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Las niñas han dejado de decir eso de “mama quiero ser artista”.
Las mujeres ahora quieren ser actoras, participar con plenos
poderes e iguales oportunidades que los hombres. Ya no quieren
representar un papel según un guión que unas veces les da más
participación y otras las deja sin apenas presencia, siempre
dentro del papel secundario que desempeñan en el escenario
limitado que la sociedad ha pensado para ellas. Ahora quieren
ser las protagonistas de su propia vida, ser ellas las
guionistas y las productoras, y aunque lo intentan, con
frecuencia se dan cuenta de que el reparto ya está hecho y que
a ellas les han dejado los papeles que nadie quiere
representar.
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La verdad es que el pecado original fue el primero, pero es
poco original, al final se trata de reflejar, eso sí, con
argumentos divinos, lo que desde el neolítico se venía haciendo
y diciendo a través de la desigualdad de la cultura.
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han utilizado el marco de la cultura y las trampas distribuidas
en su interior.
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Sin embargo, como la distancia entre el nivel macro y el micro
es grande, y como queda espacio sin cubrir de manera directa
por los elementos de los dos niveles anteriores, el propio
sistema ha entrado de manera específica en las interacciones de
hombres y mujeres en las más diversas circunstancias. Sería una
especie de nivel funcional cada vez más complejo debido al
propio desarrollo social que lo impulsa y a los cambios que se
producen en un planeta cada vez más poblado y más reducido, y
vendría caracterizado por las trampas.
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DONDE FUERAS LO QUE VIERAS: LA TRAMPA DE LA IMITACIÓN
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El reconocimiento es lo que ha permitido dar valor o no a lo
que hacían hombres y mujeres, y hacerlo desde el punto de vista
de la mirada general de la sociedad, que es quien decide lo que
es importante para el proyecto común de la convivencia, y lo
que permite valorar positivamente a la persona por lo que hace.
Al hacerlo expone lo hecho y a quien lo ha llevado a cabo para
que toda la sociedad pueda observarla y reconocerla, y por eso
el escenario diseñado para reconocer “lo importante” se le ha
dado a los hombres en lo público, mientras que aquello que no
alcanza ese grado de reconocimiento general se ha desplazado al
espacio ocupado por las mujeres, lo privado. Su papel no ha
sido reconocido ni reconocible al hacerlo como consecuencia del
mandato de una biología domesticada y diseñada para eso, además
de no contar con la visibilidad que ocultaban las paredes del
hogar.
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tradicionalmente desarrollaban los hombres, mientras que los
hombres no obtienen reconocimiento al hacer las funciones que
históricamente han llevado a cabo las mujeres, podrán recibir
empatía, afecto, aceptación, cierta consideración en algunos
ambientes… pero no reconocimiento. Es más, en ocasiones,
también dependiendo del contexto, algunos de estos hombres que
hacen tareas domésticas y de cuidado pueden ser vistos como
“malos hombres”.
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Es un error creer que la igualdad debe asumir el modelo de
poder, el verdadero valor de la igualdad exige cambiar las
referencias del poder.
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la presencia y la participación, pero curiosamente aparecen
fundamentalmente en la parte de las mujeres.
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Esa vida emocional que nos ha hecho capaces de afrontar y
superar los retos mas difíciles y complejos a lo largo de la
historia, es el componente más humano que posee el ser
inteligente. Una vida afectiva que ha hecho crecer y crear más
allá de lo inmediato, y que ha sido mantenida gracias a la
labor de las mujeres, debería ser el elemento que recibiera un
mayor reconocimiento social. La trampa final no lo hace, e
incluso busca que se abandone todo ese espacio con la retirada
de las mujeres y la no llegada de los hombres. El abandono del
componente emocional sería como un cambio climático en las
relaciones y en la convivencia, una glaciación que haría perder
el calor humano y que facilitaría la actuación directa de
quienes estuvieran en las posiciones de poder, de esas
posiciones individualistas y egoístas que no miran a nada y a
nadie, salvo a sus propios intereses, sin importarle las
consecuencias en los demás, por muy graves que sean.
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Las mujeres deben estar donde siempre han estado, y para ello
se utilizaran cualquier tipo de argumento y estrategia. Es la
trampa final, la misma que surgió de la idea original.
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