Sei sulla pagina 1di 7

La Encarnación en San Alberto Hurtado Carlos João Diogo

La Encarnación en Alberto Hurtado 1


1 Alberto Hurtado, apóstol de Cristo
Al empezar este trabajo hago plena y conscientemente mías las palabras de Mons. Manuel Larraín,
Obispo de Talca, su amigo de siempre, en las ceremonias fúnebres del P. Alberto Hurtado:
«¡Cuán difícil, por no decir imposible, es el encerrar en el estrecho marco de estas palabras la
múltiple y rica personalidad del Padre Alberto Hurtado!
¿Cómo vamos, siquiera a enumerar sus variadas obras, capaz de cada una de ellas de llenar la
vida de un hombre? ¿Y cómo vamos, pálidamente, a esbozar la hondura de su pensar, la
amplitud de su querer, la lucha de su perseverar y el heroísmo de su sufrir? Y, sobre todo,
¿quién podrá transmitir a las mezquinas palabras humanas el fuego devorador que alumbró
y consumió su vida?»2
Así me siento delante de una vida movida día y noche por responder a Cristo, por saciar su sed,
calmar su dolor en cada persona. Ese es su gran testimonio: el otro es Cristo. Cuando de su muerte
fueron varias las expresiones utilizadas: la visita de Dios a Chile, apóstol de Cristo, entre otras. Su
vida fue e sigue siendo un contagio de fe y esperanza muy fuerte. Su fe inamovible en la lucha por
la dignidad de los más pobres, su ardor apostólico, su acercamiento a los trabajadores.
Es para nosotros testimonio de que solo Cristo puede responder a las necesidades del hombre, y
que merece la pena invertir toda la vida en acercar a muchos a Él. Su alegría, principalmente en los
momentos más difíciles, de dolor o dificultad, eran signo de que su esperanza estaba en Otro y que
en Él tenía puesta su mirada. Hacia Él se orientaba toda su vida.

2 Biografía3
Alberto Hurtado Cruchaga nació en Chile, en la ciudad de Viña del Mar el 22 de Enero de 1901, en
una familia muy cristiana y unida. Cuando sólo tenía 4 años murió su
padre, quedando su madre Anita, sola a cargo de su cuidado y al de
su hermano Miguel.
En 1909 entró al Colegio San Ignacio, donde se distinguió por ser
buen compañero, alegre, comunicativo y muy piadoso.
Con gran generosidad ocupaba su tiempo libre en visitar y ayudar a
los más necesitados. Terminado el colegio estudió leyes en la
Universidad Católica, trabajando al mismo tiempo para ayudar a su
madre, pero su vocación era otra: ser sacerdote. Largas horas
rezaba para poder realizarla y Dios oyó su oración, su madre recibió

1
Los textos que utilizamos son escritos suyos sacados de la página web del Centro de Estudios y Documentación «Padre
Hurtado», de la Pontificia Universidad Católica de Chile: http://www.puc.cl/hurtado/home_1004.htm.
2
De la página web de la Fundación Padre Hurtado: http://www.padrealbertohurtado.cl/.
3
Reproducción prácticamente integral de la biografía que está en la página web del Hogar de Cristo:
http://www.hogardecristo.com/p_hurtado/vida.htm. Hemos añadido algo más recogido de la página del Centro de
Estudios.

Servidores del Evangelio de la Misericordia de Dios | Propedéutico | Dogma ~1~


La Encarnación en San Alberto Hurtado Carlos João Diogo

un dinero que se le adeudaba y con el cual podría vivir tranquila.


Cuando su hijo le comunicó su decisión de hacerse sacerdote Jesuita, ella aceptó con alegría. Entró
entonces al noviciado y después de largos estudios y pruebas, fue ordenado sacerdote en 1933, en
Bélgica.
Regresó a Chile, donde se dedicó de lleno a sus alumnos del colegio, a los cuales no sólo enseñaba
sino que dirigía espiritualmente.
Fue un gran educador de juventudes.
Una noche fría y lluviosa, se le acerca «un pobre hombre con una amigdalitis aguda, tiritando, en
mangas de camisa, que no tenía dónde guarecerse». Su miseria lo estremece. Pocos días después,
el 16 de octubre, dando un retiro para señoras, en la Casa del Apostolado Popular, habla, sin
haberlo previsto, sobre la miseria que hay en Santiago y la necesidad de la caridad. Y así, nace la
idea de fundar el Hogar de Cristo. En mayo de 1945, el Arzobispo de Santiago, Mons. José María
Caro bendice la primera sede del Hogar de Cristo.
Con incansable amor, él salía en su camioneta verde a recoger a los pobres y a los niños para
llevarlos al Hogar a tomar leche caliente y dormir en una verdadera cama... En cada necesitado veía
a Cristo sufriente.
Más tarde fundaría talleres para darles educación y capacitarlos en un trabajo digno. Entre sus
muchas actividades también están sus publicaciones y conferencias sobre el sacerdocio, los
problemas de la adolescencia, el catolicismo, la educación y el orden social, fue, además fundador
de la Revista Mensaje y de las Acción Sindical Chilena.
Un día cayó enfermo de cáncer, hospitalizado y con muchos dolores, nunca se quejó. Aceptaba la
voluntad de Dios y repetía: "Contento, Señor, Contento".
El 18 de Agosto de 1952 el Señor se lo llevó junto a Él. Sus restos mortales se encuentran en el
Santuario a su memoria ubicado en Av. General Velázquez 1090, Santiago de Chile. Para celebrar
este acontecimiento el parlamento chileno decretó asignar el día 18 de Agosto de cada año como el
día de la Solidaridad, en honor al beato Sacerdote.
Iniciado en Roma el proceso de beatificación, ésta se hizo realidad el día 16 de Octubre de 1994, en
la ciudad del Vaticano en que el Papa Juan Pablo II lo beatificó.
Posteriormente, el 23 de octubre del 2005, el recién investido papa Benedicto XVI, en compañía de
31 cardenales y de centenares de obispos y sacerdotes, hizo realidad el sueño de muchos chilenos.
Alberto Hurtado Cruchaga fue declarado santo.
Con la Canonización del Fundador del Hogar de Cristo, culminó una etapa que llevaba años en
proceso, sin embargo aún tenemos una tarea inmensa por delante, y es hacer realidad el legado del
hoy San Alberto Hurtado.

3 Como comprende la encarnación


Lo que podemos concluir de sus escritos es que San Alberto Hurtado tiene una comprensión de la
encarnación en la que reconoce en Cristo, a la vez, un hombre y Dios. Por toda su vida y su obra es
bastante clara la dimensión humana de Cristo – en cuanto llamada a cada persona a ser otro Cristo
-, pero también toda la dimensión divina, por el Cuerpo Místico de Cristo que lo hace presente en
cada persona y situación.

Servidores del Evangelio de la Misericordia de Dios | Propedéutico | Dogma ~2~


La Encarnación en San Alberto Hurtado Carlos João Diogo

«La encarnación histórica necesariamente restringió a Cristo y su vida divino–humana a un


cuadro limitado por el tiempo y el espacio. La encarnación mística, que es el cuerpo de Cristo,
la Iglesia, quita esa restricción y la amplía a todos los tiempos y espacios donde hay un
bautizado. La vida divina aparece en todo el mundo. El Cristo histórico fue judío vivió en
Palestina, en tiempo del Imperio Romano. El Cristo místico es chileno del siglo XX, alemán,
francés y africano... Es profesor y comerciante, es ingeniero, abogado y obrero, preso y
monarca... (…) Y que aspira siempre a esto: a hacer lo que hace, como Cristo lo haría en su
lugar. A enseñar la ingeniería, como Cristo la enseñaría, el derecho..., a hacer una operación
con la delicadeza de Cristo..., a tratar a sus alumnos con la fuerza suave, amorosa y
respetuosa de Cristo, a interesarse por ellos como Cristo se interesaría si estuviese en su lugar.
A viajar como viajaría Cristo, a orar como oraría Cristo, a conducirse en política, en
economía, en su vida de hogar como se conduciría Cristo.»
Todo en Alberto Hurtado se centra en el apostolado, la manera como expresa la fe, de cómo
entiende la vida, la manera como predica, lo que hace, siempre buscando la mejor y más eficaz
manera de que Cristo sea conocido, de que Él pueda llegar a todos los corazones. Por eso, cuando
expresa algo, no parece, que detrás siempre tiene esa intención: anunciar a Cristo. Es un hombre
muy apostólico y el anuncio del Evangelio ciñe toda su vida.
Alberto Hurtado centra en el misterio pascual el gran momento de la encarnación, donde Dios se
revela y donde el hombre encuentra su sentido y su salvación. Toda santidad viene de la cruz, de la
entrega hasta el final de Cristo. No hay otra fuente. De hecho él no comprende el camino de
santidad sin la cruz, como la cumbre de ese camino.
«Un alma permanece superficial mientras no ha sufrido. (…) La auténtica santidad se
consuma en la cruz.»
De ahí nace lo que él considera ser la intención de la encarnación: «la redención de la humanidad.
Y esta redención se hizo en forma concreta de un sacrificio. Toda la vida del Cristo histórico es un
sacrificio y una preparación a la culminación de ese sacrificio por su inmolación cruenta en el
Calvario». La encarnación es el sacrificio de Cristo que redime a la humanidad.
Alberto Hurtado expresa también cuales son los caminos que Cristo opta para hacer real
redimirnos. Estos caminos lo expresa reconociendo que su misma misión no es otra que la de
Cristo, que es él el enviado para seguir la obra que Cristo ha empezado en los corazones. Ahí
podemos reconocer lo que entiende él de la entrega de Cristo, de por qué caminos vivió su
encarnación. Indicamos algunas.
La entrega total del ser: « ¿A qué paso caminar? (…) hay que darse sin medirse, (…) para
suprimir en la medida de lo posible las causas del dolor humano. Se trabaja casi al límite
de sus fuerzas, pero se encuentra, en la totalidad de su donación y en la intensidad de su
esfuerzo, una energía como inagotable. Los que se dan a medias están pronto gastados,
cualquier esfuerzo los cansa. Los que se han dado del todo, se mantienen en la línea bajo el
impulso de su vitalidad profunda.»
Confianza en la providencia, que obra desde nuestra humanidad y nos cuida: [hablando de
la multiplicación de los peces] Yo... como esos peces (menos que esos panes) machucados,
quizás descompuestos; pero en manos de Cristo mi acción puede tener alcance divino. Mi
acción, y deseos pueden tener alcance divino y puedo cambiar la faz de la tierra. No lo
sabré, los peces tampoco lo supieron. Puedo mucho si estoy en Cristo; puedo mucho si
coopero con Cristo...»; «Darme sin contar, sin trampear, en plenitud, a Dios y a mis
hermanos, y Dios me tomará bajo su protección. Él me tomará y pasaré ileso en medio de
innumerables dificultades».

Servidores del Evangelio de la Misericordia de Dios | Propedéutico | Dogma ~3~


La Encarnación en San Alberto Hurtado Carlos João Diogo

La entrega hasta el final, pasando por el dolor: «Acuérdate: «se va lejos, después que se
está fatigado». La gran ascética es no ponerse a recoger flores en el camino. El
sufrimiento, la cruz es sobre todo permanecer en el combate que se ha comenzado a librar.
Esto es lo que más configura con Cristo. Hay quienes quieren desarrollarse pero sin dolor.
No han comprendido aun lo que es crecer... Quieren desarrollarse por el canto, por el
estudio, por el placer, y no por el hambre, la angustia, el fracaso y el duro esfuerzo de cada
día, ni por la impotencia aceptada, que nos enseña a unirnos al poder de Dios; ni por el
abandono de los propios planes, que nos hace encontrar los planes de Dios. El dolor es
bienhechor porque me enseña mis limitaciones, me purifica, me hace extenderme en la
cruz de Cristo, me obliga a volverme a Dios.»
Dios elige la humanidad: «Es imposible un santo si no es un hombre; no digo un genio, pero
un hombre completo dentro de sus propias dimensiones.»
Las persecuciones: «Algunos quizás te van a perseguir en nosotros, Señor. «Os perseguirán
creyendo hacer una ofrenda agradable a Dios...», porque no te conocen (cf. Jn 16,2). Nos
aguardan días difíciles, pero que no desaparezca el deseo de servirte en mis hermanos,
formándote un pueblo santo, negándome a mí por ellos... En beneficio de ellos te pido,
Señor, que no dejéis se calme en mí el hambre y sed de justicia, y que ponga más alto que el
nivel de mi egoísmo el deseo de formaros un pueblo Santo. Y para ello Dios mío, fundirme
contigo, ser uno contigo. Tú me enseñas el camino: el misterio del agua y del vino: Ser
como el agua del cáliz, que se pierde en ti.»
«Si padecéis persecución por la justicia, no os desalentéis, Él la padeció primero, Él murió
por dar testimonio de la verdad y del amor, pero tened confianza, Él es el vencedor del
mundo y vosotros venceréis si no os separáis de sus enseñanzas y de sus ejemplos.»
El amor al Padre: «por ser fiel al mensaje de su Padre, murió Jesús, y después de Él, por
confesar un Dios Uno y Trino cuyo Hijo ha habitado entre nosotros, han muerto millones
de mártires.»
Amar lo despreciable, lo que nadie quiere: «Tomar en primer lugar la miseria del pueblo.
Es la menos merecida, la más tenaz, la que más oprime, la más fatal. Y el pueblo no tiene a
nadie para que lo preserve, para que lo saque de su estado.»
La obediencia y búsqueda de la voluntad del Padre: «Todo el trabajo de la vida sabia
consiste en esto: En conocer la voluntad de mi Señor y Padre. (…) ¿Qué quieres Señor de
mí? Esta es mi gran misión, mayor que hacer milagros.»

4 Como encarna lo que ve en Cristo


Alberto Hurtado, como se puede ver en su biografía, desde muy temprano despierta a una
sensibilidad para los más pobres y necesitados, lo que es evidente en su actividad social aun en la
universidad. Pero el verdadero cambio en su vida y lo que le impulsará de ahí en adelante es el
encuentro con el pobre enfermo. En ese pobre el ve a Cristo mismo, un Cristo que vive en las calles
de su ciudad.
«Cristo vaga por nuestras calles en la persona de tantos pobres dolientes, enfermos,
desalojados de su mísero conventillo. Cristo, acurrucado bajo los puentes, en la persona de
tantos niños que no tienen a quién llamar padre, que carecen hace muchos años del beso de
madre sobre su frente... ¡Cristo no tiene hogar! ¿No queremos dárselo nosotros, los que
tenemos la dicha de tener hogar confortable, comida abundante, medios para educar y
asegurar el porvenir de los hijos? 'Lo que hagan al más pequeño de mis hermanos, me lo
hacen a Mí', ha dicho Jesús».

Servidores del Evangelio de la Misericordia de Dios | Propedéutico | Dogma ~4~


La Encarnación en San Alberto Hurtado Carlos João Diogo

De sus escritos nos resulta evidente que no se cansaba de decir que cada persona humana está
llamada a ser otro Cristo y que, a la vez, cada uno es ya Cristo y eso cambia completamente nuestro
amor hacia los demás: «la razón magnífica que eleva nuestro amor al prójimo a una altura nunca
sospechada por sistema humano alguno, es que nuestro prójimo es Cristo». Esta es su comprensión
fundamentalmente la encarnación: nosotros somos humanidad de añadidura de Cristo, podemos
llegar a ser Dios por participación con Él, en sus sufrimientos, en su entrega hasta el final. Para él es
evidente que Dios ha querido necesitar de nosotros para seguir encarnándose. Alberto Hurtado
comprende que la intención de la encarnación, desde el principio, es la transmisión de Cristo, de
quien es Dios, a los demás.
«El Ángel anuncia a María la noticia de Isabel, y María se levanta a ayudar al prójimo. Tan
pronto es concebido el Verbo de Dios, María se levanta, hace preparativos de viaje y se pone
en camino con gran prisa para ayudar al prójimo. María ha comprendido su actitud de
cristiana. Ella es la primera que fue incorporada a Cristo y comprende inmediatamente la
lección de la Encarnación: no es digno de la Madre de Dios aferrarse a las prerrogativas de su
maternidad para gozar la dulzura de la contemplación, sino que hay que comunicar a Cristo.
Su papel es el de comunicar a Jesús a los otros.»
Repite constantemente que «Nuestra imitación de Cristo consiste en vivir la vida de Cristo, en
tener esa actitud interior y exterior que en todo se conforma a la de Cristo, en hacer lo que Cristo
haría si estuviese en mi lugar». Es algo de fundamental para su fe y todo su apostolado
Está claro que esto no se hace por que uno quiera sino que es Dios que obrando en la persona, lo
permite. Lo primero necesario es asimilarse a Él por la gracia, que es la participación en la vida
divina. Es Dios quien hace en la persona esa obra de conformación con Cristo, de dejar que él nos
comunique sus mismos sentimientos.
En una meditación titulada “¿A quiénes amar?” Alberto Hurtado intenta expresar como comprende
el amor concreto a los hermanos, que de alguna manera revelan su comprensión del amor de Cristo
con su vida y con toda la humanidad:
«A todos mis hermanos de humanidad. Sufrir con sus fracasos, con sus miserias, con la
opresión de que son víctima. Alegrarme de sus alegrías. (...) Aquellos de quienes he recibido la
vida, quienes me han dado la luz y el pan. (…) en mi barrio, en mi colegio, en la Universidad
(...) Aquellos a quienes he combatido, a quienes he causado dolor, amargura, daño... A todos
aquellos a quienes he socorrido, ayudado, sacado de un apuro... Los que me han contrastado,
me han despreciado, me han hecho daño. (…) Encerrarlos en mi corazón, todos a la vez. Cada
uno en su sitio, porque, naturalmente, hay sitios diferentes en el corazón del hombre. Ser
plenamente consciente de mi inmenso tesoro».
En una reflexión sobre la eucaristía Alberto Hurtado expresa que la humanidad de Cristo sigue
presente en la Hostia, que es el mismo Cristo el que está presente delante de nosotros, su misma
carne y sangre: ha querido quedarse con nosotros para siempre, también corporalmente.
«El Cristo Eucarístico se identifica con el Cristo de la historia y el de la eternidad. No hay dos
Cristos sino uno solo. Nosotros poseemos en la Hostia al Cristo del sermón de la montaña, al
Cristo de la Magdalena, al que descansa junto al pozo de Jacob con la samaritana, al Cristo
del Tabor y de Getsemaní, al Cristo resucitado de entre los muertos y sentado a la diestra del
Padre. No es un Cristo el que posee la Iglesia de la tierra y otro el que contemplan los
bienaventurados en el cielo: ¡una sola Iglesia, un solo Cristo!»
De aquí le nace, como siempre, lo que tienen que ser nuestras vidas al encontrarnos con Cristo en
la eucaristía.

Servidores del Evangelio de la Misericordia de Dios | Propedéutico | Dogma ~5~


La Encarnación en San Alberto Hurtado Carlos João Diogo

«Esta maravillosa presencia de Cristo en medio de nosotros, debería revolucionar nuestra


vida. No tenemos nada que envidiar a los apóstoles y a los discípulos de Jesús que andaban
con Él en Judea y en Galilea. Todavía está aquí con nosotros. En cada ciudad, en cada pueblo,
en cada uno de nuestros templos; nos visita en nuestras casas, lo lleva el sacerdote sobre su
pecho, lo recibimos cada vez que nos acercamos al sacramento del Altar.»
Es este encuentro con Cristo vivo que lo lleva a amar a todos, en particular a los pobres, a los que
nadie quiere. A imagen de Cristo: el amor supone asumir lo que nadie quiere y dejarse afectar
profundamente por ello.
«Amar el bien que se encuentra en ellos, su simplicidad, su rudeza, su audacia, su fuerza, su
franqueza, sus cualidades de luchador, sus cualidades humanas, su alegría, la misión que
realizan ante sus familias... Amarlos hasta no poder soportar sus desgracias... (…) Su dolor
debe hacerme mal: la falta de higiene de sus casas, su alimentación deficiente, la falta de
educación de sus hijos, la tragedia de sus hijas: que todo lo que los disminuye, que me
desgarre a mí también. Amarlos para hacerlos vivir, para que la vida humana se desarrolle en
ellos, para que se abra su inteligencia y no queden retrasados. Que los errores anclados en su
corazón me pinchen continuamente. Que las mentiras o las ilusiones con que los embriagan,
me atormenten; que los periódicos materialistas con que los ilustran, me irriten; que sus
prejuicios me estimulen a mostrarles la verdad.»

5 El testimonio de su enfermedad y muerte


Son los últimos momentos de su vida que dan fuerza a todo lo que el P. Hurtado había predicado y
vivido: son, como él mismo había dicho, los momentos de mayor identificación con Cristo, con sus
padecimientos. Por eso él vive todos estos últimos momentos con una alegría que emocionaba a
todos los que tenía cerca. Hemos reunido algunos textos que expresan su vivencia de los últimos
días de su vida, en medio de dolores muy fuertes. Es de gran testimonio no solo como vive el
sufrimiento sino como identifica ese sufrimiento como el mayor amor del Padre para con su vida.
De la biografía, El Padre Hurtado Apóstol de Jesucristo, por el P. Álvaro Lavín s.j.
«…fue grande mi sorpresa, cuando recibí allí un llamado telefónico de la clínica, diciendo que
el Padre Hurtado me pedía fuese a hablarle. Dada su gran delicadeza de no molestar lo más
mínimo, esto era muy raro, por haberme separado de él unas pocas horas antes. Fui
inmediatamente: ¿Cuál era el motivo de este llamado urgente? Comunicarme lo que acababa
de saber.
Me recibió con estas palabras que jamás olvidaré: Me he ganado la lotería», me lo repitió y
después me añadió: Me he atrevido a molestarle por lo grande de la noticia, para que me
ayude a dar gracias a Dios», y como al desahogarse lleno de alegría, se llenasen de lágrimas
sus ojos, me añadía: Podré llorar por la emoción, pero, créame, Padre, estoy feliz, feliz.»

Las molestias y dolores se iban haciendo cada día mayores. En uno de los dolorosos vómitos,
(…) Sor Facundina, se daba vuelta para que el Padre no la viese llorar de emoción, al ver que
éste, pasado el vómito tuvo sólo un gesto, su sonrisa característica.
En los mayores dolores, repetía él la misma máxima que tanto aconsejaba y repetía en vida:
«Contento Señor Contento».
Del diario de enfermedad y muerte de Alberto Hurtado, Marta Holley de Benavente

Servidores del Evangelio de la Misericordia de Dios | Propedéutico | Dogma ~6~


La Encarnación en San Alberto Hurtado Carlos João Diogo

«Con su buena sonrisa, me tiene la mano y me dice: «Mire, Marta, ¿cómo no estar contento?
¿Cómo no estar agradecido con Dios? ¡Qué fino es él! Todas mis obras han prosperado; en
lugar de una muerte violenta me manda una larga enfermedad para que pueda prepararme;
no me da dolores (sic), me sostiene mi cabeza para que pueda arreglar tantos asuntos; me da
el gusto de ver a tantos amigos... Verdaderamente Dios ha sido para mí un Padre cariñoso, el
mejor de los Padres».
«17 de agosto. Es domingo. A las 6:30 estamos de nuevo en el hospital para asistir a la misa
del Padre. Me quedo afuera sabiendo que se siente muy mal, pero me hace entrar. Sí, es ahora
el fin. Que deshecho y qué pálido está. Es la última vez que lo veo, Ricardo antes de la misa le
ha dado oxígeno y le ha puesto inyecciones para que pueda tragar algo del desayuno. Me
toma la mano entre las suyas, me mira sonriendo mientras dice: “Que gusto de verla. Que Dios
siga bendiciéndola y santificándola”. Pasa unos segundos sin soltarme la mano. Luego me
mira sonriendo y me dice: “Que bueno es vivir, Marta”. - Padre, le contesto, la verdadera vida
va a comenzar ahora. “No, me dice, la vida eterna comienza aquí abajo. Esta es la vida eterna,
conocerte a Ti o Padre, y al que Tú enviaste, Jesucristo”. Pensaba yo en la vida material, en la
vida eterna, pero creo ahora que lo que el Padre quería decir era la vida divina que palpitaba
en él, uno con Cristo... Es el sentido de: “Que bueno es vivir Martita”.»
Encuentro al Padre más cansado y deshecho que el sábado pasado. La fuerza de la mirada no
es la misma y el brío está velado. Le pido perdón de molestarlo, pero el mismo desea poner los
puntos sobre las íes. (…) Pero hay que escribir con una visión de eternidad como si las
personas que van a dirigir la Fraternidad no supieran nada.
“Es el espíritu lo que, vale... No me gusta precisar. Hay tantas Órdenes religiosas, tantos
Institutos llenos de Bulas e indulgencias y reglas, y todo se viene abajo porque falta el
espíritu. Ponga en relieve el espíritu, la entrega sin vuelta a Cristo, el amor porque la caridad
es la plenitud de la ley, y el resto vendrá solo. (…) Créame solo insinúelo". ¿No creé Ud. Padre
que se necesitará un control?... “¿Control? -me contesta- no me gusta esa palabra. Aquí no se
trata de control sino de amor. No olvide nunca que no se puede ser dura con los otros. Si Dios
la obliga a dar 7, no obligue a los demás a dar lo mismo. Mire a Cristo, no se canse de
contemplarlo. Soy muy jesuita y una cosa he admirado siempre en San Ignacio es el de no
haber confundido nunca los medios como si fueran fines, ni los fines propuestos como medios.
Lo que escriba debe de ser una cosa tan sencilla, que si mañana llegara N.N. y le dijera: deseo
entrar a la Fraternidad, usted pudiera contestarle es solo esto: Una entrega total a Cristo,
pero no ponga cosas imposibles de realizar desde el primer día. Retenga, el espíritu es el
amor, y este amor profundo a Dios trae la pobreza, la castidad, la obediencia, la humildad, y
todo lo demás. Más tarde se podrá precisar, más si es necesario. (…) Veo mi obra, veo el Hogar
de Cristo, nació a pesar de mi bajeza porque Dios quiso servirse de mí. Nunca he tenido cosas
extraordinarias, sin embargo recuerdo un sueño que tuve antes de mi viaje a Europa. Veía al
Hogar de Cristo crecer en plenitud y madurez y no veía sotanas a su alrededor sino laicos:
hombres, mujeres, niñas, entregadas a la perfección y sosteniendo el Hogar. Desperté con una
gran paz y una inmensa alegría que duró mucho. En Europa busqué entonces lo que había
visto en mi sueño. Las Fraternidades que existían no eran lo que había soñado... Y ahora está
realizado.

Servidores del Evangelio de la Misericordia de Dios | Propedéutico | Dogma ~7~

Potrebbero piacerti anche