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Proto-Federalismo de 1689 en San Agustín

Brandon Adams

El siguiente documento es una traducción libre hecha por Imagen Bautista de un artículo
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Proto-Federalismo de 1689 en San Agustín
Compilado por Brandon Adams
Nota:

Agustín creía en el Pacto de Obras Adámico: Adán era un representante federal y natural de todos los hombres. Él
era impulsado por la recompensa de la inmutabilidad. Todos sus descendientes quebraron el pacto cuando él peco,
lo que imputo el pecado original a todos ellos. En este sentido, Agustín estaba de acuerdo tanto con el Federalismo
de 1689 como con el Federalismo de Westminster.

Sin embargo, el resto de su teología pactual concordaba con el Federalismo de 1689, en contraste con el
Federalismo de Westminster.
El creía en un pacto Abrahámico Dicotómico, en el cual a las dos simientes distintas fueron dadas dos promesas
distintas. “Dos cosas son prometidas a Abraham, una, que su descendencia poseería la tierra de Canaán… pero la
otra mucho más excelente, y no a la simiente carnal, más a la espiritual, por la cual él es el padre, no de una nación
israelita, sino que de todas las naciones que siguen las pisadas de su fe”.
La primera promesa fue cumplida durante el reinado de Salomón. La Antigua Alianza regia esta promesa terrena. La
simiente carnal de Abraham todavía habitaría en esa tierra hoy si ellos hubiesen obedecido la ley. Agustín enseñaba
una re publicación tanto material como formal del Pacto de Obras en el Monte Sinaí. La letra condeno a los
hombres por la ley eterna y era también un pacto de obras para la vida en la tierra de Canaán. Esta era una ciudad
terrena (Ciudad de Hombre) que figuraba otra ciudad, la celestial (Ciudad de Dios), que era la Jerusalén de arriba.
En Gálatas 4:22-31 Agustín identifico a Agar, la esclava, con la propia Antigua Alianza, propiamente, y no, como
Calvino, que la identificaba como un abuso o perversión de la Antigua Alianza. Él fue tan lejos al punto de decir que
relacionar la Antigua Alianza con la Nueva Alianza en términos de sus promesas sería abolir “la distinción que fue
delineada por la autoridad Apostólica y universal”. Y que “tanto daño es hecho al nuevo Testamento [Pacto] cuando
es colocado en el mismo nivel con el Antiguo Testamento [Pacto], ya que es infringido el propio Antiguo cuando los
hombres niegan que él sea la obra del supremo Dios de bondad [La referencia aquí era a Marcion].
La Nueva Alianza, por otro lado, era la Jerusalén de arriba, la mujer libre, la ciudad celestial de Dios. Ella era el
cumplimiento de la segunda promesa hecha a Abraham, en la muerte de Cristo, su Mediador. Sin embargo, su
efecto volvió hasta el tiempo de la Caída. Fue solamente por la Nueva Alianza que todos los hombres de la historia
fueron salvos. “A partir de lo que podemos ver fácilmente quienes son los que pertenecen al reino terreno, y los que
pertenecen al reino celestial. Y, entonces, las personas bienaventuradas, que en la era inicial fueron, por la gracia de
Dios enseñadas a entender la distinción ahora establecida, eran, así, hechas hijas de la promesa, y eran
consideradas en el propósito secreto de Dios como los herederos del Nuevo Testamento [Pacto]; aun cuando
continuasen con la aptitud perfecta para ministrar el Antiguo Testamento [Pacto] al antiguo pueblo de Dios, porque
eso era Divinamente apropiado para aquellas personas, en la distribución Divina de los tiempos y estaciones”. “Lo
hombres de Dios que en aquella época comprendieron esto de acuerdo con el orden de los tiempos, eran de hecho
los ministros y portadores del Antiguo Testamento [Pacto], pero son mostrados siendo los herederos del Nuevo.
¿Negaremos que pertenece al Nuevo Testamento *Pacto+ aquel que dice: ‘Crea en mí, oh Dios, un corazón puro, y
renueva en mi un espíritu recto’ (Salmos 51:10)?”. En concordancia con los Bautistas, Agustín interpreto Jeremías 31
como refiriéndose a la bendición de la regeneración e insistió que solamente los elegidos eran “herederos” o
miembros de la Nueva Alianza. “Ahora, todos estos predestinados, llamados, justificados y glorificados, deben
conocer a Dios por la gracia del Nuevo Testamento *Pacto+, desde el menor hasta el mayor de ellos”.

Agustín coincidió con el Federalismo de 1689, en contraste con el Federalismo de Westminster, en los siguientes
pasajes clave:
 Jeremías 31:33-34; Hebreos 8:6-13 (La nueva Alianza es compuestamente solamente por
regenerados).
 Gálatas 4:22-31 (Los dos hijos se refieren a las dos promesas del pacto con Abraham, y la esclava
es la Antigua Alianza, propiamente).
 Romanos 9:6-8 (“Porque no todos… son israelitas” = Nuevo Pacto; “los que son de Israel” =
Antiguo Pacto).
 2 Corintios 3:1-11 (Letra = Antiguo Pacto, y no la ley abstraída del pacto).
El “pacto de gracia en dos administraciones” no es encontrado en ningún lugar. En vez de eso, Agustín iguala la
Nueva Alianza con lo que llamamos el Pacto de Gracia y describe a todos los hombres salvos por medio de él como
operando retroactivamente.

Observe como Agustín usa la palabra “testamento”. Al usarlo él quiere decir “pacto”, a menos que él
específicamente indique que se está refiriendo a la colección de Escrituras.

“Por lo tanto, por una costumbre del lenguaje ya en vigor, de forma que la ley y todos los profetas que profetizaron
hasta Juan son llamados de “Antiguo Testamento”, sin embargo definitivamente esto es más llamado de “Antiguo
Instrumento” en vez de “Antiguo Testamento”;… “El hecho es que el termino Antiguo Testamento es
constantemente empleado de dos maneras diferentes… estamos acostumbrados, en nuestro uso común de las
palabras, a designar todas aquellas Escrituras de la ley y los profetas que fueron dadas antes de la encarnación del
Señor, y son abrazadas juntamente por la autoridad canónica, bajo el nombre y título de Antiguo Testamento…”.

Compare todo esto con el Pacto en los Padres de la Iglesia, Andrew Woosley.

Pacto de Obras
Ciudad de Dios

Libro XVI: La Historia de la Ciudad de Dios, de Noé hasta el tiempo de los reyes de Israel.

Capítulo 27 – Sobre el hombre que perdería su alma si él no fuese circuncidado al octavo día,
porque él había quebrado la Alianza de Dios.

Cuando es dicho, “Mas el varón incircunciso, que no es circuncidado en la carne de su prepucio,


esa persona será cortada de entre su pueblo; ha quebrantado mi pacto.” (Génesis 17:14 LBLA),
algunos pueden tener problemas conforme él lo entendía, una vez que podía ocurrir esta falla
en el infante cuya vida se dice debe perecer: aun cuando la alianza de Dios no haya sido
quebrada por él, sino que por sus padres, que no fueron cuidadosos de circuncidarlo. Pero,
incluso los infantes, no personalmente en su propia vida, más de acuerdo al origen común de
la raza humana, todos han quebrado la alianza de Dios en aquel en quien todos pecaron
(Romanos 5:12, 19). Ahora, existen muchas cosas llamadas alianzas de Dios, además de aquellas
dos grandes, la antigua y la nueva, las cuales cualquiera que quiera puede leer y conocer. Pues,
la primera alianza, que fue hecha con el primer hombre, es exactamente esa: “pero del árbol del
conocimiento del bien y del mal no comerás, porque el día que de él comas, ciertamente
morirás.” (Génesis 2:17 LBLA). A partir de lo que está escrito en el libro de Eclesiástico: “Toda
carne como un vestido envejece, pues ley eterna es: hay que morir.” (14:17). Ahora, como la ley
fue dada con más claridad después, y el apóstol dice: “…donde no hay ley, tampoco hay
transgresión.” (Romanos 4:15 LBLA), suponiendo que eso es verdad, es verdad lo que el salmo
dice: “Como escoria has quitado de la tierra a todos los impíos” (Salmos 119:119 LBLA), ¿excepto
que todos los que son responsabilizados por cualquier pecado son acusados de lidiar
engañosamente (prevaricando) con alguna ley? En esta consideración, entonces, también los
infantes son, de acuerdo con esta creencia verdadera, nacidos en pecado, y no actual, sino el
original, así, pues, nosotros confesamos que ellos tienen necesidad de la gracia para la remisión
de los pecados, ciertamente debe ser reconocido que, en el mismo sentido en que ellos son
pecadores, ellos también son transgresores de aquel decreto que fue dado en el Paraíso, de
acuerdo con la verdad de ambas Escrituras: “Tu quitaste de la tierra a todos los impíos”, y
“donde no hay ley, no hay transgresión”. Y así, porque la circuncisión era el símbolo de la
regeneración, y el niño, por causa del pecado original por el que la alianza de Dios fue
quebrantada al principio, no inmerecidamente perdería su generación a menos que liberado
por la regeneración, estas palabras Divinas deben ser entendidas como si fuera dicho: Aquel que
no nace de nuevo, aquella alma será extirpada de su pueblo, porque quebró mi alianza, una vez
que él también peco en Adán, como todos los otros. Pues, si Él hubiese dicho: Porque el quebró
esta mi alianza, Él nos estaría obligando por medio de eso sólo a un pacto de la circuncisión [Cf.
Hechos 7:8]; pero como Él no dice expresamente que el niño quebró la alianza, nosotros somos
libres para comprenderlo como hablando de aquel pacto cuya violación puede ser atribuida a un
niño. Ahora, si alguien afirma que no es dicho que nada más allá de que la circuncisión, que en
eso el infante rompió el pacto de Dios, porque él no está circuncidado, él debe buscar algún
método por medio del cual pueda explicar eso de manera que sea comprendido no
absurdamente que él [el niño] quebró el pacto, porque el pacto fue quebrado en él, pero no por
él. Entre tanto, también en este caso, se debe observar que el alma del infante, no siendo
culpable de ningún pecado de negligencia contra sí misma, perecería injustamente, a menos que
el pecado original la tornase culpable de castigo.

Pacto Abrahámico
Ciudad de Dios

Libro XVI: La Historia de la Ciudad de Dios, de Noé hasta el tiempo de los reyes de Israel.

Capítulo 16 – Sobre el orden y la naturaleza de las promesas de Dios que fueron hechas a
Abraham.

Las promesas de Dios hechas a Abraham deben ser ahora consideradas; pues en ellas los
oráculos de nuestro Dios, es decir, del verdadero Dios, comenzaron a ser manifiestos de forma
más evidente respecto de las personas piadosas, a quien la autoridad profética anunció. La
primera de ellas dice así: “Y el Señor dijo a Abram: Vete de tu tierra, de entre tus parientes y de
la casa de tu padre, a la tierra que yo te mostraré. Haré de ti una nación grande, y te bendeciré,
y engrandeceré tu nombre, y serás bendición. Bendeciré a los que te bendigan, y al que te
maldiga, maldeciré. Y en ti serán benditas todas las familias de la tierra.” (Génesis 12:1-3 LBLA).
Se debe observar que dos cosas son prometidas a Abraham: la primera, que su descendencia
poseería la tierra de Canaán, lo que es insinuado cuando dice: “Vete… a la tierra que yo te
mostraré. Haré de ti una nación grande”, pero la otra mucho más excelente, y no sobre la
simiente carnal, sino sobre la simiente espiritual, por lo que él es el padre, no de la nación de
Israel, más de todas las naciones que siguen las pisadas de su fe, lo que fue prometido
primeramente con estas palabras, “Y en ti serán benditas todas las familias de la tierra”.

Ciudad de Dios

Libro XVI: La Historia de la Ciudad de Dios, de Noé hasta el tiempo de los reyes de Israel.

Capítulo 18 – Acerca del Discurso reiterado de Dios a Abraham, en el cual prometió la tierra de
Canaán a él y a su Descendencia.

Abraham, entonces, habiendo salido de Harán a los 75 años de edad, y, teniendo su padre ciento
cuarenta y cinco años, fue con Lot, hijo de su hermano, y Sara, su mujer, hacia la tierra de
Canaán, y llegó a Siquem, donde nuevamente recibió el oráculo Divino, del cual está así escrito:
“Y el Señor se apareció a Abram, y le dijo: A tu descendencia*a+ daré esta tierra. Entonces él
edificó allí un altar al Señor que se le había aparecido.” (Génesis 12:7 LBLA). Nada es prometido
aquí sobre aquella simiente en la que él fue hecho padre de todas las naciones, sino que
solamente sobre aquella por la cual es padre de la nación israelita; pues, por esta simiente
aquella tierra fue poseída.

Ciudad de Dios

Libro XVI: La historia de la Ciudad de Dios, de Noé hasta el tiempo de los reyes de Israel.

Capítulo 43: Sobre los tiempos de Moisés y Josué, hijo de Nun, de los jueces y,
posteriormente, de los reyes, de quienes Saúl fue el primero, pero, David debe ser
considerado como el principal, tanto por juramento como por mérito.

*…+ Con la muerte de Moisés, Josué, hijo de Nun lideró al pueblo, y los condujo a la tierra
prometida, y la dividió entre ellos. Por medio de esos dos líderes maravillosos también fueron
realizadas guerras prospera y maravillosamente; Dios los llamó para testificar que ellos obtenían
aquellas victorias no por el mérito del pueblo hebreo sino que debido a los pecados de las
naciones que ellos sometieron. Después de estos líderes, hubo jueces, cuando el pueblo fue
establecido en la tierra prometida, de modo que, en medio de ese tiempo, la primera promesa
hecha a Abraham comenzó a ser cumplida sobre la nación, o sea, la nación hebrea, y respecto
de la tierra de Canaán; pero no todavía la promesa sobre todas las naciones, y todo el vasto
mundo, pues, esta tendría que ser cumplida, no por las indicaciones de la antigua ley, sino con
el advenimiento de Cristo en carne, y por la fe del Evangelio. Y para prefigurar eso, no fue
Moisés, el cual recibió la ley para el pueblo en el Monte Sinaí, que condujo al pueblo a la tierra
prometida, sino Josué, cuyo nombre también fue cambiado por orden de Dios, de modo que él
fue llamado Jesús. Pero, en los tiempos de los jueces, la prosperidad se alternaba con la
adversidad en la guerra, conforme a los pecados del pueblo y la misericordia de Dios eran
demostrados…

Ciudad de Dios

Libro XVI: La historia de la Ciudad de Dios, de Noé hasta el tiempo de los reyes de Israel.

Capítulo 2 – El momento en que la promesa de Dios respecto de la tierra de Canaán, la cual el


propio Israel carnal obtuvo en posesión, fue cumplida.

En el libro anterior dijimos que en la promesa de Dios a Abraham dos cosas fueron prometidas
desde el inicio, una, a saber, que su descendencia poseería la tierra de Canaán, lo que fue
indicado cuan dice: “Vete… a la tierra que yo te mostraré. Haré de ti una nación grande”, pero la
otra mucho más excelente, y no sobre la simiente carnal, sino sobre la simiente espiritual, por
lo que él es el padre, no de la nación de Israel, más de todas las naciones que siguen las
pisadas de su fe, lo que fue prometido primeramente con estas palabras, “Y en ti serán benditas
todas las familias de la tierra”. Y después, mostramos por medio de muchas otras pruebas que
esas dos cosas fueron prometidas. Por lo tanto, la descendencia de Abraham, es decir, el pueblo
de Israel según la carne, ya estaba en la tierra de la promesa; y allí, no sólo poseyendo y
guardando las ciudades por causa de los enemigos, sino que también por tener reyes, ya habían
comenzado a reinar, las promesas de Dios respecto de aquel pueblo ya estaban siendo en gran
manera cumplidas: no sólo aquellas que fueron hechas a los tres padres, Abraham, Isaac y Jacob,
y cualquier otras que fueron hechas en sus tiempos, sino que también aquellas que fueron
hechas a través del propio Moisés, a través de quien el mismo pueblo fue libertado de la
servidumbre en Egipto, y por quien todas las cosas pasadas fueron reveladas en su tiempo,
cuando el condujo al pueblo a través del desierto. Sin embargo, ni por el líder ilustre Jesús, hijo
de Nun, que lideró aquel pueblo en la tierra prometida, y, después expulsó a las naciones y la
dividió entre las doce tribus de acuerdo a las órdenes de Dios, y murió; ni después de él, en todo
el tiempo de los jueces, la promesa de Dios sobre la tierra de Canaán fue cumplida, que debía
extenderse desde algún rio de Egipto hasta el gran Éufrates; ni tampoco fue profetizada como
pronta a ocurrir, pero su cumplimiento era aún esperado. Y ella fue cumplida a través de David,
y Salomón, su hijo, cuyo reino se extendió a lo largo de todo el territorio prometido; pues,
ellos sometieron todas las naciones, e hicieron que ellas fueran tributarias. Y así, bajo esos
reyes, la descendencia de Abraham fue establecida en la tierra prometida, según la carne, es
decir, en la tierra de Canaán, de modo que nada faltaba para el completo cumplimiento de esa
promesa terrena Divina, a excepción de lo referente a lo dicho sobre la posteridad temporal, la
nación debía permanecer en la misma tierra por la sucesión de la posteridad en un estado
inquebrantable hasta el fin de esta era mortal, si permanecieran obedientes a las leyes del Señor
su Dios. Sin embargo, como Dios sabía que esto no ocurriría, Él uso Sus castigos temporales para
instruir en ellos a Sus fieles, y dar una alerta útil a aquellos que, posteriormente, estarían
dispersados entre todas las naciones, en quienes la otra promesa, revelada en el Nuevo
Testamento, estaba pronta a cumplirse a través de la encarnación de Cristo.

La Jerusalén de arriba y la de abajo


Ciudad de Dios

Libro XVI: La historia de la Ciudad de Dios, de Noé hasta el tiempo de los reyes de Israel.

Capítulo 2 – Sobre los hijos de la carne y los hijos de la promesa.

Había de hecho en la tierra, desde que eso fue necesario, un símbolo y figura de presagio de
esta ciudad, que sirvió al propósito de recordar a los hombres que esa ciudad debería ser más
que la presente; y esta figura era, ella misma, llamada la ciudad santa, como un símbolo de la
futura ciudad, sin embargo no era la realidad en sí misma. Sobre esta ciudad que sirvió como
figura, y aquella ciudad libre que ella tipificó, Pablo escribe a los Gálatas en estos términos:
“Decidme, los que deseáis estar bajo la ley, ¿no oís a la ley? Porque está escrito que Abraham
tuvo dos hijos, uno de la sierva y otro de la libre. Pero el hijo de la sierva nació según la carne, y
el hijo de la libre por medio de la promesa. Esto contiene una alegoría, pues estas mujeres son
dos pactos; uno procede del monte Sinaí que engendra hijos para ser esclavos; éste es Agar.
Ahora bien, Agar es el monte Sinaí en Arabia, y corresponde a la Jerusalén actual, porque ella
está en esclavitud con sus hijos. Pero la Jerusalén de arriba es libre; ésta es nuestra madre.
Porque escrito está: Regocíjate, oh estéril, la que no concibes; prorrumpe y clama, tu que no
tienes dolores de parto, porque más son los hijos de la desolada, que de la que tiene marido. Y
vosotros, hermanos, como Isaac, sois hijos de la promesa. Pero así como entonces el que nació
según la carne persiguió al que nació según el Espíritu, así también sucede ahora. Pero, ¿qué
dice la Escritura? Echa fuera a la sierva y a su hijo, pues el hijo de la sierva no será heredero con
el hijo de la libre. Así que, hermanos, no somos hijos de la sierva, sino de la libre.” (Gálatas 4:21-
31). Esta interpretación del pasaje, que nos fue transmitida con autoridad apostólica, muestra
cómo debemos entender las Escrituras de los dos pactos, el antiguo y el nuevo. Una porción de
la ciudad terrena se volvió una figura de la ciudad celestial, no teniendo un significado en sí
misma, pero si un significado en otra ciudad y, por lo tanto, sirviendo, o “estando en esclavitud”.
Pues, ella fue fundada no por causa de sí misma, sino que para prefigurar otra ciudad; y esta
sombra también fue anunciada por una figura anterior. Pues, la sierva de Sara, Agar, y su hijo,
eran una figura de esta figura. Y, como las sombras deberían pasar cuando la plena luz viniesen
Sara, la mujer libre, que prefiguró la ciudad libre (que a su vez es prefigurada por aquella
sombra de la ciudad de Jerusalén), por lo tanto, dice: “Echa fuera a la sierva y a su hijo, pues el
hijo de la sierva no será heredero con Isaac, mi hijo”, o, como dice el apóstol: “con el hijo de la
mujer libre”. En la ciudad terrenal, entonces, encontramos dos cosas: su propia presencia
evidente, y su representación simbólica de la ciudad celestial. Ahora, los ciudadanos de la ciudad
terrena son generados por la naturaleza contaminada por el pecado, pero para la ciudad
celestial por la gracia que liberta de la naturaleza del pecado; donde los primeros son llamados
“vasos de ira”, los últimos “vasos de misericordia”. Y eso fue tipificado en los dos hijos de
Abraham: Ismael, el hijo de Agar, la sierva, habiendo nacido según la carne, mientras que Isaac
nació de la mujer libre, Sara, según la promesa. Ambos, en verdad, eran de la descendencia de
Abraham; pero uno fue generado por ley natural, el otro fue dado por la promesa de gracia. En
un nacimiento, la acción humana es revelada; en el otro, la bondad Divina viene a luz.

Ciudad de Dios

Libro XVII: La historia de la Ciudad de Dios, desde los reyes y profetas hasta Cristo.

Capítulo 3 – Sobre el significado triple de las profecías, que se refiere a la terrena y a la


celestial Jerusalén, como a ambas.

Por lo tanto, como aquel oráculo Divino a Abraham, Isaac y Jacob, y todas las otras señales o
dichos proféticos que son dados en los escritos sagrados anteriores, así también las otras
profecías de este tiempo de los reyes pertenecen en parte a la nación según la carne de
Abraham, y en parte a aquella su simiente en la cual todas las naciones son bendecidas como
coherederos de Cristo por el Nuevo Testamento, para la posesión de la vida eterna y del reino
de los cielos. Por eso, ellos pertenecen en parte a la sierva que los generó para esclavitud, es
decir, a la Jerusalén terrena, que es esclava con sus hijos; como en parte a la libre ciudad de
Dios, es decir, a la verdadera Jerusalén eterna en los Cielos, cuyos hijos son todos aquellos que
viven según Dios en la tierra, mas hay algunas cosas entre ellos, que se entienden
pertenecientes a ambas, la sierva, propiamente, con la mujer libre, figurativamente (Gálatas
4:22-31).
Así, pueden ser encontradas declaraciones proféticas de tres tipos; por lo que hay algunas
relativas a la Jerusalén terrena, algunas a la celestial, y algunas a ambas. Pienso que es adecuado
probar lo que digo por medio de ejemplos. El profeta Natán fue enviado para condenar al rey
David por causa de su pecado abominable, y anunciarle futuros males que deberían ser
consecuentes por causa del mismo. ¿Quién puede cuestionar que esta y otras que se dicen
respecto de la ciudad terrena, sea pública, es decir, para la seguridad o el auxilio de personas, o
privadamente, cuando son presentadas a cada persona buenas declaraciones divinas
particulares a través de las cuales algo del futuro puede ser conocido por él unos de la vida
temporal? Pero donde leemos: “Porque reprochándolos, Él dice: Mirad que vienen días, dice el
Señor, en que estableceré un nuevo pacto con la casa de Israel y con la casa de Judá; no como el
pacto que hice con sus padres el día que los tome de la mano para sacarlos de la tierra de
Egipto; porque no permanecieron en mi pacto, y yo me desentendí de ellos, dice el Señor.
Porque este es el pacto que yo hare con la casa de Israel después de aquellos días, dice el Señor:
Pondré mis leyes en la mente de ellos, y las escribiré sobre sus corazones. Y yo seré su Dios, y
ellos serán mi pueblo.” (Hebreos 8:8-10 LBLA), sin duda esto es profetizado con relación a la
Jerusalén de arriba, y cuyo galardón es el propio Dios, y cuyo principal y sumo bien es tenerlo y
ser de Él. Sin embargo esto se relaciona a ambas, a saber, que la ciudad de Dios es llamada
Jerusalén, y que está profetizado que la habitación de Dios estaría en ella; y esta profecía parece
ser cumplida cuando el rey Salomón edifica aquel noble templo. Pues, estas cosas acontecieron
en la Jerusalén terrenal, como muestra la historia, y eran tipos de la Jerusalén celestial. Y este
tipo de profecía, como se comprime y se mezcla con las otras en los antiguos libros canónicos,
conteniendo narrativas históricas, es de gran importancia, y ejercito y ejercita mucho la
sabiduría de quien examina la Sagrada Escritura. Por ejemplo, lo que leemos históricamente
como previsto y cumplido en la descendencia de Abraham según la carne, también debemos
investigar el significado alegórico, como este debe ser cumplido en la descendencia de
Abraham según la fe. Y tanto es este el caso, que algunos pensaran que no hay nada en estos
libros que ya sea predicho y efectuado, o efectuado sin haber sido predicho, que no insinúe otra
cosa que deba ser considerada por significado figurativo a la ciudad de Dios de arriba y a sus
hijos, que son peregrinos en esta vida. Pero si es así, entonces las declaraciones de los profetas,
o mejor dicho, el conjunto de aquellas Escrituras que son consideradas con el título de Antiguo
Testamento, no serán de tres, sino que de dos tipos diferentes. Pues, no habrá nada allí que se
relacione sólo a la Jerusalén terrena, si todo lo que es dicho y cumplido o referente a ella
significa algo que también hace referencia por prefiguración a la Jerusalén celestial; pero solo
habrá dos tipos, uno que se refiere a la Jerusalén libre, y otro a ambas. Pero, yo pienso, que
aquellos que opinan que ninguno de estos tipos de registros significa nada más que lo que
ocurrió, están muy equivocados, entonces pienso que son muy osados los que afirman que toda
la esencia de su contenido se encuentra en significados alegóricos. Por lo tanto, tengo que decir
que son tres, y no dos tipos. Sin embargo, al considerar esta opinión, no culpo a aquellos que
pueden ser capases de extraer de todo un significado espiritual, con la única excepción, en
primer lugar, de la verdad histórica. Por lo demás, ¿qué creyente puede dudar o pensar que esas
cosas son habladas en vano, aquellas que son dichas, han sido hechas o están aún por venir,
ellas no se adaptan tanto a las cuestiones humanas como a las Divinas? ¿Quién no gustaría de
traerlas a la comprensión espiritual si el pudiese, o [no] confesaría que ellas deben ser
recordadas por aquel que es capaz?

Ciudad de Dios

Libro XVII: La historia de la Ciudad de Dios, desde los reyes y profetas hasta Cristo.

Capítulo 4 – Sobre el cambio prefigurado del Reino y sacerdocio israelita y sobre lo que Ana, la
madre de Samuel profetizo, personificando a la Iglesia.

*…+ Por lo tanto la Iglesia puede decir: “Por lo que me alegro en tu salvación. No hay santo como
el Señor; porque no hay otro fuera de ti” *1 Samuel 2:1-2]; tan santo como santificador, justo y
justificador (Rom. 3:26). “No hay santo fuera de Ti”, porque no hay otro fuera de Ti. Y, en
seguida, se sigue: “No multipliques palabras de altives, ni salgan cosas arrogantes de tu boca;
porque el Señor es Dios de conocimiento” *v. 3+. Él te conoce como nadie; “porque, el que se
cree algo, no siendo nada, se engaña a sí mismo” *Gálatas 6:3+. Esas cosas son dichas para los
adversarios de la ciudad de Dios que pertenecen a Babilonia, que se exaltan en su propia fuerza
y no se glorían en el Señor; de los cuales también son los israelitas carnales, los habitantes
nacidos de la tierra de la Jerusalén terrena, los cuales, como dice el apóstol, “ignorando la
justicia de Dios” *Rom. 10:3], o sea, la justicia de Dios, es decir, el único que es justo y
justificador, da al hombre “y procurando establecer su propia justicia”, o sea, como si esta fuese
adquirida por ellos mismos, y no concedida por Él, “no se sujetaron a la justicia de Dios”, esto
porque son orgullosos, e imaginan que ellos son capaces de agradar a Dios por sí mismos, no con
lo que es de Dios, Aquel que es el Dios de conocimiento, y, por lo tanto, también asume el
escudriñar las conciencias, contemplando los pensamientos de los hombres, los cuales son
vanos (Salmo 94:11; 1 Corintios 3:20), si ellos son dos hombres, y no son de Él. “Y preparando”,
dice ella, “Sus propósitos inescrutables”. ¿A qué propósitos inescrutables pensamos que se
refiere, a no ser que el orgulloso sea humillado, y el humilde exaltado? Estos propósitos
inescrutables ella relata diciendo: “El arco de los fuertes fue quebrado, y los que tropezaban
fueron ceñidos de fuerza” *v.4+. El arco es debilitado, es decir, la intención de aquellos que se
consideran muy poderosos, que, sin el don y ayuda de Dios son capaces, por medio de la
suficiencia humana, de cumplir los mandamientos Divinos; y aquellos, los humildes, son ceñidos
de fuerza, pues su clamor interior es: “Ten misericordia de mí, Señor, porque soy débil…”.

Ciudad de Dios

Libro XVII: La historia de la Ciudad de Dios, desde los reyes y profetas hasta Cristo.

Capítulo 6 – Sobre el sacerdocio y reino judaico, que, aunque fue prometido que sería
establecido para siempre, no continuo; Entonces, que otras cosas deben ser entendidas para
que la eternidad sea asegurada.

*…+ De esta forma, también, el reino del propio Saúl, que ciertamente fue reprobado y
rechazado, era la sombra de un reino aun por venir, que permanecería por la eternidad… De lo
que también Samuel dijo a Saúl: “Y Samuel dijo a Saúl: Has obrado neciamente; no has guardado
el mandamiento que el Señor tu Dios te ordenó, pues ahora el Señor hubiera establecido tu
reino sobre[a] Israel para siempre. Pero ahora tu reino no perdurará. El Señor ha buscado para sí
un hombre conforme a su corazón, y el Señor le ha designado como príncipe sobre su pueblo
porque tú no guardaste lo que el Señor te ordenó.” (1 Samuel 13:13-14), no debe ser
considerado como si Dios hubiese resuelto que Saúl reinara para siempre, y después, viendo su
pecado, no cumpliría esta promesa; Él no desconocía que Saúl pecaría, pero Él había establecido
su reino para que fuese una figura del reino eterno…

Ciudad de Dios

Libro XVII: La historia de la Ciudad de Dios, desde los reyes y profetas hasta Cristo.

Capítulo 7- Sobre la interrupción del reino de Israel, por la cual la división perpetua entre el
Israel Espiritual y carnal fue prefigurada.

… Pero la Escritura no contiene lo que se lee en la mayoría de las copias latinas: “hoy el Señor ha
arrancado de ti el reino de Israel” *1 Samuel 15:28+, pero solo como lo establecemos, es
encontrado en las copias griegas: “El Señor ha arrancado de ti el reino de Israel”, por lo que las
palabras “de ti” pueden ser entendidas como refiriéndose a “de Israel”. Por lo tanto, este
hombre figurativamente representaba al pueblo de Israel, que debería perder el reino, estando
Cristo Jesús nuestro Señor pronto a reinar, no carnal, sino que espiritualmente… Y entre ellos
está Israel, de quien, como su perseguidor, Cristo quitó el reino; Aunque el Israel en el que no
había engaño pudo haber estado allí también, una especie de grano, por así decirlo, de esa paja.
Ciertamente de allí vinieron los apóstoles, de allí tantos mártires, de los cuales Esteban es el
primero, de allí tantas iglesias, que el Apóstol Pablo nombra, magnificando a Dios en su
conversión.
A partir de lo que, no dudo, lo siguiente debe ser entendido: “Y dividirá Israel en dos”, esto es,
en el Israel que pertenece a la esclava, y el Israel que pertenece a la libre. Pues, estos dos tipos
estaban juntos al principio, como Abraham todavía estaba con la esclava, hasta que la estéril,
fecundada por la gracia de Dios, clamo: “Pon fuera a esta sierva y a su hijo” (Génesis 21:10).
Vemos que esta frase referente a esta división del pueblo de Israel, divinamente pronunciada en
estas palabras, ha sido completamente irremediable y completamente perpetua. Porque
cualquiera que se haya vuelto, o este volviendo, o se convertirá de allí a Cristo, lo hace según la
presciencia de Dios y no según una y la misma naturaleza humana. Ciertamente, ninguno de los
israelitas, que, uniéndose a Cristo, y haya permanecido en Él, estarán alguna vez entre aquellos
israelitas que persisten en ser sus enemigos hasta el fin de esta vida, sino que deben
permanecer para siempre en división que aquí fue anunciada. Pues el Antiguo Testamento, a
partir del Monte Sinaí, produce hijos para la servidumbre (Gálatas 4:25), para nada es
provechoso, a no ser para confirmar el testimonio del Nuevo Testamento. En contraste, no
importa por cuánto tiempo sea leído Moisés, el velo esta puesto sobre el corazón de ellos; pero
cuando alguien se vuelve a Cristo se le quitará el velo (2 Corintios 3:15-16). Pues, el propio
deseo de aquellos convertidos es transformado del antiguo al nuevo, de modo que cada uno
no desea más obtener felicidad carnal, pero si espiritual… Esta piedra del ayudador es la
mediación del Salvador, a través del cual vamos del antiguo deseo al nuevo, es decir, desde el
deseo con el que la felicidad carnal era esperada en el reino carnal al deseo con el que la
verdadera felicidad espiritual es esperada en el reino de los cielos; y una vez que no hay nada
mejor que eso, hasta aquí nos ayudó el Señor.

Ciudad de Dios

Libro XVII: La historia de la Ciudad de Dios, desde los reyes y profetas hasta Cristo.

Capítulo 10 - Cómo sucedió en el reino de la Jerusalén terrena diferentemente de lo que


prometió Dios para que entendiésemos que la verdad y cumplimiento de la promesa
pertenecía a la gloria de otro rey y de otro reino.

...Este salmo continua diciendo que en aquel tiempo, mientras Él se tardaba, vería el reino de la
Jerusalén terrena, donde se esperaba que El ciertamente reinaría: “Desechaste la alianza de tu
siervo, profanaste su corona, lanzándola por tierra. Derrumbaste todos sus muros; arruinaste
sus fortificaciones. Todos los que pasan junto a él lo despojan; es un oprobio para sus vecinos.
Exaltaste la diestra de sus adversarios; hiciste que todos sus enemigos se regocijasen. También
embotaste el filo de su espada y no lo sustentaste en la pelea. Hiciste cesar su gloria, y echaste
por tierra su trono. Acortaste los días de su juventud; lo cubriste de vergüenza.” (Salmos 89:39-
45) Todas estas cosas vinieron sobre Jerusalén, la esclava, en la cual algunos también reinaron
los cuales eran hijos de la mujer libre, sosteniendo aquel reino en una administración
temporal, mas sosteniendo el reino de la Jerusalén Celestial, cuyos hijos estaban, en la
verdadera fe, en la esperanza y en el Cristo verdadero. Pero cómo ocurrieron las cosas sobre
ese reino, la historia de sus eventos, al ser leída, lo demuestra.
Ciudad de Dios

Libro XVII: La historia de la Ciudad de Dios, desde los reyes y profetas hasta Cristo.

Capítulo 12 – A quien debe entenderse que son aplicables las promesas cuando el salmo dice:
“Señor, dónde están tus benignidades…” (Salmos 89:49)

Pero el resto de este salmo dice así: “Señor, ¿dónde están tus antiguas benignidades que juraste
a David por tu verdad? Recuerda, Señor, del oprobio de tus siervos; como traigo en mi pecho el
oprobio de todos los pueblos poderosos, con el cual, Señor, tus enemigos han difamado, con lo
cual han difamado las pisadas de tu ungido” (salmos 89:49-51). Ahora, podría cuestionarse con
mucha razón si eso es dicho cuando las personas los israelitas deseaban que la promesa hecha a
David se cumpliese en ellos; o más bien, a los cristianos, que son israelitas no según la carne,
pero según el Espíritu (Romanos 3:28-29).

Ciudad de Dios

Libro XVII: La historia de la ciudad de Dios, desde los reyes y profetas hasta Cristo.

Capítulo 13 – Si la verdadera paz prometida puede ser atribuida a aquellos tiempos pasados
bajo Salomón.

*…+ Por lo tanto, el lugar de esta habitación pacífica y eterna que fue prometida es eterna, y por
derecho pertenece eternamente a la Jerusalén, la madre libre, donde estará el genuino pueblo
de Israel; pues este nombre es interpretado como: "Viendo a Dios", en el deseo cuya
recompensa de una vida piadosa es ser guiado por la fe en esta miserable peregrinación (Israel –
un príncipe de Dios; Peniel – el rostro de Dios – Génesis 32:28-30).

Antigua Alianza versus Nueva Alianza

Una obra sobre los procedimientos de Pelagio.

Capítulo 13 [v] - El quinto ítem de la acusación; y la respuesta de Pelagio.

Después que los jueces hayan concedido su aprobación a esta respuesta de Pelagio, otro pasaje
que él había escrito en su libro fue leído en voz alta: "El reino de los cielos fue prometido ya en
el antiguo testamento". Con esa base, Pelagio comento en defensa: "Eso puede ser probado por
las Escrituras, pero los herejes, con el fin de desacreditar el Antiguo Testamento, lo niegan. Yo,
en cambio, seguí la autoridad de las Escrituras cuando dije eso; pues en el profeta Daniel, está
escrito: "Mas los santos del Altísimo recibirán el reino" (Daniel 7:18). Después de haber oído
esta respuesta, el sínodo dijo: "Ni es eso contrario a la fe de la Iglesia".

Una obra sobre los procedimientos de Pelagio.

Capítulo 14 - Examinación de este punto. El término "Antiguo Testamento" usado en dos


sentidos. El heredero del Antiguo testamento. En el Antiguo Testamento habían herederos del
Nuevo Testamento.
¿Fue, por lo tanto, sin razón, que nuestros hermanos fueron movidos por las palabras de ellos a
incluir ese cargo entre otros contra él? Ciertamente no. El hecho es que el término Antiguo
Testamento es constantemente empleado de dos maneras diferentes, en una, siguiendo la
autoridad de las Sagradas Escrituras; en la otra, siguiendo la costumbre más común de la
expresión. Porque, el apóstol Pablo dijo en su epístola a los Gálatas: " Decidme, los que deseáis
estar bajo la ley, ¿no oís a la ley? Porque está escrito que Abraham tuvo dos hijos, uno de la
sierva y otro de la libre. Pero el hijo de la sierva nació según la carne, y el hijo de la libre por
medio de la promesa. Esto contiene una alegoría, pues estas mujeres son dos pactos; uno
procede del monte Sinaí que engendra hijos para ser esclavos; éste es Agar. Ahora bien, Agar es
el monte Sinaí en Arabia, y corresponde a la Jerusalén actual, porque ella está en esclavitud con
sus hijos. Pero la Jerusalén de arriba es libre; ésta es nuestra madre." (Gálatas 4:21-26) Ahora,
en la medida en que el Antiguo Testamento pertenece a la esclavitud, por lo que está escrito:
"Pero, ¿qué dice la Escritura? Echa fuera a la sierva y a su hijo, pues el hijo de la sierva no será
heredero con el hijo de la libre." (Gálatas 4:30), el reino de los cielos a la libertad; ¿qué relación
tiene el reino de los cielos con el Antiguo Testamento? Sin embargo, como ya he señalado,
estamos acostumbrados, en nuestro uso común de las palabras, a designar todas aquellas
Escrituras de la ley los profetas que fueron dadas antes de la encarnación del Señor, y son
abrazadas juntamente por la autoridad canónica, bajo el nombre y título de Antiguo
Testamento, ¿Qué hombre tan moderadamente informado en la sabiduría eclesiástica puede
ignorar que el reino de los cielos podía ser tan bien prometido en aquellas primeras Escrituras,
como el Nuevo Testamento mismo, al cual pertenece el reino de los cielos? En todo caso, en
aquellas antiguas Escrituras está muy claramente escrito: "He aquí, vienen días —declara el
Señor— en que haré con la casa de Israel y con la casa de Judá un nuevo pacto, no como el
pacto que hice con sus padres el día que los tomé de la mano para sacarlos de la tierra de
Egipto, mi pacto que ellos rompieron, aunque fui un esposo para ellos —declara el Señor;"
(Jeremías 31:31-32). Eso fue hecho en el Monte Sinaí. Pero, entonces, aún no había sido
levantado el profeta Daniel para decir: "Mas los santos del Altísimo recibirán el reino, y lo
poseerán para siempre" (Daniel 7:18). Pues, por medio de estas palabras, él predijo el mérito no
del Antiguo Testamento, sino que del Nuevo Testamento. De la misma forma los profetas
predijeron que el propio Cristo vendría. En cuya sangre el Nuevo Pacto sería consagrado.
También de ese Testamento los apóstoles se volvieron ministros, como el muy bendecido Pablo
declara: "El cual también nos hizo capaces de ser ministros de un nuevo testamento, no de la
letra, sino que del Espíritu; porque la letra mata y el Espíritu vivifica" (2 Corintios 3:6). En este
testamento, sin embargo, que es adecuadamente llamado Antiguo, y fue dado en el Monte
Sinaí, sólo es prometida una felicidad terrena. Según, aquella tierra, para la cual la nación,
después de ser conducida a través del desierto, fue llevada, es llamada "la tierra prometida",
en paz y poder real, y la obtención de victorias sobre los enemigos, y abundancia de hijos y de
frutos de la tierra, y dones del mismo tipo son las promesas del Antiguo Testamento. Y estas,
de hecho, son figuras de bendiciones espirituales que pertenecen al Nuevo Testamento; aun
así, el hombre que vive bajo la ley de Dios con esas bendiciones terrenales para su sanción, es
precisamente un heredero del Antiguo Testamento, porque sólo tales recompensas son
prometidas a él, de acuerdo con los términos del Antiguo Testamento, en la medida que son los
objetos de su deseo de acuerdo con la condición del viejo hombre. Pero cualquiera que sean las
bendiciones allí presentadas figurativamente como pertenecientes al Nuevo Testamento, exigen
un nuevo hombre para que les de efecto. Y, sin duda, el gran apóstol entendió perfectamente lo
que estaba diciendo cuando describió los dos testamentos como pasibles de distinción alegórica
de la esclava y la libre, atribuyendo los hijos de la carne al Antiguo, y los hijos de la libre al
Nuevo. "Esto es, no son", dice él, "los hijos de la carne los que son hijos de Dios, sino que los
hijos de la promesa son considerados como descendientes" (Romanos 9:8). Los hijos de la
carne, entonces, pertenecen a la Jerusalén terrenal, que es esclava con sus hijos; al paso que
los hijos de la promesa pertenecen a la Jerusalén de lo alto, la libre, la madre de todos
nosotros, eterna en los cielos (Gálatas 4:25-26). A partir de lo que podemos ver fácilmente
quienes son aquellos que pertenecen al reino terreno, y los que pertenecen al reino celestial.
Aun así, las personas bienaventuradas, que estando en la época inicial fueron, por la gracia de
Dios, enseñadas a entender la distinción ahora establecida, fueron de este modo, hechos hijos
de la promesa, y fueron contabilizados en el propósito secreto de Dios como herederos del
Nuevo Testamento; aunque continuaban con la perfecta aptitud para administrar el Antiguo
Testamento para el antiguo pueblo de Dios, porque eso fue divinamente apropiado para aquel
pueblo en la distribución divina de los tiempos y las estaciones.

Una obra sobre los procedimientos de Pelagio.

Capítulo 15 – El mismo continuado.

¿Cómo, entonces, no habría un sentimiento de justa inquietud entre los hijos de la promesa, los
hijos de la Jerusalén libre, que es eterna en los cielos, cuando ven que por las palabras de
Pelagio la distinción que fue delineada por la autoridad apostólica y católica es abolida, y Agar
es considerada igual a Sara? Él, por lo tanto, perjudica la Escritura del Antiguo Testamento con
impiedad herética, quien con una cara impía y sacrílega, niega que tal distinción fue inspirada
por el mismo buen Dios supremo – como lo hacen Marción, Maniqueo, y otras pestes de
opiniones semejantes. En esta consideración (para poder colocar en tan breve espacio como me
es posible mis propios puntos de vista sobre el asunto), tanto daño es hecho al Nuevo
Testamento cuando es colocado al mismo nivel con el Antiguo Testamento, como cuando es
infringido el Antiguo Testamento cuando los hombres niegan que él sea la obra del supremo
Dios de bondad. Ahora, cuando Pelagio, en su respuesta, dio como su razón - al decir que en el
Antiguo Testamento había una promesa del reino de los cielos – el testimonio del profeta
Daniel, quien más claramente predice que los santos recibirían el reino del Altísimo, fue
decidido muy razonablemente que la declaración de Pelagio no se oponía a la fe católica, pero
no está de acuerdo con la distinción que muestra que las promesas terrenales del Monte Sinaí
son las características propias del Antiguo Testamento; ni tampoco fue una decisión incorrecta,
considerando aquel uso de la expresión que designa a todas las Escrituras canónicas que fueron
dadas a los hombres antes de la venida del Señor en carne como "Antiguo Testamento". El Reino
del Altísimo no es, naturalmente, ningún otro más que el Reino de Dios; de lo contrario,
cualquiera podría sostener osadamente que el Reino de Dios es una cosa, y el reino de los cielos
otra.

Un tratado contra las dos cartas de los Pelagianos.

Libro III - Capítulo 6 [IV] - La calumnia referente al Antiguo Testamento y a los hombres
piadosos del pasado.

Ahora, si esas cosas son así, a partir de esas cosas son refutados aquellos que se oponen a
nosotros. Pues, ¿Qué cristiano ortodoxo diría lo que ellos nos acusan que decimos: "que el
Espíritu Santo no era el ayudador de la virtud en el Antiguo Testamento", a no ser que
entendamos el "Antiguo Testamento" a la manera en la que el apóstol hablo sobre el como
"generado en el Monte Sinaí para servidumbre"? Pero porque en él fue prefigurado el Nuevo
Testamento, los hombres de Dios que en la época comprendieron esto de acuerdo con la
ordenación de los tiempos, eran de hecho los administradores y portadores del Antiguo
Testamento, y son evidenciados como los herederos del Nuevo. ¿Debemos negar que
pertenece al Nuevo Testamento aquel que dice: "Crea en mí, oh Dios, un corazón puro, y
renueva en mi un espíritu recto (salmos 51:10)"?; o aquel que dice: "Me sacó del hoyo de la
destrucción, del lodo cenagoso; asentó mis pies sobre una roca y afirmó mis pasos. Puso en mi
boca un cántico nuevo, un canto de alabanza a nuestro Dios; muchos verán esto, y temerán, y
confiarán en el Señor." (Salmos 40: 2-3), o aquel padre de los creyentes antes del Antiguo
Testamento, que es del Monte Sinaí, de quien el apóstol dice: "Hermanos, hablo en términos
humanos: un pacto, aunque sea humano, una vez ratificado nadie lo invalida ni le añade
condiciones. Ahora bien, las promesas fueron hechas a Abraham y a su descendencia. No dice: y
a las descendencias, como refiriéndose a muchas, sino más bien a una: y a tu descendencia, es
decir, Cristo. Lo que digo es esto: La ley, que vino cuatrocientos treinta años más tarde, no
invalida un pacto ratificado anteriormente por Dios, como para anular la promesa. 18 Porque si
la herencia depende de la ley, ya no depende de una promesa; pero Dios se la concedió a
Abraham por medio de una promesa." (Gálatas 3:15-18).

Un tratado contra las dos cartas de los Pelagianos.

Libro III - Capítulo 7 – El Nuevo Testamento es más viejo que el Antiguo; pero fue revelado
posteriormente.

Aquí, ciertamente, si preguntamos si este testamento, que él dice, fue confirmado por Dios, no
fue debilitado por la ley, que fue hecha 430 años después, debe ser entendido como el Nuevo o
el Antiguo, ¿quién podría vacilar en responder: "El Nuevo, pero velado en las sombras
proféticas hasta el tiempo por venir en que sería revelado en Cristo"? Pues, si dijéramos que es
el Antiguo, ¿Qué será aquello que fue generado en el Monte Sinaí para esclavitud? Porque fue
hecha la ley 430 años después, por cuya ley el afirma que este testamento hecho promesa a
Abraham pertenece a nosotros, quienes el tendrá por ser hijos de la mujer libre, no de la
esclava, herederos por la promesa, no por la ley, cuando él dice: "Porque, si la herencia proviene
de la ley, no proviene de la promesa; mas Dios por la promesa la dio gratuitamente a Abraham"
(Gálatas 3:18). De modo que, la ley fue establecida 430 años después vino para que la ofenda
abundase (Romanos 5:20); desde que por el pecado, el orgullo del hombre presuntuoso en su
propia justicia, es convencido de la transgresión, y donde abundo el pecado sobreabundo la
gracia (Romanos 5:20) por la fe del hombre, ahora humilde, fallando en la ley, y refugiándose en
la misericordia de Dios. Por lo tanto, cuando él dice: "Porque, si la herencia proviene de la ley,
no proviene de la promesa; mas Dios por la promesa la dio gratuitamente a Abraham" (Gálatas
3:18), como si se le pudiese decir: "entonces, ¿para qué es la ley?", el añade: "Fue añadida a
causa de las transgresiones, hasta que viniera la descendencia a la cual había sido hecha la
promesa, ley que fue promulgada mediante ángeles por mano de un mediador." (Gálatas 3:19).
Esto lo dice nuevamente: "Porque si los que son de la ley son herederos, vana resulta la fe y
anulada la promesa; porque la ley produce ira, pero donde no hay ley, tampoco hay
transgresión." (Romanos 4:14-15). Lo que él dice en el testimonio anterior: "Porque, si la
herencia proviene de la ley, no proviene de la promesa; mas Dios por la promesa la dio
gratuitamente a Abraham", también lo dice en este último: "Porque si los que son de la ley son
herederos, vana resulta la fe y anulada la promesa"; es suficientemente evidente que nuestra fe
(que ciertamente es del Nuevo Testamento) pertenece a lo que Dios dio a Abraham por
promesa. Y ¿Qué dice en el primer testimonio? "¿Entonces, para qué es la ley?" Y responde:
"Fue añadida por causa de las transgresiones", y esto es intensamente añadido en el segundo
testimonio: "porque la ley opera para ira, pero donde no hay ley, tampoco hay transgresión".

Un tratado contra las dos cartas de los Pelagianos.

Libro III - Capítulo 8 – Todos los hombres justos antes y después de Abraham son hijos de la
promesa y de la gracia.

Si, entonces, Abraham y los hombres justos antes de él y después de él, incluyendo al propio
Moisés, por quien fue dado el testamento en el Monte Sinaí, generando hijos para esclavitud, o
los demás profetas después de él, y los santos hombres de Dios hasta Juan el Bautista, todos
ellos son hijos de la promesa y de la gracia, conforme a Isaac, el hijo de la libre, no de la ley, sino
de la promesa, herederos de Dios y coherederos con Cristo; lejos de negar que el justo Noé y los
hombres justos de tiempos anteriores, y cualquiera que a partir de ese tiempo hasta Abraham
fueron justos, sea manifiestamente o no, pertenecen a la Jerusalén que es de arriba, que es
nuestra madre, aunque ellos hayan sido antes que Sara, quien cargó con la profecía y figuró a la
madre libre en sí misma. ¡Cuánto más evidente, pues, después de Abraham, a quien se declaró
esa promesa, que se le llamaría el padre de muchas naciones, todos los que han agradado a
Dios, deben ser considerados los hijos de la promesa! Porque de Abraham, y de los justos que le
siguieron, no se encuentra la generación más verdadera, sino la profecía más clara.

Un tratado contra las dos cartas de los Pelagianos.

Libro III - Capítulo 11 - Distinción entre los hijos del Antiguo y del Nuevo Testamento.

Pero hay claramente una gran diferencia, que los que son establecidos en los términos de la ley,
y a quien la letra mata, hagan esas cosas con el deseo de ganar algo, o con miedo de perder la
felicidad terrenal; y que, de este modo, ellos no las hacen realmente, ya que el deseo carnal, por
el cual el pecado es aumentado o variado, y no curado por un deseo de otro tipo. Estos
pertenecen al Antiguo Testamento, que genera para esclavitud; porque el miedo y el deseo
carnal los vuelve esclavos, la fe, la esperanza y el amor del Evangelio no los vuelve hijos. Pero
aquellos que son colocados debajo de la gracia, a quienes el Espíritu vivifica, hacen esas cosas a
partir de la fe que opera por el amor, en la esperanza de las cosas buenas, no carnales, sino
espirituales, no terrenales, sino celestiales, no temporales, sino eternas; especialmente creer en
el Mediador, de quien ellos no dudan, antes el Espíritu de la gracia les es concedido, de modo
que pueden hace estas cosas de modo aceptable, y pueden ser perdonados cuando pecan. Estos
son de un nuevo testamento, son hijos de la promesa, y son regenerados por el Padre y hechos
hijos de la libre. De este tipo eran todos los hombres justos de la antigüedad, incluyendo al
propio Moisés, ministro del Antiguo Testamento, el heredero del Nuevo – porque por la fe que
vivimos, es una y la misma por la cual ellos vivieron, creyendo en la encarnación, pasión y
resurrección de Cristo como certezas futuras, y creyendo en ellas como cosas ya realizadas -
aún antes del propio Juan el Bautista, como si fuese un cierto límite de la antigua dispensación,
lo que significaba que el Mediador, Él mismo, vendría, no con cualquier sombra del futuro o
citación alegórica, o con cualquier anuncio profético, sino que apuntándolo con el dedo dijo: "Él
es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo" (Juan 1:29). Como si dijese, Aquel a quien
muchos hombres justos desearon ver, en quien, como prontos a llegar, ellos creyeron desde el
inicio de la raza humana, a quien se referían las promesas hechas a Abraham, de quien Moisés
escribió, de quien la ley y los profetas son testigos: Él es el Cordero de Dios que quita el pecado
del mundo". Desde Juan hacia adelante todas las cosas referentes a Cristo comenzaron a ser
pasadas o presentes, aquellas que fueron creídas, esperadas y deseadas por los hombres justos
de las eras anteriores como futuras. Por lo tanto, es la misma fe, así como en aquellos que,
aunque no en nombre, fueron anteriormente, de hecho, cristianos, como en aquellos que tanto
en hecho como en nombre lo son; e en ambos hay la misma gracia del Espíritu Santo. Donde
dice el apóstol: "Y tenemos, por lo tanto, el mismo espíritu de fe, como está escrito: Creí, por
eso hablé; nosotros también creemos, por eso hablamos" (2 Corintios 4:13).

Un tratado contra las dos cartas de los Pelagianos.

Libro III - Capítulo 12 – El Antiguo Testamento es una cosa: Un antiguo y distinto instrumento.

Pues, por una costumbre de habla vigente, de forma que la ley y todos los profetas que
profetizaron hasta Juan son llamados de "Antiguo Testamento", aunque este es más
distintivamente llamado "Antiguo Instrumento" en vez de "Antiguo Testamento", pero este
nombre es usado de otra forma por la autoridad apostólica, sea explícita o implícitamente. Pues
el apóstol lo expresa cuando dice: "porque hasta el día de hoy, en la lectura del antiguo pacto el
mismo velo permanece sin alzarse, pues sólo en Cristo es quitado." (2 Corintios 3:14). Pues así,
ciertamente, el Antiguo Testamento se refiere al ministerio de Moisés. Además de eso, él dice:
"de modo que sirvamos en la novedad del Espíritu y no en el arcaísmo de la letra." (Romanos
7:6), lo que indica el Antiguo Testamento bajo el nombre de "letra". En otro lugar también: "el
cual también nos hizo suficientes como ministros de un nuevo pacto, no de la letra, sino del
Espíritu; porque la letra mata, pero el Espíritu da vida." (2 Corintios 3:6). Y aquí, con la mención
del Nuevo, el ciertamente quiso decir que el primero debe ser entendido como el Antiguo. Aún
más, evidentemente, cuando él no dice Antiguo o Nuevo, distinguió los dos testamentos y los
dos hijos de Abraham, el de la esclava, y otro de la libre, como ya fue mencionado. Pues, ¿qué
puede ser más firme que su dicho: "Decidme, los que deseáis estar bajo la ley, no oís a la ley?
Porque está escrito que Abraham tuvo dos hijos, uno de la sierva y otro de la libre. Pero el hijo
de la sierva nació según la carne, y el hijo de la libre por medio de la promesa. Esto contiene una
alegoría, pues estas mujeres son dos pactos; uno procede del monte Sinaí que engendra hijos
para ser esclavos; éste es Agar. Ahora bien, Agar es el monte Sinaí en Arabia, y corresponde a la
Jerusalén actual, porque ella está en esclavitud con sus hijos. Pero la Jerusalén de arriba es libre;
ésta es nuestra madre." (Gálatas 4:21-26) ¿Qué es más claro, qué es más cierto, que está más
lejos de toda obscuridad y ambigüedad referente a los hijos de la promesa? Y poco después
añade: "Pero nosotros, hermanos, somos hijos de la promesa como Isaac" (Gálatas 4:28). Y un
poco más adelante: "De manera que, hermanos, somos hijos, no de la esclava, sino de la libre."
(Gálatas 4:31), con la libertad que Cristo nos hizo libres. Vamos, entonces, a decidir si queremos
llamar a los justos del pasado hijos de la esclava o de la libre. Lejos de decir: de la esclava;
entonces, si de la libre, eso se refiere al Nuevo Testamento en el Espíritu Santo, el cual vivifica,
el cual el apóstol opone a la letra que mata. Porque ¿en qué terreno no pertenecen a la gracia
del nuevo testamento, de cuyas palabras y miradas condenamos y refutamos a los enemigos
más frenéticos e ingratos de la misma gracia que éstos?

Un tratado contra las dos cartas de los Pelagianos.

Libro III - Capítulo 13 – Porque uno de los dos pactos es llamado de Antiguo, y el otro de
Nuevo.
Aun así alguien dirá: "¿Cómo es llamado Antiguo aquel que fue dado a través de Moisés 430
años después; y llamado Nuevo el que fue dado tantos años antes a Abraham?". Deje que aquel
que está perturbado por este asunto, sin contender, sino que sinceramente, primero entienda
que, cuando anteriormente uno es llamado "Antiguo", y luego el otro "Nuevo", es porque la
revelación de ellos es la que se considera en sus nombres, y no su institución. Porque el Antiguo
Testamento fue revelado por medio de Moisés, por quien la ley santa, buena y justa fue dada,
por la cual debíamos ser traídos, no alejándonos del pecado, sino que para hacérnoslo evidente
– pues el condenable orgullo estaba deseoso de establecer su propia justicia, ya que no se veía
con la necesidad de la ayuda divina, y siendo hecho culpable por la letra, corriese al Espíritu de
gracia, no para ser justificado por su propia justicia, sino por la justicia de Dios, es decir, por la
gracia que les fue dada por Dios. Porque el mismo apóstol dice: "pues por medio de la ley viene
el conocimiento del pecado. Pero ahora, aparte de la ley, la justicia de Dios ha sido manifestada,
atestiguada por la ley y los profetas;" (Romanos 3:20-21). Porque la ley, por el hecho de que en
ella nadie es justificado, proporciona un testimonio a favor de la justicia de Dios. Porque en la
ley nadie es justificado antes de que Dios se manifieste, porque "El justo vivirá por la fe" (Gálatas
3:11). Así, pues, la ley no justifica al impío, y, por lo tanto, proporciona un testimonio de la
justicia de Dios. A demás de eso, los profetas dieron testimonio de la justicia de Dios por
anunciar a Cristo de antemano, "el cual se hizo para nosotros sabiduría de Dios, y justificación, y
santificación, y redención, para que, tal como está escrito: El que se gloria, que se gloríe en el
Señor." (1 Corintios 1:30-31). Pero esa ley fue mantenida oculta desde el principio, cuando la
misma naturaleza condenaba a los hombres impíos, por hacer a otros lo que no hacían con ellos
mismos. Mas la revelación del Nuevo Testamento fue hecha en Cristo cuando él fue manifestado
en carne, y en esto se manifestó la justicia de Dios, es decir, la justicia que Dios da a los
hombres. Por eso él dice: "Pero ahora, aparte de la ley, la justicia de Dios ha sido manifestada"
(Romanos 3:21). Esta es la razón por la cual el primero es llamado Antiguo Testamento, porque
fue revelado en un momento anterior; y este último es llamado Nuevo Testamento, porque fue
revelado en un tiempo posterior. En una palabra, es porque el Antiguo Testamento se refiere al
viejo hombre, a partir del cual es necesario que el hombre comience; mas el Nuevo es para el
nuevo hombre, al cual el hombre debe ser transformado de su antiguo estado. Así, en el
Antiguo, hay promesas terrenales, en este último promesas celestiales; porque este pertenece
a la misericordia de Dios, que nadie piense que la felicidad terrenal, como de cualquier
naturaleza, puede ser concedido por cualquiera, excepto por el Señor, que es el Creador de
todas las cosas. Pero si Dios es adorado por conseguir felicidad terrenal, tal adoración es la de un
esclavo, y pertenece a los hijos de la esclava; pero si Dios es adorado por causa de Él mismo, de
modo que en la vida eterna Dios sea todo en todos, este es un servicio libre que pertenece a los
hijos de la mujer libre, que es nuestra madre eterna en los cielos – la cual antes parecía ser
estéril, cuando aún no se habían manifestado sus hijos; pero ahora vemos que fue profetizado
respecto de ella: "Grita de júbilo, oh estéril, la que no ha dado a luz; prorrumpe en gritos de
júbilo y clama en alta voz, la que no ha estado de parto; porque son más los hijos de la desolada
que los hijos de la casada —dice el Señor." (Isaías 54:1), es decir, son más los hijos de esta, que
de la Jerusalén que es casada con el vínculo de la ley, pues es esclava con sus hijos. En el tiempo,
entonces, del Antiguo Testamento, nosotros decimos que el Espíritu Santo, en aquellos que aún
entonces eran hijos de la promesa según Isaac, no era sólo un ayudante, como éstos hombres
opinan que sería suficiente, sino que también un dotador de virtud; y eso es lo que ellos niegan,
atribuyendo esto a su libre albedrío, en contradicción con aquellos padres que sabían cómo
clamar a Dios con piedad sincera: "Yo te amo, Señor, fortaleza mía." (Salmos 18:1).
Un tratado sobre el Espíritu y la letra.

Capítulo 34 – La ley; Gracia.

Después de decir: "No conforme con la alianza que hice con sus padres, el día que los tomé de
la mano, para sacarlos de la tierra de Egipto", observe lo que Él añade: "porque ellos
invalidaron mi alianza" [Jeremías 31:32]. El reconoce la culpa de ellos por el hecho de que no
permanecieron en la alianza de Dios, para que la ley, que ellos recibieran, en ese momento, los
rebelara como culpables. Pues fue la propia ley que Cristo "vino no para abrogar, sino para
cumplir" (Mateo 5:17). Sin embargo, no es por la ley que los impíos son hechos justos, sino por
la gracia; y ese cambio es efectuado por el Espíritu que da vida, sin el cual la letra mata. "Porque
si se hubiera dado una ley capaz de impartir vida, entonces la justicia ciertamente hubiera
dependido de la ley. Pero la Escritura lo encerró todo bajo pecado, para que la promesa que es
por la fe en Jesucristo fuera dada a todos los que creen." (Gálatas 3:21-22). Por medio de esa
promesa, es decir, por medio de la bondad de Dios, la ley es cumplida, por lo que, sin esta
promesa sólo produce transgresores, ya sea por la realización de un acto pecaminoso, o si la
llama de la concupiscencia tiene más poder incluso que las restricciones por el temor, o por lo
menos por su mera voluntad, si el miedo del castigo trasciende al placer de la lujuria. Cuando él
dice: "La Escritura lo encerró todo bajo pecado, para que la promesa que es por la fe en
Jesucristo fuera dada a todos los que creen", esto es en favor de su "conclusión" que es
afirmada en sí misma. Para qué propósito fue dada la ley, sino para lo que se expresa en la
siguiente frase: "Y antes de venir la fe, estábamos encerrados bajo la ley, confinados para la fe
que había de ser revelada." (Gálatas 3:23). Por consiguiente, la ley fue dada con el fin de que la
gracia pudiese ser buscada; y la gracia fue dada con el fin de que la ley pidiese ser cumplida. No
fue por culpa de sí misma que la ley no fue cumplida, sino por culpa de la mente carnal; y esta
falla debía ser demostrada por la ley, y curada por la gracia. "Pues lo que la ley no pudo hacer,
ya que era débil por causa de la carne, Dios lo hizo: enviando a su propio Hijo en semejanza de
carne de pecado y como ofrenda por el pecado, condenó al pecado en la carne, para que el
requisito de la ley se cumpliera en nosotros, que no andamos conforme a la carne, sino
conforme al Espíritu" (Romanos 8:3-4). Así, en el pasaje que citamos, el profeta dice: "Voy a
consumar un pacto nuevo con la casa de Israel y con la casa de Judá" (Jeremías 31:31 - versión
usada por el autor), ¿Qué significa voy a consumar, sino cumplir plenamente? "No según la
alianza que hice con sus padres, en el día en que los tome por la mano, para sacarlos de la tierra
de Egipto" (Jeremías 31:32).

Un tratado sobre el Espíritu y la letra.

Capítulo 35 [XX] - La Antigua Ley; La Nueva Ley.

La primera era antigua, por lo tanto la otra es nueva. ¿Pero de donde viene eso que una es
antigua y otra nueva cuando la misma ley dice en el antiguo testamento, "No codiciarás" (Éxodo
20:17), es cumplida por el Nuevo Testamento? "Porque", dice el profeta, "ellos invalidaron mi
alianza a pesar de que yo los desposé, dice el Señor" (Jeremías 31:32). Es entonces, por cuenta
de la ofensa del viejo hombre, que de ninguna manera sanó por la ley que mandó y amenazó,
que es llamada de El antiguo Pacto; mientras que el otro es llamado Nuevo Pacto, por causa
de la novedad del espíritu, que sana al nuevo hombre de la culpa de la falla que existía en el
viejo hombre. Luego considere lo que sigue, y vea en qué claridad se pone el hecho, que los
hombres que tienen fe no están dispuestos a confiar en sí mismos: "Porque", dice Él, "Pero este
es el pacto que haré con la casa de Israel después de aquellos días, dice el Señor: Pondré mi ley
en su interior, y la escribiré en su corazón" (Jeremías 31:33). Vea como de manera similar, el
apóstol afirma lo que fue dicho en el pasaje ya citado: "no en tablas de piedra, sino en las tablas
de carne del corazón", y eso, "no con tinta, mas con el Espíritu del Dios vivo" (2 Corintios 3:3). Y
yo entiendo que el apóstol en este pasaje no tenía otra razón para mencionar el "Nuevo
Testamento [Pacto]" ("El cual nos hace también capaces de ser ministros de un nuevo pacto, no
de la letra, sino del Espíritu" [2 Corintios 3:6]); porque él tenía en vista las palabras del profeta,
cuando dice: "No en tablas de piedra, sino que en tablas de carne del corazón", en la mediad en
la que el profeta escribe: "la escribiré en su corazón" (Jeremías 31:33).

Un tratado sobre el Espíritu y la letra.

Capítulo 36 [XXI] - La Ley Escrita en Nuestros Corazones.

¿Qué es, entonces, la ley de Dios escrita por el propio Dios en el corazón de los hombres, sino la
propia presencia del Espíritu Santo, que es "el dedo de Dios", y por cuya presencia es derramado
el amor de Dios en nuestros corazones, lo que consiste en el cumplimiento de la ley (Romanos
13:10) y en el final del mandamiento (1 Timoteo 1:5)? Ahora, las promesas del Antiguo Pacto
son terrenas; y, con todo (con excepción de las ordenanzas sacramentales, que eran la sombra
de las cosas por venir, como la circuncisión, el Sabbath y otras observancias de días, y las
ceremonias de ciertas carnes [vea Retractaciones 2.37], y el ritual complicado de sacrificios y
cosas sagradas que eran adecuados a la "vejez" de la ley carnal y su yugo servil), aun así contiene
tales preceptos de justicia, al punto de que aún se nos enseña a observar, que fueron escritos
especial y expresamente en las dos tablas sin figura o sombra: por ejemplo, "no adulteraras",
"no matarás", "no codiciarás" (Éxodo 20:13, 14, 17), "y si hay algún otro mandamiento, todo en
esta palabra se resume: Amarás a tu prójimo como a ti mismo" (Romanos 13:9). Sin embargo,
considerando que el referido Pacto consiste en promesas terrenales que son, como ya dije,
recitadas, y que estas son bienes de la carne corruptible (aun cuando ellas prefiguran las
bendiciones celestiales y eternas que pertenecen al Nuevo Pacto) el que ahora es prometido es
un bien para el propio corazón, un bien para la mente, un bien para el espíritu, es decir, un bien
intelectual; una vez que es dicho: "Pondré mi ley en su interior, y la escribiré en su corazón"
(Jeremías 31:33) - Por lo que Él quería decir que los hombres no temerían a la ley que los
advertiría externamente, mas amarían la propia justicia de la ley que habitaría en sus corazones.

Un tratado sobre el Espíritu y la letra.

Capítulo 40 – Cuál debe ser la recompensa de todos; El apóstol sinceramente defiende la


Gracia.

¿A quién se refiere esto: "todos... desde el menor hasta el mayor de ellos" [Jeremías 31:34], sino
a todos los que pertenecen espiritualmente a la casa de Israel y a la casa de Judá, es decir, a los
hijos de Isaac, la simiente de Abraham? Pues tal es la promesa que fue hecha en relación a él:
"En Isaac será llamada tu descendencia. Esto es, no son los hijos de la carne los que son hijos de
Dios, sino que los hijos de la promesa son considerados como descendientes. Porque esta es una
palabra de promesa: Por este tiempo volveré, y Sara tendrá un hijo. Y no sólo esto, sino que
también Rebeca, cuando concibió mellizos de uno, nuestro padre Isaac (porque cuando aún los
mellizos no habían nacido, y no habían hecho nada, ni bueno ni malo, para que el propósito de
Dios conforme a su elección permaneciera, no por las obras, sino por aquel que llama), se le dijo
a ella: El mayor servirá al menor." (Romanos 9:7-12). Esta es la casa de Israel, o mejor, la casa de
Judá, por causa de Cristo que vino de la tribu de Judá. Esta es la casa de los hijos de la promesa –
no por causa de sus propios méritos, sino por causa de la bondad de Dios. Porque Dios promete
lo que Él mismo realiza: Él no hace la promesa por sí mismo y otro la ejecuta; pues esto no haría
de Él un prometedor, sino un profeta. Por eso, es "no por causa de las obras, sino por aquel que
llama" (Romanos 9:11), pues de otra manera el resultado debería ser suyo propio, no de Dios; y
así la gracia ya no sería gracia, la cual fue tan fervorosamente defendida y retenida firmemente
por aquel que, aun cuando fuese el menor de los apóstoles trabajo mucho más que todos los
demás - aunque no él mismo, sino la gracia de Dios que estaba con él (1 Corintios 15:9-10).
"Todos me conocerán" (Jeremías 31:34), Él dice: "todos", es decir, la casa de Israel y la casa de
Judá. "Todos", sin embargo, "no todos los que son de Israel son israelitas" (Romanos 9:6), sino
sólo de quien es dicho en el "salmo sobre el auxilio matutino" (Salmo 22) (esto se refiere a la
nueva y refrescante luz, refiriéndose al nuevo testamento [pacto]), "todos vosotros, simiente
de Jacob, glorificadle; y temedle todos vosotros, simiente de Israel" (Salmo 22:23). Toda la
simiente, sin excepción, toda la simiente de la promesa y del llamado, pero sólo de aquellos que
son llamados según Su propósito (Romanos 8:30). "Por lo tanto, es por la fe, para que sea por la
gracia, a fin de que la promesa sea firme por toda la eternidad, no solamente a la que es de la
ley" - es decir, lo que viene a partir del Antiguo Pacto para el Nuevo - "mas también a la que es
de la fe", está siendo de hecho anterior a la ley, incluso a la "fe que tuvo Abraham" - o sea,
aquellos que imitan la fe de Abraham - "el cual es padre de todos nosotros; como está escrito:
Te constituí padre de muchas naciones" (Romanos 4:16-17). Ahora, todos estos que fueron
predestinados, llamados, justificados y glorificados, deberán conocer a Dios por la gracia del
Nuevo Testamento [pacto], desde el menor hasta el mayor de ellos.

Un tratado sobre el Espíritu y la letra.

Capítulo 41 – La Ley escrita en el corazón y la recompensa de la eterna contemplación de Dios


pertenecen a la Nueva Alianza; Quienes entre los santos son los menores y los mayores.

Como, entonces, la ley de las obras – que fue escrita en tablas de piedra, y su recompensa, la
tierra de la promesa, que fue la casa que el Israel según la carne recibió después de su
liberación de Egipto –, pertenecía al Antiguo Testamento [pacto]. Similarmente la ley de la fe
– escrita en el corazón, y su recompensa, la visión beatifica que la casa del Israel espiritual
recibirá cuando sea liberta del presente mundo – pertenecen al Nuevo Testamento [pacto]. En
seguida deberá suceder lo que el apóstol describe: "Habiendo profecías, serán aniquiladas;
habiendo lenguas, cesarán; habiendo ciencia, desaparecerá" (1 Corintios 13:8), incluso el
conocimiento imperfecto de "niño" (1 Corintios 13:11) con el cual vivimos en esta vida, y que es
sólo "en parte", "por espejo como enigma" (1 Corintios 13:12). Debido a esto, de hecho, la
"profecía" es necesaria, porque aún en el pasado sucede el futuro; Y por eso también se
requieren "lenguas", es decir, una multiplicidad de expresiones, ya que es por diferentes que se
le sugieren cosas diferentes que todavía no contemplan con una mente perfectamente
purificada la luz eterna de Verdad transparente.
"Pero, cuando venga lo que es perfecto, entonces lo que es en parte será aniquilado" (1
Corintios 13:10), en seguida, el que parecía ser carne en carne asumido, deberá mostrarse a sí
mismo como Él es a todos los que lo aman; luego, habrá vida eterna para nosotros que
conocemos al verdadero Dios (Juan 17:3), entonces seremos semejantes a Él (1 Juan 3:2),
porque "entonces conoceré como también soy conocido" (1 Corintios 13:12), "Y no enseñará
más cada uno a su prójimo, ni cada uno a su hermano, diciendo: Conoce al Señor; porque todos
me conocerán, desde el menor al mayor de ellos" (Jeremías 31:34). Ahora, eso puede ser
entendido de muchas maneras: o, que, en esta vida los santos no difieren de los demás en
gloria, como una estrella de otra. No importa como la expresión sea entendida – sea (como en el
pasaje delante de nosotros), a saber: "desde el menor al mayor de ellos", o lo contrario, desde el
mayor hasta el menor. Y, de la misma manera, no importa si nosotros comprendemos "el
menor" como si se refiriese a aquellos que simplemente creen, y "el mayor" como aquellos que
fueron más capaces de entender – en la medida en que eso es posible en este mundo – la luz
que es incorpórea e inmutable. O, "el menor" puede referirse a aquellos que son de menor
edad; mientras que por "el mayor" puede tener la intención de indicar a aquellos que tenían la
primacía en lo que respecta al tiempo, es decir, a los que son más viejos. Pues todos recibirán la
prometida visión de Dios, desde que fue para nosotros que ellos previeron el futuro, que sería
mejor que su presente, que ellos sin nosotros, no llegarían a la perfección completa (Hebreos
11:40). Y así los más jóvenes son encontrados como siendo menores, pues ellos no son
diferenciados por causa del tiempo; así como en el caso registrado en el Evangelio donde la
"moneda de un día de trabajo" es dada como una ilustración (Mateo 20:8). Los primeros en
recibir esta moneda fueron aquellos que llegaron últimos a la viña. O, "el menor y el mayor"
deberían tal vez ser entendidos en algún otro sentido, que, en el momento, no pasa por mi
mente.

Un tratado sobre el Espíritu y la letra.

Capítulo 42 [XXV] - Diferencia entre el Antiguo y el Nuevo Testamento.

Le pido, sin embargo, cuidado al observar, en la medida de lo posible, lo que estoy intentando
probar con tanto esfuerzo. Cuando el profeta prometió un nuevo Pacto, no conforme al pacto
que había sido hecho anteriormente con el pueblo de Israel cuando fue liberado de Egipto, él
no dice nada sobre un cambio en los sacrificios o cualquiera de las ordenanzas sagradas,
aunque ese cambio, también es realizado, sin duda, como consecuencia, como podemos ver
en el hecho de que eso ocurrió, así como la misma escritura profética da testimonio en
muchos otros pasajes; pero él simplemente llamo la atención a la diferencia de que Dios
grabaría sus leyes sobre la mente de aquellos que pertenecían a este pacto, y las escribiría en
sus corazones (Jeremías 31:32-33), a partir de eso el apóstol extrajo su conclusión: "no con
tinta, sino con el Espíritu del Dios vivo, no en tablas de piedra, sino en las tablas de carne del
corazón" (2 Corintios 3:3), y que la recompensa eterna de esta justicia no era la tierra de la
cual fueron expulsados los amorreos e hititas, y otras naciones que allí moraban (Josué 12),
sino el propio Dios a quien "bueno es aproximarse" (Salmo 73:28), de modo que el bien del
Dios que ellos aman, sería el propio Dios a quien ellos aman, entre quien y los hombres nada,
sino el pecado, produce separación; y esto es concedido sólo por gracia. Así, después de decir,
"porque todos me conocerán, desde el menor hasta el mayor de ellos", Él inmediatamente
agregó: "porque les perdonaré su maldad, y nunca más me acordaré de sus pecados" (Jeremías
31:34). Por la ley de las obras, entonces, el Señor dice: "No codiciarás" (Éxodo 20:17), pero por la
ley de la fe Él dice: "Sin mi nada podéis hacer" (Juan 15:5), pues Él se estaba refiriendo a las
buenas obras, incluso el fruto de las ramas de la vid. Se concluye, por lo tanto, que existe
diferencia entre el antiguo y el nuevo pacto – pues en el antiguo la ley está escrita en tablas,
mientras que en el segundo en los corazones; de modo que en uno nos alarmamos por lo que
viene de afuera, en el otro nos deleitamos por lo que viene de dentro; y en el primero el hombre
se vuelve un transgresor por medio de la letra que mata, en el otro, un amante a través del
Espíritu que vivifica. Debemos, por lo tanto, evitar decir que la manera por la cual Dios nos
ayuda a obrar justicia, y "opera en vosotros tanto el querer como el hacer, según su buena
voluntad" (Filipenses 2:13), es, por preceptos externos de santidad a nuestras facultades; pues Él
da Su crecimiento (1 Corintios 3:7), derramando amor en nuestros corazones por el Espíritu
Santo que nos fue dado" (Romanos 5:5).

Antiguo Pacto
Ciudad de Dios

Libro XVI: La historia de la Ciudad de Dios de Noé hasta el tiempo de los reyes de Israel.

Capítulo 2 – Del tiempo en que la promesa de Dios sobre la tierra de Canaán fue cumplida,
cuando el Israel según la carne entro en su posesión.

… Y fue cumplida a través de David, y Salomón, su hijo, cuyo reino se extendió a lo largo de todo
el espacio prometido; pues ellos subyugaron todas las naciones, y las hicieron tributarias. Y así,
bajo aquellos reyes, la descendencia de Abraham fue establecida en la tierra prometida, según la
carne, es decir, en la tierra de Canaán, para que nada retrasara el cumplimiento de la promesa
terrena que Dios había hecho, a no ser que, por lo dicho respecto a la prosperidad temporal, la
nación hebrea debe permanecer en la misma tierra por la sucesión de la posteridad en un
estado inquebrantable hasta el fin de esta era mortal, si ellos hubiesen obedecido las leyes del
Señor, su Dios. Pero como Dios sabía que ellos no harían eso, Él uso sus castigos temporales
también para instruir a sus pocos fieles que entre ellos habían, y hacer advertencias necesarias
para aquellos que después vendrían de todas las naciones, en quien la otra promesa, revelada
en el Nuevo Testamento [pacto], estaba pronto a ser cumplida a través de la encarnación de
Cristo.

Un tratado contra las dos cartas de los Pelagianos.

Libro III Capítulo 3 - Confirmación bíblica de la doctrina católica.

Esto es lo que decimos; eso es aquello en relación a lo cual somos resistidos cuando decimos
que "vino, por tanto, la ley para que la ofensa abundase" (Romanos 5:20). Ellos no oyen la
palabra del apóstol: "Porque la ley obra para ira. Porque donde no hay ley tampoco hay
transgresión" (Romanos 4:15) y "Luego, ¿para qué es la Ley? Fue ordenada por causa de las
transgresiones, hasta que viniese la posteridad a quien la promesa había sido hecha" (Gálatas
3:19), y, "Si fuese dada una ley que pudiese vivificar, la justicia, en verdad, habría sido por la ley.
Pero la Escritura encerró todo bajo pecado, para que la promesa por la fe en Jesucristo fuese
dada a los que creen" (Gálatas 3:21-23). Por eso es que el Antiguo Testamento, a partir del
Monte Sinaí, donde la ley fue dada, genera hijos para servidumbre, que es Agar. "De manera
que, hermanos", dice él, "somos hijos, no de la esclava, sino de la libre" (Gálatas 4:24, 31). Por lo
tanto, aquellos que no aceptaron la enseñanza de la Epístola no son hijos de la mujer libre, pues
ellos pueden ser considerados no sólo como pecadores, sino que también como transgresores; a
diferencia de aquellos que recibieron el Espíritu de gracia, por el cual la propia ley, santa y justa
y buena, puede ser cumplida. Esto es lo que nosotros decimos: déjelos obedecer y no luchar;
déjelos buscar iluminación y no traer falsas acusaciones.
Un tratado contra las dos cartas de los Pelagianos.

Libro III Capítulo 9 - Quiénes son los hijos de la Antigua Alianza.

Pero aquellos que pertenecen al Antiguo Testamento [pacto], "una, del monte Sinaí,
generando hijos para servidumbre", que es Agar [Gálatas 4:24], los cuales habiendo recibido
una ley que es santa, justa y buena, pensaron que era suficiente para la vida; y no buscaron la
misericordia divina, ellos pensaron que podían volverse cumplidores de la ley, pero, no
conociendo la justicia de Dios, y pretendiendo establecer su propia justicia, no se sujetaron a la
ley de Dios. De este mismo tipo fue la multitud que murmuró contra Dios en el desierto, e hizo
un ídolo; y tal multitud, que incluso en la misma tierra de la promesa se prostituyo con otros
dioses. Pero esta multitud, incluso en el Antiguo Testamento, fue fuertemente reprendida. Ellos,
más allá de eso, sean quienes fueran en aquella época que buscaban solamente por aquellas
promesas terrenas que Dios les prometió, y que ignoraban lo que esas promesas
representaban bajo el nuevo testamento [pacto], y que guardaban los mandamientos de Dios
con el deseo del beneficio y con el temor de perder aquellas promesas – Ciertamente no
observaron eso, sino que sólo parecieron observarlo. Porque en ellos no estaba la fe que opera
por el amor, sino codicia terrena y miedo carnal. Pues aquel que así cumple los mandamientos
además de entretejer una duda, puede guardarlos contra su voluntad, y, con todo, no guardar
los mandamientos en su corazón; pues él prefería no guardar absolutamente ningún
mandamiento, si en relación a esas cosas que él desea y teme que él pueda tener permiso para
descuidarlos con impunidad. Y así, en su propia voluntad dentro de él, él es culpable; y es allí
donde Dios que da el mandamiento, mira. Tales eran los hijos de la Jerusalén terrena, sobre la
que el apóstol dice: "pues la esclava con sus hijos" (Gálatas 4:25), y pertenece al Antiguo
Testamento [pacto] "una, del monte Sinaí, generando hijos para servidumbre, que es Agar".
Ellos eran el mismo tipo de personas que crucificaron al Señor, y continuaron en la misma
incredulidad. De ahí hay aún más hijos en la gran multitud de los judíos, sin embargo, ahora, el
Nuevo Testamento como fue profetizado se hace manifiesto y confirmado por la sangre de
Cristo; y el Evangelio es revelado a partir del rio donde Él fue bautizado y comenzó sus
enseñanzas, hasta el fin de la tierra. Y esos judíos, de acuerdo con lo que leemos sobre ellos en
las profecías, están dispersos en todas las partes de la tierra, los cuales, sin embargo, incluso a
partir de sus escritos no carecen de un testimonio de la verdad cristiana.

Un tratado contra las dos cartas de los Pelagianos.

Libro III. Capítulo 10 – La Ley también fue dada por Dios.

Y es por esta razón que Dios hizo el Antiguo Testamento [pacto], porque agrado a Dios velar las
promesas celestiales en las promesas terrenas, como si las hubiese establecido como
recompensa, hasta la plenitud de los tiempos; y para dar a un pueblo que anhelaba por
bendiciones terrenas, y, por lo tanto, tenía un corazón endurecido, una ley, que, aunque
espiritual, fue escrita en tablas de piedra. Porque, con excepción de los sacramentos divinos
antiguos, que fueron intimados solamente por causa de su significado (aunque en ellos también,
una vez que deben ser entendidos espiritualmente, la ley es justamente un llamado espiritual),
los otros asuntos que ciertamente hablan respecto a la piedad y la buena vida no deben ser
indicados por ninguna interpretación cuyo significado tenga sentido para algunos, sino deben
ser tomados absolutamente como ellos realmente son transmitidos. Seguramente ninguno
tendrá dudas de que esta ley de Dios era necesaria no sólo para las personas de aquella época,
sino que ahora también es necesaria para que nos ordenemos correctamente en nuestra vida.
Pues, Cristo llevo lejos de nosotros el muy pesado yugo de las muchas observancias, de modo
que no somos circuncidados según la carne, no sacrificamos víctimas de los corderos, no
descansamos de las obras necesarias en el Sabbath, manteniendo el séptimo en la revolución de
los días, y otras cosas de ese tipo. Con todo los guardamos a la medida en que los entendemos
espiritualmente, y, que las sombras del simbolismo son removidas, entonces, estamos atentos a
la luz de aquellas cosas que son representadas por ellos. ¿Diremos, por lo tanto, que cuando
está escrito que cuando alguien encuentra una pertenencia de otro hombre de cualquier tipo
que se perdió debe devolverla a quien la perdió (Levítico 6:3), que este mandamiento no nos
pertenece? ¿Y que no pertenecen a nosotros muchos otros considerados como cosas por las
cuales las personas aprenden a vivir piadosa y rectamente? ¿Y, especialmente, que no nos
pertenece, el propio decálogo, que está contenido en esas dos tablas de piedra (no me refiero a
la observancia carnal del Sabbath, sino a su santificación espiritual y descanso)? Pues, ¿quién
puede decir que los cristianos no deberían estar atentos para servir a Dios con la obediencia
religiosa, para no adorar un ídolo, para no tomar el nombre del Señor en vano, para honrar a los
padres, para no cometer adulterio, homicidios, hurtos, falso testimonio, no codiciar la mujer de
otro hombre, o cualquier cosas que pertenece a otro hombre? ¿Quién es tan irreverente al
punto de decir que él no guarda los preceptos de la ley, porque él es un cristiano, y porque no
está bajo la ley, sino bajo la gracia?
Artículo Original:

Proto-Federalismo De 1689 Em Agostinho


http://oestandartedecristo.com/data/ProtoFederalismode1689emAgostinhoCompiladoporBrandonAdams.pdf

Traducción
Franco
Caamaño

Edición y Revisión
Imagen
Bautista

Para más información:


http://imagenbautista.cl

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