Sei sulla pagina 1di 3

Dick Orlando Martinez

Cod: 330965
Comunicación visual I

Una gallina y un gallo

Era una gallina de domingo. Si hubiera muerto de forma natural no habría


sucedido lo que sucedió; al fin y al cabo, ella como gallina no tenia orgullo, ni
dignidad; simplemente era una gallina, como cualquiera de todas las que pudieron
haber pasado por la olla de aquella familia en cada comida. Desafortunadamente
para los mortales esta gallina poseía un alma, simple pero alma finalmente; no tan
compleja como pudiera describirla cualquier teólogo o filosofo.
El vuelo del alma de aquella gallina de una mesa a la esfera gallinácea
celestial fue mas bien rápido, el alma de una gallina no da espera; tan simple es
que si no ocupa rápido otro cuerpo gallináceo corre el riesgo de desvanecerse en
el tiempo y el espacio, de desaparecer para siempre. La ventaja era que había
muchas gallinas, aunque una muriera surgiría al instante otra tan igual a ella;
bueno, ese era el mecanismo que había seguido el destino desde la primera
gallina.
Decía que no habría sucedido lo que sucedió porque, En el momento de la
llegada de la gallina al “cielo de las gallinas”, en la tierra, de un huevo amarillo,
nacía el gallo de pelea mas prometedor de toda la finca de aquel campesino; este
pollo hijo del campeón de las galleras de la comarca y destinado a suceder a su
padre en las fatales luchas a muerte, era el cuerpo que por numero de ficha le
había tocado ocupar al alma de la gallina; ¿mala suerte?, bueno, era una gallina y
tenia que ocupar un cuerpo, y si tocó pues... tocó.
También decía yo que desafortunadamente para los mortales (bueno, para
un mortal, realmente) la gallina tenia alma porque la suerte de aquel campesino
fue la mas maldita de todas, gracias a las artimañas del destino. Esta historia fue
contada durante mas de medio siglo en todas las galleras del país, aquel
campesino era famoso por tener en su poder el primer gallo de pelea gallina de
toda la historia.
Este pollo fue tratado como un rey desde el principio: galpón propio, maíz
de la mejor calidad y todo lo que un gallo de pelea puede desear; obviamente
había entrenamiento todos los días. El orgullo del campesino aquel no cabía en
toda la comarca. Como el gallo era pollo aun, no tenia conciencia de si mismo, por
lo que no saltaba a la vista su feminidad interna; dentro de si, el alma de aquella
gallina se acomodo como pudo: se paro como solía pararse en los tejados, ora en
uno, ora en otro pie; trato de mover las alas un poco pero en ese cuerpo tan
pequeño no había lugar para un estiramiento.
Tanto era el esfuerzo de la gallina por acomodarse que el gallo creció hasta
llegar a ser un poco más grande que una gallina normal, sin cresta obviamente
pero con las mejores piernas y el mejor cuerpo gracias al constante
entrenamiento. Era un híbrido bastante extraño. Este gallo no dejaba de rascar el
piso y pasar el tiempo al lado de las gallinas; no cantaba como suelen hacerlo los
aguerridos y furiosos gallos de pelea, emitía un sonido gutural muy parecido a un
cacareo pero con un estilo propio, se puede decir que era más musical. El alma de
aquella gallina no pretendía gobernar el cuerpo del gallo, ella fue puesta ahí por
ser gallina, nada mas, ella no tenia la culpa, ella seguía siendo la misma gallina
escurridiza de siempre; el conflicto gallo-gallina era, mas que todo, instintivo.
Llegado el día de la gran pelea, todos en esa casa confiaban en su gran
promesa; “el vengador”, el hijo del campeón fue preparado: afeitadas fueron sus
piernas y acicalado fue su plumaje; aquel campesino se aseguro de colocarle las
mejores espuelas. Su turno estaba cerca, iba después del gallo blanco del
forastero adinerado; no era sino que lo sacaran de la jaula y el arrebato natural de
la gallina salio a flote: corrió hacia la puerta, esquivo uno que otro gallero y salio a
la calle.
El campesino no fue tan calmado, como lo fuera el dueño de la gallina; en
vez de traje de baño, él, agarró su machete y persiguió a “el vengador” dispuesto a
darle muerte porque el tiempo de espera había pasado y el dinero de las
apuestas, incluyendo el suyo propio, había ido a parar a las manos del dueño del
gallo de oro. No se puede contar para nada con estos avechuchos, nunca se
pueden predecir sus actos.
Aquella lucha instintiva entre “el vengador” y la gallina resulto en una fusión
de habilidades: las grandes piernas del gallo y la concentración y experiencia en
fugas de la gallina permitieron perder de vista al campesino enfurecido; así,
llegaron hasta la plaza del pueblo, el gallo y la gallina, listos a subirse en un vuelo
desordenado a la estatua de Santander en el centro de la plaza.
Victorioso y orgulloso, no estúpido y tímido como la gallina en su escapada;
“El vengador” se dispuso a cantar como nunca lo había hecho. Él quería que su
instinto de gallo sobrepasara sus propios limites, sentía la necesidad de ser lo que
es, lo que su padre fue y lo que para el fue hecho: ser un gallo de pelea fuerte,
aguerrido y valiente. En ese instante se escucho en la mitad del pueblo un hondo
canto, hecho con sentimiento, con furia; el gallo se sentía ahora gallo, preparado a
afrontar lo que le colocaran en frente; cuando se levanto vio con extrañeza como
de su cuerpo había salido un huevo, blanco, doble A, y había quedado encima de
la cabeza del hombre de las leyes; eso le importo poco a “El vengador” quien en
ese momento no cabía en si mismo de orgullo y furia; la gallina por su parte había
hecho el mayor de sus esfuerzos, estaba cansada y se durmió en una pata como
solía hacerlo a esa hora del día.
De un corto vuelo “El vengador” alcanzo el piso, caminaba a paso fino, con
el pecho arriba, no le alcanzo su propio ego para resistir el certero machetazo que
le propiciara su dueño; al campesino no le importaba ni el canto, ni el huevo, ni el
que “El vengador” fuera un gallo gallina; solo le importaba el dinero que había
perdido por culpa del avechucho.
El vuelo del alma de la gallina de una estatua a la esfera gallinácea
celestial, como de costumbre fue rápido. El alma de una gallina no da espera, tan
simple es que si no ocupa rápido otro cuerpo gallináceo corre el riesgo de
desvanecerse en el tiempo y el espacio, de desaparecer para siempre.

Potrebbero piacerti anche