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Urbanizaciones cerradas: ¿escenario del futuro?

30 oct 2015 por Patrick Keuleers, director de Gobernabilidad y Consolidación de la


Paz

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Es difícil construir una sociedad inclusiva cuando las personas menos privilegiadas
son testigos a diario de la abundancia y riqueza de otros tan de cerca. Foto: PNUD

En 1981, el film “Rescate en Nueva York” nos mostraba un Manhattan futurista donde
la isla era una prisión de máxima seguridad. Dentro de sus muros reinaba el caos y la
lucha diaria por sobrevivir. Fuera de la prisión hay seguridad, paz y abundancia de
servicios sociales.
La película me viene a la cabeza en relación con el fenómeno de las urbanizaciones o
comunidades cerradas, excepto que, en la actualidad, son empresas y personas ricas
las que se escudan tras los muros para aislarse de la pobreza y la inseguridad de su
entorno.

En las industrias extractivas no es infrecuente ver compañías apoyadas por alianzas


con las élites políticas recluirse en grandes complejos protegidos por empresas de
seguridad privada, literalmente aisladas de las comunidades locales. Los alimentos,
suministros, e incluso la mano de obra les llega del exterior por vía aérea, mientras
que los recursos que extraen se exportan para ser procesados en otros países.
Cuando esto ocurre, las operaciones de las empresas apenas tienen vínculo alguno
con las comunidades de la zona. Y cuando se importa mano de obra, tampoco se
promueven oportunidades de empleo a nivel local.

La desigualdad y la construcción de comunidades cerradas es cada vez más visible


también en las capitales y grandes urbes. Algunas capitales de países ricos en
recursos se han convertido en ciudades extremadamente caras a pesar de la pobreza
generalizada. Muchos de sus habitantes viven en barriadas levantadas por ellos
mismos donde las infraestructuras y servicios básicos brillan por su ausencia, sin ver
ningún beneficio de las masivas exportaciones de petróleo, gas, diamantes y otras
piedras preciosas de sus países.

Cerca de sus hogares, la presencia de caros hoteles y urbanizaciones de lujo cerradas


sirve de escaparate de la flagrante desigualdad. A menudo, los productos y alimentos
importados se venden a precios increíblemente altos, imposibles de alcanzar
para quienes viven con menos de 2 dólares al día. Muchos trabajadores venidos de
fuera del país habitan en comunidades fuertemente protegidas pagadas por grandes
multinacionales internacionales. Incluso, algunos tienen helipuertos privados para
entrar y salir sin pasar por los barrios pobres camino al trabajo o al aeropuerto.

¿Será el mundo capaz de abordar el problema de la desigualdad o se convertirán


estas imágenes de comunidades cerradas en algo cada vez más común?

Los Objetivos de Desarrollo Sostenible buscan ofrecer una respuesta. Entre los 17


objetivos, el número 10 -dirigido a reducir la desigualdad entre países y dentro de
ellos- establece metas para aumentar los ingresos de los segmentos más pobres de la
población y redistribuir la riqueza mediante políticas fiscales y mecanismos de
protección social. Por otra parte, el objetivo 10 no puede contemplarse de manera
aislada del resto de objetivos, en particular el 16, orientado a la construcción de
sociedades pacíficas, inclusivas y justas.

Es difícil crear una sociedad inclusiva cuando los pobres viven en barrios marginales y
carecen de comida, agua y electricidad mientras son testigos de la riqueza que existe
al lado de sus viviendas. También es difícil tener sociedades pacíficas e inclusivas
cuando la corrupción es rampante y los flujos ilícitos de capital se llevan al extranjero
recursos necesarios para el desarrollo en lugar de destinarse a los grupos más
necesitados.

Los países pueden evitar la proliferación de urbanizaciones cerradas proporcionando


un entorno estable y seguro que invite a las empresas a integrarse en las
comunidades locales, crear oportunidades de empleo y dinamizar otras actividades
generadoras de ingresos. Esto daría un importante impulso al tejido económico local.
Los gobiernos y el sector privado deben fomentar también la transparencia en la
adjudicación de licencias y en la contratación. La comunidad empresarial, por su parte,
puede contribuir con iniciativas de responsabilidad social e integridad a la hora de
cumplir con sus obligaciones fiscales.

“Rescate de Nueva York” predecía lo que sería Manhattan en 1997, pero esa visión
futurista no se cumplió. Los ODS buscan un futuro mejor para 2030. La comunidad
mundial puede hacer que eso sí se cumpla, pero para ello hará falta solidaridad,
colaboración y una mejor distribución de la riqueza en lugar de codicia e indiferencia.

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