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Instituto Hernando Arias de Saavedra.

Ética del Desarrollo.

INTRODUCCIÓN
ÉTICA DEL DESARROLLO.

La ética del desarrollo determina los fines y normas del desarrollo económico y
social, para hacer de él algo integral, que ayude a la “ascensión de todos los hombres
hacia lo más humano en todas sus dimensiones, económica, biológica, psicológica,
social, cultural, ideológica, espiritual, mística, trascendente”. Una de sus principales
tareas es la valoración crítica de los unes y medidas fundamentales de los modelos
alternativos abiertos para el desarrollo de una nación especifica. Además, busca
determinar los supuestos éticos de un desarrollo sostenido, justo y equitativo, cuyos
valores fundamentales se orientan a satisfacer las necesidades humanas básicas, la
democracia participativa, el respeto por el medio ambiente y la oportunidad igual
para el desarrollo personal.

En la medida en que un pueblo o un conjunto de pueblos, en el marco de una nación


o de un conjunto viable de naciones-Estado, empiezan a recuperar su identidad o su
dinámica estructurante, se hace posible una política de desarrollo, es decir, de auto-
reestructuración; la colectividad puede formular entonces un proyecto de sociedad y
fijar los medios para realizarlo: poderes, planes, organizaciones, etcétera; en esta
perspectiva de un desarrollo a través de la recuperación del dominio colectivo sobre
los procesos sociales y las estructuras en que éstos se organizan, se inscriben los
problemas éticos del desarrollo.

VIRTUDES Y VALORES

La cimentación de virtudes y valores humanos en el hombre y la mujer, son


elementos preponderantes para edificación de una sociedad en la cual predomine
la “EQUIDAD” y la “JUSTICIA”.

ELEMENTOS PARA LA FORMACIÓN DE VALORES:

 LA FAMILIA: La familia es el verdadero núcleo formador de hombres en la


sociedad contemporánea. En la familia tenemos las oportunidades de vivir y
formarnos en los valores y los antivalores; en la familia tenemos la
oportunidad de convivir con los peligros y las oportunidades, de reflejar
nuestras mayores debilidades y que con armonía nos las hagan ver y
aprendamos y las superemos, como también nos pueden fortalecer. La familia
es el núcleo de la sociedad que nos permite ver reflejada la sociedad misma.
Las sociedades que se han distraído de este valor familiar, son sociedades que
TÉCNICO SUPERIOR EN GESTIÓN AMBIENTAL. PROFESOR: DR. ZERBIN HÉCTOR RUBÉN (Abogado)
MP2573. (Procurador General de la Nación) MP 2671. (Gestor en ANSES) MP 20.212.
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se han vuelto individualistas y por tanto aisladas, y poco preocupadas por sus
comunidades. Una comunidad como la nuestra que se preocupa por la vida
social, por la vida que interactúa en los seres humanos, que es solidaria, que
tiene alto grado de participación, es una comunidad que refleja el valor de la
familia necesariamente. La vida familiar sigue siendo un valor fundamental,
es algo que nos identifica y nos marca hacia un futuro. Nosotros como
comunidad tenemos que reflexionar sobre la trascendencia y el futuro de la
familia y su impacto sobre la comunidad, qué cosas positivas y negativas
puede tener la familia, todos debemos participar de forma integral en una
planeación, no podemos dejar la responsabilidad a los gobernantes, es
responsabilidad de todos, padres de familia, estudiantes, maestros,
empresarios. La familia es considerablemente trascendente en la formación
del hombre, por los valores que en la familia misma se viven, porque
trascienden en el hombre, porque en ella vemos la diversidad, a los hijos se
quieren igual, pero entre los hijos existen características diferentes, siendo
integrantes de la familia, como padre, hijo, hermano, nos podemos dar cuenta
de que somos diferentes, un hijo tiene más tendencia hacia la sensibilidad, y
otro hacia los oficios analíticos, y podemos ver cómo unos son más místicos,
más reflexivos, y otros más intensos, más atléticos, y con alguno nos
identificamos, más sin embargo a todos los queremos igual
independientemente de esa identificación. Nos aceptamos tal cual somos,
cuando verdaderamente nos queremos, cuando utilizamos el amor fraterno,
perdonamos y comprendemos las características débiles de nuestro prójimo,
que es nuestro próximo más cercano en la familia, y al mismo tiempo
comprendemos donde están las cualidades y tratamos de potenciarnos lo más
posible para ayudarnos unos con otros con las cualidades de cada quien, y nos
solidarizamos y en los momentos de tragedia olvidamos las diferencias, y
cada quien pone lo mejor de sí mismo. Y cuando se trata de dinero, cada
quien pone lo mejor que tiene para salir adelante en el problema que se
presenta, y si alguno no pone la cantidad que les corresponde, finalmente
terminamos perdonándolo, cuando tenemos un amor verdadero, y no nos
ciegan las pasiones, la soberbia, el egoísmo, en el fondo de nuestro corazón,
dentro de la familia nos perdonamos. Por eso la familia es el reflejo de lo que
estarnos viviendo en la vida comunitaria. En la familia se pueden vivir ciertos
valores sin haberlo reflexionado, vivimos en la unidad, generalmente,

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podemos ver que la familia como formadora de hombres, fomenta valores


que nos enaltecen y nos transforman hacia algo mejor, nos hacen reflexionar
sobre el servicio, la solidaridad, la fortaleza, la subsidiaridad, valores muy
importantes para hacerlos vivos en nuestra familia y en nuestra comunidad.
Pero si no identificamos que la familia es formadora de los valores humanos,
no estaremos preparados para vivir en familia, e independientemente del rol
que nos toca vivir en esa familia, tenemos que estar concientes de nuestro
papel dentro de ella y su trascendencia, reflexionando que la vivencia de los
valores dentro de nuestras familias, y la experiencia de los otros miembros,
nos ayuda a formar nuestros propios valores; las características, los valores y
las reflexiones de mi hermano me potencian a mí, y si él da lo mejor de si
mismo hacia la familia y yo doy lo mejor de mi hacia ella, nos potenciaremos
mejor. La familia nos otorga seguridad, puede otorgar disciplina, y la
oportunidad de ofrecer testimonio. Ciertos valores que podemos practicar de
manera individual, la fortaleza, la disciplina, la seguridad, la perseverancia,
porque son los valores que nos hemos propuesto para nuestra propia vida,
pero, ¿los trasmitimos a nuestra propia familia?, ¿estamos ejerciendo nuestro
papel familiar, ¿estamos preparados para formar nuestra propia familia? En la
juventud estamos experimentando para tratar de conocer lo mejor de la
diversidad y seleccionar en la vivencia, lo mejor que podamos tomar. Cada
quien podemos escoger los valores que queremos vivir, seleccionémoslos, no
es el valor económico lo que mueve nuestra vida, si es otro tipo de valor, pero
complementario. Compartamos sin vergüenza con nuestra pareja, con nuestro
hermano, así como con un amigo, con nuestros padres, vivamos una familia
mucho más intensa, cumplamos con nuestro rol. Necesitamos más familias
donde se exprese la solidaridad, donde se exprese el deseo del éxito, el
desarrollo humano, la fortaleza y la disciplina, la perseverancia, la
honestidad, el hablar con la verdad, familia donde no nos de vergüenza
mostrar nuestras debilidades, sino que tengamos la confianza para decirlas y
ayudarnos a superarlas, afrontar nuestros retos, familias en donde pongamos
al servicio de nuestra comunidad, el testimonio de vivir en la unidad, de vivir
en el amor, en el amor hacia los demás, hacia uno mismo, y los que somos
creyentes, en el amor a Dios. Realmente la superación del hombre, se podría
simplificar solamente con la palabra amor, amor verdadero, amor que nos
tengamos lógicamente entre hombre y mujer para formar una familia, amor

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de los padres a los hijos y de los hijos a los padres, amor que da testimonio en
las obras. Nuestra comunidad necesita una transformación, hacia una
comunidad progresista, más participativa, más solidaria y subsidiaria, mucho
más consiente de la responsabilidad de los que tenemos más oportunidades,
de los que hemos llegado más lejos que el promedio de nuestra comunidad,;
si dentro de nuestra familia los mayores tenemos más responsabilidades, por
qué no en la comunidad, el maestro, el licenciado, ha tenido más
oportunidades, por lo tanto es más responsable, y esa oportunidad debe de
estar al servicio de los demás, no al servicio de sí mismo, y en el servicio de
los demás vendrá tu propio beneficio, experiméntalo. Experimenta la
reflexión de los valores dentro de tu familia, y da el paso a reflejarlos a tu
comunidad. Ejerzamos ese liderazgo que requiere nuestra comunidad de
nosotros mismos para que lo vivamos en nuestra familia, para que dejemos de
ser pasivos, y seamos seres activos, propositivos. Que transformemos nuestra
familia, nuestro propio ser, y después transformemos nuestra comunidad. Que
seamos seres mucho más enriquecidos en lo humano, en lo espiritual, en lo
trascendente; que al encontrar el progreso y el éxito humano, también
encontraremos necesariamente el éxito económico, eso se da por
consecuencia. Los valores de familia se deben fomentar para la conservación
de una sociedad con principios que sirvan de base para el buen desarrollo de
la misma. Debemos pues formar verdaderos hogares que fomenten en sus
integrantes la cultura del amor, el respeto, la tolerancia, la gratificación,… en
fin todo el cumulo de valores positivos que formen auténticas personas
integrantes de la sociedad para el bienestar de la misma.

 LA ESCUELA: (Por Antonio Morales reina) En un interesante debate


televisivo, un contertuliano daba respuesta a unas cuestiones planteadas por
el moderador del programa exponiendo con una convicción aplastante que «la
violencia es tan vieja como el hombre, pero hemos de reconocer, para
vergüenza nuestra, que, en la actual sociedad, está alcanzando cotas
preocupantes...» Antes no había problemas de conflicto, porque la escuela
transmitía los valores que marcaba la religión y el Estado. Ahora es
imprescindible volver a poner las cosas en su sitio, pues estos valores nuevos
que están emergiendo están dispuestos a modificar nuestra forma de actuar,
debido en parte a un profundo cambio de la humanidad y a esta nueva etapa

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que nos ha tocado vivir. Al escuchar aquella aseveración, me pregunté


inquieto: ¿Vivimos realmente en una sociedad violenta, más agresiva y
competitiva? ¿La escuela es un fiel reflejo de la sociedad? ¿Se percibe una
falta de valores humanos en esta sociedad globalizada en que vivimos? ¿Será
verdad que la Humanidad está moralmente enferma? ¿Está cambiando la
sociedad a la escuela o todavía existen oportunidades para cambiar hacia un
futuro más optimista? ¿Hacia dónde se orienta la educación en esta época de
incertidumbre con respecto al destino del hombre? ¿Estamos insertos en una
crisis de valores a la cual no sabemos afrontar? Y otras cuestiones por el
estilo… Lo que sigue a continuación son reflexiones que podrían dar posibles
respuestas a preguntas que cualquier docente, padre o incluso alumno, podría
plantearse en relación con el sistema educativo español actual y la grave
situación de desesperanza y desasosiego en que viven muchos de los
profesionales de la educación en nuestras escuelas.

¿De dónde partimos? En la actualidad, cuando hablamos de una crisis de


valores o de una crisis de valoraciones, entiendo que nos estamos refiriendo
al desarrollo tecnológico, a la globalización de los mercados y de la cultura,
la relevancia de la información y del conocimiento en los procesos
productivos y sociales, a las nuevas maneras de entender el mundo y que
bosquejan nuevas formas de relación entre las personas. En la época en que
vivimos, cambian las pautas culturales, las percepciones sobre la familia, el
valor del dinero, la conciencia de lo que es relevante y lo que es accesorio,
etc. Surgen nuevas pautas de acumulación económica, predomina el
individualismo, se pierde el sentido de trascendencia; pero, paradójicamente,
también existen refuerzos renovados en la lucha por la justicia y la equidad,
contra los fanatismos, y a favor de un progreso científico que beneficie a la
humanidad en su conjunto. En todo esto se aprecian cambios de conductas,
tras los cuales existen valores que se derrumban y otros que emergen con
pujanza: la conciencia ecológica, la preocupación y ocupación por los
derechos humanos, la igualdad de sexos, la democratización de la
información y del conocimiento, la pluralidad, la tolerancia, el respeto y la
dignidad. En el eje de esta problemática está la preocupación por el ser
humano y la preservación de la vida, tener una mejor calidad de vida,
asegurar un desarrollo sostenible y ser mejores personas con excelencia

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mundial, aquí y ahora, como expresión de una nueva ciudadanía. La


formación de esta nueva ciudadanía requiere de actores sociales con
posibilidades de autodeterminación. Para responder a este reto se encuentra la
educación. La escuela tiene mucho que decir y una complicada tarea de
ayudar a sus alumnos para formarse como personas capaces de tomar
decisiones por sí mismas y de vivir conforme a sus posibilidades. Se necesita
de la escuela que desarrolle los valores, actitudes y capacidades de nuestro
alumnado, así como las habilidades generales que permitan el dominio del
conocimiento y los sentimientos. Antes no había problemas de conflicto,
porque la escuela transmitía los valores que marcaban la religión y el Estado.
Ahora es imprescindible volver a poner las cosas en su sitio, pues estos
valores nuevos que están emergiendo están dispuestos a modificar nuestra
forma de actuar, debido en parte a un profundo cambio de la humanidad y a
esta nueva etapa que nos ha tocado vivir.

¿Cómo nos encontramos? Parece ser que en torno a la escuela se percibe un


malestar creciente, del que diferentes medios de comunicación, sobre todo la
televisión y la prensa, se hacen eco desde unos años atrás. Aún no hemos
llegado a los detectores de metales en las entradas de las escuelas como
ocurre en los centros norteamericanos o a la presencia policial diaria como en
las escuelas francesas, pero sí que se percibe un malestar en la propia
institución, en los docentes, en las familias y en los mismos alumnos. Por
suerte, no en todos los colegios todavía, ni en todos los niveles por igual.
Debemos tener presente que la función social de la escuela está cambiando.
Antes era un lugar de educación e instrucción, para lo que contaba con
preparación y medios más o menos adecuados y suficientes. Quien quería
aprender acudía al centro y quien no quería estudiar buscaba un empleo y se
ponía a trabajar. El profesor o maestro era un profesional respetado y
admirado por mostrarnos su sabiduría y experiencia. Es decir, antes las cosas
funcionaban. Actualmente, además de educar al que quiera hay que aguantar
o tener recogidos en una clase a un conjunto de chicos que no quieren
estudiar ni ser educados, que de otra manera estarían en la calle haciendo no
sabemos qué cosa. A la escuela se le ha impuesto, sin consultarle ni
prepararla, una nueva función social, la de «guarderías de adolescentes», los
cuales acuden a clase sin chispa de ganas e irritados hasta los 16 años.

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Lógicamente, las semanas se hacen eternas para estos adolescentes, que sólo
piensan en el ‘botellón’ del próximo fin de semana o en salir de clase lo más
pronto posible. Además —y esto es un factor de capital importancia por su
implicación en el asunto—, el profesor ha perdido ese respeto y
reconocimiento sociales que antes se le profesaba y todo el mundo se siente
capacitado para enjuiciarlo y opinar de su trabajo docente sin más criterio que
la simple intuición. Recuerdo un artículo de Wenceslao Soto, orientador en
un centro escolar malagueño, en el que se afirma que «si antes primaba ante
los padres la presunción de autoridad del profesor, ahora prima la presunción
de inocencia del hijo cuando no la presunción de culpabilidad del profesor
que ha puesto un suspenso o un parte de mal comportamiento». Actualmente,
además de educar al que quiera hay que aguantar o tener recogidos en una
clase a un conjunto de chicos que no quieren estudiar ni ser educados, que de
otra manera estarían en la calle haciendo no sabemos qué cosa. Los efectos de
fracaso escolar y desidia en la escuela se hacen evidentes y su función social
básica de enseñanza-aprendizaje cada vez se le hace más difícil, de tal manera
que algunas veces ni siquiera el objetivo de «enseñar al que quiere» es
posible, porque se tiene que «guardar al que no quiere», que, además, suele
ser molesto interrumpiendo y boicoteando continuamente la marcha de las
clases. Un desgarrado contraste con la pedagogía ilusionada de colaboración
y el compromiso de los textos de Freinet y otros grandilocuentes teóricos de
la pedagogía, a quienes algunas ‘modernas’ tendencias consideran obsoletos,
rancias reliquias del pasado.

Hacia el cambio: Hoy empieza a estar claro que la misión de la escuela ha


cambiado. El objetivo no es sólo «enseñar», ahora el objetivo es que todos los
alumnos «aprendan conceptos, habilidades y valores». Estamos ante un
paradigma emergente que ha de sustituir a todo lo anterior y resolver los
problemas propios del nuevo sistema. Esto genera tensiones evidentes y no
todos los implicados están dispuestos a aceptar esta nueva misión. El nuevo
sistema educativo ha generado unas necesidades que aún no somos capaces
de satisfacer y se hace necesario la transformación de nuestros centros. Por
otra parte, siempre se ha pensado que los valores estaban implícitos en la
tarea educativa. Es decir que, cuando un maestro transmitía los contenidos de
una materia, ya de por sí formaba en valores. La crisis que vivimos en nuestra

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sociedad y dentro de nuestras escuelas ha venido a desengañarnos y a


hacernos caer en la cuenta de que es preciso proponernos intencionadamente
educar en valores, si queremos conseguir algo al respecto (A. V. Pascual,
1995).

¿Se puede educar en valores? Son muchos y muy complejos los factores que
influyen en el desarrollo moral de las personas, y, por consiguiente, bastantes son
las dificultades que puede encerrar la educación en valores. El valor es algo que
se nos muestra y nos atrae desde una lógica objetiva y necesaria para la
convivencia, pero los grados en que un valor puede ser interiorizado y vivido no
dependen sólo de la captación intelectual, sino también de los sentimientos y
experiencias que esa persona haya tenido en relación con ese valor. Por ello, uno
de los objetivos más importantes de los seres humanos es aprender a distinguir
entre lo que en nuestro entorno se considera correcto y lo que se juzga
incorrecto, es decir, tener un conocimiento de los valores morales que rigen
nuestra sociedad y que desarrollemos esta conciencia moral comportándonos de
acuerdo con ella. Cuando se habla de valores decimos que son las cualidades que
en nuestra comunidad juzga de «ideales» e importantes para el desarrollo de la
sociedad. Todo valor puede ser positivo o negativo; es valor o contravalor. Entre
los más valiosos, están: amor, justicia, paz, generosidad, honradez, colaboración,
etc. Si les otorgamos una jerarquía, podemos clasificarlos en vitales,
intelectuales, morales, estéticos, materiales y religiosos. Los valores son
convicciones de lo preferible, y producen satisfacción porque llevan al sujeto a
considerarse como competente y moral, ya que ello exalta el autoconcepto que
de sí mismo se ha formado. El término «valor» está relacionado con la propia
existencia de la persona, afecta a su conducta, configura y modela sus ideas, y
condiciona sus sentimientos (Ll. Carreras, 1995). Aunque se trate de algo
cambiante, depende de lo interiorizado a lo largo del proceso de socialización, de
ideas y actitudes que reproducimos en lugares como en el colegio, la familia, la
calle, etc.. Es decir, los valores influyen de manera decisiva en nuestra manera de
vivir, son nuestra autodefinición como personas y guían todas nuestras
decisiones que tomamos. En consecuencia, es primordial en este sentido ayudar a
nuestros alumnos a clarificar sus valores. Esto no es imposible, y se puede
conseguir a través de un proceso de valoración desde edades muy tempranas, por
el cual, el niño, a partir de su propia experiencia y de los valores que

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anteriormente haya adoptado, pueda darse cuenta de lo que él aprecia y desea, de


los valores que está dispuesto a realizar en su vida. Al igual que nos puede
suceder a los adultos, nos encontramos ya en los cursos más inferiores de
primaria con niños que tienen que tomar decisiones cada día; decisiones del tipo:
¿con quién jugaré hoy?, ¿a qué juego nos divertiremos?, ¿cómo voy a
comportarme?, ¿se pondrá contenta mi maestra?... Estas y muchas otras
cuestiones semejantes constituyen la exteriorización de los factores que son
importantes en la vida de los niños. Sus valores cambian continuamente, y se
hace imprescindible examinarlos y aclararlos a medida que se van planteando
cuestiones como quién soy, quién seré, qué cambios experimento y qué
horizontes busco para la felicidad. Los métodos y las técnicas que la escuela
puede utilizar para su logro pueden ser variados y fundamentados dentro de su
propio marco teórico, pero, personalmente, me parece enriquecedor y
convincente el enfoque humanista de Carl R. Rogers y de los nuevos
planteamientos de la escuela de la «Clarificación de Valores» iniciada por Louis
E. Raths. Según estos autores, la «clarificación de valores» es un proceso que
ayuda a las personas a tener una visión crítica de sus vidas, metas, sentimientos,
intereses y experiencias, con el objeto de descubrir cuáles son sus valores. Este
proceso los ayuda a conocerse y a definirse, ofreciéndoles una manera de
analizar sus vidas, asumir la responsabilidad de su comportamiento, articular
valores definidos y actuar de acuerdo con ellos. La «clarificación de valores» es
un proceso que ayuda a las personas a tener una visión crítica de sus vidas,
metas, sentimientos, intereses y experiencias, con el objeto de descubrir cuáles
son sus valores. Tiene una importancia decisiva en cualquier método utilizado la
personalidad del educador y su formación. Quiéralo o no, transmitirá su mundo
interior, sus gustos, sus preferencias, sus rechazos. No se trata de adoctrinar a
ningún alumno en un sistema rígido, pues actúan en plena libertad de decisión,
aprendiendo a ser tolerantes con los estilos de vida y los valores de las demás
personas. En el empeño por una educación que dinamice los procesos hacia una
civilización más justa y hacia una plenitud de vida, la formación de los docentes
tiene que ocupar un capítulo central. El maestro o profesor de una materia puede
tener o no un estilo facilitador para el desarrollo personal de sus alumnos, pero si
no existe un programa específico de actividades que trabajar durante el curso,
difícilmente será un estímulo para que se comience a actuar en consecuencia.
Estos programas o proyectos proporcionan un espacio y un tiempo de

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dedicación, reflexión y ayuda a la hora de buscar nuevas metas en el mundo de


los valores. Además, es una manera de compartir experiencias y fuente muy
importante de enriquecimiento, ya que cada maestro tiene una manera de hacer y
trabajar con diferentes estrategias y formas de enseñar metodologías o aplicar
actividades. Ya se sabe el dicho que dice «cada maestrillo tiene su librillo».

¿Hay esperanzas de vivir mejor? Como podemos comprobar, todas


nuestras relaciones económicas, políticas, laborales, socio-culturales, incluso
personales, están inmersas en la lógica de un neoliberalismo economicista,
sin rostro humano que, triunfante, antepone los intereses materiales a la
dignidad humana. La máxima aspiración de este sistema es que cada uno
busque su propio bien. Y su consecuencia es que las personas asuman que el
dinero, la pasión por acumular y el afán por tener y consumir como base de
una «cultura de satisfechos», cultura pragmática y descarnada que,
paralelamente, va dejando, sistemáticamente, en la cuneta a no pocas
personas, colectivos sociales y pueblos enteros, también llamados tristemente
con el apelativo del «tercer y cuarto mundo». Crecer en el desenfrenado
mundo actual, plagado de tantos problemas, pletórico de conflictos, no es
tarea fácil para nadie. La familia, los amigos, la escuela, los medios de
comunicación transmiten informaciones que llegan a ser contradictorias y
presentan a los niños, en la etapa más influenciable del desarrollo, un mundo
aparentemente roto y amenazante. Aunque los docentes, e incluso los padres,
se adaptan peor a estos cambios tan profundos, acelerados y convulsionantes
en los que vivimos, hace falta que los que están cada día en la brecha del
difícil oficio de la enseñanza ofrezcan sus experiencias y reflexiones sobre las
soluciones a los problemas que se afrontan en el aula y en la sociedad. La
educación en valores humanos es uno de los caminos que nos puede proponer
estrategias adecuadas, recursos y técnicas que susciten profundas
transformaciones en los sistemas educativos y en la práctica escolar. En esta
empresa no basta con la buena voluntad de uno o dos maestros sin tener en
cuenta el ámbito donde se desarrolla. La organización de la escuela, los
contenidos de las diferentes materias del currículo, la metodología de
enseñanza-aprendizaje utilizada y el tipo de relaciones interpersonales entre
alumnos, maestros y demás miembros de la comunidad escolar son,
asimismo, medios fundamentales para educar en valores. El trabajo debe ser

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compartido por todos, empezando por el Proyecto Educativo de Centro y el


Proyecto Curricular de todas las materias que se dan en las clases, con un
enfoque globalizador y transversal. Es necesario que los implicados en su
construcción participen de forma efectiva y coherente para formar personas
de personalidad fuerte y humana. En fin, como dice Ll. Carreras en su libro,
«sólo se dará una educación para el cambio cuando los valores que los niños
y los jóvenes lleguen a realizar sean aquellos que los convierten en personas
conscientes de la realidad que viven, críticas, y comprometidas con una
acción transformadora hacia una humanidad mejor».

 LA IGLESIA: La educación en valores como forjadores de la personalidad


madura. El cristianismo cambia la jerarquía de los valores humanos,
llevándolos a lo sobrenatural.
Objetivos:
•Identificar la naturaleza de los valores.
•Impulsar, desde la familia, la vivencia de los valores.
•Llevar los valores al plano sobrenatural.
Qué son los valores? En nuestra cultura con mucha frecuencia se identifica
el concepto de valor con el concepto de virtud, aunque en realidad no son dos
conceptos idénticos. Podemos definir el valor de la siguiente manera: la
cualidad y característica que hace buena a una persona. El valor es lo digno
de ser apreciado, lo deseable y lo que se identifica con lo bueno o positivo y
se orienta al ser y al buen hacer de la persona. Entendiendo el valor de esta
manera, se acerca en la práctica al concepto de virtud de la siguiente
definición clásica: La virtud es una buena cualidad del alma por la que se
vive rectamente, de la cual nadie usa mal, y que, en el caso de las virtudes
sobrenaturales, puede ser producida por Dios en nosotros sin intervención
nuestra (Santo Tomás de Aquino). Podemos decir que los valores son sólo
propios de las personas humanas y de las sociedades que ellas forman.

Quién es la persona: dimensión individual y social:


El ser humano creado por Dios a su imagen y semejanza está compuesto de
cuerpo y alma espiritual. La naturaleza humana cuenta con bienes y
posibilidades de desarrollo, que constituyen los valores. Los valores no son
procesos sino bienes naturales no adquiridos, dados por Dios al hombre para
que los aproveche en su beneficio y en el de la sociedad.

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Aunque todos los valores son importantes, es preciso tener una justa jerarquía
basada en la misma naturaleza del ser humano donde lo espiritual es superior
a lo corpóreo. Aquellos valores que contribuyen de una manera más directa a
la realización de la persona, de las criaturas o de las sociedades, son los
valores de mayor importancia, mientras que aquellos valores que sólo
contribuyen de una manera limitada a dicha realización se consideraran de
menor nivel. Los valores religiosos ocupan el primer lugar por el fin que
persiguen. Dios al crear todas las cosas, todo lo hizo bien (Gen 1, 31). Cada
una de las criaturas de Dios, contiene en su propia naturaleza, una diversidad
de bienes, es decir valores. La persona humana con ayuda de su razón
reconoce sus bienes, los valora, los estructura y los eleva a la dimensión
sobrenatural al reconocerlos como dones de Dios.

Es necesario distinguir los valores respecto a las virtudes que se adquieren a


través de la repetición de actos buenos.

Los valores y educación en valores para forjar una personalidad


madura: La educación en valores es el fundamento del equilibrio personal y
social. La persona conoce los valores a través de su inteligencia y los
desarrolla a través de su voluntad. Hace valoraciones: juzga, ordena,
jerarquiza y clasifica para aplicarlos a su vida. Cuando los padres de familia
y los educadores viven y transmiten los valores dan testimonio de ellos
naturalmente. De la misma manera, cuando dan a algunos valores una
importancia mayor de la que tiene y actúan de acuerdo a esa valoración, lo
hacen de manera errónea. En la mayoría de los casos el mal ocurre cuando se
prefieren los valores inferiores sobre los valores superiores.

La dimensión sobrenatural de la personalidad:


Los valores humanos son valores de la humanidad, y por lo tanto, los valores
cristianos no son en esencia diferentes de los valores humanos. Lo que los
diferencia es su origen (la acción de Dios en el hombre por la gracia y la
revelación cristiana) y su fin (la comunión eterna con Dios y los demás en el
cielo). El cristianismo los incorpora a la dimensión sobrenatural dándoles un
sentido nuevo. Cristo asume la naturaleza humana, redime al hombre de su
naturaleza caída y le abre la posibilidad de alcanzar la vida eterna, a través de
la perfección de su propia naturaleza. De ahí que el cristianismo no cambia

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los valores, sino que los desarrolla y profundiza desde la perspectiva de la


vida eterna.

 LA SOCIEDAD: A través de la historia el ser humano se ha preocupado


desde el punto de vista moral y conducción social de los valores. Como
aceptar lo bueno, lo justo, lo bello etc., etc., y como contraposición a esto lo
malo, lo injusto, lo feo, lo perjudicial lo que ha sido una interrogante desde
que el hombre comenzó a organizarse en las sociedades en todo el decursar
del desarrollo histórico de la humanidad y que ha sido objeto de temas
filosóficos desde sus propios inicios en la sociedad y que se enmarca desde el
sistema griego romano hasta los momentos actuales. Dentro de los filósofos
en el transcurrir histórico lo vamos a encontrar en los clásicos filósofos
griegos, naturalistas como Demócrito (460-370 a.n.e) que expresan los
valores en lo malo, horrible, lo bueno atendiendo a los resultados de las
Leyes Naturales. En el renacimiento y en la propia modernidad temprana de
la ilustración y en particular el materialismo francés del siglo XVII fueron los
máximos exponentes de estas concepciones (Valor). Siguiendo el transitar
filosófico sobre los valores desde el punto de vista del pensamiento filosófico
tenemos a Manuel Kant (1724-1804) que para el ser humano es
esencialmente egoísta y no está preparado para realizar una acción valiosa y
separa al hombre en dos mundos: •El del ser, y •El del deber

Así otros filósofos fueron expresando su sentir de los valores teniendo al


sujeto en sus presentaciones y andar en sus sentimientos, gustos,
aspiraciones, deseos, intereses, etc., etc. Se puede considerar como VALOR
el grado de importancia, significación o sentido que adquieren los objetos, las
acciones, las situaciones o posiciones abstractos o materiales, en la medida en
que responden a las necesidades de la especie y del ser humano en un
determinado momento, y la lucha por ello, al ubicar y jerarquizar los bienes
materiales y espirituales en orden de importancia. Se habla de lo que vale un
objeto para satisfacer una necesidad y por otro lado, se manifiesta la
dependencia de constituir la meta de la vida. En el tema de valores ha sido
una preocupación del ser humano, aceptar como bueno, justo, bello y útil y
como malo lo injusto, feo, perjudicial, han sido interrogantes a lo que el
hombre ha tenido que buscar respuesta, en este buscar han tratado de que la
conducta y actuar tanto en lo personal como social tenga una línea de

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aceptación y a su vez una corrección para aquello que no se ajuste a los


ideales de los valores de lo bueno y se ha concebido una ética que la podemos
marcar en aquellos valores que llamamos jurídicos y trataremos en este
trabajo. Desde el punto de vista psicológico, los valores son un reflejo y
expresión de relaciones verdaderas y reales, que constituyen reguladores
importantes en la vida de los hombres. Desde el punto de vista jurídico, los
valores van encaminados a la protección desde el orden material y espiritual
de la sociedad, haciéndose expositivas en las regulaciones y sanciones para el
orden deseado. Es el respeto a la igualdad social que se expresa en que los
seres humanos sean acreedores de los mismos derechos y oportunidades, sin
distinción por diferencias de origen, edad, sexo, ocupación social, desarrollo
físico, mental, cultural, color de la piel y cualquier otro. Desde el punto de
vista pedagógico, esta formación debe lograrse como parte de la educación
general, científica que reciben los jóvenes: como conocimiento, como
producto del reconocimiento de su significación que se transforma en sentido
personal y se manifiesta como conducta. Analizar los valores es también
apreciar en alto grado los elementos de nuestra cultura, las relaciones
humanas, a las personas, determinados sistemas políticos, morales, y
jurídicos que afectan la persona, el hogar, nuestra escuela y la sociedad en
general. Por ello, debemos desarrollar valores en los ciudadanos que les
sirvan para el desempeño de su profesión. Los valores profesionales son
entendidos como aquellas cualidades de la personalidad y jurídico que
expresan significaciones sociales de redimensionamiento humano y que se
manifiestan relacionados al quehacer profesional y modos de actuación.

¿QUÉ ES LA VIRTUD? La virtud es una disposición habitual y firme para hacer


el bien. La palabra “VIRTUD” del Latín “VIRTUS” significa “cualidad
excelente” disposición habitual de obrar bien en sentido moral”. Es decir, la virtud
es: “una cualidad de la voluntad que supone un bien para uno mismo o para los
demás. Y de esto se distingue una virtud de cualquier otra disposición habitual,
como por ejemplo la salud, la fuerza física, o la inteligencia en que en un hombre
virtuoso la voluntad es la que es buena.

VIRTUDES HUMANAS FUNDAMENTALES:

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Las virtudes humanas cardinales son las siguientes:

A) La Prudencia: Es la virtud que dispone la razón práctica a discernir en toda


circunstancia nuestro verdadero bien y a elegir los medios rectos para realizarlo.
“EL HOMBRE CAUTO MEDITA SUS PASOS”.

B) La Justicia: Es la virtud moral que consiste en la constante y firme voluntad de


dar a cada uno lo que le es debido. La justicia para con Dios es llamada “la virtud
de la religión”. La justicia para con los hombres, la justicia dispone a respetar los
derechos de cada uno y a establecer en las relaciones humanas la armonía que
promueve la equidad respecto a las persona y al bien común.

C) La Templanza: Es la virtud moral que modera la atracción de los placeres y


procura el equilibrio en el uso de los bienes creados. Asegura el domino de la
voluntad sobre los instintos y mantiene los deseos en el límite de la honestidad. La
persona moderada orienta hacia el bien sus apetitos sensibles, guarda una sana
discreción y no se deja arrastrar para seguir la pasión de su corazón.

D) La Fortaleza: Es la virtud moral que asegura en las dificultades la firmeza y


la constancia de la búsqueda del bien. Reafirma la solución de resistir a las
debilidades y de superar los obstáculos en la vida. La virtud de la fortaleza hace
capaz de vencer el temor, incluso la muerte y de hacer frente a las pruebas y a las
persecuciones. Capacita para ir hasta la renuncia y el sacrificio de la propia vida
por defender una causa justa.

Otras virtudes humanas son: Perseverancia, solidaridad, humildad,


responsabilidad, sencillez, obediencia, patriotismo.

SER UNA BUENA PERSONA:

Ser una buena persona o bondadoso, es una forma de vida que sigue dando mucho
después de los pensamientos, palabras y acciones bondadosas que se realizan. La
bondad es una fuerza sin fuerza, y va mucho más allá de las costumbres hasta el
corazón de las personas que se respetan y tratan la una a la otra. Ser bondadoso es
una manera vital de hacer que nuestras vidas, y las vidas de los demás, sean
significativas. El ser bondadoso te permite comunicarte mejor con los otros, ser más
auto compasivo y ser una fuerza positiva en la vida de las personas. La bondad es
una fuente verdadera y profunda dentro de ti, y aunque algunas personas nacen
siendo bondadosos, es algo que todos pueden cultivar si así lo deciden. En este
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artículo, encontrarás algunas sugerencias iniciales para ayudar a desarrollar la


bondad en tu vida.

RECOMENDACIONES Y/O SUGERENCIAS:

1 Entiende lo que es y no es la bondad: En su forma más básica, la bondad es


preocuparse genuinamente por los que te rodean, deseando lo mejor para ellos y
reconociendo en ellos los mismos deseos, aspiraciones, necesidades e incluso
miedos que tú tienes. La bondad es paciente, confiable, leal, cálida, resistente y
agradecida. Piero Ferrucci ve la bondad como “hacer menos esfuerzos” porque nos
libera de estar atados a actitudes negativas y sentimientos como el resentimiento, los
celos, la desconfianza y la manipulación. Ultimadamente, la bondad es preocuparse
profundamente por todos los seres vivos.

2 Ten cuidado con la bondad engañosa: La bondad no se trata de una “amabilidad


egoísta, una generosidad calculada, una etiqueta superficial". Si se trata de
simplemente ser amable con las demás personas porque crees que con eso las vas a
manipular para hacer que te den algo que quieres o como medio de control, no es
bondad. Y por último, ser muy complaciente no significa ser bondadoso, eso es un
comportamiento diseñado para rendirse y no mover el barco porque tienes miedo de
lo que va a pasar si no eres complaciente.

3 Sé bondadoso contigo mismo: Sé amable contigo mismo. Muchas personas


cometen el error de intentar ser bondadoso con los demás mientras sin concentrarse
en ser bondadosos con ellos mismos. Esto puede deberse al hecho de que no te
gustan aspectos de ti mismo, pero más a menudo, su fuente es la imposibilidad de
conocerte mejor. Y desafortunadamente, cuando interiormente no te sientes muy
seguro y confiado de ti mismo, tu bondad hacia los demás corre el riesgo de caerse
en algún tipo de bondad engañosa descrita en el paso previo. O puede ocasionar
desilusiones o agotamiento porque has puesto a todo el mundo antes que a ti. El
conocimiento de uno mismo te permite ver lo que ocasiona el dolor y el conflicto, y
te permite aceptar tus contradicciones e inconsistencias. El auto conocimiento
proporciona el espacio para trabajar sobre aspectos de ti mismo que no te gustan. A
cambio, el auto conocimiento evita que proyectes tus aspectos negativos en las
demás personas, facilitando que trates a los demás con amor y bondad.

4 Tómate el tiempo para ser más consciente y usar este aprendizaje para ser
más bondadoso tanto contigo (recuerda que todos tenemos debilidades) como
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con los demás: De esta manera, estás tratando a tu angustia interior en lugar de
alimentar tu necesidad de proyectar el daño y el dolor.

5 Evita ver el tiempo necesario para ser más consciente de tus propias
necesidades y límites como un acto egoísta: lejos de serlo, es una precondición
vital para poder llegar a las demás personas con mucha fuerza y consciencia.

6 Pregúntate a ti mismo lo que significa para ti el ser más bondadoso. Para


muchas personas, ser bondadoso incluye controlar las charlas negativas que te
demeritan así como dejar de tener pensamientos negativos.

7 Si tienes una tendencia hacia el perfeccionismo, competitividad o un


sentimiento impulsivo de urgencia, la auto bondad puede ser una víctima de tu
ambición y de tu ritmo acelerado, así como de tu miedo a ser visto como un
flojo o egoísta. No olvides perdonarte y alentar el paso cuando las cosas no resulten
como querías. Aprende de tus errores en lugar de restregarlos en la cara o de
comprarte con los demás. Es a través del auto compasión que puedes empezar a ver
las necesidades de las demás personas bajo una luz compasiva.

8 Lee Cómo creer en tu mismo. Cómo defenderte y Cómo relajarte para leer
algunos consejos para aumentar tu sentido de ti mismo, aumentar tu confianza y
abrirte más contigo y con los demás, así como para crear un espacio para ti.

9 Estar presente. Estar presente. El mayor regalo de la bondad con otra persona es
estar en el momento con su presencia, escucharlas con cuidado y ser genuinamente
atento con ellas.

10 Sé un buen oyente. Se dice a menudo, pero el acto de escuchar se dice más fácil
de lo que se hace en nuestro mundo cuyo ritmo es muy acelerado, cuando estamos
siempre apurados y estar ocupado suele verse como una virtud; en donde la norma
es cortar a alguien porque estás muy ocupado o necesitas ir a algún lugar. Pero hacer
del estar siempre ocupado un hábito no es excusa para no ser bondadoso. Cuando
hables con alguien, escúchalo con todo tu ser y préstale sincera atención hasta que
terminen de revelar sus pensamientos e historia.

11 Agenda tu día de manera diferente, para que no seas conocido como una
persona que siempre está apresurada. Estar presente significa estar disponible,
sólo puedes hacer esto si no estás apresurado con las personas y actividades.

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12 Facilita los medios técnicos de comunicación con los demás. La comunicación


técnica impersonal y apresurada como los mensajes de texto o correos electrónicos
tiene su lugar pero no deben de ser tu único medio de comunicación. Tomate el
tiempo de conectarte con las personas cara a cara, o a través de una llamada por
teléfono no interrumpida. Envía una carta en lugar de un correo electrónico y
sorprende a alguien con tu amabilidad de haberte tomado el tiempo para agarrar la
pluma y el papel.

13 Sé feliz, alegre y agradecido. Estas emociones descansan en el corazón de la


bondad, te permiten ver lo bueno de las personas y del mundo, y te permiten
sobrepasar los desafíos, la desesperación y la crueldad que experimentas y de las
cuales eres testigo, restaurando continuamente tu fe en la humanidad. Mantener una
actitud optimista asegura que los actos de bondad que realices sean genuinos y
alegres y no de mala gana o sin el sentido del deber o del servicio. Mantener tu
sentido del humor asegura que no te tomes a ti mismo muy seriamente y que tomes
las contradicciones y los momentos contrarios de la vida con buena fe.

14 Lee Cómo ser feliz, Cómo ser chistoso y Cómo ser agradecido.

15 Refléjate en la bondad de las demás personas. Refléjate en la bondad de las


demás personas. Piensa en las personas verdaderamente bondadosas que hay en tu
vida y en cómo te hacen sentir. ¿Cargas con su brillo cálido en tu corazón cada vez
que las piensas? Es probable que lo hagas porque la bondad perdura, te da calidez
incluso cuando estás lidiando con los retos más difíciles. Cuando otras personas
encuentran la manera de amarte por quien eres, es imposible olvidar esa confianza y
esa confirmación de dignidad y su bondad perdura por siempre.

16 Recuerda cómo la bondad de otras personas “hace tu día”. ¿Qué es lo que


tiene su bondad que te hace sentir tan especial y querido? ¿hay cosas que ellos hacen
que tú puedas replicar desde tu propio corazón?

17 Cultiva la bondad por el bien de tu propia salud. Cultiva la bondad por el bien
de tu propia salud. La mejora de la salud psicológica viene de pensar más
positivamente y la bondad es un estado mental positivo. Mientras que la bondad se
trata de dar y estar abierto con las demás personas, ser bondadoso te regresa un
sentimiento de bienestar y conexión con todos que mejora tu propio estado mental y
salud.

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18 Aunque es sencillo, la habilidad de ser bondadoso es una recompensa muy


poderosa y consistente, mejora la autoestima.

19 Leo Babauta dice que la bondad es un hábito y es uno que todos pueden cultivar.
Él sugiere la concentración en la bondad cada día por un mes. Al final de este
enfoque directo, estarás consciente de los cambios profundos en tu vida, te sentirás
mejor contigo mismo como persona y encontrarás que las personas reaccionan
contigo de manera diferente y que te tratan mejor. Como él dice, en el largo plazo,
ser bondadoso es karma en práctica. Estas son algunas sugerencias para ayudarte a
cultivar la bondad:

20 Haz algo bondadoso por alguien al día. Toma una decisión consciente al inicio
del día para definir el hecho bondadoso que realizarás y tómate el tiempo para
hacerlo.

21 Sé bondadoso, sé amigable y compasivo cuando interactúes con alguien.


Incluso más con las personas que normalmente te hacen enojar, sentir estresado o
molesto. Usa la bondad como una fortaleza.

22 Construye acciones pequeñas de bondad en acciones de compasión más


grandes. Ser voluntario para ayudar a los necesitados y tomar la iniciativa de aliviar
su sufrimiento son actos grandes de compasión.

23 Practica el efecto de bondad. Practica el efecto de bondad. Stephanie Dowrick


recomienda que practiquemos lo que ella llama el “efecto de bondad”. Ella dice que
esto requiere que nos demos la libertad de ser bondadosos por el bien de las demás
personas y de nosotros mismos. En cuanto a nuestra relación con los demás, ella
confirma que es imposible ser bondadoso con los demás sin que está bondad esté
reflejada en nosotros mismos, aumentando nuestra conexión con el mundo y
disminuyendo nuestros problemas personales.

24 Practica la bondad y al generosidad hacia los demás. Estar fuera de práctica,


ser tímido o no saber cómo interactuar con los demás se puede superar sólo con el
hacer, el estar intentando continuamente hasta que el ser bondadoso y dar a los
demás sea un impulso natural.

25 No pidas nada a cambio. La bondad más grande espera nada, viene sin ataduras
y no le pone condiciones a lo que se hace o se dice.

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26 Medita para ayudar a esparcir la bondad. Lee la Práctica de la meditación


bondadosa y amorosa (Meta) para más detalles.

27 Extiende tu bondad a las personas que no están “en tu vecindario”…


expande tu círculo de bondad. Puede ser muy fácil el ser bondadoso cuando estamos
inconscientemente haciendo lo que Stephani Dowrick define como “patrones de
bondad”. Esto se refiere a la bondad que se da a aquellas personas que sentimos que
están muy necesitados (enfermos, pobres, vulnerables y aquellos que se alinean con
nuestros propios ideales). El ser bondadoso con las personas nos acerca
emocionalmente (como la familia o los amigos) o en otras maneras (del mismo país,
del mismo color, género, etc.) y también es mucho más fácil ser bondadoso con
aquellos a quienes el filósofo Hegel llamó “el otro”. El problema de restringir los
casos “convenientes” es que fallamos en reconocer que necesitamos ser bondadosos
con todos, sin importar quienes sean, su nivel de riqueza o fortuna, sus valores o
creencias, su comportamiento y actitudes, su lugar de origen, si nos gustan o no, etc.
Al elegir ser bondadoso sólo con quienes creemos que merecen nuestra bondad,
estamos contradiciendo nuestras bases y juicios y sólo estamos practicando la
bondad condicional. La verdadera bondad abarca a todos los seres y aunque surgirán
retos que tendrás que enfrentar cuando intentes poner en práctica esta noción de
bondad mayor, nunca dejarás de aprender sobre la profundidad de tu habilidad de ser
realmente bondadoso.

28 Sé bondadoso, todas las personas que conoces están luchando una batalla
difícil." Sé bondadoso, todas las personas que conoces están luchando una batalla
difícil". Atribuido a Platón, este dicho es el reconocimiento de que todos están bajo
un reto u otro y que, a veces, es muy fácil perderlo de vista cuando estamos
envueltos en nuestros propios problemas o enojados con ellos. Antes de cometer una
acción que podría impactar negativamente a otra persona, pregúntate a ti mismo esta
pregunta sencilla: ¿Es bondadoso?. Si no puedes dar una respuesta afirmativa, es un
recordatorio de que cambies tu enfoque y acción de inmediato.

29 Incluso cuando te sientas en tu peor momento, recuerda que las otras


personas también sienten incertidumbre, dolor, dificultad, tristeza, decepción y
pérdida. De ninguna manera esto menosprecia tus sentimientos pero si te permite
darte cuenta de que las personas a menudo reaccionan desde su propio dolor en lugar

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de hacerlo desde la totalidad de su ser, y la bondad es la llave para ver más allá de
las emociones negativas y conectarte con el interior de la persona.

30 Ten en cuenta el dicho de “ser cruel para ser amable”. Piensa en la


popularidad de este dicho. ¿Crees que es una manera apropiada de ver las
situaciones de las personas? Cuando crees que alguien realmente necesita aprender
una lección, a menudo es conveniente pararte en tus dos pies, uno de los mayores
actos de bondad que puedes hacer por ellos es mantener tu juicio e ir una milla extra
para hacer las cosas que les permitirá hacer los cambios o dar los saltos de fe que
necesitan, sin intentar hacer el cambio por ellos. Todos estamos conscientes de que
no podemos cambiar a otro ser humano. Pero la bondad nos permite cambiar cosas a
su alrededor para que ellos hagan los cambios que necesitan hacer. Lo cual significa
que no necesitamos ver a nuestro acto como “cruel”; en lugar de eso, se convierte en
un acto de “habilitación”.

31 Si te rehúsas a ser bondadoso con alguien sólo porque piensas que no se


merecen tu apoyo y entendimiento, entonces estás practicando la bondad
selectiva.

32 Realiza un acto de bondad al azar, sin esperar alguna recompensa, seguro en


el conocimiento de que un día tal vez alguien haga lo mismo por ti. “Realiza un
acto de bondad al azar, sin esperar alguna recompensa, seguro en el conocimiento de
que un día tal vez alguien haga lo mismo por ti”. Estas son las palabras que la
princesa Diana dijo una vez. La práctica de actos de bondad al azar está viva y es un
esfuerzo consciente de esparcir más bondad; incluso hay grupos que se han
establecido para realizar este deber cívico esencial.

33 Para detalles sobre la práctica de actos de bondad al azar, lee Cómo


practicar actos de bondad al azar.

34 Sé cortés. Aunque el ser cortés no es en sí una indicación de bondad, la cortesía


genuina demuestra un respeto hacia aquellos con los que estás interactuando. Ser
cortés es una manera amable de atraer la atención de las personas y dejar tu marca.
Estas son algunas maneras sencillas de hacer esto:

35 Encuentra la manera para cambiar la formulación de tus solicitudes o


respuestas a los demás. Por ejemplo, intenta decir “¿podrías? en lugar de
“¿puedes?; decir “estoy sorprendido” en lugar de “eso no es justo”; decir

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“permíteme explicártelo de otra manera” en lugar de decir “eso no fue lo que dije”.
Reformular tu lenguaje dice mucho de ti.

36 Haz cumplidos verdaderos.

37Lee Cómo practicar la cortesía y la bondad para más ideas.

38 Demuestra bondad amando a los animales y al mundo. Demuestra bondad


amando a los animales y al mundo. Amar a los animales y cuidar a las mascotas es
una acción bondadosa. Nada te obliga a cuidar a seres de otras especies,
especialmente en una época en la que las herramientas de dominación humana son
muy poderosas. Pero el mero acto de amar a los animales y de respetarlos por su
propio valor es una expresión de profunda bondad. De igual manera, ser bondadoso
con el mundo que nos sostiene y nutre es un acto razonable y bondadoso,
asegurándote de no envenenar los elementos que nos aseguran una vida sana.

39 Adopta o cuida a una mascota. Tu bondad será recompensada por dejar que
otro ser vivo entre a tu vida, trayéndote alegría y amor.

40 Dile a un amigo que puedes cuidar su mascota mientras está de viaje. Dale a
tu amigo(a) la seguridad de que una persona amorosa estará cuidando a su mascota
mientras él/ella está fuera.

41 Respeta a las especies que estás cuidando. Los humanos no son “dueños” de
los animales, en lugar de eso, tenemos una relación en la que somos responsables de
su bienestar y cuidado.

42 Tómate el tiempo de restaurar las partes de tu ambiente local con la


comunidad local. Ve a caminar en la naturaleza con tu familia, amigos, solo o únete
al mundo del cual eres parte. Comparte tu amor por la naturaleza con los demás para
ayudar a despertar su sentido de conexión con la naturaleza.

43 Transforma tu vida. Cambiar la manera en la que vives y tu punto de vista del


mundo puede ser muy. Pero toma nota de la prescripción que hizo Aldous Huxley
sobre transformar tu vida; “Las personas a menudo me preguntan que cuál es la
técnica más efectiva para transformar sus vidas; es un poco vergonzoso que después
de tantos años y años de experimentos, tenga que decir que la mejor respuesta es
simplemente ser más bondadoso.” Toma los años de investigación de Huxley con el
corazón y permite que la bondad transforme tu vida, para trascender todos los

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sentimientos y acciones de agresión odio, enojo, miedo y auto desprecio y restaurar


la fuerza que fue desgastada por la desesperación.

44 A través de ser bondadoso, puedes afirmar que el preocuparte y cuidar de


los demás, de nuestro medio ambiente y de ti mismo es la manera correcta de
vivir la vida. No se trata de una efectividad inmediata, la bondad es un estilo de
vida, un zumbido constante y un ritmo que acompaña a todas las cosas que piensas y
haces.

45 Al ser bondadoso, estás dejando ir la carga de preocuparte por lo que otros


tienen y tú no, que son menos o más dignos que tú, o que están en una posición
inferior o superior a ti. La bondad asume que todos son dignos, incluyéndote a ti
mismo.

46 Al ser bondadoso, reconoces que todos los seres vivos son uno. Que lo que
haces para dañar a otro, te daña a ti mismo. Y que lo que haces para ayudar a otra
persona, te ayuda a ti mismo.

QUÉ ES ÉTICA:

Ética es una rama de la filosofía dedicada a las cuestiones morales. La palabra ética
proviene del latín ethĭcus, y este del griego antiguo ἠθικός (êthicos), derivada de
êthos, que significa 'carácter' o 'perteneciente al carácter'.

TIPOS DE ÉTICA:

1) LA ÉTICA POLÍTICA: El ámbito de reflexión denominarle con mayor o menor


acuerdo ética política construye discursos normativos orientadores de la actividad
pública. Le interesa la explicación mesurada de lo que debe ser la política desde
determinados criterios morales. Por ello, este campo de reflexión ha de distinguirse
claramente de la ciencia política. De esta son característicos los juicios descriptivos
que procuran dar razón de lo que acontece, de hecho, en los diferentes niveles
institucionales de un país, o de un sistema político. La economía y la sociología
política, por ejemplo, aportan investigaciones pretendidamente asépticas de los
comportamientos personales, institucionales y colectivos encuadrables en lo político.
Por el contrario, la denominación de ética política expresa ya claramente el enfoque
prescriptivo que se requiere para orientar las acciones de los diferentes sujetos
implicados en decisiones políticas. Por ello, la reflexión filosófica en este campo
habrá de centrarse en esclarecer cuáles son los presupuestos morales de mayor
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consistencia teórica, desde los que cabe guiar el comportamiento político, no sólo de
los gobernantes, sino también, y en menor medida, de los ciudadanos gobernados.
Las diferentes /éticas políticas de la historia han suscitado complejos problemas que
atraviesan, con diferentes formulaciones y desde contextos distintos, siglos de
pensamiento hasta nuestro presente. Ejemplo de algunas de estas nucleares
cuestiones son: la tensión entre el elitismo y el igualitarismo (Platón), el diseño del
mejor sistema de gobierno (Aristóteles), los conflictos entre el bien individual y el
/bien común (santo Tomás), la obligación de obedecer a la /autoridad (Hobbes), la
defensa de los derechos naturales desde el poder (Locke), los límites de la
representación política (Rousseau), la /libertad individual contra el poder político-
social (Stuart Mili), la base moral de la democracia (Tocqueville), la responsabilidad
de los políticos (Weber)...

Principios básicos de la Actividad Política: Indicamos sólo los seis más relevantes
y al mismo tiempo, por paradójico que parezca, reiteradamente violados en los
sistemas democráticos.

1°) Principio de la receptividad: Todo político habrá de ser receptivo a las críticas
y quejas de la ciudadanía, formuladas a través de diferentes procedimientos; uno de
ellos, sin duda, los medios de comunicación. Las decisiones de los políticos, para
que sean morales, habrán de tomarse teniendo en cuenta siempre la perspectiva de
aquellos que serán los más afectados. El rechazo directo de las críticas que susciten
las decisiones políticas nos muestra un comportamiento político escasamente
receptivo a la voluntad ciudadana, y por ende, de dudosa validez moral.

2°) Principio de la trasparencia: Todo político habrá de actuar explicando siempre


las intenciones con las que toma sus decisiones, sacando a la luz pública lo que se
pretende conseguir con ellas, por qué se toman, cómo se van a llevar a término... No
han de existir dobles intenciones en la vida política. Constituye una obligación
moral de todo político decir siempre la verdad a la ciudadanía, no ocultar, tras
mensajes ambiguos, intenciones inconfesables públicamente.

3°) Principio de la dignidad: Todo político habrá de actuar considerando a las


personas implicadas en sus decisiones como fines en sí (Kant) y nunca como meros
medios. La más grave inmoralidad en la que puede incurrir un político consiste en
utilizar a las personas como instrumentos y objetos con los cuales conseguir otros
fines, aunque sean fomentadores del bienestar social. Esta defensa de la, dignidad de

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toda persona, a la que debe sujetarse cualquier acción política, implica la


salvaguarda rigurosa y la promoción constante de los, derechos humanos,
consagrados en las constituciones democráticas. Argumentaciones y acciones
políticas exculpadoras y violadoras de esos derechos, en las que subyace la
legitimidad de servirse de personas (secuestradas, asesinadas, torturadas,
extorsionadas...) para alcanzar otros fines considerados superiores, constituyen
argumentaciones y acciones gravemente inmorales, además de claramente delictivas.
Es este principio moral el que, desde el /cristianismo y la reflexión ética kantiana,
mayor fuerza moralizadora de la práctica política comporta, además de sostenerse en
una sólida base filosófica, que lo convierte en la piedra angular sobre la que se
apoya todo el edificio político-jurídico de nuestra cultura democrática, tal como la
enmarca la Declaración Universal de los Derechos Humanos.

4°) Principio de los fines universales: Todo político habrá de actuar distinguiendo
con suma claridad lo que son intereses personales o partidistas, de lo que constituyen
en verdad fines universales de una comunidad o una nación. Lo cual significa que
aquellas argumentaciones, decisiones o acciones políticas con las que se procura
beneficiar, por ejemplo electoralmente o económicamente, a un partido político, son
inmorales, aunque no sean por supuesto ilegales; y no digamos si se presentan a la
ciudadanía, como suele suceder, revestidas de un aparente interés general, las que se
sabe claramente que son meras estratagemas para aumentar votos o beneficiar a
personas particulares.

5°) Principio de servicialidad: En todo sistema de gobierno hay quienes viven,


como decía Weber, de la política y quienes viven para la política. Los primeros se
introducen en la vida pública y anhelan los cargos políticos como medios para
acrecentar sus arcas particulares; mientras que estos últimos son quienes se entregan
a la vida política como servidores de una causa, ven en el acceso al poder un medio
para servir a la ciudadanía, no muestran apego sospechoso al cargo, y expresan con
hechos una concepción transitoria de la actividad política. Una referencia para medir
la altura moral de un político cabe encontrarla en este espíritu servicial del poder.
Por el contrario, una clara muestra de la inmoralidad política queda patente en todos
aquellos que se sirven del poder para enriquecerse o enriquecer a los suyos.

6°) Principio de la responsabilidad: La mayoría de los políticos, cuando acusan a


otros lo hacen por «falta de responsabilidad», y cuando se alaban a sí mismos es por

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haber actuado «por responsabilidad». Conviene distinguir entre responsabilidad


moral, política y penal. Aunque simplificando, la última la delimitan los jueces, la
segunda los parlamentarios o partidos, y la primera, además de estos, la ciudadanía y
los medios de opinión. Es evidente que actuar moralmente en política es actuar con
responsabilidad. Sin embargo, no resulta del todo evidente qué significa con
exactitud la 'responsabilidad en la vida política. Se podrían distinguir, al menos, tres
sentidos, todos ellos complementarios: a) responder a los ciudadanos y sus
representantes, a través de las instituciones democráticas, de todo aquello de lo que
se solicite explicación o justificación; b) asumir como propios los comportamientos
ilegales o gravemente inmorales de los altos cargos subordinados, sin delegar en
otros o excusarse en la traición de los hombres de confianza; c) tomar decisiones,
como decía Weber, calculando siempre sus consecuencias previsibles para una
comunidad o nación. Si el principio de la dignidad de la persona lo percibimos como
el más elevado moralmente, el principio de la responsabilidad muestra mayores
dificultades para ser delimitado con claridad; es el más manoseado y, por eso
mismo, tergiversado por la mayoría de los políticos.

La ética política, vista desde la vertiente moral inherente a la actividad pública, a


nuestro juicio habrá de centrarse, entre otros, en dos amplios objetivos: Por un lado,
en la búsqueda teórica de variados principios éticos, que emanarán principalmente
de la filosofía moral y política. Desde ellos se ha de ofrecer una concepción integral
y dignificadora de la persona, una justificación y revisión de los derechos humanos,
y una mayor legitimación moral del sistema democrático. Por otro lado, la ética
política también tendrá que ser capaz de considerar con penetración orientadora tales
principios, cotejándolos con las dinámicas de la vida pública, a fin de comprobar si
esta se deja o no valorar por ellos. Con ambos objetivos la ética política podría
contribuir modestamente a la revitalización moral del sistema democrático y, por
ende, a una mejor defensa de la dignidad de la persona, siempre amenazada por la
vorágine del poder.

2) LA ÉTICA ECONÓMICA: La ética económica es la "ciencia acerca del orden


moral de la cooperación social del hombre para satisfacer sus necesidades vitales y
culturales" (J. Messner).

En efecto, la economía forma parte de la cultura humana, como todo lo que se


refiere al cumplimiento de las tareas esenciales de la vida humana, y no sólo porque

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cree sus "presupuestos materiales", como muchas veces se afirma, sino también en
cuanto parte del orden personal y social de la vida y porque para la mayoría de los
hombres ocupa la mayor parte de su vida bajo la forma de trabajo profesional, y sólo
por esto hay que reconocerle un decisiva importancia en la configuración de la vida
humana.

El hecho básico de que depende el esfuerzo del hombre para satisfacer sus
necesidades vitales y culturales es la escasez de los medios de comparación a las
necesidades, y el problema aumenta si consideramos que las necesidades crecen
según se eleva el nivel de su satisfacción. Por ello, la razón humana se ve abocada
en primer lugar a la actividad económica, es decir, a procurar la mejor satisfacción
de sus necesidades con los bienes escasos de que dispone, y a buscar a esa meta por
medio de la cooperación social, a través de la especialización e intercambio.

Si cada familia cubriese sus necesidades con sus propias fuerzas, nunca hubiese
sobrepasado un estado cultural completamente primitivo, y por ello el hombre no
podría alcanzar su fin último subjetivo, que es la actualización plena de todas sus
potencias. Dadas las limitaciones del hombre, este fin no puede lograrse por un
individuo solo, sino por la sociedad toda, y a través de la especialización, como
viéramos.

Principios básicos de la ética económica:

A) El Bien Común: Es la causa final de la sociedad, y podría definirse como el


"orden o adecuado modo de relación que permite a todas y cada una de las personas
que integran la sociedad respectiva, alcanzar su fin personal o individual en la mayor
medida de lo posible".

La sociedad es un ente de orden, es decir, un conjunto de sustancias unidas en torno


a un fin, y lo es justamente porque no es una sustancia ni la mera suma cuantitativa
de los seres humanos que la integran, sino que es un conjunto de elementos
(hombres) unidos en torno a un fin, el cual es común, y por lo tanto comunicable y
participable a todos los integrantes de la sociedad. Por ello el bien común no se
opone al bien personal, pues es el bien que es común a cada una de las personas que
integran el grupo social. En caso de aparente pugna, hay que averiguar cuál es el
verdadero bien y cuál el aparente (apetito desordenado).

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La sociedad está al servicio de la persona, y no la persona al servicio de la sociedad,


y esto es así por cuanto el hombre es superior a la sociedad desde el punto de vista
ontológico, pues es un ser substancial que es apto para subsistir por sí mismo, y la
sociedad un ser accidental de relación, que por lo tanto requiere a lo menos de dos
sustancias. También lo es en el orden del fin, por cuanto el hombre vive en la
historia pero trasciende de ella, por su destino eterno. La sociedad en cambio se
agota en el tiempo, en la historia.

Las otras concepciones sobre el bien común son fundamentalmente:

1) la doctrina individualista sobre el bien común, de comienzos del liberalismo,


que considera el bien común como la mera suma de los bienes individuales,
obtenido cada cual con prescindencia de los demás. El único límite de cada persona
es no impedirle a los demás obtener su bien particular a través de alguna acción
positiva. De esta concepción fluye la conclusión de que el bien común es el bien de
la mayoría, del más fuerte.

2) la doctrina colectivista o totalitaria del bien común, que considera a la


sociedad como un todo colectivo superior bajo todo concepto a los seres humanos
que la componen, los cuales carecen frente a la sociedad de toda trascendencia, y por
lo tanto, de todo derecho. El bien común es considerado el bien de la colectividad
entendida como este todo colectivo, por lo cual se admite que en aras del bien
colectivo se sacrifique todo derecho o bien individual, por lo cual el bien común
muchas veces no es más que un bien en apariencia.

B) Principio de Subsidiariedad y Autonomías Sociales: El hombre se agrupa en


sociedades para alcanzar fines que no puede alcanzar por sí solo, luego forma
sociedades mayores para lograr fines que las menores no están en condiciones de
proporcionar. Cada sociedad es por definición apta para lograr su objetivo o bien
común particular. En caso contrario se disuelve o se transforma en otra distinta, la
cual sí es apta para lograr su fin.

Si toda sociedad tiene los medios para alcanzar su fin, tiene a la vez el derecho de
buscarlo con libertad y autonomía, es decir el derecho de gobernarse a sí misma. El
gobernarla es dirigir una sociedad hacia su fin o bien común particular, y esto es lo
que marca el ámbito y límite de la autonomía de una sociedad. (Se extiende a todo lo
necesario para alcanzar su fin, pero sólo a ello).

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El principio de subsidiariedad se basa precisamente en que toda sociedad es


autónoma para alcanzar su fin propio, y por lo tanto, ninguna sociedad mayor puede
asumir lo que es propio de una sociedad menor, lo que es propio de su ámbito de
autonomía. Sólo podría hacerlo si ésta no satisface adecuadamente su fin, en cuyo
caso actúa en subsidio. El Estado es subsidiario respecto de todas las sociedades
intermedias.

Entre las funciones del Estado según el principio de subsidiariedad se distinguen:

a) Aquellas funciones que de suyo y por naturaleza no podrán jamás ser tomadas por
los particulares, las cuales serían representar a la comunidad toda (relaciones
exteriores, defensa, policía), y coordinar las relaciones jurídicas (la ley y su
aplicación), y

b) El rol subsidiario del Estado, es decir, aquellas funciones que pueden ser
realizadas por los particulares, pero que de hecho no las realizan en forma
satisfactoria. El Estado debe realizar estas funciones sólo cuando sean necesarias o
claramente convenidas para el logro del bien común, y siempre que haya agotado
sus esfuerzos para que los particulares las asuman, esfuerzos que deben continuar
hasta que los particulares puedan de hecho asumirlas.

El análisis de la naturaleza y fin de la economía confirma la validez incondicionada


del principio en materia económica. Podría pensarse en conducir al hombre como
animal al trabajo y al pesebre, como sucede en una sociedad de esclavos, pero esto
no está de acuerdo con la naturaleza humana. En efecto: a) el hombre siente el
apetito de mejorar la satisfacción de sus necesidades y de lograr la plenitud de su
vida, material y espiritualmente, para sí mismo y su familia, lo cual implica que por
su contribución a la productividad tiene derecho a aspirar a una mayor participación
en los beneficios. Esto significa libertad de iniciativa como estímulo para una mayor
cooperación económico-social; b) el hombre se caracteriza por su apetito de libertad
en la satisfacción de sus necesidades y por lo tanto en la configuración de su vida.
Unos prefieren unas cosas, otros otras; c) en virtud del derecho del hombre a tener
sus propias convicciones en relación a su responsabilidad para cumplir los fines
esenciales de la vida, el principio de subsidiariedad adquiere gran importancia en
economía, pues si el Estado organiza la producción y el consumo, depende de él qué
convicciones o necesidades protegerá en el campo educacional, espiritual, ético o

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religioso. En definitiva el principio de subsidiariedad pretende dar tanta libertad


como sea posible, y tanta regulación como sea necesaria en interés del bien común.

3) ÉTICA PROFESIONAL: Ya definimos a la Ética como la ciencia que estudia la


bondad o maldad de los actos humanos ahora nos toca definir lo que es la Profesión.
La profesión puede definir como "la actividad personal, puesta de una manera
estable y honrada al servicio de los demás y en beneficio propio, a impulsos de la
propia vocación y con la dignidad que corresponde a la persona humana".

En un sentido estricto esta palabra designa solamente las carreras universitarias. En


sentido amplio, abarca también los oficios y trabajos permanentes y remunerados,
aunque no requieran un título universitario.

En virtud de su profesión, el sujeto ocupa una situación que le confiere deberes y


derechos especiales, como se verá:

1. La Vocación. La elección de la profesión debe ser completamente libre. La


vocación debe entenderse como la disposición que hace al sujeto especialmente apto
para una determinada actividad profesional. Quien elige de acuerdo a su propia
vocación tiene garantizada ya la mitad de su éxito en su trabajo. En cambio, la
elección de una carrera profesional sin tomar en cuenta las cualidades y
preferencias, sino, por ejemplo, exclusivamente los gustos de los padres, o los
intereses de la familia, fácilmente puede traducirse en un fracaso que, en el mejor de
los casos, consistiría en un cambio de carrera en el primero o segundo año, con la
consiguiente pérdida de tiempo y esfuerzo.

2. Finalidad de la Profesión. La finalidad del trabajo profesional es el bien común.


La capacitación que se requiere para ejercer este trabajo, está siempre orientada a un
mejor rendimiento dentro de las actividades especializadas para el beneficio de la
sociedad. Sin este horizonte y finalidad, una profesión se convierte en un medio de
lucro o de honor, o simplemente, en el instrumento de la degradación moral del
propio sujeto.

3. El Propio beneficio. Lo ideal es tomar en cuenta el agrado y utilidad de la


profesión; y si no se insiste tanto en este aspecto, es porque todo el mundo se inclina
por naturaleza a la consideración de su provecho personal, gracias a su profesión.
No está de más mencionar el sacrificio que entrañan casi todas las profesiones: el
médico, levantándose a media noche para asistir a un paciente grave; el ingeniero,

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con fuertes responsabilidades frente a la obra, etc. La profesión también gracias a


esos mismos trabajos, deja, a l final de cuentas, una de las satisfacciones más
hondas.

4. Capacidad profesional. Un profesional debe ofrecer una preparación especial en


triple sentido: capacidad intelectual, capacidad moral y capacidad física.

•La capacidad intelectual consiste en el conjunto de conocimientos que dentro de su


profesión, lo hacen apto para desarrollar trabajos especializados. Estos
conocimientos se adquieren básicamente durante los estudios universitarios, pero se
deben actualizar mediante las revistas, conferencias y las consultas a bibliotecas.

•La capacidad moral es el valor del profesional como persona, lo cual da una
dignidad, seriedad y nobleza a su trabajo, digna del aprecio de todo el que encuentra.
Abarca no sólo la honestidad en l trato y en los negocios, no sólo en el sentido de
responsabilidad en el cumplimiento de lo pactado, sino además la capacidad para
abarcar y traspasar su propia esfera profesional en un horizonte mucho más amplio.

•La capacidad física se refiere principalmente a la salud y a las cualidades corpóreas,


que siempre es necesario cultivar, como buenos instrumentos de la actividad
humana.

1. Los Deberes Profesionales. Es bueno considerar ciertos deberes típicos en todo


profesional. El secreto profesional es uno de estos, este le dice al profesionista que
no tiene derecho de divulgar información que le fue confiada para poder llevar a
cabo su labor, esto se hace con el fin de no perjudicar al cliente o para evitar graves
daños a terceros. El profesional también debe propiciar la asociación de los
miembros de su especialidad. La solidaridad es uno de los medios más eficaces para
incrementar la calidad del nivel intelectual y moral de los asociados. En fin al
profesional se le exige especialmente actuar de acuerdo con la moral establecida.
Por tanto, debe evitar defender causas injustas, usar sus conocimientos como
instrumento de crimen y del vicio, producir artículos o dar servicios de mala calidad,
hacer presupuestos para su exclusivo beneficio, proporcionar falso informes, etc.
Cuando un profesional tiene una conducta honesta, dentro y fuera del ejercicio de su
profesión, le atraerá confianza y prestigio, lo cual no deja de ser un estímulo que lo
impulsará con más certeza en el recto ejercicio de su carrera.

DIFERENCIA ENTRE LA ÉTICA Y LA MORAL:

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Ética del Desarrollo.

El uso de la palabra Ética y la palabra Moral está sujeto a diversos


convencionalismos y que cada autor, época o corriente filosófica las utilizan de
diversas maneras. Pero para poder distinguir será necesario nombrar las
características de cada una de estas palabras así como sus semejanzas y diferencias.

CARACTERÍSTICAS DE LA MORAL

La Moral es el hecho real que encontramos en todas las sociedades, es un conjunto


de normas a saber que se transmiten de generación en generación, evolucionan a lo
largo del tiempo y poseen fuertes diferencias con respecto a las normas de otra
sociedad y de otra época histórica, estas normas se utilizan para orientar la conducta
de los integrantes de esa sociedad.

CARACTERÍSTICAS DE LA ÉTICA:

Es el hecho real que se da en la mentalidad de algunas personas, es un conjunto de


normas a saber, principio y razones que un sujeto ha realizado y establecido como
una línea directriz de su propia conducta.

SEMEJANZAS Y DIFERENCIAS ENTRE LA ÉTICA Y LA MORAL

Los puntos en los que confluyen son los siguientes:

•En los dos casos se trata de normas, percepciones, deber ser.

•La Moral es un conjunto de normas que una sociedad se encarga de transmitir de


generación en generación y la Ética es un conjunto de normas que un sujeto ha
esclarecido y adoptado en su propia mentalidad.

Ahora los puntos en los que difieren son los siguientes:

•La Moral tiene una base social, es un conjunto de normas establecidas en el seno de
una sociedad y como tal, ejerce una influencia muy poderosa en la conducta de cada
uno de sus integrantes. En cambio la Ética surge como tal en la interioridad de una
persona, como resultado de su propia reflexión y su propia elección.

•Una segunda diferencia es que la Moral es un conjunto de normas que actúan en la


conducta desde el exterior o desde el inconsciente. En cambio la Ética influye en la
conducta de una persona pero desde si misma conciencia y voluntad.

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Una tercera diferencia es el carácter axiológico de la ética. En las normas morales


impera el aspecto prescriptivo, legal, obligatorio, impositivo, coercitivo y punitivo.
Es decir en las normas morales destaca la presión externa, en cambio en las normas
éticas destaca la presión del valor captado y apreciado internamente como tal. El
fundamento de la norma Ética es el valor, no el valor impuesto desde el exterior,
sino el descubierto internamente en la reflexión de un sujeto.

Con lo anterior podemos decir existen tres niveles de distinción.

1. El primer nivel está en la Moral, o sea, en las normas cuyo origen es externo y
tienen una acción impositiva en la mentalidad del sujeto.

2. El segundo es la Ética conceptual, que es el conjunto de normas que tienen un


origen interno en la mentalidad de un sujeto, pueden coincidir o no con la moral
recibida, pero su característica mayor es su carácter interno, personal, autónomo y
fundamentaste.

3. El tercer nivel es el de la Ética axiológica que es el conjunto de normas originadas


en una persona a raíz de su reflexión sobre los valores.

LOS ACTOS HUMANOS:

Existen dos tipos de actos, los Actos humanos y los Actos del hombre, ambos son
ejecutados por el hombre pero poseen ciertas diferencias:

1. Los Actos Humanos. Son ejecutados consciente y libremente, es decir, en un


nivel racional. Son originados en la parte típicamente humana del hombre, es decir,
en sus facultades específicas, como son la inteligencia y la voluntad. Estos son el
objeto material de la Ética y son los que pueden ser juzgados como buenos o malos
desde el punto de vista de la Moral. Los actos humanos son aquellos que proceden
de la voluntad deliberada del hombre; es decir, los que realiza con conocimiento y
libre voluntad (cfr. S.Th., I-II, q.1, a.1,c.) En ellos interviene primero el
entendimiento, porque no se puede querer o desear lo que no se conoce: con el
entendimiento el hombre advierte el objeto y delibera si puede y debe tender a él, o
no. Una vez conocido el objeto, la voluntad se inclina hacia ‚l porque lo desea, o se
aparta de él, rechazándolo. Sólo en este caso cuando intervienen entendimiento y
voluntad el hombre es dueño de sus actos, y por tanto, plenamente responsable de
ellos. Y sólo en los actos humanos puede darse valoración moral.

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DIVISION DEL ACTO HUMANO:

Por su relación con la moralidad, el acto humano puede ser:

1) bueno o lícito, si está conforme con la ley moral (p. ej., el dar limosna);

2) malo o ilícito, si le es contrario (p. ej., mentir);

3) indiferente, cuando ni le es contrario ni conforme (p.ej., el caminar; cfr.2.6.1).

Aunque ésta es la división más importante, interesa señalar también que, en razón de
las facultades que lo perfeccionan, el acto puede ser:

a) interno: el realizado a través de las facultades internas del hombre,


entendimiento, memoria, imaginación..., p. ej., el recuerdo de una acción pasada, o
el deseo de algo futuro;

b) externo: cuando intervienen también los órganos y sentidos del cuerpo (p. ej.,
comer o leer).

ELEMENTOS DEL ACTO HUMANO: LA ADVERTENCIA Y EL


CONSENTIMIENTO

Ya hemos dicho que el acto humano exige la intervención de las potencias


racionales, inteligencia y voluntad, que determinan sus elementos constitutivos: la
advertencia en la inteligencia y el consentimiento en la voluntad.

LA ADVERTENCIA

Por la advertencia el hombre percibe la acción que va a realizar, o que ya est


realizando. Esta advertencia puede ser plena o semiplena, según se advierta la acción
con toda perfección o sólo imperfectamente (p. ej., estando semi-dormido).

Obviamente, todo acto humano requiere necesariamente de esa advertencia, de tal


modo que un hombre que actúa a tal punto distraído que no advierte de ninguna
manera lo que hace, no realizaría un acto humano. No basta, sin embargo, que el
acto sea advertido para que pueda ser imputado moralmente: en este caso es
necesaria, además, la advertencia de la relación que tiene el acto con la moralidad
(p. ej., el que advierte que est comiendo carne, pero no se da cuenta que es vigilia,
realiza un acto humano que, sin embargo, no es imputable moralmente).

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La advertencia, pues, ha de ser doble: advertencia del acto en sí y advertencia de la


moralidad del acto.

EL CONSENTIMIENTO: Lleva al hombre a querer realizar ese acto previamente


conocido, buscando con ello un fin. Como señala Santo Tomás (S. Th, I-II, q. 6, a.
1), acto voluntario o consentido es “el que procede de un principio intrínseco con
conocimiento del fin”. Ese acto voluntario –consentido- puede ser perfecto o
imperfecto -según se realice con pleno o semipleno consentimiento- y directo o
indirecto. Por la importancia que tiene en la práctica, estudiaremos con más
detenimiento lo que se entiende por acto voluntario indirecto y directo.

OBSTACULOS AL ACTO HUMANO

Se trata ahora de analizar algunos factores que afectan a los actos humanos, ya
impidiendo el debido conocimiento de la acción, ya la libre elección de la voluntad;
es decir, las causas que de alguna manera pueden modificar el acto humano en
cuanto a su voluntariedad o a su advertencia y, por tanto, en relación con su
moralidad. Algunas de esas causas afectan al elemento cognoscitivo del acto
humano (la advertencia), y otras al elemento volitivo (el consentimiento).

Estos obstáculos pueden incluso llegar a hacer que un “acto humano” pase a ser tan
sólo “acto del hombre”

OBSTACULO POR PARTE DEL CONOCIMIENTO:

LA IGNORANCIA: A. Noción de ignorancia. Por ignorancia se entiende falta de


conocimiento de una obligación. En Teología Moral suele definirse como la falta de
la debida ciencia moral en un sujeto capaz; es decir, la ausencia de un conocimiento
moral que se podría y debería tener. De este modo podemos distinguirla de: la
nesciencia, o falta de conocimientos no obligatorios (p. Ej., de la medicina en
quienes no son médicos); la inadvertencia, o falta de atención actual a una cosa que
se conoce habitualmente; el olvido, o privación –actual o habitual- de un
conocimiento que se tuvo anteriormente. el error, o juicio equivocado sobre la
verdad de una cosa.

B. División de la ignorancia. La ignorancia puede ser vencible o invencible.

a) Ignorancia vencible: es aquella que se podría y debería superar, si se pudiera un


esfuerzo razonable (p. Ej., consultando, estudiando, pensando, etc.). Se subdivide

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en: simplemente vencible; si se puso algún esfuerzo para vencerla, pero insuficiente
e incompleto.

b) Ignorancia invencible; es aquella que no puede ser superada por el sujeto que la
padece, ya sea porque de ninguna manera la advierte(p. Ej., el aborígen que no
advierte la ilicitud de la venganza), o bien porque ha intentado en vano de salir de
ella (preguntando o estudiando). En ocasiones puede equipararse a la ignorancia
invencible el olvido o la inadvertencia (p. Ej., el que come carne en el día de vigilia
sin saberlo, de manera que no la comería si supiera).

La ignorancia invencible se da sobre todo en gente ruda e incivil. En una persona


con preparación humana y escolar, la ignorancia en materia de fe y moral es casi
siempre vencible.

OBSTACULOS POR PARTE DE LA VOLUNTAD

Los obstáculos que dificultan la libre elección de la voluntad son: el miedo, las
pasiones, la violencia y los hábitos.

A. El miedo. Es una vacilación del ánimo ante un mal presente o futuro que nos
amenaza, y que influye en la voluntad del que actúa. En general, el miedo -aunque
sea grande- no destruye el acto voluntario, a menos que su intensidad haga perder el
uso de razón. El miedo no es razón suficiente para cometer un acto malo, aunque el
motivo sea considerable: salvar la propia vida, o la fama, etc. Sería ilícito, por
ejemplo, renegar de la fe por miedo al castigo o a la muerte, o emplear medios
anticonceptivos por temor a consecuencias graves en la salud ante un nuevo
embarazo, etc. Por el contrario, si a pesar del miedo el sujeto realiza la acción buena,
es mayor el valor moral de esa acción. A lo largo de la historia de la Iglesia se han
dado incontables casos de personas con un natural m s bien tímido y poco audaz que
han superado el miedo para cumplir la voluntad de Dios. Es el caso, por ejemplo, de
José de Arimatea que, siendo discípulo oculto de Cristo “por temor a los judíos” (Jn.
19, 38), sabe vencerse y dar la cara cuando otros huyen: reclama “audacter”,
audazmente (Mc. 15, 43) de Pilato el cuerpo muerto del Señor.

A veces, sin embargo, el miedo puede excusar del cumplimiento de leyes positivas
(es decir, de leyes puramente eclesiásticas) que mandan practicar un acto bueno, si
causan gran incomodidad, porque en estos casos se sobreentiende que el legislador
no tiene intención de obligar. Sería el caso, p. ej., de la esposa que para evitar un

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grave conflicto familiar deja de ayunar o de ir a Misa. Es una aplicación del


principio que dice que las leyes positivas no obligan con grave incomodidad.

Nótese que se trata sólo de leyes positivas o meramente eclesiásticas. El


cumplimiento de la ley divina -p.ej., amar a Dios sobre todas las cosas- obliga
siempre, aun a costa de la propia vida (p. ej., los santos martirizados por negarse a
incensar a los ídolos

B. Las pasiones. Designan las emociones o impulsos de la sensibilidad que inclinan


a obrar o no obrar. Son componentes naturales del psiquismo humano, constituyen el
lugar de paso entre la vida sensible y la vida del espíritu. Ejemplos de pasiones son
el amor y el odio, el deseo y el temos, la alegría, la tristeza y la ira. Las pasiones son
en sí mismas indiferentes, pero se convierten en buenas o malas según el objeto al
que tiendan. Por eso, deben ser dirigidas por la razón y regidas por la voluntad, para
que no conduzcan al mal.

P. ej., la ira es santa si lleva a defender los bienes de Dios (es la ira de Jesucristo
cuando expulsa a los vendedores del templo: cfr. Mc. 11, 15-19); el odio agrada a
Dios si es odio al pecado; el placer es bueno si est regido por la recta razón. Si los
objetos a que tienden las pasiones son malos, nos apartan del fin último: odio al
prójimo, ira por motivos egoístas, placer desordenado, etc.

Si las pasiones se producen antes de que se realice la acción e influyen en ella,


disminuyen la libertad por el ofuscamiento que suponen para la razón; incluso en
arrebatos muy violentos, pueden llegar a destruir esa libertad (p. ej., el padre que
llevado por la ira golpea mortalmente a su hijo pequeño).

Si se producen como consecuencia de la acción y son directamente provocadas,


aumentan la voluntariedad (p. ej., el que recuerda las ofensas recibidas para
aumentar la ira y el deseo de venganza).

Cuando surge un movimiento pasional que nos inclina al mal, la voluntad puede
actuar de dos formas: negativamente, no aceptándolo ni rechazándolo;
positivamente, aceptándolo o rechazándolo con un acto formal.

Para luchar eficazmente contra las pasiones desordenadas no basta una resistencia
negativa, puesto que supone quedar expuesto al peligro de consentir en ellas. Es
necesario rechazarlas formalmente llevando el ánimo a otra cosa: es el medio más
fácil y seguro, sobre todo para combatir los movimientos de sensualidad y de ira.
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El naturalismo es la falsa doctrina que invita a no poner ninguna traba a las pasiones
humanas, bajo pretextos pseudo-psicológicos (dar origen a traumas, p. ej.). Cae en el
error base de olvidar que el hombre tiene, como consecuencia del pecado original,
las pasiones desordenadas y proclives al pecado. La recta razón, como potencia
superior, iluminada y fortalecida por la gracia, ha de someter y regir esos
movimientos en el hombre.

C. La violencia. Es el impulso de un factor exterior que nos lleva a actuar en contra


de nuestra voluntad. Ese factor exterior puede ser físico (golpes, etc.) o moral
(promesas, halagos, ruegos insistentes e inoportunos, etc.), que da lugar a la
violencia física o moral. La violencia física absoluta -que se da cuando la persona
violentada ha opuesto toda la resistencia posible, sin poder vencerla- destruye la
voluntariedad, con tal de que se resista interiormente para no consentir el mal. La
violencia moral nunca destruye la voluntariedad pues bajo ella el hombre permanece
en todo momento dueño de su libertad. La violencia física relativa disminuye la
voluntariedad, en proporción a la resistencia que se opuso.

D. Los hábitos. Muy relacionados con el consentimiento están los hábitos o


costumbres contraídas por la repetición de actos, y que se definen como firme y
constante tendencia a actuar de una determinada forma. Esos hábitos pueden ser
buenos y en ese caso los llamamos virtudes o malos: estos últimos constituyen los
vicios. El hábito de pecar -un vicio arraigado- disminuye la responsabilidad si hay
esfuerzo por combatirlo, pero no de otra manera, ya que quien no lucha por
desarraigar un hábito malo contraído voluntariamente se hace responsable no sólo de
los actos que comete con advertencia, sino también de los inadvertidos: cuando no
se combate la causa, al querer la causa se quiere el efecto. Por el contrario, quien
lucha contra sus vicios es responsable de los pecados que comete con advertencia,
pero no de los que comete inadvertidamente, porque ya no hay voluntario en causa

2. LOS ACTOS DEL HOMBRE:

Carecen de conciencia o de libertad o de ambas cosas, un ejemplo claro es por


ejemplo la digestión, la respiración, etc. Los actos del hombre sólo pertenecen al
hombre porque él los ha ejecutado, pero no son propiamente humanos porque su
origen no está en el hombre en cuanto a hombre, sino en cuanto a animal. Estos
actos carecen de moral (son amorales) por lo tanto no pueden juzgarse desde el
punto de vista moral como buenos o malos, si pueden juzgarse como buenos o malos

TÉCNICO SUPERIOR EN GESTIÓN AMBIENTAL. PROFESOR: DR. ZERBIN HÉCTOR RUBÉN (Abogado)
MP2573. (Procurador General de la Nación) MP 2671. (Gestor en ANSES) MP 20.212.
Instituto Hernando Arias de Saavedra.

Ética del Desarrollo.

pero desde otro punto de vista, como por ejemplo el fisiológico. Actos del hombre:
los que proceden del hombre, pero faltando ya la advertencia (locos, niños
pequeños, distracción total), ya la voluntariedad (por coacción física, p. ej.), ya
ambas (p. ej., en el que duerme). Los actos, ya sean humanos o del hombre, tiene un
cierto valor ontológico independiente del valor moral. El valor ontológico o
metafísico de la conducta humana se refiere al hecho real, a la existencia, a la
objetividad del acto. En cambio el valor moral depende de ciertas condiciones
subjetivas y propias de la persona que ejecuta dicho acto, como la intención, la
libertad, el grado conciencia, etc. El valor moral se encuentra solo en los actos
humanos y el valor ontológico se encuentra en ambos.

Cuando se dice que un acto humano tiene un valor moral, se está implicando que
este valor moral puede ser de signo positivo o de signo negativo. Trabajar, por
ejemplo, tiene valor moral positivo, pero asesinar tiene un valor moral negativo.
Normalmente hemos designado al valor moral negativo como "inmoral", pero esta
palabra, en su etimología, indica más bien un desligamiento del valor moral y los
únicos actos que están desligados de los valores morales son los actos del hombre,
pero estos ya han sido calificados como "amorales".

Todo acto humano tiene un elemento psíquico que también es motivo de una
valoración moral, este es el "Fin" o "intención" que es el objetivo o finalidad por la
cual se realiza un acto humano, por medio del fin o intención dos actos humanos
idénticos pueden diferir notablemente por el autor que realizó cada acto.

3) ACTOR NATURALES:

Los que proceden de las potencias vegetativas y sensitivas, sobre las que el hombre
no tiene control voluntario alguno, y son comunes con los animales: p. ej., la
nutrición, circulación de la sangre, respiración, la percepción visual o auditiva, el
sentir dolor o placer, etc.;

EL TRABAJO: Derecho Humano Fundamental

El derecho a trabajar representa un derecho fundamental de las personas reconocido


por la Constitución Nacional 1 que encuentra su fundamento en los principios de
dignidad y autonomía de cada persona.

En la mayoría de las sociedades modernas el trabajo se ha configurado como el gran


ordenador de la vida social, comunitaria y familiar.
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A través de una actividad laboral, las personas acceden, por medio de un ingreso
económico, a cierto nivel de bienestar.

Se entiende que el trabajo es ordenador de la vida familiar y de los roles que se


desempeñan al interior de una familia puesto que muchas rutinas personales están
organizadas en base a las exigencias u obligaciones laborales. De hecho, es a través
del empleo cómo las personas configuran ordenadamente su tiempo ocioso –
descanso en función del tiempo laborioso.

Además constituye un elemento indispensable para la movilidad social ascendente y


para mejorar las condiciones de bienestar. Cuando se encuentra regulado, el trabajo
registrado no solamente configura una fuente de obtención de los ingresos
necesarios para la manutención y subsistencia personal y familiar, sino que además
se encuentran a él asociado el ejercicio de toda una serie de derechos.

Esos derechos devienen del llamado “salario indirecto” que posibilita el acceso a la
salud a través de los regímenes de obras sociales, a los regímenes de previsión social
para jubilación, mutuales, seguridad social, representación sindical, vacaciones,
servicios crediticios generales y de viviendas, coberturas por enfermedades o
fallecimientos, asignaciones familiares, acceso a servicios educativos, entre otros.

Asimismo, el trabajo tiene la capacidad de otorgar identidad y pertenencia a un


colectivo que, generalmente, está vinculado a la actividad laboral que desarrolla
(agremiación sindical, cámaras profesionales u otros) y que permite tener un anclaje
identitario que otorga filiación.

Por tanto, el trabajo es un derecho en sí mismo; pero a su vez es un canalizador y


facilitador de otros derechos que permiten efectivizarse a través de una actividad
laboral y constituye una parte inseparable e inherente de la dignidad humana.

VALORES PARA EL TRABAJO:

 La búsqueda de la excelencia,

 La Integridad como práctica diaria,

 El respeto como forma de convivencia,

 La disciplina como vía de éxito,

 El mejoramiento continuo, como acción permanente,


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 La transparencia como norma de vida.

BIBLIOGRAFÍA:

 La Ética Económica: sus aspectos fundamentales. Tomás Menchaca


Olivares Profesor de Derecho Económico.

 La ética del Desarrollo. Bernardo Kliksberg

 Primero la Gente. Amartya Sen

 Introducción a la Ética del Desarrollo” Profesor: Raymundo Castillo


Bautista.

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