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traficantes de sueos
útiles
Índice
Introducción. Sergio García y Débora Ávila. Observatorio Metropolitano de Madrid 15
* El trabajo de investigación realizado por los autores para la elaboración y coordinación del
presente libro, además de en el colectivo de investigación militante Observatorio Metropoli-
tano de Madrid, se enmarca dentro del proyecto HAR2013-40621-P «El control del delito en
la España contemporánea: discursos de seguridad de excepcionalidad»; director: Pedro Oliver
Olmo (2014-2015).
15
16 Enclaves de riesgo
1 Véase J. A. Brandariz en el undécimo capítulo de este libro: «Un modelo de control obstinada-
mente soberano: Orden y castigo en el contexto hispano». [N. de E.]
2 M. Lazzarato, Le Gouvernement des inegalités. Critique de l’insecurité néolibérale, París, Éditions
Amsterdam, 2008.
Introducción 17
3 D. Ávila y M. Malo, «De los caminos para gobernar(se)», diagonalperiodico.net, 2014; dispo-
nible online.
18 Fin de ciclo
6 Para un estudio detallado de la proliferación de los discursos que anhelan la autoridad perdida
vehiculados por la ofensiva neocon en España, sus estrategias comunicativas y organizativas y el en-
tramado institucional y de medios de comunicación con el que ha contado, de manera especial en
Madrid, véase P. Carmona, B. García y A. Sánchez (Observatorio Metropolitano de Madrid), Spa-
nish Ñeocon. La revuelta neoconservadora en la derecha española, Madrid, Traficantes de Sueños, 2012.
7 Comentario de un lector escrito en la noticia que llevaba como titular «Aquí vinieron a pegarse
los de Aluche y Carabanchel», La Razón, 7 de septiembre de 2009.
20 Enclaves de riesgo
del mismo, aunque por cuestiones de gasto público prevea nuevas soluciones
al crecimiento del excedente de presos en forma de control penal exterior a la
prisión y de expulsiones de población extranjera.11
No solo la pena de prisión es la herramienta clave en el mantenimiento de
un orden social «seguro», sino que las sanciones administrativas —canjeables
en forma de sanción económica— han ido proliferando en la lucha contra toda
forma de «incivismo», sea en forma de botellón, ruido en el espacio público
o por ir a buscar a los niños al colegio en el caso de los «sin papeles». La gu-
bernamentalidad neoliberal no interviene tanto sobre los sujetos como sobre
sus acciones y sobre el medio en el que se desenvuelven. Por ello, no es tan
prioritario el castigo sobre el cuerpo —en forma de encierro— como la reo-
rientación del fluir natural de las conductas mediante la imposición de costes
adicionales que se espera reorienten las decisiones racionales de los sujetos
indeseables. La interposición de trabas, de un lado, y de incentivos, por el
otro, tiene como fin principal producir una vida urbana funcional al mercado
(comercio seguro, optimismo consumista), pero además permite gestionar el
espacio público hasta convertirlo en un espacio política y culturalmente plano,
«seguro».12 En nombre del civismo, numerosas ordenanzas municipales han
resignificado el concepto de espacio público para introducir una batería de
medidas y sanciones burorrepresivas13 contra la presencia de personas y grupos
sociales excluidos en determinados espacios de la economía formal y de otros
espacios privatizados y mercantilizados. Dado que sus comportamientos no
son punibles en «democracia» (al menos de momento) y, sin embargo, «gene-
ran inseguridad», las ordenanzas municipales contra la venta ambulante, el
ruido o el botellón, tratan de domesticar y pacificar un espacio de por sí con-
flictivo.14 Y es que como decía el lema institucional: «Madrid limpio es capital».
Un modelo emergente
19 Como se notará a lo largo del libro, los distintos autores hemos empleado en ocasiones voca-
bularios distintos para referirnos al mismo proceso: el tránsito desde los modelos disciplinarios a
los de control securitario. [N. de E.]
26 Enclaves de riesgo
Así, la respuesta ante todos los males difusos que atraviesan lo social no se
enuncia en términos de más igualdad, sino de más seguridad. Seguridad per-
sonal, frente a todas las amenazas que vulneran nuestras libertades.
Y esto nos parece importante. Porque lejos de ser antagónicos, el par se-
guridad/libertad funciona al unísono. No es más libertad lo que necesita-
mos para vencer el envite del dispositivo securitario,20 no basta con reclamar
nuestras libertades individuales, por más que éstas sean fundamentales. Es-
taríamos propiciando que la partida se juegue únicamente entre dos de los
valores más relevantes para el modelo social neoliberal. Porque si la seguri-
dad funciona como el único pegamento posible en un tejido social tremen-
damente desigual, la libertad es la base sobre la que construir un deseo que
nos introduce de lleno en el mercado de la competencia. Por eso, frente a la
extensión de la retórica que pide más seguridad como garante de nuestra
libertad individual, desde aquí apostamos por reintroducir el problema de
la igualdad en el debate sobre la seguridad.
Si planteamos que el principal peligro para una ciudad igualitaria y soli-
daria estriba en la acción de las «policías civilizadas», es precisamente por-
que éstas son las policías de la desigualdad. Gracias a ellas no se cuestionan
las raíces sociales de la delincuencia: ni de la producción de leyes que crimi-
nalizan unas prácticas y no otras, ni de las condiciones sociales que hacen
que para ciertos grupos sociales el reconocimiento y los recursos sean más
factibles de obtener mediante acciones ilegales que legales. No se cuestiona
porque las nuevas policías y sus metodologías tecnificadas son eficaces en la
prevención y la contención de los delitos y desórdenes que afectan a buena
parte de la ciudadanía. La eficacia policial conecta con los intereses indivi-
dualizados generados en el marco de verdad neoliberal, y precisamente la
relativa escasez de «violencia desproporcionada» en sus actuaciones hace
pasar a las fuerzas de seguridad como una policía moderna y democrática,
propia de un país avanzado. Esta policía transmutada en servicio público —
como la sanidad o la educación— permite además que sea delegada en ella
la resolución de conflictos que la disolución de vínculos comunitarios hace
cada vez más incómodos y difíciles de afrontar. Es una policía al servicio de
la «gente normal», y es desde esa normalidad desde la que cada cual queda
confirmado en su posición social frente a la amenaza del de abajo.
Sostenemos que en el espacio de nuevos posibles que se abrió con el ciclo
de luchas del 15M merece la pena actualizar el debate sobre la seguridad en
términos de su relación con la desigualdad. Si tomamos el neoliberalismo
como forma que ha ido adoptando lo social, no cabe duda de que la igualdad
20 Lo que no quita la defensa de ciertas libertades puestas en cuestión por parte de las autoridades
con nuevos corpus jurídicos tales como la recientemente aprobada Ley de Seguridad Ciudadana.
Introducción 31
Bibliografía