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. y
urbanismo
traducción de
ENRIQUE GRILLÓ
PROBLEMAS
DE INVESTIGACION
EN SOCIOLOGIA URBANA
por
MANUEL CASTELLS
m
siglo
veintiuno
editores
m
siglo xxi editores, s.a. de c.v.
OERHO DEL AGUA 24fl, ROMERO OE TERREROS, 04910, MÉXICO. 0. F.
s i gl o xxi e d i t o r e s , s. a.
TUOUMAN 1021, 7" N. OlÓSoAAG, BUENOS AIRES, ARGENTINA
6. INCONCLUSION 275
Introducción: Práctica teórica, práctica política
y problemas urbanos
Escribir un libro no es un acto evidente. O, mejor dicho, su “evi
dencia” se inscribe en una estructura social determinada y se carga,
por consiguiente, de los objetivos que un modo de organización de la
sociedad atribuye, implícitamente, a sus ámbitos culturales y cientí
ficos.
Sin embargo, si la determinación de un producto social es com
pleta, nunca se ejerce en una sola dirección, puesto que toda sociedad
de clases es contradictoria, que las relaciones de poder en su interior
varían y que, por tanto, la estructura social se transforma. Los pro
ductos culturales y las prácticas teóricas se diversifican precisamente en
la medida, y sólo en la medida, en que expresan una pluralidad con
tradictoria de intereses de clase y de fracciones de dase. No obstante,
esa pluralidad no escapa a la dominación sistemática, más o menos
intensa, de la clase estructuralmente privilegiada.
Un análisis teórico que pretenda situarse, a través de todas las
mediaciones inevitables del trabajo teórico, en un horizonte social
contradictorio con respecto a la clase en el poder, debe explicitar los
caminos por los cuales busca esa inserción. Y si bien el único criterio
significativo, en última instancia, para conocer su posición de clase
son los efectos que produce, mediatamente, en la práctica social, nos
ha parecido necesario, como esfuerzo de clarificación de ese papel “am
biguo” del “sociólogo”, el precisar algunas de las relaciones entre el
producto teórico publicado y la estructura social en que se difunde.
No se trata, en absoluto, de un gesto de justificación moral ( ¡pobre
justificación y pobre m oral!), sino de expresar, al mismo tiempo que
algunos resultados de un trabajo teórico, las enseñanzas y errores que
se deducen con respecto al mismo desde un punto de vista más general
(político, en último término) con el fin de no olvidar la inserdón
sodal de investigaciones relativamente especializadas y de desvMifár
el mito tecnocrático de la ciencia deséncarnada. Es por tanto, parféji®-
tegrante del trabajo científico el analizar dichas relaciones y
consecuencias. ¿Epistemología? ¿Política? Considerando la epistemolo
gía como la práctica política en el interior de una práctica teórica,-
[3]
4 PRACTICA TEORICA, PRACTICA POLITICA
Sólo ahora podemos precisar los objetivos que trata de alcanzar este
libro.
En efecto, en fundón de las observaciones anteriores, queda claro
que no se trata ni de presentar resultados científicos de una ciencia in
existente, ni de servir de instrumento esclarecedor de una acción política,
en la medida en que no han sido directamente suscitados a partir de una
inserción en las masas y en respuesta a sus problemas cotidianos.
Los textos reunidos son, simplemente, tentativas, a veces contra
dictorias, de desbloquear teóricamente algunos instrumentos de análisis
social con respecto a un terreno concreto, “lo urbano”, que parece
presentarse, en perspectiva, como un nudo de nuevas contradicciones
políticamente relevantes. Ese es su horizonte social y, por tanto, político.
Dado su carácter de mediaciones, si no contribuyen (aunque sea de
forma muy limitada) a esa tarea teórica, si no aclaran situaciones y pro
cesos de manera qué desvelen problemas que permitan plantearse concre
tamente los objetivos de una teoría social militante, fundada en el mate
rialismo histórico, quedarán reducidos a meros ejerdcios académicos.
Puesto que no se trata de fundar una “teoría general de lo urbano”,
ni de explorar un aspecto concreto, sino de transmitir líneas de expe
riencia en el trabajo indispensable de redefinición teórica y en los prime
ros intentos de experimentación, la fórmula más flexible ha sido la de
presentar textos e investigaciones centrados sobre temas y a niveles di
versos, aunque fundados en el mismo propósito de conjunto. Incluso,
para preservar ese carácter puntual de experiencias discontinuas, la
mayor parte del libro se basa en la tráducción exacta ( y por tanto exte
rior al autor) de textos publicados en diversos horizontes (¡oh colmo
de la alienación intelectual para un trabajador intelectual que es espa
ñol! ). Salvo la presente introducción y las observaciones finales, el resto
de los textos reunidos han sido publicados o difundidos en diversos
lugares, entre 1967 y 1970. El orden de exposición trata de cubrir al
gunas de las principales delimitaciones teóricas de la investigación
urbana.
“ r*Hay una sociología urbana?” (publicado en Sociologie du Tra-
vail, París, n,° 1, año 1968, pp. 72-90) y “Teoría e ideología en socio
logía urbana” (publicado en Sociologie et Sociétés, Montreal, n.° 2, año
1969. pp. 171-191) constituven, con tres años de intervalo, el plantea
miento del problema mismo de la especificidad teórica de nuestro objeto
y una primera tentativa de respuesta provisional, tendente a abordar en
una persoectiva más clara la investigación concreta. De los análisis epis-
temológico-teóricos aquí contenidos, derivan los dos problemas de la
y. PROBLEMAS URBANOS 13
[1 7 ]
18 ¿HAY UNA SOCIOLOGÍA
,s- Don Martindale: «Prefatory Remarks: the Theory of the City», in Max
Weber: The City. The Free Press, Nueva York, 1958. Ver pág. 62 de la edición
«paperlak», 1966.
“ «The Sociology of Urban Life: 1946-1956», in Paul K. Hatt y Albert
J. Reiss: Cities and Society, The Free Press of Glencoe, 1957, 852 págs. Cf.
pág, 21 de la edición de 1964.
” Cf. Sebtt Greer: «The City in crisis», primer capítulo de su libro The
Emerging Cily, The Free Press of Glencoe, 1962, 232 págs.
URBANA? 21
” Esta observación expresa más bien una intuición que una convicción, dada
nuestra confesada incompetencia para el análisis semántico.
UBBANA? 33
bre una materia demasiado poco explorada hasta ahora para poder con
sideramos próximos a la consecución de respuestas reales.
En primer lugar, no es posible continuar hablando de “comporta
mientos urbanos” o de “actitudes ciudadanas”. Esto es un truco, o, en
el mejor de los casos una vaguedad. Semejante terminología presupone
una cultura urbana específica en tanto que urbana y que, por consiguien
te, se opone necesariamente a una cultura rural. Ahora bien, se trata,
como ya hemos dicho, de una denominación equívoca aplicada a la
cultura de la civilización industrial. El estudio de Sjoberg sobre ciu
dades pre-industriales muestra claramente la existencia de ciudades
— incluso de ciudades muy importantes— que no presentan tales ca
racterísticas. De igual modo, Max Weber concluye afirmando la sin
gularidad de la institución urbana occidental, a pesar de las aglomera
ciones urbanas existentes en otras partes del mundo. Peter Mann mues
tra cómo las diferencias cuantificables entre la ciudad y el campo son
mucho menos importantes cuando se las compara “sincrónicamente” y
no, como se hace generalmente, en términos de evolución rural-urba-
n a54. Y , por otra parte, se reconoce generalmente que los rasgos
característicos de la cultura urbana aparecen en las aglomeraciones ru
rales; pero el hecho se atribuye a la invasión de la cultura rural por
parte de la cultura urbana... Sería absurdo negar las diferencias entre
la ciudad y el campo. Lo que nosotros sostenemos es que los rasgos
fundamentales de esta cultura urbana son consecuencia directa del pro
ceso de industrialización y, para algunos de esos rasgos, de la industria
lización capitalista. Es verdad, sin embargo, que la concentración de una
población numerosa, la diversidad de medios sociales y la multi-funcio-
nalidad sin solución de continuidad espacial favorecen el modelo de
relaciones sociales diferente del permitido por la comunidad pueblerina
o provincial. Pero esto forma parte del paso a la civilización industrial.
Ha llegado a ser demasiado habitual el analizar las transformaciones
sociales a partir de factores. Esto es lo industrial, esto es la ciudad,
e tc ... En realidad, es preciso reconstruir el sistema complejo de ele
mentos sociales, comprendiendo tanto los valores como la base “ma
terial”, que se transforma y, al mismo tiempo, transforma. Tomemos
un ejemplo: La disposición del hábitat en las grandes ciudades favorece
la segmentalización de los “roles”. Pero la urbanización rápida es con
secuencia de la industrialización. Y la industrialización capitalista se
fundamenta en la consideración del trabajo como mercancía, lo que
supone y provoca una ruptura de las adscripciones sociales y una indi
vidualización de la fuerza de trabajo.
Las clases sociales se constituyen en actores durante el proceso de
industrialización. Pero ellas se organizan a partir de la existencia de
55 Cf. |Jerbert J. Gans: The Urban Villagers, The Free Press of Glencoe,
1962, estudio de un barrio de obreros italianos en Boston.
URBANA? 43
" Max Weber: Wirtschaft und Gesellscbaft, trad. cast. Economía y Socie
dad, F.C.E., México, 1964, tomo II, pág. 949.
97 Al hablar del «sistema de acción» lo hacemos en el sentido en que se
hace en los trabajos del Seminario de Alain Touraine, y teniendo en cuenta
que las condiciones temáticas y de discusión del presente articulo no nos permiten
—ni mucho menos— desarrollar la idea en todas sus implicaciones. El hecho de
que estos conceptos no hayan cristalizado todavía en resultados concretos, no
debe llevarnos a prescindir de ellos ni a posponer la constatación de la existencia
de un nivel analítico que consideramos fundamental y que sin embargo ha sido
poco tenido en cuenta y apenas explorado: hablamos del estudio científico de los
procesos de formación y transformación de una sociedad. El interés excepcional
de la perspectiva así abierta, compensa de todas las dificultades y contradicciones
propias a las construcciones teóricas particulares.
jante situación. Sólo el estudio de las ciudades nuevas podría aportar
una respuesta a esta pregunta. Una ciudad nueva, ¿es la formalización
espacial de un sistema de acción?, o ¿no es sino la expresión mediati
zada de un elemento del sistema de acción subyacente a la política de
una sociedad? Posiblemente, una última gran investigación de la socio
logía urbana sería aquella que demostrase empíricamente la imposibili
dad de su propia autonomía científica.
Estas observaciones no son sino ejemplos aislados de una reflexión
posible sobre lo que puede quedar de científico en esta sociología que
trata de enlazar procesos sociales con elementos espaciales. Su misma
dificultad ilustra suficientemente la profundidad de la crisis señalada.
Si aún hiciese falta una nueva paradoja sociológica, no sería la menor
el constatar, después de medio siglo de existencia de la sociología ur
bana, que un solo tema de investigación sigue inédito: su objeto.
[44]
2.2 Teoría e Ideología en Sociología Urbana
«The Place of Social Structure in the Determinatíon of Land Use», Social Forces,
ntim. 32, mayo 1954; Henri Lefebvre: Le Droit á la ville, París, Editions An-
thropos, 1968.
s Amos H. Hawley: Human Ecology; Nueva York, The Ronald Press
Co., 1950.
‘ Otis Dudley Duncan: «Human Ecology and Population Studies», en Ph.
M. Hauser y O. D. Duncan (compiladores): Contributions to Urban Sociology,
Chicago, The University of Chicago Press, 1964, págs. 541-559.
7 Cf. Marshall B. Clinard: «The Relation of Urbanization and Urbanism
to Criminal Behavior», en Burgess y Bogue (compiladores): Contributions to
Urban Sociology, Chicago, The University of Chicago Press, 1964, págs. 541-559.
48 TEORIA E IDEOLOGIA
19 Schnore: The Urban Scene, Nueva York, Free Press, 1965, pág. 374.
30 H. Lefebvre, op. cit.; A . Pizzomo. «Développement économique et
urbanisation», en Actas del V Congreso Mundial de Sociología, 1962,
31 Cf. J. Bollens y H. Schmandt: Metrópolis, 1965, y también L. F. Schnore:
«Urban Form: The Case of the Metropolitan Community», en el libro editado
por W. Z. ftirsch: Urban Life and Form, Nueva York, Holt, Rinehart and
Winston, 1963, págs. 169-201.
EN- SOCIOLOGIA URBANA 57
3. E l sistema ecológico
Un conjunto urbano es un sistema estructurado a partir de ele
mentos cuyas variaciones e interacciones determinan su propia cons
titución. Desde este punto de vista, la tentativa de explicación de las
colectividades territoriales a partir del sistema ecológico, constituye el
más serio de los esfuerzos hasta ahora realizados para fundamentar
— hasta cierto punto— una autonomía teórica, en la óptica y en la
lógica del funcionalismo33.
Consideremos el problema más de cerca. Abordémoslo, por ejem
plo, según la formulación — de las más elaboradas— de Duncan34;
para este autor, los fenómenos urbanos surgen de las recíprocas rela
ciones entre cuatro elementos básicos: Población, medio físico, orga
nización social y tecnología. Por otra parte, las diferentes colectivida
des están relacionadas entre sí por una serie de nexos jerárquicos, de
maneta que el conjunto está constituido por una red compleja cuyos
elementos fundamentales están relacionados entre sí, tanto en el inte
rior como en el ámbito externo de las colectividades singulares35,
El esquema puede complicarse, sea añadiendo nuevos elementos,
como por ejemplo el “elemento sico-sociológico”, o la “cultura” 36, sea
considerando como establecido el predominio de un elemento determi
nado, como la tecnología, que vendría así a desempeñar el papel de
motor del sistema37.
En cualquier caso, empero, parece claro que no estamos ante un
objeto teórico particular, sino ante una teoría general de la estructura
social. Este esquema no explica tan sólo la ciudad o la relación espa
cial, sino que abarca al conjunto del cuerpo social, sobre todo en lo
que concierne a sus elementos estructurales y a su tendencia al cambio.
Por lo demás, es así como conciben la ecología humana tanto
Me Kenzie38 como — sobre todo— Hawley39, La noción central — la
noción de comunidad— prima sobre la de comunidad territorial, espe
cificándose (más que fundamentándose), en el espacio. La organización
del espacio constituye, para Hawley, un caso particular con respecto a
los procesos generales que constituyen y fundamentan la estructura de
una comunidad, a partir de ciertas relaciones de simbiosis y de “co-
mensalismo”. El hecho de que la ecología humana haya sido aplicada
sobre todo al estudio del espacio, se explica por los nexos de unión,
históricamente probados, entre la temática y la teoría de sus iniciadores
(nexps que, por lo demás, nada tienen de arbitrarios) * . Pero esté hecho
coyuntural, no debe inducirnos a error sobre el carácter de la ecología
humana, verdadera tentativa de teoría general de la sociedad, en estre
cha relación con la corriente organidsta del funcionalismo.
No puede, pues, hablarse, con respecto al sistema ecológico, de
especificidad de su objeto teórico, sino más bien de perspectiva particu
lar que concierne al conjunto de la estructura social.
“ Para un desarrollo más riguroso de este tema, del que no ofrecemos aquí
más que un esbozo, véase nuestro artículo «Vers una théorie sodologique de la
planification urbaine», S ochlogie du travaif, núm, 4, 1969.
53 TEORIA E IDEOLOGIA
[75J
76 LA RELACION HISTORICA
1. E l fenómeno urbano.
I II 111 IV
Austria 32.9 29 216 98,5
Dinamarca 33,5 30 689 98,5
Argentina 37.2 27 346 86.4
Chile 28.5 23 183 80,1
Japón 25.6 25 100 97,5
Nueva Zelanda 32.8 20 856 98.5
Canadá 23.3 31 878 97.5
Francia 16.8 40 482 96.4
Polonia 16.1 47 300 92.5
Hungría 19.7 46 269 95.3
Italia 20.4 31 235 87.5
Irlanda 17.6 25 420 98.5
Noruega 19.8 30 587 98.5
Unión Sudafricana 24.0 23 264 27.6
Panamá 15.9 13 183 69.9
Colombia 17.8 16 132 52.5
Egipto 19.3 11 100 19.9
Finlandia 14.2 32 348 98.5
Portugal 12.7 38 250 55.9
Grecia 12.7 21 128 74.1
Paraguay 15.2 21 84 65.8
Nicaragua 10.3 14 89 38.4
Brasil 13.2 18 112 49.4
México 15.1 18 121 46.8
Guatemala 10.2 20 77 29.4
Perú 10.0 11 100 47.5
Rodhesia del Sur 11.4 9 101 22.5
Corea . 14.8 10 35 37.5
Bulgaria 8.0 24 150 75.8
Thailandia 9.9 13 36 52.0
República Dominicana 8.5 20 75 42.9
Rodesia del Norte 0 13 100 22.5
India 6.6 15 47 19.3
E l Salvador 8.7 8 92 39.4
Turquía 8.2 12 125 31.9
Filipinas 9.3 12 44 60.0
Indonesia 7.3 9 25 17.5
Congo 2.7 5 70 37.5
Kenya 2.2 11 100 22.5
Fuente: Escala establecida por Leonard Reissman en su obra The Urban Pro-
cess, The Free Press of Glancoe, 1964, págs. 205-206. Los datos en
los que se basa la escala fueron extraídos de: U. N., Demographic
Y earbook, 1960; U. N. Statislics o f 'National Incom e, Series H.; U. N.
Statistical P apen , 1951; Unesco, W orld Illiteraey o f Mid-Century, 1957.
ENTRE SOCIEDAD Y ESPACIO gj
14 bis p ara ios Jatos esenciales, véase la más reciente recopilación, Gerald
Breese (compilador): T he City in. Newly Developing Countríes, Prentice Hall,
New Jersey 1969, 555 págs.
82 LA RELACIÓN HISTÓRICA
o
0\
China 1.5 1.5 — 5.7 — 4.8
1
Noroeste de Europa 0.7 1.0 0.3 0.7
Europa Central 0.9 1.8 0.3 1.5
Europa Meridional 0.9 2.4 0.4 2.1
Oceanía 2.1 3.6 0.1 3.5
URSS 1.8 3.4 1.0 2.4
Fuente: Preparado por United Nations Population Branch, basado en las esti
maciones de U. N. Provisional R eport on W orld Population Prospects,
as Assesed in 1963, documento U, N., ST/SOA/ ser. E/7 (1964).
tentes. Las definiciones más difundidas2i, así como los criterios de de
limitación estadística22 no toman casi nunca en consideración este
cambio cualitativo y podría aplicarse, de hecho, a una gran “ciudad”
pre-metropolitana. Las razones distintivas de la nueva forma son; la
difusión de las actividades y funciones en el espacio y la interpenetra
ción de dichas actividades según una dinámica independiente de la con
tigüidad geográfica a .
Si nuestro objeto fuera el de precisar el lenguaje urbanístico, habría
que partir de la distinción entre k metrópolis propiamente dicha (ori
ginada por la expansión de la ciudad que constituye el núcleo metro
politano), la conurbación (encuentro espacial de varias ciudades en
expansión) y la megalópolis o región urbana (conjunto de actividades
interpenetradas, difundidas en el espacio con independencia de sus nú
cleos iniciales). Pero lo esencial es el tipo de forma espacial resultante,
la región urbana. En dicha área espacial tienen lugar todo tipo de acti
vidades básicas, ya sean de producción (incluida la agricultura), de
consumo o de intercambio. Algunas de ellas concentradas geográfica
mente en uno o varios puntos (por ejemplo, las administraciones fi
nancieras o la industria pesada). Otras funciones, difundidas en el con
junto de la metrópoli con densidades variables (la habitación, los ser
vicios de primera necesidad). La organización interna de la zona impli
ca una interdependencia jerarquizada de las distintas actividades. Así,
la industria agrupa fases técnicamente homogéneas y separa unidades
pertenecientes a la misma entidad jurídica. El comercio concentra la
venta de productos raros y organiza la distribución masiva del consumo
cotidiano. El sistema circulatorio dibuja los flujos determinados por la
implantación de las actividades, sirviendo de pulso de la aglomeración.
Para la determinación del proceso social subyacente a las tenden
cias hacia la “ metrppolitanización”, el dato más significativo es el de
la interpenetración no sólo de las distintas actividades en el interior de
una zona, sino también de las zonas entre sí. Duncan, en su clásico es
tudio sobre el tem a24, ha mostrado en qué medida las actividades fi-
% urbano
País (fio % en agrie. % industria % servicios (mis de 20.000)
Austria 1890 43 30 27 12.0
Irlanda 1851 47 34 19 8.7
Francia 1856 53 29 19 10.7
Noruega 1890 55 22 23 13.8
Suecia 1890 62 22 16 10.8
Suiza 1888 33 45 22 13.2
Portugal 1890 65 19 16 8
Hungría Í900 59 17 24 10.8
Media países 52,1 27.3 20.6 11,0
INDIA 1951 70.6 10.7 18.7 11.9
la sociedad rural más que como una capacidad de dinamismo por parte
de la sociedad urbana. El problema es por qué, en partir de esa pene
tración de una sociedad por otra, existe migración cuando de hecho
las oportunidades de empleo urbano son muy inferiores al movimien
to migratorio y el horizonte económico harto aventurado.
En efecto, si el nivel de renta urbana, pese a su bajísima cuan
tía, es más alto en general que el rural, la capacidad de consumo real
en las ciudades disminuye fuertemente, en la medida en que el con
sumo directo de productos agrícolas se hace raro y toda una serie de
nuevos gastos imprescindibles se añaden al presupuesto (sobre todo,
transporte), sin contar el consumo innecesario inducido por la econo
mía de mercado en desarrollo.
Parece claro, pues, que más que un balance económico racional
por parte del individuo, se trata de una descomposición de la estruc
tura social rural en la que estaba inmerso. Se ha insistido con fre
cuencia en el papel de los nuevos valores culturales occidentales, y en
la atracción hacia los tipos de consumo urbanos difundidos por los
medios de comunicación de masa 5S. Si dichos cambios en los sistemas
de actitudes explican la reorganización de la personalidad en una
nueva situación social, no pueden ser considerados como motores del
proceso a menos de aceptar el postulado ideológico liberal del indivi
duo como agente histórico esencial. ¿Cuál es, entonces, esa nueva si
tuación social? Se trata de la crisis general del sistema económico de
la formación social pre-existente. Es, en efecto, impensable que a
partir de una cierta fase de penetración, continúen funcionando, por
ejemplo, dos sistemas comerciales paralelos, o que la economía de
trueque pueda desarrollarse junto a la economía de mercado. A excep
ción de regiones geográficamente aisladas, el conjunto del sistema pro
ductivo se reorganiza en función de los intereses de la sociedad domi
nante. Por consiguiente, es lógico que el sistema económico interno
sea inarticulado. Pero dicha incoherencia no es sino el resultado de
una trama económica perfectamente coherente si se examina el con
junto de la estructura social (sociedad dominada y sociedad domi
nante).
Si la presión demográfica sobre la tierra cultivada empeora la
situación alimenticia en las zonas rurales, incitando a la emigración,
no es sólo porque la difusión de las técnicas sanitarias haya disminuido
la mortalidad, sino ante todo, porque el sistema de tenencia de la
tierra es tal que una explotación extensiva e improductiva basta al
latifundista56. Y dicho sistema de tenencia de la tierra responde a la
configuración particular de las clases sociales, determinada por la re
lación de dependencia en la sociedad considerada.
55 Es la tendencia representada en particular por Everett C. Hagen.
56 Cf. Solon Barraclough. Notas sobre ¡a tenencia de la tierra en América
Latina, ICIRA, Chile, 1968.
ENTRE SOCIEDAD Y ESPACIO 103
M Véanse los interesantes datos aportados sobre los Estados brasileños por
T. Lynn Smith, en «Why the Cities? Observations on Urbanization in Latin
America», en Ph, L, Astuto y R, A. Leal: Latin American Problems, St. John’s
Univ. Press, N. Y ., 1964, págs. 17-33.
108 LA RELACIÓN HISTÓRICA
Relociía M ire
I* población
mitiopolllgiM Minoro do vicei
y la nacionol mayor quo la
togunda iroa
Area metropolitana «6o (Porcento|6) metropolitana
a Para Chile y México, véase Morse, op. cit., pág. 17; el cuadro trazado
por Harley L. Browning es particulamente sugestivo («Recent Trends in Latin
American Urbanization», The Annals, marzo 1958, págs. 111-126).
ENTRE SOCIEDAD Y ESPACIO 109
|n4uitrfs-
Países A3o u n ia l Urbanización lizoclín
Tolo de
«•cimienta
industrial Taia do
Rango tango crocMtnlo
Países 1950-1940 industrial urbano urbano
Pero aún hay más. Como dice Richard Morse, "los sectores tercia
rios latinoamericanos y estadounidenses tienen poco parecido. El pri
mero está compuesto en gran parte por comercio pequeño y ambulante,
servicio doméstico, trabajos no especializados y transitorios y desempleo
disfrazado. Quizás el ejemplo más dramático es la división del trabajo,
frecuente entre los habitantes de favelas y barriadas que se dedican a
hurgar en los vertederos de basura, especializándose en la recolección de
algunos objetos y materiales” (Morse, op. d t., p. 1 3 ).
Aunque el tema se presta a disgresiones moralizantes, el dato a
considerar es doble: 1 ) Por un lado, la no integración en actividades
productivas, y un nivel de vida correlativamente bajo de la masa de
migrantes, así como de las generaciones de urbanización reciente. 2 ) Por
otro lado, la no cobertura social de las necesidades individuales,
amiento del número d e zonas urbanas ausentes de equipo colectivo y
constituidas ya sea por edificios deteriorados en el viejo casco urbano,
ya por chozas construidas por grupos de pobladores en la periferia de
las ciudades.
¿Marginales? 20 % de la población en Lima (1 9 6 4 ), 16 % en
Río (1 9 6 4 ), 3 0 % en Caracas (1 9 5 8 ), 10 % en Buenos Aires, 25 %
en México (1 9 5 2 ), etc. La mayoría de los estudios realizados sobre el
tema muestran que en ningún caso se trata de zonas de "desorganiza-
EN TRE SOCIEDAD Y ESPACIO j j 3
% del o r t o g s o -
Corona costa¡ interior .
total di Sudamérica)
(sollr* ••.. . .
% d> poblacion
1570 10.2
80 + 1.2
1650 11.4
100 — 0.3
1750 11.1
50 + 7.8
1800 18.9
25 + 4.2
1825 83.1
25 + 9.9
1850 33.0
50 + .0
1900 63.0
50 + 97.0
1950 160.0
URBANA RURAL
««0 Total Núntoro Po(conta|o Himoro Porcontajo
Conclusión
[128|
Estudio de elementos de la estructura urbana
Introducción
[1 3 5 ]
136 LAS TEORIAS DEL
En esta perspectiva, nos parecen del más alto interés los resultados
del estudio realizado por Schnore9 sobre la estructura de Jas ciudades
latinoamericanas, bajo el ángulo de la teoría de las zonas concéntricas
y según los cuales, pueden distinguirse dos grandes tipos de ciudades:
aquellas en que la oligarquía tradicional y las burocracias metropolita
nas dominan ampliamente, mantienen las formas clásicas de un centro
privilegiado y una periferia de barrios pobres donde habitan los “ex
cluidos”; por el contrario, allí donde una cierta industrialización capita
lista prospera, la extensión de la aglomeración provoca el declive del
centro antiguo y la emigración hacia los nuevos barrios residenciales
periféricos sectorialmente bien separados de las aglomeraciones obreras
y de los campamentos improvisados por los migrantes.
E l panorama trazado por Schnore, no sólo introduce la dimensión
histórica, sino que obliga a analizar la estructura urbana como resultado
de un proceso entre los elementos que la integran. Del mismo modo,
el célebre estudio de Sjoberg 10 sobre las ciudades pre-industriales no
se contenta con situar cada forma urbana en su contexto, sino que hace
depender cada modelo del proceso social del que forma parte. Pero no
basta con unir proceso social y estructura urbana; es necesario deter
minar cuáles son los procesos específicos que, en tanto que procesos
urbanos, contribuyen a la formación de dicha estructura; sólo así puede
evitarse la pura yuxtaposición de sociedad y dudad, en la que la segun
da sería, de forma casi mágica, reflejo de la primera. De hecho, las
teorías del sistema ecológico sobre la estructura urbana, son inseparables
del análisis de los procesos urbanos.
* Leo F. Schnore: «On the Spatial Structure of Cities in the Two Americas»,
en Ph. Hauser y L. Schnore, The Study of Urbanization, 1965, John Wiley,
Nueva York, p8gs. 347-399.
w Gijeon Sjoberg: The Preindustrial Cities, The Free Press, 1960.
SISTEMA ECOLOGICO 141
11 bis James A. Quinn, «The Nature of Human Ecology», Social Vorces, di
ciembre 1939, págs. 161-168.
12 O, D. Quncan: «Human Ecology and Population Studies», en Ph. M.
Hauser y O. D. Duncan (compiladores): The Study of Population, The Uni
versity of Chicago Press, 1959, págs. 681-684.
SISTEMA ECOLOGICO J43
Los criterios para conístruir Jas escalas lian sido los siguientes:
3.1.) Indicador de a,
Densidad urbana y ligazón al centro de la aglomeración según el
índice establecido por el INSEE (Instituto Francés de Estadística) y
que combina los indicadores siguientes:
Tasa de ruralidad, dimensión del municipio, densidad de población,
tasa de crecimiento de la población, migraciones intra-regionales coti
dianas, proporción de viviendas en edificios colectivos, existencia de un
medio de transporte frecuente, continuidad del tejido urbano.
3.2.) Indicador de ¡3.
Clasificación cualitativa de los municipios de la región de París,
según su potencialidad en la red de transportes, establecida por los
servicios técnicos del Institut d ’Aménagement et d’Urbanisme de la
región parisiense, a partir de: la densidad de tráfico de mercancías por
tren; la densidad de circulación por carretera; número e importancia
de las carreteras y vías de tren que pasan por el municipio.
3 .3 .) Indicador de y *
Se ha seguido el criterio clásico de estratificación social del espa
cio en términos de su ocupación residencial, adaptándolo a un espacio
menos valorizado como es el espacio industrial. El indicador es pues,
la producción de cuadros medios (los cuadros superiores y clases altas
siguen siendo demasiado escasos) residentes en el municipio, sobre el
total de la población activa residente. Cuanto más elevada sea la compo
sición profesional de la población residente, en términos de status, mayor
valoración social de ese espacio puede inferirse.
(Observación: una proporción ínfima de dichos cuadros medios
tiene empleos directamente industriales).
5. Resultados
El método de verificación de las hipótesis es extremadamente sen
cillo: Se trata de calcular, para cada tipo de empresas, su frecuencia de
implantación en cada uno de los estratos de las tres escalas a, |3, y . Es
decir, localización, en los municipios de que forman parte, de esos es
tratos (la frecuencia siendo obviamente calculada como el número de
E L CASO D E LA REGION DE PARIS 163
Tipos de empresa
A-l A-2 A-3 B-l B-2 B-3 C-1 C-2 C-3
Tipos de espacio
X -l -32 .23 .31 .29 .23 ,17 .48 .38 .45
X -2 -39 .39 .42 .49 .36 .48 .29 .36 .39
X -3 .29 .38 .27 .22 .41 .35 .23 .26 .16
— 1.00 1.00 1.00 1.00 1.00 1.00 1.00 1.00 LOO
Efectivo total (N )
264 138 103 76 112 52 66 34 49
N = 894
Prueba X2 = 104,09, p < 001
(calculada sobre el conjunto de la distribución, 27 casillas)
Orden teórico inter-tipos v* 4i
según hipótesis. C-1, c-i, C-2 A-l, A-3, B-l B-3, A-2, B-2
Orden observado. C-1, C-3, 0 2 A-l, A-3, B-l A-2, B-2, B-3
(orden en el primer estrato de la escala x>.
164 LA LOGICA D E LA IMPLANTACIÓN INDUSTRIAL:
Tipos de empresa
A-l A-2 A-3 B1 B-2 B-3 C-l C-2 C-3
Tipos de empresa
,33 .45 .38 .38 .57 .55 .21 .31 .29
P-1
0 -2 .36 .36 .36 .45 .26 .29 .42 .41 .34
0- 3 .31 .19 .26 .17 .16 .16 .37 .28 .37
1.00 1.00 1.00 l.ÓO 1.00 1.00 1.00 1.00 1.00
N 264 138 103 76 112 52 60 29 38
N = 872
4 Cf. entre otros Lewis Munford: La cité á travers l'histoire. París, Seuil. 1964.
s Cf, A. J. Reiss, Jr.: The Sociological Study of Communities, Rural So
ciology, vol. 24 Junio 1959.
* Ver Paul Clerc: Grandes ensembles et bantíeues nouvelles, París, Presses
Universitaires de France, I.N.E.D., 1967.
7 Ver los informes de encuesta de C.ahiers d e l’I.A.U.R.P., vol. 7.
* Cf. Peter Marris: A Report on Urban Renewal in the United States, en
L. J. Diiul (comp.): T h e Urban Condition, N. Y ., Basic Books, 1-963, págs. 113-114.
* P. H. Chombart de Lauwe ha puesto de manifiesto esta ideología. Cf. p.
ej.: Des hotnmes et des villes, París, Payot, 1965.
10 C f , Donald L. Foley: British Town Planning: One Ideology or Three?,
en British Journal o f Sociology, vol. X I, sep. 1960, págs. 211-231.
170 E í. CENTRO
11 Cf, entre otros, Amos II. Ikwley: Human Ecology, 1950, cap. X III;
James A. Quinn: Urban sociology, 1955, págs. 68 y siguientes; EarI S. John
son: «The Function of the Central Business District in the Metropolitan Com
munity» en Hatt y Reiss: Cities and Society, Glencoe, The Free Press, 1957,
págs. 248-259; Gerald Breese: «The Daytime Population of the Central Business
District», en Burgess y Bogue: Conlr'tbutions to Urbat. Sociology, University
of Chicago Press, 1964, págs. 112-128.
12 Cf, R. Ledrut: Sociologie urbaine, París, Presses Universitaires de Fran-
ce, 1968, pág. 146.
URBANO
171
15 Cf. sobre esto Pierre George: Précis de geograpbie urbatne, París, Pres-
ses Universitaires de France, 1964, págs. 107 y sigs.
“ Siguiéndola línea clásica de investigación, sobre este asunto, el trabajo
ya citado de Breese.
17 Como Gutkind, por citar al más brillante de los soñadores.
URBANO |73
son tributarias entre sí, cuando una ciudad llega a una fase de su des
arrollo en la cual la dirección de estas empresas, las tafeas administra
tivas y el control financiero alcanzan un nivel tal, que se hace necesario
considerarlas funciones económicas dominantes” ",
Lo que en todo esto resulta discutible, es la asimilación implícita
o explícita siempre en tales proposiciones entre función de centro y
contigüidad espacial de Jas actividades enunciadas. Las investigaciones
de la ecología urbana se han orientado posteriormente hacia la com
prensión del centro ecológico como un conjunto de actividades espa
cialmente diversificadas”. Sin embargo, cualquiera que sea la forma
espacial en que venga a traducirse una forma histórica determinada,
siempre podremos extraer de su análisis una primera noción funda
mental: la del centro en tanto que lugar de intercambio entre los proce
sos de producción y de consumo en la ciudad; o más simplemente,
entre la actividad económica y la organización social urbana. El proce
so urbano de intercambio comprende a la vez un sistema de flujo, es
decir, de circulación, y un sistema de placas giratorias de la comuni
cación, es decir, los centros.
El centro urbano de intercambio se define, pues, como la orga
nización espacial de los puntos clave en que se desarrollan las diferen
tes fases del proceso del intercambio entre los procesos de producción
y de consumo (entendido éste como equivalente a organización social)
en una aglomeración urbana.
Una ciudad no es únicamente un conjunto funcional capaz de di
rigir y administrar su propia expansión; es también una estructura sim
bólica24, un conjunto de signos que facilita y permite el establecimiento
de contactos entre sociedad y espacio, y la apertura de ámbitos de re
lación entre naturaleza y cultura. El plano de una ciudad expresa — como
suele decirse, y de forma más o menos clara— “el inconsciente urba
no”. Pero lo que sobre todo debe preocupamos ante un plano de or
ganización del espacio, es la manera en que quedan en él indicados los
ritmos y las actividades; sólo a través de esas indicaciones podremos
llegar a identificar las relaciones mutuas entre los actores, v las de éstos
con respecto a su propio marco vital; identificar, dicho de otra mane
ra, la comunicación establecida entre las representaciones, y no sólo
entre las funciones. Donde hav ciudad, hay no sólo funcionamiento
urbano, sino también — y al mismo tiempo— lenguaie urbano. Así, en
entre las funciones. Donde hay ciudad hay, no sólo funcionamiento
entre actividades que dan vida a la ciudad, el sistema semiológico nos
“ Cf. Johnson: op. cit., pág, 257, y Ledrut: op. cit., pág. 158.
17 Sociological Aspects of Economic Growth, The Free Press, 1960.
” La ville, phénomhne économique, Ed. Vie Ouvriére, Bruselas, 1966.
” Por innovación cultural entendemos un cambio en las formas de produc
ción de valores, esto es, en las orientaciones de la acción.
" Por comodidad utilizamos la palabra «tipo» sin darle el sentido sintético
del tipo webertano. De hecho, habría que hablar de las tres nociones de centro,
puesto que se trata de una delimitación ante todo analítica.
178 EL CENTRO
15 Jane Jacobs: The Deatb and Life of Greal American Cities, N. Y ., Ran-
dom House, 1961.
34 Cf. E. Horwood y R. Boyce: op. cit.; Edgar M. Hoover y R. Vernon:
Anatomy of a Metrópolis, 1959, pág. 122; George Sternlier: The Future of Retai-
ling in the Downtown Core, Journal of the American Institute of Panners, 29,
mayo 1963, págs. 102-112; R. Vernon: The Changing Economic Function of the
Central City, N. Y ., Committee for Economic Development, 1959; Jean Labasse:
L'organisation de Ves pace, París, Hermann, 1966; A. Ardigo: La difusión urbana,
Roma, A.U.E., 1967, cap. 4; así como, en Francia, las investigaciones de M, M.
Boutilie (I.A .U.R.P.).
URBANO
Política Urbana
Nivel
espacié Equipamiento Ordenación Desarrollo
I
Sistema de relaciones entre los actores urbanos
1 Cf. sobré este tema el más reciente «reading»: Bernard J. Frieden y Ro
bert Morris (comp.): Urban Planning and Social Policy, Basic Books, Nueva York,
1968, pág. 459, así como el excelente libio de Herbert J. Gans: People and Class,
Basic Books, Nueva York, 1968, pág. 395.
1 Alan Altshuler: Tbe City Planning Process, Cornell University Press,
1965, pág. 409.
4 J. Bollens y H. Schmandt: «The Planning Challenge», en Metrópolis,
1965, págs. 247-307.
s F. Stuart Chapín: «Foundations of Urban Planning», en Werner Z. Hirsch
(comp.), Urban U fe and Form, Holt, Rinehart and Winston, Nueva York, 1963,
págs. 217-245.
4 Puede decirse que está inscrita en esta perspectiva la mayor parte de la
literatura especializada. Concretamente, los textos reunidos en los «readings» clá
sicos: Theodores Caplow (comp.): City Planning, Minneapolis, Burgess Publishing
Co, 1950; Coleman- Woodbury (comp.): Urban Redevelopment: Problems and
Praclices, University of Chicago Press, 1953, G. Breeze y D. E. Whiteman
(comp.)i Alt Approach lo Urban Planning, Princeton University Press, 1953; Harvey
DE LA PLANIFICACION URBANA J97
“ Robert A. Dahl: Who Governs?, New Haven, Yale Univ. Press, 1961;
la mejor síntesis, en esta misma perspectiva, es la contenida en el pequeño pero
brillante libro de Nelson W. Polsby:. Community Power and Political Tbeory,
New Haven, Yale Univ. Press, 1963.
11 Bandfield y Wilson: op. cit., E . C. Bandfield: Political Influence, Nueva
York, Free Press of Glencoe, 1961.
18 Nos referimos aquí especialmente a C . W. Mills y a Floyd Hunter.
En efecto, toda tentativa de identificación entre el poder social total y ciertos
grupos definidos empíricamente, está condenada al fracaso.
" Cf. M, Meyerson y E. Banfield: Politics, Planning and the Public Interest,
Glencoe, III., Free Press, 1955.
” Cf. Robert C. Wood: articulo citado, y también Robert R. Alford: «The
Comparative Study of Urban Politics», en Leo F. Schnore (compilador): Social
Science and the City, Frederick Praeger, Nueva York, 1968, págs, 263-302.
21 Cf. Charles Abrams: The City is the Frontter, Harper and Row, K, Nue
va York, 1965.
DE LA PLANIFICACION URBANA 201
" Por ejemplo, Robert T. Daland y John A. Parker, «Roles of the Planner
in Urban Developroent», en el libro de Chapín y Weiss: Urban Growth Dynamics,
Ed. John Wiley,- Nueva York, 1962, págs. 188-223; hay una teorización de esta
perspectiva en Davidoff y Reinen «A choice theory of planning», Journal of the
American Instilute of Planners, mayo 1962, págs. 103-115. . . . ,
° Michel Crozier: «Pour una analyse sociologique de la planification fran-
?aise», Revue frangaise de Sociologie, VI, 1965, págs. 147-163. _
14 En todo caso, ha sido emprendida por Alain Touraine; cf. «Le ratio-
nalisme liberal de Michel Crozier», Sociologie du Travail, 2, 1964.
202 HACIA UNA TEORIA SOCIOLOGICA
litano de Toronto (uno de los dos únicos que existen en América del Norte),
situando esos diferentes estratos históricos de formación en paralelo con el fracaso
de los esfuerzos que, en el mismo sentido, se han llevado a cabo en Montréal.
Las relaciones Qon los gobiernos de las respectivas provincias, parecen haber
desempeñado un papel primordial.
32 Michel Crozier: Le Vbénomhne bureaucratique, Seuil, París, 1963.
DE LA PLANIFICACION URBANA 205
técnica y social exige una gestión cada vez más atenta a las indicaciones
de la previsión y cada vez más centralizada además, sea en centros de
poder encargados de regular el sistema en su conjunto, sea en subcen-
tros múltiples suficientemente extensos y estrictamente conectados
entre sí. Estas formas nuevas de gestión de nuestras sociedades, esta
capacidad de distanciamiento de los centros reguladores con respecto a
las diferentes partes del sistema constituyen importantes objetos de
análisis que debemos acordar, sin por ello caer en la ciencia-ficción de
una sociedad cibernética constituida en torno al eje luminoso de la ra
cionalidad universal. La racionalidad no es más que la comprensión
intelectiva de una situación dada. Todo su sentido lo toma de la es
tructura de producción y de dominación del sistema considerado, es
así como llega a ser susceptible de tratamiento científico.
Nuestro análisis de la planificación urbana es el análisis de las
transformaciones que tienen lugar en el sistema de gestión del consumo
colectivo y en el de la organización espacial de las actividades. Más
concretamente, se trata de identificar el contenido social de la “racio
nalidad” urbanística, sin por ello reducir el urbanismo a una sede de
anécdotas de corrupción y escándalo. En este aspecto, nuestro análisis
es — como, por lo demás, lo es todo análisis sociológico serio desde
los tiempos de Durkheim— determinista, por postulado metodológico:
Analiza los límites que encuadran la transformación de las estructuras
sociales llevada a cabo por la sociedad misma, así como los procesos
de realización de estas transformaciones.
más ciara son las clases sociales, no son más que soportes de estas re
laciones estructurales. Las relaciones entre las clases sociales en el seno
de una sociedad concreta son el efecto — sobre las relaciones sociales—
del complejo de modos de producción que en ella se articulan Las re
laciones de poder, particularmente importantes para nuestro análisis,
son — en fin— relaciones entre las distintas clases sociales, o sea, rela
ciones entre relaciones, en estrecha dependencia con respecto a la arti
culación específica de una sociedad.
La planificación urbana puede definirse, en general, como la in
tervención del sistema político sobre el sistema económico, a nivel
de un conjunto socio-espacial específico, intervención encaminada a
regular el proceso de reproducción de la fuerza de trabajo (consumo)
así como el de reproducción de los medios de producción (produc
ción) superando las contradicciones planteadas en el interés general 36 *"
de la formación social cuya subsistencia trata de asegurar.
Esta intervención sólo puede tener lugar dentro de los límites
estructurales de la sociedad concreta, es decir, respetando siempre la
articulación esencial del modo de producción dominante, aunque pro
cediendo — al mismo tiempo— a Ira retoques necesarios en las articu
laciones no esenciales, para garantizar y preservar “la buena marcha*.
Puede decirse, pues, que la planificación es autónoma con respecto a
los grupos sociales específicos y, al mismo tiempo, que su intervención
se halla supeditada necesariamente a la matriz social que la genera y
circunscribe.
Esta intervención supone una configuración particular de las re
laciones sociales, configuración determinada por las virtualidades en
juego, es decir, por la plaza que ocupa la contradicción en causa en
la coyuntura de una sociedad concreta. El "sistema de actores” se or
ganiza en función de la distribución de los “individuos” y de los
“grupos” con respecto a dichas relaciones sociales.
Por otra parte, si bien la planificación urbana supone en todo caso
intervención de lo político sobre lo económico, en lo que respecta a un
espacio, pudiera ser que el efecto buscado correspondiera a otro sistema,
por ejemplo, al sistema político.
Aunque, para terminar, la relación primordial a delimitar y ex
traer es la constituida entre lo político y lo económico, no debe olvi
darse: 1 ) Ni las repercusiones específicas provenientes de los otros
sistemas ni las hacia ellas dirigidas y 2 ) Que toda investigación versa
sobre una combinación concreta de diversos modos de producción y
sobre relaciones entre las relaciones que se derivan de cada uno de ellos.
b) Las nociones de *sistema urbano9 y de *sistema de actores ur
banos" 37.
P (Producción):
Conjunto de actividades productoras de
bienes, servicios e informaciones. Ejemplo:
la industria, las oficinas38
C (Consum o):
Conjunto de actividades relativas a la apro
piación social, individual y colectiva del
producto. Ejemplo: la vivienda, los equi
pamientos colectivos.
I ( Intercambio):
Intercambios producidos entre P y C, en el in
terior de P y en el interior de C. Ejemplo: la
circulación, el comercio.
G (G estión):
Proceso de regulación de las relaciones en
tre P , C e I. Ejemplo: gestión municipal,
planes de urbanismo.
Esta intervención:
— depende del tipo de regulación que la
situación requiera (en términos simples,
del “problema” a resolver).
— expresa el estado de las relaciones entre
los distintos elementos en el seno del
sistema urbano. (Estas reladones, como
luego veremos, no son arbitrarias, sino
que especifican las relaciones sociales ge
nerales, de las que forman parte.
— determina una configuradón particular de
los actores sociales en juego.
44 Para los datos básicos, ver: William Ashworth: The Genesis of Modern
Brithisb Town Planning, Routledge and Kegan Paul, Londres 19J4. Donald L. Fo-
ley: Controlling London's Growth, Univ. of California Press, 1963; Lloid Rod-
win: The British New Towns Policy, Harvard Un. Press, 1956; Harold Orlans;
Stevenage, A Sociological Study of a New Town, Londres, Routledge and Kegan
Paul, 1952; Patrick Abercrombie: Town and Country Planning, Londres, Ox
ford Univ. Press, 1959; F. J. Osborn y Arnold Wbittick: The New Towns:
The Answer to Megalopolis, Nueva York, Me Graw HUI, 1963; John Madge:
«The New Towns Program in Britain», Journal of the American Institute of Plati
n en , núm. 28, noviembre 1962; y, sobre todo, el excelente informe sintético de
la misión de estudios del IAURP, Pierre Merlin y Pierre Guertin: «Villes
Nouvelles en Grande-Bretagne» y «Urbanisme en région de Londres et aménage-
ment du territoire», Cahiers de l’IAURP, vol. 8, junio 1967.
43 Puede decirse, por ejemplo, que los problemas de circulación que surgen
en las grandes ciudades expresan el desajuste existente entre el desarrollo tecno
lógico de los ffiedios de transporte y ciertas formas espaciales anacrónicas en rela
ción con la escala «región metropolitana» (la calle). Cf., el Informe Bouchanan.
DE LA PLANIFICACION URBANA 219
s> Para las informaciones básicas, cf.: Premier ministre, Délégation genérale
au District de la Región de Paris: Schema directeur d'aménagement et d’urbanisme
de la Région de París (con los informes del CARP, del CCES y del Consejo de
Administración del Distrito), La Documentation fran?aise, París 1966, 4 volúme
nes; District de la Région de Paris: París en queslion, PUF, París 1965; Jacque-
line Beaujeu-Garnier y Jean Bastie: Atlas de París et de la Région Parisienne,
Berger-Levrault, París1 1967; Jean Bastie: París en l’an 2000; Sedimo, París
1964; C. Delprat: «L’oceupation du sol dans l’aglomération parisienne»,
Cahiers de l’IAURP, vol. 3, diciembre 1965; Premier ministre, Délégation géné-
rale au District de la Région de Paris: Avant-Projet de Programme duodécennat
pour la Région de París, Hotel de Ville, París, 1963; «Le Bassin parisién», Ur-
banisme, núm. 96-97, 1966; Bernard Hirsch; «Pontoise-Cergy, Vilíe nouvelle»,
TJrbanisme, núm. 105, 1968; diversos informes internos de l’IAURP; y... la
colección del diario Le Monde,
Ü E LA PLANIFICACION URBANA 229
parisina, para otros era todo el país, toda Francia. Así, por ejemplo,
la red de transportes resultaba útil desde todo punto de vista, a con
dición de que se la integrase en un plan de la Cuenca de París. Las rea
lizaciones muy puntualizadas, como el equipamiento para el ocio, no
eran consideradas de importancia, dada la escasez de los medios finan
cieros disponibles. Las nuevas ciudades, sobre todo si alguna vez lle
gaban a adquirir las dimensiones programadas, parecían realmente poner
en peligro la fisonomía urbana francesa, al hacerla cambiar en el sen
tido propugnado por el Esquema. Y fue sobre ellas sobre las que se
concentró el fuego cruzado de los elementos contrarios.
La resolución del debate podía ser deducida de la configuración
del sistema de actores, producto a su vez de la definición, ya ñevada
a cabo, del sistema urbano. Ahora bien, hemos visto que A-G constituía
el único apoyo eficaz con que podía contar el Esquema, con la cola
boración nada difícil de O-P (G y C ), mientras que A-G-P, A-G-C,
O-G-C, O-L-C y A-L-C se oponían. Todo el porvenir que el Esquema
pudiese tener, reposaba pues sobre la concentración, llevada al extremo,
de la decisión en el interior del sistema político.
La evolución reciente confirma este análisis. Las realizaciones ma
teriales del Esquema son escasas, salvo algunas iniciativas en los trans
portes y el principio de los trabajos de estudio para la construcción
de tres nuevas ciudades. Solamente 2.617 Has. de las 70.000 consi
deradas como zonas de ordenación diferida (Z .A .D .), han sido — desde
1965— adquiridas por la Administración. De las 9.500 Has. de bosque
que el Distrito se había propuesto adquirir en 1964, solamente ha
adquirido 524, y los nubarrones que flotan sobre el programa de con
servación de espacios verdes, son cada vez más negros.
En marzo de 1969, el Ministro encargado del Plan y de la Orde
nación del Territorio presentaba un Libro Blanco sobre la organización
de la Cuenca parisina, incompatible en su mayor parte con las determi
naciones del Esquema. Poco tiempo después, tres de las ocho nuevas
ciudades previstas para la región desaparecían oficialmente del progra
ma, mientras que a los proyectos restantes se les achacaba, de fuente
ministerial, falta de integración con respecto a las urbanizaciones es
pontáneas.
Otra expresión clara de esta evolución ha sido la sustitución de
Mr. Delouvrier por un Prefecto de corte más tradicional, Mr. Doublet.
Acto seguido, comienzan los retoques al plan inicial y se anuncia una
revisión general del Esquema para finales de 1969.
Esto no es consecuencia lógica de ningún viraje político. Recorde
mos que la sustitución (1 9 5 1 ) de laboristas por conservadores en Ingla
terra, no ha supuesto abandono de la política de nuevas ciudades, sino
232 HACIA UNA TEORIA SOCIOLOGICA
CONCLUSION
realizados con fecha posterior. Para estos últimos años, el documento básico es
un informe publicado hace muy poco tiempo y que establece una síntesis de los
problemas urbanos americanos. Se trata de las conclusiones de la Comisión nacio
nal para los problemas urbanos, constituida a solicitud del Congreso, una de cuyas
misiones consiste en aportar las bases de información y análisis precisas para la
mejor elaboración de la política urbana USA. (Cf. Report of the National Com-
mission on Urban Problems to the Congress and to the President of the United
States, Building tbe American City, 91st. Congress, lst. Session, House Document,
núm. 91-34, diciembre 1968, 504 págs.).
La mejor exposición de análisis concernientes a la renovación, se encuentra
en una obra interdisciplinaria, publicada bajo la dirección de Jjtmes. Q. Wilson:
Urban Renewal. Record and the Gontroversy, The M.I.T. Press, Cambridge, Mass.
1966 (edición libio de bolsillo, 1967, 638 págs,). Otra obra colectiva, con bastantes
puntos de convergencia respecto a esta última, es J. Bellusih y M. Hausknecht
(compiladores): Urban Renewal: People, Politics and Planning, Anchor Books
Carden City, Nueva York, 1967, 542 págs.
Hay otras dos obras que se citan como síntesis analíticas de los problemas
de la renovación. La de Scott Greer: Urban Renewal and American Cities,
The Bobbs-Merrill Co., Indianápolis, 1965, 201 págs., es una exposición clara e
inteligente de los rasgos esenciales del programa, dedicando especial atención a
los procesos sociales que condicionan su contenido urbanístico. Le debemos al
gunas ideas clave de nuestro artículo. Lo contrario sucede con el libro de Charles
Abrams: The City is tbe Frontier, Nueva York, Hárper and Row, 1965, ensayo
demasiado general, que se pretende equilibrado y que aporta pocos datos real
mente nuevos.
En lo concerniente a la defensa de la renovación urbana, vertiente Admi
nistración federal, cf. William L. Slayton: «The Operations and Achievement
of the Urban Renewal Program», en James Q Wilson (compilador), op. cit., págs.
189-229, y también Robert C. Weaver; The Urban Complex, Doubleday and
Co., Nueva York, 1964, edición libro de bolsillo, 1966, en particular, págs. 40-142.
Para una crítica relativamente «progresista» del programa, cf. Herbert ,T,
Gans: «The failure of Urban Renewal», Commentary, abril 1965, págs. 29-37,
así como la colección de ensayos del mismo autor; People and Plans, Basic Books,
Nueva York, 1968. 395 págs., y en particular el Capítulo 15. _
Un buen esfuerzo de tipo. periodístico; pleno de datos y referencias, es el
libro de Jeanne R. Lowe: Cities in a race with time; progress and poverty in
America’s renewing cities, Nueva York, Randon House, 1967, 601 págs.
Para acudir directamente a las fuentes federales, cf, Journal of Housing, pu
blicado por los funcionarios federales encargados de la renovación y la vivienda;
así como Housing and Planning References, publicado por el US Department of
Housing and Urban Development, Washington, D. C,
Finalmente, hay otras obras en las que se citan, al respecto, múltiples infor
maciones y referencias: William L. C. Wheaton: Housing, Renewal and De-
238 LA RENOVACION URBANA
Cuadro I
Cuadro II
PROYECCIONES RELATIVAS AL USO DE LAS NUEVAS CONSTRUCCIONES
EN LAS AREAS RENOVADAS (previsiones 1961)
Comtiunlonii CanitraccioMi
•n marcha pioytttadai
Cuadro I I I
RESUMEN D EL COSTO DE LA RENOVACION URBANA,
POR PARTIDAS (Hasta 1967)
%itbrt ti
Partidas c«it» total
Estudio y planificación 1,8 %
Terreno, precio preparación (60,5 % del total para pagar viejos
inmuebles) 63,7%
Realojamiento (sin incluir, las indemnizaciones de traslado) ÓJ%
Demolición 3,3%
Acondicionamiento del suelo 10,6 %
Instalación de servicios 9,1%
Crédito pata gastos en vivienda pública, educación e higiene 2,1 %
Intereses 3,9%
Administración del proyecto 4,0%
Conservación y rehabilitación 0,3%
Diversos 0,7%
2. El problema de la vivienda
Cuadro IV
Fuente: 14th Annual Report. ■1960. Housing and Home Finance Agency, USA
Washington, D. C., pág. 11.
NORDESTE — 541.000
NOROESTE — 558.000
OESTE — 332.000
SUR — 1.457.000
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Cuadro V II
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EN ESTADOS ONÍDOS 245
Cuadro V III
COMPARACION ENTRE VIVIENDAS PUBLICAS CONSTRUIDAS Y
VIVIENDAS DEMOLIDAS POR LA RENOVACION URBANA. DATOS
SOBRE 51 CIUDADES — DATOS SOBRE 74 CIUDADES
V IV IEN D A S PU BLICAS CONSTRUIDAS V IV IE N D A S DEM O LIDAS
En gestión Construidas Total Tolal demolí. Oemoli. por Total
Ciudades 1949 1949-196? 1967 equivaleites reno. urba. Dom olldas
Pero, se nos dirá, ¿había entonces que dejar que la gente siguiese
viviendo en condiciones miserables? Dejemos a un lado el famoso y
demasiado a menudo evocado e idealizado problema de la destrucción
de la “vida comunitaria” l7, y preguntémonos, simplemente: ¿a dónde
van? Y es a propósito de esto que una serie de datos tienda a evidenciar
el fracaso de la renovación urbana desde el punto de vista de su impacto
sobre el problema de la vivienda. Hablamos de tendencia porque una
aureola de misterio parece envolver los datos estadísticos sobre el rea
lojamiento de las personas desplazadas por los proyectos de renovación
urbana U.S.A.
Estas personas desplazadas sumaron, en 1963, 609.000. Las pro
yecciones para 1972 cifran los desplazamientos en 3.800.000. A manera
de ayuda, el programa ha previsto subsidios especiales, que pueden
alcanzar la cifra de hasta 200 dólares por familia. En realidad, los sub
sidios otorgados hasta 1967 han sido los siguientes:
Cuadro IX
SUBSIDIOS DE REALOJAMIENTO ( basta 1967)
17 Cf. Jane Jacobs: The Death and Life of Great American Cities, N. Y.
Random House, 1961, y G. Suttles: The Social Order of the Slum, The Uni
versity of Chicago Press, 1969.
248 LA RENOVACION URBANA
Cuadro X
Cuadro X I
Cuadro X II
“ Cf. How Hoyt: «Rent Distortions of the Classic Models of Urban Struo-
ture», Lands Economics, X L , mayo 1964, 199-212.
n Cf. J. Gottmann y R. A. Harper (compiladores): Metrópolis on the Mo-
ve, John Wiley, vNueva York, 1967, 203 págs.
21 Cf. Scott Greer. The Emergmg City, The Free Press of Glencoe, 1962,
232 págs.
EN ESTADOS UNIDOS 253
a partir de ella ningún género de tabla rasa de las formas urbanas exis
tentes. Y esto porque aunque la ciudad se despueble — en lo que res
pecta a sus habitantes tradicionales— tal fenómeno nada tiene de defi
nitivo, ya que los verdaderos problemas surgen cuando aquéllos son
sustituidos por otros, muy diferentes desde el punto de vista sociológico.
En efecto, los inmuebles abandonados por la clase media son recu
perados por personas pertenecientes a los estratos sociales menos dota
dos de poder en todos los aspectos, y particularmente en lo relativo
a sus posibilidades en el mercado: es decir, por las personas y familias
con más bajo nivel de renta y por los grupos étnicos que sufren discri
minación, y, en particular, por los negros. Las casas abandonadas son,
pues, readaptadas por los propietarios, “readaptación” que generalmente
consiste en aumentar el número de apartamentos — haciendo, natural
mente, disminuir la superficie de cada uno de ellos— ■con el fin de obte
ner mayores rentas aún multiplicando el número de ocupantes. Por otra
parte, el propietario deja de invertir su dinero en reparación y manteni
miento del edificio, ya que — como veremos inmediatamente— la mecá
nica del sistema le lleva más bien a extraer beneficios de la aceleración
del proceso de obsolescencia de aquél29. La razón es doble: 1) Por una
parte, el precio del inmueble se halla en relación cada vez más desfa
vorable con respecto al precio del solar sobre el que se eleva, que
aumenta su valor a causa de la creciente escasez de suelo localizado en
el centro (mientras que en las zonas suburbanas sucede a la inversa).
2 ) Por otra, y teniendo en cuenta que las posibilidades de opción de
los nuevos ocupantes son limitadas, el propietario está seguro de en
contrar en toda circunstancia arrendatarios en número suficiente entre
los recién llegados en busca de empleos urbanos.
La estrategia del propietario es, por consiguiente, bastante simple:
esperar que la construcción de nuevos inmuebles o una operación de
renovación urbana le conduzcan a una situación en que pueda realizar
la venta de su terreno en condiciones ventajosas y, entre tanto, obtener
una renta suficiente gracias a las particulares condiciones, socialmente
definidas, del mercado inmobiliario en que opera.
Este tipo de gestión y el tipo de ocupación que de aquello se
deduce, aceleran el proceso de obsolescencia física de los inmuebles.
Además, el fenómeno no se produce aisladamente, sino que tiende a
patentizarse en amplias unidades ecológicas: una vez que los estratos
inferiores y los grupos étnicos dominados comienzan a ocupar un ba
rrio, las familias que poseen medios suficientes para mudarse a las zonas
suburbanas, comienzan indefectiblemente el éxodo. En Chicago, por
ejemplo, se lleva a cabo, cada año, una encuesta para censar las zonas
de habitación en las que más de un 2 5 % de los residentes son negros.
En 1950 había 1’08 0 ; entre 1950 y 1960, 1’345 adicionales; y entre
* Cf. Scott Greet: Urban Renewal and American Cities, op. cit.
254 LA RENOVACION URBANA
Cuadro X III
Cuadro XIV
Localización “
Región metropolitana 64.7 51.0 64.3 50.0 67.9 53.2
Ciudad Central 30.2 31.5 27.0 26.5 53.4 43.6
Periferia 34.6 19.5 37.3 23.5 14.5 9.6
Fuera de regiónmetropolitana 35.3 49.0 35.7 50.0 32.1 46.8
Cuadro X V
Cuadro X V I
Total 3 ,8 % 4 ,7 % 3 ,3 %
Blancos 3 ,4 % 3 ,7 % 3 ,1 %
No-Blancos 7,4 % 7 ,6 % 7 ,0 %
Cuadro X V II
Cuadro X V III
1960 1985
Zonoi Zonas
céntralas Periferias centrales Periferias
No-Blancos 10,4 2,8 20,1 6,8
Blancos 47,9 51,8 45,4 105,7
35 fiureau of the Census: Negro Population, Series P-20, núm. 175, 23 octu
bre 1968.
“ Arno I. Winard: «Characteristics of famiiies residing in poverty ateas
within large metropolitans areas», Bureau of the Census, 15 junio 1967, Tabla 2.
EN ESTADOS UNIDOS 2 61
Cuadro X IX
Año Porcentaje
1957 76%
1959 71 %
1960 68%
1961 66%
mía local, no hace pues más que reforzar, en el plano del consumo
público, el sistema de estratificación basado en la capacidad privada de
consumo50. El resultado de todo ésto, es la creciente incapacidad de
las ciudades centrales metropolitanas para asumir los gastos que implica
su funcionamiento. Entre 1945 y 1965, los gastos de las municipalida
des americanas crecieron en un 5 1 1 % , mientras que el producto na
cional bruto aumentaba “solamente" en un 259 %. Los municipios de
las ciudades centrales ocupan un capítulo importante en lo que se re
fiere a gastos, de los que un 40 % van a educación. Los impuestos
locales proporcionan la mitad de las cantidades necesarias. El resto
debe buscarse en fuentes diversas. Ahora bien, es precisamente a estas
ciudades centrales crónicamente deficitarias, a las que se les plantea el
problema de embarcarse en costosísimas operaciones de renovación.
Esto explica dos hechos: por una parte, el que el Gobierno Federal
venga financieramente en ayuda de los municipios de las ciudades cen
trales, y por otra, el de que éstas centren todo su interés en hacer apro
bar proyectos que mejoren el centro-ciudad y que representen, cara al
futuro, una fuente de rentas lo más segura posible. Resulta, pues, lógico
que en las nuevas implantaciones sobre suelo renovado, se otorgue
prioridad indiscutible a los edificios de negocio, al comercio y a las
casas de vivienda lujosas. No olvidemos que son las autoridades locales
las que llevan la iniciativa en todo lo concerniente a los proyectos. Para
discernir el contenido urbanístico de las operaciones propuestas, es
necesario tener en cuenta que éstas se desarrollan en función de esta
estrategia particular51. De ahí, la creciente importancia de la oposición
negra en lo que respecta a elecciones municipales: para la mayoría
blanca, perder el control de la ciudad equivale a abandonar el instru
mento esencial a la hora de plantear una resistencia a la transformación
ecológica de un espacio cotidiano.
L o mismo puede decirse con respecto a la “participación” en la
renovación urbana, es decir, que el objetivo de los proyectos determina
el sentido de esta participación, sean cuales sean su intensidad o am
plitud52. Puesto que se trata de preservar un determinado modo de
vida o ciertas funciones e instituciones consideradas como necesarias al
conjunto de la aglomeración, más bien que a los residentes en la zona,
la organización de esta participación se basa en los grupos de clase
media, que posiblemente permanecerán en el barrio después de la reno
vación, y en las instituciones a preservar. Se busca, pues, un apoyo de
Conclusión
[2 7 2 ]
Difusión Drbono
: ’i: : "
Dispersión residencial Dispersión de los actividades I
trucutral del espacio y el estudio del cambio espacial, que no son sino
dos perspectivas analíticas relativas al mismo proceso.
2 ) El tema de los medios sociales urbanos, redefinición teórica
de la manoseada problemática ideológica de la cultura urbana, puede
ser tratado mediante el estudio experimental de las condiciones ecológi
cas que tienden a reforzar o a debilitar la especificidad de los sistemas
de comportamiento en los diferentes grupos sociales (fracciones de
clase, definidas por una especificidad ideológica). El análisis de la dia
léctica concentración-dispersión/centralidad-marginalidad, a través del
estudio de los centros, de los barrios, de los barrios periféricos y de la
residencia semi-urbana, ofrece un terreno de rica tradición, escasos resul
tados y amplias perspectivas.
3 ) El tema de la política urbana debe combinar, a la vez, el es
tudio de las intervenciones del sistema político sobre los problemas
urbanos, con el análisis de la lucha de clases concerniente a dichos pro
blemas; es decir, que planificación urbana y movimientos sociales urba
nos son dos temas inseparables en cada situación concreta, aunque en
un caso se parta de las estructuras y en el otro de las prácticas. Obser
var a través de qué enfrentamientos, de qué intereses y de qué situa
ciones de poder se llega a la organización, siempre provisional, inestable,
en transformación, de una esfera de los problemas urbanos, permite
ligar, estrechamente, la problemática teórica urbana al estudio de la
estructura social general, a través de los análisis de los procesos de
cambio cualitativos que no pueden ser sino políticos.
Para abordar concretamente el trabajo teórico en estos tres terre
nos, una condición de bqse debe ser resuelta progresivamente: la de
partir de los conceptos fundamentales del materialismo histórico para
desarrollarlos, especificarlos en cada período de cada formación y con
respecto a una esfera determinada, y, por consiguiente, producir nuevos
conceptos que permitan, al mismo tiempo, resolver los problemas con
cretos planteados y proporcionar instrumentos de análisis más pode
rosos
A partir de una determinación clara de la cuestión teórica plan
teada, los problemas metodológicos indispensables para su esclarecimien
to pueden y deben ser planteados al mismo nivel de prioridad. En
efecto, la metodología “a priori” parte de una concepción idealista de
la ciencia, identificada a una racionalidad universal y a-histórica. La
metodología no es sino la práctica de investigación consistente en esta
blecer soluciones técnicas adecuadas a los problemas de experimentación
planteados por una determinada cuestión teórica. En esta óptica, dos