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El 26 de diciembre del 2010 el gobierno Boliviano anunció la aprobación del Decreto Supremo 748,
que disponía una nivelación del precio de las gasolinas y del diesel boliviano al precio vigente en el
mercado internacional, lo que supuso un incremento de 57 a 83 por ciento en las tarifas
anteriores. Inmediatamente diversas organizaciones sociales expresaron su rechazo al aumento y
lo calificaron de “gasolinazo”, debido principalmente a sus repercusiones sobre los costos del
transporte y los alimentos.
El vicepresidente Boliviano, Alvaro García, sostuvo que la promulgación del Decreto se debió a que
cada año se destina gran cantidad de recursos públicos a la importación de combustibles y a
subvencionarlos para que lleguen a un costo barato al consumidor.
Lo que ocurre es que Bolivia –pese a que exporta mucho gas- no produce todo el combustible que
necesita para su consumo interno. De hecho, Bolivia tiene un consumo diario de 76 mil barriles
diarios de crudo aproximadamente, y en el 2010 la producción promedio diaria fue de 43,500
barriles de petróleo.
En respuesta, el Gobierno importa combustibles a precios altos del mercado internacional y los
coloca en el mercado interno a precios bajos, con un fuerte subsidio. Pero parte importante de
este subsidio termina beneficiando a los consumidores de Chile, Perú, Paraguay, Brasil y
Argentina, pues hay un intenso contrabando de este combustible barato hacia esos países.
Lo que ocurre es que de los 27 dólares que les paga YPFB matriz a las petroleras por cada barril de
petróleo, el 50 por ciento son para pagar impuestos y regalías. El otro 50 por ciento
(aproximadamente USD 13,6), se reparte de manera variable –de acuerdo a lo negociado en cada
contrato- entre la empresa vendedora y YPFB. Y sobre la parte de esos USD 13.6 por barril que le
toca, la empresa vendedora debe cubrir sus costos recuperables y generar sus utilidades, sobre las
que –como en cualquier otro negocio- paga impuestos. En la actualidad, los costos de producción
se encuentran alrededor de USD 2 por barril de petróleo, aunque en algunos casos han llegado a
USD 29.
Tomando en cuenta que los costos de producción del barril de petróleo varían significativamente
de campo a campo, entre 2 y 30 dólares por barril, se puede entender que el margen de ganancia
de las empresas operadoras (privadas o estatales extranjeras) es inexistente y, cuando existe, es
mucho menor del que obtendrían colocando ese mismo petróleo a 90 dólares el barril en el
mercado internacional.
De esta manera, el decreto contemplaba la subida de precios de los derivados de petróleo –como
la gasolina y el diesel- para evitar el contrabando de combustibles subsidiados por un lado; y por
otro, crear un Fondo de Incentivos a la Producción Petrolera, el cual serviría para fomentar la
exploración y el desarrollo de nuevos campos petroleros..
Mientras tanto, la petrolera estatal Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos (YPFB) prepara un
nuevo Plan de Exploración que permitirá la búsqueda de mayores reservas de crudo para
desarrollar la industria petrolera boliviana en potenciales campos ubicados en los departamentos
de Beni, Pando y La Paz, que por ahora son considerados zonas no tradicionales en Bolivia y aún
no cuentan con las facilidades necesarias para una adecuada producción de crudo como ser
caminos, servicios básicos, infraestructura, etc.
Esto es importante porque según la Cámara Boliviana de Hidrocarburos y Energía, los campos
petroleros tradicionales se encuentran en su etapa final de declinación y ante la falta de inversión
en exploración, se ha dado paso al uso de las reservas petroleras, las cuales también se han ido
agotando. Por tanto, existe una menor producción –se ha reducido cerca de 50% en los últimos
cinco años, según YPFB-, menores envíos para las refinerías y consecuentemente, menor
disponibilidad de productos derivados.
En efecto, si la nacionalización de los hidrocarburos significaba nuevas reglas para las petroleras
privadas y la presencia de la empresa estatal en toda la cadena productiva y de comercialización
de hidrocarburos -con participación privada sólo en la conformación de empresas mixtas o para la
prestación de servicios-, hoy las compañías exigen mejores condiciones para invertir en Bolivia, en
un escenario en el que paradójicamente el país ha profundizado su dependencia respecto de esas
mismas compañías operadoras transnacionales.
Por ahora la subvención a los combustibles continuará para evitar mayores protestas sociales y
queda pendiente definir el nuevo mecanismo – conjuntamente con sindicatos obreros,
campesinos e indígenas, que son la base de su gobierno- para nivelar o al menos acercar los
precios internos a los del mercado internacional, y así incentivar un mayor interés en exploración y
extracción por las empresas privadas.
El 5 de enero del 2011, el Presidente Ecuatoriano Rafael Correa decidió evaluar la eficiencia de los
subsidios estatales de gas y combustibles que destina el Gobierno Ecuatoriano a los sectores más
pobres del país, en el marco de un Plan de Optimización de subsidios que tiene previsto analizar el
impacto de este subsidio, que en el 2010 le costó al Estado USD 3 mil millones, y formular
alternativas de política al respecto.
Según Correa, la decisión de evaluar el impacto de los subsidios a los combustibles fue tomada
porque sectores sociales acomodados se estarían beneficiando de los mismos tanto o más que lo
pobres, dado que no hay manera de diferenciar entre pobres y ricos al momento de vender en el
mercado gas o gasolina subsidiada. La evaluación de los subsidios a los combustibles es un tema
sensible, ya que un ajuste de precios produciría una alteración en el valor de los servicios y los
alimentos y plantea siempre la posibilidad del rechazo social.
Ecuador es un país petrolero en el cual el crudo financia casi el 25% del presupuesto estatal; sin
embargo su producción no satisface la demanda nacional de hidrocarburos y tiene que recurrir
con más frecuencia a las importaciones, debido a que la producción de combustibles en las
refinerías de Esmeraldas, La Libertad y Lago Agrio no es suficiente.
Frente a este escenario, Ecuador ha planteado algunas posibles soluciones para importar menos
combustibles y por lo tanto, destinar menos recursos a los subsidios y disminuir el contrabando.
Una posible solución es que Colombia les venda energía eléctrica, lo que reduciría el consumo de
diesel por parte de las termoeléctricas. Otra medida sería la de aumentar el precio interno de los
combustibles y así reducir los subsidios, tal como Evo Morales, Presidente de Bolivia, intentó hacer
en ese país, pero sin éxito debido a lo impopular de la medida.
Como podemos observar, existen similitudes importantes entre los casos Ecuatoriano y Boliviano
como la necesidad de importar ante la insuficiencia en la producción, el enorme costo de los
subsidios necesarios para mantener bajo el precio interno de los combustibles, y la real (Bolivia) o
potencial (Ecuador) protesta social de quienes son la base de sus gobiernos ante cualquier
posibilidad de alzas bruscas en los precios de estos bienes.
Si en Bolivia el Gobierno promulgó y luego derogó el Decreto de que eliminó el subsidio a los
combustibles, en Ecuador el Presidente Correa ha decidido mantenerlos –a pesar de que se prevé
un incremento en el precio internacional del petróleo- buscando más bien mecanismos adecuados
para focalizar los subsidios, de manera tal que beneficien principalmente a los más pobres y no
tanto a los sectores medios y altos; y controlar el contrabando a Colombia y Perú.
A finales de Diciembre del 2010, el Gobierno de Chile y la Empresa Nacional de Petróleo (ENAP)
anunciaron cancelar los subsidios al precio del gas que consumen los usuarios residenciales,
comerciales e industriales de la región de Magallanes a partir del 1 de Febrero, lo que implica un
incremento de 16,8% en las tarifas de gas en esta región ubicada en el extremo sur de Chile. Se
trata de un ajuste en el precio del gas en esta zona austral, que justamente por ubicarse en la
región antártica y más fría del país, registran consumos más elevados de gas por las bajas
temperaturas.
En efecto, los pobladores de Magallanes cuentan con precio bastante menor al que se paga por el
gas en otras regiones, pues mientras que una familia de la zona paga en promedio de 25 mil pesos
por el gas que consume mensualmente, en otros lugares del país, esta suma asciende a 192 mil
pesos.
Al respecto, el Ministro de Energía Chileno, Ricardo Raineri aseguró que –pese al aumento-
Magallanes permanecerá con precios especiales, y que la prueba de ello es que la tarifa de gas se
mantiene aun sustancialmente menor en comparación de lo que se paga en otras zonas del país.
Por tanto, quedaba así, descartada la posibilidad de que los servicios aumenten sus tarifas
desmedidamente.
El Presidente Piñera también señaló que los beneficios para el precio del gas en Magallanes
seguirán existiendo, pero nó bajo las mismas condiciones en las que se ha venido dando hasta el
momento. Por ello dio a conocer públicamente una serie de medidas que buscan afrontar el
inevitable aumento del precio en las tarifas de gas y mitigar el impacto que tendrá en las familias
de menores recursos.
El paquete de medidas al que hace referencia el mandatario chileno contempla la creación de una
sucursal regional de la Agencia Chilena de Eficiencia Energética en Magallanes; el desarrollo de un
plan de apoyo de recambio de los artefactos a gas por calefactores con tecnologías más eficientes;
el reacondicionamiento térmico para viviendas que pertenecen a las familias más vulnerables de
la región; y subsidios destinados a los sectores de menos recursos. Estas medidas de contingencia
costarán al Estado Chileno alrededor de USD 8 millones y beneficiarán a unas 6 mil familias.
Con este aumento de 16,8% en los precios del gas, la petrolera estatal prevé recibir mayores
ingresos, y además, atraer a los inversionistas privados para que realicen actividades exploratorias
en Magallanes con el fin de aumentar las reservas de gas, las cuales son necesarias para el
abastecimiento futuro de toda la región. A diferencia de Bolivia y Ecuador, Chile importa casi todo
el petróleo que consume, y Magallanes es la región que produce el poco petróleo que se destina
al mercado interno.
Al cierre de esta nota de análisis, las continuas protestas sociales en Magallanes obligaron al
gobierno a evaluar la posibilidad de un aumento de 3% en la tarifa de gas y un incremento
progresivo en el tiempo para disminuir su impacto.
Fuentes: