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Consejo de Formación en Educación Curso de Historia de la Historiografía I

Instituto de Profesores Artigas Prof. Ma. Guadalupe López Filardo

Historiografía musulmana
(siglos XIII-XIV)

Mapamundi medieval de Al-Idrisi (804/1402)- 1936 A. E ms.

Contexto histórico

De acuerdo con lo que señala el historiador Rodríguez Manzano (1992), a principios del siglo
VIII la mayor parte de la Península Ibérica fue conquistada mediante la expansión islámica bajo
los califas Omeya. Las tropas del Musá Ibn Nushayr eran una especie de mezcla de árabes y
bereberes, pero la administración Omeya privilegiaba a los árabes y su cohesión duró hasta
principios del siglo XI, cuando se desintegró en pequeños reinos (o Taifas) gobernados por
militares en su mayoría bereberes.

A fines del siglo Yusuf Ibn Tashfin reconquistó la Península desde su territorio en el Norte de
África, instaurando su propia dinastía Almorávide. Sin embargo, la hégira duraría apenas hasta
principios del siglo IX debido a la gran fragmentación política que se produjo con el
surgimiento de los Almohades liderado por las fuerzas de Mahdi, quien se había declarado
descendiente de Mahoma, el bien guiado de Dios, prometiendo a su pueblo enderezar las
injusticias seculares y preparar el camino para el juicio final. El nombre Almohada constituía en
aquel entonces el centro de la teología monoteísta islámica y sus seguidores se consolidaron a
mediados del siglo XII, dado que cada grupo de conquistadores se posicionó como renovador
de la pureza religiosa frente a la dinastía en decadencia. A pesar de ello sus fuerzas también se
vieron debilitadas, sobre todo por rebeliones producidas en el Norte de África y las conquistas
cristianas en la Península. La derrota de Sevilla en 1284 puso fin a la hegemonía musulmana, y
Granada, considerada como el último bastión político del Al-Andalus, cayó en manos de la
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corriente Nazirí en Fez, el gobierno de los Marinies y Hafssíes en Túnez y los Fatimita en el
Cairo, quienes constantemente organizaban guerras santas contra Bagdad.

Características de la historiografía musulmana

Los orígenes de la producción escrita islámica, (tajarij), son en general confusos, debido a los
numerosos conflictos, tradiciones y asuntos de índole religiosa. A partir de mediados del siglo
VIII y de la segunda mitad del siglo IX, la historiografía musulmana se caracterizó por la
abundancia y variedad de temas, según las distintas escuelas y autores. Sanz (1985) señala que
“por su vinculación inicial con las disciplinas religiosas fundadas en la tradición y la revelación y
por su utilización como cantera de sabiduría política para los jóvenes príncipes, la
historiografía jugó un papel relevante en la vida musulmana” (p. 277).

El pensamiento histórico musulmán no será muy distinto del conocido en la antigüedad,


aunque su vínculo con las ideas religiosas fue lo que determinó que alcanzara mayor rigor
crítico que otras manifestaciones históricas primitivas. No obstante, la erudición profana
prevaleció hasta mediados del siglo XIII, caracterizada por las historias persas escritas en
árabe. Asimismo pueden encontrase formas analísticas del siglo IX procedentes de lugares
como Siria y crónicas del período de reconquista referidas a temas teológicos y literatura de
índole biográfica.

Su estilo universal se caracterizó por el empleo de distintos idiomas además del árabe, como
turco, persa y malayo. Las principales temáticas versaban sobre asuntos político-religiosos,
administrativos y sociales, actividades de carácter científico, estudios etnográficos, artísticos e
histórico-literarios. Predominaba a su vez el género monográfico, genealógico, la elaboración
de diccionarios biográficos e historias universales y locales. El cosmopolitismo llegó a distintos
lugares como Europa occidental y septentrional, el Lejano Oriente y África. Existió al mismo
tiempo, un marcado interés por la psicología humana, las relaciones con el entorno socio-
cultural y el vínculo con Dios.

Aportes y límites del conocimiento científico

A pesar que la historiografía musulmana se caracteriza por un marcado pensamiento


filosófico-racionalista basado en las ciencias naturales y el testimonio documental, sus
principales limitaciones se encuentran en la información histórica (jabar) sobre los hechos o
acontecimientos, tal como los trata el discurso o se presentan en un relato. El historiador parte
del estudio del relato, ya sea trasmitido en forma oral, escrita, o a través de un testigo ocular, y
su objetivo es validar dichas narraciones mediante la crítica de los testimonios y sus posibles
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causas de trasmisión, por lo que su tarea básica consiste en el acopio, clasificación y


organización de la información. El fundamento de la crítica histórica está basada en la
búsqueda de la verdad intrínseca que poseen dichos relatos, los cuales tienen supremacía
sobre el conocimiento de las leyes que rigen el curso de la historia. Por esta razón, el
historiador está obligado a respetar las fuentes que le llegan por tradición.

Cronología

Entre el sigo I y IV de la hégira, la cultura islámica acumuló un vasto saber respecto al tiempo,
el cual encuentra sus raíces en la tradición árabe anterior y se enriquece del conocimiento
persa, hindú, griego y egipcio, al mismo tiempo que se nutre del aporte náutico, geográfico y
astronómico. A partir del siglo II y hasta el VIII inclusive se produce una expansión progresiva
de datación caracterizada por la adopción de cuadros y esquemas, en los que se consignan
fechas y reglas al momento de plantear los hechos.

El contraste es manifiesto con la historia medieval occidental donde solo a partir del siglo XVI
se generaliza el sistema cronológico. Al parecer en el mundo musulmán existe un tiempo
estacionario que conduce al historiador a ordenar desde el exterior la sucesión de los
acontecimientos que se dan al contemplar la evolución de vastos conglomerados humanos
(árabes, bereberes, persas, griegos, latinos y bizantinos).

Periodización de la historiografía musulmana

En lo que respecta a la escritura islámica pueden reconocerse tres períodos. Un primer período
que abarca desde la hégira y culmina con la suma de Kitab- arrusl wa-I- muluk (historia de los
profetas y los reyes) de Al-Tabarí. En esta etapa surgen los primeros relatos que se cristalizan
en distintos géneros literarios: biografías de profetas y naciones anteriores al Islam, que
refieren al pasado de los árabes, genealogías y crónicas.

El segundo período, caracterizado por la aplicación de todas las tendencias a partir del siglo IV
de la hégira, la historiografía oficial se apoya en el archivo y el Estado provincial. La historia de
las ciudades será entonces un género de importancia cardinal, y a su vez se perfeccionan los
diccionarios biográficos relacionados con la vida religiosa e intelectual. Aparecen repertorios
de poetas y especialistas diversos, así como catálogos jurídico-religiosos. La tradición islámica
se implanta en distintas partes del imperio islámico.

El tercer y último período se inicia a mitad del siglo V de la hégira a raíz de la ruptura de las
transformaciones políticas de la época, donde el horizonte historiográfico se estrecha hasta
mediados del siglo VI en el Magreb.
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Principales representantes de la historiografía musulmana

Ibn Jarir al-Tabarí fue un historiador, jurista, político y erudito religioso considerado como el
fiel representante de la historiografía musulmana tradicional, cuyos anales han sido fuente de
inspiración para la historia medieval del mundo islámico y su celebridad pasa además, por su
tafsir o comentario acerca del Corán.

Abu Ya´fer Muhammad Ta’rihk al-Rosul wa-al-Muluk

(839-923) (c. 223-380)

Biografía

Al Tabarí nace en Amol (Provincia de Tabaristán), en el seno de una familia de origen persa.
Su trayectoria se inicia en el siglo I de la hégira y por más de treinta años recorre ciudades del
Medio Oriente para perfeccionar sus conocimientos acerca de la historia, la exégesis coránica,
la ética, la matemática y la medicina. Dotado de una memoria prodigiosa, aprende
rápidamente las enseñanzas del Corán. En el año 855, luego de recibir su primera educación
en ciencias religiosas en Amol, continúa sus estudios en Bagdad, y en el 857, luego de visitar
Basora, Wasit y Kufa, aprende de los famosos eruditos, y a su regreso a Bagdag estudia
derecho religioso, antes de establecer su propia doctrina jurídica.

En el 867, tras una recorrida por varias ciudades en Siria, realiza un viaje a Egipto, donde es
reconocida su dote erudita y donde tres años después, en el 870, defiende su doctrina legal
independiente. A partir de ese momento resuelve dedicarse a la enseñanza y la escritura de la
historia. Sin embargo, en un viaje a Tabaristán en el 903, la escuela hanbalita, que
predominaba en Bagdad, le retira el permiso para impartir clases al negarse a reconocer a su
fundador, Ibn Hanbal, como estudioso de la ley. Los hanbalitas lo acusarán de herejía en
puntos menores de su doctrina.
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Producción escrita

Entre sus numerosas obras, sobre todo las de orden religioso, resume el trabajo de las
generaciones anteriores de eruditos musulmanes. En su comentario sobre el Corán (884),
recoge las declaraciones de todos los exégetas antiguos sobre las circunstancias de la
promulgación de los versos coránicos. Su significado y sus propios comentarios están referidos
a interrogantes léxicos y gramaticales, e incluso en ocasiones, señala las implicancias
teológicas o jurídicas que favorecen la doctrina tradicionalista.

La Historia de los profetas y de los Reyes

Ta’rihk al-Rosul wa-al-Muluk fue escrita en Irán, durante el régimen del Ilkanato (1256-1353) y
consiste en un proyecto de historia universal que se inicia en el primer siglo de la hégira, con la
era de los profetas, los patriarcas y los primeros reyes, seguida de la historia de Sassan,
Mahoma y la del Islam. La obra, que culminara en el 915 viene a ser una sistematización en
cadena de toda la información, de modo de brindarle una forma más amplia a su proyecto.

Metodología

La obra está organizada de forma analítica, mediante el acopio y empleo de fuentes, acorde a
cada hecho en particular, a fin de reproducir producciones antiguas mediante una crítica más
minuciosa y rigurosa de orden cronológico que incluye un extenso encomio a Dios y su poder.
La crónica relata, anualmente, la historia del mundo musulmán durante los tres primeros siglos
de la hégira, la que será continuada por autores posteriores. Su presentación del período
preislámico dará lugar a adaptaciones y versiones resumidas, y en su forma integral será
retomada en nuevas sumas.

En la conclusión del prefacio, señala: “hemos transcrito en este trabajo la historia del mundo,
todo lo que se dice acerca de los astrónomos y lo que se dice acerca de los zoroastrianos,
cristianos y judíos”. En la tercera sección glorifica el poder creador de Dios y cita numerosos
versículos del Corán y oraciones árabes, ocupándose asimismo de las opiniones de diversos
científicos sobre la duración del mundo, desde el tiempo de Adán hasta el día de la
resurrección, calculada en función la teoría de Aristóteles y la de de Hipócrates, basada en
siete mil años.
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Ibn Jaldún

Abd-Ar-Rahman Kitab al-Ibar

1332-1406 (1374-1378)

La historiografía islámica tuvo su máxima expresión en el siglo XIV, con el historiador,


psicólogo, antropólogo, economista, filósofo y político tunecino de origen hispánico Ibn Jaldún,
definido por Lacoste (1971) como “un creyente ortodoxo, un místico y un gran pensador
racionalista” (p. 384). La importancia de Ibn Jaldún radica, fundamentalmente, en el método
historiográfico que utilizó y en su concepción acerca de la historia, que difería del tipo de la
que venía realizándose, no sólo en el mundo islámico sino también en el mundo cristiano,
llegando a sentar las bases de una historia científica que tendría continuidad siglos más tarde.

Biografía

Ibn Muhammad o Ibn Jaldún al Hadrami, nace en el seno de una familia de altos funcionarios
provenientes del África meridional y de sabios eruditos de origen yemenita andalúz, que
habían emigrado a España durante los primeros años de la conquista musulmana. Desde su
juventud recibe una educación religiosa-filosófica y científico-literaria. En la Universidad Ez
Zitouna en Túnez, estudia el Corán, la Sunna y el derecho islámico en su versión Maliki, en los
principales centros de Fez con los más destacados maestros del Magreb. A los diecisite años
sus padres mueren a raíz de la peste negra.

A parir de 1352 pasa diez años en Fez desempeñándose como secretario confidencial del
sultán Abu Salim (Cruz Hernández, 1996), interiorizándose con el mundo de la corte, el
funcionamiento del Estado y el estudio de las tribus árabes y bereberes. En 1372 colabora con
varias dinastías en el Magreb y en Al-Andalus, pero su activa participación política lo lleva a la
cárcel en dos oportunidades (Trabluse, 1977).

En 1375, con cuarenta y tres años y cansado de una agitada y azarosa existencia, se retira a
Granada para consagrarse a su labor científica en el Castillo de la remota Qalat Ibn Salama
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próximo a Frenda en Argelia. Es en este lugar donde redacta la primera versión de la al-
Muqaddimah (Prolegómenos), pero por falta de documentación, en 1379 debe regresar a
Túnez dedicándose a la enseñanza para culminar su Kitab-Al-Ibar, la historia de los bereberes o
Historia Universal. Sin embargo, la presión de los juristas conservadores determina su
alejamiento definitivo del Magreb y en 1384 viaja al Cairo, ciudad que define como “metrópoli
del mundo iluminada por los astros en la erudición”, ocupando cargos de jurisprudencia
malikita en la Universidad de Al-Azhar. Alrededor de 1400, conoce al turco-mongol Timur-I-
Lang (Tamerlán), el gran político y militar conquistador de Eurasia, recordado como el último
líder del poder nómada y príncipe de la destrucción de Medio Oriente, que lo llevará a su corte
en Damasco y sobre quien dejará un extraordinario relato. En 1406 mure a su retorno al Cairo.

Concepción y sentido de la histórica

Parra Ibn Jaldún “la historia se caracteriza por el examen y la verificación de los hechos, la
precisa investigación de las causas y de los orígenes de las cosas existentes y el conocimiento
profundo del cómo y el porqué de los acontecimientos y sus conexiones (…) es, en cierto
sentido, una ciencia independiente, pues tiene, en primer lugar, un objeto especial, es Drier, la
civilización humana y la organización social, y, además, trata de varias cuestiones que sirven
para exponer sucesivamente los hechos que sobreviven en la civilización y las condicones que
los caracterizan” (I, p. 6 y 77).

Al-Muqaddimah o Prolegómenos

En su producción escrita se destaca su libro Kitab al-Ibar (Introducción a la historia universal)


que constituye un tratado de teoría y filosofía de la historia escrito a lo largo de cuatro años
entre 1374 y 1,378, aunque conocido tardíamente en Europa occidental.

Estructura

En rigor, la historia de los bereberes o historia universal, está compuesta en seis apartados
precedidos de un capítulo introductorio o prefacio donde el autor realiza una justificación de la
obra y presenta la estructura interna en cuanto a su organización. El primero de los seis libros
de los Prolegómenos, que constituye el tratado más importante, abarca tanto las
introducciones como el primer libro de los bereberes. En cuanto a su organización la denomina
aristotélica (Trabluse, 1977) aunque afirma que es original y comienza por hablar acerca de la
historia en general, su valor, para luego adentrarse en un “opúsculo” en el que describe los
errores más frecuentes de los historiadores y cómo evitarlos.
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El libro primero trata de la “sociedad histórica y los fenómenos que en ella se presentan” con
sus causas básicas, la ciencia y la economía. En el segundo se adelanta en el análisis de las
sociedades nómades; en el tercero, sobre dirigentes y dinastías políticas; y en el cuarto sobre
la civilización de las ciudades siguiendo un orden cronológico. El libro quinto es más bien
económico y su importancia radica en los mecanismos de decadencia que entrelazan la
economía con la demografía; y finalmente, el libro sexto describe las ciencias, su desarrollo y
los conocimientos fruto de la civilización urbana y prerrequisito para hacer buena historia,
pero que a menudo se pierde con las conquistas de las ciudades.

“He dividido mi obra en tres libros, precedidos de varios capítulos preliminares conteniendo
las consideraciones sobre la excelencia de la ciencia historia, el establecimiento de los
principios que deben servir de normas, y una apreciación acerca de los errores en que los
historiadores están expuestos a incurrir.
El primer libro trata de la sociedad humana, de su desenvolvimiento y las resultantes
características, tales como reinos, soberanías, artes, ciencias, medios de subsistencia, lucros
y riquezas; indicando asimismo las causas a la que estas instituciones deben su origen. El
segundo contiene la historia de los árabes, de sus diversos pueblos y de sus dinastías, desde
la creación del mundo hasta nuestros días. Incluye también referencias a otros pueblos
persas, los israelitas, los coptos, los griegos, los turcos y los romanos. Y el tercer libro
encierra la historia de los bereberes y de sus parientes, los zanata, con indicaciones acerca
de su origen su distintas tribus o imperios que han fundado, particularmente en el Magreb.”
(Prefacio)

Propósito de la Historia universal

La idea de Ibn Jaldún es escribir una historia diferente a la escrita hasta entonces, por lo que su
proyecto como historiador, es hacer una síntesis de su tiempo que pueda servir de “modelo a
los historiadores futuros” y para eso formula una teoría de la sociedad como un paso previo a
toda escritura de la historia. Para lograrlo, según él mismo afirma, “he creado “un método
novedoso en el campo de la historiografía, inventando un sistema al respecto sorprendente, y
un procedimiento enteramente mío” (Libro I, p. 9). No aborda sin embargo, cuestiones de
método, aunque enuncia conceptos y objetivos realistas acerca de la veracidad histórica y del
modo de alcanzarla.

“Pero un método de demostración que no dejara lugar alguno a la dura. Al oír hablar de
algún acontecimiento en materia de civilización, sabremos si debemos aceptarlo o
rechazarlo y tendremos así una piedra de toque infalible, gracias a la cual los historiadores
podrán elegir con toda seguridad la vía de la vedad o la exactitud.” (Libro I, p. 10)
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Objeto de la historia

“La historia tiene por verdadero objeto hacernos comprender el estado social del hombre, es
decir, la civilización, y enseñarnos los fenómenos que se relacionen con ella naturalmente a
saber, la vida salvaje, el refinamiento de las costumbres, el espíritu de la familia y de tribu,
los diversos géneros de superioridad que los pueblos obtienen los unos sobre los otros y que
conducen al nacimiento de los imperios y de las dinastías, la distinción de las clases, las
ocupaciones a las cuales los hombres consagran sus trabajos y sus esfuerzos tales como las
profesiones lucrativas, los oficios que sirven para su manutención, la ciencia, las artes, en
fin, todos los cambios que la naturaleza de las cosas pueden obrar en el carácter de la
sociedad.” (Libro I, p .71)

Crítica a los historiadores

Ibn Jaldún inicia su obra formulando una crítica a los historiadores que le precedieron,
enumerando siete errores: i) apasionamiento por ciertas doctrinas, ii) exceso de confianza en
los testimonios de que se sirvieron, iii) ignorancia de los fines que perseguían los autores de los
grandes acontecimientos, iv) facilidad en creer, cada cual, que es él quien posee la verdad, v)
ignorancia de las relaciones que existen entre los sucesos y las circunstancias que a éstos
acompañan, vi) lisonja a las personas vivientes, y vii) desconocimiento de la naturaleza de las
cosas que nacen de la civilización.

“La mayor parte de los errores y equivocaciones de los historiadores y comentaristas provienen
de reseñar indiscriminadamente toda clase de relatos sin controlarlos por los principios
generales que a ellos se aplican sin compararlos con relatos análogos o hacerlos experimentar
la prueba de las reglas que proporcionan la filosofía y el conocimiento de la naturaleza de los
seres, en fin, sin someterlos a un examen atento a una crítica inteligente” (Libro I)

Tal como lo subraya Altamira (1948), al definir cada uno de estos errores Ibn Jaldún ya estaba
enunciando las reglas de su crítica histórica, aún cuando no profundiza en las explicaciones
relativas al tratamiento a dar a las fuentes históricas. Lacoste (1971) por su parte, señala que
entre Ibn Jaldún y los historiadores occidentales contemporáneos, existen algunas diferencias
de importancia.
a) Una de estas diferencias está referida al uso del lenguaje y al empleo de la imaginación.
Ibn Jaldún no utiliza la retórica y rechaza el lenguaje poético. Afirma que la historia “no
tiene nada en común con la retórica, que es una rama de la lógica, y que se limita al
empleo de discursos persuasivos, propios para inducir a las multitudes a una opinión o en
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contra de ella.” Por supuesto que también rechaza el empleo de la fantasía o de lo


imaginario. Al respecto Altamira (1948) dice que “para él, en general, todo lo que es
‘humanamente imposible’ debe rechazarse como fabuloso” (LibroI, p. 6).
b) La historia que plantea Ibn Jaldún, no persigue tampoco un propósito moralizante ni una
utilidad para el gobierno. “La ciencia que nos ocupa – dice – no ofrece otra ventaja que las
investigaciones históricas”.
c) Otra diferencia entre Ibn Jaldún y los historiadores de la época radica en el hecho de que
su objetivo no es narrar los grandes acontecimientos o destacar el comportamiento
psicológico de los personajes prodigiosos (lo que constituye el aspecto externo de la
historia). Su objetivo prioritario son – como él mismo lo indica – “el examen y la
verificación de los hechos, la investigación atenta de las causas que los han producido, el
conocimiento profundo de la naturaleza de los acontecimientos y sus causas originales”
(Libro I, p. 6). Lo que se propone es relatar una historia que ha de tener, según dice, “por
verdadera finalidad hacernos conocer el estado social del hombre, en su dimensión
humana”, con lo cual las condiciones sociales y económicas de los pueblos pasan a tener
un claro protagonismo en su concepción de la historia.
Precisamente, la originalidad del pensamiento de Ibn Jaldún está en que se plantea una
serie de interrogantes (tal como lo harían los historiadores actuales) y procura encontrar
las respuestas en el análisis de las estructuras económicas, sociales y políticas (que en este
caso están referidas a África del Norte en esa época).
d) Otra característica importante en la concepción histórica de Ibn Jaldún se refiere al
permanente cambio que advierte en las sociedades, es decir, a la constante evolución que
se da a lo largo de su historia.

Preceptiva metodológica

Debido a su naturaleza empírica y por estar basada en un examen crítico ante cualquier
afirmación en donde es necesario formular interrogantes, establecer comparaciones o
contrastar las narraciones, rechaza la tradición indiscriminada y recomienda a los
historiadores:

“consultar las reglas proporcionadas por la experiencia. Los principios fundamentales de la


política, del arte gobernar, la verdadera naturaleza de las entidades, el carácter de los
acontecimientos , las diversidades que ofrecen las naciones, los países, la naturaleza geográfica
y las épocas en lo que se refiere a costumbres, usos, modalidades, conducta, opiniones,
sentimientos religiosos y todas las circunstancias que influyen en la sociedad humana y su
evolución.” (Libro I)
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Busca asimismo fuentes de error, admitiendo si son fruto de la ignorancia o de interpretación,


como la palabra y las costumbres que cambian con el tiempo. A veces las malas
interpretaciones se trasladan al presente, con consecuencias nocivas para quienes se dejan
atrapar por falsas esperanzas.

Función o utilidad de la historia

La historia ha cumplido distintas funciones a lo largo del tiempo y al hacer referencia a los
historiadores que le precedieron, de los que se preservan genealogías, Ibn Jaldún justifica su
proceder. Considera sin embargo, que los historiadores que imitan en su propia época, están
haciendo un trabajo inútil, pues la experiencia enseña que ese tiempo dura poco, es efímero,
“al surgir este curso, los historiadores han sido inducidos por ese espíritu de imitación, sin
advertir los propósitos que se habían propuesto sus antiguos colegas en adaptarlo” (Prefacio).
En su aspecto exterior la historia sirve para relatar los sucesos que han marcado el curso de
los siglos y de las dinastías y de los cuales han sido testigo las generaciones pasadas (Libro I, p.
11) y en su interior, “en el examen y comprobación de los hechos mediante la investigación de
las causas que los han producido, el conocimiento profundo de la manera como se han
sucedido los acontecimientos, y el de su origen” (Libro I, 4, p. 79).

La historia como ciencia

Para Ibn Jaldún, la historia es una ciencia filosófica, exacta y precisa por lo tanto separa a la
historia de los relatos literarios al considérala “una ciencia independiente, pues tiene, en primer
lugar, un objeto especial, es decir, la civilización humana y la organización social” y además,
consiste en un movimiento continuo, colectivo y orgánico, regido por leyes secretas pero
susceptibles de ser descubiertas. Por tanto, sólo el estudio del hombre y sus inmemorables
actividades pueden develar el curso de los acontecimientos históricos, de modo que su historia
sirva de guía práctica a los estudiosos.

En su obra utiliza un lenguaje técnico, alejándose de la retórica y el lenguaje poético. Asume


conscientemente que está escribiendo una historia distinta a la precedente, al afirmar que ha
creado un método novedoso en el campo de la historiografía e inventando un sistema
sorprendente, y es a partir de esa idea que aconseja a los futuros historiadores.

También subraya que la imparcialidad frente a las fuentes será mayor si no se asume
previamente una postura que impida discernir lo verídico de lo falso. Ello permite ser crítico de
las fuentes, no ignorando que detrás de las informaciones recibidas están los fines de las
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acciones de los hombres. Asimismo señala que no debe creerse que el historiador detenta la
verdad, ni buscar halagar a los grandes hombres. Por último, aconseja no cometer el error de
ignorar las causas profundas “inherentes a la naturaleza de la civilización”. El historiador debe
atender a los documentos y testimonios, de modo de no perder la unidad. De este modo
puede apreciarse cómo el análisis concreto del pasado tiene su correlato teórico, y es en este
plano de reflexión donde el autor incluye su aporte a la teoría de la historia.

Objetividad

“El medio para distinguir en una información lo verdadero de lo falso, es juzgando según la
posibilidad o imposibilidad del hecho, consiste en examinar la sociedad humana, es decir, la
civilización, en distinguir, entre las vicisitudes que la afectan, las que son inherentes a su
esencia y naturaleza y las que no son más que accidentes que no deben ser tenidos en
cuenta y en reconocer lo que no admite. Procediendo así, tendremos una regla para
distinguir lo verdadero de lo falso en las informaciones, y la veracidad de la mentira.” (Libro
I, p. 77)

Concepción histórica: teoría del desarrollo social

Ibn Jaldún formula una teoría de la sociedad como paso previo a toda escritura de la historia,
fundando de esta manera, su Muqaddimah. El centro de la misma se encuentra en el concepto
de umran que designa, por un lado, el hecho y orden humano en general, donde los hombres
son libres, iguales y soberanos de la tierra como creaturas de Dios, diferenciándose por sus
condiciones de vida, que dependen a su vez de las condiciones geográficas y climáticas. Y por
otro, las manifestaciones humanas en contraste con la vida en las regiones montañosas o
desérticas.

En el umran distingue dos estados que son, al mismo tiempo, dos grandes etapas de la
evolución del hombre. A la badawa, fase agro pastoril, original, próxima a la naturaleza, que
solo aporta lo indispensable, sucede la hadara, fase urbana, compleja y generadora de lo
superfluo, que representa la realización del fin de la sociedad. El destino del umran es oscilar
según una ley inexorable, entre esos dos polos. En el muk (poder) ve el elemento fundamental
de toda la dinámica social e histórica. Por constituir la fuente de mayor prestigio, hacia él
tienden la voluntad y el deseo de los hombres, y en torno a él se movilizan. Precario por
naturaleza, pasa de un grupo a otro y de una nación a otra. Su función de distribución del
excedente económico y de estructuración social lo convierte en motor del paso de la badawa a
la hadara.
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Las condicionantes materiales y culturales

La base material – el ámbito geográfico y la forma de producir – cumplen un papel


fundamental para explicar las características de un pueblo "Los habitantes de las regiones
donde se vive en el bienestar y que abundan en productos agrícolas, en ganados, en
condimentos y en frutas, tienen, en general, la reputación de tener el espíritu pesado y el
cuerpo groseramente formado”. Ibn Jaldún compara la abundancia de los pueblos de la misma
raza, como los masamudas, los habitantes del Sur y los gomaras, que llevan una vida de
privaciones y se contentan con cebada por alimento, pero en lo que respecta a la inteligencia y
al cuerpo, éstos son muy superiores.

Este condicionamiento económico no es el determinante en última instancia y tampoco


considera al ser humano inmutable ni definido por sus rasgos psicológicos. Su foco está
ubicado en los elementos culturales y por lo tanto históricos, que son los más importantes en
la definición de las características de una civilización "el hombre es hijo de sus costumbres y de
sus usos, y no de su naturaleza ni de su temperamento".

Las contradicciones de clase se dan en su análisis pero son producto del proceso civilizatorio.
Las diferencias existen en la comunidad tribal pero quedan subordinadas a la unión filial de la
assabiyá, en tanto que en las ciudades al disolverse esa unión “las gentes de cada clase ejercen
autoridad sobre las de las clases inferiores y cada individuo de una clase determinada trata de
obtener de la clase inmediatamente superior a la suya una porción de autoridad más grande.
Aumenta seguidamente la autoridad adquirida, ejerciendo sobre sus subordinados una
influencia proporcionada a su poder. Así, el poder de que tratamos obra sobre las gentes según
la clase y el rango que ocupa el que lo ejerce. Cuanto mayor sea, más beneficios sacará."

¿Proceso cíclico de la historia?

Para Ibn Jaldún la historia es permanente cambio, aunque por detrás de est devenir se
produce un conjunto de permanencias que le permitirán generar una explicación de cómo los
imperios nacen, crecen, maduran y declinan. Si bien afirma que el pasado “se parece al futuro
más que una gota de agua a otra” (Libro I, p. 17), agrega que

La condición del mundo y de las naciones, sus costumbres y sectas no persisten en la misma
forma o en una manera constante. Existen diferencias según los tiempos, las ciudades, y de
la misma forma ocurre en relación con las regiones y los distritos, períodos y dinastías."
(Libro I, p. 56)
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La afirmación de un cambio y permanencia en el proceso histórico permite la posibilidad de


comparar hechos distantes que al mismo tiempo son semejantes y diferentes. El sentido
histórico ya no es circular o lineal sino que es concebido en forma de espiral.

Esto último es importante porque el proceso histórico está sujeto a leyes que pueden
descubrirse, de modo que

“quien conozca el cómo y el por qué de las cosas, podrá conocer bien la historia de los siglos
y de los pueblos que le han precedido, y será incluso capaz de prever los acontecimientos
que puedan surgir en el porvenir.” (Ibid.)

Hombre inserto en su época, Ibn Jaldún es también un “creyente convencido, que llenó su obra
con citas del Corán, participó en la reacción antirracionalista de su época y creyó en la
existencia de emisario enviados por Alá, en los milagros y la profecía, en la interpretación
sueños, la brujería y la magia y algunos principios de la estrategia” (Sanz p.248).

A partir de este análisis histórico desarrollará una teoría que intenta explicar el auge y
decadencia de las civilizaciones, y al hacerlo va a trascender a su época. En el centro de su
teoría de la sociedad se encuentra el concepto de umran (civilización), que designa el hecho
humano, el orden humano en general. Su destino es oscilar, según una ley inexorable, entre
dos polos.

En su teoría distingue tres tipos de cultura. Por un lado los nómades o seminómades que viven
precariamente, en pequeños grupos con lazos estrechos. Practican el pastoreo y para ellos los
camellos encarnan más claramente el prototipo nomádico que los pastores de ovejas. El viajar
en grupos reducidos hace que se conozcan íntimamente, creando un lazo de solidaridad y
confianza mutua, assabiyá, motor del ciclo histórico. Son casi por definición, analfabetos y si
bien practican costumbres ascéticas, solo algunos pocos aprenden con sutileza el arte de
gobernar con justicia Por otra lado está la civilización urbanizada, que vive del arte y la ciencia,
del estudio sutil de las sagradas escrituras, la música el comercia y la filosofía. Aquí también
viven la corrupción, el despotismo y la enajenación. La abundancia que les rodea acostumbra a
los ciudadanos a la guerra y los hace menos necesarios unos a otros, socavando su assabiyá,
pues son seres interdependientes, especializados en transacciones comerciales. Aquí los
campesinos carecen de independencia de los nómades y de la cultura de la ciudad, aunque no
por ello dejan de ser perspicaces al momento de cultivar e ir en búsqueda de mejores
garantías. La naturaleza de las condiciones del lazo que los une a la ciudad, es clave.
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El ciclo se inicia cuando entre los nómadas un caudillo logra cristalizar el assabiyá de su gente
en una voluntad de conquista; continúa con la dinastía que conduce la abundancia de la ciudad
y empieza a exigir mejores lujos. Sin embargo, con el crecimiento del Estado, surgen conflictos
internos, se pierde el assabiyá y se inicia la decadencia moral y religiosa, y los mecanismos
suficientes son de índole estructural, ninguna tribu, por más virtuosa que sea, logra retenerla.

Su análisis histórico está pues circunscripto al estudio de dos estados que son, al mismo
tiempo, dos grandes etapas de la evolución del hombre. La sociedad nómada o rural (original,
próxima a la naturaleza y que sólo aporta lo indispensable) y la sedentaria o urbana (compleja
y generadora de lo superfluo, que representa el fin y realización de la sociedad), y a través de
ellas estudia el proceso mediante el cual se desarrolla la assabiyá o espíritu de solidaridad, que
viene a ser la característica primordial de las sociedades nómadas. La evolución histórica de la
asabiyá, formada por dos elementos contradictorios, la igualdad tribal y la autoridad del jefe,
representa el eje central de la evolución histórica de las sociedades (nómada y sedentaria), y
de la formación, auge y decadencia de los estados e imperios.

Providencialidad

Dios es inmanente; uno sólo con su creación, y no una inteligencia elevada lejos de ella, por lo
que su intervención es a pequeña escala. Puede guiar a un individuo piadoso pero no salva
ninguna civilización por muy islámica sea, ni garantiza la rectitud de ninguna capital. Por lo
tanto, las consecuencias políticas son explosivas. Los marcos que la religión impone a su forma
de pensar lo limitan y también lo liberan. Esto significa que dios creó al hombre pero éste es
libre de decidir qué hacer. En tanto que la historia estudia los hechos concretos de los
hombres en sociedad, es un conocimiento que se puede investigar y descubrir.

Determinismo causal

Ibn Jaldún busca las causas profundas de los acontecimientos, las leyes que gobiernan los
cambios de las civilizaciones a través del tiempo. Al conocer estas leyes se puede predecir el
futuro, pues reitera que “el pasado y el futuro se parecen como dos gotas de agua” (Libro I, p.
17). Estas leyes operan indistintamente en todas las ciudades, en las estructuras políticas y
económicas semejantes (Trabluse, 977), exceptuando las que no se han estudiado. De esta
manera se declara ignorante sobre la política del Tibet, pero sobre el Occidente islámico
amplía sus declaraciones para abarcar el Oriente luego de que se conociera en su etapa
egipcia. El individuo conociendo estas leyes “será capaz incluso de preveer el futuro”, aunque
ello no implica que podrá afectar el desarrollo de la historia. El individuo “no tiene agencia
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sobre el curso de los eventos a lo sumo puede navegarlos para preservarse de sus peores
avatares”.

Por otra parte el fracaso de una civilización explica la concepción cíclica. El historiador puede
servir de puente entre los ciclos evitando que la caída inevitable extinga todos los frutos de
una civilización, y ayudar a que el espiral de la historia tienda hacia lo ascendente, evitando
errores, filtrando los escritos de otros historiadores y apoyándose en su propia experiencia
estableciendo varias leyes para su nueva ciencia. “Existen influencias recíprocas entre una
determinada organización social y los fundamentos materiales que la sustentan” (Trabluse,
1977).

Influencia en la historiografía posterior

Las teorías formuladas por Ibn Jaldún en su tiempo encontraron poca respuesta, pues la
historiografía islámica siguió otro curso y en su caso fue citado como un historiador más.
Posiblemente una de las razones por las cuales su trabajo no fue retomado se debió a su
complejidad o a que el tipo de historia no se ajustaba a las necesidades de otros tiempos. Sin
embargo, con el paso del tiempo, la influencia de sus enseñanzas fue acrecentándose, aunque
fuera del mundo islámico, y no se volverán a difundir hasta mediados del siglo XVII. En el XIX
sólo los turcos otomanos mostraron interés por su obra y más tarde en Europa se empezó a
descubrir en ella ideas occidentales y recientes. En el silgo XX autores como Toynbee lo
estudiaron exhaustivamente, y según lo destaca Lacoste (1977), con el planteo de su teoría
social, se reconoció el importante aporte realizado a la historia, pues representaba el primer
intento por crear una ciencia histórica de las sociedades, desvinculada de las ideas filosófico-
teológicas de la época.

En lo que respecta a la historia de la historiografía, Altamira (1948) concluye que “representa


un avance considerable que trajo al mundo, novedades e iniciativas que otros pueblos ni
conocieron ni practicaron” (p. 49). Los conceptos y las leyes que elaboró para el
funcionamiento de las sociedades árabe-bereber y la síntesis que presentó sobre numerosos
aspectos de la historia del Islam, siguen siendo indispensables para toda investigación
antropológica e histórica sobre la sociedad islámica, que como conjunto teórico riguroso y
coherente, constituye un acervo científico en permanente construcción.

Referencias

Altamira y Crevea, R. (1948). Proceso histórico de la historiografía universal. México: El Colegio


de México.
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Instituto de Profesores Artigas Prof. Ma. Guadalupe López Filardo

Cruz Hernández, M. (1996). Historia del Pensamiento en el mundo Islámico. Madrid: Alianza.
Lacoste, I. (1971). El nacimiento del Tercer Mundo: Ibn Jaldúm. Barcelona: Península
Manzano Rodríguez, M. A. (1992). Historia de las sociedades musulmanas en la Edad Media.
Madrid: Síntesis.
Sanz, V. (1985). La historiografía en sus textos. Desde sus orígenes hasta el Renacimiento.
Venezuela: Fondo Editorial de Humanidades y Educación.
Trabluse, E. (1977). Estudio Preliminar en Ibn Jaldún (1374-1378). Introducción a la Historia
Universal. México: Fondo de Cultura Económica.

Próximo tema: Historiografía del Renacimiento

Bibliografía

 Lefebvre, G. (1975). El nacimiento de la historiografía moderna. México: Roca.


Cap. 3 - Del Renacimiento al siglo XVIII [Repartido 18]
 Croce, B. (1953) teoría e historia de la historiografía, Buenos Aires: Imán.
Cap. 4 - La historiografía del Renacimiento [Repartido 22]
 Fueter, E (1953). Historia de la Historiografía Moderna I. Buenos Airea: Nova.
[Repartido 25]
 Romero, J.L (1986). Maquiavelo historiador. Buenos Aires: Siglo XXI (capítulos II y III)
[Repartido 23]

 Ficha de Trabajo sobre el Renacimiento: Maquiavelo y Guicciardini [Repartido 24]

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