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Luis Ernesto Malaver Bogotá

Estudios Literarios

Universidad Nacional de Colombia-Sede Bogotá

Tendencias Recientes en la Narrativa Latinoamericana

2013-II

Análisis del cuento El Ojo Silva de Roberto Bolaño

Este cuento se presenta al principio de forma contundente con sus primeras líneas

por la fuerte alusión que hace a la violencia, tomando como partida el golpe militar

que terminó con la muerte del presidente chileno Salvador Allende y la llegada al

poder del dictador Augusto Pinochet en 1973. Pero de ahí en adelante la historia

no está del todo ligada al marco de la violencia presentado en su inicio, sino que

se aparta para dar espacio a los protagonistas y sus pensamientos, es decir, este

cuento no narra un hecho violento en sí, el autor no busca centrarse en el los

acontecimientos sino en las perspectivas de los personajes, como ellos actúan

frente a las situaciones violentas, y al parecer, no hay ningún fin didáctico, los

personajes no aprenden de lo que viven pues el cuento termina cuando la

anécdota llega a su fin, no se muestra algún cambio relevante, posiblemente

porque el autor no veía de forma positivista el hecho de que los exiliados de su

país tuvieran que enfrentarse a otra clase de problemas culturales, políticos y

económicos ya fuera de su nación.

Los sucesos son narrados en segunda persona por un interlocutor del que nunca

se nos da en nombre. Aunque en algunas ocasiones se presenta una primera


persona, cuando el narrador habla con el Ojo Silva y él le cuenta sus vivencias en

la India. “En algún momento, mientras el Ojo miraba la efigie del dios, aquellos que lo

acompañaban desaparecieron. Se quedó solo con una especie de puto de unos veinte

años que hablaba inglés. Y luego, tras unas palmadas, reapareció el niño. Yo estaba

llorando, o yo creía que estaba llorando, o el pobre puto creía que yo estaba llorando,

pero nada era verdad. Yo intentaba mantener una sonrisa en la cara (una cara que ya no

me pertenecía, una cara que se estaba alejando de mí como una hoja arrastrada por el

viento), pero en mi interior lo único que hacía era maquinar. No un plan, no una forma

vaga de justicia, sino una voluntad.” El narrador pasa a un segundo plano y Mauricio

Silva entra a contar su propia historia, porque en varios apartados se presenta a

este personaje de forma muy profunda y completa, incluyendo sus pensamientos,

sueños y sentimientos sobre lo que vivió. Se puede decir que es un texto

polifónico porque cambia de focalización y en él participan las voces de varios

narradores que dan sus interpretaciones personales de la historia.

Esto se presenta en mayor medida en la voz de Mauricio “el Ojo” Silva, pues sus

intervenciones son mucho más profundas y cargadas con un valor personal, muy

diferente al discurso del primer narrador, quién lleva el hilo de la historia, pues este

brinda imágenes del ambiente como si estuviera presente en la escena que Silva

describe (narrador omnisciente) pero aún alejado de la situación. Creo que el autor

utiliza esta técnica para mostrar una relación íntima entre ambos personajes y de

un modo implícito para demostrar la conexión que tienen los latinoamericanos

cuando los problemas les afectan directa o indirectamente independientemente de

la nacionalidad de cada uno.


Ahora, el relato cae en incongruencias porque el narrador interviene en él como

intermediador, ya que cuenta una historia que le contaron y que, el mismo afirma,

sucedió hace tiempo y porque él mismo contamina la veracidad de la narración

interrumpiendo el hilo de la historia e interponiendo preguntas que dejan ver la

poca claridad de los recuerdos. “Me dijo que durante algunos años había llevado con

¿pesar?, ¿discreción?, su inclinación sexual…”. El hecho de que haya un personaje

que sirva de intermediador en una historia hace dudar sobre la total subjetividad,

partiendo del hecho de que cuando se hace notoria la participación de un tercero

en un relato intuye la adición de ciertos detalles subjetivos en la narración original

dada por el protagonista de la historia “El olor, que al principio más bien lo molestaba,

terminó gustándole. Los chulos (no vio muchos) eran amables y trataban de comportarse

como chulos occidentales o tal vez (pero esto lo soñó después, en su habitación de hotel

con aire acondicionado) eran estos últimos quienes habían adoptado la gestualidad de los

chulos hindúes.” Detalles como el lenguaje, donde, si bien pudo ser diferente, el

leve cambio de palabras tergiversa el significado original y esto resulta en una

nueva presentación de la historia con tintes de pensamiento diferentes.

También que el personaje que sirve de relator se centra más en presentar al Ojo

Silva que a sí mismo, pretendiendo alejarse de la narración, solo menciona

detalles de su vida para contextualizar cierto paso de tiempo. “Pasaron los años.

Muchos años. Algunos amigos murieron. Yo me casé, tuve un hijo, publiqué algunos

libros.” Se podría proponer que aquella evasión de la vida personal, solo para

volcarse en la vida de Mauricio Silva, expresa la soledad que el narrador siente,

semejante al sentimiento que a lo largo del cuento se muestra en el Ojo Silva, que

se desarrolla y se presenta poco a poco, a la medida en que la narración avanza.


“…sin poder dejar de llorar por sus hijos muertos, por los niños castrados que él no había

conocido, por su juventud perdida, por todos los jóvenes que ya no eran jóvenes y por los

jóvenes que murieron jóvenes, por los que lucharon por Salvador Allende y por los que

tuvieron miedo de luchar por Salvador Allende…” El final, marcado por la sensibilidad

que distingue a Mauricio Silva y que enfrenta a la crudeza de la realidad,

desemboca en una crisis que demuestra el anclaje al pasado que él poseía y la

tranquilidad que buscaba y que le fue negada en su patria, mezclado con una

impotencia, semejante a la incapacidad que causan las constantes injusticias en

toda Latinoamérica y a la necesidad, no social ni política, sino individual de

aferrarse a algo para hacer frente a esta violencia degenerada con los años, tanto

como para volverse cotidiana, pero que en el interior de cada quién es necesaria.

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