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LIBRO DE VALORES: CUENTOS PARA NIÑOS

LA LEYENDA DEL CUCHARÓN


    Hacía mucho tiempo que no llovía en la comarca. El clima era tan caliente y seco
que las flores se marchitaban, la hierba estaba calcinada y parda, y aun los árboles
grandes y fuertes estaban muriendo. El agua se secaba en los arroyos y ríos, los
manantiales estaban secos, las fuentes dejaron de burbujear. Las vacas, los perros,
los caballos, los pájaros y todas las personas estaban sedientos. Todos se sentían
incómodos y enfermos.

    Había una niña cuya madre enfermó gravemente.

    -Oh -dijo la niña-, si tan sólo encontrara agua para mi madre, sin duda ella se
repondría. Debo encontrar agua.

    Tomó su taza de hojalata y partió en busca de agua. Al cabo del tiempo encontró
una pequeña fuente en una ladera. Estaba casi seca. El agua goteaba muy despacio
desde abajo de la roca. La niña sostuvo la taza y recogió unas gotas. Aguardó un
largo, largo tiempo, hasta que la taza se llenó de agua. Luego bajó la cuesta de la
montaña sosteniendo la taza con mucho cuidado, pues no quería derramar una sola
gota.

    En el camino se cruzó con un pobre perro que apenas podía caminar. Respiraba
entrecortadamente y la lengua reseca le colgaba de la boca.

    -Pobre perrito -dijo la niña-, estás tan sediento. No puedo seguir de largo sin darte
unas gotas de agua. Si te doy sólo un poco, aún habrá suficiente para mi madre.

    Así que la niña vertió un poco de agua en la mano y le ofreció al perro. Él lamió
rápidamente y se sintió mucho mejor, de modo que se puso a menear la cola y ladrar,
como si le diera las gracias. Y la niña no lo notó, pero su cucharón de hojalata se
había convertido en un cucharón de plata y estaba tan lleno de agua como antes.

    Se acordó de su madre y echó a andar a toda prisa. Cuando llegó a casa casi
anochecía. La niña abrió la puerta y subió rápidamente a la habitación de su madre.
Cuando entró en la habitación, la vieja criada que ayudaba a la niña y su madre, y que
había trabajado todo el día para cuidar de esa mujer enferma, se acercó a la puerta.
Estaba tan fatigada y sedienta que apenas podía hablar.

    .Dale un sorbo de agua -dijo la madre-. Ha trabajado con ahínco todo el día y la
necesita mucho más que yo.

    Así que la niña le acercó la taza a los labios y la vieja criada bebió un sorbo de
agua. De inmediato se sintió mucho mejor y se acercó a la madre y la alzó. La niña no
notó que la taza se había convertido en una taza de oro y estaba tan llena de agua
como antes.

    Luego acercó la taza a los labios de la madre, que bebió y bebió. ¡Oh, se sentía
mucho mejor! Cuando hubo terminado, aún quedaba un poco de agua en la taza. La
niña se la iba a llevar a los labios cuando oyó un golpe en la puerta. La criada la abrió
y se encontró con un desconocido. Estaba pálido y sucio de polvo.
    -Tengo sed -dijo-. ¿Puedo beber un poco de agua?

    La niña dijo:

    -Claro que sí, sin duda la necesitas mucho más que yo. Bébela toda.

    El desconocido sonrió y tomó el cucharón, que de inmediato se convirtió en un


cucharón de diamante. Lo dio vuelta y toda el agua se cayó al suelo. Y donde caía el
agua burbujeó una fuente. El agua fresca fluía sin cesar, agua de sobra para la gente
y los animales de toda la comarca.

    Mientras miraban el agua se olvidaron del forastero, pero cuando miraron se había
ido. Creyeron verle desaparecer en el cielo... y allá en el cielo, alto y claro, brillaba el
cucharón de diamante. Todavía brilla en lo alto, y recuerda a la gente la niñita que era
amable y abnegada. Se llama el Gran Cucharón.

    * En inglés, Big Dipper (Gran Cucharón) es otro modo de denominar la constelación
de la Osa Mayor.

    Versión de J. Berg Esenwein y Marietta Stockard

    SUGERENCIAS METODOLÓGICAS

Objetivo.- Fomentar la solidaridad y la generosidad entre los alumnos.

          Contenido.-

Solidaridad

    Un valor que nos ayuda a ser una mejor sociedad y que no solamente debe vivirse
en casos de desastre y emergencia.

    Pensamos en la Solidaridad como una actitud que debemos asumir en emergencias
y desastres, sin embargo, la Solidaridad es una característica de la sociabilidad que
inclina al hombre a sentirse unido a sus semejantes y a la cooperación con ellos.

    Podemos manifestar esta unión y cooperación, cada vez que procuramos el
bienestar de los demás, participando en iniciativas que nos impulsen a servirles, como
puede ser la visita a los enfermos en un hospital, haciendo colectas de ropa y
alimentos para los más necesitados, en un grupo que imparta educación en
comunidades marginadas, colaborando en campañas de cuidado y limpieza de calles
y áreas recreativas de la comunidad, en los momentos que auxiliamos a quienes son
víctimas de alguna catástrofe, es decir, prestando nuestros servicios en la creación de
mejores condiciones de vida.

    No podemos reducir el concepto de Solidaridad a un simple servicio extraordinario;


el término "servicio", puede hacernos perder de vista otros aspectos de la Solidaridad:

    · En la empresa los dueños deben procurar pagar un salario justo a sus
trabajadores, de tal manera que les alcance para cubrir las necesidades primordiales
de su familia; también los trabajadores en la oficina, el taller, el hospital, deben
preocuparse por ayudar a sus colegas a desempeñar mejor su labor, con consejos,
orientaciones o simplemente enseñarlos a hacer aquello que más se les dificulta.

    · En el trabajo personal: poniendo alegría y empeño por hacerlo lo más


perfectamente posible, pues garantiza el progreso de la empresa y por consiguiente el
propio.

    · Los educadores actualizando continuamente sus conocimientos, al mismo tiempo


que las técnicas de enseñanza, para garantizar un mejor aprendizaje y
aprovechamiento de los alumnos, además de ver en cada educando a una persona en
desarrollo y formación.

    · En el hogar: dando un trato justo a los empleados que conviven diariamente con
nosotros y nos ayudan a tener una vida más agradable.

    · El respetar las normas de vialidad al ir conduciendo, para garantizar la seguridad


de los peatones y automovilistas.

    La solidaridad es la ayuda mutua que debe existir entre las personas, no porque se
les conozca o sean nuestros amigos, simplemente porque todos tenemos el deber de
ayudar al prójimo y el derecho a recibir la ayuda de nuestros semejantes.

    Qué agradable es el momento en que un desconocido se ofrece a ayudarnos a


cambiar el neumático averiado o levanta los objetos que han caído de nuestras
manos, son pequeños detalles de Solidaridad: servir a los demás desinteresadamente,
por el simple hecho de ser personas, porque han descubierto la fraternidad....

    Debemos descubrir y comprender que en cada lugar de trabajo y de convivencia,


las personas tienen algo interesante que aportar y que enseñarnos; si aprendemos a
interesarnos por el bienestar de las personas estamos en condiciones de ayudarles y
prestarles un mejor servicio.

    Si queremos que algo mejore - el servicio de limpieza de las calles o la educación
que reciben los hijos en la escuela, por ejemplo -, debemos decidirnos a tomar el
problema en nuestras manos, tal vez el vecino tiene la misma inquietud, y sólo le hacia
falta con quien empezar a trabajar, con sus medios y los nuestros... no esperemos que
las cosas cambien por sí mismas.

    Generalmente el bien común va planteando nuevas necesidades,


consecuentemente la labor no termina, pero se crea un ciclo en el cual se va haciendo
cada vez más efectiva la ayuda y participación de todos. En resumidas cuentas, para
vivir la Solidaridad se requiere pensar en los demás como si fuera otro yo, pues no
vivimos aislados y nuestros conciudadanos esperan que alguien se preocupe por el
bienestar y seguridad de todos, tal vez de alguien como nosotros, como líderes
emprendedores.

Actividades.-

1. Sacar por impresora este texto.

2. El profesor lee y explica el ejercicio.

3. Los alumnos buscan otras ocasiones en que podemos servir a los demás.
SIR WALTER RALEIGH
    Vivía en Inglaterra un hombre noble y valiente que se llamaba Walter Raleigh. No
sólo era noble y valiente, sino apuesto y galante. Y por ese motivo la reina le nombró
caballero, y lo llamó sir Walter Raleigh.

    Les contaré la historia.

    Cuando Raleigh era joven, caminaba un día por una calle de Londres. En esa época
las calles no estaban pavimentadas, y no había aceras. Raleigh iba vestido con mucha
elegancia, y usaba una bella capa roja sobre sus hombros.

    Mientras andaba, le costaba no pisar el lodo y no ensuciarse sus elegantes zapatos
nuevos. Pronto llegó a un charco de agua fangosa que iba de un lado al otro de la
calle. No podía cruzar. Tal vez pudiera saltar.

    Mientras tomaba su decisión, irguió la cabeza. ¿Y a quien vio del otro lado del
charco?

    A Isabel, reina de Inglaterra, con su séquito de cortesanas y doncellas. La reina vio
el charco de agua sucia. Vio al apuesto joven de capa escarlata que estaba del otro
lado. ¿Cómo iba a cruzar?

    El joven Raleigh, al ver quién venía, se olvidó de sí mismo y sólo pensó en ayudar a
la reina. Había una sola cosa que podía hacer, y ningún otro hombre habría pensado
en ello.

    Se quitó la capa roja, la tendió sobre el charco. Ahora la reina podía cruzar como si
pisara una bella alfombra.

    La reina cruzó el charco, y sus pies no tocaron el lodo. Se detuvo un instante para
darle las gracias al joven.

    Mientras ella se alejaba con su séquito, preguntó a una de las cortesanas:

    - ¿Quién es ese gallardo caballero que tuvo la gentileza de ayudarnos?

    - Se llama Walter Raleigh -dijeron las cortesanas.

    - Tendrá su recompensa -declaró la reina.

    Poco después, pidió a Raleigh que fuera a palacio.

    El joven fue, pero no tenía capa para llevar. Luego, en presencia de los grandes
hombres y damas de Inglaterra, la reina lo nombró caballero. Y desde entonces fue
conocido como sir Walter Raleigh, el favorito de la reina.

    Versión de James Baldwin. El libro de las virtudes.Vergara.


SUGERENCIAS METODOLÓGICAS

Objetivo.- Aprender a vivir la generosidad y la decencia.

          Contenido.-

Decencia

   Es el valor que nos recuerda la importancia de vivir y comportarse dignamente en


todo lugar.

    Posiblemente uno de los valores que habla más de una persona es la decencia,
para vivirla se necesita educación, compostura, buena presencia y respeto por los
demás, pero es muy notable la delicadeza que guarda respecto a la sexualidad
humana y todo lo que de ella se deriva.

    La decencia es el valor que nos hace conscientes de la propia dignidad humana, por
él se guardan los sentidos, la imaginación y el propio cuerpo, de exponerlos a la
morbosidad y al uso indebido de la sexualidad.

    Cuando una persona deja de vivir este valor, su personalidad sufre una
transformación poco agradable: muchas de sus conversaciones hacen referencia al
tema sexual; continuamente busca algo que estimule su imaginación y sentidos
(revistas, películas, Internet, etc.); la mirada se vuelve inquieta, buscando enfocarse en
personas físicamente atractivas; asiste a espectáculos y lugares donde la sexualidad
humana es sólo una forma de tener placer...

    Una vez que se entra en este círculo todo cambia de dimensión, de considerar
como importantes los aspectos más humanos de las persona (inteligencia, cualidades,
sentimientos), ahora es la presencia y atracción física lo que cuenta por el placer que
pueda obtenerse, debido a que los afectos ya no importan.

    Faltar a la decencia hace que las relaciones con personas del sexo opuesto sean
inestables y poco duraderas, fundamentadas en la búsqueda de placer, con una
evidente falta de compromiso y obligaciones. Por eso no debe sorprendernos el
aumento de infidelidades y divorcios; jóvenes que cambian de pareja con mucha
facilidad, madres solteras, orfandad, abortos...

    Lamentablemente, parece ser que en determinadas empresas el poseer un buen


físico y poca calidad moral son los requisitos para obtener un empleo, debido a ello,
muchas son las mujeres que pierden “estupendas” oportunidades de trabajo, por vivir
la decencia, por no permitir que se abuse de su condición. ¿Políticas empresariales?
Seguramente son las personas al frente de los recursos humanos, quienes abusando
de su posición pretenden aprovecharse de la necesidad que los demás tienen. Así es,
una sola persona es capaz de destruir la imagen de una empresa.

    Al vivir este valor se garantiza la unión y estabilidad familiar, los hijos pueden contar
con la presencia y ayuda de ambos padres; los jóvenes descubren que la verdadera
realización personal no se alcanza con la satisfacción de los placeres, sino a través de
el desarrollo profesional, el trabajo y la formación intelectual; y socialmente las
personas no tendrían que preocuparse de la calidad moral de los ambientes que le
rodean.

    En medio de un ambiente que parece rechazar las buenas costumbres y se empeña
en cerrar los oídos a toda norma moral, emerge la personalidad de quien vive el valor
de la decencia: una forma de vestir discreta, con buen gusto, elegante si lo amerita la
ocasión; sus conversaciones no tienen como tema principal el sexo; en su compañía
no existe la incomodidad de encontrar miradas obscenas; su amistad e interés son
genuinos, sin intenciones ocultas y poco correctas.

    Esta personalidad en ningún momento se asusta ante la sexualidad humana, se


puede afirmar que la conoce y entiende con mucho más perfección que el común de
las personas. Conocedor de su propia naturaleza, evita los espectáculos, imágenes,
conversaciones y compañías que puedan despertar su sensualidad. No es su
propósito fingir que no tiene esas inclinaciones, les da su lugar, su importancia; ha
decidido que lo más valioso del hombre se alcanza a través del entendimiento, el
autodominio, el trabajo y la sana convivencia con sus semejantes.

    La persona decente hace valer la integridad de su comportamiento, cuida de que no


existan interpretaciones equivocadas sobre su conducta: evita trasnochar sin
necesidad; se informa con anterioridad sobre los espectáculos y lugares a los que
desea asistir y no conoce; aunque trata a todo las personas con respeto y cortesía,
evita las compañías cuya conducta es incompatible con su formación.

    Para vivir mejor el valor de la decencia, puedes considerar como importante:

    - A toda costa debes evitar el ocio y la soledad. En estas circunstancias, la


sensualidad se despierta fácilmente.

    - Manifiesta respeto por los demás. Cuida que tu mirada no ofenda o incomode a las
personas del sexo opuesto. Evita que tus conversaciones y bromas hagan alusiones a
la sexualidad.

- Ten especial cuidado con tu forma de vestir. Los atuendos demasiado cortos o
ligeros, efectivamente hacen que te conviertas en centro de atención, pero no te
hace lucir con formalidad, además, puedes llevarte una sorpresa al descubrir las
intenciones que despiertas en los demás.
-
- No vivas con ingenuidad pensando que tu educación y principios bastan para
vivir decentemente. Evita las ocasiones y los medios que pongan en peligro tu
integridad: revistas, espectáculos, películas e incluso compañías.
-
-     - Al cuidar tu mirada formas un carácter recio: Evita observar con insistencia a
las personas, esto siempre demuestra intenciones poco honestas.
-
    - No basta ser decente, es necesario actuar como tal: sin cometer falta
alguna, se pone en entredicho la honorabilidad de una jovencita que llega a su
casa en la madrugada, sobre todo si salió con el novio y en automóvil; lo mismo
ocurre con la mujer casada que viste con prendas demasiado cortas; quien
adquiere revistas con publicidad demasiado sugestiva, aunque el contenido
haya sido el propósito...
-
    La persona que se preocupa por vivir el valor de la decencia en los detalles
más mínimos, paralelamente despierta confianza en los demás por la integridad
de su conducta; sus relaciones son estables porque se basan en el respeto y el
interés auténtico que tiene por colaborar con los demás.
-
    Tal vez por eso la decencia es motivo de burla, porque no es un valor para
tímidos y cobardes que se dejan llevar por lo que la comodidad y el placer
dictan, es un valor

Actividades.-

1. El profesor leerá y explicará este texto a los alumnos.

2. Explicar otros ejemplos de caballerosidad y buena educación: ceder el


asiento, ceder el paso en las puertas, saludar cuando se entra y se sale, ser
agradecidos por todo, etc.
¡QUIÉN LO IBA A DECIR!
    Érase una vez una gran ciudad en donde la gente tenía pies y cabeza; allí vivía
Mercedes con sus padres y su abuela que la quería mucho porque ella la había criado:
le había dado alimento, entretenido, y principalmente, le había enseñado a trabajar en
casa.

    Merceditas, como la llamaban familiarmente, era bonita, cordial y buena colegiala.
Tenía sus amigas con las que jugaba algunas veces. Digo algunas veces porque
Merceditas, como todas las niñas y niños, tenía una amiga íntima, aquella a quien le
contaba todo, era... su abuela. Sí, ¡cuánto había jugado de pequeña!

    A Merceditas le gustaba contar a su abuela todo lo que pasaba en el colegio y en la


calle, puesto que ella ya no podía salir como antes; de esta manera se hacían
compañía mutuamente, mientras la abuela zurcía los calcetines y doblaba la ropa.

    Pero, un día la abuela descubrió que no veía lo suficiente para enhebrar las agujas
de coser. Merceditas se dio cuenta en seguida y para dar ánimo a la abuelita le
enhebraba las agujas con mucho ahínco y le hacía más compañía que nunca.

    Este suceso unió aún más a las dos. De tal manera que Merceditas casi no salía
con las amigas.

    Los padres de la niña decidieron que aquella situación no podía continuar y después
de recorrer muchas tiendas y mercados encontraron una máquina, un invento pequeño
que enhebraba las agujas. La compraron y, muy satisfechos se la regalaron a la
abuela.

    De esta manera la niña estaría más libre para salir con las amigas, y la abuela
podría pasar las horas zurciendo y zurciendo... ¡comentaban los padres!

    Pasadas algunas semanas la máquina se perdió y mientras la buscaban,


Merceditas volvió a ayudar a su abuela, ésta cambió la cara y se puso muy alegre
porque volvían a hablar y a estar juntas.

    Como no se encontró la máquina, un buen día la madre compró otra máquina de
enhebrar y Merceditas tuvo que volver a salir con sus amigas. Al poco tiempo se volvió
a perder la máquina y por tercera vez, la madre de Merceditas compró otra.

    Una tarde mientras hablaban, Merceditas vio que su abuela estaba muy callada y
tenía los ojos llorosos.

    -"¿Qué le pasa, abuelita?"

    "Merceditas -dijo la abuela cogiéndole las manos- ¿Podrías perdonarme? He sido
muy egoísta... verás... esta vez la máquina de enhebrar no se ha perdido, yo la eché a
la basura. Lo hice para no perder tu compañía. ¡Te quiero tanto!"

    -"¡Abuela! -dijo Merceditas abrazándola- ¡Yo también te quiero mucho! Quiero que
sepas que la segunda máquina tampoco se perdió, yo la eché a la papelera del
colegio."
    La abuela muy sorprendida, acariciaba a su nieta, mientras Merceditas, pensaba
contárselo todo a sus padres y hacer lo imposible para que comprendieran que ella era
más feliz junto a la abuela que saliendo con sus amigas. Amigas, siempre tendría,
pero de abuela quizás le quedaba poco tiempo y quería aprovecharlo al máximo.

    (Citado por Ll. Carreras y otros. Cómo educar en valores.)

    SUGERENCIAS METODOLÓGICAS

Objetivo.- Educar el respeto hacia las personas mayores y comprender su


necesidad de afecto, amistad y diálogo.

            Contenido.-

Respeto

    Vivir en sociedad nos hace reflexionar sobre el valor del respeto, pero con éste
viene la diferencia de ideas y la tolerancia. En pocas palabras ¿Qué hay que saber
sobre el Respeto, la Pluralidad y la Tolerancia?

    Respeto, Pluralismo y Tolerancia

    Hablar de respeto es hablar de los demás. Es establecer hasta donde llegan mis
posibilidades de hacer o no hacer, y dónde comienzan las posibilidades de los demás.
El respeto es la base de toda convivencia en sociedad. Las leyes y reglamentos
establecen las reglas básicas de lo que debemos respetar.

    Sin embargo, el respeto no es solo hacia las leyes o la actuación de las personas.
También tiene que ver con la autoridad como sucede con los hijos y sus padres o los
alumnos con sus maestros. El respeto también es una forma de reconocimiento, de
aprecio y de valoración de las cualidades de los demás, ya sea por su conocimiento,
experiencia o valor como personas.

    El respeto también tiene que ver con las creencias religiosas. Ya sea porque en
nuestro hogar tuvimos una determinada formación, o porque a lo largo de la vida nos
hemos ido formando una convicción, todos tenemos una posición respecto de la
religión y de la espiritualidad. Es tan íntima la convicción religiosa, que es una de las
fuentes de problemas más comunes en la historia de la humanidad.

    Aquí viene, entonces, también el concepto de Pluralidad, es decir, de las diferencias
de ideas y posturas respecto de algún tema, o de la vida misma. La pluralidad
enriquece en la medida en la que hay más elementos para formar una cultura. La
pluralidad cultural nos permite adoptar costumbres y tradiciones de otros pueblos, y
hacerlos nuestros. Sin embargo cuando la pluralidad entra en el terreno de las
convicciones políticas, sociales y religiosas las cosas se ponen difíciles.

    Así es como llegamos al concepto de intolerancia, es decir el no tolerar. Fácilmente,


ante alguien que no piensa, no actúa, no vive o no cree como nosotros podemos
adoptar una actitud agresiva. Esta actitud, cuando es tomada en contra de nuestras
ideas se percibe como un atropello a uno de nuestros valores fundamentales: la
libertad. La intolerancia puede ser tan opresiva, que haga prácticamente imposible la
convivencia humana. ¿Y nuestra propia tolerancia? ¿Debemos convencer a alguien
que no es católico de que no está en la verdad? ¿No es acaso eso ser "intolerante"?

    Para dar respuesta a estas interrogantes, y tocar el tema del respeto, la pluralidad y
la tolerancia con más profundidad, hemos hecho una selección del mejor material
sobre el tema desde los puntos de vista pedagógicos, éticos y religiosos. Los artículos
que presentamos en este segmento de valores nos hace reflexionar en qué es el
respeto, cómo se enseña y por qué es importante enseñarlo a los hijos, el por qué de
la intolerancia y de particular interés es la sección "Iglesia y Valores", que nos habla de
nuestra propia tolerancia respecto de otras religiones y creencias y de la importancia
de la pluralidad y el respeto.

Actividades.- 

1. Hacer una fotocopias del texto para cada alumno.

2. Leerlo en voz alta entre los alumnos.

3. Establecer un diálogo sobre estas preguntas:

a) ¿Qué había hecho la abuela a Mercedes cuando ésta era pequeña?

b) ¿Qué servicio le prestaba Merceditas a la abuela? 

c) ¿Por qué desapareció la máquina de enhebrar?

d) ¿Qué deseaba realmente la abuela?

            4. Puesta en común leyendo varias contestaciones.


LA PAREJA SILENCIOSA
    Érase una vez un joven que tenía fama de ser el individuo más terco de la ciudad, y
una mujer que tenía fama de ser la doncella más tozuda, e inevitablemente terminaron
por enamorarse y casarse. Después de la boda, celebraron en su nuevo hogar un gran
festín que duró todo el día.

    Al fin los amigos y parientes no pudieron comer más, y uno por uno se marcharon.
Los novios cayeron agotados, y estaban preparándose para quitarse los zapatos y
descansar cuando el marido notó que el último invitado se había olvidado de cerrar la
puerta al marcharse.

    -Querida -dijo-, ¿te molestaría levantarte para cerrar la puerta? Entra una corriente
de aire.

    -¿Por qué debo cerrarla yo? -bostezó la esposa-. Estuve de pie todo el día, y acabo
de sentarme. Ciérrala tú.

    -¡Conque sí! -rezongó el esposo-. En cuanto tienes la sortija en el dedo, te


conviertes en una holgazana.

    -¿Cómo te atreves? -gritó la novia-. No hace un día que estamos casados y ya me
insultas y me tratas con prepotencia. ¡Debí saber que serías uno de esos maridos!

    -Vaya -gruñó el esposo-. ¿Debo escuchar tus quejas eternamente?

    -¿Y yo debo escuchar eternamente tus protestas y reproches?

    Se miraron con mal ceño durante cinco minutos. Luego la novia tuvo una idea.

    -Querido -dijo-, ninguno de los dos queremos cerrar la puerta, y ambos estamos
cansados de oír la voz del otro. Así que propongo una competencia. El que hable
primero debe levantarse a cerrar la puerta.

    -Es la mejor idea que he oído en todo el día -respondió el esposo-. Comencemos
ahora.

    Se pusieron cómodos, cada cual en una silla, y se sentaron frente a frente sin decir
una palabra.

    Así habían pasado dos horas cuando un par de ladrones pasó por la calle con un
carro. Vieron la puerta abierta y entraron en la casa, donde no parecía haber nadie, y
se pusieron a robar todo aquello de que podían echar mano. Tomaron mesas y sillas,
descolgaron cuadros de las paredes, incluso enrollaron alfombras. Pero los recién
casados no hablaban ni se movían.

    “No puedo creerlo -pensó el esposo-. Se llevarán todo lo que poseemos, y ella no
dice una palabra.”

    “¿Por qué no pide ayuda -se preguntó la esposa-. ¿Piensa quedarse sentado
mientras nos roban a su antojo?”
    Al fin los ladrones repararon en esa callada e inmóvil pareja y, tomando a los recién
casados por figuras de cera, los despojaron de sus joyas, relojes y billeteras. Pero
ninguno de ambos dijo una palabra.

    Los ladrones se largaron con su botín, y los recién casados permanecieron
sentados toda la noche. Al amanecer un policía pasó por la calle y, viendo la puerta
abierta, se asomó para ver si todo estaba bien. Pero no pudo obtener una respuesta
de la pareja silenciosa.

    -¡A ver! -rugió-. ¡Soy el agente de la ley! ¿Quiénes son ustedes? ¿Esta casa les
pertenece? ¿Qué sucedió con todos los muebles?

    Y al no obtener respuesta, se dispuso a golpear al hombre en la oreja.

    -¡No se atreva! -gritó la esposa, poniéndose en pie-. Es mi marido, y si usted le pone
un dedo encima, tendrá que responder ante mí.

    -¡Gane! -gritó el esposo, batiendo las palmas-. ¡Ahora ve a cerrar la puerta!

    Citado por William J. Bennett. El libro de las virtudes

SUGERENCIAS METODOLÓGICAS

Objetivo.- Estimular a cumplir nuestras obligaciones y ser responsable.

            Contenido.-

Responsabilidad

    Todos comprendemos la irresponsabilidad cuando alguien no cumple lo que


promete ¿Pero sabemos nosotros vivirla?

    La responsabilidad (o la irresponsabilidad) es fácil de detectar en la vida diaria,


especialmente en su faceta negativa: la vemos en el plomero que no hizo
correctamente su trabajo, en el carpintero que no llegó a pintar las puertas en el día
que se había comprometido, en el joven que tiene bajas calificaciones, en el arquitecto
que no ha cumplido con el plan de construcción para un nuevo proyecto, y en casos
más graves en un funcionario público que no ha hecho lo que prometió o que utiliza los
recursos públicos para sus propios intereses.

    Sin embargo plantearse qué es la responsabilidad no es algo tan sencillo. Un


elemento indispensable dentro de la responsabilidad es el cumplir un deber. La
responsabilidad es una obligación, ya sea moral o incluso legal de cumplir con lo que
se ha comprometido.

    La responsabilidad tiene un efecto directo en otro concepto fundamental: la


confianza. Confiamos en aquellas personas que son responsables. Ponemos nuestra
fe y lealtad en aquellos que de manera estable cumplen lo que han prometido.
    La responsabilidad es un signo de madurez, pues el cumplir una obligación de
cualquier tipo no es generalmente algo agradable, pues implica esfuerzo. En el caso
del plomero, tiene que tomarse la molestia de hacer bien su trabajo. El carpintero tiene
que dejar de hacer aquella ocupación o gusto para ir a la casa de alguien a terminar
un encargo laboral. La responsabilidad puede parecer una carga, y el no cumplir con lo
prometido origina consecuencias.

    ¿Por qué es un valor la responsabilidad? Porque gracias a ella, podemos convivir
pacíficamente en sociedad, ya sea en el plano familiar, amistoso, profesional o
personal.

    Cuando alguien cae en la irresponsabilidad, fácilmente podemos dejar de confiar en


la persona. En el plano personal, aquel marido que durante una convención decide
pasarse un rato con una mujer que recién conoció y la esposa se entera, la confianza
quedará deshecha, porque el esposo no tuvo la capacidad de cumplir su promesa de
fidelidad. Y es que es fácil caer en la tentación del capricho y del bienestar inmediato.
El esposo puede preferir el gozo inmediato de una conquista, y olvidarse de que a
largo plazo, su matrimonio es más importante.

    El origen de la irresponsabilidad se da en la falta de prioridades correctamente


ordenadas. Por ejemplo, el carpintero no fue a pintar la puerta porque llegó su
“compadre” y decidieron tomarse unas cervezas en lugar de ir a cumplir el compromiso
de pintar una puerta. El carpintero tiene mal ordenadas sus prioridades, pues tomarse
una cerveza es algo sin importancia que bien puede esperar, pero este hombre (y tal
vez su familia), depende de su trabajo.

    La responsabilidad debe ser algo estable. Todos podemos tolerar la


irresponsabilidad de alguien ocasionalmente. Todos podemos caer fácilmente alguna
vez en la irresponsabilidad. Empero, no todos toleraremos la irresponsabilidad de
alguien durante mucho tiempo. La confianza en una persona en cualquier tipo de
relación (laboral, familiar o amistosa) es fundamental, pues es una correspondencia de
deberes. Es decir, yo cumplo porque la otra persona cumple.

    El costo de la irresponsabilidad es muy alto. Para el carpintero significa perder el


trabajo, para el marido que quiso pasarse un buen rato puede ser la separación
definitiva de su esposa, para el gobernante que usó mal los recursos públicos puede
ser la cárcel.

    La responsabilidad es un valor, porque gracias a ella podemos convivir en sociedad


de una manera pacífica y equitativa. La responsabilidad en su nivel más elemental es
cumplir con lo que se ha comprometido, o la ley hará que se cumpla. Pero hay una
responsabilidad mucho más sutil (y difícil de vivir), que es la del plano moral.

    Si le prestamos a un amigo un libro y no lo devuelve, o si una persona nos deja


plantada esperándole, entonces perdemos la fe y la confianza en ella. La pérdida de la
confianza termina con las relaciones de cualquier tipo: el chico que a pesar de sus
múltiples promesas sigue obteniendo malas notas en la escuela, el marido que ha
prometido no volver a emborracharse, el novio que sigue coqueteando con otras
chicas o el amigo que suele dejarnos plantados. Todas esta conductas terminarán,
tarde o temprano y dependiendo de nuestra propia tolerancia hacia la
irresponsabilidad, con la relación.
    Ser responsable es asumir las consecuencias de nuestra acciones y decisiones. Ser
responsable también es tratar de que todos nuestros actos sean realizados de acuerdo
con una noción de justicia y de cumplimiento del deber en todos los sentidos.
    Los valores son los cimientos de nuestra convivencia social y personal. La
responsabilidad es un valor, porque de ella depende la estabilidad de nuestras
relaciones. La responsabilidad vale, porque es difícil de alcanzar.

    ¿Qué podemos hacer para mejorar nuestra responsabilidad?

    El primer paso es percatarnos de que todo cuanto hagamos, todo compromiso, tiene
una consecuencia que depende de nosotros mismos. Nosotros somos quienes
decidimos.

    El segundo paso es lograr de manera estable, habitual, que nuestros actos
correspondan a nuestras promesas. Si prometemos “hacer lo correcto” y no lo
hacemos, entonces no hay responsabilidad.

    El tercer paso es educar a quienes están a nuestro alrededor para que sean
responsables. La actitud más sencilla es dejar pasar las cosas: olvidarse del carpintero
y conseguir otro, hacer yo mismo el trabajo de plomería, despedir al empleado, romper
la relación afectiva. Pero este camino fácil tiene su propio nivel de responsabilidad,
porque entonces nosotros mismos estamos siendo irresponsables al tomar el camino
más ligero. ¿Qué bien le hemos hecho al carpintero al despedirlo? ¿Realmente romper
con la relación era la mejor solución? Incluso podría parecer que es “lo justo” y que
estamos haciendo “lo correcto”. Sin embargo, hacer eso es caer en la
irresponsabilidad de no cumplir nuestro deber y ser iguales al carpintero, al gobernante
que hizo mal las cosas o al marido infiel. ¿Y cual es ese deber? La responsabilidad de
corregir.

    El camino más difícil, pero que a la larga es el mejor, es el educar al irresponsable.
¿No vino el carpintero? Entonces, a ir por él y hacer lo que sea necesario para
asegurarnos de que cumplirá el trabajo. ¿Y el plomero? Hacer que repare sin costo el
desperfecto que no arregló desde la primera vez. ¿Y con la pareja infiel? Hacerle ver
la importancia de lo que ha hecho, y todo lo que depende de la relación. ¿Y con el
gobernante que no hizo lo que debía? Utilizar los medios de protesta que confiera la
ley para que esa persona responda por sus actos.

    Vivir la responsabilidad no es algo cómodo, como tampoco lo es el corregir a un


irresponsable. Sin embargo, nuestro deber es asegurarnos de que todos podemos
convivir armónicamente y hacer lo que esté a nuestro alcance para lograrlo.

    ¿Qué no es fácil? Si todos hiciéramos un pequeño esfuerzo en vivir y corregir la


responsabilidad, nuestra sociedad, nuestros países y nuestro mundo serían diferentes.

    Sí, es difícil, pero vale la pena.

Actividades.-

1. Sacar por impresora, hacer fotocopias y leerlo a los alumnos.

2. Formar equipos de 4 ó 5 alumnos y contestar a estas preguntas:

a) ¿Qué carácter tenían los novios?


b) ¿Es adecuado el trato que hicieron?

c) ¿Qué perdieron por ser egoístas?

            3. Leer las contestaciones de los equipos. 


EL COFRE DE VIDRIO ROTO
    Érase una vez un anciano que había perdido a su esposa y vivía solo. Había
trabajado duramente como sastre toda su vida, pero los infortunios lo habían dejado
en bancarrota, y ahora era tan viejo que ya no podía trabajar. Las manos le temblaban
tanto que no podía enhebrar una aguja, y la visión se le había enturbiado demasiado
para hacer una costura recta. Tenía tres hijos varones, pero los tres habían crecido y
se habían casado, y estaban tan ocupados con su propia vida que sólo tenían tiempo
para cenar con sus padres una vez por semana.

    El anciano estaba cada vez más débil, y los hijos lo visitaban cada vez menos.

    -No quieren estar conmigo ahora -se decía- porque tienen miedo de que yo me
convierta en una carga.

    Se pasó una noche en vela pensando qué sería de él y al fin trazó un plan.

    A la mañana siguiente fue a ver a su amigo el carpintero y le pidió que le fabricara
un cofre grande. Luego fue a ver a su amigo el cerrajero y le pidió que le diera un
cerrojo viejo. Por último fue a ver a su amigo el vidriero y le pidió todos los fragmentos
de vidrio roto que tuviera.

    El anciano se llevó el cofre a casa, lo llenó hasta el tope de vidrios rotos, le echó
llave y lo puso bajo la mesa de la cocina. Cuando sus hijos fueron a cenar, lo tocaron
con los pies.

    -¿Qué hay en ese cofre? -preguntaron mirando bajo la mesa-

    -Oh, nada -respondió el anciano-, sólo algunas cosillas que he ahorrado.

    Sus hijos lo empujaron y vieron que era muy pesado. Lo patearon y oyeron un
tintineo.

    -Debe estar lleno con el oro que ahorró a lo largo de los años -susurraron.

    Deliberaron y comprendieron que debían custodiar el tesoro. Decidieron turnarse


para vivir con el viejo, y así podrían cuidar también de él. La primera semana el hijo
menor se mudó a la casa del padre, y le cuidó y le cocinó. A la semana siguiente lo
reemplazó el segundo hijo, y la semana siguiente acudió el mayor. Así siguieron por
un tiempo.

    Al fin el anciano padre enfermó y falleció. Los hijos le hicieron un bonito funeral,
pues sabían que una fortuna les aguardaba bajo la mesa de la cocina, y podían
costearse un gasto grande con el viejo.

    Cuando terminó la ceremonia, buscaron en toda la casa hasta encontrar la llave, y
abrieron en cofre. Por cierto, lo encontraron lleno de vidrios rotos.

    -¡Qué triquiñuela infame! -exclamó el hijo mayor-. ¡Qué crueldad hacia sus hijos!

    -¿Pero qué podía hacer? -preguntó tristemente el segundo hijo-. Seamos francos.
De no haber sido por el cofre, lo habríamos descuidado hasta el final de sus días.
    -Estoy avergonzado de mí mismo -sollozó el hijo menor-. Obligamos a nuestro
padre a rebajarse al engaño, porque no observamos el mandamiento que él nos
enseñó cuando éramos pequeños.

    Pero el hijo mayor volcó el cofre para asegurarse de que no hubiera ningún objeto
valioso oculto entre los vidrios. Desparramó los vidrios en el suelo hasta vaciar el
cofre. Los tres hermanos miraron silenciosamente dentro, donde leyeron una
inscripción, que el padre les había dejado en el fondo: honrarás a tu padre y a tu
madre.

    (Citado por William J. Bennett. El libro de las virtudes)

SUGERENCIAS METODOLÓGICAS

Objetivo.- Aprender a “honrar al padre y a la madre”

Contenidos.-

El respeto a los padres

    Una reflexión que nos recuerda la obligación de velar por el bienestar de nuestros
padres, y los deberes que se tienen para con los hijos.

    Por Pbro. Dr. Francisco Fernández Carvajal.

    I. En el Evangelio Nuestro Señor declara el verdadero alcance del Cuarto


Mandamiento del Decálogo frente a las explicaciones erróneas de la casuística de
escribas y fariseos. El mismo Dios, por boca de Moisés, había dicho: Honra a tu padre
y a tu madre, y quien maldiga al padre o a la madre, será reo de muerte.

    Es tan grato a Dios el cumplimiento de este mandamiento que lo adornó de


incontables promesas de bendición: El que honra a su padre expía sus pecados; y
cuando ore será escuchado. Y como el que atesora es el que honra a su madre. El
que respeta a su padre tendrá larga vida

    El Cuarto Mandamiento, que es también de derecho natural, requiere de todos los
hombres, pero especialmente de aquellos que quieren ser buenos cristianos, la ayuda
abnegada y llena de cariño a los padres, que se realiza cada día en mil pequeños
detalles y se pone particularmente de relieve cuando los progenitores son ancianos o
están más necesitados .Cuando hay verdadero amor a Dios, quien nunca nos pide
cosas contradictorias, se encuentra el modo oportuno de vivir el amor a los padres,
incluso en el caso de que esos hijos tengan que cumplir primero con otras
obligaciones familiares, sociales o religiosas. Hay aquí un campo grande de
responsabilidades filiales, que los hijos deben examinar con frecuencia delante de
Dios, en su oración personal. Dios paga con la felicidad, ya en esta vida, a quien
cumple con amor esos deberes para con sus padres, aunque alguna vez puedan
resultar costosos. José maría Escrivá de Balaguer solía llamar a este mandamiento el
«dulcísimo precepto del Decálogo», porque es una de las más gratas obligaciones que
el Señor nos ha dejado.
    II. El cumplimiento amoroso del Cuarto Mandamiento tiene sus raíces más firmes en
el sentido de nuestra filiación divina. El único que puede considerarse Padre en toda
su plenitud es Dios, de quien se deriva toda paternidad en el cielo y en la tierra.
Nuestros padres, al engendrarnos, participaron de esa paternidad de Dios que se
extiende a toda la creación. En ellos vemos como un reflejo del Creador, y al amarles y
honrarles rectamente, en ellos estamos honrando y amando también al mismo Dios,
como Padre.

    Son muchas las manifestaciones en las que se hace realidad el Cuarto
Mandamiento, en las que mostramos nuestra honra y nuestro amor hacia nuestros
padres. «Los honramos cuando pedimos rendidamente a Dios que todas las cosas les
sucedan próspera y felizmente, que gocen de la estima y respeto de los demás y que
alcancen gracia ante el mismo.

    »Además, honramos a nuestros padres cuando los socorremos con lo necesario
para su sustento y una vida digna, como se comprueba por el testimonio de Cristo, al
reprobar la impiedad de los fariseos... Ese deber es más exigente cuando se
encuentran enfermos de peligro.

        III. El primer deber de los padres es amar a los hijos, con amor verdadero:
interno, generoso, ordenado, con independencia de sus cualidades físicas,
intelectuales o morales, y les sabrán querer con sus defectos. Deben amarlos en
cuanto son sus hijos y porque lo son; y también porque son hijos de Dios. De ahí que
sea deber fundamental de los padres amar y respetar la voluntad de Dios sobre sus
hijos, más aún cuando reciben una vocación de entrega plena a Dios -incluso muchas
veces la pedirán al Señor y la desearán para esos hijos-, porque «no es sacrificio
entregar los hijos al servicio de Dios: es honor y alegría» Este amor debe ser
operativo, que se traduzca eficazmente en obras. El verdadero amor se manifestará en
el empeño esforzado para que sus hijos sean trabajadores, austeros, educados en el
sentido pleno de la palabra... y, sobre todo, buenos cristianos. Que arraiguen en ellos
los fundamentos de las virtudes humanas: la reciedumbre, la sobriedad en el uso de
los bienes, la responsabilidad, la generosidad, la laboriosidad, que aprendan a gastar
sabiendo las necesidades que muchos padecen actualmente en el mundo...

    El amor verdadero llevará a los padres a preocuparse por el colegio donde estudian
sus hijos, a estar muy pendientes de la calidad de la enseñanza que reciben, y de
modo particular de la enseñanza religiosa, pues de ella puede depender su misma
salvación. El amor a los hijos les moverá a buscar un lugar adecuado para la época de
vacaciones y el descanso -con frecuencia sacrificando otros gustos o intereses-,
evitando aquellos ambientes que harían imposible, o al menos muy difícil, la práctica
de una verdadera vida cristiana. Los padres no deben olvidar que son administradores
de un inmenso tesoro de Dios y que, por ser cristianos, no constituyen una familia más
-y así lo enseñarán con oportunidad a sus hijos-, sino que forman una familia en la que
Cristo está presente, lo cual les da unas características completamente nuevas. Esta
realidad viva impulsará a los padres a ser ejemplares en toda ocasión (vida de familia,
deberes profesionales, sobriedad, orden ... ). Y los hijos encontrarán en ellos el camino
que conduce a Dios.

[1] Mc 7, 1-13.
[2] Ecl 3, 4-5, 7.

[3] Ex 20, 12.

[4] Mc 7, 11.
[5] Ef 3, 15.

[6] Mt 10, 37; cfr. también Lc 9, 60; 14, 2.

[7] Lc 9, 60.

[8] Lc 2, 49.

[9] Cfr. Lc 2, 51.

[10] Cfr. Mc 6, 3.

[11] Cfr. Jn 2, 1-11.

[12] Cfr. Mc 3, 17-18; 6, 3.

[13] Cfr. Jn 19, 26-27.

[14] Cfr. Lc 7, 11-17; Mt 15, 22-28.

[15] Cfr. Mt 9, 18-26; 17, 14-20.

Actividades.-

1. hacer una lectura en voz alta, explicando lo que no entiendan.

2. Contestar a estas preguntas:

a) ¿Cómo se portaban los hijos con su padre?

b) ¿Qué hizo el anciano?

c) ¿Qué les movía a los hijos para ayudar al viejo?

d) ¿Cómo acaba la historia?

         3. Puesta en común con las respuestas de los alumnos.


LA JUSTICIA DEL REY 
    En un país muy lejano, hace mucho, mucho tiempo, gobernaba un joven rey con
mucha sabiduría. Era querido de todos sus súbditos por su generosidad y justicia.

    Nadie de su reino pasaba hambre porque su palacio estaba abierto cada día para
servir una copiosa comida a todos los peregrinos, trotamundos e indigentes.

    Un día, después de la comida ordinaria, un mensajero del rey les anunció que al día
siguiente era el cumpleaños de su majestad, que éste comería con ellos y que al final
del espléndido banquete, todos y cada uno recibirían un regalo. Tan sólo se les pedía
que subieran a la hora acostumbrada con alguna vasija o recipiente llenos de agua
para echarla en el estanque del palacio.

    Los comensales estuvieron de acuerdo en que la petición del rey era fácil de
cumplir, que era muy justo corresponder a su generosidad y ... si encima les hacía la
gracia de un obsequio, mejor que mejor.

    Al día siguiente, una larga hilera de mendigos y vagabundos subía hacia el palacio
del rey llevando recipientes llenos de agua. Algunos de ellos eran muy grandes, otros
más pequeños y alguno había que, confiando en la bondad del rey, subía con las
manos libres, sin un vaso de agua...

    Al llegar a palacio vaciaron las diversas vasijas en el estanque real, las dejaron
cerca de la salida y pasaron donde el rey les aguardaba para comer.

    La comida fue espléndida. Todos pudieron satisfacer su apetito. Finalizado el


banquete, el rey se despidió de todos ellos. Se quedaron estupefactos, de momento,
sin habla, porque esperaban el regalo y éste no llegaría si el rey se marchaba.

    Algunos murmuraban, otros perdonaban el olvido del rey que sabían que era justo y
alguno estaba contento de no haber subido ni una gota de agua para aquel rey que no
cumplía lo que prometía.

    Uno tras otro salieron y fueron a recoger sus recipientes. ¡Qué sorpresa se llevaron!
Sus vasijas estaban llenas, llenitas de monedas de oro. ¡Qué alegría! los que habían
acarreado grandes cubos y ¡qué malestar! los que lo trajeron pequeño o se
presentaron con las manos vacías.

    Y cuentan los anales del reino que en aquel país no hubo más pobres, porque con
las monedas del rey pudieron vivir bien y otros comprarse tierras para trabajar y los
que se quedaron sin nada se marcharon para siempre de allí.

    Citado por Ll. Carreras y otros. Cómo educar en virtudes. Narcea Ediciones>  

SUGERENCIAS METODOLÓGICAS

Objetivo.- Aprender a ser generosos y justos en nuestras obligaciones.

          Contenidos.-

Primero, ser justos


    Cada cristiano ha de plantearse cómo vive la justicia en las circunstancias normales
de su vida: en la familia, en el trabajo profesional, en las relaciones sociales...
Por Pbro. Dr. Francisco Fernández Carvajal

    I. En la Ley de Moisés estaba dispuesto que se cumpliera el diezmo [1]: se debía
entregar la décima parte del producto de los frutos más corrientes del campo, como los
cereales, el vino y el aceite, para el sostenimiento del Templo. Los fariseos pagaban,
además, el diezmo de la hierbabuena, el eneldo y el comino, plantas aromáticas que
se cultivaban en los jardines de las casas y que servían para condimentar las comidas.
Era una equívoca manifestación de generosidad con Dios, porque a la vez dejaban de
cumplir otros graves mandamientos en relación al prójimo.

    Por eso, por su hipocresía, les dirá el Señor: ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos
hipócritas! que pagáis el diezmo de la menta, del eneldo y del comino, pero habéis
abandonado lo más importante de la Ley: la justicia, la misericordia y la fidelidad.
Estas cosas había que hacer, sin omitir aquéllas [2].

   No desprecia el Señor el pago del diezmo por la menta, el eneldo y el comino, que
podría haber sido una verdadera expresión de amor: como quien regala unas flores a
una persona que quiere; lo que rechaza Jesucristo es la hipocresía que este falso celo
oculta, pues con ello se justificaban para no cumplir con otros deberes esenciales: la
justicia, la misericordia y la fidelidad. Los cristianos no debemos caer jamás en una
hipocresía semejante a la de estos fariseos: nuestras ofrendas voluntarias son gratas
a Dios cuando cumplimos con las obligatorias y necesarias, determinadas por la
justicia; esta virtud manda dar a cada uno lo suyo y se enriquece y perfecciona por la
misericordia y la caridad. Estas cosas había que hacer, sin omitir aquéllas.

    La virtud de la justicia se fundamenta en la intocable dignidad de la persona


humana, creada a imagen y semejanza de Dios y destinada a una felicidad eterna. Y si
consideramos el respeto que merece todo hombre «a la luz de las verdades reveladas
por Dios, hemos de valorar necesariamente en mayor grado esta dignidad, ya que los
hombres han sido redimidos por la sangre de Jesucristo, hechos hijos y amigos de
Dios por la gracia sobrenatural y constituidos herederos de la gloria eterna» [3].

    El aprecio a los derechos de las personas comienza por un ordenamiento justo de
las leyes civiles, al que hemos de contribuir los cristianos, como ciudadanos
ejemplares, con todas nuestras fuerzas, comenzando por aquellas leyes que
defienden el derecho a la vida, el primero de los derechos, desde el mismo instante de
la concepción. Pero no basta con esta contribución, que hemos de hacer siempre en la
medida de nuestras posibilidades, aunque sean pequeñas.

    Cada día se nos presentan muchas ocasiones para ser justos con nuestros
semejantes: a la hora de emitir juicios sobre otros -¡con qué facilidad, con qué
frivolidad se falta a veces a la justicia más elemental con juicios temerarios!-; en las
palabras, evitando no sólo la calumnia -la acusación falsa-, sino también la difamación,
la palabrería que propaga los defectos del prójimo, para disminuir su consideración
social, profesional y humana; en las obras, dando a cada uno lo que es suyo...

    II. Vivir la justicia con el prójimo es mucho más que el mero no causarle daño, y no
basta para cumplirla con lamentarse ante situaciones de injusticia; quejas y
lamentaciones que serán estériles si no se traducen en más oración y obras para
remediar esa situación. Cada cristiano ha de plantearse cómo vive la justicia en las
circunstancias normales de su vida: en la familia, en el trabajo profesional, en las
relaciones sociales... Vivir la justicia con quienes nos relacionamos habitualmente
significa, entre otros deberes, respetar su derecho a la fama, a la intimidad, a una
retribución económica suficiente... «Estas exigencias no han de limitarse únicamente
al orden económico, como es, por ejemplo, la justicia en sueldos y honorarios; la vida y
la moral cristianas tienen exigencias más amplias. El respeto a la vida, a la fidelidad, a
la verdad, la responsabilidad y la buena preparación, la laboriosidad y la honestidad, el
rechazo de todo fraude, el sentido social e incluso la generosidad deben inspirar
siempre al cristiano en el ejercicio de sus actividades laborales y profesionales» [4].

    También la calumnia, la maledicencia, la murmuración.... constituyen una verdadera


y flagrante injusticia, pues «entre los bienes temporales la buena reputación parece
ser el más valioso, y por su pérdida el hombre queda privado de hacer mucho bien»
[5]. El Apóstol Santiago dice de la lengua que es un mundo entero de maldad [6]:
puede servir para alabar a Dios, para hablar con Él, para comunicarnos..., o puede
hacer mucho daño, si no hay un empeño decidido en no hablar nunca mal de nadie.

    No es infrecuente que se falte a la justicia a través de la palabra. Por eso, el Señor
nos pide a los cristianos que sepamos defenderla, que no nos dejemos guiar por
rumores, por juicios precipitados de otras personas, de algunos medios de
comunicación social..., que nunca emitamos un juicio negativo sobre personas o
instituciones -no ser inquisidores y verdugos de vidas ajenas-. Y, entonces, hemos de
procurar poner los medios para estar bien informados, y, si alguien tiene el deber de
juzgar, oyendo a las dos partes, matizando cuando sea preciso hacerlo y salvando
siempre la intención profunda de las personas, que sólo Dios conoce. Especial
responsabilidad tienen quienes de alguna manera trabajan en los medios de
comunicación social o tienen acceso a ellos, por el gran bien o el mal grave que
pueden hacer.

    Debemos vivir los deberes de justicia con aquellos que el Señor nos ha
encomendado, dedicándoles tiempo, colaborando en la formación de todos, tratando
con más esmero a aquel que, por enfermedad, edad o por sus condiciones
particulares, más lo necesita. Sabemos bien que no viviría esta virtud, por ejemplo, el
padre o la madre que tuviera tiempo para sus gustos y distracciones, y no dedicara lo
necesario para la educación de los hijos o para aquellas personas que Dios ha puesto
a su cuidado; o quien antepusiera sus gustos y preferencias personales, de los que
con un poco de buena voluntad se puede prescindir, a las necesidades de los demás.

    Somos justos cuando damos a cada uno lo suyo. El empresario, con la justa
retribución de los empleados, de acuerdo con las leyes civiles justas y con la recta
conciencia. No será raro que, a veces, haya de remunerar por encima del mínimo
exigido por la ley, pues pueden darse circunstancias en las que, cumpliendo lo
estrictamente legal, lo establecido, se falte a la justicia con ese mínimo estipulado:
pueden darse despidos legales pero injustos, salarios de acuerdo con las leyes pero
que ofenden la dignidad de las personas... ; «la justicia no se manifiesta
exclusivamente en el respeto exacto de derechos y de deberes, como en los
problemas aritméticos que se resuelven a base de sumas y de restas» [7]. Al cristiano
le importa, sobre todo, ser justo ante Dios, y esto le llevará a cumplir más allá de lo
meramente establecido por las leyes, teniendo en cuenta las circunstancias
personales y familiares de quien trabaja a su cargo.

    III. La economía tiene sus propias leyes y mecanismos, pero estas leyes no son
suficientes ni supremas, ni esos mecanismos son inamovibles. El orden económico no
debe concebirse como un orden independiente y soberano, sino que ha de estar
sometido a los principios superiores de la justicia social, que corrijan los defectos y
deficiencias del orden económico y tengan en cuenta la dignidad de la persona [8].
    La justicia social exige también que al trabajador no se le deje a merced de las leyes
de la competencia, como si su trabajo se tratara sólo de una mercancía [9]; y una de
las principales preocupaciones del Estado y de los empresarios «debe ser ésta: dar
trabajo a todos» [10], pues el paro forzoso es uno de los mayores males de un país y
causa de otros muchos en la persona, en las familias y en la sociedad misma.

    Quien trabaja en un taller, en la Universidad, en una empresa, no viviría la justicia si


no cumple con esmero con su tarea, con competencia profesional, aprovechando el
tiempo, cuidando los instrumentos de trabajo que son propiedad de la fábrica, de la
biblioteca, del hospital, del taller, de la casa en la que se ayuda en las tareas del
hogar. Los estudiantes faltarían a la justicia con la sociedad, con la familia, a veces
gravemente, si no aprovechan ese tiempo dedicado al estudio. De modo general, las
calificaciones académicas obtenidas pueden ser materia de un buen examen de
conciencia. Muchas veces, la poca intensidad en el estudio será la causa de no ser
más tarde buenos profesionales, faltando así a la justicia con la empresa en la que se
trabaja, por carecer de la preparación debida. Son puntos que con frecuencia
deberemos examinar, para vivir delicadamente, delante de Dios y de los hombres, los
deberes hacia el prójimo: la justicia, la misericordia y la fidelidad en los pactos y
promesas.

[1] Lev 27, 30-33; Dt 14, 22 ss.

[2] Mt 23, 23.

[3] Sant 3, 6.

Actividades.- 

1. Leer este ejercicio y explicar lo más importante.

2. Entablar un diálogo con los alumnos sobre estas cuestiones:

a) ¿En qué se demostraba la generosidad del rey?

b) ¿Qué les pidió a los comensales para el día de su cumpleaños?

c) ¿Fueron generosos todos los mendigos y vagabundos?

    d) ¿En qué podemos ser nosotros generosos?

            3. Puesta en común, leyendo algunas respuestas.


¿QUÉ HACEN LOS OTROS POR MÍ?
    Esteban y Antonia vivían en una casita. Un día, mientras hacían los deberes,
Esteban dijo:

    -”¿Has pensado en nuestra casa? ¡Cuánta gente para construirla!. El albañil, el
carpintero, el electricista, el pintor...”

    -”Ya lo creo! -contestó Antonia-, Nosotros no hubiéramos podido hacérnosla solos.
¿Te has fijado en que cada día necesitamos de los otros?”

    -”¿Qué quieres decir?” -preguntó Esteban.

    -”Por ejemplo, hoy hemos comido pan. Este pan, primero era trigo, que se sembró,
se recogió el grano y se llevó a moler para hacer harina y el panadero ha hecho el
pan. Imagínate cuánta gente hace falta para poder comer un trozo de pan.”

    -”Tienes razón. Los coches, los periódicos, los vestidos, las libretas que utilizamos
en el colegio... Todo está hecho por mucha gente.”

    -”Además los bomberos, los médicos, los profesores, los electricistas, los
arquitectos... Todos trabajamos para los otros. Todos nos necesitamos.”

    -”¿Sabes? -dice Esteban-. Me gusta que todos nos ayudemos cada día.”

    Citado por Ll. Carreras y otros. Cómo educar en valores.. Narcea Ediciones.

    SUGERENCIAS METODOLÓGICAS

Objetivo.- Comprender la necesidad de ser agradecidos a los demás por sus


servicios.

Contenido.- Gratitud

    De personas bien nacidas es ser agradecidas. ¿Cómo vivir mejor este valor?

    Dicen que de todos los sentimientos humanos la gratitud es el más efímero de
todos. Y no deja de haber algo de cierto en ello. El saber agradecer es un valor en el
que pocas veces se piensa. Ya nuestras abuelas nos lo decían "de gente bien nacida
es ser agradecida".

    Para algunos es muy fácil dar las "gracias" por los pequeños servicios cotidianos
que recibimos, el desayuno, ropa limpia, la oficina aseada... Pero no siempre es así.

    Ser agradecido es más que saber pronunciar unas palabras de forma mecánica, la
gratitud es aquella actitud que nace del corazón en aprecio a lo que alguien más ha
hecho por nosotros.

    La gratitud no significa "devolver el favor": si alguien me sirve una taza de café no
significa que después debo servir a la misma persona una taza y quedar iguales... El
agradecimiento no es pagar una deuda, es reconocer la generosidad ajena.

    La persona agradecida busca tener otras atenciones con las personas, no pensando
en "pagar" por el beneficio recibido, sino en devolver la muestra de afecto o cuidado
que tuvo. ¿Has notado como los niños agradecen los obsequios de sus padres? Lo
hacen con una sonrisa, un abrazo y un beso. ¿De que otra manera podría agradecer y
corresponder unos niños? Y con eso, a los padres les basta.

    Las muestras de afecto son una forma visible de agradecimiento; la gratitud nace
por la actitud que tuvo la persona, más que por el bien (o beneficio) recibido.

    Conocemos personas a quienes tenemos especial estima, preferencia o cariño por
"todo" lo que nos han dado: padres, maestros, cónyuge, amigos, jefes... El motivo de
nuestro agradecimiento se debe al "desinterés" que tuvieron a pesar del cansancio y la
rutina. Nos dieron su tiempo, o su cuidado.

    Nuestro agradecimiento debe surgir de un corazón grande.

    No siempre contamos con la presencia de alguien conocido para salir de un apuro,
resolver un percance o un pequeño accidente. ¡Cómo agradecemos que alguien abra
la puerta del auto para colocar las cajas que llevamos, o nos ayude a reemplazar el
neumático averiado!

    El camino para vivir el valor del agradecimiento tiene algunas notas características
que implican:

- Reconocer en los demás el esfuerzo por servir


- Acostumbrarnos a dar las gracias
- Tener pequeños detalles de atención con todas las personas: acomodar la silla,
abrir la puerta, servir un café, colocar los cubiertos en la mesa, un saludo
cordial...

    La persona que más sirve es la que sabe ser más agradecida.

     Todos recibimos muchos servicios de los demás y es de justicia que seamos
agradecidos con ellos y que también prestemos servicios a los demás.

Actividades.- 

1. Hacer fotocopias para cada alumno de este texto.

2. Lectura individual y silenciosa del texto.

3. Contestar por escrito a estas preguntas:

a) Escribir los profesionales que nos prestan servicios.

b) ¿Qué cosas utilizamos o consumimos que las han hecho otras personas?

c) ¿Sería posible vivir sin la cooperación de unos con otros?

    d) ¿Qué podemos hacer para que haya más ayuda entre los alumnos
de la clase?

            4.Puesta en común leyendo las contestaciones a la pregunta d)


EL OSO Y LOS VIAJEROS
    Dos viajeros iban juntos por la carretera cuando de repente apareció un oso. Uno de
ellos corrió hacia un árbol de la vera del camino, trepó a las ramas y se ocultó. El otro
no era tan ágil como su compañero y, como no pudo escaparse, se arrojó al suelo y
fingió estar muerto. El oso se le acercó y lo olfateó, pero el viajero se quedó muy
quieto y mantuvo el aliento, pues dicen que un oso no toca un cadáver. El oso lo tomó
por un cadáver y se alejó. Cuando pasó el peligro, el viajero del árbol bajó y preguntó
al otro qué le había susurrado el oso cuando le acercó la boca a la oreja. El otro
respondió:

    -Me aconsejó que nunca más viajara con un amigo que te abandona ante la primera
señal de peligro.

    El infortunio pone a prueba la sinceridad de la amistad.

    Citado por William J. Bennett. El libro de las virtudes. Vergara.

    SUGERENCIAS METODOLÓGICAS

Objetivo.- Aprender a ser buenos amigos y vivir la fidelidad.

        Contenidos.-

Fidelidad

    Vivir la fidelidad se traduce en la alegría de compartir con alguien la propia vida,
procurando la felicidad y la mejora personal de la pareja.

    La fidelidad es un valor fundamental. Ya hemos escrito antes del valor de la lealtad
que se aplica muy directamente con amigos, amistades, familiares y compañeros de
trabajo. Sin embargo la fidelidad como valor se aplica más directamente a las
relaciones de pareja entre novios y entre esposos, y hoy hemos querido profundizar en
este tema, porque no es necesario sufrir la infidelidad de la pareja para entender que
este es un valor fundamental.

    Alcanzar el verdadero y único amor es la aspiración más noble del hombre, sin
embargo, el egoísmo y el placer se han convertido en dos gigantes que impiden tener
una relación sana, estable y de beneficio para las personas. Hacer conciencia y
robustecer el valor de la fidelidad, es una necesidad que nos apremia en beneficio de
nosotros mismos, la familia y la sociedad entera.

    La fidelidad es el íntimo compromiso que asumimos de cultivar, proteger y


enriquecer la relación con otra persona y a ella misma, por respeto a su dignidad e
integridad, lo cual garantiza una relación estable en un ambiente de seguridad y
confianza que favorece al desarrollo integral y armónico de las personas.

    Por extraño que pueda parecer, la fidelidad es anterior a la relación misma;
debemos conocer y descubrir realmente lo que buscamos y estamos dispuestos a dar
en una relación. La rectitud de intención nos ayudará a superar el egoísmo y hacer a
un lado los intereses poco correctos.

    Así, una relación está destinada al fracaso por desvirtuar el propósito de la misma:
Esto sucede con quien busca un joven apuesto o una chica hermosa para satisfacer la
propia vanidad o la búsqueda de placer; peor aún si se pretende a través de esa
relación, alcanzar una mejor posición social y un interés económico. Poco futuro tiene
esa pareja cuando alguna de las partes no ha entendido que debe haber disposición
para compartir, comprender y colaborar al perfeccionamiento personal del otro.

    Podemos afirmar que el egoísmo es el mayor peligro para cualquier relación.
Aunque no siempre aparece a primera vista, podemos observar que algunas personas
se dejan llevar por todo lo que es novedoso: ropa, autos, aparatos...; con el
consecuente cumplimiento de sus caprichos, buscando el placer en la comida, la
bebida, el sexo y la diversión.

    Estas personas están en constante peligro de faltar a la fidelidad en cualquier


momento, porque su vida está orientada a la novedad, al cambio y a la búsqueda de
nuevas experiencias y satisfacciones. Ser fiel cuesta trabajo porque no existe la
disposición a dar y a darse. ¿Cómo esperar que una relación no sea aburrida al poco
tiempo? ¿Cómo pretender que se eviten nuevas experiencias? Vencer al egoísmo, al
placer y a la comodidad con una conducta sobria, garantiza nuestro crecimiento
personal, y por ende, el de cualquier relación.

    La fidelidad no es exclusiva del matrimonio, es indispensable en el noviazgo porque


no hay otra forma de aprender a cultivar una relación y hacer que prospere. No está
mal que los jóvenes conozcan a distintas personas antes de decidir con quien sacar
adelante su proyecto de vida, pero debe hacerse bien, sin engaños, procurando
conocer realmente a la persona, dando lo mejor de sí mismos, teniendo rectitud de
intención en sus intereses, eso es noble, correcto y sobre todo, leal.

    También debemos ser cautelosos en nuestros afectos y tratar con delicadeza y
respeto a las personas del sexo opuesto, máxime si ya tenemos otra relación o un
compromiso con alguna persona en particular. Una cosa es la cortesía y el trato
amable, otra muy diferente los halagos, las excesivas atenciones y la comunicación de
sentimientos e inquietudes personales; estos intercambios hacen crecer un afecto que
va más allá de la amistad y de la convivencia profesional porque se involucra a la
persona en nuestra vida, en nuestra intimidad y siempre tendrá la misma
consecuencia: faltar a la fidelidad. Por eso, es necesario ser muy cuidadosos con
nuestro trato en la oficina, la escuela, con los familiares y en todos los lugares que
frecuentamos.

    La fidelidad no es atadura, por el contrario, es la libre expresión de nuestras


aspiraciones, nos colma de alegría e ilumina cotidianamente a las personas. Una
buena relación posee una serie de características que la hacen especial y favorecen a
la vivencia de la fidelidad, pero deben cuidarse para que no sean el producto de la
emoción inicial:

    - Existe el interés por estar al lado de la persona, se procuran detalles de cariño y
momentos agradables.

    - Constantemente se hace un esfuerzo por congeniar y limar las asperezas,


procurando que las discusiones sean mínimas para lograr la paz y la concordia lo más
pronto posible.

    - Se da poca importancia a las fallas y errores de la pareja, hacemos todo lo posible
por ayudar a que las supere con comprensión y cariño.

    - Somos cada vez más felices en la medida que se "avanza" en el conocimiento de
la persona y en la forma en la que corresponde a nuestra ayuda.

    - Compartimos alegrías, tristezas, triunfos, fracasos, planes... todo.

    - Por el respeto que merece nuestra pareja, cuidamos el trato con personas del sexo
opuesto, con naturalidad, cortesía y delicadeza; que a final de cuentas, es el respeto
que tenemos por nosotros mismos

    La fidelidad no es sólo la emoción y el gusto de estar con la pareja, es la lucha por
olvidarnos de pensar únicamente en nuestro beneficio; es encontrar en los defectos y
cualidades de ambos la oportunidad de ser mejores y así llevar una vida feliz.

    Sin lugar a dudas, cuando somos fieles podemos decir que nuestra persona se
perfecciona por la unión de dos voluntades orientadas a un fin común: la felicidad del
otro. Cuando este interés es auténtico, la fidelidad es una consecuencia lógica,
gratificante y enriquecedora.

    Vivir la fidelidad se traduce en la alegría de compartir con alguien la propia vida,
procurando la felicidad y la mejora personal de la pareja, generando estabilidad y
confianza perdurables, teniendo como resultado el amor verdadero.

Con autorización de:    www.encuentra.com

Actividades.-

1. Leer y explicar esta fábula.

2. Los alumnos harán una redacción de cómo hacer para conseguir amigos
¡SEAMOS AMIGOS!
    Un hombre joven, desanimado de todo, salió a dar una vuelta por el bosque. Una
vez allí, se quedó sorprendido al ver como una liebre llevaba comida a un tigre
atrapado y herido que no podía valerse por sí mismo. Al día siguiente volvió para
comprobar si aquel hecho era una casualidad o era habitual. Y vio que la escena se
repetía: la liebre dejaba un buen trozo de carne cerca del tigre. Y así un día y otro.

    Admirado por la solidaridad y cooperación de los animales, se dijo: “La naturaleza
es maravillosa. Si los animales, que son inferiores a nosotros, se ayudan de esta
manera, mucho más lo harán las personas”. Y decidió hacer la experiencia:

    Se tiró al suelo simulando que estaba herido, y se puso a esperar que alguna
persona pasara por su lado y se compadeciera.

    Pasaron las horas, llegó la noche y nadie se acercaba a su lado. Él aguantaba el
hambre y la intemperie porque confiaba en los demás hombres. Pero al cabo de unos
días de esperar inúltilmente, al límite de sus fuerzas, decepcionado de una naturaleza
que consideraba desordenada, sintió una voz que le decía: “Si quieres encontrar a tus
semejantes como hermanos, deja de hacer de tigre y haz de liebre”. Se sobresaltó, no
sabía si deliraba o soñaba, pero comprendió inmediatamente el mensaje y se levantó
para empezar a hacer de liebre.

    Adaptación del cuento El tigre y la zorra de Miguel Ángel Ferrés

    SUGERENCIAS METODOLÓGICAS

Objetivo.- Descubrir la importancia del servicio generoso en la amistad.

            Contenidos.-

Amistad

    Los elementos que forjan amistades para toda la vida.

    La amistad es un valor universal. Está claro que difícilmente podemos sobrevivir en
la soledad y el aislamiento. Necesitamos a alguien en quién confiar, a quién llamar
cuando las cosas se ponen difíciles, y también con quien compartir una buena
película. Pero ¿Qué es la amistad? ¿De qué se compone? ¿Cómo tener amistades
que duren toda la vida?

    Caerse bien

    Las amistades suelen comenzar de imprevisto, y muchas veces sin buscarlas. En el
camino de la vida vamos encontrándolas. Y todo comienza porque alguien "nos cae
bien".

    Convicciones, sentimientos, gustos, aficiones, opiniones, ideas políticas, creencias,


religión son algunos de las cosas en común que pueden hacer que nos hagamos
amigos de alguien.
    Sentirse a gusto con una persona, conversar y compartir sentimientos es el principio
de eso que llamamos amistad.

    Algo en Común

    Para que la amistad sea verdadera, debe existir algo en común y, sobre todo,
estabilidad. El interés común puede ser una misma profesión, una misma carrera, un
pasatiempo en común, y la misma vida nos va dando amigos. Dice el refrán Aficiones
y caminos hacen amigos.

    La amistad es un cariño, un apreciarse que promueve un dar, un darse y para ello
es necesario encontrarse y conversar.

    Después, con el tiempo, la amistad puede desarrollarse en profundidad y en


extensión mediante el trato, el conocimiento y el afecto mutuos.

    La amistad no puede desarrollarse sin estabilidad. Por eso cuando dejamos de ver
durante muchos años a nuestros amigos, a veces nos enfrentamos a que parecen
personas totalmente diferentes, o simplemente no se pasa de un diálogo superficial
que deja un mal sabor de boca. La amistad es algo que requiere estabilidad en el trato.

    Tratarse

    Conocer bien al amigo es saber de su historia pasada, de sus quehaceres actuales
y de sus planes futuros; y del sentido que da a su vida, de sus convicciones; y de sus
gustos y aficiones, y de sus defectos y virtudes. Es saber de su vida, de su forma de
ser, de comprenderse; es... comprenderle.

    Comprender al amigo es meterse en su piel y hacerse cargo.

    Desinterés

    Para que una amistad sea verdadera, no basta con caerse bien, hay que dar el paso
definitivo: ayudarse desinteresadamente, sin esperar nada a cambio. Al amigo se le
quiere porque él es él y porque yo soy yo. La amistad se orienta hacia el tú y consiste
más en un servir que en un sentir.

    No es amigo ni el compañero ni el camarada. Tampoco es amigo que el busca


aprovecharse del otro. La amistad no es comercio de beneficios.

    La verdadera amistad es, en gran medida, servicio afectuoso y desinteresado.

    Vale la pena

    Ser amigo de verdad no es fácil, pero vale la pena el esfuerzo. Es un gozo tener
amigos de verdad: estar con ellos, charlar, ayudarle o ser ayudado y disfrutar y
alegrase con ellos ¡poder contar con ellos! Aunque cueste, vale la pena el esfuerzo
que requiere ser un amigo.

    Tenerse confianza

    No solamente se cree lo que dice el amigo, hay que creer en él. Tener confianza en
el amigo significa que tenemos la seguridad moral de que responderá favorablemente
a as esperanzas de amistad que depositemos en él.

    La confianza mutua hace posible la autenticidad.

    Dar. Darse.

    La generosidad nos ayuda y facilita el dar que es esencial en la amistad. El dar y el
darse es esencial en la amistad. El amigo de verdad es generoso y da. Da sus
cualidades, su tiempo, sus posesiones, sus energías, sus saberes. Y lo hace para
procurar ayudar eficazmente al amigo.

    Debemos mirar generosamente, con respeto y con cariño. El egoísmo se opone
radicalmente a la amistad.

    Un acto de generosidad especialmente difícil es el perdonar. Debemos comprender


y saber los motivos de una acción que nos ha hecho daño. Saber perdonar es propio
de almas sabias y generosas.

    Ser leales

    No hay riqueza más valiosa que un buen amigo seguro. Ser leal supone ser persona
de palabra, que responda con fidelidad a los compromiso que la amistad lleva consigo.
Leales son los amigos que son nobles y no critican, ni murmura, que no traicionan una
confidencia personal, que son veraces. Son verdaderos amigos quienes defienden los
interés y el buen nombre de sus amigos.

    Ser leal también es hablar claro, ser franco. Debemos también ser leales en corregir
a un amigo que se equivoca.

    Ser agradecidos

    Dice un refrán que "El agradecimiento es el más efímero de los sentimientos
humanos" y con mucha frecuencia parece tener razón. La gratitud es propia de los
verdaderos amigos.

    ¿Cuántas veces nos hemos sentido mal con un amigo porque no ha sido
agradecido del tiempo que le damos? Nosotros debemos agradecerle su tiempo, los
buenos ratos que nos hace pasar, su ayuda cuando nos sentimos mal. A nosotros nos
gustaría que una amistad nos dijera "gracias", demos entonces nosotros el primer
paso.

    Un enemigo mortal

    El Yo es un enemigo mortal de la amistad. El orgullo y el egoísmo no caben en la


amistad. El orgulloso no mira más allá de su persona, de sus propias cualidades, de
sus intereses. No es capaz de ayudar a nadie.

    Mantener las amistades

    Las amistades se cultivan, maduran. Es fácil hacer amigos, pero es mucho más
difícil mantenerlos. La vida pone a prueba la generosidad, la lealtad, el
agradecimiento, y no siempre se sale bien de ella. De aquellos amigos de la
universidad, poco a poco la lista se hará menor. De un grupo de 30 o 40 amigos,
acabarán quedando, para toda la vida 3 o 4.
    Hacer nuevos amigos

    El hecho de que alguien no tenga muchos amigos no es algo que deba permanecer
así. El cultivar aficiones o asistir a alguna clase que nos interese es uno de los mejores
medios para hacer amigos. Una cosa maravillosa de la amistad, es que incluso la
gente más tímida puede hacer amistad ¡Con otros tan tímidos como ellos mismos!
Hacer nuevos amigos es abrir horizontes. Si alguna vez algún amigo nos ha pagado
mal, no significa que ocurra así con todo el mundo. Lo peor que puede hacer
cualquiera es cerrarse.

    Las amistades cambian

    Un punto fundamental al entender la amistad, es que las personas ni somos


perfectas y cambiamos poco a poco, es decir, que no siempre encontraremos un "solo
mejor amigo". Habrá quien comparta con nosotros nuestras aficiones, otro quizá
nuestros problemas, otro nuestros sueños. Querer buscar que una sola persona llene
todas nuestras necesidades de amistad es algo que podría llegar a ser una utopía.
Además ¿Quién dijo que no se pueden tener varios amigos?

    ¿Amistad o complicidad?

    Así como la amistad sana es un valor esencial para nuestras vidas, el tener una
amistad con la persona equivocada puede serla fuente de muchos dolores de cabeza.
Problemas de droga, delincuencia, baja en el desempeño profesional, problemas
familiares son unos cuantos efectos de las malas amistades. La amistad es compartir,
pero no es complicidad. También es importante recordar que somos personas
individuales, con una conciencia individual. El hecho de que tal o cual amistad "lo
haga", no significa que nosotros debemos hacerlo. Tampoco podemos esconder
nuestra conciencia individual en una conciencia "compartida". Es el caso típico de
alguien que se mete en problemas serios porque salió con los amigos y se perdió el
control. "Más vale solo que mal acompañado" es un adagio que, de haber sido
practicado a tiempo, podría haber evitado muchos problemas.

    Conclusión

    La amistad es tan importante para el desarrollo humano, su estabilidad y el


mejoramiento de la sociedad que es un verdadero valor, que debemos cuidar y
fomentar.

Con autorización de:    www.encuentra.com

Actividades.-

1. Hacer una fotocopia del texto para cada alumno.

2. El profesor leerá y explicará este cuento.

3. Hacer un coloquio sobre estas cuestiones:

a) ¿Como eran las conductas de la liebre y del tigre?

b) ¿Qué aprendió este hombre joven?


c) ¿Qué deberíamos hacer para mejorar las relaciones con los demás?

4. Escribir en la pizarra las contestaciones a la pregunta c)


LA NARANJA DE TONI
    Jaime y Toni eran dos jóvenes de 18 y 22 años que trabajaban juntos pero no se
dirigían la palabra desde un día que discutieron y pelearon por una tontería.

    Jaime sufría por esta situación; más de una vez había intentado reconciliarse, pero
Toni no quería.

    Un día, por problemas de trabajo y yendo en el mismo coche, tuvieron la desgracia
de tener un accidente muy aparatoso y no podían salir.

    Al poco rato, Jaime parecía que iba a desvanecerse y exclamó:

    -“¡Tengo sed!”

    Toni recordó que lo único que tenía era una naranja, pero él también tenía mucha
sed. La partió por la mitad y la iba exprimiendo en los labios de su compañero; por
unos instantes olvidó su enfado.

    Jaime al ver cómo le asistía, le ayudaba, compartía su dolor y le daba lo único que
tenía, la naranja, le dijo:

    -“¿Toni, qué estás haciendo?" Tenías una naranja y la estás compartiendo
conmigo”.

    -“Tenías sed.”

    -“Tú también debías tener. Eres un compañero admirable. Dame la mano y
perdóname.”

    Y en silencio se apretaron las manos fraternalmente.

    Al poco rato llegaron los equipos de salvamento.

    A partir de aquel día Jaime y Toni se convirtieron en amigos inseparables.

    Carreras Ll. y otros. Cómo educar en valores. Narcea Ediciones.

    SUGERENCIAS METODOLÓGICAS

Objetivo.- Aprender a perdonar y restablecer la amistad. 

          Contenidos.-

Perdón

    Los resentimientos nos impiden vivir plenamente sin saber que un simple acto del
corazón puede cambiar nuestras vidas y de quienes nos rodean

    En los momentos que la amistad o la convivencia se rompen por cualquier causa, lo
más común es la aparición de sentimientos negativos: la envidia, el rencor, el odio y el
deseo de venganza, llevándonos a perder la tranquilidad y la paz interior. Al perder la
paz y la serenidad, los que están a nuestro alrededor sufren las consecuencias de
nuestro mal humor y la falta de comprensión. Al pasar por alto los detalles pequeños
que nos incomodan, no se disminuye la alegría en el trato cotidiano en la familia, la
escuela o la oficina.

    Sin embargo, no debemos dejar que estos aspectos nos invadan, sino por el
contrario, perdonar a quienes nos han ofendido, como un acto voluntario de disculpar
interiormente las faltas que han cometido otros.

    En ocasiones, estos sentimientos son provocados por acciones o actitudes de los
demás, pero en muchas otras, nos sentimos heridos sin una razón concreta, por una
pequeñez que ha lastimado nuestro amor propio.

    La imaginación o el egoísmo pueden convertirse en causa de nuestros


resentimientos:    

    - Cuando nos damos el lujo de interpretar la mirada o la sonrisa de los demás,
naturalmente de manera negativa;
    - Por una respuesta que recibimos con un tono de voz, a nuestro juicio indiferente o
molesta;
    - No recibir el favor que otros nos prestan, en la medida y con la calidad que
nosotros habíamos supuesto;
    - En el momento que a una persona que consideramos de "una categoría menor",
recibe un favor o una encomienda para lo cual nos considerábamos más aptos y
consideramos injusta la acción.

    Es evidente que al ser susceptibles, creamos un problema en nuestro interior, y tal
vez enjuiciamos a quienes no tenían la intención de lastimarnos.

    Para saber perdonar necesitamos:

    - Evitar "interpretar" las actitudes.


    - No hacer juicios sin antes de preguntarnos el "por qué" nos sentimos agredidos
(así encontraremos la causa: imaginación, susceptibilidad, egoísmo).
    - Si el malentendido surgió en nuestro interior solamente, no hay porque seguir
lastimándonos: no hay que perdonar. Lamentamos bastante cuando descubrimos que
no había motivo de disgusto... entonces nosotros debemos pedir perdón.

    Si efectivamente hubo una causa real o no tenemos claro qué ocurrió:

    - Tener disposición para aclarar o arreglar la situación.


    - Pensar la manera de llegar a una solución.
    - Buscar el momento más adecuado para platicarlo con calma y tranquilidad, sobre
todo de nuestra parte.
    - Escuchar con paciencia, buscando comprender los motivos que hubo.
    - Exponer nuestras razones y llegar a un acuerdo.
    - Olvidar en incidente y seguir como si nada hubiera pasado.

    El Perdón enriquece al corazón porque le da mayor capacidad de amar; si


perdonamos con prontitud y sinceramente, estamos en posibilidad de comprender las
fallas de los demás, actuando generosamente en ayudar a que las corrijan.

    Es necesario recordar que los sentimientos negativos de resentimiento, rencor, odio
o venganza pueden ser mutuos debido a un malentendido, y es frecuente encontrar
familia en donde se forma un verdadero torbellino de odios. Nosotros no perdonamos
porque los otros no perdonan. Es necesario romper ese círculo vicioso comprendiendo
que "Amor saca amor". Una actitud valiente de perdón y humildad obtendrá lo que la
venganza y el odio nunca pueden, y es lograr reestablecer la armonía.

    Una sociedad, una familia o un individuo lleno de resentimientos impiden el


desarrollo hacia una esfera más alta.

    Perdonar es más sencillo de lo que parece, todo está en buscar la forma de
mantener una convivencia sana, de la importancia que le damos a los demás como
personas y de no dejarnos llevar por los sentimientos negativos.

Con autorización de:    www.encuentra.com

Actividades.- 

1.      Formar equipos y leer el texto.

2.      El secretario del equipo copia las contestaciones a estas preguntas:

    a) ¿Por qué estaban enfadados Jaime y Toni?

b) ¿Qué le pasó a Jaime?.

c) ¿Cómo le ayudó Toni?

d) ¿Con qué palabras se reconciliaron?

e) ¿Cómo podemos restablecer la amistad con todos?

3.      Copiar en la pizarra las contestaciones a la pregunta e)


  LA ANCIANA DEL ASILO
    Contaba el Papa Juan Pablo I en una audiencia del 6 de septiembre de 1978: Yo,
de obispo en Venecia, solía ir a veces a visitar asilos de ancianos. Una vez encontré a
una enferma anciana.

    -Señora, ¿cómo está?

    -Bah, comer, como bien; calor, bien también, hay calefacción.

    -Entonces, esta contenta, ¿verdad?

    -No.

    Y casi se echó a llorar.

    -Pero, ¿por qué llora?

    -Es que mi nuera y mi hijo no vienen nunca a visitarme. Yo quisiera ver a los
nietecitos.

    El comentario es del mismo Juan Pablo I: “No bastan la calefacción, la comida: hay
un corazón; es menester pensar igualmente en el corazón de nuestros ancianos.”

    Jesús Azcárate. Para seguir avanzando. Juvenil Mundo Cristiano.

    SUGERENCIAS METODOLÓGICAS

Objetivo.- Ser atentos y cariñosos con nuestros familiares.

          Contenido.-

Compasión

    La compasión se enfoca en descubrir a las personas, sus necesidades y


padecimientos, con una actitud permanente de servicio.

    Parece ser que la compasión sólo puede tenerse en algunos momentos de nuestra
vida, con aquellos que han caído en desgracia y los desvalidos. La capacidad de
conmovernos ante las circunstancias que afectan a los demás se pierde día a día,
recuperar esa sensibilidad requiere acciones urgentes para lograr una mejor calidad
de vida en nuestra sociedad.

    Compadecerse es una forma de compartir y participar de los tropiezos materiales,


personales y espirituales que aquejan a los demás, con el interés y la decisión de
emprender acciones que les faciliten y ayuden a superar las condiciones adversas.

    Diariamente ocurren todo género de desgracias: las fuerzas naturales, la violencia
entre los hombres y los accidentes. En casos tan lamentables la compasión nos
mueve a realizar campañas, colectas o prestar servicios para apoyar en las labores de
ayuda humanitaria.

    Ante todo, debe quedar claro que tener compasión y sentir lástima no es lo mismo.
Contemplamos la desgracia muchas veces como algo sin remedio y sentimos
escalofrío al pensar que sería de nosotros en esa situación, sin hacer nada, a lo
mucho pronunciamos unas cuantas palabras para aparentar condolencia.

    Por otra parte, pasa el tiempo y vemos con asombro la indeferencia que poco a
poco envuelve a los seres humanos, los contratiempos ajenos parecen distantes, y
mientras no seamos los afectados todo parece marchar bien. Este desinterés por los
demás se solidifica y nos hace indolentes, egoístas y centrados en nuestro propio
bienestar

    Sin embargo, son las personas que nos rodean quienes necesitan de esa
compasión que comprende, se identifica y se transforma en actitud de servicio.
Podemos descubrir este valor en diversos momentos y circunstancias de la vida, tal
vez pequeños, pero cada uno contribuye a elevar de forma significativa nuestra calidad
humana:

    - Quien visita al amigo o familiar que ha sufrido un accidente o padece una grave
enfermedad, más que lamentar su estado, está pendiente de su recuperación, en sus
visitas regulares procura llevar alegría y tener momentos agradables.

    - La reacción comprensiva de un padre o madre de familia ante las faltas de los
hijos, por inmadurez, descuido o una travesura deliberada, reprenden, animan y
confían en la promesa de ser la última vez que ocurra...

    - En la escuela el profesor que consciente de la edad y las circunstancias


particulares, corrige sin enojo pero con firmeza la indisciplina de sus alumnos, o pone
todos los recursos al alcance para sacar adelante a ese joven con dificultades en el
estudio.

    - Los jóvenes que participan en actividades de asistencia social en comunidades


marginadas, asisten con la ilusión de enseñar doctrina a los niños, festejan y animan a
todos en el juego de balompié, conviven sin reparar en lo descuidado de su aspecto y
sus modales...

    - Toda persona en la oficina que roba tiempo a sus ocupaciones para explicar,
enseñar y hacer entender a sus compañeros las particularidades de su labor,
conocedor de su necesidad de trabajo y de la importancia del trabajo en conjunto.

    Con el valor de la compasión se reafirman y perfeccionan otros valores:


Generosidad y Servicio por poner a disposición de los demás el tiempo y recursos
personales; Sencillez porque no se hace distinción entre las personas por su
condición; Solidaridad por tomar en sus manos los problemas ajenos haciéndolos
propios; Comprensión porque al ponerse en el lugar de otros, descubrimos el valor de
la ayuda desinteresada.

    Aunque la compasión nace en el interior como una profunda convicción de procurar
el bien de nuestros semejantes, debemos crear conciencia y encaminar nuestros
esfuerzos a cultivar este valor tan lleno de oportunidades para nuestra mejora
personal:

    - Evita criticar y juzgar las faltas y errores ajenos. Procura comprender que muchas
veces las circunstancias, la falta de formación o de experiencia hacen que las
personas actúen equivocadamente. En consecuencia, no permitas que los demás "se
las arreglen como puedan" y haz lo necesario para ayudarles.

    - Observa quienes a tu alrededor padecen una necesidad o sufren contratiempos,


determina cómo puedes ayudar y ejecuta tus propósitos.

    - Centra tu atención en las personas, en sus necesidades y carencias, sin


discriminarlas por su posición o el    grado de efecto que les tengas.

    - Rechaza la tentación de hacer notar tu participación o esperar cualquier forma de


retribución, lo cual sería soberbia e interés.

    - Visita centros para la atención de enfermos, ancianos o discapacitados con el


firme propósito de llevar medicamentos, alegría, conversación, y de vez en cuando
una golosina. Aprenderás que la compasión te llevará a ser útil de verdad.

    Es tan enriquecedora la compasión porque va más allá de los acontecimientos y las
circunstancias, se enfoca en descubrir a las personas, sus necesidades y
padecimientos, con una actitud permanente de servicio, ayuda y asistencia, haciendo
a un lado el inútil sentimiento de lástima, la indolencia y el egoísmo.

Con autorización de:    www.encuentra.com

Actividades.- 

1.      Después de hacer copias de este texto cada chico lo lee individualmente.

2. Contestar a estas preguntas:

a) ¿Quién contó esta anécdota?

b) ¿Qué le iba bien a la anciana?

c) ¿Por qué no estaba contenta?

d) ¿Qué puedo hacer yo para alegrar a mis familiares?

3. Puesta en común de la pregunta d)


RAYITO DE SOL
    Érase una vez una niña llamada Elsa. Tenía una abuela muy vieja, de cabello
blanco, con arrugas en todo el rostro.

    El padre de Elsa tenía una gran casa en una colina.

    Todos los días el sol asomaba por las ventanas del sur. Todo lucía brillante y
hermoso.

    La abuela vivía en el lado norte de la casa. El sol nunca entraba en su habitación.

    Un día Elsa dijo a su padre:

    -¿Por qué el sol no entra en la habitación de la abuela? Sé que a ella le gustaría
recibirlo.

    -No hay sol en las ventanas del norte –dijo su padre.

    -Entonces giremos la casa, papá.

    -Es demasiado grande para eso –dijo su padre.

    -¿La abuela nunca tendrá sol en su habitación? –preguntó Elsa.

    -Claro que no, hija, a menos que tú puedas llevarle un poco.

    Después de eso Elsa trató de pensar en modos de llevarle un rayo de sol a su
abuela.

    Cuando jugaba en los campos, veía la hierba y las flores ondulantes. Los pájaros
cantaban dulcemente mientras volaban de árbol en árbol.

    Todo parecía decir: Amamos el sol: Amamos el radiante y cálido sol.

    “La abuela también lo amaría –pensaba la niña-. Debo llevarle un poco.”

    Una mañana cuando estaba en el jardín sintió los cálidos rayos del sol en su cabello
dorado. Se sentó y los vio en su regazo.

    -Los juntaré en mi vestido –se dijo-, y los llevó a la habitación de la abuela. –Se
levantó de un brinco y entró en la casa a la carrera.

    -¡Mira, abuela, mira! Aquí te traigo rayos de sol –exclamó. Y abrió el vestido, pero
no había un rayo a la vista.

    -Asoman por tus ojos, mi niña –dijo la abuela-, y brillan en tu cabello brillante y
dorado. No necesito el sol cuando te tengo conmigo.

    Elsa no entendía cómo el sol podía asomar por sus ojos, pero le alegró hacer feliz a
su abuela.
    Todas las mañanas jugaba en el jardín. Luego corría a la habitación de su abuela
para llevarle el sol en los ojos y el cabello.

    Versión de Etta Austin Blaisdell. Libro de las virtudes. Vergara.

    SUGERENCIAS METODOLÓGICAS

Objetivo.- Preocuparse de alegrar a los demás.

         Contenido.-

Alegría

    La fuente más común, más profunda y más grande de la alegría es el amor.

    La alegría es algo simple, pero no sencillo. Es simple apreciar si una persona es
alegre o no, y la forma en la que ilumina a los demás, sin embargo tratar de ser una
persona así no es sencillo. La alegría es un gozo del espíritu. Los seres humanos
conocemos muy bien el sufrimiento y el dolor, y quienes han perdido a un ser querido
lo han experimentado en toda su profundidad. Bien, pues así como el ser humano
conoce el dolor y el sufrimiento, es capaz de tener las sensaciones opuestas:
bienestar y... ¿Felicidad? Sí, felicidad.

    Sin embargo la alegría es distinta del dolor, pues el dolor generalmente tiene causas
externas: un golpe, un acontecimiento trágico, una situación difícil. Y la alegría es
exactamente al revés, proviene del interior. Desde el centro de nuestra mente, de
nuestra alma, hay un bienestar, una paz que se reflejan en todo nuestro cuerpo:
sonreímos, andamos por ahí tarareando o silbando una tonadilla, nos volvemos
solícitos... El cambio es realmente espectacular, tanto que suele contagiar a quienes
están al rededor de una persona así.

    La alegría surge, en primer lugar, de una actitud, la de decidir cómo afronta nuestro
espíritu las cosas que nos rodean. Quien se deja afectar por las cosas malas, elige
sufrir. Quien decide que su paz es mayor que las cosas externas, entonces se acerca
más a una alegría. Una alegría que viene desde de adentro.

    La fuente más común, más profunda y más grande de la alegría es el amor,
particularmente el amor en pareja. ¿Quién no se siente alegre cuando recién conoció a
una persona que le gusta? Aún más ¿Quién no ve el mundo diferente cuando se da
cuenta de que esa persona, además, está interesada en nosotros? El amor rejuvenece
y es una fuente espontánea y profunda de alegría. Ese amor es, efectivamente, el
principal combustible para estar alegres. Quien no ama, no ríe. Y es por eso que el
egoísta sufre, y nunca está alegre.

    Si nos hiciéramos el propósito de enumerar una serie de motivos para no estar
alegres, encontraríamos: levantarse todos los día a la misma hora para acudir al
trabajo, a la escuela o para reiniciar las labores domésticas; convivir con las personas
que no son de nuestro agrado; enfrentarse al tráfico; preocuparnos por ajustar nuestro
presupuesto para solventar las necesidades primordiales y además pagar las deudas;
estar pendientes de la seguridad y bienestar de la familia; trabajar exactamente en lo
mismo que hicimos ayer, y todo aquello que de alguna manera se parece a la vida
rutinaria. Esto sería lo mismo que llevar una vida fría y con un gran toque de
amargura.

    Pocas veces pensamos en el hecho de estar alegres, pues en algunos momentos la
alegría surge de manera espontánea por diversos motivos: una mejor oportunidad de
trabajo, la propuesta para emprender un negocio, el ascenso que no esperábamos, un
resultado por encima de lo previsto en los estudios... y dejamos que la vida siga su
curso, sin ser conscientes que a la alegría no siempre se le encuentra, también se le
construye.

    Tampoco es válido pensar que la solución consiste en tomar con poca seriedad
nuestras obligaciones y compromisos para vivir tranquilamente y de esta manera estar
alegres. La persona que busca evadir la realidad tiene una alegría ficticia, mejor dicho,
vive inmerso en la comodidad y en la búsqueda del placer, lo cual dura muy poco.

    ¿Qué se debe hacer para vivir el valor de la alegría? Para concretar una respuesta,
primero debemos ver lo bueno que hacemos con esfuerzo y cariño:

    - El trabajo que todos los días haces en la oficina o en el negocio. Aunque siempre
sea el mismo, beneficias a otras personas y por consiguiente a tu familia y ti mismo. El
hacerlo bien te da la seguridad de mantenerlo y de tener una fuente de ingresos.

    - El cuidado que tienes para tu familia. Si eres padre o madre de familia, tienes la
satisfacción de proporcionarles educación, alimentos y cuidados a tus hijos. Te da
gusto verlos aseados y contentos. Haz tenido la capacidad de no adquirir algo para tu
uso personal con tal de comprarles ropa, libros, zapatos o algún juguete. Como hijo,
haces que tus padres se sientan orgullosos al ver tus éxitos en los estudios, el deporte
o cualquier sana afición, de estar pendiente de no provocarles un disgusto o una pena
como consecuencia de malas amistades, el alcohol o la droga.

    - El tener amigos. Cada vez que los visitas por enfermedad, les ayudas en una
mudanza, te das tiempo para platicar de sus problemas y darles consejo, o si sabes de
mecánica te ofreces para hacer una pequeña reparación, salir a comer o convivir
mediante algún deporte.

    - El vivir en armonía con la sociedad. Mantener buenas relaciones con tus vecinos,
ser aceptado por mostrar educación y respeto, el cuidar la limpieza fuera de tu casa,
procurar que existan centros de sana diversión cerca del lugar en el que vives, o si
participas en alguna iniciativa de ayuda a los más necesitados.

    ¿No es todo lo anterior motivo de gozo y de satisfacción interior?

    El valor de la alegría está alejado del egoísmo porque todas las personas están
primero que la propia, es saber darse sin medida, sin interés, por el simple hecho de
querer ayudar con los medios a nuestro alcance.

    Cada vez que realizamos algo bueno, con sacrificio o sin él, con desprendimiento de
nuestra persona y de nuestras cosas, nos inunda la paz interior porque es la alegría
del deber cumplido.

    Lo que más apreciamos en la vida se debe al esfuerzo que pusimos para
alcanzarlo, estudiando con intensidad, preparándonos para trabajar más y mejor, y los
beneficios a obtener serán consecuencia de ese empeño.
    El tener vida ya es motivo suficiente de alegría, aún el las circunstancias más
adversas, estamos en condiciones de hacer algo positivo y de provecho para los
demás, "es hacer el bien, sin mirar a quien". Disfrutar de lo poco o de lo mucho que
tenemos sin renunciar a mejorar, mientras tengamos vida, tenemos posibilidades.
Toda persona es capaz de irradiar desde su interior la alegría, manifestándola
exteriormente con una simple sonrisa o con la actitud serena de su persona, propia de
quien sabe apreciar y valorar todo lo que existe a su alrededor.

Con autorización de:    www.encuentros.com

Actividades.- 

1. El profesor lee el texto explicando este relato.

2. Cada alumno contesta a estas preguntas:

a) ¿Por qué no entraba el sol en la habitación de la abuela?

b) ¿Qué solución proponía Elsa con la casa?.

c) ¿Cómo pensaba llevar los rayos de sol a su abuela?

    d) ¿Qué es lo que le gustaba a la abuela?

e) ¿Qué podemos hacer para alegrar a los demás?

        3.Varios niños leen las contestaciones a la pregunta e)


VENDEDOR DE FELICIDAD
    Es la historia de un hombre que estaba harto de llorar.

    Miró a su alrededor y vio que la felicidad la tenía delante de sí.

    Estiró la mano y la quería coger.

    La felicidad era una flor. La cogió y aún no la tenía en la mano cuando ya se
deshojó.

    La felicidad era un rayo de sol. Levantó los ojos para calentarse la cara y, de
repente, una nube la apagó.

    La felicidad era una guitarra. La acarició con los dedos. Las cuerdas empezaron a
chirriar.

    Cuando al atardecer llegaba a casa, el buen hombre continuaba llorando.

    Al día siguiente, continuó buscando la felicidad.

    Al borde del camino había un niño que lloriqueaba.

    Para tranquilizarlo cogió una flor y se la dio.

    La fragancia de la flor perfumó a ambos.

    Una pobre mujer temblaba de frío cubierta con sus trapos.

    Él la acompañó hasta el sol y también él se calentó.

    Un grupo de niños cantaba.

    Él los acompañó con su guitarra.

    También él se deleitó con aquella melodía.

    De regreso a casa, de noche, el buen hombre sonreía de verdad.

    Micaló P. Plantes. E. “Vivre enfora”

    SUGERENCIAS METODOLÓGICAS

Objetivo.- Buscar la felicidad de los demás.

          Contenido.-

Felicidad
    El ser feliz no es un estado de ánimo, es una actitud constante...

    Como muchos de los temas más profundos de nuestras vidas, todos tenemos una
noción interna sobre qué es la felicidad, pero nos parece muy difícil explicarla. Ocurre
lo mismo al pensar en conceptos como "Justicia" o "Solidaridad".

    Generalmente cuando pensamos en felicidad vemos sus efectos, pero pocas veces
analizamos con cuidado sus causas: ¿Qué nos hace felices? ¿Es posible que esta
felicidad sea un estado permanente?

    Es fácil confundir la felicidad con el bienestar. Por eso muchas personas tienden a
equivocar el sentido de los bienes materiales en sus vidas, creyendo que les dará una
felicidad que nunca encuentran. Y es que las cosas materiales nos dan bienestar: es
más cómodo viajar en un coche que en un transporte público, es agradable tener
abrigo cuando hace frío, ese necesario tener algo qué comer. Pero ese bienestar no
tiene nada que ver con la felicidad.

    La felicidad es un concepto mucho más profundo de estabilidad, seguridad,


esperanza. La felicidad no es la falta de problemas o la ausencia de dificultades. ¿Se
puede ser feliz enmedio de una tormenta? Sí, porque la felicidad no es algo que esté
necesariamente fuera de nosotros. El primer sitio donde debemos encontrarla es en
nuestro interior. Es muy difícil ser feliz con una actitud de resentimiento o de enojo
hacia la vida. Tampoco se puede ser feliz si depositamos nuestro corazón en cosas
materiales o en las personas equivocadas. El vivir de manera continua un conjunto de
valores nos brinda la estabilidad necesaria para sentirnos completos. La felicidad tiene
mucho que ver con el vacío o plenitud de nuestras vidas en su sentido más profundo.

    Pero la felicidad no está únicamente en nosotros mismos, también está en el darnos
a los demás: la generosidad en la amistad, la ayuda al desvalido, el apoyo en los
momentos difíciles. El volcarnos hacia los demás es una de las fuentes más preciosas
para una genuina felicidad.

    En este mundo actual de teléfonos móviles, Internet y tecnología es fácil centrarnos
en nosotros mismo y nuestros problemas y también es fácil olvidarnos de los demás.
Sin embargo en la medida en la que nos preocupamos más por los demás y menos
por nosotros mismos se resuelven dos problemas: el de la persona a la que estamos
ayudando, y el nuestro porque nuestra vida cobra un nuevo sentido.

    La felicidad también tiene mucho que ver con nuestra actitud hacia los problemas y
las preocupaciones, que siempre estarán presentes en nuestras vidas de una forma o
de otra, sin embargo una actitud positiva y una esperanza continua ayudan muchísimo
más que una actitud pesimista, un encerrarse en sí mismo y una visión "amarga" de la
existencia. La felicidad es el resultado de un esfuerzo constante para superar los
problemas o de un trabajo intenso y continuado por mucho tiempo. No se es optimista
porque todo sale siempre bien, sino porque aunque las cosas salgan mal, se confía en
que siempre habrá personas que nos ayudarán a superar las dificultades.

    El ser feliz no es un estado de ánimo, es una actitud constante; para lograr esto
podemos considerar como fundamental:

    - Aprender a disfrutar de las pequeñas y cotidianas cosas de nuestra vida: la


conversación, el descanso, el trabajo, la naturaleza, la amistad...
    Debemos ser conscientes que el afán desordenado por encontrar satisfacciones
conduce a una falsa felicidad, es decir, simplemente un placer..
    - Ver en nuestras ocupaciones cotidianas un motivo de Felicidad.
Cualquiera que sea nuestro trabajo, es la expresión de lo que podemos y sabemos
hacer. Realizarlo con entusiasmo, bien hecho y completo se convierte en una
satisfacción y nuestra carta de presentación en la sociedad en que vivimos.

    - Aceptar nuestras cualidades y limitaciones sin renunciar a mejorar. Con frecuencia
podemos centrar nuestra atención en las cosas que nos faltan (bienes, mejor puesto
en el trabajo, capacidad de relación social). Debemos aprovechar el tiempo en
encontrar todo aquello que nos ayuda a superarnos: estudiar más, prepararnos para
trabajar en la labor que mejor desempeñamos o acercarnos a las personas que nos
puedan enseñar y sugerir mejores alternativas.

    - Tener una actitud positiva ante las personas y las circunstancias.
Esto implica la comprensión que tengamos hacia los errores y actitudes de los demás,
evitando provocar problemas y conflictos. Siempre será mejor enseñar como se
pueden hacer mejor las cosas, valorando el esfuerzo y los logros obtenidos.
    Ser perseverantes en las dificultades, esforzándonos por descubrir lo positivo de los
problemas, tratando de sacar provecho de la experiencia.

    - Hacer lo posible por crear un ambiente agradable: contando anécdotas,


organizando pequeños torneos deportivos para los amigos o la familia, festejar los
cumpleaños, ver una película que sea divertida... Por lo general no se requiere de
organizar grandes eventos, lo más sencillo es lo mejor.

    La Felicidad esta implícita en la vivencia de los demás Valores, cada uno de ellos
nos aporta la posibilidad de llevar una vida plena, positiva y llena de optimismo.

    No podemos renunciar a ser felices, aprendiendo nosotros, estamos en condiciones


de hacer felices a quienes nos rodean, enseñando que la felicidad no esta en tener
una vida fácil, sino en procurarnos mutuamente la alegría, el apoyo y dirección en todo
momento.

Con autorización de:    www.encuentra.com

Actividades.- 

1. Formar equipos y leer el texto.

2. El secretario escribe las contestaciones a estas preguntas:

a) ¿Por qué lloraba este hombre?

b) ¿Qué pasó cuando cogió la flor para él?

c) ¿Y con el rayo de sol y la guitarra?

d) ¿Qué pasó cuando le ofreció la flor a la niña?

e) ¿Por qué el segundo día estaba feliz?

    f) ¿Cómo podemos encontrar nosotros la felicidad?

    3. Los secretarios de los equipos leen las contestaciones a e) y f)


DIAMANTES Y SAPOS
    Érase una vez una mujer que tenía dos hijas. La hija mayor era muy parecida a la
madre en el semblante y los modales. Ambas eran tan antipáticas y orgullosas que era
imposible vivir con ellas.

    La hija menor se parecía al padre, pues era bondadosa y de buen carácter, y muy
bella. Como la gente suele gustar de los que son semejantes, la madre era muy
aficionada a su hija mayor, y sentía gran antipatía por la menor. La hacía comer en la
cocina, y trabajando todo el tiempo.

    Entre otras cosas, esta pobre niña debía ir dos veces por día a recoger un cubo de
agua del manantial del bosque, a gran distancia de la casa.

    Un día, cuando llegó al manantial, una pobre mujer se le acercó y le pidió un trago.

    -¡Oh sí! De todo corazón, señora –dijo la bonita niña, y recogió agua fresca y
cristalina del manantial y sostuvo la jarra para que la mujer pudiera beber fácilmente.

    Cuando terminó de beber, la mujer dijo:

    -Eres muy bonita, querida, tan bondadosa y amable, que no puedo evitar darte un
regalo.

    Ahora bien, esta anciana era un hada que había cobrado la forma de una pobre
campesina para ver cómo la trataba la niña.

    -Este será mi regalo –continuó el hada-: con cada palabra que digas, una flor o una
joya caerá de tu boca.

    Cuando la niña llegó a la casa, su madre la reprendió por haberse demorado en el
manantial.

    -Perdón, mamá –dijo la pobre niña- por no apresurarme más. –Y, mientras hablaba,
cayeron de su boca dos rosas, dos perlas y dos grandes diamantes.

    -¿Qué veo aquí? –exclamó la sorprendida madre-. ¡Perlas y diamantes caen de la
boca de esta niña! ¿Cómo es posible, hija mía? –Era la primera vez que la llamaba
“hija mía” o le hablaba amablemente.

    La pobre niña le confió a su madre todo lo que había sucedido en el manantial, y le
habló de la promesa de la anciana, entretanto, le caían joyas y flores de la boca.

    -Esto es delicioso –exclamó la madre-. Debo enviar a mi querida hija a la fuente.
Ven, hija, mira lo que cae de la boca de tu hermana cuando habla. ¿No te agradaría,
querida, que te dieran el mismo don? Sólo tienes que llevar el cubo al manantial del
bosque. Cuando una pobre mujer te pida un sorbo, dáselo.

    -Lo único que faltaba –replicó la niña egoísta-. ¡No iré a recoger agua! Esta mocosa
puede darme sus joyas. Ella no las necesita.

    -Sí que irás –dijo la madre-, e irás al instante.


    Al fin la hija mayor accedió, gruñendo y rezongando sin cesar, y llevándose el mejor
cubo de plata de la casa.

    Acababa de llegar al manantial cuando vio a una bella dama que salía del bosque,
quien se le acercó para pedirle un sorbo. Tengamos en cuenta que era la misma hada
que había encontrado su hermana, pero que ahora había cobrado la forma de una
princesa.

    -No vine aquí para darte agua –dijo la orgullosa y egoísta doncella- ¿Te crees que
traigo este cubo de plata para darte de beber? Puedes sacar agua del manantial, igual
que yo.

    -No eres muy cortés –dijo el hada-. Ya que eres tan ruda y grosera, te daré este
don: con cada palabra que digas, saldrán sapos y culebras de tu boca.

    En cuanto la madre vio venir a la hija mayor, exclamó:

    -Querida niña, ¿viste a la buena hada?

    -Sí, madre –respondió la niña orgullosa, y dos sapos y dos culebras le cayeron de la
boca.

    -¿Qué es lo que veo? –exclamó la madre-. ¿Qué has hecho?

    La niña trató de responder, pero a cada palabra le salían sapos y culebras de los
labios.

    Y así fue para siempre. Gemas y flores caían de los labios de la hija menor, que era
tan bondadosa y amable, pero la hija mayor nunca pudo hablar sin una lluvia de sapos
y culebras.

    Versión de Charles Perrault. El libro de las virtudes. Vergara.

    SUGERENCIAS METODOLÓGICAS

Objetivo.- Ser amable y servicial con los demás.

         Contenido.-

Comprensión

    Cuando alguien se siente comprendido entra en un estado de alivio, de tranquilidad


y de paz interior. ¿Qué hacer para vivir este valor en los pequeños detalles de la vida
cotidiana?

    ¡Quiero que me comprendas! Cuántas veces hemos tenido la necesidad de


encontrar a alguien que escuche y comparta nuestros sentimientos e ideas en un
momento determinado. Cuando nos sentimos comprendidos entramos en un estado
de alivio, de tranquilidad y de paz interior. Pero, ¿somos capaces comprender a los
demás? ¿de procurar dar algo más que un simple: “si te comprendo”?

    La comprensión es la actitud tolerante para encontrar como justificados y naturales


los actos o sentimientos de otro. Es en este momento nos percatamos que la
comprensión va más allá de “entender” los motivos y circunstancias que rodean a un
hecho, es decir, no basta con saber que pasa, es necesario dar algo más de nosotros
mismos.

    Podemos “saber “ que un empleado nuestro comete errores con cierta frecuencia,
“justificamos” este hecho debido a una falta de conocimiento, lo cual determina sus
fallas como involuntarias y observamos la necesidad urgente e inmediata de brindar la
capacitación correspondiente. El justificar se convierte en una disculpa, en una
atenuante que nos hace ubicar el problema en su justa medida, por lo tanto, la
comprensión nos lleva a proponer, sugerir o establecer los medios que ayuden a los
demás a superar el estado por el que actualmente pasan.

    El ser tolerantes no significa ser condescendientes con lo sucedido y hacer como si
nada hubiera pasado, la tolerancia debe traducirse como la confianza que tenemos en
los demás para que superen sus obstáculos. El padre de familia que retira todo su
apoyo a los hijos hasta que mejoren sus calificaciones, condiciona su comprensión a
resultados, y no al propósito, al esfuerzo y al empeño que se pongan para lograr el
objetivo.

    Ver con “naturalidad” los actos y sentimientos de los demás, es la conciencia de
nuestra fragilidad, la convicción de saber que podemos caer en la misma situación, de
cometer los mismos errores y de dejarnos llevar por el arrebato de los sentimientos.

    La mayoría de las veces los sentimientos juegan un papel importante y debemos ser
cuidadosos. Una persona exaltada, triste o francamente molesta esta sujeta a la
emoción momentánea, lo cual reduce su capacidad de reflexión, con la posibilidad
latente de hacer o decir cosas que realmente no piensa ni siente. Cada vez que
alguien pide comprensión, a través de palabras o actitudes, busca en nosotros un
consejo, una solución o una idea que lo haga recuperar la tranquilidad y ver con más
claridad la solución a su problema.

    El comprender no debe confundirse con un “sentirse igual” que los demás, esto
puede suceder con las personas a quien les tenemos cierta estima, pero, ¿Qué
pasaría con quienes no tenemos un lazo afectivo? Es necesario enfatizar que la
comprensión, es y debe ser, un producto de la razón, de pensar en los demás, “ de
ponerse en los zapatos del otro”, sin hacer diferencias entre las personas. Si alguna
vez nos hemos visto incomprendidos, recordaremos el rechazo experimentado y como
nos sentimos defraudados por la persona que no supo corresponder a nuestra
confianza.

    Existen un sinnúmero de oportunidades para vivir el valor de la comprensión. En las


situaciones cotidianas tenemos a tendencia a reaccionar con impulsos, por ejemplo:
cuando no esta lista la camisa que pensábamos usar; si llegamos a casa y aún no han
terminado de preparar la comida; una vez más los hijos han dejado sus juguetes
esparcidos por toda la casa; los compañeros de clase que no terminaron a tiempo su
parte del trabajo en equipo; el informe para la oficina que tuvo errores y se retrasó; etc.

    Si deseamos hacer nuestra comprensión de manera consciente, debemos pensar


un momento si hacemos lo necesario para:

    - Aprender a escuchar y hacer lo posible para no dejarnos llevar por el primer
impulso (enojo, tristeza, desesperación, etc.)

    - No hacer juicios prematuros, primero se deben conocer todos los aspectos que
afectan a la situación, hay que preguntar. No basta decir que una persona es poco
apta para un trabajo.

    - Distinguir si es una situación voluntaria, producto de los sentimientos o de un


descuido. En cualquier caso siempre habrá una forma de prevenir futuros desaciertos.

    - Preguntarnos que haríamos y como reaccionaríamos nosotros al vernos afectados


por la misma situación.

    - Buscar las posibilidades y opciones de solución. Es la parte más activa de la


comprensión, pues no nos limitamos a escuchar y conocer que sucede.

    - Dar nuestro consejo, proponer una estrategia o facilitar los medios necesarios que
den una alternativa al alcance de la persona.

    La comprensión no es algo para ejercitar en situaciones extremas, se vive día a día
en cada momento de nuestra vida, con todas las personas, en los detalles más
pequeños y en apariencia insignificantes.

    ¡Qué importante es la comprensión! Podemos afirmar que es un acto lleno de


generosidad porque con ella aprendemos a disculpar, a tener confianza en los demás,
y por lo tanto, ser una persona de estima, a quien se puede recurrir en cualquier
circunstancia.

Con autorización de:    www.encuentra.com

Actividades.- 

1. Los alumnos van leyendo en voz alta este texto y el profesor comprueba que
lo han comprendido.

2. Individualmente contestan a estas preguntas:

a) ¿Cómo era la hija mayor? ¿Y la menor?


b) ¿Cómo trataba la madre a la hija menor?

c) ¿Cómo recompensó el hada a la hija menor?

d) ¿Qué pasó con la hija mayor y el hada de la fuente?

e) ¿Cómo podemos comportarnos con los demás?

3. Varios alumnos leen sus respuestas. 


LA REBELIÓN CONTRA EL ESTÓMAGO
    Una vez un hombre tuvo un sueño donde sus manos, pies, boca y cerebro se
rebelaban contra el estómago.

    -¡Perezoso inservible! –dijeron las manos-. Nosotras trabajamos todo el día,
aserrando, martillando, alzando y acarreando. De noche estamos llenas de ampollas y
rasguños, y nos duelen las articulaciones, y estamos cubiertas de mugre. Y entretanto
tú te sientas allí, acaparando toda la comida.

    -¡Estamos de acuerdo! –dijeron los pies-. Piensa en las magulladuras que nos
salen, de tanto caminar todo el día. Y tú solo te llenas, cerdo tragaldabas, y así eres
más pesado de llevar. 

    -En efecto –gimió la boca-. ¿De dónde crees que viene toda esa comida? Soy yo
quien tiene que masticarla toda, y en cuanto termino tú te la engulles. ¿Te parece
justo?

    -¿Y qué hay de mí? –dijo el cerebro-. ¿Crees que es fácil estar aquí, pensando de
dónde vendrá tu próxima comida? Y lo único que recibo a cambio son jaquecas.

    Y una por una las partes del cuerpo se sumaron a las quejas contra el estómago,
que no decía nada.

    -Tengo una idea –anunció al fin el cerebro-. Rebelémonos contra este vientre
perezoso, y dejemos de trabajar para él.

    -¡Magnífica idea! –convinieron los demás órganos y partes-. Te enseñaremos cuán
importantes somos, marrano. Entonces tal vez te decidas a hacer algo.

    Y todos dejaron de trabajar. Las manos se negaban a alzar o acarrear. Los pies se
rehusaban a caminar. La boca prometió no masticar ni tragar un solo bocado. Y el
cerebro juró que no tendría más ideas. Al principio el estómago gruñó un poco, como
hacía siempre que tenía hambre. Pero al cabo de un tiempo calló.

    Entonces, el hombre que soñaba descubrió sorprendido que no podía caminar. No
podía asir nada con las manos. Ni siquiera podía abrir la boca. Y de pronto empezó a
sentirse enfermo.

    El sueño pareció durar varios días. Con el trascurso de cada día, el hombre se
sentía cada vez peor.

    “Será mejor que esta rebelión no dure demasiado –pensó-, o me moriré de hambre.”

    Entretanto, las manos, los pies, la boca y el cerebro estaban cada día más débiles.
Al principio la única actividad que realizaban era insultar al estómago de cuando en
cuando, pero pronto ni siquiera tuvieron energías para eso.

    Al fin el hombre oyó una voz débil que llegaba desde los pies.

    -Tal vez nos hayamos equivocado –dijeron-. Tenemos la sospecha de que el
estómago trabajaba a su manera.
    -Estaba pensando lo mismo –murmuró el cerebro-. Es verdad que él recibe toda la
comida. Pero parece que nos devolvía la mejor parte.

    -Será mejor que admitamos nuestro error –dijo la boca-. El estómago tiene tanto
trabajo como las manos, los pies, el cerebro y los dientes.

    -Entonces volvamos a trabajar –exclamaron todos. Y en esto el hombre despertó.

    Para su alivio, descubrió que sus pies caminaban de nuevo. Sus manos podían asir,
su boca podía masticar y su cerebro podía pensar con claridad. Se sentía mucho
mejor.

    “Bien, he aquí una lección para mí –pensó mientras se llenaba el estómago con el
desayuno-. O bien todos trabajamos juntos, o nada funciona.”

    El libro de las virtudes. Vergara. Página 311.

    SUGERENCIAS METODOLÓGICAS

Objetivo.- Comprender que los demás hacen cosas valiosas y podemos


trabajar en equipo.

   Contenido.-

        Solidaridad

    Un valor que nos ayuda a ser una mejor sociedad y que no solamente debe vivirse
en casos de desastre y emergencia.

    Pensamos en la Solidaridad como una actitud que debemos asumir en emergencias
y desastres, sin embargo, la Solidaridad es una característica de la sociabilidad que
inclina al hombre a sentirse unido a sus semejantes y a la cooperación con ellos.

    Podemos manifestar esta unión y cooperación, cada vez que procuramos el
bienestar de los demás, participando en iniciativas que nos impulsen a servirles, como
puede ser la visita a los enfermos en un hospital, haciendo colectas de ropa y
alimentos para los más necesitados, en un grupo que imparta educación en
comunidades marginadas, colaborando en campañas de cuidado y limpieza de calles
y áreas recreativas de la comunidad, en los momentos que auxiliamos a quienes son
víctimas de alguna catástrofe, es decir, prestando nuestros servicios en la creación de
mejores condiciones de vida.

    No podemos reducir el concepto de Solidaridad a un simple servicio extraordinario;


el término "servicio", puede hacernos perder de vista otros aspectos de la Solidaridad:

    · En la empresa los dueños deben procurar pagar un salario justo a sus
trabajadores, de tal manera que les alcance para cubrir las necesidades primordiales
de su familia; también los trabajadores en la oficina, el taller, el hospital, deben
preocuparse por ayudar a sus colegas a desempeñar mejor su labor, con consejos,
orientaciones o simplemente enseñarlos a hacer aquello que más se les dificulta.

    · En el trabajo personal: poniendo alegría y empeño por hacerlo lo más


perfectamente posible, pues garantiza el progreso de la empresa y por consiguiente el
propio.

    · Los educadores actualizando continuamente sus conocimientos, al mismo tiempo


que las técnicas de enseñanza, para garantizar un mejor aprendizaje y
aprovechamiento de los alumnos, además de ver en cada educando a una persona en
desarrollo y formación.

    · En el hogar: dando un trato justo a los empleados que conviven diariamente con
nosotros y nos ayudan a tener una vida más agradable.

    · El respetar las normas de vialidad al ir conduciendo, para garantizar la seguridad


de los peatones y automovilistas.

    La solidaridad es la ayuda mutua que debe existir entre las personas, no porque se
les conozca o sean nuestros amigos, simplemente porque todos tenemos el deber de
ayudar al prójimo y el derecho a recibir la ayuda de nuestros semejantes.

    Qué agradable es el momento en que un desconocido se ofrece a ayudarnos a


cambiar el neumático averiado o levanta los objetos que han caído de nuestras
manos, son pequeños detalles de Solidaridad: servir a los demás desinteresadamente,
por el simple hecho de ser personas, porque han descubierto la fraternidad....

    Debemos descubrir y comprender que en cada lugar de trabajo y de convivencia,


las personas tienen algo interesante que aportar y que enseñarnos; si aprendemos a
interesarnos por el bienestar de las personas estamos en condiciones de ayudarles y
prestarles un mejor servicio.

    Si queremos que algo mejore - el servicio de limpieza de las calles o la educación
que reciben los hijos en la escuela, por ejemplo -, debemos decidirnos a tomar el
problema en nuestras manos, tal vez el vecino tiene la misma inquietud, y sólo le hacia
falta con quien empezar a trabajar, con sus medios y los nuestros... no esperemos que
las cosas cambien por sí mismas.

    Generalmente el bien común va planteando nuevas necesidades,


consecuentemente la labor no termina, pero se crea un ciclo en el cual se va haciendo
cada vez más efectiva la ayuda y participación de todos. En resumidas cuentas, para
vivir la Solidaridad se requiere pensar en los demás como si fuera otro yo, pues no
vivimos aislados y nuestros conciudadanos esperan que alguien se preocupe por el
bienestar y seguridad de todos, tal vez de alguien como nosotros, como líderes
emprendedores.

Con autorización de:    www.encuentra.com

Actividades.- 

1.      El profesor lee el texto y explica su contenido a los alumnos

2.      Por equipos, contestar a estas preguntas:

a) ¿Quiénes se rebelaron contra el estómago?

b) ¿De qué se quejaban los pies?


c) ¿Qué propuso el cerebro?

d) ¿Qué pasó cuando dejaron de trabajar todos?

e) ¿Qué lección aprendió aquel hombre?

3. Los secretarios leen las contestaciones a las preguntas. 

 
LA SOPA DE PIEDRAS
    Hubo una vez, hace muchos años, un país que acababa de pasar una guerra muy
dura. Como ya es sabido las guerras traen consigo rencores, envidias, muchos
problemas, muchos muertos y mucha hambre. La gente no puede sembrar, ni segar,
no hay harina ni pan.

    Cuando este país acabó la guerra y estaba destrozado, llegó a un pueblecito un
soldado agotado, harapiento y muerto de hambre. Era muy alto y delgado.

    Hambriento llegó a una casa, llamó a la puerta y cuando vio a la dueña le dijo:

    -“Señora, ¿No tenéis un pedazo de pan para un soldado que viene muerto de
hambre de la guerra?”

    Y la mujer le mira de arriba a bajo y responde:

    -“Pero, ¿Estás loco? ¿No sabes que no hay pan, que no tenemos nada? ¡Cómo te
atreves! ¡Mal rayo te parta!”

    Y a golpes y a patadas lo sacó fuera de la casa.

    Pobre soldado. Prueba fortuna en una y otra casa, haciendo la misma petición y
recibiendo a cambio peor respuesta y peor trato.

    El soldado casi desfallecido, no se dio por vencido. Cruzó el pueblo de cabo a rabo
y llegó al final, donde estaba el lavadero público. Halló unas cuantas muchachas y les
dijo:

    -“Eh! ¡Muchachas! ¿No habéis probado nunca la sopa de piedras que hago?”

    Las muchachas se mofaron de él diciendo:

    -“¿Una sopa de piedras? No hay duda de que estás loco.”

    Pero había unos críos que estaban espiando y se acercaron al soldado cuando éste
se marchaba decepcionado.

    -“Soldado, ¿te podemos ayudar? Le dijeron.”

    -“¡Claro que sí! Necesito una olla muy grande, un puñado de piedras, agua y leña
para hacer el fuego.”

    Rápidamente los chiquillos fueron a buscar lo que el soldado había pedido.
Encienden el fuego, ponen la ola, la llenan de agua y echan las piedras. El agua
comenzó a hervir.

    -“¿Podemos probar la sopa?” –preguntan impacientes los chiquillos.

    -“¡Calma, calma!.”

    El soldado la probó y dijo:


    -“Mm... ¡Qué buena, pero le falta una pizquita de sal!”

    -“En mi casa tengo sal” -dijo un niño. Y salió a por ella. La trajo y el soldado la echó
en la olla.

    Al poco tiempo volvió a probar la sopa y dijo:

    -“Mm... ¡qué rica! Pero le falta un poco de tomate.”

    Y un crío que se llamaba Luis fue a su casa a buscar unos tomates, y los trajo
enseguida.

    En un periquete los críos fueron trayendo cosillas: patatas, lechuga, arroz y hasta un
trozo de pollo.

    La olla se llenó, el soldado removió una y otra vez la sopa hasta que de nuevo la
probó y dijo:

    -“Mm... es la mejor sopa de piedras que he hecho en toda mi vida. ¡Venga, venga, id
a avisar a toda la gente del pueblo que venga a comer! ¡Hay para todos! ¡Que traigan
platos y cucharas!”

    Repartió la sopa. Hubo para todos los del pueblo que avergonzados reconocieron
que, si bien era verdad que no tenían pan, juntos podían tener comida para todos.

    Y desde aquel día, gracias al soldado hambriento aprendieron a compartir lo que
tenían.

    Citado por: Carreras, Ll. Y otros. Cómo educar en valores. Narcea Ediciones.

    SUGERENCIAS METODOLÓGICAS

Objetivo.- Aprender a compartir las cosas con los demás.

            Contenido.-

                    Sociabilidad

    Este valor es el camino para mejorar la capacidad de comunicación y de adaptación


en los ambientes más diversos.

    Es natural sentirnos atraídos por personas que en las circunstancias y momentos
más variados, nos cautivan por su amabilidad y su facilidad de conversación, casi
inmediatamente reconocemos un natural interés por nuestra persona, trabajo, familia,
pasatiempos y actividades, sin otro fin que conocer a la persona y establecer una
relación más cordial.

    Cuando nos interesamos en establecer un verdadero diálogo para conocer más
acerca de las personas, nos damos cuenta que poco a poco el interés se hace mutuo
y de esta forma damos un gran paso en las relaciones sociales.
    La sociabilidad es el valor que nos impulsa a buscar y cultivar las relaciones con las
personas compaginando los mutuos intereses e ideas para encaminarlos hacia un fin
común, independientemente de las circunstancias personales que a cada uno rodean.

    Al tener contacto con personas diferentes, tenemos la posibilidad de aprender de su


experiencia y obtener otra perspectiva de la vida para mejorar nuestra persona, para
más adelante poder contribuir a su desarrollo personal y así comenzar una espiral sin
fin en la cual todos nos vemos beneficiados.

    El lograr una verdadera amistad no necesariamente es el resultado de la


sociabilidad, pues depende de otras disposiciones, este valor es un medio que facilita
el acercamiento y la comunicación con las personas.

    En las relaciones profesionales o laborales, por ejemplo, debe existir un interés
porque las personas desempeñen mejor su trabajo; para lograr este objetivo, hace
falta conocer su entorno familiar y las circunstancias en las que viven, así como su
forma de ser, sus reacciones y las motivaciones por las cuales se rigen, con estos
elementos a la mano estamos en condiciones de contribuir en el desarrollo individual,
profesional y de conjunto en el lugar de trabajo.

    Otro caso que puede citarse es en el ámbito escolar, donde los profesores que
demuestran interés por cada uno de sus alumnos pueden convertirse en los mejores
guías positivos para la vida, pues los impulsan no sólo a mejorar como alumnos, sino a
contribuir en la mejora del grupo y a participar en actividades de beneficio común para
su centro educativo y la sociedad entera.

    En cualquiera de los casos (oficina, escuela, lugar de residencia o grupo de acción
social), toda relación o proyecto se alcanza a través del conocimiento individual y
colectivo de las personas, uniendo las aspiraciones y objetivos propios con los de los
demás. Por tanto, este valor no se basa en la simpatía o en la afinidad emocional, que
se pueden dar y también cuentan, sino en el auténtico interés por el beneficio de todas
las personas, mejorando el entendimiento, la ayuda mutua y el trabajo en equipo.

    La sociabilidad es un canal de comunicación que puede sentar las bases para tener
nuevos amigos, elegir a la persona adecuada para formar una nueva familia o
comenzar una nueva empresa, en base al intercambio de gustos, aficiones e intereses
que se comparten y dan como resultado una relación más trascendente.

    En términos generales, existen algunas actitudes que dificultan la vivencia de este
valor y debemos sortearlas para lograr su desarrollo y vivencia cotidiana:

    - Evitar dejarnos llevar por la primera impresión que nos provoca el encuentro con
las personas (el semblante, la expresión o el vestido), pues de forma casi automática
abrimos o cerramos nuestra comunicación por una simple apreciación.

    - Respetar y aceptar verdaderamente la forma de ser de los demás. Esto se traduce
en catalogar a las personas (serio, tímido, aburrido, poco competente, etc.) según
como se comporten en determinado ambiente, los excluimos y desplazamos de
nuestro círculo sin conocerlos lo más mínimo y posiblemente formando una opinión
equivocada respecto a su persona. Quien comete este error es porque no ha
comprendido que las personas no son ni se comportan según su gusto.

    - Cuidar que nuestro lenguaje sea sencillo y natural. A nadie le agrada encontrar a
una persona que se empeña obstinadamente en hablar de su profesión y empleando
el vocabulario propio de su actividad sin motivo alguno; es de mal gusto utilizar
palabras y expresiones poco usuales y sacadas del diccionario para incluirse en
cualquier momento; ni qué decir del lenguaje vulgar y grosero...

    - Procurar ser respetuoso en todo momento. La excesiva familiaridad en el trato con
personas que acabamos de conocer o con quienes hemos tenido poco contacto puede
entorpecer una prometedora relación; el hecho de que sea alguien amigo o conocido
de nuestros íntimos, no garantiza que comparta las bromas, las ideas, el sentir y el
trato que tiene entre sí el grupo.

    - Ser discretos y no tratar de conocer los pormenores e intimidades de las personas,
sobre todo cuando no existe un mínimo de relación o confianza.

    - Reconocer que todo tiene su momento y lugar. Hay quienes conocen a un médico
y casi inmediatamente procuran obtener un punto de vista profesional a un mal que se
padece, como una especie de consulta particular, lo cual es molesto e incómodo para
el profesional, sobre todo si es en una reunión social y quien lo solicita es alguien con
quien en ese momento ha coincidido.

    Podemos creer que estamos mejor viviendo aislados, centrados en nuestra propia
vida, sin depender de nadie y sin causar molestias. La realidad es que esto puede ser
una manifestación de egoísmo y soberbia, pues todas las personas tienen algo bueno
que aportar a nuestra vida.

    Quienes se han esforzado por vivir e inculcar en su persona el valor de la


sociabilidad, han encontrado una fuente inagotable de alegría, un camino para lograr
verdaderas amistades, el mejorar su comunicación y capacidad de adaptación en los
ambientes más diversos, pero sobre todo, una mejor forma de vida a lado de sus
semejantes.

Con autorización de:    www.encuentra.com

Actividades.- 

1. Los alumnos leen en voz alta este texto y el profesor comprueba la


comprensión.

2. Contestar individualmente a estas cuestiones:

a) ¿Qué queda después de una guerra?

b) ¿Le dieron comida al soldado?

c) ¿Qué inventó el soldado para comer?

    d) ¿Qué añadieron los chicos a la sopa?

e) ¿Fue generoso el soldado?

f) ¿Qué cosas podemos compartir con los demás?

3. Escribir en la pizarra las contestaciones a la pregunta f). 


LA TORTUGA Y LA LIEBRE
    Una liebre se burlaba de una tortuga.
    -¡Qué lenta eres! ¡Cómo te arrastras!
    -¿De veras? –dijo la tortuga-. Haz una carrera conmigo y te venceré.
    -Qué jactanciosa eres –dijo la liebre-. De acuerdo, correré contigo. ¿A quién
pediremos que marque la línea de llegada y confirme que la carrera es justa?
    -Pidámoselo al zorro –dijo la tortuga.
    El zorro era muy sabio y justo. Les mostró la línea de partida, y cuánta distancia
debían correr.
    La tortuga no perdió tiempo. Partió de inmediato y continuó la marcha.
    La liebre anduvo a los brincos varios minutos, hasta que dejó a la tortuga muy atrás.
Sabía que podía llegar rápidamente a la meta, así que se acostó a la sombra de un
árbol y durmió una siesta.
    Al cabo de un rato se despertó y se acordó de la carrera. Se levantó de un salto y
corrió a toda velocidad.
     Pero cuando llegó a la meta, la tortuga ya estaba allí.
    -Las carreras se ganan con tesón –declaró el zorro.
    Esopo.

SUGERENCIAS METODOLÓGICAS

Objetivo.- Para conseguir lo que queremos hace falta esfuerzo y tesón o


perseverancia.

        Contenido.-

Sacrificio

    Siempre es posible hacer un esfuerzo extra para alcanzar una meta ¿Por qué no
hacerlo para servir mejor a los demás?

    El valor del sacrificio es aquel esfuerzo extraordinario para alcanzar un beneficio
mayor, venciendo los propios gustos, intereses y comodidad.

    Debemos tener en mente que el sacrificio –aunque suene drástico el término-, es un
valor muy importante para superarnos en nuestra vida por la fuerza que imprime en
nuestro carácter. Compromiso, perseverancia, optimismo, superación y servicio, son
algunos de los valores que se perfeccionan a un mismo tiempo, por eso, el sacrificio
no es un valor que sugiere sufrimiento y castigo, sino una fuente de crecimiento
personal.

    ¿Por qué es tan difícil tener espíritu de sacrificio? Porque estamos acostumbrados a
dosificar nuestro esfuerzo, y a pensar que “todo” lo que hacemos es más que
suficiente. Dicho de otra forma: debemos luchar contra el egoísmo, la pereza y la
comodidad.

    Todos somos capaces de realizar un esfuerzo superior dependiendo de nuestros


intereses: las dietas rigurosas para tener una mejor figura; trabajar horas extra e
incluso fines de semana para consolidar nuestra posición profesional; quitar horas al
descanso para estudiar; ahorrar en vez de salir de vacaciones... El problema central,
es que no debemos movernos sólo por intereses pasajeros, debemos ser constantes
en nuestra actitud.

    Es de suponer que el guardar la dieta, hacer ejercicio, pasar las horas con una
lectura de particular interés o por nuestra mano dar mantenimiento al automóvil,
suponen un esfuerzo personal -y dependiendo de su naturaleza un beneficio propio-,
colaboran a vivir el valor del sacrificio, pero también es sacrificio saber dejar a tempo
nuestras aficiones, aplazarlas y darles su momento, para servir a los demás y no
descuidar nuestras principales obligaciones.

    Efectivamente hay personas que cumplen con sus deberes y obligaciones de forma
extraordinaria, pero pocas veces llevan ese mismo esfuerzo en todos los aspectos de
su vida: Pensemos en quien sólo asiste en casa los fines de semana pero se niega a
convivir con la familia, salir de paseo o dedicar un tiempo a los hijos, argumentando
cansancio y deseos de liberarse de la presión del trabajo. Pese a la realidad de esta
situación, su sacrificio está delimitado por la rutina de la oficina, ¿no es esto algo
extraño?. El valor del sacrificio contempla dar ese “extra” también en casa, en ese
horario y con esas personas que desean gozar de la compañía generalmente ausente
de cualquiera de los miembros.

    En muchas ocasiones caemos en actitudes que restan mérito a todo lo bueno que
hacemos: expresar constantemente nuestro cansancio o echar en cara lo mucho que
hacemos y lo poco que los demás nos comprenden. Esta forma de ser demuestra
poco carácter y fortaleza interior, cuando no, un medio para evadir algunas
responsabilidades.

    Son muchos los ejemplos de sacrificios comunes y corrientes, pero pocas veces se
notan cuando no existe la intención de demostrarlo: salir a trabajar habiendo pasado
mala noche, o tal vez con ciertos síntomas de enfermedad; sonreír a pesar de nuestro
estado de ánimo, sea de enojo o tristeza; colaborar en los cuidados de un enfermo;
limpiar el piso de la oficina que se ensució por descuido; no asistir a la reunión
semanal para llevar a los hijos a un evento deportivo.

    Por otra parte, algunas situaciones son bastante fáciles de prever, como el
compañero que siempre hace bromas pesadas; el bebé que una vez más necesita
cambio de ropa; el platillo que nos desagrada; hacer fila en el supermercado... Son
muchas las cosas que nos desagradan y no podemos esperar que todo sea a nuestro
gusto. El verdadero valor del sacrificio consiste en sobrellevarlas, intentando poner
buena cara, sin quejas ni remilgos.

    Con todos lo ejemplos mencionados, podemos darnos cuenta que la mayoría de
nuestros sacrificios están orientados a servir a los demás; tal vez, ni siquiera nos
habíamos percatado de la importancia que tienen esos pequeños detalles para formar
una personalidad firme y recia.

    El espíritu de sacrificio no se logra con las buenas intenciones, se desarrolla


haciendo pequeños esfuerzos. Por eso es necesario que tengas en mente:

    - Aprende a darle un tiempo prudente a tus aficiones y descansos.

    - Procura no hablar de tus esfuerzos, ni poner cara de sufrimiento para que los
demás se den cuenta de lo mucho que haces.

    - Haz un poco más de lo habitual: juega más con tus hijos; limpia y acomoda algo en
casa; recoge la basura de los pasillos; convive con los compañeros de la oficina...
    - Controla y modera tu carácter y estados de ánimo.

    - Este último punto contempla de alguna manera a todos los anteriores: Haz una
lista de las cosas que te desagradan y las que te cuestan más trabajo, elige tres y
comienza a luchar en ellas diariamente.

    Todo aquello que vale la pena requiere de sacrificio, pues querer encontrar caminos
fáciles para todo, sólo existe en la mente de personas con pocas aspiraciones. Quien
vive el valor del sacrificio, va por un camino de constante superación, haciendo el bien
en todo lugar donde se encuentre.

Con autorización de:    www.encuentra.com

Actividades.- 

1. El profesor lee el texto y explica el contenido

2. Cada niño contesta a estas preguntas:

a) ¿De qué se burlaba la liebre?

b) ¿Quién era el árbitro de la carrera?

c) ¿Qué hizo la liebre después de salir?

d) ¿Por qué ganó la tortuga?

e) ¿Qué podemos hacer para conseguir nuestros deseos?

3. Escribir en la pizarra las contestaciones a la pregunta e). 


LA PEQUEÑA LOCOMOTORA DE VAPOR
    Una pequeña locomotora de vapor debía arrastrar un largo tren.

    Andaba muy bien hasta que llegó a una empinada colina. Entonces, por mucho que
se esforzaba, no lograba mover el largo tren.

    Tiró y tiró. Sopló y resopló. Retrocedió y avanzó. ¡Chu-chu! ¡Chu-chu!

    Pero era inútil. Los vagones no subían por la colina.

    Al final la locomotora dejó el tren y echó a andar sola por las vías. ¿Creéis que
había dejado de trabajar? ¡Claro que no! Iba en busca de ayuda.

    “Sin duda encontraré a alguien que me ayude”, pensaba.

    La pequeña locomotora cruzó la colina y continuó la marcha. ¡Chu-chu! ¡Chu-chu!

    Pronto vio una gran locomotora de vapor que se encontraba en un tramo lateral.
Parecía muy grande y fuerte. Pasando al lado, la pequeña locomotora dijo:

    -¿Me ayudarías a traer mi tren desde el otro lado de la colina? Es tan largo y
pesado que no puedo subirlo.

    La locomotora grande miró a la locomotora pequeña.

    -¿No ves que he terminado mi día de trabajo? –dijo-. Me han fregado y lustrado
para mi próximo viaje. No, no puedo ayudarte.

    La pequeña locomotora lo lamentó, pero continuó su camino. ¡Chu-chu! ¡Chu-chu!

    Pronto llegó adonde otra locomotora grande descansaba en un tramo lateral.
Soplaba y resoplaba, como si estuviera cansada.

    “Ella podrá ayudarme”, pensó la pequeña locomotora. Se le acercó y preguntó:

    -¿Me ayudarías a traer ni tren desde el otro lado de la colina? Es tan largo y pesado
que no puedo subirlo.

    La segunda locomotora respondió:

    -Acabo de llegar de un viaje muy largo. ¿No ves que estoy muy cansada? ¿No
puedes conseguir otra máquina que te ayude?

    -Lo intentaré –dijo la pequeña locomotora, y reanudó la marcha. ¡Chu-chu! ¡Chu-
chu!

    Al rato se encontró con una locomotora pequeña, igual que ella. Se le acercó y dijo:

    -¿Me ayudarías a traer mi tren desde el otro lado de la colina? Es tan largo y
pesado que no puedo subirlo.
    -Claro que sí –dijo la locomotora pequeña-. Me alegrará ayudarte, si puedo.

    Así las pequeñas locomotoras regresaron adonde estaba el tren. Una locomotora se
puso a la cabeza del tren, y la otra a la cola.

    Resoplaron, chirriaron, pistonearon, y al final arrancaron.

    Poco a poco los coches se pusieron en movimiento. Poco a poco subieron la
empinada colina. Mientras subían, las dos locomotoras se pusieron a cantar:

    -¡Creo-que-puedo! ¡Creo-que-puedo! ¡Creo-que-puedo! ¡Creo-que-puedo! ¡Creo-


que-puedo! ¡Creo-que-puedo! ¡Creo-que-puedo! ¡Creo-que-puedo! ¡Creo-que-puedo!

    ¡Y pudieron! Muy pronto habían subido la colina y bajaban por la otra ladera. Ahora
estaban de nuevo en la llanura, y la pequeña locomotora podía arrastrar el tren sin
ayuda. Así que agradeció a la otra locomotora su ayuda y se despidió.

    Y mientras continuaba alegremente su camino, canturreaba:

    -¡Creí-que-podía! ¡Creí-que-podía! ¡Creí-que-podía! ¡Creí-que-podía! ¡Creí-que-


podía! ¡Creí-que-podía! ¡Creí-que-podía! ¡Creí-que-podía! ¡Creí-que-podía! ¡Creí-que-
podía! ¡Creí-que-podía!

    William J. Bennett. El libro de las virtudes. Vergara.

    SUGERENCIAS METODOLÓGICAS

Objetivo.- Ayudar a los otros y dejarse ayudar.

          Contenido.-

Servicio

    Brindar ayuda de manera espontánea en los detalles más pequeños, habla de
nuestro alto sentido de colaboración para hacer la vida más ligera a los demás.

    Servir es ayudar a alguien de manera espontánea, como una actitud permanente de
colaboración hacia los demás. La persona servicial lo es en su trabajo, con su familia,
pero también en la calle ayudando a otras personas en cosas aparentemente
insignificantes, pero que van haciendo la vida más ligera. Todos recordamos la
experiencia de algún desconocido que apareció de la nada justo cuando
necesitábamos ayuda que sorpresivamente tras ayudarnos se pierde entre la multitud.

    Las personas serviciales viven continuamente estuvieran atentas, observando y


buscando el momento oportuno para ayudar a alguien, aparecen de repente con una
sonrisa y las manos por delante dispuestos a hacernos la tarea más sencilla, en
cualquier caso, recibir un favor hace nacer en nuestro interior un profundo
agradecimiento.

    La persona que vive este valor, ha superado barreras que al común de las personas
parecen infranqueables:
    - El temor a convertirse en el “hácelo todo”, en quien el resto de las personas
descargará parte de sus obligaciones, dando todo género de encargos, y por lo tanto,
aprovecharse de su buena disposición.

    La persona servicial no es débil, incapaz de levantar la voz para negarse, al


contrario, por la rectitud de sus intenciones sabe distinguir entre la necesidad real y el
capricho.

    - Vernos solicitados en el momento que estamos concentrados en una tarea o en


estado de relajación (descansando, leyendo, jugando, etc.), se convierte en un
verdadero atentado. ¡Qué molesto es levantarse a contestar el teléfono, atender a
quien llama la puerta, ir a la otra oficina a recoger unos documentos... ¿Por qué “yo” si
hay otros que también pueden hacerlo?

    Quien ha superado a la comodidad, ha entendido que en nuestra vida no todo está
en el recibir, ni en dejar la solución y atención de los acontecimientos cotidianos, en
manos de los demás.

    - La pereza, que va muy de la mano a la comodidad también tiene un papel


decisivo, pues muchas veces se presta un servicio haciendo lo posible por hacer el
menor esfuerzo, con desgano y buscando la manera de abandonarlo en la primera
oportunidad. Es claro que somos capaces de superar la apatía si el favor es
particularmente agradable o de alguna manera recibiremos alguna compensación.
¡Cuántas veces se ha visto a un joven protestar si se le pide lavar el automóvil...! pero
cambia su actitud radicalmente, si existe la promesa de prestárselo para salir con sus
amigos.

    Todo servicio prestado y por pequeño que sea, nos da la capacidad de ser más
fuertes para vencer la pereza, dando a quienes nos rodean, un tiempo valioso para
atender otros asuntos, o en su defecto, un momento para descansar de sus labores
cotidianas.

    La rectitud de intención siempre será la base para vivir este valor, se nota cuando
las personas actúan por interés o conveniencia, llegando al extremo de exagerar en
atenciones y cuidados a determinadas personas por su posición social o profesional, al
grado de convertirse en una verdadera molestia. Esta actitud tan desagradable no
recibe el nombre de servicio, sino de “servilismo”.

    Algunos servicios están muy relacionados con nuestros deberes y obligaciones,
pero como siempre hay alguien que lo hace, no hacemos conciencia de la necesidad
de nuestra intervención, por ejemplo:

    - Pocos padres de familia ayudan a sus hijos a hacer los deberes escolares, pues es
la madre quien siempre esta al pendiente. Darse tiempo para hacerlo, permite al
cónyuge dedicarse a otras labores.

    - Los hijos no ven la necesidad de colocar la ropa sucia en el lugar destinado, si es
mamá o la empleada del hogar quien lo hace regularmente.

    Algunos otros detalles de servicio que pasamos por alto, se refieren a la convivencia
y a la relación de amistad:

    - No hace falta preocuparse por preparar la cafetera en la oficina, pues (él o ella) lo
hace todas las mañanas.
    - En las reuniones de amigos, dejamos que (ellos, los de siempre) sean quienes
ordenen y recojan todo lo utilizado, ya que siempre se adelantan a hacerlo.

    No podemos ser indiferentes con las personas serviciales, todo lo que hacen en
beneficio de los demás requiere esfuerzo, el cual pasa inadvertido por la forma tan
habitual y natural con que realizan las cosas.

    Como muchas otras cosas en la vida, el adquirir y vivir un valor, requiere disposición
y repetición constante y consciente de acciones encaminadas para lograr el propósito.
Hagamos unas breves consideraciones:

    - Esforzarnos por descubrir pequeños detalles de servicio en lo cotidiano y lo


común: ayudar a recoger los platos después de la comida, mantener en orden los
efectos personales (sea en casa o el trabajo), ceder el paso o el lugar a una persona,
llevar documentos u objetos en vez de esperar que alguien venga por ellos... Existen
múltiples oportunidades y el realizar cada una de ellas, nos capacita para hacer un
mayor esfuerzo en lo sucesivo.

    - Observa cuantas cosas hacen los demás por tu persona y sin que lo pidas. Cada
una de ellas puedes convertirla en un propósito y una acción personal.

    - Dejar de pensar que “siempre me lo piden a mí”. Observa cuantas veces te niegas
a servir, seguramente muchas y frecuentemente. Existe un doble motivo para esta
insistencia, primero: que nunca ayudas, y segundo: se espera un día poder contar
contigo.

    - Si algo se te pide no debes detenerte a considerar lo agradable o no de la tarea,


sin aplazar el tiempo, comenzar inmediatamente sin considerarlo una carga.

    Esperar a recibir atenciones tiene poco mérito y cualquiera lo hace, para servir
eficazmente hace falta iniciativa, capacidad de observación, Generosidad y vivir la
Solidaridad con los demás, haciendo todo aquello que deseamos que hagan por
nosotros, viendo en los demás a su otro yo.

Con autorización de:    www.encuentra.com

Actividades.- 

1. El profesor lee el texto escenificando el contenido.

2. Los alumnos contestan individualmente a estas preguntas:

a) ¿Por qué la locomotora no podía arrastrar el tren?

b) ¿Por qué no le ayudaron las dos locomotoras grandes?

c) ¿Quién le ayudó al final?

d) ¿Qué cantaban las dos locomotoras?

e) ¿En qué ocasiones podemos ayudar a otro?

3.Escribir en la pizarra las contestaciones a la pregunta e). 


EL LAGO DE GOLASTERS
    Dicen que en otros tiempos, este lago, uno de los más conocidos de la pequeña
república de Andorra, no existía y que en su lugar había un pueblo que tenía el mismo
nombre.

    La causa de que las aguas hicieran desaparecer la superficie de la tierra fue la que
ahora explicaremos.

    Una mujer del pueblo de Golasters había amasado el pan, y justo cuando acababa
de ponerlo al horno, llamó a su puerta un pobre hombre que le pidió algo para comer.
Ella le respondió que acababa de amasar y que no tenía ni una miga de pan para
darle.

    -“Es verdad que no tenéis ni una miga de pan en el cajón –respondió el hombre-
pero si aprovecharais bien la amasadera aún me podríais hacer un panecillo.”

    La mujer hizo lo que el pobre le decía y aún pudo hacer un panecillo bastante
grande para satisfacer el hambre del hambriento. Cogió la pala y lo puso en el horno
para cocerlo, junto con los que había puesto antes. El pobre quedó satisfecho y
esperaba ansioso el momento en que la señora quitaría su panecillo del horno.
Cuando el pan ya estaba cocido la mujer dijo:

    -“Este pan no debe ser para vos porque ha salido del mismo tamaño que los otros y
lo podré vender. Id en paz a otro lugar donde tengan más que yo para daros.”

    Entonces el pobre, sin enojarse respondió:

    -“Bien, guárdese este pan y repase otra vez la amasadera, seguro que aún podrá
hacer un panecillo con los restos que encuentre.”

    La mujer hizo como él le dijo y puso el pan en el horno. Cuando ya estaba cocido lo
sacó y vio que aún era más grande que los otros. Como era muy avariciosa y poco
caritativa volvió a negarse a dárselo al pobre.

    Pero él tenía hambre y era impaciente, así que le dijo:

    -“Bien, quédese también con éste, pero hágame la caridad de recoger las migas que
han caído alrededor de la amasadera, seguro que aún saldrá un panecillo, por
pequeño que sea.”

    La mujer hizo como le decía el pobre y, otra vez, al abrir el horno encontró un pan
más bonito que los primeros. Pero tal como había hecho antes, se negó a dárselo al
pobre.

    En aquel mismo momento, no se sabe muy bien si por una lluvia del cielo o
brotando de la tierra, el agua fue subiendo hasta cubrir las casas del pueblo, que
quedaron para siempre colgadas bajo las aguas de este lago. 

    Y dicen que en otros tiempos los pastores de las “Escaldes” (un pueblecito) que
iban con el rebaño por sus orillas, los días de tempestad oían una voz que salía de lo
más profundo y que les recomendaba: “Haced caridad a los pobres...”
    Carme Garriga.

    SUGERENCIAS METODOLÓGICAS

Objetivo.- Aprender a ser caritativo y generoso con los demás.

            Contenido.-

Sensibilidad

    Es el valor que nos hace despertar hacia la realidad, descubriendo todo aquello que
afecta en mayor o menor grado al desarrollo personal, familiar y social.

    Antes de hablar de sensibilidad hay que distinguirla de la “sensiblería” que casi
siempre es sinónimo de cursilería, superficialidad o debilidad. En realidad el valor de la
sensibilidad es la capacidad que tenemos los seres humanos para percibir y
comprender el estado de ánimo, el modo de ser y de actuar de las personas, así como
la naturaleza de las circunstancias y los ambientes, para actuar correctamente en
beneficio de los demás.

    Para comprender la importancia de este valor, necesitamos recordar que en


distintos momentos de nuestra vida hemos buscado afecto, comprensión y cuidados,
sin encontrar a ese alguien que muestre interés por nuestras necesidades y
particulares circunstancias. ¿Qué podríamos hacer si viviéramos aislados? La
sensibilidad nos permite descubrir en los demás a ese “otro yo” que piensa, siente y
requiere de nuestra ayuda.

    No pensemos en esa sensibilidad emocional que se manifiesta exageradamente


con risas o llanto y tal vez “sintiendo” pena o disgusto por todo. Ser sensible va más
allá de un estado de ánimo, es permanecer alerta de todo lo que ocurre a nuestro
alrededor. ¿Acaso ser sensible es signo de debilidad? No es blando el padre de familia
que se preocupa por la educación y formación que reciben sus hijos; el empresario
que vela por el bienestar y seguridad de sus empleados; quien escucha, conforta y
alienta a un amigo en los buenos y malos momentos. La sensibilidad es interés,
preocupación, colaboración y entrega generosa hacia los demás.

    La realidad es que las personas prefieren aparentar ser duras o insensibles, para no
comprometerse e involucrarse en cosas que califican como fuera de su competencia.
Todas las penas y padecimientos de los demás resultan incómodos y molestos,
pensando que cada quien tiene ya suficiente con sus propios problemas como para
preocuparse de los ajenos. La indiferencia es el peor enemigo de la sensibilidad.

    Lo peor de todo es mostrar esa misma indiferencia en familia, algunos padres nunca
se enteran de los conocimientos que reciben sus hijos; de los ambientes que
frecuentan; las costumbres y hábitos que adquieren con los amigos; de los programas
que ven en la televisión; del uso que hacen del dinero; de la información que reciben
respecto a la familia, la moda, la religión, la política... todas ellas son realidades que
afectan a los adultos por igual.

    ¿Es que todo está bien? No se puede esperar que las nuevas generaciones
construyan ese futuro mejor que tanto se espera, si nos da lo mismo todo y no
estamos ahí para dar criterio, para formar hábitos y hacer valer las buenas
costumbres.     Puede parecer extraño, pero en cierta forma somos insensibles con
nosotros mismos, pues generalmente no advertimos el rumbo que le estamos dando a
nuestra vida: pensamos poco en cambiar nuestros hábitos para bien; casi nunca
hacemos propósitos de mejora personal o profesional; fácilmente nos dejamos llevar
por el ambiente de los amigos o del trabajo sin poner objeción alguna; trabajamos sin
orden y desmedidamente; dedicamos mucho tiempo a la diversión personal. Dejarse
llevar por lo más fácil y cómodo es la muestra más clara de insensibilidad hacia todo lo
que afecta nuestra vida.

    Reaccionar frente ante las críticas, la murmuración y el desprestigio de las


personas, es una forma de salir de ese estado de pasividad e indiferencia para crear
una mejor calidad de vida y de convivencia entre los seres humanos.

    Muchas veces nos limitamos a conocer el nombre de las personas, incluso
compañeros de trabajo o estudio, criticamos y enjuiciamos sin conocer lo que ocurre a
su alrededor: el motivo de sus preocupaciones y el bajo rendimiento que en momentos
tiene, si su familia pasa por una difícil etapa económica o alguien tiene graves
problemas de salud. Todo sería más fácil si tuviéramos un interés verdadero por las
personas y su bienestar.

    En todas partes se habla de los problemas sociales, corrupción, inseguridad, vicios,
etc. y es algo tan cotidiano que ya forma parte de nuestra vida, dejamos que sean
otros quienes piensen, tomen decisiones y actúen para solucionarnos hasta que nos
vemos afectados. La sensibilidad nos hace ser más previsores y participativos, pues
no es correcto contemplar el mal creyendo que somos inmunes.

    Podemos afirmar que la sensibilidad nos hace despertar hacia la realidad,
descubriendo todo aquello que afecta en mayor o menor grado al desarrollo personal,
familiar y social. Con sentido común y un criterio bien formado, podemos hacer frente
a todo tipo de inconvenientes, con la seguridad de hacer el bien poniendo todas
nuestras capacidades al servicio de los demás.

Con autorización de:    www.encuentra.com

Actividades.- 

1. Se forman equipos y se lee este cuento.

2. El secretario escribe las contestaciones a estas preguntas:

a) ¿Dónde está el lago de Golasters?

b) ¿Cómo era la mujer del pueblo?

c) ¿Cuántos panes consiguieron de las migajas?

d) ¿Qué castigo tuvo aquel pueblo?

e) ¿En qué ocasiones podemos ser generosos?

3. Los secretarios de los equipos leen las contestaciones a la pregunta e)


EL PASTORCITO MENTIROSO
    Érase una vez un pastorcito que cuidaba su rebaño a cierta distancia de la aldea.
Una vez pensó en gastar una broma para divertirse a costa de los aldeanos. Corrió a
la aldea gritando a todo pulmón:

    -¡Lobo! ¡Lobo! ¡Socorro! ¡Un lobo ataca mis corderos!

    Los bondadosos aldeanos dejaron sus tareas y corrieron al campo a ayudarle. Pero
cuando llegaron allá el niño se rió de sus molestias; no había ningún lobo.

    Otro día el niño les gastó la misma broma, y los aldeanos acudieron corriendo y
nuevamente fueron objeto de burla.

    Hasta que un día un lobo entró en el corral y empezó a matear los corderos. Muy
asustado, el niño corrió en busca de ayuda.

    -¡Lobo! ¡Lobo! –gritó-. ¡Un lobo ataca mi rebaño! ¡Socorro!

    Los aldeanos oyeron, pero pensaron que era otra jugarreta y nadie le prestó la
menor atención. Y el pastorcito perdió todas sus ovejas.

    Eso les sucede a los que mienten: nadie les cree, ni siquiera cuando dicen la
verdad.

    Esopo.

    

SUGERENCIAS METODOLÓGICAS

Objetivo.- Comprender la necesidad de decir siempre la verdad.

Contenido.-

Sinceridad

    Es un valor que debemos vivir para tener amigos, para ser dignos de confianza

    ¿Alguna vez has sentido la desilusión de descubrir la verdad?, ¿esa verdad que
descubre un engaño o una mentira?, seguramente si; la incomodidad que provoca el
sentirnos defraudados, es una experiencia que nunca deseamos volver a vivir, y a
veces, nos impide volver a confiar en las personas, aún sin ser las causantes de
nuestra desilusión.

    Pero la Sinceridad, como los demás valores, no es algo que debemos esperar de
los demás, es un valor que debemos vivir para tener amigos, para ser dignos de
confianza....

    La Sinceridad es un valor que caracteriza a las personas por la actitud congruente
que mantienen en todo momento, basada en la veracidad de sus palabras y acciones.
    Para ser sinceros debemos procurar decir siempre la verdad, esto que parece tan
sencillo, a veces es lo que más cuesta trabajo. Utilizamos las "mentiras piadosas" en
circunstancias que calificamos como de baja importancia, donde no pasa nada: como
el decir que estamos avanzados en el trabajo, cuando aún no hemos comenzado, por
la suposición de que es fácil y en cualquier momento podemos estar al corriente.
Obviamente, una pequeña mentira, llevará a otra más grande y así sucesivamente...
hasta que nos sorprenden.

    Al inventar defectos o hacerlos más grandes en una persona, ocultamos el enojo o
la envidia que tenemos. Con aires de ser "franco" o "sincero", decimos con facilidad
los errores que comenten los demás, mostrando lo ineptos o limitados que son.

    No todo esta en la palabra, también se puede ver la Sinceridad en nuestras


actitudes. Cuando aparentamos lo que no somos, (normalmente es según el propósito
que se persiga: trabajo, amistad, negocios, círculo social...), se tiene la tendencia a
mostrar una personalidad ficticia: inteligentes, simpáticos, educados, de buenas
costumbres... En este momento viene a nuestra mente el viejo refrán que dice: "dime
de que presumes... y te diré de que careces"; gran desilusión causa el descubrir a la
persona como era en la realidad, alguna vez hemos dicho o escuchado: "no era como
yo pensaba", "creí que era diferente", "si fuese sincero, otra cosa sería"...

    Cabe enfatizar que "decir" la verdad es una parte de la Sinceridad, pero también
"actuar" conforme a la verdad, es requisito indispensable.

    El mostrarnos "como somos en la realidad", nos hace congruentes entre lo que
decimos, hacemos y pensamos, esto se logra con el conocimiento y la aceptación de
nuestras cualidades y limitaciones,

    En ocasiones faltamos a la Sinceridad por descuido, utilizando las típicas frases
"creo que quiso decir esto...", "me pareció que con su actitud lo que realmente
pensaba era que ..." ; tal vez y con buena intención, opinamos sobre una persona o un
acontecimiento sin conocer los hechos. Ser sincero, exige responsabilidad en lo que
decimos, evitando dar rienda suelta a la imaginación o haciendo suposiciones.

    Para ser sincero también se requiere "tacto", esto no significa encubrir la verdad o
ser vagos al decir las cosas. Cuando debemos decirle a una persona algo que
particularmente puede incomodarla (pensemos en cosas como: su modo de vestir,
mejorar su lenguaje, el trato con los demás o la manera de hacer y terminar mejor su
trabajo), primeramente debemos ser conscientes que el propósito es "ayudar" o lo que
es lo mismo, no hacerlo por disgusto, enojo o porque "nos cae mal"; enseguida
encontrar el momento y lugar oportunos, esto último garantiza que la persona nos
escuchará y descubrirá nuestra buena intención de ayudarle a mejorar.

    En algún momento la Sinceridad requiere valor, nunca se justificará el dejar de decir
las cosas para no perder una amistad o el buen concepto que se tiene de nuestra
persona. Si por ejemplo, es evidente que un amigo trata mal a su esposa o a sus
empleados, tenemos la obligación de decírselo, señalando las faltas en las que incurre
y el daño que provoca, no solamente a las personas, sino a la buena convivencia que
debe haber.

    La persona sincera dice la verdad siempre, en todo momento, aunque le cueste, sin
temor al qué dirán. Vernos sorprendidos en la mentira es más vergonzoso.

    Al ser sinceros aseguramos la amistad, somos honestos con los demás y con
nosotros mismos, convirtiéndonos en personas dignas de confianza por la veracidad
que hay en nuestra conducta y nuestras palabras. A medida que pasa el tiempo, esta
norma se debe convertir en una forma de vida, una manera de ser confiables en todo
lugar y circunstancia.

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Actividades.- 

    1.-Los niños leen esta fábula en voz alta y el profesor comprueba la
comprensión.

    2.-Se forman equipos y contestan a estas cuestiones:

a) ¿Por qué mintió la primera vez el pastorcito?

b) ¿Cómo les pagó el pastor a los aldeanos su ayuda?

c) ¿Qué pasó cuando vino el lobo?

d) ¿Por qué no vinieron a ayudarle los aldeanos?

    e) ¿En qué suelen mentir algunos niños?

3.-Los secretarios leen las respuestas.


EL SERMÓN DE LAS AVES
    Bondadoso y amable era San Francisco, no sólo con los hombres sino con todas las
criaturas vivientes. Hablaba con los pájaros como si fueran sus hermanos del aire, y
no soportaba que les hicieran daño.

    En Navidad desparramaba migajas bajo los árboles, de modo que las criaturillas
pudieran alimentarse y ser felices.

    Una vez, cuando un niño le dio un par de palomas que había cazado con una
trampa, San Francisco les hizo preparar un nido, y la hembra depositó allí sus huevos.

    Con el tiempo, empolló los huevos, y creció una nueva nidada de pequeñas
palomas. Eran tan dóciles que se posaban en los hombros de San Francisco y comían
de su mano.

    Y se cuentan muchas otras anécdotas sobre el gran amor y piedad de este hombre
hacia las tímidas criaturas que vivían en los campos y los bosques.

    Un día, mientras caminaba entre los árboles, las aves lo vieron y volaron a
saludarlo. Cantaron sus canciones más dulces para demostrarle cuánto lo amaban.
Entonces, cuando vieron que iba a hablar, se posaron en la hierba y escucharon.

    -¡Oh, pájaros –dijo él- , os amo, pues sois mis hermanos del aire. Os diré algo,
hermanos. Siempre debéis amar a Dios y alabarlo.

    “Pensad en lo que él os ha dado. Os ha dado alas para surcar el aire. Os ha dado
una indumentaria cálida y bella. Os ha dado el aire para que lo recorráis y tengáis
hogares.

    “Y pensad en esto, ho hermanos: no sembráis ni cosecháis, pues Dios os alimenta.


Os da ríos y arroyos para beber. Os da montañas y valles para que descanséis. Os da
árboles donde construir vuestros nidos.

    “No trabajáis, ni hiláis, pero Dios cuida de vosotros y vuestros pequeños. Debe ser,
pues, que El os ama. No seáis ingratos, y cantad en su alabanza y agradecedle su
bondad.

    El santo dejó de hablar y miró en torno. Todos los pájaros brincaron alegremente.
Extendieron sus alas y abrieron el pico para demostrar que entendían sus palabras.

    Y cuando él los bendijo, todos se pusieron a cantar, y el bosque entero se llenó de
dulzura y alegría gracias a sus maravillosas melodías.

    Versión de James Baldwin.

    SUGERENCIAS METODOLÓGICAS

Objetivo.- Tratar bien a los animales.

          Contenido.-

Ecología
    El valor que encuentra en la protección del medio ambiente una forma de servir a
los demás.

    Es el valor que nos hace considerar y actuar en favor de la protección del medio
ambiente, los recursos naturales y toda forma de vida, incluyendo la propia.

    Pensar en la naturaleza y la cultura ecológica tan de moda en estos tiempos, nos
ubica en una situación un tanto incierta. Por una parte, vienen a nuestra mente los
grupos “verdes” con iniciativas de todo tipo: la protección de las especies, el medio
ambiente y los recursos naturales, donde son muchos los que participan y se
comprometen, pero adquieren un matiz de exageración a los ojos de los demás: para
la inmensa mayoría de las personas, luchar por la protección de las ballenas tiene
poco sentido, sobre todo si en el lugar donde vive se encuentra alejado del mar.

    Al mismo tiempo surge la pregunta: ¿Qué tengo que ver yo con la ecología? Pese a
las campañas y la abundancia de carteles, ese sentido de la distancia y no pertenencia
a un medio ambiente determinado, nos hace seguir inmersos en nuestras
ocupaciones, sin darnos el tiempo necesario para pensar seriamente en la importancia
de vivir este valor tan necesario en nuestros días.

    Para despertar en nosotros una conciencia ecológica, hace falta reflexionar
profundamente sobre el sentido que tiene toda forma de vida para nosotros, y en
primer instancia, la nuestra.

    Los cuidados que requiere nuestra persona son bastante conocidos: adecuada
alimentación, el debido descanso, hacer un poco de ejercicio, prevenir las
enfermedades y tratarlas oportunamente, trasnochar lo menos posible, alejarse de los
vicios, trabajar con orden, etc., sin embargo, el descuido voluntario de estos y otros
aspectos igualmente importantes, necesariamente afecta nuestra salud, por eso, es
imposible pensar en preocuparse de lo que ocurre en el exterior, cuando somos
incapaces de cuidarnos a nosotros mismos.

    Si además del descuido personal, agregamos una falta de voluntad para realizar
acciones concretas, podemos formarnos una idea más clara de nuestra conducta. Por
ejemplo, no es raro que el “clasificar la basura” nos provoque cierta pereza, sobre todo
si ya existe quien lo haga. Recoger envolturas, papeles y residuos de comida para
depositarlos en su lugar o limpiar líquidos derramados, deberían ser actitudes que
reflejen nuestros hábitos y costumbres .

    Ahora podemos darnos cuenta, que el cuidado de nuestra persona y mejorar
cualitativamente nuestros hábitos, nos llevará a conservar nuestro entorno inmediato
en óptimas condiciones, y de esta manera, comprender en toda su extensión las
grandes y pequeñas iniciativas ecológicas.

    Para muchos, es inexplicable la preocupación de algunas personas por su medio


geográfico, calificando de exagerado el reporte del noticiero sobre la gravedad de un
incendio, un derrame de petróleo en el mar o la contaminación de un río, pero es difícil
juzgar y comprender esta situación si vivimos en otro espacio. Para quienes su vida se
desarrolla y depende del mar, el bosque, el río o el campo, constituye un centro vital
para su existencia, por eso lo considera como propio y parte de su responsabilidad.

    Tal vez esa es la clave y fundamento de este valor: considerar como propio todo lo
que nos rodea. Así como tenemos especial cuidado por conservar nuestro hogar
limpio, de igual manera deberíamos hacerlo en la calle, la oficina, los lugares de
esparcimiento... tomando las precauciones y medidas necesarias para cada caso, en
vez de quejarnos del deficiente servicio público de limpieza o la falta de conciencia de
los conciudadanos. Una vez más, nuestro ejemplo constituye el punto fundamental
para la transmisión de los valores.

    ¿Cuál es el resultado de la conciencia de este valor? Primeramente la solidaridad


que debemos a nuestros semejantes, tal vez no está en nuestras posibilidad acudir al
sitio de una catástrofe, pero si podemos contribuir en la protección de nuestra
comunidad; paralelamente surge el respeto por las personas y la naturaleza, que son
inseparables y dependientes entre sí. Dicho de otra forma, representa el compromiso
personal por servir a los demás, procurando espacios limpios que faciliten un modo de
vida digno para todos.

    Para vivir este valor desde tu situación personal y de acuerdo a tus posibilidades,
puedes comenzar por:

    - Cuida tu salud prudentemente y sin caer en exageraciones. Tan delicada es una
dieta rigurosa, como el exceso en la comida, por ejemplo.

    - Refuerza tus hábitos personales de orden y limpieza, en tu hogar, oficina, lugares
que frecuentas y hasta en las calles. No es lo mismo arrojar un papel y que caiga a un
lado del cesto, que depositarlo dentro.

    - Respeta las normas de cuidado ambiental de todo lugar (área de fumadores,
depositar basura, no dar alimento a los animales del zoológico, no encender fuego,
etc.).

    - Acostúmbrate a reportar las deficiencias del servicio público de limpieza y las
anomalías que surgen por la falta de conciencia de personas, empresas o
instituciones.

    - Infórmate sobre los aspectos fundamentales de la cultura ecológica, aplicando lo


que haga falta en tu hogar y comunidad. Seguramente encontrarás a otras personas
que apoyen tus iniciativas.

    - Promueve alguna campaña ecológica sencilla en la escuela de tus hijos. Si eres
estudiante, con mayor razón.

    - Reflexiona en esta idea: Mi entorno va más allá de las paredes de mi casa, la
escuela y la oficina.

    Quien vive este valor en la medida de sus posibilidades y con acciones concretas,
demuestra un serio compromiso por el bienestar de sus semejantes, con quienes se
solidariza para realizar una labor más efectiva, pues su actitud no depende de la moda
o el fanatismo, sino por la firme determinación de mejorar el mundo en el que vivimos.

Con autorización de:    www.encuentra.com

   Actividades.- 

1.-Leer el texto y contestar a estas preguntas:

a) ¿Cómo era San Francisco?


b) Cuenta lo que pasó con las palomas.

c) ¿Qué les mandó hacer a los pájaros?

d) ¿Qué les ha dado Dios a las aves?

e) ¿Qué pasó cuando los bendijo?

2.-Varios alumnos leen las contestaciones.


EL CUENTO DE LA TORTUGA
    Había un a vez una tortuga que había perdido la memoria y no se acordaba del
camino de regreso a su casa. Estaba perdida en el bosque y lloraba. Lloró tanto que el
bosque empezó a llenarse de lágrimas.

    Esto ocasionó problemas a los enanos del bosque, ya que entraba agua (lágrimas)
en sus casas.

    Decididos a buscar el origen de tal “inundación”, salieron de sus casas para saber
cuál era el problema.

    Pronto encontraron a la tortuga llorando desesperadamente y le preguntaron:

    -Tortuga, ¿por qué lloras tanto?

    -He perdido la memoria y no sé la forma de regresar a casa.

    Los enanos tuvieron una ocurrencia. Le colocaron una hierbas mágicas dentro del
caparazón y le dijeron:

    -Cada vez que quieras saber lo que debes hacer, pon la cabeza dentro del
caparazón, hueles las hierbas mágicas y empiezas a pensar. ¡Verás qué bien
funciona!

    La tortuga así lo hizo: puso la cabeza dentro del caparazón, olió las hierbas mágicas
y pensó: “¿Cuál es la forma de regresar a casa?” A continuación adoptó la postura del
pensador y dijo:

    -¡Ah!, ya me acuerdo, he de subir este monte y bajar por la orilla del torrente.

    La tortuga salió del caparazón, dio las gracias a los enanos y se dirigió hacia su
casa.

    A partir de aquí, la tortuga siempre supo lo que debía hacer: cuando no se acordaba
de algo, ponía la cabeza en el caparazón, pensaba y decidía.

    Carreras, Ll. Y otros. Cómo educar en valores. Editorial Narcea.

    SUGERENCIAS METODOLÓGICAS

Objetivo.- Pensar antes de tomar decisiones.

          Contenido.-

Prudencia

    Adelantarse a las circunstancias, tomar mejores decisiones, conservar la


compostura y el trato amable en todo momento, forjan una personalidad decidida,
emprendedora y comprensiva.
    La Prudencia, en estricto sentido, es una virtud. Sin embargo queremos analizarla a
la luz de los valores y la trataremos en su forma operativa, es decir, como el valor que
nos ayuda a actuar con mayor conciencia frente a las situaciones ordinarias de la vida.

    La prudencia es tan discreta que pasa inadvertida ante nuestros ojos. Nos
admiramos de las personas que normalmente toman decisiones acertadas, dando la
impresión de jamás equivocarse; sacan adelante y con éxito todo lo que se proponen;
conservan la calma aún en las situaciones más difíciles; percibimos su comprensión
hacia todas las personas y jamás ofenden o pierden la compostura. Así es la
prudencia, decidida, activa, emprendedora y comprensiva. ¿Quién puede rehusarse a
vivirla y hacerla parte de su personalidad?

    La prudencia es el valor que nos ayuda o reflexionar y a considerar los efectos que
pueden producir nuestras palabras y acciones, teniendo como resultado un actuar
correcto en cualquier circunstancia.

    Primeramente, debemos eliminar de una vez por todas la equivocada imagen que
algunas personas tienen de la prudencia como modo de ser: una personalidad gris,
insegura y temerosa en su actuar, tímida en sus palabras, introvertida, excesivamente
cautelosa y haciendo todo lo posible por no tener problemas... No es raro que una
imagen tan poco atractiva provoque el rechazo y hasta la burla de quienes así la
entienden.

    El valor de la prudencia no se forja a través de una apariencia, sino por la manera
en que nos conducimos ordinariamente. Posiblemente lo que más nos cuesta trabajo
es reflexionar y conservar la calma en toda circunstancia; la gran mayoría de nuestros
desaciertos en la toma de decisiones, en el trato con las personas o formar opinión, se
deriva de la precipitación, la emoción, el mal humor, una percepción equivocada de la
realidad o la falta de una completa y adecuada información.

    La falta de prudencia siempre tendrá consecuencias en todos los niveles, personal y
colectivo, según sea el caso: como quienes se adhieren a cualquier actividad por el
simple hecho de que "todos" estarán ahí, sin conocer los motivos verdaderos y las
consecuencias que pueda traer; el asistir a lugares poco recomendables, creyendo
que estamos a salvo; participar en actividades o deportes de alto riesgo sin tener la
preparación necesaria, conducir siempre con exceso de velocidad...

    Es importante tomar en cuenta que todas nuestras acciones estén encaminadas a
salvaguardar la integridad de los demás en primera instancia, como símbolo del
respeto que debemos a todos los seres humanos.

    La verdadera lucha y esfuerzo no está en circunstancias un tanto extraordinarias y


fuera de lo común: decimos cosas que lastiman a los demás por el simple hecho de
habernos levantado de mal humor, de tener preocupaciones y exceso de trabajo;
porque nos falta capacidad para comprender los errores de los demás o nos
empeñamos en hacer la vida imposible a todos aquellos que de alguna manera nos
son antipáticos o los vemos como rivales profesionalmente hablando.

    Si nos diéramos un momento para pensar, esforzándonos por apreciar las cosas en
su justa medida, veríamos que en muchas ocasiones no existía la necesidad de
reprender tan fuertemente al subalterno, al alumno o al hijo; discutir acaloradamente
por un desacuerdo en el trabajo o en casa; evitar conflictos por comentarios de
terceros. Parece ser que tenemos un afán por hacer los problemas más grandes,
actuamos y decimos cosas de las que generalmente nos arrepentimos.
    En otro sentido, debemos ser sinceros y reconocer que cuando algo no nos gusta o
nos incomoda, enarbolamos la bandera de la prudencia para cubrir nuestra pereza,
dando un sin fin de razones e inventando obstáculos para evitar comprometernos en
alguna actividad e incluso en una relación. ¡Qué fácil es ser egoísta aparentando ser
prudente! Que no es otra cosa sino el temor a actuar, a decidir, a comprometerse.

    Tal vez nunca se nos ha ocurrido pensar que al trabajar con intensidad y
aprovechando el tiempo, cumplir con nuestras obligaciones y compromisos, tratar a los
demás amablemente y preocuparnos por su bienestar, es una clara manifestación de
la prudencia. Toda omisión a nuestros deberes, así como la inconstancia para
cumplirlos, denotan la falta de conciencia que tenemos sobre el papel que
desempeñamos en todo lugar y que nadie puede hacer por nosotros.

    Por prudencia tenemos obligación de manejar adecuadamente nuestro presupuesto,


cuidar las cosas para que estén siempre en buenas condiciones y funcionales,
conservar un buen estado de salud física, mental y espiritual.

    La experiencia es, sin lugar a dudas, un factor importante para actuar y tomar
mejores decisiones, nos hace mantenernos alerta de lo que ocurre a nuestro alrededor
haciéndonos más observadores y críticos, lo que permite adelantarnos a las
circunstancias y prever en todos sus pormenores el éxito o fracaso de cualquier acción
o proyecto.

    El ser prudente no significa tener la certeza de no equivocarse, por el contrario, la


persona prudente muchas veces ha errado, pero ha tenido la habilidad de reconocer
sus fallos y limitaciones aprendiendo de ellos. Sabe rectificar, pedir perdón y solicitar
consejo.

    El valor de la prudencia nos hace tener un trato justo y lleno de generosidad hacia
los demás, edifica una personalidad recia, segura, perseverante, capaz de
comprometerse en todo y con todos, generando confianza y estabilidad en quienes le
rodean, seguros de tener a un guía que los conduce por un camino seguro.

Con autorización de:    www.encuentra.com

Actividades.- 

1.-Hacer copias de este texto para todos y leerlo en voz alta.

2.-Contestar a estas preguntas:

a) ¿Por qué lloraba la tortuga?

b) ¿Qué solución encontraron los enanos?

c) ¿Qué aprendió la tortuga?

d) ¿Qué podemos aprender nosotros?

3.-Puesta en común de las respuestas a las preguntas c) y d).


PINOCHO
    Cuando se marcharon los tres médicos, el Hada se acercó a Pinocho, le tocó la
frente y notó que tenía fiebre muy alta. Echó un polvillo blanco en un vaso de agua y
se lo dio, diciéndole gentilmente:

    -Bebe esto y dentro de un rato estarás bien.

    Pinocho miró el vaso, hizo una mueca y gimió:

    -¿Es dulce o amargo?

    -Es amargo pero te hará bien.

    -Si es amargo, no lo quiero.

    -Sé obediente. Bébelo.

    -Pero no me gustan los cosas amargas.

    -Bébelo, y luego te daré un terrón de azúcar para sacarte el gusto de la boca.

    -¿Dónde está el terrón de azúcar?

    -Aquí tienes.

    -Dámelo primero, y luego tomaré la medicina.

    -¿Lo prometes?

    -Sí.

    El Hada le dio el azúcar, y Pinocho pronto lo terminó. Luego dijo, relamiéndose los
labios:

    -¡Qué bueno si el azúcar fuera medicina! La tomaría todos los días.

    -Ahora cumple tu promesa y toma la medicina –dijo el Hada-. Te hará bien.

    Pinocho tomó el vaso y olió el contenido, se lo apoyó en la boca, lo olió de nuevo.

    -Es demasiado amarga –dijo-, demasiado amarga. No podré tragarla.

    -¿Cómo puedes decir eso cuando ni siquiera lo has probado?

    -Oh, puedo imaginarlo... lo sé por el olor. Dame otro terrón de azúcar y la beberé.

    Y el hada, con paciencia maternal, le puso otro terrón de azúcar en la boca y le dio
de nuevo la medicina.

    -¡Realmente no puedo beberla! –gimió el títere con mil muecas.


    -¿Por qué?

    -Porque esa almohada está demasiado cerca de los pies.

    El Hada movió la almohada.

    -Es inútil... no puedo beberla.

    -¿Qué otra cosa te molesta?

    -La puerta está entornada.

    El Hada cerró la puerta.

    -Francamente, no puedo beber esa cosa amarga –protestó Pinocho-. ¡No, no y no!

    -Niño, lo lamentarás.

    -No me importa.

    -Te morirás de fiebre.

    -No me importa. Prefiero morir a tomar esa medicina amarga.

    -De acuerdo –dijo el Hada.

    Entonces se abrió la puerta y entraron cuatro conejos negros como tinta, llevando
un ataúd sobre los hombros.

    -¿Qué queréis? –preguntó Pinocho, incorporándose.

    -Hemos venido a llevarte –dijo el conejo más grande.

    -¿A llevarme? ¡Todavía no estoy muerto!

    -No, todavía no, pero lo estarás dentro de un rato, pues rechazas la medicina que te
haría bien.

    -¡Oh, Hada, Hada! –gritó Pinocho-. Dame esa medicina... pronto. Luego, échalos.
No quiero morir, no quiero morir.

    -Vaya –gruñeron los conejos-, hemos venido en balde.

    Y poniéndose el ataúd sobre los hombros, se fueron refunfuñando.

    Poco después Pinocho saltó de la cama, totalmente recobrado. Pues debéis saber
que los niños de madera rara vez se enferman y se reponen prontamente. Cuando el
Hada lo vio brincando por la habitación, feliz como un polo recién salido del cascarón,
le dijo:

    -Con que mi medicina te ha curado.


    -En efecto. Me faltó poco.

    -¿Y por qué hiciste tanta alharaca para beberla?

    -Oh, todos los niños son iguales. Tenemos más miedo de la medicina que de la
enfermedad.

    -¡Qué vergüenza! Los niños deberían saber que un buen remedio tomado a tiempo
ahuyenta enfermedades peligrosas, incluso la muerte.

    -La próxima vez no seré tan malo. Me acordaré de los conejos negros y el ataúd... y
tomaré la medicina al instante.

    -Eso es. Ahora cuéntame cómo caíste en manos de esos ladrones.

    Pinocho refirió fielmente todo lo que le había sucedido. Cuando hubo terminado, el
Hada preguntó:

    -¿Qué hiciste con las cuatro piezas de oro?

    -Las perdí –respondió Pinocho. Pero era mentira, porque las tenía en el bolsillo.

    En cuanto dijo esto, su nariz, que ya era bastante larga, creció diez centímetros.

    -¿Dónde las perdiste? –preguntó el Hada.

    -En el bosque, cerca de aquí.

    Ante esta segunda mentira, la nariz creció aún más.

    -Si las has perdido en el bosque, cerca de aquí –dijo el Hada-, las encontraremos
pronto. Pues aquí todo se encuentra.

    -Ah, ahora recuerdo –dijo el títere-. No perdí las monedas, sino que las tragué
cuando tomé la medicina.

    Ante esa tercera mentira, la nariz se alargó tanto que Pinocho no podía mover la
cabeza. Si la movía hacia un lado se le clavaba en la cama o la ventana. Si la movía
hacia el otro, chocaba con la pared o la puerta.

    El Hada lo miró y se echó a reír.

    -De qué te ríes? –preguntó el títere, avergonzado.

    -Me río de las tontas mentiras que has contado.

    -¿Cómo supiste que eran mentiras?

    -Las mentiras, niño, se reconocen de inmediato, porque las hay sólo de dos clases.
Algunas tienen patas cortas, y otras tienen narices largas. Las tuyas son de las que
tienen narices largas.
    Pinocho estaba tan abatido que trató de correr para ocultarse, pero no pudo. Su
nariz había crecido tanto que no podía pasar por la puerta.

    El Hada dejó que el títere sollozara una buena media hora por su larga nariz. Lo
hizo para darle una lección sobre la necedad de contar mentiras. Pero cuando le vio
los ojos hinchados y el rostro rojo de llanto, se conmovió de piedad por él. Batió las
palmas, y ante esa señal una gran bandad de pájaros carpinteros entró por la ventana
y, posándose uno por uno en la nariz de Pinocho, la picotearon con tal fuerza que al
rato quedó reducida a su tamaño normal.

    Carlo Lorenzini. 

    SUGERENCIAS METODOLÓGICAS

Objetivo.- Decir siempre la verdad.

            Contenido.-

        Sinceridad

    Es un valor que debemos vivir para tener amigos, para ser dignos de confianza

    ¿Alguna vez has sentido la desilusión de descubrir la verdad?, ¿esa verdad que
descubre un engaño o una mentira?, seguramente si; la incomodidad que provoca el
sentirnos defraudados, es una experiencia que nunca deseamos volver a vivir, y a
veces, nos impide volver a confiar en las personas, aún sin ser las causantes de
nuestra desilusión.

    Pero la Sinceridad, como los demás valores, no es algo que debemos esperar de
los demás, es un valor que debemos vivir para tener amigos, para ser dignos de
confianza....

    La Sinceridad es un valor que caracteriza a las personas por la actitud congruente
que mantienen en todo momento, basada en la veracidad de sus palabras y acciones.

    Para ser sinceros debemos procurar decir siempre la verdad, esto que parece tan
sencillo, a veces es lo que más cuesta trabajo. Utilizamos las "mentiras piadosas" en
circunstancias que calificamos como de baja importancia, donde no pasa nada: como
el decir que estamos avanzados en el trabajo, cuando aún no hemos comenzado, por
la suposición de que es fácil y en cualquier momento podemos estar al corriente.
Obviamente, una pequeña mentira, llevará a otra más grande y así sucesivamente...
hasta que nos sorprenden.

    Al inventar defectos o hacerlos más grandes en una persona, ocultamos el enojo o
la envidia que tenemos. Con aires de ser "franco" o "sincero", decimos con facilidad
los errores que comenten los demás, mostrando lo ineptos o limitados que son.

    No todo esta en la palabra, también se puede ver la Sinceridad en nuestras


actitudes. Cuando aparentamos lo que no somos, (normalmente es según el propósito
que se persiga: trabajo, amistad, negocios, círculo social...), se tiene la tendencia a
mostrar una personalidad ficticia: inteligentes, simpáticos, educados, de buenas
costumbres... En este momento viene a nuestra mente el viejo refrán que dice: "dime
de que presumes... y te diré de que careces"; gran desilusión causa el descubrir a la
persona como era en la realidad, alguna vez hemos dicho o escuchado: "no era como
yo pensaba", "creí que era diferente", "si fuese sincero, otra cosa sería"...

    Cabe enfatizar que "decir" la verdad es una parte de la Sinceridad, pero también
"actuar" conforme a la verdad, es requisito indispensable.

    El mostrarnos "como somos en la realidad", nos hace congruentes entre lo que
decimos, hacemos y pensamos, esto se logra con el conocimiento y la aceptación de
nuestras cualidades y limitaciones,

    En ocasiones faltamos a la Sinceridad por descuido, utilizando las típicas frases
"creo que quiso decir esto...", "me pareció que con su actitud lo que realmente
pensaba era que ..." ; tal vez y con buena intención, opinamos sobre una persona o un
acontecimiento sin conocer los hechos. Ser sincero, exige responsabilidad en lo que
decimos, evitando dar rienda suelta a la imaginación o haciendo suposiciones.

    Para ser sincero también se requiere "tacto", esto no significa encubrir la verdad o
ser vagos al decir las cosas. Cuando debemos decirle a una persona algo que
particularmente puede incomodarla (pensemos en cosas como: su modo de vestir,
mejorar su lenguaje, el trato con los demás o la manera de hacer y terminar mejor su
trabajo), primeramente debemos ser conscientes que el propósito es "ayudar" o lo que
es lo mismo, no hacerlo por disgusto, enojo o porque "nos cae mal"; enseguida
encontrar el momento y lugar oportunos, esto último garantiza que la persona nos
escuchará y descubrirá nuestra buena intención de ayudarle a mejorar.

    En algún momento la Sinceridad requiere valor, nunca se justificará el dejar de decir
las cosas para no perder una amistad o el buen concepto que se tiene de nuestra
persona. Si por ejemplo, es evidente que un amigo trata mal a su esposa o a sus
empleados, tenemos la obligación de decírselo, señalando las faltas en las que incurre
y el daño que provoca, no solamente a las personas, sino a la buena convivencia que
debe haber.

    La persona sincera dice la verdad siempre, en todo momento, aunque le cueste, sin
temor al qué dirán. Vernos sorprendidos en la mentira es más vergonzoso.

    Al ser sinceros aseguramos la amistad, somos honestos con los demás y con
nosotros mismos, convirtiéndonos en personas dignas de confianza por la veracidad
que hay en nuestra conducta y nuestras palabras. A medida que pasa el tiempo, esta
norma se debe convertir en una forma de vida, una manera de ser confiables en todo
lugar y circunstancia.

Con autorización de:    www.encuentra.com

Actividades.- 

1.-Leer este texto entre tres niños: uno será Pinocho, otro el Hada y el tercero
el narrador.

2.-El profesor pregunta a los niños estas preguntas:

a) ¿Era obediente Pinocho?

b) ¿Qué le pidió Pinocho al Hada?


c) ¿Cuándo accedió Pinocho a tomar la medicina?

d) ¿Cuáles fueron las tres mentiras que dijo Pinocho?

e) ¿Se arrepintió Pinocho?

f) ¿Por qué no debemos decir mentiras?

3.-Escribir en la pizarra las contestaciones a la pregunta f).


VERDAD Y MENTIRA
    Una vez Verdad y Mentira se encontraron en el camino.

    -Buenas tardes –dijo Verdad.

    -Buenas tardes –respondió Mentira-. ¿Cómo te va últimamente?

    -Me temo que no muy bien –suspiró Verdad-. Son tiempos difíciles para alguien
como yo.

    -Sí, ya veo –dijo Mentira, echando una ojeada a las ropas harapientas de Verdad-.
Parece que hace tiempo que no pruebas bocado.

    -A decir verdad, así es –admitió Verdad-. Nadie quiere emplearme hoy en día.
Dondequiera que voy, la mayoría de la gente me ignora o se burla de mí. Es
desalentador, te lo aseguro. Empiezo a preguntarme por qué lo soporto.

    -Exactamente, ¿por qué? Ven conmigo, y yo te mostraré cómo llevarte bien. No hay
motivos para que no puedas comer opíparamente, como yo, y vestir la mejor ropa,
como yo. Pero debes prometer que no dirás una palabra contra mí mientras estemos
juntos.

    Verdad hizo esa promesa y convino en llevarse bien con Mentira por un tiempo, no
tanto porque le gustara su compañía sino porque tenía tanta hambre que desfallecería
si no comía nada. Anduvieron por el camino hasta llegar a una ciudad, y Mentira lo
condujo hasta la mejor mesa del mejor restaurante.

    -Camarero, queremos las mejores carnes, las golosinas más dulces, el mejor vino –
pidió, y comieron y bebieron toda la tarde. Al fin, cuando ya no pudo comer más,
Mentira se puso a golpear la mesa llamando al gerente, que acudió a la carrera.

    -¿Qué clase de lugar es éste? –protestó Mentira-. Hace una hora que le di a ese
camarero una pieza de oro, y todavía no nos ha traído el cambio.

    El gerente llamó al camarero, quien dijo que ese caballero no le había dado un solo
céntimo.

    -¿Qué? –gritó Mentira, llamando la atención de todos los presentes-. ¡Este lugar es
increíble! ¡Vienen a comer ciudadanos inocentes y respetuosos de la ley, y ustedes los
despojan del dinero que han ganado con tanto esfuerzo! ¡Son un hato de ladrones y
mentirosos! ¡Me habrán engañado una vez, pero nunca más me verán de nuevo!
¡Tenga!         

    –Le arrojó una pieza de oro al gerente-. ¡Pero esta vez tráigame el cambio!

    Pero el gerente, temiendo por la reputación de su establecimiento, se negó a


aceptar la pieza de oro, y en cambio le llevó a Mentira el cambio de la primera moneda
que él afirmaba haber dado. Luego llevó al camarero aparte, y lo acusó de pillastre, y
amenazó con despedirlo. Y por mucho que el camarero insistía en que ese hombre no
le había dado un céntimo, el gerente se negaba a creerle.
    -Ay, Verdad, ¿dónde te has escondido? –suspiró el camarero-. ¿Has abandonado a
los trabajadores?

    -No, estoy aquí –gruñó Verdad para sus adentros-, pero el hambre me nubló el
juicio, y ahora no puedo hablar sin romper la promesa que hice a Mentira.

    En cuanto estuvieron en la calle, Mentira soltó una risotada y palmeó a Verdad en la
espalda.

    -¿Ves cómo funciona el mundo? Me las apañé muy bien, ¿no crees?

    Pero Verdad se alejó de su compañero.

    -Prefiero morirme de hambre a vivir como tú –dijo.

    Y así Verdad y Mentira siguieron cada cual su camino, y nunca más viajaron juntos.

    Cuento tradicional griego.

    SUGERENCIAS METODOLÓGICAS

Objetivo.- Rechazar siempre la mentira.

          Contenido.-

Sinceridad

    Es un valor que debemos vivir para tener amigos, para ser dignos de confianza

    ¿Alguna vez has sentido la desilusión de descubrir la verdad?, ¿esa verdad que
descubre un engaño o una mentira?, seguramente si; la incomodidad que provoca el
sentirnos defraudados, es una experiencia que nunca deseamos volver a vivir, y a
veces, nos impide volver a confiar en las personas, aún sin ser las causantes de
nuestra desilusión.

    Pero la Sinceridad, como los demás valores, no es algo que debemos esperar de
los demás, es un valor que debemos vivir para tener amigos, para ser dignos de
confianza....

    La Sinceridad es un valor que caracteriza a las personas por la actitud congruente
que mantienen en todo momento, basada en la veracidad de sus palabras y acciones.

    Para ser sinceros debemos procurar decir siempre la verdad, esto que parece tan
sencillo, a veces es lo que más cuesta trabajo. Utilizamos las "mentiras piadosas" en
circunstancias que calificamos como de baja importancia, donde no pasa nada: como
el decir que estamos avanzados en el trabajo, cuando aún no hemos comenzado, por
la suposición de que es fácil y en cualquier momento podemos estar al corriente.
Obviamente, una pequeña mentira, llevará a otra más grande y así sucesivamente...
hasta que nos sorprenden.

    Al inventar defectos o hacerlos más grandes en una persona, ocultamos el enojo o
la envidia que tenemos. Con aires de ser "franco" o "sincero", decimos con facilidad
los errores que comenten los demás, mostrando lo ineptos o limitados que son.

    No todo esta en la palabra, también se puede ver la Sinceridad en nuestras


actitudes. Cuando aparentamos lo que no somos, (normalmente es según el propósito
que se persiga: trabajo, amistad, negocios, círculo social...), se tiene la tendencia a
mostrar una personalidad ficticia: inteligentes, simpáticos, educados, de buenas
costumbres... En este momento viene a nuestra mente el viejo refrán que dice: "dime
de que presumes... y te diré de que careces"; gran desilusión causa el descubrir a la
persona como era en la realidad, alguna vez hemos dicho o escuchado: "no era como
yo pensaba", "creí que era diferente", "si fuese sincero, otra cosa sería"...

    Cabe enfatizar que "decir" la verdad es una parte de la Sinceridad, pero también
"actuar" conforme a la verdad, es requisito indispensable.

    El mostrarnos "como somos en la realidad", nos hace congruentes entre lo que
decimos, hacemos y pensamos, esto se logra con el conocimiento y la aceptación de
nuestras cualidades y limitaciones,

    En ocasiones faltamos a la Sinceridad por descuido, utilizando las típicas frases
"creo que quiso decir esto...", "me pareció que con su actitud lo que realmente
pensaba era que ..." ; tal vez y con buena intención, opinamos sobre una persona o un
acontecimiento sin conocer los hechos. Ser sincero, exige responsabilidad en lo que
decimos, evitando dar rienda suelta a la imaginación o haciendo suposiciones.

    Para ser sincero también se requiere "tacto", esto no significa encubrir la verdad o
ser vagos al decir las cosas. Cuando debemos decirle a una persona algo que
particularmente puede incomodarla (pensemos en cosas como: su modo de vestir,
mejorar su lenguaje, el trato con los demás o la manera de hacer y terminar mejor su
trabajo), primeramente debemos ser conscientes que el propósito es "ayudar" o lo que
es lo mismo, no hacerlo por disgusto, enojo o porque "nos cae mal"; enseguida
encontrar el momento y lugar oportunos, esto último garantiza que la persona nos
escuchará y descubrirá nuestra buena intención de ayudarle a mejorar.

    En algún momento la Sinceridad requiere valor, nunca se justificará el dejar de decir
las cosas para no perder una amistad o el buen concepto que se tiene de nuestra
persona. Si por ejemplo, es evidente que un amigo trata mal a su esposa o a sus
empleados, tenemos la obligación de decírselo, señalando las faltas en las que incurre
y el daño que provoca, no solamente a las personas, sino a la buena convivencia que
debe haber.

    La persona sincera dice la verdad siempre, en todo momento, aunque le cueste, sin
temor al qué dirán. Vernos sorprendidos en la mentira es más vergonzoso.

    Al ser sinceros aseguramos la amistad, somos honestos con los demás y con
nosotros mismos, convirtiéndonos en personas dignas de confianza por la veracidad
que hay en nuestra conducta y nuestras palabras. A medida que pasa el tiempo, esta
norma se debe convertir en una forma de vida, una manera de ser confiables en todo
lugar y circunstancia.

Con autorización de:    www.encuentra.com

Actividades.- 

1.-Hacer copias de este cuento para todos los alumnos.


2.-Hacer equipos en donde leerán el texto y contestarán a estas preguntas:

a) ¿Cómo vivía Verdad?

b) ¿Cómo comía y vestía Mentira?

c) ¿Qué hicieron en el restaurante?

d) ¿Le salió bien a Mentira?

e) ¿Qué decidió Verdad?

f) ¿Por qué no hemos de decir mentiras?

3.-Los secretarios leen las contestaciones.


EL ADIVINO
    Vivía en un a aldea un pobre campesino a quien llamaban Cangrejo. Como era un
hombre listo pensó que el mejor modo de salir de la miseria era fingirse adivino.

    Para ello escondió algunos objetos de sus vecinos, que luego encontraba diciendo
que todo se debía a sus excepcionales dotes.

    Su fama de adivino cundió por todo el contorno y un día fue llamado a presencia del
conde, gobernador de la provincia.

    -Sé que eres adivino –le dijo el conde- y voy a encargarte un trabajo. Me han robado
una fuerte suma de dinero y quiero que lo encuentres. Si lo haces te colmaré de
regalos. Pero si fracasas te encerraré en una mazmorra por embustero.

    Nuestro campesino vio que estaba atrapado en sus propias redes, pero no podía
dejar que el conde advirtiese su miedo. Mejor sería ganar tiempo a ver si salía del
paso.

    El conde le invitó a comer con él. Los tres criados que servían a la mesa, y que eran
los que habían robado el dinero, estaban muy preocupados. ¿Sería verdad que aquel
hombre podía descubrirlos? Ninguno quería entrar en el comedor temiendo ser
reconocido. Al fin tuvo que hacerlo el encargado de servir la sopa.

    -¡Vaya! –dijo alegremente Cangrejo- ¡Ya está aquí el primero!

    Quería decir el primer plato, pero el ladrón, creyéndose descubierto, volvió junto a
los otros convencido del poder de aquel hombre. Temblando, el otro criado tomó la
fuente de pescado y entró en el comedor a su vez.

    -¡Aquí tenemos el segundo! –exclamó el campesino.

    Lo mismo ocurrió con el tercero, que traía el asado. Pensando que habían sido
descubiertos, los ladrones decidieron entregar el dinero al adivino ofreciéndole
además un regalo para que devolviera el botín al conde sin denunciarlos a ellos. Le
hicieron señas para que saliera un momento del comedor y pronto llegaron a un
acuerdo con él.

    Mientras estaba fuera, el conde quiso poner a prueba sus dotes adivinatorias.
Ocultó en su mano un cangrejo tomado de la fuente y cuando volvió el campesino le
dijo:

    -A ver si aciertas lo que tengo en la mano. O creeré que eres un charlatán.

    El campesino suspiró muy apurado, creyéndose perdido:

    -¡Ay, pobre Cangrejo! ¡Ahora sí que te pescó el conde!

    El conde quedó convencido de que realmente aquel hombre lo sabía todo. Y aún
creyó más cuando le dijo exactamente el lugar donde estaba escondido el dinero
robado.
    Cuando salió del palacio, cargado de regalos, Cangrejo decidió poner un negocio
con sus ganancias y no meterse más en adivinaciones, ya que tanto apuro le habían
hecho pasar.

    Cerreras Ll. Y otros. Cómo educar en valores. Narcea.

    SUGERENCIAS METODOLÓGICAS

Objetivo.- No aparentar o fingir lo que no se es.

          Contenido.-

Sencillez

    Una personalidad sencilla a veces puede pasar inicialmente desapercibida, pero su
fortaleza interior y su encanto es mucho más profundo y perdurable.

    Probablemente no hay nada más chocante que una personalidad "inflada" o quienes
se vanaglorian constantemente de sus propios logros, cualidades y posibilidades. Una
personalidad sencilla a veces puede pasar inicialmente desapercibida, pero su
fortaleza interior y su encanto es mucho más profundo y perdurable.

    La personalidad sencilla es única, recia, sin adornos ni artificios, no le hace falta
mostrar y poner en un escaparate sus posesiones y cualidades porque son evidentes y
naturales. La sencillez nos enseña a saber quienes somos y lo que podemos.

    Durante una conversación escuchamos en una ocasión a una persona que decía
"detesto a las personas "sofisticadas"". Lo había dicho una persona inmensamente
rica, con grandes dotes intelectuales, con una posición social privilegiada y con una
familia notable durante muchas generaciones. Esa persona era probablemente la que
más derecho habría tenido a mostrar la sofisticación de ropa de diseñador, varios
automóviles exóticos, una conversación plagada de términos rimbombantes derivada
de su profunda cultura, una altivez propia de la dignidad de una familia importante. Y
sin embargo decía "detesto a ls personas "sofisticadas"". Y las detestaba porque
precisamente en su medio social veía lo peor de la miseria humana: altivez
injustificada, grosería constante ante la servidumbre, orgullo de una cultura superficial.

    La cultura de hoy a veces quiere hacernos creer que valemos por nuestra ropa, por
nuestros autos, por estar a la moda, porque somos poderosos, porque podemos
humillar. Pero precisamente toda esa cultura es la llave al gran vacío interior que
comienza a caracterizar a nuestra sociedad.

    Es fácil caer en la tentación de "lucir" en cualquier circunstancia: al entrar a un


restaurante, al asistir a una fiesta importante... A veces podemos pasar muchísimo
tiempo tratando de encontrar la ropa, accesorios adecuados, y podemos caer en la
afectación en nuestra postura y tratar de cuidar cada palabra. Esto también con
frecuencia puede quitarnos totalmente la espontaneidad y la frescura haciéndonos
francamente insoportables y logramos exactamente el efecto contrario de lo que
queríamos, en lugar de agradar desagradamos.

    La persona humana esta dotada de inteligencia, cualidades y habilidades. Pero


¿Para qué convertir nuestra vida en una eterna competencia? ¿De qué sirve estarme
comparando constantemente con los demás? El progreso interno, donde nosotros
crecemos es en verdad lo importante.

    No debemos centrar nuestra vida en querer impresionar a los demás por estar "a la
última" en electrónica, moda, autos, muebles, y peor aún es cuando nuestras
posibilidades nos permiten llegar al punto de la ostentación. La postura de altivez y
menosprecio son un efecto directo de estas ostentaciones.

    Por otra parte, con frecuencia se desvirtúa la imagen de las personas sencillas,
haciéndolos sinónimo de timidez e ingenuidad -en el mejor de los casos-, aunque en
otras ocasiones se relaciona la idea a la pobreza y la suciedad. Ni lo uno, ni lo otro. La
sencillez no es pobreza ni mendicidad, es tener lo que se necesita pero sin caprichos
superficiales. La sencillez no es suciedad, la pulcritud no está reñida con la humildad
del corazón.

    Ahora bien, el valor de la sencillez tiene distintas manifestaciones ¿Qué hace una
persona para ser sencilla? En el caso de nuestra forma de hablar podemos citar varios
ejemplos. Una persona sencilla...

    - Utiliza con mesura la palabra, evitando acaparar las conversaciones para
convertirse en el centro de atención; del mismo modo su lenguaje es apropiado, sin
recurrir a palabras altisonantes, de mal gusto o frases corrientes para hacerse notar.

    - Tiene un lenguaje comprensible y adecuado a la ocasión, sin caer en el uso de


palabras cultas o rimbombantes, para formar una imagen erudita y de vasto
conocimiento, lo cual no siempre esta de acuerdo a nuestra realidad.

    - En una conversación que gira alrededor de su competencia profesional, nunca


aprovechará el momento para “dar una cátedra” sobre el tema; es de muy mal gusto,
sobre todo si en ningún momento se ha pedido la opinión profesional.

    - Evita hablar en todo momento de sus logros, aciertos y reconocimientos


alcanzados. Si bien es molesto escuchar hablar “de la buena fortuna” presente, llega al
punto de intolerable, exaltar las glorias pasadas (yo hice, yo tuve...), que en nada
concuerdan con la situación actual. Lo más digno, es omitir toda manifestación
ostentosa de nuestra inteligencia, habilidades y bienes materiales.

    Podemos decir que internamente, nuestras ideas y pensamientos deben estar libres
de todo rebuscamiento y complicación.

    - Se debe evitar a toda costa hacer preguntas y comentarios que sólo redundan y
reafirman lo expuesto, queriendo encontrar problemas y dificultades donde no los hay.
Es fácil reconocer esta actitud cuando se requiere tomar una decisión o llevar a cabo
una actividad; normalmente la persona pretende sobresalir en la reunión de trabajo,
mostrando equivocadamente su interés atención, comprensión y conocimiento del
asunto.

    - No perder el tiempo buscando una segunda intención o significado en las actitudes
y palabras en los demás.

    Posiblemente, la manifestación más clara de la sencillez se encuentra en el aspecto


exterior de la persona:

    - Porque viste con decoro, sin llegar a ser estrafalario, de acuerdo a la ocasión y
procurando usar aquellas prendas que están más de acuerdo a su persona, sin
dejarse seducir por la exageración caprichosa de la moda, las joyas o los colores
llamativos.

    - Los modales distan mucho de ser artificiosos y estudiados especialmente para
cada situación concreta, desde la forma de saludar, utilizar los cubiertos, leer la carta,
ordenar un platillo o una bebida especial... La sencillez es cortesía, la altivez grosería.

    - Siempre puede contarse con su apoyo, no tiene miedo a prestar un Servicio
porque no existen actividades de “segunda categoría”, todo es importante y necesario.

    Es de igual importancia la forma en la que se aprecian los bienes materiales, porque
la sencillez nos hace:

    - Adquirir, poseer y utilizar aquellos bienes que son necesarios, evitando el lujo inútil
o el capricho. Es bueno comprar cosas de buena calidad que duren y que nos presten
el servicio que se desea durante más tiempo y con más eficiencia, pero no por la
presunción y la manifestación de una desahogada posición económica.

    - Nuestra forma de ser, de vestir debe ser acorde con nuestra circunstancia
personal. Un estudiante debe vestirse como estudiante y no como ejecutivo. Nada
sería más ridículo que un ejecutivo vestido como estudiante.

    - Todos debemos luchar por superarnos, tener una forma de vida más digna,
superarnos profesionalmente, pero siempre con sencillez.

    La persona sencilla no se exalta ni menosprecia, aprecia a las personas por lo que
son, lo cual permite un diálogo amable y una amistad sincera. Todos sus bienes y
posesiones están a disposición de los demás.     El valor de la sencillez nos ayuda a
superar el deseo desmedido por sobresalir, sentirnos distinguidos y admirados sólo
por la apariencia externa. Nuestro interior, nuestro corazón es lo que verdaderamente
cuenta. Una persona sencilla gana más corazones.

Con autorización de:    www.encuentra.com

Actividades.- 

1.-Leer este texto en voz alta y el profesor comprueba la comprensión.

2.-Individualmente contestar por escrito a estas preguntas:

a) ¿Qué hizo para adquirir fama de adivino?

b) ¿Qué le pidió el conde?

c) ¿Cómo descubrió a los tres ladrones?

d) ¿Qué prueba le hizo el conde para asegurar que era adivino?

e) ¿Era Cangrejo realmente adivino?

f) ¿Qué decidió después de esto?

3.-Varios chicos leen las contestaciones.


EL LEÑADOR HONESTO
    En un verde y silencioso bosque a orillas de un río espumoso y chispeante, vivía un
pobre leñador que trabajaba con empeño para mantener a su familia. Todos los días
se internaba en el bosque con su fuerte y filosa hacha al hombro. Siempre silbaba
felizmente durante la marcha, pues pensaba que mientras tuviera su hacha y su salud
podría ganar lo suficiente para comprar todo el pan que necesitara su familia.

    Un día estaba cortando un gran roble a orillas del río. Las astillas volaban a cada
golpe, y la vibración de hacha resonaba tan claramente en el bosque que se hubiera
dicho que había una docena de leñadores trabajando.

    Finalmente el leñador decidió descansar un rato. Apoyó el hacha en el árbol y se


dispuso a sentarse, pero tropezó con una raíz vieja y nudosa, y el hacha se le resbaló.
Rodó cuesta abajo y cayó al río.

    El pobre leñador miró la corriente, tratando de ver el fondo, pero estaba muy
profundo. El río rodaba alegremente sobre el tesoro perdido.

    -¿Qué haré? –exclamó el leñador-. ¡He perdido mi hacha! ¿Ahora cómo alimentaré
a mis hijos?

    En cuanto dijo estas palabras, surgió del lago una bella dama. Era el hada del río, y
subió a la superficie cuando oyó esa triste voz.

    -¿Qué te apena? –preguntó amablemente. El leñador le contó su problema, y de


inmediato ella se sumergió y al rato reapareció con una hacha de plata.

    -¿Es ésta el hacha que perdiste? –preguntó.

    En leñador pensó en todas las cosas valiosas que podría comprar a sus hijos con
esa plata. Pero el hacha no era suya, así que meneó la cabeza y respondió:

    -Mi hacha era solo de acero.

    El hada dejó el hacha de plata en la orilla y se sumergió de nuevo. Al rato emergió y
mostró al leñador otra hacha.

    -¿Ésta será la tuya? –preguntó.

    El leñador la miró.

    -¡Oh, no! Ésta es de oro. Vale mucho más que la mía.

    El hada dejó el hacha de oro en la orilla. Una vez más se hundió y emergió. Esta
vez traía el hacha perdida.

    -¡Ésa es la mía! –exclamó el leñador-. ¡Ésa es mi vieja hacha, sin duda!

    -Es tuya –repuso el hada del río-, y también estas dos. Estos son regalos del río,
porque has dicho la verdad.
    Y esa noche el leñador regresó a casa con las tres hachas al hombro, silbando
felizmente al pensar en todas las cosas buenas que podría comprar para su familia.

    La Fontaien. Adaptación de Emilie Poulsson. Wiliam J. Bennett .El libro de las
virtudes. Vergara.

    SUGERENCIAS METODOLÓGICAS

Objetivo.- Decir la verdad aunque salgamos perjudicados.

            Contenido.-

Autenticidad

    Las experiencias, el conocimiento y la lucha por concretar propósitos de mejora,


hacen que con el tiempo se vaya conformando una personalidad propia.

    Toda obra original es valiosa, sobre todo si pensamos en algunas esculturas y
pinturas, cualquier copia tendrá algunos rasgos que la hacen diferente e imperfecta de
acuerdo al original. Por el hecho de existir y poseer unas características y cualidades
propias, todos somos "originales", pero no quiere decir que somos personas "de una
pieza", íntegros, es decir, auténticos.

    El valor de la autenticidad le da a la persona autoridad sobre sí mismo ante sus


gustos y caprichos, iniciativa para proponerse y alcanzar metas altas, carácter estable
y sinceridad a toda prueba, lo que le hace tener una coherencia de vida.

    El deseo de superación siempre será bien visto, pero con relativa frecuencia
perdemos tiempo en querer ser precisamente lo que no somos: porque en ocasiones
gastamos más de lo que tenemos para dar la apariencia de un muy buen trabajo o una
mejor posición económica, no se diga en el modo de comportarse o de vestir según el
círculo social al que queremos pertenecer; copiar el estilo de hablar elocuente o
gracioso que utiliza otra persona, o la tendencia a participar activamente en
conversaciones como conocedor y erudito, sin tener el mínimo conocimiento. En
resumidas cuentas, esta manera de ser se debe a la falta de aceptación de sí mismo.

    En ocasiones la auto-aceptación se hace más difícil por lamentarnos de lo que no


tenemos. En distintos momentos y circunstancias personas han dicho: "si hubiera
nacido en una familia con mejor posición económica, otra cosa hubiera sido"; "si yo
tuviera las cualidades que (aquel) tiene..."; "si hubiera tenido la posibilidad de una
mejor educación..."; "si se me hubiera presentado esa oportunidad..." ¿No es también
una pérdida de tiempo de la que hablamos al principio?

    Pensar y analizar lo que somos, nos lleva a encontrar pequeñas -e incluso grandes-
incongruencias en nuestra persona: si nos dejamos llevar por la opinión general de las
personas que frecuentamos, es posible entrever una conducta mecánica, y tal vez
contraria a nuestros valores. ¿Cuántas veces callamos nuestro punto de vista por
temor a quedar mal y ser relegado? Se ha visto a personas entrar casi "de incógnitos"
a la iglesia, por temor a verse sorprendido por alguno de sus conocidos que pase en
ese momento por ahí. Una persona congruente reacciona, opina y actúa siempre de
acuerdo a sus convicciones y su formación.
    Reflexionar sobre lo que queremos ser, debe ir acompañado de propósitos con
metas alcanzables. ¿Qué hace la persona que es excelente conversador?, se da
tiempo para leer, para informarse, para aprender a contar anécdotas. ¿Cómo es que
aquel compañero de trabajo es tan eficiente?, estudió, profundizó y aprendió aquellos
temas que eran de su particular interés, además de una autodisciplina que lo hace
realizar las cosas con orden. ¿Por qué un amigo es capaz de interpretar cualquier
melodía que le piden en una reunión? Seguramente aprendió música y dedica tiempo
suficiente para practicar. Toda persona que posee una serie de características
distintivas, ha puesto empeño y esfuerzo en lograr "lo que quiere ser".

    Para ser auténticos hace falta algo más que copiar partes de un modelo, como si
quisiéramos adueñarnos de una personalidad que no nos pertenece, o peor aún, pasar
la vida esperando "la gran oportunidad" para demostrar lo que somos y lo que
podemos lograr. Las experiencias, el conocimiento y la lucha por concretar propósitos
de mejora, hacen que con el tiempo se vaya conformando una personalidad propia.

    ¿Qué hacer entonces para ser auténticos?

    - Evitar la mentira y la personalidad múltiple. Ser el mismo siempre,


independientemente de las circunstancias.
    - Luchar contra la vanidad. Que nos lleva a elevarnos por encima de lo que somos
para cubrir nuestras flaquezas o exaltar nuestras cualidades. Vivir de acuerdo a
nuestra posibilidades, evitando lujos fuera de nuestro alcance.
    - Prepararnos para adquirir aquellas destrezas o habilidades que nos hacen falta
para el trabajo o para sacar adelante a la familia.
    - Cooperación y comprensión para evitar el deseo de dominio sobre los demás,
respetando sus derechos y opiniones.
    - Ser fieles a las promesas que hemos hecho, de esta manera, somos fieles con
nosotros mismos.
    - Cumplir responsablemente con las obligaciones que hemos adquirido en la familia
o el trabajo.
    - Hacer a un lado simpatías e intereses propios, para poder juzgar y obrar
justamente.
    - Esforzarnos por vivir las leyes, normas y costumbres de nuestra sociedad.
    - No tener miedo a que "me vean como soy". De cualquier manera, mientras no
hagamos algo para cambiar, no podemos ser otra cosa.

    La autenticidad da a la persona una natural confianza, pues con el paso del tiempo
ha sabido cumplir con los deberes que le son propios en el estudio, la familia y el
trabajo, procurando perfeccionar el ejercicio de estas labores superando la apatía y la
superficialidad, sin quejas ni lamentaciones. Por la integridad que da el cultivo de este
valor, nos convertimos en personas dignas de confianza y honorables, poniendo
nuestras cualidades y aptitudes al servicio de los demás, pues nuestras miras van más
allá de nuestra persona e intereses.

Con autorización de:    www.encuentra.com

Actividades.- 

1. Hacer copias y leer en voz alta el texto.

2. Cada chico contesta a estas cuestiones:

a) ¿Qué pasó con el hacha?


b) ¿Dijo la verdad el leñador cuando el hada le presentó el hacha de plata?

c) ¿Y cuando el hacha de oro?

d) ¿Qué premio obtuvo por decir la verdad?

e) ¿En qué ocasiones podemos mentir?

        3. Leer las contestaciones de algunos niños. 


LA ZORRA Y EL CUERVO
    Un cuervo negro como el carbón robó un trozo de carne. Voló hacia un árbol con la
carne en el pico.

    Una zorra lo vio y quiso obtener la carne, así que miró hacia el árbol y dijo:

    -¡Qué hermoso eres, amigo mío! ¡Tienes plumas más bellas que una paloma!

    “¿Es tu voz tan dulce como tu forma? En ese caso, eres el rey de los pájaros.”

    El cuervo quedó tan contento con estas lisonjas que abrió la boca para demostrar
que sabía cantar. El trozo de carne se le cayó.

    La zorra se adueñó de la carne y huyó a la carrera.

    Esopo.

    SUGERENCIAS METODOLÓGICAS

Objetivo.- No buscar la vanidad y el aplauso de los demás.

          Contenido.-

Sencillez

    Una personalidad sencilla a veces puede pasar inicialmente desapercibida, pero su
fortaleza interior y su encanto es mucho más profundo y perdurable.

    Probablemente no hay nada más chocante que una personalidad "inflada" o quienes
se vanaglorian constantemente de sus propios logros, cualidades y posibilidades. Una
personalidad sencilla a veces puede pasar inicialmente desapercibida, pero su
fortaleza interior y su encanto es mucho más profundo y perdurable.

    La personalidad sencilla es única, recia, sin adornos ni artificios, no le hace falta
mostrar y poner en un escaparate sus posesiones y cualidades porque son evidentes y
naturales. La sencillez nos enseña a saber quienes somos y lo que podemos.

    Durante una conversación escuchamos en una ocasión a una persona que decía
"detesto a las personas "sofisticadas"". Lo había dicho una persona inmensamente
rica, con grandes dotes intelectuales, con una posición social privilegiada y con una
familia notable durante muchas generaciones. Esa persona era probablemente la que
más derecho habría tenido a mostrar la sofisticación de ropa de diseñador, varios
automóviles exóticos, una conversación plagada de términos rimbombantes derivada
de su profunda cultura, una altivez propia de la dignidad de una familia importante. Y
sin embargo decía "detesto a ls personas "sofisticadas"". Y las detestaba porque
precisamente en su medio social veía lo peor de la miseria humana: altivez
injustificada, grosería constante ante la servidumbre, orgullo de una cultura superficial.

    La cultura de hoy a veces quiere hacernos creer que valemos por nuestra ropa, por
nuestros autos, por estar a la moda, porque somos poderosos, porque podemos
humillar. Pero precisamente toda esa cultura es la llave al gran vacío interior que
comienza a caracterizar a nuestra sociedad.

    Es fácil caer en la tentación de "lucir" en cualquier circunstancia: al entrar a un


restaurante, al asistir a una fiesta importante... A veces podemos pasar muchísimo
tiempo tratando de encontrar la ropa, accesorios adecuados, y podemos caer en la
afectación en nuestra postura y tratar de cuidar cada palabra. Esto también con
frecuencia puede quitarnos totalmente la espontaneidad y la frescura haciéndonos
francamente insoportables y logramos exactamente el efecto contrario de lo que
queríamos, en lugar de agradar desagradamos.

    La persona humana esta dotada de inteligencia, cualidades y habilidades. Pero


¿Para qué convertir nuestra vida en una eterna competencia? ¿De qué sirve estarme
comparando constantemente con los demás? El progreso interno, donde nosotros
crecemos es en verdad lo importante.

    No debemos centrar nuestra vida en querer impresionar a los demás por estar "a la
última" en electrónica, moda, autos, muebles, y peor aún es cuando nuestras
posibilidades nos permiten llegar al punto de la ostentación. La postura de altivez y
menosprecio son un efecto directo de estas ostentaciones.

    Por otra parte, con frecuencia se desvirtúa la imagen de las personas sencillas,
haciéndolos sinónimo de timidez e ingenuidad -en el mejor de los casos-, aunque en
otras ocasiones se relaciona la idea a la pobreza y la suciedad. Ni lo uno, ni lo otro. La
sencillez no es pobreza ni mendicidad, es tener lo que se necesita pero sin caprichos
superficiales. La sencillez no es suciedad, la pulcritud no está reñida con la humildad
del corazón.

    Ahora bien, el valor de la sencillez tiene distintas manifestaciones ¿Qué hace una
persona para ser sencilla? En el caso de nuestra forma de hablar podemos citar varios
ejemplos. Una persona sencilla...

    - Utiliza con mesura la palabra, evitando acaparar las conversaciones para
convertirse en el centro de atención; del mismo modo su lenguaje es apropiado, sin
recurrir a palabras altisonantes, de mal gusto o frases corrientes para hacerse notar.

    - Tiene un lenguaje comprensible y adecuado a la ocasión, sin caer en el uso de


palabras cultas o rimbombantes, para formar una imagen erudita y de vasto
conocimiento, lo cual no siempre esta de acuerdo a nuestra realidad.

    - En una conversación que gira alrededor de su competencia profesional, nunca


aprovechará el momento para “dar una cátedra” sobre el tema; es de muy mal gusto,
sobre todo si en ningún momento se ha pedido la opinión profesional.

    - Evita hablar en todo momento de sus logros, aciertos y reconocimientos


alcanzados. Si bien es molesto escuchar hablar “de la buena fortuna” presente, llega al
punto de intolerable, exaltar las glorias pasadas (yo hice, yo tuve...), que en nada
concuerdan con la situación actual. Lo más digno, es omitir toda manifestación
ostentosa de nuestra inteligencia, habilidades y bienes materiales.

    Podemos decir que internamente, nuestras ideas y pensamientos deben estar libres
de todo rebuscamiento y complicación.

    - Se debe evitar a toda costa hacer preguntas y comentarios que sólo redundan y
reafirman lo expuesto, queriendo encontrar problemas y dificultades donde no los hay.
Es fácil reconocer esta actitud cuando se requiere tomar una decisión o llevar a cabo
una actividad; normalmente la persona pretende sobresalir en la reunión de trabajo,
mostrando equivocadamente su interés atención, comprensión y conocimiento del
asunto.

    - No perder el tiempo buscando una segunda intención o significado en las actitudes
y palabras en los demás.

    Posiblemente, la manifestación más clara de la sencillez se encuentra en el aspecto


exterior de la persona:

    - Porque viste con decoro, sin llegar a ser estrafalario, de acuerdo a la ocasión y
procurando usar aquellas prendas que están más de acuerdo a su persona, sin
dejarse seducir por la exageración caprichosa de la moda, las joyas o los colores
llamativos.

    - Los modales distan mucho de ser artificiosos y estudiados especialmente para
cada situación concreta, desde la forma de saludar, utilizar los cubiertos, leer la carta,
ordenar un platillo o una bebida especial... La sencillez es cortesía, la altivez grosería.

    - Siempre puede contarse con su apoyo, no tiene miedo a prestar un Servicio
porque no existen actividades de “segunda categoría”, todo es importante y necesario.

    Es de igual importancia la forma en la que se aprecian los bienes materiales, porque
la sencillez nos hace:

    - Adquirir, poseer y utilizar aquellos bienes que son necesarios, evitando el lujo inútil
o el capricho. Es bueno comprar cosas de buena calidad que duren y que nos presten
el servicio que se desea durante más tiempo y con más eficiencia, pero no por la
presunción y la manifestación de una desahogada posición económica.

    - Nuestra forma de ser, de vestir debe ser acorde con nuestra circunstancia
personal. Un estudiante debe vestirse como estudiante y no como ejecutivo. Nada
sería más ridículo que un ejecutivo vestido como estudiante.

    - Todos debemos luchar por superarnos, tener una forma de vida más digna,
superarnos profesionalmente, pero siempre con sencillez.

    La persona sencilla no se exalta ni menosprecia, aprecia a las personas por lo que
son, lo cual permite un diálogo amable y una amistad sincera. Todos sus bienes y
posesiones están a disposición de los demás.

    El valor de la sencillez nos ayuda a superar el deseo desmedido por sobresalir,
sentirnos distinguidos y admirados sólo por la apariencia externa. Nuestro interior,
nuestro corazón es lo que verdaderamente cuenta. Una persona sencilla gana más
corazones.

Con autorización de:    www.encuentra.com

Actividades.- 

1.  El profesor lee el texto y lo explica.

2. Oralmente los chicos contestan a estas cuestiones:


a) ¿Qué pensó la zorra para quitarle la carne al cuervo?

b) ¿Qué le dijo la zorra?

c) ¿Se creyó el cuervo estas alabanzas?

d) ¿Qué pasó cuando se puso a cantar?

e) ¿Consiguió la zorra su objetivo?

f) ¿Qué nos enseña esta fábula?

3. Escribir en la pizarra las contestaciones a la pregunta f). 


EL DIAMANTE
    Una vez, un peregrino se quedó en un bosque muy cerca de un pueblo y acampó
debajo de un árbol para pasar la noche.

    Era una noche oscura, sin estrellas ni luna y oyó una voz que gritaba:

    -“¡La piedra, la piedra! Dame la piedra preciosa peregrino”- dijo un mercader.

    El viejo peregrino se levantó y se acercó al hombre que gritaba y le dijo:

    -“¿Qué piedra deseas hermano?”

    El mercader le respondió:

    -“La noche pasada tuve un sueño en que el señor Shiva me decía que si venía aquí
esta noche, encontraría un peregrino que me daría una piedra preciosa que me haría
rico para siempre”.

    El peregrino fue a buscar su bolsa y le dio la piedra diciéndole:

    -“La encontré en el bosque cerca del río, puedes quedártela”.

    El mercader cogió la piedra y se marchó a su casa. Una vez en su hogar abrió la
mano y... ¡oh! ¡qué sorpresa! Era un diamante. No pudo dormir lo que quedaba de
noche, daba tantas vueltas a la cama como en su cabeza. Se levantó al amanecer,
volvió al lugar donde había dejado al peregrino y le dijo:

    -“Dame por favor la fuerza que te ha permitido desprenderte de esta riqueza con
tanta facilidad”.

    Cuento hindú

    SUGERENCIAS METODOLÓGICAS

Objetivo.- Estar desprendidos de las riquezas.

         Contenido.-

Desprendimiento

    El valor del desprendimiento nos enseñará a poner el corazón en las personas, y no
en las cosas materiales.

    El valor del desprendimiento consiste en saber utilizar correctamente nuestros


bienes y recursos evitando apegarse a ellos y, si es necesario, para ponerlos al
servicio de los demás.

    El desprendimiento como valor se origina al reconocer que todos tenemos


necesidades y en algunos casos encontramos personas con carencias. En cualquier
situación debemos superar nuestro egoísmo e indiferencia para colaborar en el
bienestar de los demás, no importa si es mucho o poco lo que hacemos y aportamos,
lo importante es tener la conciencia de ofrecer algo, de aportar. En la generosidad que
requiere el desprendimiento no cabe el ofrecer algo que nos sobra.

    El valor del desprendimiento tiene que ver con varios aspectos, entre ellos: la
importancia que le damos a las cosas, el uso que hacemos de ellas y la intención que
tenemos para ponerlas al servicio de los demás.

    En ocasiones vivimos y trabajamos sin descanso para poseer aquello que tanto nos
ilusiona (autos, joyas, ropa, aparatos, etc.) y nuestra vida se mueve a ese compás, sin
embargo si no tenemos cuidado puede llegar el momento en que a pesar de la
insatisfacción que nos produce llenarnos de cosas, pretendemos que éstas llenen un
vacío interior.

    A veces en broma, pero muchas veces en serio hemos escuchado decir de alguien:
“quiere más a su coche que a (...)”, “ni se te ocurra tocar sus (...) porque tendrás
problemas”, “ni se lo pidas, jamás presta lo que tiene”, “ todo su dinero lo ocupa para
(...)”, etc., y todas ellas reflejan a una persona con apego inmoderado por lo que
tienen. Debemos recordar que en el orden de los afectos, las personas y su bienestar
ocupan el primer lugar antes que nuestra persona misma o lo que poseemos.

    Existen personas que materialmente ponen el corazón en las cosas materiales. A
veces por los recuerdos que evocan, pero en otras debido al valor económico que
tienen o simplemente por el trabajo que supuso adquirirlos. A esta particular forma de
afecto se le llama apego y de ninguna manera se relaciona con el hecho de cuidar las
cosas y hacer buen uso de ellas.

    Cuando nuestro aprecio es mayor por las cosas que por las personas, nos parece
absurdo compartir lo que tenemos, o en su defecto lo hacemos a regañadientes. El
desprendimiento supone un esfuerzo para superar ese sentimiento de posesión y
exclusividad de lo que poseemos para ofrecerlo gustosamente a los demás.

    No debemos confundir el desprendimiento con el hecho de deshacernos de todo


aquello que no utilizamos, que es inservible o se ha convertido en un estorbo, esta
actitud manifiesta poco respeto por la persona que lo recibe, independientemente de
su condición y situación actual. Somos tan soberbios que consideramos un insulto
recibir algo de segunda mano, ¿por qué los demás deben soportar lo que nosotros
consideramos desprecio?

    Puede parecer que este valor se enfoca únicamente a objetos, pero nuestros
recursos van más allá de lo que se puede tocar, poseemos conocimientos, cualidades
y habilidades que muchas veces nos cuesta trabajo poner a disposición de las
personas, porque requiere prescindir de nuestro descanso, gustos, preferencias y
comodidades para llevarse a efecto.

    Nos sorprendemos con el médico que atiende enfermos sin cobrar honorarios;
personas que pasan los días trabajando en obras de caridad; profesores que trabajan
horas extras desinteresadamente; padres de familia que se niegan gustos y
diversiones personales para pensando en su familia; lo más inaudito es que muchos
de ellos no viven en una condición del todo desahogada. El verdadero
desprendimiento no tiene medida, sin calcular cuánto es lo indispensable para cumplir,
es una entrega generosa de todo, Sí, de todo lo que tenemos.

    Para vivir el desprendimiento puedes:


    Hacer una lista de las cosas que tiene y determinar cuales realmente necesitamos y
cuales son caprichos, vanidades, etc.

    - Ayudar a una obra de caridad haciendo una aportación significativa, de acuerdo
con tus posibilidades.

    - Enseñar a otros algo que sepas hacer bien (sin olvidar de enseñarles los
“secretos” que pudieras atesorar sobre el tema)

    - Regala o dona un bien al que sientas que te has apegado.

    - Procura decir más veces “si” cuando te pidan algo prestado sin poner pretextos.

    El valor del desprendimiento ayudará a nuestra sociedad al convertirnos en


personas más altruistas y generosas, brindará un mejor ambiente en nuestras
relaciones con amigos y familiares y nos convertirá en personas que tienen el corazón
puesto en el lugar adecuado.

Con autorización de:    www.encuentra.com

Actividades.- 

1.  El profesor lee este texto y explica su significado.

2.  Contestar a estas preguntas:

a) ¿Quién era más feliz el mercader o el peregrino?

b) ¿Estaba apegado a las riquezas el peregrino?

c) ¿Cómo podemos ser más generosos?

3.  Puesta en común. 


BONDAD CON LOS ANIMALES
Niño, nunca hagas daño

A las criaturas que están vivas;

Que vuele el amable petirrojo

A tu hogar en busca de migajas,

Pues cuando le ofrezcas alimento

Él te pagará con su canción.

A la tímida liebre no lastimes

Cuando asome en los verdes pastizales;

Que se acerque a jugar y retozar

En el césped al final del día.

La alondra raudamente se remonta

Al cielo y sus ventanas rutilantes,

Con un canto de eterna primavera,

Con un vuelo de ala infatigable.

¡Deja que entone su dichoso canto!

No lastimes a estas criaturillas.

William J Bennett. El libro de las virtudes. Vergara.

SUGERENCIAS METODOLÓGICAS

Objetivo.- Tener compasión de los animales y no hacerles daño.

         Contenido.-

Ecología

    El valor que encuentra en la protección del medio ambiente una forma de servir a
los demás.

    Es el valor que nos hace considerar y actuar en favor de la protección del medio
ambiente, los recursos naturales y toda forma de vida, incluyendo la propia.

    Pensar en la naturaleza y la cultura ecológica tan de moda en estos tiempos, nos
ubica en una situación un tanto incierta. Por una parte, vienen a nuestra mente los
grupos “verdes” con iniciativas de todo tipo: la protección de las especies, el medio
ambiente y los recursos naturales, donde son muchos los que participan y se
comprometen, pero adquieren un matiz de exageración a los ojos de los demás: para
la inmensa mayoría de las personas, luchar por la protección de las ballenas tiene
poco sentido, sobre todo si en el lugar donde vive se encuentra alejado del mar.

    Al mismo tiempo surge la pregunta: ¿Qué tengo que ver yo con la ecología? Pese a
las campañas y la abundancia de carteles, ese sentido de la distancia y no pertenencia
a un medio ambiente determinado, nos hace seguir inmersos en nuestras
ocupaciones, sin darnos el tiempo necesario para pensar seriamente en la importancia
de vivir este valor tan necesario en nuestros días.

    Para despertar en nosotros una conciencia ecológica, hace falta reflexionar
profundamente sobre el sentido que tiene toda forma de vida para nosotros, y en
primer instancia, la nuestra.

    Los cuidados que requiere nuestra persona son bastante conocidos: adecuada
alimentación, el debido descanso, hacer un poco de ejercicio, prevenir las
enfermedades y tratarlas oportunamente, trasnochar lo menos posible, alejarse de los
vicios, trabajar con orden, etc., sin embargo, el descuido voluntario de estos y otros
aspectos igualmente importantes, necesariamente afecta nuestra salud, por eso, es
imposible pensar en preocuparse de lo que ocurre en el exterior, cuando somos
incapaces de cuidarnos a nosotros mismos.

    Si además del descuido personal, agregamos una falta de voluntad para realizar
acciones concretas, podemos formarnos una idea más clara de nuestra conducta. Por
ejemplo, no es raro que el “clasificar la basura” nos provoque cierta pereza, sobre todo
si ya existe quien lo haga. Recoger envolturas, papeles y residuos de comida para
depositarlos en su lugar o limpiar líquidos derramados, deberían ser actitudes que
reflejen nuestros hábitos y costumbres .

    Ahora podemos darnos cuenta, que el cuidado de nuestra persona y mejorar
cualitativamente nuestros hábitos, nos llevará a conservar nuestro entorno inmediato
en óptimas condiciones, y de esta manera, comprender en toda su extensión las
grandes y pequeñas iniciativas ecológicas.

    Para muchos, es inexplicable la preocupación de algunas personas por su medio


geográfico, calificando de exagerado el reporte del noticiero sobre la gravedad de un
incendio, un derrame de petróleo en el mar o la contaminación de un río, pero es difícil
juzgar y comprender esta situación si vivimos en otro espacio. Para quienes su vida se
desarrolla y depende del mar, el bosque, el río o el campo, constituye un centro vital
para su existencia, por eso lo considera como propio y parte de su responsabilidad.

    Tal vez esa es la clave y fundamento de este valor: considerar como propio todo lo
que nos rodea. Así como tenemos especial cuidado por conservar nuestro hogar
limpio, de igual manera deberíamos hacerlo en la calle, la oficina, los lugares de
esparcimiento... tomando las precauciones y medidas necesarias para cada caso, en
vez de quejarnos del deficiente servicio público de limpieza o la falta de conciencia de
los conciudadanos. Una vez más, nuestro ejemplo constituye el punto fundamental
para la transmisión de los valores.
    ¿Cuál es el resultado de la conciencia de este valor? Primeramente la solidaridad
que debemos a nuestros semejantes, tal vez no está en nuestras posibilidad acudir al
sitio de una catástrofe, pero si podemos contribuir en la protección de nuestra
comunidad; paralelamente surge el respeto por las personas y la naturaleza, que son
inseparables y dependientes entre sí. Dicho de otra forma, representa el compromiso
personal por servir a los demás, procurando espacios limpios que faciliten un modo de
vida digno para todos.

    Para vivir este valor desde tu situación personal y de acuerdo a tus posibilidades,
puedes comenzar por:

    - Cuida tu salud prudentemente y sin caer en exageraciones. Tan delicada es una
dieta rigurosa, como el exceso en la comida, por ejemplo.

    - Refuerza tus hábitos personales de orden y limpieza, en tu hogar, oficina, lugares
que frecuentas y hasta en las calles. No es lo mismo arrojar un papel y que caiga a un
lado del cesto, que depositarlo dentro.

    - Respeta las normas de cuidado ambiental de todo lugar (área de fumadores,
depositar basura, no dar alimento a los animales del zoológico, no encender fuego,
etc.).

    - Acostúmbrate a reportar las deficiencias del servicio público de limpieza y las
anomalías que surgen por la falta de conciencia de personas, empresas o
instituciones.

    - Infórmate sobre los aspectos fundamentales de la cultura ecológica, aplicando lo


que haga falta en tu hogar y comunidad. Seguramente encontrarás a otras personas
que apoyen tus iniciativas.

    - Promueve alguna campaña ecológica sencilla en la escuela de tus hijos. Si eres
estudiante, con mayor razón.

    - Reflexiona en esta idea: Mi entorno va más allá de las paredes de mi casa, la
escuela y la oficina.

    Quien vive este valor en la medida de sus posibilidades y con acciones concretas,
demuestra un serio compromiso por el bienestar de sus semejantes, con quienes se
solidariza para realizar una labor más efectiva, pues su actitud no depende de la moda
o el fanatismo, sino por la firme determinación de mejorar el mundo en el que vivimos.

Con autorización de:    www.encuentra.com

Actividades.- 

1. Hacer copias para los alumnos.

2. Leer en voz alta esta poesía y el profesor comprueba la comprensión.

3. Contestar por escrito a estas preguntas:

a) ¿Qué se dice del petirrojo?

b) ¿Cómo paga el favor recibido el petirrojo?


c) ¿Qué hacer con la liebre?

d) ¿Y con la alondra?

e) ¿Qué nos enseña esta poesía?

f) ¿Cómo podemos cuidad mejor a los animales?

4. Copiar en la pizarra las contestaciones a la pregunta f). 


POR FAVOR
Érase una vez una pequeña expresión llamada “por favor”, que vivía en la
boca de un niño. “Por favor” vive en la boca de todos, aunque la gente a menudo lo
olvida.

Ahora bien, todos los “por favores”, para mantenerse fuertes y felices, deben
salir de la boca con frecuencia, para airearse. Son como peces en una pecera, que
emergen a la superficie para respirar.

El “por favor” del cual les hablaré vivía en la boca de un niño llamado Dick, pero
rara vez tenía la oportunidad de salir. Pues Dick, lamentablemente, era un niño
grosero que raramente se acordaba de decir “por favor”.

-¡Quiero pan! ¡Quiero agua! ¡Quiero ese libro! -era su modo de pedir las cosas.

Su padre y su madre estaban muy afligidos por esto. Y ese pobre “por favor”
pasaba día tras día sentado en el paladar del niño, esperando una oportunidad de
salir. Estaba cada día más débil.

Dick tenía un hermano mayor, John, que tenía casi diez años y era tan cortés
como grosero era Dick. Así que su “por favor” tenía mucho aire y era fuerte y feliz.

Un día, durante el desayuno, el “por favor” de Dick sintió necesidad de respirar,


aunque debiera fugarse. Así que se escapó de la boca de Dick y aspiró una buena
bocanada de aire. Luego se arrastró por la mesa y saltó a la boca de John.

El “por favor” que vivía allí se enfadó muchísimo.

- ¡Lárgate! -exclamó-. ¡Tú no vives aquí! ¡Ésta es mi boca!

- Lo sé -respondió el “por favor” de Dick-. Yo vivo en la boca del hermano. Pero


allí no soy feliz. Nunca me usa. Nunca puedo respirar aire fresco. Pensé que me
dejarías vivir aquí un par de días, hasta que me sienta más fuerte.

- Pues por cierto -respondió amablemente el otro “por favor”-. Comprendo.


Quédate, desde luego, y cuando mi amo me use, ambos saldremos juntos. El es
amable, y sin duda no le importará decir “por favor” dos veces. Quédate el tiempo que
quieras.

Ese mediodía, durante la cena, John quería mantequilla, y esto es lo que dijo:

- Padre, ¿me alcanzas la mantequilla, “por favor” “por favor”?

- Claro -dijo el padre-. ¿Pero por qué tan amable?

John no respondió. Estaba hablando con la madre:

- Madre, ¿me alcanzas el panecillo, “por favor” “por favor”?

La madre se echó a reír.

- Tendrás el panecillo, querido, ¿pero por qué dices “por favor” dos veces?
- No sé -respondió John-. Es como si las palabras me saltaran de la boca.
Katie, “por favor” “por favor”, un poco de agua.

Esta vez John se asustó.

- Bueno -dijo su padre-, eso no daña a nadie. Un “por favor” nunca está de
más en este mundo.

Entretanto, Dick pedía “¡Dame un huevo, quiero leche, dame una cuchara”, con
la rudeza habitual, pero ahora se detuvo y escuchó al hermano. Le pareció que sería
divertido hablar como John, así que comenzó:

- Madre, ¿me pasas un panecillo, mmm?

Trataba de decir “por favor” pero no podía. Ignoraba que su pequeño “por
favor” estaba en la boca de John. Así que lo intentó de nuevo, y pidió la mantequilla.

- Madre, ¿me alcanzas la mantequilla, mmm?

Era todo lo que podía decir.

Así siguió todo el día, y todos se preguntaban qué pasaba con esos dos niños.
Cuando llegó la noche, ambos estaban tan cansados, y Dick estaba tan irritado, que
su madre los mandó a la cama temprano.

Pero a la mañana siguiente, en cuanto se sentaron a desayunar, el “por favor”


de Dick regresó a su hogar. Había respirado tanto aire fresco el día anterior que se
sentía fuerte y feliz. Y de inmediato tuvo más aire, pues Dick dijo:

- Padre, ¿me cortas la naranja, “por favor”?

¡Vaya! La palabra le había salido con suma facilidad. Por otra parte, esa
mañana John decía un solo “por favor”. Y a partir de entonces, el pequeño Dick fue tan
cortés como su hermano.

Alicia Aspinwall

SUGERENCIAS METODOLÓGICAS

Objetivo.- Conseguir el hábito de pedir las cosas por favor y desarrollar la


cortesía.

         Contenido.-

Sensibilidad

    Es el valor que nos hace despertar hacia la realidad, descubriendo todo aquello que
afecta en mayor o menor grado al desarrollo personal, familiar y social.
    Antes de hablar de sensibilidad hay que distinguirla de la “sensiblería” que casi
siempre es sinónimo de cursilería, superficialidad o debilidad. En realidad el valor de la
sensibilidad es la capacidad que tenemos los seres humanos para percibir y
comprender el estado de ánimo, el modo de ser y de actuar de las personas, así como
la naturaleza de las circunstancias y los ambientes, para actuar correctamente en
beneficio de los demás.

    Para comprender la importancia de este valor, necesitamos recordar que en


distintos momentos de nuestra vida hemos buscado afecto, comprensión y cuidados,
sin encontrar a ese alguien que muestre interés por nuestras necesidades y
particulares circunstancias. ¿Qué podríamos hacer si viviéramos aislados? La
sensibilidad nos permite descubrir en los demás a ese “otro yo” que piensa, siente y
requiere de nuestra ayuda.

    No pensemos en esa sensibilidad emocional que se manifiesta exageradamente


con risas o llanto y tal vez “sintiendo” pena o disgusto por todo. Ser sensible va más
allá de un estado de ánimo, es permanecer alerta de todo lo que ocurre a nuestro
alrededor. ¿Acaso ser sensible es signo de debilidad? No es blando el padre de familia
que se preocupa por la educación y formación que reciben sus hijos; el empresario
que vela por el bienestar y seguridad de sus empleados; quien escucha, conforta y
alienta a un amigo en los buenos y malos momentos. La sensibilidad es interés,
preocupación, colaboración y entrega generosa hacia los demás.

    La realidad es que las personas prefieren aparentar ser duras o insensibles, para no
comprometerse e involucrarse en cosas que califican como fuera de su competencia.
Todas las penas y padecimientos de los demás resultan incómodos y molestos,
pensando que cada quien tiene ya suficiente con sus propios problemas como para
preocuparse de los ajenos. La indiferencia es el peor enemigo de la sensibilidad.

    Lo peor de todo es mostrar esa misma indiferencia en familia, algunos padres nunca
se enteran de los conocimientos que reciben sus hijos; de los ambientes que
frecuentan; las costumbres y hábitos que adquieren con los amigos; de los programas
que ven en la televisión; del uso que hacen del dinero; de la información que reciben
respecto a la familia, la moda, la religión, la política... todas ellas son realidades que
afectan a los adultos por igual.

    ¿Es que todo está bien? No se puede esperar que las nuevas generaciones
construyan ese futuro mejor que tanto se espera, si nos da lo mismo todo y no
estamos ahí para dar criterio, para formar hábitos y hacer valer las buenas
costumbres.

    Puede parecer extraño, pero en cierta forma somos insensibles con nosotros
mismos, pues generalmente no advertimos el rumbo que le estamos dando a nuestra
vida: pensamos poco en cambiar nuestros hábitos para bien; casi nunca hacemos
propósitos de mejora personal o profesional; fácilmente nos dejamos llevar por el
ambiente de los amigos o del trabajo sin poner objeción alguna; trabajamos sin orden
y desmedidamente; dedicamos mucho tiempo a la diversión personal. Dejarse llevar
por lo más fácil y cómodo es la muestra más clara de insensibilidad hacia todo lo que
afecta nuestra vida.

    Reaccionar frente ante las críticas, la murmuración y el desprestigio de las


personas, es una forma de salir de ese estado de pasividad e indiferencia para crear
una mejor calidad de vida y de convivencia entre los seres humanos.
    Muchas veces nos limitamos a conocer el nombre de las personas, incluso
compañeros de trabajo o estudio, criticamos y enjuiciamos sin conocer lo que ocurre a
su alrededor: el motivo de sus preocupaciones y el bajo rendimiento que en momentos
tiene, si su familia pasa por una difícil etapa económica o alguien tiene graves
problemas de salud. Todo sería más fácil si tuviéramos un interés verdadero por las
personas y su bienestar.

    En todas partes se habla de los problemas sociales, corrupción, inseguridad, vicios,
etc. y es algo tan cotidiano que ya forma parte de nuestra vida, dejamos que sean
otros quienes piensen, tomen decisiones y actúen para solucionarnos hasta que nos
vemos afectados. La sensibilidad nos hace ser más previsores y participativos, pues
no es correcto contemplar el mal creyendo que somos inmunes.

    Podemos afirmar que la sensibilidad nos hace despertar hacia la realidad,
descubriendo todo aquello que afecta en mayor o menor grado al desarrollo personal,
familiar y social. Con sentido común y un criterio bien formado, podemos hacer frente
a todo tipo de inconvenientes, con la seguridad de hacer el bien poniendo todas
nuestras capacidades al servicio de los demás.

Con autorización de:    www.encuentra.com

Actividades.- 

1. Sacar por impresora el texto “POR FAVOR”

2. El profesor lee y comenta el texto a los alumnos.

3. Se reparten fotocopias del texto a cada alumno para hacer una nueva lectura
individual y para contestar a estas preguntas:

a) ¿Qué tienen en común el “por favor” con los peces de la nevera?

b) ¿Qué defectos se señalan del niño Dick?

c) Señala las diferencias entre el “por favor” de Dick y el de su hermano


John.

d) ¿Cuando le salió a Dick el primer “por favor”?

e) ¿Cuando podemos los niños usar el “por favor” a lo largo del día?

4. Terminadas las respuestas, cada niño lee lo que ha escrito en la


pregunta e) y se escriben en la pizarra las coincidencias entre todos.
JUAN EL SUCIO
Una vez había un niño tan desarreglado y sucio que todo el mundo le llamaba
“Juan el sucio”.

Tenía los libros por el suelo, colocaba los zapatos sucios encima de la mesa y
metía los dedos en la mermelada. Nunca jamás se había visto cosa igual.

Un buen día el hada ordenada entró en su habitación y dijo:

- Esto no puede ser, ¡qué desorden! Vete al jardín a jugar con tu hermano
mientras yo arreglo todo esto.

- No tengo ningún hermano -dijo Juan.

Ya lo creo que tienes uno -dijo el hada-. Quizás tú no lo conozcas pero él sí


que te conoce a ti. Vete al jardín y espéralo, verás como vendrá.

Juan se fue el jardín y empezó a jugar con barro.. Pronto una ardilla saltó al
suelo moviendo la cola.

- ¿Eres tú mi hermano? -le preguntó Juan.

La ardilla le miró y dijo:

- De ninguna manera, mi piel está bien cepillada, mi nido ordenado y mis hijos
bien educados. ¿Por qué me insultas si soy tu hermana?

La ardilla se subió a un árbol y Juan el sucio se quedó esperando.

Al rato se le presentó un pajarillo, después un magnífico gato de Angora y


nadie quería saber nada de él.

Después llegó gruñendo un cerdito. Juan el sucio no tenía ganas de decirle


nada, pero el cerdito le dijo:

- ¡Buenos días, hermano!

- Yo no soy hermano tuyo -contestó el chico.

- ¡Ya lo creo que sí! -contestó el cerdo-. Ven, nos ensuciaremos con barro.

- ¡No! -dijo Juan- no quiero.

- Mírate las manos, los pies y el vestido, vamos que a ti te gusta esto -le dijo el
cerdo-. Luego comerás de nuestro rancho.

- Yo no quiero rancho -dijo Juan el sucio y se puso a llorar.

En aquel momento llegó el hada ordenada y le dijo:


- Ya está todo en su sitio y limpio, es preciso que tú también ordenes como yo
he ordenado. ¿Quieres ir con tu hermano o quieres venir conmigo y aprende a ser
limpio y ordenado?

- ¡Contigo, contigo! -gritó Juan aferrándose al vestido del hada.

- ¡Mejor -gruñó el cerdo- no pierdo gran cosa, tendré más rancho para mí. Y se
fue.

Laura Richards

SUGERENCIAS METODOLÓGICAS

Objetivo.- Conseguir el hábito de orden y limpieza.

         Contenido.-

Pulcritud

    El valor de la pulcritud es la práctica habitual de la limpieza, la higiene y el orden en


nuestras personas, nuestros espacios y nuestras cosas.

    Todos los días, dejamos ver a los demás parte de nuestra personalidad y
costumbres a través de nuestro arreglo personal, el esmero para trabajar, el cuidado al
utilizar las cosas y en general, por la limpieza que procuramos mantener en nuestra
vivienda y lugar de trabajo.

    En algunos momentos de nuestra vida nos preocupamos por dejar una buena
impresión en las personas: elegimos con cuidado nuestro atuendo, peinamos nuestro
cabello al detalle, acomodamos el interior de nuestro portafolios... y esto lo hacemos
cuando vamos a solicitar un empleo, asistir a una reunión de negocios, o cualquier otro
acontecimiento que consideramos importante para nuestra vida.

    Desafortunadamente muchas veces esa primera impresión positiva dura poco
tiempo, pasan los días y comienza a notarse cierto descuido en nuestra forma de
vestir, en nuestros cajones, nuestras pertenencias... ¿Por qué sucede esto?
Sencillamente porque no estamos acostumbrados a vivir con orden y someternos –al
menos personalmente- a una disciplina que nos obligue a cambiar nuestros hábitos.

    Efectivamente, orden, disciplina, perseverancia y congruencia, son valores que se


complementan con el ejercicio de la pulcritud, porque dejamos de presentar una
personalidad ficticia y de apariencias, para convertirlo en un modo de vida que
demuestra educación, cultura y buenos modales.

    Posiblemente lo primero que pasa por nuestra mente acerca de este valor es el
arreglo personal: ropa limpia y sin arrugas, el afeitarse, la selección del maquillaje y
zapatos bien lustrados, en una palabra: perfectamente aseados. Y todos son
elementos tan obvios que parece redundante hablar de ellos. Lo cierto es que a nadie
le gusta presentarse sucio y descuidado en público.

    También las extravagancias en nuestra presentación personal denotan poca


seriedad y carácter; aquí no es  cuestión de edad sino de madurez para darse cuenta
que el buen vestir es una costumbre de siempre.

    Bueno sería que sólo tuviéramos que preocuparnos de nuestro atuendo, pero por
nuestras actividades utilizamos cosas y ocupamos determinados lugares, ¿cómo
lucen? Dicen que para conocer como es una persona basta con revisar sus cajones...
y es muy cierto.

    La pulcritud debe procurarse en la oficina, el orden de las cosas, sacudir el polvo del
escritorio y los objetos, periódicamente hacer una limpia de nuestro cajones, evitar
comer en nuestra área de trabajo, acomodar libros y archivero; es cierto, son muchas
cosas, pero cada pedazo de papel fuera de su lugar habla de nuestros hábitos. Ese
mismo cuidado se refleja en los documentos que elaboramos y entregamos, el
contenido puede ser extraordinario, pero una pequeña mancha o una pésima
distribución restan mérito a nuestro trabajo.

    Comúnmente pensamos que todo pasa desapercibido y con una “arregladita”
podemos cubrir nuestro desorden habitual, pero no es así. Existe diferencia entre una
casa cuyo aseo es cotidiano y otra donde se hace cada vez que hay visita, tal vez el
polvo en los marcos de los cuadros o debajo de los adornos... pero no hace falta
penetrar en la intimidad de cualquier hogar para darse cuenta. Lo cierto, es que se
nota.

    En esta misma línea puede encontrarse nuestro automóvil, como es de uso
personal y normalmente nadie nos acompaña –además de nuestra familia-, muchas
veces es un verdadero basurero, no sólo por lo que hay tirado, sino por el olor. ¡Qué
pena llevar a otra persona! Por eso es importante formarnos buenos hábitos, para no
estar ofreciendo disculpas y sufrir penas innecesarias.

    Todo lo que pasa por nuestras manos denota el cuidado que tenemos en su uso,
agenda, apuntes, bolsillos y hasta las uñas. ¿Parece exageración vivir este valor? De
ninguna manera, en las relaciones humanas nuestra personalidad tiene un sello
distintivo, lo deseable es que sea positivo, sinónimo de limpieza, buena presencia y
cuidado de las cosas.

    Para vivir con mayor atención el valor de la pulcritud puedes considerar como
importante:

    - De tu aspecto personal: para los varones el afeitarse debidamente o recortarse


barba y bigote diariamente; para las damas, la selección y cantidad de maquillaje; para
todos, el corte de cabello, peinarse debidamente y evitar el exceso en el uso del
fijador, las uñas recortadas y limpias, así como la higiene bucal.

    - Si tu piel o ropa se mancha con algún líquido (tinta, grasa, pintura, polvo), procura
lavarte inmediatamente y eliminar todo residuo, pues no siempre se piensa que es
consecuencia de una actividad en concreto. Si es necesario, cámbiate de ropa.

    - Cuida que tus prendas no tengan arrugas al salir de casa, evita los pequeñas
manchas de comida, polvo, pelusa, falta de botones y el lustre para el calzado. Revisa
los bolsillos de tu ropa antes de su lavado, este pequeño detalle te evitará disgustos y
prendas desechadas a destiempo.

    - Procura comer en el lugar adecuado, (nunca en la oficina, habitación de dormir o el


auto).
Limpia periódicamente tus efectos personales y equipo que utilices en casa y lugar de
trabajo; coloca todo su lugar y en correcta distribución. No olvides el uso de pequeños
cestos bolsas para basura. Todo esto te ayudará, por consiguiente, a ser más
ordenado.

    - Asegúrate que tienes un lugar para cada cosa, y que cada cosa esté en su lugar,
tanto en tu habitación como en tu oficina.

    - Haz una lista de los detalles que tienes que mejorar, dedica especial atención a
dos de ellos por semana hasta que consigas formarte el hábito. Con este ejercicio
lograrás ser más observador y detectarás a tiempo otros puntos de mejora.

    Toda persona que se esmera en su presentación personal, el cuidado de sus cosas
y lugares donde usualmente asiste así como las cosas que ordinariamente usa, crea
un ambiente con la armonía que da el orden y la limpieza, provocando una respuesta
positiva en quienes le rodean.

    El vivir el valor de la pulcritud nos abre las puertas, nos permite ser más ordenados
y brinda en quienes nos rodean una sensación de bienestar, pero sobre todo, de buen
ejemplo.

Con autorización de:    www.encuentra.com

Actividades.- 

1. Sacar por impresora el texto “JUAN EL SUCIO” y hacer fotocopias.

2. Los niños leen en voz alta el cuento.

3. El profesor hace preguntas para comprobar la comprensión del texto.

4. Cada alumno hace una breve redacción sobre “la habitación desordenada” y
luego otra sobre “la habitación ordenada”

5. Contestar a esta pregunta: ¿Qué puedo ordenar en mi habitación?


LA GALLINITA ROJA
 

Una gallinita roja encontró un grano de trigo.

- ¿Quién plantará este trigo? -dijo.

- Yo no -dijo el perro.

- Yo no -dijo el gato

- Yo no -dijo el puerco.

- Yo no -dijo el pavo.

- Entonces lo haré yo -cloqueó la gallinita.

Y así plantó el grano de trigo. Muy pronto el trigo creció y hojas verdes brotaron
del suelo. El sol brilló, la lluvia cayó y el trigo siguió creciendo hasta que estuvo alto,
fuerte y maduro.

-¿Quién cosechará este trigo? -preguntó la gallinita.

- Yo no -dijo el perro.

- Yo no -dijo el gato

- Yo no -dijo el puerco.

- Yo no -dijo el pavo.

- Entonces lo haré yo -cloqueó la gallinita.

Y así cosechó el trigo.

-¿Quién trillará este trigo? -preguntó la gallinita.

- Yo no -dijo el perro.

- Yo no -dijo el gato.

- Yo no -dijo el puerco.

- Yo no -dijo el pavo.

- Entonces lo haré yo -cloqueó la gallinita.

Y así trilló el trigo.

- ¿Quién llevará este trigo al molino para hacerlo moler? -preguntó la gallinita.
- Yo no -dijo el perro.

- Yo no -dijo el gato.

- Yo no -dijo el puerco.

- Yo no -dijo el pavo.

- Entonces lo haré yo -cloqueó la gallinita.

Y así llevó el trigo al molino, y al poco tiempo regresó con la harina.

-¿Quién amasará esta harina? -preguntó la gallinita.

- Yo no -dijo el perro.

- Yo no -dijo el gato.

- Yo no -dijo el puerco.

- Yo no -dijo el pavo.

- Entonces lo haré yo -cloqueó la gallinita.

Y así amasó la harina y cocinó una hogaza.

-¿Quién comerá este pan? -preguntó la gallinita.

- Yo -dijo el perro.

- Yo -dijo el gato.

- Yo -dijo el puerco.

- Yo -dijo el pavo.

- No, lo haré yo -cloqueó la gallinita.

Y se comió la hogaza.

Penryhn W. Coussens.

SUGERENCIAS METODOLÓGICAS

Objetivo.- Conseguir el hábito del trabajo para conseguir lo que deseamos.

          Contenido.-

Laboriosidad
    Trabajar es solo el primer paso, hacerlo bien y con cuidado en los pequeños
detalles es cuando se convierte en un valor.

    Alguna vez un cómico dijo "Tan terrible es el trabajo que hasta pagan por hacerlo",
sin embargo el trabajo es un valor fundamental.

    Cuando alguien se refiere a nosotros por “ser muy trabajadores” nos sentimos
distinguidos y halagados: los demás ven en nosotros la capacidad de estar horas y
horas en la escuela, en la casa o en la oficina haciendo “muchas cosas importantes”.
Efectivamente esa puede ser la razón, pero existe la posibilidad de carecer de un
sistema de trabajo que nos lleva a “trabajar” más tiempo de lo previsto. Esto se
identifica con claridad cuando iniciamos varias tareas y sólo terminamos algunas,
generalmente las menos importantes (las que más nos gustan o se nos facilitan),
además de ir acumulando labores que después se convertirán en urgentes.
La laboriosidad significa hacer con cuidado y esmero las tareas, labores y deberes que
son propios de nuestras circunstancias. El estudiante va a la escuela, el ama de casa
se preocupa por los miles de detalles que implican que un hogar sea acogedor, los
profesionistas dirigen su actividad a los servicios que prestan. Pero laboriosidad no
significa únicamente "cumplir" nuestro trabajo. También implica el ayudar a quienes
nos rodean en el trabajo, la escuela, e incluso durante nuestro tiempo de descanso;
los padres velan por el bienestar de toda la familia y el cuidado material de sus bienes;
los hijos además del estudio proporcionan ayuda en los quehaceres domésticos.

    Podemos, fácilmente, dar una apariencia de laboriosidad cuando adquirimos


demasiadas obligaciones para quedar bien, aún sabiendo que no podremos cumplir
oportunamente; también puede tomarse como pretexto el pasar demasiado tiempo en
la oficina o la escuela para dejar de hacer otras cosas, como evitar llegar temprano a
casa y así no ayudar a la esposa o a los padres.

    Al crear una imagen de mucha actividad pero con pocos resultados se le llama
activismo, popularmente expresado con un “mucho ruido y pocas nueces”. Es
entonces cuando se hace necesario analizar con valentía los verdaderos motivos por
los que actuamos, para no engañarnos, ni pretender engañar a los demás cubriendo
nuestra falta de responsabilidad.

    La pereza es la manera común de entender la falta de laboriosidad; las máquinas


cuando no se usan pueden quedar inservibles o funcionar de manera inadecuada, de
igual forma sucede con las personas: quien con el pretexto de descansar de su intensa
actividad -cualquier día y a cualquier hora- pasa demasiado tiempo en el sofá o en la
cama viendo televisión “hasta que el cuerpo reclame movimiento”, poco a poco
perderá su capacidad de esfuerzo hasta ser incapaz de permanecer mucho tiempo
trabajando o estudiando en lo que no le gusta o no le llama la atención.

    Para ser laborioso se necesita estar activo, hacer cosas que traigan un beneficio a
nuestra persona, o mejor aún, a quienes nos rodean: dedicar tiempo a buena lectura,
pintar, hacer pequeños arreglos en casa, ayudar a los hijos con sus deberes, ofrecerse
a cortar el pasto... No hace falta pensar en grandes trabajos “extras”, sobre todo para
los fines de semana, pues el descanso es necesario para reponer fuerzas y trabajar
más y mejor. El descanso no significa “no hacer nada”, sino dedicarse a actividades
que requieren menor esfuerzo y diferentes a las que usualmente realizamos.

    Podemos establecer pequeñas acciones que poco a poco y con constancia, nos
ayudarán a trabajar mejor y a cultivar el valor de la laboriosidad:
    - Comenzar y terminar de trabajar en las horas previstas. Generalmente cuesta
mucho trabajo, pero nos garantiza orden para poder cubrir más actividades.

    - Establecer un horario y una agenda de actividades para casa, en donde se


contempla el estudio, el descanso, el tiempo para cultivar las aficiones, el tiempo
familiar y el de cumplir las obligaciones domésticas o encargos.

    - Terminar en orden y de acuerdo a su importancia todo lo empezado: encargos,


trabajos, reparaciones, etc.

    - Cumplir con todos nuestros deberes, aunque no nos gusten o impliquen un poco
más de esfuerzo.

    - Tener ordenado y dispuesto nuestro material y equipo de trabajo antes de iniciar
cualquier actividad. Evitando así poner pretextos para buscar lo necesario y la
consabida pérdida de tiempo e interés.

    - Esmerarnos por presentar nuestro trabajo limpio y ordenado.

    Cuando nos decidimos a vivir el valor de la laboriosidad adquirimos la capacidad de


esfuerzo, tan necesaria en estos tiempos para contrarrestar la idea ficticia de que la
felicidad sólo es posible alcanzarla por el placer y comodidad, logrando trabajar mejor
poniendo empeño en todo lo que se haga.

    El trabajo es mucho más que un valor: es una bendición.

Con autorización de:    www.encuentra.com

Actividades.- 

1. Sacar por impresora el texto “LA GALLINITA ROJA”

2. El profesor lee y comenta el texto a los alumnos.

3. Se reparten fotocopias del texto a cada alumno para hacer una nueva lectura
individual y para contestar a estas preguntas:

a) ¿Quién encontró el grano de trigo?

b) ¿Quiénes no quisieron plantarlo, ni cosecharlo, ni trillarlo, ni amasarlo?

c) ¿Quién se comió la hogaza?

d) ¿Por qué la gallinita no les dio de comer a los otros animales?

e) ¿Cuando podemos los niños trabajar más y mejor?

4. Terminadas las respuestas, cada niño lee lo que ha escrito en la pregunta e)


y se escriben en la pizarra las coincidencias entre todos.
EL NIÑO DE CRISTAL
    Una vez, en una lejana ciudad nació un niño transparente. Se podía ver a través de
su cuerpo como a través del aire o del agua. era de carne y hueso pero semejaba
vidrio; aunque si caía no se rompía ni quebraba, alguna que otra vez le salía un
chichón pero era transparente: se le veía latir el corazón y deslizar sus pensamientos
como si fuesen pececitos de colores dentro de una pecera.

    Una vez, sin querer dijo una mentira y de inmediato toda la gente pudo ver como un
globo de fuego a través de su frente. Volvió a decir la verdad y el globo desapareció.
De esta manera no volvió a mentir el resto de su vida.

    El niño se llamaba Jaime y la gente le llamaba el niño de cristal y le querían por su
sinceridad y lealtad; junto a él todos eran amables.

    Jaime creció, se hizo un hombre y cualquiera podía leer sus pensamientos y
adivinar las respuestas cuando le hacían preguntas.

    Un día, en aquel país, llegó a gobernar un feroz dictador. Comenzó un periodo de
injusticias, abusos y miseria para el pueblo. Si alguien se atrevía a protestar,
desaparecía sin dejar rastro. Si alguien se sublevaba, era fusilado de inmediato. La
gente callaba y sufría. Jaime no podía callar, porque sin abrir boca sus pensamientos
hablaban en voz alta y cualquiera podía leer en su frente el dolor por la miseria y la
condena por las injusticias del tirano.

    El dictador le hizo encarcelar en el antro más oscuro. Y ocurrió que las paredes de
la celda donde estaba Jaime, de golpe, se hicieron transparentes y también las
murallas de la prisión. La gente que pasaba por la calle podía continuar leyendo en la
frente y el corazón de Jaime. De noche, la celda era un foco que expelía una gran luz
y el tirano en su palacio no podía dormir aunque cerrara bien toda las ventanas.

    Encarcelado y privado de libertad, Jaime era más poderoso que el tirano, porque la
verdad es más fuerte que cualquier cosa, más clara que la luz del día, más temible
que el huracán.

Adaptación de Gianni Rodari.

SUGERENCIAS METODOLÓGICAS

Objetivo.- Valorar la sinceridad en las relaciones con los demás.

           Contenido.-

Honestidad

    La honestidad es una de las cualidades que nos gustaría encontrar en las personas
o mejor aún, que nos gustaría poseer.

    Si alguna vez debemos hacer un listado de las cualidades que nos gustaría
encontrar en las personas o mejor aún, que nos gustaría poseer, seguramente
enunciaremos la Honestidad, porque garantiza confianza, seguridad, respaldo,
confidencia, en una palabra integridad.

    La Honestidad es una forma de vivir congruente entre lo que se piensa y la


conducta que se observa hacia el prójimo, que junto a la justicia, exige en dar a cada
quien lo que le es debido.

    Podemos ver como actitudes deshonestas la hipocresía, aparentando una


personalidad que no se tiene para ganarse la estimación de los demás; el mentir
continuamente; el simular trabajar o estudiar para no recibir una llamada de atención
de los padres o del jefe inmediato; el no guardar en confidencia algún asunto del que
hemos hecho la promesa de no revelarlo; no cumpliendo con la palabra dada, los
compromisos hechos y la infidelidad.

    Faltar a la honestidad nos lleva a romper los lazos de amistad establecidos, en el
trabajo, la familia y en el ambiente social en el que nos desenvolvemos, pensemos que
de esta manera la convivencia se hace prácticamente imposible, pues ésta no se da, si
las personas somos incapaces de confiar unos en otros.

    Para ser Honesto hace falta ser sinceros en todo lo que decimos; fieles a las
promesas hechas en el matrimonio, en la empresa o negocio en el que trabajamos y
con las personas que participan de la misma labor; actuando justamente en el
comercio y en las opiniones que damos respecto a los demás. Todos esperan de
nosotros un comportamiento serio, correcto, justo, desinteresado, con espíritu de
servicio, pues saben que siempre damos un poco más de lo esperado.

    En la convivencia diaria podemos vivir la honestidad con los demás, no causando
daño a la opinión que en general se tiene de ellas, lo cual se puede dar cuando les
atribuimos defectos que no tienen o juzgando con ligereza su actuar; si evitamos sacar
provecho u obtener un beneficio a costa de sus debilidades o de su ignorancia;
guardando como propio el secreto profesional de aquella información que es
particularmente importante para la empresa en la que prestamos nuestros servicios, o
de aquel asunto importante o delicado que nos ha confiado el paciente o cliente que
ha pedido nuestra ayuda; evitando provocar discordia y malos entendidos entre las
personas que conocemos; señalando con firmeza el grave error que se comete al
hacer calumnias y difamaciones de quienes que no están presentes; devolviendo con
oportunidad las cosas que no nos pertenecen y restituyendo todo aquello que de
manera involuntaria o por descuido hayamos dañado..

    Si queremos ser Honestos, debemos empezar por enfrentar con valor nuestros
defectos y buscando la manera más eficaz de superarlos, con acciones que nos lleven
a mejorar todo aquello que afecta a nuestra persona y como consecuencia a nuestros
semejantes, rectificando cada vez que nos equivocamos y cumpliendo con nuestro
deber en las labores grandes y pequeñas sin hacer distinción.

    Las relaciones en un ambiente de confianza conducen a la mejora personal y ajena,


pues si en todo momento se obra con rectitud, se aprende a vivir como hombre de
bien.

Con autorización de:    www.encuentra.com

Actividades.- 

1. Leer en voz alta y explicar el texto.


2. Establecer un diálogo con los alumnos, de forma que las preguntas que se
planteen las respondan otros niños, haciendo el profesor de moderador.

3. Hacer grupos de trabajo para buscar situaciones en que es difícil ser sincero
y buscando las razones del por qué hay que decir la verdad.

4. Se hace la puesta en común entre los distintos equipos.


EL NIÑO Y LAS NUECES
    Un niño halló un frasco de nueces en la mesa.

    “Me apetecería comer nueces -pensó- . Sin duda madre me las daría si estuviera
aquí. Tomaré un buen puñado.” Así que metió la mano en el frasco y tomó tantas
como pudo.

    Pero cuando intentó sacar la mano, descubrió que el cuello del frasco era muy
pequeño. Tenía la mano atorada (atascada), pero no quería soltar las nueces.

    Lo intentó una y otra vez, pero no podía sacar todo el puñado. Al fin rompió a llorar.

    En ese momento su madre entró en el cuarto.

    -¿Qué te sucede? -preguntó.

    - No puedo sacar este puñado de nueces del frasco -sollozó el niño.

    - Bien, no seas tan codicioso -dijo su madre-. Toma un par, y no tendrás problemas
para sacar la mano.

    - Qué fácil fue -dijo el niño al alejarse de la mesa-. Yo mismo pude haber pensado
en ello.

Esopo.

    SUGERENCIAS METODOLÓGICAS

Objetivo.- No tener codicia y avaricia.

         Contenido.-

Sobriedad

    Es el valor que nos enseña a administrar nuestro tiempo y recursos, moderando
nuestros gustos y caprichos para construir una verdadera personalidad.

    Qué difícil es hablar de sobriedad en una época caracterizada por la búsqueda del
placer y del afán desmedido por acumular bienes de todo género; parece ser que lo
único necesario es cuidar las apariencias y satisfacer nuestros deseos. La sobriedad
no solo tiene que ver con estar sobrio y el manejo del alcohol. Este valor afecta otras
realidades más importantes de nuestra vida.

    El valor de la sobriedad nos ayuda a darle a las cosas su justo valor y a manejar
adecuadamente nuestros apetitos, estableciendo en todo momento un límite entre lo
razonable y lo inmoderado.

    ¿Has pensado cómo influye el ambiente en tu persona? Aunque no podemos culpar
del todo a la publicidad, es ella quien transmite una idea falsa de felicidad: en toda
reunión de amigos debe haber determinada bebida para estar alegres; al comprar
cierto tipo de auto adquieres presencia y personalidad; si vistes con determinada
marca de ropa demuestras actualidad; ser conocedor de restaurantes y platillos
exóticos, te hace hombre de mundo; al utilizar cremas, pastillas y tratamientos para
cuidar tu figura, te dará belleza... y así, todo un conjunto de elementos que
caracterizan a una sociedad consumista preocupada por la apariencia de la persona.

    El problema no es la comercialización de los productos, sino la forma en que nos


vemos afectados. Por tanto, damos por cierto que la felicidad está en todo aquello que
cultiva nuestra vanidad y nos da satisfacciones, entonces, no es extraño que estemos
bajo el influjo de agentes externos.

    El "tener más", "lo más novedoso" o lo "mas caro" se convierte en la base de
nuestra seguridad personal, caemos en el despilfarro con tal de alimentar nuestra
soberbia y vanidad por el deseo de sobresalir, de estar a la moda y de aparentar una
mejor posición económica; sin reflexionar compramos varios pares de zapatos (ropa,
accesorios, etc.) por estar a un precio rebajado, cambiamos de auto con relativa
frecuencia para competir con el vecino o los compañeros de trabajo, adquirimos
cuanto adorno y aparato electrodoméstico aparece en el mercado para mostrar lujo en
el hogar...

    En este sentido, debemos reconocer que somos caprichosos y orientamos nuestros
esfuerzos a conseguir las cosas sin importar el precio, y algunas veces postergando lo
indispensable. Se ha visto a personas que prefieren comprarse un "buen reloj" y no
pagar la colegiatura de sus hijos. Los padres viven la sobriedad cada vez que se
privan de un gusto personal pensando en otras cosas necesarias para los hijos o la
familia en conjunto.

    La sobriedad nos ayuda a saber comprar sólo lo verdaderamente necesario,


indispensable y de utilidad; por el contrario, aprendemos a obtener el máximo uso y
provecho de todo lo que tenemos, sin dejar las cosas prácticamente nuevas y sin
utilizar.

    Para la sobriedad hace falta autodominio, es muy claro si se ilustra con el exceso en
la comida y la bebida por la imagen y efectos que produce, sin embargo, esta falta de
control se manifiesta en el excesivo descanso y la distribución de nuestro tiempo: no
es correcto permanecer todo el domingo recostado viendo la TV; nuestro tiempo debe
pasar en equilibrio, entre la diversión, la obligación y la actividad, con una buena
administración podemos trabajar sin presiones, tener momentos de esparcimiento y
desarrollar aficiones.

    También debemos ser sobrios en nuestra forma de hablar, de comportarnos y de


vestir: existen personas que dicen todo cuanto les viene a la mente, muchas veces sin
comunicar nada y sólo por el gusto de sentirse escuchados; otros exageran en las
bromas, las palabras altisonantes y los aspavientos; también es chocante vestir
estrafalariamente, lleno de accesorios y adornos que podrán ser de moda pero hacen
perder elegancia.

    Podemos pensar que al darnos nuestros pequeños lujos no hacemos mal a nadie; la
verdad es que cada vez que cedemos a nuestros caprichos, nos hacemos
dependientes de las cosas, de nuestros apetitos y de la comodidad. Caemos en un
malestar por no haber conseguido aquella superficialidad que tanto deseábamos, y
cada vez más somos incapaces de hacer grandes esfuerzos.
    Cuando no ponemos límites, llegamos a una insatisfacción "por sistema" en la que
siempre queremos más. De ahí surgen los vicios, la dependencia de las drogas, el
deseo de placer sexual, la infidelidad...

    Para vivir este valor no hace falta pensar en grandes cosas y privaciones, una vez
más la respuesta esta en cuidar los pequeños detalles:

    - Antes de comprar algo reflexiona sobre el motivo de la adquisición: si es


necesidad, un simple lujo o un verdadero capricho. Si es el caso, no inventes
necesidades, se valiente y reconoce que no vale la pena el gasto.

    - Usa las cosas y no las cambies simplemente porque en el mercado hay una más
novedosa, o porque todos tus amigos la compraron. En esta competencia sin fin tu
bolsillo es el más afectado.

    - Reconoce tu verdadera situación económica y vive de acuerdo a tus posibilidades.


Cuando te decidas a hacerlo, aprenderás que las personas te aceptan por lo que eres.

    - Habla sólo lo necesario. Transmite pensamientos más que palabras.

    - Viste de forma elegante y decorosa, la moda también puede cumplir con este
requisito.

    - Evita el deseo de ser el centro de atención y aprende a divertirte: el alcohol, las
bromas de mal gusto, las palabras altisonantes y los desmanes, manifiestan
inseguridad y falta de autodominio.

    - Haz el propósito de moderar tus gustos y apetitos: compra menos golosinas; come
un poco menos de aquello que más te gusta; establece una hora para dormir y dejar
de ver la TV; utiliza una agenda para programar tus actividades; aprende que la
diversión también tiene un tiempo límite; modera tu descanso y procura una
actividad...

    La sobriedad no es negación ni privación. Es poner a tu voluntad y a tu persona por


encima de las cosas, los gustos y los caprichos, dominándolos para no vivir bajo su
dependencia. Es muy natural que al estar condicionados por nuestros impulsos, nos
cueste trabajo dejarlos, pero nunca es tarde para comenzar, con pequeños esfuerzos,
fortalecemos nuestra voluntad y desarrollamos este valor necesario para aprender a
administrar nuestro tiempo y nuestros recursos, además de construir una verdadera
personalidad.

Con autorización de:    www.encuentra.com

Actividades.-

1. Sacar por impresora este texto.

2. El profesor lee y explica el ejercicio.

3. Los alumnos buscan otras ocasiones en que podemos no ser codiciosos.


LOS TRES CERDITOS
    Éranse una vez tres cerditos que querían construir sus propias casitas. Cada uno
eligió su lugar en un claro del bosque donde hacer la construcción. El primer cerdito
vio que había por allí algo de paja y pensó: “Será fácil construir mi casita con esa
paja.” Y eso es precisamente lo que hizo.

    El segundo cerdito halló unas cuantas maderas, y pensó: “Con estas maderas me
podré construir una bonita casa.” Y se puso a trabajar.

    El tercer cerdito se quedó pensando largo rato. Al final, decidió que lo mejor sería
hacer su casa de ladrillo. Le costaría más trabajo, pero también le quedaría mejor. Así,
trabajó duramente haciendo sus ladrillos y construyendo su casita.

    Al cabo de cierto tiempo, y cuando todas las casas estaban ya terminadas, apareció
un lobo muy grande y muy, muy malo. Se detuvo ante la casita de paja y gritó:
“Cerdito, cerdito, ¡déjame pasar un ratito!.” El cerdito se asustó muchísimo, y le
respondió: “No, no. No pienso dejarte pasar.”

    Entonces el lobo se enfadó mucho y dijo: “Soplaré muy fuerte, hasta dejarte sin
casa.” Y el lobo sopló y sopló... hasta que la casa voló por los aires y el pobre cerdito
salió corriendo a toda velocidad hasta llegar a la casita de madera, donde se refugió.

    A continuación, el lobo se acercó a la casita hecha de madera. “Cerditos, cerditos,


¡dejadme pasar un momentito!.” Los cerditos contestaron: “No, no, de ninguna manera,
que nos quieres comer.” El lobo se enfadó todavía más y dijo: “Pues ahora soplaré con
todas mis fuerzas, y ¡ya veréis!.” Así que el lobo sopló y sopló, hasta que la casa salió
volando. Los cerditos escaparon justo a tiempo, y se refugiaron en la casa de ladrillo.

    Entonces el lobo fue a la casa de ladrillo. “Cerditos, cerditos, ¡dejadme pasar un
momentito!.” Los cerditos contestaron: “No, no, de ninguna manera, que nos quieres
comer.” El lobo se enfadó todavía más y dijo: “¡Pues ahora soplaré, soplaré y vuestra
casa derribaré!.” Pero no sopló lo suficiente, la casa de ladrillo era demasiado fuerte y
no pudo echarla abajo.

    Entonces, el lobo decidió entrar por la chimenea, pero los tres cerditos estaban ya
preparados y habían puesto en el hogar una enorme olla de agua hirviendo. El lobo
cayó dentro de la olla, y lanzando un alarido, se fue corriendo hacia el bosque. Desde
entonces, no ha vuelto a molestar a ningún cerdito.

    Los dos cerditos que se habían quedado sin casita, decidieron construir otras
nuevas, pero de ladrillo, por si acaso.

SUGERENCIAS METODOLÓGICAS

Objetivo.- Valorar el trabajo bien hecho aunque cueste más esfuerzo y


sacrificio.

          Contenido.-

Voluntad
    La voluntad nos hace realizar cosas por encima de las dificultades, los
contratiempos y el estado de ánimo.

    La voluntad es la capacidad de los seres humanos que nos mueve a hacer cosas de
manera intencionada, por encima de las dificultades, los contratiempos y el estado de
ánimo.

    Todo nuestro actuar se orienta por todo aquello que aparece bueno ante nosotros,
desde las actividades recreativas hasta el empeño por mejorar en nuestro trabajo,
sacar adelante a la familia y ser cada vez más productivos y eficientes. En base a este
punto, podemos decir que nuestra voluntad opera principalmente en dos sentidos:

    - De manera espontánea cuando nos sentimos motivados y convencidos a realizar


algo, como salir a pasear con alguien, iniciar una afición o pasatiempo, organizar una
reunión, asistir al entrenamiento...

    - De forma consciente cada vez que debemos esforzarnos a realizar las cosas:
terminar el informe a pesar del cansancio, estudiar la materia que no nos gusta o
dificulta, recoger las cosas que están fuera de su lugar, levantarnos a pesar de la falta
de sueño, etc. Todo esto representa la forma más pura del ejercicio de la voluntad,
porque llegamos a la decisión de actuar contando con los inconvenientes.

    No es de sorprenderse que en muchas ocasiones algo que iniciamos con gusto, al
poco tiempo -sea por dificultades o rutina- se convierta en un verdadero reto. En este
punto nos enfrentamos a la disyuntiva: abandonar o continuar.

    Con relativa facilidad podemos dejarnos llevar por el gusto dejando de hacer cosas
importantes; esto se aprecia fácilmente cuando vemos a un joven que dedica horas y
horas a practicar un deporte, cultivar una afición o a salir con sus amigos, por
supuesto, abandonando su estudio; en los muchos arreglos del hogar o en la oficina
que tienen varios días o semanas esperando atención: el desperfecto en el contacto
de luz; el pasto crecido; ordenar el archivero, los cajones del escritorio, o los objetos y
papeles sobre el mismo...

    Como podemos ver la intención no basta, como tampoco el saber lo que debemos
hacer. La voluntad se manifiesta "haciendo". No por nada se ha dicho que "obras son
amores y no buenas razones".

    Se nota claramente una falta de voluntad cada vez que retrasamos el inicio de una
labor; en nuestras actividades, cuando damos prioridad a aquellas que son más fáciles
en lugar de las importantes y urgentes o siempre que esperamos a tener el ánimo
suficiente para actuar. La falta de voluntad tiene varios síntomas y nadie escapamos al
influjo de la pereza o la comodidad, dos verdaderos enemigos que constantemente
obstruyen nuestro actuar.

    Podríamos comparar a la voluntad con cualquiera de los músculos de nuestro


cuerpo, estos últimos se hacen más débiles en la medida que dejan de moverse. Lo
mismo ocurre con la voluntad: cada situación que requiere esfuerzo es una magnífica
oportunidad para robustecerla, de otra forma, se adormece y se traduce en falta de
carácter, irresponsabilidad, pereza, inconstancia...

    Todos conocemos -al menos- a una persona que se distingue por su fuerza de
voluntad: el padre de familia que cada día se levanta a la misma hora para acudir a su
trabajo; la repetición de las labores domésticas de la madre; el empresario que llega
antes y se va después que todos sus empleados; quienes dedican un poco más de
tiempo a su trabajo y así no dejar pendientes; el deportista que practica horas extras...
Cada uno de ellos no sólo asume su responsabilidad, lucha una y otra vez todos los
días por cumplir y perfeccionar su quehacer cotidiano, lo distinto en ellos es la
continuidad y la perseverancia, su voluntad esta capacitada para hacer grandes
esfuerzos por períodos te tiempo más largos.

    Esta decisión que se requiere para hacer las cosas debe ser realista, inmediata y en
algunos casos programada, de nada sirve esperar "el lunes", "el próximo mes" o el
"inicio de año", generalmente son buenos propósitos que se quedan para cuando
tengamos mejor disposición o se presenten circunstancias más favorables.

    Pese a los modelos que personifican una fuerza de voluntad a toda prueba frente a
condiciones severamente adversas (digamos en la televisión o el cine), la voluntad se
fortalece en las pequeñas cosas de nuestra vida cotidiana, normalmente en todo
aquello que nos cuesta trabajo pero al mismo tiempo consideramos poco importante.

    Conviene ahora reflexionar detenidamente en cuatro aspectos que nos ayudarán a
tener una voluntad firme:

    - Control de nuestros gustos personales: Levántate a la hora prevista y sin retrasos
(por eso siempre tienes prisa, te pones de mal humor y llegas tarde); come menos
golosinas o deja de estar probando cosas todo el día; piensa en una actividad concreta
para el fin de semana, y así no estar en estado de reposo todo el tiempo; tus
obligaciones y responsabilidades no son obstáculo para las relaciones sociales,
organiza tu tiempo para poder cumplir con todo; haz lo que debes hacer sin detenerte
a pensar si es de tu gusto y agrado.

    - Perfección de nuestras labores cotidianas: Establece una agenda de trabajo por
prioridades, esto te permite terminar a tiempo lo que empezaste; revisa todo lo que
hagas y corrige los errores; guarda o acomoda las cosas cuando hayas terminado de
usarlas; si te sobra tiempo dedícalo a avanzar otras tareas.

    - Aprendizaje de cosas nuevas: Infórmate, estudia y pon en práctica las nuevas
técnicas y medios que hay para desempeñar mejor tu trabajo; inscríbete a un curso de
idiomas; aprende a hacer reparaciones domésticas; desarrolla con seriedad una
afición: modelismo, guitarra, etc.

    - Hacer algo por los demás: En casa siempre hay algo que hacer: disponer la mesa,
limpiar y acomodar los objetos, ir a comprar víveres, cuidar a los hijos (o los hermanos,
según sea el caso), recoger nuestras prendas, etc.; evita poner pretextos de
cansancio, falta de tiempo u ocupaciones ficticias para evitar colaborar; haz lo
necesario para llegar puntual a tus compromisos, así respetas el tiempo de los demás.
En todos los lugares que frecuentas se presentan muchas oportunidades, ¡decídete!

    Una voluntad férrea se convierte a la vez en escudo y arma para protegernos de los
vicios, miles de personas han caído en la dependencia y en la aniquilación de su
dignidad por no haberse negado aquella primera vez, dando rienda suelta a una
felicidad ficticia; algunos de ellos no pudieron evitar las malas compañías por temor a
la critica y la soledad, aún sabiendo que no resultaría nada bueno, o posiblemente
creyendo poder tener la voluntad de dejarlo después... Lo mismo ocurre si se
frecuenta a personas con poco sentido de la moral, las buenas costumbres y los
valores humanos.
    La voluntad es el motor de los demás valores, no sólo para adquirirlos sino para
perfeccionarlos, ningún valor puede cultivarse por sí solo si no hacemos un esfuerzo,
pues todo requiere pequeños y grandes sacrificios realizados con constancia.

Con autorización de:    www.encuentra.com

Actividades.- 

1. Sacar por impresora el texto “Los tres cerditos” y hacer fotocopias para cada
alumno.

2. Que los alumnos lo lean individualmente y contesten a estas preguntas:

a) ¿Qué cuesta más trabajo hacer la casa de paja, de madera o de ladrillo?

b) ¿Por qué se enfadó el lobo?

c) ¿Por qué se cayeron las casa de paja y madera?

d) ¿Por qué no se cayó la casa de ladrillos?

e) ¿Qué nos enseña este cuento?

f) ¿En qué puedo mejorar mi trabajo actual que es el estudio?

3. Puesta en común con las contestaciones y hacer un listado de las


respuestas a la pregunta f).
LA GALLINA DE LOS HUEVOS DE ORO
    Un hombre y su esposa gozaban de la buena fortuna de tener una gallina que ponía
un huevo de oro por día. Afortunados como eran, pronto dieron en pensar que no
tenían suficientes riquezas e, imaginando que el ave debía estar hecha de oro por
dentro, decidieron matarla para adueñarse al instante de toda la provisión de metal
precioso. Pero cuando abrieron la gallina, descubrieron que era igual a cualquier otra
ave de corral. Así que ni enriquecieron de inmediato, tal como esperaban, ni
disfrutaron más del aumento cotidiano de su riqueza.

Esopo.

SUGERENCIAS METODOLÓGICAS

Objetivo.- Aprender a no se avariciosos y egoístas.

          Contenido.-

                Generosidad

    Dar y darse. El valor que nos hace mejorar como personas.

    En esta época nuestra, que exalta como valores supremos la comodidad, el éxito
personal y la riqueza material, la generosidad parece ser lo único que verdaderamente
vale la pena en esta vida.

    El egocentrismo nos lleva a la infelicidad, aunque la sociedad actual nos quiera
persuadir de lo contrario. Quienes realmente han hecho algo que ha valido la pena en
la historia de la humanidad han sido los seres más generosos. Cuando la atención se
vuelca hacia el "Yo", se acaba haciendo un doble daño: a los demás mientras se les
pasa encima, y a uno mismo, porque a la postre se queda solo.

    Pero ¿Qué es generosidad? ¿Es dar limosna a un niño de la calle? ¿Es invertir mi
tiempo en obras de caridad? Si. Definitivamente eso es generosidad, pero también es
generosidad escuchar al amigo en sus venturas y desventuras; generosidad también
es llevarle un vaso de agua al hermano, hermana, padre, madre, esposo, esposa, hijo
o hija. Generosidad es pensar y actuar hacia los demás, hacia fuera. No hacia adentro.

    Hace un tiempo hubo un grupo de muchachos que, tras muchos sacrificios suyos y
de sus padres, lograron embarcarse hacia Europa para ir a Roma. Querían conocer la
Ciudad Eterna, e iban con un grupo de adultos que hacían actividades con
universitarios. El recorrido era agotador: una agenda muy apretada, ir corriendo de
aquí para allá, muchas horas de autobús, unas caminatas interminables. Uno de los
instructores había asistido porque quería conocer Roma a precio módico, pero el viaje
comenzó a resultar insoportable. Cuando llegaron a Madrid, su alojamiento estaba a
45 minutos de la capital española. Cuando llegaron estaba lloviendo y el autobús no
pudo pasar en un caminito, así que todos tuvieron que bajar porque el albergue se
encontraba algunos kilómetros cuesta arriba. Hubo que bajar equipaje y cargarlo bajo
la lluvia. Cuando llegaron a su destino, decidieron tomar un baño, y el agua estaba
fría. Este era el comienzo de un viaje que duraría casi 3 semanas, y lo peor estaba
aún por llegar. El instructor del que hablábamos quedó un día verdaderamente
agotado, se la pasaba terriblemente, estaba exahusto y ya ni siquiera estaba
disfrutando el viaje. Lo que quería era ir a casa.
    Por otra parte, otro de los instructores sentía el mismo cansancio y para él las
jornadas eran aún mas agotadoras, pues tenía veinte años más. Sin embargo siempre
estaba sonriente, siempre hacia que a los demás el viaje les pareciera apasionante.
En medio del peor humor, soltaba un chiste y todos olvidaban las cosas difícil. Este
instructor aprovechaba cada oportunidad para hablar con cada uno de los chicos, les
preguntaba qué hacían, se preocupaba por ellos. Y cuando no decía algún chiste, o se
enteraba de los intereses de aquellos muchachos, los cuidaba silenciosamente,
asegurándose de que el autobús no dejara a ninguno, viendo si estaban abrigados o
regalándole a alguno de ellos un chocolate. Los dos instructores hicieron el mismo
viaje. Uno lo pasó pésimo, el otro fue increiblemente feliz. ¿Cual fue la diferencia? La
generosidad.

    El instructor generoso no tenía ni siquiera tiempo de pensar en que la jornada era
agotadora. Y a pesar de que sus pies le recordaban que el día había sido una
larguísima caminata, el viaje estaba siendo de utilidad a los muchachos y para él esa
era la mejor recompensa. Al preocuparse de los demás solucionaba dos problemas:
los de los muchachos que necesitaban atención, y los suyos propios.

    La generosidad es un concepto que poco a poco se ha ido perdiendo, porque en


esta sociedad a veces creemos que cuando alguien nos da algo por nada, es que hay
una intención detrás, pero todo lo bueno que hay en la vida de los humanos es fruto de
la entrega generosa de alguien, y eso bueno se ha obtenido no a base de acumular
bienes materiales ni mucho menos de arrebatarlos, sino a base de cariño a los demás
y de olvido propio, a base de sacrificio. A pesar de todo, existen todavía hombres y
mujeres dispuestos a ser generosos. Cuando se entrega lo que sólo uno puede dar y
que no puede comprarse en ningún centro comercial, es cuando la verdad se ilumina y
sobre todo, entendemos y vivimos la generosidad en su más profundo sentido: la
entrega de sí mismo.

    A pesar de la gran desvalorización de la sociedad, hay que decir que muchos
hombres y mujeres son ejemplos silenciosos de generosidad: la madre que hace de
comer, se arregla, limpia la casa y además se da tiempo para ir a trabajar; el padre
que duerme solo cinco o seis horas diarias para dar el sustento a sus hijos; la
trabajadora doméstica que todos los días hace las mismas cosas pero que ya se
siente de la familia; el estudiante que hace lo que debe obteniendo las mejores notas
que puede; la chica generosa que ayuda a sus amigas cuando tienen problemas.
Todos ellos son ejemplos que sin duda deberíamos seguir. Y estos actos de
generosidad son de verdad heroicos. Siempre es más fácil hacer un acto grandioso
por el cual nos admiren, que simplemente darnos a los demás sin obtener ningún
crédito. Y es que todos tendemos a buscar el propio brillo, la propia satisfacción, el
prevalecer sobre los demás y solemos evitar el dar nuestra luz a los demás. Es
obligado pues, que en nuestro primer encuentro con la generosidad, nos resulte este
valor poco atractivo y quizá hasta incomprensible. Pero verdaderamente, la
generosidad resuelve muchos problemas.

    Dar sin esperar nada a cambio, entregar la vida, volcarse a los demás, ayudar a los
que nos necesitan, dar consuelo a los que sufren, eso es generosidad. Y no es un
valor pasado de moda. La generosidad es la puerta de la amistad, el cimiento del
amor, la estrella de la sociedad. Y lo mejor de todo es que nosotros podemos ser
generosos muy fácilmente. ¿Cómo?

    - Sonriendo a los demás siempre.

    - Ofreciendo nuestra ayuda.


    - Poniéndonos en los zapatos del otro.

    - Teniendo un pequeño detalle con nuestra familia, tan simple como dejar que los
demás elijan algo qué hacer: ir al cine, a una comida en el campo, o dejar que los
demás escojan la película que se va a ver este fin de semana.

    Pero no hay que ser tacaños con la generosidad ni comodones. Hay mucha gente
que podría consolarse con nuestra ayuda si hacemos un esfuerzo superior. ¿Cada
cuánto tiempo vamos a visitar enfermos a un hospital? ¿Por qué no visitar a enfermos
terminales? Sí, es duro, sí a veces es deprimente, y por supuesto que es mas divertido
salir a pasear que ir a un hospital público a ver gente que muy pronto se va a morir.
¡Pues precisamente como nadie lo hace, es el momento de que alguien lo haga! Nadie
nos va a dar un aplauso, o una medalla por hacerlo, pero vamos a volcarnos hacia los
demás, el brillo no importa, lo que importa es que a pesar de nuestros defectos y
miserias, podemos hacer una diferencia en la vida de alguien.

    Ser generosos aunque hoy en día inusual, no es difícil, también es parte de nuestra
naturaleza. Entendamos que el Yo debe dejar un poco de lugar a los demás y entregar
lo que uno tiene. En silencio, sin reflectores. Ahí, donde está la paz.

Con autorización de:    www.encuentra.com

Actividades.- 

1. Los niños leen la fábula de Esopo en voz alta.

2. El profesor hará preguntas para comprobar que se ha comprendido el texto.

3. Se hacen equipos para contestar a estas dos preguntas:

a) ¿En qué ocasiones algunos chicos son avariciosos, egoístas o codiciosos?

b) ¿En qué circunstancias podemos ser generosos?

4. Puesta en común con las contestaciones


EL CARACOL
    Érase una vez un caracol que quería ir a ver el agujero por donde sale el sol.
Camina que caminarás el caracol fue arrastrándose siete días y siete noches sin
detenerse para nada, muy ilusionado por llegar.

    Y después de arrastrarse toda una semana, estaba tan fatigado y con tanto dolor de
barriga que no podía seguir más, por lo que consideró apropiado buscar una hierbita
de “poleo” para hacerse una sopita y recuperar fuerzas.

    Encontró una planta de la hierba deseada, pero no pudo arrancarla. Por suerte llegó
un escarabajo que al verle tan atareado le dijo:

    - “¿Qué haces caracol?”

    - “Quiero arrancar esta hierba de “poleo”, porque tengo dolor de barriga de tanto
caminar por ver por dónde sale el sol.”

    - “Como veo que tú sólo no puedes, te ayudaré.”

    El escarabajo se agarró detrás del caracol y estira que estirarás... pero la hierba se
resistía.

    En éstas llegó una rana, salto a salto, y al ver a aquel par tan atareados les
preguntó:

    - “¿Qué hacéis aquí?”

    - “Queremos arrancar esta hierba de “poleo”, puesto que el caracol ha cogido dolor
de barriga cuando iba a ver por dónde sale el sol.”

    - “Como veo que no podéis, os voy a ayudar.”

    Y la rana comenzó a tirar del escarabajo, quien a su vez tiraba del caracol... pero la
hierba se resistía.

    Pasó por el lugar una ardilla, y al ver a aquel terceto tan atareado les preguntó:

    - “¿Qué hacéis tan atareados?”

    - “Queremos arrancar esta hierba de “poleo”, puesto que el caracol ha cogido dolor
de vientre cuando iba a ver por dónde sale el sol.”

    - “Como veo que no podéis, os voy a ayudar.”

    Y la ardilla comenzó a tirar de la rana, ésta del escarabajo, quien a su vez tiraba del
caracol... pero la hierba se resistía.

    Fueron pasando, y así el conejo, el gato, el burrito y finalmente el buey.

    Éste que iba a una boda, al ver aquella multitud reunida les preguntó:
    - “¿Qué hacéis tan atareados?”

    - “Queremos arrancar esta hierba, puesto que el caracol ha cogido dolor de vientre
cuando iba a ver por dónde sale el sol.”

    - “Como veo que no podéis, os voy a ayudar.”

    Tanto tiraron que consiguieron arrancar la hierba preciada.

    El caracol y todos los animales estuvieron muy contentos porque habían conseguido
lo que pretendían. El caracol con la hierba preparó una infusión e invitó a todos a
tomarla.

SUGERENCIAS METODOLÓGICAS

Objetivo.- Comprender la necesidad de ayudar a los demás en sus trabajos.

        Contenido.-

Crítica constructiva

    Hacer una crítica constructiva para ayudar a los demás es una actitud madura,
responsable y llena de respeto por nuestros semejantes.

    El valor de la crítica constructiva se fundamenta en el propósito de lograr un cambio


favorable que beneficie a todas y cada una de las personas involucradas en
circunstancias o ambientes determinados, con actitud de respeto y sentido de
colaboración.

    De forma natural el hombre busca comunicar sus pensamientos e influir en los
demás con su opinión para lograr cambios en la familia, la sociedad, el trabajo o la
escuela, sin embargo, corremos el riesgo de sujetarnos únicamente a nuestro
particular punto de vista e intereses, sin atender a las necesidades o propósitos que
tienen los demás

    A través de la crítica constructiva se desarrollan otros valores: lealtad, honestidad,


sencillez, respeto, amistad... Con esta referencia sería absurdo cerrar nuestro
entendimiento y pasar por alto la importancia de vivir este valor, pues nadie puede
jactarse de tener un buen juicio crítico, si no ha logrado establecer un equilibrio entre
la manera como acepta las críticas y la forma e intención con que las expresa.

    Cada vez que una persona desea expresar su opinión o inconformidad con rectitud
de intención, tiene que aclarar que es “una crítica constructiva”, para evitar malos
entendidos y lograr una mejor disposición de su interlocutor. A veces somos tan
susceptibles, que sin la aclaración pertinente nos sentimos agredidos. Si fuésemos
más sencillos y maduros, encontraríamos en cada crítica –positiva o negativa- una
oportunidad para cambiar y mejorar nuestra forma de vida. En realidad, aún de las
críticas más acres deberíamos tener la serenidad, paciencia y madurez para obtener lo
mejor de ella, aún si hiere nuestro amor propio.
    Ahora bien, es muy común que nuestra tendencia a criticar se propague sin ton ni
son y convertimos a la crítica en una forma de oposición y rechazo a todo aquello que
no nos gusta; observamos y manifestamos inconformidad casi de todo: el modo de
vestir, las opiniones, la forma de gobierno, las normas de vialidad, la conducta del
vecino... y muy pocas veces, hacemos un juicio objetivo y valiente sobre nuestro
comportamiento y modo de pensar.

    Lo primero será reconocer que frecuentemente hablamos sin fundamento, nos
quedamos con unas cuantas palabras del noticiero o del diario, cotejando nuestra
pobre información con los comentarios que escuchamos en la oficina o con los
amigos, hacemos conjeturas y emprendemos el vuelo aprobando o desaprobando
todo tema de actualidad: iniciativas de ley, la política económica, los eventos sociales,
sucesos de carácter internacional y hasta las nuevas disposiciones en materia de
educación o de salud... ¡Con qué facilidad no erigimos en autoridades competentes!

    Es claro que las decisiones de índole social o política a veces muy distantes del
común de las personas, pero esto no justifica la critica mal intencionada. En todo lugar
existen medios, asociaciones y grupos de personas con el afán de crear una sociedad
más justa y llena de oportunidades para todos. ¿Por qué no participar o tomar la
iniciativa en nuestras manos? Tal vez no todos tenemos el valor de asumir una
responsabilidad más grande, de mayor trascendencia...

    Pero la crítica más dura y severa la realizamos hacia las personas que conocemos y
los lugares donde asistimos: nos disgusta el sistema de trabajo que se lleva en la
empresa, y por ende, quienes la encabezan; calificamos la aptitud de nuestros colegas
con comparaciones absurdas; señalamos con firmeza los defectos, costumbres y
hábitos de nuestros conocidos y amigos; nos disgustamos porque en casa las cosas
no se hacen a nuestro gusto. ¿Acaso hacemos un bien expresando opiniones
negativas?

    Cualquier comentario fuera de lugar o falto de delicadeza, no solo ofende, destruye
además la buena comunicación, la imagen y opinión que se tiene de las personas y
por si fuera poco, habla muy mal de nosotros. Para que nuestra crítica tenga valor, se
requiere una actitud honesta, leal y sencilla: si algo nos disgusta o incomoda, no hay
porque escondernos en el anonimato, generar murmuraciones o crear conflictos, si
deseamos que las cosas y las personas mejoren, lo correcto será acercarnos a los
interesados y expresar abiertamente nuestro punto de vista, dispuestos a escuchar y a
obtener un resultado provechoso para todos.

    Para concretar propósitos que nos lleven a ejercitar el valor de la crítica realmente
constructiva debemos evaluar con sencillez y valentía nuestro modo de ser, esto
significa ser autocríticos:

    - Evalúa las situaciones, escucha a las personas y pregunta. De esta manera
tendrás los elementos necesarios para formar un juicio correcto y dar una acertada
opinión.

    - Antes de criticar a las personas en cualquier aspecto, examínate con el mismo
rigor y criterio, no sea que tengas los mismos defectos. Recuerda que para ayudar a
los demás, tú debes ser el primero en mejorar.

    - Haz el propósito de descubrir lo bueno que tienen las personas, las instituciones y
las circunstancias. Si no tienes algo positivo que decir, lo mejor es callar.

    - Examina tus intenciones, sentimientos y estado de ánimo antes de pronunciar


palabra.

    - Aprende a informarte con profundidad y acostúmbrate a hablar de los hechos,


evitando hacer interpretaciones y suposiciones superfluas.

    - Acepta con madurez todo tipo de críticas y comentarios respecto a tu persona y
modo de trabajar, centrando tu atención en la oportunidad de mejora.

    Cualquier crítica debe formularse responsablemente a través de la reflexión,


considerando las implicaciones que podría tener; el respeto que debemos a las
personas se manifiesta protegiendo su buen nombre y reputación, además de procurar
su mejora individual. De esta manera actuamos en justicia y todo nuestro actuar se
convierte en actitud de servicio e interés por el prójimo.

Con la autorización de :    www.encuentra.com

Actividades.- 

1. Sacar por impresora el texto “EL CARACOL” y hacer fotocopias para todos
los alumnos.

2. Que los chicos vayan leyendo un trozo cada uno sucesivamente y en voz
alta.

3. Hacer preguntas para comprobar la comprensión.

4. Hacer equipos para contestar a estas dos preguntas:

a) ¿Cuándo consiguieron arrancar la hierba de “poleo”?

b) ¿En qué circunstancias se pueden ayudar los niños unos a otros?

5. Puesta en común y hacer un listado en la pizarra con las contestaciones a la


pregunta b)
EL LEÓN Y EL RATÓN
    Un día un gran león dormía al sol. Un pequeño ratón tropezó con su zarpa y lo
despertó. El gran león iba a engullirlo cuando el pequeño ratón gritó:

    - Oh, por favor, déjame ir. Algún día puedo ayudarte.

    El león rió ante la idea de que el pequeño ratón pudiera ayudarle, pero tenía buen
corazón y lo dejó en libertad.

    Poco después el león quedó atrapado en una red. Tiró y rasgó con todas sus
fuerzas pero las cuerdas eran demasiado fuertes. Dio un potente rugido. El ratón le
oyó y corrió hacia ese lugar.

    - Tranquilo, querido león, yo te pondré en libertad. Roeré las cuerdas. Con sus
afilados dientes, el ratón cortó las cuerdas y el león se salvó de la red.

    - Una vez te reíste de mí -dijo el ratón-. Creías que yo era demasiado pequeño para
ayudarte. Pero, como ves, debes la vida a un pequeño y humilde ratón.

Esopo.

SUGERENCIAS METODOLÓGICAS

Objetivo.- Tener compasión de los demás y ayudarles en sus necesidades.

            Contenido.-

Empatía

    El valor de la empatía nos ayuda a recuperar el interés por las personas que nos
rodean y a consolidar la relación que con cada una de ellas tenemos.

    Cada vez que nos acercamos a las personas esperamos atención y comprensión,
dando por hecho que seremos tratados con delicadeza y respeto. Pero, ¿cuántas
veces procuramos tratar a los demás de la misma forma?

    Debemos reconocer que en medio de nuestras prisas y preocupaciones nos


volvemos egoístas y olvidamos que los demás también tienen algo importante que
comunicarnos. El valor de la empatía nos ayuda a recuperar el interés por las
personas que nos rodean y a consolidar la relación que con cada una de ellas
tenemos.

    La empatía es el esfuerzo que realizamos para reconocer y comprender los


sentimientos y actitudes de las personas, así como las circunstancias que los afectan
en un momento determinado.

    Es muy común escuchar que la empatía es la tendencia o actitud que tenemos para
ponernos en el lugar de los demás e identificarnos plenamente con sus sentimientos.
Sin embargo, esto tiene el riesgo de dejar a la empatía en un nivel meramente
emocional: "si siento lo mismo que el otro, entonces hay verdadera empatía".

    La realidad es que la empatía no es el producto del buen humor con que
despertamos, como tampoco del afecto que nos une a las personas. Si esta
combinación fuera común, siempre estaríamos disponibles para escuchar a los demás
y dejaríamos momentáneamente nuestras ocupaciones, pensamientos y
preocupaciones para atender a quienes nos rodean.

    Desgraciadamente las circunstancias pocas veces son tan favorables, por eso la
empatía es un valor que se vive habitualmente, totalmente independiente de nuestro
estado de ánimo y disposición interior.

    La empatía se facilita en la medida que conocemos a las personas, la relación


frecuente nos facilita descubrir los motivos de enojo, alegría o desánimo de nuestros
allegados y su consecuente modo de actuar. Esto se manifiesta claramente entre
padres e hijos, en las parejas y con los amigos donde la relación es muy estrecha,
quienes parecen haber adquirido el "poder de adivinar" que sucede antes de haber
escuchado una palabra, teniendo siempre a la mano la respuesta y el consejo
adecuados para la ocasión.

    Aún así, este valor debe superar ciertos obstáculos: el cansancio, el mal humor, el
dolor de cabeza y las preocupaciones propias del trabajo y el estudio. En casa se nota
cuando los padres prestan poca atención a los "pequeños" problemas o alegrías de
sus hijos, con su actitud -y muchas veces sin querer- procuran evadir esa molestia e
inoportunidad para encerrarse en sí mismos; en la pareja cuando alguno da
monosílabos, gestos o sonidos guturales como respuesta; cuando tenemos tantos
problemas, y lo que menos deseamos es escuchar lo bien o lo mal que les sucede a
los demás.

    El problema es dejarnos llevar por nuestro estado de ánimo y obstinarnos en


permanecer en nuestro mundo, damos a todo lo que ocupa nuestra mente la máxima
importancia, comportándonos indiferentes y poco amables; queremos ser entendidos
sin antes intentar comprender a los demás. Por tanto, la empatía implica generosidad
y genuina comprensión: para olvidarnos de nosotros mismos y hacer el esfuerzo por
considerar los asuntos y sentimientos que los demás quieren participarnos.

    Este esfuerzo es mayor cuando ante nosotros está el empleado, el alumno, el
vecino, la empleada doméstica o el vecino, pues sin darnos cuenta, podemos limitar
nuestra atención e interés, o peor aún, menospreciarlos por considerarlos en una
posición inferior. Debemos ser enérgicos y afirmar que la empatía como valor -y al
igual que todos los valores- no hace diferencias entre personas, es una actitud propia
de la personalidad, siempre abierta y dispuesta a las necesidades de los demás.

    La empatía nos da un sin fin de posibilidades, primero hacia nuestros semejantes,
quienes buscan con quien compartir y confiar sus problemas, alegrías, triunfos y
fracasos, ser escuchados y comprendidos. De esta forma tenemos la inmejorable
oportunidad de procurar el bienestar, desarrollo y perfeccionamiento de las personas,
lo cual manifiesta el profundo respeto que les debemos.

    Para nosotros, la empatía nos permite conocer y comprender mejor a las personas,
a través del trato cotidiano, estamos en condiciones de mejorar en familia, obteniendo
una mayor colaboración y entendimiento entre todos; con la pareja la relación es cada
vez más estable y alegre; con los amigos garantiza una amistad duradera; con los
conocidos abre la posibilidad a nuevas amistades; en la empresa ayuda a conseguir
una mayor productividad al interesarnos por los empleados y compañeros; en la
escuela se obtiene un mejor rendimiento por la relación que se tiene con los alumnos y
entre ellos mismos.

    El valor de la empatía desarrolla en nosotros la capacidad de motivar y encauzar


positivamente a las personas; enseñar a tener ese interés por los demás y vivirlo
habitualmente, es la mejor forma de transmitir empatía e identificarnos plenamente con
los demás, cambiando radicalmente el entorno social en el que vivimos.

    Vivir el valor de la empatía es algo sencillo si nos detenemos a pensar un poco en
los demás y en consecuencia, aprenderemos a actuar favorablemente en todas las
circunstancias. Por eso, debemos estar pendientes y cuidar los pequeños detalles que
reafirmarán este valor en nuestra persona:

    - Procura sonreír siempre, esto genera un ambiente de confianza y cordialidad. La


serenidad que se manifiesta desarma hasta el más exaltado.

    - Primeramente considera como importantes los asuntos de los demás y después
los propios. Después de haber escuchado, la persona que se ha acercado a ti
seguramente tendrá la capacidad de entender tu situación y estado de ánimo, por lo
cual estará dispuesta ayudarte.

    - No hagas un juicio prematuro de las personas porque te hace cambiar tu


disposición interior (no pienses: "ya llego este molesto", "otra vez con lo mismo", "no
me deja en paz", "otra interrupción") Si alguien se acerca a ti, es porque necesita con
quien hablar... No los defraudes.

    - Si no tienes tiempo o es un mal momento, exprésalo con cortesía y delicadeza


-que también es empatía- y las personas se sentirán igualmente atendidas.
Importante: no dejes pasar mucho tiempo para charlar con la persona.

    - Evita demostrar prisa, aburrimiento, cansancio, dar respuestas tajantes u distraerte
en otras cosas; además de ser una falta de respeto, logras autodominio y demuestras
interés por las personas. Aprende a escuchar.

    - No olvides infundir ánimo con palabras, una palmada en el hombro o un gesto
amable, sobre todo si la persona tiene problemas.

    Podemos concluir que la empatía es un valor indispensable en todos los aspectos
de nuestra vida, sin él, sería muy difícil enriquecer las relaciones interpersonales;
quien se preocupa por vivir este valor, cultiva simultáneamente entre otros: confianza,
amistad, comprensión, generosidad, respeto y comunicación.

    El ritmo de vida actual nos brinda pocas oportunidades de servir a los demás, de
conocerlos y de tratarlos como es debido, la empatía se convierte en esa pieza
fundamental que nos enriquece y nos identifica mejor como seres humanos.

Con la autorización de :    www.encuentra.com

Actividades.- 

1. Sacar por impresora el texto “EL LEÓN Y EL RATÓN” y hacer fotocopias.

2. El profesor lee el texto y lo explica a los alumnos.


3. Cada niño vuelve a leer el texto y contesta a estas preguntas:

a) ¿Quién escribió esta fábula?

b) ¿Por qué pensaba el león que el ratón no le podría ayudar?

c) ¿Cómo le ayudó el ratón?

d) ¿En qué podemos ayudarnos los niños unos a otros?

4. Se hace una lista en la pizarra de las contestaciones a la pregunta d).

 
LA NIÑA INVISIBLE
    Había una vez una niña que se llamaba Marta. Vivía en una casita situada en un
valle, a la derecha encima de una montaña estaba el pueblo blanco (le llamaban así
porque la mayoría del tiempo estaba cubierto de nieve) y al otro lado, sobre una colina,
se encontraba el pueblo verde (estaba siempre lleno de césped).

    Los niños del pueblo verde lo pasaban muy bien. Los que peor lo pasaban eran sus
animales, porque los molestaban continuamente.

    Los del pueblo blanco también vivían muy contentos, pero sus plantas tenían
dificultad de salir por el frío que hacía y los niños las pisaban y cortaban
continuamente.

    Los niños de estos dos pueblos no eran amigos. Marta vivía en medio, era amiga de
los animales y las plantas y también quería ser amiga de los niños de sus pueblos
vecinos, pero ellos no la querían porque no pertenecía a sus pueblos. Marta lo había
intentado todo, pero nada le daba resultado, se sentía cada vez más sola y un buen
día de tanto llorar se convirtió en invisible.

    Como era invisible, tanto los niños del pueblo blanco como los del pueblo verde no
se daban cuenta de su presencia, y Marta estaba con ellos y les estropeaba las
trampas que preparaban para cazar a los animales y protegía el crecimiento de las
plantas. Marta también pasaba muchos ratos con los niños del pueblo blanco, y sin
que se dieran cuenta les desviaba todos los misiles y armas que tenían preparadas
para atacar al pueblo verde.

    Puesto que Marta conseguía todas las trampas de los niños del pueblo verde, éstos
tuvieron que inventarse otros juegos para distraerse. Marta procuraba que los nuevos
juegos no fuesen tan salvajes y así empezaron a jugar con los animales y a cuidarlos.

    Los del pueblo blanco por no aburrirse inventaron otras actividades y así fue como
empezaron a cuidar las plantas.

    Después de algún tiempo empezaron a interesarse por los juegos de los demás;
pensaron que quizás jugar con ellos sería más divertido que pelearse y así fue como
que las niñas y niños del pueblo verde y del pueblo blanco se hicieron amigos y
jugaron juntos en el valle.

    Aquel mismo día Marta dejó de ser invisible y estuvo muy contenta porque tenía
muchos amigos y a nadie le importó que no fuera de su pueblo.

SUGERENCIAS METODOLÓGICAS

Objetivo.- Aprender a respetar las plantas y animales, así como vivir en


amistad y armonía con todos.

            Contenido.-

    Ecología
    El valor que encuentra en la protección del medio ambiente una forma de servir a
los demás.

    Es el valor que nos hace considerar y actuar en favor de la protección del medio
ambiente, los recursos naturales y toda forma de vida, incluyendo la propia.

    Pensar en la naturaleza y la cultura ecológica tan de moda en estos tiempos, nos
ubica en una situación un tanto incierta. Por una parte, vienen a nuestra mente los
grupos “verdes” con iniciativas de todo tipo: la protección de las especies, el medio
ambiente y los recursos naturales, donde son muchos los que participan y se
comprometen, pero adquieren un matiz de exageración a los ojos de los demás: para
la inmensa mayoría de las personas, luchar por la protección de las ballenas tiene
poco sentido, sobre todo si en el lugar donde vive se encuentra alejado del mar.

    Al mismo tiempo surge la pregunta: ¿Qué tengo que ver yo con la ecología? Pese a
las campañas y la abundancia de carteles, ese sentido de la distancia y no pertenencia
a un medio ambiente determinado, nos hace seguir inmersos en nuestras
ocupaciones, sin darnos el tiempo necesario para pensar seriamente en la importancia
de vivir este valor tan necesario en nuestros días.

    Para despertar en nosotros una conciencia ecológica, hace falta reflexionar
profundamente sobre el sentido que tiene toda forma de vida para nosotros, y en
primer instancia, la nuestra.

    Los cuidados que requiere nuestra persona son bastante conocidos: adecuada
alimentación, el debido descanso, hacer un poco de ejercicio, prevenir las
enfermedades y tratarlas oportunamente, trasnochar lo menos posible, alejarse de los
vicios, trabajar con orden, etc., sin embargo, el descuido voluntario de estos y otros
aspectos igualmente importantes, necesariamente afecta nuestra salud, por eso, es
imposible pensar en preocuparse de lo que ocurre en el exterior, cuando somos
incapaces de cuidarnos a nosotros mismos.

    Si además del descuido personal, agregamos una falta de voluntad para realizar
acciones concretas, podemos formarnos una idea más clara de nuestra conducta. Por
ejemplo, no es raro que el “clasificar la basura” nos provoque cierta pereza, sobre todo
si ya existe quien lo haga. Recoger envolturas, papeles y residuos de comida para
depositarlos en su lugar o limpiar líquidos derramados, deberían ser actitudes que
reflejen nuestros hábitos y costumbres .

    Ahora podemos darnos cuenta, que el cuidado de nuestra persona y mejorar
cualitativamente nuestros hábitos, nos llevará a conservar nuestro entorno inmediato
en óptimas condiciones, y de esta manera, comprender en toda su extensión las
grandes y pequeñas iniciativas ecológicas.

    Para muchos, es inexplicable la preocupación de algunas personas por su medio


geográfico, calificando de exagerado el reporte del noticiero sobre la gravedad de un
incendio, un derrame de petróleo en el mar o la contaminación de un río, pero es difícil
juzgar y comprender esta situación si vivimos en otro espacio. Para quienes su vida se
desarrolla y depende del mar, el bosque, el río o el campo, constituye un centro vital
para su existencia, por eso lo considera como propio y parte de su responsabilidad.

    Tal vez esa es la clave y fundamento de este valor: considerar como propio todo lo
que nos rodea. Así como tenemos especial cuidado por conservar nuestro hogar
limpio, de igual manera deberíamos hacerlo en la calle, la oficina, los lugares de
esparcimiento... tomando las precauciones y medidas necesarias para cada caso, en
vez de quejarnos del deficiente servicio público de limpieza o la falta de conciencia de
los conciudadanos. Una vez más, nuestro ejemplo constituye el punto fundamental
para la transmisión de los valores.

    ¿Cuál es el resultado de la conciencia de este valor? Primeramente la solidaridad


que debemos a nuestros semejantes, tal vez no está en nuestras posibilidad acudir al
sitio de una catástrofe, pero si podemos contribuir en la protección de nuestra
comunidad; paralelamente surge el respeto por las personas y la naturaleza, que son
inseparables y dependientes entre sí. Dicho de otra forma, representa el compromiso
personal por servir a los demás, procurando espacios limpios que faciliten un modo de
vida digno para todos.

    Para vivir este valor desde tu situación personal y de acuerdo a tus posibilidades,
puedes comenzar por:

    - Cuida tu salud prudentemente y sin caer en exageraciones. Tan delicada es una
dieta rigurosa, como el exceso en la comida, por ejemplo.

    - Refuerza tus hábitos personales de orden y limpieza, en tu hogar, oficina, lugares
que frecuentas y hasta en las calles. No es lo mismo arrojar un papel y que caiga a un
lado del cesto, que depositarlo dentro.

    - Respeta las normas de cuidado ambiental de todo lugar (área de fumadores,
depositar basura, no dar alimento a los animales del zoológico, no encender fuego,
etc.).

    - Acostúmbrate a reportar las deficiencias del servicio público de limpieza y las
anomalías que surgen por la falta de conciencia de personas, empresas o
instituciones.

    - Infórmate sobre los aspectos fundamentales de la cultura ecológica, aplicando lo


que haga falta en tu hogar y comunidad. Seguramente encontrarás a otras personas
que apoyen tus iniciativas.

    - Promueve alguna campaña ecológica sencilla en la escuela de tus hijos. Si eres
estudiante, con mayor razón.

    - Reflexiona en esta idea: Mi entorno va más allá de las paredes de mi casa, la
escuela y la oficina.

    Quien vive este valor en la medida de sus posibilidades y con acciones concretas,
demuestra un serio compromiso por el bienestar de sus semejantes, con quienes se
solidariza para realizar una labor más efectiva, pues su actitud no depende de la moda
o el fanatismo, sino por la firme determinación de mejorar el mundo en el que vivimos.

Con la autorización de :    www.encuentra.com

Actividades.- 

1. Leer en voz alta el texto y hacer preguntas para comprobar la comprensión.

2. Cada niño contesta individualmente a estas preguntas:


a) ¿Cómo se comportaban los niños del pueblo blanco?

b) ¿Qué hacían los del pueblo verde?

c) ¿Cómo era la actuación de Marta?

d) ¿Qué pretendía conseguir Marta?

e) ¿Cómo vivieron al final todos los niños?

f) ¿Qué podemos hacer para respetar a la naturaleza?

g) ¿Qué podemos hacer para vivir en paz?

3. Se hace una puesta en común haciendo dos listas con las contestaciones de
las preguntas f) y g).

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