tiempo cronológico puede funcionar como un ordenador puro simbólico pero puede darse una inversión y
funcionar como real del que uno no puede dar cuenta, que aparece por fuera de la posibilidad de pensar. Un tiempo
consensuado y otro, producto de la organización familiar. En 1915 Freud en “Lo inconsciente” explica que los procesos
del sistema inconsciente son atemporales, no están “ordenados” por referencia a nuestra representación consciente del
tiempo, ni sometidos a su paso, ya que los procesos primarios quedan sustraídos a la “consideración de la realidad” y
escapan a la organización temporal de lo real. Los tiempos inconscientes son devenires impersonales que nunca
devienen en pasado porque allí nunca pasó para nadie. Bajo estos pasajes se efectúa el “esfuerzo constante” de la
pulsión.3 Coincidimos con J. Nejamkis en que el inconsciente es un concepto inconcebible sin el otro par dialéctico, el
consciente. Hablar de un inconsciente atemporal es restringir el término tiempo a su acepción fenoménica. 4 Cuando los
procesos primarios invaden el preconsciente se produce nuestra representación del tiempo, ya que el fantasma
inconsciente no se mantuvo dentro de su marco. En la transmisión generacional, cuando predomina lo patológico se
juega la concepción de un tiempo congelado, siempre idéntico a sí mismo ( atemporalidad vincular).
Cada experiencia analítica despliega un estilo singular de devenir que posee un ritmo propio, más allá de nuestra
representación del tiempo. No se puede reducir al esquema de una progresión lineal ni a una sola fórmula general de un
tiempo lógico. El ritmo es una cualidad específica en que se manifiesta la temporalidad subjetiva; esto representa una
exigencia de trabajo para los sujetos del vínculo. El ritmo de cada uno es heterogéneo para el otro y algo debe hacerse
con eso ajeno. Puede suceder que genere un ritmo nuevo heterogéneo y suplementario a los sujetos; otra posibilidad es
que los ritmos sean tan disímiles que obstaculicen la continuidad del vínculo y que el ritmo de uno no imponga nada al
otro o por el contrario que sea muy coercitivo y genere una gama de afectos displacenteros de distinta naturaleza. En
cambio el acontecimiento es el quiebre de un estado. Lo que califica el nombre del acontecimiento es que sea extraído
del vacío. Está forcluido del saber. La familia está atravesada por el devenir temporal, esto requiere una exigencia de
trabajo que permita procesar los distintos momentos vitales. El transcurrir del tiempo implica necesariamente
modificaciones en los vínculos. Muchas familias no toleran los cambios que se producen y que pueden ser vividos como
ataques al narcisismo o también suscitar ansiedades ligadas al temor a la muerte. “El movimiento de una clínica vincular
del acontecimiento es la desterritorialización que produce el mismo, a diferencia de la territorialización del conflicto”. 5
Para una clínica basada en el acontecimiento y no en el conflicto se presenta como una escena cerrada. Es del orden de
lo ya dado, partimos desde éste para liberar el deseo capturado en una expresión congelada.
El tiempo vincular es una de las maneras en que se presentifica la ajenidad y la alteridad del otro, es una exigencia
de trabajo para el psiquismo: es a construir. “La relación con el porvenir, la presencia del provenir en el presente también
parece cumplirse en el cara a cara con el otro. La situación de cara a cara representaría la realización misma del tiempo;
la invasión del porvenir por parte del presente no acontece al sujeto en solitario, sino que es la relación intersubjetiva. La
condición del tiempo es la relación entre seres humanos, la historia”. 6 También es una característica de la percepción, de
los sistemas lingüísticos que surgen de un proceso fluctuante, que exige intercambios constantes entre la disposición del
sujeto y la posible configuración del objeto. 7 Lo ajeno es lo imposible del otro y el tiempo que marca la ajenidad se
presentifica como insoportable. Cuando el tiempo se manifiesta en la alteridad —resultado de la posible semantización
de las diferencias— tiene la posibilidad de ser tolerado y los pactos y acuerdos tramitan su elaboración. Lo heterogéneo
del tiempo vincular es lo radicalmente ajeno que es irreductible y al mismo tiempo motor del vínculo. La idea de un
tiempo vincular abarca diferentes ejes: la historia y su transmisión, la cotidianeidad, los momentos vitales, el
macrocontexto. Cada uno de ellos es una específica exigencia del trabajo vincular, que es el trayecto que va de la
presentación donde falla la simbolización de la ajenidad del otro, a la presencia-ausencia que implica la semantización
de las diferencias: la alteridad.

Viñeta clínica

Padre: Silvio; madre: Javiera; hijos: Víctor, 23 años; Lucía, 21 años; Élida, 19 años; María Luz, 15 años.
La familia es derivada por la terapeuta individual de María Luz que en el momento de la consulta había abandonado
el colegio en el cual cursaba 2° año. Presenta conductas de robo en la calle, fuma marihuana y se tajea como forma de
tatuarse. Es nominada por sus padres como “callejera”. Lleva una vida sexual intensa y no adopta ninguna medida de
protección. Es atrapada por la policía metiendo la mano en un kiosco supuestamente abandonado. Dice la madre: “Que
se joda... pero no fue su culpa, estaba en un mal lugar, en un mal momento”.
El padre se presenta en las consultas como un aspecto de hippie de los años 60, ejemplo: viste buzo fucsia estilo
incaico. Es verborréico, tiene un comportamiento tipo bizarro, su risa es sardónica. Los terapeutas suelen confundirse y
cuando lo llaman por su nombre lo dicen en femenino y a la madre en masculino. Hasta en el genograma preparado por
los terapeutas se repite la confusión. Él suele enunciar expresiones del tipo: “Soy el rey de la comarca. Mi lugar es el
pilar y el sostén para que todos se desarrollen. Siempre quise ser cabeza de ratón y no cola de león”. A través de
sucesivas indemnizaciones logra tener su propio negocio. Define a su hija como callejera, no prostituta aclara: “Su lugar
es la calle”.
La madre se presenta en una actitud en la que se asemeja a sus hijos adolescentes. Estudia Ciencias de la
Información en la Carrera de Bibliotecología. Sostiene un discurso seudointelectual. Cuando se refiere a su familia de
origen suele llorar desconsolada sobre todo en referencia a las enfermedades de su madre ya octogenaria. Es llamativa
en este sentido la cualidad afectiva, en cambio, de cierto grado de indiferencia afectiva cuando se refiere a sus hijos.
En la casa duermen todos los hijos en una sola habitación ya que otro cuarto que podrían ocupar está lleno de
objetos pertenecientes a familiares y es usado como depósito. En la actualidad María Luz es la que vive con los padres
de manera más permanente, los otros hijos van y vienen y duermen la mayor parte de los días en otras casas.

Datos históricos y encuadre

Cuando María Luz tenía alrededor de 8 o 9 años murió su abuelo paterno atragantado por un pedazo de queso. Tenía
setenta y pico de años. A los quince días la abuela paterna se cae en la bañera como consecuencia de un derrame y
muere. María Luz estaba en Mar de Ajó (un pueblo costero de la provincia de Buenos Aires) y se volvió con su familia y
“llegó tarde” pues su abuela ya había muerto. Sus abuelos maternos viven aún en su propia casa. Su abuelo materno es
testigo de Jehová por esta razón no quiere que le festejen sus cumpleaños. El tratamiento de esta familia fue llevado a
cabo durante 23 entrevistas. En encuadre utilizado fue flotante, combinando sesiones familiares con entrevistas de
padres. El horario se cumplió obsesivamente y ellos se irritaban con la terapeuta si se retrasaba algunos minutos. De las
veintitrés sesiones: cinco concurrió sólo la pareja parental; doce algunos miembros de la familia; Víctor y Élida asistían
siempre; Lucía una sola vez; María Luz participaba cada vez que lograba despertarse.

MADRE (JAVIERA): Quiero almacenar el pasado (se le quiebra la voz), en mi balcón están la enceradora, la aspiradora,
claro, todo el fardo es para mí...
PADRE (SILVIO): No se van a usar.
[Y vuelven a discutir arrojándose reproches cada uno continúa su propio discurso sin escuchar lo que el otro dice. Los
dos hijos presentes continúan en silencio].
JAVIERA: ¡¡En mi casa!! ¡¡Yo quiero mi casa! Tengo fotos, trapitos, hilos... lo que sí se tuvo que haber hecho es un
entrepiso cuando hubo el dinero pero se fue... ésa era la idea.
SILVIO: Lo que ella se propone hacer, se hace, como lo del calefón.
JAVIERA: El dinero se esfumó, era tu dinero, de tus padres y lo usaste para otra cosa, hay valijas que nadie usa, bolsas
de dormir…
MARÍA LUZ: Ahora las usamos nosotras...
SILVIO: Es así, esa es la realidad.
TERAPEUTA: ¿Son muy retentivos?
JAVIERA: Como se dice: “guarda y siempre tendrás”.
SILVIO: Podés guardar cosas inútiles.
TERAPEUTA: Esto debe pasar en casa. ¿Qué puede pasar si entre todos lo ordenan?
VÍCTOR: ¡Que ya quede así! No me importa lo que dice mi mamá en parte es verdad. Hay cosas nuestras.
MARÍA LUZ: Hay cosas mías, ropa para la iglesia.
SILVIO: Llevála a la iglesia, ¿para qué la dejás ahí?
VÍCTOR: Vos no podés hablar, hay una mesita de luz en el medio que como era de tus padres no se toca. ¡Tus padres
están muertos!
TERAPEUTA: Bueno la generación que precede rinde tributo a los muertos, se han dedicado a sus familias, a sus padres.
Espere, Javiera, Víctor dijo algo importante: la casa es el depósito de recuerdos.
JAVIERA: El pasado tiene que estar vivo, integrado a mi vida, para mí es importante, el pasado soy yo ( se le quiebra su
voz y se le humedecen sus ojos).
TERAPEUTA: ¿De cuántas maneras puede estar vivo?
SILVIO: Para mí es de cómo uno se va comportando en la vida, uno está formado por lo que los precedieron.
TERAPEUTA: Se rinde tributo, es una deuda de vida que parece permanente y la deuda que se debe a sus hijos.
JAVIERA: Si uno tiene en claro quien es, uno es su pasado, es su identidad, tiene que saberlo ( (finalmente llora).
TERAPEUTA: Eso se llama transmisión, uno lo puede transmitir de muchas maneras, una es con el arcón de los
recuerdos.

En estas familias donde los vínculos se desdibujan nos parece que hay una indiferenciación generacional y de género.
Se produce un estado mental adolescente permanente, en el que los distintos planos temporales quedan soslayados
fundamentalmente porque los padres funcionan en ese estilo. En ellos el tiempo quedó detenido en cuanto a su imagen
corporal: visten a la moda hippie de los años 60 como un modo desconocer el devenir, el curso cronológico, el de la
llamada “realidad externa”. Ellos quieren vivir con un cuerpo adolescente a la manera de los hijos. En las familias con
vínculos narcisistas es muy difícil soportar el pasaje del tiempo. Estos padres no pueden cuidar a sus hijos pues han
quedado viscosamente fijados a sus ancestros. No pueden transformarlos en recuerdos, porque olvidarlos sería
abandonarlos y perder su identidad. Los necesitan siempre vivos: muertos-vivos.
El tiempo del narcisismo primario ha de dar lugar a un proceso identificante donde se da lugar a otras subjetividades.
La adolescencia de los hijos es lo ajeno en el vínculo con estos padres que no han renunciado a su tiempo adolescente,
permanecen en él: se eternizó, en su ilusión siempre van a ser jóvenes. El tiempo de la experiencia analítica no puede
reducirse sólo al pasado, desde la transferencia instaura un conjunto de pasajes presentes y venideros como vías
abiertas para el desarrollo de los pensamientos. Siguen en el lugar de hijos sin poder desplegar como padres. Sostienen
una simetría ilusoria por la que no pueden proteger, prever, contener en la comprensión sino que necesitan ser
reasegurados en sus deseos y sus proyectos personales desatendiendo lo familiar. Sin proponérselo conscientemente
desamparan a sus hijos en un supuesto “respeto” por sus libertades que encierra un desinterés narcisista por su
problemática. La función parental los excede y en esta supresión del tiempo familiar real y la distancia en la que se
ubican por su impotencia quizás paradójicamente sea el único canal a través del cual logran un cierto poder sobre los
hijos.
Viven en un departamento donde se acumulan los espacios en lugar de distribuirlos de acuerdo con la edad de los
hijos que duermen todos juntos. Es una metáfora de las vivencias detenidas que obturan la circulación de lo nuevo: las
experiencias de los jóvenes. Los padres están anclados en su deseo de ser aún adolescentes y obstaculizan el
crecimiento, viven incómodos, trabados sin poder disponer de sus recursos.

Viñeta clínica

TERAPEUTA: Falta María.


JAVIERA: No se quiso levantar. Ya se lo dije que así no se puede, no se puede maltratar a todo el mundo porque ella
está mal. Es difícil tenerle cariño a una coral, es agradable, llamativa para un inocente pero nos caga. Nuevamente yo
vengo por María, no por mí y ella está en la cama. A una yarará uno la quiere cuando no sabe lo que es, pero cuando
la conocés ya sabés.
CLAUDIO: ¡Es nuestra hija!
JAVIERA: ¡Es una jodida!

María Luz es vivida como una coral, una yarará. Es la serpiente, un símbolo polisémico: desde la tentación en el Paraíso
bíblico hasta la cualidad fálica (la coral es una serpiente pequeña para la que es muy difícil preparar un antídoto).
Probablemente sea la “hija más viva”, la que encarna fuertemente las pulsiones vitales. Desde siempre nos despierta
múltiples emociones. Es la que nos muestra con mayor claridad la situación de riesgo de esta familia: Los padres niegan
la sexualidad de sus hijos. Es lo ajeno que irrumpe sin lograr representación. La excluyen por su “peligrosidad”, y no les
procuran los cuidados necesarios de estos tiempos. Desconocen si sus hijos toman medidas preventivas en el ejercicio
de su sexualidad, de hecho María Luz no se protege de ningún modo. El autotuaje es un intento de su hija de lograr una
identificación ante este rechazo vivido en el vínculo de sus padres. Se procura una marca que la distinga en un marco
familiar atravesado por lo social donde el descontrol genera incertidumbre. Nos preguntamos entonces si el análisis
familiar no sería una vía para proporcionarles un espacio y un tiempo habitables.

Notas

1
Borges, Jorge Luis. El tiempo del Borges real. Buenos Aires, Emecé, 1979.
2
Deleuze, Gilles. La imagen-tiempo. Estudios sobre cine 2. Trad. Irene Agoff. Barcelona, Paidós, 1996, p. 138.
3
Le Pulichet, Sylvie. La obra del tiempo en psicoanálisis. Trad. Irene Agoff. Buenos Aires, Amorrortu, 1996. p 40.
4
Nejamkis, J. “El tiempo del inconsciente”. En Tiempo y Espacio, revista editada por la Asociación Psicoanalítica de Buenos Aires,
1991.
5
Zambrini, Adriana. El deseo nómade. Una clínica del acontecimiento desde Nietzsche. Deleuze, Guattari... Buenos Aires., Lugar
Editorial, 2000, p. 136.
6
Levinas, Emmanuel. El tiempo y el otro. Trad. José Luis Pardo Torío. Barcelona, Paidós, 1993, p. 121.
7
Eco, Umberto. La estructura ausente. Trad. Francisco Serra Cantarell. Barcelona, Lumen, 1999, p. 400.

Bibliografía
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Badiou, Alain. El ser y el acontecimiento. Trad. Raúl Cerdeiras. Alejandro Cerletti. Buenos Aires, Manantial, 1988.
Baremboim, Cecilia; Calvo, María Elena. “La temporalidad y la clínica vincular”. III Jornadas nacionales de familia de la AAPPG, junio,
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Berenstein, Isidoro. Familia y enfermedad mental. Buenos Aires, Paidós, 1987.
—— Psicoanálisis de la Estructura Familiar. Barcelona, Paidós, 1981.
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Bernard, Marcos. “Inconsciente y vínculo”. En la publicación arriba mencionada.
Bracchi, Liliana de Andino. “La disolución del vínculo conyugal”. Idem.
Deleuze, Gilles. La imagen-tiempo. Trad. Irene Agoff. Barcelona, Paidós Ibérica, 1996.
Derrida, Jacques. Dar (el) tiempo. 1. La moneda falsa. Trad. Cristina de Peretti. Barcelona, Paidós, 1995.
Freud, Sigmund. Lo inconsciente. Trad. José Luis Etcheverry. Obras completas, tomo XIV. Buenos Aires, Amorrortu, 1979.
—— Notas sobre la “pizarra mágica”, en la obra citada, tomo XIX.
Hornstein, Luis. “Diálogo con Piera Aulagnier” en Cuerpo, historia e interpretación. Buenos Aires, Paidós, 1994.
Jaeger, Werner. Paideia. Los ideales de la cultura griega . Trad. Joaquín Xirau y Wenceslao Roces. México, Fondo de Cultura
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Moscona, Sara Lydnia de. “De la in-posición a la imposición del lugar del analista de familia en las psicosis”. En Clínica familiar
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Prigogine, Ilya. El nacimiento del tiempo. Trad. Josep María Pons. Barcelona, Tusquets Editores. 3ª ed., 1998.
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