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 En todo caso, consideran que la resolución devino inconstitucional, pues se

expidió con fundamento en la Ley 1382 de 2010, que fue declarada


inexequible a través de la Sentencia C-366 de 2011[2]. En su criterio, realizar
la diligencia de cierre y desalojo con base en un acto administrativo que no
fue notificado y que se apoya en un régimen normativo declarado
inexequible vulnera su debido proceso. También vulnera sus derechos
fundamentales al trabajo, mínimo vital y libertad de oficio, pues la mina está
siendo explotada por quienes se han dedicado a esa labor tradicionalmente y
no cuentan con otra alternativa para acceder a los recursos que requieren
para subsistir.

De conformidad con lo expuesto, los señores Ramírez, Ramos, Vélez y Botero


reclamaron la protección de sus derechos fundamentales al debido proceso,
la libertad para ejercer su oficio de mineros tradicionales, su derecho a
ejercer el trabajo que eligieron y saben hacer, su mínimo vital, su derecho a
la participación y su derecho a no ser desplazados de su territorio
estudiar si existen diferencias entre la minería ilegal y la ancestral y delimitar
el alcance del derecho a la participación de las comunidades étnicas en la
explotación minera
 La primera tiene que ver con el hecho de que la autoridad minera haya
autorizado la cesión, a favor de la compañía Gran Colombia Gold, de títulos
mineros que por estar ubicados en la parte alta del cerro El Burro se
encontraban tradicional y legalmente reservados para el ejercicio de la
pequeña minería.
Los peticionarios consideran, en síntesis, que los actos administrativos que
autorizaron que los títulos de la parte alta del cerro pasaran a manos de la
compañía transnacional comprometieron el orden social de Marmato,
históricamente estructurado a partir de la distribución democrática del oro
entre los pequeños y los medianos mineros. En su criterio, las cesiones
debieron discutirse con los mineros tradicionales que históricamente han
explotado el recurso aurífero en la zona, en el marco de un espacio de
información, participación y concertación. También debieron someterse a un
proceso de consulta previa, pues el municipio está habitado por
comunidades indígenas y afrodescendientes.
En cuanto a la orden de cerrar y desalojar la mina Villonza, dijeron que
vulneró su debido proceso, porque no fueron notificados del trámite del
amparo administrativo y este, en todo caso, se resolvió con fundamento en
una norma que luego fue declarada inexequible. Señalaron, además, que la
orden de desalojo vulnera sus derechos al trabajo, al mínimo vital y a la
libertad de oficio, pues su sustento y el de sus familias dependen de los
emprendimientos de pequeña minería que tradicionalmente han realizado
en la zona alta del cerro El Burro.
n su condición de mineros tradicionales de Marmato – aparente condición
especial
Ni la Agencia Nacional de Minería ni los titulares del contrato CHG-081
discutieron que esos escenarios de afectación se hayan presentado. Todos,
en cambio, coincidieron en caracterizar a Marmato como un municipio cuyo
paisaje, historia, modos de producción y costumbres están ligados a las
actividades mineras que se han llevado a cabo en la zona durante hace ya
más de cuatro siglos. ---- MINEROS TRADICIONALES
En criterio de los accionantes, tal circunstancia exigía prever espacios
participativos que permitieran a los marmateños valorar los efectos de las
cesiones y agotar, además, los correspondientes procesos de consulta. Por
eso pidieron proteger su derecho fundamental a la participación. La
comunidad indígena Cartama y la organización de base de comunidades
negras Asojomar, que fueron vinculadas al trámite constitucional en sede de
revisión, reclamaron, en este escenario, el amparo de su derecho
fundamental a la consulta previa.
en consideración a la tarea de unificación que le incumbe a la Corte en esta
sede, que esta providencia se ocupó de identificar las tensiones
constitucionales a las que ha dado lugar el ejercicio de la minería en el
contexto de la Ley 685 de 2001 y de sistematizar la jurisprudencia que, en
consideración al carácter transversal, universal y expansivo del principio
democrático, ha reivindicado el derecho de los ciudadanos a participar en la
adopción de las decisiones que los afectan y, puntualmente, en la adopción
de aquellas que tienen que ver con el ejercicio de la minería, en todas sus
fases y ramas.

El presente caso exige, en cambio, que la Corte defina si incluso la cesión de


esos contratos puede generar una afectación que, por impactar sobre
determinadas personas, familias o comunidades, deba estar precedida de
escenarios participativo primero esto
El asunto objeto de estudio, representa, así, un ejemplo paradigmático de la
manera en que la sola modificación de la titularidad de los derechos mineros
puede impactar en las dinámicas productivas, sociales y culturales de un
municipio.
SE REQUIERE PARTICIPACION
En todo caso, la controversia que se propuso en ese sentido ya fue resuelta
por la Sentencia C-389 de 2016, que reconoció la necesidad de agotar un
escenario participativo previo a la concesión del título minero, en razón de
las expectativas que una decisión de esa naturaleza genera sobre el destino
del “predio, el entorno y el territorio”. El fallo estableció que, lejos de
obstaculizar la materialización de los proyectos mineros –como aquí se
sugiere- la previsión de esos espacios participativos genera un doble
beneficio, pues materializa el modelo de democracia participativa, al tiempo
que dota de seguridad jurídica a los interesados en la concesión minera,
quienes podrán conocer, a tiempo, la percepción que tienen del proyecto los
posibles afectados.
Así, también, el escenario participativo que tendría que haberse agotado con
ocasión de las cesiones de los derechos mineros amparados por el título
CHG-081, habría permitido anticipar las consecuencias que la concentración
de la propiedad minera en manos de una sola compañía significó para los
habitantes y los mineros tradicionales de Marmato.
es importante valorar que la Corte ha distinguido la minería de hecho de la
minería ilícita y que ha reconocido los bienes jurídicos que suelen verse
comprometidos cuando el Estado no protege una actividad que, en los
términos descritos, tiene vocación de legalidad y se realiza como forma de
subsistencia.

La norma, pues, no prevé tampoco una definición de minería tradicional,


pero reconoce la vocación de legalidad de las actividades de explotación que
realizan “tradicionalmente”  los habitantes de una región, cuando los
yacimientos, “por sus características y ubicación socioeconómicas”, sean la
única fuente de abastecimiento, tal y como ocurre en Marmato.

SON TRADICIONALES POR QUE


Las labores mineras que se ejercen en Marmato pueden calificarse como
minería tradicional, incluso en los términos contemplados en los artículos 31
y 257 del Código Minero, en razón de su ejercicio continúo desde hace ya
más de 400 años por parte de una población cuyas formas de vida, cultura,
ordenamiento territorial, modos de producción y relaciones sociales se han
estructurado en torno a la distribución territorial del derecho a extraer el oro
que yace en sus territorios, en una zona contigua a aquella en la que se
ubican sus instituciones locales y sus propias viviendas.
La Corte entiende, también, que las labores y trabajos de pequeña minería
que se llevan a cabo en la parte alta del cerro El Burro denotan el ejercicio de
una actividad de subsistencia. 
además de vulnerar su derecho a ser informados y a participar en la adopción
de decisiones de su interés, la autorización de las cesiones comprometió los
derechos fundamentales al trabajo, libertad de oficio y mínimo vital de
quienes, como los accionantes, derivan su sustento de las labores mineras
que llevan a cabo en el cerro El Burro.
Este examen se abordó desde el punto de vista del principio de participación
como mandato de alcance general, que irradia sobre todos los ciudadanos y
en ámbitos públicos y privados, en virtud de su transversalidad y de su
carácter universal y expansivo.

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