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Uno de los constreñimientos del análisis es el tiempo que exige. El otro papel que juega el
tiempo, es el de las urgencias clínicas; si bien no es una terapéutica de la urgencia, nos
encontramos con urgencias psíquicas a las que tenemos que atender.
El tiempo de la Interpretación: es un tiempo que el analista se tomará, caso por caso, pero
que alude también al tiempo que hay que esperar para que cada paciente pueda
escuchar una interpretación.
El tiempo del que disponemos para una indicación de análisis y para los movimientos de
apertura: Piera Aulagnier sugiere, no tomarse mucho tiempo, ya que un sujeto puede
estar dispuesto a hacer de nuestra persona el soporte de sus proyecciones con mucha
carga afectiva y si, decidimos no atenderlo, podría vivirlo como un rechazo y eso
confirmarle la existencia de un perseguidor. Se podría producir una descompensación o
un desencadenamiento.
Diagnóstico diferencial y las entrevistas preliminares. Los criterios teóricos nos ayudan,
pero siempre se debe tener en cuenta que nos encontramos con un sujeto viviente y
escuchamos la singularidad. Darse tiempo para ver que hay detrás de ese cuadro
sintomático para diagnosticar. Escucharse para saber si uno quiere proponerse como
analista para ese sujeto.
El calificativo de analizable
Para Piera Aulagnier un sujeto es analizable si está dispuesto a vérselas con su propio
conflicto psíquico y sus síntomas. Es preciso que las deducciones que se puedan extraer
de las entrevistas preliminares, hagan esperar que se pueda poner luz al conflicto
inconsciente. Que el sujeto, una vez terminado su itinerario analítico, pueda poner lo que
adquirió en la experiencia vivida, al servicio de objetivos elegidos, siempre en función de
su singularidad, de su problemática y de su historia. Modificación orientada a reforzar la
acción de Eros a expensas de Tánatos.
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Los movimientos de apertura.
Consideraciones de los movimientos de apertura por fuera del registro de la psicosis. Los
movimientos de apertura son función de lo que el analista prevé y anticipa sobre la
relación transferencial futura. Todo analista deberá tener en cuenta la intensidad y la
cualidad de los afectos movilizados en los dos partenaires en el curso de los encuentros.
Decidir qué elementos de los que oímos elegimos, para elegir también los movimientos
de apertura, de qué cuadro partir, (la autora toma la idea del juego de ajedrez). Elegir la
apertura más idónea, para reducir en la transferencia que se va a establecer, los efectos
de los movimientos de resistencia.
No solo que el abanico de aperturas es limitado por las exigencias metodológicas, sino
que siempre nos vemos precisados a elegir una apertura compatible con la singularidad
del otro jugador, y de sus propios movimientos de apertura.
El analista en los tiempos de apertura, ocupando la posición del oído del que habla, podrá
transformar un pensamiento sin destinatario, en un discurso que uno puede oír y que él
mismo sujeto puede oír. Es otro, indeterminado aún, quien escucha un discurso destinado
al progenitor, al perseguidor, dios o el diablo, pero la presencia de una escucha nueva,
pasa a garantizar al sujeto que esto que dice forma de nuevo parte de lo oíble, de lo
investible por el otro. El psicótico necesita de esta seguridad; esta seguridad es la que
funda la posibilidad de una relación de investimento en el registro de la psicosis.
El texto hace un recorrido histórico acerca del lugar que ocupó la cuestión del diagnóstico
para la psiquiatría y el psicoanálisis.
El término diagnóstico
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1. Etimológicamente, deriva del griego y significa distinguir, conocer. Esta acepción
se puede identificar al término con el proceso de conocimiento, discernimiento,
discriminación, y no necesariamente en un rotulamiento.
La psiquiatría
Por un lado la autora, hace mención al valor que tuvo el intento de poner orden a los
fenómenos de principio de siglo por parte de la psiquiatría clásica; la precisión y la
riqueza del detalle en las descripciones fenoménicas y en las clasificaciones; al mismo
tiempo, refiere que la psiquiatría produce un modo de pensar creando categorías
universales para entender la singularidad. Sin embargo, afirma la autora, el
cuestionamiento que puede hacerse al diagnóstico en su dimensión objetivante, no debe
hacernos concluir que hay que eliminarlo, sino que hace necesario redefinir en base a qué
criterios se hace, y en qué lugar de la teoría y de la práctica se ubica.
El diagnóstico en psicoanálisis
De S. Freud el texto dice que creó una nueva clasificación nosográfica, pero además , se
interrogó por las condiciones de producción de cada patología, y los mecanismos
universales; y se propuso discernir entre las diferentes formas de funcionamiento, y estar
atento a la singularidad; a la vez que descubrió que en la variabilidad de lo fenoménico
hay un orden y una legalidad.
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Destaca el valor de la fecundidad de la obra de S. Freud y de J. Lacan en la construcción
de un saber a partir de un pensamiento que permite reconocer diferencias y recurrencias
producidas en las condiciones de la experiencia analítica. El diagnóstico psicoanalítico se
realiza en transferencia.
Rubinstein A. subraya en este último punto del texto las relaciones entre diagnóstico y
práctica analítica: particularmente el modo en que dicho saber opera en el analista cuando
éste toma su lugar en el dispositivo. La producción teórica y la práctica analítica
constituyen dos momentos diferenciados del quehacer analítico, aunque sin duda
interdependientes. No permite estar atentos a la singularidad del paciente, anteponer el
“saber referencial” al “saber textual”. La afirmación de Lacan en “Variantes de la Cura
Tipo”: “Lo que el analista debe saber: ignorar lo que sabe”. Lacan, 1955. Tomar el
diagnóstico como certeza anticipadamente, obtura la escucha; pero desconocerlo puede
llevar al analista a perder su orientación en la cura. El análisis se lleva a cabo en una
tensión entre experiencia y teoría.
Dificultades diagnósticas