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EL PASADOR EN EL PASE

por José Ángel Zuberman.

(*) Reunión Lacanoamericana de Psicoanálisis; Rosario; 1999.

QUIERO poner en discusión la función del pasador en el pase


comenzando por aclarar que es el único lugar en el dispositivo que no
ocupé. He sido pasante y testimonié de ello en el II Interassociatif, en las
Jornadas realizadas a los diez años de la muerte de Lacan en Paris y
que publicara Cuadernos "S.Freud" número quince. Tuve el honor de ser
Jurado en el Escuela de Psicoanálisis "S.Freud"– Rosario y testimonié de
mi trabajo, como corresponde, ante dicha Escuela; también tengo el
honor y el gusto de ser miembro del Jurado de Pase de la Escuela
Freudiana de Buenos Aires y del Cartel de Pase de la Escuela Freudiana
de la Argentina. Lo enuncio para decir que mi trabajo se funda en una
experiencia, en una práctica que vengo realizando con otros en relación
a esta clínica tan nueva que me entusiasma tanto como la atención de
mis primeros pacientes en otros tiempos.

¿Cuál es mi interés en la función del pasador? En primer lugar se trata


de mi interés en todo lo que concierne al dispositivo de pase, a este
modo de reclutamiento de analistas que inventa Lacan y pretende sea un
modo de selección que no participe de las leyes de la competencia con
que funcionan la mayoría de las asociaciones, analíticas o no. Basar la
autoridad en el testimonio que permite historizar un análisis no es lo
mismo que fundarlo en las leyes de la competencia o la solidaridad. El
dispositivo que propone Lacan, es por fuera del análisis, y permite que se
nomine analistas a quienes, sin embargo, se autorizan de sí mismos. En
el dispositivo de pase se juega esta contradicción aparente: el analista
que se autoriza de sí mismo se hace confirmar por un Jurado cuya
autoridad acepta a los efectos, para ser confirmado sólo si puede
historizar por sí mismo su análisis.

El extremo cuidado por la igualdad, convoca al Amo. Si me cuento entre


los que ciertos modos autoritarios de Lacan le causan molestia, también
me cuento entre los que pueden reconocer que Freud jamás nombró
analistas . Lacan sí pudo nominar analistas, como miembro del Jurado de
Confirmación de la Ecole Freudianne de Paris, mas allá de los rasgos
personales que de él describen quienes lo trataron cotidianamente. Es
que el dispositivo, justamente, acota esos rasgos y confiere mas
autoridad que la que detenta. El dispositivo permite nominar, confirmar,
reconocer que hay analistas, que hay quienes historizaron su análisis y
producen desde esta encrucijada una enseñanza para quien pueda
aprenderla en el campo del Psicoanálisis. No es una experiencia
obligatoria ni es para todos. Es una experiencia que hace quien cree que
es un modo de transmisión que vale la pena para él y para el
Psicoanálisis. El relámpago que se produce lleva su luz diferente a algún
sector en sombras del análisis historizado que le incumbe al mismo
pasante re–leer y re–conocer en su condición de sujeto llamado a
semblantear el a en otro análisis, y al Jurado captar en su dimensión
poiética, mas de re–creación o de re–invención que de transmisión del
Psicoanálisis. Digo así porque el Psicoanálisis se transmite en su re–
creación, en su re–invención, a diferencia de las verdades de la Religión,
donde es virtuoso transmitir tal cual aquello que se recibió. Digo que el
pase no es un deber– ser porque existen otros modos de transmitir el
psicoanálisis: el seminario, el escrito que sin duda, también dejan pasar
la palabra .

Nos corresponde a los que dedicamos tantas horas durante tanto tiempo
a este trabajo dar las razones por las que lo hacemos, por qué elegimos
este modo no burocrático ni autoritario de nominar analistas. Para
comenzar, ni la enseñanza ni el escrito dejan leer en singular qué nos
enseña cada análisis, como sí lo produce el testimonio del pase. La
investigación sobre el fin del análisis que "cambia la demanda con fines
de formación" y "modifica la noción de proceso analítico" sólo se puede
sostener en su singularidad y en la pregunta por cómo se produjo en los
testimonios del trabajo de pase. Subrayando así las razones de mi
implicación en este trabajo que realizo con otros en un marco que en los
tres casos se llama Escuela, parto de la afirmación de J. Lacan de que
"el pasador es el pase" por "resultar en su movimiento su esencia
misma".

Necesito confesar que una importante preocupación mía fue que el lugar
del pasador no fuese un lugar sacrificial. El primer nombre que Lacan da
al pasador es temoin, testigo. En el marco legal de un juicio el testigo es
un sacrificado, ya que quien litiga gana o pierde, el Juez hace su trabajo
y tiene sus honores, pero el convocado como testigo sólo se presta para
que surja la verdad, se haga justicia, sin ganar ni perder nada en el pleito
en cuestión.

"Habrán sido elegidos por un Analista de la Escuela, el que pueda


responder de que están en ese pase o de que hayan vuelto a él, en
resumen todavía ligados al desenlace de su experiencia personal. Es a
ellos que un psicoanalizante, para hacerse autorizar como Analista de la
Escuela, hablará de su análisis, y el testimonio que sabrán acoger de lo
vivo mismo de su propio pasado [passé] será de aquellos que no recoge
nunca ningún jurado de Confirmación. La decisión de un jurado tal se
vería así esclarecida por esos testigos por supuesto no siendo jueces."(1)

"Quise evitar el retorno a las viejas usanzas, el carácter magistral que


siempre se desprende del hecho de que alguien esté allí como candidato.
Consiento en que al passant se lo llame candidato o cándido [candidat –
candide], qué importa; lo importante es que el que lo oye no se muestre
altanero. Por eso pedí expresamente que los passeurs se eligieran sólo
entre los más nuevos, y que los eligiese su analista, independientemente,
lo subrayé, de su consentimiento. En algunos casos los que ocuparon la
posición de passeur se las dieron de analistas, y esto no es, en absoluto,
lo que esperamos de ellos. Lo que esperamos de ellos es un testimonio,
una transmisión, la transmisión de una experiencia en cuanto
precisamente no se dirige a un viejo de la vieja guardia, a un mayor."(1)

Me parece que es suficientemente claro en lo que hace a la función del


pasador y a quienes cabe elegir en ese lugar. Un A.E es quien designa
como pasador a un analizante en un momento particular de su análisis,
próximo al desenlace. Que Lacan haya puesto mucho cuidado en la
designación de pasadores habla del valor que le daba a ese lugar en el
dispositivo. Lo más importante de la función del pasador es que no haga
obstáculo, que deje pasar el testimonio del pasante sin juzgarlo, sin
interpretar. No toda subjetividad soporta dejar pasar la palabra del otro.
La capacidad de poder ubicarse como soporte real del dispositivo,
soportando ese lugar hace a un momento del análisis en el que el sujeto
está advertido del engaño del SsS y de su división constitutiva.

El caso citado por el Jurado de quien quiso testimoniar "directamente"


ante el Jurado, habla a las claras de desconocer cómo el significante
pasa, y de desconocer la función del objeto a en la división del $. La
función del pasador hace radicalmente a la experiencia del pase. Que el
pasante quiera dirigirse al Otro que el Jurado encarnaría, constata que el
suyo no es el tiempo de pase, que el Otro no está caído para él.

En la experiencia en la que me tocó participar en Rosario, una pasadora


no era psicoanalista de profesión sino profesora universitaria de Letras.
No conocía la existencia de la Escuela de Psicoanálisis "Sigmund Freud"
– Rosario desde donde la llaman para comunicarle que fue propuesta y
sorteada para ocupar ese lugar. Realiza su tarea con dedicación y toma
prolija nota de lo testimoniado por la pasante. Su desconcierto
manifestado en "yo no la ubicaba"– "ella no me ubicaba", no obstaculiza
que la palabra pase. Quizá porque puede situarse en tanto semejante no
intenta comprender ni tampoco ocupar el lugar del Otro de la
interpretación. Aclara al comienzo de su testimonio que nos dejaría un
libro de poemas que la pasante le obsequió, objeto que a ella le pesa,
cree que como regalo pertenece más al Jurado que a sí misma y lo
deposita sobre la mesa. El libro de poemas de la autoría de un familiar
directo de la pasante reposa sobre la mesa los noventa minutos que dura
el testimonio. Al retirarse, y para nuestra sorpresa, vuelve a guardar el
libro junto con sus notas en la cartera. El Jurado delibera casi una hora
sobre lo acontecido, y cuando cree haber llegado a una aceptable
conclusión, ya despidiéndonos en la calle, baja la pasadora agitada de un
auto, libro en mano, para entregárnoslo. Se jugó en este episodio tanto o
más que en el relato. La pasante había recibido en préstamo de su
analista un ejemplar fotocopiado de un Seminario de Lacan. En esos
tiempos la calidad de la fotocopias determinó que una hoja del original
prestado quede manchado con tinta. Devuelve el original y la mancha
queda oculta por pudor. La mancha entra a jugar como peso superyoico
para la pasadora, que ella muestra más que relata; retiene un tiempo,
pero se deshace del peso del libro. La interrogación no viene desde la
plenitud de lo Real sino desde la cara Real del semejante. Lo Real para
el psicoanálisis es puntual, no es el real kantiano, e interroga desde el
semejante. Allí, "el pasador es el pase", allí estuvo, allí cargó con ese
libro, en el doble sentido del término cargar: libidinal y superyoico. Lo
libidinal de esa carga se jugó propiciatoriamente en el análisis de la
pasadora. Lo superyoico pasa al Jurado que comienza a enlentecer su
labor, a sentir pesado su trabajo, a dudar largamente de su decisión de
nominar. Esa decisión se torna factible tras el hallazgo de versos de
Neruda repetidamente citados por la pasante:

"Mancha volante y llamarada

ahora se queda parada

sobre una hoja que se mece"

La mancha pudorosamente escondida había devenido de mancha moral,


una mancha volante y ardiente que remitía a que de lo imposible de la
sexualidad de una mujer es posible gozar.
La cualidad pedida por Lacan al pasador hace a que se sitúe en tanto
semejante justamente ante quien el Otro está ya caído. Allí quien está
posicionado como analizante no puede no estar; y es por eso que deja
pasar en su relato y en su cuerpo, cara Simbólica y Real del semejante,
jugados en esta escena, en este marco de trabajo, la palabra del
pasante.

El Otro pasador quien sí ejerce profesionalmente el psicoanálisis dice


que su dificultad mayor es poder situarse escuchando un discurso que no
es en transferencia, donde el relato de una experiencia que pasó, no es
un llamado al Otro de la interpretación. Pero, hete aquí que el Otro ya no
está en su plenitud tampoco para el pasador que escucha, soledad que
sintió y llevó propiciatoriamente a su análisis, maravillado de reconocer
que existe un discurso que no es en transferencia y que tuvo para él
consecuencias que exceden a este trabajo.

El testimonio no se juzga sólo en el decir del pasador. Toca su ser


cuando un libro es un peso difícil de soportar pero que también es un
goce retener o cuando la soledad sentida en la escucha de la pasante
genera angustia, que deviene discurso en su sesión siguiente.

El relámpago, esa luz diferente, que la experiencias del pase produce


sobre el análisis es clara en el discurso de Lacan en lo que concierne a la
historización del análisis del pasante. Entiendo que esta luz también
alcanza al pasador en tanto sujeto. Si el pasador es el pase, más allá de
ocupar este lugar, su vida sigue, su análisis también y estas experiencias
resuelven mi duda planteada al inicio sobre lo sacrificial del lugar del
pasador.

La luz diferente del relámpago producida también ilumina zonas del


análisis del pasador. En su condición de resto del dispositivo –ni su
nombre se da a conocer– en su papel de objeto que también es resto de
lo testimoniado, lleva algo pegado al borde del cuerpo, que causará
discurso en su condición de $ eligiendo él el modo de dar cuenta de lo
producido en su subjetividad.

Agrego dos acontecimientos que enriquecen mi planteo y que fueron


públicamente relatados. Una pasante de la E.F.B.A, miembro de la
institución como corresponde en la legalidad por nosotros instituida,
decide pedir dar su testimonio de pase tras una intervención que la
sorprende en su condición de pasadora. El otro: una pasadora escribe un
trabajo, muy interesante, primer testimonio que yo escucho de un
pasador tras la experiencia vivida.

Poder situarse como semejante y no es posición del Otro de la


interpretación, del SsS, hace a un tiempo del análisis del pasador. Pero
interesa que en este tiempo en que acepta ocupar este lugar en el
dispositivo que lo pone en posición de ser, de objeto, el pasador hace
una experiencia, una práctica que lo interroga en su subjetividad. Esto no
es sin el dispositivo y los tiempos que lo constituyen. Siempre sostuve
que si un Jurado de analistas llega a una votación democrática hay algo
del trabajo que no se produjo. El tiempo que este trabajo requiere no es
cronológicamente regulable. La pretensión de un tiempo de trabajo no es
la unanimidad, sino que ésta se produce cada vez que un trabajo hecho
según la legalidad del Cartel deja decantar una conclusión clara. Un resto
cae, unas letras marcarán la nominación de aquello que dio a conocer y
es de interpretación imposible. Como siempre lo que cada uno haga con
esa luz diferente del relámpago corre por su responsabilidad.

Mi responsabilidad es, en el sentido de dar respuesta en este caso sobre


las preguntas que me hice en relación al pasador y las respuestas que
me surgen de esta práctica que iniciaron las Escuelas en las que hemos
puesto en funcionamiento el dispositivo de pase en nuestro medio. De
ellas soy deudor así como de los que testimoniaron como pasantes,
pasadores o dieron testimonio de su función de Jurado en el dispositivo.

NOTAS

(1) – Citas tomadas con su traducción entre paréntesis del Documento de


la E.F.B.A. del 11 de octubre de 1989 "Sobre la designación de
pasadores en la E.F.B.A.", publicada en Cuadernos "S.Freud" Nro. 14,
pág. 161. La primera corresponde a la Proposición del 9 de Octubre de
1967 sobre el Psicoanalista de la Escuela, segunda versión , Silicet I y la
segunda al Discurso de Lacan "Sobre la experiencia del pase", publicado
en castellano en Ornicar 1.

Confirmación. La decisión de un jurado tal se vería así esclarecida por


esos testigos por supuesto no siendo jueces."

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