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La esclavitud es, sobre todo y ante todo, una actividad económica de lo más
habitual y normal en la Historia de la humanidad. Siempre ha existido la esclavitud,
actualmente existe esclavitud, y en el futuro seguirá existiendo la esclavitud.
Y es que tenemos constancia de que la esclavitud ha sido práctica habitual en
todo el mundo, con contadas excepciones, siempre localizadas en zonas sin relevancia.
Contados son los pueblos que no han utilizado la esclavitud, siendo el neolítico, cuando
el hombre se hizo sedentario y comenzó a labrar la tierra el momento en que, con toda
probabilidad, se inició la práctica. Así, los orígenes de la esclavitud son tan antiguos
como los de la misma humanidad.
Con esa premisa, hay que tener en cuenta que la esclavitud no es necesariamente
una cuestión de considerar a una raza como inferiores, que no sean humanos o algo así,
sino una forma de articular el trabajo que no es positiva o negativa por sí misma, sino
dependiendo de las circunstancias que la imponen, porque, eso sí, la esclavitud, aunque
circunstancialmente es voluntaria, siempre existe por imposición.
Esa imposición, en los principios de los tiempos y durante muchos siglos, era
sencillamente producto de la guerra. La guerra produce prisioneros, y esos prisioneros
tenían como destinos ser ejecutados. La alternativa a la ejecución sería el sometimiento
a esclavitud, lo que conllevaría una rentabilidad económica para el vencedor, y el
beneficio de la vida para el vencido que, en muchas ocasiones, y con el tiempo, acababa
integrándose como hombre libre en la sociedad que lo había esclavizado.
Y es que en la historia de los pueblos, siempre ha existido la voluntad de
expandirse, y como consecuencia, la réplica a esa voluntad por parte de los otros, ha
significado que se produzcan enfrentamientos.
Si se quiere, lamentable, pero también cierto, que los pueblos civilizados, aún
usando la violencia, han aportado mejoras a los pueblos sin civilizar que han sido
conquistados.
En todo caso, depende mucho de la altura de miras de cada uno de los pueblos la
licitud de sus conductas de conquista.
Un pueblo civilizado conquistador, con toda seguridad deberá utilizar la fuerza a
la hora de someter a otros pueblos, pero esa violencia será aquilatada por el derecho,
que ineludiblemente será reconocido al pueblo conquistado que, finalmente, saldrá
beneficiado con la conquista.
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No siempre los principios de conquista son justos... y no siempre son injustos.
Así, no es lo mismo la actitud del Imperio Persa que la actitud del Imperio Romano, por
ejemplo.
Por ejemplo, es cierto que Roma conquistó España por la fuerza, pero también es
cierto que lo hizo por pacto... Y eso, al fin, no quiere decir nada, porque primero
Cartago y luego el Islam hicieron lo mismo y son ejemplos contrarios.
Lo importante, así, es la filosofía que dirige esa conquista, siendo que no es lo
mismo un principio humanista que un principio materialista.
Por otra parte, cuando existen dos poderes antagónicos que se disputan la
conquista de un tercer territorio, la propaganda juega una baza muy importante, y no
sólo en la actualidad. Así, la segunda guerra púnica se inició tras la masacre que
Cartago cometió en Sagunto. Ese hecho fue explotado políticamente para poner blanco
sobre negro la filosofía cartaginesa... Pero un siglo después, esa misma propaganda, en
esa ocasión utilizada contra Roma, fue usada por el asedio y destrucción de Numancia.
Dos ejemplos que, al fin, poco significan, porque las circunstancias y los hechos
se multiplican magnificandose o anulándose alternativamente. Roma fue culpable de los
hechos de Numancia como Cartago fue culpable de los hechos de Sagunto, pero...
Pero da la coincidencia que la masacre de Numancia fue llevada a cabo, si bien
bajo la responsabilidad de Escipión Emiliano, por las tropas auxiliares numidas,
cartagineses al fin, comandadas por Yugurta, quién acabó enfrentado militarmente a
Roma, que le venció en el 105 a.C.
Roma nunca debió dar esa posibilidad a Yugurta, y el precio lo sigue pagando
hoy, pero aunque políticamente sea Roma culpable de lo acaecido, cultural y
sociológicamente no lo es, porque no eran esas las formas de Roma, y bien que lo
demostró volcando su sangre y su cultura para la conformación de España. Sí, de
España... Hispania, Espagne, Spain, Spanien..., que siempre guardará una gratitud filial
a la madre Roma, que nos legó cultura, arte, sabiduría, humanidad, y con esas
cualidades, la capacidad de transmitir las mismas a nuevos pueblos.
Y Roma, a partir de sus conquistas violentas, tenía esclavos que cultivaban la
tierra, que eran orfebres, médicos y maestros. Esclavos provenientes de todas las
provincias, nunca colonias, que acabaron integrándose como romanos, y cuyo destino
sería la manumisión, la libertad dentro de la patria común, Roma. Y la manumisión
conllevaba el derecho de ciudadanía.
El estado tomaba parte directa en la manumisión, que normalmente era
concedida como premio por una actuación concreta del esclavo... o como castigo al
propietario del mismo como consecuencia del mal trato prodigado o sencillamente por
ser responsable de la comisión de un delito.
Y es que Roma era un Imperio que necesitaba la fuerza militar de los romanos
para mantener la seguridad del territorio y para expandir la cultura; fuerza militar que
restaba capacidad para atender el cultivo de la tierra, la ganadería y la manufactura. La
milicia restaba fuerza a la capacidad productiva que necesitaban las grandes urbes que
la conformaban, y esos servicios eran atendidos en una parte muy importante, por mano
de obra esclava proveniente de los territorios conquistados.
Esa necesidad de mano de obra era sentida por la sociedad... y por el propio
estado, que aglutinaba importantes contingentes de esclavos que eran destinados a las
variadas funciones, desde la atención personal del emperador hasta la dirección de las
obras públicas o de la ceca; el suministro de aguas, el control de los archivos, la
recaudación de impuestos, la enseñanza...
Así, la esclavitud, en las formas que el ideario colectivo tiene asumido y sin que
ese conocimiento responda exactamente a la verdad, sino a la verdad existente en
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determinados ámbitos sociales e históricos, es una institución conocida y practicada por
la práctica totalidad de las sociedades humanas que conoce diversas manifestaciones... y
diversas cuestiones que resultan comunes a todas ellas: en principio, en la esclavitud
existente hasta el siglo XIX, el esclavo era un ser ajeno a la comunidad en la que se
insertaba o en la que había nacido; había sido desarraigado de su entorno natural; y
había sido sometido a la voluntad de un amo.
Añadidos a estos elementos comunes, y dependiendo de la cultura que lo tenía
esclavizado, el esclavo podía estar sometido a todo tipo de vejaciones.. o no; se veía
impedido de tener una familia... o no; carecía de derechos... o los tenía delimitados;
quedaba excluido de la sociedad... o no.
Y es que, ya antes de la fundación de Roma, era opinión general que en un
estado bien constituido, los ciudadanos debían tener con qué satisfacer las primeras
necesidades sin tener la necesidad de ocuparse personalmente en ellas, para poder
dedicar el tiempo a la realización de obras mayores, entre las que destacaba el
pensamiento. Ideas extremas si se quiere, pero ideas al fin que venían a justificar, en
poblaciones reducidas, su dedicación a la milicia y al pensamiento.
Y como consecuencia, el esclavo se convertiría en una de las principales
demandas de la sociedad griega, que los importaría de regiones bárbaras cercanas,
principalmente Tracia, Cilicia, el Ponto... Y este método de reclutar mano de obra,
lógicamente sería aplicado también por Roma, que lo aplicaría a los pueblos
conquistados y a los delincuentes, en particular a los piratas.
Parece suficientemente señalado que, para aclarar los conceptos en una sociedad
como la nuestra, hoy desculturalizada de su propia cultura e inculturizada en cultura
ajena, es que los esclavos no son ni han sido necesariamente negros. Ciertamente en el
hemisferio occidental, y a partir del siglo XVI, la esclavitud públicamente conocida se
ejerció de forma masiva sobre hombres de raza negra, pero en ese mismo periodo, y en
ese mismo hemisferio, existió un importantísimo número de esclavos blancos que
sufrieron tantas vejaciones como aquellos negros que más vejaciones sufrieron... y en el
hemisferio oriental, esa misma esclavitud fue sufrida por pueblos enteros de otras razas.
En la edad antigua pudieron darse todas esas circunstancias, y datos históricos
nos señalan que en siglo V antes de Cristo, se cumplían, por ejemplo, en Grecia. Pero
fue justamente en Grecia donde empezó a legislarse al respecto. Y será en Grecia y en
Roma cuando llegue el momento en que los esclavos se conviertan en el elemento
esencial de la economía, como núcleo de la fuerza de trabajo.
En el siglo de Pericles (495-429), el esclavo carecía de personalidad jurídica, y
de patrimonio, con todo lo que ello conlleva, y el amo era responsable último de los
delitos que pudiese cometer el esclavo, al que podía someter a castigo físico, pero no
tenía potestad para darle muerte ni para excederse en los castigos, siendo que en este
caso tenía la protección de las leyes, que le permitían refugiarse en los santuarios y
solicitar ser vendido a otro amo.
Esa situación era similar a la aplicada en otros ámbitos en esos mismos
momentos, como en Egipto, siendo que la falta de personalidad jurídica no era, al fin,
una situación extraordinaria en una sociedad en la que los principios morales marcaban
por lo general la convivencia, y en la que el padre de familia gozaba de gran autoridad.
Es conveniente tener en cuenta que justamente en estos momentos, el derecho
romano reconocía al padre la potestad de vender a sus hijos.
Por ello, el trato que recibía el esclavo no era malo, diferenciándose poco del
trato recibido por los ciudadanos libres, por lo que las rebeliones eran inexistentes. Y es
que, en Grecia y en Roma, ya en el siglo IV a.C., los esclavos tenían algunos derechos
legales, entre los que deben destacarse el de casarse y el derecho de propiedad, lo que
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les permitía poder llegar a comprar su libertad; también estaban protegidos del trato
abusivo, si bien, parece obvio que estos derechos eran inferiores a los de las personas
libres.
Y la concepción del esclavo abarcaba todos los aspectos que ya hemos señalado,
siendo que filósofos de la altura de Aristóteles señalaba que los esclavos lo eran por su
propia naturaleza.
Aquellos hombres que difieren tanto de los demás como el cuerpo del
alma o la bestia del hombre son esclavos por naturaleza (Aristóteles:
Política. Libro I. pag 8_9)
Esta afirmación nos puede llevar a debatir largo, porque Aristóteles señala como
esclavos a aquellos que son diferentes, pero no a todos los que son diferentes, sino a
aquellos cuya diferencia excede todo concepto que nos podamos imaginar. No
entraremos en la cuestión.
Sin embargo, otro juicio del filósofo nos puede centrar algo más en el concepto,
destacando que son las necesidades sociales las que reclaman la existencia de la
esclavitud. Un juicio que, atendiendo la literalidad de la cita, nos debe hacer pensar en
nuestro momento actual.
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aplicaba un trato atroz a sus esclavos. La rebelión tuvo dramáticas consecuencias al
aplicar los sublevados una terrible represión sobre la población siciliana y llegar a
vencer en batalla a dos cónsules romanos.
Pero el mercado de esclavos estaba más en manos de bárbaros, siendo que ya en
el siglo VIII antes de Cristo se tiene constancia de uno, atendido por traficantes fenicios
y ubicado en la isla de Lemnos.
Y al fin, los esclavos procedían de los territorios conquistados que, como Platón
defendiera, se encontraban en una situación que hacía necesario su sometimiento a los
‘mejores’.
Esclavos, sí, pero Roma, que en su apogeo tenía hasta tres millones de esclavos,
lo que equivalía al cuarenta por ciento de su población, se significó muy especialmente
por el desarrollo del derecho, y ese derecho romano entendía que los esclavos de una
familia formaban parte de esa familia.
Y esclavos eran tutores de niños, maestros, administradores... Eran, al fin,
trabajadores que normalmente acababan accediendo a la libertad. Eran manumitidos por
diversas vías.
Pero no siempre la manumisión comportaba una mejora en el estatus del
esclavo; así, las manumisiones eran escasas en Grecia, ya que el esclavo liberto se
encontraba relegado a la situación de extranjero, y en esencia representaba una pérdida
de derechos.
El trato no difería en exceso con el recibido por el resto de la población, y como
consecuencia de entender la esclavitud como una desgracia, era sentimiento
generalizado que la esclavitud, contra las creencias de otros pueblos y otras culturas, no
era de carácter natural, sino sobrevenido.
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subyugación del alma a los vicios mundanos. Aspectos que fueron asumidos por los
pensadores romanos, entre los que destaca Séneca.
La esclavitud, más que una cuestión física devenía una cuestión moral, y tan
digno era un libre como un esclavo, señalando exactamente que ante Dios podía tener
más valor la acción de un esclavo que la de un libre, ya que lo que debía primar era la
cuestión moral frente a la material.
En esta situación, ya en el siglo III de nuestra era el esclavismo sufrió una gran
variación como consecuencia de la sobreabundancia de trabajadores no esclavos que
copaban los puestos de trabajo. En estos momentos se daría paso a la servidumbre,
como consecuencia de las necesidades de defenderse ante ataques descontrolados. Esta
situación dio lugar a una nueva mano de obra semiservil constituida por campesinos que
renunciaban a sus propiedades y en parte a su libertad a cambio de la protección del
señor feudal, régimen, el feudalismo, que imperaría en Europa durante más de diez
siglos. Ya no se introducirían esclavos en Europa, y su comercio y uso se restringiría a
la cuenta mediterránea y al tráfico del Báltico al Negro.
Es así como consecuencia de la aplicación de los principios cristianos, los reinos
cristianos no podían hacer esclavo a los prisioneros tomados en una guerra librada
contra otro reino cristiano, Beneficio que no alcanzaba a los reinos no cristianos, que
por cierto también esclavizaban.
Una ley Romana de mitad del siglo cuarto (Cod.Just.,XI, XLVII, 2) había
prohibido que los esclavos rurales fueran sacados de las tierras a las que
pertenecían; este fue el origen de la servidumbre, una condición mucho mejor
que la esclavitud propiamente dicha. Pero los bárbaros virtualmente
suprimieron esta benéfica ley (Gregorio of Tours, "Hist. Franc.", VI, 45);
hasta había sido abrogada formalmente entre los Godos de Italia por el
edicto de Teodorico (sect.142). No obstante, como un privilegio excepcional,
permaneció vigente para los siervos de la Iglesia, los que, como la Iglesia
misma, permanecieron bajo la ley Romana (Lex Burgondionum, LVIII, i;
Louis I, "Add. ad legem Langobard.", III, i). Compartían además, la
inalienabilidad de todas las propiedades eclesiásticas, que había sido
establecida por los concilios (Roma, 50; Orléans, 511, 538; Epone, 517;
Clichy, 625; Toledo, 589); estaban protegidos de las exacciones de los
oficiales reales por la inmunidad garantizada a casi todas las tierras de la
iglesia (Kroell, "L'immunité franque", 19110); por tanto su posición era
generalmente envidiada (Flodoard, "Hist eccl. Remensis", I, XIV), y cuando
la liberalidad real asignaba a una iglesia una porción de tierra de propiedad
estatal, los siervos que la cultivaban eran ruidosos en su expresión de alegría
(Vita S. Eligii, I, XV).
Mientras esto sucedía en Europa, en España, bajo el reino de los Visigodos, los
Concilios de Toledo atendían la cuestión de forma reiterada, siendo que el fenómeno se
mostraba en franco retroceso a finales del siglo VII.
No es de extrañar que durante la Reconquista, en medio de una mayoría de
población libre existiesen moros esclavos que habían sido hecho prisioneros en acciones
militares, como en mundo árabe existían esclavos españoles tomados en circunstancias
similares; esclavos que, por ejemplo en el siglo XIII fueron la mano de obra utilizada
para la construcción de la Alhambra de Granada.
Pero esa referencia al siglo XIII tenía unos precedentes que se hunden en la
Historia antigua. Así, el uso de esclavos en el mundo árabe nunca ha dejado de existir, y
las puntas de los siglos finales de la Edad Media y primeros de la Edad Moderna, no
sean sino éxitos plausibles de una actuación habitual.
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Bajo el mandato de la dinastía Omeya (756-1031), gracias a las
escaramuzas en las regiones cristianas al norte de la península ibérica,
especialmente en las montañas cántabras y en los Pirineos, y al
comercio practicado por judíos y musulmanes, al-Ándalus se había
convertido en uno de los principales mercados de esclavos de Europa
occidental.(Armenteros 2012: 127)
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Y en 1299 se tiene la certeza de que en Chipre existían esclavos bajo el control
de la Orden del Temple.
Desde los primeros años del siglo XIII, La orden del Temple orientó la
economía chipriota hacia la industria azucarera, una actividad que se
consolidó, sobre todo, gracias a la migración de numerosos agricultores
cristianos de Siria y Palestina tras la conquista islámica de los reinos latinos,
en 1291, y cuya explotación precisó trabajadores, libres o esclavos. Así,
durante el trescientos, la isla pasó a ser un importante centro del tráfico
humano en el que coincidieron, en un primer momento, cautivos de origen
griego, valaco, búlgaro y tártaro, a los que se sumaron, tiempo después,
sarracenos procedentes de la península ibérica y judíos de origen oriental. En
1312, la disolución de la Orden del Temple favoreció la instalación en la isla
de los caballeros Hospitalarios de San Juan de Jerusalén, quienes emplearon
cuadrillas de sarracenos para el cultivo de viñedos y para la explotación de
los ingenios azucareros. Pero fue tras la crisis demográfica de 1348, que dejó
tras de sí una fuerte demanda de brazos, cuando se incrementó la
importación de nuevos trabajadores bajo régimen de esclavitud. Desde
entonces, los territorios vecinos de Siria y Palestina dependientes del
sultanato mameluco, pasaron a ser, para Chipre, un espacio de reserva en el
que conseguir, con relativa facilidad, mano de obra esclava, y el éxito de las
expediciones de saqueo, tanto las promovidas por el poder real como las de
iniciativa privada, hicieron de la isla un importante centro del tráfico de
esclavos en el Mediterráneo oriental hasta los últimos años del cuatrocientos
(Armenteros 2012: 145)
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esclavos musulmanes procedentes de la Mallorca recién reconquistada, lugar del que
siguieron saliendo remesas de esclavos que surtieron los mercados mediterráneos hasta
los últimos años del siglo XIII.
Y a finales del siglo XIII, el mismo Iván Armenteros nos señala la economía de
la Orden del Temple en este sentido:
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que los conquistadores encontraron entre ambos mundos. Las dos principales
monarquías perfectamente implantadas, la de los mayas y la de los incas,
tenían sustanciales poblaciones de esclavos. También los caribes utilizaban a
sus prisioneros tainos y de otras etnias como esclavos. (Thomas, el imperio
español)
El mundo azteca, como el mundo incaico, estaba marcado por una manifiesta
estratificación social cuyo último escalón era el tlatlacotín en el caso azteca, que tenía
ciertos derechos, como era poseer a su vez esclavos, y el yanacuna en el caso inca, que
si no eran esclavos estaban sometidos a un feroz servilismo, si bien su condición era
superior a la de los mitimaes o desterrados. Y de hecho, uno de los obsequios
presentados por los caciques indios a los conquistadores españoles, eran esclavos.
Estamos de lleno en el Renacimiento. El descubrimiento de América significó
un amplio revulsivo mundial... Y los indios fueron declarados súbditos libres. Pero la
deriva que finalmente seguiría el Renacimiento, en el que se iba extinguiendo la
servidumbre, mutaría rápidamente en un renacimiento de la esclavitud, en esta ocasión
nutrida por africanos. Una esclavitud que tenía una intensidad baja, similar a la que
había tenido hasta el momento, y que había sido consecuencia de la guerra contra el
Islam y que mantenía además un moderado comercio que, procedente de
Constantinopla, suministraba esclavos eslavos y turcos a los países europeos bañados
por el Mediterráneo, cuyo destino cercano acaba siendo la manumisión, sobre todo si
abrazaban el cristianismo.
Pero el número de estos esclavos fue siempre muy pequeño si lo comparamos
con los esclavos cristianos en tierras musulmanas, desde las que se organizaban
expediciones, principalmente a Italia y a España con el objetivo de cazar esclavos.
Pero el desarrollo del enorme tráfico negrero que conoció el Atlántico a partir
del siglo XVII, en principio vino a suplir o complementar el tráfico de esclavos ingleses
y sobre todo irlandeses, que Inglaterra llevó a efecto a los territorios recién colonizados
en América.
Pero tampoco fue éste el origen de la trata específicamente negrera, ya que de
tiempo inmemorial, el tráfico de esclavos en el interior de África alcanzaba unos niveles
que sólo son comparables (salvando las distancias) con el tráfico negrero atlántico, y en
este tráfico estaban principalmente implicados traficantes musulmanes, que
completaban la demanda que no era cubierta por los piratas en el Mediterráneo, y que
concentró en el norte de Áfríca un muy importante número de esclavos de toda la
cuenca mediterránea.
Su influencia, por otra parte, no se circunscribía a la costa norte del continente
africano, sino que tenía una importante presencia en el interior del continente, como por
ejemplo, en Tombuctú
Gran parte de estos esclavos estaban destinados a la producción de azúcar, y esta
costumbre se extendía lógicamente por Al Andalus, y como consecuencia de las
cruzadas, también al resto de la cuenca mediterránea no sometida al Islam, siendo
habitual desde el siglo XIII la presencia de esclavos negros en las costas europeas
Ya había esclavos negros en la España del siglo XV, y esclavos blancos que eran
transportados desde el oriente mediterráneo, pero en 1453, la caída de Constantinopla en
poder de los turcos significó el cierre del flujo de esclavos blancos, y el fin de la
reconquista por parte de Portugal hizo que se explorase la costa africana, de donde
comenzaron a importarse esclavos negros que eran lucidos como cosa exótica por
algunas familias poderosas.
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Pero el principal contingente de esclavos de los reinos mediterráneos cristianos
estaba destinado a galeras, ya que el número de voluntarios y de penados no lograba
completar, ni de gran tramo, las bancadas. Y esos esclavos no eran negros.
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Bibliografía
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