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(UTESA)
Asignatura:
Fisiopatología I
Temas:
Grupo:
001
Estudiante:
Docente
Los biotipos El Tor y clásico de V. cholerae 01 pueden causar un cuadro grave. Sin
embargo, las infecciones leves o asintomáticas son mucho más comunes con el biotipo El
Tor predominante o con los serogrupos no-01 no-0139 de V. cholerae.
El cólera es endémico en algunas zonas de Asia, Oriente Medio, África, América del Sur
y Central, y la costa del Golfo en los Estados Unidos. En 2010 se produjo un brote en
Haití, que luego se extendió a la República Dominicana y Cuba. Algunos casos
transportados a Europa, Japón y Australia han causado brotes en esas regiones.
En las zonas endémicas, los brotes suelen producirse en los meses más calurosos. La
incidencia es mayor entre los niños. En las zonas no endémicas, pueden producirse
epidemias en cualquier estación, y todos los grupos etarios son igualmente susceptibles.
La susceptibilidad contra la infección varía, y es mayor en las personas con sangre de tipo
0. Dado que los vibrios son sensibles al ácido gástrico, la hipoclorhidria y la aclorhidria
son factores predisponentes para la infección.
Las personas que residen en zonas endémicas adquieren gradualmente una inmunidad
natural.
Signos y síntomas
El período de incubación para el cólera es de 1 a 3 días. El cólera puede ser subclínico,
un episodio de diarrea leve y no complicado, o una enfermedad fulminante
potencialmente mortal.
En general, los síntomas iniciales son una diarrea abrupta, indolora y acuosa, y vómitos.
Hay una ausencia típica de náuseas. Las pérdidas en heces en los adultos pueden exceder
1 L/h, pero en general son mucho menores. A menudo, las deposiciones consisten en un
líquido blanco carente de materia fecal (heces en agua de arroz).
La pérdida grave de agua y electrolitos resultante produce sed intensa, oliguria, calambres
musculares, debilidad y pérdida marcada de la turgencia tisular, con ojos hundidos y piel
arrugada en los dedos. Se produce hipovolemia, hemoconcentración, oliguria y anuria, y
una acidosis metabólica grave con pérdida de potasio (pero con concentraciones séricas
normales de sodio). Si el cuadro no se trata, evoluciona a colapso circulatorio, cianosis y
estupor. La hipovolemia prolongada puede producir necrosis tubular renal.
Diagnóstico
Coprocultivo y serotipificación
El diagnóstico del cólera se confirma mediante el cultivo de muestras de materia fecal (se
recomienda el uso de medios selectivos) más la posterior serotipificación de la bacteria.
Las pruebas para V. cholerae están disponibles en los laboratorios de referencia; también
se puede indicar la prueba de PCR. Hay una prueba rápida de tira que está disponible para
las instituciones de salud pública en zonas con acceso limitado a las pruebas de
laboratorio.
Tratamiento
Reposición hídrica
Doxiciclina, azitromicina, furazolidona, trimetoprim/sulfametoxazol (TMP/SMX) o
ciprofloxacina, según los resultados del antibiograma
Reposición hídrica
Es esencial la reposición de los líquidos perdidos. Los casos más leves pueden tratarse
con fórmulas de rehidratación oral estándares. La corrección rápida de la hipovolemia
grave puede salvar la vida del paciente. Es importante también la prevención o la
corrección de la acidosis metabólica y de la hipopotasemia. En los pacientes
hipovolémicos y muy deshidratados, debe realizarse una reposición con líquidos
isotónicos por vía IV (para consultar detalles sobre la reposición de líquidos, ver
Reanimación con líquidos intravenosos y Rehidratación oral). También debe
administrarse agua libremente por vía oral.
La solución acuosa oral de agua y electrolitos es eficaz para reemplazar las pérdidas
por heces, puede usarse después de la rehidratación IV inicial, y ser la única forma de
rehidratación disponible en zonas endémicas donde es limitada la provisión de líquidos
parenterales. Los pacientes con deshidratación leve o moderada y con posibilidades de
beber, pueden rehidratarse con la solución oral (aproximadamente 75 mL/kg en 4 h).
Aquellos que presenten un mayor grado de deshidratación necesitan más cantidad y
pueden requerir su administración mediante una sonda nasogástrica.
Los alimentos sólidos deben empezar a administrarse recién después de que desaparezcan
los vómitos y cuando el paciente recupere el apetito.
Doxiciclina: para adultos, una sola dosis de 300 mg por vía oral o 100 mg 2 veces en el
día 1, a continuación, 100 mg 1 vez al día en los días 2 y 3; o una sola dosis de azitromicina
oral de 1 g (recomendado para mujeres embarazadas) o 20 mg/kg para los niños
Furazolidona (no disponible en los EE.UU.): para adultos, 100 mg por vía oral 4 veces
al día durante 72 h; para niños, 1,5 mg/kg 4 veces al día durante 72 h
TMP/SMX: para adultos, 1 comprimido de potencia doble 2 veces al día; para niños, 5
mg/kg (de TMP) 2 veces al día durante 72 h
Ciprofloxacina: para adultos, una dosis única de 1 g oral, o 500 mg por vía oral 1 vez al
día, durante 3 días
Prevención
Para el control del cólera, se necesita la correcta disposición de los excrementos humanos
y la purificación de las reservas de agua. En las regiones endémicas, el agua de consumo
debe hervirse o clorarse, y los vegetales y peces deben cocerse adecuadamente.
Se dispone de dos vacunas orales de células enteras muertas para su uso en niños y adultos
a nivel internacional, pero no en los EE.UU.:
Las vacunas inyectables proporcionan menos protección durante períodos más cortos
dcon más efectos adversos y no se recomiendan cuando una vacuna oral está disponible.
En los Estados Unidos, la fiebre tifoidea es infrecuente y ocurre en especial entre viajeros
que regresan de zonas endémicas. En todo el mundo, ocurren alrededor de 21 millones de
casos cada año.
Transmisión
Los seres humanos son el único huésped y reservorio naturales. Los bacilos tifoideos se
diseminan a través de las heces de portadores asintomáticos, o de las heces u orina de
pacientes con enfermedad activa. La infección se transmite por la ingestión de alimentos
o agua contaminados con heces. La higiene inadecuada después de la defecación puede
diseminar S. Typhi a alimentos o agua destinados a la comunidad. En las zonas endémicas
donde las medidas sanitarias suelen ser inadecuadas, S. Typhi se transmite más a menudo
a través del agua que mediante los alimentos. En los países desarrollados, la transmisión
se produce principalmente a través de alimentos que se han contaminado durante su
preparación por parte de portadores sanos. El microorganismo puede transmitirse también
de las heces a los alimentos a través de las moscas.
En ocasiones, puede producirse la transmisión por contacto directo (ruta fecal-oral) entre
los niños durante juego, y entre los adultos durante las relaciones sexuales. Es raro que el
personal del hospital que no ha tomado precauciones entéricas adecuadas adquiera la
enfermedad al cambiar ropas de cama sucias.
Los datos epidemiológicos indican que los portadores de este patógeno tienen más
probabilidades que la población general de desarrollar un cáncer hepatobiliar.
Signos y síntomas
Para la fiebre tifoidea, el período de incubación (por lo general de 8 a 14 días) es
inversamente proporcional al número de microorganismos ingeridos. La aparición de los
síntomas suele ser gradual, con fiebre, cefalea, artralgia, faringitis, estreñimiento,
anorexia y dolor abdominal con sensibilidad al tacto. Otros síntomas menos comunes son
disuria, tos no productiva y epistaxis.
Al avanzar el cuadro, cuando las lesiones intestinales son más importantes, puede
aparecer una diarrea abundante; las heces pueden contener sangre (oculta en el 20% de
los pacientes, visible en el 10%). Aproximadamente en el 2% de los casos se presenta una
hemorragia grave durante la tercera semana, con una tasa de mortalidad de un 25%. Un
cuadro de abdomen agudo y leucocitosis durante la tercera semana puede indicar una
perforación intestinal, que suele afectar el íleon distal y se produce en el 1 a 2% de los
pacientes.
Puede desarrollarse neumonía durante la segunda o tercera semana, que puede deberse a
una infección neumocócica secundaria, aunque S. typhi por sí misma también puede
causar neumonía. En ocasiones, la bacteriemia produce infecciones focales como
osteomielitis, endocarditis, meningitis, abscesos de los tejidos blandos, glomerulitis o
compromiso del aparato urogenital.
Diagnóstico
Cultivos
Otras infecciones que generan presentaciones clínicas similares a la de la fiebre tifoidea
son las producidas por otras infecciones por Salmonella, las principales rickettsiosis, la
leptospirosis, la tuberculosis diseminada, el paludismo, la brucelosis, la tularemia, la
hepatitis infecciosa, la psitacosis, la infección por Yersinia enterocolitica y el linfoma.
Deben obtenerse cultivos de sangre, heces y orina. Debido a que la resistencia a fármacos
es común, las pruebas de sensibilidad estándar son esenciales. La prueba de detección de
la susceptibilidad a ácido nalidíxico ya no se recomienda porque no predice con certeza
la susceptibilidad a la ciprofloxacina. En general, los hemocultivos sólo son positivos
durante las primeras 2 semanas de la enfermedad, y los coprocultivos arrojan resultados
positivos durante las semanas 3 a 5. Si estos cultivos son negativos y es fuerte la sospecha
de fiebre tifoidea, el cultivo de una muestra de médula ósea puede revelar la presencia del
microorganismo.
Pronóstico
Sin antibióticos, la tasa de mortalidad es de aproximadamente 12%. Con una terapia
temprana, se reduce a un 1%. La mayoría de las muertes se producen en personas
malnutridas, lactantes y ancianos.
La presencia de estupor, coma o shock refleja un cuadro más grave y un peor pronóstico.
Tratamiento
Ceftriaxona
A veces, una fluoroquinolona o azitromicina
La resistencia a los antibióticos es común y está en aumento, especialmente en las zonas
endémicas, por lo que las pruebas de sensibilidad deben guiar la selección de
medicamentos.
Las fluoroquinolonas pueden utilizarse en niños, pero se requiere precaución. Para las
cepas resistentes a fluoroquinolonas, azitromicina 1 g por vía oral en el día 1, a
continuación, se pueden intentar 500 mg 1 vez al día durante 6 días. Las tasas de
resistencia a las terapias alternativas (p. ej., amoxicilina, trimetoprima/sulfametoxazol
[TMP/SMX]) son altas, por lo que el uso de estos fármacos depende de la sensibilidad in
vitro.
Las recidivas se tratan de igual manera que el cuadro inicial, aunque la terapia antibiótica
rara vez es necesaria durante más de 5 días.
Los casos deben informarse a las autoridades sanitarias locales, y debe prohibirse a los
pacientes que manipulen alimentos hasta que se constate que están libres del
microorganismo. Los bacilos pueden aislarse de 3 a 12 meses después de la enfermedad
aguda en los pacientes que no se hacen portadores. Por ello, deben obtenerse 3
coprocultivos negativos con intervalos de 1 mes para excluir el estado de portador.
Portadores
Los portadores con tracto biliar sano deben recibir antibióticos. La tasa de curación es de
aproximadamente un 80% con amoxicilina, TMP/SMX o ciprofloxacina durante 4 a 6
semanas.
Prevención
El agua potable debe ser purificada y las aguas servidas deben eliminarse de forma eficaz.
Los viajeros a zonas endémicas deben evitar la ingestión de vegetales de hoja crudos,
alimentos almacenados o servidos a temperatura ambiente y aguas no potabilizadas
(incluidos en cubos de hielo). Si no se sabe si el agua que va a consumirse es segura, hay
que hervirla o clorarla.
Vacunación
Existe una vacuna oral con bacilos tifoideos vivos atenuados (cepa Ty21a); se aplica a
viajeros que se dirigen a zonas endémicas y tiene un 70% de eficacia. También se la puede
considerar para los convivientes o contactos cercanos de los portadores.
Se administra la vacuna Ty21a por vía oral día por medio en 4 dosis, que deben
completarse ≥ 1 semana antes de viajar. Las personas que permanecen en riesgo necesitan
un refuerzo después de 5 años. La vacuna debe retrasarse > 72 h después de la toma de
cualquier antibiótico, y no debe administrarse junto con el antipalúdico mefloquina. Dado
que contiene S. Typhi vivas, está contraindicada en pacientes inmunosuprimidos. En los
Estados Unidos, esta vacuna no se administra a niños de < 6 años.
Las infecciones en el ser humano se adquieren por contacto directo con la orina o los
tejidos de animales infectados, o indirectamente por contacto con agua o suelo
contaminados. Las puertas de entrada habituales son la piel con abrasiones y las mucosas
expuestas (conjuntiva, nasal, oral). La inhalación núcleos aerosolizados representa una
vía de entrada menos común. La leptospirosis puede ser una enfermedad laboral (en
granjeros, personas que trabajan en el alcantarillado o trabajadores de mataderos), pero
en los Estados Unidos la mayoría de los pacientes se exponen accidentalmente durante
actividades de recreación (p. ej., nadar en agua dulce contaminada). Se han informado
brotes fuera de los EE. UU. luego de fuertes lluvias o inundaciones. Leptospira puede
sobrevivir durante varias semanas o meses en fuentes de agua dulce (p. ej., lagos y
estanques). Sin embargo, pueden sobrevivir solo unas pocas horas en agua salada.
Los casos de leptospirosis deben informarse a los CDC. Los 40 a 100 casos conocidos
que ocurren anualmente en los Estados Unidos (máxima incidencia en Hawai) se
producen principalmente a fines del verano y principios del otoño. Dado que no hay
signos clínicos distintivos, es probable que haya muchos más casos que no se diagnostican
ni se informan.
Signos y síntomas
El período de incubación varía entre 2 y 20 días (generalmente, de 7 a 13).
El síndrome de Weil (leptospirosis ictérica) es una forma más grave, con ictericia y en
general azoemia, anemia, alteración de la conciencia y fiebre continua. La aparición es
similar a la de los cuadros menos graves. Sin embargo, se desarrollan luego
manifestaciones hemorrágicas que se deben a la lesión de los capilares e incluyen
epistaxis, petequias, púrpura y equimosis y, en raras ocasiones, progresan a hemorragias
subaracnoideas, suprarrenales o digestivas. Puede haber trombocitopenia. Entre los días
3 y 6, aparecen signos de disfunción hepatocelular y renal. Las anomalías renales incluyen
proteinuria, piuria, hematuria y azoemia. El daño hepatocelular es mínimo, y la curación
es completa.
Diagnóstico
Hemocultivos
Pruebas serológicas
A veces PCR (polymerase chain reaction)
Otras enfermedades que pueden causar síntomas similares son la meningoencefalitis
viral, la fiebre hemolítica con síndrome renal debida a hantavirus, otras infecciones por
espiroquetas, gripe y hepatitis. El antecedente de enfermedad bifásica puede ayudar a
distinguir la leptospirosis.
Debe considerarse este diagnóstico en pacientes con fiebre de etiología desconocida que
hayan estado expuestos a leptospiras (p. ej., inundación por agua dulce).
Los pacientes en los que se sospecha una leptospirosis deben estudiarse con
hemocultivos, títulos de anticuerpos en las fases aguda y de convalecencia (3 a 4
semanas), hemograma completo, análisis completo de química sanguínea y pruebas de la
función hepática.
Los síntomas meníngeos son indicación para un punción lumbar; el recuento celular en
líquido cefalorraquídeo suele ser de 10 a 1.000/microL (generalmente, < 500/microL),
con predominio de células mononucleadas. La glucosa en líquido cefalorraquídeo es
normal; el valor de proteínas es < 100 mg/dL (1 g/L).
Tratamiento
• Penicilina
• Doxiciclina
La terapia antibiótica es más eficaz cuando se inicia tempranamente.
En casos menos graves, uno de los siguientes puede administrarse durante 5 a 7 días:
Prevención
La doxiciclina en dosis de 200 mg orales 1 vez a la semana, durante los períodos de
exposición geográfica conocida, previene la enfermedad.
Diarreas
La materia fecal contiene 60-90% de agua. En la sociedad occidental, las heces ascienden
a 100-200 g/día en adultos sanos y 10 g/kg por día en lactantes, lo que depende de la
cantidad de material no absorbible de la dieta (principalmente, hidratos de carbono). La
diarrea se define como peso de las heces > 200 g/día. Sin embargo, mucha gente considera
diarrea cualquier aumento de la fluidez de las deposiciones. Alternativamente, muchas
personas que ingieren fibra tienen deposiciones más voluminosas pero formadas, y no
consideran que tengan diarrea.
La eliminación frecuente de pequeños volúmenes de materia fecal, como puede ocurrir
en pacientes con tenesmo (urgencia rectal), debe distinguirse de la diarrea. De manera
similar, la incontinencia fecal puede confundirse con la diarrea. Sin embargo, la diarrea
puede causar un marcado empeoramiento de la incontinencia fecal.
Complicaciones de la diarrea
La diarrea de cualquier etiología puede provocar complicaciones. En ocasiones hay
pérdida de líquidos, con la consiguiente deshidratación, pérdida de electrolitos (Na, K,
Mg, Cl) e, incluso, colapso vascular. El colapso puede sobrevenir rápidamente en
pacientes con diarrea profusa (p. ej., pacientes con cólera) o muy jóvenes, muy mayores
o debilitados. La pérdida de bicarbonato puede causar acidosis metabólica. Si la diarrea
es grave o crónica o si la materia fecal contiene moco excesivo, puede producirse
una hipocaliemia. La hipomagnesemia después de diarrea prolongada puede causar
tetania.
Etiología
Normalmente, el intestino delgado y el colon absorben el 99% del líquido resultante de
la ingesta oral y de las secreciones del tubo digestivo: una carga total de líquidos de
alrededor de 9-10 L diarios. Por lo tanto, aun pequeñas reducciones (es decir, 1%) de la
absorción intestinal de agua o aumentos de secreción pueden incrementar lo suficiente el
contenido de agua como para provocar una diarrea.
Hay una serie de causas de diarrea. Varios mecanismos básicos causan la mayoría de las
diarreas clínicamente significativas. Los tres más habituales son: aumento de la carga
osmótica, incremento de las secreciones y disminución de la absorción y disminución del
tiempo/superficie de contacto. En muchos trastornos, interviene más de un mecanismo.
Por ejemplo, la diarrea de la enfermedad inflamatoria intestinal se debe a inflamación de
la mucosa, exudación hacia la luz, y múltiples secretagogos y toxinas bacterianas que
afectan la función de los enterocitos.
Carga osmótica
Se produce una diarrea cuando solutos hidrosolubles inabsorbibles permanecen en el
intestino y retienen agua. Estos solutos comprenden polietilenglicol, sales de magnesio
(hidróxido y sulfato) y fosfato de sodio, que se usan como laxantes. En caso de
intolerancia a azúcares (p. ej., intolerancia a la lactosa causada por deficiencia de lactasa)
se produce una diarrea osmótica. La ingesta de grandes cantidades de hexitoles (p. ej.,
sorbitol, manitol, xilitol) o jarabes de maíz ricos en fructosa, que se usan como sustitutos
del azúcar en golosinas, chicles y jugos de fruta, causa diarrea osmótica porque los
hexitoles se absorben poco. La lactulosa, que se utiliza como laxante, causa diarrea por
un mecanismo similar. La ingesta excesiva de ciertos alimentos puede provocar diarrea
osmótica.
Aumento de secreciones/disminución de la absorción
Se produce una diarrea cuando el intestino secreta más electrolitos y agua de los que
absorbe. Las causas de mayor secreción son infecciones, grasas no absorbidas, ciertos
fármacos y diversos secretagogos intrínsecos y extrínsecos.
Las infecciones (p. ej., gastroenteritis) son las causas más comunes de diarrea secretora.
Las infecciones combinadas con intoxicación alimentaria son las causas más comunes de
diarrea aguda (< 4 días de duración). La mayoría de las enterotoxinas bloquean el
intercambio de sodio-potasio, que es una fuerza impulsora importante para la absorción
de líquidos en el intestino delgado y el colon.
Las grasas de la dieta y los ácidos biliares no absorbidos (como en los síndromes de
malabsorción y después de resección ileal) pueden estimular la secreción colónica y
causar diarrea.
Los fármacos pueden estimular directamente las secreciones intestinales (p. ej., quinidina,
quinina, colquicina, catárquicos antraquinónicos, aceite de ricino, prostaglandinas) o
indirectamente por alterar la absorción de grasas (p. ej., orlistat).
Varios tumores endocrinos producen secretagogos, como vipomas (péptido intestinal
vasoactivo), gastrinomas (gastrina), mastocitosis (histamina), carcinoma medular de
tiroides ( calcitonina y prostaglandinas) y tumores carcinoides (histamina, serotonina y
polipéptidos). Algunos de estos mediadores (p. ej., prostaglandinas, serotonina,
compuestos relacionados) también aceleran el tránsito intestinal o colónico.
La alteración de la absorción de sales biliares, que puede ocurrir con algunos trastornos,
puede causar diarrea por la estimulación de la secreción de agua y electrolitos. Las heces
tienen un color verde o naranja.
Menor tiempo/superficie de contacto
El tránsito intestinal rápido y la menor superficie alteran la absorción de líquidos y causan
diarrea. Las causas comunes son resección o derivación del intestino delgado o grueso,
resección gástrica y enfermedad inflamatoria intestinal. Otras causas son la colitis
microscópica (colitis colágena o linfocítica) y la enfermedad celíaca. El hipertiroidismo
puede causar diarrea debido al tránsito rápido.
La estimulación farmacológica del músculo liso intestinal (p. ej. antiácidos que contienen
magnesio, laxantes, inhibidores de la colinesterasa, inhibidores selectivos de la
recaptación de serotonina) o agentes humorales (p. ej. prostaglandinas, serotonina)
también puede acelerar el tránsito.
Causas de las diarreas
Aguda
Infección viral Norovirus, rotavirus
Infección Salmonella, Campylobacter o especies de Shigella; Escherichia
bacteriana coli; Clostridioides difficile (antiguamente Clostridium difficile)
Infección Giardia spp, Entamoeba histolytica, Cryptosporidia spp
parasitaria
Intoxicación Staphylococci, Bacillus cereus, Clostridium perfringens
alimentaria
Fármacos Laxantes, antiácidos que contienen magnesio, cafeína, fármacos
antineoplásicos, numerosos antibióticos, colquicina, quinina/quinidina,
análogos de prostaglandinas, excipientes (p. ej., lactosa) en elixires
Crónica
Funcional Síndrome del intestino irritable, diarrea funcional
Factores Factores dietéticos que pueden empeorar la diarrea
dietéticos
Enfermedad Colitis ulcerosa, enfermedad de Crohn
inflamatoria
intestinal
Cirugía Derivación o resección Intestinal o gástrica
Síndrome de Enfermedad celíaca, insuficiencia pancreática
malabsorción Intolerancia a hidratos de carbono (en particular, intolerancia a la
lactosa)
Tumores Carcinoma de colon, linfoma, adenoma velloso de colon
Tumores Vipoma, gastrinoma, tumores carcinoides, mastocitosis, carcinoma
endocrinos medular de tiroides
Endocrino Hipertiroidismo
Diabetes (enfermedad celíaca multifactorial concurrente, insuficiencia
pancreática, neuropatía autónoma)
Anamnesis
Los antecedentes de la enfermedad actual deben determinar la duración y gravedad de
la diarrea, las circunstancias de comienzo (p. ej., viaje reciente, alimentos ingeridos,
fuente de agua), el uso de fármacos (p. ej., antibióticos dentro de los 3 meses previos), si
hay dolor abdominal o vómitos, tomar nota de la frecuencia y cronología de las
deposiciones, los cambios en las características de las heces (p. ej., presencia de sangre,
pus o moco; cambios de color o consistencia; evidencia de esteatorrea), los cambios de
peso o apetito asociados y la urgencia defecatoria o el tenesmo rectal. Debe investigarse
la aparición simultánea de diarrea en los contactos cercanos. Los médicos deben preguntar
específicamente sobre cualquier cambio en los medicamentos que pueda causar diarrea.
La evaluación por aparatos y sistemas debe buscar síntomas que sugieran posibles
causas, como artralgias (enfermedad inflamatoria intestinal, enfermedad celíaca),
rubefacción (carcinoide, vipoma, mastocitosis), dolor abdominal crónico (intestino
irritable, enfermedad inflamatoria intestinal, gastrinoma) y sangrado gastrointestinal
(colitis ulcerosa, tumor).
Los Antecedentes personales deben identificar los factores de riesgo conocidos de
diarrea, como enfermedad inflamatoria intestinal, síndrome del intestino irritable,
infección por HIV y procedimientos quirúrgicos GI previos (p. ej., de derivación o
resección intestinal o gástrica, resección pancreática). Los antecedentes familiares y
sociales deben indagar acerca de la aparición simultánea de diarrea en contactos cercanos.
Examen físico
Debe evaluarse el estado de hidratación. Es importante realizar una exploración completa,
con atención al abdomen, y un tacto rectal para investigar la competencia del esfínter y
sangre oculta.
Signos de alarma
Ciertos hallazgos plantean la sospecha de una etiología orgánica o más grave de la diarrea:
• Sangre o pus en las heces
• Fiebre
• Signos de deshidratación
• Diarrea crónica
• Pérdida de peso
Interpretación de los hallazgos
En una persona por lo demás sana, es probable que la diarrea aguda y acuosa sea de
etiología infecciosa, en particular en caso de viaje, alimentos posiblemente contaminados
o un brote con una fuente puntual.
La diarrea sanguinolenta aguda con o sin inestabilidad hemodinámica en una persona
sana sugiere una infección enteroinvasiva. El sangrado diverticular y la colitis isquémica
también se manifiestan por diarrea sanguinolenta aguda. En una persona más joven, los
episodios recurrentes de diarrea sanguinolenta sugieren enfermedad inflamatoria
intestinal.
De no mediar uso de laxantes, la diarrea de gran volumen (p. ej. volumen fecal
diario > 1 L/día) sugiere firmemente una causa de tumor endocrino en pacientes con
anatomía gastrointestinal normal. Los antecedentes de gotitas de aceite en materia fecal,
en particular si se asocian con pérdida de peso, indican malabsorción.
La diarrea que sucede consistentemente a la ingestión de ciertos alimentos (p. ej., grasas)
sugiere intolerancia alimentaria. El uso reciente de antibióticos debe plantear la sospecha
de diarrea asociada a antibióticos, como la colitis por Clostridioides
difficile (antiguamente denominado Clostridium difficile).
La diarrea con heces de color verde o naranja sugiere alteración de la absorción de sales
biliares.
Los síntomas pueden ayudar a identificar el segmento afectado del intestino. Por lo
general, en las enfermedades de intestino delgado, las deposiciones son voluminosas y
acuosas o grasas. En las enfermedades colónicas, las deposiciones son frecuentes, a veces
de pequeño volumen, y posiblemente se acompañen de sangre, moco, pus y molestias
abdominales.
En el síndrome del intestino irritable (SII), el dolor abdominal se alivia con la defecación,
que se asocia con cambios en la frecuencia o la consistencia de las deposiciones o en
ambas. Sin embargo, estos síntomas solos no diferencian el síndrome del intestino
irritable de otras enfermedades (p. ej., enfermedad inflamatoria intestinal). La diarrea
funcional se caracteriza por deposiciones blandas o acuosas que comienzan al menos 6
meses antes del diagnóstico y se presentan durante los 3 meses previos. Estos pacientes
no cumplen los criterios para el síndrome del intestino irritable; pueden presentar dolor
y/o distensión abdominal, pero estos no son síntomas predominantes.El síndrome del
intestino irritable aparece a veces en pacientes que han sufrido una infección entérica
aguda (síndrome del intestino irritable posinfeccioso).
Los hallazgos extraabdominales que sugieren una etiología son lesiones o rubefacción
cutánea (mastocitosis), nódulos tiroideos (carcinoma medular de tiroides), soplo cardíaco
derecho (carcinoide), linfadenopatías (linfoma, sida) y artritis (enfermedad intestinal
inflamatoria, enfermedad celíaca).
Estudios complementarios
Por lo general, la diarrea aguda (< 4 días) no requiere estudios complementarios. Las
excepciones son los pacientes con signos de deshidratación, deposiciones sanguinolentas,
fiebre, dolor intenso, hipotensión o manifestaciones tóxicas, particularmente en los muy
jóvenes o muy ancianos. En estos casos debe solicitarse un hemograma completo y una
determinación de electrólitos, nitrógeno ureico en sangre y creatinina. Deben tomarse
muestras de la materia fecal para microscopia, cultivo y si hay antecedentes de
antibioticoterapia reciente, análisis de toxina de C. difficile .
La diarrea crónica (> 4 semanas) requiere evaluación, así como un episodio más breve
(1-3 semanas) de diarrea en pacientes inmunosuprimidos o en aquellos que impresionan
significativamente comprometidos. Cuando sea posible, la evaluación diagnóstica debe
estar dirigida por la anamnesis y la exploración física. Si este enfoque no proporciona un
diagnóstico o una dirección, se necesita un enfoque más amplio. Entre las pruebas
iniciales se deben incluir pruebas de heces en las que se valore sangre oculta, grasa (por
la tinción de Sudán o elastasa fecal), electrólitos (para calcular la brecha osmótica de las
heces) y antígenos o reacción en cadena de la polimerasa para Giardia; hemograma
completo con diferencial; serología celíaca (transglutaminasa tisular de IgA); hormona
tiroideoestimulante (TSH) y tiroxina libre (T4); y calprotectina fecal o lactoferrina fecal
(para detectar enfermedad inflamatoria intestinal [EII]). Las directrices (guidelines) de
2019 de la American Gastroenterological Association (Asociación estadounidense de
gastroenterología) sobre la evaluación en laboratorio de la diarrea funcional y del
síndrome del intestino irritable con predominio de diarrea (SII-D) recomiendan un valor
umbral de 50 mcg/g para la calprotectina fecal o un rango de 4,0 a 7,25 mcg/g para la
lactoferrina fecal para optimizar la sensibilidad para el SII. Debe realizarse un examen
microscópico en busca de huevos y parásitos en pacientes con antecedentes de viajes
recientes o que hayan migrado recientemente desde zonas de riesgo elevado. A los
pacientes con exposición reciente a antibióticos o con sospecha de infección por C.
difficile se les deben realizar pruebas en materia fecal para C. difficile. Después, debe
realizarse una sigmoidoscopia o una colonoscopia, con biopsia, para investigar causas
inflamatorias.
Si no hay ningún diagnóstico evidente y la tinción de Sudán o la elastasa fecal es positiva
para grasas, debe medirse la excreción fecal de grasas y efectuar a continuación una
enterografía por TC del intestino delgado (enfermedad estructural) y una biopsia
endoscópica de intestino delgado (enfermedad mucosa). Si aun así la evaluación sigue
siendo negativa, debe considerarse la evaluación de la estructura y la función pancreáticas
en pacientes con esteatorrea sin causa reconocida. En casos infrecuentes, la endoscopia
con cápsula puede revelar lesiones, predominantemente enfermedad de Crohn o
enteropatía por medicamentos antiinflamatorios no esteroideos, no identificadas mediante
otras modalidades.
El hiato osmótico en materia fecal, que se calcula 290 − 2 × (sodio en materia
fecal + potasio en materia fecal), indica si la diarrea es secretora u osmótica. Un hiato
osmótico < 50 mEq/L indica diarrea secretora; un rango mayor sugiere diarrea osmótica.
Los pacientes con diarrea osmótica pueden tener ingesta oculta de laxantes (detectable
por los niveles de magnesio en materia fecal) o malabsorción de hidratos de carbono
(diagnosticada por la prueba de hidrógeno en aire espirado, análisis de lactasa y revisión
de la dieta).
La diarrea secretora no diagnosticada exige estudios complementarios (p. ej., niveles
plasmáticos de gastrina, calcitonona, péptido intestinal vasoactivo, histamina, ácido 5-
hidroxiindolacético [5-HIAA] en orina) para investigar causas endocrinas. Debe
efectuarse una revisión de síntomas de insuficiencia suprarrenal. Corresponde considerar
el abuso no reconocido de laxantes, que puede descartarse mediante un análisis de éstos
en materia fecal.
.
Tratamiento
• Líquidos y electrolitos en caso de deshidratación
• Posiblemente, antidiarreicos en la diarrea no sanguinolenta en pacientes sin
toxicidad sistémica
La diarrea grave exige reposición hidroelectrolítica para corregir la deshiratación, el
desequilibrio electrolítico y la acidosis. Por lo general, se requieren líquidos parenterales
con cloruro de sodio, cloruro de potasio y glucosa. Pueden estar indicadas sales para
contrarrestar la acidosis (lactato de sodio, acetato, bicarbonato) si el bicarbonato sérico
es < 15 mEq/L (< 15 mmol/L). Puede administrarse una solución oral de glucosa-
electrolitos si la diarrea no es grave, y las náuseas y vómitos son mínimos En ocasiones,
se administran simultáneamente líquidos orales y parenterales cuando deben reponerse
cantidades masivas de agua y electrolitos (p. ej., en el cólera).
La diarrea es un síntoma. Cuando es posible, debe tratarse el trastorno de base, pero suele
ser necesario el tratamiento sintomático. La loperamida oral en dosis de 2 a 4 mg 3 o 4
veces al día (administrados preferiblemente 30 minutos antes de las comidas), el
difenoxilado en dosis de 2,5 a 5 mg (comprimidos o líquido) 3 o 4 veces al día, el fosfato
de codeína en dosis de 15 a 30 mg 2 o 3 veces al día o el paregórico (tintura de opio
alcanforado) a razón de 5 a 10 mL de líquido por vía oral de 1 a 4 veces al día pueden
reducir la diarrea.
Como los antidiarreicos pueden exacerbar la colitis por C. difficile o aumentar la
probabilidad de síndrome urémico-hemolítico cuando existe una toxina Shiga en el
aparato digestivo por una infección por una cepa de Escherichia coli productora, no se
los debe indicar en caso de diarrea sanguinolenta de causa desconocida. Su uso debe
limitarse a pacientes con diarrea acuosa, sin signos de toxicidad sistémica. Sin embargo,
hay muy poca evidencia para justificar la preocupación previa acerca de que los
antidiarreicos prolongan la excreción de posibles patógenos bacterianos.
El psyllium o los compuestos de metilcelulosa aportan volumen. Si bien suelen
prescribirse para la constipación, los agentes formadores de volumen en pequeñas dosis
reducen la fluidez de las deposiciones líquidas. El caolín, la pectina y la atapulgita
activada adsorben líquidos. Deben evitarse las sustancias dietéticas osmóticamente
activas y los fármacos estimulantes.
La eluxadolina, que tiene efectos agonistas de los receptores opiáceos mu y antagonistas
de los receptores opiáceos delta, puede usarse para tratar la diarrea relacionada con el
síndrome del intestino irritable. La dosis es de 100 mg 2 veces al día (75 mg 2 veces al
día si no se puede tolerar la dosis de 100 mg). No debe utilizarse en pacientes que se
hayan sometido a una colecistomía.
Enfermedad diverticular
Factores de riesgo
Los siguientes son los factores modificables que más contribuyen al aumento del riesgo
de accidente cerebrovascular:
• Hipertensión
• Tabaquismo
• Dislipidemia
• Diabetes
• Resistencia a la insulina
• Obesidad abdominal
• Alcoholismo
• Falta de actividad física
• Dieta de alto riesgo (p. ej., rica en grasas saturadas, grasas trans y calorías)
• Estrés psicosocial (p. ej., depresión)
• Cardiopatías (en especial trastornos que predisponen a la embolia, como infarto
agudo de miocardio, endocarditis infecciosa y fibrilación auricular)
• Hipercoagulabilidad (solo para el accidente cerebrovascular trombótico)
• Aneurismas intracraneales (solo hemorragia subaracnoidea)
• Consumo de algunas drogas (p. ej., cocaína, anfetaminas)
• Vasculitis
Los factores de riesgo no modificables incluyen los siguientes:
• Accidente cerebrovascular previo
• Edad avanzada
• Antecedentes familiares de accidente cerebrovascular
Signos y síntomas
Los síntomas iniciales del accidente cerebrovascular aparecen de forma súbita. En
general, incluyen entumecimiento, debilidad o parálisis de las extremidades
contralaterales y del rostro, afasia, confusión, trastornos visuales en uno o ambos ojos (p.
ej., ceguera monoocular), mareos o pérdida de equilibrio y coordinación, y cefalea.
Los déficits neurológicos reflejan el área del encéfalo afectada. Habitualmente, el ACV
de la circulación anterior produce síntomas unilaterales. El accidente cerebrovascular de
la circulación posterior puede producir déficits unilaterales o bilaterales y es más probable
que afecte la conciencia, sobre todo cuando se afecta la arteria basilar.
Hemorragia intracerebral