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Entre la quietud y la ley

Stella Casanova

Fort-Da. Revista de psicoanálisis con niños

Número 8 - Septiembre 2005

La actividad excesiva de ciertos niños desde hace un tiempo ha despertado el interés de


médicos, maestros y psicólogos, quienes apegados a las clasificaciones existentes en nuestro
tiempo, lo suelen considerar como un problema de orden orgánico, particularmente
neurológico.

Por su parte la teoría psicoanalítica ha privilegiado la entrada o no al orden simbólico por parte
del beb e, como una de las causas de la presencia de este tipo de trastornos en la infancia. En
este sentido, el psicoanálisis reconoce en el complejo de Edipo o la inscripción de la Ley del
padre, la vía por la cual niños y niñas acceden a este orden, que les otorga una unificación
psíquica por medio de la cual ingresan al estatus de sujetos para insertarse en el mundo social,
que implica que puedan desarrollar y desplegar ciertas y determinadas actitudes y destrezas
como la capacidad para la quietud, para escuchar, atender, responder, interactuar con los
otros, tolerar, interesarse, así como aceptar responsabilidades y normas.

Partiendo de la importancia que se le otorga a la estructura edìpica, en la teoría psicoanalítica,


cabria preguntarnos ¿sólo la entrada del niño y la niña a este complejo garantiza el acceso a
ser sujeto social?, ¿existirían otras condiciones adicionales de las que se juegan en la situación
edìpica que favorecen el tránsito hacia la construcción del niño y niña como sujeto social?

El Dr. Winnicott, entre 1957-1963, escribe una serie de artículos sobre psicoanálisis y el
desarrollo infantil, entre ellos "La capacidad para estar a solas", (1958) y "El desarrollo de la
capacidad para la inquietud" (1963). En ambos artículos coincide en que la capacidad de estar
a solas y para quietud, son rasgos de madurez emocional que solo son posibles de lograr
gracias a las primeras experiencias vividas en la infancia, previó al paso por el complejo de
Edipo. Esta primera relación es llamada por Winnicott bipersonal, pues en ella sólo se
encuentran el niño y la madre donde se produce un vinculo paradòjico, pues la capacidad de
estar a solas y para la quietud, solo pueden ser alcanzadas por el bebe cuando la madre se
halla presente y es capaz de contener y satisfacer sus primeras necesidades, permitiendo con
ello que el niño construya un medio ambiente interior benigno, ya que sin él niños y niñas no
tendrían como adaptarse y aceptar los acontecimientos que le esperan en la vida; tales como el
hallazgo de los límites y normas que ofrece a cada instante el mundo social y que en muchas
oportunidades conllevan al encuentro con la frustración y falta.

Según estos términos tanto la quietud como la inquietud requieren de otro capaz de contener y
satisfacer las primeras necesidades y demandas, pues sin este, el infante no tendrían como
construir sus propios deseos y a quien dirigir sus actos.

A fin de ilustrar estos aspectos en la clínica, citaré a continuación momentos del recorrido de un
niño que llega a la consulta a la edad de cinco años.

Momento I: entra al consultorio (una biblioteca especializada en Déficit de Atención, es una de


esas que está repleta de libros, de verdades absolutas, que se edifico en un lugar inquietante
poco acogedor y contenedor, que no tiene espacio para la duda y reflexión) la madre de
Marcos, ella tienen 45 años, casada

en segundas nupcias con un hombre de 75 años, el cual hace 3 años sufrió un infarto que le
dejó importantes limitaciones físicas y cognitivas. Al describir su motivo de consulta, nos habla
de Marcos como un niño excesivamente intranquilo que no atiende a sus llamados ni a los de
sus maestros, nadie lo puede controlar.

Momento II: tocan simultáneamente sin cesar la puerta y el timbre del consultorio, al abrir entre
un huracán que toca todo, usa todo, sin escuchar, sin atender (aparentemente), le sigue la
madre, quien a cada movimiento del niño dice: "deja , no toques, no hagas eso, siéntate,
párate, cállate, no te ensucies, baja la voz, arréglate el pantalón, lávate la manos, no juegues
con ese carrito, toma este" .... así se dan 45 minutos de persecución. Al concluir la sesión el
niño manifiesta su deseo de querer llevarse un avioncito y aquí la madre vuelve a la carga y se
produce una lucha campal entre "déjalo y me lo llevo"; hasta que le digo a Marcos ..." toma el
avioncito déjalo en el lugar que màs te guste del consultorio que allí estará cuando vuelvas…"
Marcos me mira, toma el avioncito lo coloca suavemente sobre una repisa, se despide y sale
tranquilamente.

Momento III: Marcos llega con la madre pero esta vez entra solo al consultorio; busca el
avioncito y me invita a jugar con él a la guerra de los aviones, luego comienza con la
construcción de lo que llamarà un campo de protección, pero repentinamente interrumpe el
juego y solicita permiso para salir del consultorio, afuera del consultorio, escucho su voz, que
dirigiéndose a la madre le pregunta "¿Porqué tu no trabajas....porque siempre estas en la
casa...?". No espera la respuesta, entra de nuevo al consultorio y sigue con su juego. Al
finalizar la sesión me pide que le guarde el avioncito para nuestro próximo encuentro.

Intentando comprender y descifrar el sentido que tiene este síntoma, en la intersubjetividad de


la estructura parental podríamos leer estos 3 momentos:

La inquietud de Marcos denuncia su posición en la estructura parental, en este sentido vemos


que la angustia y la necesidad de control la madre posiblemente no le han facilitado al niño lo
que Winnicott llama la construcción de un espacio interior benigno, el cual solo es posible
alcanzar cuando el bebe recibe una imagen segura de la madre; es decir, alguien que está
siempre disponible, que satisface y que no exige nada a cambio. Por el contrario este primer
espejo unificador se presenta como una imagen persecutoria y alienante que no deja espacio
para la quietud, no permitiendo que el niño aprenda a confiar y a elaborar la ilusión de que las
cosas son como èl cree, para luego aceptar poco a poco que no es asì, asimilando
gradualemente la des-ilusiòn que le permitira`en un furturo redescubrir su propio deseo
(Winnicott, 1958).que M redescubra su propia vida personal y su propio deseo.

En relación a la figura paterna, la intranquilidad de M puede estar marcando "estoy vivo y no


muerto como mi padre" y por otra parte pone en evidencia una figura paterna que no ha
asegurado el rompimiento del circulo aprisionarte entre madre-hijo, quedándose mas bien
atrapado bajo el influjo alienante de la madre, a su deseo, lo cual limita el advenimiento del niño
como sujeto deseante y el reconocimiento del rol que debe ocupar dentro de la estructura
familiar.

Que pasa en un tercer momento donde se produce una intervención del terapeuta, y el efecto
es un estado de quietud. se introduce la ley pero desde la quietud y esta produce un sujeto
desente.

Una última reflexión, antiguamente un niño intranquilo era considerado saludable, vivaz;
despierto e interesado por el mundo; sin embargo en nuestros tiempos pareciera que estos
términos aluden a trastorno , sin percatarnos que probablemnet es mas bien un efecto de un
nuevo orden social y familiar; donde las exigencias laborales, tecnológicas, escolares que
frecuentemente escapan del natural desarrollo evolutivo pues hay que ser el mejor que tambien
implica ser el que menos molesta.

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