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El Camino a la Redención
Todos desean un mundo mejor. Todos esperan ya la Gueulá, la redención
completa. Todos quieren saber qué se puede hacer para poner fin al sufrimien-
to y llevar el mundo a su perfección. Mucho se ha dicho sobre este tema, pero
aquí vamos a conocer la causa fundamental de este amargo exilio. Rectificán-
dola, podremos anticipar la inminente llegada del verdadero Mesías.
El „Libro de la Vida‟
Para saber cuál es esa importante causa y lo que hay que rectificar, tenemos
que reflexionar sobre lo que dice la Torá acerca de la primera redención, el
éxodo de Egipto. A partir de ese hecho prodigioso, podemos aprender lo que
traerá la redención final que anhelamos cada día.
La Torá no es ni un libro de historia ni un libro de cuentos. Es un manual de ins-
trucciones para nuestras vidas. Cada uno de los escritos de la Torá está allí para
enseñarnos lo que el Creador quiere de nosotros. Así, la raíz hebrea de la pala-
bra Torá, significa “instrucción” o “guía”. La Torá instruye a los que la estudian y
les muestra el camino que deben tomar. Es por eso que queremos entender lo
que la Torá relata sobre el éxodo de Egipto, la estancia del Pueblo de Israel en el
desierto, y su eventual entrada en la Tierra Prometida, la Tierra de Israel. Si sa-
camos las conclusiones adecuadas, vamos a entender dónde están las trampas y
lo que tenemos que corregir en nuestra lucha por la redención final.
Lloriqueo y quejas
Desde el mismo principio del proceso de la redención, cuando Moisés vino a li-
berar a Israel de la esclavitud egipcia – y durante los cuarenta años que estuvieron
en el desierto hasta su entrada en la Tierra de Israel – los israelitas se quejaron.
De este comportamiento resultó el mandamiento positivo de recordar cada
día cuánto enfurecimos al Creador con nuestras quejas desde el principio de la
redención en Egipto (Deuteronomio 9:7): “Recuerda, no te olvides, lo que
enojaste a HaShem, tu Dios, en el desierto. Desde el día que has salido de la
Tierra de Egipto, hasta que ustedes llegaron a este lugar, rebeldes ustedes han
sido rebelado contra HaShem”. El rasgo negativo de quejarse, lamentarse y llo-
riquear, fue la causa principal de la Ira Divina.
Cualquiera que reflexiona cuidadosamente sobre las partes de la Torá que
tratan de la redención de Egipto, observa que una y otra vez, la Torá describe
las quejas y lloriqueos del Pueblo de Israel en todas las situaciones y pruebas
que soportaron.
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El primer ejemplo. Desde los albores de la redención Moisés pidió al faraón
que dejara al Pueblo de Israel salir de Egipto. El faraón se negó, y en lugar de
escucharle, intensificó sus decretos. Inmediatamente, los Hijos de Israel, se
quejaron a Moisés y a Aarón y les culparon de empeorar las cosas, diciendo
con tono acusador (Éxodo 5:21): “Que vea HaShem y juzgue – lo que nos han
hecho abominables a los ojos del faraón y a los ojos de sus siervos, poniendo
una espada en sus manos para matarnos”.
No sólo no agradecieron a Moisés por sus esfuerzos para redimirlos y por
arriesgar su vida enfrentando al faraón en su nombre, ellos los culparon de ha-
ber intensificado su esclavitud. Si ellos hubieran tenido alguna medida de grati-
tud, hubieran apreciado los esfuerzos de Moisés y entendido que era natural
que el faraón no quisiera liberar a esclavos que trabajaban tan bien gratis…
Después de todo, era altamente improbable que el faraón se hubiera simple-
mente rendido, y dijera a Moisés, “¡Bien, se pueden ir!” La airada reacción del
faraón era una parte necesaria del proceso de redención.
Esa falta de apreciación fue, en sí misma, la razón para la intensificación del
exilio. Si el Pueblo de Israel hubiera superado su ingratitud desde el principio y
agradecido a Moisés en vez de quejarse – hubiera sido redimido inmediatamente.
El siguiente ejemplo: Después de una serie de impresionantes plagas mila-
grosas, el Pueblo de Israel salió de Egipto por la poderosa Mano Divina. Cuan-
do el faraón les persiguió, se quejaron (Éxodo 14:11–13): “¿Acaso no hay tum-
bas en Egipto que nos llevaste a morir en el desierto?” ¿Qué nos has hecho, al
sacarnos de Egipto? Esto es justo lo que te dijimos en Egipto: „Déjanos que sir-
vamos a Egipto, pues es preferible para nosotros servir a Egipto que morir en el
desierto…”.
Podemos entender que la situación era peligrosa y aterradora; el mar estaba
frente a ellos y los egipcios detrás. Pero, ciertamente todo estaba orquestado
por el Creador, quien estaba plenamente consciente del nivel de dificultad de es-
ta prueba de fe. Él en Su Divina Sabiduría, quería que los Hijos de Israel fueran
probados – y ellos tenían todo el potencial para superar esta prueba con éxito.
La diferencia entre pasar la prueba exitosamente y fallar, dependía solamen-
te del nivel de gratitud del pueblo: ¿Reconocieron y apreciaron completamente
los milagros de Dios hasta entonces o los negaron? La gratitud no depende de
un elevado nivel espiritual, sino de algo muy básico. Un ser humano decente
reconoce y no se olvida de todas bondades que su Creador le hizo y le hace
cada día, y mucho menos milagros absolutos…
La persona nunca debe olvidar una bondad o un favor que alguien le hizo. El
Pueblo de Israel debería haber recordado la multitud de milagros y maravillas
que HaShem realizó, llámense las Diez Plagas y todo lo que siguió. Ellos debe-
rían haber reconocido y apreciado cuán incansablemente Moisés trabajó y se
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esforzó en su beneficio durante el Éxodo de Egipto y la redención subsiguiente.
Moisés, después de todo, estaba en peligro tanto como ellos. Debían haberle
dicho: “Moisés, nuestro maestro, muchas gracias por todo lo que has hecho por
nosotros, pero la situación es difícil y aterradora. ¡Ayúdanos! ¡Guíanos!”. En vez
de eso, se quejaron, demostrando que carecían de la más elemental decencia
que debe tener una persona. Por lo tanto, su ingratitud fue su gran fracaso.
Obviamente, no se podía esperar que los Hijos de Israel –esclavos emanci-
pados recientemente– alcanzaran el nivel de Emuná, fe auténtica, necesario
para poder percibir que una situación aparentemente desesperada fuera para
su último beneficio. Ese nivel en esa etapa tan temprana de su redención, era
demasiado alto para ellos. Bajo la esclavitud de los idolatras egipcios, ellos se
habían hundido en un nivel de impureza espiritual, donde la Luz Divina estaba
profundamente oculta. Sin embargo ellos podrían haber expresado algún tipo
de gratitud, de apreciación y agradecimiento a HaShem, tanto como a Moisés.
Por lo menos pudieron haberse abstenido de quejarse y negar el bien que
HaShem y su siervo Moisés les habían hecho. Después de todo, vieron con sus
propios ojos ¡milagros fantásticos durante el período de las Diez Plagas!
Si el Pueblo de Israel hubiera sido agradecido, hubiera inmediatamente sido
testigo de milagros aún mayores.
En vez de eso, los Hijos de Israel dijeron: “Es preferible para nosotros servir a
Egipto”. Los seres humanos tienden a dejarse engañar por la falsedad que les
rodea. Como tales, los Hijos de Israel se habían resignado a una vida de escla-
vitud. Si ellos hubieran percibido la esencia de la verdad, hubieran preferido
morir mil muertes en vez de continuar viviendo en la atmósfera cruel y aplas-
tante de la servidumbre de Egipto. Aún más, si ellos hubieran desarrollado el
rasgo de la gratitud, hubiesen entendido que es preferible morir mil muertes y
no negar la bondad de Moisés.
Si los israelitas hubieran ponderado la verdad objetivamente, se hubieran da-
do cuenta que Moisés hizo muchísimo por ellos. Su situación no era su culpa,
por el contrario, se trataba de una prueba para ellos –una prueba para ver si
podían apreciar las bondades o ignorarlas.
La siguiente manifestación de ingratitud se produjo después de la partición
del Mar Rojo. El pueblo había estado unos días sin agua, hasta que llegaron a
un lugar llamado Mará. Pero el agua allí era amarga, Y el pueblo se quejó a
Moisés: “¿¿Qué vamos a beber??”.
Debieron haber dicho: “Muchas gracias por todos tus esfuerzos en nuestro
nombre hasta ahora. Por favor, ora por nosotros, y así tendremos agua”. ¿Por
qué se quejaron? Debido a que no tenían ningún deseo de redención. Ellos no
querían elevarse de su estado de oscuridad y ocultamiento espiritual a una vida
de Emuná, de fe pura y auténtica. Ellos dejaron Egipto a regañadientes, como
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si estuvieran haciéndole un favor a Moisés. Posteriormente, cada vez que algo
no funcionó, se quejaron: “¡Te dijimos que no nos sacaras! ¡Nosotros te hicimos
un favor al salir de Egipto! Y míranos ahora…”.
Sin deseo de algo, no hay dedicación ni sacrificio, cualquier dificultad se con-
vierte en un desafío aparentemente insuperable y un motivo de queja.
El exilio es una situación en la que las personas no desean la verdad, sino
que están dispuestas a renunciar a su misión en la vida, a cambio de un poco
de consuelo –incluso los alimentos o el agua. Malinterpretan la libertad creyen-
do que es el cumplimiento de todos los deseos materiales y el confort. Pero la
verdadera libertad es el deseo de cumplir con su misión y propósito en este
mundo. El exilio es la vida sin propósito ni finalidad. Sin embargo, la verdadera
libertad es la vida con un objetivo final.
Aquí otro ejemplo de ingratitud: Luego que Moisés endulzara las aguas en Ma-
rá, los Hijos de Israel continuaron su viaje por el desierto de Zin. También se
lamentaron allí (Éxodo 16:2-4): “Y se quejó toda la congregación de los Hijos
de Israel contra Moisés y Aarón en el desierto… y les dijeron: „¡Si sólo hubié-
ramos muerto en las manos de HaShem en la Tierra de Egipto, cuando nos
sentábamos alrededor de la olla de carne, comiendo pan hasta saciarnos! ¡Pe-
ro ustedes nos han sacado a este desierto para matar a toda esta congrega-
ción con hambre!‟…”.
¡De nuevo vemos cómo estaban dispuestos a renunciar a la redención solo
por „llenar sus estómagos‟! El verdadero estado de redención es lo explicado
en la Mishná (tratado Avot 6:4): “Pan con sal comerás, agua con mesura bebe-
rás, sobre el piso dormirás, etc.”. El hombre verdaderamente libre recibe su vi-
talidad –su sentido de “vivir”– de su última finalidad en la vida. Él es libre de sus
necesidades corporales y urgencias constantes. La persona que busca el sen-
tido de vivir en los deseos físicos –que solo son fantasías– es esclavo de su
cuerpo transitorio y limitado. No hay peor esclavitud que esa.
Y ésa es la principal fuente de dolor de HaShem – nuestras acciones impro-
pias, el no actuar como personas decentes. Un ser humano digno está muy
agradecido por todo lo que se hace por él. Incluso si es un hombre materialista,
que busca sólo los placeres de su cuerpo y niega la verdadera libertad espiri-
tual, debería por lo menos decir gracias. Siempre puede acudir al Creador y
decir: “HaShem, ayúdame a ser agradecido y expresar mi gratitud. Por favor,
Ten misericordia de mí”.
¡Deja de lloriquear!
Los ejemplos anteriores son sólo una parte de las quejas registradas en el libro
del Éxodo. Sin embargo, la queja que colmó el proverbial vaso, fue el „llanto gra-
tuito‟ del Pueblo de Israel al escuchar las palabras de los espías. Los espías ca-
lumniaron a la Tierra de Israel en el Libro de Números (Parashá Shelaj Lejá). En-
tonces HaShem dijo al pueblo: “Ustedes lloraron en vano – ¡ahora Yo estableceré
que lloren a lo largo de generaciones!”… El llanto innecesario provocó un castigo
devastador, miles de años de exilio terrible, lleno de sufrimientos y penurias.
El castigo que el Creador decretó para los israelitas por el pecado de los es-
pías es impactante. Cada uno debería reflexionar: ¿Acaso el Pueblo de Israel
realmente merece semejante castigo por generaciones sólo porque lloró sin ver-
dadera causa una noche? La destrucción de los dos Templos Sagrados, la pos-
terior indecible tortura y muerte de millones, que han afectado a los judíos a lo
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largo de este prolongado y arduo exilio. ¿Es esto Justicia Divina? Cuántos pro-
blemas y sufrimiento hay en nuestra generación: terribles problemas maritales,
enfermedades fatales, accidentes de tráfico, terror y graves problemas económi-
cos. Ésta es sólo la punta del iceberg de las tribulaciones de esta generación.
¿Estas pruebas son sólo porque el Pueblo de Israel lloró innecesariamente una
vez? ¿Es esto realmente tan terrible? Después de todo, ¿qué hicieron? No par-
ticiparon en actos de lujuria, ni adoraron ídolos. Todo lo que hicieron fue llorar
una noche… ¿Deben sufrir semejante castigo generación tras generación?
No existe ninguna transgresión, ningún pecado tan severo en todo el mundo,
que pudo cometer el Pueblo de Israel o que pueda cometer y que reciba ni la
millonésima parte de este castigo, ¡sin exagerar – ningún pecado! La peor cosa
que se puede hacer – no tiene un castigo tan severo y duro como éste.
La respuesta es sorprendentemente simple: ¡El Creador desprecia la ingrati-
tud más que cualquier otro pecado! No puede soportar el lloriqueo. HaShem es
plenamente consciente de que la gente tiene malas inclinaciones y que está
dominada por los deseos. Aunque despreciables, estos fallos humanos no se
acercan al mal rasgo de la ingratitud. Miren todas las bondades que HaShem
hace por el hombre: Él le da la vida, lo rodea de bien y lo eleva de las alcantari-
llas de la promiscuidad y los deseos del cuerpo. HaShem personalmente opera
sobre cada parte de nosotros. Nos da de comer, nos da salud, familia, susten-
to. ¿Y después de una vida plena de bondades y salvaciones la persona aún
se queja, llorando lágrimas sin fundamento? HaShem enseña que quejarse y
lloriquear son las peores formas de comportamiento. Por lo tanto, el castigo por
llorar en vano es el más grande de todos.
¡La razón principal que el castigo por llorar innecesariamente en el desierto
continúa, es porque continuamos llorando y quejándonos hasta el día de hoy!
¡Continuamos llorando y quejándonos por todo lo que no va exactamente acor-
de a nuestros deseos!
El exilio de hoy no es por lo ocurrido miles de años atrás en el desierto. ¡Es
porque aún nos estamos quejando y lloriqueando todo el tiempo! El Creador
desea que rectifiquemos este pecado y desarraiguemos de nosotros la ingrati-
tud, ¡de una vez por todas! Mientras no rectifiquemos este mal rasgo, el exilio y
todos sus dolores continuará. En otras palabras, no estamos siendo castigados
por nuestras lágrimas en el pasado, sino por el hecho que todavía seguimos
llorando en vano. A la luz de esto, las palabras de HaShem: “Yo estableceré
que lloren a lo largo de generaciones” significa que, en tanto el Pueblo de Israel
llore, los “Diním”, Divinos Juicios severos, son despertados, e invocan la misma
Ira Divina que fue invocada en el desierto. Por lo tanto, sólo cuando el terrible
mal rasgo de la ingratitud será desarraigado – llegará la redención completa,
sin demora alguna.
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Ser buena persona
¿Por qué son la ingratitud, el llanto gratuito y el no decir gracias, los más se-
rios pecados que acarrean los más amargos castigos?
Incluso sin la Torá y sus Preceptos, ¡la decencia humana obliga a una perso-
na a apreciar lo que otros hacen por ella y expresar gratitud! A cada persona,
sin excepción, se le requiere ser un ser humano decente. Parafraseando a
nuestros Sabios, una decencia básica es un requisito para la Torá.
Nosotros nos sentimos heridos y ofendidos cuando otros niegan las bonda-
des y favores que les hacemos. De hecho, nada nos disgusta más que la ingra-
titud. Rabí Akiva enseña, “No hagas a otro, lo que a ti mismo no te gusta”. Si
nosotros encontramos la ingratitud tan desagradable, ¿entonces cómo puede
alguien ser ingrato con el Creador Mismo?
HaShem se irrita cuando la gente se desvía del sendero de la lógica simple.
Los buenos modales son necesarios para mantener una sociedad sana y nor-
mal. La simple lógica y el sentido común llevan a una persona directamente a
los Preceptos de la Torá. Cualquier ser humano que es honesto consigo mismo
–judío o no judío por igual– buscará en última instancia, el camino de la Torá, al
igual que nuestros patriarcas percibieron toda la Torá a través de sus poderes
de observación y contemplación. La simple lógica dicta que una sociedad no
puede funcionar adecuadamente en un clima donde el asesinato, el robo, la
deshonestidad y el adulterio están a la orden del día. Éstas son todas las prohi-
biciones de la Torá, la lógica que cualquier persona decente puede comprender.
Cuánto más una persona ignora el sentido común, más molesta a HaShem.
Un ejemplo extremo de esto son los drogadictos, cuyo castigo –aún en este
mundo– es severo. Ellos pierden su humanidad y muchos de ellos sufren terri-
bles muertes después de mucho sufrimiento. Muchos preguntan: ¿Qué hay de
malo en drogarse de vez en cuando? Esta expresión “de vez en cuando” se
vuelve frecuentemente un amo malvado llamado adicción. Un esclavo de las
drogas no puede ser un siervo de HaShem. Además, muchos niegan que sean
adictos. El uso de drogas desafía el sentido común, ya que destruye cuerpo,
mente y alma. Como tal, la autodestrucción voluntaria de una persona, enoja al
Creador más que cualquier otro pecado y despierta estrictos Juicios celestiales.
Lo mismo acerca de la ingratitud. Cuando un niño pequeño niega el bien que
se le da, sus padres se enojan a pesar que es pequeño y carece de entendi-
miento. Detente y piensa: ¿Quién es llamado niño bueno y bien educado? El
que sabe decir gracias…
La ingratitud es el rasgo negativo colectivo de la humanidad. Nuestros Sabios
relatan que aún los animales expresan aprecio, como dice la Torá (Isaías 1:3):
“Conoce el buey a su comprador y el asno el pesebre de su dueño”.
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Entonces, si una persona carece de gratitud, no puede decir “Yo no aprendí
Torá, yo no sé nada mejor”. La gratitud y expresar agradecimiento son lo bási-
co de la ética humana.
Carecer de gratitud lleva a todo tipo de tribulaciones en este mundo, inclu-
yendo enfermedad, divorcio y problemas en la crianza de los hijos. Así, mucho
de nuestro sufrimiento contemporáneo es el resultado de nuestro (todavía a ser
rectificado) pecado de llanto infundado. Nosotros lloramos y nos quejamos y el
exilio sólo se alarga y alarga. Nuestro trabajo principal es desarraigar el des-
preciable rasgo de la ingratitud. Debemos seguir el camino de la gratitud para
alcanzar nuestra redención.
La primera tarea
Cada persona quiere mejorar, cada uno quiere concretar su potencial y ser lo me-
jor posible. La primera tarea de auto-mejoramiento, es evitar todos los lloriqueos,
quejas, llantos innecesarios, tristezas y desesperos, como si fueran la peste.
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El cuaderno
Si deseas ver todo el bien y la bondad que Dios te concede y llenar tu vida de
gracias, he aquí una sugerencia útil: Comienza a anotar en un cuaderno todas
las bondades y los pequeños milagros que HaShem hace por ti. A continua-
ción, da las gracias por todos los detalles que has registrado. Cualquier perso-
na que hace esto automáticamente se llenará de alegría. Descubrirá que la vi-
da está llena de la bondad del Creador y que su cuaderno no es lo suficiente
grande para registrar todo el bien que le envía. Aún más, experimentará más y
más milagros y maravillas en su vida.
Con un cuaderno de agradecimiento, el hombre puede probar el paraíso en
este mundo. HaShem perdona todos los pecados de esas personas agradeci-
das que son felices con su suerte y aceptan todo lo que les sucede con amor.
Él perdona aun aquellos pecados que la Torá considera imperdonables. Eso no
es todo, los pecados intencionales de una persona, se tornan méritos porque
su gratitud le lleva al arrepentimiento por amor.
El Libro Netivot Olam afirma que el Creador perdona los pecados de una perso-
na que acepta todo lo que le sucede con felicidad y adoración – medida por medi-
da. Es como si dijera, de la misma forma en que esta persona acepta la manera
que conduzco el mundo con amor, Yo aceptaré su comportamiento con amor.
No entiendo nada…
Ésta es la canción que cantamos ya hace años: “¡No entiendo nada, no com-
prendo nada, sólo tengo fe que todo es para bien!”. Las palabras “no entiendo
nada” se refieren al intelecto del cual venimos hablando. En verdad ante nuestros
ojos todo se ve como algo muy malo, solamente yo tengo fe que es para bien.
Así es la persona, está limitada y ve solamente aquello que un ser de carne y
hueso es capaz de ver, aquello que de acuerdo al intelecto no es bueno. Pero
en cambio, el Creador ve una imagen completamente distinta: el pasado, el
presente y el futuro, e infinitas combinaciones que se encuentran fuera de la
capacidad de entendimiento humano, programas y finalidades para las cuales
sí es algo bueno y de ese mismo “no bueno” brotará un bien enorme.
De esto cada uno debe aprender que cuando se encuentra en una prueba no
debe esperar poder comprender por qué es para bien sino que solamente debe
apoyarse en la fe y de esta manera logrará alabar y agradecerle al Creador –
en todas las circunstancias. Entonces, logrará endulzar y mitigar todos los jui-
cios severos que hay sobre él y tendrá el mérito de ver la bendición y el bien
que le llegará.
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Agradecer – de verdad
La causa principal de las adversidades que tiene el hombre es su falta de
gratitud, es decir la falta de reconocimiento y agradecimiento; el hecho de no
decir gracias por todas las bondades que el Creador hace para con él en cada
instante. Si se agradece por lo bueno y también por lo aparentemente malo,
necesariamente llegará una salvación. ¿De veras? Por supuesto. Entonces,
¿por qué a veces agradecemos y no nos llega la tan esperada salvación? Tal
como se quejó conmigo una persona diciendo: “¡Yo digo todo el tiempo gracias,
gracias y gracias y nunca me ha llegado una salvación!”.
Mi respuesta fue la siguiente: “Tú dices gracias porque oíste que hay que de-
cirlo, nada más. Tú no das las gracias porque realmente crees que es todo es
para bien, y ésta es la causa por la cual no te llega la salvación. Todo el tiempo
que no creas que todo es para bien – de verdad, tu agradecimiento no es ca-
paz de traer ninguna redención verdadera… ¡Incluso si dirás gracias mil veces!
Quizás eso pueda ayudar a mitigar un poco los juicios severos, porque al final
de cuentas por el hecho de estar diciendo gracias no comienzas a lloriquear y
de todas maneras las palabras influyen sobre el alma. Pero esto de ninguna
manera puede poner en funcionamiento lo que en verdad se debe activar, por-
que lo fundamental es la fe, saber que en verdad todo llega de manera planifi-
cada y que es para bien”.
¡Hay que agradecer con sinceridad! – “¡Yo no entiendo nada! ¡No entiendo
cómo se comporta el Creador! Si Él lo quiere así, es porque es bueno”. Es ne-
cesario decir gracias teniendo profunda fe de que todo es para bien: “¡Gracias
HaShem! De verdad gracias. Me alegra lo que Tú haces y te agradezco lo que
haces por mí. Yo deseo aquello que haces conmigo y acepto todo lo que haces
– ¡y te agradezco con todo mi corazón!”.
De hecho, lo que resulta de esto es que cuando la persona tiene algún sufri-
miento o alguna gran carencia, significa que hay un juicio sobre ella. Por lo tan-
to, lo mejor que puede hacer para liberarse de ese juicio es agradecer y agra-
decer y seguir agradeciendo…
¡Y lo fundamental – es agradecer por la misma carencia! ¿Por qué? Porque
el agradecimiento por esa carencia es la mayor manifestación de fe verdadera,
ya que la persona al agradecer manifiesta que cree que todo proviene de HaS-
hem y que todo es para bien. Por lo tanto, demuestra que tiene la fe que tam-
bién esa carencia proviene del Creador y de Su Supervisión Individual, y si la
recibió – seguramente es para su propio bien eterno. El Creador, Quien todo lo
sabe, vio que la realidad de esa carencia es lo mejor para que esa persona lo-
gre su corrección espiritual y que sin ella no podrá alcanzarla y ciertamente no
podrá apegarse al Creador. Es por ello que Él le otorgó tal privación con abso-
luta misericordia, para su bien eterno.
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La gente dice: “Dije gracias y eso no me ayudó…”. Esto se debe a que en
verdad esas personas no aceptan la conducción del Creador y no están con-
formes con aquello que les ocurre; simplemente dicen “gracias” porque oyeron
que es bueno hacerlo, como si fuera una “mantra” o un hechizo. ¡Eso no es
agradecer realmente! El agradecimiento es real cuando se lo hace con verda-
dera alegría y gratitud. Es decir, que tal como alguien se alegra por algo bueno
que le ocurrió y agradece con todo el corazón, así también debe alegrarse por
algo malo y agradecer sinceramente. ¡Éste es el agradecimiento que redime a
la persona y a todo el mundo!
Cuando la persona piensa que lo que el Creador le hace es algo malo, y sólo
dice ´gracias´ para “activar” la salvación – de hecho está mintiendo. Porque de
acuerdo con su propio entendimiento debería llorar y quejarse por lo que le su-
cede. De esta manera, ¿cómo puede llegar a recibir la salvación a partir de tal
“agradecimiento”? ¿Acaso la mentira puede traer salvación? ¡La mentira no
salva a nadie! ¡Sólo la verdad trae la redención y la bendición!
¡Debes agradecer con la fe que eso también es para bien! Di: “Creador del
Universo, yo tengo fe en ti. Yo no entiendo lo que Tú haces, pero tengo la fe
que todo lo que haces – es para bien, yo creo en Ti. Yo tengo fe. ¡Gracias
HaShem por lo que haces por mí!”.
El remedio perfecto
Se dirigió a mí una mujer que durante muchos años no logró tener hijos me
contó que no había cosa que no hubiese intentado: Plegarias, arrepentimiento,
caridad, diversos remedios, amuletos; se comprometió a cumplir determinadas
cosas, tratamientos, alimentación sana, etc. Ella y su esposo ya estaban a punto
de quebrarse y de rendirse a la desesperación: ¿Acaso nunca les llegaría la sal-
vación? ¿Acaso nunca podrían tener entre sus brazos a un hijo de sus entrañas?
Le dije a esta mujer: “¡Olvídate de todos los subterfugios, amuletos, etc. Ni
reces por tener hijos! Lo que debes hacer dedicar una hora cada día para pre-
sentarte delante del Creador y solamente agradecer, diciendo: “Muchas gracias
Creador del Universo por no darme hijos hasta el día de hoy, porque sin ningu-
na duda es lo mejor para mí y solamente de esta manera puedo llegar a efec-
tuar mi corrección espiritual…”.
Y también agradécele al Creador por cada una de tus amigas que ha tenido
un hijo y trabaja por tener un „buen ojo‟, para alegrarte verdaderamente cada
vez que oigas que alguien que conoces tuvo un bebé. Y solamente al final rea-
liza un pequeño pedido: “Rey del Universo, si es bueno ante Tus ojos – dame
hijos”. ¡Y yo te prometo que tendrás hijos! “.
Me preguntó la mujer: “¿Y en qué es mejor esto que todo lo que ya he he-
cho? ¿Si recé y lloré y supliqué y me arrepentí…?”.
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Le respondí: “La diferencia es que a través del agradecimiento puedes llegar
a la Emuná, la fe auténtica, porque el agradecimiento implica que crees que to-
do es para bien, y que crees que todo es exactamente como debe ser y no hay
ningún error en el hecho que no hayas dado a luz hasta este instante. Y que
crees que todo está en las manos de HaShem y que la única razón por la cual
aún no tienes hijos es porque eso es precisamente lo que Él desea. Todo esto
es lo que manifiestas al agradecer”.
Sin el agradecimiento, tú rezas, suplicas, pero dentro de tu corazón sigue la-
tiendo la herejía y sigues pensando que tu salvación depende de tus esfuerzos,
de la naturaleza, y por eso pierdes las esperanzas. Piensas que de acuerdo con
la naturaleza no es posible que tengas hijos. Entonces dependes de esas o de
otras causas dudosas; también te sientes culpable o culpas a los demás, o hasta
culpas al Creador Mismo. De esta manera evidentemente caes en el grave peca-
do del llanto gratuito. Por eso es necesario que además de agradecer te arrepien-
tas del lloriqueo y digas: “HaShem, me arrepiento por el hecho que hasta el día
de hoy no creí que esto fuera lo mejor para mí, y Te pido perdón por todo lo que
he lloriqueado, lamentado, enojado, quejado y perdido las esperanzas…”.
La regla es que solamente a través del agradecimiento puedes llegar a tener
fe completa respecto a que no hay más nada fuera de Él, que todo depende
solamente de Su voluntad y todo lo que ocurrió hasta el día de hoy y todo lo
que ocurrirá en el futuro – todo es para bien. De esta manera todas las plega-
rias que ya has realizado hasta el día de hoy y lo que otros hayan orado por ti,
serán aceptadas. Porque la razón por la cual la plegaria no es aceptada es
porque la persona carece de Emuná. ¡Y Emuná significa tener la fe que todo lo
que ocurrió hasta ahora es lo mejor que podía suceder! Por ello, la palabra
“Emuná” tiene el mismo valor numérico que la palabra “baním”, hijos en hebreo.
Gratitud y paciencia
Un hombre me pidió que le diera un consejo para poder encontrar finalmente
a su “media naranja”. Esta persona no estaba muy contenta, para decirlo de
una manera suave… Me dije a mí mismo que primero debíamos resolver el te-
ma de su propia felicidad. Comencé a hablar con él de la alegría y cuando me
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preguntó: “¿Cuál es entonces el consejo para estar alegre?”, le respondí que
es agradecerle a HaShem por todas las carencias.
Le expliqué que precisamente esos puntos en los cuales la Mala Inclinación
intenta quebrarnos y llevarnos a caer en la desesperación, son precisamente
los puntos por los cuales debemos agradecer. Y de esta manera logramos dar-
le nuestro golpe triunfal a la Mala Inclinación. Y así hay que decir: “Muchas
gracias Creador del Universo. Te agradezco. Muchas gracias por no tener pa-
reja todavía. Sin ninguna duda esto es lo mejor para mí. Porque lo que Tú ha-
ces conmigo es lo mejor. Te agradezco. Muchas gracias por haber demorado
mi encuentro con mi pareja hasta el día de hoy, porque al parecer es lo que ne-
cesito para lograr mi rectificación…”. Y de esta manera se debería seguir agra-
deciendo por la carencia. De esta forma, manifiesta su fe en el Creador, y a
través de ella le dará a la Mala Inclinación el golpe de gracia.
Por cada carencia lo fundamental es invertir en el agradecimiento y llegar al
punto de la fe auténtica. ¿Y cuál es ese punto? Agradecerle a HaShem por to-
das las carencias y por aquello que resulta difícil, y creer que todo lo que pasa
es la voluntad y el decreto del Creador, y por lo tanto no hay ninguna razón pa-
ra confundirse.
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Más que más en las cosas buenas
Podemos entender por qué el agradecimiento es algo tan elevado en relación
a su contrario, el llanto gratuito. Lo que más enoja a Dios es cuando la persona
se queja, no está conforme, etc. Lamentablemente, el lloriqueo es la mayor falta
de muchas personas, es la mayor manifestación de herejía y es también lo que
más aleja al hombre de su objetivo… Por lo tanto, provoca más enojo y Juicios
severos que todo lo demás, lo que trae infinitas tribulaciones, tal como apren-
demos del pecado de los espías. De aquí aprendemos que no hay algo peor que
el llanto gratuito, lo cual aparece cuando la persona olvida todo el bien que reci-
bió, y manifiesta falta de fe… ¡Éste es el peor pecado que existe en la Torá!
Por otra parte existe la regla “Más que más en las cosas buenas”. Por ello es-
tudiamos la cualidad del agradecimiento. Si el lloriqueo gratuito, las quejas, el
hecho de no estar satisfechos con lo que tenemos, provocan castigos terribles
sin límites, entonces más que más será en las cosas buenas. El agradecimien-
to al Creador sin ninguna duda logrará endulzar todos los Juicios, sin importar
lo difíciles y duros que sean, y traerá consigo infinitas bendiciones.
De hecho, lo que resulta de esto es que cuando la persona tiene algún sufri-
miento o alguna gran carencia, significa que hay un juicio sobre ella. Por lo tan-
to, lo mejor que puede hacer para liberarse de ese juicio es agradecer y agra-
decer y seguir agradeciendo…
¡Lo fundamental es agradecer por la carencia misma! Por una parte porque el
agradecimiento por esa carencia es la mayor manifestación de fe verdadera,
porque la persona al agradecer manifiesta que cree que todo viene de HaShem
y que todo es para bien. Por lo tanto, también esa carencia viene de Él y de Su
Supervisión minuciosa e individual. Y si la recibió, es para su propio bien
eterno. Porque el Creador, Quien todo lo sabe, vio que la realidad de esa ca-
rencia es lo mejor para que esa persona logre su corrección a la que sin ella no
puede llegar y no puede acercarse y apegarse a Él. Por ello le otorgó esa ca-
rencia con absoluta misericordia, sólo para su bien eterno.
La recomendación que se desprende de nuestras palabras, es que todo el
tiempo que el hombre no pueda agradecer sinceramente al Creador por todo,
incluyendo sus carencias y sus sufrimientos, tiene una falta de fe – y por lo tan-
to no debe pedir ni rezar por algo en especial. Sólo debe pedirle al Creador que
le de fe completa para creer que todo es para bien. Pero al pedir tener fe, debe
cuidarse mucho para no caer en el lloriqueo, sino que tiene que entender que
también el hecho de que le falte Emuná viene de HaShem para su propio bien,
para que rece y la reciba a través de sus plegarias.
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Las Puertas de la Alegría
La realidad es que existe una enorme oscuridad en relación a la alegría y al
agradecimiento, y podemos ver que la mayoría de las personas piensan que sola-
mente si lloran durante sus plegarias entonces han rezado bien. Y siempre están
esperando cuándo llegará el momento en el cual tengan el mérito de llorar mien-
tras rezan… Pero en verdad, a pesar de que es bueno que el hombre tenga el mé-
rito de verter algunas lágrimas de su corazón quebrantado –porque como dijeron
nuestros Sabios: “Las puertas de las lágrimas no han sido selladas”–, aun así no
es obligatorio llorar. Aún más, podemos decir que el fundamento de la integridad
de la plegaria se encuentra precisamente en el momento en el cual ésta surge de
la alegría, tal como escribe Rabí Natan (Likutey Halajot, Keríat Shemá 2):
“Porque la plegaria es un aspecto de la alegría, ya que se debe rezar con
alegría, como está escrito (Salmos 100): „Sirvan a HaShem con alegría‟. Y la
plegaria es el servicio del corazón y allí reside la alegría, como está escrito (íd.
4): „Tú has puesto alegría en mi corazón‟. Y esto es lo que dijeron nuestros Sa-
bios (tratado Berajot 31): „El hombre sólo debe detenerse a orar sintiendo la
alegría del cumplimiento del Precepto‟. Vemos entonces que la plegaria del co-
razón incluye como parte inseparable a la alegría…”.
Sigue explicando Rabí Natan que la base de la perfección de la plegaria se
encuentra precisamente cuando la persona reza con tanta alegría que incluye
en ella su dolor y sus suspiros.
Además, cuando los Sabios alabaron la plegaria en medio de las lágrimas, se
estaban refiriendo al momento en el cual la persona comienza a llorar debido a
la enorme alegría y a la añoranza que siente por Dios y no a cuando llora de
tristeza. Por eso en hebreo la palabra “bejía”, “llanto”, está formada por las pri-
meras letras de las palabras hebreas de “En Tu Nombre se regocijan todo el
día” (Salmos 89:17), tal como lo explica Rabí Najman en Likutey Moharán.
Cuando los Sabios dijeron que la plegaria con lágrimas es aceptada, se esta-
ban refiriendo solamente a las lágrimas de añoranza y de arrepentimiento, por-
que ésta es solamente una afirmación de los Sabios, frente a la cual encontra-
mos muchísimas otras afirmaciones y sentencias legales que nos aseguran
que la plegaria precisamente debe ser con alegría.
Podemos entenderlo mejor a través de un ejemplo: Cuando el hijo va y le su-
plica a su padre llorando, sin ninguna duda que se despierta la misericordia del
padre y le da lo que el hijo le pide. Pero si el hijo siempre está alegre y alaba y
agradece constantemente al padre diciéndole: “¡Qué buen padre eres! ¡Gracias
por ser mi padre! ¡Gracias por todo lo que haces por mí!”, y no le pide nada,
sino que solamente sigue brindándole alegría, entonces el padre sólo quiere
darle más y más, darle todo lo posible, sin ninguna limitación.
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La misma imagen del hijo logra despertar la misericordia del padre para reci-
bir aquello que deseaba pero a través de la alegría y la alabanza, logrando que
el padre le otorgue toda la abundancia que está a su alcance y no solamente
aquello que le pidió. La enseñanza que se desprende de este ejemplo es que
cuando el llanto no es llanto gratuito, logra despertar la cualidad de la miseri-
cordia y colmar una falta; mientras que la alegría y el agradecimiento despier-
tan “el amor y el deseo”, que es mucho más que la “misericordia”, porque des-
pierta la Voluntad Superior para otorgar cada vez más, sin ningún límite.
Esto es para explicar lo que mucha gente piensa respecto a que existe una
contradicción entre las palabras de los Sabios, quienes dijeron que las puertas de
las lágrimas no están selladas y las afirmaciones que se debe rezar con alegría.
En verdad, ojalá que las personas lloraran en las plegarias el llanto al cual se
refirieron los Sabios. Lamentablemente, la mayoría de las personas al rezar se
quejan, y están seguras de que HaShem va a recibir su plegaria solamente de
esta manera –llorando y quejándose por su “suerte amarga”. Estas personas se
apoyan en las palabras que las puertas de las lágrimas no han sido selladas.
De esta manera, la gente ignora todas las otras aseveraciones respecto al nivel
de la plegaria con alegría, y también que el llanto gratuito es el peor de los pe-
cados y que por su culpa llegan muchos sufrimientos.
¡Sonríe ya!
Cuando la persona no Le agradece al Creador por las adversidades y dificul-
tades, no ve la bondad y la misericordia que hay en ellas y no se alegra por
ellas sino que llora y se queja como si HaShem le estuviera provocando un mal
– ese llanto lo perjudica mucho más que si directamente no hubiera rezado. Y
éste es un error que cometen muchas personas: que toda su plegaria es una
gran queja, sin tener la fe en que “Todo es para bien”.
En cambio, cuando la persona reza con alegría, no enfrenta ningún peligro.
Lo peor que puede pasar es que HaShem le “sonría”… ¿Qué tiene esto de ma-
lo? Y si en medio de su alegría la persona comienza a llorar por añoranza o
porque su corazón está quebrantado – mucho mejor. Pero no debe pensar que
eso es lo fundamental, porque corre el riesgo de caer en el llanto gratuito, lo
cual como ya dijimos es algo sumamente peligroso.
Y en verdad, gente como nosotros tiene prohibido comenzar a rezar llorando,
porque sin ninguna duda terminaremos cayendo en el llanto gratuito, tal como
dijo Rabí Najman (Likutey Moharán II, 24), que incluso de un verdadero cora-
zón quebrantado es fácil caer en la tristeza, y mucho más si de entrada tene-
mos el deseo de quejarnos. Si la persona siente la obligación de estar con el
corazón quebrantado a causa de sus pecados, no debe olvidar que el pecado
de la tristeza es mucho peor que todos los demás.
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(Rab Shalom Arush)
(Extraído de “Las Puertas de la Gratitud” Por el Rabino Shalom Arush y tra-
ducido por el Rab Yonatán D. Galed)
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