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INSTITUCIÓN Departamento: Educación Religiosa

EDUCATIVA INEM Guía-Taller


JOSÉ FÉLIX DE Tema: El hombre, un ser religioso
RESTREPO Grado: Noveno Secciones: 1 a la 21.
MEDELLÍN ASIGNATURA: Educación Religiosa Escolar
Equipo de planeación responsable: Dora Mejía – Juan Carlos
Año: _______ Muriel Figueroa – Jimmy Parra Maturana
FECHA: Julio/Agosto de 2020
NOMBRE: ____________________________________________________. SECCIÓN: _____

Jóvenes de Grado Noveno en el desarrollo de esta Guía encontrarás lecturas,


actividades y preguntas que te invitamos a desarrollarlas con dedicación.

La Creación nos habla de la grandeza de Dios


Pensemos en la Vía Láctea: es la galaxia más cercana a la Tierra. Sin embargo,
está tan alejada que la luz tarda en llegar hasta nosotros 18400 años. Si trato de
descubrir desde la Vía Láctea el lugar que ocupa en el espacio inmenso el planeta
Tierra, América, Colombia, mi pueblo o ciudad, mi calle, la habitación donde leo…
Y, sin embargo, yo soy un tesoro irrepetible. La grandeza del universo nos revela
la grandeza de su creador.

La Creación nos habla de un Dios que es amor


El Dios que nos ama, nos cuida, nos guía y nos salva es quien nos ha creado y ha
creado todo lo que vemos a nuestro alrededor. Dios ha puesto todas las cosas
creadas al servicio del hombre y de la mujer, para que gocen de ellas, las cuiden y
las mejoren.

El amor de Dios es el origen de todas las cosas. La creación es el primer gesto de


amor a los hombres y mujeres. El creyente descubre en todo lo creado las manos
del creador: “Al ver el cielo, obra de tus dedos…” (Sal 8,4).

La religión en sus inicios.

En cualquiera de las manifestaciones de las culturas primitivas encontramos


indicios que demuestran una actitud religiosa en los primeros homínidos que
conocemos.
La fecundación, el nacimiento, la subsistencia, la muerte son las primeras
situaciones que provocan en el ser humano una actitud religiosa.

En el Neolítico se acentúa el sentido religioso y aparecen los primeros sacrificios


rituales. Desde entonces la religión ha evolucionado, y, aunque todavía hoy
podemos encontrar algunos pueblos con creencias ancestrales y prácticas rituales
primitivas, lo cierto es que la religión, sus creencias y celebraciones, se han
desarrollado mucho.

La actitud religiosa

En la base del sentimiento religioso está la admiración por Dios y la divinidad, y no


el temor o el deseo de utilizar a la divinidad en beneficio propio como ocurre con la
magia y la superstición. La magia pretende manejar a Dios en favor propio,
utilizando unos ritos determinados. La superstición se basa en el temor al mal que
pueda enviar esa fuerza.

La persona religiosa se siente llamada por la divinidad que le inspira confianza y


seguridad. Y esa seguridad le hace cada día más libre.

La persona religiosa acepta a Dios y se entrega a él de un modo libre y voluntario


como una forma de potenciar su vida.

La religión en la historia

En todas las civilizaciones que han existido en la historia de la humanidad la


religión ha ocupado un papel importante. Desde las religiones de Extremo Oriente
(hinduismo o budismo) o las desaparecidas religiones de los pueblos
precolombinos (incas, aztecas, mayas) hasta las religiones monoteístas (judaísmo,
cristianismo e islam), la religión siempre ha estado presente en la humanidad.

En los últimos siglos se ha producido un cambio importante en la valoración de la


religión, especialmente en la sociedad occidental: ya no es el centro de la vida
social y ha perdido influencia en la vida y las costumbres de las personas.

El sentimiento religioso

La religión no emana solo del impacto que producen determinados


acontecimientos de la vida, como el nacer o el morir, sino que arranca del interior
de la persona. La misma existencia provoca en el hombre y la mujer una serie de
preguntas cuya respuesta exige ir más allá de lo demostrable y que, en cierta
medida abre al misterio.

Con mayor o menor intensidad, la persona que se pregunta por el sentido de su


vida experimenta la necesidad de acudir a lo sobrenatural. Ese sentimiento, que
se hace especialmente presente en determinados momentos de la vida, es el que
pide iniciar una relación más estrecha e íntima con el absoluto.

Actividad.
1. Al terminar estas lecturas construye en ensayo de mínimo 20
renglones en donde involucre cada uno de esos pequeños títulos.

2. Realiza un infograma de los textos.

EL HOMBRE, ANIMAL RELIGIOSO

LA CONCIENCIA RELIGIOSA DEL HOMBRE Y LA MUJER

1. Lee bien el texto sobre la aparición de la conciencia religiosa en los seres


humanos y argumenta los contenidos de las casillas del cuadro que tienes
más abajo.

- ¿Por qué el ser humano siempre ha sido religioso? Intenta construir una
hipótesis.

 El Hombre primitivo, debido a la contemplación de la bóveda celeste, vive ya


una primera experiencia de lo sagrado. Es la primera etapa de la conciencia
religiosa del ser humano.

 Una segunda etapa aparece con la reflexión sobre la muerte que implica la
conciencia del misterio de la vida y de la supervivencia.

 La tercera etapa de la conciencia religiosa corresponde a la época del arte


rupestre franco-cantábrico. En este arte hay claros simbolismos religiosos:
referencias a los orígenes, al cosmos, al misterio de la vida. Con él aparece
la conciencia religiosa de una comunidad.
 La cuarta etapa de la formación de una conciencia religiosa en el hombre y la
mujer se sitúan a comienzos del Neolítico, cuando aparecen las primeras
figuras de la divinidad, generalmente en forma humana femenina. También
se manifiesta de manera visible la relación con la divinidad: personas en
posición orante, brazos y manos extendidos hacia el cielo.

 En una quinta etapa la personificación de lo divino en estatuas lleva a la


construcción de santuarios para propiciar el encuentro entre hombre y
dioses. Los templos se convierten en la morada divina en la tierra. Su
emplazamiento se convierte en lugar sagrado.

 La sexta etapa se puede situar con la aparición de las tres religiones


monoteístas. El hombre y la mujer descubren a un Dios único, un Ser
personal, espiritual y todopoderoso, creador del cosmos, de la vida y de los
seres humanos. Ese Dios exige la fe en él.

Características Características
1ª. etapa 4ª. etapa
2ª. etapa 5ª. etapa
3ª. etapa 6ª. etapa

Carlos Rubia es un científico, premio Nobel de física (1985). ¿Qué tipos de


explicación del mundo propone en este texto? ¿Deja abierta la puerta a la
existencia de un ser supremo? Explique

Cuando observamos la naturaleza, quedamos impresionados por su belleza, su


orden, su coherencia. Por un mecanismo puramente racional, al mirar por la
noche las estrellas uno siente que hay algo detrás. Cuando un profesional como
yo vuelve a estudiar el mismo fenómeno de forma más precisa, estos sentimientos
se acentúan extraordinariamente.

Para mí está claro que esto no puede ser consecuencia de la casualidad. No


puedo creer que todos estos fenómenos, que se unen como perfectos engranajes,
puedan ser el resultado de una fluctuación estadística o una combinación del azar.
Hay, evidentemente, algo o alguien haciendo las cosas como son. Vemos los
efectos de esa presencia, pero no la presencia misma.

Tomado del libro: Hablemos de Dios grado 9 de Javier Cortes – Samuel Forcada – Gaspar C.
La conciencia moral es esa voz interior que nos obliga a actuar de una forma y
también nos dice si son correctas o no nuestras acciones. Es la capacidad de
juzgar no solo nuestras acciones, sino también las de los demás, como buenas o
malas.

Los actos morales, como actos que son, están orientados hacia el exterior, la
realidad, el mundo, los demás. Pero, por ser morales, tienen un aspecto interno,
que es el que hace que sean valorables. No podemos olvidar que somos morales
porque sabemos que podemos elegir, porque sentimos que tenemos posibilidad
de seguir caminos diferentes en nuestra vida, porque nos damos cuenta de que
nuestras acciones tienen consecuencias. La conciencia de estas consecuencias
es la base del aspecto interno de la moral, en ella está el origen de la valoración
de nuestros actos, nuestros hábitos o nuestro modo de vida. Pero la conciencia
moral es también conciencia de la libertad, conciencia de que no todas las
posibilidades de elección son igualmente valiosas. Por eso es especialmente
importante planteamos qué es y cómo funciona. La misma palabra que usamos
para referirnos a ella ya nos da una pista: estar consciente significa darse cuenta
de lo que ocurre alrededor. La conciencia es una forma de conocimiento o de
percepción. La conciencia moral es con lo que nos damos cuenta de lo que vale,
de lo que merece la pena para la vida, de lo que es bueno – o bien, de lo que no
merece la pena, de lo malo, de lo que hay que evitar-.

El origen de la conciencia moral.

La consideración del origen de la conciencia moral puede ayudarnos a


comprender mejor su naturaleza y su funcionamiento. Acerca de este tema
también se han desarrollado distintas opiniones a lo largo de la historia.

En primer lugar, desde la creencia en lo sobrenatural, se ha considerado la


conciencia moral como una expresión de la ley divina. En el ámbito cristiano
medieval, por ejemplo, se consideraba que Dios ha dado la conciencia moral al ser
humano para que pueda reconocer la ley natural, que es el desarrollo de la ley de
Dios en este mundo.

Por otra parte, la conciencia es el punto de referencia de muchos otros temas


cruciales para la moral: pecado y conversión, estructura de la respuesta moral,
enfoque deontológico o teleológico. Es lo que explica la centralidad que le otorga
Veritatis Splendor al estudio de la conciencia, en su relación con la verdad, con la
ley moral, con la libertad, con la opción fundamental, con el acto moral.
Interesa aquí plantear la conciencia como la mediación personal de la salvación y
desde este punto de arranque, iluminar algunas de las dimensiones enunciadas.
Por razones de ordenación pedagógica, el tema lo analizaremos como un
entramado de relaciones que se grafican en el siguiente esquema:

DIOS PERSONA HUMANA relación creatural, religiosa

LLAMADO RESPUESTA relación dialógica

LEY MORAL CONCIENCIA MORAL relación de responsabilidad

DIMENSION DIMENSIÓN SUBJETIVA relación de autonomía –


OBJETIVA DE LA MORAL teónoma
DE LA MORAL

Este esquema será la base de reflexión y de él desprenderemos diversas


consideraciones que apunten al núcleo del tema. Conviene, sin embargo, hacer
una precisión muy importante que es necesario tener presente a lo largo de todo el
trabajo: la distinción entre las dos primeras columnas no es una oposición. Ello se
expresa en la tercera columna al hablarse de “relaciones”. Como procuraremos
argumentarlo, hay una dinámica de integración que explica internamente la
vinculación entre la dimensión subjetiva y la objetiva de la moral. En efecto, el
juicio de Dios sobre la conducta humana se hace desde la columna de la
conciencia moral, pero en el esfuerzo honesto, auténtico y sincero por aproximarla
a la ley moral, de modo que la respuesta se oriente hacia el llamado y la persona –
en definitiva- vuelva a Dios. La subjetividad no se entiende, entonces, en pugna
con la objetividad, sino que ambas dimensiones confluyen en una tensión
dialéctica de articulación integradora. Dicho en términos filosóficos modernos, se
trata de procurar una armonización kantiano-hegeliana. La presentación de
polaridades no puede hacerse a costa de la integración. Distinguimos para unir.

Reconocemos que plantear un esquema dual puede clarificar la explicación desde


una óptica pedagógica pero esa estructura de análisis no se hace cargo
suficientemente de la compleja relación entre Dios y el ser humano, la cual
procuraremos ir desvelando en las páginas siguientes. Dios, al hacerse hombre,
se hace cada uno de nosotros y llega a ser todo en todos. De algún modo –difícil
de expresar en términos humanos- Salvador y salvado se integran: Dios es íntimo
a cada uno de nosotros. La Trascendencia se hace inmanencia para que esta
vuelva a aquella.
DIOS PERSONA HUMANA

Dios crea por amor, crea desde el amor y para el amor. Es más, nos crea como
“la única criatura en la tierra a la que Dios ha amado por sí misma” (GS 24). Es lo
que permite decir al salmista: “Qué es el hombre para que te acuerdes de él… Lo
hiciste por inferior a los ángeles, lo coronaste de gloria y dignidad, le diste el
mando sobre las obras de tus manos, todo lo sometiste bajo sus pies” (Sal. 8, 5-7).

Desde nuestra perspectiva de análisis, es decir, el de la persona humana, se


establece, entonces, una relación creatural, religiosa, con Dios. Lo expresado nos
abre a una dimensión esencial de la conciencia humana que es necesario
desvelar, aunque ello parezca muy obvio: asumirnos como creaturas amadas por
Dios y no manipuladas heterónomamente por Él. Las consecuencias de esta
asunción serán determinantes en el papel de la conciencia como instancia
mediadora de la salvación personal. Seres creados por pura gratitud amorosa de
Dios para ser felices y en esa gratitud, descubierta por nuestra racionalidad,
encontrar la orientación de nuestra conciencia no como un absurdo sino como un
sentido: “Fecisti nos ad Te”, Domine, “et inquietum est cor nostrum, donec
requiescat in Te” .

Esta centralidad humanista permite a Juan Pablo II en Redemptor Hominis,


(El Redentor del Hombre) encíclica primera y portada de su pontificado, delinear
la tarea evangelizadora de la Iglesia, vinculando el camino de Jesucristo con el
camino del hombre: “Jesucristo es el camino principal de la Iglesia. Él mismo es
nuestro camino hacia la casa del Padre (San Juan. 14, 1 ss) y es también el
camino hacia cada hombre” (R, 13). Más adelante expresará: “El hombre en su
realidad singular (porque es personal) tiene una historia propia de su vida y sobre
todo una historia propia de su alma… El hombre en la plena verdad de su
existencia, de su ser personal y a la vez de su ser comunitario y social… este
hombre es el primer camino que la Iglesia debe reconocer en el cumplimiento de
su misión, él es el camino primero y fundamental de la Iglesia, camino trazado por
Jesucristo mismo, vía que inmutablemente conduce a través del misterio de la
Encarnación y de la Redención” (RH, 14).

Desde el punto de vista social, la ausencia de esta dimensión relacional hace que
el ser humano se vuelva en contra de los otros hombres. Es la tragedia del
humanismo no creatural que planteó ya hace muchos años Henri De Lubac. Es
verdad que la persona puede construir el mundo prescindiendo de Dios, pero, “al
fin y al cabo, sin Dios no puede menos que organizarlo contra el hombre. El
humanismo exclusivo es un humanismo inhumano”. Es lo que llevará a decir a
Pablo VI que “no hay, pues, más que un verdadero humanismo que se abre al
Absoluto, en el reconocimiento de una vocación, que da la idea verdadera de la
vida humana. Lejos de ser la norma última de los valores, el hombre no se realiza
a sí mismo si no es superándose”.

LEY MORAL CONCIENCIA MORAL

Entramos en el tercer “binomio” de relaciones que, en el fondo, es continuar


estudiando el tema anterior, aunque desde otro énfasis. En efecto, ese llamado
de Dios se encuentra expresado en lo que teología moral a nominado como la ley
moral natural, inscrita en el corazón del hombre y en la ley positiva divina
expresada en la Revelación. Es el mismo llamado solo que destacando luces
diferentes: razón y fe. No hay contradicción en estos dos caminos, aunque sí
aparecen fundamentos y motivaciones nuevas: la razón nos llama a ser solidarios,
justos, honrados, veraces. También nos lo dice la fe. En el primer caso, sin
embargo, podemos permanecer en una ética básica: “no hacer a los demás lo que
no quiero que me hagan a mí”. En el segundo caso, es posible abrirnos a una
motivación más honda: “hacer aquello que me dice la razón, pero viendo en el otro
a un hermano y que él y yo somos hijos de un mismo Padre”. Esta dimensión de
filialidad se descubre desde la fe, pasando el otro de compañero, colega o
ciudadano a “ser mi hermano”. Esta fraternidad con fundamento en la paternidad
común hará posible vivir una moral del máximo en la propuesta de Jesús en el
Sermón del Monte. (Las Bienaventuranzas Mateo 5).

Franz Böckle al referirse a la ley y conciencia moral introduce el término de norma


cognoscitiva objetiva de lo moral para nombrar a la primera y de norma
cognoscitiva subjetiva de lo moral para mencionar a la segunda. Esta expresión
normativa “desde fuera” y “desde adentro” nos habla de la estrecha relación entre
ambos términos, dándose una vinculación, para decirlo metafóricamente, como la
de “anillo al dedo”. Son realidades que “se piden” mutuamente y una se entiende
en función de la otra. “Si bien la ley es conforme a la naturaleza del hombre y en
cuanto ley de gracia está infundida en el alma, no deja de ser una llamada que se
dirige hacia el hombre “desde fuera”; es objetiva, esto es, está puesta enfrente de
la persona… Ahora bien, a esta llamada corresponde en el hombre un “órgano”
que recibe la llamada y conduce al hombre a la concreta acción moral. La
llamamos la norma subjetiva, esto es, totalmente propia del sujeto o conciencia”.
La ley moral señala el carácter de bondad o maldad de una acción en general, es
decir, su moralidad objetiva; la conciencia, en cambio, indica la moralidad de una
acción personal para el sujeto humano respectivo concreto, es decir, nos habla de
su moralidad subjetiva. La distinción que estamos introduciendo será fundamental
para entender el modo como se estructura la respuesta moral de la persona desde
su propia conciencia.

Aquí nos interesa principalmente la conciencia moral como capacidad de


respuesta de la propia persona al ofrecimiento divino expresado en la ley moral.
Sin embargo, no es fácil referirse a la primera sin tratar –aunque sea
someramente- algunos elementos del otro polo. Como veremos con mayor
profundidad a continuación, el mismo N° 16 de Gaudium et Spes, texto
fundamental del magisterio contemporáneo para referirse a la conciencia, presenta
en conjunto ambas realidades, siguiendo en esto la orientación que entrega el
texto clave de la Carta a los Romanos 2, 14-16.

La ley moral natural tiene una larga historia en el campo de la filosofía y la


teología, con acentuaciones, a veces, contrapuestas en su comprensión, lo que
repercutirá –a su vez- en la capacidad de respuesta desde la conciencia y en la
claridad con que se enuncian los juicios de opción moral personal.

En el capítulo II de Veritatis Splendor (El Esplendor de la Verdad) el primer tema


tratado es el de la relación entre libertad y ley moral. Allí Juan Pablo II sigue la
línea de Santo Tomás de la razón ordenadora para referirse a su contenido,
citándolo expresamente: “la ley natural… no es otra cosa que la luz de la
inteligencia infundida en nosotros por Dios. Gracias a ella conocemos lo
que debemos hacer y lo que se debe evitar. Dios ha donado esta luz y esta
ley en la creación”. El interés del Pontífice es evitar una concepción de
autonomía moral tan radicalizada para la libertad humana que esta pudiera
transformarse en una instancia creadora de los valores y de las normas morales,
gozando de primacía sobre la verdad, “hasta el punto que la verdad misma sería
considerada una creación de la libertad”. La preocupación por un extremo
subjetivismo en el campo de la elaboración moral – fenómeno típico de la cultura
contemporánea- que llega a desconocer la existencia de un orden moral objetivo
está muy presente en el pensamiento del Papa. Prevención semejante también
se dará en la relación conciencia-verdad, que es el segundo gran tema tratado en
el capítulo II del Esplendor de la Verdad.

Conviene, sin embargo, tener en cuenta lo expresado en cuanto al grado de


participación activa de la razón humana para llegar a clasificar los contenidos más
precisos de esta ley, justamente en búsqueda de la verdad. Esta no puede ser
entendida como una abstracción atemporal sino mediada por concreciones
históricas en el “aterrizaje” a una normatividad moral determinada.

Lo manifestado por Veritatis Splendor nos pone, sin embargo, ante un conflicto:
por evitar el subjetivismo de una moral que desconoce la verdad objetiva, se corre
el peligro de presentar al ser humano como un receptor pasivo que solo lee lo
escrito por Dios o solo escucha lo revelado por Él. Tal concepción pugna con un
necesario papel activo en que la persona crea valores, y en este proceso
encuentra a Dios. Es la dinámica de descubrir el misterio de Dios en la
inmanencia del ser humano, ya que Aquel no es un ser extraño ni ajeno al
hombre. Es quien lo “finaliza”. La expresión invenire tiene la riqueza del “inventar”
y del “encontrar”.

El N° 16 de Gaudium et Spes (Gozo y Esperanza), sin ser una presentación


técnica, es una apretada síntesis de los elementos fundamentales de la conciencia
moral: “En lo profundo de la conciencia, el hombre descubre una ley que él
no se da a sí mismo, pero a la cual debe obedecer, y cuya voz resuena,
cuando es necesario, en los oídos de su corazón, advirtiéndole que debe
amar y practicar el bien y que debe evitar el mal… Porque el hombre tiene
una ley inscrita por Dios en su corazón, en cuya obediencia consiste la
dignidad humana y por el cual será juzgado personalmente. La conciencia
es el núcleo más secreto y el sagrario del hombre, en el que éste se siente a
solas con Dios, cuya voz resuena en el recinto más íntimo”. Es la ratificación
de lo que expresábamos metafóricamente al comenzar la explicación del presente
binomio = relación de “anillo al dedo” entre ley y conciencia. En la obediencia a
esa ley, que resuena en el interior humano, radica la dignidad de la persona.
Luego descubre de manera hermosamente imaginativa que “la conciencia es el
núcleo más secreto y el sagrario del hombre, en el que está solo con Dios, cuya
voz resuena en lo más íntimo de ella”. Este sacrarium hominis (Sagrario del
Hombre) hace que la conciencia sea una realidad única e irrepetible donde el
hombre consigo mismo y con Dios tiene a solas sus citas. Por ello debe ser
respetada en su interioridad y en su intransferibilidad.

Querer forzar la apertura de este santuario es lesionar la dignidad humana. La


persona es digna porque posee una conciencia que está llamada a ser inviolable y
toda imposición heterónoma rebaja este nucleus secretissimus (Núcleo
secretísimo). En realidad, la conciencia no es una realidad hipostasiada al hombre
mismo. Es la misma persona mirada desde su interioridad. La Declaración
Dignitatis Humanae (Dignidad Humana) del Vaticano II proyecta esta inviolabilidad
de la propia conciencia a la libertad religiosa de modo que “en materia religiosa, ni
se obligue a nadie a actuar contra su conciencia, ni se le impida que actúe
conforme a ella… Declara, además, que el derecho a la libertad religiosa está
realmente fundado en la dignidad misma de la persona humana, tal como se
conoce por la palabra de Dios revelada y por la misma razón” (DH, # 2).
Es claro que el Concilio no entiende este actuar de la propia conciencia
desvinculado de la verdad, desde el momento que ella no se impone “nisi vi ipsius
veritatis, quae suaviter ac fortiter mentibus illabitur”.

Siguiendo finalmente la conciencia, creyentes y no creyentes se encuentran en la


búsqueda de la verdad y pueden valorar las normas objetivas de moralidad, en la
medida que todos obren con conciencia recta, camino ineludible para evitar el
subjetivismo moral. Es verdad que pueden darse situaciones de conciencia
errónea invencible, es decir, que la conciencia dictamine –de buena fe- algo
distinto del bien objetivo, “sin que por ello pierda su dignidad”, debiendo por tanto,
ser obedecida. Esta dignidad no se da, sin embargo, cuando la persona no le
interesa buscar el bien y la verdad, “et conscientia ex peccati consuetidine
paulatim fere obcaecatur”.

Todo el texto que brevemente hemos presentado y anotado trasunta, en sus


líneas fundamentales, un positivo optimismo ante la conciencia. Es la presencia
alfonsiana en la redacción de este número hasta el punto que para S. Alfonso la
conciencia es el elemento más valorado del organismo moral, la norma formalis de
la moralidad y la puerta de entrada al edificio de la teología moral. Este mismo
optimismo conciliar será el punto de partida para varias líneas de renovación que,
al profundizarse, se traducirán –en ocasiones- en enfoques desequilibrados. Es lo
que procura redimensionar Veritatis Splendor (El Esplendor de la Verdad) cuya
aproximación al mundo de la conciencia será mucho más cautelosa y menos
optimista. Un seguidor de San Alfonso expresará que el tratamiento de la
conciencia que hace el documento pontificio “no carece de tono polémico y su
metodología sigue utilizando la confrontación” aunque el planteamiento del tema
tiene un carácter más expositivo. Este contrapunto entre optimismo –renovación y
cautela- desafección es los que presentaremos a continuación.

La valoración de la conciencia hace surgir una moral de la persona. El criterio


fundamental para discernir la moralidad de un comportamiento en la ética cristiana
es su posibilidad de humanización. Una conducta será buena si personaliza y
mala si despersonaliza. Es claro que este criterio está en referencia o cómo el
Evangelio entiende esa humanización, es decir, no como un personalismo
horizontal que sería exclusivamente una promoción humana sino una
evangelización humanizadora que se resuelve en la divinización de la persona. La
inmanencia culmina en la trascendencia y construir un mundo más humano es
avanzar en el reinado de Dios. Este se hace hombre para que el hombre se
divinice. Desde estas perspectivas, el centro en la moral cristiana no es la ley sino
la persona en apertura de trascendencia. Lo absoluto de la ley puede valer para el
derecho (dura lex sed lex) pero no para la moral la cual es ofrecida por Cristo
como camino de humanización.

CIBERGRAFÍA:
https://scielo.conicyt.cl/scielo.php?script=sci arttext&pid=S0049-
34492001000100009

ACTIVIDAD

¿Cuáles serían las estrategias para desarrollar la conciencia moral?

¿Qué es la conciencia moral? Dar ejemplos

¿Estamos condenador a ser morales? Explique

¿Lo legal es siempre moralmente correcto? Argumente

¿Son los ateos unos inmorales? Argumente

¿La conducta moral se aprende o es innata? Argumente

¿Puede haber un desarrollo moral en los humanos? Explique

Explique esta frase “la diversidad moral debe ser eliminada”

Analiza, según el texto ¿Cuáles son las características fundamentales para un


seguimiento a la verdad?

¿Cuál es la finalidad de seguir la verdad moral?

¿En qué se basa la moral cristiana?

¿Por qué el ser humano siempre ha sido religioso?

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