Sei sulla pagina 1di 5

SEMINARIO MAYOR LOS SAGRADOS CORAZONES

SINTESIS DE TEOLOGIA DOGMATICA


FORMADOR: P. BERNABÉ ECHEVERRY SEMINARISTA: LUIS CARLOS RIVERA J.

TESIS 15: LOS SACRAMENTOS DE SERVICIO A LA COMUNIDAD: ORDEN Y


MATRIMONIO

1. Institución del Sacramento del Orden y Sucesión Apostólica

El Concilio de Trento definió como dogma de fe que el Sacramento del Orden es uno de los
siete sacramentos instituidos por Cristo. Los protestantes niegan este sacramento, para ellos
no hay diferencia entre sacerdotes y laicos.

Por la Sagrada Escritura, se conoce cómo Jesús escogió de manera muy especial a los Doce
Apóstoles (Cfr. Mc. 3, 13-15; Jn. 15, 16). Y es a ellos a quienes les otorga sus poderes de
perdonar los pecados (Mt 18,18; Jn 20,23), de administrar los demás sacramentos, de enseñar
y de renovar, de manera incruenta, el sacrificio de la Cruz hasta el final de los tiempos (Lc
20,19). Les concedió estos poderes con la finalidad de continuar su misión redentora y para
ello, Cristo les dio el mandato de transmitirlos a otros (Mt 28,19). Desde un principio así lo
hicieron, imponiendo las manos a algunos elegidos (Hch. 6,6), nombrando presbíteros y
obispos en las diferentes localidades para gobernar las iglesias locales.

En los relatos bíblicos sobre la admisión de alguna persona en la jerarquía eclesiástica,


aparecen claramente todas las notas de la noción de sacramento. Hch 6, 6 nos habla de la
institución de los diáconos según la interpretación tradicional: “Los cuales -los siete varones-
fueron presentados a los apóstoles, quienes, orando, les impusieron las manos.” En Hch 14,
22, se refiere la institución de los presbíteros: “Les constituyeron presbíteros en cada iglesia
por la imposición de las manos, orando y ayunando, y los encomendaron al Señor.”

Así pues, se ingresaba en la jerarquía eclesiástica por medio de una ceremonia sensible
consistente en la imposición de manos y la oración. Por medio de este rito externo se concedía
a los ordenandos poder espiritual y gracia interior. Cristo instituyó este sacramento como se
prueba por el hecho de que sólo Dios y el Dios-Hombre Jesucristo pueden establecer un
vínculo causal entre un rito externo y la concesión de la gracia interna.

2. Carácter, Naturaleza y Grados del Orden

Carácter: Este sacramento configura con Cristo mediante una gracia especial del Espíritu
Santo a fin de servir de instrumento de Cristo en favor de su Iglesia. Por la ordenación recibe la
capacidad de actuar como representante de Cristo, Cabeza de la Iglesia, en su triple función de
sacerdote, profeta y rey.

Como en el caso del Bautismo y de la Confirmación, esta participación en la misión de


Cristo es concedida de una vez para siempre. El sacramento del Orden confiere también
un carácter espiritual indeleble y no puede ser reiterado ni ser conferido para un tiempo
determinado [cf Concilio de Trento: DS 1767; LG 21.28.29; PO 2]. (CEC 15 81 - 1582).

Naturaleza: De hecho este es el sacramento por el cual unos hombres quedan constituidos
ministros sagrados, al ser marcados como ya se dijo con un carácter indeleble, y así son
consagrados y destinados a apacentar el pueblo de Dios según el grado de cada uno,
desempeñando en la persona de Cristo Cabeza, las funciones de “enseñar, gobernar y
santificar”. (CIC. 1008)

La Iglesia entera es un pueblo sacerdotal. Por el Bautismo, todos los fieles participan del
sacerdocio de Cristo. Ésta participación se llama "sacerdocio común de los fieles". A
partir de este sacerdocio y al servicio del mismo existe otra participación en la misión de
Cristo: la del ministerio conferido por el sacramento del Orden, cuya tarea es servir en
nombre y en la representación de Cristo-Cabeza en medio de la comunidad.
El sacerdocio ministerial difiere esencialmente del sacerdocio común de los fieles porque
confiere un poder sagrado para el servicio de los fieles. Los ministros ordenados ejercen
su servicio en el pueblo de Dios mediante la enseñanza (munus docendi), el culto divino
(munus liturgicum) y por el gobierno pastoral (munus regendi). (CEC 1591-1592).

Grados del Orden: El Sacramento del Orden consta de diversos grados y por ello se llama
orden. Desde los orígenes, el ministerio ordenado fue conferido y ejercido en tres grados: el de
los obispos, el de los presbíteros y el de los diáconos. Los ministerios conferidos por la
ordenación son insustituibles para la estructura orgánica de la Iglesia: sin el obispo, los
presbíteros y los diáconos no se puede hablar de Iglesia (cf. San Ignacio de Antioquía, Epistula
ad Trallianos 3,1). (CEC 1593)

 El obispo recibe la plenitud del sacramento del Orden que lo incorpora al Colegio
episcopal y hace de él la cabeza visible de la Iglesia particular que le es confiada. Los
obispos, en cuanto sucesores de los Apóstoles y miembros del Colegio, participan en la
responsabilidad apostólica y en la misión de toda la Iglesia bajo la autoridad del Papa,
sucesor de san Pedro. (CEC 1594).

 Los presbíteros están unidos a los obispos en la dignidad sacerdotal y al mismo tiempo
dependen de ellos en el ejercicio de sus funciones pastorales; son llamados a ser
cooperadores diligentes de los obispos; forman en torno a su obispo el presbiterio que
asume con él la responsabilidad de la Iglesia particular. Reciben del obispo el cuidado
de una comunidad parroquial o de una función eclesial determinada. (CEC 1595).

 Los diáconos son ministros ordenados para las tareas de servicio de la Iglesia; no
reciben el sacerdocio ministerial, pero la ordenación les confiere funciones importantes
en el ministerio de la palabra, del culto divino, del gobierno pastoral y del servicio de la
caridad, tareas que deben cumplir bajo la autoridad pastoral de su obispo. (CEC 1596).

3. Cuestiones Actuales

Sacerdocio ministerial para varones y no para mujeres

"Sólo el varón (vir) bautizado recibe válidamente la sagrada ordenación" (CIC can 1024). El
Señor Jesús eligió a hombres (viri) para formar el colegio de los doce Apóstoles (cf Mc 3,14-19;
Lc 6,12-16), y los Apóstoles hicieron lo mismo cuando eligieron a sus colaboradores (1 Tm 3,1-
13; 2 Tm 1,6; Tt 1,5-9) que les sucederían en su tarea (San Clemente Romano, Epistula ad
Corinthios 42,4; 44,3). El colegio de los obispos, con quienes los presbíteros están unidos en el
sacerdocio, hace presente y actualiza hasta el retorno de Cristo el colegio de los Doce. La
Iglesia se reconoce vinculada por esta decisión del Señor. Ésta es la razón por la que las
mujeres no reciben la ordenación (cf Juan Pablo II, Mulieris Dignitatem 26-27; Id., Carta ap.
Ordinatio sacerdotalis; Congregación para la Doctrina de la Fe decl. Inter insigniores). (CEC
1577).

La Homosexualidad y el Ministerio Ordenado

Desde el Concilio Vaticano II hasta hoy diversos documentos del Magisterio y especialmente el
Catecismo de la Iglesia Católica han confirmado la enseñanza de la Iglesia sobre la
homosexualidad. El Catecismo distingue entre los actos homosexuales y las tendencias
homosexuales.

Respecto a los actos enseña que en la Sagrada Escritura éstos son presentados como
pecados graves. La Tradición los ha considerado siempre intrínsecamente inmorales y
contrarios a la ley natural. Por tanto, no pueden aprobarse en ningún caso.

Por lo que se refiere a las tendencias homosexuales profundamente arraigadas, que se


encuentran en un cierto número de hombres y mujeres, son también éstas objetivamente
desordenadas y con frecuencia constituyen, también para ellos, una prueba. Tales
personas deben ser acogidas con respeto y delicadeza; respecto a ellas se evitará
cualquier estigma que indique una injusta discriminación. Ellas están llamadas a realizar
la voluntad de Dios en sus vidas y a unir al sacrificio de la cruz del Señor las dificultades
que puedan encontrar.

A la luz de tales enseñanzas este Dicasterio, de acuerdo con la Congregación para el Culto
Divino y la Disciplina de los Sacramentos, cree necesario afirmar con claridad que la Iglesia,
respetando profundamente a las personas en cuestión, no puede admitir al Seminario y a las
Órdenes Sagradas a quienes practican la homosexualidad, presentan tendencias
homosexuales profundamente arraigadas o sostienen la así llamada cultura gay. Dichas
personas se encuentran, efectivamente, en una situación que obstaculiza gravemente una
correcta relación con hombres y mujeres. De ningún modo pueden ignorarse las consecuencias
negativas que se pueden derivar de la Ordenación de personas con tendencias homosexuales
profundamente arraigadas.

Si se tratase, en cambio, de tendencias homosexuales que fuesen sólo la expresión de un


problema transitorio, como, por ejemplo, el de una adolescencia todavía no terminada, ésas
deberán ser claramente superadas al menos tres años antes de la Ordenación diaconal.
(Congregación para la Educación Católica: Instrucción sobre los criterios de discernimiento
vocacional en relación con las personas de tendencias homosexuales antes de su admisión al
seminario y a las órdenes sagradas.)

El Celibato

Enseña el catecismo en el numeral 1579: Todos los ministros ordenados de la Iglesia latina,
exceptuados los diáconos permanentes, son ordinariamente elegidos entre hombres creyentes
que viven como célibes y que tienen la voluntad de guardar el celibato "por el Reino de los
cielos" (Mt 19,12). Llamados a consagrarse totalmente al Señor y a sus "cosas" (cf 1 Co 7,32),
se entregan enteramente a Dios y a los hombres. El celibato es un signo de esta vida nueva al
servicio de la cual es consagrado el ministro de la Iglesia; aceptado con un corazón alegre,
anuncia de modo radiante el Reino de Dios (cf PO 16).

En su Encíclica “Sacerdotalis Caelibatus” su Santidad Pablo VI sobre el celibato sacerdotal


respecto a algunas objeciones frecuentes en la actualidad afirma:

La elección del celibato como donación, una vez obtenida la certeza moral de que la
madurez del candidato ofrece suficientes garantías, estará él en situación de poder
asumir la grave y suave obligación de la castidad sacerdotal, como donación total de sí
al Señor y a su Iglesia.

De esta manera, la obligación del celibato que la Iglesia vincula objetivamente a la


sagrada ordenación, la hace propia personalmente el mismo sujeto, bajo el influjo de la
gracia divina y con plena conciencia y libertad, y como es obvio, no sin el consejo
prudente y sabio de experimentados maestros del espíritu, aplicados no ya a imponer,
sino a hacer más consciente la grande y libre opción; y en aquel solemne momento, que
decidirá para siempre de toda su vida, el candidato sentirá no el peso de una imposición
desde fuera, sino la íntima alegría de una elección hecha por amor de Cristo. (No 72)

TEOLOGIA DEL SACRAMENTO DEL MATRIMONIO

Institución y Fundamento Bíblico

El Quinto Sacramento, el Matrimonio, es citado en Marcos 10,6-9: “Pero desde el comienzo de


la creación Él los hizo varón y hembra. Por eso dejará el hombre a su padre y a su Madre y los
dos se harán una sola carne. De manera que ya no son dos sino una sola carne. Pues bien, lo
que Dios unió, no lo separe el hombre". El matrimonio, como institución natural (officium
naturae), es de origen divino. Dios creó a los hombres varón y hembra (Gen 1, 27) y depositó
en la misma naturaleza humana el instinto de procreación. Dios bendijo a la primera pareja
humana y, por medio de una revelación especial, les manifestó su mandato de que se
multiplicasen: “Procread y multiplicaos, y henchid la tierra” (Gen 1, 28).
El Matrimonio en Cristo

El Nuevo Testamento muestra bien que Jesús confirmó esta institución que existía «desde el
principio» y que la sanó de sus defectos posteriores (Mc 10, 2 -12). Le devolvió así su total
dignidad y sus exigencias iniciales. Jesús santificó este estado de vida insertándolo en el
misterio de amor que lo une a él, como Redentor, con su Iglesia. Por esta razón han sido
confiadas a la Iglesia la conducción pastoral y la organización del matrimonio cristiano (cf. 1
Cor 7, 10-16).

Radicalismo Evangélico:

Fiel al radicalismo del Evangelio, la Iglesia no puede dirigirse a sus fieles con otro lenguaje que
el del apóstol Pablo: “A aquellos que están casados les mando, no yo, sino el Señor, que la
mujer no se separe de su marido —y si se separa de él, que no vuelva a casarse o que se
reconcilie con su marido— y que el marido no despida a su mujer” (1 Cor 7, 10-11). Sigue de
ahí que las nuevas uniones, después de un divorcio obtenido según la ley civil, no son ni
regulares ni legítimas.

El Sínodo de los Obispos ha confirmado la praxis de la Iglesia, fundada en la Sagrada Escritura


(cf. Mc 10,2-12), de no admitir a los sacramentos a los divorciados casados de nuevo, porque
su estado y su condición de vida contradicen objetivamente esa unión de amor entre Cristo y la
Iglesia que se significa y se actualiza en la Eucaristía. Sin embargo, los divorciados vueltos a
casar, a pesar de su situación, siguen perteneciendo a la Iglesia, que los sigue con especial
atención, con el deseo de que, dentro de lo posible, cultiven un estilo de vida cristiano mediante
la participación en la santa Misa, aunque sin comulgar, la escucha de la Palabra de Dios, la
Adoración eucarística, la oración, la participación en la vida comunitaria, el diálogo con un
sacerdote de confianza o un director espiritual, la entrega a obras de caridad, de penitencia, y
la tarea de educar a los hijos. (Sacramentum Caritatis No 29)

Fin y Propiedades del Matrimonio

El fin primario del matrimonio es la procreación y educación de la prole. El fin secundario es la


ayuda mutua y la satisfacción moralmente ordenada del apetito sexual (CIC 1013, § 1). El fin
primario está enunciado en Gen 1, 28; “Procread y multiplicaos, y henchid la tierra.” El fin
secundario está expresado en Gen 2, 18: “Voy a hacerle una ayuda semejante a él”, y en 1 Cor
7, 2: “A causa de la fornicación [es decir, para evitar el peligro de la fornicación], tenga cada
uno su mujer y cada una tenga su marido.”

Las propiedades esenciales del matrimonio son la unidad (monogamia) y la indisolubilidad (CIC
1013, § 2). Citando Gen 2, 24, dice el Salvador: “De manera que ya no son dos, sino una sola
carne. Por tanto, lo que Dios unió no lo separe el hombre” (Mt 19, 6). El casarse de nuevo
después de haber repudiado a la mujer lo considera Jesucristo como adulterio (Mt 19, 9).
Conforme a la doctrina de San Pablo, el matrimonio tiene un carácter estrictamente
monogámico (cf. Rom 7, 3; 1 Cor 7, 2, 10 s ; Ef 5, 32 s.)

BIBLIOGRAFIA
 Catecismo de la Iglesia Católica.
 Congregación para la Educación Católica: Instrucción sobre los criterios de
discernimiento vocacional en relación con las personas de tendencias homosexuales
antes de su admisión al seminario y a las órdenes sagradas
 Decreto Presbyterorum Ordinis
 Comisión Teológica Internacional: Doctrina Católica sobre el Matrimonio.
 Sacramentum Caritatis.
 Derecho Canónico

Potrebbero piacerti anche