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TEORÍA

DE LOS

SENTIMIENTOS
Carlos Castilla del Pino

TUSOUETS
TNtEOTORES
Carlos Castilla del Pino
TEORÍA DE LOS
SENTIMIENTOS

Ensayo

TUSflUETS
índice

1 a edición octubre 2000


2 a edición noviembre 2000
3 ' edición diciembre 2000 Prólogo 13
4 a edición diciembre 2000
5 " edición enero 2001 1. Q u é s o n los s e n t i m i e n t o s 17
6 * edición febrero 2001
1 Un experimento mental - 2 Los sentimientos, instrumentos
del sujeto - 3 Los sentimientos, estados del sujeto - 4 Los sen-
timientos, estados del organismo - 5 Cognición y comunicación -
6 Los sentimientos, íntimos Lo intimo, no contrastable - 7 In-
timidad, incertidumbre, confianza.- 8 Tener y haber tenido un
sentimiento - 9 Los sentimientos, objetos provocadores meta-
sentimientos - 10 Todos los seres humanos tienen sentimientos

( Carlos Castilla del Pino, 2000 2. El sujeto. Los s e n t i m i e n t o s e n la a r q u i t e c t u r a


y e c o n o m í a del sujeto 35
1 El sujeto, ímptescmdible - 2 El sujeto, sistema del organismo -
3 El sujeto, formación mental - 4 La relación sujeto/objeto, re-
lación paicial e imaginaria - 5 Heteiogeneidad del sujeto y con-
flictuahdad de la telacion sujeto/objeto - 6 Autorrepresentación
del sujeto y teoría de la realidad - 7 Arquitectura sentimental El
se// - 8 Esti ategia<- del sujeto yoes adecuados

3. F u n c i ó n de los s e n t i m i e n t o s .
I. V i n c u l a c i ó n d e s i d e r a t i v a 53
1 La con)uncion hombre/mundo - 2 Fot mas básicas de vinculación
aceptación y recha/o - 3 La miocidad de los objetos y la relación
imaginaria

Diseño de la cubierta BM
4. F u n c i ó n d e los s e n t i m i e n t o s . II. E x p r e s i ó n . . . . 61
Reservados todos los derechos de esta edición para 1 Los sentimientos como síntomas - 2 Los sentimientos como
lusquets Editores, S A Cesare Cantu, 8 08023 Barcelona objetos cogmtivos - 3 Función expiesiva- 4 Expiesion y apela
ISBN 84 8310 708 2 cion - 5 Expiesion y comunicación - 6 El bucle de la expusion
Deposito legal B 10 003 2001 la autoapelacion
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Impreso sobre papel Offset F Crudo de Papelera del Leizaran, S A
Liberduplex, S L Constitución, 19 08014 Barcelona 5 F u n c i ó n d e los s e n t i m i e n t o s III O i g a n i / a c ion
Impreso en España axiológica y subjetiva d e la i calidad 75
1. Egotismo, egocentrismo: subjetividad.- 2. Etapas en la organi- Apéndices
zación axiológica.- 3. Del sentimiento al valor.- 4. Excurso: La A. El sujeto como sistema 251
subjetividad de los valores.- 5. Organización axiológica de la rea- 1. De los Yoes al sujeto. Un modelo de sujeto.- 2. Función del su-
lidad y de sí mismo. Tabla de valores.- 6. Organización axiológica jeto.- 3. Teoría instrumental del yo. Sujeto y memoria.
y psico(pato)logía. - 7. Rigidez versus flexibilidad
B. Sentimientos, pasiones: la mirada filosófica 278
6. Causa y motivo de los sentimientos 97 Aristóteles. - Descartes.- Spinoza.- Pascal.- Max Scheler.- Kurt
1. No hay no sentimiento.- 2. Los sentimientos, causados.- 3. Los Sehneider.- Wittgenstein.
sentimientos, motivados.- 4. Excurso: Denotación, connotación e
interpretación.- 5. No hay sentimientos inmotivados.- 6. La re- C. El odio 291
sistencia 1. Por qué odiamos.- 2. Para qué odiamos.- 3. Cómo odiamos.-
4. La paradoja del odio: el odio, sentimientos patológico.- 5. Gé-
7. Evolución sentimental 119 nesis del odio.
1. Notas preliminares.- 2. Módulo cognitivoemocional estándar. -
3. Fórmula estándar: dinámica.- 4. Primera etapa: protosenti- D. La envidia 299
miento, deseo de posesión.- 5. Segunda etapa: presentimientos. I. La envidia, relación interpersonal.- 2. La situación de envidia,
Retención/rechazo.- 6. Tercera etapa: sentimientos.- 7. Addenda: una relación asimétrica.- 3. La envidia, relación de dependencia.-
Involución de los sentimientos 4. La envidia, interacción oculta.- 5. La expresión —semiología—
de la envidia.- 6. Conceptualización de la envidia.- 7. Los bienes,
8. Tipología de los s e n t i m i e n t o s 147 atributos simbólicos del sujeto.- 8. La relación envidioso/envi-
1. Taxonomía y teoría de los sentimientos.- 2. Tipología y evolu- diado.- 9. Efectos de la envidia.- 10. Impotencia en la envidia.-
ción.- 3. Observaciones preliminares.- 4. La bipolarización, carac- I I . La envidia como destrucción.
terística general de la vida emocional- 5. Criterio taxonómico: la
vinculación.- 6. La estructura modular.- 7. Concepto de red. Inter- E. La sospecha 319
modularidad.- 8. Addenda: Algunos tipos de sentimientos.- 9. Es- 1. La relación interpersonal, relación incierta.- 2. Saber/poseer. -
tructuras emocionales.- 10. Dinámica de la estructura emocional 3. El limitado saber sobre el otro.- 4. Lo cierto/incierto en la in-
teracción.- 5. El principio confianza.- 6. Conceptualización de la
9. El discurso verbal en el universo sentimental 173 confianza.- 7. Grados de confianza.- 8. Confianza, luego incerti-
1. Expresar y decir.- 2. Cognición y agnosia motivacionales.- dumbre. Entropía en la interacción.- 9. Apuesta por la con-
3. Introducción a la hermenéutica del lenguaje fianza.- 10. La apuesta por el otro: el sujeto de la fianza.- 11. La
doble estrategia de la interacción.- 12. La apuesta, apuntalada.-
10. Sentimientos anormales y patológicos 191 13. Opciones: Confianza/desconfianza.- 14. Apuesta por la des-
1. Criterios de demarcación.- 2. Normal/anormal.- 3. Sentimien- confianza.- 15. De la desconfianza a la sospecha. Teoría de la sos-
tos anormales.- 4. Tipología de los sentimientos anormales.- pecha.- 16. Sospecha y suspicacia.- 17. Sospecha y miedo.- 18. El
5. Sentimientos patológicos.- 6. Los sentimientos en los tras- trabajo en pro de la confianza/desconfianza/sospecha.- 19. Para-
tornos específicamente afectivos.- 7. Los sentimientos en los noidia.- 20. Confianza versus desconfianza y sospecha.
trastornos neuróticos.- 8. Los sentimientos en la caracterosis.-
9. Los sentimientos en las paranoias y los delirios crónicos.- 10.
Léxico 337
Los sentimientos y las psicosis esquizofrénicas.- 11. Los senti-
mientos y la amencia.- 12. Los sentimientos y las demencias.-
Notas 349
13. Excurso: Sentimientos en el sueño
Láminas 379
11. Neuroíisiología de los sentimientos 239
1. Observaciones preliminares.- 2. Los circuitos cortiosubcortica-
les de la emoción.- 3. Química de la emoción
A Tch, por su arquitectura sentimental
There's no art to find the mind's construc-
tion in the face.

[No hay arte que descubra en el rostro la


construcción del alma.]

William Shakespeare,
Macbeth, act. I, esc. IV
Prólogo

Todos los seres humanos tenemos conciencia de los sentimientos


que nos vinculan a los demás objetos (objetos propiamente dichos,
paisajes, pueblos, animales, personas...), bien porque deseamos de al-
guna manera poseerlos, bien porque deseamos rechazarlos; todos te-
nemos además una teoría acerca de los sentimientos de los demás y
clasificamos a los que nos rodean como sujetos de buenos o malos,
muchos o pocos, sentimientos: nos va en ello la vida de relación, es
decir, desde amar/odiar hasta las distintas formas y grados de la sim-
patía y la antipatía. Con los sentimientos, cada sujeto ordena los ob-
jetos que componen su realidad, y la relación que establece con ellos
depende tanto del sentimiento que les profesa cuanto —en el caso de
personas y animales domésticos— de los sentimientos que cree que le
profesan a él.
Ahora bien, las teorías de que parte un sujeto corresponden no sólo
a la Psicología sino también, como miembro de un colectivo, a la So-
ciología y la Antropología cultural. En estas dos disciplinas no inte-
resa qué son los sentimientos sino cómo los manejan los miembros de
esos colectivos aludidos. La Psico(pato)logía, la en cambio, ha de cons-
truir una teoiía de los sentimientos que dé cuenta de para qué sirven,
qué funciones cumplen en la economía del sistema que se llama su-
jeto, cómo se generan los sentimientos en él, cómo los expresa, cuáles
son sus causas y cuáles los motivos, además de los criterios para cla-
sificar los sentimientos en normales, anormales o patológicos, entre
otras muchas cuestiones. De todo ello tratan estas páginas.
No me arredra decir que no he encontrado una teoría de los senli-
mientos que me satisfaga (también ésta ha de ser mejorada, si no
sustituida). He hallado descripciones perfectas de determinados sentí
mientos, pero no una teoría que incluya de manera coherente las n i c v
tiones enumeradas. Si la gente siente sin necesidad de un sabei cxpli
cito acerca de lo que significa sentir y tener sentimienlos, los psu ologos
y psiquiatras necesitamos un corpus teórico que su va en micsli.i invcs

' La gialia psito(pato)logia, que va ha sido adoptada poi val ios anión s p.uu di I
axioma del continuo psicologioo/psicopatologico

n
tigación y en nuestra práctica profesional, como nos sirve el mapa en tirio. La última versión es de mi entera responsabilidad, aunque sea
un territorio poco o nada conocido. para mal. Es un privilegio que el cuidado de la edición dependa de
Sobre los sentimientos he tratado en muchos de mis libros y mo- Juan Cerezo: sus observaciones son siempre inteligentes y certeras, y
nografías. Con los años, me he dado cuenta de que necesitaba poner yo se las agradezco. En realidad, en Cesare Cantü, 8, se ha sabido crear
orden en la teoría subyacente a mi enfoque del tema como investiga- un estilo, que apreciamos por lo que vale y por lo que escasea, y que
dor en la psico(pato)logía, como psiquiatra clínico y como docente. nos seduce a muchos.
En este libro se conciben los sentimientos como un instrumento de Mi gratitud también a mi querida Beatriz de Moura, una editora
que dispone el sujeto para la relación (emocional, afectiva, además inconcebible en los tiempos que corren: si Dios existe, que nos la con-
de la mera y fundamental relación cognitiva, para la cual, como haré serve.
ver, la relación emocional es condición necesaria) con los objetos del
mundo exterior y consigo mismo, es decir, con los pensamientos, fan- Castro del Río, Casa del Olivo
tasías, deseos, impulsos, etcétera. «Objetos», unos y otros, en el amplio Primavera de 1999
sentido del término, porque «objeto» es todo lo que podemos delimi-
tar y juzgar, y el ser humano se delimita a sí mismo y se juzga en su
totalidad o en parte. Los sentimientos mismos se hacen objeto para el
sujeto que los posee, y puede «leerlos», es decir, describirlos, delimi-
tarlos y juzgarlos también. La teoría de los sentimientos se expone en
el cuerpo principal del texto. El lector tropezará en las primeras pági-
nas con una serie de fórmulas que no deben desanimarle. La fórmula
es la reducción a esquema de lo explicitado en el texto mismo, y tiene
utilidad en la medida en que permite desarrollarla en forma de teoría.
Más adelante incluyo protocolos clínicos que ilustran los asuntos tra-
tados. En su mayoría parten de una lámina del Test de Apercepción Te-
mática, de Murray (TAT), un test proyectivo que uso en mi práctica
médica por su excepcional valor para la detección de las proyecciones
no conscientes del sujeto. Las láminas, numeradas, aparecen al final
de] libro.
He incorporado un léxico o glosario de términos en las páginas
finales en el que se recogen términos técnicos que el lector no espe-
cializado necesita tener definidos, algunos vocablos coloquiales en la
medida en que entrañan un matiz que las teorías científicas y filosó-
ficas no advirtieron, así como acepciones populares de algunos térmi-
nos cultos que, aunque imprecisas, revelan la sutileza con que los se-
res humanos han sabido captar los más finos matices del universo
sentimental.
Estas páginas son el intento de aclararme a mí mismo en lo tocante
a esta cuestión de primordial importancia en la economía mental del
sujeto, como sistema de relación e interacción, así como del organismo
que lo sustenta. Si además constituyen una aportación más o menos
enriquecedora a la teoría de los sentimientos es algo que decidirán
aquellos que las lean.

Doy las gracias a Celia Fernández por sus observaciones al tema y


.il li'\lo: lo ha leído y corregido meticulosamente, después de discu-

II 15
1
Qué son los sentimientos

Lo que creemos nuestro amor, nuestros


celos, no son una pasión continua, indivi-
sible. Se componen de una infinidad de
amores sucesivos, de celos diferentes que
además son efímeros, pero que por su
multitud ininterrumpida dan la impresión
de la continuidad, la ilusión de la unidad.

Marcel Proust, Un amor de Swann


1. Un experimento mental
Imaginemos un sujeto carente de todo sentimiento. La definición
más acertada sería la de alguien sin capacidad de desear, desinteresado
del mundo exterior y de sí mismo. Hay seres humanos en estas o pa-
recidas condiciones, sin duda de excepción, y que calificamos justa-
mente de patológicas: la carencia total o casi total de sentimientos re-
presenta la de una condición necesaria para la existencia, tanto en el
plano psicosocial —es decir, como sujeto en un mundo de relaciones,
y por tanto susceptible de construirse su propia biografía— como en
el de la supervivencia biológica, porque ese sujeto no desearía subve-
nir ni siquiera a la satisfacción de las necesidades elementales, peren-
torias e imprescindibles (como las de comer y beber).
Si el experimento tiene consistencia lógica, comprendemos enton-
ces que, ante todo, los sentimientos son algo de que se vale el sujeto,
algo constitutivo del sujeto, merced a lo cual apetece1 de los objetos
(y de sí mismo), se interesa por ellos (para hacerlos suyos o alejarlos
de sí) y, en consecuencia, se hace en el mundo, en la realidad psicoso-
cial, y construye su biografía porque, como condición previa, sobrevive
biológicamente.
Este experimento mental es una invitación al lector a imaginar un
sujeto así. Sería, ante todo, un sujeto sin conflicto. Es lo que lleva con-
sigo la pasividad, la apatía. La relación con la realidad es conflictiva
porque estamos activamente en ella, o, mejor, formamos parte de ella,
y en ella el ser humano desea respecto de los objetos, y por tanto ha
de modificarla, a lo que la realidad se resiste. Deseo, unas veces, de
apropiación de esa realidad; deseo, otras, de su rechazo y eventual des-
trucción. No siempre es posible dar satisfacción al deseo, aunque se
pretenda siempre. Por eso, al ser el sujeto una «máquina» de desear ob-
jetos, su relación con la realidad es necesariamente conflictiva: quiere
lo que no tiene; y si lo tiene, teme perderlo. Además de verse obligado
a contar con lo que no desearía tener.
En su momento veremos que esta situación imaginada se hace rea-
lidad empírica en condiciones patológicas concretas. Pero basta con el

19
experimento mental para comprender cuál es la función (o las funcio- estados depresivos y otros con síndromes catatónicos, con un bloqueo
nes) que desempeña el sentimiento en general, lo que se llama la vida de sentimientos y un apagamiento de su vida afectiva que, una vez su-
afectiva del ser humano: una función de subsistencia bio-psico-social perado, les depara la conciencia de que en determinadas circunstan-
a través de la satisfacción de los deseos de posesión o destrucción de cias es prácticamente imposible sentir.5 Además, sin sentimientos ante
los objetos que, en el primer caso, considera que deben ser suyos y, en el entorno, los procesos cognitivos se ralentizan: los depresivos, los
el segundo, que no deben interponerse en su camino, porque o no sa- neuróticos de ansiedad, o los que experimentan una constante insegu-
tisfacen sus deseos u obstaculizan su satisfacción. ridad respecto de sus decisiones, como son los obsesivos, se quejan
Ninguna función de cualquier otro órgano del ser humano cumple muchas veces de alteraciones de la memoria, de la atención, de difi-
el cometido que atribuimos a los sentimientos. Las actividades del co- cultades para la concentración, para la comprensión, es decir, sufren
razón, pulmones, ríñones, etcétera, son imprescindibles para la vida alteraciones de los procesos considerados cognitivos stricto sensu, y
biológica, pero no en el plano psicosocial. El individuo en coma es un que deben ser consideradas como la repercusión del estado emocional
organismo vivo mientras se le mantienen sus constantes cardiorrespi- sobre éstos, como lo prueba su reversibilidad. Los sentimientos, en
ratorias, pero no existe como sujeto hasta su eventual recuperación. efecto, nos conducen y nos dirigen hacia el objeto, sitúan a éste en un
Precisamente aquellos casos de la patología en los que el rasgo funda- campo perceptual preferencial, y gracias a ellos la percepción misma
mental es la carencia de sentimientos muestran un fisiologismo nor- del objeto se convierte en selectiva (y seleccionadora). No habría se-
mal. En nuestro experimento es condición básica que el sujeto imagi- lección de la realidad, es decir, ordenación personal del mundo que
nado como carente de sentimientos sea lo que llamamos «normal» en nos rodea, si careciéramos de sentimientos o poseyéramos todos idén-
todos los demás aspectos biopsicológicos. ticos sentimientos. Spinoza decía que mientras la razón uniforma a
unos y a otros, los sentimientos distinguen a unos de los otros, es de-
cir, singularizan. 6 En el orden psicológico, hay muchas diferencias en
la esfera cognitiva de los seres humanos, que se traducen en variacio-
nes de nuestras aptitudes y capacidades intelectuales, pero los senti-
2. Los sentimientos, instrumentos del sujeto
mientos son los que nos distinguen en tanto sujetos para una relación
irrepetible.
Los sentimientos", pues, son instrumentos de que dispone el sujeto
para la relación (emocional, afectiva), tanto con personas, animales y
cosas, cuanto consigo mismo, es decir, con sus pensamientos, fanta-
sías, deseos, impulsos, incluso con sus propios sentimientos: a todos
ellos los denominamos genéricamente «objetos»", si bien los primeros 3. Los sentimientos, estados del sujeto
son objetos externos y los segundos internos. 2 Los sentimientos sirven
1) para la vinculación"" eficaz, «interesada», con tales objetos, para Además de instrumentos del sujeto para la relación con los objetos
«atarse» a ellos mediante un «lazo» precisamente afectivo; y 2) para la del entorno y consigo mismo, los sentimientos, se ha dicho en las for-
organización jerarquizada de los valores, una organización singular, mulaciones clásicas y tradicionales, son estados del sujeto, porque lo
exclusiva de cada sujeto, por tanto egocéntrica.^ Lo que confiere subje- cualifican y lo modifican en cierto sentido. Son «estados del Yo», de-
tividad al modo de relación de cada persona con la realidad y con los cía T. Lipps, autor que inaugura el enfoque actual de la teoría de los
objetos que la constituyen, así como al valor que al objeto se le adju- sentimientos. 7 Esta afirmación de Lipps puede mantenerse si la exten-
dica, es la singular relación afectiva para con él. Sin la singularidad de sión del término «yo» en este contexto es la de «sujeto ejecutor» mo-
los sentimientos de cada cual, con sólo el instrumento cognitivo, la rea- dalizado por un estado afectivo determinado para una actuación de-
lidad entorno y la realidad intorno4 serían prácticamente análogas en terminada. 8
todos los seres humanos: se trataría de seres en última instancia a-so- Instrumento para el uso e instrumento que al ser usado modifica al
ciales, aunque con los mismos instrumentos sensoperceptivos, repre- sujeto. Una cuestión de sumo interés porque es la demostración, por-
sentacionales y mnémicos: prácticamente robots, ordenadores, máqui- uña parte, del carácter plural de la relación que el sujeto logra con el
nas de Turing. Sujetos así son inimaginables, aunque la patología objeto provocador, y, por otra, del efecto retroactivo (efecto «bucle» o
muestra casos que se les asemejan, como los de algunos pacientes de jeedback) hacia el sujeto. Lo que se denomina estar afectado por un
sentimiento es, justamente, el reconocimiento de esa modificación de
* Todo vocablo seguido de asterisco (*) remite al Léxico (págs 337-347). la totalidad del sujeto, y no sólo del aparato emocional. El sentimiento

20 21
hacia el objeto se acompaña de otro sentimiento del sujeto hacia sí
mismo. Así, cuando uno se siente despreciable por odiar a alguien y
haberle reportado algún mal, algo del sentimiento de odio hacia el ob-
jeto parece revertir sobre uno mismo. Muchos de los que denominare- 4. Los sentimientos, estados del organismo
mos metasentimientos* —sentimiento surgido al reconocerse una ex-
periencia emocional previa que en sí misma se constituye en el primer Sentir es un proceso que tiene dos partes: la experiencia cognitivo-
plano de nuestra atención y, por tanto, adquiere categoría de objeto— emocional que el objeto provoca, y los efectos que dicha experiencia de-
aparecen con miras a evitar un sentimiento ulterior perturbador. 9 Ésa sencadena en el organismo, incluido en ese subsistema que es el sujeto.
es, entre otras, la función del control emocional, así como el carácter Como veremos en este mismo capítulo, la tesis de W. James y del
autorregulador que posee la experiencia emocional en sí misma. La danés Cari Lange, vigente hasta el primer cuarto de este siglo, fue que
«rectificación», el disculparse ante aquel sobre el cual se descargó un lo que llamamos emoción no se daría sin la conciencia del cambio
sentimiento que desasosiega, es el intento de recuperar al objeto y de que se produce en nuestro organismo a causa de la experiencia con el
recuperarse a sí mismo. Sentir ante un objeto implica que el sujeto, objeto. Es clásica la fórmula que resume esta tesis: «No lloramos por-
que antes no sentía ni hacia el objeto ni ante sí, se sabe afectado por que estamos tristes, sino que estamos tristes porque lloramos». Susti-
el sentimiento de ahora: en eso consiste la modificación que define al tuyamos «llorar» por cualquier otra conmoción que se revela por sín-
sujeto que experimenta un sentimiento concreto. No hay, pues, con- tomas corporales manifiestos en la emoción y diríamos, por ejemplo,
tradicción en la consideración de esta función plural del sentimiento, que sentimos miedo porque se nos tensan los músculos, se nos con-
y puede decirse que los sentimientos son al mismo tiempo provoca- traen las pupilas, el corazón late más deprisa, etcétera.
ciones del objeto hacia el sujeto y estados del sujeto suscitados por ese Esta tesis se ha demostrado errónea, pero supuso en su momento,
sentir concreto ante el objeto. El sistema emocional sigue idénticas finales del xix, el reconocimiento de que el sentimiento no era sólo la
pautas que la de cualquier otro órgano o sistema del organismo: la experiencia mental sino también la de las alteraciones que el sujeto
alteración de la función renal afecta a todo el organismo, y también al percibe en el resto de su organismo.
riñon. Es un efecto feedback. El modelo de sujeto que ofreceremos (en Conviene advertir que las repercusiones organísmicas son, a su vez,
el capítulo 2 y el Apéndice A) se inspira en el del organismo (del cual objetos que deparan una experiencia mental. La taquicardia y la se-
es parte): 10 la actuación modifica el contexto sobre el que se realiza y quedad de mucosas que noto en la ira o en el miedo son una expe-
al sujeto que la realiza. El sujeto no es nunca neutro: es un sistema re- riencia que se une a la del objeto que me provoca la ira o el miedo. La
lacionante y su actividad no cesa, bien con los objetos del entorno, bien índole del miedo o de la ira es distinta si las manifestaciones corpora-
con los del intorno. El sujeto es siempre relación sujeto/objeto,u y eso les son otras. Añadir el adjetivo «mental» al sustantivo «experiencia»
es lo que confiere al sujeto, como sistema, un determinado estado de es un pleonasmo, porque la experiencia es siempre mental. Me parece
anhomeostasis* (o desequilibrio) permanente, distinto de un momento que los objetores a la tesis de James-Lange no repararon en este as-
a otro, dependiente por una parte del procesamiento de la información pecto de la cuestión. 12
del objeto emisor, y por otra del sentimiento que le provoca. Desde este Al margen de las enormes complejidades que representa el estudio
estado de desequilibrio cognitivoalectivo, el sujeto intenta su adapta- de la vida afectiva, un proceso emocional tiene dos momentos: men-
ción al entorno material y simbólico que le rodea, es decir, se esfuerza tal, intrínsecamente íntimo, y extramental, manifestado en las mo-
en lograr la homeostasis del sistema constituido por el sujeto (S), ob- dificaciones que tienen lugar en la superficie corporal (rostro, piel,
jeto (Oh) y contexto (Cx) en que ambos se sitúan. Una homeostasis, postura) y que son observables, mientras que las que acontecen en el
como hemos dicho, pasajera, porque al desequilibrio anterior le sucede interior del organismo no lo son y las percibe exclusivamente el pro-
otro. Así queda constituido el bucle de la relación sujeto/objeto. tagonista del proceso. 11
Los sentimientos, pues, «afectan»* no sólo al sistema del sujeto
/", (S/Ob) Cx > f2 (S/Ob)Cx sino a la totalidad del organismo. La experiencia de un sentimiento al-
tera el estado del organismo, que reacciona con una serie de síntomas.
en donde f, es el íunctor inicial (modulador de la actuación; el functor No hay sentimiento sin síntomas, pues la anhomeostasis provocada
es, pues, la actitud con que se hace algo), el sentimiento que el objeto debe dar señales al sistema para que elabore la respuesta ad hoc, eslo
provoca al sujeto en su relación inicial; y en un momento ulterior, se es, de adaptación. El conjunto de los síntomas constituye un síndiomc,
sustituirá por un sentimiento, f2, distinto al anterior. que auna la experiencia mental y la experiencia fisiológica del senti-

22 21
miento. Cuando el síndrome desborda los límites de las posibilidades a sí mismo como un objeto, analizarse y concluir en un sentimiento
adaptativas del organismo surge la crisis, el estrés. respecto de sí mismo. El sujeto se sabe afectado" por el sentimiento. 16
Las modificaciones del organismo por el sentimiento o emoción Si es posible controlar los sentimientos, si a tenor del sentimiento que
que se experimenta, componen un síndrome (de la ira, de la euforia, experimentamos respondemos de determinada manera, es porque te-
de la envidia, del amor, etcétera) que está constituido por los síntomas, nemos conciencia del sentimiento. Así, sabemos qué cosa nos provoca
en la acepción no tanto médica como estrictamente semiológica del miedo y cómo es el miedo mismo que padecemos: por eso podemos
vocablo (es decir, señales o signos naturales). Estos síntomas son, como describirlo. La reflexividad capacita al sujeto para hacer una lectura
he dicho, directamente observables (el rubor, la respiración afanosa y descriptivoexplicativa del estado en que se halla o se halló. Esta des-
entrecortada), o indirectamente observables (elevación de la tensión cripción no necesariamente resulta lograda, compartida ni entendida,
arterial, taquicardia, incremento de la tasa de noradrenalina, etcétera). pero eso es otro problema, derivado de la naturaleza íntima del objeto
Si el estado del organismo es el mismo después de la percepción de un que se describe, que es un relerente no compartido (véase más ade-
objeto, si ni el sujeto ni los demás perciben síntomas en él, puede ase- lante).
gurarse que ese objeto «no existe» o «no cuenta» para el sujeto. Cuan- Los datos del objeto provocador del sentimiento los obtenemos por
do un sentimiento intenso cesa, deja paso a otro, uno de los cuales una de estas tres vías: 1) por los órganos de los sentidos, es decir, sen-
puede ser el sosiego.14 sopercepciones; 2) por la evocación de la situación originaria; y 3) pol-
No hay correspondencia entre los síntomas externos e internos, de la representación del objeto. El procesamiento informativo tiene re-
manera que es inútil la búsqueda de una expresión específica para percusión emocional si y sólo si se acompaña de una serie de conno-
cada tipo de sentimientos. 15 Hay una desproporción entre las escasas taciones que el sujeto confiere al objeto y que lo elevan a la categoría
formas de expresión y la multiplicidad y matización de la experiencia de objeto simbólico «personal», biográfico. La memoria juega un pa-
interna, cuestión de interés que sugiere una nueva dimensión al pro- pel fundamental en este proceso, porque las connotaciones que atri-
blema de la intimidad e incomunicabilidad de los sentimientos, del buimos al objeto proceden de nuestra experiencia biográfica previa, no
cual nos ocuparemos en el capítulo correspondiente. surgen de inmediato. Aun cuando el objeto sea, por decirlo así, nuevo
para el sujeto, siempre se asocia a otro u otros objetos de experiencias
«Nadie, creía yo en aquel momento, cuando sucedía todo, me no- anteriores, de forma que preexisten en el sujeto respuestas ante el
taba nada, pero por dentro de mí estaba que no me podía contener, objeto de carácter modular, esto es, en forma de patterns. Esto lúe lo
creía que podía echarme a llorar en cualquier momento, el corazón que hizo posible a Cannon (1927) demostrar la invalidez, de la teoría
parecía querer salirse del pecho, pensaba que podía desmayarme y de James-Lange. Las respuestas viscerales son bastante comunes en
hacer el ridículo ante todos... Luego me dijeron que me había pues- experiencias emocionales varias. 17 Además, se trata, como ya hemos
to primero pálido, luego rojo, que entrecortaba las palabras porque visto, de «respuestas» a la experiencia, de manera que no se está triste por-
respiraba separando sílabas, pero que luego me fui serenando... Por que notamos los efectos de la tristeza (como sostenían James/Lan-
fin, pasó todo: me encontraba en mi habitación, me relajé un poco, ge), sino porque tenemos una experiencia con el objeto que nos de-
bastante, y de nuevo me quedé tranquilo, nada me alteraba, veía las para tristeza, la cual a su ve/, nos pesa, nos impide concentrarnos,
cosas que me rodeaban como las que siempre me han arropado, y atender, recordar lo percibido durante ella, etcétera. Posteriormente,
las veía como con mucho afecto, porque venían a ser como pro- Schachter confirmó la tesis de Cannon y añadió que la experiencia
tectoras. En el mundo de mis cosas nada me perturbaba, incluso emocional deriva de las evaluaciones cognitivas inherentes a la rela-
parecía que no podía pasarme nada.» ción del sujeto con el objeto, lo que hemos llamado connotaciones que
el sujeto infiere de la provocación suscitada por la relación con el ob-
jeto, 18 y que, como haré ver en el capítulo correspondiente, se corres-
ponden con las motivaciones.
5. Cognición y comunicación ¿Qué se quiere decir con el término connotaciones en este con-
texto? El sujeto infiere del objeto determinadas propiedades que «jus-
Si el sujeto sabe del sentimiento que experimenta y nota los efec- tifican» el sentimiento que le provoca; es decir, construye una teoría
tos de esa experiencia en el resto de su organismo, es porque dispone acerca de él. Una estatua ha sido esculpida para que inspire a quienes
del instrumento cognitivo que hace de ese estado emocional un objeto. la contemplen, y si no inspira, si no sabemos «colgarle» determinados
La reflexividad es una propiedad del sujeto que le permite considerarse atributos, nada nos dice, no nos emociona. Igual ocurre con los demás

24 2S
objetos del entorno. Alguien me mira, y la forma de mirar es conse- gría que otro que, sin embargo, la expresa más contenidamente? ¿No
cuencia de «alguna» actitud hacia mí. Ahora bien, las inferencias habrá «afectación» —en el sentido de fingimiento— en este que está
acerca de lo que alguien me sugiere con la mirada son connotaciones ante nosotros, se lamenta de su pena y pone cara compungida? Por
mías, no propiedades del objeto, sino valoraciones sobre el objeto. Los propia experiencia sabemos que se puede sentir y controlar lo que sen-
objetos son meras denotaciones (denotata). Los connotata sobre el ob- timos de forma que pasen casi inadvertidos los síntomas, incluso ne-
jeto son interpretaciones o evaluaciones del sujeto. gar que sentimos aun cuando el sentimiento se nos note. No hay una
correlación fiable entre la cuantía del sentimiento que alguien experi-
menta y la sintomatología subsiguiente. 24 Del mismo modo que apren-
demos a controlar los síntomas de nuestros sentimientos, aprendemos
6. Los sentimientos, íntimos. Lo íntimo, no contrastable a exagerarlos. Wittgenstein dice: «¡Pruébese una vez —en un caso
real— a dudar de la angustia o del dolor de otro!».2S Ésta es una ex-
La investigación de los sentimientos cuenta con un serio obs- periencia que se hace a menudo en la consulta del psiquiatra, donde
táculo. Se trata del carácter íntimo de toda experiencia sentimental. el victimismo histriónico de tanto histérico/simulador está a la orden
La expresión extraverbal de nuestros sentimientos no sirve para eva- del día, y la exasperación es inmediata.
luar nuestro estado interior. Con la expresión verbal, el hablante se re- Una experiencia sentimental no es, pues, un referente común,
fiere a «su» mundo sentimental; pero el oyente no puede tener la como lo es el «objeto mesa» o el «vocablo mesa». La experiencia sen-
misma referencia sino otra: la suya, la que él mismo construye a par- timental del miedo no se muestra como mostramos un pañuelo cuan-
tir del discurso del otro. Descartes fue quizá el primero en llamar la do no tenemos a punto la palabra que lo designa. La voz entrecortada,
atención acerca de la privacidad 19 de las emociones. Wittgenstein la palidez del rostro, la sudoración y demás, son efectos del miedo,
plantea el problema en los mismos términos (Kenny se inspira en él), pero no agotan la totalidad de ese sentimiento. No obstante, las pala-
pero referido a un nivel inferior al de los sentimientos: el de la sen- bras que se refieren a estados emocionales han sido aprendidas inclu-
sación. 20 «Si digo de mí mismo que yo sé sólo por mi propio caso lo so antes que los experimentemos, a través del código cultural en el
que significa la palabra "dolor"... ¿cómo puedo generalizar ese único que nos desarrollamos como sujetos cognitivoemocionales. Hay una
caso tan irresponsablemente? (...) Si uno tiene que imaginar el dolor suerte de resignación a la hora de hablar de nuestros sentimientos,
del otro según el modelo del propio, entonces ésta no es una cosa tan pues se cuenta con el hecho de que no podemos ser entendidos del
fácil: porque por el dolor que siento me debo imaginar el dolor que todo. Por eso, si por un lado no puede hablarse de que los sentimien-
no siento. (...) Yo puedo solamente creer que otro tiene dolor, pero lo tos son sólo procesos íntimos, lo que los psicólogos alemanes (Dilthey)
sé si yo lo tengo. (...) ¿Podría entender la palabra "dolor" quien nunca calificaban de la Erlebnis (la vivencia, en la traducción de Ortega),
hubiese sentido dolor?» 21 equivalente a la experience cognitivoemocional anglosajona, es intrans-
Wittgenstein señaló esta situación de modo preciso. Kenny, que si- ferible.26
gue sus pasos, dice: «Una palabra sólo tiene significado en cuanto par- Los síntomas corporales del sentimiento se exteriorizan natural-
te de un lenguaje, y el lenguaje es esencialmente público y comparti- mente. Es más, aun cuando el sujeto controle al máximo la sinto ma-
ble. Si los nombres de las emociones adquieren su significado para tología observable de la emoción que experimenta, quizá es posible
cada cual por medio de una ceremonia de la que cualquier otra per- hallar alguna objetivación de las modificaciones habidas mediante el
sona está excluida, entonces nadie puede tener la menor idea de lo que registro de la corriente galvánica, del pulso o del electroencefalograma,
otro quiere decir con una de esas palabras. Del mismo modo, tampoco o en las modificaciones en la tasa de catecolaminas. 27
uno mismo puede saber lo que quiere decir, pues saber el significa- En la intransferibilidad de la experiencia emocional radica la com-
do de una palabra es saber cómo usarla correctamente, y allí donde pulsión a verbalizar, pese a la insuficiencia de este recurso. De hecho,
no hay verificación posible sobre cómo un hombre usa una palabra no el recurso a la verbalización entraña la falsa conciencia de una comu-
hay lugar para hablar de uso "correcto" o "incorrecto"». 22 nicación ilusoria, condenada al fracaso porque, en el mismo proceso
Cuanto digamos acerca del sentimiento de otro, de su mera pose- de la comunicación deseada, se adquiere conciencia de nuestra inca-
sión, del grado con que lo experimenta, no pasa de ser una inferencia pacidad al respecto. Por otra parte, se cuenta, sin comprobación posi-
inmediata 2 ' y, en consecuencia, una serie de conjeturas nunca resolu- ble, con que el interlocutor nos entiende y, además, que nos cree. De
ble. ¿Cómo podemos dirimir si el que expresa y dice tener alegría la aquí un hecho interesante del que me ocuparé con posterioridad res-
tiene efectivamente, y tanta como aparenta expresar, o si tiene más ale- pecto de la utilización de la expresión de los sentimientos: no se duda

26 27
tic la autenticidad del sentimiento que se exterioriza a pesar del sujeto; mientos incluso opuestos al servicio de nuestros intereses y para un co-
sí del que se nos quiere hacer ver de manera expresa,2* es decir, en una metido concreto. Gracias a que ocultamos la antipatía que nos inspira
lorma de exhibicionismo emocional que rechazamos casi por obsceno. el jefe, y en su lugar mostramos una simpatía y sumisión aparente-
mente placenteras, podemos obtener de él un beneficio. En suma,
cuando la intimidad existe, está bien que exista.

7. Intimidad, incertidumbre, confianza Sin embargo, hay sentimientos que no hubieran aparecido si las
condiciones de incertidumbre no se dieran en realidad. Son aquellos
El carácter íntimo de la experiencia emocional y la relativa inespe- que proceden de una intolerancia mayor o menor ante la incertidumbre
cifidad de la expresión tiene tres consecuencias: v la necesidad de ccnifiar: la suspicacia, la sospecha, los celos, la «re-
serva», etcétera.
1. Obliga al interlocutor a aceptar, de grado o por' tuerza, la incer- El carácter irreductiblemente íntimo de los procesos sentimentales,
tidumbre acerca del sentimiento sobre el que inlorma. ¿Sería mejor de los que dependen cuestiones tan decisivas como el amor y la amis-
para las relaciones interpcrsonales que los sentimientos lucran evi- tad, o, en el lado opuesto, el odio y la enemistad, convierte a los seres
denciabas en sus dos momentos, es decir, que ambos momentos luc- humanos en psicólogos avant la lettre, y les habilita para caminar en-
ran observables y públicos? Todo ser humano al que no le basta con- tre procesos de interacción inciertos, en suma, para el insight.
fiar respondería afirmativamente. A menudo, en la vida de relación se
anhela adquirir la certeza de que el objeto que dice amarnos nos ama
realmente. Pero ¿cómo se puede probar que es sincero un sentimiento?
El afán por contrarrestar la incertidumbre explica el que todas las ex- 8. Tener y haber tenido un sentimiento
presiones de los sentimientos se acompañen de rasgos o declaraciones
de autenticidad. Nadie nos vende algo, ni nos da una noticia, ni nos Tener un sentimiento es estar afectado por él, padecerlo en el mo-
cuenta lo bien o lo mal que lo ha pasado, ni el miedo o la alegría que mento en que el objeto lo provoca. 29 El recuerdo del objeto provoca-
sintió, sin adoptar un rasgo expresivo de «seriedad», «veracidad», «sin- dor, que ya es otro objeto, nos afecta también, aunque de manera dis-
ceridad», etcétera. El principio de incertidumbre respecto de la inti- tinta, y de este modo la evocación de la tristeza o la alegría que
midad del sujeto de la interacción deriva en la necesidad de confiar en tuvimos no da lugar necesariamente a tristeza o alegría; incluso al evo-
él y basar la relación interpersonal en la creencia. De aquí la prescrip- carlas podemos considerarlas impropias, como si ni la alegría ni la
ción de veracidad: «Lo que digo que siento es verdad». tristeza que tuvimos hubiéramos debido tenerlas. Esta observación cla-
2. Los sentimientos se tienen para vincularnos con los objetos y que rilica situaciones muy complejas de la vida sentimental. Veamos enca-
éstos se vinculen a nosotros. Como la sinceridad del deseo ha de ser- denadamente una serie de situaciones qire en modo alguno pueden ho-
supuesta, la anhomeostasis no se supera por la confianza en aquel que mologarse:
nos dice sentir lo que siente. A esta anhomeostasis permanente en la
interacción se debe atribuir la instancia del sujeto a hiperexpresar y, «Esta mujer está aquí echada en un banco, muy abatida, y eso que
finalmente, a hablar de lo que siente, y a tratar de convertir lo más po- está al lado es como una pistola, que ha apartado, porque debió te-
sible del momento íntimo del proceso emocional en momento público. ner idea de suicidarse... A lo mejor ahora, aunque siga con el aba-
El incremento de la entropía (desorden) en el sistema sujeto/objeto es timiento, se reprocha haber tenido la idea de acabar con su vida...
responsable de que lo íntimo tienda a dejar de serlo, a veces con ca- No, por lo que veo, es que ya ha pasado lo peor, ya piensa que lo
rácter compulsivo. que le abatía antes no era para tanto... No sé más.» (de la Lámi-
3. La insuficiencia demostrativa de la expresión y de la formulación na 3 BM del TAT).W
verbal en lo tocante a la experiencia emocional contribuye a hacer más
compleja la vida sentimental y, por tanto, a incrementar el repertorio «Cuando murió mi padre creí que se me había acabado el mundo;
de nuestros sentimientos. ¿Qué haríamos con los sentimientos repro- estaba desesperada... Me puse a gritar... Mi padre era joven, tenía
bables si fuesen siempre observables? ¿Habríamos aprendido a no te- 42 años, era todo para mí... Pero luego mi tía se me acercó a mí y
nerlos? De ninguna manera. Hemos aprendido, por el contrario, a me dijo: "Mira, yo sé lo que era para ti tu padre, pero eso debe que-
compatibilizar los sentimientos de aversión o de odio con otros senti- dar para ti. A la gente no hay que darle un espectáculo con nues-

28 29
tros sentimientos " Entonces me dio una vergüenza enorme, pense
que había hecho el ridiculo, y ahora, cuando me acuerdo de mi pa- «Como no me han querido nunca ninguno de los chicos que a mi
dre, de aquel día en que muño, lo que se me viene a la cabeza es me han gustado, mi madre me decía que perdía la cabeza, que me
el ndiculo que debí hacer con aquellos gritos Pero también estoy ilusionaba mucho con solo que alguno me mirase de una manera
segura de que esto ultimo me ayudo a superar la pena por la especial Me enamore de uno y los días que paso conmigo estaba
muerte de mi padre » que no cabía en mi Esos días, las hotas en que no estaba con el,
me parecían eternas y solo pensaba en el Bueno, yo cieo que eso
Estamos afectados por un sentimiento mientras se tiene Por la es lo que es amor Se marcho y me llamo vanas veces A mi ma-
misma razón se habla también de «aleccion» para denominar una en- dre le decía que lo amaba de verdad, sin ninguna duda Pero luego
fermedad y de «afectación» por ella mientras se padece E igualmente, vino, a las tres semanas, y al verlo bajar del coche, de pronto se me
de alguien se afuma que «esta afectado por la ira» o «por la perdida de vino el alma a los pies Me pareció como vulgar, sin ningún deta-
un ser querido» con la misma propiedad con que se dice de otro que lle de distinción de aquellos que yo creía haberle visto El se dio
«esta afectado por una enfermedad que lo inmoviliza», 31 «por la bajada cuenta enseguida Bueno, me desenamore Y la cosa es que si
de la bolsa», «por la lluvia», «el calor» y demás Pero se da el caso de cinco minutos antes me hubieran dicho si amaba a ese muchacho
que el hecho provocador de un sentimiento puede persistir —ponga- hubiera dicho que lo amaba como lo había amado, o mas, los días
mos por caso, las perdidas en Bolsa, incluso la enfermedad— y sin em- en que estuvo por pi ímera ve? conmigo »
bargo no producir la misma reacción la relación con el hecho es ya
distinta Cada uno de nosotros debería saber de que sentimientos dispone
Por otra parte, sabemos que experimentamos un sentimiento que (el repertorio sentimental de cada uno), como son esos sentimientos y
antes no temamos Lipps decía que los sentimientos eran estados in la capacidad para evocar el sentimiento análogo al experimentado an-
mediatos del \ o Las expresiones coloquiales «ser piesa de la colera», tes con el objeto Los sentimientos los tenemos, en el sentido de expe
«la pena que sufre le impide moveise», etcétera son una forma de amentarlos, cuando surgen, porque son provocaciones y las piovoca-
diagnostico de esa especie de estado de choque en que el sujeto puede cíones son actuales No se reproducen los sentimientos cuando se los
hallarse mientras esta bajo los efectos de un estado emocional intenso recuerda el recuerdo de la alegría puede alegrarnos, pero es una ale-
El sujeto, ademas, puede hacerse su propio diagnostico De esto se de gría distinta, el a n o b o que nos provoco la contemplación de un deter-
duce que los sentimientos de que disponemos no siempre se usan, cues minado paisaje no resurge cuando lo recordamos es un sentimiento
tion de suma importancia a la hora de investigar la neuiohsiologia de de otra índole Por eso, a los sentimientos nos referimos en presente
los sentimientos, y también algunos equívocos acerca del funciona- de indicativo Se dice «siento tristeza» como se dice «siento hambre»
miento del sistema emocional Algunos sentimientos no se usan nunca Cuando se habla en pretérito el sentimiento ya no existe No se puede
o solo «en raras ocasiones» («Yo no he sentido nunca odio», «Yo solo sentir la tristeza que sentí, como no tengo hambre cuando rememoro
lo he sentido una vez», se oye decir, y es posible que el sujeto sea ve- la que tuve
raz) Hay personas que raramente se encolerizan que apenas admiran
o que aman en contadas ocasiones y sin que el sentimiento afecte en
demasía sus procesos cognitivos Como instrumentos los sentimientos
están a disposición del sujeto para lograr el estatuto de relaciones sin 9. Los sentimientos, objetos provocadores:
guiares con los objetos inmediatos (los que están aquí y ahora) exter- metasentimientos
nos o internos ¿Que ocurre con objetos que, poi ejemplo, decimos
amar, pero que no hacemos presentes en este m o m e n t o ' No los esta La experiencia emocional es a su vez objeto provocador de otra La
mos amando Decimos impropiamente, que los amamos porque sabe tesis que voy a desarrollar aquí es que todo sentimiento provoca otro,
mos que, al recordarlos, surge de nuevo el sentimiento de ternura y porque al ser experiencia interna del sujeto se convierte en objeto para
se dispararía hacia ellos prácticamente el mismo sentimiento amoroso el susceptible de ser analizado y valorado ¿Que es el arrepentimiento
de antes Pero no siempre es asi ¿Habría sido valida la ahrmacion de sino el sentimiento de pesar por un sentimiento anterior que dio lugar
que A ama a B cuando ahora que B ieapaiece el amoi no emerge? La aunque no necesariamente— a determinada actuación? No cabe sen-
cita de Proust, epígrafe de este capitulo, da cuenta de la movilidad de lii colera sin que luego experimentemos alegría o malestar por haberla
un sentimiento, en este caso el amoroso sentido y P<>r el perjuicio que causamos al objeto sobre el cual la des

30 ^1
cargamos. En resumen, una experiencia no sólo es objeto mientras Nótese la existencia, más que de un bucle del que se podría seguir-
transcurre, sino también una vez transcurrida. una modificación del sentimiento primero, de un círculo vicioso
Esta lácela del problema introduce mayor complejidad en el que le impide cualquier otro proceso emocional. Así, en el Test de
mundo emocional debido a la existencia de metasentimientos. La com- Hermenéutica de Proposiciones (THP), en la lámina H,' 2 su res-
plejidad no deriva de que el sujeto posea experiencias emocionales puesta es la siguiente: «Un hombre malo, pero que da lástima, por-
ante muy diversos objetos, sino sobre todo de que tales experiencias que sufre por su maldad, no le es posible dejar de ser malo, aunque
sean objeto de una experiencia ulterior. El sentimiento de pesar —para se arrepienta por lo que ha hecho... Tiene los ojos ciegos de tanto
volver al ejemplo anterior— por la cólera tenida no es de idéntica cua- llorar, pero no le ha servido de nada, porque aunque pene y pene
lidad que el de pesar por haber roto la relación con un objeto querido sigue siendo malo, criminal...»
a causa de un arrebato de ira. Gracias al bucle, el sentimiento que re-
vierte sobre el sujeto y se convierte en objeto provocador, da lugar a El metasentimiento (no en balde surge tras la experiencia emocio-
un metasentimiento con un cometido funcional concreto: al conferir- nal reprobable) aparece como un mecanismo autorregulador-, preven-
ai sentimiento el estatuto de objeto y hacerlo objeto de cognición, es tivo de un «error» en el sistema que impide su funcionamiento correcto.
posible, por ejemplo, evitar o que aparezca un sentimiento que sabe- Pensemos en casos en los cuales se da un sentimiento de culpa ante un
mos que nos ha de perturbar o cuando menos que tengan lugar con- hecho cometido e insubsanable, por ejemplo, con un padre lallecido. La
secuencias no deseadas sobre el objeto. culpa, entonces, es un metasentimiento capaz de precaverle de que si-
Cuando esta funcionalidad adaptativa, reparadora de la anhomeos- tuaciones semejantes se reiteren, sin la pretensión de recuperar una vin-
tasis, no se produce, entramos en el ámbito de los metasentimientos culación con el objeto ya desaparecido y por tanto imposible. La anor-
anormales. Son metasentimientos que adquieren un carácter simbió- malidad de los metasentimientos estriba en que no sólo no sirven para
tico, viven del huésped y hasta parece que el huésped vive de ellos. No la función que debieran sino que perpetúan el problema con un bucle vi-
cumplen la función reparadora, y el efecto bucle, en lugar de contri- cioso. El sujeto, prendido en la relación circular con ese objeto, queda
buir a que prosiga el proceso de relación emocional con el objeto, se impedido para el logro de otras vinculaciones. Ejemplos de ello lo te-
repite una y otra vez y atrapa al sujeto en la dinámica del círculo vi- nemos en la fobia. La fobia es un miedo ante un objeto. La relación con
cioso, incapacitándolo para nuevas relaciones de objeto. el objeto tiene, efectivamente, unas probabilidades de riesgo. El miedo
convierte al objeto en un peligro cierto, porque en el fóbico no se trata
L es una mujer soltera, de 43 años, que desde hace más de veinti- ya del miedo al objeto propiamente dicho, sino del miedo al miedo a lo
cinco años, prácticamente desde la adolescencia, es presa de re- que pueda pasar. Por eso, es frecuente que la fobia, que se inicia como
proches y escrúpulos que no le dejan a ninguna hora del día. «No una fobia concreta, con la cual hasta se podría contemporizar, se ex-
sé lo que es pensar en otra cosa, ésa es la verdad..., vivo para mis tienda hasta hacer del entorno un entorno fóbico. La forma que el ió-
remordimientos... Mi hermana, soltera también, ha muerto hace bico elige para eludir el miedo es la evitación del objeto. Aparece la con-
poco. Yo le dije en cierta ocasión que podía morirse, una vez que ducta contraíóbica. En la medida en que la fobia limita el espacio de
le salió una cosa en la piel que no se le quitaba con nada. Yo creo sus actuaciones —hay objetos, además, inevitables—, el sujeto se irrita
que ella pensó que lo que yo había dicho era que para lo que tenía frente al miedo que le atenaza, sin enfrentarse no obstante al objeto del
era mejor morirse, o sea, que deseaba que se muriera. Ella me ase- miedo. Más tarde, cuando la situación se encroniza, se irrita consigo
gura que entendió bien lo que yo había dicho, que nunca pudo su- mismo en tanto incapaz de vencer el miedo, limitado en sus posibili-
poner que yo iba a desear que se muriera, pero eso lo dijo ella por dades de actuación, ridículo ante los demás y ante sí mismo. Pero el
lo mal que me veía, porque debió de pensar que me había arre- sentimiento de autodesprecio no cumple el cometido de sobreponerse
pentido de ese horrible pensamiento... Hasta llegó a decirme una al miedo al objeto fóbico inicial. Lo veremos en el capítulo 10.
vez: bueno, está bien, lo pensé, es lo que tú dices, como recono-
ciendo que yo había deseado su muerte, para así, a continuación,
decirme que me perdonaba... Pero fue peor, porque es que yo ni
lo dije ni lo pensé, yo lo que creo es que ella debió imaginar que 10. Todos los seres humanos tienen sentimientos
vo deseaba su muerte... Cuando vio que me ponía peor, se puso
hasta de rodillas para pedirme perdón, porque creía haberlo hecho Como no hay posibilidad de contrastar y objetivar el momento in-
por mi bien y fue peor...» terno del sentimiento de cada cual (salvo el nuestro), nos interrogamos

\1 33
respecto de si alguien dispone de tales o cuales sentimientos. Su ex- 2
presión de éstos no es garantía de su existencia, puesto que puede si- El sujeto
mularse." Los sentimientos en la arquitectura
Un sentimiento existe si hay displacer ante la frustrada vinculación
que se anhelaba o tras la ruptura de la vinculación preexistente. La y economía del sujeto 1
prueba del displacer tras la frustración es de mayor rango que la del
placer de la vinculación lograda. Los efectos del displacer son más con-
t r a s t a r e s y el fingimiento y la simulación más difíciles. Las modifica-
ciones fisiológicas en el displacer son, también, más contrastables que
las que provocan situaciones de satisfacción (tasa de adrenalina, sero-
tonina, etcétera). 34
Sed de realidad.
A tenor de las exteriorizaciones emocionales que en una u otra si-
tuación unos y otros mostramos, ¿disponemos todos de todos los sen- Thomas Mann, Tristón
timientos posibles en la especie humana? La respuesta es negativa. En
esto radica la singularidad de la vida afectiva de cada sujeto, que el
universo emocional de cada uno sea absolutamente propio. Toda vida
es formación: formación intelectual y formación emocional. La cul-
tura, el universo cultural al que nos incorporamos, tiende a la homo-
geneización, a hacer que todos los componentes dispongan de los mis-
mos instrumentos intelectuales y hagan luego un uso personal según
las diferencias de capacidad. En el orden emocional el planteamiento
es otro: ese mismo ámbito cultural lo encontramos ya, cuando nos
agregamos a él, como el terreno en el que sentimientos y valores se de-
baten, y a nosotros mismos como sujetos que han de optar, a favor, en
contra o en una dirección absolutamente personal. Los sentimientos y
valores son un tema para la lucha, descarada o encubierta, entre los
componentes de un sosegado espacio cultural. Una sociedad civilizada
se caracteriza por el silencio pactado ante determinadas cuestiones
axiológicas que resultan impertinentes y de mala educación sacar si-
quiera a relucir.

14
1. El sujeto, imprescindible
A la dificultad que entraña el hecho de que los sentimientos tengan
un momento íntimo e incontrastable, se une el hecho de que los
psico(pató)logos ofrecen una teoría de los sentimientos (emociones,
afectos, pasiones, estados de ánimo; todos estos términos se incluyen
en el mismo campo semántico) al margen de toda consideración
acerca del sujeto. Es preciso un modelo de sujeto que deíina qué es,
cuál es su función en la economía del organismo, cómo opera en la in-
teracción con los objetos empíricos y con los propios objetos mentales
que produce. Si se acepta que los sentimientos son instrumento de al-
guien, no es posible un enfoque correcto del problema de los senti-
mientos sin una teoría acerca de quién los usa, para qué los usa, cómo
los usa. Introducir el sujeto con criterios de cientificidad supone, desde
mi punto de vista, un nuevo paradigma de alcances insospechados
para la psicología, la psicopatología y la psiquiatría clínica.
Desde que la psicología asumió el método científico en algunas de
sus áreas (no en todas), su proyecto inicial, el conocimiento del hom-
bre, que interesaba a filósofos y posteriormente a antropólogos y psi-
cólogos sociales, se ha desplazado al conocimiento de su conducta y al
de los mecanismos neurofisiológicos que la hacen posible. Este cam-
bio resultó decisivo para la investigación psicológica, que obtuvo avan-
ces importantes, pero no puede alzarse como la única forma de abor-
dar los problemas psicológicos. La psicología cognitiva, por citar una de
las más fecundas corrientes de investigación actual, ofrece modelos
de alto valor heurístico, modelos computacionales para el análisis de
procesos de pensamiento, atención, memoria, percepción, representa-
ción, etcétera, pero soslaya que hay alguien a quien referir el pensai, el
atender, el recordar datos y evocar situaciones, el percibir, el la/onai,
el fantasear, etcétera; es decir, un sujeto.2 Con otras palabias, se ha lu-
cho a espaldas del sujeto/ lo que es tanto más curioso cuanto que se
habla de la necesidad de contar con una teoría de la mente del olio en
el pioceso de la interacción.
Compaiese con el modo tan distinto, y acertado, con que se lia pío

^7
cedido en el campo de la fisiología, concretamente de la neuroftsiolo en el análisis de los sentimientos quien siente sabe que siente Me he
gia La fisiología neuromuscular por poner un ejemplo, permite dar referido antes a este aspecto en el que sentimiento y tarea cognitiva
cuenta de como se mueve el brazo con el puño c e n a d o y se lanza ha- se contraponen y son funcionalmente independientes 8 Pero el sujeto sabe
cia delante, pero no se propone explicar el rango simbólico de lo que que siente porque el sentimiento que irrumpe genera una modificación
se define como «puñetazo» La fisiología del movimiento (motncidad) de si mismo de tal naturaleza que se hace presente para el sujeto en
esta en la base de la actuación (motoncidad), que es cuestión de la psi- todo el, altera sus procesos cognitivos, la motihdad y hasta el funcio-
coftsiologia del sujeto Esta distinción, hecha por Viktor von Weizac- namiento visceral, v lo experimenta al mismo tiempo como alegría,
ker (1940), es sumamente útil para diferenciar, en la esfera de lo pa tristeza, repulsión, odio, amor, colera, arrobamiento, etcétera, es decir,
tologico, entre parálisis, como abolición del movimiento, y apraxia puede «leerlo» y denominarlo
como alteración de la ejecución La psicología debería imitar tanto a
El sujeto posee conciencia de si mismo y de sus actuaciones Es ve-
la Neurología en el sentido que acabamos de señalar, cuanto a la Lin
rosímil pensar que asi como existe una representación funcional mo-
guistica por su ejemplandad epistemológica diferenciados los niveles
tora y sensorial del propio cuerpo en el cortex pre y postrolandico, de
epistemológicos, el fonético, fonológico, morfofonemico, sintáctico, se-
terminados sectores del cortex cerebral —posiblemente el cortex
mántico y pragmático, no hay lingüistica que pretenda conferir a uno
hmbico, prefrontal, orbitario y ventromedial, las zonas de mas tardía
de ellos un rango tal como paia hacer prescindibles los demás
telencefalizacion— estén funcionalmente encargados de la construc-
El sujeto no es un fantasma, 4 sino el usuario de esos instrumentos ción, la representación y la re-flexion de si mismo
cognitivos y emocionales, como lo son también boca, ojos, manos, pies Una teoría o modelo del sujeto debe contar con los siguientes su-
cuando con ellos lleva a cabo actuaciones es decir, acciones contex- puestos
tuahzadas e intencionales (no automatismos) El sujeto es una hipóte- 1 El sujeto es un sistema funcionalmente singularizado del orga-
sis necesaria para dar cuenta de como usa los instrumentos mencio- nismo, pero mterdependiente a su vez de los demás
nados Uno de esos instrumentos es el repertorio de sentimientos de 2 La función del sujeto es doble a) usa de los intrumentos cogni
que dispone cada cual No solo hay alguien que piensa, atiende, refle- tivos que son percibir, pensar, recordar, atender etcétera, 9 para su in-
xiona, recuerda, sino que ademas siente, experimenta las consecuen tervención en la realidad en foima de actuaciones, b) utiliza sus ins-
cías del sentimiento en si mismo y en el objeto sobre el cual lo pro- trumentos emocionales para vincularse con los objetos de la realidad,
yecta, controla o no la expresión de ese sentimiento, etcétera expi esar la vinculación que anhela y, por añadidura, ordenar los obje-
Esta situación, que expongo con carácter panorámico, es justa tos de la realidad de acuerdo a sus preferencias y contrapreferencias
mente lo que hace imposible la utilización de un modelo computacio- Uno de los objetos de la realidad es el propio sujeto, de manera que
nal del sujeto hasta las ultimas consecuencias Un ordenador no es un ambos instrumentos los usa para consigo mismo
sujeto, ni contiene a un sujeto, 5 el sujeto que teclea y ordena es ajeno 3 Las actuaciones del sujeto son siempre en forma de bloques cog-
a el, en idéntica relación a la del pianista con el piano Un ordenador nitivoemocionales l0
no hace ni ejecuta, como el destornillador no extrae tornillos En con- 4 El sujeto es autoflexivo "
secuencia, los modelos computacionales son útiles en su aplicación a al
gunos de los instrumentos de que el sujeto dispone, pero no al sujeto
mismo, cuya propiedad básica es tener iniciativa (una forma distinta de
hablar de intención), hacer «propuestas» con sus «propósitos»
2. El sujeto, sistema del organismo
Asi pues, la teoría del sujeto es impiescindible, y no puede recha-
zarse bajo el pretexto de ser especulativa Lo es en el mejor sentido de Todas las actuaciones humanas se reconocen provenientes de un
la palabra, como construcción intelectual análoga a la que ha produ- sujeto, se atribuyen a un sujeto al que tanto en el laboratorio psicolo
cido modelos de memoria o de atención o de representación, 6 o, en el gico como en la vida social se le responsabiliza de ellas El sii|cto
ámbito de la física, modelos atomicoestructurales, cuantieos o relati- atiende, percibe, siente, piensa, imagina, razona, se mueve siempie cu
vistas forma de tareas concretas de «aplicaciones en situaciones piensas»
Ahora bien, si en la investigación de los procesos cognitivos el su- o contextos desde reflexionar sobre si mismo o sobic ti leonina di
ido puede hipostasiarse (el sujeto, salvo excepcionales circunstancias, Godel, a escribir en un ordenador o a maquina paseai ton o sin pa
no advieite como piensa al mismo tiempo que piensa, o en como atien- raguas, distrutat de una buena comida, ekeleía Son atlu.u IOIKS ck
de al mismo dempo que lo hace, o en como recuerda), 7 no ocurre asi tipología muy dispai, peí o se las teconote como ck pendu nli s ck I t on

W V)
texlo: son actuaciones contextualizadas, sujetas a reglas que el sujeto nivel de vigilancia (es decir, de conciencia) casi normal. Hay, por otra
ínliere del contexto. Los contextos son diversos, de modo que las ac- parte, organismos en los cuales asistimos a la destrucción paso a paso
tuaciones, de por sí muy varias, lo son aún más porque los contextos del sujeto, por ejemplo los que padecen la enfermedad de Al/heimer:
lo requieren. Las actuaciones humanas tienden a la adaptación del su- no retienen los yoes construidos paia la ejecución de tareas, o se des-
jeto al contexto: se consideran fracasadas, en el sentido más amplio, truyen los módulos yoicos usados con anterioridad, y no recuerdan lo
cuando no lo logran. El contexto es el entorno inmediato del sujeto. que acaban de hacer; luego, tampoco lo que hicieron antes, y por úl-
Cada actuación se define como la de un Yo ejecutor en el momento timo quiénes son. ls En otras circunstancias, como por ejemplo en la
presente: yo ando, yo recuerdo, yo observo, yo robo, yo sueño, yo ha- esquizofrenia, aparecen alteraciones curiosas en el sistema del sujeto:
blo...12 Son yoes muy varios, aunque se agrupan según su género. El no reconoce como pertenecientes a él algunos de sus yoes, y así,
Yo no está construido de antemano, aunque sí proyectado, anticipado cuando alucina, las voces que oye no las reconoce suyas sino de otro,
(yo proléptico) a la actuación, a su exteriorización. Muchos de los Yoes y dialoga con «aquellos» a los que se las atribuye. 16
con los que nos presentamos carecen de espontaneidad, aunque eso no Ahora bien, los yoes no se forjan sólo para actuaciones en contex-
se opone al hecho de que, llegado el momento, el yo se construye ex tos empíricos; se forjan para contextos virtuales o imaginarios. Así, en
novo para su actuación en un nuevo contexto; o tal vez «aparca» el Yo la fantasía diurna el sujeto se piensa un yo actuando en situaciones im-
que actúa en el contexto de ahora para «sacar» el Yo que actuó en un posibles en la realidad; y en el paranoico, que se cree inventor perse-
contexto anterior. Así es como se opera: yo di una clase; luego yo me guido por los poderes del planeta e incluso del cosmos, o salvador del
fui al cine con la vecina; después, yo cené, yo vi un rato la televisión, mundo, los yoes fantaseados se viven como empíricos. Muy interesan-
yo dormí; al día siguiente, yo volví a la clase y di otra lección... Aun- tes son los yoes de las fantasías oníricas, cuya interpretación ha de ha-
que múltiples, el sistema en el que o desde el que los Yoes se constru- cerse sobreponiéndose a las alteraciones del discurso que tienen lugar
yen es uno. El sistema desde el cual el Yo se organiza y construye, en el en una circunstancia en la que es condición sine qua non el descenso
que se almacenan los yoes organizados, y desde donde se prepara para la del nivel de conciencia.
actuación con uno de ellos, lo denominamos sujeto. El sujeto es una estructura cognitivoemocional dotada de una
enorme versatilidad, y los yoes de que dispone son módulos que reme-
dan al sujeto adoptando la forma de un Yo para la actuación. El sujeto
es un conjunto de n-yoes, a) actuales: empíricos, imaginados o fanta-
3. El sujeto, formación mental seados; b) pretéritos, susceptibles de ser evocados y actualizados; y c)
futuros, anticipados o prolépticos, a modo de ensayos de actuación:
El sujeto es uno de los muchos sistemas del organismo. 13 Mientras
los demás sistemas logran la adaptación del organismo al medio (fisi- [1] S (Y)„
coquímico), el sujeto consigue la adaptación del organismo al entorno
(simbólico, es decir, psicosocial). De entre los sistemas del organismo, Es erróneo creer que el Yo es exclusivamente racional porque en
el sujeto es el único de carácter mental, como lo es todo aquello que las actuaciones regladas sobre la realidad se precise controlar las emo-
deriva de una actividad del paleo y neocórtex cerebral. Sin organismo ciones. Para Freud, por ejemplo, siguiendo la tradición psicológica y
(humano) no hay sujeto (ni ninguna otra formación mental, como son filosófica ilustrada, el Yo es aquella parte del aparato psíquico que
sus instrumentos cognitivos y emocionales). La integridad funcional del tiene como misión que el sujeto (que por cierto también se hipostasía
organismo es condición necesaria para la funcionalidad del sujeto, pero en Freud) se ajuste al principio de realidad. El contacto con la realidad,
no condición suficiente. Hay organismos humanos sin sujeto: el hom- en tanto que problema que resolver, es cognitivo y, en tanto que objeto
bre en estado de coma, que no actúa cognitiva ni emocionalmente, no de placer o displacer (que agrada o desagrada), emocional. Por eso, la
es un sujeto.14 En estados previos al coma total, es decir, en aquellos relación con la realidad es conflicto, primero, como problema a resol-
donde no ha desaparecido sino sólo está disminuido el nivel de vigi- ver, a veces con premura; segundo, como problema de adecuación.
lancia, todo el sistema del sujeto está alterado, y se alucina y delira. La Las actuaciones del Yo, desde otro punto de vista, son respuestas a
I unción fundamental del sistema cognitivo del sujeto, tal la diacrítica la presencia del objeto, pero tienen categoría de propuestas de cambio
(gracias a la cual distinguimos entre objetos mentales, es decir, inter- y adecuación del sujeto al objeto. Cuando hacemos algo ante alguien
nos, v empíneos o externos), está perturbada. La alucinación es el que se presenta de inmediato ante nosotros, le respondemos y le pio-
i'ieinplo más claio de esta alteración de la diacrisis, compatible con un ponemos que opte por deteiminadas actuaciones; o dulio de olía

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loima le pioponemos un pacto acerca de como proseguir la relación Esta formulación permite desterrar dos tipos de falacias habituales
Poi eso, de cada actuación del sujeto en forma de Yo ejecutor o delegado al tratar de la interacción propiamente dicha 1) La falacia que llamo
de el se infiere la teoría de que el sujeto posee acerca del objeto, del con metommica toda relación parcial tiende a verse como total («J es es-
texto en el que sujeto y objeto se ubican, asi como una teoría acerca de túpido», o lo que es igual J es todo el estúpido) Ningún sujeto, por
la practica de la actuación posible El Yo es una construcción pragmá- principio es definible aunque si descnptible a partir de los yoes que
tica del sujeto (proyecto) Los objetos de la realidad son provocadores se conocen de el,17 2) la falacia que denomino objetivista toda relación
para el sujeto, y requieren una respuesta subjetiva, la que compone imaginaria tiende a concebirse como real, identificando parecer con ser,
nuestra singular forma de adecuación a ellos La relación sujeto/ob- y excluyendo la categona subjetiva de la construcción del objeto En
jeto, representada antes de esta forma ese caso, la relación sujeto/objeto es doblemente ilusoria en «Juan es
un chico estupendo», «estupendo» se ofrece como rasgo definidor, por
[2] / (S/Ob)Cx tanto, totah/adoi de Juan (todo Juan), y «es» se enuncia como una
propiedad objetiva de Juan, no como atribución del hablante a Juan
y que constituye lo que llamare a partir de ahora formula estándar, se La superación de la doble falacia metommica y objetrvrsta del objeto
reescnbina ahora de esta otra —«Juan, como amigo, no en otro aspecto, me parece, cuando menos
a mi, estupendo»— es un logro del sujeto sobre si mismo 18 que le con
[3] f[S(Y/Ob)]Cx fiere una mejor dotacron para la vrsron de la realidad, una visión que,
ciertamente, no deja de ser egocéntrico egotista pero que adquiere ca-
en donde / lepresenta la relación cogmtiva entre el yo (Y) construido racteres de autocrítica y, en consecuencia, factores de corrección de
por el sujeto para su relación con el objeto, y / el functor modificador inestimable valor
(amar, odiar, envidiar, simpatizar, admirar, asombrarse, entristecerse )
de esa relación El Yo queda como mediador entre el sujeto y el objeto
Obsérvese que / se sitúa antes del sujeto desde la modulación emo
cíonal del sujeto ante la información que le suministra el objeto, el su- 5 Heterogeneidad del sujeto y conflictuahdad
jeto construye el Yo como respuesta/propuesta al objeto de la relación sujeto/objeto
El sujeto esta en el mundo para resolver los problemas que le sur-
gen en las relacrones, enormemente dinámicas, que esta obligado a
4. La relación sujeto/objeto, relación parcial e imaginaria contiaer Sus problemas se reducen a dos la necesidad de vincularse
a determinados objetos para la satisfacción de sus deseos, y hacerlo
En las formulas [2] y [3] se presupone que el sujeto aprehende la con el menoi coste El sujeto es un sistema para la resolución del con
totalidad del objeto, lo que no es exacto captamos siempre partes o flicto cogmtivoemocional que es toda relación sujeto/objeto Dada la ver-
fragmentos del objeto (Obp), nunca al objeto en su totalidad, y, en se- satilidad de la realidad, el sujeto ha de estar dotado de una notable ca
gundo lugar, aprehendemos no el objeto ni sus partes sino la imagen pacidad de ajuste y adaptación, que requiere iniciativa y flexibrhdad
de una parte del objeto (imObt) Las formulas [2] y [3] se sustituirían Un sujeto en plena forma puede elaborar respuestas/propuestas, o sea,
por esta otra yoes específicos, cada ve/ que es provocado por el objeto o los objetos
de un contexto El objeto, como sistema emisor, suministra informa-
[4] / [S(Y/imObp)]Cx ción el objeto dispara el deseo en el sujeto, que es, como se ha dicho,
un sistema cognitivodesiderativo El functor / es el tipo de modali/a
Ahora bien, el Yo es parte del sujeto, y una parte dada para la re- dor que el sujeto moviliza para la construcción desiderativa Si / es
presentación ante el objeto y en concreto ante el contexto, es decir, una amar, expresa el deseo de posesión y retención del objeto, si / es odiai
imagen que el sujeto tiene de esa parte de si mismo De este modo, la re- el deseo de expulsión y hasta de destrucción del objeto H sti|tto pío
lación de alguien con alguien, toda interacción, en suma, es una reía yecta un vo adecuado que lo haga deseable al ob|cto paia lo qui
(ion parcial e imaginaria entre ambos Yoes La interacción no es una re- pretende de el En esto consiste lo que, con una expusion di masía
la< ion de sujeto a sujeto, sino del Yo de uno con el Yo que el otro se ve do genética se denomina relación su|eto/ob|clo a sabí i i n la anís
obligado a constimr tiuítion dtl nujor de los \ocs posibhs pata la litación ion ti ol>i<l<> \

l> 41
en el logro de la homeostasis en el conjunto creado por la relación que P me correspondiera, había hecho lo que se dice méritos, y la
/ lS(Y/im()b)/t\. Si el conflicto de la relación sujeto/objeto se ha re- verdad es que pensé que va lo tenía en mis manos, y hasta me con-
suelto con éxito, la homeostasis interna (del sujeto consigo mismo) y fié demasiado. Es cierto que siempre fue P quien tuvo lo que se dice
externa (del sujeto con el objeto) se logra. El fracaso es desequilibrio, la sartén por el mango, me tenía a mí en sus manos, pero yo creía
anhomeostasis. que lo había lo que se dice conquistado. Por eso el final ha sido para
mí trágico, y la verdad es que no me he repuesto todavía. De manera
que cuando yo imaginaba que tenía a P metido en el bote resultó
que no, que había hecho todo de la peor manera posible.»
6. Autorrepresentación del sujeto y teoría de la realidad
Aun cuando la solución sea incierta, la opción elegida revierte so-
La relación sujeto/objeto no es nunca neutra ni ingenua, porque bre el sujeto (efecto huele) en forma de un reforzamiento positivo (si
el sujeto conoce v desea. Con independencia de que se modifique en el logra el éxito) o negativo (si se obtiene el fracaso) del sistema su-
curso de la interacción, el sujeto parte de una teoría, una conjetura, jeto/Yo. En el primer caso, se traduce en adaptación y seguridad en el
una figuración1"' en la que intervienen la imagen que el sujeto tiene del sistema del sujeto y conlianza en el Yo construido para el contexto; en
objeto y la imagen que el sujeto cree que el objeto tiene de él. Esta hi- el segundo, las consecuencias son opuestas: inadaptación e inseguri-
pótesis se contrasta necesariamente con la imagen que el sujeto tiene dad, depreciación del sistema del sujeto, deconstrucción del Yo cons-
de sí mismo, y de las diferencias entre ambas surge el conflicto, que truido para la re-presentación (pero fracasado) y construcción de otro
se resuelve finalmente en éxito o fracaso. Téngase en cuenta que la teo- bajo planteamientos distintos, o no construcción, es decir, inhibición
ría acerca del otro no depende solamente de la información que su- del sujeto ante el contexto.
ministra, sino de la actitud sentimental previa a la relación. Si sólo de-
pendiera de la cantidad de información, desde el pre-juicio inicial se
recabaría mayor información para alcanzar de esta forma la objetivi-
dad imprescindible. Pero la disonancia cognitiva (Festinger) que sobre 7. Arquitectura sentimental. El self
esa información ejercen nuestras actitudes emocionales es el obstáculo
primordial para que la relación sujeto/objeto esté libre de lo que se lla- El repertorio de sentimientos de un sujeto adulto no puede deter-
man prejuicios.20 El conflicto de la interacción deriva de que la teoría minarse por simple enumeración (sería interminable), sino según cla-
acerca del objeto de la que partimos es prejudicativa y prejuiciosa. ses, géneros o módulos. Hay —como se verá— sentimientos eróticos,
Por tanto, la relación sujeto/objeto es una relación conflictiva, y, éticos, estéticos, intelectuales, etcétera. Respecto de nosotros mismos,
además, perpetuamente conflictiva, merced al principio de incerti- sabemos hasta cierto punto cuáles son los tipos de sentimientos que se
dumbre que rige respecto de la intimidad del otro, nunca descubierta nos disparan en las relaciones con los varios objetos de la realidad, de-
(ni susceptible de serlo). 2 ' De aquí que haya que confiar en el éxito o finimos los géneros de sentimientos y hasta hablamos de su intensidad
el fracaso. Confiar es una forma de estrategia sobre la base de datos y cuantía. Con toda suerte de imprecisiones y discrepancias, describi-
cognitivos incompletos, meros indicios, que convierten la respuesta y mos la arquitectura sentimental de aquellos con quienes nos relacio-
propuesta también en apuesta. En efecto, si sobre el otro no cabe sino namos. Los retratos literarios ofrecen ejemplos preciosos e ilustrativos,
una teoría, también es hipotética la aceptación o el rechazo que parece que aluden a los sentimientos del personaje, a expresiones corporales
ofrecernos, y por tanto, es preciso apostar por una u otra posibilidad. consolidadas, esto es, todo lo inherente a una arquitectura sentimen-
En conclusión, la interacción sujeto/objeto es conflictiva, tiende a tal precisa. 22
su resolución mediante una respuesta/propuesta que devenga en éxito Podemos abordar este problema desde varios ángulos: a) por los
y, finalmente, apuesta por categorizar como éxito lo que de ninguna tipos de interacciones más relevantes en cada cual (eróticas, morales,
manera puede ser contrastado como tal en su totalidad. Lo mismo, intelectuales, etcétera); b) por los tipos de conflictos que se generan
pero a la inversa, ocurre en la relación sujeto/objeto cuyo conflicto de- en nuestras relaciones con la realidad; y c) por los tipos de conflicto
viene en fracaso. que el sujeto tiene consigo mismo (eróticos, éticos, intelectuales, de la
corporeidad, etcétera), inherentes a la inaceplación de una deleimi
«La sensación de ridículo que hice fue tanto mayor cuanto que en nada lácela de su identidad. A lo largo del desarrollo, cada sujeto tiene,
ningún momento pensé en el fracaso. Yo había dispuesto todo para por decirlo así, un fuego Je sentimientos que en algún sentido lo ta

II 4S
racteriza, y que permite a los demás saber a qué atenerse con él con nentes éticos e intelectuales en principio parecen no jugar ningún pa-
alguna probabilidad de acierto. Expresiones de la vida cotidiana tales pel, pero que a veces se traen a colación si añaden cualificación eróti-
como «es un seductor», «yo sé cómo va a reaccionar», «no esperes que camente relevante al Yo.
le guste lo que le regalas», «J es incapaz de amar salvo a su madre»,
«por un libro raro es capaz de todo», «no puede estar enamorado por- 1) El módulo erótico. En nuestra cultura, es fundamental la oposi-
que es rubia», etcétera, revelan de qué modo se transmite un cierto sa- ción sexual masculino/femenino. Se es tanto más viril cuanto menos
ber acerca de la arquitectura sentimental de cada cual. femenino, y a la inversa. Cualquier actuación se constituye en un
En la adolescencia es donde se plasma la arquitectura sentimental, modo de expresión de la identidad erótica del emisor. Un tono de voz,
el orden emocional del sujeto, que, luego, de adulto, se rigidifica y se determinadas locuciones, la manera de andar, de mirar, determinados
consolida perdiendo versatilidad (Erikson). 23 Para entonces, han exis- gustos, etcétera, se interpretan como señales de diferenciación sexual,
tido suficientes experiencias de interacción como para que se tenga de modo que los comportamientos de mujeres y de hombres se regu-
procesada una determinada idea acerca del propio valor de nuestras lan socioculturalmente. Muy pronto se le hace saber al niño o a la niña
diferentes propuestas. Se puede afirmar que a partir de la adolescen- el valor que toda actuación tiene para conformar la identidad erótica
cia, las áreas o módulos básicos de la identidad no sufrirán sino leves ante los demás. Aceptación o rechazo son los dos sentimientos extre-
modificaciones. mos que se movilizan en el sujeto ante su identidad erótica.
Sobre cuatro módulos se basa la imagen que el sujeto tiene de sí 2) El módulo actitudinal. He diferenciado tres grupos de actitudes
mismo y en función de los cuales elabora sus respuestas/propuestas: (submódulos) que corresponden a los parámetros del contacto inme-
a) el erótico; b) el actitudinal; c) el de la corporeidad; y d) el intelectual. diato que tienen lugar en la interacción: a) el pático, referido a la cua-
Cualquiera que sea el módulo, el sujeto le confiere un valor, depen- lidad mayor o menor para la provocación de recepción o rechazo (sim-
diendo del éxito o el fracaso que obtiene de sus actuaciones con él. Se patía/antipatía); b) él ético, concerniente a la mayor o menor fiabilidad
traducirá de una forma muy simple: como aceptación o inaceptación de que inspira; y c) el estético, tocante al gusto (bueno/malo, delicado o
esa faceta modular de su identidad. Esto vale tanto para las actuacio- tosco, elegante o rudo, distinción/indistinción) que transparenta.
nes públicas como para las íntimas. Hay que advertir que no tiene por 3) El módulo de la corporeidad.2* Casi como ocurre con el sexo al
qué existir una correspondencia entre el valor que el sujeto concede a que se pertenece, el cuerpo es el vehículo desde donde los demás han
un determinado módulo de su identidad y el que le conceden los demás. de configurar nuestra identidad. Comprende también tres submódulos:
La depreciación de algunas facetas de la imagen pública puede ser a) el fisiológico, referido a los bipolos saludable/enfermizo; b) el ener-
«compensada» por su exaltación en nuestra intimidad (en el capítulo 10 gético (fuerte/débil); y c) el estético (bello/feo).
se tratará esta cuestión con detalle). Gran parte de la patología de la 4) El módulo intelectual, que gira en torno a los bipolos inteligen-
identidad (desde la racionalización al delirio) deriva de la incongruen- te/torpe.
cia entre ambas imágenes, de la negación de la depreciación en el ám-
bito público y la exaltación, o cuando menos la integridad, en el ámbito La imagen que el sujeto tiene de sí mismo en cada una de las áreas
íntimo. Aún sin llegar a la distorsión cognitiva que representa el deli- compone el self (erótico, actitudinal, de la corporeidad e intelectual).
rio, puede afirmarse que la imagen que el sujeto tiene de sí en uno o va- En el sujeto adulto la identidad se ha diversificado y no hay un self*
rios de sus módulos no es un calco mecánico de la que obtiene tras la in- conjunto, sino referido a cada una de las áreas descritas. 25 Es a partir
teracción, como nos lo han querido hacer ver algunos teóricos de la de la adolescencia cuando tiene lugar esta diferenciación, a medida
interacción (Watzlawick, Jackson, Ruesch, Merlo, entre otros). Con que el sujeto va explorando las varias interacciones y los resultados que
suma frecuencia el sujeto oculta su depreciación en alguna de sus áreas, le deparan, y no deja de ser decisivo el que, por determinadas razones,
ofreciendo al exterior una imagen exultante. La pedantería, la cursile- el sujeto se vea precozmente abocado a tomar conciencia de su iden-
ría, el tono chulesco, el recato, la mesura, etcétera, constituyen yoes pú- tidad. Es lo que ocurre en aquellos niños (especialmente varones) que
blicos que el sujeto juzga idóneos para el éxito en la interacción. Para antes incluso de los seis años aparecen identificados con rasgos «im-
la escena pública la imagen ha de «maquillarse» a tenor de lo impre- propios» del varón.
sentable de la imagen íntima. Ése es el dinamismo de la impostura.
Aunque el sujeto construye yoes según la especificidad de la interac- «Recuerdo lo que constituía un drama en mi casa... Yo tenía quizá
ción, se vale a veces, como reforzamiento, de yoes de otras áreas. Pen- cuatro años, no más. Pero me gustaba ponerme los zapatos de la-
semos por ejemplo en una interacción erótica, en donde los compo- cón de mi madre y aparecía así ante ella y ante mi padre. Mi pa-

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clre se levantaba a pegarme, mientras mi madre trataba de ver lo Aunque el sujeto trate por todos los medios de rehuir la respuesta, le
risible y lo infantil de todo aquello, trataba de hacerlo pasar como es imposible porque tiene la prueba de que es ahí donde se esconde su
un juego, como si lo mismo que jugaba a ponerme sus zapatos e ir problema nuclear. Los intentos defensivos de dar una respuesta gene-
sonando el taconeo hubiera podido jugar a boxear. Pero mi madre ralizada deben y pueden ser demolidos de inmediato. Hay que tratar
sabía lo que esos comportamientos iban a representar en mi vida, de llevar al sujeto al terreno de la concreción, de qué valores confiere
mientras mi padre, cuando se dio cuenta de que yo era así y nada a los distintos aspectos de su self, y sobre todo de hasta qué punto esa
podía hacer él por cambiarme, aprendió a hacer como que no los área traumatizada sensibiliza al conjunto y de qué modo. En la vida
advertía. En él se traducía en un desprecio enorme cuando, lo re- de relación esta exigencia no sólo no se suscita sino que hay razones de
cuerdo muy bien, entró un día en el dormitorio de él y de mi ma- sobra para la ocultación. Es el flanco débil que no puede ofrecerse al
dre y me vio que me ponía un sujetador tapándome los pe/.ones... «contrario» (lo son todos), el frente por el que puede ser uno atacado.
Salió dando un portazo y no me dijo nada. Debía pensar que ya Nadie más que uno mismo como celoso guardián de lo que cree nece-
no tenía remedio. Mi madre era entonces la que me regañaba... sario ocultar.
Lo peor era cuando iba al colegio. Mi madre quería hacer ver a los
profesores que vo era delicado, sensible, que no era tan rudo como «A nosotros no nos dice nada, y no sabemos en realidad qué es lo
los demás, pero los profesores hacían como que le daban la razón, que le pasa, pero no se relaciona con los demás, apenas tiene ami-
aunque sabían, como debía saberlo también mi madre, que yo era gos, siempre quiere estar en casa, pero tampoco le apetece salir con
un homosexual y un travestí... Sin embargo, mi madre no ha acep- nosotros. Él dice que los demás no le entienden, que son muy bru-
tado que yo sea un homosexual hasta que, muchos años después, tos, que prefiere estar solo.»
le impuse mi pareja, con la que he sido feliz, muy feliz.» Se trata de M, de 16 años, estudiante aventajado hasta este año, que
de pronto, sin explicación alguna para los padres y los profe-
En el curso de la existencia se ofrece la posibilidad de interaccio- sores, «se ha venido abajo y ha suspendido en todo». Según él,
nes en las que juegan distintas áreas del self de manera preferencial. algunos compañeros de clase le achacan algunos intereses escasa-
El sujeto ha de saberse capaz o incapaz a la hora de construir yoes que mente viriles: no se interesa por el deporte, ignora todo lo relacio-
resuelvan el conflicto surgido en una específica interacción. nado con el fútbol, se muestra torpe y desaliñado en los ejercicios
Las consideraciones anteriores permiten calibrar la complejidad de físicos, prefiere leer antes que otra cosa... Pero no hay nadie en la
la representación de sí mismo que el sujeto construye tanto para las clase que le siga, ni siquiera entre las compañeras. Además, éstas lo
relaciones con los demás como consigo mismo. Para la comprensión de consideran muy bueno como amigo, servicial, pero también parecen
la dinámica interna del sujeto, hay que contar con el reajuste de la ar- haber descubierto su carencia, en forma de «inofensivo». Con él
quitectura del self a tenor de los éxitos o fracasos habidos en las inte- adoptan unas actitudes muy distintas a las que siguen con los de-
racciones. El rechazo de un área de sí mismo obliga a la reestructura- más... «Me gustan las niñas, pero no como a todos los demás. Me
ción de las otras. Muchos de los desarrollos afortunados del sujeto en gusta estar con ellas porque son más delicadas, pero tampoco quiero
un área, pongamos por caso la intelectual, derivan de deficiencias que ellas tengan que pensar de mí que no soy como todos los de-
en otra, por ejemplo, la erótica. Una cuestión de gran trascendencia más.» En la lámina M del THP —muy útil para la detección de ten-
para la psicopatología: el sujeto es el arbitro último en el juicio sobre sí dencias homosexuales en ambos sexos— se tiene esta respuesta: «Es
mismo, cualquiera que sea el precio que pague por la distorsión a que un muchacho gordito, que mira hacia abajo, como si tuviera ver-
se ve forzado para su equilibrio interno en cada una de las áreas de su güenza de él mismo... Como si tuviera algún complejo, no sé cuál,
self, cualquiera que sea el precio que pague si lo equivoca a su favor.26 pero alguno. No va por la vida de manera alegre, sino como entris-
Los sentimientos sobre áreas del sí mismo, del self, son decisivos y, tecido... Puede que sea una mujer, una muchacha, aunque tiene
si son de rango peyorativo, se ocultan hasta el punto de configurar de- como pelusa encima del labio... La verdad es que ahora no sé si es
linitivamente al adolescente en su reserva y hermetismo. Una cosa es un hombre o una mujer». En la lámina 9 BM del TAT (también es-
que los demás vislumbren o sospechen sus áreas vulnerables, y otra, pecialmente valiosa para la misma tarea, pero en el varón), la res-
muy distinta, que él mismo las considere así, y determinantes, por ello, puesta es como sigue: «Son trabajadores que están descansando des-
de su dinámica interna y para la interacción. Por eso, la pregunta clave pués de todo el trabajo de la mañana... Pero lo curioso es que estén
en toda psicoterapia sectorial —pregunta que debe hacerse en cuanto todos tan amontonados; sí, uno encima de otro, sobre todo este que se
surja la oportunidad— es la siguiente: ¿qué imagen tiene de sí mismo? ve aquí en el primer plano. Y el que no está encima parece que está

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aprovechando que los demás están dormidos para mirarlos de una yoes públicamente aceptables y a ser posible reconocidamente valio-
manera especial, porque se ha levantado expresamente para verlos». sos. De manera que, además de los mecanismos de defensa que pro-
curen la ocultación de los yoes íntimos inaceptables socialmente, el su-
La aparición de un sentimiento de aversión hacía el área desde la jeto precisa la «mejora» de aquellos que ha de usar en la interacción.
que se construyen, por ejemplo, los yoes eróticos modifica la arquitec- W. James fue quizá el primero en llamar la atención sobre estas mejo-
tura sentimental del sujeto. ras del self.2H El yo no emerge ante el otro ni en un determinado con-
texto sin «arreglo». Nadie se presenta ante el otro con la imagen que
Se trata de un soltero de 36 años. Llama la atención cierta rigidez tiene de sí, sino con la que compone para que su propuesta de relación
en las formas (movimientos, gestos), su comedimiento. «No me he tenga éxito. Estamos tristes, pero en el momento de la interacción o
casado porque alguien tiene que quedarse soltero, vamos, quiero acentuamos la expresión de la tristeza para ser compadecidos, o la ate-
decir que no ha surgido la ocasión. Yo he ido buscándome mi nuamos para que se reconozca nuestra entereza ante el infortunio, o
forma de vida... En el instituto, pues sufrí bastante, porque no era la ocultamos, si lo consideramos pertinente.
como los demás, no me gustaban los juegos a que jugaban los de- Éstas son las estrategias del sujeto en la construcción del Yo ade-
más, el fútbol, bestialidades... Me gustaban las cosas de religión y, cuado a las reglas del contexto. En un funeral mostramos el Yo grave
claro, muchas veces se reían de mí, o me decían o me insinuaban que se requiere; en un salón, el tono de voz, unos temas de conversa-
algo... La verdad es que no he sido feliz... Me he retraído, me mo- ción y unas formas de habla ad hoc. La «mentira social» —en tanto
lestan las bromas pesadas, de mal gusto; además soy muy suspicaz, que consensuada deja de ser mentira— es una estrategia destinada a
y sé que soy desconfiado... Además, a mí o de mí han dicho que si no ir más allá de adonde se debe llegar: cada cual adopta en el con-
soy homosexual o algo así, pero yo odio a los homosexuales, me texto las formas que se requieren para el éxito. La educación no es sólo
dan asco, van haciendo exhibición de sus tendencias, y eso en todo identificable con la cortesía, sino con la adecuación (ambos términos
caso debe quedar para la intimidad... En algún momento de mi pertenecen a la misma familia semántica y etimológica). Una torpeza
vida pensé en hacerme cura, pero después se me pasó...» e inhabilidad, un fracaso del Yo inadecuadamente propuesto, com-
porta una auténtica catástrofe en el sujeto.
Desde el área sensibilizada se sensibilizan otras áreas, bien para la de- Distinta a la estrategia de adecuación es el maquillaje del Yo, la so-
fensa y ocultación de la «deficiencia», bien para su expresión soterrada. 27 breactuaciún. El maquillaje, en el amplio sentido del término, es una
Una de las tareas más apasionantes en la psicoterapia sectorial es sobreactuación en la estrategia para la consecución del éxito en la que
el desvelamiento ante el sujeto de cómo su arquitectura emocional se se transgreden las reglas de la cooperación mediante el recurso a la
ha ido haciendo en función de la dialéctica ocultación/liberación. Por mendacidad. La coquetería, la oficiosidad, la adulación son yoes ma-
ejemplo, cómo desde la ocultación/rechazo de tendencias homosexua- quillados con miras a la obtención de un éxito que el sujeto no cree
les el sujeto 1) se torna suspicaz y vigilante frente a las posibles ase- posible lograr de otra forma. Así por ejemplo, los maquillajes de yoes
chanzas de los demás; 2) se obliga a la consciente ocultación o a la eróticos, como la coquetería o el donjuanismo, persiguen la seducción
adopción de sobreactuaciones de signo opuesto a las que caracterizan y la conquista del objeto eróticamente deseado. No hay seducción sin
a un homosexual (por ejemplo, el odio al homosexual); 3) reprime sus engaño, y en este sentido todo maquillaje erótico (en general, todo ma-
deseos homoeróticos; 4) envidia/agrede a quienes se aceptan en su quillaje) es mendaz. Los de actitudes páticas son, por ejemplo, la ofi-
identidad homoerótica; 5) elige una forma de vida (por ejemplo, el sa- ciosidad, la zalamería; los de la ética, la proclamación de la decencia,
cerdocio) que le sirva de cómoda coartada de una soltería sospe- de la autoveracidad, de la rectitud moral; los de la estética, la «sensi-
chosa... En suma, el sujeto no consigue jamás la homeostasis, merced bilidad», la cursilería. Los maquillajes de la corporeidad que afectan a
a que el conflicto originario contamina a las otras áreas... la faceta energética adoptan o bien el incremento del vigor (vigorexia),
muy frecuente en el sexo masculino, o la fragilidad y delicade-
za, más propia del sexo femenino. En la faceta estética revisten desde
formas tan tenues como la ocultación de la edad, hasta las operacio-
8. Estrategias del sujeto: yoes adecuados nes de estética, los regímenes alimentarios, etcétera. 29 La pedantería,
la suficiencia, la exhibición de la «cultura» son maquillajes del sel/ in-
Puesto que los seres humanos se mueven en una doble vida, la ín- telectual.
tima y la pública, es lógico que para esta última se trate de construir

50 SI
3
Función de los sentimientos
I. Vinculación desiderativa
1. La conjunción hombre/mundo
Los seres humanos desde que nacen se esfuerzan por vivir y estar
en el mundo. Para ello cuentan con un saber heredado que, por im-
preciso y rudimentario que sea en las primeras etapas, capacita al niño
para satisfacer sus necesidades básicas y sobrevivir. Puesto que el re-
cién nacido no puede valerse por sí solo, el llanto le sirve como res-
puesta/apelación programada, como los reflejos de succión y prensión,
que aparecen incluso antes de la salida del seno materno con miras a
subvenir a la necesidad de nutrición y calor que debe seguir propor-
cionándole la madre. Satisfechas esas necesidades básicas, aparecen
luego otras que revisten la forma de deseos, amor y odio en sentido
amplio, hacia los objetos del mundo. No el mundo abstracto, el mundo
en general, sino el mundo simbólico, un mundo que el propio sujeto
selecciona y amplía a medida que evoluciona.
Para vincularse con los objetos, el sujeto requiere procesos cogniti-
vos y procesos desiderativos: conocer y, de entre lo que se conoce, de-
sear: así se resume la conjunción del ser humano con los objetos del
entorno, y, posteriormente, también consigo mismo, cuando adquiere
la reflexividad, esto es, la posibilidad de objetivarse, de imaginarse y
actuar respecto de sí mismo como un objeto más. El sujeto, en fin, pre-
cisa la doble vinculación, cognitiva y desiderativa, con determinados
objetos de su entorno.

a) Vinculación cognitiva
La percepción o la representación de un objeto es ya un tipo de
vinculación. La conjunción, en este caso, es de carácter copulativo (Yo
y P), disyuntivo (Yo o P), implicativo (Yo luego P) e inferencial
(Yo quizá P). Son vinculaciones lógicas, con las que se opera en esa la-
rea que se define como de sentido común. El sujeto trabaja valiéndose
de lo que podemos llamar gramática cognitiva. «Yo y tú», «Tú oslas de-
lante de mí», «El niño tiene un violín», «Si me voy quizá la vea», eloó-
tera. El discurso cognitivo muestra la organización espaeiolenipoial
del sujeto sobre la realidad que tiene ante sí, realidad on la que se si

SS
túa virtualmente en el centro del eje de coordenadas desde el cual b) Vinculación afectiva, vinculación desiderativa
aprehende la perspectiva de la misma como totalidad estructurada Lo que al esquizofrénico le falta es justamente lo que representa la
(Gestalt). En la vinculación cognitiva el sujeto sabe de su visión pers- vinculación afectiva: la capacidad del sujeto para identificarse, cuando
pectivista. Piaget y colaboradores han estudiado con detalle el desa- menos en algún aspecto, con el objeto, hacerlo «suyo» empírica o vir-
rrollo de estas vinculaciones ligadas a procesos lógicos. En un su- tualmente. s En la vinculación afectiva el sujeto atrae hacia sí al objeto,
puesto teórico, si el sujeto no se comprometiera en la realidad, la forma con él una unidad, una estructura. Esta vinculación es tanto
realidad se percibiría tal cual es.1 más ostensible cuanto más intenso es el deseo, pero ello no significa
En la vida real no se da, por fortuna, esta vinculación exclusiva- que la estructura sea distinta si el deseo es tenue.
mente cognitiva. Decía Bertrand Russell que no hay discurso, ni si- La conjunción que ahora nos importa es del tipo de las que cali-
quiera el pretendidamente científico, que sea exclusivamente cogni- ficamos de interesada, desiderativa, pues el deseo del objeto está en
tivo, porque en la simple elección de un contenido se entrevé una la base de hacerlo propio o de rechazarlo, aunque sea de manera vir-
relación afectiva, preferencial. 2 Pero hay más: cuando nos situamos tual, ilusoria, imaginaria. «El niño quiere a su madre», «P ama a Q»,
ante una realidad, ¿qué percibimos de ella sino aquello que nos inte- «X odia a Z», «Este paisaje es bonito», «Córdoba era recogimiento», et-
resa? ¿Es posible abordarla sin un juicio de valor significativo de acep- cétera. Usamos aquí una gramática afectiva, con la que elaboramos un
tación o aversión? Como ya se ha dicho, nos aproximamos a la rea- discurso en el que dominan los juicios de valor (axiológicos) sobre los
lidad con una teoría sobre ella. La percepción futura, anticipada, descriptivos y lógicos de la vinculación cognitiva, y que condensa la vi-
predispuesta, de la realidad implica tanto percibir -encuentro lo que sión valorativa (egotista) de la realidad, esto es, la organización singu-
busco— cuanto «no percibir», en función del proyecto de vinculación lar que hace el sujeto del mundo exterior e interior. Nos interesamos
que el sujeto se traza. En verdad, salimos al encuentro de la realidad por el objeto, nos sentimos afectados por él, tanto para su aceptación
«creyendo que» nos gustará o no nos gustará. La denominada selec- como para su rechazo, pero en cualquier caso el objeto por el que el su-
ción perceptual es un campo en el que la sola psicología cognitiva no jeto siente algo deja de ser indiferente.6
ha dado una explicación satisfactoria (sin incluir conceptos emocio- Los sentimientos, como formas diferenciadas del deseo básico, son
nales que no le pertenecen, como el de defensa perceptiva, propuesto instrumentos de que se vale el sujeto para interesarse por la realidad
por Postman, Bruner y McGinnies, y motivación, utilizado por Mc- y organizaría subjetivamente. De esta cuestión me ocuparé más por ex-
Clelland y Liberman); lo mismo ocurre en ese curioso proceso que tenso en el capítulo 5. La relación afectiva «fija» al sujeto con el ob-
calificamos como alucinación negativa, en el que tiene lugar la no per- jeto. Aunque bajo otras premisas, Freud hablaba de la catectización del
cepción del objeto que está incluso en un plano espacialmente prefe- objeto cuando el sujeto lo impregnaba de sus afectos y emociones. 7
rencial. 3
No sabríamos más que en teoría de la significación de la vincula-
ción cognitiva, sin intromisión del factor emocional, si no fuera por al-
gunas condiciones patológicas. En el capítulo 10 me extenderé sobre 2. Formas básicas de vinculación: aceptación y rechazo
esta cuestión, pero ahora debo hacer una alusión que ilustre la tesis
que expongo. En la psicosis esquizofrénica avanzada, con notorios sín- Si la función primordial del aparato sentimental es la vinculación
tomas negativos de deterioro, el paciente, ajeno a los objetos del mun- del sujeto con los objetos que precisa para vivir y sobrevivir, ¿qué se
do exterior, y consagrado, en su retirada autista, a las relaciones con deriva de esa vinculación?, ¿por qué es tan selectiva con respecto a los
objetos de sólo su mundo interno, se refiere a los objetos del entorno objetos?
sin la menor vinculación afectiva. ¿En qué consiste su discurso? En la En principio, debemos abandonar la idea de que sólo existe un tipo
pura descripción. Así, en los test proyectivos del tipo del TAT, el pa- de vinculación desiderativa, la posesiva o amorosa; hay otro tipo exac-
ciente carece de la capacidad de proyectarse y se limita a la simple tamente opuesto, la vinculación aversiva, que supone el rechazo del ob-
enumeración de los objetos que la componen. No sugiere un posible jeto. El «rechazo» es, naturalmente, activo: se pretende apartar del en-
nexo afectivo entre ellos, ni siquiera el de la simple relación de unos torno al objeto odiado, y mantenerlo apartado, lo que quiere decir que
con otros. El discurso esquizofrénico es un discurso a expensas de jui- hay que contar con la posibilidad de que reaparezca y perturbe el ha-
cios lácticos, de datos, no de situaciones. 4 bitat confortable edificado sin su presencia. 8 Pero el rechazo explícito
no es una renuncia del objeto, sino una poderosa forma de vinculación
con él.

Sd S7
Gracias a esta doble posibilidad de vinculación afectiva, de acepta-
ción o de rechazo, el sujeto organiza su entorno para su adaptación.
En un entorno confortable, al sujeto le es fácil su adaptación y, en con- 3. La miocidad de los objetos y la relación imaginaria
secuencia, su homeostasis externa e interna, pues si el entorno es
confortable también lo será el intorno. Por tanto, la vinculación com- Un hecho decisivo para entender la complejidad de la relación del
porta un proyecto de modificación del entorno en función de los de- sujeto con el objeto y al que no se ha prestado la debida atención: la
seos y necesidades del sujeto. vinculación afectiva no se establece directamente con los objetos sino
La adaptación al entorno se consigue de dos maneras: una, egotis- con las imágenes de los mismos construidas por el sujeto. El objeto pa-
ta, otra, transaccional. En la de tipo egotista, el sujeto, sin ofrecer nada rece ser condición necesaria para dotar de significado, y en casos
a cambio, se liga al objeto para la realización inmediata del deseo de patológicos esta tesis parece confirmarse. Así, en la ilusión —por ejem-
poseerlo o destruirlo (aceptarlo o rechazarlo, en sentido amplio). Es plo, el enfermo confunde un botón de la camisa con un insecto— se
característica de los primeros meses de vida en que el entorno ha de precisa de un objeto exterior, pero sobre él superpone un objeto in-
adaptarse al sujeto, pues, de lo contrario, éste perecería. terno, con lo cual se obtiene un objeto aparentemente externo con el
En la de tipo transaccional la modificación del entorno exige con- significado del objeto interno superpuesto."
traprestaciones: el sujeto se modifica para el objeto al tiempo que pide De esta forma, el objeto de la relación es, en alguna medida, parte
al objeto su modificación para con él. Es una etapa madura, en la que del sujeto, pertenece al sujeto (S) que ha construido su imagen (imOb).
la evaluación de los resultados de la interacción considera a ésta como Así quedó en la fórmula estándar:
una transacción. El objeto es deseado, pero el sujeto debe hacerse de-
seable para el objeto. f(S/imOb)
Al organizar la realidad mediante la distribución de sus preferen-
cias y contrapreferencias sobre los objetos, el sujeto la adapta a sus Por tanto, en la relación sujeto/objeto, a través de la imagen del ob-
conveniencias y necesidades y la hace suya. Elige para su aceptación jeto que el sujeto construye, parte del objeto pasa al sujeto, y parte del
aquellos objetos con los que de antemano se encuentra gustosamente sujeto se entrega al objeto. Esto vale no sólo para los sentimientos de
vinculado y elige para su rechazo a los que le perturban y deparan dis- carácter aceptativo (posesivo, en términos generales), por ejemplo, los
placer: los objetos de la realidad se dividen en míos y no-míos. 9 Como de simpatía, amor, etcétera, en los que deseamos de buen grado que
veremos luego con mayor detalle, los objetos del entorno e intorno se parte del objeto pase a ser nuestro, cediendo parte de nosotros al
sitúan entre bipolos a menudo extremos: bueno/malo; bello/feo; agra- objeto, sino también para los sentimientos aversivos, de antipatía y
dable/desagradable, decente/indecente, etcétera, o sea, en un sistema odio, aunque en este caso la interiorización del objeto odiado ocurre a
de coordenadas axiológicas. La realidad, en suma, la hace suya gracias nuestro pesar. Consideramos placenteramente que la imagen del objeto
a un proceso doble de aceptación y exclusión. amado sea nuestra y, por tanto, que sea mía. Lo penoso es que el ob-
Esta organización subjetiva de la realidad, del contexto, es funda- jeto odiado, repudiado, deseado tan sólo para su alejamiento e incluso
mental para el proceso adaptativo y para el logro de una relación si- para su destrucción, sea también mío. Pese a todos los esfuerzos por
métrica sujeto/realidad, una situación homeostática ideal. Si la relación considerarlo no-mío, el objeto odiado forma parte de mí. El problema
sujeto/objeto es conflicto, lograr la homeostasis es un éxito. Por el con- del odio estriba precisamente en esto: el sujeto se encuentra poseído
trario, odiar a un objeto que no puede ser evitado o amar al objeto que por el objeto odiado. Mientras la vinculación con el objeto amado de-
no puede ser poseído, añade más tensión al conflicto inicial y prolonga para un placer duradero, con el objeto odiado es una pesadilla: está
la anhomeostasis y la inadaptación del sujeto. dentro del sujeto, y como la destrucción no es posible, el deseo de la
misma persiste y el odio se hace «eterno» (véase Apéndice C: El odio).
Esta función adaptativa mediante la cual el mundo se conforma se-
gún el sistema de preferencias y contrapreferencias tiene un coste. El Se suele pensar que los objetos con los que establecemos vincula-
predominio de lo subjetivo, en efecto, menoscaba la objetividad, es de- ciones afectivas son nuestros, pero esto es ilusorio. No nos pertenecen,
cir, el juicio de realidad sobre el objeto vinculante. De aquí que la ati- ni los podemos hacer nuestros más que de una manera virtual, imagi-
mia* (o la adiaforia*, esto es, la indiferencia) respecto del objeto sea la naria. Poseemos al objeto amado y destruimos al objeto odiado en
condición favorable para una objetiva aprehensión del mismo: una pa- forma figurada; por eso, la miocidad es imaginaria.
ladoja. 10

SK S9
4
Función de los sentimientos
II. Expresión

El sentimiento a que ella apelaba, o en


todo caso el sentimiento que provocaba...

Henry James, La lección del maestro

Es posible que en el rostro de los que su-


fren haya más expresión que en el rostro
de los que gozan.

Pío Baroja, El Mayorazgo de Labraz


1. Los sentimientos como síntomas
Mayor o menor, un sentimiento es una conmoción, una anhomeos-
tasis en el sistema representado en la fórmula estándar f(S/Ob)Cx. Por
eso, como trataré de hacer ver, no cabe la posibilidad de experimen-
tar una emoción sin tender, a veces de modo incontenible, a su mani-
festación, primero de manera extraverbal, mediante la expresión stric-
to sensu; luego, mediante el discurso verbal. A este último se recurre
como si el sujeto advirtiera que la expresión extraverbal pudiera ser
insuficiente en el orden apelativo, o susceptible de inadvertencia por
parte del otro o, cuando menos, de incorrecta interpretación. La ne-
cesidad de sacarlo del ámbito meramente íntimo en donde se inicia el
proceso parece tener carácter de urgencia, de imprescindible para
el reequilibrio del sistema. Pensemos en lo difícil que resulta disimu-
lar el amor y la simpatía o el odio y la antipatía. Una emoción con-
tenida supone un elevado grado de entropía en una parte del sistema
—la del sujeto—, y la única forma de que la tensión decrezca es me-
diante su repartición con las demás áreas del sistema, es decir, a los
objetos con los que el sujeto interactúa. Incluso se busca la interac-
ción con el exclusivo objeto de comunicar la emoción que experimen-
tamos.
Al expresarse, el sentimiento se ofrece en síntomas: unos, detecta-
bles por el sujeto que los experimenta (síntomas enteroceptivos); otros,
por el entorno (exteroceptivos). Estos dos tipos de síntomas se deben
a su vez a los dos momentos del proceso emocional, el de la experien-
cia emocional (la experiencia íntima personal, la vivencia) y el de la
experiencia de los efectos de la emoción en el resto del organismo (al-
teraciones cardiacas, respiratorias, urinarias, digestivas, etcétera). HsUi
doble vertiente de la sintomatología emocional ha de ser tenida cu
cuenta para plantear problemas como el control, simulación v sobre -
expresión de los sentimientos.
Como estado del sujeto, cada sentimiento es diferente al que le pie
cede y le sigue. En la diferencia radica el carácter de sifiiilkanle del
sentimiento en tanto síntoma del estado del sujeto, v la posibilidad de

M
que sea «notado» por los demás y por uno mismo Cada estado es un emocionales, porque la veracidad o sinceridad es una de las reglas o
síndrome o conjunto consistente de síntomas que conservan la pro- presuposiciones del pacto de cooperación comunicativa de que hablo
piedad de proceder de la misma causa Con otras palabras, cada es- Grice Pero en el curso de la interacción la expresión es escrutada a la
tado es una modificación del organismo respecto de la situación ho- búsqueda de una confirmación o desconñrmacion de la sinceridad su-
meostatica en que se hallaba con anterioridad ' puesta
La cadena de sentimientos se representaría asi

St, -> St2 -> St„


2. Los sentimientos como objetos cognitivos
donde St, no es igual a St2 ni a St, Cada estado emocional es por de-
finición distinto al anterior y al siguiente Esto es fundamental para la Los síntomas son también objetos para el sujeto, por eso podemos
consideración semiótica de una teoría de los sentimientos los sentí conocerlos, describirlos y actuar sobre ellos La literatura ha sido una
mientas son significantes porque son anhomeostaticos, y diferenciales fuente inagotable de descripciones de estados sentimentales, agudos o
porque no hay dos anhomeostasis iguales, el significado de estos es jus- persistentes, y de individuos que dominaban sus sentimientos de
tamente la experiencia emocional y la de sus efectos somatoviscerales forma que no se constituyeran en obstáculos para sus proyectos en la
Para el sujeto es evidente que en la situación X, taquicardia + apnea + vida social ' No tiene nada de excepcional que la expresión mímica de
temblor + palidez + grito + huida, son los síntomas que, con la expe- las emociones, componentes del yo ejecutor, pueda ser controlada
riencia interna, constituyen el síndrome del miedo desde el sujeto Mas difícil parece el control de las manifestaciones ve-
Entre los síntomas resultantes de la experiencia emocional, unos getativas, viscerales, aunque algunos puedan lograrlo mediante ejerci-
derivan de las manifestaciones viscerales inervadas por el sistema ve- cios y entrenamiento
getativo, y otros, como el grito y la huida, son actuaciones dependien En este sentido, se pueden diferenciar a) el sentimiento que se ex-
tes del sistema nervioso central Unos y otros cumplen cometidos dis- penmenta (amor, odio, colera etcétera) hacia el objeto, b) las modifi-
tintos los síntomas vegetativos alarman al organismo y con ello al caciones viscerales que lo acompañan, c) la expresión o extenonzacion
sujeto, los síntomas derivados del sistema nervioso de la vida de relación del sentimiento Mientras los síntomas de la sene a) son mentales, los
alarman al entorno (existan o no entidades actuales, presentes) de las senes b) y c) son somáticos En otro orden, a) corresponde al
Los síntomas de uno y otro tipo son signos naturales y por tanto momento de afectación del sujeto (por el sentimiento que «padece»),
su significado es ambiguo (aunque en diferente grado) Los síntomas b) al momento de la afectación del resto del organismo, y c) a la ex-
expresivos de la intencionalidad, como el grito o la huida, admiten di- presión del mismo para los demás y para uno mismo, que sabe que
versas interpretaciones, aun mas los que conciernen al lenguaje extra- expresa y como expresa lo que siente 4
verbal, y todavía mas los que, con expresión metafórica, Weizacker de- Las consecuencias de esta triple faceta del proceso son las siguien-
nomino «lenguaje de los órganos», esto es, la sene de manifestaciones tes el sujeto sabe lo que siente, controla hasta cierto punto los efectos
que tienen lugar a través del sistema nervioso vegetativo (i espiración, viscerales del sentimiento, y manda hasta cierto punto sobre la expre
cardiocirculacion, sistema urinario, aparato digestivo, etcétera) sion, y de esta forma atenúa, exagera o simula lo que siente Pese a
Esta doble manifestación de la sintomatologia de las emociones todo, la única forma de comunicar un sentimiento es mediante la expre-
por una parte visceral, introperceptiva y por otra extraverbal, alo o ex- sión
teroceptiva, 2 explica por que un sentimiento es una anhomeostasis Si el pensamiento se dice, el sentimiento se expresa En la vida de
para el conjunto desiderativocognitivo del sistema sujeto/objeto El su- relación no damos el mismo valor de veracidad al decir que al expre-
|eto requiere adaptar su organismo al agente que lo desequihbia y te- sar un sentimiento, y juzgamos correctamente al considerar que hablai
quíele del objeto que le satisfaga su demanda Estos síntomas, expre- de lo que se siente es en verdad hablar de lo que se piensa acerca de
sivos del sentimiento de que se esta afectado, son percibidos a veces lo que se siente No se debe confundir la descripción con la demostración
subliminalmente, poi los demás A alguien se le nota que le «pasa de un sentimiento Pueden describirse sentimientos que no se tienen pero
•tlgo sin que podamos precisar a que tipo de sentimiento remite su ex- es difícil —se requiere tanto la habilidad del actor como la torpeza o la
pi i s i o n buena voluntad del receptor— mostrar un sentimiento inexistente Es
Mientras no se demuestie lo contrario en los procesos de ínteíac- tas sofisticadas manipulaciones sobre los difeientes momentos del pío
( ion paitimos de la eoiíespondencia entre experiencia y expresión ceso emocional no parecen posibles en otras especies animales distin

<>t 6S
tas a la del Homo sapiens sapiens. En la especie humana se puede re- mutuos y transferibles, como ya señaló D. Hume. 7 Pero esto vale para
presentar un sentimiento que no se tiene y controlar el que se experi- los momentos iniciales de la interacción y para los primeros estadios
menta, algo inverosímil en las restantes especies animales, que expre- de una relación sentimental durable. Luego no es así. De ahí que las
san lo que sienten y les es imposible mentir. 5 relaciones asimétricas sean las más frecuentes, y que todo intento de
convertirla en simétrica requiera una estrategia cognitivoemocional
llena de astucias y añagazas: el buen simulador oculta su antipatía y
hasta expresa hábilmente el sentimiento opuesto, de forma que pueda
3. Función expresiva obtener la simpatía de aquel al que detesta. Sin embargo, en contra de
lo que suele afirmarse, estas situaciones son infrecuentes y la hipocre-
Por tanto, la expresión de los sentimientos es una exigencia del pro- sía se detecta fácilmente. Mostrar simpatía hacia el que nos resulta an-
ceso emocional. La función vinculante de los sentimientos no se cum- tipático se inspira muchas veces en la asimetría de la relación y en la
pliría si los sentimientos no tuvieran un segmento público, es decir, si privilegiada posición de aquél.
no pudieran hacerse notar y/o ser notados. En ocasiones, a diferencia
del que se queja de la notable repercusión sintomática de los senti- «Durante mucho tiempo yo sentía hacia el que fue mi maestro una
mientos que experimenta, oímos la queja de quien carece de la sufi- profunda antipatía, verdadera aversión, porque era un desprecia-
ciente expresividad. tivo y no me parecía nada de fiar... Pero al mismo tiempo se le ad-
miraba, y yo recuerdo cómo la mayoría le disculpábamos, y afir-
L es un joven de 22 años, muy inseguro. Un padre tiránico, dés- mábamos que en el fondo no era así, o que estaba obligado a
pota, constituye el calvario para toda la familia, excepto para la disimular... O sea, lo que quiero decir es que cuando alguien tiene
hermana menor de L, que ha aprendido a eludirlo. «A mí me pasa poder no se le juzga como se juzga al que está al mismo nivel de
ahora que yo ante la gente pienso que debería ser de forma que se uno... Porque lo que era cierto es que si alguien de nosotros hu-
notara lo que siento..., pero no logro expresarlo, no me sale, noto biera hecho la mitad de lo que él hacía lo hubiéramos calificado de
que no me sale lo que siento ante alguien... Me refiero a cosas po- canalla, de malvado o de algo así.»
sitivas, a sentimientos de amistad con mis compañeros y compa-
ñeras... Noto que se quedan ante mí —ellos se dan cuenta— como Además, las relaciones sujeto/objeto que verdaderamente importan
sin saber qué hacer, porque yo no es que no sepa, porque eso no tratan de hacerse duraderas; o lo son a fortiori por la sencilla razón de
hay que saberlo, es que no expreso lo que debiera expresar.» Ante que el contacto es obligado, como ocurre con el jefe o con colegas del
la lámina 1 del TAT: «Un niño con un violín... no se le nota si está lugar de trabajo. Los sentimientos que nos suscitan los que nos rodean,
triste porque no sabe tocarlo o si es porque lo han encerrado ahí... tienen que expresarse con la regularidad suficiente como para que el
Es inexpresivo, vamos, que no se sabe qué siente..., aunque yo creo otro sepa a qué atenerse y a ser posible nos corresponda. No puede ser
que debe sentir... Todos sentimos.» eficaz la estrategia de vinculación recíproca si uno de los miembros de
la relación es emocionalmente versátil.
Aunque la literatura romántica exaltó los amores no correspondi- En realidad, todas las actividades del sistema nervioso central —no
dos, la vinculación es siempre bidireccional: va del sujeto al objeto con se olvide su denominación clásica como sistema nervioso de la vida de
la pretensión de que del objeto vaya al sujeto. El conflicto de la rela- relación— tienden a convertirse en actuaciones, es decir, a exteriori-
ción sujeto/objeto se soluciona si la doble vinculación se logra. Esto zarse. Pues bien, si las exteriorizaciones de las actividades cognitivas
obliga a una estrategia eficaz: A no puede aspirar a que B le correspon- —el pensamiento, las representaciones— se traducen en actuaciones sen-
da si A no sabe, no puede o inhibe la expresión del sentimiento. El fra- somotoras y de lenguaje, las de los sentimientos se traducen en expresio-
caso de la función bivinculativa provoca toda una serie de metasenti- nes, en lo que abusivamente llamamos lenguaje extraverbal. El problema
mientos, bien sobre uno mismo (depreciación, depresión), bien sobre radica en la equivocidad tanto de las actuaciones y comportamientos
el objeto con el cual se fracasó (resentimiento, incluso odio). 6 cuanto de las expresiones. Porque no basta en ninguno de los dos ca-
Casi siempre, la vinculación que se pretende lograr del objeto es la sos la simple observación, sino que hace falta la interpretación, y aquí
misma que la que le ofrecemos a él: ser amado por aquel a quien se es donde está el quid del problema: entendimiento frente a nuilenteii
ama; obtener la confianza de quien deseamos ser amigo, etcétera. Esta dimiento. El suspicaz -desconfiado por excelencia- tenderá a inli-i-
icciprocidad se da por axioma, y así se dice que los sentimientos son pretar en sentido negativo para él la expresión del sentimiento piovo

6(i 67
cado en el sujeto, y por mucha simpatía que este «parezca» depararle catatimia'/, concepto que acuño Eugen Bleuler para destacar la incí
responderá con inhibición y «reparo» Y a la inversa en el «confiado» dencia de la afectividad en la distorsión de los procesos de conoci-
Todo este excurso tiene su fundamento en el hecho de que la ex- miento (racionalización, defensas perceptivas, etcétera) 9 Este proceso
presión corresponde al segmento publico de la emoción y para el in- se advierte de manera muy límpida en las interpretaciones del mie-
terlocutor no hay garantía de que se corresponda con el segmento in- doso, del suspicaz o del desconfiado En el miedoso toda expresión
timo «La expresión de una emoción», dice Cassirer, «no es la propia ajena puede contener una amenaza, clara o disimulada, en el suspicaz,
emoción es la emoción convertida en imagen »8 Los sentimientos ba un vituperio, en el desconfiado, un engaño
sicos, como el miedo, la alegría, la furia, dan una imagen mas este- Con el tiempo las expresiones tienden a estereotiparse y componen
reotipada y, por tanto, mas fácil de interpretar Un sentimiento com- lo que verdaderamente es la expresión conjunta, total, del rostro de al-
plejo no tiene una expresión perfilada y muestra muchas veces un di- guien en situación de relativa homeostasis Desde la adolescencia se va
seño original de interpretación problemática perdiendo versatilidad expresiva, de manera que, como se dice en una
La expresión de las emociones nos preocupa porque, al escapar en locución proverbial, a partir de una determinada edad «cada cual tiene
buena medida de nuestro control, supone un nesgo en la interacción el rostro que se merece» Ocurre entonces que cualquier otro senti-
social A menudo expresamos mas o menos de lo que querríamos ex miento que conmueve al sujeto ha de expresarlo desde la expresión
presar Por otra parte nada puede garantizar que los demás interpre- preexistente, ya consolidada En el lenguaje coloquial se habla a ve-
ten correctamente (es decir, de acuerdo con nuestras intenciones) lo ces de como ha sido posible «arrancarle» a determinada persona una
que expresamos expresión nueva, por lo que ha supuesto de ruptura de sus corazas ex-
presivas La estereotipia se convierte en mascara que no deja pasar nin-
«No puedo remediar el que yo sienta ese calor en la cara de cuando guna otra expresión emocional, al mismo tiempo que no permite al in-
noto que me pongo colorada saludar a alguien, eso tan simple, terlocutor que le provoque mas que a partir de su estatuto emocional
trato de evitarlo porque es idiota que cambie de color mi cara Eso Con su expresión «de siempre» el impone el tipo de interacción
me ha creado tales dificultades desde niña, en el colegio (las niñas de la que se ha de partir Es lo que ocurre con el severo que no admi-
me lo decían), que yo creo que me ha impedido tener eso que es el te bromas, o con el chistoso permanente al que no se le puede hablar
contacto mas nimio , yo se que se me pone cara de muñecota, por- en seno l0
que tengo carrillos gruesos, un poco fofos, y es que se me encien No se debe conlundn esta estereotipia expresiva con las expresio-
den, usted lo habrá visto al entrar, pero no es solo al entrar en al- nes duraderas, aquellas que constituyen el trasfondo desde el cual se
gún sitio, sino que me dura, que se renueva cada vez que comienzo manifiestan otras emociones Las expresiones duraderas remiten a es
a hablar Desde luego no podría hablar en publico, y me basta con tados emocionales persistentes, los llamados estados de animo, y tam-
que se dirijan a mi para que me sonroje de una manera tan intensa bién se asocian con arquitecturas emocionales consolidadas que faci-
que me abochorna Lo que hago es rehuir el que se den cuenta de litan la lectura de las expresiones de aquellos con los que se convive,
mi, y han acabado ya por no verme soy una especie de bulto en la medida en que estos tienen su forma singular de expresar sus
cuando voy en un grupo De niña me decían ¿que te pasa?, o se simpatías y antipatías, su ira, su entusiasmo sus rencores y hasta
creían que yo había hecho algo malo y que cuando me pregunta- sus envidias Sentimientos del mismo genero expresados por otros se
ban algo y me subía el color es que yo tenia algo de que avergon pi están a malas interpretaciones o suscitan desconcierto tanto mas si
zarme Ya prescinden de mi con lo cual cada vez que alguien me provienen de personas de distinto sexo, de diferente edad, de otra clase
habla es peor, sufro mas, porque es como si me sorprendieran en social, sobre todo de otra cultura
algo Me averguen/a que se rae note la expresión de vergüenza A la expresión se le atribuye una función comunicativa sin mas
aunque la verdad es que a mi me produce bastante temor la gente porque el análisis parte de la posición del adulto Pero ni antes ha sido
pero yo ya no se si es porque parece que siento temor y por eso asi, ni aun de adulto es siempre asi Desde mi punto de vista, hay que
temo o es que realmente temo No se » diferenciar en la expresión emocional dos funciones la apelativa y la
comunicacional La diferencia entre ambas se basa en consideiaciones
La mayor parte de las interpretaciones de una expresión emocional de la psicología evolutiva de la vida afectiva y también en otras pioee
son sesgadas es decir erróneas La fuente de los malentendidos pro dentes de la psicopatologia Veamos cada una de estas lime iones
v 11 IK no de un enoi exclusivamente cognitivo —la expresión p se toma
ionio significativa del estado emocional q y no es el caso—, sino de la

(>S 6()
vida del adulto, de pánico extremo, de desvalimiento absoluto, en las
4. Expresión y apelación que la expresión equivale a una apelación inmediata, a una llamada de
socorro o ayuda ante un objeto amenazador, 3) en la demencia, en la
Para calibrar la importancia de la expresión de los sentimientos, que tras la destrucción de los instrumentos cognitivos, el sujeto regresa
podemos fijarnos someramente en lo que ocurre en determinadas si- al estatuto afectivo inicial, y 4) en la simulación de desvalimiento, como
tuaciones de excepción, como la enfermedad de Parkinson La enfer- es el caso del (o de la) «victimista», con su queja constante, con la os-
medad de Parkinson muestra como síntoma constante la amimia, es tentación de su sufrimiento, en solicitud de una atención que nadie le
decir, la inexpresividad del rostro (también del resto del cuerpo en satisface, y con el reproche continuo por esa desafección ,4
tanto este es también, como no puede ser menos, vehículo de la ex- La función apelativa de la expresión emocional se caracteriza por
presión del estado emocional del sujeto de ahí que se gesticule poco su descontrol, salvo, naturalmente, en el caso de la simulación, en
0 nada, que la postura corporal no se altere, que el habla se emita amo- donde por el contrario el sujeto manda sobre el momento expresivo y
dulada, etcétera) El sujeto amimico nos provoca un sentimiento de de- a veces se excede hasta la sobreactuacion
sasosiego " Si sonríe, el gesto no va acompañado del cortejo esperable La apelación es una demanda sin mediación alguna (acting out)
y parece mas bien una mueca (en la sonrisa del normal sonríe todo el entre la experiencia emocional y su expresión El adulto la tolera y la
rostro, no solo boca y labios) Otro caso muy distinto es el de sujetos comprende en el bebe, cuya única tarea es la de satisfacer sus ele-
que denominamos inexpresivos ¿Como sintonizar en el orden emo- mentales pero imprescindibles deseos Cuando se pone en juego en
cional con alguien que no manifiesta lo que siente y mantiene una ex- etapas ulteriores, el carácter de demanda egotista, impropia del adulto
presión inmutable' 3 Mas inquietante aun resulta la falta de reacción maduro, se revela en lo siguiente 1) la apelación no se hace de estar
emotiva en alguien del que razonablemente la esperaríamos al comu- el sujeto solo, 2) recurre al grito para que la demanda se satisfaga de
nicarle una mala noticia o un éxito que hemos conseguido El exceso inmediato y por quien sea, y 3) transgrede las reglas de aquellos con-
expresivo (demasiadas sonrisas, exclamaciones, aspavientos) tampoco textos en los que la apelación es un recurso excepcional Hay contex-
tranquiliza la desproporción es siempre sospechosa tos en los que se codifican formas de apelación es el caso del luto, se-
La necesidad de saber a que atenernos respecto del sentimiento que ñal que exhibe publicamente el dolor que se debe sentir (al margen de
provocamos en el otro a través de su expresión aparece muy precoz- que se sienta en verdad o no) y que apela al consuelo y la compasión
mente, como destaco Darwin en su hijo de seis meses y ha sido con- La apelación es una forma íegresiva de la función expresiva Por
firmado posteriormente en experimentos reiterados (C Buhler, Carón eso, caracteriza las primeras etapas del desarrollo En las ulteriores,
y Miers, entre otros) Coherente con ello, es conocida la angustiosa aun cuando la apelación se justifique, por ejemplo ante un peligro
perplejidad del recién nacido cuando el adulto se muestra ante el inex- inminente, es regresiva A los niños de mas de cinco años se les ense-
presivo e inmóvil (Cohn y Tronick) No solamente las expresiones emo- ña a apelar solo en circunstancias precisas, y la renuncia a la apela-
cionales básicas, como suponía Darwin, tienen una base innata y uni- ción constituye un rito miciatico del paso a una etapa emocionalmente
versal, sino que, como sostiene Harris, también parece ser innato el madura
reconocimiento de dichas expresiones u
Las emociones expresadas en la etapa inicial de nuestra vida
—llanto, hambre, rechazo y sosiego— tienen una función exclusiva-
mente apelativa, de llamada o de demanda urgente No puede ser de 5. Expresión y comunicación
otio modo El recién nacido carece de un desarrollo cognitivo que,
como sujeto, le permita mterrelaciones complejas con objetos de su en- Lo que primero fue una función exclusivamente apelativa de la ex-
torno En el niño de los primeros meses solo hay demandas (de calor, presión, se sustituye mas tarde por otra de carácter comunicacional
nutrición, rechazo y sosiego) y apela a que se le satisfagan No da nada La apelativa no se pierde, se posterga En ocasiones, como hemos
a cambio Dejara de llorar si la demanda de hambre o sueño es satisfe- visto, vuelve a usarse o acompaña a la comunicacional
c ha o si el objeto que anhelaba apartar desaparece, pero a nadie se le El proceso comunicativo es transaccional y, como las demandas
ocunc pensar que un bebe calla o duerme porque es muy obediente La son reciprocas, aunque no necesariamente idénticas, por una paite se
1 u IK ion apelativa asume la totalidad de la función expresiva en cuatro expresa lo que sentimos, y por otra, ademas, la disponibilidad en que
(iiciuislancias 1) en la etapa egotista del sujeto," en los preliminares estamos ante las demandas del otro La solución del conflicto de la u
di la consti ucuon y desarrollo del sujeto, 2) en situaciones limite de la lacion sujeto/objeto no depende solo de uno, sino de los dos PICCIS.I

/() 71
mente con la expresión del sentimiento que el objeto nos provoca va- ción, de inmediato «se les pasa». La función autoapelativa es de uso
mos a responderle y a proponerle la doble vinculación que deseamos. habitual en la vida de relación y no se precisa para su puesta en juego
Una expresión acogedora trata por ese medio de proponer al otro que que los sentimientos sean de mediana o de gran intensidad.
nos acepte y nos acoja; y a la inversa, una expresión de rechazo y dis- La autoapelación tiene lugar a veces antes de que el sentimiento
gusto propone al otro su alejamiento de nuestro entorno. Es, pues, res- se exprese: el pudor es un sentimiento que surge ante la posibilidad de
puesta y propuesta. El sujeto antes provocado se convierte ahora en que se exteriorice un sentimiento del que el sujeto se avergüenza. Se tie-
provocador. ne pudor a hablar en público, ante la posibilidad de que se nos note el
¿Cómo hacer para que la respuesta se convierta en propuesta? En miedo al ridículo; nos sonrojamos ante la persona que amamos, ante
el proceso comunicacional —lo he dicho repetidas veces— se parte de la posibilidad de que descubra la emoción que sentimos...
una teoría acerca del otro (que incluye la que suponemos que ese otro No manipulamos, pues, nuestros sentimientos más que en el seg-
tiene acerca de nosotros mismos). De acuerdo a este supuesto —nunca mento expresivo. Hay sentimientos hacia determinados objetos que
deja de ser tal, porque jamás se obtiene la evidencia— el sujeto se ex- nos repugna poseer, pero no podemos hacer nada para que desaparez-
presa. La expresión del sentimiento está, pues, en función de lo que can (salvo quizá el reconocimiento sin trabas). No reconocemos, por
podemos esperar del otro. Por eso, en el caso de la apelación histérica, ejemplo, el odio que experimentamos porque revelamos así que el ob-
persiste mientras es operativa, es decir, mientras se le responde a la de- jeto odiado nos importa, y al mismo tiempo mostramos nuestra capa-
manda. Si hoy ha desaparecido la gran histeria de Charcot y tampoco cidad para experimentar ese sentimiento tan deleznable, y con ello
se ven histéricas como las que historió Freud, es porque en la actuali- nuestra condición moral. Pero sí podemos operar sobre la expresión
dad, tras la evolución de los mores culturales, la apelación ha de ha- tratando por todos los medios que no nos traicione, no dejando ver de
cerse de otra forma.15 nosotros lo que por todos los medios tratamos de ocultar.
La propuesta pragmática supone la incidencia de procesos cogniti- Como quiera que el que experimenta determinado sentimiento sabe
vos en el componente afectivo (o functor) de la relación sujeto/objeto. que en alguna medida lo expresa (por eso, como suele decirse, la ex-
El objeto me "resulta antipático, incluso odioso, pero no «debo» mani- presión del sentimiento le «traiciona»), o le interesa dejar la expresión
festarlo, me «debo» a la cortesía y a las buenas maneras, me «interesa» tal cual, o trata de controlarla y que no se perciba, o de manipular la
hacerle creer que me cae bien, etcétera. El sentimiento y su «posible» expresión mediante la exageración (sobreactuación), la atenuación o
expresión se han transformado en objeto para el propio sujeto, que la simulación.
trata entonces de manipular uno u otro, según el contexto y para sus El dominio sobre sí mismo, como se dice en el lenguaje coloquial,
fines. es dominio sobre la expresión de nuestros sentimientos. Lograr que
Así, en esta fase ulterior a la meramente apelativa, todos los proce- nuestros sentimientos «no se nos vayan de las manos» es una esplén-
sos sentimentales son objetos para la cognición. Se controla la expre- dida metáfora que alude a cómo debemos «sujetar» lo que puede des-
sión y su intensidad, surge incluso el disimulo y hasta el engaño. Hay bocarse.
que administrar nuestra expresión emocional de acuerdo a nuestros
intereses.

6. El bucle de la expresión: la autoapelación


Saber qué y cómo expresamos revierte sobre el sistema del sujeto
en un efecto bucle. Por eso, determinadas experiencias emocionales se
constituyen en una apelación hacia el propio sujeto. La reflexividad del
sujeto, en efecto, permite que la apelación se dirija también a uno
mismo (autoapelación). Cuando uno se expresa de modo inadecuado,
de inmediato tiende a la autocorrección. Esto no sería posible si la ex-
periencia sentimental no fuese autocognoscible. Sucede así con mu-
chos de los que tienen «un pronto» que, de acuerdo con esta califica-

72 73
5
Función de los sentimientos
III. Organización axiológica y subjetiva
de la realidad

La fidelidad es a la vida de las emociones


lo que la coherencia a la vida del intelecto:
simplemente, una confesión de fracaso.

Osear Wilde, El retrato de Donan Gray


1. Egotismo, egocentrismo: subjetividad
Desde el momento del nacimiento, y con todas las limitaciones pro-
pias de esa etapa evolutiva, el sujeto, dotado de los reflejos de prender
y succionar, divide los objetos de la realidad en dos conjuntos: los que
puede poseer y los que no puede poseer. No es exacto que el niño haga
una preliminar taxonomía entre objetos amados y odiados (Freud, M.
Klein, J. Riviere, entre otros), porque ambos son de por sí interesantes
para el sujeto, sino, como he dicho, entre objetos del propio campo
perceptorrepresentativo que puede o no puede hacer suyos. Los obje-
tos desechados han sido suyos de antemano y no deben identificarse
con objetos odiados.^
Posteriormente, selecciona entre los objetos que desea retener y los
que desea rechazar'. El sistema tan en esbozo aún del sujeto —el proto-
sujeto— ha procedido a esta rudimentaria organización de la realidad
en virtud de un preliminar proceso cognitivo básico: saber que el ob-
jeto existe para su prensión; y una vez poseído, si quiere retenerlo o
rechazarlo. Los objetos que no desea «no existen» como componentes
de su mundo simbólico.
Como puede deducirse, los objetos son aprehendidos y valorados
por el sujeto, que se sitúa a sí mismo en una posición central desde la
I que obtiene la única perspectiva posible del entorno. Y de entre todos
los objetos hay uno por el que el sujeto se interesará de manera constante
y privilegiada: él mismo, incluido el propio cuerpo en tanto que su sopor-
te.1 La prueba de ello es que pospone todos los demás objetos a él, los
supedita a él, y, al mismo tiempo, él, como objeto, se adjudica el cen-
tro, desde el que contempla el entorno.
Así pues, el protosujeto que es el recién nacido viene dotado de un
programa de selección egotista de la Realidad (todo para la satisfacción
de mi deseo), y de una perspectiva egocéntrica. Lo egotista concierne al
sistema afectivosentimental o desiderativo; lo egocéntrico, al cognitivo.
Ambos convergen recíprocamente en dotar al sujeto de una conside-
ración subjetiva del entorno, con la que opera y operará en sus rela-
ciones con los objetos que lo integran. El hombre es el cenlro cognili-

77
voemocional de «su» universo y es mutil tratar de colocarse fuera de plural que se ha dado a si mismo su realidad El sujeto se incoi
el lleva el centro consigo El sujeto, desde su nacimiento hasta el fin poia como miembro a la comunidad, pero con su ordenación pei-
de sus días, cuenta con la posibilidad de hacer a los objetos centrípe- sonal, hará dejación de algo de ella a favor de la asunción de otra,
tos o centrífugos respecto de el ese es el poder —y la servidumbre— la del sujeto plural que es el colectivo en sus mas diversas acepcio-
de la subjetividad Hay por parte de todo sujeto una ilusión de objeti- nes (grupo, clase social, etcétera) La ordenación, singular y/o com-
vidad a través de su ilusoria (imaginada) dejación de si como centro partida, es imprescindible El hombre tiene una tendencia taxono-
desde donde visualizarse el y visualizar la realidad mista No es posible manejarnos en y con la realidad sin un orden,
Las consecuencias de que estemos programados —en esto no pa- con arreglo a determinados criterios Ulteriormente, incorporara a
rece existir diferencia con otras especies animales— para ocupar el su ordenamiento trazos de ordenamientos ajenos, para hacerlos su-
centro de nuestro entorno son las siguientes yos, a cambio de poder ser uno de ellos La renuncia a valores in-
dividuales es el rito íniciatico exigido para la constitución como
1 La subordinación de la realidad Desde la taxonomía inicial a las pos miembro del grupo Una renuncia transaccional, porque al fin y a
tenores y mas complejas, cada sujeto pone oiden en el contexto la postre ese grupo es suyo
que le rodea haciendo a los objetos «suyos» y «no suyos», y de en- 5 La distorsión de la realidad Constituye el reverso de esta misma fun
tre los primeros, aceptables y no aceptables El sujeto se rige por cion, es decir, su faceta negativa, el coste que conlleva Frente a las
este método preferencial, que le facilita las manipulaciones con los cuatro ventajas que supone la perspectiva egotista-egocéntrica, la
objetos de la realidad, al permitirle clasificar los objetos imposibles contrapartida es la inevitable distorsión de la realidad Desde nin
de agrupar por criterios lógicos Por distintos que sean los objetos gun punto de vista la realidad se nos aparece como tal, sino como
su característica esencial es que agraden o no agraden, y de este nos parece y deseamos, por lo tanto la realidad que vemos, y con
modo la heterogeneidad de la realidad se reduce y las posibilidades ella la de nosotros mismos, es la «nuestra» Distorsionamos el ob
de adaptación aumentan Este método constituye la primera utiliza- jeto y sus relaciones para con nosotros mediante el proceso cata-
ción por el sujeto de una lógica de clase Es la lógica por la que se timico al que aludí Esto conduce directamente al conflicto, poi-
rige el sistema afectivosentimental, prevalente hasta los tres años que, por una parte en la relación sujeto/objeto el objeto es como
sobre el sistema cognitivo imaginamos que es (imOb), y por otra el objeto es La realidad es
2 IM. ordenación de los objetos La ordenación de los objetos según terca y finalmente se impone, y de ninguna manera podemos mol
nuestras preferencias y contrapreferencias conlleva la posibilidad dearla a nuestro antojo La realidad tolera un tanto de distorsión
de una orientación valorativa (axiologica) de los componentes de la sin pasar factura, pero si la distorsión es demasiada el choque
realidad desde las primeras etapas de la vida La orientación prefe es inevitable y pone en cuestión las posibilidades adaptativas del
rencial es bipolar y se rige por la ley del todo o nada, o lo que es lo sujeto
mismo, por la forma lógica de la disyunción excluyente (o A o B)
Aunque en etapas ulteriores la disyunción se matice, no se aban ¿Que ocurre en el proceso catatimico? En la catatimia se anula la
donara y se recurrirá a ella en situaciones de emeigencia El ena- oposición ser parecer Lo que nos parece, es Ese es el error lógico, ha-
moramiento del adulto da lugar a una fotma de disyunción exclu- bitual porque se incrusta incluso en el habla y, mediante un efecto feed-
vente respecto del objeto amado, que tiene evidentemente carácter back, lo perpetua el hablante 4
regresivo Los amantes adoptan actitudes puenles la manera de En mi practica utilizo como test proyectivo el Test de Apeí cepcion
circunscribir el espacio en que ellos han de situarse simboliza la ex- Temática, de Murray, por su excepcional valor para la detección de las
clusión de todos los objetos restantes Del mismo modo, pero en proyecciones no conscientes del sujeto Es ilustrativo que el lector sepa
sentido opuesto, el odio es maximahsta como ante una lamina con tan escasos elementos como la Lamina 1
3 La construcción del habitat Desde la posición central que el sujeto las proyecciones son irrepetibles
ocupa en la realidad manipula sus preferencias y contrapreíeren- La técnica seguida por mi es radicalmente distinta de la seguida
cias De esta forma, dentio del piopio entorno, cada cual construye por los que idearon el test No invito a fantasear a partir de la lamina
su habitat su universo particular y mas confortable ' sino que me limito a preguntar al probando «¿Que sucede ahi ; » I a
4 /// construcción de un orden en una realidad compartida que acae- pregunta es muy distinta de esta otra «¿Que hay ahí'1» hn csl.i si u
ce paulatinamente con el pioceso de socialización, es resultado de quiere que el sujeto denote (lo que sena de ínteies paia la <.xploi.it. ion
la cultura de los valoies histonco-sociales es decir de un sujeto de las (unciones cogmtivas), en la antenoi se le ínula a qui mliipult

/X /M
dando por supuesto que de haber error en la denotación, saldrá a la tocólo. Pero a decir verdad, no se proyecta y mantiene la separación
luz inevitablemente, en tanto condición necesaria para la interpreta- entre sujeto y objeto (él y la lámina). Respecto de los tres primeros,
ción (como de hecho se verá de inmediato en el protocolo 3). Conviene para decidir si se trata de proyecciones o no, les preguntamos si sus
advertir lo siguiente: respecto de la denotación, los enunciados son palabras describen lo que realmente pasa ahí, o se trata de su opi-
apofánticos (se puede afirmar que son o verdaderos o falsos); respecto nión/interpretación. La respuesta escogida ha sido la primera en los
de la interpretación, son apodícticos (no se puede afirmar que son o casos 1 y 2, y de manera inequívoca («Sí, eso es lo que le pasa al niño
verdaderos o falsos, lo que es tanto como afirmar que cualquier inter- del dibujo»). Con el 3 ocurrió algo curioso: a partir del error denota-
pretación sería posible, aunque unas resulten más probables —o vero- tivo inicial —la confusión del violín con una escopeta—, que luego sub-
símiles— que otras). La cuestión entonces se desplaza a la siguiente: sana, duda sobre la objetividad de lo restante que afirma... s
¿sabe el sujeto que toda interpretación es subjetiva y, por tanto, mera Salvo en el número 4, en los demás se traspone el parecer al ser; a
proyección sobre el objeto? esto se llama proyección. La proyección, uno de las mecanismos psi-
He aquí algunos protocolos pertenecientes a distintos sujetos y to- cológicos más importantes en la vida de relación, nos interesa aquí en
dos referidos a la Lámina t del TAT: la medida en que es la exteriorización de la ordenación subjetiva de la
realidad. El concepto de proyección se debe íntegramente a Freud,
1. Este niño está muy triste... Está, ¿cómo diría?, como obligado a pero traspasa las fronteras del psicoanálisis para incorporarse como
tocar el violín, y no le gusta. Por eso está pensativo, con la mirada un concepto clave en la teoría general de la psicología. 6 La proyección
por encima del violín, sin saber qué hacer... Tiene hasta ganas de explica las formas que adoptan determinados tipos de relación inter-
morirse, se le nota en los ojos, que están medio cerrados, como no personal, y provoca problemas en la comunicación (malentendidos,
queriendo ver lo que tiene delante. Odia el violín. prejuicios, sobreentendidos, etcétera).
En la proyección, parte del sujeto se adhiere (virtualmente) a parte
2. Este niño es un soñador... Está pensando en lo que será el día de del objeto, y por decirlo así «coloca» en esa parte del objeto la imagen
mañana... Lo que está encima de la mesa es el arco y como una formada de él. Mediante la proyección el sujeto «descubre» en el ob-
partitura... Pensando en que será un gran violinista; es lo que le jeto lo que, malo o bueno, le interesa ver en él. Un ejemplo: P se siente
gustaría. Pero también se le ve preocupado por si puede llegar a to- atraído por Q. P proyecta en Q determinados atributos que le confir-
carlo tan bien o no... Se le nota la preocupación, porque teme fra- man las «razones» de su atracción por Q. Puesto que los atributos de
casar. El temor es muy fuerte... En fin, no sé qué será de él. Q son imágenes formadas por P, eso quiere decir que parte de P —las
imágenes de Q— han sido traspasadas a Q. El círculo se cierra bajo la
3. Un niño con una escopeta. La contempla como diciendo, ¿para forma de identificación de P con Q. La identificación es consecuencia
qué está aquí? Es como si se la hubieran puesto delante... Bueno, de la proyección, y por eso hay dos formas de identificación: positiva,
ahora veo que no es una esco... Es un violín; sí, es un violín..., de- en la que los traspasados son los atributos que realzan el valor del ob-
lante el arco con el que se toca..., esto no es un mantel porque sale jeto, y la negativa, en la que los atributos transferidos deprecian el va-
tieso de la mesa..., debe ser el papel de música. Pero veo al niño lor del objeto. En la proyección hay un componente ilusorioalucinato-
como dormido, como soñoliento... No sabe qué hacer con él..., rio: en efecto, las partes de P que pasan a Q no son reconocidas por P
bueno, ni siquiera sabe qué tiene que hacer. como suyas, sino como de Q (para P son predicados de Q, y no atri-
buciones a Q); luego hay una parte de P idéntica a una parte de Q, por-
4. A mí me parece que a este niño le pueden pasar varias cosas: o que la imagen de Q se valora como rasgo de P Una vez más, el pare-
está ahí porque le han dicho que tiene que ponerse a estudiar mú- cer se transforma en ser.
sica, el violín, o es que él ha visto el violín de su padre y está pen- La proyección/identificación (de aceptación o de inaceptación) cie-
sando en que a él le gustaría algún día ser violinista y dar concier- rra y afirma el bucle de la relación representada en la fórmula están-
tos y lo está contemplando... También puede ser que mirando el dar:' f(S/Ob)Cx.
violín le haya entrado sueño... No sé, no sé qué puede pasar. En esquema, el proceso es como sigue:
1. P ama a Q;
¿Saben todos los probandos el carácter de proyectadas de las ase- 2. P atribuye propiedades que hacen «razonable» su amor a Q;
veraciones que hacen? El lector advertirá que el número 4 es cons- 3. Partes de P pasan a Q;
t Rule de ello, dado que enuncia subjetivaciones subrayadas en el pro- 4. P = 0 .

XI) 81
niño sena la construcción de un mundo de solo objetos amados, que
dreran satisfacción siempre a todos sus deseos, por eso trata de des-
truir aquellos objetos que no cumplen ese requisito (para que no exis-
2. Etapas en la organización axiológica tan) El conflicto aparece cuando el objeto odiado no puede destruirse, no
puede incorporársele al ámbito de lo (figuradamente) inexistente Es
El ser humano pasa por diferentes etapas en la evolución de la or- mas, sigue ante nosotros, negándonos la satisfacción del deseo, obsta-
ganización subjetiva de la realidad Con un enfoque distinto al que culizando la que otro pudrera procurarnos, y, por consrgurente, forma
aquí seguimos, Piaget y su escuela investigaron, entre otras cuestiones parte a nuestro pesar del grupo de objetos que nos rmportan La con-
la evolución de la organización de la realidad, denvada del desarrollo trapartida positiva de la existencia de esos objetos odiados en nuestro
armónico de los sistemas cognitivo y emocional 7 Las detenciones del mundo es que hemos de contar con su presencia, asumir que no todo
desarrollo cognitivo y/o afectivo conllevan la asmcroma entre uno y en «la» realidad es «mío», sino también de otro y para otros, y apren-
otro y su no correspondencia con la edad Si las disfunciones de desa- der a realizar transacciones Ademas de la miocidad de todo lo que se
rrollo cognitivo se producen sobre todo por perturbaciones funciona- ha logrado hacer de uno, hay que contar con la altendad, lo «no-mio
les o lesiónales del cortex, las emocionales dependen mucho mas de pero perteneciente a mi propio mundo»
las condiciones del entorno y, por tanto, del efecto bucle tras la rela-
ción sujeto/objeto Es frecuente descubrir como los disturbios emocio Tercera etapa la ambivalencia y la fragmentación del objeto Intro
nales de la relación con una especie o genero de objetos están prede ducido por Freud, el concepto de ambivalencia es un descubrimiento
terminados desde una experiencia frustrante anterior El esquema de enorme importancia en la evolución del sujeto Para Melanie Klein
adjunto muestra como se organiza axiologicamente la realidad en las la ambivalencia surge de inmediato en el recién nacido, pero aunque
dos primeras etapas evolutivas del sujeto la observación del comportamiento del bebe revele que ante un mismo
objeto este reacciona unas veces aceptándolo (posesión) y otras recha-
zándolo, es dudoso que el sistema cognitivo del sujeto en esta etapa
1 a etapa Deseo de Objetos tan precoz alcance a obtener una conciencia de la mismidad del objeto
aceptado y rechazado alternatrvamente
posesión (placer) no posesión (displacer) Hacia los 4 o 5 anos la ambivalencra adqurere complejidad, pues
el mismo objeto es amado y odiado El objeto sobre el que el sujeto se
2a etapa rechazo comporta ambivalentemente ha sido fragmentado cuando menos en
retención
dos amado y odiado El niño ama a la madre mientras es deparadora
de placer, y la odia en cuanto se lo niega, y aprende a escindir que par-
míos = buenos no míos = malos
tes de ella son las que la hacen objeto amado y cuales objeto odiado
A medida que el niño avanza en su socialrzacron, la relación con los
logro frustración logro fustracion objetos se complrca Hay objetos buenos que no siempre satrsfacen el
deseo, y a la inversa, objetos malos que ocasronalmente pueden satisfa-
placer displacer placer displacer cerlo Se trata del mismo objeto, pero ha de ser fragmentado A partn de
ahora, el sujeto cuenta con objetos buenos que pueden ser frustrantes,
Primera etapa la primera etapa se caractenza por el deseo del ob- y movilizara estrategias singulares para la conversión de ese objeto de-
jeto, cualquiera que sea, y la disyuntiva entre poseer lo/no poseerlo Se seado pero frustrante en objeto deseado y placentero La zalamerra es
trata de la primera bipolarizacion Todos los objetos son deseables una estrategia de este tipo que el niño aprende a usar con precocidad
unos pueden ser poseídos, otros no La importancia de la ambivalencia se deduce del hecho de que los
sistemas cogmtivoafectivos del sujeto se han desarrollado ya lo suficien-
Segunda etapa bipolandad de los sentimientos básicos Los objetos te como para establecer relaciones cada vez mas complejas con los ob
poseídos son deparadores o de placer o de displacer A los prrmeros se jetos A la relación disyuntivoexclusiva (el objeto, bueno o malo) sucede
cksca retener, a los segundos se desea rechazar Los primeros son ob- la drsyuncron no excluyente (el objeto, bueno v malo o malo y bueno)
latos míos, los segundos, no-mros Lo mío es bueno, porque satisface
el deseo lo no mío es malo, porque no lo satisface Lo ideal para el

X~> XI
nemos acceso a la intimidad del objeto, e incluso su realidad empínca
objetos buenos objetos malos
nos llega sesgada a través de las imágenes que construimos sobre ella.
placer displacer displacer placer
La relación S/imOb comporta un elevado grado de entropía, es decir,
de desinformación, que varía en más o en menos, sin que jamás llegue
buenos, pero malos, pero... a anularse (implicaría una información exhaustiva y total del objeto
que es imposible, aunque imaginable). 9
El ser humano se mueve en un universo subjetivo que afecta ya a
Cuarta etapa: la cuantijicación de los sentimientos provocados ad- los procesos cognitivos (el objeto A me parece grande, pequeño, alto,
quiere relevancia después de los dos años, con la aparición de los bajo, etcétera) en virtud de la posición egocéntrica. Ilustra sobre esta
cuantificadores en el lenguaje, aunque posiblemente esta etapa se es- cuestión la investigación en torno a las llamadas «ilusiones» ópticas,
boce antes de la adquisición del lenguaje, pues hay comportamientos que ponen a prueba el límite de nuestra capacidad para errar acerca
extraverbales que revelan que el niño cuantifica su deseo de posesión del tamaño, distancia, formas, movimiento, etcétera, de un objeto.
(objetos a los que desea más o menos que a otros), no así su deseo de Aristóteles en su Metafísica, Descartes en su Discurso del método se va-
destrucción o recha/o que sigue bajo la ley del todo o nada. 8 lieron de ellas para enseñar a desconfiar de la fidelidad de nuestras
Es importante que el niño aprenda a evaluar cognitivamente el sen- percepciones.
timiento aplicando el matiz categorial de «mucho», «bastante», «poco», Por la posición egotista en que se sitúa, el ser humano añade un
«nada», y estableciendo gradaciones en su vinculación con el mismo nuevo repertorio de atribuciones, puramente subjetivas: A es bueno,
objeto del tipo «ahora más», «ahora menos», «antes más», «antes me- malo, tonto, feo, etcétera. Ahora bien, mientras la subjetividad de la
nos»; o con diferentes objetos («más que», «menos que»). Ello da lugar evaluación cognitiva de los predicados o propiedades del objeto puede
a nuevas taxonomías, primero de los objetos amados y luego de los ob- ser corregida mediante procedimientos objetivos, esto no es posible con
jetos odiados, con la aparición de sentimientos de aceptación que se la evaluación de los atributos.^0
mueven desde el amor a la simpatía y desde el odio a la antipatía. Llegado a este punto, hablar de los sentimientos que emergen en el
sujeto a partir del objeto y que de inmediato proyecta en el objeto, es
Quinta etapa: la especificación desideraíiva. Hacia los 5 años, aunque equivalente a conferirle un valor (que se le atribuye). En la relación su-
se mantienen las pautas de posesión/rechazo, los objetos suscitan for- jeto/objeto importan más los atributos que le conferimos al objeto que
mas de deseo de carácter genérico y se constituyen en provocadores de sus predicados. En otras palabras, nos importa más lo que nos parece
sentimientos eróticos (insinuados incluso antes), intelectuales, páticos el objeto que lo que realmente es; más la posible satisfacción del deseo
y éticos, y corpóreos. Las áreas o módulos del self aparecen y se desa- en él que la realidad. Estos atributos son «nuestros» valores del objeto.
rrollan con la práctica misma de estas íormas genéricas de interacción. Manejamos un repertorio de atributos a partir de los sentimientos que
Los otros son objetos eróticos (aceptados o rechazados), simpáticos o los objetos de la realidad nos suscitaron a lo largo de nuestra existen-
antipáticos, bonitos o feos, tuertes o débiles... (estos últimos de enorme cia. Los atributos son positivos o negativos, nunca neutros. En el dis-
importancia en el varón, cuando entra en competencia y las relaciones curso verbal se expresan mediante la adjetivación. Calificamos al ob-
adoptan iormas de pugilato). Al tiempo que los objetos se diferencian jeto valiéndonos de nuestros pares de atributos valorativos: los pares
según el tipo de provocación desiderativa que suscitan, el niño especi- bueno/malo, bello/feo, erótico/no erótico, humilde/soberbio... Los sen-
fica de igual modo las áreas de su identidad (erótica, pática, ética, in- timientos y valores son siempre bipolares, lo que no impide que al ob-
telectual, corpoial) para convertirse, por una parte, en objeto de tran- jeto se le sitúe más o menos apartado de los extremos. Pero no lo olvi-
sacción con los demás, y por otra, en objeto de autoestima (aceptación demos: esta mati/ación no se hace sin esfuerzo. La tendencia del sei
de sí mismo) o de autodesestima (rechazo de sí mismo). humano es a la bipolarización extrema y simplificadora.

3. Del sentimiento al valor 4. Excurso: La subjetividad de los valoies


Id dilema que se plantea entre parecer/ser, y al que me he referido Hablar de la subjetividad de los valores —deseos i.u ion.ili/.idos,
ton aniel 101 id.id, no se íesuelve en el nivel psicológico porque no te- tanto de aceptación como de inaceptación y lecha/o es i.mlo ionio

M 8S
hablar de la subjetividad de los sentimientos El valor es una aprecia- un deseo, y el juicio de valor, la expresión de un deseo B Russell le
ción cognitivoevaluativa del sentimiento Por eso, no hay valores sin jos del positivismo lógico pero no de la filosofía del análisis lógico, sos-
objeto que valorar, los valores no son definibles en el vacio, al margen tiene que la aparente no dependencia de lo bueno con lo deseado se
del objeto, pese al esfuerzo de los que consideraron en un momento de debe a la inadvertencia del que enuncia, porque siempre lo bueno re-
la historia del pensamiento occidental que el valor era una cualidad del mite al deseo Para Russell, quien dice «esto es bueno en si mismo»
objeto susceptible de ser puesta a la par de sus otros predicados (al- comete una falacia de tipo objetivista, al equiparar esa afirmación con
tura, peso, color, etcétera), y, por otra parte, no hay valores que no de- la de «esto es un cuadrado» Lo bueno esta en dependencia inmediata
riven de un sentimiento Esto vale incluso para los llamados sentí de lo deseado por mi y no en una cualidad del objeto
mientos «elevados» no hay valores estéticos sin sentimientos estéticos, La historia de la filosofía moderna del valor es sugestiva porque
ni valores éticos sin sentimientos morales El deseo esta en la base del hace refei encía a los limites de la filosoíia, como lo puso de manifiesto
sentimiento que nos piovoca el objeto, y del sentimiento emerge el va- Wittgenstem Para decirlo de otra foima hasta ahora un tema filosó-
lor como algo independiente de cualquier relación con el objeto Pero fico era aquel que no podía ser abordado por nmgun otro procedi-
esta independencia es una falacia No hay valores en abstracto En cier- miento que no fuera el de la mera especulación en cuanto el plantea-
tas circunstancias, es decir, para determinada situación, el mismo su- miento podía hacerse por métodos científico-lógicos el tema dejaba de
jeto que enunciara que la generosidad es buena y la avaricia mala, o ser «propio» de la filosofía para inscribirse en una ciencia concreta
que el matar es intrínsecamente perverso, tendría que hacer excepcio- Por eso merece destacarse el pensamiento de Wittgenstein respecto de
nes, señal de que el valor esta estrictamente ligado al objeto los valoies éticos, porque desde el ámbito mismo de la filosofía plan
La subjetividad del valor tiene una consecuencia importante im- tea la imposibilidad de una filosofía del valor 11
pide clasificar los valores en positivos y negativos (disvalores en la ter-
minología de Hartmann y otros) No hay valores —ni sentimientos—
positivos o negativos mas que a la hora de la aplicación concreta a un
objeto y en un contexto determinado Yerra quien habla, en abstracto, 5 Organización axiológica de la realidad y de sí mismo
del amor como positivo y del odio como negativo Como se sabe, hay Tabla de valores
amores que matan y odios que salvan
En el campo filosófico del idealismo surgió la falacia de la objeti- A lo largo del desarrollo del sistema cognitivoemocional, el sujeto
vidad de los valores y su independencia de toda relación emocional del construye un íepertono de bipolandades axiologicas que aplica a los
sujeto con el objeto Mas concietamente, en determinado sector de la objetos de su univeí so, incluido el Los sentimientos o valores abstrai
filosofía de finales del Xix y parte del xx (Memong, Husserl, Nicolai dos de los objetos componen la tabla de valores positivos y negati-
Hartmann, Max Scheler, Ortega, García Morente, Manas), coincidien- vos de cada sujeto De la bipolar idad de los valores se implica que si
do con un ambiente de neoidealismo y metafisicismo El empirismo y un determinado valor es considerado positivo, el opuesto ha de ser ne-
el positivismo lógico reabren el debate y afirman el subjetivismo de los gativo Asi, si la veracidad es moralmente positiva, la mendacidad es
valores, subjetivismo que ya se encontraba en Kant (en Critica del ]ui negativa Pero en otros contextos —pensemos en el político propuesto
cío), cuando sostuvo, a proposito del valor estético, que como quiera por Maquiavelo— la mendacidad es positiva y entonces la veracidad es
que no se basa en ningún concepto ni criterio objetivo, cada individuo negativa (poique es perjudicial a el y a los suyos)
puede obstinarse en su propio gusto y hacer oídos sordos a unos ar- En la medida en que detei minados valores pueden ser socialmente
gumentos desprovistos de toda pertinencia, pues no existe razona consensuados —la decencia, la justicia, la veracidad— positiva y/o ne
miento que pueda dictar un sentimiento Un punto de vista del que gaüvamente, la interacción se facilita, y de esta forma una tabla de va-
nunca abdico la filosofía inglesa El subjetivismo axiologico en la filo- lores compartida supone un punto de referencia cuasi codificado que
sofía anglosajona tiene vanos puntos de partida primero en los clasi- favorece la interacción y la formación de grupos
cos (Locke y Hume), después, a finales del xix y comienzos del xx, en Si la tabla de valores cumple el cometido de orientar al sujeto en
W James, B Russell, Mooie Ogden y Richards («Algo es valioso si sa- sus actuaciones consigo mismo y con los demás, los valoies di u l i
tisface una apetencia, sin que tal satisfacción implique la frustración rencia se aplican concretamente a las distintas áreas del sujeto I I i s
de una apetencia igual o mas importante») y Ch L Stevenson, quien quema adjunto representa un mapa donde las distintas ,m,is di I su
defiende una teoría emocional del valor Entre los positivistas lógicos jeto son a su vez valoradas Con esta puntuación il sii|ilo inh.i u i il
a que aludí, la cuestión es aun mas tajante Para Cainap la norma es juego de las i elaciones de intei cambio (1 cvy Stiauss)

86 87
tica rechazable'' El aprendizaje de pautas de conducta de las que no se infiera la ho-
mosexualidad que oculta el disimulo del tono de voz, gestos, gustos estéticos, etcétera,
asi como la mentira respecto de su nula o escasa atracción por personas del sexo
opuesto Todo ello a costa de un enorme dispendio en la economía mental del sujeto,
pues cualquier interacción requiere la puesta en practica de estrategias de ocultación
con el nesgo constante de ser descubierto Este es el doloroso precio que paga por el
logro de una homeostasis entre el y su entorno, por lo demás precaria y amenazada.

4-

«p
6. Organización axiológica y psico(pato)logía
X La organización axiológica de la realidad (la cartografía personal
Área de interacción del conjunto de valores de cada uno) es de una importancia inadvertida
intelectual hasta ahora en el ámbito de la psico(pato)logía. Si es estable e incluso
Interacción Interacción
-estética pática tendente a la rigidez, nos movemos en el mundo sabiendo qué valores
adjudicar a cada objeto, es decir, orientados desde el punto de vista de
Interacción Área Área Interacción
corpo- actitu-
la distribución de valores de uno u otro tipo. Al dinamismo de la reali-
"fisiológica ética
reidal dinal dad oponemos la estabilidad axiológica, en última instancia emocional.
-Interacción Interacción En estos casos, toda desestabili/ación de la tabla axiológica que ha ser-
energética estética vido de orientación y soporte eficaz a lo largo de la existencia supone
Área de interacción una catástrofe, que se agrava a tenor de otros factores, como la edad,
erótica
cuando la anhomeostasis resulta difícilmente subsanable.
Veamos algunos ejemplos.
\
'-h Cuando afirmé que la depresión imposible de superar en que se
sumergió J se debía al Congreso Vaticano II, alguien pensó que
9
0 se trataba de una boutade. Pero era una persona que vivía con abso-
4? luta seriedad sus prácticas religiosas: la Adoración Nocturna desde
su juventud, las conferencias de san Vicente de Paul, su parroquia, su
cura, la comunión diaria con el máximo recogimiento, los días de
limosna, la visita a determinados pobres (los «suyos»)... De pronto,
todo este edificio perfectamente demarcado por el rito se vino
abajo. La gente joven comulgaba con manifiesto desdén de la gra-
vedad y la compostura hasta entonces habituales; las novenas y tri-
ESQUEMA duos se hicieron risibles; los ejercicios espirituales fueron ridiculi-
zados; en San Hipólito —la entonces prestigiosa y temida
El rombo pequeño e interior representa al sujeto, el cual se otorga a si mismo (a tra- Residencia de la Compañía de Jesús, que con sólo seis o siete pa-
vés de la interacción) valores en cada uno de los módulos de su identidad A su vez, el
sujeto confiere valores del mismo tipo a los objetos exteriores (representados en
dres regían la dirección espiritual de la «mejor» Córdoba—, tres
el rombo grande) Por ejemplo, si el objeto exterior A provoca un sentimiento erótico rectores se salen sucesivamente de la Compañía y al poco se les ve
en el sujeto, el proyecto de relación erótica del sujeto con A depende de la imagen que vivir públicamente como pareja con una mujer... Todo su mundo se
posea de si en esta área de su self. Si la relación se produce y termina en éxito o en fra- derrumbó. ¿Podía seguir con sus prácticas cuando su propio pá-
caso, el resultado obliga a reestructurar todo el sistema del sujeto, bien en sentido po-
sitivo (si concluyo en éxito), bien en el negativo (si culmino en fracaso) rroco abandonó el sacerdocio y se dedicó a empresario de la cons-
La homeostasis interna del sujeto se logra mediante la aceptación de la estructura trucción, cuando en su casa se dejó de re/ar el rosario y se le hi/o
y posibilidades de su identidad, de su si-mismo. La anhomeostasis, por el contrario, de- vei que «no tenía sentido», así como la hipocresía de la limosna a
riva de la inaceptacion en alguno o en vanos aspectos de esa identidad Supongamos
la inaceptacion de tendencias homosexuales, por tanto, una puntuación baja de su iden-
pobres selet los-*
tidad erótica ¿Que entraña esta conciencia de si en lo que respecta a una identidad ero-

88 89
que un solo voto. Las clases eran las de siempre, sin renovación ni
I'n ni .isioncs, este dt'i 11 mi lie sin ge tías un paso dado en falso, apa- preparación, al tiempo que se convirtió en el catedrático más duro
lenleniciile t.nenie de impoi tancia, pero verdadero sostén semántico o de los más duros... Un año antes de cumplir la edad de jubilación
de l.i biogiaha del sii|eto, como en el caso que expongo a continuación: se aisló aún más. Pero apenas se recurría a él, a sabiendas de sus
actitudes, de manera que a su aislamiento de los demás se unió el
La compia de su primer coche hizo feliz a la pareja. Demostraba la de los demás hacia él. La última lección fue un acontecimiento pa-
elevación de su estatus ante los del pueblo en que habían nacido, de tético: muchos de sus colegas excusaron su asistencia; el número
unos cinco mil habitantes. La casa había sido de los padres de ella de alumnos, muy escaso. Incluso algunas autoridades académicas
y en donde nació su padre, sus hermanos y ella misma (de 31 años). no acudieron. Días después resumía en unas cuantas fórmulas su
Como los hermanos emigraron a Barcelona, ella se quedó con la teoría acerca de la universidad: «La universidad es una mierda.
casa a la muerte de los padres, previa compra de las partes de los Cada día más gente nueva sin vocación, sin dedicación... ¿por qué
hermanos. En ella había nacido su única hija año y medio antes. no se dedican a bombero o a basurero? No hablo por mí, pero ¡ya
Tras la adquisición del coche decidieron hacer obra en la casa para no hay maestros!». Un año después estaba sumido en una especie
protegerlo de la intemperie: se suprimió una de las ventanas de la de estupor depresivo, y a su delgadez de siempre se añadió una pér-
planta baja que daba a la calle y se convirtió en una puerta sufi- dida de peso que lo convirtió en un esqueleto. Su mujer trataba de
cientemente ancha; cortado el único limonero del patio, quedó un sacarlo a pasear, y salían alguna que otra vez (prescindió siempre
espacio que, una vez cubierto, se convirtió en garaje... La depresión de ella, de modo que el ir ahora en su compañía se convirtió en un
de la paciente comenzó tras el corte del limonero. Se acentuó al cu- signo más que añadir a su desvalimiento).
brir con cemento el empedrado del patio y suprimir las macetas, que
ya no tenían razón de ser, y por último techar el patio... «La casa ya L tenía 56 años cuando me reveló un secreto que le apesadumbraba
no era la mía.» «Yo creía que el coche iba a ser algo así como parte de manera constante: «No hay día, ni hora en que no me acuerde
de la casa, pero se ha comido la casa: no lo puedo ver, no me quiero de todo aquello... No sé lo que es reír. Me reí durante el año y me-
montar en él, lo quiero vender y mi marido se opone.» «Aunque tra- dio que estuve en el frente con éstos (se refiere a los del bando na-
tara de volver a poner la casa como antes, no sería la de antes...» cionalista). Luego, no... Me escondí durante las dos primeras se-
Hizo un grave y serio intento de suicidio. 12 manas después del alzamiento, me pasaba por la azotea a la casa
de un vecino, sobre todo por la noche, cuando creía que podían ve-
Otras veces se trata de circunstancias que bruscamente desvelan el nir por mí. Habían venido varias veces durante el día y los falan-
falso montaje sobre el que se construyó la identidad. Por ejemplo, la gistas preguntaron si yo vivía allí y dónde estaba... Mi padre les dijo
jubilación, que representa en muchos casos una crisis que conlleva una que yo estaba de viaje cuando estalló la guerra y que no sabía nada
total transformación del valor de la propia imagen. de mí. Cuando oía llamar a la puerta, mientras mi madre bajaba a
abrir yo me iba por la a/otea a la casa del vecino. Pero había no-
M, de 72 años, es un caso de catedrático jubilado con un cuadro tado que éste tenía también mucho miedo, vamos, que me insinuó
depresivo profundo e irrecuperable pese a todos los tratamientos que no debía ir a su casa más... Yo lo comprendo. Eran días terri-
de que ha sido objeto. Como catedrático, fue siempre despótico; bles. A mi padre le aconsejó un notario, al que le confesó que yo
progresivamente se fue agriando cuando, de ser la joven promesa estaba escondido, que rae presentara voluntario a Falange, di-
que a los 28 años obtuvo su cátedra, quince años después aún no ha- ciendo que por fin había podido venir a Córdoba desde Valencia.
bía hecho prácticamente nada. Se hizo inabordable, porque, ante el Así lo hice. Fui al cuartel de Falange y me presenté al que estaba
intento de alguna consulta por parte de profesores más jóvenes o allí mandando: era el subjeíe local... Todavía lo veo por ahí. Me
de alumnos, mostraba tal impaciencia que convertía el «¿qué quie- miró fijamente, me preguntó por qué no había ido antes, que mi
re usted?» en la forma de finalizar la entrevista. Incluso durante al- padre había dicho algo distinto a lo que decía yo ahora. Me mando
gunos años, aquel que parecía haber dado muestras de ejemplar a casa y me dijo que ya me llamaría. Lo hi/o una semana después,
«vocación universitaria», de «investigador», luego frustrado por el y vo lo pasé muy mal, creyendo que no me iban a admiln en l.i
tiempo que le «robaba» la enseñanza, se dedicó a la política y fue lange y que me podía pasar algo, lo peor Se piesenlo un l.ilanj'isi.i
concejal en las postrimerías del régimen anterior. La vuelta a la en mi casa con un escrito citándome en el local de l'.il.mt'c, peí o en
universidad fue una catástrofe. Intentó ser decano y no obtuvo más el que me decía que debía esciibn en una ho|j los detalles de l<>\

90 •>|
días anteriores a mi presentación. Me fui para allá y le enseñé la ciaba que se iría varios días a la playa, «a descansar». Él pensó que
hoja que había escrito, y la leyó delante de mí. Me acuerdo de todo se reuniría de nuevo con el amante y «ya había consentido bastan-
muy bien, como si fuera hoy mismo. Estaba sentado frente a mí, al te... Esto colmó el vaso, eso pienso». Se entregó a la policía. Cuan-
otro lado de la mesa. Me alargó el papel y me dijo: "Sabemos que do fui a verlo, quizá unos cuarenta y cinco minutos después de su
tú eras de las Juventudes Socialistas... No lo dices muy claro aquí, detención, estaba abrumado. Aún conservaba algún rastro de san-
pero se entiende, ¿no? ¿Quiénes eran los principales de ellos?" Yo gre en los pliegues ungueales. Ya había confesado. Al verme, de
no sabía qué decir. Pero entonces, señalando el papel, me dijo: "Tie- nuevo entró en crisis, comenzó a llorar, negaba lo hecho pero sin
nes que saberlo y debes poner el nombre de ellos ahí abajo". Y me convicción. Luego, su discurso era de este tenor: «No sé cómo he
alargó una pluma que mojó en tinta. Yo escribí dos nombres. Él me podido hacerlo, yo no era el que soy ahora; he sido el que lo ha he-
dijo: "Tiene que haber alguno más, tu conoces a muchos, ¿no?" cho, pero es que no era el que siempre he sido, ¿puede decirme
Puse entonces un tercer nombre y le di la pluma y el papel, aña- cómo he podido hacerlo?».
diendo: "Es que yo iba poco por allí...". Me dijo que estaba bien, y
que volviera al día siguiente con una camisa azul y un correaje para En este caso la racionalización no le sostiene ni le defiende de sí
hacer servicios. Volví. En Falange yo no hacía más que guardia en mismo. Recurre, sin demasiada convicción, a una disociación como si:
la puerta. A la semana aparecieron detenidos dos de aquellos que él era otro al que es habitualmente. Él es el que es siempre, no el que
yo había nombrado y por la noche los fusilaron. Del tercero no se ha actuado en una circunstancia excepcional, en la que ha podido lle-
supo nada. No sé si lo fusilarían por otro lado, no lo sé... Me he ca- gar a matar.
sado, tengo dos hijos, que Dios quiera que no tengan que verse en La racionalización es justificación, y la justificación tiene que ser ar-
el mismo trance que yo. Le dije a mi padre lo que había hecho y él gumentada. Por eso se parece al razonamiento, pero se diferencia de
añadió: "Ojalá no les pase nada". Cuando los fusilaron, no me dijo éste en que trata de lograr una cadena, a ser posible silogística, que le
nada, ni si había sido por mí o no por mí. Se quedó en silencio conduzca a una conclusión conveniente. La racionalización es un me-
cuando se enteró.» canismo de defensa que cumple un cometido inmediato, aunque más
duradero que otros mecanismos de esta índole: lograr una homeosta-
Estos cuadros depresivos son, pues, consecuencia de la anhomeos- sis interior que mantenga la supravaloración. La racionalización no
tasis de la tabla axiológica, del derrumbe de la propia imagen a causa suele convencer a nadie más que a sí mismo, y cuando los argumen-
de una actuación que el sujeto juzga indigna de sí y que rompe la co- tos se exteriorizan y se exhiben ante los que le rodean, incluso se tor-
herencia con su propio sistema de valores. Ese acto, esa forma de vida nan contraproducentes. La racionalización es un predelirio, una forma
no se aviene con la que representaría su ideal." La depresión implica de distorsión argumental, razonada y seudorrazonable, sin la cual no hay
estar vencido, no disponer de recurso alguno para la re-construcción, posibilidad de alcanzar el delirio. Por eso, muchas racionalizaciones
mucho menos para una alternativa. Pero obsérvese que en el caso de M preceden al delirio; otras, se quedan en tal. Para pasar de esa distor-
se intenta resolver la anhomeostasis mediante la racionalización: si la sión catatímica, propia de la racionalización, a la mucho más grave
universidad es una mierda, entonces «Yo» me salvo. No obstante, esta que representa el delirio, es preciso, además, hacer intervenir el meca-
racionalización fue ineficaz como defensa y no evitó su hundimiento nismo de la proyección, es decir, responsabilizar al objeto y desrespon-
definitivo. sabilizarse el sujeto. En la proyección el sujeto se descarga de toda res-
Hay otro tipo de patología, además de la depresiva, que se desen- ponsabilidad y la aplica a los demás, a la situación, al contexto. La
cadena tras una profunda crisis en la tabla axiológica, y que conduce racionalización por sí sola es una defensa insuficiente y precaria; ayu-
a la racionalización y eventualmente al delirio. Cuando se ha hecho dada por la proyección, desemboca en el delirio, que sí es una buena
algo reprobable o se acepta o se trata de «justificar». Negar lo que uno defensa, a costa de la pérdida de un tanto de sentido de realidad, eslo
ha hecho roza la simulación, cuando no entra plenamente en ella. es, a costa de la locura.

M, casado, de 48 años, con dos hijos, mata a su esposa degollán- «De pequeña me sentía muy acomplejada porque era, v soy, de
dola con un cuchillo de cocina, mientras ella hablaba por teléfono poca estatura. Por eso, creo yo, me puse a estudiar mucho, v csiu
con su madre. Para él, existían pruebas de la inlidelidad de su es- diaba más que nadie, por lo menos más que la mayoiía de las que
posa. Acababa de llegar a casa después de una ausencia de varios conmigo estudiaban. Quería superarlas. Entonces v<> i i e o que ni
días en que lúe seguida por un detective privado. Ahora le anun- me interesaban los chicos. Pero a los 18 anos mas o menos inr.

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amigas salían con chicos y yo no, no tenía amigos siquiera. Una ve? dia, pura envidia, porque todos reconocen mi superioridad; está
se me acercó uno, pero yo pensé que no podía ser que le gustase, mal que lo diga, pero en clase soy la mejor.»
y lo despaché. Luego, una compañera mayor que yo quiso hacer
amistad conmigo y venía a casa a estudiar, pero ella, en vez de es- En este caso, los comportamientos homosexuales son aceptados sin
tudiar, me hablaba del amor, me decía que el amor más puro era la problematismo alguno hasta la aparición del chico. Entonces es
amistad entre una mujer y otra y no entre una mujer y un hombre. Un cuando tiene que negarlos en ella (¡no en la que fuera su partenaire!),
día me besó de una manera un poco rara, que a mí me sorprendió, para poder lograr la homeostasis en la relación entre ella y el chico.
pero no le dije nada. Salíamos juntas. Yo me sentía bien con ella, Pero cuando se intercala el delirio, al principio tiene el carácter de de-
porque era muy segura. A ella siempre le gustaba abrazarme, o lle- lirio de alusión homosexual con el consiguiente rompimiento del equi-
varme del brazo, v a veces hasta me besaba, pero entre mujeres no librio. La recuperación del equilibrio tiene lugar transformando el
creo que llamara demasiado la atención. En la habitación, un día tema del delirio: de delirio de alusión homosexual, a delirio por envi-
en que yo estaba echada descansando, se puso a mi lado, me besó, dia, es decir, por la superioridad de ella respecto de las dos amigas en-
luego se echó y me tuvo abrazada v me acariciaba en el pecho y vidiosas. Con esta transformación se libera de la culpa y vergüenza de
también en mi vientre y luego más abajo. Yo me dejé, aunque es- ser homosexual, y se gratifica sintiéndose envidiada.
taba como asustada, y tuve una sensación muy grata, y ella me pre-
guntaba qué sentía, si sentía mucho, cosas así. Eso lo repetimos ya N es una mujer de 57 años, con depresiones frecuentes, en las que
muchas veces, cuando nos cansábamos de estudiar y ella me decía le aparecen ideas de ruina, de ella y de su familia, miedos a que a
que por qué no me echaba y descansaba. Ella jugaba a que me pro- sus hijos les pasen cosas malas, acontecimientos que no quiere ni
tegía, decía que quería protegerme de los hombres. Casi un año nombrar porque le asalta el temor de que la propia palabra dé lu-
después, un chico se acercó a mí; me gustó, y se lo dije a mi amiga, gar a la desgracia y ser ella entonces la culpable directa. No se con-
a la que consideraba íntima, pero nada más que amiga, porque sidera enferma sino de «mala condición», culpable, porque no ha
¿qué otra cosa iba a ser? Ella se disgustó mucho, al parecer. Se atendido a sus hijos como debiera, ni a su marido. Ellos han sido
echó a llorar. Me dijo que yo le prefería a él, que ella contaría cada demasiado buenos con ella. Esta depresión psicótica es la tercera
vez menos para mí. Con ese chico salí durante varios meses, y dejé vez que le apaiece en su vida, aunque depresiones sin síntomas psi-
de verme con ella sin que pasara nada; nos encontrábamos y ni si- cóticos —pero siempre con algún reproche— han sido reiteradas.
quiera se paraba a hablar, seguía como si apenas me conociera. Ahora el problema ha surgido al enterarse de que su hijo y su nuera
Luego él me dejó y me dijo algo que no comprendí: que yo no era se han dado «la última oportunidad», de forma que si no tiene éxito
normal, o que no le parecía normal. No me afectó mucho, aunque se separarán. Tienen dos hijos. Esta noticia la ha descompuesto y
me dejó turbada pensando en lo que había querido decir con aque- cuando menos hay una relación de contigüidad entre ella y el cua-
llo. Pensé en la amistad que había tenido y que se prestaba a que la dro clínico. Pero últimamente ha comenzado con un delirio más es-
gente pensara de mí lo que no era verdad. Sí, algo así como que tructurado: le ocultan algo, quieren tenerla al margen de todo, in-
era lesbiana. No soy lesbiana, aunque entonces me dio por pensar cluso por la noche le ponen droga en el vaso de agua paia que se
que lo que me había dejado hacer era propio de lesbianas. Yo es- duerma y se olvide Juego durante el día. Traman algo a su espalda,
toy en que mi amiga debió decirle algo al chico con el que salía, y se hacen gestos, han avisado a vecinas por si pasa algo en la casa...
de ahí el que hablara de que no era normal. No lo puedo asegurar,
pero juraría que debió ser así, porque fue muy de repente. Cuando
terminé los estudios me fui con dos compañeras a un piso a pre-
parar las oposiciones. Ellas hacían rancho aparte. Querían demos-
7. Rigidez versus flexibilidad
trarme que me daban de lado, y vo al principio lo tomé como que
La organización axiológica de la íealidad derivada de la tomplc
me despreciaban. Por una sonrisa que noté una vez a una de ellas,
jidad de nuestras experiencias sentimentales a lo largo de la vida peí
una sonrisa especial, me di cuenta de que debían pensar que yo era
mite una orientación sobre la elección de objetos pata la inician ion
lesbiana. No tiene nada de extraño que cuando me íui a vivir con
Escogemos aquellos objetos que nos gratifican y alejamos los que nos
ellas alguien las pusiera sobre aviso acerca de mí, con toda la mala
desagiadan. Una «tabla de valores» —es una buena niel.iloi.i ies|>t< lo
intención, porque yo no niego que mi amiga sea lesbiana, pero \ o
de la cailogialía axiológicosentimental— equivale a un m.i|>.\ pi ison.il
no lo sov Peí o luego yo me di cuenta de que no era eso, era envi-
en el que desunamos nuestios oléelos pieleieui i.ili-s \ i onli .ipi t I ,

l
H ')'->
renciales. Con independencia de que muchos valores sean compartidos
por colectivos, la tabla axiológica es personal, propia, singular y, por
6
tanto, irrepetible. Cualquiera puede decir lo que Rousseau de sí mis- Causa y motivo de los sentimientos
mo: «No estoy hecho como nadie que haya conocido; me atrevo a
creer que no estoy hecho como nadie que haya existido antes». 14
Ese repertorio de sentimientos y/o valores se mueve entre los hipó-
los rigidez/flexibilidad. ¿Debe mantenerse la arquitectura de la tabla
axiológica en cualquier contexto? ¿Debe acomodarse la tabla axioló-
gica al contexto? Debe advertirse que muchos sociólogos, a partir de
Max Weber, han hecho suya la necesidad de aplicar tablas de valores
distintas según los contextos y los roles que se han de desempeñar en
ellos. IS Por otra parte, el concepto de anomía, introducido por los so- Las pasiones sobre cuyo origen uno se en-
ciólogos para dar cuenta de la disociación del sujeto en cumplidor pú- gaña son las que más tiranizan. Los moti-
blico de las normas y transgresor privado de las mismas, plantea pro- vos que mejor se conocen tienen mucha
blemas en los que la psicología y la sociología tienen mucho que menos fuerza.
decirse recíprocamente. Osear Wilde, El retrato de Donan Gray
La funcionalidad de una tabla de valores constituye el laborioso y
contradictorio sistema de nuestra vida afectiva. La tabla de valores, ob-
jetivada, actúa como plantilla, o —más gráficamente— como espejo
que nos devuelve nuestra imagen tras cada actuación, imagen que a su
vez nos provoca un determinado sentimiento. Los metasentimientos a
que haremos mención en su momento, como por ejemplo, el remordi-
miento, la culpa, la vergüenza, el pudor o la inhibición, y en el sentido
opuesto, la satisfacción por la actuación ajustada a valores positivos,
proceden, en el primer caso, de la autodescalificación, en el segundo,
de la autorrecalificación.

«6
1. No hay no sentimiento
Por tenues que sean los sentimientos que experimentamos, estamos
siempre bajo sus efectos. No hay relación con un objeto empírico o
mental que no dispare un sentimiento por elemental que sea, por ejem-
plo, de agrado o desagrado, lo que al decir de muchos constituye el es-
bozo, el rudimento de un valor acerca del objeto al que apenas si de-
dicamos atención alguna. En pocas palabras: no hay no sentimiento.
Siempre, claro está, que esté activado el sistema del sujeto en lo que
concierne al nivel de vigilancia, el simple estar despierto, que hace
que el organismo disponga también de los instrumentos y funciones
cognitivas. No hace falta, sin embargo, un nivel de conciencia hipervi-
gil. Por eso, experimentamos sentimientos durante aquellas etapas del
sueño (sueño REM) en las que se sueña y en las que el nivel de vigi-
lancia o de conciencia, aunque descendido, es suficiente aún para
permitir relaciones del sujeto con sólo sus objetos internos.
Hay otras circunstancias que se asemejan al sueño REM, por ejem-
plo las que tienen lugar en intoxicaciones por el alcohol (delirium tre-
mens) o la dietilamida del ácido lisérgico (LSD), los derivados de la an-
fetamina, la mescalina, la psilocibina, etcétera, o sea psicosis tóxicas
en las que el sujeto está o incapacitado o cuando menos limitado para
mantener relaciones con los objetos externos, y se muestra desorien-
tado y confuso cuando trata de incorporarse a la realidad; pero sí
puede mantenerlas, y muy vivaces y caleidoscópicas, con los objetos
internos, ahora convertidos en objetos alucinatorios que le procu-
ran sentimientos a veces intensos y con caracteres de nuevos, de ex-
traños. Tanto en el sueño como en estos tipos de psicosis tóxicas, la ñola
emocional respecto del objeto depende de las connotaciones que se le
atribuyen, y el sujeto se comporta respecto de ellos como si si- ha
tara de objetos externos. Otras veces, el sujeto se alarma poi el nu-i<>
carácter de nuevo de la representación de los objetos hilemos, p<>i
ejemplo, por la brillantez, el colorido o la intensidad lan elevada que
poseen.

')')
ción se lleva a cabo indefectiblemente gracias a la inevitable adición
R es un estudiante de Medicina, de 22 años. «Tomé ácido una sola del functor afectivoemocional que la cualifica, porque eso justamente
vez, pero aún me quedan dos cosas, a pesar de que hace casi un es la relación.
año de todo eso: primero, es una sensación de desequilibrio, de que La fórmula estándar f(S/Ob)Cx, que describe el núcleo estructural
mi cuerpo oscila, de que no se mantiene como si dijéramos recto, de toda actuación humana, implica que en todo comportamiento o ac-
y a veces tengo la impresión de que también la gente se da cuenta tuación hay siempre un substrato emocional, el que inspira, provoca o
de que estoy oscilando, como estaría en caso de una borrachera. La sugiere el objeto. A veces, el estado emocional se acerca a lo que en el
otra cosa que me ha quedado es un pitido dentro de la cabeza, habla coloquial se califica de «indiferencia», como cuando observamos
agudo, no constante, y a veces se acompaña de una sensación muy pasar gente desconocida que desaparece ante nosotros segundos des-
rara, como si los objetos tuvieran más relieve del que tienen... Todo pués, o en la abandonada contemplación de un paisaje desde un ferro-
esto me produce mucha angustia, porque no tengo más remedio carril, mientras al mismo tiempo estamos ensimismados en nuestros
que prestarle atención y porque temo que por ahí entre en la locura propios pensamientos. El hecho de que prestemos aunque sea la mí-
o en ¿ilgo próximo a la locura.» nima atención como para «advertir» su presencia indica que el objeto
en mayor o menor medida nos ha afectado, y podríamos, al mínimo
P es un delineante de 33 años, bebedor inveterado de licores desde esfuerzo, describir el juicio valorativo formado antes in mente y que no
hace más de ocho. Después de un episodio febril por una amigda- habíamos expresado. En muchos de estos casos, ocurre que el objeto
litis y la brusca suspensión del alcohol, aparece un cuadro delirante de la relación no nos provoca de momento más que un sentimiento te-
alucinatorio. Le vemos sentado en la cama, somnoliento, la cabeza nue, escaso, pasajero, y en una consideración trivial calificamos tales
cae lentamente sobre el pecho para, bruscamente, despejarse en- objetos como «indiferentes». No lo son. El estado sentimental apenas
tonces durante unos cuantos segundos. Mientras de nuevo parece se nota, no nos conmociona, y pasamos a otra relación con nuevos ob-
sumergirse en el sueño, si en ese momento se le habla o se le esti- jetos, sin que hayan dejado, tras la experiencia, huella mnémica al-
mula de cualquiera otra forma, experimenta un sentimiento de te- guna. La intensidad con que se experimenta un sentimiento es un mal
rror. Se sacude de sus mangas animales minúsculos, que a su pa- criterio para delimitar la relevancia que los objetos tienen en nuestra
recer ascienden hasta penetrar en su boca y en sus fosas nasales. propia vida. Una de las defensas del sujeto frente a un objeto que le
Se echa hacia atrás, trata de levantarse, se arrincona en uno de los importa es «reconocer» que apenas si le produce afectación alguna.
ángulos de la cama... Cuando remite el cuadro alucinatorio nos Pero hay muchas razones que desmienten esta afirmación.
cuenta cómo aun durante el sueño se repiten, como ensoñaciones,
los temas del delirium: animales como raros insectos, como ciem- «Me ocurrió que estaba tranquilamente sentado en una terraza
piés, que gatean por la cara y entran en sus orejas, fosas nasales, cuando pasó un hombre que llevaba a un niño de la mano. Ahora
se posan en sus ojos. No quiere dormirse, por el pavor que experi- me doy cuenta de que puedo contarlo porque sé lo que pasó luego,
menta ante los sueños, y cuando el sueño le vence entonces se le- pero en ese momento aseguro que era algo que me dejaba indife-
vanta y pasea por la habitación. Pero al fin, cuando no puede más, rente. Pero pasó, y cuando ya apenas lo divisaba, entonces tuve un
se acuesta pero trata de permanecer vigilante. «Lo que yo experi- sentimiento muy raro, como de compasión, y pensé: "¿Qué será de
mentaba era una cosa nunca sentida, porque notar que un bicho ese hombre y de ese niño?". Me recordó a un viejo con el cual yo
sube por el rostro y me entra en la boca o en las narices, o en las de niño me sentaba a veces antes de entrar en la escuela y hablaba
orejas... además tenía que atender a uno y otro sitio... Era un sen- y yo le preguntaba algunas cosas y él se interesaba por cómo iba
timiento de horror, pero además nunca lo había sentido, completa- en la escuela y qué cosas hacía... Puedo decir que no había vuelto
mente nuevo... La cosa es que sin embargo yo no sentía miedo una a acordarme del viejo aquel de mi infancia hasta ese momento, y
vez que desaparecían. Es más, le puedo decir que cuando creía que lo que menos podía imaginar es que de pronto, estando yo en MON
se habían ido los bichos porque los espantaba, de pronto me en- treal, ajeno por completo a todo mi pasado, ese recuerdo habría de
contraba muy tranquilo, como con un gran sosiego.» surgir.»

La afirmación no hay no sentimiento es corolario del axioma fun- No hay indiferencia; no hay actuación neutra, asciiliineiilal. Ante
damental del sistema del sujeto, a saber: el sujeto es un sistema de re- objetos percibidos un instante tomamos posición piejnu losa de loim.i
lación constante con objetos externos y/o con objetos internos; la rela- tan simple como el «me gusta», «no me gusta», «csl<> es luluuln»,

100 101
«aquello es desagradable», «P tiene aspecto de bueno», «R de antipá- cada vez mas y mejor conocidas Estas circunstancias biológicas —hay
tico», etcétera ' Bastaría que se nos exigiese el esfuerzo de codificar que decirlo una vez mas, dada la simpleza que afecta a tanto psiquia
verbalmente el sentimiento en un juicio valorativo para darnos cuenta tra— se dan también inequívocamente allí donde los sentimientos son
de hasta donde podría retrotraernos Por otra parte, es conocido el m abierta y notoriamente provocados No puede ser de otra forma ^ No
quietante dato de cuantas de las cosas que parecen pasar ante noso- hav psicología sin neurofisiologia, pero tampoco hay neurofisiologia
tros sin que nos creamos afectados emocionalmente por ellas dan sin biología molecular Anticipemos, sin embargo, que a veces el ob
muestras luego de que no fue asi, como lo revela el hecho de que, al jeto provocador se hipostasia, subyace en el acto de relación y parece
llegar la noche y dormirnos, se actualice como componente de un tema que hay estados emocionales sin objetos provocadores El objeto pro-
onírico Hechos como este son prueba inequívoca de la no indiferen- vocador ha de serle descubierto al propio sujeto (y al psiquiatra) 4
cia ante los objetos apenas percibidos y atendidos, y nos hacen sospe- Cuando la relación con un mismo objeto es duradera los senti-
char, ademas, de la veracidad del sentimiento que nos declaramos a mientos cambian en grado y cualidad, pues la relación no es la misma
nosotros mismos acerca de ese objeto La afirmación de que «esa per- de un momento a otio, y depende de las sucesivas actuaciones del ob-
sona no significa nada en mi vida», se aviene mal con el hecho de que jeto ante nosotros En definitiva, el objeto es una variable a su vez La
haya pasado a ser tema de un sueño la noche anterior y, lo que es tan formula estándar f(S/Ob)Cx pretende hacer ver el rango de variables de
significativo, que lo recordemos al despertar La «indiferencia» se co- cada uno de los cuatro componentes Por eso, el sentimiento inicial,
rrespondería con la inexistencia virtual, la mobservabilidad, de nin- del encuentro, reviste a veces caracteres de emoción intensa, que deja
guna manera con lo en apariencia olvidado 2 paso, mas tarde, a sentimientos tranquilos y sosegados
En todo caso, si el sentimiento es provocado por el objeto, puede
hablarse legítimamente de este como causa del mismo Pero, paia ser
mas preciso, la causa es la imagen formada del objeto (imOb), como
2. Los sentimientos, causados lo prueba el hecho de que puede haber imagen sin objeto empírico tal
es el caso del sentimiento que nos provoca la evocación de un ser que-
De acuerdo con esta tesis, he mantenido en el capitulo 1 que los rido pero ausente Sin la imagen del objeto no hay sentimiento, por
sentimientos son siempre provocados (tesis, por otra parte, practica que la imagen del objeto es lo único que conocemos del objeto No es el
mente generalizada), y se disparan, literalmente, en el sistema del objeto el que penetra en el sujeto para provocar el sentimiento, sino su
sujeto en el primer momento de la relación sujeto/objeto Luego, el imagen Por eso, como he dicho, cuando el sistema del sujeto esta
sentimiento inicial es modificado a tenor de las mutaciones que expe- mactivado y no esta en condiciones de formar imágenes de objetos ex-
rimenta el objeto en el proceso de interacción El objeto es el mismo (si ternos como ocurre en el coma anestésico, traumático, etcétera, no
consideramos que la realidad existe con independencia de nosotros), hay sentimiento, porque no hay funcionalmente sujeto s Por tanto, el
pero no significativa ni simbólicamente idéntico en los sucesivos mo enunciado no hay no sentimiento implica que el sistema cogmtivo-
mentos Interesa destacar el hecho de la subitaneidad con que el sen- emocional que es del sujeto, y es por definición el sujeto, este activado
timiento aparece Muchas veces, la secuencia de situaciones no dema Ahora bien, si la imagen del objeto es la causa del estado emocio
siado importantes es tan rápida que no se presta suficiente atención a nal del sujeto, estamos en situación de afirmar que no es la condición
lo experimentado en ella, sin embargo, es evidente que pasamos de un necesaria para que en el sujeto se dispare un determinado sentimiento
estado sentimental a otro distinto, al compás de la secuencia de las si- Veamos un ejemplo de rutina en nuestra practica clínica
tuaciones Se trata siempre y en cada momento de irrupciones emo-
cionales «Al ver la lamina me quede de momento sorprendido, pero luego
Muchos psiquiatras son proclives a admitir sentimientos inmoti- como asustado Me he dado cuenta de que al ver a este hombre
vados, sobre todo los que se incluyen en el denominado estado de ani- sentado en el alféizar de la ventana pense "Este se va a tirar"
mo (véase mas adelante), tanto en sujetos en condiciones normales Luego me fije bien y vi que la silueta de la cara no parecía la de un
como patológicas Se quiere decir con ello que no son psicológica- hombre en trance de tirarse, sino la de alguien que nina hacia
mente provocados que no tienen validez semántica sino todo lo mas arriba, como contemplando el cielo y sustituí el miedo que anlcs
de señal, de síntoma, de signo natural, y se hacen inmediatamente de- tenia por el por algo asi como simpatía al verlo tianquilo limando
pendientes de circunstancias neurobiologicas (neuroendocrinas, del a las estrellas, una persona que piefieit vet csi p.us.in nm luí no
metabolismo de los neurotransmisores), las cuales, por otra parte, son antes que doimir» (I amina 14 del TAf)

102 KM
Nótese aquí la sucesión de sentimientos contrapuestos (de susto a su singular relación emocional. No hay diferencia sustancial entre
sosiego y luego hasta de admiración por su actitud estética ante el nuestro enfrentamiento ante una lámina de un test proyectivo y ante
panorama nocturno), a medida que se suceden imágenes distintas un objeto de la vida de relación.
del objeto. ¿A qué se debe que cada sujeto responda ante el objeto con su sin-
gular experiencia emocional? La experiencia previa a la denotación o
Añadamos ahora que lo que hace a la imagen del objeto provoca- cognición del objeto actual es peculiar, distinta en cada sujeto, porque
dora y causante de un determinado sentimiento es la categoría semió- cada uno de nosotros tenemos nuestra preexistente biogralía desde la
tico-semántica que posee (como significante) para el sujeto. 6 que se «sale al encuentro» del objeto, y con la que el objeto se encuen-
tra cuando se introduce en el campo perceptorrepresentacional del su-
jeto. El objeto está al margen de los motivos que el sujeto tiene para
conformar su respuesta. Cada encuentro con el objeto significa una ex-
3. Los sentimientos, motivados periencia más que añadir en el sujeto, y servirá de condición anticipa-
toria, esto es, proléptica en relaciones futuras.
Si las imágenes de los objetos son, pues, causa de los sentimientos En resumen, si el objeto es condición ineludible del sentimiento, el
y condición necesaria para su irrupción, no son, sin embargo, condición tipo e intensidad del sentimiento dependen de las motivaciones pre-
suficiente para los mismos, como trataré de hacer ver a continuación existentes en el sujeto. El objeto, pues, es causa de que en el sujeto se
dada la importancia que esta tesis posee para una teoría psico(pato)ló- movilicen los motivos por los cuales su respuesta emocional tiene las
gica de la vida emocional. Nuestros sentimientos no están determinados singulares cualidades que caracterizan la respuesta/propuesta/apuesta del
por los objetos, porque para ello, como he dicho, habrían de ser ade- sujeto. Una película pornográfica o de terror es provocadora siempre,
más condición suliciente. Pero si así fuera, entonces el objeto sería el pero no necesariamente de sentimientos eróticos o terroríficos; a veces
responsable primero y último, es decir, único, del sentimiento, y no es resulta de un aburrimiento insoportable.
así, dado que el objeto provocador, causal, del sentimiento no explica ni
da cuenta de todo lo que el sentimiento implica. Eso es justamente lo que
se hace en el mecanismo de proyección: responsabiliza única y exclusi-
vamente al objeto de todo cuanto ha supuesto de conmoción en nues- 4. Excurso: Denotación, connotación e interpretación
tra vida emocional. En el ejemplo antes expuesto, el protocolo de la
lámina 14 del TAT, el mismo objeto puede causar sentimientos precisa- La distinción categoría] y, por consiguiente, susceptible de ser aplica-
mente contrapuestos. Sería tan absurdo como atribuir a la lluvia tanto da a la génesis de los sentimientos, entre causa y motivo de los mis-
el suelo mojado como el seco. La insuficiencia de la imagen del objeto mos sentimientos es de suma importancia en todos los órdenes, tanto
para desvelar por sí misma la totalidad de la estructura sentimental que para la investigación teórica como para la interpretación de los com-
irrumpe en el sujeto, hará de los sentimientos estados complejos, se- portamientos humanos, normales, anormales y patológicos. Por eso,
riamente anhomeostáticos y perturbadores. es preciso profundizar algo más en el análisis de los procesos de de-
Aunque muchas veces no se sepa, no se quiera o ni se plantee des- notación del objeto, las connotaciones del sujeto, así como lo que en-
cribir lo que se siente, se sabe que se experimenta un sentimiento. El traña realmente una interpretación.
sujeto sabe que «el» sentimiento de ahora es distinto al de antes. Si, El proceso de cognición de un objeto se llama denotación, porque
merced al carácter causal del objeto del sentimiento, un mismo objeto en realidad es, d'emblée, un proceso más complejo que el de percep-
es capaz de provocar, por una parte, sentimientos distintos en varios ción que los psicólogos manejan habitualmente, como el resultado mo-
sujetos, y por otra en el mismo sujeto pero en momentos distintos, ello lar de datos sensoriales (táctiles, acústicos, visuales, gustativos y olfa-
implica que al objeto causal hay que añadir las restantes variables de tivos, así como otros que conciernen a la sensibilidad profunda: de-
la fórmula estándar, que de no ser el objeto han de ser los otros miem- posición de los miembros, del dolor, etcétera). Es dudoso que el pro-
bros de la relación. El sujeto es la condición suficiente para que «de- ceso tenga lugar por acumulación sucesiva y no, como ocurre con lau-
terminado» sentimiento irrumpa desequilibrando el sistema. Lo mis- tas funciones motoras y del lenguaje, en unidades estructurales ((¡es
ino que los tests proyectivos muestran cómo ante el mismo objeto los tallen). Hay denótala externos e internos. No denotamos, en ninj'im
seuilímenlos son dispares según los probandos, en la vida de relación, caso, estímulos, sino objetos significativos, simbólicos. Denotamos m a n
.míe un mismo objeto —el otro de la relación—, cada sujeto construye do sabemos que aquello que constituye el objeto sobre el cual liemos

101 IOS
de recapacitar es o una mesa percibida o una mesa representada (de- ahora veo que también puede ser que haya querido apartarse de lo
notados externo e interno, respectivamente) La denotación «salta» so que le rodea, que este profundamente apenado No quiere saber
bre los estímulos —llamémosles atómicos—, que de ser atendidos su- nada de nada, no se interesa por nada, peor aun esta dispuesto a
pondrían un lastre en la economía de los procesos neuropsiquicos quitarse de en medio, porque eso que tiene al lado debe ser una pis-
semejante al que supondría el análisis del agua que hemos de beber tola, y no precisamente para asustar a la gente, porque esta solo »
para ver que realmente es H 2 0 Los estímulos, salvo que sean nocí (Protocolo de la lamina 3 GB del TAT)
ceptivos, es decir, perjudiciales para el organismo, son al objeto sim-
bólico lo que los átomos a la sal con que condimentamos en la mesa A cada denotatum el sujeto añade connotaciones múltiples, incluso
no contamos con el cloro y el sodio, del mismo modo que ignoramos interminables, cuyo discurso hay que interrumpir ante los requerí
los ingredientes de la pimienta El objeto mesa es el significado deno- mientos restantes de la realidad, y por la propia economía del sujeto
tativo de ese conjunto o Gestalt formado por tablero y cuatro patas Las connotaciones son de muchos tipos, y los semantistas han tratado
Usando de este léxico ahora, la denotación es la causa de que el sen de clasificadas Interesa en este momento no los tipos de connotacio-
timiento irrumpa, porque la denotación exige el objeto pero con la nes sino su nivel epistemológico
subjetividad que le ha de conferir el carácter de imagen personal del El estado emocional o sentimental que surge al denotar el objeto
mismo Como se ha dicho, del objeto solo podemos obtener su signiñ esta estrictamente ligado al hecho de la presencia del objeto y a la pri-
cacion a partir de la imagen que nos foimamos de el No es, pues, el mera serie de connotaciones (primer nivel) Ocurre con la vista de una
objeto el que nos depara la connotación inmediata, smo la imagen ior- bandera la connotación de primer nivel es su significación como en-
mada con alguno de sus elementos La imagen que tenemos de un ob- seña nacional Estas connotaciones primeras afectan a polarizaciones
jeto es resultado de una selección perceptual en el, que naturalmente no elementales de aceptación/rechazo («me gusta/no me gusta», «agrada-
puede hacerla smo el sujeto La selección esta en la base de la teoría que ble/desagradable», «decente/indecente», «elegante/ridiculo», etcétera)
el sujeto forma del objeto y le imposibilita la adopción de una posición
ingenua ante el (en este sentido, no hay objeto de primera vez) Siem «Mi desgracia», cuenta F, de 42 años, casada, «es que yo no he te-
pre «llue\e sobre mojado», porque el objeto realmente nuevo nos re- nido la entrada que tienen muchas, no se cuantas Hay un pronto
mite, analógicamente, a objetos previamente percibidos que yo se que echa a la gente hacia atrás, a mucha gente, no a to-
dos Pero asi como mi hermana ha sido todo lo contrario, parece
«Cuando vi por primera vez a T me resulto simpática No puedo que atraía a los demás, del sexo que fuera porque no me refiero a
decir por que, pero incluso me atraía Era su manera de mirar, le nada interesado o malicioso, y todo el mundo me lo decía |hay que
brillaban los ojos, miraba con claridad a uno, a los ojos de uno, sin ver como es tu hermana' Era su manera de reír, su mirar, era la se-
temor por parte de ella, y al mismo tiempo tratando de que se acer- gunda de las hermanas, pero ha pasado por la vida querida de to-
case uno a ella, como acogiéndolo Fue muy grato ese primer en- dos No he oído a nadie hablar, pongamos por caso de la antipatía
cuentro con ella » «Siempre me han gustado las personas que mi- de mi hermana Eso ha traído problemas en casa, mas senos de los
ran de frente, porque me recuerdan a un maestro que tuve y con el que la gente se imagina Porque también mis padres lo reconocían
que me entendía muy bien transpiraba sinceridad » asi, aunque la verdad es que mi hermana jamas se aprovecho de
esa ventaja suya, hasta se mostraba disimuladamente generosa,
De un mismo objeto tenemos múltiples imágenes En este sentido, cuando veía que, por ella, habíamos sido dejadas al margen Pero,
los objetos son, en efecto, poliedros simbólicos, que darán lugar a ra- si, ha tenido problemas Yo creo que mi otra hermana le tenia vei
cimos de connotaciones muy vanas, dependiendo de la imagen con- dadera envidia, porque ¡que fácil le era a la simpática llevarse a la
creta que en determinado momento escojamos gente de calle1 Lo conseguía sin darle la menor importancia, sin es
fuerzo eso era lo que mas gustaba, que era darse, sin pedir natía «i
cambio, y asi consiguió que todo el mundo la quisieía, ¿como di
«Vi el martillo y me resultaba agradable, porque me recordaba la car-
n a yo?, gratuitamente Yo tampoco estoy libre de haber scnhilo a
pintería a la que iba de niño Pero de pronto apareció el recuerdo
veces veidadero rencor hacia mi hermana preguntaban poi c lia si
de aquel martillo con el que me machuque el dedo y me lo deforme
iba a salir con nosotios Ella estaba sicmpie présenle .uili los
para siempre, y entonces me pareció un trasto desagradable »
demás, potque la necesitaban, epata que-' Paia daist ti ¡>usi<> «U
«Este hombre esta tumbado en el suelo, apoyada su cabe/a sobre
estar con ella, onla, veila ten Adt mas lo tltti.m tu IKIIII HI i t
algo asi como un poyete , esta muy tranquilo como vagando Pero

106 10/
esencial: jamás se le ha oído decir algo, señalar algún defecto de al- tiene algo que ocultar, como poseído de una insuperable vergüenza.
guien.» No mira a los ojos, se niega a hablar acerca de lo que le pasa y de
lo que siente, o a explicar por qué deja pasar los años en esta po-
La complejidad deriva de la existencia de connotaciones ulteriores, sición. La característica de sus repuestas en el TAT son de un re-
a las que se han llamado connotaciones de segundo, tercer, «-nivel,7 las chazo de la realidad y una depreciación profunda de sí mismo.
cuales remiten, aún más matizadamente, a la plurisignificación que el Lámina 1. «Este niño no sabe qué hacer, ni sabe para qué está
sujeto confiere al objeto, y que nos retrotrae a la biografía contextuali- aquí... Eso es un violín, que no le interesa.»
zada del sujeto. De esta forma, si se analiza con cuidado alguna situa- Lámina 3 BM. «Ha tirado la pistola, está ahí echado... que no
ción de este tipo, se observa que todo discurso se inicia en el objeto quiere saber nada de nada.»
pero continúa y acaba por ser exclusivamente del sujeto. El objeto se Lámina 13 FM. «Éste llora; pero no es porque se le haya muerto la
convierte así en pretexto para que el sujeto hable —descaradamente o ig- mujer... No sé qué le pasa.»
norándolo— de sí mismo. A partir de esta lámina se obtienen las siguientes connotacio-
Las connotaciones de n-nivel proceden de fuentes distintas. Cuando nes: «Parece como si fuera algo que a él le pasa, algo muy grave
decimos de alguien: «Tiene motivos para que no le guste el arroz», y debe ser... Debe ser... Mucha vergüenza, porque es que le da ver-
alegamos que estuvo comiendo arroz en un campo de concentración güenza que le vean. En la cara se le puede notar algo, por eso se la
durante muchos años, no puede hablarse de causa, en el sentido de re- tapa... (?)a ¿Como a mí? Puede que como a mí. No quiero que se me
lación causa/efecto, sino de concausas* que ya están en el sujeto y que mire, por eso no miro, porque si miro me ven... La cara... Yo no de-
éste proyecta en el objeto. Resulta preferible diferenciarlas llamándo- bía vivir. Estuve una vez en Sevilla con una puta. Me fue mal, no
las motivos,9 no explicables, sino interpretables. 10 Podemos justamente hice nada, me dio vergüenza... Me odio, yo no debía haber nacido,
decir que el arroz le causa repugnancia por los motivos A, B y C. no sé ni por qué estoy en el mundo... La vergüenza... es por el pene.»
Estas connotaciones que aparecen tras las del primer nivel, proce- Su inaceptación de un pene pequeño ha dado lugar a esta catástro-
den de un punto de gran interés sobre el que sólo de pasada se ha lla- fe que afecta a la totalidad de sus posibilidades de interacción.
mado la atención en los tratados de psico(pato)logía. Me refiero al he-
cho de que la conciencia del sentimiento depara en ocasiones un La consideración del objeto como causante del sentimiento permite
metasentimiento. Así, por ejemplo, surgen autosatisfacciones o auto- predecir con un alto grado de probabilidad el sentimiento que ha de
rreproches inherentes al hecho de experimentar sentimientos que con- causar un objeto, pero en manera alguna los motivos por los cuales el
sideramos dignos o indignos. Los sentimientos de primer nivel son sentimiento irrumpe con tales y cuales características. La probabilidad
ahora el objeto (un objeto interno) sobre el cual experimentamos un de que en la lámina 13 FM del TAT la figura echada suscite la de una
sentimiento. Nos alegra el mal que padece el sujeto que odiamos, pero mujer muerta es mayor que la de una mujer dormida. Los motivos que
nos irrita e incluso nos autodespreciamos por haber' experimentado han decidido la respuesta primera son tan impredecibles como los de
ese júbilo; y aún más, nos perturba su necesidad de ocultación, el que la segunda. La razón de todo ello es que sobre la denotación rige el
hayamos de mentir negando haberlo vivido." principio de verificación: si A entonces P o Q. Pero la connotación se
rige por el principio de verosimilitud: si A quizá P.
Se traía de un joven de 27 años cuya característica fundamental es No obstante, la probabilidad de predicción de los motivos se incre-
el retraimiento, su soledad, que los padres creen forzada por algo menta si sabemos de antemano qué sentimientos irrumpieron en el su-
que le debe pasar, «porque no ha sido nunca así ni nadie es así nor- jeto ante otros objetos. Cada sujeto posee una arquitectura emociona!
malmente». A los 17 años cambió notablemente de carácter', se hizo tanto más estable cuanto más avanzada es la etapa de su existencia.
un solitario, no estaba nunca en casa, se marchó de casa sin avisar En etapas tardías se puede afirmar que existe una cierta coherencia
durante seis meses, y no dijo jamás dónde estuvo. Cuando volvió entre las disponibilidades emocionales de cada cual, esto es, en el re-
continuó su retraimiento, y hasta adoptaba posturas raras para evi- pertorio emocional, así como en la tabla axiológica. Dado un sujeto P,
tar' que se le viese el rostro: daba la espalda, miraba hacia abajo, del que conocemos sus respuestas emocionales a, b, c, d... y los moti-
pegado el mentón al pecho. No se le detectaron síntomas psicóti- vos de las mismas ante los eventos A, B, C, D..., la respuesta enrocio
cos, y por otra parte, su retraimiento no tenía ese carácter de indi-
lerencia ante lo que le rodea que suele ser peculiar del esquizofré- •' lil interrogante en paréntesis signiliea una pregunta por mi paile La ]>ii->»i• • 11.i
nico avanzado y con signos de deterioro, sino el de alguien que puede ser obviada a lenoi de la respuesta.

I (IX 10'»
nal ante el evento E es altamente predictible Dada la cantidad de ma de inspirar esa repulsión que a mi me provoca Es una situación
tenal concerniente al universo afectivoemocional que obtenemos tras muy rara, en la que prefiero no estar, pero tampoco me es posible
la administiación de las veinte laminas del TAT, tenemos experiencia decir que este hombre se merezca ese rechazo mío, un rechazo
de como es posible predecir la índole emocional de una respuesta fu que es físico mas que otra cosa, porque por lo demás me da pena
tura En circunstancias anormales se incrementa aun mas la predicti Me recuerda algo a mi padre ya viejo, pero no por la vista sino por
bihdad, porque por si mismas reducen la flexibilidad y versatilidad del la cabeza y el pelo corto, cuando le veía sin que el se diera cuenta
repertorio emocional La circunstancia psicopatologica —mucho mas, y se quedaba adormilado Y también la cabeza de un busto de ro-
la de naturaleza psicotica— es empobrecedora y por tanto limitadora, mano, en la que no se ven las niñas de los ojos, y entonces esta uno
y tiende a ciear respuestas emocionales estereotipadas delante de ellos pero no miran, no ven, mientras uno le mira En-
En la vida cotidiana nos manejamos con criterios muy laxos de pre- tonces uno se siente como cohibido, porque siempre tiene algo de
dictibihdad Cuando decimos de alguien que «no esperábamos» su re- autoridad, por su quietud, su fijeza Ademas, esos bustos son de
acción, o, por el contrario cuando predecimos con «ya se como va a piedra, o sea que son como personas a las que si uno se dirigiera
reaccionar», estamos haciendo ejercicios de insights o de intuición de permanecerían mudas e inmutables Ya podría uno ir con sus des
la índole que acabo de exponer La «espera» de los sentimientos que gracias ellos, quietos, firmes, sin mover ni una ceja Si, lo que
irrumpirán en el sujeto ante una situación determinada, una persona, pienso ahora es en esa situación en que se encuentra uno, tan de
etcétera es una de las fuentes de la que se nutie el proceso estocas- sagradable en la que uno habla y el otro no mira Es como si uno
tico* de la interacción, adoptando las actitudes consideíadas adecua- no supiera de esa persona si se puede liar o no fiar porque eso de-
das de antemano, eligiendo estrategias determinadas para la recepción pende de la forma de mirar, y este hombre no mira, porque no
de la respuesta n puede mirar No me inspira desconfianza, peí o tampoco con
A partir de las connotaciones que emergen en el su]eto en la rela- fianza, porque no da pie para ello, no se sabe como acoge a uno
ción con un objeto por poco relevante que fuera, se podría denvar la Mas bien yo dina que experimento una sensación de impenetrabi-
totalidad de su vida 13 La razón estriba en que, si bien el objeto inicial lidad, de distancia el allí, yo aquí, si, aquí, pero abajo»
puede ser de significación escasamente relevante, puede dar lugar a
otros cuya relevancia sea máxima En cualquier caso, el racimo de El racimo de connotaciones podría representarse en un diagrama
connotaciones retrospectivas se hace cada vez mas amplio y adquiere arbóreo Cada uno de los sentimientos que aparecen, lo mismo en su
un sesgo absolutamente personal, y, por tanto, biográfico Se puede ha- cualidad como en su intensidad, procede de la significación simbólica
cer la experiencia de denotar un objeto y comenzar a denvar del que el objeto adquiere para el sujeto, y que el sujeto le añade en forma
mismo las connotaciones correspondientes, en desorden, mediante lo de atributos, con su origen en experiencias biográficas singulares, ex-
que desde Freud se denomina asociación libre Hay una intrínseca im- clusivas del examinando Por tanto, tras un sentimiento surgido como
posibilidad de establecer limites para la misma El objeto denotado del connotación del primer nivel, esta todo un conjunto asistematico de
que se parte, que quiza conlleve un estado sentimental próximo a la in- presuposiciones (el que no mira no es de fiar, el que no hace ningún
diferencia, se torna fuertemente cargado de emoción en algunos de sus gesto es impenetrable, el que esta en alto es una autoridad, tiene po-
pasos der), asi como los sentimientos que suscitan cada una de estas presu-
He aquí un ejemplo extraído de un protocolo del que denominamos posiciones, movilizadas para la situación
THP l4 Una tarea de este tipo no es factible en la vida habitual de relación
La economía de la misma no permite hacer en ella lo que hacemos con
«Esto es el dibujo de la cabeza de un hombre mayor , me resulta un proyector detener la imagen En nuestra vida de relación, la suce-
desagradable, repulsivo » sión de escenas, todas ellas significativas, es constante y tiene su pro-
Se le sugiere continuar bajo la siguiente prescripción no dejar de pio ritmo Si hemos de estar en la realidad y actuar en ella de acuerdo
hablar mientras contemple el dibujo He aquí el material obtenido a los requerimientos recíprocos, nuestros y de la realidad, la actuación
«Tiene los ojos en blanco, como un ciego al que se le viera la parte ha de adaptarse a su ritmo, prescindir de muchos de los pasos de la
blanca de sus ojos Me inquieta, me produce malestar, como el de- secuencia que podrían sernos de ínteres (en la medida en que han sus
seo de apartarme disimuladamente de su lado para no verlo, citado un sentimiento determinado) para no petder el engaite con 11
claro, al mismo tiempo me da como pena de el, pena porque sin siguiente Solo ocasionalmente podemos prescindir de isa H.IIUI.KI
motivo alguno me resulte repulsivo, como si el no tuviera la culpa cambiante y provocaí una situación en la que sea laitibk d i k i u i s i .1

I 10 I II
modo de foto fija, en la cual re-crearnos en nuestra insistente relación tivos de los que afirma su inexistencia o la banalidad de su indagación.
con ella, y aceptar tan sólo las modificaciones emocionales que nos Sin embargo, no puede ser banal lo que perturba y perturba la rela-
suscitan las mutaciones cualitativas de la relación. De este modo pro- ción con el entorno, «contaminando» a objetos ajenos al provocado!'.
cedemos cuando vamos a una exposición o a un museo. Pero la cir-
cunstancia habitual a que he hecho referencia vale para la realidad ex- L es un ingeniero jete de una empresa de aparatos eléctricos que
terna y para la realidad interior: no nos detenemos a pensar cuáles son consulta por lo que le ha sido diagnosticado como distimias de-
las connotaciones de «-nivel que subyacen en nuestra relación con una presivas. Tiene 42 años, es casado, padre de tres hijos. «Es muy vul-
representación imaginada o fantaseada, 15 sino que a una escenifica- gar lo que a mí me pasa. Hay días que estoy de mal humor, y na-
ción sigue otra, muchas veces con caracteres caleidoscópicos. turalmente lo pagan o lo padecen todos los que dependen de mí. Ni
me aguanto yo mismo. Al día siguiente ya estoy de otro humor.
Todo ha pasado. Pero yo noto cómo se me van cargando las pilas,
cada día que pasa estoy peor, más irritable, hasta que llega el día
5. No hay sentimientos inmotivados en que no me aguanto ni yo y los demás me aguantan porque no
tienen otro remedio. De todas formas, en la empresa se notan los
Por imperativos de la realidad no podemos o no queremos indagar electos de esta situación, porque no se trabaja lo mismo si el jefe
en los racimos motivacionales que dan lugar a un sentimiento, siem- está de una manera o de otra, y porque la gente está a la espera de
pre estructuralmente complejo. En suma, pasamos a otra cosa sin cómo viene uno...» Las distimias han aparecido unos diez o doce
atender al porqué sentimos lo que sentimos ante un objeto externo o meses antes. No sabe a qué pueden deberse. Su relación de pareja
interno. Eso ha dado pie a algunos a pensar en la existencia de senti- se ha deteriorado un tanto, aunque no hacia fuera, en su relación
mientos inmotivados, tesis a la que nos hemos referido anteriormente. con amigos comunes. ¿Motivos? «Echo de menos cierta libertad,
Así, se habla de tristeza o alegría inmotivadas, agresiones «sin saber me pesa la lamilia, envidio a un compañero de la fábrica que está
por qué», «gratuitas», antipatía «visceral» (con la que se quiere signi- soltero, aunque mi mujer lo compadece...» En la lámina 4 del TAT:
ficar que procede de algo así como de lo biológico) o formulaciones ra- «Éste quiere irse y la mujer quiere retenerlo..., una escena de pelí-
cionalizadas que tienen valor como expresivas de la actitud del sujeto: cula..., ese póster o lo que sea que hay al fondo... No es un prostí-
«Esta mañana estoy de un humor de perros desde que me desperté», bulo, se trata más bien de que este hombre está cansado de en-
«Hoy no estoy para bromas: me he levantado con el pie izquierdo», et- contrarse siempre con la rutina, con la mujer que está desaliñada,
cétera. En la psicopatología que sirve de base a la Psiquiatría clínica no, con la rutina, la monotonía..., quisiera vivir alguna aventura, no
se ha hablado insistentemente de sentimientos inmotivados, sobre por otra cosa sino por darse el gusto de ser libre, de vivir con li-
todo a partir de Jaspers. 16 Hace muchos años que sostengo la tesis bertad lo que le apetezca, que no tiene por qué ser nada del otro
opuesta, a saber, la imposibilidad teórica de la inmotivación de la con- mundo... A veces sueño con otra mujer-, una muchacha que trabaja
ducta humana. 17 En el fondo, la tesis de Jaspers contiene en germen la en la fábrica. Lo que me gusta de ella es que me parece que no
oposición a la tesis freudiana del acto con sentido, y, lo más novedoso pide, no exige, me gustaría salir con ella, pasar días fuera... Algo
en su momento, la significación del denominado acto lallido (equivo- que no tenga que ver con la familia... Porque me recuerdo ahora a
cación, olvido, etcétera) sobre la base de connotaciones de Inerte carga mi madre, siempre en la casa, pero la casa era el fin, y mi padre
emocional. 18 Frente a la inmotivación, aceptada dando por indudable era la víctima, que tenía que aceptar todo». En la lámina H del
la sinceridad y objetividad del hablante, sostengo la tesis de que la apa- THP: «Este hombre es de piedra, está muerto, muerto en vida,
rición de un sentimiento ante un objeto obedece no a uno sino a va- quiero decir, está como petrificado, ya no es el que le hubiera gus-
rios motivos, nunca a ninguno, y que la negación de motivos —el «no tado ser, es como si se hubiera fijado ya de una forma y no pudiera
sé por qué»— es interesada, o sea, motivada a su vez, y que existe por ni siquiera moverse..., sensación de corsé, de vivir como vivimos lo-
principio la intrínseca posibilidad de desvelar motivaciones. No saber dos, en la norma, fijos a la norma..., sin poderse salir ya del laíl en
respecto de algo que es parte de uno mismo es en última instancia no el que uno mismo se ha metido... ¿Pero es que no se puede vívii de
(¡uerer saber. La respuesta «no sé» ni es exacta ni muchas veces veraz. otra forma?»
Es evidente, en primer lugar, que el sujeto nota el sentimiento porque
literalmente lo «padece»; y en segundo lugar, que reconoce la relación La indagación acerca de los motivos depara un inincdialo desaso
de dependencia entre el sentimiento y el objeto. Es respecto de los mo- siego. De aquí que lo habitual sea la actitud I i leí "alíñenle ai iclle\iv.i l'oi

I \? I I <
oti a parte, ese sentimiento que no ha sido autoexplicitado permanece, el sujeto en la indagación de los motivos de un determinado senti-
como ptoblema irresuelto, y se aplica a objetos de interacción ulterior, miento? Desde luego no a los demás, a los que no tiene que dar cuenta
peí o al fin pasa y cede su lugai a otros sentimientos, aunque con un de su intimidad El temor es a si mismo Planteemos el interrogante
coste en lorma de deterioro del propio sujeto y desde luego de las reía de esta forma ¿que imagina el sujeto que se derivaría del hecho de sa-
cíones con los demás En cualquier caso, afirmar «no saber» los moti- ber acerca del sentimiento perturbador? Se trata de un sentimiento de
vos del sentimiento que nos afecta evita una respuesta comprometi- angustia, de miedo ante la posibilidad, puesto que lo que pudiera acon-
da ante si mismo y/o ante los demás, porque no se reconoce como tecer ni ha acaecido ni, por otra parte, es seguro que sea lo que nece-
no-querer-saber, esto es, como negativísimo", no adopta los rasgos de sariamente acontecena Teme, en pocas palabras, a las consecuencias
una oposición abierta a saber, sino de un encubierto «ignorar» o un del saber, a enfrentarse consigo mismo y a la posibilidad de replan-
«imposible saber» Sin embargo, quienes padecen las consecuencias del tearse la totalidad o buena parte de su tabla de valores, hasta enton
sentimiento enojoso que presenta el sujeto en cuestión no aceptan el ees mantenida en un equilibrio relativamente estable De lo que se
rango de inmotivado con que se quiere pasar el sentimiento Es ademas trata no es de la cínica alternativa de «mejor malo conocido que bueno
curioso que los motivos que se ignoran correspondan a sentimientos por conocer», sino de la dolorosa aceptación de lo malo conocido Por
perturbadores, de irritabilidad, de descontento, nunca los de caractei eso se descubre prácticamente siempre una relación afectiva indeseada
eufórico expansivo, de autosatisfaccion l9 con un objeto concreto y, de rebote, consigo mismo Ese malestar di-
Si se acepta la tesis de que no hay sentimientos inmotivados, de que fuso, anterior al desvelamiento de las motivaciones, es el efecto-bucle
todo sentimiento, provocado por un objeto externo o interno, irrumpe de una relación, que se niega a aceptar, con el objeto Porque el pro-
siempre por motivaciones preexistentes en el sujeto, entonces se trata blema no es solo el «reconocer» el sentimiento indeseado que ahora se
de una forma de resistencia, de negativísimo ante ellas experimenta, sino el hecho de que los motivos del mismo suponen una
amenaza a la homeostasis interna, hasta entonces mantenida en pre-
cario gracias a la resistencia a saber, y la sustitución por el temido y
«Yo veo que es un niño que esta seno, que esta meditando acerca
angustioso desequilibrio
de su instrumento , me trae a la cabeza sonidos de viohn que me
producen mucha tristeza Me recuerda fotos de mi padre cuando
niño, con un mapa detras Me trae recuerdos del aduanero Rous- P es un hombre casado, de 47 años, con dos hijos Hay un estado
seau La música es importante, y lejos, me evoca muchas imáge- de especial mal humor e irritabilidad que, como dice la mujer, le
nes Tengo el rollo de mi padre, porque mi padre tuvo de niño un aparece a la vuelta de visitar a su padre «No falla», dice ella «Vie-
viohn y su padre se lo rompió Pienso que este niño no sera nunca ne de casa de sus padres y durante horas, yo dina que hasta el día
violinista, y que la vida le llevara por otro derrotero Todo me ha siguiente, no se le puede aguantar Lo mejor es dejar que se le pase,
aparecido a los pocos meses de estar en Madrid No puedo vivir sin hablarle lo menos posible, y desde luego no plantearle problemas
mis padres, y me he ido de la casa de mis padres al casarme y porque saldrá entonces poi donde nadie espera Muchas veces se lo
hasta de la ciudad en que nací y viví con ellos A mi padre le rom- digo mejor es para todos que no vayas Pero el insiste en ir Dice
pen el viohn como yo rompo eso que es lo que me ha unido a mi que quiere a su padre "como todos los hijos", que "no tiene nada
padre, y me voy de el, lejos de el » (Lamina 1 del TAT) contra el, porque le dio todo", pero lo cierto es que no se le puede
hablar cuando viene de verlo » El padre «le crispa» hasta ahí esta
Las connotaciones que aparecen no tienen carácter lineal, ni una dispuesto a llegar Esta dispuesto a sustituir crispar por «contes-
estructura arbórea consistente Se trata de estructuras zigzagueantes, tarle de mal modo» Pero la cuestión es el porque de ello
cuyos nexos parecen casuales porque no nos detenemos sino en los es- Lamina 8 BM del TAT «Este hombre esta con un cuchillo en la
labones representativos mano como dispuesto a hacer una especie de carnicería con el que
esta tendido, como si diciendo que es para curarle tratara de ma
tarlo Y lo mata, desde luego Este que esta como fuera de la la-
mina, tan arregladito, v ademas con una escopeta es, debe ser,
como su hijo, alguien que esta dispuesto a su vez a matarlo si
6 La resistencia muere el que esta tendido Vamos, yo dina que hay aquí una es
Si se admite que no saber sobre si mismo es una forma racionali- pecie de doble el que esta tendido, aunque no se le \e bien, ele Ix
zada de no-querer-saber ¿por que esa resistencia a saber' 3 ¿A que teme ser el mismo que esta con la escopeta Peto si mucie el ele la ui

I 14 I IS
milla, ¿cómo va a matar al del cuchillo?... Lo que imagino ahora es desapego del padre surge apenas concluida la carrera de ingeniero,
que el que está en la camilla piensa que, después de muerto, se apa- y se acentúa a medida que el padre se siente con autoridad para
recerá al del cuchillo con la escopeta como para asustarlo, y así aconsejarle lo que tiene que hacer en el futuro y se permite desa-
vengarse de él una y otra vez... Algo debió de hacerle el del cuchi- probar algunas de sus actuaciones.
llo a su hijo porque el que está en la camilla, no lo he dicho antes, Discutimos con P la irradiación sobre la tabla de valores y sobre la
es su hijo. Imagino que no tolera que su hijo sea más que él, que imagen de sí mismo consecuente al reconocimiento del sentimiento
tenga que envidiarle, vamos, que le odia, y entonces, en cuanto ha de odio, de aversión y repugnancia al padre. «En primer lugar, en
podido le ha dado una puñalada al hijo y ahora quiere hacer algo el plano moral no puedo ser con mis hijos lo contrario que soy con
así como una operación quirúrgica... Pienso en mi padre. Todavía mi padre; de ahí mi sequedad, mi falta de ternura hacia ellos, el in-
me considera como un niño, me regaña, me dice lo que tengo que tento de que no se me acerquen para no tener que despedirlos clara
hacer. No acepta, creo que no acepta, el que yo sea ya más que lo o no claramente. En segundo lugar, tampoco puedo gozar de mi es-
que él ha sido... Me molesta todo de él, su forma de comer, su res- tatus, de la situación que he obtenido. No me siento orgulloso de
piración, cuando saca el pañuelo y antes de sonarse mira las man- ello, porque lo que soy lo soy gracias a mi padre, y yo no le co-
chas de mocos... No puedo remediarlo. Mi madre me dice que com- rrespondo como debiera. En tercer lugar, el sexo... El sexo es un
prenda que ya es mayor; todas esas cosas. Yo creo que él preíiere problema. Cuando voy a hacer el amor' con mi mujer me siento mi
no verme, y sí, yo preferiría no verle, pero tengo que ir porque debo padre... He preferido a veces ir de putas... No me gusta, pero puedo
ir a verle por lo menos una vez a la semana». hacerlo, ¿cómo diría?, más libremente.»
En su fuero íntimo P desea la desaparición de su padre. Este sen-
timiento sería especialmente perturbador, porque le convertiría en En resumen, la resistencia a saber sobre los motivos de un senti-
un «hijo que desea la muerte de su padre», algo que ni siquiera está miento es inherente a la resistencia a saber sobre sí mismo; a las ine-
dispuesto a plantear. Ahora que se ve obligado a reconocer que en ludibles modificaciones respecto de la imagen de sí que ello conlleva,
realidad odia a su padre, sustituye todo el entramado del que de- al temor a no conseguir el reequilibrio tras la aceptación del senti-
riva el perfil de sí mismo, hasta entonces en homeostasis, de hijo miento indeseable hacia el objeto, o, lo que es lo mismo, a provocarse
que ama a su padre, a hijo que lo odia. Pero no se trata sólo de un desequilibrio aún mayor que el ya existente. Ese horror a enfren-
cambiar de signo una relación afectiva con un objeto exterior, en tarse con la realidad de uno es un metasentimiento; esto es, el senti-
este caso el padre. Un sujeto que ama al padre es como debe ser, miento ante el sentimiento experimentado, en este caso, el temor a re-
en el plano afectivo y moral. Por consiguiente, no amar, esto es, conocerse distinto a como se conoce hasta ahora.
odiar al padre es justamente lo contrario: alguien que es como no Aceptada la existencia del metasentimiento perturbador, cabe aún
debe ser, que siente lo que no se debe sentir. Pero nadie manda so- la posibilidad (engañosa, en cualquier caso) de mantener la precaria
bre sus sentimientos, lo único que es dable hacer es aceptarlos. homoestasis interna mediante la proyección de la culpa en el objeto.
Aceptar ahora que odia al padre le supone la máxima depreciación Si el objeto es provocador de un sentimiento y se le considera no sólo
moral. He aquí la función homeostática (aparente) del no saber que condición necesaria sino además suficiente para ello, entonces el sujeto
odia al padre. De saberlo, ha de cambiar respecto de sí mismo: no es culpable, lo es el objeto. Los motivos, que están en el sujeto, son
¿qué imagen de sí mismo deriva de esa concienciación ulterior de extroyectados* hacia el objeto, y además con categoría de causas, de-
odio al padre? Toda ella ha de ser profundamente modificada. jando al sujeto ajeno a la responsabilidad de las consecuencias de la
Mientras tanto, es la relación afectiva con la imagen de sí que más interacción. 20 Que se trata de una falacia, de un planteamiento errado
o menos oscuramente barrunta la que da lugar a este estado de pero autoconveniente, lo revela el hecho de que este mecanismo de de-
ánimo irritable, el propio del sujeto que, no aceptándose a sí mis- fensa se convierte a su vez en perturbador al resultar insuficiente para
mo, rechaza a los demás por cuanto, sin saberlo, se le aparecen lograr el equilibrio interno del sujeto.
como capaces de vivir sin conflicto consigo mismos.
Hasta qué punto el odio al padre trastrueca la tabla axiológica
hasta entonces ordenada respecto de sí mismo se comprende
cuando se siente en deuda hacia el padre. Empleado modesto, lo-
gró que su hijo, P, se hiciese ingeniero de minas, más tarde econo-
mista, y hov es jefe de una empresa importante. Por otra parte, el

I 16 I I /
Evolución sentimental
1. Notas preliminares
No tenemos evidencia acerca de cómo fueron nuestros sentimien-
tos en las tempranas etapas de nuestra existencia. Es un problema de
absoluta desmemoria. Hacemos inferencias acerca de cómo serían a
juzgar por las expresiones que vemos —ahora que somos adultos y re-
flexionamos sobre el problema— en niños recién nacidos y aun hasta
los dos años. Darwin fue el primero que llevó a cabo una investigación
de las expresiones emocionales del niño y, lo que fue fundamental, de
las posibilidades de reconocimiento de la expresión emocional de los
que componían su entorno. Posteriormente, los estudios seriados de
Charlotte Bühler, de 1930, mostraron que el recién nacido y los niños
de hasta 5-6 meses de edad, reconocen las expresiones de alegría y en-
fado. A Paul Ekman se deben los estudios más acabados acerca de las
diferencias de expresión, así como del momento en que se inician
las que considera formas emocionales básicas. Ahora bien, como reco-
nocieron la propia Bühler, y luego investigadores como Termine e Izard
y Harris, estas inferencias tienen un sesgo analógico: quien observa
al niño es un adulto, y desde el adulto que somos suponemos cómo
—salvando todas las distancias— nos comportaríamos si fuéramos ese
niño que tenemos delante. La inferencia parte de la función expresivo-
apelativa a la que se hizo mención en el capítulo 4: sabemos qué pre-
tendemos conseguir con la expresión de nuestros sentimientos, y por
qué simulamos la expresión, o la exageramos (algo que el niño aprende
muy pronto, por cierto); 1 comprobamos además que obtenemos lo que
se desea porque el otro, a través de nuestra expresión, nos lo otorga; a
mayor abundamiento, observamos que el niño, con su risa, su llanto,
su miedo o su cólera, obtiene aquello que de inmediato conlleva la de-
saparición de la expresión emocional concomitante. Parece, pues, que
desde el nacimiento se cumple la ley de que el objeto es algo que el su-
jeto detecta hiera de sí, el provocador inmediato del deseo implicado en
las respuestas de retención o repulsa del objeto. El objeto debe tener
en el recién nacido una estructura más compleja que la que supusie-
ron los psicoanalistas del corte de Melanie Klein.2 El recién nacido res-

121
ponde a algunas de nuestras expresiones, las que manifiestan alegría o nente cognitiva y la componente emocional Sobre esta cuestión de la
amenaza, lo que llevo a Darwin a suponer que este aprendizaje era in- modulandad cognitivoemocional insistiré ulteriormente H G Furtch 4
nato, pero ello revela —lo que ahora me importa subrayar— que el re ha recogido la afirmación tajante de Kierkegaard «El deseo solo existe
cien nacido responde emocionalmente tras la denotación de determi- cuando existe el objeto, y solo existe el objeto cuando existe el deseo
nados objetos, es decir, que también hay programas cognitivos innatos el deseo y el objeto son un par de gemelos, ninguno de los cuales puede
(a veces complejos, como los que conciernen al lenguaje) para la rudi- venir al mundo un solo instante antes que el otro» La consideración,
mentaria denotación de objetos, a los cuales añadir connotaciones afec- pues, del sentimiento sin objeto (amor, odio, simpatía, antipatía, envi-
tivoemocionales bipolares, de aceptación o rechazo, de protección o de dia, etcétera) es puramente teórica, no practica El amor o la simpatía
amenaza ' es a X, el odio o la antipatía, a Y
Remito a la distinción entre causalidad y motivación expuesta en el Darwin advirtió en el recién nacido expresiones, por ejemplo, de
capitulo anterior (causa en el objeto, motivos del sujeto) El recién na- tristeza, cuando la niñera simulaba ante el bebe que lloraba Tal cosa,
cido debe tener motivos para los sentimientos en la medida en que decía, ocurre porque el niño debe tener una percepción de las diferen-
existe en el un esbozo de sujeto, un sistema al que denominamos pro cias de expresión, que Darwin postulo que debían ser innatas, y debe-
tosujeto Si el objeto denotado es causa del sentimiento, los motivos ría serlo asimismo el reconocimiento del significado de estas expie-
deben ser el exclusivo deseo de posesión, única instancia al parecer pre siones elementales y en cierto modo extremas y bipolares (tristeza
senté en este estadio primario del sujeto deseo de posesión (prensión, versus alegría, sosiego versus amenaza) El recién nacido modifica la
succión, apego) de todo objeto, y que muy pronto se bifurca en dos ti- expresión de su rostro cuando aparecen rostros inhabituales para el
pos de deseo el deseo de retención y su opuesto, el deseo de aleja (o rostros habituales pero con expresiones inusuales hasta entonces) 5
miento del objeto A los pocos días, en efecto, el recién nacido llora Parece lógico inferir que el niño aprende por si solo «a leer» las ex-
porque no obtiene lo que anhela (los bra/os de la madre, el pecho ma- presiones faciales de los que se le acercan (siempre que se use un
terno, el sonajeio, etcétera), o porque no consigue alejar de si aquello parco repertorio de expresiones) En otras palabras, que aprende a ha-
que repudia (algún alimento que se le fuerza a ingerir, alguna ropa o cer interpretaciones de primer nivel6 de esos objetos que entran en su
vestido, etcétera) Ahora bien, si los deseos de segundo orden son re- todavía corto y estrecho campo perceptual Si el objeto se le convierte
tener/rechazar, uno y otro ofrecen estas dos posibilidades exito-satis en provocador de una respuesta emocional es porque lo detecta y lo
taccion-placer, y fracaso-insatisfaccion-displacer interpreta, si lo re-conoce con posterioridad, es porque lo recuerda y
lo remterpreta Al adulto le es posible «leer» las diferentes expresiones,
y reconoce el discurso emocional habitual, es decir, las expresiones co-
rrespondientes a los sentimientos usuales De hecho, nadie nos ha di-
2 Módulo cognitivoemocional estándar cho a cual de los muchos sentimientos posibles corresponde la expre-
sión que discernimos en el rostro de nuestro interlocutor, pero cuando
Las consideraciones precedentes permiten deducir que, si para el la expresión es «nueva», cuando es «original», no sabemos a que sen-
recién nacido hay ob)etos simbólicos desde el primer momento, y si timiento corresponde y permanecemos a la espera de que una expre-
desde el momento posterior al nacimiento hay procesos denotativos de sión ulterior nos aclare el significado de la precedente 7 Este es el sen-
objetos y las subsiguientes respuestas emocionales estereotipadas del timiento de perplejidad, inherente a la imposibilidad de «comprender»
sujeto, entonces es valida la formulación estándar, f(S/Ob), que consti- y «responder» adecuadamente al significado de la expresión Dicho de
tuye el modulo cognitivoemocwnal básico (Hago notar que aun no fi- otra forma en estas circunstancias, dado que no sabemos leer e inter-
gura el contexto (Cx) en esta formula El contexto es de aparición tar- pretar la expresión, no respondemos a su propuesta 8
día, con la socialización )
Desde el nacimiento a la involución senil, pasando por las etapas M es un joven de 22 años que ha remitido de un cuadro psicotico
intermedias, los sentimientos y sus objetos provocadores son ínsepa- agudo (brote psicotico, psicosis paranoidealucinatona aguda) Ha-
i ables y constituirán estructuras modulares para la ulterior evocación, blamos acerca de los momentos iniciales del cuadro, durante los
convertida a su vez en un objeto interno, también provocador La ex- dos o tres primeros días de insomnio reiterado, en los que, según
pei íencia de nuestra relación con un objeto rememorado es tanto la de contaba la madre, parecía mirar de manera escrutadora, indagato
que eia y como era el objeto, como que sentimiento nos produjo la n a En la primera entrevista no pronuncio una sola palabra Nos
evocación, la memoria explícita de una situación, incluye la compo- miraba atentamente, casi sin pestañear, pero de vez en cuando des

122 123
plazaba la mirada hacia el espacio inmediatamente próximo a mí. eventual desaparición del sujeto. Esa forma básica permitiría ofrecer
«Yo no sabía exactamente qué pasaba; para mí que pasaba algo, una explicación plausible de todas las complejidades de la vida emo-
que todos eran ya algo extraño, todos parecían que habían sido cional, gracias a la consideración de cada uno de los componentes
cambiados. Aunque no le conocía a usted pensaba que también su como una variable de la citada fórmula. Esta fórmula básica ha de ser
cara debía haber sido cambiada... Pero ¿en qué sentido? Aunque necesariamente tanto cognitiva como emocional y compone una suerte
era todo muy extraño, hasta incluso como de miedo, lo cierto es de módulo, que servirá por así decirlo de molde para la construcción
que yo no sabía exactamente qué querían decir las expresiones de de los futuros módulos cognitivoemocionales. El módulo constante
mi madre y de mi hermano mayor. Los miraba y pensaba: me quie- desde el nacimiento hasta la muerte es el insistentemente representado
ren o no me quieren o me quieren incluso matar. Me asombraba como fórmula básica o estándar:
cuando mi madre me decía que ella estaba conmigo, que por qué
no le hablaba... Yo pensaba que a lo mejor mentía y me hacía algo, f(S/Ob)
algún daño, pero también creía que podía fiarme de ella... Re-
cuerdo cuando usted me enseñó un dibujo... No sabía qué respon- al que se añadirá cuanto antes la variable contexto (Cx), una vez que
der, ni si respondí algo.» (La respuesta ante la lámina H del THP la relación simbiótica con los primeros objetos se sustituya por una re-
fue la siguiente: «la cara, una cara... la cara de una persona... la cara».) lación socializada. Es decir,

Ocurre con frecuencia que, si bien respondemos a las diferentes ex- f(S/Ob)Cx = Conflicto > éxito o fracaso
presiones del rostro del interlocutor, no sabemos decir en qué consiste
la diferencia (por ejemplo, el paso paulatino de la seriedad a la tris- donde / reviste la forma de deseo, mediatizado por los diferentes obje-
teza). Las modificaciones de la expresión son a veces subliminales (di- tos de deseo que aparecen en las etapas evolutivas del sujeto. El deseo
mensión de la abertura palpebral, del diámetro de la pupila, del des- conserva siempre una estructura bipolar (de retención/repulsión). La es-
censo del pliegue nasolabial, de la dirección de la mirada, de su brillo, tructura básica de este módulo ganará en complejidad desde la ele-
etcétera). Ekman ha tratado de determinar los movimientos de cada mental, que caracteriza la del recién nacido, hasta la adolescente; se
uno de los músculos del rostro (23 en total), para precisar lo más exac- lija en el adulto, y se simplifica de nuevo en la involución.
tamente posible en qué consiste la expresión que en cada caso podría- El carácter estructuralmente unitario del módulo tiene como con-
mos denominar diferencial. Es obvio que este método no tiene nada secuencia el siguiente corolario: no hay posibilidad de cambio en algu-
que ver con el que utilizamos en la vida cotidiana de relación, inda- nos de los elementos que lo componen sin que se modifique la totalidad.
gando en el rostro de la persona su estado de ánimo del momento. De otra manera, un cambio en alguna de las variables del sistema pro-
Aprendemos, pues, la gramática y la enciclopedia sentimental sin sa- voca modificaciones en cada una de las demás. Veámoslo con un ejem-
ber ni poder deletrear en el rostro que ante nosotros se expresa, como plo:
quien identifica la palabra sin reconocer las letras. Si una primera relación f(S/Ob)Cx concluye en éxito (éxito = +), la
A continuación me refiero a las primeras etapas en la evolución del ulterior relación parte de
sistema emocional, con implicaciones que no difieren en lo sustancial
de las que Dai-win, Ch. Bühler, Ekmann, Sorensen y Friesen, T/.ard, f(S+/Ob)Cx
Hiatt y muchos otros han hecho acerca de cómo se inicia la construc-
ción del sistema emocional del ser humano. Es un modelo evolutivo opuesta a la que se iniciaría desde un previo fracaso (fracaso = - ) , a
que da respuesta satisfactoria a muchos de los problemas concernien- saber:
tes a la arquitectura sentimental del adulto.
f(S-/Ob)Cx.

Ésta no es una cuestión abstracta y teórica. Si A ama a B y tiene


3. Fórmula esfándar: dinámica éxito siendo amado por B, A paite de una posición más elevada desde
la que iniciar una ulterior relación, inversa a la que se derivaría del fra-
La lesis es que debe existir una forma básica de relación sujeto/ob- caso en la relación amorosa con B. Además, no se ama del mis-
jelo, que debe mantenerse desde el nacimiento hasta la involución y mo modo siendo amado que no siéndolo, de manera que el limctor

124 I2S
cambia en la relación ulterior (amando más, menos, de otra manera a
como amaba, etcétera).
Pero ¿cuál es la posición del objeto después que el sujeto haya lo-
grado ese plus o ese minus inicial? También el objeto se modifica para
más o para menos, y ello coloca al sujeto en una neoposición conflic-
tiva, que es ya distinta de la primera, resuelta en forma de éxito o de
fracaso. A su vez, el contexto se altera en función del tipo de relación
existente entre ambos miembros de la estructura.
Todo esto es importante, pero subrayo en este momento dos cir-
cunstancias en las que es fundamental este dinamismo de la fórmula
estándar: 1) toda experiencia emocional modifica positiva o negativa-
mente al sistema del sujeto en su totalidad y lo marca, positiva o ne-
gativamente, para su ulterior organización emocional; 2) toda expe-
riencia emocional es una experiencia sobre el objeto, pero no —o no
sólo— sobre el objeto singular A o B, sino sobre el género o clase al que
pertenecen A o B. Así es como cualquier experiencia emocional queda
como tal en el sujeto, de manera que las posteriores acontecen sobre
la experiencia preexistente; y toda experiencia emocional sobre el ob-
jeto tiende a elevarse a la categoría de experiencia genérica (A = sexo
masculino; experiencia con A = experiencia con hombres).
Veamos con más detención las diferentes etapas evolutivas del apa-
rato emocional.

Figura del humúnculus motor y sensorial en el córtex cerebral.


4. Primera etapa: protosentimiento, deseo de posesión
tex cerebral (área motora) revela que las manos y la boca conservan su
El niño irrumpe en el mundo como una «máquina» deseante. Por relevancia (en forma de una mayor representación que el resto del es-
decirlo así, es lo único que sabe hacer: desear. Desea para subsistir, es quema corporal, véase figura adjunta) como instrumentos para la in-
decir, para que, satisfecho el deseo, pueda sobrevivir. Se necesitan ob- tervención con y sobre los objetos de la realidad. Por lo que concierne
jetos que desear. En esta primera etapa, todo objeto es deseable. Sólo una al sistema emocional, ésta es la etapa del protosentimiento*, caracteri-
vez que los objetos que le rodean han sido poseídos (prendidos, chupa- zada exclusivamente por el deseo de posesión del objeto. Si el niño es una
dos) decide si satisfacen o no su deseo, es decir, si le deparan placer o estructura dinámicamente deseante, hay que añadir de inmediato que
displacer. El recién nacido expresa su instancia a desear con los dos ins- sus deseos deben ser sustancialmente diferentes a los del adulto. ¿En
trumentos de que dispone en su rudimentaria motoricidad: la boca y las qué? Por lo pronto, en la simplicidad. Mientras el adulto tiene la posi-
manos. Es la etapa que, en la teoría general del sujeto, llamo de proto- bilidad de desear de muchas maneras (erótica, estética, intelectual, et-
sujeto, en la que lo característico es la indiferenciación, el uso limitado cétera), el recién nacido posee las dos maneras de desear referidas. Los
a estas dos áreas de su corporalidad, cada una con su específica fun- deseos del niño son tan simples que el adulto acierta a interpretarlos y
ción: la boca, para chupar; la mano, para atrapar y, desde ella, para la mayor parte de las veces los satisface. Los datos de la neuropsicolo-
chupar. El carácter reflejo de la succión y prensión revela que estos me- gía del recién nacido hablan en favor de que la relación sujeto/objeto se
canismos son innatos en el ser humano, es decir, que el programa desi- reduce, en un primer momento, al mero deseo de posesión del objeto y
derativo está genéticamente condicionado cuando menos en la indis- se traduce en el intento motórico de prensión y succión. Es significa-
pensable mecánica del movimiento. Rápidamente convierte el niño tivo que los primeros actos de relación del protosujeto con el mundo
otras áreas de su corporalidad en instrumentos para su relación con el sean actos de succión y prensión. El egotismo del adulto se manifestará
mundo exterior. Pero la representación homuncular en el área 4 del cór- en cogei", atrapar, prender, chupar.

126 127
En esta etapa del protosentimiento llamamos objeto (para el re- de la realidad, y cuánto de ese aprendizaje se hará a expensas de la re-
cién nacido) simplemente a lo que no es él, a lo que procede de fuera de lación y mimesis de los adultos que le rodean. En conclusión: el deseo
él.9 Pero como el recién nacido no identifica como de él el resto de su de posesión de todo lo que aparece en su campo perceptual constituye,
cuerpo, por ejemplo sus pies e incluso sus manos (sobre todo sus de- en la teoría del sujeto sobre la cual me baso, el sentimiento primige-
dos), concebirá éstos como objetos externos y, por tanto, objetos para nio, el protosentimiento.
ser prendidos y también chupados. Es de observación trivial que el En la fórmula estándar, esta etapa protosentimental se extendería
chupeteo del niño no es sólo del pecho materno (u objeto sustitutorio), de la forma siguiente:
sino también de sus dedos de la mano o del pie, tratados, parece, como
objetos también externos susceptibles de posesión. Estas consideracio- a) éxito * posesión: objeto mío: confianza,
nes sugieren que el recién nacido adoptará respecto de su cuerpo una seguridad
doble actitud: por un lado, como instrumento, cada vez más amplio y f (S/Ob) = conflicto
perfecto, para la relación con la realidad; por otra, como objeto mismo b) frustración > no posesión: objeto no mío:
de la realidad con el que mantener una relación, por tanto una rela- desconfianza, inseguridad
ción desiderativa. El niño en esta etapa desea su cuerpo; y más tarde,
como con cualquier otro objeto de la realidad, adoptará la bipolariza- (donde / representa el único sentimiento existente: el deseo de pose-
ción amor/rechazo. sión).
No hay aún esa mínima pluralidad que es la bipolarización del de-
seo en esta etapa protosentimental. Con otras palabras: no hay deseos En el esquema se representan las inferencias tras el éxito o fracaso
sino deseo. El recién nacido desea poseer todo y constantemente. Lo en la relación desiderativa de posesión del protosujeto, sobre las cua-
que para el recién nacido es todo el objeto tiene poco que ver con les llamó la atención Erik Homburger Erikson de manera convin-
lo que un adulto considera como tal. Tiene su lógica que el momento cente. 12 El plus que obtiene ese esbozo de sujeto que es aún el recién
inicial sea así. Para optar por el eventual rechazo o retención —una nacido, debe necesariamente experimentarse en el éxito como un sen-
disyuntiva— ulterior del objeto, que caracteriza la segunda etapa de la timiento que desde el adulto se define como confianza inicial, la con-
evolución del niño, es preciso de antemano poseer el objeto. Posesión tianza de que es capaz de lograr la satisfacción del deseo, la seguri-
significa, primero, prensión y succión. Luego, cuando lo oye o lo ve, el dad en sí mismo y la confianza también de que los objetos se dejan
niño dispone del mecanismo neurológico de persecución del obje- poseer. La situación opuesta, la desconfianza básica, la inseguridad,
to visto u oído para su posible y ulterior aprehensión. Seguir al objeto es vivamente sentida por cuanto el displacer es un reforzamiento ne-
con la mirada —«perseguirlo»— debe considerarse como forma de ini- gativo de mayor relevancia —siempre será así— que el reforzamiento
ciar la eventual posesión de objetos distantes. Los neurólogos y psicó- positivo inherente a la satisfacción del placer. No obstante, también la
logos evolutivos señalan que el recién nacido aprehende tan sólo las relación de frustración/fracaso tiene en el recién nacido su aspecto
cosas de su entorno inmediato, un entorno limitado por la cercanía e productivo: el conocimiento de que hay objetos que no logra poseer es
inmediatez de su horizonte perceptual. Es la forma de que se vale el la base de la incipiente separación entre el sujeto y la realidad exterior.
recién nacido para introducirse en el mundo de los objetos exteriores, Si toda la realidad exterior, o mejor, si todos los objetos de la reali-
incluido él mismo como uno más, y ciertamente el más cercano. dad exterior se lograran, esto es, se hicieran «míos», el niño no esta-
Como en esa primera etapa el único deseo del recién nacido es el blecería una barrera entre «lo mío» y «lo no-mío». Lo mío tiende a
deseo de posesión, el adulto debe estar atento a que el niño no alcance confundir al sujeto en la medida en que hace del objeto parte de él,
lo que pueda resultarle dañino. Si lo es y le depara displacer (dolor, esto es, lo integra en él. Lo no-mío, por el contrario, es la concreción
quemazón, mal sabor, etcétera) lo rechazará con posterioridad. De bruta de que hay algo fuera de él. El fracaso en la posesión, la «re-
antemano ha poseído el objeto. Pero ese rechazo preliminar es la intro- sistencia» misma del objeto a ser poseído, contribuyen a la construc-
ducción a dos tareas de suma importancia para el desarrollo y organi- ción de un espacio exterior constituido por objetos «ajenos» en donde,
zación del sujeto: la existencia de objetos exteriores ajenos a él; y la no para su posesión, desarrollará en el futuro estrategias cognitivas que
identificación sin más de lo deseado con lo deseable. 10 La experiencia le conduzcan al éxito. Es un hecho comprobado que un cierto grado
es preliminar-; por eso, el que deba ser protegido durante meses para de resistencia por parte del objeto a dejarse poseer y, en último tér-
evitar que lo poseído, si es dañino, le destruya," revela cuánto ha de mino, incluso de frustración, contribuye a un mejor desarrollo cogni
aprender para el ulterior, y progresivamente más amplio, conocimiento tivo del recién nacido. A la inversa: en elapas ulteriores enconli amos

128 I.")
sujetos especialmente diestros en la consecución de objetos del sosiego tras la expulsión del objeto fuente de displacer o colera ante la
mundo exterior y que se comportan como si todos los objetos, ya que imposibilidad de la misma
no suyos, debieran serlo, niños en los que no ha incidido el carácter A continuación representamos en esquema el proceso que tiene lu-
autoeducativo de la frustración Tales sujetos tienen una notoria dis- gar en la etapa presentimental
funcion en la barrera virtual separadora de su mundo interior y su
entorno, la función diacrítica, sobre la cual me extendere posterior-
mente Volvere sobre casos de este tipo en el capitulo 10 No debemos 1 a posibilidad f (S/Ob)Cx > conflicto • retención del objeto
hablar de inmadurez emocional en general sino en un sentido preciso a) éxito = placer (S+),
en la hipertrofia indiscriminada de la miocidad o) fracaso = displacer (S-)
En esta etapa protosentimental, la función vinculativa con los ob-
jetos tiene un doble carácter por una parte, de exigencia inmediata, de 2a posibilidad f (S/Ob)Cx * conflicto > expulsión del objeto
urgencia, por otra, de versatilidad La función expresiva se reduce a a) éxito = placer (S+),
dos formas la del sosiego/placer en caso de éxito y la del llanto/dis- b) fracaso = displacer (S-)
placer en el supuesto de frustración
El signo + representa el plus de segundad/confianza del sujeto tías
el éxito en la resolución del conflicto, el signo -, el minus de segundad
y confianza tras el fracaso en el intento de íesolucion del conflicto
5. Segunda etapa: pre-sentimientos. Retención/rechazo El + o el - en la autovaloracion del sujeto depende, pues, tanto del
éxito o fracaso en el logro de lo que ama, cuanto el éxito o el fracaso
Como es lógico, no todos los objetos cuya posesión se logra son en el rechazo de lo que detesta Obsérvese como la vida emocional
para el recién nacido una fuente de placei En la etapa inmediatamente gana en complejidad al introducirse el propio sujeto como objeto a va-
ulterior a la descrita, se le plantea al recién nacido una disyuntiva con lorar
los objetos logrados la de retenerlos si son placenteros o rechazarlos En la primera, a) conlleva la exaltación (segundad, confianza) del
si le son displacenteros, en suma, la catalogación de objetos para la re- sujeto tras hacer «míos» objetos amados, mientras en b) tiene lugar
tención, «míos», y objetos para el rechazo, «no-mios» una depreciación del sujeto (inseguridad, desconfianza en si mismo),
Desde los reflejos de succión y prensión, que hacen posible el pro- tras la incapacidad de hacer «míos» objetos amados
tosenümiento de posesión de todo objeto, y la subsiguiente respuesta En la segunda, a) deriva en exaltación del sujeto tras hacer «no-
de placer o displacer, el niño opta por hacet definitivamente suyos los mios» objetos odiados, y b) en la depreciación del sujeto tras la inca-
objetos o por alejarlos de si sin posibilidades intermedias aun, es decir, pacidad para hacer «no-mios» objetos odiados (si el objeto es de su en-
ordenando la realidad de acuerdo al principio del todo o nada, de la torno inmediato es vivido como hostil y amena/ador)
disyunción excluyente por la que se rige el principio desiderativo " Las
posibilidades intermedias aparecerán muy pronto, y son la base de la F es un niño de año y medio que no tolera el acercamiento del pa-
futura complejidad del sistema sentimental En esta etapa de que dre Esto ha sido una fuente de odio del padre hacia el hasta el
ahora nos ocupamos, y que denomino presentimental el niño adopta punto de llegar a malos tratos que supusieron la intervención judi-
la actitud de la bipolanzauon extrema Los pie-sentimientos son sen cial La madre dice que esta situación de miedo a la figura paterna
timientos optativos básicos, rudimentarios, que adoptan la forma del de se remonta a los 8 o 9 meses de edad Se aproximaba el padre y el
seo imperioso de aceptación o de techazo del objeto niño de inmediato se refugiaba en el regazo materno, si estaba en
En esta etapa presentimental sin embaí go, la vinculación con los brazos de la madre, se afen aba al cuello de ella y ocultaba el ros
objetos es mas duradera y la versatilidad decrece, hasta el punto de tro llorando a gritos El padre adopto una conducta análoga, pese
que el niño permanece ligado a determinados objetos durante semanas a que la madre le advirtió que no podía actuar como el niño, sino
o meses Hay pruebas de que el niño reconoce aquellos objetos que con tratando de que el acercamiento se hiciera progresivamente hasta
antenondad le fueron plácentelos o a la inversa molestos y displa que el niño le peí diera el miedo que parecía dominarle La madie
c enteros Aparece la impaciencia por la obtención o por el recha/o que supone que el miedo al padre se inicio tras ver al padre cbi IO gol
se le Ilustra La función expresiva es mas vana muestra alegría por la pcando la puerta de la casa la madie negándose a abmlc y de |.n
oble nc ion del objeto placentero o llora por la frustración, experimenta le entiai y como el nmo guiaba ele saloi adame ntc una v i / que el

no I ?l
padre continuó con insultos a ella e incluso intentó golpearla. Des- partes del objeto, opera como si fuera el objeto total, por la obvia li-
de luego, a partir de esa fecha se incrementa notablemente un re- mitación de sus capacidades cognitivas. Pero no deja de ser interesante
chazo que ya venía apreciándose hacia la figura paterna. En las úl- que el ser humano acceda al entorno con una «visión» ilusoria, de
timas semanas, ese rechazo se ha hecho extensivo a todo adulto del la que jamás se librará del todo. De hecho, le ocurre también al adulto,
sexo masculino, cuya vista provoca de inmediato el refugio en la aunque se encuentre en condiciones de superar esta primera relación
madre. parcial y fragmentaria con el objeto bajo una consideración multi-
perspectivista. Los adultos operamos con los objetos mesa, silla, libro,
Cualquiera que sea el desarrollo emocional del sujeto, el paso a una etcétera, como si fuera con el objeto total. Es de imaginar, sin em-
etapa superior, de mayor complejidad y matización emocionales, no bargo, que el niño no está en condiciones neuropsicológicas de consi-
elimina totalmente algunos de los componentes de la etapa anterior. La derar la relación con el objeto como fragmentaria y parcial. Tampoco
compulsividad a la posesión de todos los objetos, característica de las es presumible que tenga de su propio cuerpo un esquema total. Por lo
etapas proto y presentimental, irrumpirá esporádicamente en la rela- que sabemos de la construcción del esquema corporal (P. Schilder) y
ción sujeto/objeto del adulto, dando lugar a comportamientos trans- de su representación como homúnculos motores y sensoriales en las
gresores de las reglas contextúales, que derivan de una relación emo- áreas 4 y 2 respectivamente del neocórtex, sólo en años posteriores al-
cional «infantil», «inmadura», «rudimentaria» ante el objeto. No sólo canza el estatuto de totalidad, aunque con relevancias distintas según
en etapas ulteriores aparecen módulos cognitivoemocionales caracte- los sectores del cuerpo (mayores en manos, pies, boca; menores en
rísticos de etapas proto y presentimentales, sino que en la involución tronco, en especial la parte posterior del mismo).
senil aparecerán de nuevo los pre y protosentimientos, en una suerte Dado el rango simbólico de la relación sujeto/objeto, y aun cuando
de «vuelta a la infancia». 14 Pero aún sin llegar a estos extremos, mu- en puridad se trate de relaciones parciales con el objeto, ¿qué signifi-
chos adultos mantienen una tendencia a la bipolarízación cuando me- cado tiene retener o rechazar el objeto? 17 Desde mi punto de vista, su-
nos en algunos aspectos de su tabla axiológica y organizan la realidad pone la identificación de lo retenible como «mío» y lo rechazable como
en función de bipolaridades, sin las posibilidades intermedias, matiza- «no-mío», y, por tanto, el primer esbozo de una distinción de excep-
das, que veremos características de la etapa sentimental propiamente cional importancia en los procesos cognitivos, a saber, la diferencia-
dicha. De este modo, un objeto es bueno o malo, bonito o feo, limpio ción entre él (aún protosujeto) y lo que no es él (aún protorrealidad):
o sucio, decente o indecente, etcétera, en una actitud que considera- es decir, el esbozo del proceso diacrítico. Desde el primer momento, el
mos justamente inmadura. La incapacidad para matizaciones senti- niño neuropsicológicamente sano contará, como una exigencia inelu-
mentales es una forma de alexitimia*, y remite siempre a esta etapa dible, con la diferenciación fundamental entre «lo de dentro» y «lo de
presentimental. fuera», entre mundo interno y mundo exterior.18 Lo que el niño desea
Antes de considerar las etapas ulteriores del desarrollo emocional y trata de hacer suyo y de retenerlo como «mío», es de fuera; lo que
es preciso un excurso acerca de la relación sujeto/objeto en estas dos rechaza y aleja de sí, es objeto también de fuera. De aquí que en los
etapas a las que hemos hecho reíerencia. objetos del mundo exterior establezcamos distancias espaciosubjetivas:
«lo de uno», aunque exterior, en cuanto «mío», es «propio», se incor-
La relación de objeto, relación parcial: ambivalencia y escisión del objeto pora al proto y presujeto y, como si fuera el propio cuerpo, se consti-
Una de las inferencias procedentes de la teoría psicoanalítica con tuye en parte externa de sí (lo será la pelota, el muñeco o el trapo).
mayores probabilidades de certeza es la de que la relación sujeto/ob- Desde el cuerpo de uno, al que ha incorporado todo «lo mío», se traza
jeto es, en el recién nacido, una relación fragmentaria, aunque no se- esa otra línea fronteriza de lo «propio» con lo ajeno, «lo otro». Obsér-
pamos ciertamente el qué y el cómo de la misma, y sólo podamos apo- vese, pues, el gran salto adelante: de la sola diacriticidad (mundo ex-
yarnos en este aspecto en los conocimientos neuropsicológicos que terno/mundo interno) a la también propiedad (lo mío/lo no-mío).
poseemos.]I> Otra es que el objeto primero de la relación está en fun- Ahora bien, ¿qué ocurre cuando partes de un mismo objeto resul-
ción de la nutrición, es decir, del pecho materno (o su sustituto). Las tan deseables para la retención y otras para el rechazo? Esta situación
observaciones a este respecto parecen hablar, en primer lugar, de una a la que el recién nacido se ve abocado desde su etapa de presujeto es
pulsión de posesión/dcvoración (protosentimiento) y, en segundo, de la de ambivalencia, situación que, desde mi punto de vista, no ha sido
no ser gratificante, en deseo de expulsión (pre-sentimiento). Todos los correctamente interpretada. 19 La ambivalencia inicia la complejidad
objetos parecen ser en principio objetos para la posesión/devoración. 16 del sistema sentimental, pues exige la escisión del objeto, es decir, su
Aunque para el recién nacido se trate de relaciones siempre con aprehensión por partes, y, en consecuencia, su relación emocional in-

I \? m
dependiente con cada una de ellas. El mismo objeto puede ser deseado objeto, de su valor. El objeto pasa a ser de la clase en la que el niño lo
para su retención/posesión y para su rechazo/alejamiento: una contra- incluye por su significación preferencial.
dicción interna que por sí es una fuente de conflicto y que se tratará Característico de esta organización de la realidad es que no incor-
de resolver como se pueda (si se puede). pora aún extensas zonas del propio cuerpo como objeto. Aquellas par-
tes del cuerpo, boca y manos, hasta entonces instrumentos para la
Organización axiológica aprehensión y succión de los objetos se viven como el cuerpo total.
Parece indudable que la rudimentaria realidad en la que se desen- Con posterioridad, cuando se complete el esquema corporal, el objeto
vuelve el recién nacido y de la que extrae objetos por los cuales optar cuerpo será especularmente reflejado en su casi totalidad (partes del
(hacerlos suyos o alejarlos de inmediato), constituye la primera organi- mismo permanecen siempre imprecisas, «en la sombra», y no pueden
zación axiológica de la realidad, a la cual me he referido brevemente en ser motivo de la misma atención que el rostro, la cara anterior del tó-
el apartado anterior de este capítulo («Pre-sentimientos») y en el capítu- rax, las nalgas o las piernas), y considerado asimismo susceptible de
lo 5, a la que añadirá complejidad y matización en etapas ulteriores del intercambio y, por tanto, una fuente de placer/displacer.
desarrollo. Desde las primeras semanas, el recién nacido organiza la re-
alidad a su modo, esto es, concorde con sus posibilidades cognitivoe- Pre-sentimientos y bipolarización20
mocionales. Conoce lo que puede y desea como puede. Pero pasadas las Aunque se mantenga la tendencia a extremar los sentimientos en la
primeras semanas del nacimiento, ya en la etapa del presujeto, el niño segunda etapa, la presentimental, los resultados habidos en la relación
descubre que hay objetos de la realidad que no son de él y que, por con objetos amados u odiados (con resultado de éxito o de fracaso) in-
tanto, no poseen el carácter de «míos», pero podría y desearía hacerlos crementa el repertorio emocional. Todos los pre-sentimientos poseen
«.míos». Para que los objetos sean suyos le es preciso esperar, porque los aún ese carácter intenso, absolutizador, del todo o nada. Pareciera que
objetos no le son ya donados sino que han de ser obtenidos. Los obje- el sujeto se diera del todo para la obtención o rechazo del objeto. La
tos que desea hacer suyos pero que no le son dados, son objetos no-míos intensidad se acompaña, en esta etapa, de durabilidad, porque decrece
pero no-malos. El objeto deseable pero no-mío se configura como obje- la versatilidad, factor al cual ya se ha aludido. Los estados emociona-
tivo único de su deseo. El niño ha aprendido para entonces elementa- les dejan de tener ese carácter de crisis —placer/displacer— de la etapa
les formas de chantaje y seducción mediante las cuales conseguir el ob- protosentimental. Así, encontramos determinadas polarizaciones, in-
jeto de quien puede otorgárselo. La terquedad es una de ellas; otra, el cluso dentro del mismo género de sentimientos, reveladoras de la ca-
rechazo de lo que no se le da de inmediato; una tercera, el rechazo no pacidad del presujeto de responder más matizadamente. De este tipo
del objeto, sino de aquel que no se lo da. El niño se encuentra en esta son algunas de las respuestas que a continuación se describen:
etapa de pre-sentimientos ante más amplias y complicadas posibilida-
des de relación, tanto más cuanto que ahora se trata de conservar las re- A) EUFORIA VERSUS DEPRESIÓN
laciones de éxito y superar las de fracaso. El sentimiento que deriva de la posesión y retención duradera y se-
La organización axiológica de la realidad pasa a ser ilusoriamente ob- gura del objeto deseado, así como del alejamiento definitivo, perma-
jetiva. De ser el objeto deseable porque lo deseo yo, es ilusoriamente nente, de los objetos ¡ndeseados, es la euforia; el que deriva de la no
convertido en deseable por sí, e igual pero a la inversa ocurre con el ob- posesión continuada del objeto deseado es la tristeza, la depresión. La
jeto que se considera rechazable. Ahora bien, las cualidades atribuidas depresión puede sustituir a la cólera (véase más adelante en este
al objeto pasan a ser predicativas (propiedades) en virtud del meca- mismo capítulo) si el niño no consigue la permanencia del objeto en
nismo de proyección y la ruptura de la barrera diacrítica: el deseo, in- su espacio privado o si fracasa en la expulsión de objetos indeseados,
terno, pasa a ser realidad, es decir, externa. La organización axiológica que se le tornan hostiles y amenazadores. Mientras la euforia confiere
subjetiva, pues, tratará de imponerse como «objetiva»: ése es, justa- plenitud, confianza y poder al sujeto de cara a sí mismo y a futuras re-
mente, el resultado de la distorsión en la imagen que el sujeto tiene de laciones de objeto, la tristeza confiere depreciación e impotencia. La
los objetos del entorno: el objeto es bueno porque [me] es bueno, es experiencia obtenida en la psiquiatría clínica de la infancia y en la ex-
malo porque [me] es malo, etcétera. La imposición de la personal ta- periencia psicoterapéutica es que ni la euforia ni la depresión, aunque
bla de valores en tanto que objetiva, que es prácticamente constante expresadas, tienen categoría aloapelativa, esto es, de reclamo ante el
en los seres humanos, obedece a esta razón: el objeto no es bueno o otro, sino más bien de autoapelación, en forma de concienciación de
malo porque me lo parezca sino porque lo es (como es redondo o cua- sí mismo. Mientras en la euforia el niño se muestra a veces donador
drado o rojo o amarillo). De nuevo la elevación ilusoria del rango del de objetos, la impotencia ante el logro de objetos que tiene lugar en la

I 14 I 1S
depresión se t r a d u c e en i n t e n t o s de a u t o d e s t r u c c i ó n . La idea de a u t o - de la p r o p i a i m p o t e n c i a con odio a la p o t e n c i a del rival. Con la envi-
destrucción, el s e n t i m i e n t o de odio d e sí m i s m o q u e le insta a a n i q u i - dia, la r e l a c i ó n h a s t a a h o r a sujeto/objeto se convierte, d i r e c t a m e n t e , en
larse, tiene en el n i ñ o su origen en la p r o f u n d a d e p r e c i a c i ó n de la ima- u n a relación sujeto/sujeto', es decir, con o t r o sujeto, el p o s e e d o r del ob-
gen de sí m i s m o . Si a la i m p o s i b i l i d a d de posesión y r e t e n c i ó n del jeto a p e t e c i d o . P o r eso la envidia n o es sólo p o r el bien q u e el o t r o po-
objeto se a ñ a d e la p r e s e n c i a de o t r o q u e lo posee y retiene, a la de- see, sino p o r la identidad, el ser del e n v i d i a d o , c a p a z d e lograr y rete-
presión a c o m p a ñ a la envidia, m e t a s e n t i m i e n t o inicial frecuente en es- n e r el objeto e n v i d i a d o .
tas e t a p a s tan t e m p r a n a s de la existencia. El n i ñ o n o sólo e x p e r i m e n t a La envidia es u n a s i t u a c i ó n e x t r a o r d i n a r i a m e n t e positiva p a r a la
la envidia sino q u e sabe d a r envidia a los q u e le r o d e a n . Volveré luego c o m p l e j i d a d y e n r i q u e c i m i e n t o d e la vida afectiva. El odio/envidia, es
sobre este p u n t o y en Apéndice D, d e d i c a d o a este t e m a . decir, o d i o / a d m i r a c i ó n , coexisten en el sujeto en sus relaciones, a ve-
ces virtuales y lejanas, con o t r o . P r e c i s a m e n t e p o r q u e ni la envidia ni
B) DEPRESIÓN VFRSUS PENA la a d m i r a c i ó n se r e c o n o c e n (implica c o n c i e n c i a d e la iñfravaloración),
La distinción e n t r e d e p r e s i ó n y pena, fácil de h a c e r p o r lo general el n i ñ o a p r e n d e a c o n s t r u i r r a c i o n a l i z a c i o n e s q u e le defiendan de la
en el a d u l t o —la p r i m e r a en t a n t o a u t o d e p r e c i a c i ó n m a y o r o m e n o r de c o n c i e n c i a de su d e p r e c i a c i ó n y de su i m p o t e n c i a , t a n d o l o r o s a s . Todo
sí m i s m o y la s u b s i g u i e n t e conciencia de i m p o t e n c i a , y la s e g u n d a ello s u p o n e m á s complejidad y m a t i z a c i ó n , y la a d o p c i ó n de compli-
c o m o r e s u l t a d o de la p é r d i d a real del objeto «mío» y s o b r e el q u e se c a d a s estrategias t r a n s a c c i o n a l e s , así c o m o el d e s c u b r i m i e n t o d e m e -
proyectó u n m o n t o de n u e s t r o s afectos—, p u e d e h a c e r s e t a m b i é n en c a n i s m o s de defensa q u e s a l v a g u a r d e n su identidad lograda. De t o d a s
esta e t a p a p r e s e n t i m e n t a l , s e g u n d a en la evolución del s i s t e m a e m o - l o r m a s , en estas e t a p a s p r o t o y p r e s e n t i m e n t a l , la frustración a d q u i e r e
cional del n i ñ o . M i e n t r a s la tristeza resulta del fracaso c o n t i n u a d o en la f o r m a d e c a t á s t r o l e , i n h e r e n t e a la intensidad y p e r e n t o r i e d a d con
la o b t e n c i ó n del objeto y revierte en el m e t a s e n t i m i e n t o d e i m p o t e n - q u e se vive el d e s e o d e p o s e s i ó n o d e r e p u l s i ó n del objeto p o r p a r t e d e
cia, a h o r a existe o t r a posibilidad: el objeto q u e hizo suyo p u e d e dejar un sujeto cuya socialización n o se h a iniciado. En estas e t a p a s , el su-
de serlo, p u e d e p e r d e r l o (lo q u e es peor, p a s a r a otro). La pena no es jeto es sólo deseo. 2 2
un presentimiento de impotencia sino de carencia; más precisamente
aún: de mutilación. D a d o q u e existen en el n i ñ o posibilidades de evo-
cación de objetos d e s e a d o s , aquél n o p r e s e n t e p u e d e ser d e s e a d o tras
la evocación y, si «no lo e n c u e n t r a » , el s e n t i m i e n t o q u e a p a r e c e es la 6. Tercera etapa: sentimientos
p e n a p o r el objeto del q u e se ve d e s v i n c u l a d o p o r c a u s a s ajenas, p e r o
m á s p o d e r o s a s q u e él. 21 La tercera etapa, la e t a p a de los s e n t i m i e n t o s p r o p i a m e n t e dichos,
coincide con la c o n s t r u c c i ó n del sujeto c o m o s i s t e m a de yoes cognitivo-
C) AGRESIVIDAD Y ENVIDIA e m o c i o n a l e s diferenciados. Se inicia en el p e r i o d o en q u e al n i ñ o se le
La agresividad en el n i ñ o se p r e s e n t a f r e c u e n t e m e n t e c u a n d o fra- i m p o n e la socialidad, h a c i a los dos o tres a ñ o s , y se le exige el a b a n -
casa en la o b t e n c i ó n del objeto d e s e a d o . C o m o q u i e r a q u e el objeto es d o n o de las relaciones unidireccionales, p e r e n t o r i a s y a b s o r b e n t e s . E s
de o t r o y n o se le da, la agresividad se proyecta en el p o s e e d o r y no u n a e t a p a en la que, en m a y o r o m e n o r g r a d o , los a d u l t o s —los pa-
d a d o r del objeto. La agresividad i r r u m p e t a m b i é n si el objeto se le sus- d r e s — t r a t a n de d e s p r e n d e r s e del p a r a s i t i s m o del n i ñ o . Si no lo con-
trae. P o r lo t a n t o , la agresividad acompaña o a la frustración del objeto siguen (el papel de los a d u l t o s es decisivo a este respecto), el d e s t i n o
no obtenido o a la pena por la pérdida del objeto. Toda (rustración re- del n i ñ o e s t a r á m a r c a d o p o r la inhibición y el r e p u d i o de nuevas inte-
vierte e n el sujeto, t r a s el p r o c e s o d e bucle, e n f o r m a de d e p r e c i a c i ó n r a c c i o n e s y la r e t r a c c i ó n a círculos m u y l i m i t a d o s , p r e c i s a m e n t e de
de la p r o p i a i m a g e n , en conciencia de la i m p o t e n c i a . La agresividad adultos, esos q u e p r o s i g u e n con sus a c t i t u d e s de m i m o s y n o h a n lo-
incide 1) sobre el objeto m i s m o q u e n o se deja p o s e e r (/ c o m o amor, g r a d o d e s p r e n d e r s e de su d e p e n d e n c i a respecto del niño. Una c o n d i -
se convierte en / c o m o odio); 2) a n t e sí m i s m o (de a m a r s e a odiarse); ción básica p a r a situarlo definitivamente e n esta e t a p a es h a c e r q u e el
v 3) a n t e el p o s e e d o r del objeto d e s e a d o (de a m a r l o a odiarlo y envi- n i ñ o r e p r i m a la p e r e n t o r i e d a d u s a d a en la d i n á m i c a de los p r o t o y pre-
diarlo c o m o p o s e e d o r p r e c i s a m e n t e de lo q u e a n h e l a y no posee). En s e n t i m i e n t o s , p o s t e r g u e la satisfacción de sus r e q u e r i m i e n t o s y los
esla e l a p a p r e s e n t i m e n t a l la envidia es de u n a i m p o r t a n c i a decisiva, a d e c u é al principio de realidad, es decir, a p a u t a s s e m e j a n t e s a las del
t o m o hicieron ver Freud, Melanie Klein y H . S . Sullivan. Se trata, desde a d u l t o . Me p a r e c e l u n d a m e n t a l q u e el n i ñ o se sienta obligado a h a c e r
mi p u n t o de vista, de la aparición del primer metasentimiento (aunque un iuten'alo e n t r e el deseo del objeto y sus posibilidades di' logro, esto
no leconocible c o m o lal p o r el envidioso). La envidia, el s e n t i m i e n t o es, e n t r e la posesión, a ú n imagina) ¡a, v la real. lisio h a i á posible la

I \a I VI
transformación de las respuestas urgentes en proyectos de comporta- instrumento de que se vale el sujeto para la aprehensión y relación con
miento, es decir, estrategias inteligentes, y sobre todo la consideración los objetos, esto es, para las interacciones, eróticas, empáticas, intelec-
de que toda interacción es una relación de intercambio. Con la socia- tuales, etcétera. Habrá que hacer del cuerpo el vehículo más eficaz po-
lidad el niño aprende a dar para obtener. sible, o rendirse a la evidencia de su inutilidad o su insuficiencia y uti-
Al mismo tiempo, el desarrollo cognitivo ofrece un tipo de organi- lizarlo para indispensables transacciones y llevar, así, una vida de muy
zación de la realidad que se opone al de la organización axiológica, escasas interacciones, una vida, en suma, de privación afectiva.24 Debe
meramente desiderativa. Las cosas no serán ya como nos parecen; pue- considerarse a Alfred Adler, el psicólogo tan olvidado en la actualidad,
den ser quizá como les parecen a los demás. La teoría acerca de la rea- el primer investigador que llamó la atención formalmente sobre la sig-
lidad no tiene obligatoriamente que ser confirmada, el punto de vista nificación psicopatológica de las limitaciones del instrumento corpo-
subjetivo no siempre será el adecuado. Existen también los puntos de ral. El sujeto se priva de muchas interacciones, eróticas, afectivas, de
vista de los demás. Es la aceptación inicial del principio de realidad, simple amistad, en la medida en que las juzga imposibles con un
es decir, de los otros, y con ello de las posibilidades intermedias de va- cuerpo infravalorado. La seguridad e inseguridad que deriva del éxito
loración, que aunque no suplantan la bipolarización extrema de las o fracaso de la interacción es un éxito o fracaso del cuerpo, de sus po-
etapas proto y presentimental, introducen gradaciones en ellas. Hay sibilidades como instrumento para la expresión y comunicación, o
objetos muy buenos, buenos, menos buenos, mejores o peores que sea, para la interacción. Aludo a la estatura, complexión corporal,
otros, buenos para mí pero no para los demás, etcétera. Estas posibi- tono de voz, de elocución, morfología del rostro, etcétera, así como las
lidades intermedias permiten el juego de transacciones como las si- posibilidades funcionales y estéticas (fortaleza o debilidad; saludable
guientes: sustituciones: «si no P, entonces Q»; o intercambios: «si P, en- o enfermizo; agradable o desagradable). Se ha de contar con el pro-
tonces no O»; objetivaciones: «P, aunque no mío, es mejor (o más pio cuerpo, con los atributos que conforman lo que se llama la cor-
bonito, etcétera) que mi Q». La frustración del objeto deseado no es poreidad: el conjunto de rasgos que conciernen a la morfología y fun-
catastrófica, o tiende a serlo cada vez en menor medida. cionalidad del cuerpo directa y primariamente observables por los
demás.
La vinculación con los objetos se hace más duradera en esta etapa.
Es el periodo en que se inician amistades, formas de vinculación afec- En otras áreas de la identidad los demás no juegan el papel que jue-
tiva de cuantía y cualidad completamente nuevas a las dependientes y gan en la de la corporeidad. Desde niño se tiene la evidencia de cómo
parasitarias de antes. La introducción al ámbito de las amistades es los demás valoran la corporeidad de aquel con quien se interactúa. Los
trascendental para el niño: le descubrirá a sí mismo formas de afecto otros niños saben que P es débil (y se le puede pegar) o es fuerte y ágil
hasta entonces inéditas, que, además, ha de hacer compatibles con las (y hay que respetar), que es inteligente o no, saludable o enfermizo,
antiguas y elementales de amor/odio. La iniciación en la amistad coin- guapo o feo, de estatura normal, en exceso baja o alta, flaco o grueso,
cide con la aparición de sentimientos de simpatía y antipatía, de gru- más o menos viril, más o menos femenina, etcétera. La seguridad/con-
palidad. Frente a la disyunción excluyente de las primeras etapas de fianza o la inseguridad/desconfianza ya no son, como las básicas,
relación con los objetos, aparecen formas varias de la disyunción tran- resultado de la interacción con figuras parentales, sino segundas, de-
saccional: «amo a P, pero...»; «odio a Q, pero...». Como dice Lidz et al. rivadas de la interacción con los demás. Se trata de confianza/seguri-
amar y repudiar son básicos, pero conseguir el objeto amado o des- dad (o desconfianza/inseguridad) sociales, en las que el cuerpo es el
prenderse del odiado es una estrategia. 21 instrumento mediador. La imagen se configura a expensas de nuestras
actuaciones (adecuadas, inadecuadas, inteligentes, torpes, hábiles, va-
lerosas o cobardes...), las cuales tienen lugar con el cuerpo con el que
Los sentimientos y la corporeidad. El estado de ánimo
se habla y se gesticula. Los demás infieren intenciones a través de las
Esta etapa en la que tiene lugar la aparición de los sentimientos
actuaciones, pero las actuaciones están ahí, son materiales, son pala-
en sentido estricto, esto es, remedos ya de los sentimientos del adulto
bras, frases, discursos, y son también saludos, miradas, gestos, postu-
v maduro, coincide con la completud del esquema corporal y la obje-
ras; en suma, símbolos codificados en el discurso cultural.
tivación del propio cuerpo. El cuerpo se trata como un objeto externo
porque es perceptible, pero es el objeto propia y exclusivamente mío.
Mientras los demás objetos empíricos pueden ser o no ser míos y cabe G es una muchacha de 16 años que pesa actualmente 103 kilogra-
la opción de que dejen de ser míos según agraden o desagraden, el mos. Ha sido muy estudiosa y cumplidora, hasta que hace cuatro
cuerpo es mío, cualquiera que sea el valor que le confiera. El cuerpo años abandonó los estudios ante la hostilidad de sus compañeras y
puede ser aniquilado, pero no puede ser desechado porque es el único compañeros. Pesaba entonces 62. La llamaban chopila, huilona,

IW IW
piernaza, saco; le cantaban canciones con letras sarcásticas alusi- Cualquiera de las que intente está por él mismo condenada al fracaso
vas a su peso, a su manera de caminar. Los profesores se oponían de antemano. Es imposible estar alegre, simpático, cordial, generoso
a que dejase el instituto, porque era capaz y cumplidora. Se la tras- desde un estado de ánimo resultante del odio y el rechazo absoluto de
ladó a otro colegio en donde no hubo hostilidad alguna para con sí mismo. Nada del mundo puede gustar si el sujeto no se gusta a sí
ella, pero ya estaba tan desanimada que le fue imposible incorpo- mismo.
rarse a alguno de los grupos; ante la dificultad por parte de ella y La contraposición entre el estado de ánimo —como un sentimiento
la inactividad de los demás, se quedó sola, aislada, dedicada al duradero— y los sentimientos versátiles provocados por las interac-
principio a sus estudios y a sus lecturas en casa. Pero dos meses ciones con los objetos circunstanciales, ha dado pie a que se planteen
más tarde le fue imposible seguir en ese aislamiento y comunicó a problemas que se vuelven eternos por la forma incorrecta como se pre-
los profesores que dejaba los estudios... Han pasado cuatro años. sentan, tal la inexistente contraposición entre lo biológico y lo psico-
Su vida es su casa (apenas sale) y la televisión. No tiene amistad al- lógico. Así el problema del temperamento, abandonado hace décadas,
guna. Apenas habla con los padres. No tiene hermanos. Hace un ahora resurge desde el enfoque biológico que ofrecen las investigacio-
año abandonó el gimnasio al que asistía dos veces por semana. En nes metabólicas y endocrinas. Al fin y al cabo, el niño tiene concien-
la lámina M del THP: «Una mujer cabizbaja, gordita, mira para cia de su corporeidad merced a la significación axiológica, positiva o
abajo, no mira de frente, está como con vergüenza de algo, de ella negativa, que en cada cultura poseen rasgos corporales que se estiman
a lo mejor... No sé más». positivos o negativos, y al valor instrumental de sus características fun-
cionales (más o menos inteligente, más o menos ágil, más o menos elo-
En esta etapa aparece en el niño lo que se conoce como estado de cuente, etcétera). Pues bien, algunas de estas características están li-
ánimo*, que mantendrá por lo general hasta etapas ulteriores. Lo pe- gadas a rasgos temperamentales y sin duda tienen una base genética
culiar del estado de ánimo es su constancia, frente a la versatilidad de (debilidad/fortaleza, agilidad/torpeza), pero ello no les resta valor a su
las emociones y sentimientos provocados por objetos que aparecen y signiticación simbólica para la actuación en el entorno. El cuerpo que
desaparecen de nuestro campo perceptorrepresentacional, es decir, de posee cada cual es el responsable de que los integrantes de un mismo
la conciencia. Desde mi punto de vista, el estado de ánimo es el senti- ámbito cultural no partan de la misma línea de salida.
miento duradero suscitado por la interacción permanente con ese objeto Desde el estado de ánimo como suelo o trasfondo emocional, se
que es el propio cuerpo, y que está en el trasfondo desde el que irrumpen disparan los sentimientos propiamente dichos, provocados por el ob-
las emociones del momento. Por eso, el estado de ánimo se ha relacio- jeto de la interacción actual, pero sobre motivos del sujeto que han
nado por muchos autores (Ortega, Scheler, Hoffmann, K. Schneider, contribuido a coniigurar y consolidar ese estado de ánimo. Desde su
etcétera) con la vitalidad. Un niño está triste porque se sabe leo o dé- estado de ánimo deprimido, un niño está alegre tras el logro del ju-
bil o torpe o inhábil... El sujeto valora de modo implacable el cuerpo guete que anhelaba, pero su alegría es distinta de aquella que se su-
de que se sirve, el único que tiene, satisfactorio o insatisfactorio, con- perpone sobre un estado de ánimo alegre y una seguridad básica.
fortable o inconfortable, estético o antiestético, facilitador u obstaculi- El estado de ánimo puede evidentemente variar, y de hecho varía a
zador de la interacción. Lo habitual es que todos —a excepción de lo largo de la existencia. No es raro decir de alguien que era un niño
aquellos definitivamente vencidos y que renuncian al mayor número triste, o un adolescente retraído, o un joven seguro y afable, para com-
de interacciones: el caso extremo, el de los psicóticos— «mejoremos» parar el estado de ánimo de ahora con el de las épocas aludidas. En el
el cuerpo para nuestra re-presentación en sociedad (desde el habitual curso de la existencia muchos aprenden a usar y desarrollar con éxito
aseo y la elección del vestido ad hoc y el uso del habla ad hoc, hasta el aquellas áreas de la corporeidad que lo facilitan, y asimismo seleccio-
maquillaje y las cruentas intervenciones de estética). El estado de nan las personas con las cuales la relación es de éxito seguro o cuando
ánimo es el estado emocional resultante de la conciencia de la cor- menos probable. Se escoge entre los que ríen nuestras ocurrencias, ad-
poreidad, y por su durabilidad, se constituye en un estado de neoe- miran nuestros juicios y puntos de vista, se fían íntegramente de no-
quilibrio, de neohomeostasis, en la que el sujeto encuentra la manera sotros. Nuestro estado de ánimo cambia si al fracaso e inhibición an-
más confortable de convivir con esa parte de sí mismo que es su pro- teriores los sustituye el éxito y la seguridad. El tímido ha dejado de
pio cuerpo. Cuando no se obtiene, cuando, para decirlo brutalmen- serlo y deja paso tal vez a un audaz, capaz de sorprender a quien con-
le, «el cuerpo no tiene arreglo», el sujeto está en permanente anho- taba con que aquella imagen sería perdurable. Sobre estas cuestiones
meostasis, v en la medida en que no logra la adecuación con esa parte insistiré en capítulos ulteriores, pero en la experiencia de cada cual
esencial de sí mismo, se revela incapaz de una interacción afortunada. está el hecho de cómo el sujeto procede a desarrollar precisamente

140 1-4 1
aquellos módulos cognitivoemocionales de mayor rentabilidad en la Prueba de todo ello la tenemos en el juego. Lo contrario del juego, de-
economía de la interacción. cía Freud, no es la seriedad, sino la realidad. El juego en el niño se
toma quizá más en serio que la realidad, y, por tanto, cuando juega no
Sentimientos e intimidad. El estado de ánimo. Metasentimientos miente porque lo vive como real.
Al mismo tiempo que integra su corporeidad, acontece en el niño La intimidad, pues, es el descubrimiento de la absoluta propiedad
otro descubrimiento de enorme importancia: el de la intimidad, es de- de sus representaciones, pensamientos, fantasías e imaginaciones; en
cir, el descubrimiento del mundo interior. Hasta los 2 o 3 años, el niño suma, de sus objetos internos. A semejanza de lo que le ocurre con los
no tiene un ámbito propio, exclusivo de él. De la misma manera que objetos externos, provocadores de sentimientos, también los objetos
la función diacrítica se encuentra aún en ciernes, y los objetos inter- internos lo son. Se puede representar la pérdida de la madre o el pa-
nos los vive como externos y a la inversa, el niño, hasta esta tercera dre, o la muerte propia, y llorar; o experimentar la exaltación de su sí
etapa, no cuenta con que existen objetos que componen un mundo de mismo imaginándose ganador de una carrera, caballista perfecto o
su absoluta propiedad. Es probable que ello se deba a que al ser parco conductor del automóvil más veloz... Los objetos internos, en suma,
y limitado en sus expresiones, los sentimientos a que remiten son adi- constituyen una fuente más que añadir a la provocación de senti-
vinables por quienes conviven con él. Por tanto, tiene, por decirlo así, mientos, junto a la de los objetos externos, e incluso, llegado el caso y
«pruebas» de que los demás saben lo que siente porque se le responde la necesidad, sustituirán a éstos.
a sus requerimientos incluso antes de que los exprese, le «adivinan», Del mismo modo que con el proceso de socialización se advirtió al
en suma, sus deseos, sus sentimientos. En la patología del joven adulto niño de aquellos sentimientos hacia los objetos externos que debía o
encontramos reminiscencias de esta visualización y sonorización de lo no debía (una prescripción moral) experimentar (prescripción absurda,
íntimo en la psicosis esquizofrénica: el paciente vive torturado por el pero útil para el preceptor), los sentimientos sobre los objetos internos
hecho penosísimo de que sus pensamientos se ven, se oyen o, en cual- también son o no moralmente permisibles y, por tanto, provocadores
quier caso, se saben. Si sólo es observable lo que no es íntimo, y si de metasentimientos. El niño siente bienestar ante el hecho de saber
hasta cierta edad saben los demás lo que siente y piensa, entonces pen- que ama a quien debe amar, y desasosiego por odiar a quien debiera
sar y sentir tienen los mismos predicados que sus expresiones visibles amar. El sentimiento de descontento de sí mismo (la culpa o la ver-
y sus palabras audibles. 25 A partir de una determinada etapa el niño güenza), o lo que es peor, el temor por lo indebidamente pensado o he-
aprende que puede mentir con éxito, es decir, que puede pensar o sen- cho son sentimientos sobre sentimientos. Al niño se le prohibe sentir
tir de manera distinta a lo que dice que piensa o siente; que puede si- odio hacia alguna de las figuras parentales, pero lo siente. La posibili-
mular y hacer como si pensara y sintiera..., todo ello con la convicción dad de mentir es una maniobra útil y oportuna. Se comporta como si
de no ser descubierto. El que sin embargo lo sea por el adulto revela no odiara. Todo niño que desobedece al padre y que hace lo que al pa-
la escasa habilidad para tales menesteres, que mejorará en sucesivas dre disgusta, es presentado como malo, indeseable, merecedor de cas-
actuaciones. Permanecerá como residual la duda sobre la posibilidad tigo. Si no manifiesta el odio hacia aquel a quien teme, lo siente sin
de secreto de su intimidad, que le obligará a una mayor destreza en el embargo, y el sentirlo puede depararle el metasentimiento de culpa.
mentir y en general en todo lo que se refiera a la ocultación de su in- Igualmente ocurre con las transgresiones a que puede entregarse en el
terioridad. Mentir es una forma de proyecto, imaginar que las cosas espacio privado.
pudieron ser para él de un modo mejor a como fueron y tratar de ha-
Los metasentimientos, al revertir sobre el sujeto, ofrecen la imagen
cérselas creer a los demás. Adviértase la frecuencia con que en el niño
que se tiene de sí mismo, no ante los otros. Al margen de lo que los
es indiferenciable la mentira de la fantasía, al no aplicar el criterio de
demás imaginen de él, él tiene que construirse esa otra imagen, la pro-
utilidad. El niño miente no para evitar el perjuicio que resulta de la
pia, la que deriva de sus actuaciones en el ámbito íntimo de sus fan-
verdad: eso ocurre en una etapa ulterior, en la preadolescencia. El niño
tasías. Hay, a partir de este momento, un yo o una serie de yoes ínti-
miente para sustituir la realidad ingratificante. Miente como juega.
mos distinta a la serie pública de yoes. La disociación o escisión del
Pues bien, con la fantasía descubre el niño la intimidad como espacio
sujeto es obligada, una disociación como si, porque no se vive como
opuesto al de la realidad empírica. De la observabilidad de esta última
dos sujetos sino como uno capaz de doblez, capaz de actuar de dos
a la inobservabilidad de la primera. La fantasía o complementa la rea-
maneras: una, para el espacio psicosocial, exterior; otra, para su re-
lidad o la sustituye, y en el niño, repito, es indistinguible de la men-
ducto íntimo. Esta disociación es un peldaño importante en la socia-
tira, tanto más cuanto que él —inmadura aún la función diacrítica—
bilidad. El sujeto (¡ene una doble vida, pero a diferencia del anoink'o,
no discierne suficientemente aún entre lo ocurrido y lo imaginado.
que sigue la norma del guipo y ocultamente la liansgicdc, la doble

142 l'H
vida a q u e a h o r a h a c e m o s referencia c o n t r i b u y e d e c i s i v a m e n t e al p a c - 7. Adelaida: Involución de los sentimientos
to social m e d i a n t e esta hipocresía funcional. P o r decirlo así, al sujeto
se le p e r m i t e q u e en su e s p a c i o í n t i m o p i e n s e y sienta lo q u e quie- Los s e n t i m i e n t o s , c o m o en o t r o o r d e n los i n s t r u m e n t o s cognitivos,
r a q u e sea, c o n tal q u e a c t ú e a d e c u a d a m e n t e en las r e l a c i o n e s c o n los involucionan a partii de cierta edad. Es difícil precisar si la tendencia
d e m á s . El fair play q u e d a p a r a las i n t e r a c c i o n e s . Se le j u z g a r á n o p o r a la rigidez, un tipo de h o m e o s t a s i s que, u n a \ e / lograda, i c p o r t a con-
su i n t i m i d a d , a la q u e sólo él tiene acceso, s i n o p o r s u s a c t u a c i o n e s lortabilidad, d e b e ser c o n s i d e r a d o un indicio de envejecimiento del sis-
públicas. t e m a e m o c i o n a l , c u a n d o m e n o s respecto de las posibilidades de ad-
Los m e t a s e n t i m i e n t o s son m á s estables q u e los s e n t i m i e n t o s . E n quisición de nuevos s e n t i m i e n t o s . En c o n t r a de lo que suele pensarse,
efecto, el m e t a s e n t i m i e n t o n o surge sólo p o r el s e n t i m i e n t o q u e ahora las p e r s o n a s m a \ o i e s son proclives a no s e n t i i s e a l e c t a d a s poi nuevos
e x p e r i m e n t o , sino t a m b i é n p o r el q u e e x p e r i m e n t é antes, alguna vez. El objetos \ p a r e c e n poscei u n a b a ñ e r a p r o t e c t o i a o delensiva a n t e ellos.
odio al p a d r e p u e d e n o sentirse ya, p e r o se sintió, y eso es c u a n d o m e - En c o n t r a p a r t i d a , los m e t a s e n t i m i e n t o s son e s c a s a m e n t e móviles, \ al
nos revelador de q u e se p u e d e volver a sentir, y ser p a r a sí m i s m o de- llegar a cierta edad a d q u i e r e n u n a singular a u t o n o m í a , hasta el p u n t o
leznable e i n d i g n o . de que prevalecen s o b i e ios s e n t i m i e n t o s en sí. M u c h a s p e i s o n a s ma-
E n el capítulo 10 m e o c u p o de los s e n t i m i e n t o s a n o r m a l e s y pa- yores — c o i n c i d i e n d o con ese e s t a d o s u b d e p i e s i v o que a c o m p a ñ a a la
tológicos. D e s c r i b i r é sujetos q u e n o t o l e r a n su i d e n t i d a d í n t i m a , y e d a d en la m a \ o n a de las ocasiones— se vuelven hacia el p a s a d o , es
e x p e r i m e n t a n e n c o n s e c u e n c i a u n a p r o f u n d a a n i m a d v e r s i ó n hacia sí decir, a las c o n s e c u e n c i a s de lo hecho. De a q u í la Irecuencia con q u e
m i s m o s e n el p l a n o m o r a l . C o n d e n a d o s a u n a a n h o m e o s t a s i s i n c u r a - a p a r e c e n s e n t i m i e n t o s de culpa r u m i a d o s u n a \ otra v e / , así c o m o
ble p o r q u e el objeto o d i a d o son ellos m i s m o s , t r a t a n de c o m p e n s a r la otros ligados a la h u s l i a c i ó n de su trayectoria biográlica. Por lo gene-
a u t o a g r e s i v i d a d c o n la agresividad a todo y a todos. La f ó r m u l a «todos ral, el a n c i a n o suele sentirse a l e c t a d o m á s por él m i s m o (su p a s a d o , su
s o m o s iguales» es u n a t r a n q u i l i z a d o r a r a c i o n a l i z a c i ó n . A p r e n d e r a sen- l u t u i o ) q u e por los objetos del e n t o r n o . Hav, en cierto sentido, una re-
tir sin q u e se t r a d u z c a en acción y a a c e p t a r los s e n t i m i e n t o s inde- gresión al e g o t i s m o .
seables, es la ú n i c a m a n e r a de r e c u p e r a r la suficiente h o m e o s t a s i s
Todo ello se exagera si el d e t e r i o r o fisiológico senil se i n c r e m e n t a .
interna. 2 6
El viejo se siente a p e g a d o a los objetos que le evocan p a i t e de su pa-
sado, y lo que es m á s notable, la expresión e m o c i o n a l no se controla
Metasentimientos y organización axiológica del sujeto e l i c a / m e n t e : aquel q u e d e a d u l t o jamás lloió a n t e una c i r c u n s t a n c i a
La vergüenza, la culpa, el r e m o r d i m i e n t o , el pudor, etcétera, son q u e le a p e n a s e , lo hace a h o r a con s u m a lacilidad, r e c o r d á n d o l e a to-
m e t a s e n t i m i e n t o s q u e m u e s t r a n q u e a la o r g a n i z a c i ó n axiológica de la dos la niñez.
realidad hay q u e a ñ a d i r a h o r a la o r g a n i z a c i ó n axiológica de u n o
m i s m o en t o d a s las á r e a s de su self, es decir, n o sólo de ese objeto del
m u n d o e m p í r i c o q u e es n u e s t r o c u e r p o , sino del m u n d o í n t i m o , invi-
sible, oculto, es decir, el m u n d o m á s a b s o l u t a m e n t e p r o p i o , m á s in-
cluso q u e el del c u e r p o : la p r o p i a m e n t e . La m e n t e —lo q u e p e n s a m o s
y s e n t i m o s , p a r a decirlo en p o c a s p a l a b r a s — es el i n s t r u m e n t o q u e
p r e c e d e al c u e r p o en t o d o p r o c e s o de a c t u a c i ó n . Si el c u e r p o p u e d e ser
m a q u i l l a d o c a r a a los d e m á s , con la p r o p i a m e n t e p u e d e h a c e r s e o t r o
t a n t o , de m a n e r a q u e u n o , e n g a ñ e o n o a los d e m á s , se e n g a ñ e a sí
m i s m o . La r a c i o n a l i z a c i ó n , las «autojustificaciones» y, en general, los
l l a m a d o s m e c a n i s m o s de defensa n o se c o n s t r u y e n p a r a p r o t e g e r n o s
de los e m b a t e s del m u n d o exterior sino de la p a r t e d e u n o m i s m o q u e
se nos h a vuelto indeseable y, por tanto, hostil y a m e n a z a n t e p a r a
n u e s t r o equilibrio. Los m e c a n i s m o s d e defensa tienen c o m o misión lo-
grar una homeostasis interna, aunque precaria.

144 I IS
8
Tipología de los sentimientos

Lo que pasa es que uno proyecta un mon-


tón de emociones desagradables en una
persona y te encuentras odiando a alguien
o algo.

Patricia Highsmith,
El temblor de la falsificación
1. Taxonomía v teoría de los sentimientos
Una teoría consistente acerca de los sentimientos debe saber qué
hacer con el repertorio de sentimientos, es decir, cómo ordenarlos y ti-
pificarlos. Muchos tratadistas (por ejemplo, Kleinginna, Fchr y Rus-
sell, Ekman, Lewis y Michalson, Stein y Oatley, etcétera; entre noso-
tros, y recientemente, J.A. Marina) soslayan esta cuestión o se limitan
a una mera descripción que no tiene fin. En electo, la cuestión de
dónde situar un determinado sentimiento, a qué especie, por decirlo
así, corresponde, cuál es su cualidad y en qué medida sirve a las fun-
ciones vinculaliva, expresivo/apelativa y axiológica, constituyen un test
indicativo de la existencia o no de un corpas teórico previo, y en su
caso, de la suficiencia mayor o menor de la teoría.'
Aunque no exista una teoría completamente satisfactoria de la es-
tructura y (unciones del universo emocional, ésta se hace imprescin-
dible para el estudioso. ¿Cómo, si no, organizar, distribuir y catalogar
los sentimientos? ¿Cómo dar cuenta de su evolución desde los senti-
mientos básicos —piolo y presentimentales— a otros más complejos y
diferenciados? Los sentimientos son muchos y muy diversos y por eso
mismo se necesita un criterio —una teoría— que permita su ordena-
ción genérica. De otro modo la investigación se convertiría en un in-
ventario sentimental, una enumeración por lo demás interminable. El
criterio elegido determina la clasificación \ así se han propuesto dis-
tintas taxonomías: a partir de las emociones primarias (Stein y Oatley)
o fundamentales (Lazarus), por la funcionalidad (Ekman) o por el
sustrato neurológico (Izard). 2 La dificultad de hallar criterios suficien-
temente abai'cadores ha llevado a otros (W. James entre ellos)"5 a re-
nunciar a la catalogación, lo que justifican con el argumento de que la
vida sentimental se resiste a cualquier tratamiento rígido. 4 Pero eslo es
una falacia, porque el dinamismo y la complejidad del mundo ciño
cional no sólo no impide, sino que más bien demanda la consliim ion
de una taxonomía que sirva para la inteligibilidad de los lipos de inlr
facciones, de las áreas del sujeto involucradas en ellas v de Lis molí
vaciones del sujeto para omitir tal o cual respuesta OIIKK 11 Oli.i

I-I')
erótico; 2) lo intelectual; 3) las actitudes páticas, estéticas y éticas; y 4)
cosa es que la tarea presente serías dificultades, pues la teoría debe tra-
la corporal. Las áreas se van constituyendo a medida que el sujeto evo-
tar de explicar el objeto en su complejidad
luciona. La propiamente erótica aparece hacia los dos años de edad; 6
las actitudinales, con el comienzo de la socialidad; las intelectuales,
con la adquisición de conocimientos; las corporales hacia los seis años
y aun más tarde, en la preadolescencia (la edad de la anorexia y la vi-
2. Tipología y evolución gorexia, 7 como resultado del sentimiento anómalo y hasta patológico
de la estética de la imagen corporal).
En los capítulos 3, 4 y 5 he tratado con detalle la función de los
Esta diferenciación madura de las áreas del sujeto para interaccio-
sentimientos, s y en el capítulo 7 lo concerniente a la psicología evolu-
nes específicas determina un proceso de selección/restricción de los
tiva. Ahora he de proponer una tipología, teniendo en cuenta que el re-
objetos con los que asegurarse una interacción de éxito. Para el man-
pertorio sentimental se vuelve más complejo a medida que el sujeto se
tenimiento de la homeostasis del sistema conviene evitar objetos que
desarrolla: las relaciones con los objetos se complican cada vez más y,
frustren y dirigirse hacia objetos que satisfagan. Dado que un área
como eíeclo bucle, las relaciones del sujeto consigo mismo también.
afectada contamina el sistema prácticamente en su totalidad, y pro-
Incluso aparecen nuevas formas de sentimientos. Frente a respuestas
voca una modificación del sujeto de carácter global, cada resultado de
emocionales primarias de aceptación o rechazo de los objetos sin ma-
una interacción deriva en una afirmación o en una depreciación del
yores mati/.aciones, un sujeto maduro en los órdenes cognitivo y emo-
sujeto para sí mismo. Un ejemplo aclarará lo que quiero decir.
cional sabe que la vida de relación exige toda suerte de transacciones,
concordes, al propio tiempo, con el principio de realidad, es decir, con Supongamos la relación de P y A, y que los sentimientos provocados
la necesaria adaptación al contexto. Tales transacciones dan lugar a re- por A en P son de carácter erótico. P moviliza su estrategia para el lo-
laciones complejas, a veces contradictorias, del sujeto con los objetos gro de una relación erótica continuada. Si ésta se culmina con éxito, la
y, a consecuencia de ellas, del sujeto consigo mismo por los metasen- homeostasis P/A se «eleva», tras el bucle, como consecuencia de la au-
timientos que él mismo se inspira. Esta densidad de la experiencia tosatisfacción de P. Es la anástrofe de £ s Si por el contrario va seguida
emocional del adulto hace difícil, cuando no imposible, su «traduc- de fracaso, se trata de una catástrofe liomeosíática, que obliga a una re-
ción» a un discurso verbal, en ocasiones enunciado en forma prolija y estructuración en un nivel inferior (emocionalmente inaceptable para
hasta ininteligible. P). Usamos la palabra catástrofe-' porque la autoinsatisfaccion de P no
es sólo de orden erótico, sino que se extiende en mayor o menor me-
dida a las áreas restantes. Es un fracaso «en toda regla», como se dice
«Si le digo a usted que lo que yo siento hacia mi mujer es odio no en una expresión acuñada. ¿Cómo explica P los motivos del rechazo
sería cierto... No es odio, porque al mismo tiempo me da pena, y por de A? O no ofrece una imagen eróticamente deseable, o da una imagen
otra parte, la veo entregada a sus hijos, resignada a no haberse he- corporal antiestética o enfermiza o repugnante, o suscita antipatía, o
cho de la forma que hubiera deseado, y por lo tanto fracasada en el parece inhibido, o desinhibido y acosador, o ininteligente, estúpido, o pe-
londo... Pero cuando aparece la compasión por ella, recuerdo al- dante insoportable. Las preguntas quedan sin respuesta la mayor parte
guna de sus agresiones, de sus comportamientos tan irracionales, la de las veces: la perplejidad se une a la incertidumbre. En resumen: del
absoluta falta de consideración, y entonces lo que quiero es apar- Iracaso en una interacción específica surge el cuestionamiento en el va-
tarme de ella como sea, aunque sea sólo por unas horas, y me viene lor que a sí mismo se confiere en todas las demás áreas.
a la memoria cosas de ella que no tienen nada que ver con esto que
le digo, por ejemplo, su aliento, que no es que no me guste, es que
me repugna (¿halitosis se llama el mal aliento?)... Entonces, yo di- E es una mujer casada, de 38 años, que mantiene relaciones extra-
ría que lo que tengo son sentimientos mu\ contradictorios, o mejor matrimoniales con un divorciado de 45. «Me encuentro sin saber de
dicho: que cuando surge uno aparece otro que se le opone, \ cuando mí misma. Estoy como perdida. No hago más que darle vueltas a la
aparece este segundo vuelve el primero, aunque sea bajo otra cabeza sobre por qué me ha dejado. Me ha dejado de la noche a
lorma... No sé si me entiende, quiero decir, si me explico bien.» la mañana después de cerca de tres años de relaciones que han ido
muy bien, según creo, y según me decía él constantemente. Estoy
deshecha porque no sé a qué se ha debido lodo. Me siento poi una
1.a elaboración de la taxonomía sentimental encuentra un valioso paite vieja, como si hubiera perdido todo atractivo, peí o luej'o me
apoyo en la especificación de áreas del sujeto maduro, cuyas interac- digo que, por lo menos, en lo que se reliei e a el, ci a lodo lo i mili .i
ciones con los objetos se orientan en cuatro ejes fundamentales: 1) lo
I SI
ISO
rio. Sabía que le atraía. Hasta me pregunto cosas tan ridiculas como recién nacido (a la inversa de lo que ocurre en patologías en la que lo
si es que me huele el aliento... Yo no le había notado ni siquiera al- característico es la hipeiimpulsividad e hipermovilidad, como en los
guna tibie/.a conmigo. Hasta proyectábamos irnos unos días fuera niños hiperactivos o en los afectados por el síndrome de Asperger," y
aprovechando que mi marido se ausentaba... Yo lo que quisiera es que conllcxan la desorganización del sujeto como sistema. De estas
saber qué le ha pasado conmigo, si hay otra..., lo que sea. Me siento cuestiones me ocuparé en el capítulo 10).
humillada, o más bien como angustiada por no saber yo ni siquiera Tampoco parece interesante diferenciar los sentimientos por su
qué soy para él... La verdad es que no me preocupa el que me hava mayor o menor duración. No obstante, debe advertirse que intensidad
dejado, sino el no saber por qué: esto es lo que más me importa \ duración están en relación inversamente proporcional. Tal propor-
ahora. Estoy tan obsesionada que no puedo hacer nada, no hago ción juega a iavoi de la economía y del equilibrio del sistema en su to-
más que darle vueltas a por qué ha podido ser. Como no le he hecho talidad y del subsistema que es el sujeto. Una emoción intensa y du-
nada tiene que ser que de algún modo le he decepcionado.» radera sería destructiva.
Por último, vuelvo a insistir en la conveniencia de eliminar la cali-
La irradiación del electo primariamente sectorial en un área de la ficación de los sentimientos en positivos v negativos. Los sentimientos
identidad del sujeto nos conduce a otra cuestión de importancia que son de aceptación o lechazo, y su positividad o negatividad no se de-
ha interesado durante muchas centurias. ¿Puede hacerse una taxono- termina en abstracto, sino que dependí' de los electos que causen en
mía de sujetos por sus estructuras emocionales relativamente estables el sujeto.
tras experiencias emocionales previas? La respuesta es afirmativa. Se
puede hablar de estructuras de carácter (o de personalidad). 10 Aunque
haya decaído el interés por las caracterologías y los tipos de persona-
lidad, así como (en lo psicopatológico) por las clasificaciones de las 4. La bipolarización, característica general
personalidades psicopáticas, el problema sigue planteado y en la vida de la vida emocional
social describimos perfiles de personalidad que funcionan como des-
cripciones inteligibles." El rasgo básico de los protosentimientos y pie-sentimientos es el dé-
la bipolarización extrema. Luego esta polarización se matiza en formas
atenuadas de agrado/desagrado, simpatía/antipatía, bonito/leo, fuerte/
débil, saludable/enfermizo, etcétera, que implican prelerencias y con-
3. Observaciones preliminares trapreferencias del sujeto respecto de los objetos, o, dicho de otra
forma, vínculos más o menos estrechos con ellos. No hay objetos in-
Los sentimientos son simples o complejos. En sus primeras mani- diferentes. H
festaciones son simples por definición. El protosentimiento es único: El concepto de preferencia/contraprelerencia vale especialmente
deseo de posesión. El pre-sentimiento, dual: deseo de retención y de- para aquellos objetos que no provocan sentimientos extremos: cuando
seo de rechazo, ambos impulsivos e incontenibles. De todas formas, se trata di1 elegii al amigo con el que nos haríamos acompañar en un
aquí existe ya alguna complejidad, inherente a la ambivalencia ante el viaje o el traje que hemos de ponernos, y demás.
objeto, capaz de provocar sentimientos encontrados de amor y odio. El «no ha\ no sentimientos, enunciado en un capítulo anterior, se
De todo ello he hablado con anterioridad. traduce, pues, en no liax objetos indiferentes. Ha\ objetos hacia los
No es de recibo clasificar los sentimientos por su intensidad, por- cuales las preferencias o contraprelereneias son tan tenues que ni si-
que no hay lorma de cuantificación posible desde el punto de vista psi- quiera parecen sugerirlas, y en consecuencia, parecen no existir. No
cológico, aunque en el futuro quizá se logre indirectamente midiendo ha\ indiferencia.u A este respecto, los sentimientos pueden ser situa-
los efectos en el organismo en general (por ejemplo, las variaciones en dos en un eje bipolar, en el que uno de los polos sería el de acepta-
la tasa de catecolaminas), como en la década de los veinte hizo Cannon. ción plena, el otro el de rechazo pleno. La polarización parece no
Sin embargo, se pueden considerar grados: los proto y pre-sentimien- mantenerse en la relación complicada con el objeto, dado que sobre
los son especialmente intensos porque están ligados directamente al de- este convergen a veces sentimientos opuestos. Pero no hay que ol
seo, sin la mediación cognitiva de control y ajuste al principio de rea- villar que el ob|eto es poliédrico en cuanto a las imágenes que de
lidad; de no sci' así, de no ser el niño voraz y prensor de cuanto le viene el loima el sujeto, y que el sentimiento lo provoca cada una de las
a las manos, habría que pensar' —como dijimos— en una patología del mismas.

IS2 \S\
5. Criterio taxonómico: la vinculación Es importante, sobre todo para la organización axiológica de la
realidad, tener en cuenta que tras el cierre del bucle f(S/Ob) > con-
Recordemos las tres funciones básicas que cumplen las emociones: flicto * resolución (éxito o fracaso), se acentúa el componente pro-
la vinculación con el objeto, la expresión/apelación hacia el objeto (y la léptico de la relación, o dicho con otras palabras, la búsqueda de
respuesta de éste con la subsiguiente anástrofe o catástrofe) y la orga- interacciones que deparen mayores éxitos o, en sentido opuesto, la
nización axiológica de la realidad y del sujeto mismo. IS evitación y la huida de las que dieron lugar a fracasos. De este modo
La clasificación que propongo atiende a la vinculación del sujeto tan selectivo organizamos axiológicamente la realidad desde la prea-
con el objeto y también a la que el sujeto tiene consigo mismo. Los pri- dolescencia a la edad adulta, durante la cual se afina cada vez más en
meros son sentimientos alovalorativos (del griego alo, «otro»); los se- el tipo de objetos a los que «se deja pasar» o de los que «no se quiere
gundos, autovalorativos. Por otra parte, una mayor especificidad de la prescindir».
vinculación sujeto/objeto ha de atender a la que se deriva de las áreas
descritas en el rombo del sujeto.

SENTIMIENTOS ALOVALORATIVOS 6. La estructura modular


I Eróticos a) de aceptación, atracción, b) de rechazo, repulsión
En la etapa en la que el sujeto ha desarrollado sus áreas para inte-
II Actitud/nales-
racciones específicas, los objetos de la realidad le aparecen polimorfos
1 Páticos- a) simpatía; b) antipatía
y con significaciones simbólicas muy diversas. Los especialistas en se-
2. Estéticos a) admiración, b) repulsión, desprecio
mántica han dado cuenta del carácter optativo de las connotaciones
3 Éticos, a) confianza, admiración etica, b) desconfianza, desprecio,
que se le confieren a un objeto. En verdad, es una manera de enfocar
rechazo moral.
lo que constituye el conjunto de nuestras preferencias y contraprefe-
III De la corporeidad rencias sobre un mismo objeto. Un ejemplo: un ser humano es hombre
1 Estética a) admiración, atracción, b) repulsión, asco, lastima o mujer + atractivo/no atractivo + simpático/antipático + listo/torpe...
2 Energética a) admiración, asombro, b) lastima, repulsión, desprecio.
He aquí el protocolo obtenido ante la lámina 1 del TAT en el que
3 Fisiológica a) admiración, b) lastima, compasión
hemos recogido sólo lo referido por el probando (prolijo, con una ma-
4 Intelectuales a) admiración, b) lastima, desprecio, ridículo
nifiesta ansiedad ante la imposibilidad de precisión) respecto de la fi-
gura del niño. Constituye un buen ejemplo de la relación emocional-
SENTIMIENTOS AUTOVALORATIVOS mente polimorfa con un mismo objeto:
I Eróticos a) aceptación, b) rechazo
II Actitud/nales
«A mí este niño me atrae, por una parte porque lo veo rubito, fino,
1 Páticas a) empatia, contacto, comunicabilidad; b) anempatia, auto-
es un niño de buena clase, tiene el flequillo en la frente que es
desprecio, inhibición, envidia
como un signo de distinción (lo contrario de tener los pelos de pun-
ta); pero poi otra parte es algo bizco y no sé si por eso es por lo
2 Estéticas a) aceptación, b) rechazo
que lo veo triste o porque está ahí sin saber qué hacer... A mí me
3 Eticas a) aceptación, b) rechazo, perversidad
da lástima en este sentido, aunque, por lo que decía antes, al con-
III De la corporeidad
trario, me atrae, como si lo admirara... Además, el niño tiene una
1 Estética a) aceptación, b) rechazo de la totalidad o de partes esta-
boca como de asco, o más bien yo diría que es que se trata de un
tura, peso, rasgos del rostro, nariz, cabello, etcétera, o de propieda-
niño que ha sido educado en la displicencia, que mira desde arriba,
des' olor, sudoracion
y en esto no me da lástima, al contrario, me irrita un poco. Es un
2. La esfera del vigor o energética a) aceptación; b) rechazo, lo mas
niño elegante pero antipático, hay algo de antipático en él, aunque
frecuente de la debilidad
también puede ser seductor, lo será si me lo imagino de mayor».
3. La esfera fisiológica a) aceptación, b) rechazo como no saludable,
enfermizo, contagioso.
IV Intelectuales a) aceptación, b) inaceptación de la misma, torpeza
Hay señales que se destacan de inmediato. Lo primero que deja vet
el tipo de objeto que es el otro es el sexo a que pertenece. El objeto es
ante lodo un ob|eto sexuado y demanda sei tratado como tal El sexo

1S4 1 SS
como señal está piesente siempic, v desde los sentimientos que suscita 7. Concepto de red. Intermodularidad
el sexo del objeto —desde ia atracción erótica a la simple atención \
i espelo que se debe a la conjunción del sexo con la edad, entre otras «Me di cuenta de que, aunque me decían que vo le gustaba, yo era
ac I iludes— se generan otros de distinto tipo. muy poca cosa para ella, o sea que no podía ser para mí... Otra
Lo segundo es el cuerpo (dejando ahora al margen el género sexual cosa es que yo hubiera tenido la oposición ganada, porque ya en-
al que corresponde). El cuerpo del otro nos provoca sentimientos de tonces sería otra cuestión.»
carácter estético, \ con menor hecuencia o menos destacables, los l¡-
siológicos \ energéticos. En este fragmento, junto a la asimetría entre la alo y autovalora-
Lo tercero es la empatia, la receptividad o no en el contacto inicial. ción eróticas, vemos como, para la homeostasis del sistema, puede re-
La actitud de coopeí ación o no, de calidez o sequedad, de agrado o de cuirirse a la exaltación de rasgos que compensen el desequilibrio sus-
hostilidad. citado por la depreciación de otros (la minusvaloración erótica podría
Lo cuarto es la estética, el «gusto», la «distinción» del objeto en sus compensarse con una elevación del estatus sociointelectual).
modales, gestos, atuendo, adoi nos, etcétera. Esta dinámica interna del sel/ es posible por la interdependencia
Lo quinto es la inteligencia, que exige una exploración más dete- entre los distintos módulos o áreas de la identidad (intermodularidad).
nida, entre olías ra/ones porque puede tener un carácter sectoiial: in- De esta lorma: a) en aplicación del axioma de que los sentimientos son
teligencia en unas situaciones, ininteligencia en otras. estados que modilican al sujeto, un sentimiento en una determina-
Hace lalta prolongar la interacción para que se manilieslen las pre- da área modilica la totalidad del sistema del sujeto, de modo que,
sumibles connotaciones eticas, pero, dado que la mayor parte de las in- hasta donde sea posible, se alcance la homeostasis en la nueva situa-
teracciones requieren como condición básica la credibilidad en el ción; h) la neohomeostasis ha de lograrse tanto en las catástrofes como
objeto, se indaga qué señales pueden provocar nos sentimientos de con- en las anástroles; 16 c) la anhomeostasis tiene lugar en una doble di-
lian/.a o desconlian/a. La valoración ética se revela piimordial en la rección: en la relación con el otro (externa) y en la relación con uno
relación. «Inspirar' conlian/a» es una liase que deline muy bien lo ciñe- mismo (interna); o lo que es igual, los objetos externos provocadores
se implica con ella, una intuición de la veracidad del otro, de su se- de sentimientos, en la medida en que modilican nuestro estado y nos
riedad v habilidad. colocan ante nosotros mismos como distintos al que éramos antes
El hecho de que toda interacción parta de la imagen que el sujeto de la interacción, convierten al sujeto en objeto provocador- también de
tiene de sí mismo en lo que respecta a cada una de las áreas de su un sentimiento.
identidad hace que los sentimientos tiendan a reiterar se, a estereoti- Hav, además, una suerte de contaminación: el sentimiento provo-
parse. Cuando se dice de alguien que es antipático no se pretende con cado desde un área del objeto se extiendo a otras. Así, por ejemplo, si
ello negar la posibilidad de que alguna ve/ no lo sea, sino destacar el P nos provoca sentimientos estéticos de aceptación, en un segundo
dato de que en general «parte de» la dislanciación, del intento de evi- momento son de atracción erótica y posteriormente de estimación pá-
tación de la proximidad de los demás. Es evidente que el pitillo de par- tica e intelectual. ¿Por qué ocurre esto? Si P nos ha gratificado en el
tida de la interneción es el sentimiento que suscita la imagen que se tiene orden estético, ahora, tras el bucle, «en agradecimiento» —un meta-
de sí. De ese sujeto antipático se pírcele aliimai que en uno, en varios sentimiento como cualquier otro— somos proclives a atribuirle rasgos
o en muchos aspectos de sí mismo se recha/a, se inacepta. Por eso, los positivos en las áreas restantes... Lo mismo ocurre en el sujeto me-
sentimientos que el sujeto tiene sobre sí mismo v los que le provocan diante la objetivación del sentimiento: un éxito amoroso exalta al su-
los objetos exteriores llegan a constituir' lormaciones modulares. De jeto no sólo en el plano eróticoalectivo sino también en el corporal, en
esta forma, en la relación que anticipamos con un objeto partimos de el intelectual, hasta en el ético. 17
la imagen de nosotros en el área coi respondiente. La interacción eró-
tica o intelectual o ética que se pretende exige contar con la imagen «Se enamoró de mí y yo mismo caí en la trampa. Pensé que era
erótica, intelectual o ética que se tiene de sí, \ a partir de la cual se es- lo mejor que me podía pasar, y yo mismo me sentía como agrade-
pera el éxito. cido, poique al principio a mí no me gustaba, pero ella se había li-
jado en mí, me había destacado, preferido... Nunca me había pa-
sado algo semejante, porque no he sido hombre de éxito... Eso
debió do influir en que me creyera enamorado do olla, cuando en
lo.rlidad oía agradecimiento, sí, como giatilud... Comen/o a gus-

ISh IS7
larme no por el físico, sino por su manera de ser, y me parecía sen- 8. Addenda: Algunos tipos de sentimientos
sible, delicada, inteligente... Luego también me atraía, aunque no
como otras, pero sí, me atraía y lo pasaba bien con nuestras cari- En este apartado me centraré en algunos tipos de sentimientos que
cias... Todo ello se vino abajo, pero todo, cuando me pareció ver por obvios pasan a veces inadvertidos, pero que, a través de la patolo-
que ella tenía interés por otro más que por mí, y que me había co- gía, muestran su valor en condiciones normales.
gido a mí como una especie de cebo con el que hacer rabiar al otro:
me pareció tonta, de tonta, es decir, de poco inteligente, y cursi, y a) El sentimiento del propio vigor. Hasta hace poco tiempo, la bi-
le tomé verdadera repulsión.» polarización fuerte/débil adquiría importancia en determinada edad,
sexo y lugar (la segunda infancia, en el varón y en colegio o calles). De
«Me gustaba la situación en que estaba. Me sabía querido y eso un tiempo a esta parte se ha extendido y el vigor por sí mismo tiene
me hacía sentirme grande, pletórico, alegre, hasta rendía mucho mayor relevancia psicosocial. El vigor corporal confiere a muchos se-
más... Si se puede llamar felicidad a esto, pues lo digo: era feliz... guridad, como si con ello incrementaran unas remotas posibilidades
Duró poco. Porque cuando tuve la certeza, más bien llamaría prue- de defensa ante un eventual ataque; pero, además, en muchos hay un
bas directísimas, de que no me quería, o que había dejado de que- componente exhibicionista del propio poderío. Sabemos hoy que en el
rerme, me hundí: no me concentraba en lo que tenía que hacer y muy generalizado uso de la cocaína un factor importante es el dotarse
no podía.dejar, los demás me notaban distraído, y además yo me de un incremento, aunque sea pasajero, del vigor corporal. Otro tanto
sentía desgraciado, lo que se llama un pelele...» puede decirse del abuso de los modernos antidepresivos, drogas del vi-
gor, al decir de la propaganda más descarada, a sabiendas de que con
«Estoy arrepentido de haberle dado lo que le di. Pero en aquel ello se responde a una demanda bastante generalizada.
momento me encontraba muy dichoso. Y entonces le vendí el co-
che, bueno, más bien se lo regalé. Le repito: me he arrepentido de b) Bienestar/malestar. Esta bipolarización en los sentimientos auto-
ello. Hasta me he enterado de que alguien se lo dijo: "Éste es el mo- corporales tiene lugar a partir de la percepción difusa del estado de
mento de que te venda el coche, porque hace tres días que es no- nuestro lisiologismo. Habitualmente, el sentimiento de bienestar pasa
vio de una por la que ha ido detrás de ella más de dos años sin que inadvertido; deja de serlo, sin embargo, en cuanto alguna circunstan-
ella le hiciera el menor caso".» cia rompe mínimamente la homeostasis, por ejemplo, la falta de sue-
ño, el cansancio, un catarro nasal. El sujeto vive el bienestar corporal,
La autodepreciación deprime lodo el sistema emocional (incluso el ctrando reaparece, con un sentimiento de plenitud de posibilidades, de
cognitivo en ocasiones), y se traduce a menudo en distimias* depresi- vitalidad, como decía Ortega, siguiendo en parte a Max Scheler.18 El
vas, otras en agresividad hacia los demás. No hay posibilidad de una sentimiento opuesto, de malestar, asalta en cualquier momento, y por
buena interacción con los demás si no es desde una confortable interac- circunstancias a veces tan minúsculas como una uña rota, un padras-
ción con uno mismo: ésta es una cuestión clave que no ha sido valora- tro, un picor liviano. Conviene tener en cuenta todo ello para entender
da suficientemente. La terapia psicoanalítica se propone como objetivo al hipocondríaco, atento a las más tenues variaciones del estado corpo-
que el sujeto sepa sobre sí mismo para lograr su racional aceptación ral (palidez del rostro o de la conjuntiva, alguna opresión en el tórax, el
(«donde era el Ello ha de ser Yo», decía Freud), lo que desde un punto pulso a un ritmo que no considera normal, etcétera). Con el senti-
de vista teórico es inobjetable: el saber es condición necesaria, pero no miento de malestar la vitalidad disminuye, desaparecen las «ganas».
basta. No todas las personas están preparadas para afrontar ese saber Los sentimientos de bienestar o malestar olrecen la curiosa particula-
sobre sí mismas y mucho menos para rehacer su estructura psicoló- ridad de poder ser referidos a un sector concreto del funcionalismo
gica tras ese descubrimiento. Una estrategia maximalista puede ser corporal (digestivo, respiratorio, etcétera), a una extremidad (hormi-
más perjudicial que beneficiosa, y tenemos experiencia de cómo en la gueos en brazos o piernas), o a un órgano (nariz, boca, ojo). En el bie-
psicoterapia de una neurosis puede surgir un brote psicótico provo- nestar y malestar - se modifica el estado de ánimo (euforización y de-
cado por la catástrofe emocional. sánimo, respectivamente). Si bien el malestar usual no tiene carácter
alarmígeno, un nuevo tipo de malestar que se añada al que ya se ex-
perimentaba «alarma» por el significado que podría tener como sín-
toma de un proceso patológico que se inicia.19

158 159
c) La estética y ai/esíélica corporal. El cuerpo como objeto estético, Una muchacha de 29 años viene a consulta por comportamientos
como hemos dicho, no está necesariamente, o únicamente, dolado de histéricos, qire se resuelven las más de las veces en agresividad a
signilicado erótico. La estética corporal tiene su autonomía en la me- lodos los del entorno, en rotura de objetos, en insultos, en crisis de
dida en que se es consciente de que el cuerpo es el instrumento de la «no poder sujetarla entre varios». «No lo puedo remediar», me dice.
expresión/apelación ante el otro. Por tanto se anhela, si no se posee, Con una actitud general pueril, la modulación del habla resulta tan
«un» cuerpo del que servirse elica/mente para la interacción. Un «de- artificiosamente aniñada que los hermanos, menores que ella, la
lecto» introduce una anhomeostasis constante y penosa hasta extremos desprecian sin recato alguno. Sé>lo para la madre se trata de una
impredecibles. Estatura v peso, como rasgos generales, color y tamaño enferma. Pero a solas, cuantío la hago hablar con la propiedad de
de los ojos, lorma de la nariz, el cabello, etcétera, suscitan o aceptación una adulta, me habla de «es que me odio..., nadie me quiere, lodos
o rechazo. El sentimiento de rechazo de la estética corporal es muv ilus- me consideran ridicula, pero sobre todo tengo un pecho pequeño y
trativo del electo de irradiación que posee sobre la totalidad del siste- nadie se lija en ellos, y además un culo gorxio, al que sí miran... Si
ma emocional del sujeto. Un delecto corporal (o que se considere tal, se fijan en mí es en mi culo, y seguro que se líen de mí».
para el caso es lo mismo) es un delecto de «todo» el cuerpo; luego de
«todo» el sujeto. En otro orden, la postura, el modo de caminar; la ges- Una señora casada, de 56 años, estrepitosamente vestida, se ha so-
ticulación son reveladores de distinción o indistinción, de dilerencia- metido a 33 intervenciones de cirugía plástica con linos estéticos.
ción o vulgaridad, con su proyección al entorno por las connotaciones Tras la última de ellas, para eliminar el resultado de unos múscu-
sociales (por ejemplo, de clase y estatus social) que poseen. los abdominales flácidos, ha experimentado una terrible crisis: con-
La valoración del cuerpo o de alguna de sus características no sidera estar' peor' qrre antes, la succión del tejido adiposo ha dado
siempre se corresponde con la valoración que los demás hacen de él. lugar a un faldón de la pared abdominal que le cubre hasta parte
Las hace el propio sujeto y basta. El rango irracional del sentimiento del pubis. Ha litigado contra el cirujano, sin resultado hasta ahora.
se pone de manifiesto de manera visible en esta circunstancia que el Lo peor para ella es que no encuentra cirujano alguno que acepte
sujeto considera especialmente valiosa: a quien considera que su nariz reintervenir. En una etapa en la que debió considerarse ya vencida
o su boca o pechos son poco o nada agraciados no le importa la opi- y había cesado en su pugilato con el cirujano que la intervino tan
nión contraria de los demás. Sólo al propio sujeto importan hasta la desafortunadamente, hizo un grave intento de suicidio mediante la
angustia uno o dos kilos más de peso, o su cahicie, o unos pabellones ingestión de antidepresivos.
auriculares despegados, o una determinada moiiología de las mamas,
estadísticamente ¡rrelevantes. Es evidente que con un cuerpo que se d) Aburrimiento/entretenimiento. El aburrimiento no es un no sen-
considera cid lioc se incrementa la seguridad y mejoran las posibilida- timiento, sino el sentimiento opuesto al entretenimiento. En éste, el
des generales de interacción. sujeto sale abiertamente de sí mismo. En ocasiones, se buscan situa-
ciones que provoquen entretenimiento, como lorma de satisfacer' el de-
«La intei-vención sobre la nariz de L, una muchacha de 19 años, ha seo de salir de sí, es decir, dejar de experimentar sentimientos que a
sido fundamental», nos dice la madre. «Antes llegó a estar' meses veces son ele pesar (preocupaciones) o de gravedad (ocupaciones). De
sin salir, o salía al atardecer para hacer lo que era imprescindible aquí la necesidad de estar' entretenido con algo que le sustraiga del
y siempre por las calles más vacías v oscuras... Le daba vergüenza sentimiento que gravita sobre él. Por el contrario, en el aburrimiento
de su nariz, y eso que vo le decía que era una exageración, que ha- el sujeto se siente insuficientemente provocado por los objetos de su
bía muchas con nariz lea de verdad y que iban a todos lados sin entorno; ninguno de ellos es capaz de inducirle un sentimiento que
importarle nada ni nadie... Ella no. Nos tenía odio, sobre todo a mí; sustituva al aburrimiento. A veces, el aburrimiento se constituye en ob-
tenía una envidia que no podra contener' a la hermana mayor, vo jeto de deseo, como es el caso do quien, constantemente ajetreado, es-
creo que porque tenía novio. No tenía amigas, dejó los estirdios timulado por objetos que tampoco le provocan en exceso y que, en
porque decía que no quería ser la irrisión de los demás... Ahora el consecuencia, a la larga le producen latiga, «sueña» con gozar del abu-
cambio es total, aunque todavía no se siente segura respecto de los irimiento. Es lo que decía Flaubert: «No tengo más que un inmen-
chicos, pero cada vez va desapareciendo esta inseguridad, sobre so, insaciable deseo, un terrible aburrimiento y un constante bostezo»;
lodo con chicos que no la han conocido antes. Quiere estudiar, las o Kaudolaiie: «No saber nada, no aprender nada, no querer nada, no
i elaciones con la hermana han cambiado totalmente, se arregla, sentir nada, dormir v después volver a dormir: éste es hoy mi único de-
cosa que antes había terminado por abandonar.» seo, hílame, icpulsivo, pero sincero».-1" El entretenimiento a su vez

160 161
plantea en ocasiones sentimientos morales, cuando se trata de una
identificable a altas horas de la noche, la sombra que se ha deslizado
huida hacia el goce constante del esteta y del gozador (Kierkegaard),
cerca de nosotros y no sabemos de quién puede ser. La perplejidad
el frivolo por antonomasia. El entretenimiento como huida del aburri-
va acompañada en estos casos de la experiencia de lo terrible, de lo
miento se convierte más bien en agitación motora que en interés pro-
siniestro. 2 ' Mucha literatura de terror se inicia con el relato de lo in-
piamente dicho por los objetos.21
descifrable. 24
e) Sosiego/inquietud. El sosiego, la ataraxia de los griegos, es un sen-
timiento muy distinto al del aburrimiento. Así como el aburrimiento
pesa, el sosiego es una situación en la que no es previsible el sobresalto, 9. Estructuras emocionales
esto es, que un determinado objeto depare un sentimiento abrupto,
agudo, penoso o placentero. El sosiego viene o bien tras un pasado in-
Hablo de estructuras emocionales y no caracteriales. Me interesa
quieto («por tin...», se dice después del mismo), o bien porque el pasado
subrayar ahora que el fundamento de las que calificamos de caracte-
y el presente va no pueden alterarnos. En este caso, el sosiego se liga
riales radica en el subsistema emocional, y que es éste el que, en la
con una conciencia moral en regla. Lo opuesto al sosiego es la inquie-
medida en que constituye el terreno sobre el que incidirán los objetos
tud, la intranquilidad, la persona que en cualquier momento puede ser
provocadores de nuevos sentimientos, decidirá en buena parte su res-
sobresaltada a partir de la presencia de objetos que muy probablemente
puesta. La experiencia terapéutica inclina a pensar que estas estructu-
perturban la homeostasis tan precariamente lograda. La inquietud es
ras emocionales, rigidificadas en la edad adulta, se consolidan en parte
ansiedad, y el sujeto inquieto, un sujeto ansioso.
como módulos desde la infancia. Cualquier experiencia emocional que
reputamos nueva es la de alguien con muchas previas, algunas de ellas
/) La perplejidad. Aunque la experiencia acerca de la «lectura» de análogas. En su mayoría no derivan de relaciones con objetos exter-
los propios sentimientos muestra la insuficiencia de nuestros instru- nos, sino con representaciones y fantasías, como señaló Freud, es de-
mentos evaluativos y la incapacidad para descripciones suficientemen- cir, de relaciones con objetos internos, unas veces evocaciones de
te finas, cuando experimentamos una emoción podemos cuando me- situaciones antes vividas, otras de situaciones imaginadas. En este sen-
nos decir qué objeto es el provocador y cuáles los motivos inmediatos tido, el ser humano se comporta como algunos de los que luego se ha-
de la misma. Sin embargo, con frecuencia, un objeto nos depara un rán fóbicos. La fobia a los ascensores no necesariamente deriva de que
sentimiento de perplejidad, bien porque no es claramente denotado, haya habido una experiencia empírica con ascensores en los que se
bien porque no sabemos exactamente qué significa, qué hace ahí, para quedara encerrado, pero sí de una fantasía de este tipo.2S
qué está, quién lo puso o no, etcétera. En algunos enfermos somáticos
Las estructuras emocionales están todavía por estudiar suficiente-
aparece la perplejidad cuando no saben con precisión la significación
mente, incluso con los parámetros del selfa que he hecho mención. Es-
del síntoma que acaba de aparecer. Así ocurre en algunos enfermos de
tos módulos emocionales son como incrustaciones en el sujeto, que se
migar pectoris:
mueve entre estas cuatro categorías: seguridad frente a vulnerabilidad;
rigidez frente a flexibilidad. En un carré semiottque se trataría de lo si-
«A la una de la madrugada estaba en casa y me metí en la cama guiente:
enseguida. Al poco tiempo de estar extendido, sentí que sobre la
parte alta de mi pecho se producía como una barra que afectaba la
Seguridad No-seguridad
región del corazón... Al principio este dolor no fue muy fuerte, sino
vago y mortecino. Llegué a pensar si este dolor no sería una con-
secuencia climática —del nortazo que habíamos presenciado tan
Flexibilidad -• No-flexibilidad
irruento—. Yo crecí mucho en el clima. El dolor se acentuó ense-
guida con la aparición sobre el esternón de una clase de dolor de
v sus cuatro posibilidades: 1) seguro y flexible, 2) seguro y no flexible,
forma triangular —un triángulo invertido, con la base en la nuez
}) no seguro y flexible, y 4) no seguro y no flexible.
del cuello y la punta sobre la barra delantera del tórax».22
La experiencia autobiográfica marca hasta el punto de hacer del
sujeto, va en la segunda infancia, alguien a quien definir como seguro
Más interesante es la perplejidad ligada al miedo que sobreviene o vulneiable, llexible o rígido. Es consecuencia del efecto-bucle reite-
cuando somos provocados por objetos imprevisibles: un ruido no i ,i(lo, bien porque las expeí ¡encías traumáticas o exitosas lo son, bien
162 161
porque el sajelo vive anticipadamente el miedo al fracaso o la seguri- 4. No seguridad/No flexibilidad. La inseguridad es más radical v tie-
dad del éxito. De una manera genérica, útil como punto de partida ne que ocultarse v protegerse mediante la terquedad. Son sujetos que
para la comprensión de estructuras emocionales, el perfil de cada una se acorazan ante los demás para esconder la profunda inseguridad.
de estas estructuras en el adulto es el siguiente: No se apean jamás de sus puntos de vista, ante el temor de no poder
superar una grave anhomeostasis, la que se derivaría del cuestio-
1. Seguridad/Flexibilidad. La seguridad permite tanto el encuentro namiento total de su tabla axiológica. Reducen sus experiencias en la
como la búsqueda de los objetos, sin miedo a que la anhomeostasis realidad, para así no cuestionarla. 2 "
traspase límites tras los cuales podrían surgir catástrofes (crisis de an-
gustia, puntos de partida de fobias, crisis depresivas, incluso psicóli- Casos
cas). La seguridad básica sitúa al sujeto en un círculo benéfico desde Esta taxonomía se ha mostrado, como dije antes, muy útil para la
el que las situaciones emocionales serias son mejor afrontadas. Tam- intelección de la patología del sujeto —la psico(pato)logía propia-
poco las anhomeostasis que traspasaran los límites por arriba provo- mente dicha— \, en último extremo, para sir aplicación a la clínica psi-
carían anástrofes (eutoiias, hipomanías, expansiones indebidas). Una quiátrica. Como situación extrema tenemos el delirio, que es la susti-
ventaja añadida es la flexibilidad, o sea, la capacidad para modificar tución de la identidad psicosocial del sujeto por otra, que la suplanta
sustancialmente, a través de nuevas y decisivas experiencias, las bases \ que sólo él reconoce 27 (el delirante se diferencia del impostor en que
sobre las que se sustenta la estructura emocional. Todo ello facilita la se cree la identidad que adquiere). El rombo del self permite una cla-
posibilidad de comprender la estructura emocional de los demás, el silicacion plausible de la temática de los delirios.¿í" Pero en un estadio
imaginar la situación del otro. La organización axiológica de la reali- anterior al delirio, como una forma de predelirio, y que usamos cons-
dad y de sí mismo permite toda suerte de inflexiones que pueden con- tantemente en nuestra vida de reacción, está la racionalización, una
trastarse con las de los demás. A mi modo de ver, sería el múdelo de manera de adobar' el razonamiento para defendernos del choque que
vida emocional adulta y madura. representa el enfrentamienlo con la realidad de nosotros mismos. La
racionalización es uno de los mecanismos de delensa más sugestivos,
2. Seguridad/No flexibilidad. La rigidez revela una defensa frente al poique, dentro de lo que llamamos demasiado laxamente normalidad
cuestionamiento posible —aunque remoto— de su seguridad. El se- mental, permite un reajuste consigo mismo, una homeostasis interna
guro y además rígido se convierte estructuralmente en poco dúctil para y la evitación —por lo menos de momento— de una crisis anhomcos-
la interacción, precisamente porque la vive en alguna medida como I ática.
amena/a y adopta ante ella una formación reactiva: la hiperseguridad. A continuación expongo de manera sucinta algunos casos que con-
Hiperscguridad fíente a los demás, con lo cual, desde el primer mo- sidero ilustrativos de la dinámica alo y autoemocional.
mento, se eleva a una posición superior a la del interlocutor; al mismo
tiempo, se hace impermeable, poco dúctil. El sujeto mantiene la ho- R es un médico de 32 años de edad, casado.''Consulta por un pro-
meostasis a costa de la privación de lodo aquello que de antema- blema de impotencia, pero él está convencido de que se trata de un
no teme que pueda perturbarla. No existe ansiedad ni depresión, pero problema selectivo con su mujer. Desde hace meses no tienerr rela-
sí una suerte de coraza defensiva ante los demás. La seguridad ha sido ciones sexuales, las elude, bien acogiéndose a diversos motivos,
una conquista hecha a pesar de circunstancias adversas, y ahora la de- como el cansancio, bien acostándose más tarde o antes que ella. Si
fiende con la rigidez. Con otras palabras, no está dispuesto a qire se la a ella le interesa alguna película de la televisión, entonces él dice que
cuestione; antes prefiere la privación de nuevas experiencias. La orga- no le interesa y, además, que se siente cansado y se acuesta antes; y
nización axiológica se caracteriza por la rigidez de su tabla de valores. a la inversa. Se despierta muchas veces con erecciones, pero nunca
ha tratado de provocar un encuentro con la esposa. Más bien se ha
3. No seguridad/Flexibilidad. La flexibilidad deriva de la inseguridad. entregado a fantasías que culminan con una masturbación. En las
Se trata de sujetos que parecen flexibles, pero que en realidad son sim- lantasías juega a tener relaciones con niñas de tres o cuatro años a
plemente influenciables y se hallan a merced de la organización axio- las que acaricia sus genitales al mismo tiempo que les coloca el pene
lógica de los demás, de los cuales podrían obtener el apovo y una ma-
yor seguridad en sí mismos. La seguridad, pties, se la dan los demás. Se 1
I os dalos IOIH icios son siempre inexactos, pero se ofrecen en sustitución aque-
líala de sujetos que están lejos de la vida emocional adulta y madura. llos (]iie pueden il.ii idea del estatus social del sujeto, cuando es relevante para la his-
loi i.i en i tiesl ion

164 I6S
erecto en su boca o en el ano. En su práctica profesional se ha sen- como si no se atreviera a echarse encima de los otros; él es distinto,
tido alarmado. ¿Podría hacer algo de este tipo mientras explora a le falta naturalidad..., bueno, eso es lo que pienso yo».
una niña ante la madre? ¿Habrán advertido su especial interés por
los genitales de sus pequeñas pacientes y qué significación le pue- M es una asistenta social, competente, cumplidora. Desde niña se
den haber dado? Ha adoptado una conducta evitativa a este respecto ruboriza intensamente en cuanto se le exige hablar. Mas aún, claro
en su ejercicio profesional. Pero no en su vida familiar. Cree ser ob- es, cuando se trata de alguien con quien no tiene confianza alguna
jeto de sospecha y alarma por parte de su cuñada ante los excesivos o la tiene escasa. Pero aun con sus amistades, siempre del mismo
cariños prodigados a su hija. Se considera un perverso. «Soy per- sexo, le ocurre lo mismo: se dirigen a ella y es como si se sorpren-
verso en potencia, porque jamás he hecho nada, pero lo pienso y lo diera, y entonces se violenta porque nota que le sube el rubor. Por-
deseo... Pero no quiero desearlo, quisiera quitarme el pensamiento que en el grupo ella no habla. «Jamás», dice, «he tenido yo la inicia-
de encima, porque se me viene una y otra vez... He pensado en Le- tiva de empezar a hablar de algo; si he hablado, y escasamente, ha
wis Carroll, ese profesor inglés que retrataba a niñas: ¿cómo pudo tenido que ser después de que alguien iniciara el tema y la conver-
pasar inadvertido? Debía de sentir los mismos temores que yo y se- sación... Sé que me consideran como un bulto, me doy cuenta de que
guro que no hacía nada más que los retratos...» se prescinde de mí, porque hay algunas que se dan cuenta de que yo
estoy y entonces, de manera clara, se dirigen a mí como querien-
J es un joven de 19 años, más bien tímido, con escasas relaciones do estar atentas conmigo y compadeciéndome... No puedo vencer-
con muchachas. Nunca ha tenido relación sexual alguna. Viene con me, es imposible. Sé que me consideran buena, pero si pudieran
la pretensión de que le digamos que no es homosexual. La razón prescindirían de mí, y de hecho algunas veces no se han acordado
de ello: un sueño en el que estaba en la cama abrazado a un herma- y no me han llamado para ir a algún sitio...» (?) «Me gustan los chi-
no suyo algo menor, al que acariciaba luego sus genitales. «Era mi cos, me ha gustado uno que jamás podría imaginar que me ha gus-
hermano, aunque su cara no era la de él, pero sé que era mi herma- tado, porque no he hecho nada porque lo pudiera adivinar, me re-
no; luego parece que se convertía en un compañero de estudios de fiero a gestos, a dirigirle la palabra, y se me ha ido quedándome
la universidad con el que nunca he hablado, pero que me doy cuen- con el secreto.»
ta de que siento interés por él, vamos, que me interesa, pero no des-
de el punto de vista sexual.». «No me atraen los hombres y me pre- S es soltera, de 45 años. A la pregunta de si se acepta a sí misma
gunto cómo me ha podido venir esto.» (?) «Sí, si se puede decir que —después de dos entrevistas— responde que no. No se gusta desde
cuando yo era pequeño un tío mío, de unos 14 años, me tocaba en el punto de vista físico, y eso la ha retraído. «Pero sobre todo yo
mis genitales y yo me dejaba, yo no decía nada, no dije nada a mi creo que se me ha considerado antipática... Debe notárseme en la
madre (hermana del adolescente), pero debía pensar que había algo cara. Soy antipática porque, no lo puedo remediar, pienso siempre
malo, porque yo pensaba que si se lo decía a mi madre pasaría mal de los demás... He sido desconfiada, y eso se nota. Si se me
algo.» (?) «De esto no me había vuelto a acordar más que ahora, acercaba algún chico cuando era joven pensaba que a qué venía, o
cuando he tenido este sueño.» Tiene una gran angustia. Ser homo- por mi dinero o para aprovecharse de mí, nunca con buena inten-
sexual es para él una aberración, y ahora está preocupado porque ción... Pero lo mismo me ha pasado con amigas. Tengo alguna
se le puedan notar algunos rasgos que para él hayan pasado inad- buena amiga, cuando ya estoy convencida de que es de fiar, de que
vertidos, como el hecho de que no haya tenido novia ni relación se- no me puede hacer alguna faena.» (?) «Alguna vez he pensado mal
xual, que no hable de chicas con sus por demás escasos amigos, hasta de personas de las que no puedo tener motivos, por ejemplo
quizá su tono de voz... «¿Tengo un tono de voz normal?... No sé si de mi padre. Eso me hace indeseable, no quisiera ser así, una debe
se me nota algún gesto de que no soy normal, creo que no... Pero pensar después de que los demás hagan lo que sea, y entonces juz-
desde luego tengo que reconocer que no soy lo que se dice muy vi- gar; pero es que yo pienso que la mala soy yo, porque no puede ser
ril, o sea, que no estoy preocupado por ligues y cosas así.» En la lá- lodo el mundo malo, quiero decir, con mala intención... Eso me ha
mina 9BM. del TAT: «Estos están todos muy juntos, encima unos traído el estar donde estoy..., en el fondo estoy sola, yo creo que me
de otros, cansados, durmiendo la siesta... lodos menos uno, que pa- quiere poca gente... Y eso que cuando me conlío me desvivo por
rece que observa a los demás: además, éste tiene un aspecto dis- quien sea y entonces se dan cuenta de que no soy como aparento
tinto a los otros, es como más fino, más delicado, los demás son a primera vista.»
muy bastos, éste es un delicado, y se dedica a mirar porque es

166 167
Hacia el año 54 consultó conmigo P un hombre casado, de 42 años. gen le llevó, primero, a un progresivo apartamiento del grupo;
En el 36, en plena guerra civil, se le avisó de que los lalangistas po- luego, a pedir un traslado que hacía completamente imposible el
drían ir por él. «Se ha hablado de ti en la Jefatura; ten cuidado», le reencuentro con los del grupo. No se ha sabido más de él.
elijo, con gran reserva, v garantizándose el silencio, un amigo con
el que él apenas si había tenido relación antes. «Me di cuenta de I es una muchacha ele 18 años, con novio. Viene con la madre.
Cjue era una buena persona, no un amigo, porque apenas si lo ha- Hace año y medio mantuvo una dieta severísima (perdió 10 kilos el
bía tratado... Él no tenía nada que temer, aunque avisarme era de primer' mes; pesa 48). Ahora come vorazmente, pero de inmediato
por sí peligroso, por eso me pidió que le diera mi palabra de honor se provoca el vómito. Tóelo surgió un día concreto, en la plava. Aun-
de que no diría nada... Él fue expresamente a mi casa, recuerdo que que ya tenía novio, un chico del grupo le atraía por su personali-
venía con el uniforme de Falange; yo bajé al principio asustado, dad dentro ele él. Estaban jugando a meter" los chicos la cabeza por
porque yo no me había apuntado ni a Falange ni al Rec^ueté, v ha- la entrepierna de las chicas y de ese modo, una vez erguidos, ir am-
bía que hacerlo, si no se era "desafecto" al Movimiento Nacional v bos hacia el agua v penetral' en el mar. Pero ele pronto se oyó la voz
podía pasar cualquier cosa, desde la cárcel al paredón. Cuando des- de ese líder: «a I no, que pesa mucho». No es descartable que lo hi-
pués de consultar con mi paelre fui al cuartel de Falange para apun- ciera como forma de vengarse ele que ella no respondiera a sus in-
tarme como voluntario, me preguntó el jefe que por qué no había sinuaciones. Pero en cualquier caso surtió electo. I se quedó en la
venido antes, que si es que sabía que se me buscaba o se pregun- arena, ahora echada; poco más larde se vistió y se marchó a su casa
taba por mí... Me miró tan lijamente que me entró mucho miedo. sin que llamara la atención de los demás. La madre refiere el mal
Le confesé que me lo habían dicho y no tuve más remedio que de- humor' con el que entró. No dijo qué le pasaba. Durmió mal y desde
cir quién. El jefe tocó un timbre que tenía sobre la mesa, vino un el día siguiente comen/ó una dieta de inanición. Perdió el apetito.
falangista y pidió que inmediatamente viniera aquel que me había Después ele una temporada de anorexia, volvió a comer, de manera
avisado. Lo buscaron y vino. Al principio negó ser él; luego, no tuvo compulsiva. Lo que resalta ante todo es la depreciación de la ima-
más remedio que confesarlo. El jefe se dirigió a él para decirle que gen de su propio cuerpo, especialmente en lo que respecta a la obe-
se le vigilaría a partir de entonces... No lo he pasaelo peor en mi sidad (c)ire no existe objetivamente), señalándose especialmente las
vida: tenía mucho miedo y, luego, cuando llegó el que me había avi- caderas que considera que sobresalen excesivamente ele sus hom-
sado, no sabía adonde mirar, le vi con una cara en donde se re He- bros. «Me he dado cuenta ele que soy un poco monstruosa..., ele
jaba el miedo y, no sé, el desprecio o el deseo de vengarse de mí, pronto en las caderas me salen bultos, sobresalen de las piernas...,
no sé qué pasaría por su cabeza... Yo no me he repuesto desde en- es una anormalidad.» En la lámina M del THP: «Ésta es una mu-
tonces.» jer' a la que no se le \ e el cuerpo; además mira para abajo, como
para el suelo; se avergüenza de ella misma... La caía es ele una mu-
M es un profesional liberal que durante el Iranquismo adoptó una jer gorda, obesa, como si tuviera los molletes como tortas... es
posición alín a grupos intelectuales de oposición. Estábil casado \ anormal. No se le ve el cuerpo pero se tiene que corresponder con
con dos hijos pequeños. En las reuniones de giupo, a las que se asis- la cara v debe tener1 unas piernas como barrotes v una bar liga sa-
tía en pareja, M mantenía una posición de relevancia intelectual liente...»
aparente, porque casi siempre su intervención era un parafraseo
de las opiniones del miembro más destacado, al que seguía casi en Las catástroles de la identidad aparecen con frecuencia, como se
todo. E,s más, si tenía que señalar' su discrepancia, siempre lo ha- ha visto, a partir de experiencias vitales que la cuestionan grave e irre-
cía con reserva, como pidiendo permiso a su «mentor», como lúe ca- versiblemente. En alguna ocasión, la catáslrote irrumpe en la psicote-
lificado por los demás, celosos y molestos por la mimesis de M res- rapia, v muchos psicoterapeutas tienen en su haber la experiencia dra-
pecto del líder. Entre otros temas, muchas veces se había suscitado mática ele cómo el paciente, sin lormación psicótica alguna que
el de la utilización del fútbol como espectáculo para la enajenación permitiera sospechar' el diagnóstico de una psicosis incipiente, se de-
de las masas... Tras una crisis matrimonial, en la que M reprochó scslructura agudamente tras el desvelamiento, sin posibilidades de ra-
a su pareja sus coqueteos con uno de los componentes del grupo, i ¡onali/ación, ele una experiencia que creía olvidada. En mi libro La
ella hizo ver a varios la falsificación de la identidad de M: ocultaba culpa he descrito el caso de una crisis brutal ele ansiedad en un pa-
su pasión v erudición futbolística y la lectura en secreto de los pe- ciente cu el c|iie, sin esperailo, surgió la evocación ele la negación ele
riódicos deportivos As, Marca, etcétera. La destrucciém de la ima- i ce < me >i ¡miento de un i ompañero ele armas ejire iba a ser ejeculaelo (el

168 Id')
reconocerlo ante los demás podía ser arriesgado para él, sospechoso por ejemplo, a través de actitudes de aparente seguridad y hasta supe-
de veleidades izquierdistas anteriores a la sublevación de 1936). rioridad. El pedante, el chulo, el moralista, el cursi... son formas este-
reotipadas de conducta que tienen como función defenderse de ante-
F es una muchacha de 19 años, obsesiva, repleta de escrúpulos de mano, ostentando una identidad opuesta a la que él mismo se
conciencia, con la idea constante de pensamientos impuros que se reconoce. Esta seudocompensación tiene mucho de impostura, cuando
le imponían a su pesar, y en la que la administración del TAT dio no de falsificación manifiesta, que acaba por representarse con tanta
lugar, después de horas, a una crisis psicótica aguda, con delirio de iamiliaridad como pava poderse decir de ella —en expresión colo-
influencia demoníaca, alucinaciones auditivas, y en el discurso in- quial— que es una «segunda naturaleza»; 3) la autoprivación, la inhi-
coherente, fragmentos del mismo se referían a que ella era la ma- bición mayor o menor de nuevas situaciones, o sea la huida de nuevos
dre de Jesucristo, «virgen y pura». El choque tuvo lugar en la lá- conflictos que puedan acentuar y/o exteriorizar la deficiencia que se re-
mina 5, con un sentimiento de perplejidad que le hizo apartar sin conoce.
violencia la lámina y bloquearse después de esta respuesta:
«¿Qué mira esta mujer?... Eso es lo que no sé, pero mira a alguien
como a mí me pueden mirar... a ver qué se hace, si se hace algo
malo... se figura que puede hacer algo malo alguien que está sola
ahí, en el cuarto, y ella entra de pronto...».
Cuando se repuso, en la lámina 11, con una gran angustia: «Esto
es como debe ser el infierno, los monstruos que salen de las rocas,
esos demonios que le impiden a una pasar el puente... ¿Y por qué
están como embozados? Algo traman, la ruina, debe ser provocar
la ruina».
La lámina 13 precipita la angustia: «Éstos han hecho algo malo, él
la ha matado después de haber hecho cosas malas con ella, y ella
se merece morir, está muerta, con el brazo caído, el pecho descu-
bierto, como se quedó ante él... Es el castigo».
No se pudo continuar la administración del test.

10. Dinámica de la estructura emocional


Las estructuras emocionales consolidadas derivan de la dinámica
que el sujeto sigue en su interioridad, y desde luego con inmediata re-
percusión en las interacciones, respecto de las experiencias habidas. Si
la relación sujeto/objeto la hemos considerado como conflicto, solu-
cionable con éxito o con fracaso, es el efecto bucle —generador de me-
tasentimientos— el que va a constituirse en la fundamental fuente de
experiencia ulterior.
Un conflicto que se resuelve con éxito incrementa la seguridad en
sí mismo y respecto de las nuevas relaciones sujeto/objeto, es decir, los
nuevos conflictos. Pero si culmina en lracaso, el sujeto tiene tres posi-
bilidades: 1) compensarlo (en parte o en todo) mediante nuevas rela-
ciones de objeto o relaciones con nuevos objetos que le deparen el
éxito y restauíen la anhomeostasis; 2) seuctocompensarlo mediante la
adopción de actitudes que escondan el lracaso de la forma más eficaz,

170 171
9
El discurso verbal
en el universo sentimental
1. Expresar y decir
Los sentimientos no se dicen; se muestran. Esta afirmación repre-
senta una idea generalizada acerca de la incapacidad o de las limita-
ciones del lenguaje verbal para transmitir los sentimientos. 1 El len-
guaje emocional —se afirma— es sobre todo extraverbal.
Desde luego existe una evidente distancia entre lo que «dice» la
expresión y lo que «dice» el lenguaje con respecto a la emoción. La ex-
presión, en casos de emoción intensa, parece reflejar sin mediación al-
guna lo que se siente. De ahí que el cómo y el cuánto se expresa se
lomen como indicadores de cómo y cuánto se siente, e incluso se juz-
gue la permanencia del sentimiento a través del mantenimienlo de la
expresión. Estas constataciones corresponden a una teoría digamos
vulgar o cotidiana de la vida afectiva y requieren importantes matiza-
ciones. En primer lugar, al experimentar un sentimiento éste se ex-
presa, v el interlocutor nota la expresión y reconoce en alguna medida
su significado. Prueba de ello es que empaliza o no, según la considere
veía/ o mendaz. En el capítulo 4 hicimos referencia a la observación
daiwiniana del reconocimiento innato de determinadas expresiones
por el recién nacido, así como al aprendizaje posterior de otras expre-
siones, es decir, que aprendemos a «leer» en el rostro del otro y a «es-
cribir» en el nuestro; 2 en segundo lugar, aunque la simulación senti-
mental es más difícil con la expresión que con la palabra, tampoco es
imposible (representación dramática, simulación, sobreactuación). Por
lauto, el lenguaje extraverbal no es necesariamente veraz, y por otra
paite, como veremos, el lenguaje verbal sirve para algo más que el
mero informar lo que se siente.
Es obvio que el habla humana no es equiparable a la de un robot,
que se emite sin variaciones de tono o de ritmo. l Hablar es siempre ha-
blai ele una determinada manera, con una entonación particular, con
un ritmo que va ajustándose a medida que el proceso comunicativo se
desarrolla, con un juego de pausas y silencios, con el uso del énlasis
i liando así convenga a las intenciones del hablante. Si estos demonios
acompañan a cualquier discurso, hav que admitir que el lenguaje vei-

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bal nunca informa de manera neutra, aséptica, sino que modula expre- MÓn es sólo indicio del sentimiento que se experimenta. ¿Cómo es
sivamente esa información. Esta presencia de laclóles expresivos se in- posible entonces hacer que el interlocutor acepte como veraz lo que
crementa en cantidad y cualidad cuando el discurso verbal se utiliza decimos sentir? En pocas palabras, ¿cómo hacer' creer' que lo que sen-
para describir o explicar estados emocionales. 4 limos es verdad? Para hacer que se nos crea hay que adoptar una es-
La lorma de manilestación de los sentimientos tiene que ver tam- trategia en la que expresión y dicción se acoplen sabiamente. Cuando
bién con su intensidad. En las etapas prolo \ presentimentales la emo- la expresión de los sentimientos coincide con lo que se dice sentir; la
ción se dispara de manera intensísima e incontrolable v se traduce en i rcdibilidad se incrementa: cuando alguien, al hablar de la tristeza que
signos extraverbales (gestos, actitudes corporales, movimientos, llanto, siente por la pérdida de un ser querido, deja de hablar para sumirse
risa). Lo mismo sucede en las situaciones en las que se experimen- en el llanto, se tiene la impresión de que las palabras estot ban o son
ta una angustia o una triste/a prolunda: las palabras «no salen del insulicientes. Cuando esto no ocurre, v hay disociación entre lo expre-
cuerpo» y, si lo hacen, brotan entrecot tadas, sin una articulación gra- sado \ lo dicho, se tiende a no creer al hablante. Como alirmaba Geor-
matical o semántica. El sentimiento actual, en directo, posee tal luer/a ¡.'e H. Mead, cuando el sentimiento se expresa pasa de hecho íntimo a
que bloquea el resto de las actividades del sujeto, especialmente las publico, que espera ser compartido. Mejor dicho, lo dispone de lorma
cognitivas, por ser las más complejas. s Sin embargo, superadas la pena que sea aceptado \ compartido. El recurso al lenguaje verbal acontece
o la angustia, es posible describirlas verbalmente 11 porque el objeto en situaciones en las que no podemos expresar el sentimiento de refe-
evocado ha perdido gran parte de su fuerza emocional. 7 El problema, teticia, por ejemplo, cuando nos referimos a sentimientos pretéritos
pues, remite a la incidencia del sistema emocional sobre el cognitivo. que ahora no experimentamos (miedo, dolor, pena, alegría que tu-
Para que ambos se complementen y funcionen sin perturbarse recí- vimos), o cuando resultaría impropio e inadecuado dar rienda suelta
procamente, la emocié>n debe mantenerse en un grado de intensidad .1 la expresión. En términos generales, puede decirse que si el senti-
que permita su control por parte del sujeto. De ahí que la manifesta- miento se expresa sobran las palabras, y si éstas se añaden la credi-
ción verbal de los sentimientos requiera un distanciamiento espacial bilidad se perturba, se «estropea». Las palabras, pues, parecen tener
y/o temporal del objeto provocador: La mayoría de los pacientes que tomo misión, en lo que concierne a su utilización como discurso de
consultan por sus crisis de angustia no la su fien en ese momento los sentimientos, dai información: 1) sobre sentimientos que no sería
—aunque la temen— y por eso pueden recordarla \ describirla gene- pertinente expresar; 2) acerca de sentimientos que se vivieron con an-
ralmente con detalle' 5 terioridad pero no ahora y que sólo es posible describir como expe-
Se denomina lexitiiriia*'' la capacidad del sujeto para traducir en i leticia emocional pasada: y 3) como medio de sobreactuación, aña-
palabras sus experiencias sentimentales. De otra lorma: es la lormula- diendo i\n plus a la expresión. La credibilidad del discurso emocional
ción verbal de la cognición del sentimiento (pero no pertenece al sen- está en función de la espontaneidad que se le confiere al verbal v ex-
timiento, como sí le pertenece la expresión extraverbal). Revela la or- liaverbal, más a este último que al primero. Pero, como quiera que la
ganización emocional y la conciencia de ella y es parangonable a la exptesión es controlable y, a la inversa, en el discurso verbal se in-
organización axiológica de la realidad exterior' por paite del sujeto. Si ii ustan componentes prosódicos que pertenecen de hecho al lenguaje
esta última, como vimos, es la lormulacion verbal de la organización expiesixo, lo decisivo para la credibilidad es que ambos estén en la
subjetiva de la realidad exterior, la lexitimia lo es de la realidad in- pioporción debida, la que se espera del sujeto, la que se debe ante el
terna, la del propio sujeto: lo que el sujeto sabe y conoce respecto de interlocutor y la que podemos y debemos en el contexto.
sus lormas de sentir; Si en la organización axiológica de la realidad ex- Además existe el problema de la «naturaleza» misma de la expe-
terna es el sujeto el que se provecta emocionalmente, ahora es la pro- i iencia emocional inédita, por ejemplo, el primer enamoramiento. ¿Pue-
yección (también emocional) del sujeto sobre sí la que posibilita (o no) de inlormarse acerca de lo que sentimos de la misma manera que
explicar lo que se siente. Cuando el sujeto se muestra incapaz de des- de lo que pensamos, soñamos, imaginarnos o lantaseamos? Los senti-
cribir su experiencia emocional {alcxitiiuia), el abordaje de ésta ha de- mientos, en tanto objetos de la experiencia, son objetos internos —lo
hacerse de manera indirecta, porque la resistencia del sujeto a saber liemos dicho lepetidamente—, y hablamos de ellos. Pero ¿hablamos
de sí es el recurso de que se vale para subsistir, aunque sea en una pre- ionio de los restantes objetos internos o externos? Lo que afirmamos
caria e insegura homeoslasis. de los sentimientos respecto de su ambigua \ subjetiva relereneialidad,
Otro aspecto importante del discurso sentimental apunta a la cre- también puede aplicarse a una experiencia empírica cuando reviste
dibilidad. Como experiencia, los sentimientos pertenecen (salvo en lo i.uacleies tic única. ¿Que garantías de veracidad o de exactitud exis-
que concierne a la expresión) a la intimidad, v, por otra parte, la expre- ten i especio tle una inhumación acerca de algo empírico sobre lo que

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nadie más ha tenido aún experiencia? Si los platillos volantes existie- cerlo, porque después me entra mucho malestar, me encuentro mal,
ran y P hubiera sido el primero y único en haberlos observado, ¿cómo me irrito conmigo misma y con los que me rodean, y todos pagan
puede valerse P de un referente común, si aún no lo es para nadie más? lo mal que estoy por dentro. (?) Este niño se parece mucho a mi ma-
Hay que aceptar en todo discurso momentos cognitivos inaugurales, iné- rido, o yo lo veo así, además es el preferido de mi marido, que a lo
ditos hasta entonces, para los cuales no hay palabras. mejor lo prefiere para protegerlo de mí... Yo me doy cuenta de que
Aun suponiendo que el hablante no tenga referencias comunes con tiene a veces gestos que son iguales que los de mi marido... Y éstos
los demás hablantes, tiene que decir lo que siente porque, como he di- me traen a la memoria los de un hermano de mi padre, que era un
cho antes, el incremento del desorden (entropía) obliga a la comuni- poco mayor que \ o , y que se presentaba siempre como el mejor, el
cación en busca del neoequilibrio. Así, no sólo se dice sentir, sino que más obediente... Pero a mí me estuvo acosando hasta un punto que
se añaden matizaciones y peculiaridades a las que desde luego no al- todavía me avergüenza, me hacía que le acariciara sus genitales, me
canzan las formas de expresión gestual. De manera que debe quedar los acariciaba a mí v luego yo seguí, hasta casarme, con la manía
establecido que si bien el lenguaje extraverbal es el preferente para la de acariciarme por la noche. (?) No veo conexión de mi marido con
expresión de nuestras emociones y sentimientos, también tiene su li- mi tío... como no sea que de novio él trató de acariciarme v que le
mitación. acariciara y yo tardé mucho en aceptar, luego me dejaba pero yo no
le acariciaba a él, y además, aunque me acariciara no me gustaba,
Allí donde el sujeto parece capaz de hacer la lectura de sus emocio-
era algo que no es que me dejara indiferente, es que me daba como
nes, podemos encontrarnos con el problema que va planteó Wittgens-
asco... Yo no le he dicho a él nada de lo de mi tío, pero por ahí de-
tein. ¿Son adecuadas las palabras que el sujeto emplea al describir su
ben venir las cosas... El que de novios me recordara lo de mi tío...
sentimiento? ¿Es su referente el mismo que el mío, cuando se trata de
Por' eso, yo quería siempre que terminara cuanto antes, él, porque
reterentes íntimos de uno v de otro y, por tanto, intransferibles y no in-
vo ni siquiera había empezado.» En la lámina 6 GF del TAT:a «Esta
tercambiables? El lector debe volver sobre las consideraciones que a
niña está muy triste, la madre parece decirle algo cariñosamente,
este respecto hice en el capítulo primero, utilizando la cita de Kennv.
pero ella no la mira... Es algo relacionado con cosas que no debe ha-
Sin duda esto es así, pero precisamos recurrir al discurso ver- cer y que la madre ha sabido que ella hace... Fíjese que no la mira,
bal, porque muchas veces la demanda apelativa no se cumple a satis- debe ser por la vergüenza que siente... Tampoco le interesa la mu-
facción mediante la expresión. De esta forma, surge la compulsión ñeca, porque lo que le interesa es su pena, su preocupación, algo así
descriptiva, inagotable, que muchos ansiosos, especialmente hipocon- como el desprecio que siente por ella misma, que se sabe descu-
driacos, muestran ante el interlocutor en busca de protección, ayuda, bierta... Esta niña, de mayor, siempre irá llevando a cuestas lo que
conmiseración, etcétera. ha hecho, el que la madre sabe su secreto». En la lámina 5: «Esta
mujer entra aquí a mirar, a ver qué se hace..., puede haber descu-
bierto a alguna hija suya con alguien haciendo lo que no se debe...
Desde luego, sospechaba algo, porque la cara no es de sorpresa, sino
2. Cognición y agnosia motivacionales de algo como "ya os he cogido"... No sé luego lo que hará». En la lá-
mina 4: «Este hombre, después de lo que le ha hecho a ella, no
Al margen de las dificultades para la formulación de la experiencia quiere saber de ella y se quiere ir, \ ella quiere sujetarlo... Él tiene
emocional, hay otro asunto de suma importancia, que no se refiere a cara de fresco, de tío sin escrúpulos, y ella de inocentona y boba...
la «lectura» de lo experimentado sino al reconocimiento de los moti- Me recuerda a un hermano de mi padre, el más pequeño, que era
vos de esa experiencia. Una cosa es sentir v describir lo que se siente, v unos seis mayor que yo y con el que me relacioné mucho cuando yo
otra saber los motivos del sentimiento. tenía unos ocho o nueve años».

«Siento tener que reconocerlo, pero de mis cuatro hijos el segundo


me saca de quicio, y soy injusta, lo sé, pero no puedo remediarlo. Es ¿Cuáles son las connotaciones que el objeto suscita para que se dis-
al único al que le he dado algún azote, o más de uno, la verdad, al pare precisamente esa emoción y no otra? Las connotaciones remiten
que regaño más, y hasta mi hermana me lo dice: es el mejor de to-
dos y lo tratas como si hiera un perverso... A veces me mira como ' Se h.in dado los textos cu un orden que no es el mismo que el seguido al ud-
no comprendiendo lo que hago con él. (?) No sé a qué puede deber- imnisliaise el lesl l'eio se hace más claia la concatenación de las connotaciones nio-
se, la verdad es que no me lo he preguntado siquiera, pero debía ha- I I\.K tonales

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directamente a las motivaciones del sujeto, pero éste raramente tiene Está mirando para abajo, pensando..., piensa que se ha convertido
conciencia de ellas. Salvo para las emociones básicas, lodo objeto pro- en mujer, con el pelo largo... Tiene un gesto de mujer..., pero más
voca sentimientos en la medida en que actualiza recuerdos o conecta con bien de mujer y hombre ligados». Y en la lámina O: «me recuerda
elementos de la memoria biográfica personal. genitales lemeninos, un poco... Y también como un gusano aquí
La realidad, en su dinamismo y versatilidad, exige del sujeto una abajo, y también como las bolsas, los testículos». El protocolo de
rápida adecuación que dil¡culta el análisis de las motivaciones de su la lámina 9 BM del TAT (tan reveladora de las tendencias homose-
ordenación axiológica personal. Valora sin parar mientes en por qué xuales en el varón que las inacepta): «Muchos hombres acostados,
\alora, positiva o negativamente. Hsta actitud es disculpable en mu- unos encima de otros... el que se ve primero tiene la mano dejada
chos casos, pero, convertida en hábito, provoca una alexia motiva- caer en el otro... más bien, como tentándolo [en el sentido de to-
cional, una lorma de agnosia" o desconocimiento que consiste en que cándolo], o simplemente dejado caer... Uno está mirando a éste [fi-
el sujeto se relaciona con los objetos de su entorno sin obtener un sa- gura de la izquierda y de espaldas] al que el otro toca... De este que
ber sobre sí mismo. Es necesario v enriquecedor que el sujeto trate de mira me atrae la libertad y la tranquilidad».
dilucidar las connotaciones evocadas que, conscientemente o no, ge-
neran la experiencia emocional del momento; le aclararán no sólo la La distinción que establezco en el discurso verbal entre texto (es-
peculiar relación suscitada por el objeto, sino además la (orina en que tructura; cuyo mantenimiento requiere la concordancia sintáctica) y
se produjo la organi/ación de sus módulos valoralivos. Cuando se ha- lema (para cuya linealidad se requiere la coherencia semántica) es útil
bla de la superficialidad de alguien se alude al hecho de que no anali/.a para situar la alteración —en el sentido amplio, no sólo anormal o pa-
los porqués de su conducta v vive en la ignorancia de sí y de su rela- tológico— del discurso en lo tocante a la distinción entre la mentira y
ción con los oíros." 1 Para seguir con la utilización de una terminología la agnosia* motivacional. Cuando las motivaciones que se dice no re-
técnica, se trata de una lorma de anloagnosiau respecto de las moti- conocer están a nivel superficial, se saben pero no se quieren mani-
vaciones del sujeto: el sujeto no se idenlilica ni se reconoce siquiera lestar: declarar «no saber» es una mentira. En ese caso, como no hay
con una parle de él. demasiada tensión interna y la homeostasis del sujeto se conserva
— no así la homeostasis con el entorno, de ahí la necesidad de oculta-
J es un muchacho de 21 años. La inaceptación de sus tendencias ción para conseguirla en algún grado— el discurso mantiene su cohe-
homosexuales se ha visto realirmada por la opinión de un psicó- rencia; cuando por el contrario se trata de un auténtico no reconoci-
logo y psicoterapeuta que le ha dado por escrito el siguiente in- miento, es decir, de una agnosia motivacional, la tensión es de tal
lorme: «Lo que aparecen como tendencias homosexuales no son ta- naturaleza que el discurso se vuelve incoherente y hasta no concor-
les, sino la expresión de un trastorno que le lle\a a suponer que las dante, como en el caso que se acaba de describir.12
tiene». Pero él dice: «Me atrae el pene y la tuerza lísica... Las chi- Como estas anomalías del discurso no derivan de una lesión cere-
cas, no, bueno, me atraen pero no en lo tocante al sexo, sino en su bral, sino de una perturbación funcional de carácter' emocional, sirven
manera de hablar, aunque a veces en el conjunto me producen para mostrarnos de qué lorma se altera incluso la estructura del dis-
hasta repugnancia. ('.') No SON homosexual, me atraen los chicos curso, y, en segundo lugar; que tales discordancias e incoherencias res-
pero es como una manera de esconder, cómo diría vo, la timidev ponden a transgresiones del pacto de cooperación (Grice) que se tra-
ante las chicas, o qui/.á no sea eso, sino más bien el que vo, a mí, ducen en la ruptura de las implicaluras conversacionales, sobre las
o sea, lo que más me gusta es la amistad pura \ simple, v pienso cuales llamé) la atención Elinor Ochs, aunque en sus aplicaciones a la
que eso se puede tomar como si a uno le gustasen..., pero es que la antropología cultural."
amistad ¿se puede tener con chicas, o con una chica? Yo más bien Naturalmente, las motivaciones de las emociones no son «recono-
pienso que no, es decir, que con una mujer ya ma\or sí, pero, va- cidas» en la medida en que ese reconocimiento perturba o dcstruve el
mos, que esa amistad es mejor, no mejor sino más táeil, con alguien equilibrio del sujeto, como ocurre en la inaceptación de tendencias ho-
de tu edad o menor, pero del mismo sexo de uno... Sí, yo se lo que mosexuales, de odios a determinadas liguras con deseos de muerte de
quiero decir; es que la mujer da, bueno, es que uno no se siente a las mismas, de instancia desiderafiva a transgresiones éticas (como
gusto porque es de otia manera de ser \ entonces, los amigos son oí u n e en muchos casos de deseos suicidas, eróticos u otros que el sil-
de la misma manera, tienen el mismo modo de uno...». En la lámi- icio considere tales), etcétera.
na M del I'IIP dice lo siguiente: «Parece una me/.cla de liombie y Compeliese el protocolo anterior de la lámina 9 BM con este otro
de mujer, mas bien como un travestí... Es un hombre hecho mujer... i (ii i espondienle a un homosexual conlorme con su identidad erótica:

I.SO LSI
«Éstos son trabajadores americanos que están descansando des- 1. «Esto es el retrato de un niño que está pensativo, como triste,
pués de una jornada de mañana. Están en la siesta. Y se ve que en tiene delante un violín, pero no le interesa, está pensando en otra
buena armonía: en más que armonía, diría yo, porque están amon- cosa... A lo mejor, tiene que tocarlo aunque no le guste. Encima de
tonados, se tocan sus cuerpos, uno hasta tiene a otro de almohada la mesa hay también algo blanco, que debe ser la partitura. Y tam-
y precisamente muy cerca de sus genitales... Hay uno que mira a bién el arco. El niño parece que no sabe qué hacer.»
algunos, como extrañado de que hayan llegado a esta naturalidad,
pero a los demás no les importa, ni le han hecho caso y por eso se Este discurso podemos dividirlo en dos segmentos:
han quedado dormidos». a) Un discurso indicativo, denotativo: «Esto es el retrato de un niño
(que] tiene delante un violín. Encima de la mesa [algo blanco que debe
ser] la partitura. Y también el arco».
b) Un discurso interpretativo y, por tanto, connotativo: «Está pen-
3. Introducción a la hermenéutica del lenguaje sativo, como triste, no le interesa [el violín], está pensando en otra
cosa. A lo mejor, tiene que tocarlo aunqire no le guste. Parece que no
Desde hace bastantes años he investigado el discurso verbal desde sabe qué hacer».
una perspectiva psico(pato)lógica y hermenéutica. 14 El punto de par- En una representación arbórea:
tida es el siguiente: toda actuación, de la índole que sea, es de alguien y
«dice» de ese alguien. Cada cual es —en el sentido de «se detine»— se-
gún hace, y decir es una forma de hacer.IS Con otras palabras: cada «Esto es el retrato»
cual se define por sus actuaciones, una de las cuales, la más precisa y
al mismo tiempo la más tlexible porque posibilita mentir, es la actua- niño violín
ción verbal, el discurso. pensativo triste mesa partitura arco
Supongamos ahora que los sujetos A, B, C hablan sobre el objeto
P. Las formulaciones serían tres discursos diferentes sobre P (F F', F"). desinteresado pensando en otra cosa
La razón de ello es cuando menos triple: cada uno ha percibido selec-
tivamente una parte de P (de acuerdo a la teoría de la relación su- obligado
jeto/objeto como relación del sujeto/fparte del] objeto, y a la imposibi-
I
lidad intrínseca de la aprehensión de la totalidad); en segundo lugar, indeciso
cada uno ocupa una posición singular respecto del objeto dependiendo
de la vinculación que propone, de acuerdo al functor (o emoción) que Los dos discursos, aunque ensamblados, son de distinta naturaleza.
el objeto le provoca; y, por último, los sujetos A, B, C proyectan sus va- Mientras a) es un discurso observacional, b) es un discurso axiológico,
lores sobre el objeto y lo sitúan en su tabla axiológica personal. valorativo, estimativo, dependiente única y exclusivamente del hablante.
En consecuencia, los discursos de A, B y C son distintos porque in- Se puede añadir que mientras a) es un discurso acerca de un objeto
lorman cada uno desde su perspectiva egocéntrico-egotista del objeto, del que el sujeto señala las denotaciones (de las partes del objeto) que
de una parte del objeto y desde su valoración de él. Los discursos de advierte, b) es un discurso en el que el sujeto ofrece sólo y especí-
A, B y C remiten a los propios A, B y C. Este es el proceso que me in- ficamente sus «figuraciones», 18 sus creencias acerca de las motivacio-
teresa, pues mi investigación se ha centrado en la posibilidad de acce- nes del niño y de la finalidad de los objetos que le acompañan.
der al sujeto a través del análisis de su discurso verbal, cosa que, na- En electo, el sujeto expone lo que él se figura del objeto. Con otras
turalmente, queda lejos del objetivo del análisis del discurso en tanto palabras, o la da como atributos al objeto o como predicados del ob-
estructura formal (es decir, sin hablante). 16 jeto. Pues bien, si siendo atributos las ofrece como predicados, habla-
mos de estimativas falsas (Ef); si siendo atributos los olrece como ta-
Fundamentos les, de estimativas verdaderas (Ev).
El discurso usual está constituido por un nivel indicativo y un nivel Comparémoslo con este otro texto ante la misma lámina:
\alorativo (lo denomino estimativo; a partir de ahora, / y E), que no se
olrecen por separado sino incrustado el uno en el otro. He aquí un ?. «liste niño está a solas con el violín. En actitud soñadora, pen-
ejemplo ante la lámina 1 del Test de Apercepción Temática, de Murray: 17 sando que puede llegar' a ser un gran concertista. Esto tiene que ser
IS? 181
la partitura, porque se sale de la mesa sin doblarse, y es como un atención a la semántica de los lexemas por' sí y por su coherencia co-
papel; y esto otro es el arco, lis un niño que parece muy serio, muy texlual.
estudioso, estoy seguro de que no pierde el tiempo... Sí, hay algo, 5. Determinación de los grupos aloracionales (G. alar.) y su doble
o mucho, de ambicioso, de querer llegar a ser algo grande». funcionalidad, como demarcadores de subtextos y como aE.
6. Secuencia lineal, mediante parenti/.aeiones, del árbol construido.
Las diferencias respecto del anterior conciernen a la temática de 7. Aplicación de coeficientes. En especial los siguientes:
las estimativas. a) de realización: Iv/Ij
O con este otro, también ante la misma lámina: b) de totalización: It/lp
c) de totalización real: Ivt/Ivp
3. «Este es un niño al que han encerrado aquí, \ está desesperado. d) de totalización irreal: Ift/lfp
Hay aquí una escopeta, sí, esto parece una escopeta...». e) de valoración: Eiv/Ef
f) de valoración total: Et/Ep
Adviértase la notoria alteración denotativa, es decir, cognitiva res- R) de valoración real: Evt/Evp
pecto de la denotación (la indicativa falsa: escopeta por violín), a par- h) de valoración relerencial eir general: aE/rE
tir de la cual surge la estimativa también falsa y con caracteres de de- i) de valoración real de sí mismo: aEv/aEj
lirante.'' ¿Es la proyección del estado emocional la que da lugar a la j) de valoración real de los objetos: rEv/rhij
distorsión cognitiva o, a la inversa, es la distorsión cognitiva la que da 8. Primera relectura. Los análisis anteriores, en especial el 2, 3 \ 4,
lugar al estado emocional? De acueido con la teoría expuesta en este permiten una lectura del texto sobre la base de jerarquías de los obje-
texto, los motivos están en el sujeto y el objeto causal los activa. Si en tos y las relaciones entre sí, basadas en la oposición simetría/asimetría
el sujeto existe alguna desesperación, lo probable es que la connota- y en matiz.aciones o cualilicaciones de ésta.
ción del violín fuera de disgusto; pero si la desesperación del sujeto es 9. Segunda relectura. Determinada la identificación primaria (ob-
mayor, el violín puede transformarse en escopeta con la que agredir \/o jeto de mayor' jerarquía o relevancia), se tiene establecida la proyec-
agí edirse. ción relevante del hablante (es decir, cuasi total).
El siguiente protocolo contrasta con los anteriores: 10. Tercera releclura. Es también lectura identilicativa y pioyectiva.
Se dirime en ésta las identificaciones-proyecciones secundarias, con-
4. «Este niño tiene el brazo apoyado sobre una mesa en la que hay cebidas como imágenes parciales del hablante. La segunda y tercera
un violín. A mí me parece que el niño está muy triste, algo así como relectura pueden hacerse simultáneamente.
si se dijera "no podré tocarlo nunca". Por eso, parece que no quiere
ni cogerlo, como si el cogerlo pudiera conlirmarle su incapacidad... En este momento queremos destacar:
Al mismo tiempo, me da la impresión de que le gustaría tocarlo v En primer lugar, la existencia de un discurso indicativo o denota-
Ilegal' a ser un gran concertista». tivo, constituido por locuciones denotativas, unas de carácter total (//)
(el niño con el violín), oirás de carácter parcial (lp). Unas y otras son
Nótense aquí los marcadores de veracidad de las estimativas: «me o verdaderas o lalsas (v; /), según se adecúen o no al hecho o dato. La
parece», «algo así» «como si», «parece que», «pudiera», «me da la im- calilicación y cuantificación de las mismas proporciona un codicíenle
presión». del sentida de realidad del sujeto respecto del o de los objetos. Es un
discurso cognitivo.
Análisis hermenéutica La existencia, en segundo lugar', de LUÍ discurso connolativo consti-
El análisis hermenéutico de un protocolo sigue los pasos que ex- tuido por locuciones estimativas de carácter total (El) o parcial (Ep).
pongo a continuación para que el lector' tenga una idea de la metodo- linas y oirás son o verdaderas o lalsas (r, /"). El criterio de veracidad
logía: en las estimativas no puede ser el mismo que en las indicativas. Una
1. Demarcación del texto v posibles demarcadores de subte.xtos o estimativa es verdadera si el sujeto sabe del carácter subjetivo de la es-
lexlos restringidos (Tr). timación que hace; falsa si le confiere valor objetivo, como predicado
2 Precisión de las / y construcción de su árbol. del objeto. La calilicación y cuantilicación de estas pioporciona un ín-
3 Adición de las ti insertas en las / correspondientes. dice del control de s//s proyecciones emocionales sobre el objeto, o sea,
4. Conectivas: determinación de su funcionalidad. Lexematografía: un i oel ii ienle de valoración y subjetividad. A su vez, tanto las estima -

I X 4 ISS
tivas totales como las parciales, verdaderas o falsas, son positivas o ne- Las estimativas verdaderas revelan que la teoría acerca de la reali-
gativas, es decir, de aceptación o rechazo. dad es categorialmente subjetiva y le pertenece al sujeto en tanto que
Las estimativas —como discurso sentimental— requieren ser trata- hablante, algo sustancialmente distinto de lo que ocurre con las esti-
das con mayor detenimiento. mativas falsas, en las que la categoría subjetiva es sustituida por otra,
de carácter seudoobjetivo. En las estimativas falsas el hablante ignora
Función de las estimativas la índole proyectada de sus estimaciones sobre el objeto, y, por tanto,
La mayor paite de las estimativas corresponde a los adjetivos, o a comete un doble error: sobre el objeto, al que confiere atributos en ca-
locuciones con función adjetiva. Los adjetivos no informan (sobre el lidad de predicados; v sobre sí mismo, en la medida en que niega su
objeto), sino sobre la proyección del sujeto sobre el objeto. Por eso com- proyección en el objeto. En las estimativas falsas hay una conforma-
prometen al sujeto y lo definen. De otra forma: las estimativas dicen ción subjetiva de la realidad que se ignora. Por tanto, la distorsión de
respecto de la relación emocional que el sujeto establece con el objeto la realidad habla en favor de la realización desiderativa del hablante.
(o con partes de él). Mediante el lenguaje verbal, recogen las posibili- La estimativa falsa no sólo es una teoría sobre la realidad, sino que es
dades de lectura de sus sentimientos sobre el objeto (lexitimación). la teoría hecha objetiva, «hecha realidad». Ixi estimativa falsa tiene,
Ahora bien, ¿en qué sentido cabe hablar aquí de verdadero/falso? pues, rango de indicativa, si bien de carácter ilusorio o alucinatorio (de
La cuestión es de suma importancia. Observemos estas dos locuciones: ahí que pueda ser intercambiable por otra estimativa).
Esta realización desiderativa del sujeto en la realidad adquiere
[1J Josefa es alia, de pelo negro v buena persona. desde el punto de vista psicopatológico categoría de prepsicótica o de
[2] Josefa es alta, de pelo negro; a mí me parece buena persona. psicótica: prepsicótica cuando el error es subsanable y la estimati-
va falsa se intercambia por' una estimativa verdadera; psicótica cuando
La diferencia entre ambas consiste en que: en |_1] el hablante con- el hablante se empecina en el error, se instala en él, un error que, di-
fiere a Joseta el predicado de ser «buena» y lo coloca en la misma ca- gámoslo una vez más, resulta de la transferencia de parte del sujeto al
tegoría que «alta», «de pelo negro»; en L2J el hablante distingue entre objeto con el que se relaciona. 22 En las estimativas falsas hay, pues, y
los predicados de estatura y color del cabello v el atributo moral. para el contexto en el que se verifican, una adiacrisis, un proceso en el
La diferencia es radical: los predicados son partes del objeto, de- que, rota la barrera diacrítica, aquella que virtualmentc delimita nues-
notables, y, por tanto, indicativas parciales (Ip). Los atributos son pro- tro mundo interno del mundo externo, parte del sujeto es expulsada al
yecciones del hablante en el objeto, y, por tanto, estimativas. Pero en exterior v categorizada corno objeto.
11] las estimativas son falsas (Ef), porque el hablante confunde predi- Las estimativas dan cuenta —como acabamos de alirmar— de la teo-
cado con atributo, coloca en el objeto un predicado que no es tal («él ría del sujeto sobre el objeto con el que se vincula (en tanto describen
posee la propiedad de considerar buena a Josefa», podría decirse), el sentimiento que le provoca el objeto). Cuando manifestamos nues-
mientras en [2] las estimativas son verdaderas (Ev) porque el hablante tros gustos ante los objetos del mundo estamos revelando, por un lado,
no pierde la conciencia del carácter subjetivo, propio, de la estimativa nuestra teoría acerca de ellos, es decir, lo que hemos llamado la orga-
que hace. 20 Para las estimativas verdaderas rige el presupuesto de sub- nización axiológica de la realidad; v, por otro, nuestra teoría sobre no-
jetividad, que no se cumple en el caso de las estimativas falsas. sotros mismos. Si digo «me gusta el Moisés de Migirel Ángel», hablo del
La función de las estimativas estriba en dar cuenta de la teoría del Moisés v hablo de mí, y señalo mi posición frente a quienes comparten
sujeto acerca del objeto con el cual se relaciona. No cabe duda de que mi gusto y a quienes no lo comparten en mayor o menor medida. 2 '
las teorías del hablante en los protocolos del TAT antes transcritos son Además, el sujeto, en virtud de la reflexividad, puede tomarse como
distintas entre sí. En cualquier caso puede afirmarse que en las esti- objeto y hablar sobre él. Entonces produciría un discurso sobre su
mativas verdaderas no hav proyección del sujeto en el objeto; en las esti- identidad, sobre su se//. Si la teoría sobre la realidad nos transfiere
malivas falsas, sí. cómo ve el sujeto la realidad, la teoría sobre sí mismo transfiere cómo
IMS estimalivas falsas detectan la actitud preparanoide existente en el se ve a sí mismo, de manera total o parcial. La primera sería una teo-
ser humano en el proceso de su vinculación con los objetos.2I El sujeto ría del self en su conjunto, la segunda una teoría de cada una de las
provecta/descarga en el objeto lo bueno si lo quiere, lo malo si lo re- áreas o módulos de que se compone el self (erótico, actitudinal, cor-
pudia. De esta forma, racionaliza/justifica la bondad con el que se vin- poral e intelectual). No podernos entrar" ahora a dictaminar' cuánto de
cula positivamente y la maldad del objeto con el que se vincula nega- esta Icol ía del sujeto sobre sí mismo deriva de las inferencias que hace
tivamente mediante el odio o la mera repulsión. respecto de la teoría que los demás tienen de él, cosa de suma ¡mpoi-

186 IS7
lancia en la construcción de la teoría de sí mismo; pero sí cabe seña- 10
lar de qué modo las estimativas lalsas, en tanto que erróneas, son or-
topedias del sujeto, si son positivas, y por el contrario, lo mutilan v au-
Sentimientos anormales y patológicos
todeprecian si son negativas.
En consecuencia, desde el punto de vista semiótico, el self, la ima-
gen que uno tiene de sí, es una estimativa total sobre uno mismo. En
puridad, no debería hacerse una estimativa total, porque unas áreas se
valoran como positivas y otras como negativas, aunque cabe la posibi-
lidad de introducir una (imaginaria) resultante, positiva o negativa. En
pocas palabras, una estimativa total sobre el sujeto es una metonimi-
/ación del sujeto, o, más precisamente, la que el sujeto hace sobre sí
mismo al considerar excelsa o inútil un área, para él decisiva, del con- El que está hreía de sí nada aborrece tanto
como voher a su propio ser.
junto de su self. El mismo o análogo proceso tiene lugar cuando es otro
el que las llena a cabo sobre la identidad del interlocutor. Thomas Mann, Muerte en Venecia
Como decíamos al comienzo de este capítulo, con el discurso ver-
bal los sentimientos se dicen, pero no se muestran. El lenguaje verbal
permite la descripción de lo que se siente. No sólo digo que tengo tris-
teza; la describo: «Siento un enorme pesar, es algo como si no me in-
teresara nada, sólo lo que he perdido, nada del resto de lo que queda,
ni siquiera mi propia vida»...
Las consecuencias de la utilización de estimativas verdaderas o es-
timativas falsas en el discurso conversacional son muy distintas: mien-
tras en el caso de las estimativas verdaderas los valores son suscepti-
bles de discusión e intercambio, en el caso de las estimativas falsas los
valores son in-discutibles, «objetivos», no intercambiables. Los ha-
blantes con discurso estimativo lalso están condenados al desacuer-
do, cosa que no ocurre con los que manejan el discurso estimativo
correcto.- 4
Puede hablarse, pires, desde el punto de vista antropopsicológico,
de una gramática cognitiva y una gramática afectiva. Cada una de ellas
obedece a lógicas distintas que se oponen entre sí.2S Para la gramática
cognitiva las cosas son como peteibimos que son; lo subjetivo viene
dado por la posición egocéntrica del perceptor". Para la gramática afec-
tiva tas cosas son como deseamos que sean. Estas dos gramáticas re-
miten a su vez a dos tipos de lógica, la lógica del raciocinio y la lógica
de los afectos, o, si se quiere, las leyes de lo racional y las leyes ele lo
sentimental.

188
1. Criterios de demarcación
Ni siquiera las teorías vulgares acerca de los sentimientos, las que se
aplican en la consideración ingenua y al uso cuando, por ejemplo,
se aiirma que «P ama de una manera anormal a Q», o «Es normal que
este desesperado», o «Esa dependencia que tú tienes de J es patoló-
gica», pueden evitar el uso de categorías como normal, anormal y
patológico, imprescindibles en nuestro acervo cultural actual. Lo de
menos es que tales vocablos se usen o no con rigor; lo interesante es
que, en nuestra cultura, desde los griegos a nuestros días, aunque no
en su forma actual, el habla coloquial, el drama y la novela han te-
nido en cuenta estos tres rangos, que es una axiología sobre la reali-
dad, en este caso sobre esos objetos que son los comportamientos de
los demás, tras los que se intuye el functor emocional qire los origina
v los mantiene.
Es disculpable que en estas teorías ingenuas sean imprecisos o in-
cluso no existan los criterios de demarcación de estos tipos de senti-
mientos; en el contexto del discurso entre dos o más interlocutores, se
alcanza, si no un consenso, sí, cuando menos, el entendimiento recí-
proco. Cada uno de los interlocutores mantiene su personal punto de
vista acerca de lo normal, lo anormal y lo patológico del sentimiento
de que se habla, pero puede hacerlo inteligible. Quizá no se compar-
lan los criterios, pero se intuye o se sabe, no obstante, de cuáles parte
cada uno porque comprendemos cómo se usan.
Sin embargo, no es disculpable que en las teorías psicológicas y
psicopatológicas de las emociones los criterios de demarcación se sos-
laven, o se acuda —como en la psicopatología de aplicación al diag-
nóstico psiquiátrico— a criterios fenomenológicos escasamente fia-
bles. Se trata, no obstante, de una cuestión cuya importancia a nadie
debe escapar. Las preguntas son las siguientes: ¿Cuándo un senti-
miento, con independencia del tipo o cualidad del mismo, es normal?
¿Cuándo es anormal? ¿Cuándo es patológico?
Quiero salir al paso, en primer lugar; de la habitual tendencia a
considerar el senliiiiienlo aislado, v, una ve/, aislado, a juzgarlo como

l() I
n o r m a l o a n o r m a l . Eso es imposible. Ni los s e n t i m i e n t o s ni los c o m - En ocasiones, los criterios de n o r m a l i d a d o a n o r m a l i d a d de un sen-
p o r t a m i e n t o s p u e d e n ser calificados de n o r m a l e s o a n o r m a l e s lucra de timiento se d e d u c e n del objeto q u e los provoca, lo cual es un error'.
su relación con otros c o m p o r t a m i e n t o s y de la relación de todos ellos «¿Cómo se p u e d e a m a r a J q u e es un ser indeseable?», nos p r e g u n t a -
con un d e t e r m i n a d o contexto. La literatura psiquiátrica está llena de m o s m u c h a s veces. Francisco de Asís a m a b a al lobo, a las h o r m i g a s , a
versiones en las que el p r o p i o t r a t a d i s t a hace de juez, m u c h a s veces in- leprosos, a d e l i n c u e n t e s v d e m á s . Se p u e d e amar' u o d i a r práctica-
cluso m o r a l . La Psichopathologia sexualis, de Kraíf-Ebbing, el Tratado m e n t e a c u a l q u i e r persona, a n i m a l o cosa, d o c t r i n a o alición, sin que
de las enfermedades mentales, de Oswald B u m k e , la Clasificación de los el objeto provocador' sea criterio d e c i d i d o r de la n o r m a l i d a d o a n o r -
trastornos mentales de la Asociación Psiquiátrica Norteamericana (con- malidad del s e n t i m i e n t o en cuestión. No podemos identificar la excep-
sideró la h o m o s e x u a l i d a d un trastorno y la c o n d u c t a h o m o s e x u a l u n a cionalidad con la anormalidad. Los objetos, en última instancia, están
perversión), son ejemplos de c o n t a m i n a c i o n e s de esta índole, o sea, las ahí, y nos provocan s e n t i m i e n t o s que a veces n o vuelven a repetirse ni
que tienen lugar a p l i c a n d o los criterios axiológicos del o b s e r v a d o r a a n á l o g a m e n t e en lo q u e resta de vida, p e r o de ello jamás podrá extraer-
los c o m p o r t a m i e n t o s o m e r o s deseos de los d e m á s . 1 El criterio para la se la conclusión de la n o r m a l i d a d o a n o r m a l i d a d de los m i s m o s .
n o r m a l i d a d / a n o r m a l i d a d q u e he ele m a n t e n e r es el funcional. Así, por ¿ C u á n d o , pues, p o d e m o s hablar' de la a n o r m a l i d a d de un senti-
ejemplo, el r e c h a z o de s e n t i m i e n t o s h o m o e r ó t i c o s , en la m e d i d a en miento? ¿Cuál es la teoría de la a n o r m a l i d a d de q u e se parte?
que i m p i d e la vinculación afectivoerótica con el objeto y obliga al su-
jeto a c o n t r o l a r sus formas de expresión p a r a evitar q u e se le d e s c u b r a Peoría de la anormalidad
c o m o h o m o s e x u a l , es u n s e n t i m i e n t o a n o r m a l . E n la m e d i d a en q u e de En la e c o n o m í a del s i s t e m a general del o r g a n i s m o se c o n s i d e r a
su t r a n s g r e s i ó n se derivan m e t a s e n t i m i e n t o s de culpa, asco y depre- a n o r m a l u n a lunción de cualquier' ó r g a n o o a p a r a t o c u a n d o no lleva
ciación d e sí m i s m o , c o n t r i b u y e a la d e s e s t r u c t u r a c i ó n axiológica y le a c a b o con la perfección r e q u e r i d a el logro d e u n a h o m e o s t a s i s con
obliga a vivir efectivamente c o m o «perversa» la relación con el objeto. el m e d i o lísieo (en el caso de los s u b s i s t e m a s biológicos), o con el en-
Un sentimiento, sea de la índole que sea, es «perverso» si v sólo si el su- t o r n o (en el caso de los s u b s i s t e m a s psicológicos, es decir, del sujeto).
jeto protagonista del mismo lo considera tal. La teoría de la a n o r m a l i d a d emocional que p r o p o n g o deriva de la con-
Las p á g i n a s q u e siguen ofrecen r e s p u e s t a s a los i n t e r r o g a n t e s q u e sideración de la triple l u n c i ó n q u e lleva a c a b o el a p a r a t o e m o c i o n a l
nos h e m o s hecho. del sujeto p a r a la relación a d a p t a t i v a con el e n t o r n o , es decir, con los
objetos de la realidad o de su m u n d o i n t e r n o . Un s e n t i m i e n t o es
a n o r m a l c u a n d o no le sirve al sujeto para el logro de la vinculación,
expresión/apelación y o r g a n i z a c i ó n subjetiva de la realidad y de sí
2. Normal/anormal m i s m o . En pocas p a l a b r a s , c u a n d o el sujeto Iracasa en el c o m e t i d o
para el cual el s e n t i m i e n t o existe, o sea, c u a n d o no logra la satisfac-
Los criterios sobre los q u e b a s a m o s n u e s t r o juicio a c e r c a de la nor- ción del deseo que se p r o p o n e , que, c o m o he dicho r e i t e r a d a m e n t e ,
malidad o anormalidad de un s e n t i m i e n t o son e s c a s a m e n t e fiables. No son dos: o el logro o la r u p t u r a de u n a relación. El s e n t i m i e n t o surge
b a s t a n , desde luego, los criterios fenomenológicos. ÍM anormalidad de para la satislaceión del deseo; si no es así \ se m a n t i e n e , c a l i l i c a m o s
cualquier sentimiento no puede inferirse de la cualidad o tipo de senti- el s e n t i m i e n t o de a n o r m a l , p o r q u e d e m u e s t r a su insulieiencia bien
miento. No tiene s e n t i d o decir que a m a r es un s e n t i m i e n t o n o r m a l v para la o b t e n c i ó n de placer; bien para la evitación de displacer; v el
o d i a r a n o r m a l , p o r q u e hay a m o r e s a n ó m a l o s y odios n o r m a l e s . Ni si- s e n t i m i e n t o e n t o n c e s p e r t u r b a a todo el sistema del sujeto. Se a m a
q u i e r a s e n t i m i e n t o s tales c o m o la envidia o los celos son p o r sí mis- para ser a m a d o ; se odia p a r a q u e el otro c u a n d o m e n o s se nos pierda
m o s a n o r m a l e s . La calificación en u n o u otro s e n t i d o d e p e n d e de la de vista e m p í r i c a o m e n t a l m e n t e . La vinculación a un objeto tiene
teoría acerca de la a n o r m a l i d a d (v la inversa: de la n o r m a l i d a d ) q u e se i o n i o c o m e t i d o lograr' su reciprocidad, la t r a n s l e r e n c i a de las emo-
posea, se apliqrre y con la q u e se opere. ciones. A m a r c u a n d o la vinculación del objeto al sujeto n o es posible
i e \ e l a u n a a n o m a l í a que, sin d u d a , eslá en el sistema del sujeto. Odiar
T a m p o c o la a n o r m a l i d a d p u e d e ser un p r o b l e m a de intensidad, que
hasta el e x t r e m o de d e s e a r la destrucción del objeto —lo que en psi-
por otra p a r l e no es m e n s u r a b l e sino conjeturable y de m a n e r a esca-
t o(palo)logía se considera m e t a l ó r i c a m c n t e la d e s t r u c c i ó n : su inexis-
s a m e n t e convincente. Amar u o d i a r i n t e n s a m e n t e no confiere a n o r -
tencia, su b o r r a m i e n t o — c u a n d o no es posible, t a m b i é n . Los senti-
m a l i d a d alguna, \ es posible que, s e n s a t a m e n t e , los a m o r e s de R o m e o
m i e n t o s son i n s t r u m e n t o s para llevar a c a b o lo que se p r e t e n d e con
v Julieta, q u e c o n d u c e n a a m b o s a la m u e r t e , n o sean juzgados c o m o
ellos. I MI icsiinicn, \ t o m o primera a p r o x i m a c i ó n , p o d e m o s tleeii: los
a n o r m a l e s por la mayoría de los e s p e c t a d o r e s del d r a m a .

Il>2 l'H
sentimientos normales son útiles y benefician al sujeto; los anormales, cipio de realidad; si es mental, las condiciones son otras, porque se
inútiles y lo perjudican. trata de una representación sobre la que el que manda es el sujeto,
Veamos esta cuestión con detenimiento. Lo que se llaman relaciones dueño de la representación y de su tiempo para gozar con ella: se
de dependencia entre dos personas, y que naturalmente lo son en fun- ajusta así al principio de omnipotencia de la fantasía.
ción de los sentimientos que se profesan, sólo pueden ser resueltos, res- Una vez conceptualmente establecido el criterio de normalidad y
pecto de su normalidad o anormalidad, cara a los objetivos. Es evidente anormalidad emocionales, estamos en condiciones de afirmar lo si-
que si P depende de Q y Q de P, la dependencia es normal. Pero si P de- guiente: los sentimientos normales deparan una anhomeostasis que el
pende de 0 y 0 no depende de P, la dependencia de P es anormal. sujeto mismo puede convertir en homeostasis porque se dan condicio-
El problema verdaderamente importante es la distinción entre senti- nes para ello: la entropía, máxima en el momento de la provocación
miento normal y anormal, insoluble si se considera al sentimiento en sí emocional del objeto, puede minimizarse y producir escasa alteración
mismo. Por eso, el problema sólo puede tener solución atendiendo a la en el sistema del sujeto si se logra la vinculación recíproca; al contra-
fórmula estándar del módulo básico a la que se ha hecho reiterada re- rio, los sentimientos anormales incrementan la entropía, la anhomes-
ferencia: lasis o se hace mayor o no se resuelve, o lo hace tardíamente (en una
«curación» por el tiempo transcurrido) y con esfuerzo y hasta con ne-
f(S/()b)Cx. cesidad de ayuda. Podemos llevar a cabo, pues, una taxonomía de los
sentimientos anormales según que la disfunción afecte, a) a la función
Demos, por ejemplo, a / el valor significativo de «amor»; sujeto, un \ inculativa, b) a la función expresivoapelativa y c) a la organización
joven que se llama Antonio; el objeto, Michelle Pfeiffer. axiológica. La mayor parte de las veces, la disfunción concierne a las
¿En qué condiciones puede animarse que el amor de Antonio a Mi- lies facetas, v sólo en circunstancias concretas se puede hablar de la
chelle Pfeiffer es normal? Siempre y cuando el amor pudiera darse, y disfunción de una de ellas. En la medida de lo posible, se debe tender
ello con independencia de que fuera o no correspondido. Esto es, en ai análisis de una situación de fracaso de forma que se detecte cuál de
un contexto empírico en el que Antonio y la Pfeiffer pudieran encon- las funciones es la especialmente responsable. 2
trarse, hablar, declarar el amor del primero a la segunda, y demás. Bajo esta consideración, una relación sadomasoquisla, por ejem-
Y también en un contexto fantástico: «A veces fantaseo con que la Pfeif- plo, es normal siempre que ambos miembros de la misma la acepten
fer y yo vivimos juntos y plenamente nuestro amor». El sentimiento como objetivo propuesto, esto es, en ordeír a la vinculación que uno y
debe ser posible porque las condiciones del sujeto, del objeto y del con- otro propugnan; es anormal si el masoquista la requiere de quien no
texto lo configuren así. En ambos casos, estas condiciones se cumplen puede darla, o el sádico la imparte con el sojuzgamiento y el sufri-
y el sentimiento es normal. Es normal querer, como condición preli- miento del otro o la otra.
minar a ser además querido. Si las condiciones no son posibles, el sen- Veamos casos que ilustran la tesis aquí mantenida.
timiento es anómalo. Está claro que el fantaseador tiene perfecto de-
recho a representarse esa situación (para eso está la fantasía), pero R es una adolescente de 16 años que vive en Granada, pero estudia
tiene la obligación que impone el juicio correcto de realidad de no pa- en Sevilla. La madre acude primero a la consulta para preguntar-
sar de ahí, porque, como diría Bécquer, es «un imposible» (salvo que nos si debe persuadirla para que venga a tenor de lo que nos va a
las condiciones hicieran posible que el contexto, fantástico hoy, se con- contar. El problema, según la madre, es que su hija tiene una de-
virtiera en empírico mañana, corno sería el caso de un Antonio Ban- pendencia que considera anormal con una compañera de curso. Se-
deras antes y después de su llegada a Hollywood). En ambos casos, el gún dice, hace lo que la amiga le sugiere, la tiene completamente
sentimiento es normal y es útil. En resumen, la normalidad de f (es de- dominada. Como estudia en Sevilla, con el pretexto de su ida a Gra-
cir, de un sentimiento) debe verse en sus posibilidades reales de uso para nada el fin de semana, es retenida en su casa, prácticamente se-
el objeto y el contexto. Cuando estas condiciones no se dan, el senti- cuestrada, hasta que los padres tomen una decisión al respecto. Se-
miento es anormal. gún la madre, la hija sigue sus estudios, pero dejó a un chico con
Esto significa que al sentimiento que aparece a la vista de un ob- el que salía v que estaba muy enamorado de ella.
jeto empírico o representacional deben serle aplicadas las leyes que re- En la consulla, R nos expone razonablemente su situación: ella y
quiere el principio de realidad, distintas según la naturaleza empírica su amiga están enamoradas. Su amiga es cuatro años mayor, estu-
o mental del objeto. Si es empírica, debe contar con visos de factici- dia eir la misma academia, es claramente lesbiana. No descarta la
dad, poique el objeto es un «hecho» y «manda»: debe ajustarse al priu- posibilidad de que algún día pueda interrumpirse la relación, pero

194 I9S
por ahora ella se siente feliz. Es cierto que la amiga es más deci- no haberse conseguido su satisfacción!, la presencia do éste, en tanto
dida, que toma siempre o casi siempre la iniciativa, cosa que a ve- imagen, se mantiene como sentimiento do «esperanza» en que, al fin
ces le molesta, pero las más no, porque ella se siente menos capa/ v a la postre, satisfaga su deseo. En el caso del odio Iruslrado la si-
para sus relaciones con el entorno. Le costó trabajo acoplar la re- tuación es prácticamente la misma: si odiando a un objeto no se con-
lación: pensaba que una relación de este tipo era anormal porque sigue el «alejamiento», su desaparición del campo representacional; si
era antinatural, que además sería un escándalo si se supiera, que so hace presente do manera insistente y hasta autónoma, eso nos viene
la echarían de la residencia, etcétera. No obstante, ha seguido ade- a demostrar a nosotros mismos, y bien a nuestro posar, que nos im-
lante. Aún se ve con el chico con el que salía, pero es ella la que porta, que no ha sido destruido ni aniquilado como se quisiera (en
tiene ahora «la sartén por el mango» y eso lo disgusta, le parece lorma de objeto virtualmente inexistente), antes al contrario, se hace
que depende de ella, de que lo mire, de que le dirija alguna frase: presente haciéndonos ostensible nuestra impotencia para prescindir de
«Es como si me pidiera limosna». Ahora está lejos de pensar que la él \, lo que es más, la potencia del objeto odiado para imponerse so-
relación es anormal, simplemente juzga que «debe durar lo que bre el sujeto y perturbarlo gravemente.
buenamente duro, porcino lo pasamos mu\ bien». No es descartable que sentimientos anormales sean tan perturba-
dores que alcancen a provocar una patología en sentido estricto. Mu-
chos síndromes depresivos que se prolongan durante mucho liompo,
si son vistos bajo esta perspectiva, so corresponden con situaciones de
3. Sentimientos anormales frustración crónica, dependientes tanto del Iracaso en la consecución
del objeto, como de la autodepreciación subsiguiente. Por oso, este
Como hemos dicho, cuando los sentimientos no cumplen una o lipo de depresivo se queja al fin, más que de la imposibilidad de con-
más de una de las tres funciones que les corresponden hablamos de seguir el objeto, de la impotencia que ha de introducir en la imagen de
sentimientos anormales. Los sentimientos, entonces, adoptan cualida- sí v que, presumiblemente, si las circunstancias son deslavorablos, le
des distintas, so «complican» con metasentimientos también inútiles v marcará definitivamente.
perturbadores del funcionalismo total del sujeto. Pensemos en el amor
no correspondido, en el odio que no consigue la distanciación del ob- «Me pregunta por qué no me he casado. No tengo buena opinión de
jeto odiado. En ambos casos, el sujeto so muestra sentimentalmente las mujeres; vo croo que todas son insustanciales, poco dadas a la li-
inelicaz v tras la Ilustración moviliza unos sentimientos mas v más delidad, y no me refiero sólo a la fidelidad en el matrimonio, sino
perturbadores (efe inhibición ante otros objetos que le atraen, o de odio incluso a la amistad... No son buenas amigas. Siempre traicionan,
generalizado a todo y a todos los que so relacionan con la persona acaban traicionando, porque van a lo suyo, nada más que a lo suyo.»
odiada). No puedo decirse que el amor no correspondido es el mismo Así me dice R, de 47 años. «Sé que estov solo v me he de quedar más
que cuando lo es, ni el odio Iruslrado idénlico al que se experimenta solo cada vez, pero me lúe mal con una novia que tuve: me dejó, me
cuando so consigue lo que con él se proponía. En estos casos de dis- dijo que le aburría, que había dejado de gustarle; y al poeo la vi con
luncionalidad de los procesos sentimentales, además de la consecuen- otro.» (?) «No, luego no he tenido más novias, ni me fie acercado
cia inmediata de este proceso sentimental fallido (la frustración), tie- más a ninguna mujer... No quiero enamorarme porque sé que me
nen lugar otras derivaciones: aparecen metasentimientos que alteran pasará igual... No por mí, sino por ellas, ellas son siempre así.»
más o menos gravemente el sentimiento inicial Ilustrado Así, aunque
anticipemos de esta lorma lo que posteriormente desarrollaré con de- En osle caso lo que más destaca es, primero, la imposibilidad de
talle, el amor no correspondido puede dar lugar a la aparición de odio provocar nuevas vinculaciones. A semejanza del lóbico eludo situacio-
sobre el mismo objeto: se sigue amando al objeto por aquellos atribu- nes que le puedan suscitar la angustia, pero también la organización
ios poi los que se le consideraba merecedor, pero al mismo tiempo so singular —por lo demás frecuente— de la tabla axiológica. El paso de
lo odia en otra parte de él, a la que ahora se confiere atiibulos (capa la singularidad a la totalidad, del caso habido en su relación con una
eidad de desprecio, insensibilidad, etcétera) a los que responsabiliza de iniijei a toda relación posible cualquiera sea la mujer, así como la dis-
que no corresponda a su demanda \ le obligue a aceptar su aulode- valori/ación ética de toda mujer, es una prueba de ello.
pieeiación. Este complejo sentimental —amar \ odiar al mismo
tiempo \ al mismo objeto, a lo que tanto han jugado los poetas ro
I1' es soltera, de 29 años, profesóla de universidad. Ha vivido en pa-
maníjeos— tiendo a perpetuarse, es decir, a hacerse crónico, porque al
reja con un colega su\o diñante tres años, flaco unos meses lo no

I9h 197
taba distante, apenas salían ¡untos, se buscaba pretextos para lle- la aplicación del criterio de disfuncionalidad sólo puede ser hecha por
gar tarde a casa. Poco tiempo después descubrió la relación con el propio sujeto. No es, por eso, ninguna rareza que en algunos casos
otra compañera; le pidió explicaciones y él se limitó a decirle que se nos consulte para que seamos los profesionales los que dictamine-
se iba con la otra, que había dejado de quererla. Así lo hizo. La mos si un determinado sentimiento es anormal o incluso patológico,
situación de F es patética: vive sola, ve a los dos a diario en el presuponiendo el sujeto con razón que puede serlo.
trabajo, odia a la nueva compañera de su antiguo partenaire. «Le
tengo un odio que no lo puedo contener. He llegado a hacer que es- L es un joven de 19 años, estudiante universitario, alarmado ante
cupía a su paso. Sé que es un disparate, pero no llegué a hacerlo su atracción erótica hacia una hermana de la madre. La vio des-
sino a algo así como representarlo...» (?) «No; él no tiene la culpa, nuda unos diez años antes mientras se duchaba, cuando ella, que
la culpa es de ella, él es un imbécil nato, siempre se ha hecho con permanece soltera, pasaba unas semanas en su casa. Años después
él lo que se ha querido, se deja ir por la primera que llega.» El pa- se inició en la masturbación, fantaseando siempre con su tía, ima-
dre, que la acompaña, dice que no hace más que llorar. «Pero es un ginándose él mayor, aunque menor que su tía. «A mí me gusta que
llanto de rabia, de ver a esa otra, no es por él, él no me importa sea de más edad, porque creo que sería mejor para mí, yo pienso
nada, se lo aseguro, es ella la que me saca de quicio.» Es tan claro que es mejor con una mujer mayor hacer el acto, jugar.» Pero él
que el odio a la rival es el reflejo en ella de su impotencia que ape- piensa que el hecho mismo de sentir- esa atracción es una anorma-
nas valdría la pena advertirlo. Pero es F. la que no lo puede acep- lidad, primero porque es su tía y durante años se sentía culpable
tar. «Ella es una estúpida, más puta que nadie, no he conocido otra de esta «aberración»; y segundo, poique es mayor que él y piensa
igual.» Sin embargo, tras el TAT y con protocolos como el de la lá- que si a un hombre le gustan las mujeres de más edad se trata de
mina 4, ella misma descubre el carácter de proyección: «Ésta trata una anormalidad. Cree que debe tratarse para que esa atracción
de retener- a uno, bueno, a su marido o su amante o quien sea, que que experimenta se le borre; si no, cree que impedirá que pueda
quiere irse de su lado... No puede sujetarlo..., es una escena de pe- sentirse atraído por compañeras de su edad o menores. El no ha
lícula. No lo logra, porque él se va de todas maneras, ha dejado de que- tenido ninguna relación erótica con nadie, se siente inhibido ante
rerla, y ella está ansiosa, sorprendida de que haya sido así, de chicas que le gustan, pero no porque se interponga la imagen de su
pronto...»; que complementa con el de la 3 GF: «Ésta está derro- tía sino porque teme fracasar. Con su tía «las cosas podrían ir me-
tada, se siente humillada, le ha pasado algo que le ha afectado mu- jor, porque ella es de más confianza, la conozco, y es mayor, y aun-
cho... que otro se le haya ido, vamos, que su pareja se le haya ido... que soltera, seguro que tiene más experiencia, que me puede dar
Ella no sabe si podrá reponerse, de momento todo lo ve oscuro, en seguridad... Pero ante todo, ¿se trata de una cosa así como una per-
sombras... Porque ella no se ve en el futuro, ya que se siente una versión sexual?».
mierda; ella llora no por lo que le ha pasado, sino por su situación,
porque está hecha un trapo, ya se lo digo».

Los metasentimientos surgidos en el primero de estos dos casos 4. Tipología de los sentimientos anormales
son de rechazo generalizado de la mujer, una defensa contrafóbiea,
pero racionalizada, de eludir una nueva relación en la que pudiera Aunque en las circunstancias anormales están, como en las nor-
darse de nuevo el fracaso. Se opta antes por la inhibición definitiva males, comprometidas las tres funciones que desempeñan los senti-
que por correr el riesgo; pero, al mismo tiempo, ese riesgo depende mientos, en orden al análisis es preciso tener en cuenta a cada una de
más del objeto que de él. Si las mujeres no reuniesen todas esas cua- ellas independientemente.
lidades negativas... Para que un sentimiento pueda ser satisfecho se precisan las tres
En el caso de F, el desplazamiento del odio hacia la rival lleva con- condiciones siguientes, a las cuales ya se ha hecho mención: 1) que el
sigo la exculpación de su antiguo partennire, pero en cualquier caso sentimiento sea aceptado por el sujeto; 2) que sea posible la satisfac-
permanece oculta, como en el caso anterior-, la autodeprcciación. Tam- ción del deseo en el objeto provocador; y 3) que sujeto y objeto estén
bién aquí se distorsiona la axiología: es la mujer la culpable de la se- en un contexto posibilitado! - de la relación y satisfacción del deseo.
ducción, el hombre el que se deja seducir, o sea, el inocente. Antes qire La primeía de estas condiciones depende exclusivamente del su-
reconocer que lo que oculta es la profunda herida en su egotismo. ido. Ilav quienes rechazan el sentimiento, y por lo tanto no pueden
Queda algo por- decir en este apartado. Para muchos sentimientos, darles satislacción. El rechazo del deseo conduce a la inhibición de la

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relación con el objeto. Se rechaza el deseo homoerólico o heteroeró- sabían de su prolesión, edad v reputación. Cuando salió de la si-
tico y ello conduce a una inhibición en la relación, de forma que el de- tuación casi esluporosa, después de un sueño reparador, E estaba
seo erótico queda insatisfecho; se rechaza el sentimiento que le pro- profundamente deprimido: iba a ser conducido ante el juez. Sus
voca el peso corporal o la estatura, y de ahí la huida de toda relación prácticas con los niños las venía realizando desde hacía algunos
en la que el cuerpo podría ser objeto de irrisión. meses, sin regularidad. «Cada vez que he ido al parque he tenido
La segunda v tercera de las condiciones expuestas son inherentes una lucha conmigo mismo. A veces me he vuelto cuando estaba
al entorno del sujeto, pues son las circunstancias sociales las que ha- cerca del parque. Pero es como si se me 1 iteran cargando las pilas,
cen posible que el deseo pueda o no ser satisfecho. En este momento, hasta llegar' a un punto de no poder más... A veces me he inasim-
el sujeto debe ajustar su deseo a las condiciones exigidas desde la re- ilado para ver si así se descargaba la tensión, pero sólo era de modo
alidad que es el objeto y el contexto donde ambos están. En suma, el pasajero... Sueño a veces que estoy con un niño, de 5, de 6 años,
sujeto ha de hacer de su deseo un proyecto reístico,' esto es, ajustado ésos son los que prefiero; les acaricio, me gusta también besarlos,
al principio de realidad. Lo que diferencia a un niño de un adulto es no quiero hacerles daño, al contrario, pero no quiero pensar que
que los deseos en este último son satisfechos mediante el cumpli- los pervierto... En algunos momentos, se lo puedo decir, no sé lo
miento de determinadas reglas dependientes del propio sujeto, del ob- que hago, lo más terrible para mí son los cientos de metros que se-
jeto cuya vinculación desea y del contexto en el cual la vinculación paran mi despacho del parque, yo creo que se me debe notar' que
debe producirse. No se puede desear un objeto inalcanzable (los niños, voy como loco, abstiaído; luego, una vez que me siento en el ban-
sí), o en un contexto que lo hace imposible (los niños, sí). De hacerlo, co \ empiezan a salir los niños, entonces estoy expectante... Yo me
o bien hay que imponer el deseo sin la pretensión de vinculación recí- pongo con un libro en las manos, pero les llamo, y algunos se van
proca (por ejemplo, el violado)'), o bien corre el riesgo de que se le ex- después de estar' unos segundos conmigo, hasta que me quedo con
pulse del contexto (por ejemplo, el cajero ladrón, el exhibicionista). La el que me parece más reposado y que se enhega a mí, quiero decir
conclusión que se deriva de ellos es ésta: o se controla el deseo, lo que que no le extraño, que no le resulto extraño... Si sabré que esto no
caracteriza al sujeto normal, o el deseo se impone al sujeto y hablamos se puede hacer... Yo rechazo a veces el pensamiento, el pensar en
de sujetos anormales por su desinhibición y compulsión. lo que haría con el niño... Otras veces, rro logro contenerme \
Los sentimientos anormales, naturalmente, se dan en las esleías pienso y pienso, hasta que eyaculo en ocasiones. Pero yo sé que
eróticas, actitudinales, corporales e intelectuales y siempre responden todo es cuestión de grado, que un grado más es \ a irme a esperar-
a estas dos posibilidades: o la inhibición o a la compulsión. los sin contar' con el peligro en que me ponía...»

E es un hombre de 52 años, notario, que hace unos treinta años re- Los sentimientos anormales no difieren, pues, de los normales en
quirió mis servicios desde una comisaría de una población lejana. Ha- el contenido del deseo que ansia satislacerse, sino en su satisfacción
bía sido detenido unas horas antes y estaba sumido en una enorme ¡U'src'ística, sin contal' con el objeto ni con el contexto. Que se trata,
angustia, casi en estupor. No se explicaba lo hecho por él, a veces pues, de unas reglas que a veces cuesta transgredir, precisamente por-
hasta dudaba de que lo hubiera hecho efectivamente. Su abogada que se conserva el sentido de realidad, lo revela el hecho de muchos
temía por su vida y en la comisaría se le despojó de cinturón, cor- sujetos que, para facilitarse ese paso ulterior, transgresor, recurren a
bata, etcétera, de todo aquello con lo que pudiera intentar un sui- determinados lármacos.
cidio. La detención se produjo en el parque próximo a un grupo es-
colar, en donde E solía sentarse en un banco, esperaba la salida de K. es un estudiante de arquitectura de 24 años. Es una persona
los niños, llamaba a algunos —la edad de ellos oscilaba entre los 5 enormemente inhibida v en las primeras horas tras su despertar, le
y los 7 años—, les hablaba, les obsequiaba con algún caramelo, es imposible mantener una relación interpersonal con alguien que
hasta iniciar sus caricias en los genitales, Iras las cuales los obse- no sea de su familia. Recurre de inmediato a ingerir una gran can-
quiaba de nuevo. La detención se suscitó cuando uno de los niños fue tidad de calé muv cargado y las primeras dos anletaminas. Con
dañado en el pene al lorzarle en exceso el prepucio. El niño gritó esta dosis inicial, las interacciones transcurren, como él dice, «lor-
de dolor, se miró el pene, vio que sangraba ligeramente y, llorando, /adas, pero posibles..., me pongo, me ruborizo, o me imagino que
se luc hacia su casa. El padre del niño llegó con un policía muni- si, poique noto calor en la cara... Eso me molesta mucho, que se
cipal en el momento en que E se alejaba. Señalado por el niño, se le me note, poique vo creo que los demás me lo notan... Me aparto y
detuvo, con la consternación del policía y del padre del niño, que me lomo va de 4 a 6 anletaminas, porque noto que me pongo de

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mal humor conmigo mismo, pero todavía me contengo con los de- sarle, a medida que se elevó en su estatus intelectual. También ha-
más... Así voy pasando el día, y si no tengo que salir entonces me bía cierta diferencia en el estatus económico, a favor de la familia
basta calé y una o dos anfetaminas... Pero esto me ha creado el pro- de R. Todo ello afectó mucho a su ya antiguo novio, que se sentía
blema de la falta de erección... Tengo que estimularme mucho para hundido. «Me habían humillado, no sólo ella, también la madre
conseguirla, y esto me da una rabia enorme, y entonces es cuando cuando no me pasaba la comunicación si la llamaba por teléfono.
tomo hasta 12 anfetaminas de una vez, ya con el miembro en erec- Estaba dispuesto a vengarme... Cuando salga de la cárcel volveré a
ción, y salgo con un cabreo enorme al balcón y muestro mis geni- hacerlo, porque no es que la quiera, es que me ha dejado hecho un
tales, el pene y hasta los testículos, y llamo a las vecinas que salen trapo... Ella y su familia, la mataré, esta vez lo conseguiré...» Hay
al balcón al oír mis llamadas y entonces me insultan... Me gusta llamadas telefónicas desde la cárcel, a altas horas de la noche, con
que me insulten, porque eso es la señal de que me ven... Entonces, amenazas a R y también a sus padres. «Yo sé las consecuencias de
no oigo que a veces me insultan, según me han dicho, porque yo..., todo ello... Pero no soporto lo que se me ha hecho y me lo tienen
bueno, me sacan del balcón porque han llamado a mi casa amena- que pagar... Claro que ella tiene derecho a decirme que ya no le in-
zando con avisar a la comisaría». tereso, pero es que yo he hecho para que volviera a interesarse por
mí, le he dado pruebas, y por lo visto no le sirven...»
C es una muchacha recién casada, de 29 años. Los padres han in-
tervenido ante el requerimiento del yerno por el comportamiento Los sentimientos anormales plantean, indirectamente, el problema
de su mujer. Los padres lo silenciaron y dejaron que se casara, pese de la relación entre anormalidad emocional y regresión. La regresión su-
a que de novios no cesaron estas conductas, que lueron compen- pone un insuficiente juicio de realidad. ¿Se justifica este plantea-
sadas por los padres sin más. Desde los 16 años C compra las más miento en este momento? Es cierto que estos sujetos con sentimientos
diversas cosas (ropa, joyas, zapatos), que no paga. Como sus padres anormales por su inhibición o su descontrol no tienen un déficit cog-
son conocidos, ella misma sugiere que se les envíe la cuenta, lo que nitivo permanente. Pero parece evidente que los procesos cognitivos
han hecho prácticamente siempre, para dejar indemne a su hija. que nos permiten un juicio correcto y polidimensional de la realidad
Después de casada, durante unos meses, los padres estaban espe- están eclipsados por la insatisíacción del deseo. Mientras el éxito
ranzados porque C mantuvo un comportamiento controlado en «eleva» unos peldaños la maduración del sujeto, el fracaso lo retrotrae
este respecto. Pero fue solo muy poco tiempo. Ahora se ha descu- y lo regresa, cuando menos para el tipo de actuaciones modulares en
bierto una deuda próxima a las setecientas mil pesetas por las com- las que el fracaso tuvo lugar. En ellos aparece también algo que les di-
pras hechas en varios establecimientos. «Me gusta tener, veo algo ferencia del sujeto normal, a saber: mientras en éste las fantasías cum-
en el escaparate y me gusta y muchas veces paso sin entrar, porque plen una función vicariante y la entrega a ellas subsana en alguna me-
no en todos los sitios me fiarían o conocen a mis padres... Pero dida —la suficiente— la insatisfacción que resta, en estos sujetos la
cuando estoy ante alguno que sé que no va a pasar nada, entonces fantasía no cumple esa función y es, por tanto, insuficiente e insatis-
entro y me compro unos pendientes, un collar, un reloj, y también lactoria. Estos sujetos precisan satisfacer su deseo con objetos reales,
bragas, camisas..., todo lo que me guste... A veces, en la misma del mundo empírico.
tienda me han llamado la atención, como si vieran que no me doy
cuenta de que compro y compro: "¿No es demasiado?, ¿para qué Frustración y metasentimienlos anormales
quieres todo de una vez?". Pero a mí es que me gusta no una cosa En ocasiones no es posible la vinculación con el objeto, y entonces
sino muchas cosas... Luego me arrepiento, pero aunque alguna vez el sujeto, de acuerdo al principio de realidad, acepta el fracaso. Desea-
he tratado de devolver algo, la mayoría de las veces no he podido mos sin conseguir lo deseado. Hasta ahí el sentimiento y lo que el su-
o no he querido.» jeto hace con él está dentro de lo normal. Pero no siempre la frustra-
ción es tolerada. ¿Cuáles son los efectos de esta frustración y cuándo
R es una estudiante universitaria de 21 años, que fue apuñalada adquiere rango de anormalidad?
por su antiguo novio. Estuvo en trance de morir. Habían interrum- En mayor o menor medida, la frustración desiderativa se irradia
pido las relaciones unos meses antes, pero ella había accedido a por todo el sistema del sujeto y hasta se proyecta en el objeto, olre
verle alguna vez para, de buenas maneras, decirle que no podía eiendo en primer lugar la mera frustración ante la no consecución del
continuar. El había dejado los estudios de bachillerato y se dedi- deseo, el sentimiento de impotencia en el módulo de identidad involu
caba a lo que le salía, sin una ocupación lija. A ella dejó de intere- erado, con una más o menos seria herida egotista que alcí i.i ,i i<,(|,, , |

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sistema \ también a las ulteriores interacciones. Luego, en el sujeto de estudios con la que mantuvo una relación sólo durante un mes
aparecen melasentimientos que complican la cuestión en forma de porque ella la rompió; poco tiempo después, ante la reiteración de
sentimientos opuestos hacia el objeto: si ama, no quisiera amar v se él, se hizo un nuevo intento: la relación duró algo más de un mes
siente rebajado en sí mismo por el hecho de seguir amando a quien no v también acabé) a propuestas de ella. «La odio, pero ese odio me
le corresponde. La agresividad para sí o para cualquier objeto (no ne- hace mucho daño. Porque no hace falla que la vea: la tengo siem-
cesariamente hacia el que le (rustra) es otro de los melasentimientos pre presente y quisiera quitármela de encima. Se me viene su ima-
que emergen en eslas circunstancias. Posteriormente emergen senti- gen, en cualquier' momento, y aunque intento desprenderme de
mientos de miedo ante experiencias análogas futuras en forma de in- ella, ella aparece, y cuando me aparece paseando conmigo y en una
decisión/inhibición. No es infrecuente quien, escarmentado de haber actitud de indiferencia, como si estuviera aburrida, que era como
experimentado una Irustración amorosa, piensa que debe «objetiva- estaba conmigo cuando salíamos, entonces noto en mi interior el
mente» eludir toda experiencia amatoria (lo veremos luego más clara- deseo de ir hacia ella y pegarle... A veces pienso alguna cosa peor.
mente en la lobia). Por último, la experiencia actual Ilustrante desor- Sé que no lo voy a hacer; pero me molesta. No quisiera odiar para
ganiza la axiología de la realidad construida anteriormente. Desde la estar tranquilo, porque odiar viene a ser como el castigo de ella por
experiencia frustrante de ahora el sujeto es otro v la realidad también. odiarla. Además, me siento como un miserable y me odio a mí
La manera precaria de compensar esta anhomeoslasis en el sujeto v mismo porque no debería pensar' lo que pienso, lo que me imagino,
entre el sujeto v la realidad conlleva desde la distorsión/negación de la no quisiera tener esos deseos.»
experiencia a la proyección en el objeto de la responsabilidad de la
Irustración. Se trata, en simia, de lormas de disonancia co^nitiva, mer- P es un escritor' reputado, de 62 años, incapaz de hacer una inter-
ced a las cuales el sistema sujeto/objeto tiende a restablecerse a partir vención pública, para lo que ha sido requerido muchas veces. Du-
de distorsiones cognilivas respecto del objeto y de sí mismo. rante algún tiempo ponía alguna excusa. Ya, no. La razón de ello
El cuadro es una variante del depresivo, lo que se llamó desde hace es que se sabe —o juzga él que se sabe— de su inhibición, pero no
décadas depresión reactiva, esto es, inherente a una circunstancia con- puede aducirla. Ello le priva de presencias, ante el temor- de ser so-
cieta —pérdida de un objeto o Irustración ante el objeto deseado—, licitado o a que se le obligue a hacer' alguna intervención. De ta-
pero en la que luego ha existido un proceso de metaboli/.ación psico- lante en apariencia nada agresivo, sorprende a todos los que se
lógica de la que depende también, y a veces en mayor grado, el resul- acercan a él con una petición de una actuación pública. La agresivi-
tado en lorma de depresión en toda regla. En electo, muchos pacientes dad es incontenible e inesperada. La desvalori/.ación de toda ac-
de este síndrome reconocen estar ya «lejos» de la circunstancia pro- tividad de esta índole es expresión de la distorsión axiológica, porque
vocadora. Poique no es tanto lo que en un primer momento represen- esconde la envidia, que asoma a flor- de piel. En algún momento, él
taba la pérdida (por ejemplo, de un puesto de poder, de un ser querido, mismo lo ha reconocido: «Envidio a los que pueden hablar y expo-
la frustración amorosa), sino los electos por irradiación a otras áreas nerse en público..., yo vivo esto como una exhibición que no puedo
de la identidad. Mientras la tristeza del depresivo aparece como pena tolerar... No quiero reconocer' el riesgo que ello me supone, pero sí
por la pérdida del objeto amado (obtenido o no), se trata ahora de la veo el riesgo de hacer el ridículo, de quedarme callado y no poder
depreciación de uno mismo en el plano erótico, moral, intelectual, et- continuar... Todo es absurdo pero así es».
cétera, y de la imaginada imposibilidad de recuperación. Aquí se ve
claro qué es lo que está en juego: no la recuperación del objeto (ya per- La denominada relación de dependencia respecto del objeto con el
dido irrevocablemente) cuanto de él mismo en un nuevo enfrenta- que se obtuvo la vinculación es un sentimiento anormal cuya dinámica
miento con la realidad. La Ilustración, pues, se convierte en depaupe- es interesante porque revela que el proceso no culmina en la consecu-
ración de sí mismo y en la necesidad de replantear sus ulteriores ción. En ciertas ocasiones, el sujeto se comporta como si el logro del
relaciones en condiciones catastróficas. Mi experiencia me ha hecho objeto fuera, por decirlo así, inmerecido. Por eso aparece ahora la ;m
ver que en lodos estos casos es más doloroso este último aspecto que sieclad ante la posibilidad de su pérdida. Curiosamente, la posesión del
el primero. 4 objeto no ha logrado la homeostasis. ¿Qué ha ocurrido ahora.' La au
homeostasis actual es de otro tipo. Si antes era la ansiedad anle la dis
N es un joven ele 17 años, estudiante, que consulta por su retrai- vuntiva posesié)n/no posesión, ahora tiene este caráclei: posesn ni/des
miento, su introversión, su indecisión e inseguridad. Entre sus mu- posesión. Es el caso de los celos, en los que la ansiedad anle la posible
chas quejas a este respecto, nos dice que le gusté) una compañera peidida del objeto lleva a vci objetos i ¡vales v poi lanío pi < >\ i u ,nl< n < •.

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de la misma. Pero el celoso trata de eludir la depreciación de sí que le B me dice en una primera entrevista (es estudiante de Medicina):
llevaría a juzgarse incapaz de retener el objeto, y lo disfraza, o bien del «Yo me enamoro, pero no creo que nadie pueda enamorarse de
mucho amor que siente por él o de las frivolidades en su comporta- mí; empieza por darme vergüenza de que los demás me vean ena-
miento, o de las transgresiones que los demás pueden llevar a cabo so- morado de alguna porque imaginan que el fracaso es seguro, que
bre «su» objeto. La relación de dependencia (anormal) ayuda a escla- yo, con lo que soy y como soy, ¿cómo se me ocurre aspirar a al-
recer la diferencia con la vinculación normal. El anormalmente guna? ... Además, es que no llego a conseguir que los demás sepan
dependiente piensa o imagina que no hay reciprocidad en la vincula- lo que siento; yo siento como el que más, pero no lo expreso...
ción, y que, mientras existe de él hacia el objeto, no la hay del objeto Desde siempre me he considerado incapaz de que la gente pudiera
hacia él. En la vinculación recíproca y normal, aun cuando se diera quererme, ser amigo mío alguno..., lo he pasado mal en el colegio,
cierta asimetría, el sujeto logra al objeto y logra «del» objeto, es decir, por eso; pensaba que si alguien se acercaba a mí era por algo, por-
sujeto y objeto ganan el uno del otro. No es así, sin embargo, en la re- que por mí no iba a ser. Me llamaban "cemento" porque decían que
lación dependiente. Como el sujeto no gana, como se siente inseguro no hablaba, que era irn pelmazo, que era eso, como un pedazo de
ante la posibilidad de la pérdida, trata de mantener la vinculación por cemento».
otros medios distintos al sentimiento: la «compra», el chantaje, el vic-
timismo, etcétera.
Cabe la posibilidad de que el sujeto en realidad no exprese por el
objeto lo que los demás parecen sentir; por ejemplo, cuando alguno de
M está casada desde hace año y medio, tiene 27 años, y su madre los hijos, en la muerte del padre, en la que los restantes expresan una
la envía a consulta —vive con ella en la actualidad— porque consi- tristeza profunda, dice mostrarse «incapaz» de derramar lágrimas. En
dera que no es normal la dependencia respecto del marido, de la la relación amorosa mirchos amantes se quejan de la poca expresivi-
misma edad, que mantiene una relación con otra mujer desde me- dad del amado. ¿Qué es lo que les hace expresar menos, si es que ha
ses antes de casarse, y la continúa. Progresivamente, el marido ha de aceptarse como verdad lo que dicen sentir y que «no pueden» o «no
ido permitiéndose más, a medida que ella —pese a las muchas es- saben» expresar? Situaciones como éstas, en las que la lunción expre-
cenas de violencia y huidas a casa de sus padres (para luego vol- siva no responde a los propios requerimientos, llegan a provocar ten-
ver)— ha sido incapaz de mantener una separación táctica. Se sión: ¿es que no está apenado por la muerte del padre?, ¿es que lo está
siente vejada, el marido ha llegado a humillarla ante la otra. «Pero menos que el otro o los otros?
si ha de volver' volverá porque sabe que yo le quiero»; «ya sé que es
Muchos fracasos expresivos, y por tanto de la función apelativa, de-
indigno por mi parte; bueno, eso es lo que dice la gente, pero para
rivan del pudor ante la demostración de los sentimientos de amor
mí no lo es, porque estoy segura de que al fin él vendrá a mí, por-
(también de las aversiones, pero en menor medida). El pudor es un
que la otra es una puta». La distorsión es visible a la hora de juz-
metasentimiento que dificulta la interacción, porque, de no existir, se
gar al marido y a su parteiiaire. «Esta es la mala, la culpable, mi
supone que podría deparar a los demás la imagen de un ser «débil» o
marido no es más que un monigote en sus manos, un infeliz, y vol-
«afeminado». Tales imágenes se desprenden de cualquier actuación, no
verá, volverá. Yo tengo que ser la que debo ser: él está con la otra,
necesariamente de aquellas en donde se pone en juego el vigor, la «for-
pero sabe que lo que hace conmigo no lo hace corr la otra.» (?)
taleza de ánimo» o la mayor o menor virilidad. Con la madurez estos
«Todo, él puede hacer' conmigo todo, ¿entiende?, y yo le dejo hacer;
sujetos pueden aparecer' como autocontrolados, una forma mendaz de
no me trata como una puta, es que me gusta hacer de puta con él...,
la inhibición que ocultan. Es curioso, sin embargo, que estos sujetos
la puta es la otra que sabe que está con él cuando quiere.»
tan controlados susciten muchas veces un enorme interés por parte de mu-
chos: como si conseguir de ellos una de sus escasas muestras de afecto
Muchos fracasos son de carácter anticipado, del tipo de la llamada fuera un triunfo que les eleva hasta donde, apolíneamente, se sitúa él.
profecía autocumplidora: parten de la inhibición, del temor, inherente No en balde, estas personas caracterizadas por su sel)-control suelen
a una imagen autodepreciada. Muchas veces, la vergüenza ante la po- ser consideradas «interesantes». El pudor de la expresión afectiva es
sibilidad de exteriorizar' su imagen les hace inhibirse cuando menos en un rasgo de la cultura masculina occidental. s
el momento expresivo. El pudor es un metasentimiento dependiente de
Otras veces el control de la expresión de los sentimientos no es |><>i
la conciencia autodepreciada, que incapacita para el logro de la vin-
pudor' ante la posible inferencia de debilidad o cunlqiiieía olía luini.i
culación recíproca.
de insuficiencia, sino ante la inconveniencia de la misma: asi m Hin-
cón sentimientos que se saben gencrali/adamcnle i epi obables. ionio
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el odio o la envidia. No juegan tanto las razones sociales —no se debe hijos, poco menos que portado por' un familiar del dilunto err acti-
odiar ni envidiar—, sino las implicaciones psicológicas que derivarían tud de consuelo. Éste, claro está, al mismo tiempo que hacía que
los demás: la envidia deja traslucir la carencia por la cual se desea el consolaba al plañidero, nos miraba en actitud perpleja: ¿qué hacer
mal al envidiado. con aquel que sobrepasaba a todos los allegados en la expresividad
En muchos casos ocurre que el sujeto juzga insuficiente su expre- de su pena? Incluso a uno de éstos le oí una protesta indirecta:
sión. Son sujetos que se hacen más expresivos de lo que los demás re- «¿Cómo se puede poner así? Debería controlarse». Cualquiera que
quieren; de aquí que abrumen y acosen, porque alargan el momento fuera su intención, todos, hasta los más próximos al difunto, pare-
apelativo de la expresión e invaden el espacio personal del otro en cían sentirse en una posición incómoda, suscitada por aquel que
su ansiedad por comunicar. Es lo que se llama sobreactuación. La so- había sobrepasado a todos en la demostración de su pena... Si con
breactuación expresiva y sin embargo inútil es la oficiosidad v, en otro la expresión/apelación de su pena pretendía la compasión hacia él
orden, el victimismo. La oficiosidad es muy distinta de la rígida aten- más qrre hacia ninguno de los allegados, Iracasó: consiguió la in-
ción que dispensan algunos recepcionistas de grandes hoteles. En la ofi- dignación de todos ellos y el ridículo arrte los demás.
ciosidad se trata de obtener la vinculación del otro a costa de una apa-
rente hipersumisión. Pero la oficiosidad fracasa, y comierte al oficioso Fracaso axiológico v pérdida del sentido de realidad
en alguien de escaso crédito, porque esconde una contenida agresividad La xisiórr sobre uno mismo sólo puede alcanzarse desde la propia
hacia aquel ante quien se somete. El victimismo es una sobreactuación atalava, mediante la rcflexividad, y por nadie más; la de «mi» realidad,
en el lastimero papel de enlermo no atendido o de persona incompren- que abarca una faceta inaccesible a los demás, como es la íntima, sólo
dida («nadie sabe cómo estov de malo, ni lo que sufro»). Como el ofi- desde «mi» sitio. La conciencia de la subjetividad de esta posición
cioso, el/la victimista pierde su crédito porque se entrevé la manipula- obliga, con la madurez, a introducir lo que podríamos denominar un
ción que pretende. El oficioso y el victimista son extremosos en la coeficiente o índice de corrección. Porque esta ineludible posición ego-
expresión del sentimiento de admiración/fidelidad, y del sentimiento de céntrico-egotisla implica dos riesgos: el de la alteración del juicio de
minusvalía e impotencia, respectivamente. La anormalidad de ambas realidad sobre el objeto deseado (para el amor o para el odio) y sobre
lormas de uso emocional deriva de su inutilidad, incluso del perjuicio ese objeto más deseado que ningún otro, que es uno mismo. Si el sen-
que le deparan. Oficioso y victimista son víctimas a su vez, pero de sí timiento hacia el objeto no nos deja ver' al objeto tal cual es, podemos
mismos: han Iracasado en la estrategia elegida para la relación deseada. juzgar que el sentimiento es anormal porque la vinculación no se lleva
a cabo sobre el objeto real sino sobre el imaginado (y distorsionado).
Hace bastantes años asistí a una situación curiosa. Una mañana un Es lo que ocurre con el amor o el odio anormales (los que se denomi-
médico muy reputado apareció muerto, en el sucio, al lado de la nan inapropiadamente «profundos», «intensos»): ¿con quién estamos
cama en donde dormía solo desde que enviudó. Durante el sueño, en verdad \ ¡neniados sino con un objeto sobre el cual nadie comparti-
un accidente vasculocerebral le produjo la muerte, sin duda acom- ría el mismo punto de vista? De aquí que en cuanto uno u otro cesan
pañada de alguna agitación que dio lugar a la caída. La conmoción o se aminoran, el objeto pasa a ser otro (para el sujeto). No olvidemos
que produjo la noticia de su fallecimiento en cierto sector de la so- que la vinculación constante y emocionalmenle más intensa la tene-
ciedad fue notable. Era una persona querida efe muchos y desde mos con nosotros mismos, de manera que la distorsión cogm'tiva al
luego de todos sus hijos, a excepción de uno de ellos, menos ex- respecto es presumible v permanente. ¿En qué sentido? En la direc-
presivo que los restantes. Cuando acudí a su casa había una mu- ción que propugna la índole del sentimiento, tanto de exaltación
chedumbre, amigos de él y de sus hijos (los más). No pasamos de cuanto de depreciación.
la sala de estar. Desde allí se oían tremendos quejidos de alguien Es I recuente encontrar distorsiones cognitivas de esta naturaleza, a
del sexo masculino, y muchos sentíamos, sin decirlo, curiosidad \eces asombrosas.
por saber de quién serían aquellos incontrolados lamentos. No era
imaginable que fuera de alguno de sus hijos, personas contenidas, En cierta ocasión trajeron a mi consulla a una niña de 12 años con
poco dadas a tales demostraciones. Pero ¿de quién podían ser, si paraplejia, atelosis, estrabismo, alteración prosódica del lenguaje,
no? Aparecieron los hijos uno a uno; con los ojos enrojecidos, es- léxico inlantil. Pese a las muchas horas dedicadas a Irabajai ion
trecharon la mano de los que habíamos acudido de inmediato. Los ella, no había alcanzado más que a distinguii las vocales v algunas
quejidos seguían en plena exaltación. De la habitación donde vacía consonantes. Fue imposible convencer a la madie, una mii|ci de
el dilunto, que iba a ser amortajado, salió un amigo de uno de los ilase irredia acomodada, de que la hija padecía un i u.ulio de eiu e

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lalopalía desde el nacimiento, posiblemente por la hiperbilirrubi- riz, le cubría el rostro salvo los ojos. «Noto en los demás la sorpresa
nemia del neonatorum. Es más, la insinuación del diagnóstico le cuando se encuentran con mi cara... Se dan cuenta de que es una
despertó una manifiesta agresividad. La entrada en la consulta fue, cara rara, deforme, los pómulos salientes, como un monstruo.»
sin embargo, una declaración de principios: «La traigo a usted
como último recurso, para que nos diga la verdad... Luego le diré Renuncias, carencias
lo que los demás han dicho y le enseñaré los informes, pero antes Los objetos externos e internos son muy diversos, provocan senti-
quiero que usted la vea. Pero con una condición: que nos diga la mientos a su vez muy varios, y a la mayoría los dejamos pasar. Los de-
verdad, queremos oír la verdad [se refería, en el plural, al marido seos de vinculación con algunos de ellos es un factor de selección de
y a ella, aunque claro estaba que a ella; el marido permanecía una eficacia extrema. Frente a la versatilidad del niño, encontramos la
mudo, como quien deja ya por imposible la discusión ante la inu- fijación, rigidez y limitación del adulto y más aún del viejo en el de-
tilidad de la misma y la posibilidad de una descarga agresiva]. sear. El universo emocional de cada sujeto se hace a partir de un sin-
número de sentimientos surgidos en la experiencia con a la vez un
Esta autodistorsión cognitiva es de gran ayuda para el médico: los sinnúmero de objetos. Hay etapas exploratorias, por decirlo así, de
pacientes, por ejemplo, mueren con absoluta ignorancia de su estado. búsqueda de experiencias nuevas para obtener de ellas una provoca-
He aquí un caso: ción emocional inesperada. De la misma manera que la experiencia
cognitiva, también la experiencia emociona] enriquece al sujeto y le
D era un cirujano de 57 años con un cáncer de pulmón, metástasis abre al mundo v a la infinita posibilidad de relaciones en él. Lo que se
en hígado y por último en columna vertebral, que le provocó una denomina curiosidad —también llamada epistemojilia, como una etapa
paraplejía flácida con retención/incontinencia de orina y heces. muy característica de la segunda infancia— es un afán de conocer y
Tres días antes de fallecer —al día siguiente entraría en coma— ex- saber, a partir del ansia de vinculaciones eróticas, páticas, estéticas,
pulsó de su habitación a todos los visitantes y familiares para que- morales, intelectuales, etcétera. La curiosidad es una actitud cognitivo-
darse a solas conmigo. Quería tener conmigo una conversación de- emocional. El curioso tiene interés por las resonancias emocionales
licada. No me pude imaginar cómo transcurriría. Mi sorpresa fue singulares, a veces inesperadas, que conlleva el descubrimiento. En
oírle lo siguiente: «Ya sabes que me noto mejor, y tú mismo lo re- cierto sentido, el curioso es un adicto a las preguntas, las cosas, las
conoces; lentamente, pero mejor. Te quiero pedir que te informes personas, los paisajes y libros, etcétera. (No se ha estudiado a fondo la
de dónde se puede conseguir acelerar la recuperación, si en Suiza, evolución de la curiosidad.)
en Estados Unidos, donde tú digas, y nos vamos tú y yo con una Un sentimiento poderoso, un deseo que se eleva sobre todos los de-
enfermera para poder volver ya en condiciones de trabajar». más, desplaza a aquellos que pueden oponérsele o distraerle en el lo-
gro de la vinculación ansiada. Por ejemplo, quien siente un afán in-
De este mismo tipo son sentimientos de carácter opuesto, por' ejem- contenible de poder se autoinhabilita para otro tipo de sentimientos,
plo de aversión sobre otras personas, objetos propiamente dichos, o la compasión, la amistad, incluso el amor. A veces se hace de manera
paisajes, o sobre uno mismo. La inaceptación de sí mismo en el orden calculada: quien anhela el poder precisa hacer o por el contrario evi-
estético llega, en ocasiones, y aun sin alcanzar la psicosis, a extremos tar- amistades que, por una u otra razón, podrían constituir o un pel-
notables. daño o un obstáculo para su ascenso." Más frecuente aún es que elu-
dan la piedad, los sentimientos de solidaridad. Del mismo tipo son
Una muchacha de 21 años, eslheticiénne, solicitada incluso como otras formas de renuncias alternativas. Un ejemplo de ello es el asce-
modelo por una firma de cierta importancia, tiene la imagen de sí tismo. El asceta renuncia a todo lo que pitecia provocarle deseos que
corno de persona fea hasta el rechazo y repugnancia de los demás; considera espurios y que le desviarían del deseo último que es la cer-
«una lealdad repulsiva». Últimamente ha dejado a su novio, después canía a la divinidad. Otras renuncias se hacen en aras de otra finali-
de año y medio: «No le creo cuando me dice que le gusto...; me dad, como la que persiguió Kant y en otro orden Kafka y tantos cien-
miente, porque no es posible». Al preguntarle qué puede pretender tíficos v artistas. La biografía de todo aquel que concibe la vida como
él con su engaño, cuando ha mantenido relación con ella durante un único provecto en el que ha de comprometerse íntegramente, está
dieciocho meses, me contesta: «Le daré pena». Ahora lleva dos me- hecha de renuncias auténticas, costosas, auténticas privaciones.
ses sin salir y cuando lo hace, como ahora para acudir a la consulta, De aquí la posibilidad de enmascarar la carencia como una opción
lleva un pañuelo de bolsillo que, simulando que se limpiaba la na- de leuimcia. liemos hablado con anterioridad de las estructuras eino
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cionales, de cómo la carencia de interacciones, por ejemplo eróticas, tratan de imponer su «virtud»; y coherente con ello, emergen, solapa
pueden ser desviadas hacia módulos del .ve//' distintos (ético, intelec- dos, el odio o la envidia hacia aquellos capaces de vivir experiencias
tual, etcétera) y obtener' en ellos seudocompensaciones. Ha de distin- de las que ellos están «obligados» a privarse.
guirse lo más nílidaniente posible lo que es renuncia de lo que es oculta
impotencia. Mientras la primera es una opción, la segunda es una in-
hibición enmascarada como renuncia heroica. La renuncia puede re-
sultar un fracaso, pero eso va no depende del sujeto, o no depende sólo 5. Sentimientos patológicos
de él sino de I actores externos, y entonces se puede suscitar un pro-
blema patético. La demarcación de los sentimientos patológicos respecto de los que
no lo son es, en hipótesis, fácil: son patológicos aquellos cuya condición
P dedicó toda su vida a la investigación del sistema hipotalamohi- necesaria y suficiente para su aparición es una enfermedad mental (un
pofisario. En los primeros años de su vida de investigador, en la ter- trastorno mental en sentido amplio). Sin la enfermedad, el sentimiento
cera v cuarta década de su vida, lúe reconocido en la comunidad no se daría: ésta es la cuestión. Por tanto, el criterio de patológico no
científica donde se desenvolvía como un investigado]" solvente, del deriva de las propiedades del sentimiento mismo sino de sir carácter'
que se esperaban hallazgos sobresalientes. Sus trabajos eran espe- de electo de una causa patológica, tal como una enfermedad men-
rados y leídos con interés, y su prestigio, sólido. Los rendimientos tal; dicho de olía forma: la catalogación de un sentimiento como pa-
mermaron hacia sus 45 años de edad. Vivía solo, hacía una vida tológico se hace a partir de uno o más rasgos extrínsecos a éste, y no
frugal, durante años se le encontraba más en el laboratorio que en puede hacerse por el análisis estructural o psicológico del sentimiento
cualquiera otra parle. No viajaba. Se convirtió en un solitario. Ha- mismo. Por eso en situaciones emocionales tensas, el sujeto muestra
cia los años sesenta, la investigación en este campo se proyectó más sentimientos que también acontecen en circunstancias patológicas. He
hacia los aspectos neuroquímicos que a los netamente estructura- aquí un ejemplo:
les. Sirs trabajos iro iban a la par' de los requerimientos del mo-
mento. Tampoco tenía lormación básica en la nueva corriente de «En el estado de excepción que se decreté) en 1970», me cuenta F,
investigación que le posibilitara incorporarse a ella. Su figura se de Granada, «se detuvo a un hijo mío, que, con otros, lúe trasla-
había desvaído hasta prácticamente desaparecer. En 1973 se sui- dado a la jefatura superior" de policía de Sevilla. Mientras la policía
cidó en Londres, donde residía desde 1946. registraba en casa, mi hijo tuvo ocasión de pedirnos que lucramos
a su domicilio en Sevilla y retiráramos la multicopista antes de que
En las inhibiciones enmascaradas como renuncias sublimes, las llegara allí la policía. Mi mujer' y yo partimos hacia Sevilla apenas
más habituales I nerón las concernientes a la esleía religiosa, entre no- •>alió de casa la policía con mi hijo. Llegado a Sevilla, me senté en
sotros, la católica. Durante años, en nuestro país, era elevado el nú- un banco de la plaza en la que está situada la ¡datura de policía,
mero de sacerdotes para los que el celibato supuso una coartada para mientras mi mujer fue al domicilio de mi hijo a retirar- la multico-
su oculta homosexualidad. En el seminario, el más piadoso, el más pista... De lejos, sin que me vieran, presencié la llegada del lurgón
proclive a lo místico, el más entregado a los servicios de la propia Igle- policial del que bajaron a mi hijo \ a olios compañeros suyos.
sia, resultaba ser sospechoso de homosexualidad disimulada. Esta si- Al poco, la policía salió de la ¡datura v yo pensé que se irían a elec-
tuación ha cambiado notablemente. Situaciones de este tipo sorr ahora tuar el registro. Pero ¿qué pasaba con mi mujer que hacía más de
infrecuentes en los niveles interiores de los estamentos icligiosos (sa- una hora que había partido? ¿La habrían sorprendido a ella tam-
cerdotes), pero no en los más elevados. La «cañera» en este universo bién en el momento de llevarse consigo la multicopista y la propa-
católico exige la renuncia, y además una renuncia de la que ha de ha- ganda impresa allí existente? Durante la hora que lardó en llegar, y
cerse notoria exteiiori/ación, de manera que pueda ser «admirable», que a mí se me hizo dos, en varias ocasiones, o bien creía ver apa-
«sacrificada», «ejemplar».. Es fácil detectar el rango mendaz de esa recer a mi mujer; o bien oía mi nombre como si llegara por detrás
renuncia en su contradicción: la renuncia no supone, sin embargo, la de mí. Fue asombrosa la cantidad de veces que me conlundí, cómo
de su ambición, de modo que salta a la vista la utilidad de aquélla veía, literalmente ver, a mi mujer, u oía su voz al pronunciar mi
como inversión a no tan largo plazo. nombie, v la desesperación que vivía cada \ez que inmediatamente
Los sujetos capaces de disirazar sus carencias de renuncias rigidi- me veía obligado a corregir mi error».
lican su tabla axiológica y son intolerantes frente a las de los demás:

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El problema reside en que no siempre podemos afirmar la presen- ciones bipolares maniacodepresivas. Esto no es todavía fácil, pero sí lo
cia de una enfermedad como tal. No hay problema alguno cuando ve- es en otras patologías: en las psicosis esquizofrénicas, demencias de
mos en arrobamiento a un esquizofrénico y sabemos que ese estado Alzheimer, vasculares o Huntington, en las psicosis tóxicas por el al-
emocional está provocado por las voces que dice oír provenientes cohol, el LSD, cocaína o éxtasis, en las fases maníaca o depresiva ple-
tic Dios-padre o de algún otro extraterrestre. Pero en otros casos, los nas. En todos estos casos, la anomalía afectiva es anormal y patoló-
presupuestos no son tan ciaros: así, por ejemplo, decimos que deter- gica, y puede afirmarse que es anormal porque es patológica.
minado estado de ánimo eufórico, por lo demás discreto, es una hipo- Otras veces, es presumible que la anormalidad no se deba a una pa-
manía —que es un sentimiento patológico, reputable a una enferme- tología en sentido estricto sino a unas circunstancias de excepción,
dad maniacodepresiva— porque consideramos que se debe a una como pueda serlo el pánico en una situación de catástrofe natural, pér-
condición patológica, dada la existencia de anteriores fases maníacas y dida de irn ser' querido, una mudanza o un desplazamiento, la jubila-
depresivas. Pero en tales casos, sin sus antecedentes, la dependencia ción, la pérdida de un estatus de poder, etcétera. ¿Son de carácter pa-
del proceso morboso no sería detectable. ¿Sería calificada como hipo- tológico las alteraciones de los sentimientos que se ofrecen en los
manía la misma euforia sin los datos de la biografía y la historia clí- trastornos denominados neuróticos —de angustia, íóbicos, obsesivos,
nica? ¿O la primera vez que se ostentara? Puede alionarse que la psi- hipocondríacos— o son simplemente anormales? No lo sabemos, por
quiatría ha operado con este criterio de sentimiento «patológico» ahora. Que en las alteraciones neuróticas se encuentren modificaciones
cuando estaba muy lejos todavía de poder fundamentarlo. Quedaba, de orden neurofisiedógico no es un argumento en favor de la considera-
pues, a merced de la autoridad personal del psiquiatra, que es cual- ción de la neurosis como enfermedad, porque serían efectos y no causas.
quier cosa menos un criterio epistemológico. Sin duda hay sentimien- Como todo es biológico, y se hace en y por mecanismos biológicos, no
tos patológicos (por ejemplo la perplejidad del psicótico en el co- es concebible experiencia alguna que no implique una «modificación»
mienzo de su cuadro agudo; la suspicacia del delirante inicial, la biológica, concretamente neurofisiológica. De hablar a guardar silen-
melancolía de una depresión que comienza, etcétera), que por su in- cio, de hablar en un tono normal a hacerlo a gritos en calidad de in-
tensidad y cualidad podrían figurar' entre los normales, si no se nos die- sulto, de hablar ante una persona a hablar ante un público numeroso,
ran otros datos. Es decir, que si atendemos al sentimiento que el sujeto de estar angustiado a no estarlo, etcétera, son circunstancias en las que
presenta, v sólo a él, ni siquiera sería rigurosa la categoriz.ación de un las condiciones biológicas han de ser y son distintas en uno y otro
sentimiento debido a un proceso patológico, esto es, a una enfermedad. caso. Las modificaciones en el consumo de oxígeno y glucosa en las
La cuestión no es sólo teórica sino práctica, y a veces trascendental. áreas temporales del hemisferio izquierdo van de consuno, y son sin
¿Podemos adoptar la misma actitud ante un sentimiento de autoani- duda diferentes en cada uno de los ejemplos mencionados, pero esta
quilación normal que cuando lo consideramos patológico? Evidente- modificación no es concebible como patológica ni siquiera como anor-
mente, no. Se debe persuadir - a cualquiera de que no se suicide, pero mal, sino como meramente luncional. 7 En la mayoría de las ocasiones,
en el caso de un depresivo el problema se presenta distinto al de un su- la anomalía funcional que se detecta en los sentimientos no es causa
jeto normal. Mientras en el depresivo adopto los medios para evitarlo, sino electo a su vez de una perturbación en el sistema de la relación
a conciencia de que el sentimiento de autoaniquilación puede des- sujeto/objeto, a las que haremos mención seguidamente.
aparecer en cuanto mejore de su enfermedad, en el segundo lo más que Si, como hemos dicho, los sentimientos patológicos son anormales
recabaría de él es que meditara la tonra de una decisión irreversible. porque no satisiacen las funciones que le corresponden, no todos los
sentimientos anormales son patológicos, por cuanto pueden no ser de-
Anormal y patológico bidos a una enfermedad propiamente dicha. Es conveniente diferenciar
«Anormal», sin embargo, no es identificable con «patológico». Una entre la anormalidad con y sin patología, para atender así a las posibles
función anormal es, además, patológica cuando .su perturbación se estrategias de corrección de la disfwwión emocional. Mientras en la
debe a un proceso de naturaleza patológica, por ejemplo, una enfer- anormalidad patológica la atención debe dirigirse al proceso patoló-
medad (mental). Tendremos ocasión luego de estudiar este tipo de sen- gico propiamente dicho (tratamiento de la enfermedad, para enten-
timientos anormales por ser patológicos, y espero explicar cómo en dernos), en la anormalidad no patológica la estrategia correctora debe
este aspecto esta consideración esclarece muchos aspectos confusos ser de índole psicoterapéutica, es decir, sobre el sujeto y sus modos de
del problema en cuestión. Una euforia, aunque discreta, para volver al i elación consigo mismo y con el entorno. Además, el sentimiento me-
ejemplo antes expuesto, es patológica si la hacemos derivar de una al- ramente anormal tiende a ocupar el centro de la vida emocional del
teración de las catecolaminas, del tipo de la que tiene lugar en las alec- sujeto, precisamente porque no ha sido satislecho, y hasta bloquea

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toda olía posible relación afectiva con otros objetos. Quien es presa se habla del síntoma nuclear frente a los síntomas periféricos (o sínto-
de nn odio continuado nunca satisfecho, o de un amor «eterno» no mas primarios frente a los secundarios 8 ). Pues bien, cuando se habla de
correspondido, está en cierta medida limitado, cuando no imposibili- patología de la afectividad lo que quiere decirse no es que no existan sín-
tado, para mantener otras relaciones afectivas. tomas de otro tipo que los emocionales, sino que éstos son el núcleo del
El cuadro que sigue resume la tesis hasta ahora expuesta: síndrome. El lector que se interese por la patología mental en sentido es-
tricto hará bien en consultar textos de psiquiatría clínica, porque aquí y
ahora sólo puedo hacer una mención breve de esta problemática. 9
normales A partir de Claude Bernard, 10 la patología se considera un experi-
mento natural. Es posible afirmar una vez más que desde el punto de par-
Sentimientos: J Tno patológicos C ( vinculativa tida de la patología cabe la aproximación «experimental» a la psicología
(como en otros ámbitos de la patología del organismo lo es a la fisiolo-
anormales < ¿ alteraciones en <- exD resiva
gía). Desde la patología se obtienen algunas conclusiones como las si-
la función ^ v guientes: 1) hay enfermedades que afectan primariamente al sistema
patológicos emocional, lo que revela su relativa autonomía; 2) determinadas enfer-
axiológica medades mentales, como las que se incluyen en el grupo de las esquizo-
frenias, se caracterizan, además de por los síntomas alucinatorios y deli-
rantes, por un déficit afectivo (forma esquizoafectiva), que en el deterioro
Los sentimientos en la clínica psiquiátrica grave llega a ser total o casi total desaparición (Bleuler); 3) los trastornos
mentales, como los denominados neuróticos, confieren primacía a una al-
No hay patología mental en la que no esté afectado, primaria o secun-
teración emocional tal como la angustia en sí misma y sus metasenti-
dariamente, el sistema emocional del sujeto. Así se vio desde antes de que
mientos del tipo de la fobia, la libia, su opuesta (paidefilia, voyeurismo,
la Psiquiatría tuviese una identidad «moderna», actual, hace cien años
ere.) o la obsesión; 4) existe una interdependencia de los subsistemas
aproximadamente. Muchas centurias antes, Hipócrates, Galeno, Are leo,
afectivo y cognitivo; 5) la cuantía de la perturbación afectiva modiíica la
Avicena, y en la Ilustración Pinel, Esquirol, Burton, Heinroth y muchos
cualidad del afecto, y da lugar a nuevas formas de sentimientos, como son
otros daban primacía a la alteración emocional, y dedicaron muchas pá-
las distimias, a las que me referiré enseguida; 6) los sentimientos patoló-
ginas, por ejemplo, a los distintos tipos de melancolía. Incluso en las de-
gicos fijan y consolidan un determinado módulo cognitivoemocional, al
mencias, procesos en los que domina y figura en primer plano la per-
mismo tiempo que anula otros muchos: esto representa una simplifica-
turbación grave de los procesos cognitivos, existen alteraciones del
ción de la vida afectiva y, por tanto, un mayor grado de predictibilidad
subsistema emocional. Así, en el síndrome de Korsakov alcohólico se
respecto del sentimiento que puede suscitarse en el sujeto.
describió e! estado de ánimo eufórico; también en la forma clínica lla-
mada presbiofrenia (Wernicke) de la enfermedad de Alzheimer; en la de- Trataré a continuación brevemente de las perturbaciones de los
mencia arterioeselerótica, la afectividad lábil, inmediata e incontrolable sentimientos en algunas de las condiciones patológicas suficiente-
emocionabilidad unida a la versatilidad, hasta el punto de pasar en po- mente delimitadas y específicas.
cos segundos de la risa al llanto; en la corea hereditaria de Huntington
las alteraciones emocionales (irritabilidíid, labilidad emocional) apare-
cen al mismo tiempo que las cognitivas, y a la vaciedad de sentimientos
que resultan de la afectación del lóbulo prefrontal se une el empobreci- 6. Los sentimientos en los trastornos
miento intelectual y el deterioro de los instrumentos cognitivos. La pato- específicamente afectivos
logía mental es patología del sujeto, más precisamente, del sistema coguili-
voemocional del sujeto. En algunos casos puede asegurarse, a partir del Los trastornos genuinamente afectivos tienen lugar en sus formas
análisis del cuadro clínico o síndrome, que la alteración afectiva es «pri- depresivas y maníacas, es decir, la depresión melancólica y, en el ex-
maria», y le conferimos un rango causal respecto de las alteraciones cog- tremo opuesto, la euforia maníaca. Son alteraciones del estado de
nitivas secundarias. En otros, puede decirse que el sistema emocional se ánimo, prácticamente opuestas la una a la otra.
afecta ulteriormente y que lo primero es la alteración cognitiva. En la
teoría de los síndromes (Hoche, Bumke, Lange, Adolf Meyer, Llopis, en- 1. En la depresión, el paciente tiene una imagen depreciada de sí,
tre otros), tan fecunda en el ámbito de la patología general psiquiátrica, con metasentimientos de culpa por la responsabilidad que a sí mismo

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se atribuye y que toman la forma de autorreproches insistentes. En Lo que caracteriza la depresión melancólica es el decrecimiento de
ocasiones, el sentimiento de culpa se acrecienta por la idea (delirante) la capacidad de desear, y por eso su posición frontal ante la realidad,
de condenación, de castigo por la justicia terrenal o divina. El senti- de desvinculación con ella, de distanciación. Pero al mismo tiempo se
miento de autorreproche se agrava con la conciencia de la imposibili- desvincula de sí mismo, como si esto fuera una consecuencia de la re-
dad de superar esta situación, de desandar lo andado en un sentido lación habida con la realidad, o a la inversa. Desde luego es evidente
que ahora estima equivocado y culpable. Porque el depresivo mira ha- que ambas rupturas de las vinculaciones preexistentes están presentes
cia el pasado, el que fue y no debió ser, el que fue y dio lugar al pre- en la misma medida —si es posible expresarse así—. Los pacientes se
sente intolerable, en un constante lamento ante la imposibilidad de in- quejan de su pobreza de sentimientos, de que han dejado de amar lo
vertir el curso biográfico. La solución única para el melancólico es la que antes amaban, que los objetos y acontecimientos no le conmue-
aniquilación. La idea de suicidio es regular, a veces bajo una forma ven. Juliusbürger hablaba de la anestesia de sentimientos para refe-
descarada, a veces encubierta como de deseo de morir, como anhelo rirse a esta depauperación pasajera. Hace muchos años, no obstan-
de una enfermedad mortal. La inhibición es general, y mientras es in- te, Gaupp llamó la atención de que en los depresivos crónicos se en-
tensa, previene del suicidio, por la imposibilidad de intentar la satis- cuentra un déficit emocional irrecuperable (actualmente, este cuadro
facción incluso de ese deseo. Lenguaje y pensamiento se lentifican, la se incluye dentro de las denominadas depresiones seudodemenciales).
atención y concentración se menoscaban y la percepción de la realidad Sólo la reflexividad sobre sí mismo es objeto de su constante atención
tiende a la atomización. y preocupación. Si son creyentes, se creen condenados a las penas eter-
He aquí protocolos del THP de un mismo paciente recogidos desde nas, merecedores de castigo por sus culpas; pero también a veces
la postración hasta la recuperación (ante la lámina H): adoptan lormaciones delirantes de castigo y sospechan que vienen jus-
tamente a por ellos para ser conducidos a la cárcel, ser sometidos al
1) «Un hombre... ya está.» general desprecio, etcétera. Como decía E. Bleuler, la diferencia entre
2) «Un hombre, ojos en blanco... nada más.» este delirio de persecución y el delirio de persecución de los paranoi-
3) «La cara de un hombre, la cabeza... muy serio.» cos estriba en que en el caso del depresivo la persecución se considera
4) «Un hombre, mejor dicho, la cabeza de un hombre, extraño... Es por él mismo justificada, merecida, mientras en el psicótico de perse-
como una estatua, los ojos en blanco... Triste, está más bien triste.» cución, no.

Ante la lámina 1 del TAT: Autodescripción de un depresivo, tras salir de una fase:
1) «Un niño... esto, un violín.» «Cómo se ve uno y cómo se ve todo. Yo noto que voy a entrar en
2) «Un niño con un violín.» una depresión por la falta de ganas..., me noto sin ganas, pero no
3) «Un niño, triste ¿no? ... tiene un violín delante.» de vivir, sino de hacer cosas, me falta ese entusiasmo que yo sé po-
4) «Un niño sin ganas de tocar eso, el violín.» ner en las cosas cuando estoy bien. La falta de ganas es una cosa
5) «Este niño está triste, ¿podrá tocar el violín? Lo desearía, pero a curiosa, porque es como si la desgana le invadiera a uno, de modo
lo mejor no puede.» que no es que desaparezcan las ganas sino más bien que aparezca
6) «Este niño puede ser, no sé, yo creo que está mirando el violín la desgana. Primero, de leer, de preparar las clases; luego, de ver a
como con el deseo de ser un violinista... aún no sabe tocarlo... pero lo los hijos y a los nietos..., sí, me falta ilusión para ello, no me inte-
aprenderá.» resa nada de lo de ellos; bueno, tampoco de lo mío... Entonces es
cuando aparece la solución: lo mejor sería acabar de una vez... Pero
Nótese en esta segunda relación la aparición (en 2) de una preposi- vienen los pensamientos de uno: ¿cómo voy a hacer eso?... Pero se
ción relacional («con»), frente a 1) que son dos indicativas sin conjun- va imponiendo la idea, todo se ve negro, sin solución. Cómo se
ción ni proposición alguna. En 3) aparece ya una estimativa («triste»), puede llegai" a esa falta de interés por todo, y por uno. Ni siquiera
pero que no se usa para la relación sujeto/objeto (niño con violín). En odia uno lo que antes le interesaba; no, es que ni odia siquiera...,
4) la relación sujeto/objeto está precedida por el functor («sin ganas»). es desinterés, como si todo fuera una vaciedad. Veo a la gente y
En 5) el functor («está triste») precede a una relación sujeto/objeto con pienso, qué tontería, de acá para allá; y si al principio me daba en-
eventual frustración («desearía tocarlo... pero a lo mejor no puede»). En vidia ver a la gente con ilusiones, luego me parece tonto lodo, como
6) el functor está en el deseo de ser, lo que entraña un proyecto a largo si nada mereciese la pena, ni vivir siquiera».
pla/o, tanto más cuanto que aún no sabe tocar el violín.

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2. En la manía ocurre exactamente a la inversa. El sujeto se siente ción emocional, la prolongan. El duelo patológico deriva del plus de
particularmente contento, exaltado, con una conciencia de sí inextin- significación que el objeto, ahora perdido, tenía para el sujeto: la rela-
guible, en una hiperactividad día y noche, y lo está porque jamás se ha ción sujeto/objeto era de tal importancia simbólica como para consti-
sentido mejor, más capaz, más claro en su pensar. Todos sus proyectos tuir a modo de plataforma desde la cual establecía las demás relacio-
están destinados al éxito. nes sujeto/objeto, y además todas ellas, o las más, satisfactorias. La
privación del puesto de uno, desempeñado durante años, la de la casa
«Ahora me da vergüenza de todo... Qué cosas hace y dice uno... La en la que se ha vivido toda la vida o los años fundamentales de las pri-
verdad es que se cree uno que es grande, el mejor, que puede con migenias relaciones con las figuras parentales, no son sólo pérdidas de
todo... Recuerdo que al llegar aquí le dije que sabía más psiquiatría objeto sino también del sujeto, o así lo imaginan.
que nadie, porque conocía todo lo que pasaba en la mente de los
demás, y que yo tenía que escribir un libro de psiquiatría... He de- G era director de una empresa importante con más de 1200 em-
bido hacer el ridículo... No paraba en ningún sitio. El alcalde, que pleados. A los 62 años se le adjudicó un director adjunto, con el
estuvo muy amable conmigo, porque me conoce pero además se cometido de aliviarle de las tareas más engorrosas. La consigna en
debió dar cuenta de cómo estaba, el alcalde se quedó asombrado, realidad era la de ir separándolo gradualmente de sus funciones,
porque me fui hacia él y le arreglé el nudo de la corbata, se la subí como así se hizo. La situación llegó a ser tan desazonante, que al
un poco. Debió pensar que iba a hacer otra cosa y recuerdo que se año él mismo pidió la jubilación. «He consentido demasiado, yo
echó hacia atrás, pero como al mismo tiempo me veía de tan buen mismo he tenido la culpa, no debí tolerar que me pusieran el ad-
humor, pues vi que no tenía miedo...» junto, me he dejado absorber todas mis funciones... mi autoridad
Lámina 1 del TAT en plena fase maníaca: «Este niño..., joder, ¿qué se vino abajo. A veces decía algo y alguien me preguntaba: "¿Pero
hace aquí? Lo han puesto, lo han metido ahí para que estudie el eso lo sabe don... (por el director adjunto)?". Dejé de pintar algo en
violín... sí, eso es un violín, ¿no?... Bueno, lo que sea, que lo han la empresa. Se me ha tratado como un despojo...» Pero luego se
metido ahí, como me metían a mí de niño, en una carbonera o no arrepintió de haber pedido la jubilación: «debí luchar hasta el linal,
sé donde, pero me metían... yo he sido malo y bueno, malo porque les he dejado todo fácil para que me arruinen, yo mismo me he
hacía muchas cosas, pero sin malicia, pero malo que nadie podía buscado la ruina...».
conmigo... yo he podido siempre con todo. No, con todo no, pero
puedo hacer lo que me proponga...» La patología del estado de ánimo nos enseña que éste se constituye
en la base —como metáfora, «el suelo»— del sistema del sujeto. El su-
Obsérvese en este protocolo que el contenido es el mismo que el de jeto se sustenta sobre un estado de ánimo relativamente constante, du-
un depresivo, pero la respuesta a la situación provocadora es exacta- radero, y como tal definible, a modo de resultante de los sentimientos
mente la inversa. Esto es muy interesante para entender el problema que derivan de todas las áreas del sí mismo. Por eso, en el habla colo-
de estos enfermos: cómo en la depresión hay una hiperconciencia de quial se dice: «Estoy ahora pasando una mala racha», con lo que se
su problema y en la fase maníaca un enmascaramiento como el que alude a «todo», desde la falta de ganas, de interés, a cierta decepción
lleva a cabo el alcohólico tras su ingesta. de todo lo que le rodea, a modo de una mirada escéptica sobre todo,
a molestias incluso corporales, a trastornos del sueño, a sueños raros, a
3. El duelo patológico. La pérdida de un objeto amado, un cambio dificultades de concentración. Lo opuesto exactamente a «la buena
de domicilio, el exilio, la jubilación, el descenso de estatus social, la racha», en la que todo parece salir bien, se tiene ganas de hacer cosas,
pérdida de poder, etcétera, deja al sujeto o bien sin el objeto con el cual se hacen proyectos, participa uno de los intereses de los demás, se ad-
mantenía una relación satisfactoria y autoproductiva, o bien en una vierte físicamente más ágil. Que estas variaciones temporales del es-
crisis de identidad tras la cual no le es posible mantener las relaciones tado de ánimo están ligadas a modificaciones biológicas y éstas, a su
gratificantes de antes. Como ocurre tras una amputación en la que se vez, a circunstancias temperamentales, parece fuera de duda. Pero si
ha de reestructurar el esquema corporal falto ahora de un miembro, el tienen rango causal, se convierten en provocadoras de relaciones con-
sujeto ha de reestructurar su habitat, desde el cual o en el cual había sigo mismo y con la realidad y da lugar a que irrumpan los motivos.
logrado su «confortabilidad» como sujeto psicosocial. El duelo patoló-
gico se diíerencia del duelo normal por la aparición, en el primero, de
estos metasentimientos que, al mismo tiempo que complican la situa-

220 ?? I
7. Los sentimientos en los trastornos neuróticos das, por ejemplo, ante un trueno o ante un ratón. Pero la absurdidad
no tiene en cuenta el rango simbólico del objeto, e identifican la falta
1. La angustia «flotante». El núcleo fundamental de la neurosis es de fundamento objetivo con la absurdidad. Si creo que no santiguarme
la angustia. Luego, cuando se hace reiterativa, la angustia se concreta antes de dormir puede conducirme al infierno en el caso de que mue-
en forma de angustia ante la enfermedad, o ante la posibilidad de en- ra, esta situación no es absurda, porque se basa en una creencia y es
loquecer, o la de morir, o la de no poder contener sus impulsos, o ante consistente con ella. La creencia puede no tener fundamento objetivo
determinados objetos (animales, accidentes meteorológicos, aviones, (no hay infierno, y, por tanto, los que mueren, aunque no se hayan san-
espacios cerrados o abiertos, la interacción en sí misma, etcétera), que tiguado, no pueden ser arrojados a él), pero no es absurda; tiene un fun-
ponen al descubierto la invalidez del sujeto precisamente por la apari- damento subjetivo y por eso la creo (creo en el infierno, en el ángel de
ción de un sentimiento, la angustia, que, en un efecto bucle, disfunciona la guarda que me protegerá durante el sueño por haberme santiguado
la totalidad del sistema. La angustia se presenta en forma de crisis, antes de sumergirme en él, y demás). Del mismo modo, en una tor-
porque se trata de un sentimiento de pánico, que aunque inicialmente menta puede devenir un rayo mortífero, un ratón podría penetrar por
es miedo ante algo, luego adquiere un carácter más generalizado. Esta la vulva y vagina o por el ano...
crisis puede ser más o menos duradera, pero rara vez adquiere carác- Lo posible es, por definición, indefinible, y por eso el número de
ter permanente. objetos de posible angustia, es decir, de fobias es ilimitado. Las crisis
La angustia se ha definido como un miedo sin objeto (sin objeto que de angustia, pues, son modulares y constituyen el anticipo de la lobia.
lo depare, quiere decirse). Esta definición es incorrecta, porque sólo Fuera de la relación estatuida como un módulo consolidado, la crisis
tiene en cuenta, primero, a los objetos del mundo exterior, y, segundo, de angustia desorganiza pasajeramente la realidad, porque el pánico
a los objetos exteriores del momento actual. La angustia es una reac- impide la mínima organización; ni siquiera se puede situar con clari-
ción de alarma, por lo tanto, anticipada, de carácter proléptico, ante un dad el objeto del pánico. En esos momentos no hay otra vinculación
acontecimiento temible que podría suceder de inmediato o inesperada- que no sea consigo mismo, en orden a la salvación. Otras vinculacio-
mente. Por eso, la angustia, como todo sentimiento, tiene un objeto pro- nes le distraerían de la tarea urgente de salvarse a sí mismo.
vocador y, por tanto, no es inmotivada. El objeto provocador es ahora He aquí la autodescripción de una campesina en la que se observa
mental (por ejemplo, la representación de una situación que podría ac- cómo los objetos que deparan angustia son o pueden ser muchos, y cómo
tualizarse; con otras palabras, un objeto interno). Además, es empírica- la realidad y ella misma se desorganizan, incrementando así la angus-
mente posible, o dicho de otra forma, probable, lo que quiere decir que tia preexistente (respeto la ortografía y la sintaxis):
podría ser alguna vez real. En efecto, la enfermedad temida (el infarto
de miocardio, el cáncer, el sida, la leucemia, etcétera) podría ser pade- «Oigo voces entre sueños y me lebanto sobre saltada, tengo pesadi-
cida ya sin él saberlo; la locura que le horroriza podría estar iniciándose llas orribles que me hacen sufrir mucho, medan gimas de tiralme al
(el estado emocional le parece un indicio de ello). Kierkegaard hablaba suelo, lira! ojetos o causalme daño, a si como a los demás, con
de la angustia como un sentimiento de miedo ante la posibilidad." En cuchillos, tijeras, ecetera, asin como tiralme por el barcón o al ueco
efecto, quien se angustia ante la posibilidad de quedar encerrado en un de la escalera o lanzarme a un coche. Pido a mis seres queridos per-
ascensor —jamás le ocurrió, puede asegurarse—, se angustia ante lo dón por' todo el daño que les haya podido causar', los quiero delirio,
que imagina que podría ocurrí ríe si eso pasara; por tanto, lo que le pro- pidan a Dios por mí. Repito las cosas una y otra vez y ya no sé tra-
voca la crisis, el miedo, es la construcción mental del encierro y la as- bajar».
fixia, el morir lento, el socorro que no llega, el grito que no se oye, et-
cétera; y, además, porque de hecho esa angustia está justificada, ya que 2. Fobia. La angustia, pues, surge como alarma ante el riesgo que
la situación podría darse (sí da pie para ello usando el ascensor). Lo se le supone a determinada situación. Se trata, por consiguiente, de la
mismo pasa a quien siente asco ante los pomos de las puertas: están su- inseguridad de permanecer indemne en la relación con el objeto. El ob-
cios, la mano que lo agarra se ensuciará; si hay gérmenes pueden ser jeto se evita —la llamada conducta contraíóbiea— como la única y
patógenos y adquirir la enfermedad más terrible. La angustia tiene, más el ¡caz manera de eludir el riesgo. El precio, naturalmente, es la
pues, su objeto (lo que la provoca) y despierta los motivos (en cada uno privación de toda relación con ese objeto. En la lobia se crea un cir-
los suyos) que tiene para temer al objeto. cuito que se reitera cada vez que aparece el objeto en el campo peí
Esta tesis parece fracasar cuando se considera que muchos se an- icplual o representacional, porque hav lobias cuvo objeto temido es un
gustian ante situaciones que se reputan «absurdas» o desproporciona- deleí minado pensamiento o imagen que en ciialqmci n ionio podi I.I

222 .'.' <


aparecer. La fobia se podría enunciar así, usando la fórmula estándar: por terminado un lavado de manos y sobre todo el enjuague y la de-
dado el objeto x con el que el sujeto podría entrar en relación, el func- saparición de todo resto de jabón?, ¿cómo ordenar todo cuanto hay so-
tor que se ha de provocar es el miedo. En la neurosis fóbica el nexo bre la mesa?... Esa inseguridad básica, que no se corresponde con una
consolidado con el objeto temido es incompatible con el nexo con desconfianza respecto de los otros (muy pocos obsesivos son además des-
otros objetos de la realidad. En esto reside la limitación que la fobia confiados o suspicaces), es la que le obliga a tratar, o bien de calmar
provoca en la economía del sujeto. Por eso, la conducta contrafóbica, la angustia ante la decisión mediante un ritual previo a ésta, o bien de
evitativa, incrementa el sufrimiento del sujeto, su profunda humilla- salvaguardarse de ella. Es como una suerte de encomienda —otros se
ción por la incapacidad para vencer el miedo. Se comprende entonces encomiendan a Dios, a la Virgen o a algún santo— que el sujeto hace
cómo la organización axiológica de la realidad está dominada por el a sí mismo para que el acto que ha de ejecutar resulte bien, moral o
padecimiento de la fobia y la presencia (real o posible) de los objetos correcto. Los temas de las obsesiones remiten, como el de los delirios,
fóbicos. La realidad en la que se desenvuelve ahora contiene objetos al área del sujeto preferentemente comprometida: hay obsesivos con
temibles, peligrosos. El peligro no hay que ir a buscarlo, ni es impro- escrúpulos morales, especialmente referidos a la esfera erótica; otros a
bable; está en la misma realidad en la que vive y podría aparecer de la suciedad, al polvo, al orden; otros a la moralidad de un pensamiento
inmediato. La realidad se divide en dos conjuntos de objetos: los peli- 0 un deseo; otros a la culminación (¿hasta cuándo?) de una tarea in-
grosos y los que no lo son (aunque en los casos graves no se descarta telectual, como memorizar un texto, el apagar la luz, el cerrar una
la posibilidad de que también éstos puedan llegar a serlo). puerta.
La íobia es el paradigma, aunque en lo patológico, del funciona-
miento modular cognitivoemocional. Los módulos, que en la vida men- Una obsesiva, a partir de la Lámina 4 del TAT:
tal normal suponen una economía y permiten al sujeto realizar otras «Éstos están aquí malamente, como a mí no me gusta, ¿verdad que
tarcas simultáneamente y por tanto dejar paso a la complejidad, en la están aquí malamente?... Abrazándose, medio abrazándose..., está
vida del fóbico se constituyen en un monopolio: el objeto fóbico se mirando ella..., no la mira; está mirando y él mira para otro lado...
eleva a objeto preferente, y el functor es siempre el mismo: el miedo. No la quiero ver, parece que soy yo. ¿Sabe usted que parece que
Lo opuesto a la serie de fobias es la serie de filias (paidofilia, ne- está con él? Pero ella, ahora, está callada y él como si estuviera mi-
crofilia, zoofilia, voyeurismo o escoptofilia, exhibicionismo, oncofagia, rando fijo para otro lado... Eso, que está mirando él para otro lado,
y tantas otras), en las que objeto —niños, cadáver, visión indebida, como si estuviera mirando fijo a otra persona, y ella está muy se-
mostración de genitales, roída de uñas y dedos...— atrae de tal modo ria ahí, porque no le está él dando la cara... Veo la estampa y me
que resulta difícil sustraerse a ello. hacen los ojos así..., parece que me roza él... La veo a ella borrosa».
Lámina 2: «No pienso nada más que en eso de los hombres, y en
3. La obsesión no se concibe al margen de la angustia. Muchos esas cosas. La está mirando a ésta, parece que la mira así... La ma-
comportamientos obsesivos adoptan forma de ritual para prevenir la yor está como estoy yo siempre, con los ojos cerrados para no ver
angustia. Si no se hacen, podría pasar a él o a alguien lo peor', y sería y las manos cruzadas... Aquí hay un hombre, no sé yo si estará mi-
responsable. El acto obsesivo es una forma de conducta contrafóbica, rando al caballo o a ésta, parece que está ahí con la mirada
y por eso muchas veces la obsesión es un estadio superior al de la fo- puesta... Este hombre parece que está mirando así como de..., con
bia. También, pues, en la obsesión hay un objeto provocador: la cons- la cara ladeada..., a la mujer o al caballo, no sé yo... Otra cosa más
trucción mental de lo que podría acaecerme o acaecerle (a alguien). En no veo yo aquí».
las obsesiones el carácter de absurdo se lo confiere el propio paciente:
es absurdo que yo no pueda tocar o que tenga que tocar esto o lo otro 4. El extrañamiento. Una forma de neurosis relativamente infre-
porque de lo contrario podría pasar aquello o lo de más allá. De aquí cuente, pero rebelde y penosa, es la neurosis de extrañamiento de la
el sentimiento de impotencia y la rebeldía que acontece al obsesivo realidad. La refiero aquí por la índole de la angustia que produce el
grave. ¿Por qué no puedo dejar de tocar tres veces con el dedo en la hecho de que el sujeto no logre una vinculación con sus propios com-
mesa antes de hablar? Pero lo absurdo del hecho obsesivo para el pro- portamientos como para estar seguro de que lo son: lo que ve, ¿es
pio paciente estriba en la relación entre lo que podría pasar y la cere- exactamente lo que ve?; cuando habla, ¿suena la voz como suena la
monia para su evitación. Parece claro que la obsesión irrumpe en una que es verdaderamente mía? En mi experiencia, he visto que este sen
caracterosis (véase después) derivada de la inseguridad en alguno de 1 ¡miento de exlrañe/a, de no propiedad de lo que uno sabe que le es
los módulos: ¿está bien o mal lo que hago o voy a hacer?, ¿cuándo dar propio, se presenta en ocasiones, v persiste durante meses, después de
224 .' 2 S
la ingesta de una dosis de LSD (Dietilamida del ácido lisérgico). He provocar relaciones con chicas, pese a que muchas de ellas lo re-
aquí un caso: quieren para solventar dificultades escolares. En los últimos meses
ha adoptado en casa unos comportamientos hasta entonces in-
P es estudiante de Medicina. Hace un mes y medio tuvo una expe- usuales. No deja que nadie entre en el cuarto de baño mientras esté
riencia muy desagradable tras ingerir con alcohol una fuerte dosis él, se ducha una vez que todos lo han hecho, o no lo hace. Su sen-
de LSD. Está fuertemente preocupado por la constante sensación tido del humor, que había sido una característica suya hasta hace
que le angustia sobremanera de notar como si los actos que realiza algo más de un año, ha sido sustituido por una irritabilidad a flor
o las palabras que pronuncia no fueran los de él, los habituales en de piel. Todo coincide con el hecho de haber engordado en pocos
él. «Cuando ando sé que soy yo el que anda, pero noto que no ando meses hasta unos diez kilos y que aún no se insinúa el pelo en el
como andaba, son andares extraños a mí, quiero decir que no son rostro. «Esto me acomplcja mucho», nos dice. «Pueden tomarme
los que yo tengo... Pero sé que son los míos, porque no pueden ser por un anormal sexual.» El problema que le atenaza es lo que él
de otros, pero con el andar me pasa lo mismo que con lo que veo: mismo llama «complejo de pene pequeño», así como la fimosis. De
miro a algo y noto que no veo con la misma claridad, como si lucra ninguna de ambas cosas le ha hablado a los padres. Él reconoce
tras un velo, y no logro que se me despeje de una vez... De pronto que no le ocurre «nada de psiquiatra», que ha venido a incitación
veo normal, como siempre he visto, pero de pronto me vuelve otra del padre, pero que una vez que viene quiere saber sobre esta cues-
vez... Es algo difícil de explicar. A veces lo que vivo es como si no tión, pidiéndonos discreción absoluta (respecto a su padre, se en-
lo viviera de verdad, como recuerda uno lo que soñó.» tiende) sobre su problema.

La histeria es una caracterosis en la que adquiere relevancia la fun-


ción expresivoapelativa. El/la histérica pretende ante todo llamar la
8. Los sentimientos en la caracterosis atención, ser el centro, usar de los medios que sean para conseguirlo
y, de no valerle los habituales, recurrir a la enfermedad. Una vez que
Caliliqué de caracterosis 12 aquellas estructuras del self en las que el ha sido descubierta la manipulación a través de la expresión, el histé-
propio sujeto toma posición ante uno o más de uno de sus módulos, las rico inventa una nueva estrategia, hasta entonces inédita para los del
más de las veces de inaceptación, pero también de hiperaceptación (aun- entorno, que haga posible conseguir el efecto que precisa. No se com-
que en este caso suele tratarse de una lorma de seudocompensación, prenden los cambios experimentados en la sinlomatología de la histe-
como la que lleva a cabo el pedante, el chulo, el hiperseguro, a los que ria sin tener en cuenta que determinadas formas de apelación a los
aludiré enseguida). Al tratar la tipología de los sentimientos (capítulo 8) otros son ya histórica y culturalmente inútiles. Por eso, es preciso cam-
he descrito los diferentes tipos, y referido algunos casos concretos. biar la estrategia histérica o hacer una escalada con miras a conven-
Lo más interesante de la caracterosis es la observación de cómo la cer, en la que en ocasiones suele arriesgarse a veces la vida del prota-
imposibilidad de interacciones con un módulo de sel) obliga a desa- gonista. Ese es el caso del intento de suicidio histérico. La mayoría
rrollar otros, de carácter vicariantc; y a establecer unos dinamismos de ile los intentos de suicidio (50 por cada suicidio consumado) son de
ocultación de su insul¡ciencia, que pueden ser formas opuestas de com- índole histérica, pero eso no es obstáculo para que algunos histéricos
portamiento (la ignorancia, por la pedantería; la cobardía, por la chu- yerren y el suicidio llegue a consumarse.
lería; la impotencia, por la exhibición; la envidia, por la adulación, el El problema de la histeria no difiere de la simulación en sentido es-
moralismo, por la indecencia, etcétera), v también a ejercer un hiper- tricto, aunque en ésta el benelicio es inmediato. Sabemos, pues, para
control de los mecanismos de expresión. En ocasiones, merced a la qué simula, y desde luego el simulador lo sabe. En la histeria el pro-
inaceptación del rechazo de sí mismo, el sujeto llega incluso a la agres i - blema es otro: ¿qué lleva al histérico a comportarse como tal? ¿Cuál es
\idad verbal v/o cxtraverbal. Rechazándose el sujeto a sí mismo, el terreno la razón que lleva al histérico a transgredir las reglas del contexto con
aparece abonado para la envidia, el resentimiento, en suma, el odio a tal de dar satislacción incontrolable a su egotismo? ¿Por qué la nece-
todos aquellos a los que considera que se aceptan a sí mismos. sidad emocional de atención, ateeto, cuidado, por parte de los tiernas
(lilolimia)? Esto confiere al problema de la histeria un rango distinto
N es un joven de 17 años, serio, estudioso, sin duda el más estu- al de la simulación: en éste hay que preguntarse por el benelicio que
dioso de su curso. Cultiva amistades, pero siempre hasta un límite. obtiene o espera obtener por la «representación», que siempre es e\
Jamás ha ido con ellos a la piscina, o al deportivo. Nunca se le ve limscio a él; en la histeria, el benelicio que se piclcndc es la i'i.ilili

22h >.'/
cación egotista. En el histérico hay una insuficiencia del sujeto por la cir, en el paranoico. El delirio es una ortopedia del self que el sujeto
cual Iracasa en la interacción, concibiendo el fracaso, como es lógico, construye para, a través del error del delirio, subsanar una proíunda y
lo que concibe como tal (aunque para los demás no lo sea). En su ham- crónica inaceptación de sí mismo, que no tolera de ninguna manera.
bre de éxito, recurre a lo que quiera que sea de manera que los demás Como se sabe, el delirante inicia su delirio merced a la negación de la
se sientan obligados a darles la vinculación que de otro modo no ha realidad de sí mismo; luego, lo continúa con la construcción y exter-
sido capaz de obtener. nalización del nuevo sujeto con el que aparece. Las etapas previas a la
La anorexia, la vigorexia, la inseguridad, la frustración permanente construcción y desarrollo del delirio (1, 2 y 3, del esquema) se carac-
por la inaceptación de la mayor parte de su sí mismo, dan lugar a es- terizan por la inaceptación de su self (es un módulo de él). La etapa 4
tructuras caracteriales, es decir, a modos de ser y modos de estar en la supone el logro de una nueva identidad.
vida y de valorar lo que le rodea repletos de distorsiones derivadas de
la distorsión previa de la conciencia de sí mismo. 1) Soy S.
2) No deseo ser S.
«No me gusto en nada, nada, en nada. Ni en el físico, que me pa- 3) Desearía ser S' y fantaseo con ello.
rezco lea y gorda, ni en la simpatía, que no tengo, además tengo una 4) Soy S' y actúo como tal.
mala leche que ni yo misma soporto... Bueno, creo que soy inteli-
gente, pero, ¿de qué me sirve? No me sirve para nada, porque es- Puesto que S es ya S', la fórmula estándar f(S/Ob)Cx, pasa a ser
panto, me doy cuenta de que yo soy quien rechaza a todo el mundo, f(S'/Ob)Cx.
a todo... será porque no me gusto, porque me odio... pero tampoco Pero ¿cuál es la relación de S' con los demás, es decir, el nuevo su-
me cambiaría por nadie». (?) «Me gustaría ser de otra forma, pero jeto? O le confirman o le desconfirman en su identidad de S', es decir,
yo; no como fulana o mengana..., no, eso no... Yo creo que hasta doy o le aceptan o no le aceptan. Si no le aceptan, S' ha de modificar el ob-
asco, a veces despido olor que la gente debe notar aunque no me lo jeto, es decir, la realidad, y si antes eran objetos amables, ahora, que
haga saber... Me lavo, me ducho y al poco tiempo huelo... Además, no le aceptan, son hostiles. La realidad tiene que ser reestructurada
no tengo remedio, porque quien tiene un defecto en la nariz o en los para adecuarla a su nueva identidad, de la cual él no se apeará.
muslos, pues, o se tolera porque es uno sólo, o se lo corrige, pero lo Algunos casos de paranoia se refieren a inaceptaciones de alguna
mío no tiene arreglo... A veces, maldigo a mis padres que en una jo- anomalía corporal que no pueden tolerar.
dienda me trajeron al mundo... No, no siento envidia de nadie.» (?)
«Mi mala leche es contra la gente, ¿por qué hay gente que vive tan B es una muchacha de 27 años que atacó a sus padres con un cuchi-
a gusto, como si tal cosa?... Pero envidia, no.» llo de cocina y propinó una grave puñalada al padre y otras, menos
En el THP, ante la lámina M: «Ésta es una gorda, machota, una graves, a la madre. «Me habéis traído al mundo», ése fue el grito con
mongólica parece... Qué pelo... Debe tener miedo de que la vean, el que se abalanzó sobre ellos. Lleva años quejándose de una ano-
quiero decir vergüenza... Mira para abajo, como no queriendo ver malía en el labio menor derecho de la vagina, anomalía que no le pro-
nada, como no queriendo ver a nadie». Ante la lámina H: «Este duce molestia alguna, pero que descubrió por casualidad una vez que
hombre está muerto, o es de piedra, un hombre horrible, da susto se colocó un espejo entre las piernas. «Yo no he visto a nadie más sus
al miedo... vaya tío... ¿Quién se puede acercar a alguien así? Ni él partes, ni me interesa, pero mi vagina [en realidad, la vulva] tiene esa
podría acercarse a nadie». Ante la O: «Esto es un borrón de tinta anormalidad, y yo quiero que me operen.» Ningún ginecólogo ha re-
que ha caído aquí para manchar lo blanco... como sangre, un gu- conocido la existencia de tal anormalidad morfológica, pero ella les
sano arrastrándose...». fuerza con la intención de que la sometan a «no sé qué tienen que ha-
cer, ellos lo sabrán; yo no, yo lo que quiero es tener todo eso normal,
porque me afea, porque es repugnante, porque así no lo tiene nadie».
A uno de los últimos ginecólogos que descartó la anomalía, después
9. Los sentimientos en las paranoias de insultarle le agredió. «A mí me da mucha vergüenza que me ten-
y los delirios crónicos gan que reconocer de esa parte y además cada vez lo puede saber mas
gente, y estos médicos no quieren operarme para que me quede asi.»
Si hay un paradigma de organización axiológica rígida de la reali- Ante la lámina M del THP: «Ésta es una mujer anormal, vo la veo
dad v de sí mismo es la que tiene lugar en el delirante crónico, es de- anormal, le pasa algo de nacimiento, cosas que le pasan a la j'ciilc

.'2.X \">
al venir al mundo... Mire usted cómo mira hacia abajo, muerta de quizofrénica es que, al sentirse provocado por los objetos (alucinacio-
vergüenza, bueno, debe ser de vergüenza, aunque ella no es culpa- nes, percepciones delirantes), salen a la luz sus motivos (rechazo de su
ble... Y es anormal como de cara, o del cuello, que es muy corto, y homosexualidad, de su físico, de su manera de ser como inhibido, et-
muy gorda además, pero anormal de nacimiento». cétera). Pero ¿no será todo una imaginación, una figuración? Si lo es,
entonces esos objetos no tienen la significación que le ha dado, o que
J es un hombre de 47 años, casado. Presenta un delirio de infideli- se ve obligado a darle por la evidencia con que se le impone la inter-
dad. Su mujer le engaña con un amigo, que, al estar en paro, ha pretación que hace... Es propia de este estadio la situación de «oscila-
ido con frecuencia a su casa y ha pasado allí algún tiempo. Nunca ción de la certidumbre», que describí en trabajos de hace cuarenta
ha estado a solas con su esposa. Pero desde hace meses viene no- años, n característica del comienzo de la psicosis, así como de su etapa
tando ruidos extraños por la noche: se trata de «los afanes de mi de resolución —aunque con otro carácter, sin perplejidad— tras la ins-
mujer cuando está con el otro» haciendo el coito. Pero él no puede tauración de un tratamiento, acompañada, además, de la angustia ante
levantarse ni siquiera moverse de la cama, porque nota una pesa- la posibilidad de enajenación. La perplejidad, pues, es un sentimiento
dez enorme de su cuerpo, a consecuencia de las drogas que ella le inherente a un objeto provocador no desambiguado, cuya significación
suministra en la cena con los alimentos. El delirio lo apoya en mu- de primer nivel, o denotativa, es dudosa. En el humor delirante, que
chos más dalos de igual rango que el anterior. Como el mismo es el sentimiento que acompaña a la perplejidad, el sujeto deambula
alirma que no puede probarlo, nadie le cree, pero hay personas que de un lado para otro a la búsqueda de indicios que puedan precisarle
aunque dicen no creerle saben que la mujer y el amigo le engañan, la significación de esos objetos que ahora componen esa realidad
porque son cómplices de estos. ¿Que ocurre entonces desde el transformada o nueva. La perplejidad es ya una forma de estupor. Nos
punto de vista de la organización de la realidad y de sí mismo? quedamos estupefactos ante lo sorprendente, lo extraordinario, lo inex-
Él es un marido engañado y consentidor. plicable: «No sabemos qué decir; no sabemos qué hacer». Eso ocurre
La mujer, de fiel ha pasado a ramera. al esquizofrénico cstuporoso: está bloqueado porque la intrusión de
El amigo, de leal a traidor. objetos de significación imprecisa y en aluvión impide cualquiera otra
Los que dicen no creerle, mentirosos, traidores y cómplices. perceplorrepresentación.
Todos ellos > él mismo se han convertido en objetos provocadores Pasada la etapa preliminar, en pleno cuadro de estado, el esquizo-
de sentimientos mu\ distintos a los que antes le suscitaban. frénico es un ejemplo ilustrativo de cómo los objetos internos siguen
para el sujeto con reglas prácticamente idénticas a las de los objetos
externos. Las alucinaciones en lorma de voces que le hablan o comen-
tan son objetos provocadores de sentimientos de sumisión, de culpa,
10. Los sentimientos y las psicosis esquizofrénicas de irritación. Lo mismo que los delirios, es decir, los hechos que suceden
a su alrededor v a los que confiere su peculiar interpretación. Sobre la
Las psicosis del grupo de las esquizofrenias ilustran y enriquecen significación del hecho, es decir, sobre el hecho interpretado, en este
la teoría de los sentimientos. Cuando el comienzo se hace a lo largo de caso delirantemente, el sujeto responde de acuerdo a la emoción que
días, aparece el sentimiento de perplejidad (Stórring) o «humor» deli- le depara. De aquí el carácter de sorpresa de las personas que compo-
rante (Walmstimiuung). El comienzo de la esquizofrenia es la entrada nen su entorno. Cuando un paciente al que estoy entrevistando, al ver
en un mundo nuevo, en el que acontecen cosas ininteligibles para el cómo me rasco la trente, me habla con ironía: «¿Qué? ¿Ya estamos con
paciente, por extraoidiñarías, por no comunes, como la audición de experimentos conmigo?, la pregunta depara a su vez perplejidad en el
voces sin percepción de la fuente, o la interrupción del pensamiento oyente. De un esquizofrénico no se sabe qué podemos esperar, porque
entonces en curso, o el sentimiento de pánico ante la posibilidad de se sitúa en un contexto —delirante, alucinatorio— completamente dis-
que gentes a quienes no conoce se refieran a él mediante miradas, o tinto al nuestro. Es por demás I recuente que el esquizofrénico se dirija
se hagan señales mediante los cláxones de sus coches o con gestos. Ta- a compañeros del trabajo con preguntas que suscitan extrañeza, como
les objetos son, como todos, provocadores de sentimientos, pero esos poi ejemplo: «¿Por qué no os dejáis de indirectas?». Evitemos calilicaí
objetos son imprecisos, ambiguos v sobre todo inéditos para él, cuya estos comportamientos de «gratuitos». Todo comportamiento es res
significación tiene que descubrir, \ al final descubre por su «eviden- puesta derivada de la interpretación —es decir, de los motivos que se
cia», que son referidas a él, v tienen la finalidad de perjudicarle o de llenen para juzgar el comportamiento ele los demás v la icspuesla es
aludir a su intimidad va descubierta. Lo que ocurre en la psicosis es- s/<•;///>/<• la adecuada (si hav i isas v son sobi e 1111, , poi que no .u l.u .11

' <l
las razones?). Lo inadecuado está en la interpretación que motiva la Obsérvense en todos estos casos la carencia de estimativas. Las es-
respuesta, escasamente verosímil. 14 timativas valoran el objeto en tanto objeto provocador: niño «bueno»,
Cuando la esquizofrenia avanza, el deterioro del paciente es cada «malo», «guapo». O valoran al relacionar—no habría relación si no se
vez mayor. Kraepelin hablaba de que la demencia del esquizofrénico valorase previamente al objeto—: «Al niño le gusta el violín», «A la mu-
era de un tipo completamente distinto a la demencia senil o a la de- jer no le gusta el hombre».
mencia de la corea hereditaria de Hungtinton. Kraepelin hablaba de la En el esquizofrénico defectual, deteriorado, no se dan estimativas,
peculiar Verblódung (insulsez, estupidez) del estado final del esquizo- porque ni los objetos se valoran —le son, pues, indiferentes— ni, por
frénico. Lange describe «el resultado de la disolución de los sentimien- tanto, sirven para establecer con ellos relación alguna.
tos normales..., nuevas formas que son una indiferencia caracterizada
por vacío alectivo... en la cual se haya suspendida toda seriedad en la
valoración de la vida». Lange,^ pues, describe, para este estadio, dos
características de la vida afectiva del esquizofrénico: primero, su dete- 11. Los sentimientos y la amencia
rioro; luego, la inafectividad, es decir, la disolución de la vida afectiva
y, en consecuencia, la de la tabla axiológica de la que hasta entonces Wernicke denominó amencia —término muy poco usado en la ac-
se sirvió. Se ha afirmado que la demencia esquizofrénica es demencia tualidad— a un cuadro agudo de desorganización prácticamente total
afectiva, para subrayar el contraste entre el vacío alectivo y la (rela- de la vida mental. Lange lo utilizó de nuevo, y hoy, que ha aumentado
tiva) conservación de las funciones cognitivas (percepción normal, al el número de psicosis tóxicas agudas, debe ser reivindicado. La amencia
lado de la alucinación; comprensión normal, al lado de interpretacio- se presenta en cuadros de origen tóxico o infeccioso o todavía desco-
nes delirantes; memoria conservada). Este vacío afectivo se acompaña nocido. Los franceses la llamaban delirium acutum o estado confusio-
de autismo y lo he denominado autismo adiafórico, es decir, un retrai- naí. Algunas psicosis esquizofrénicas de comienzo hiperagudo presen-
miento inherente a la indiferencia ante todos los objetos. En el esqui- tan un cuadro amencial durante algunos días. Es interesante hacer una
zofrénico final ningún objeto es provocador de sentimiento alguno, es- referencia a este cuadro porque muestra cómo la desorganización es
pecialmente ninguno de los objetos del entorno, del mundo real, del cognitiva y emocional al mismo tiempo, sin que pueda concederse ma-
mundo empírico. yor relevancia a una u otra.
Todo ello tiene su reflejo en el discurso verbal. Veamos unos ejem-
plos de esquizofrénicos ante el THP. C es una joven de 23 años, soltera, que a los tres días de dar a luz
tiene una fiebre de hasta 40 grados, con sudoración prolusa y gran
1. H: «Pues yo veo un hombre pintado y tiene la cara sin barba, y agitación. Pasa de la risa al llanto, de la agresividad, sin solución
ya está... los párpados para arriba, no tiene niña de los ojos».— de continuidad, a estados casi extáticos. El pensamiento está frag-
M: «Una cara pintada y una raya en todos lados».— O: «Esto un mentado y los objetos a los que hace referencia están tan poco
gusano». tiempo en el plano de su conciencia que sólo puede esbozar una re-
2. H: «Un hombre con un mohín, la oreja delgadita, los ojos cerra- lación emocional, por lo demás instantánea. He aquí un fragmento
dos».— M: «Una mujer, cara gorda... el pelo antiguo, la nariz un de su discurso: «Salpico, y de la otra que ya me sé, que no es lo que
poco corta».— O: «Dos columnas, no me parece nada». yo vi gracias a Dios, qué bonito era, que si se marcha es porque
3. H: «La cabeza de un hombre, pelo para adelante... nariz grande, quiere, que yo la quiero y la quiero, pero que me deje, que me deje,
boca pequeña».— M: «Una mujer, ojos pequeños».— O: «No sé lo dejada estoy, dejada está, quiero que el deje se venga aquí, uf, qué
que es esto». tía marrana, la tía que se fue, buena tía, o era un tío o lo que lucra,
4. H: «Esto es una cabeza de un hombre, ¿no?... Este ojo parece que tenía hasta el cono oscuro».
que lo tiene tuerto..., ya no veo más».— M: «Esto es una mujer, está
mirando al suelo..., ya está».— O: «Pues esto no lo distingo».
5. H: «Una calavera, una momia..., ahora está cambiando esto de
aquí, pero sigue siendo una momia..., la parte de aquí la veo más 12. Los sentimientos y las clcmeiu ias
negra..., ahora le he visto aquí una mancha».— M: «No sé lo que es
esto..., otra momia... Estas rayas serán pelos».— O: «Dos dedos, En los estados de deterioro cognitivo primario, en los que MICIIMI
unos penes, dos penes». lia, atención, orientación espaciolemporal, raciocinio \ Iciirii.He c.i.m

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cada ve/, más deteriorados, hay también una afectación del sistema de él, con un cuadro de intensa agitación psicomotriz, se le observó
emocional, como antes se dijo. una parálisis del motor ocular externo (VI par) derecho. Presentó
1. En la enfermedad de Alzheimer, salvo en el comienzo, en el que una amnesia anterógrada de los varios días anteriores al trauma-
hay conciencia de la alteración mnéslica que le perturba, conciencia tismo. Sus funciones mnésticas se han recuperado, aunque a veces
que luego desaparece al hacerse más profundo el trastorno, el senti- se queja de que no retiene las cosas que acaban de acaecerle. Pero
miento más frecuente es el de la suspicacia y desconfianza. Sus olvi- consulta alarmado ante lo que considera «un cambio de mi modo
dos respecto del lugar en donde dejó los objetos son interpretados de ser». Se refiere única y exclusivamente a dos cosas: a la intole-
como robos o como intencionados desarreglos por parte de los que le rancia ante cualquier contrariedad, y a la violencia desproporcio-
rodean. Aunque exista alguna explosión emocional, cada ve/ es menor nada de su respuesta ante ella. Así, por ejemplo, a raí/, de que al-
el número de objetos que le provocan algún sentimiento, salvo los que guien penetrara en su finca sin su permiso y con un vehículo, sin
aún siguen siendo reconocidos como pertenecientes a su habitat. Hay mediar palabra alguna bajó al conductor, lo tiró al suelo de un
una notoria regresión a etapas primeras del desarrollo emocional, y en golpe y con una piedra le golpeó la cabeza provocándole heridas de
los últimos estadios de la demenciación reaparece incluso el reflejo de gravedad en el rostro. Violencias desatadas en un segundo las ha
prensión. La vinculación afectiva con los objetos desaparece paulati- tenido también en la oficina de su propia empresa, con clientes; y
namente, quedando limitada a unos pocos de ellos (a veces, papeles, en su casa, con su familia. No tiene sentimiento de pesar por lo he-
algún objeto que llevar en la mano, etcétera). cho, sino simplemente le alarma las consecuencias que le pueden
2. En la demencia vascular', también denominada multiinlarto, el reportar. Actualmente está procesado por la agresión que llevó a
deterioro procedí mental se traduce en la aparición de agnosias episó- cabo. En la tomografía axial del cerebro se ha detectado una ligera
dicas, apraxias v alasias, pero al mismo tiempo hay una incontinencia atrofia en el polo del lóbulo prefrontal izquierdo.
emocional, como se ha llamado de siempre a la pérdida del control de
la expresión (de la pena, de la alegría o de la agresividad). Los pa-
cientes lloran lácilmente, a veces a la simple pregunta de cómo se en-
cuentran o cuántos hijos tienen; o pasan sin solución de continuidad 13. Excurso: Sentimientos en el sueño
a la risa si se les dice que mejorarán o que se les vio paseando el día
anterior. Es muy notoria la reducción del número de objetos provoca- Los sueños, el soñar, es una experiencia de interés para clarificar
dores efe sentimientos, de manera que lo descrito antes es compatible algunos de los problemas de la teoría de los sentimientos. Cuando so-
con la escosa resonancia emocional tras la muerte de un lamiliar pró- ñamos, 1) el nivel de conciencia desciende, especialmente en la pri-
ximo o cualquier otra contrariedad. Esto se traduce en una disminu- mera lase del dormir, y si se sueña no existe posibilidad de evocar lo
ción de intereses, del «aniñamiento» o regresión que al mismo tiempo soñado; 2) en la fase ulterior; denominada REM (de movimientos ocu-
se produce. lares rápidos), el nivel de conciencia se eleva, y no sólo aparece la ac-
3. La demencia típicamente pretrontal —en tumores v traumatis- tividad onírica sino que se hace posible —si el despertar es inme-
mos de esta zona del cerebro lrontal— se caracteriza por" lo que se de- diato— evocar el sueño tenido.
nominó ¡noria, es decir', un cuadro caracterizado por el descontrol de Para muchos autores —Kant, Schopenhauer, Hagen, Freud y muy con-
la respuesta, su inadecuación, la respuesta sin mediación alguna. Si le cretamente Jung—, el soñar era homologable con la psicosis aguda, tanto
apetece, pellizca en el trasero de alguien, o muestra sus genitales, o aquellas que se deben a intoxicaciones como el alcohol, el hachís, el
cuenta lo que no es de recibo contar. En estos casos, la memoria está ácido lisérgico, cuanto las que tienen lugar por procesos disfuncionales
intacta o prácticamente intacta. metabólicos, como la esquizofrenia aguda. La diferencia, sin embargo,
4. Señalare por ultimo cómo err algunas secuelas de traumatismos es sustancial entre una psicosis tóxica y la esquizofrenia aginia, por la
uaneoencetálicos tiene lugai la desaparición de mediaciones entre el existencia en las primeras de ese descenso del nivel de conciencia que
objeto \ el sentimienlo provocado, por una parte, \ la respuesta poi confiere al cuadro una cualidad que, en efecto, la asemeja al souai v
olí a. que, por esa razón, han sido denominados también psicosis oneroidc,
v onirismo al síndrome clínico que ostentan (Mayei (iioss, Von Me
S es un hombre de 34 años, casado, que a consecuencia de un ai - duna, Ey). La alteración del nivel de conciencia (o de vigilaiu r.i. i <>iix>
cidente de trafico sufrió un traumatismo craneocncelálico. Per- también ha sido denominado especialmenle poi los nein ohsnili >p >•,,
maneció en estado de coma durante unos \einte días, \ a la salida Magoum y Moruchi) no aparece en la csqiii/ohcnia .ifiid.i

M I .' Vi
La analogía entre psicosis (locura) y el ensueño se debe sustancial- notación es psicótica. No así a la inversa: cuando se figura uno que el
nicnle a lo siguiente: en ambos casos, el sujeto experimenta una per- objeto x está más lejos o es de mayor tamaño que como es en la rea-
turbación neuropsicológica de tal naturaleza que desaparece la posibi- lidad, no se trata de una psicosis, sino de una perturbación de otra ín-
lidad de distinguir el carácter de interno de los objetos que en realidad dole de los mecanismos de la percepción.
lo son, como las alucinaciones; de este modo son tratados, desde el Pues bien, la función diacrítica, discernidora del carácter interno o
punto de vista lógico, como si fueran objetos externos: se habla con las externo del objeto, no se rige por la ley del todo (diacrisis) o nada
voces, se pone el gesto adusto cuando nota olores extraños, repudia la (adiacrisis). También hay gradaciones. Hay adiacrisis pasajeras, sus-
comida en la que detecta sabores raros, entre otros comportamientos. ceptibles de ser corregidas, como ocurre en el duermevela («¿ha so-
Si al enfermo alucinado lo vemos dialogar con sus voces, y al de delí- nado el teléfono o es que lo he soñado?»), en estados emocionales de
rium trémens alcohólico le vemos aterrado ante los animalillos que se cierta intensidad («Creí que era mi hijo ese que se bajó el primero»),
le vienen encima, ello es debido a una perturbación del juicio de rea- c incluso en psicosis tóxicas como el propio delírium trémens, en el
lidad acerca del espacio al que pertenecen tales objetos. En virtud de que basta con despejar al paciente haciéndole hablar para que él mismo
dicha alteración judicativa, los objetos internos son considerados, con confiera carácter alucinatorio a las denotaciones que momentos antes
su «lógica», objetos externos y tratados como tales. La situación —es tomaba como reales.
una obviedad, pero conviene recrearnos en ella— es completamente Para que la diacrisis se perturbe, pues, es suficiente con que el ob-
distinta a la que tiene lugar en la vigilia. Si evocamos una situación jeto interno adquiera caracteres de externo, y que el sujeto que padece
aterradora experimentamos una emoción, pero en modo alguno com- la adiacrisis opere, en consecuencia, como tal. Eso es justamente lo
parable a la vivida en la situación de terror. Pero si insistimos en ella, que acontece al soñar. El objeto interno es capaz, en esas condiciones,
en los detalles vividos, si además se incide específicamente sobre el es- de provocar' sentimientos de las mismas características que si fueran
tado emocional que se produjo cuando fue vivida, entonces la emoción externos: la angustia ante la persecución por el loro o por la caída; el
sube de grado y, pese a que operamos con una situación meramente placer en la relación erótica...
evocada, la emoción provocada por esa experiencia interna —el re- Es de interés advertir ahora cómo la intensidad de la emoción ex-
cuerdo— es prácticamente idéntica a la que se vivió cuando la expe- perimentada —placentera o displacentera— en el soñar' produce el des-
riencia lúe real. De manera que no es del todo imprescindible recurrir pertar. A mi parecer, como he dicho a lo largo de estas páginas, si un
al conocimiento que poseemos acerca de la vida psicótica para aplicar sentimiento es un estado del sujeto, un sentimiento intenso entraña
un modelo que haga inteligible por qué la experiencia con objetos in- una modificación cuantiosa, brutal, súbita, del sujeto, 17 y ésta o blo-
ternos puede aproximarse a la que se tiene con los objetos empíricos. quea todas las funciones cognitivas o, por el contrario, dispara las po-
Hay, además, otro factor. Si, como decía el aforismo clásico, nada sibilidades cognitivas y procura el control de la emoción.
hay en la imaginación —es decir, en el mundo interno— que antes no Otra enseñanza que se deriva de los sueños para una teoría de los
haya estado en el sentido —esto es, en el mundo empírico—, es razo- sentimientos es la siguiente: hay objetos que como tales, una vez deno-
nable pensar que, en el trasvase del objeto desde la realidad externa al tados, han de ser' provocadores de sentimientos. Sin embargo, en el mo-
ámbito interno, la imagen del objeto percibido y la imagen del mismo mento no se reconoce el efecto emocional producido. Quizá en el
objeto, pero ya representado, han de poseer algunos caracteres comu- sueño, horas más tarde, el sujeto sueña con ese objeto que denotó y en
nes, esto es, predicados idénticos. el que no reconoció efecto emocional. Son los sueños a partir de lo que
¿Cuáles son éstos? Todo objeto, al ser denotado, 16 ha de ser apre- Freud denominaba «restos diurnos». Muchas veces no es la persona o
hendido en seis predicados indispensables: 1) el diacrítico: ¿pertenece la cosa vista durante el día la que suscita el sueño, sino lo que se enla-
al espacio externo o al interno?; 2) el estructural: ¿qué forma o qué ras- za con la persona o la cosa.
gos formales posee?; 3) el identificativo: ¿qué objeto es?; 4) el deno- En ocasiones tiene lugar la situación inversa, a saber: lo soñado, al
minativo: ¿qué nombre tiene?; 5) el espacial: ¿dónde está respecto de ser evocado en la vigilia, se convierte en objeto provocador de un sen-
nosotros (arriba/abajo, derecha/izquierda, etcétera)?; 6) el temporal: timiento perturbador. He aquí un caso de depresión ansiosa consecu-
¿cuándo acaece, «ahora», «antes de», «después de que»...? tiva al metasentimiento de rechazo de un comportamiento homosexual
El predicado diacrítico es fundamental para la decisión de si un ob- soñado.
jeto es interno o externo, y la adiacrisis es justamente lo que confiere
a una denotación el carácter de psicótica (alucinación). Si el predicado M es una mujer de SI años, casada, con cuatro hijos va inaxoirs
diacrítico falla, aunque los restantes predicados no se alteren, la de- «Estoy mal desde hace más de un mes, nunca me había pasado l<>

2Mi .' W
que me ha pasado ahora: estoy en un sinvivir constante, me doy 11
asco, me pregunto cómo puedo haber sentido gusto en eso que yo
siempre he despreciado... Tuve un sueño en el que me veía en la Neurofisiología de los sentimientos
cama con la hija de unos vecinos nuestros... Yo sé que me notaba
a gusto, la niña me gusta, me es simpática porque es muy cari-
ñosa... Pero no sé más, ni sé qué hacíamos. Pero en el mismo sueño
me parecía que me seguían los del pueblo y me decían "tortillera",
y yo corría y ellos detrás de mí... Me pregunto si es que soy una de
ésas o qué... No hago más que llorar, he dejado de ver a la niña, no
quiero que entre en mi casa, aunque ella no tiene la culpa, a veces
me entran ganas de ahorcarme, porque si yo fuera de ésas sería
una vergüenza, sería la deshonra, aunque no hiciera nada.»

2^8
1. Observaciones preliminares
Las páginas que siguen resumen nuestros conocimientos sobre las
bases neurolisiológicas de las emociones. Debo advertir que las inves-
tigaciones neurolisiológicas consideran ante todo emociones de cierta
intensidad \ de carácter básico (el miedo, el hambre, la rabia, la su-
misión), es decir, los que hemos llamado protosentimientos v pre-sen-
timicntos. Lo mismo ocurre cuando se trata de extraer conclusiones
desde la patología cerebral, porque la patología lesional del cerebro,
es decir, la inherente a tumores, infartos vasculares \ traumatismos de
determinadas áreas del cerebro, no permite precisiones localizatorias de-
masiado sutiles, esto es, de sentimientos «elevados» (lo son realmente,
en la medida err que resultan de la complejidad progresiva de la vida
de relación \ proceden de los más elementales proto v pre-sent¡míen-
los). F.n las últimas décadas, sin embargo, se ha dcsari ollado amplia-
mente la investigación ncuroquímiea, con maleadores de posilones
para la localización de neurotransnii.sores en los receptores neuroña-
les, y se ha logrado relacionarlos con sentimientos más mati/ados (la
angustia, la depresión, la culona), en trastornos mentales no derivados
de lesiones sino de alteraciones luncionales (de orden bioquímico, me-
tabólico \ neuroendocrino).
La investigación neuropsicológica de los sentimientos comprende
dos grandes vertientes: una prosigue la línea de investigación iniciada
en la década de los treinta, acerca de los circuitos que intervienen en el
desencadenamiento de la emoción, en la experiencia emocional v en su
expresión; otra desarrolla ampliamente el estudio de las moditicaciones
bioquímicas, metabólicas \ neuroendocrinas en las zonas y circuitos in-
volucrados durante la actualización de la emoción, así como su reper-
cusión en el resto del organismo a través del sistema nervioso vegeta-
tivo v endocrino —se inició en la década de los años veinte con los
esludios de Cannon v los ele Marañón—. A continuación olrecemos una
sinopsis de estas dos corrientes interdependientes de investigación, sin
culi ai' eir pormenores que estarían lucra de lugar en un texto que atañe
al plano esli idamente psico(patológico del universo sentimental.

.'II
de «reja sensorial» que selecciona, de modo que el torrente de estímu-
los no inunde la conciencia. El hipotálamo, inmediatamente por en-
cima del tallo hipofisario, adecúa la secreción hormonal a partir del
Circunvolución
impulso nervioso recibido tras el estímulo externo o interno; y por otra
del ángulo Fórnix parte, establece conexión tanto con los ganglios de la base, es decir, el
Cuerpo calloso paleoencéfalo, relacionado desde hace más de cien años con la expre-
sión emocional, como con la circunvolución límbica o cingular, de im-
Lóbulo fronta portancia fundamental en la experiencia emocional, merced a sus in-
Tálamo
Cuerpos mamilares mediatas relaciones con la corteza prelrontal y el resto del córtex
asociativo (postrolándico). Así pues, los estímulos del entorno dan lu-
Amígdala
gar a dos tipos de «provocaciones»: la hormonal, v con ella la reper-
Hipocampo. cusión a distancia en la fisiología del resto del organismo; y la expe-
riencia!, por la repercusión en el sistema del sujeto, dependiente de los
Cucunvolución
hipocámpica circuitos corticosubcorticales, especialmente de la circunvolución lím-
Cérchelo bica y el lóbulo frontal.
A partir de la enseñanza derivada de la patología cerebral y la neu-
rocirugía, sabemos que la circunvolución límbica conecta directa-
Circuito emocional de Pape/. La base anatómica está representada por el hipotálamo, mente con el lóbulo prefronlal, responsable —digámoslo así— del uso
la circunvolución del cíngulo y el hipocampo. La formación hipocámpica envía in- adecuado de la experiencia en el contexto de actuación. El lóbulo pre-
flujos que, atravesando el lórnix, se reúnen en la región hipolalámica de los núcleos
mamilares. Desde los cuerpos mamilares, los [lujos se proyectan hacia los núcleos lrontal conecta a su vez. con el resto del córtex cerebral asociativo
anteriores del tálamo y, desde allí, por libras de proyección lalámica, alcanzan la (córtex parietotemporooccipital), pero muy especialmente con el hi-
circunvolución del cíngulo. El circuito se completa poi las vías que partiendo de pocampo, responsable de las lunciones mnémicas, por tanto, de la
la circunvolución del cíngulo vuelven por la circunvolución hacia la loinación hipo-
cámpica (modificado de Soulairac, 1976).
liaisson de la experiencia actual con las experiencias evocables, así
como de la orientación espacial. Se ha considerado al hipocampo el
«lugar», la «estación» en la que cognición y emoción se conjugan, pero
necesariamente lo son también la estación límbica y prelrontal. Es ve-
rosímil que la conjugación cognitivoemocional se inicie en el hipo-
2. Los circuitos corticosubcorticales de la emoción campo v prosiga, cada vez más enriquecida y complicada, en estacio-
nes de más elevado nivel.
Cannon, el gran neurofisiólogo al que se debe la innovadora y re- En los últimos treinta años se ha añadido al circuito de Papez otra
volucionaria teoría del stress (1927), y que en su momento refutó de- estructura, la amigdaliana. Empotrada en el hipocampo, la amígdala
finitivamente la teoría de James-Lange acerca de la emoción, fue el es responsable de la reactividad emocional. Mientras su estimulación
primero en construir una teoría de la emoción sobre la fisiología del da lugar a la aparición en el animal de la lalsa rabia (shan rage), es de-
tálamo e hipotálamo. Diez años después, Pape/. (1937) dio cuenta cir, la expresión corporal del animal presa de cólera y dispuesto a la
del que denominó circuito de la emoción (desde entonces, circuito de defensa/ataque, en suma, a la extcrioriz.acióu emocional, la ablación
Papez), cuya conlilinación ha proseguido hasta la ¡echa, integrando es- de ambas amígdalas suprime todo comportamiento agresivo. Desde
tructuras coint) las amigdalianas, a las que haré referencia más ade- luego, a partir de la introducción de la electroencefalografía, y más
lante. La figura adjunta muestra el circuito de Papez: concretamente de la electrocoríicografía, la existencia de lesiones en la
El grálico repicsema lo siguiente: los estímulos procedentes del en- amígdala, por ejemplo en la epilepsia, se correlacionó con comporta
torno a partir de los oí ganos de los sentidos acceden al tálamo sonso mientos agresivos de carácter crítico. Este punto de vista que tuvo su
i'ial (son en insúmela los objetos externos provocadores), \ conliimación cuando se comprobó que la extirpación bilaleial di- .un
desde ahí, ix . • . al hipotálamo v, por otra, a otros sectores dei has amígdalas producía un cuadro de pasividad peí mancille, \ en los
córtex ce i -• • - i- de estación receptora de los estímulos proce- animales leroces la desaparición cleiinitiva de la lioic/.i k o d i i p i o /
denles de :álamo tiene la función de freno de los muchos Delgado \ Eernánde/. de Molina, indepeiidieiileinenle, han lie» lio apoi
estímulos ih :t,s, también exteriores. El tálamo es una suerte Liciones experimentales muy demosli a l b a s sohte l.i lun< de la

242 .'•I 1
amígdala. Alioia bien, al c o n t r a r i o q u e la a m í g d a l a , el s e p t u m —en co-
nexión t a m b i é n con el h i p o c a m p o — es el d e t e r m i n a n t e de la inhibición
e m o c i o n a l . Así pues, p o r lo que respecta a las funciones de inhibi-
ción/desinhibicion de los impulsos agresivos, el s e p t u m \ la a m í g d a l a
son c o n t r a p u e s t o s .
La i m p o i t a n c i a del lóbulo prelrontal, sobre todo el izquierdo (en
los diestros), p a i a la a d e c u a c i ó n de la c o n d u c t a lúe adveí tida va en el
siglo \ i x , v en el capítulo a n t e r i o r he h e c h o referencia a ello. Las le-
siones del lóbulo p i e l i o n l a l izquierdo d a n lugai a lo q u e Jasti o u i l z , en
1888, calilicó de mona. En la m o r í a el paciente se c o m p o i t a inade-
c u a d a m e n t e , o sea, al m a r g e n de las reglas q u e rigen en el contexto.
La sujeción a las reglas contextúales significa q u e a c t u a c i o n e s posibles
no deben hacei se. C o n t a r con las icglas sigmlica, desde el p u n t o de
\ i s t a psicologicosocial, a u t o c o n t r o l , esto es, supresión de la inmedia-
tez e n t i e la experiencia emocional \ la a c t u a c i ó n que c a r a c t e r i z a a la
expresión pi'oto \ pr esentinrental. Al m i s m o t i e m p o q u e cierta pasixi
dad, en foima de tendencia n o copar ticipativa, el paciente de m o n a
hace «lo q u e no se d e b e hacer», p o r q u e es i m p e r t i n e n t e haceilo, por-
que es «incorrecto». Luiia, en 1976, habla de que tales c o m p o r t a -
m i e n t o s obedecen a d i s t u r b i o s en la l o i m a c i ó n de «motivos estables».
En electo, en el sincliome prelrontal izquierdo el sujeto se c o m p o r t a
con la versatilidad \ al m i s m o t i e m p o la i n m e d i a t e z de un niño de me-
nos de tres a ñ o s de edad Su carencia de s e n t i d o de i calidad n o está
en el no r e c o n o c i m i e n t o de los objetos que tiene ante si (eso s e n a la
agnosia), sino en algo m a s complejo: el juego ti a n s a c c i o n a l del c o m -
p o r t a m i e n t o . Poi tanto, en el d i s c e r n i m i e n t o de lo que se debe \ se
puede hacei, poi u n a parte, v lo que se puede peí o no se debe IUKCI, por
otra. Desde que en 193S se introdujeran las técnicas de la l o b o t o n u a
pi c h o n t a ] c o m o l o i m a de modilicar la c o n d u c t a de pacientes esquizo-
frénicos \ obsesivos graves (ligas Moniz, Ahucíela), la fisiopatologra de
los lóbulos p r e h o n t a l e s lúe objeto de u n a especial atención, Es noto-
rio q u e el paciente l o b o t o m i z a d o d e s c i e n d e en las posibilidades de abs-
tracción precisa para la ejecución de dctei m i n a d a s tarcas (Goldslein).
Ahoia bien, ¿la c o n d u e l a «impertinente» del e n l e i m o de m o r i a , i estil-
lado de su i n c a p a c i d a d para inlerii de un contexto la c o n d u e l a sujeta
a reglas detei m i n a d a s , se p r o d u c e por u n a d i s m i n u c i ó n de su capaci-
dad de abstracción \, poi lanío, de sus posibilidades de e x t i a e r de c a d a Silnación de los ccutios en la coi le/a cciebial (Según Kconomo)
situación las reglas p o r las que ésta se rige, o por un descontrol e m o -
cional? Posiblemente se d a t a de a m b o s lactoies, p u e s t o q u e los dos u l e s supraoi hitar ios). En el paciente l o h o t o m i z a d o hav u n a n o t o r i a
sistemas, el cognitivo \ el e m o c i o n a l , l u n c i o n a n en pai alelo. Se p u e d e d i s m i n u c i ó n de su c a p a c i d a d p a r a ser p r o v o c a d o (es decir, e m o c i o n a l -
considerar que los s i s t e m a s cognitivos \ e m o c i o n a l e s son a u t ó n o m o s m e n l e c o m p r o m e t i d o ) p o r objetos t a n t o exteriores (pasividad), c o m o
peí o intei d e p e n d i e n t e s . La patología m u e s t r a que los s í n d r o m e s q u e inlciioies (en l o n n a de i n c a p a c i d a d p a r a la iniciativa). La hgtiia acl
resultan de lesiones p r e h o n t a l e s tienen un c o m p o n e n t e cognitivo \ un ínula es un e s q u e m a de los d i l e r e n t e s s e c t o r e s del lóbulo pielioiilal
c o m p o n e n t e e m o c i o n a l (la d e m e n c i a de Alzhetmer, de H u n t i n g t o n , el
En los tillimos a n o s se ha p r e s t a d o a t e n c i ó n a la d i l e i e u l e IIIIKIO
Pick Irontal, la esquizofrenia, los t u m o i e s \ los t r a u m a t i s m o s p r e l r o n -
nalidad de u n o \ o l i o Irenuslei 10 cerebral i espec lo de los sen I culos

244 • I'.
(también, claro está, de las (unciones cognitivas). Los resultados y las Las primeras, pues, son lundamentalmente aloapelativas, porque
interpretaciones subsiguientes distan de ser todavía unánimes. Para al- están dirigidas al objeto exterior al que se apela, que puede ser o no
gunos, el hemisferio izquierdo se ocuparía de tareas analíticas, mien- ser el mismo que provoca el sentimiento (la pena por la muerte de un ser
tras el derecho se ocuparía de actividades más globales. De este modo, querido la expresamos ante los vivos; la irritación por algo la proyec-
el hemisferio derecho respondería al control superior de la emoción, tamos luego a los que se relacionan con nosotros, y que nada tienen
más que a la actuación cognitivoemocional concreta, que correspon- que ver con el objeto provocador).
dería al hemisferio izquierdo. El experimento de sedación (anulación Las segundas, en tanto modificaciones que acontecen en el interior
por medios farmacológicos) de uno u otro hemisferio con el amital só- de nuestro organismo, cumplen una (unción autoapelativa, es decir; co-
dico provoca una reacción depresiva en caso de la sedación del dere- locan al sujeto en condiciones de advertir que algo pasa en él como
cho y eufórica en la sedación del izquierdo (Tucker y Frederick). En para depararle placer/bienestar, o, por el contrario, displacer/malestar.
cierto sentido, estos resultados podrían etnparentarse con la tesis de Si no existiera esta función autoapelativa no sabríamos que nos pasa
Davidson: el lóbulo prefrontal izquierdo estaría especializado en tareas cuando somos provocados emocionalmente por un objeto. 1 Todos te-
de aproximación (de aceptación); el derecho, en las evitativas (de le- nemos constancia de estas modificaciones de la lisiología de nuestro
chazo). Más recientes son los datos que muestran que el hemislerio de- organismo, que alarman sobremanera cuando la emoción adquiere de-
recho tiene una cierta especialización en la expresión no verbal \ en el terminada intensidad y persistencia.
reconocimiento de la expresión emocional del otro. Parece que en los Estas modilicaciones del (uncionalismo visceral son debidas tanto a
tres primeros años de la vida del ser humano el hemislerio dominante las conexiones n e m o s a s entre el sistema nervioso central y el vegeta-
es el derecho, probablemente en relación con la relevancia del sistema tivo, cuanto a la información metabólica y endocrina transmitida a dis-
emocional del niño; posteriormente, esta relevancia la adquiere el he- tancia a través del torrente circulatorio. Rol Carballo, en su libro Cere-
mislerio izquierdo con el desarrollo de las funciones cognitivas. bro interno v mundo emocional (1952), hizo un esfuerzo considerable de
Asi pues, hemisferio dereclio: dominante los tres primeros años de erudición para mostrar cómo las investigaciones hasta el momento
la vida: relevancia de la expresión emocional y del reconocimiento abundaban en la unidad psiconeurobiológica. Por lo que concierne al
de expresiones emocionales; hemisferio izquierdo: dominante a partir de sistema endocrino son fundamentales las hormonas de naturaleza es-
los lies primeros años: relevancia del pensamiento y lenguaje. teroide, derivadas de la cortisona y procedentes del sistema suprarre-
La investigación neurolisiológica confirma el supuesto de que dis- nal, las cuales son a su vez. estimuladas por la hormona hipolisaria
ponemos de sentimientos básicos innatos, que se disparan cuando son ACTH y por la hipotalámica CRH, o sea, desde el cerebro. Marañón fue el
provocados desde el entorno o el intorno (el hambre, la sed, la rabia), primero que describió el papel de la hormona de la corteza suprarrenal
V que a partir de ellos cada sujeto aprende nuevos sentimientos, ad- —la noradrenalina—en la sintomatología de la emoción. Decisivas fue-
quiere modalidades y aprende a su vez a usar de los sentimientos en ron las investigaciones ya aludidas de Cannon.
tanto objetos mentales susceptibles de ser conocidos y manipulables En el territorio de la psicología v psicopatología de los sentimien-
por el propio sujeto. tos (lundamentalmente del estado de ánimo) las aminas biógenas más
importantes son las catecolaminas (noradrenalina, adrenalina y dopa-
nrina), que se sintetizan a partir de la tirosina. Mediante la acción de
determinados enzimas, unas neuronas son dopaminérgicas, otras no-
3. Química de la emoción ladrenérgicas, y sistemas ncuronales en los que tiene lugar la libera-
ción de una u otra de las aminas biógenas. Por otra parte, se sabe ac-
No sólo hav mecanismos para la producción de los sentimientos, tualmente del papel decisivo que en la homeostasis emocional posee la
sobre todo de sentimientos básicos, a los cuales nos hemos relerido, serotonina, otra amina biógena procedente del triptofano. La depre-
sino para la expresión de los sentimientos. sión está ligada a la disminución de la producción de serotonina; la
Hav dos áreas de expresión de los sentimientos: una, inherente a manía, a la hipeiproducción. El circuito serotoninérgico se inicia en el
las modificaciones de la superficie corporal; otra, inherente a la modi- tronco del encétalo, en la zona medial (metencé(alo), concretamente
ficación de las (unciones del interior del organismo (a través del sis- en el locus cerúleas y, desde los pedúnculos cerebrales, se provecían so
tema nervioso vegetativo o visceral). Mientras las primeras son adver- bre la circunvolución límbica v el córtex cerebral y se posan en los ic
tidas preferentemente por los demás, las segundas lo son por el propio ceptores seroloninéi gicos.
sujeto. Estas últimas investigaciones se han originado a pailii de los me
246 .'•1/
canismos de actuación de psicofármacos que se han reputado dicaces
en la terapéutica de los estados emocionales anormales y patológicos
(ansiolíticos, antidepresivos, neurolcpticos), así como analépticos y
alucinógenos —cannabis, LSD, mescalina, anfetamina, etcétera—. La
larmacología y la terapia farmacológica de los trastornos mentales ha sido
una puerta abierta a la neurolisiopatología y al mismo tiempo ha corro-
borado el aserto hecho en el capítulo 10 de que no hay trastorno men-
tal sin alteraciones afectivas.

248
Apéndice A
El sujeto como sistema 3

DE LOS YOES AL SUJETO: UN MODELO DE SUJETO

1. Yoes
P e n s e m o s en la siguiente frase:

[ 11 Qué idiota fui.

No interesan las r a z o n e s p o r las cuales el yo de a h o r a «piensa» q u e


el yo de a n t e s se c o n d u j o c o m o idiota, p u e s t o q u e se trata d e un ejem-
plo. Para el caso lo m i s m o valdría la frase de significación o p u e s t a :

L2J Qué bien me fue ayer.

M e d i a n t e un acto de reflexividad, c o n c e p t o q u e es m á s de g r a m á t i -
cos y lógicos q u e de psicólogos, u n o se j u z g a a sí m i s m o . En realidad,
parece q u e se juzga sólo u n a a c t u a c i ó n , o p a r a ser m á s preciso, el yo
de aquella a c t u a c i ó n , el q u e u n o fue (y fue así y n o de o t r o m o d o por-
q u e a c t u ó así: c a d a u n o es según hace). Desde o t r o p u n t o de vista, en
la m e d i d a en q u e el yo q u e j u z g a y el yo j u z g a d o p e r t e n e c e n al m i s m o
c o n j u n t o , «lo» q u e juzga es u n a p a r t e y «lo» juzgado o t r a p a r t e de un
m i s m o sistema. P o r q u e con Irccuencia se riza el rizo d e la m a n e r a si-
guiente:

(3] ¿Qué estov diciendo?, ¿que fui idiota ayer? Todo lo coutraiio.

d o n d e el yo j u z g a d o r es j u z g a d o a su vez y r e p u d i a d o en su senlciu I.I


respecto del yo q u e a c t u ó .
T e ó r i c a m e n t e se p u e d e h a c e r una consli iiivion em aden.ul.i <U- .K
tuaciones, luego juzgadas; v a c onl ilinación ju/j>.ul<> el |iiu m, \, en un.i
especie de casación ultei ¡oí, sei | i i / r a d o el | i i u m .uiiei mi, lin-)-<> i-I |iu

' P u b l i c a d o cu Iscri'tiit Kr\ r.ln ilc I il< >:, ,ji„ \l,;,il\ f, •lili. ,i ,1, I ( './( 'llliim.i
ilc l ' ) W )

.".I
ció s e g u n d o , el tercero, y así h a s t a el infinito. E s t o h a r í a las delicias Aquí hay, e n t r e o t r o s yoes, u n yo casi a l u c i n a d o , t a n t o es el r e c h a z o
de las c o n s t r u c c i o n e s h i p o t á c t i c a s de S á n c h e z Ferlosio, p e r o en la q u e h a c e de él. P o r q u e d o n F e r n a n d o m u e s t r a ,
práctica p a r e c e q u e sólo son posibles h a s t a u n tercer nivel. Cosas de 1) u n yo q u e se disculpa a n t e Azaña p o r el yo q u e a n t e él m o s t r ó
éstas interesaron t a m b i é n a Ronald Laing c u a n d o escribió su libro «la otra tarde»;
Knots,' pero hoy no es m á s que u n a c u r i o s i d a d . 2) el yo e v o c a d o (el de «la o t r a tarde») p o r el q u e se disculpa, y que,
P a s e m o s a o t r o ejemplo: alguien actúa, juzga que la a c t u a c i ó n le por' tanto, r e c o n o c e c o m o suyo (¿si n o p a r a q u é disculparse?), del q u e
está saliendo mal, la corrige, incluso le da el sesgo o p u e s t o . dice q u e «le h a c e p a r e c e r c o m o n o soy»; es decir, q u e a u n q u e r e c o n o c e
q u e es de él n o le p a r e c e de él. 2 Ese yo n a t u r a l m e n t e es de él, n o qui-
[4] Te he dicho que eres tonto... Perdona, no debí decírtelo. Retiro lo siera verlo c o m o de él p o r q u e lo r e p u d i a y le a v e r g ü e n z a , p e r o tiene
dicho; el tonto soy yo. q u e a c e p t a r su p r o p i e d a d , n e g á n d o l a a c o n t i n u a c i ó n al decir q u e le
«hace parecer» (¡no ser, sino parecer!) c o m o n o es. Don F e r n a n d o de
en d o n d e , p o r decirlo así, sobre la m a r c h a , se j u z g a al yo de la a c t u a - los Ríos se c o m p o r t a c o m o el n i ñ o s o r p r e n d i d o a t r a p a n d o u n lápiz
ción que se estaba r e a l i z a n d o y, a la vista de su torpeza e i n a d e c u a c i ó n , ajeno y q u e afirma (y n o c í n i c a m e n t e ) : «Sé q u e el lápiz n o es m í o , p e r o
c a m b i a de estrategia y h a s t a la invierte, j u z g á n d o s e a sí m i s m o en su m e gustaba tanto que lo he cogido y m e ha hecho parecer ladrón, pero n o
totalidad, c o m o r e s p o n s a b l e de lo q u e él m i s m o c o n s i d e r a u n a tonte- lo soy».
ría o u n a incorrección. O esta otra frase, m u y usual: 3) F i n a l m e n t e , el yo d e «la o t r a tarde» al q u e se refiere y del q u e se
a v e r g ü e n z a n o le p a r e c e c o n s t r u i d o p o r él, o p o r lo m e n o s n o sólo p o r
[5] Me comporté nial. Discúlpeme, no lo volveré a hacer. él, sino p o r la i m p r e s c i n d i b l e intervención de d o n Indalecio, al q u e
r e s p o n s a b i l i z a de su c o n s t r u c c i ó n . Sin Prieto, viene a decir d o n Fer-
En este caso: un yo j u z g a a o t r o al q u e califica de m a l o , d é s p o t a o n a n d o , n o h u b i e r a sido el q u e fui. Ahora bien, p o r m u c h o q u e se nos
i n e d u c a d o ; crea o t r o cortés, h a s t a h u m i l d e y a v e r g o n z a d o , d i s p u e s t o a p r o v o q u e en u n a situación, p o r m u c h o alcohol o LSD q u e se ingiera,
i m p e d i r q u e el yo anterior; del que se a r r e p i e n t e , a p a r e z c a de nuevo. p o r m u c h o Prieto q u e nos irrite, ¿de quién p u e d e ser sino de u n o el yo
Tratará de que n o r e a p a r e z c a , q u i e r o decir n o q u e no se c o n s t r u y a in q u e de n o s o t r o s a p a r e z c a ?
mente s i n o de q u e n o se exteriorice. ¿ C u á n t o s yoes a p a r e c e n a q u í p o r A/.aña, n a t u r a l m e n t e , d e b í a s o n r e í r p o r d e n t r o —a juzgar p o r lo
p a r t e del que lleva a c a b o este acto de h a b l a ? P o r lo m e n o s , tres. irónico del texto— al oír a De los Ríos c u l p a r a Prieto de h a b e r m o s -
1) El yo de a h o r a q u e j u z g a al de la a c t u a c i ó n a n t e r i o r (que le me- t r a d o u n yo en el q u e n o q u e r í a r e c o n o c e r s e y, sobre todo, q u e n o le
rece a h o r a — a n t e s , n o — el calificativo de m a l o ) . reconociese Azaña. Don F e r n a n d o de los Ríos estaba d i s p u e s t o a n o
2) El m i s m o yo q u e a h o r a juzga la a c t u a c i ó n p r e s e n t e (debe pare- verse en aquel yo y pide a d o n M a n u e l Azaña q u e lo dé p o r n o visto.
cerlc b u e n a , p o r q u e es o p u e s t a a la del yo a n t e r i o r ) . Como cuando decimos:
3) El m i s m o yo q u e a h o r a p r o m e t e q u e en el futuro no a p a r e c e r á n
yoes tan i m p e r t i n e n t e s c o m o el de a n t e s . [8] Te di ayer una bofetada porque me obligaste... Olvídalo tú y los
A veces, en lugar del a b i e r t o r e p u d i o del yo de la a c t u a c i ó n , c o m o que me vieron.
en los ejemplos [4] y [5] q u e a c a b o de exponer, se p r o d u c e c o m o u n
e x t r a ñ a m i e n t o del yo q u e se m o s t r ó en la a c t u a c i ó n . Es algo así c o m o a s a b i e n d a s d e que, p o r b u e n a v o l u n t a d q u e posea, se h a de c o n t a r con
si n o se reconociese el yo de la a c t u a c i ó n : u n o a p a r t i r de a h o r a c o m o aquel-que-puede-abofetear. E s lo q u e le
o c u r r e a m u c h o s n o en el o r d e n de las a c t u a c i o n e s en el e s p a c i o pú-
[6] ¡No sabía lo que hacía! Estaba fuera de mí cuando te dije blico, sino en el í n t i m o .
aquello.
[9] Pero ¿cómo me ha podido pasar por la cabeza que yo pudiera
Más c o m p l i c a d o es el análisis de las frases q u e dijo d o n F e r n a n d o matar a mi hijo o desear que se muriese?
de los Ríos a don M a n u e l Azaña (y que éste recoge en la p á g i n a 137 de
los Diarios r o b a d o s y a h o r a p u b l i c a d o s p o r M o n d a d o r i ) : q u e tan f r e c u e n t e m e n t e o í m o s a m u c h o s , en c i r c u n s t a n c i a s no muv
d i s p a r e s de aquellas o t r a s de n u e s t r a infancia en las q u e se nos i m p o
[7J ¡Discúlpeme usted si la otra tarde no supe contenerme! Ese hom- m a n p e n s a m i e n t o s i m p u r o s , o b s c e n o s , en s u m a , r e p r o b a b l e s , v h a l a
bre /don Indalecio Prieto] me hace parecer como tío soy. h a m o s d e apartar, pero los vivíamos a veces tan exli a l i a d a m e n t e q u e

2S2 ,'S <


los considerábamos «impuestos» por el demonio, autónomos, casi aje- El problema de la disociación como si al que he hecho alusión es
nos, impropios de nosotros y, por tanto, deparadores de perplejidad al distinto en el alucinado que nos relata:
yo observador/juzgador.
[12] Me están llamando maricón.
LIO] ¿Cómo puede}i aparecerme pensamientos tan peí-versos, si no lo
soy ni quiero serlo? Aquí la disociación es también mental, pero real, no simulada. Si
nadie le dice que es maricón y él lo oye, entonces el yo al que atribuye
Podríamos seguir con ejemplos apasionantes, a manera de ejerci- el insulto es otro yo distinto a él, que es insultado. En algún caso, del
cios de análisis de actuaciones o comportamientos en los cuales, de que tenemos experiencia por desgracia, el yo de la alucinación ordena
manera expresa, el vo, del cual tales actuaciones son el predicado, es al sujeto del yo alucinado que se lance al vacío para volar (le reclama la
juzgado unas veces con benevolencia, otras con acritud, otras con evi- Virgen) o que mate a alguien (se lo ha dicho Cristo, ejemplos que co-
dente asombro. rresponden a situaciones de hecho). Ni quien le insulta, ni le invita a
En términos generales, en el proceso de reflexividad, un yo hace de volar ni le ordena que mate son reconocidos como yoes de él, sino de
sujeto y otro yo hace de objeto para el primero. Como ambos son del alguien (otro sujeto) distinto a él que le insulta, le invita a volar o le or-
mismo sujeto, en la reflexividad se trata de un acto de desdoblamiento dena matar, y al que reconoce poderes sobre él tan enormes como para
merced al cual se adquiere una transitividad virtual: el yo juzgador apa- que no sea posible desobedecer. En el alucinado, parte de él adquie-
rece como distinto del yo juzgado. Lo es en realidad, y trataré de de- re autonomía, es vivida como ajena, como otro, de ahí la frecuencia
mostrarlo posteriormente. En psicopatología se denomina a este pro- —prácticamente la regla— con que el alucinado dialoga con sus voces,
ceso disociación, siempre con unas connotaciones anómalas, incluso rechazando o aceptando lo que afirman de él, negándoles o dándoles la
patológicas, porque se extrajo de la experiencia con psicóticos esqui- razón. No hay duda: el alucinado está desdoblado en el yo que alucina y
zolrénicos, pero el proceso tiene una mayor amplitud como haré no- el vo alucinado. Es la disociación que describió con enorme perspica-
tar inmediatamente. Baste decir que, como quien habla sabe que el vo cia, en 1911, Eugen Bleuler en su libro sobre la esquizofrenia. A veces,
que juzga y el yo juzgado le pertenecen, hablamos de disociación como hay también polialucinaciones, y son muchos los yoes que, siendo to-
sí. La Irase [1] puede reescribirse de la manera siguiente: dos de el, son considerados como de otros. Son sujetos multidesdo-
blados. No voy a aludir a estos sujetos más que en algún momento. 4
[11] Yo pienso ahora que yo fui idiota antes. El problema que interesa ahora es el de la relación entre ese yo que
he denominado yo de actuación y el yo denominado juzgador. Porque
Los yoes simultáneos en juego se reconocen, pues, pertenecientes es algo más que juzgador-. Si tan sólo fuera eso, se limitaría a observar
al mismo conjunto, un conjunto que tiene la propiedad de poder ser al vo que actúa y emitir mentalmente, a veces también con expresión
definido como alguien, o, para decirlo claramente, el mismo sujeto. verbalizada, un juicio acerca de la estrategia seguida en la actuación.
Ambos yoes son funcionalmente distintos, no sólo porque uno juzga y Pero hay más: no se limita a observar para juzgar; ese yo observa-
el otro es juzgado, sino porque uno fue calificado de idiota por otro dor/juzgador tiene poderes sobre el yo de la actuación, como lo prueba
que no se considera tal y hasta insulta al primero. Pero son del mismo, el que, tras la observación, juicio y penalización subsiguiente, puede
poique no cabe duda, porque —lo damos por supuesto— el sujeto está modificarlo, incluso ir modificándolo a tenor de los fracasos parcia-
mentalmente sano. Como he dicho antes, el yo juzgador puede ser juz- les de su actuación. La estrategia de actuación susceptible de modili-
gado a su vez, lo que quiere decir que hay un desplazamiento del yo- cación sobre la marcha, como veremos posteriormente cuando Hale-
objeto: ya no es el yo de la actuación sino el yo que juzgó la actuación. mos de proyectos de yo que habrán de hacerse exteriorizables («ionio
La disociación como si puede ser calificada en el lenguaje de hoy como harés, «qué diré», «cómo me saldrá», etcétera).
disociación virtual, como una disociación mental (que no es lo mismo
que imaginaria o lantaseada, sino mental, con lo que quiero hacer re-
lerencia nada más que a la naturaleza, un producto de nuestra mente,
una de las muchas formas de actividad mental); v además simulada, 2. Yoes i u n c i o n a l n i c n U ' ilislinlos
en el sentido en que se aplica hoy el término simulación, como la crea-
ción ingeniosa de modelos lácticos para su posible funcionalidad seu-
En lodos eslos casos —y cualquiera sea el c|eiii|>li> que se .ui.ili
doempírica. 1
ce- , hay un vo cognoscible (al que lie denominad" w objeto), que ai
254
túa, y un vo conocedor del primero (que he denominado yo-sujelo), que primero, al que llamará yo conocedor. «En el sentido más amplio posi-
observa —obsewar es una metáfora; en realidad conoce: ésa es la ex- ble, el mí de un hombre es la suma total de cuanto puede llamar' suyo»,
presión de varios autores a los que citaré enseguida— y juzga al ante- dice James. Describirá entre las cosas que podemos llamar mías las ma-
rior, porque no tiene más remedio que hacerlo, como hay que hacer teriales (el cuerpo propio, el traje —James hace suyo el dicho inglés de
ante todo objeto con el que nos enfrentamos, un juicio que es, natu- que el ser humano se compone de cuerpo y ropa—, la familia, la casa),
ralmente, un acto de cognición, acerca de 1) la mera existencia, 2) de las sociales (de las cuales dice así, hace más de cien años: «El mí social
su reconocimiento e identificación, y del que se derivarán luego, si es es el reconocimiento que del yo de una persona tienen los demás» y, por-
el caso, 3) calificaciones morales, estéticas, intelectuales (respecto de oso, añade, el yo social de cada cual «está en la mente de los demás»)
la torpeza o el éxito obtenido). Conocido el yo-objeto, el sujeto está y, por último, las espirituales, que derivan de la imagen que tenemos de
obligado a hacer un juicio de valor, tras el cual lo acepta o lo rechaza. nosotros mismos en orden a nuestras capacidades y limitaciones, el
En este último caso, en la medida en que hiere nuestra estima y frus- pensamiento que tenemos «cuando pensamos en nosotros mismos».
tra el propósito de la actuación, el proceso se hace cognitivoestimativo, Luego, James hablará de qué forma todas estas cosas mías darán lugar
cognitivoemocional y tiende a verse de dos maneras que en sus extre- al autoaprecio (a la autoestima, diríamos hoy), cómo tales cosas, ya
mos se definen de este modo: a) como de uno, a pesar de todo, y, por mías, han sido logradas y, una vez que lo han sido, cómo tienen que ser
tanto, susceptible de corrección ulterior o de desuso; y b) como no de conservadas, defendidas, o, por el contrario, rechazadas, olvidadas, tra-
uno, como en el alucinado. En los estadios intermedios, están el extra- tadas de forma que las olviden los demás también, etcétera.
ñamiento, la ocultación, la distorsión, la negación aparente, etcétera,
del yo que se menosprecia. En suma, todos esos estados a los que me
he referido en la descripción que he hecho con anterioridad, sin la pre-
tensión de agotarlos, sino tan sólo de ejemplarizar con ellos la tesis 4. Nivel del yo y nivel del sujefo
que trato de exponer o, mejor, el modelo que he de aplicar.
Ahora bien, el yo conocedor y el cognoscible no están en el mismo
nivel lógico. La teoría de los niveles de lenguaje, que desarrollaron Ber-
trand Russell y Rudolf Carnap, permite hablar de que el yo conocedor-
3. Un modelo está «por encima» —es una metáfora espacial— del yo cognoscible. El
yo conocedor debe estar «más alto», como en una atalaya, desde la que
Porque efectivamente se trata de un modelo que permita dar observar, saber y dictaminar- acerca de los yoes a ras del suelo (prosigo
cuenta de estas experiencias o cualesquiera otras que puedan traerse con metáforas espaciales) que ha dejado pasar desde dentro de sí
a colación. Hay algunos precedentes, pero quiero citar por extenso a mismo a la realidad de fuera de sí. Desde el punto de vista lógico, el
William James. yo conocedor está en un plano lógico de segundo nivel, frente al yo cog-
Como pasa muchas veces en el ámbito del conocimiento, sus tesis noscible, que lo está en el primero. Si el primero corresponde al len-
no fueron, no han sido, suficientemente consideradas, pese a las posi- guaje-objeto, el segundo es un metalenguaje del primero y una teoría de
bilidades de clarificación de procesos psicológicos y psicopatológicos cómo debe ser la actuación. Habría, para decirlo de otra forma, en
hasta ahora ininteligibles. Si se compara el capítulo XII del Compen- efecto, un yo-objeto (que actúa) y un metayo (que lo proyecta in mente,
dio de Psicología de W. James con cualquiera otro de las psicologías de lo hace actuar y lo juzga durante y después de la actuación). Como las
la época y posteriores, advierte uno su formidable penetración, por actuaciones son innumerables y asimismo los contextos en los que se
una parte, y, por otra, cómo las afirmaciones derivan del análisis de han de realizar, para ser más exactos, muchos yoes-objeto y un solo
actuaciones empíricas e introspectivas complementarias. Dicho sea meta-yo. O con un término que es necesario reivindicar (en psicología
de paso, a mi parecer el desaprovechamiento de las tesis de James a y psicopatología y también en psicosociología: lo ha hecho Touraine
este respecto deriva de que es el primer psicólogo, antes incluso que recientemente): un sujeto del que emergen infinidad de yoes, laníos
McDougall, que en el análisis del comportamiento saca al acto psico- como actuaciones y contextos. El sujeto, en suma, es la clase de lodo-*
lógico, al acto de conducta, de la consideración solipsista del sujeto los yoes.
para concebirlo siempre en términos de relación sujeto/objeto.
James comienza por distinguir los dos yoes de una actuación, el yo
cognoscible o mí, y al que pertenece todo lo mío, y un yo conocedor del

2S6 ,'S/
a n d a u n o s pasos se p u e d e decir q u e pasea o huye; de un s o n á m b u l o
FUNCIÓN DFX SUJETO
q u e se levanta de la c a m a y a n d a no se p u e d e decir m á s , p o r q u e no
1. Concepto de sujeto. Actividad y actuación pasea, no huve, no se e s c o n d e . Se p u e d e a f i r m a r q u e el sujeto lleva a
c a b o a c t u a c i o n e s con partes de su o r g a n i s m o , no todo, sino con a q u e -
La p a l a b r a mcta-yo s u e n a mal, p e r o p u e d e u s a r s e m o m e n t á n e a - llas á r e a s del m i s m o con las q u e p u e d e h a c e r lo q u e en fisiología se
m e n t e p a r a situar el yo c o n o c e d o r c o m o categorial y l u n c i o n a l m e n t e d e n o m i n a n actos v o l u n t a r i o s (o actos intencionales): gracias a q u e con
s u p e r i o r a todos los yocs cognoscibles. A ese meta-yo es al q u e a par- las m a n o s p u e d e cogerse es posible robar, llevarse la c u c h a r a a la b o c a
tir de a h o r a l l a m a r é sujeto, c o m o c o n j u n t o de todos los yoes posibles. o lirniar; gracias a q u e el b r a z o p u e d e elevarse con la m a n o estirada,
¿Cómo c o n c e p t u a l i z a r al sujeto? se p u e d e s a l u d a r al m o d o fascista o d e t e n e r el a u t o b ú s . No p o d e m o s
El sujeto es u n a actividad mental q u e d e p e n d e de la l u n c i o n a l i d a d hacer lo m i s m o , o b v i a m e n t e , con las actividades del s i s t e m a nervioso
del córtex cerebral. Una actividad m u y curiosa, p o r q u e hace posible vegetativo, esto es, no p o d e m o s llevarlas a a c t u a c i o n e s .
q u e de algo, lo «suyo», lo q u e hace verbal o e x t r a v e r b a l m e n t e , es decir, Las a c t u a c i o n e s son, j u s t a m e n t e , el yo en el q u e el sujeto delega
de las actividades q u e r e a l i / a , p u e d a afirmarse q u e son actuaciones de p a r a q u e le r e p r e s e n t e e f i c a z m e n t e en su relación con la realidad, o,
alguien. El sujeto p u e d e decir q u e esas a c t u a c i o n e s son suvas; los de- p a r a ser m á s preciso, con la situación o contexto. G a r d n e r M u r p h y 7
m á s , q u e son de él, esto es, suyas t a m b i é n , v por ellas se le r e c o n o c e . o p i n a q u e el p r i m e r p e n s a d o r q u e desglosa el sujeto de sus a c t u a c i o -
Los psicopatólogos a l e m a n e s , p a r a estas cosas q u e tienen la p r o p i e d a d nes, r e s e r v a n d o p a r a éste la función de pensar, c o n s t r u i r y dirigir el su-
de sei' mías, h a b l a n de miocidad. M u c h o a n t e s el n o r t e a m e r i c a n o Plant jeto ejecutivo es Rene Descartes. En efecto, en su Discurso del método,
a c u ñ ó felizmente el t é r m i n o quididad. La q u i d i d a d de u n a cosa alude Descartes hace un ejercicio c o n t i n u a d o de d e s p r e n d i m i e n t o instru-
al h e c h o de q u e esa cosa sea un qué de alguien; t a m b i é n h a b l ó de quie- mental, andar, cogei, mirar, oler, etcétera, l o d o ello i n s t r u m e n t o s p a r a
nidad p a r a s e ñ a l a r la m a y o r o m e n o r relevancia con un q u é q u e r e m i t e a c t u a c i o n e s posibles, para r e c o n o c e r al lin q u e de lo q u e no p u e d e
a quién. Efectivamente, n o t o d a s las cosas m í a s son i g u a l m e n t e rele- prescindir es del h e c h o de p e n s a r \ p e n s a r s e . Todo lo d e m á s son ins-
vantes en su miocidad respecto de mí. s t r u m e n t o s , a c t u a c i o n e s realizadas con ellos, de los q u e d i s p o n e el su-
Los lingüistas h a n d i s t i n g u i d o e n t r e actividades v a c t u a c i o n e s . Ac- jeto (sabido es q u e Desearles llama \ o , c o m o William J a m e s llamará
tividades son hablar; coger, andar, mirar..., q u e hov p u e d e h a c e r un ro- ego, a este sistema c o n s t r u c t o r v director).
bot. 6 Actuaciones son insultar, alabar, reñir, discutir, ele; la actividad
«coger» p e r m i t e a c t u a c i o n e s c o m o recoger, retener, robar, entregar; la
d e «andar», pasear, vigilar, huir, exhibirse; la d e «mirar», observar, es-
crutar, atender... La distinción e n t r e actividad y a c t u a c i ó n , c o m o ha 2. Sujeto y yo
s e ñ a l a d o Lewandosky, se inicia n o en los lingüistas sino en los soció-
logos (Durkeim, Weber, P a r s o n s , Bales) y psicosociólogos (George H. Las a c t u a c i o n e s remiten, pues, al sujeto q u e las hace. Si son exte-
Mead, S t r a u s s ) , y h a sido finalmente recogida en la lingüística y en la riorizadas, para los d e m á s v p a r a u n o m i s m o ; si no lo son, sólo p a r a
teoría de la acción (P. Ricoeur). Una actividad se transforma en actua- u n o m i s m o . En c u a l q u i e r caso, son «indicios» acerca de c ó m o es él,
ción, en una performance, cuando se modula de acuerdo a las reglas del esto es, c ó m o es quién, cuáles son sus intenciones, cuáles los motivos
contexto en el que v para el que se realiza. Las actividades son patlerns q u e le llevan a actuar'; en s u m a , cuáles s u s p r o p ó s i t o s . Cada a c t u a c i ó n ,
básicos e s t r u c t u r a d o s n e u r o l ó g i c a m e n t e . S a b i d o es q u e N. Chomski si- cada «que» que r e a l i z a m o s , tiene un g r a d o de «quieneidad», c o m o dice
túa la c o m p e t e n c i a lingüística en el g r u p o de las actividades n e u r o l ó - Plant. Si de la a c t u a c i ó n se ha d i c h o qire es prepositiva es p o r q u e deja
g i c a m e n t e p r e l o r m a d o s . P a r a f r a s e a n d o a Austin respecto de los actos ver el p r o p ó s i t o clel sujeto. Seaile dice algo a n á l o g o al t r a t a r de q u é es
de habla, la actividad sería el habla, la locución, la a c t u a c i ó n , lo ha- un acto de habla en s e n t i d o estricto, v afirma q u e sólo lo es aquel r u i d o
blado, la ¡locución. Q u e d e de a n t e m a n o este axioma: la actividad es o aquella m a r c a grálica q u e se s u p o n e n p r o d u c i d a s p o r un ser con
una condición necesaria pero no suficiente para la actuación. Hay si- ciertas i n t e n c i o n e s /
tuaciones en las q u e se ilevan a c a b o actividades (y no p r e c i s a m e n t e M i e n t r a s las actividades no son i n t e n c i o n a l e s - - c o m o va h e m o s
por un robot) > no a c t u a c i o n e s : u n tic en el q u e se p a r p a d e a es u n a ac- visto en el robot, en el tic, en la epilepsia, etcétera , las a c t u a c i o n e s
tividad, no u n a a c t u a c i ó n , q u e sí lo es u n guiño; un epiléptico q u e du- son s i e m p r e intencionales \ su intención, inlerible pero u<> obseí \ able,
i auto la crisis c h u p e t e a a u t o m á t i c a m e n t e mal ejecuta m o v i m i e n t o s de es un s u p u e s t o i m p r e s c i n d i b l e p o r q u e s o b i e el se susleiil.i la nilei.u
^ hupeleo, n o c h u p a en v e r d a d c o m o lo haría con un c a r a m e l o , n¡ si ción. En la i n t e r a i c í ó n cada u n o r e s p o n d e no a la ai I i\ KI.KI sino .1 l.i

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afinación del otro por la intención que le presupone. Miramos a un v envenenado, lee, pasea, come o fuma y ve la televisión, y tales ac-
desconocido y nos da una boletada por el desprecio que nos presupone tuaciones o no son locas o no tienen por qué serlo necesariamente. Di-
hacia él; o por el contrario, se constituye en señal permisiva de que po- cho sea de paso, ésta es la tesis implícita en Derecho Penal. Los juristas
demos charlar alablemente. A partir del yo, de la actuación, el otro de lodos los países occidentales, salvo los de Alemania y España, lo sa-
— recordemos lo que decía William James; el yo social nuestro está en ben bien desde hace más de un siglo (aunque en España s(>lo desde
la mente de los otros— construye una teoría acerca de la intención que 1996 se hava modificado el código penal en este sentido): un acto de-
le supone. lictivo es inimputable no porque un sujelo esté diagnosticado correc-
Si las actuaciones nos dirigen por decirlo así hacia atrás, hacia el lamente de enlermo mental (esquizofrenia, paranoia), sino porque el
sujeto, no son naturalmente laclo el sujeto sino parte de él, su repre- acto por el que se le ju/.ga es un acto loco. Muchos enlermos menta-
sentante, el personaje de y para esta actuación; en suma, el \ o con el les roban, matan, violan o comen cuerdamente y no son, pues, actua-
cual se presenta el sujeto en esta situación. Para cada actuación el ciones/síntomas de la locura que, sin embargo, padecen... El sujeto de
sujeto consti'uve un yo que, como personaje, le representa de la ma- las actuaciones no se define sin riesgo de caer en un ra/onamiento in-
nera que considera «mejor» (siempre se trata de olrecer una «buena ductivo v paradójicamente reductivo. No se le puede delinir pero sí se
imagen») en el contexto constituido o por constituir. Terminada esta le puede describir. ¿Cómo? A partir de los voes observados. Por eso,
proyección se inicia otra, para la cual el sujeto, apartado el vo prece- aunque posteriormente aludiré a ello con mayor detalle, la biograjía de
dente, provecta y c o n s u m e otro para la siguiente escena, v así sucesi- alguien es la descripción de sus actuaciones (algo que se ha compren-
vamente. El vo es al sujeto lo que un miembro al conjunto al que pei- dido tardíamenle; que vo sepa, fue Painter, el biógrafo de Proust, el
tenece. Por eso se hacen muchas y nuiv varias actuaciones: /(// \o no primero que procedió implícitamente con este método). Aun así, de un
es el sujeto. Si lo lucia, no podría hacer más que una \ siempre la mismo sujelo hav tantas biogralías como biógrafos: cada uno de ellos
misma actuación. Pero se hacen muchas \ mu\ varias actuaciones, y «selecciona» de entre las in! mitas actuaciones del biogí aliado aquellas
a veces contradictorias." Este modelo de la unidad del sujeto v la mul- que «cierran», «completan» v «confirman» su teoría prejuiciosa v pre-
tiplicidad de sus voes subsana muchas y graves dilicultades, la más im- judicativa acerca del sujeto biograliado.
portante la siguiente: al sitíelo no se le define; son sus voes los que se El sujelo, pues, es el sistema del organismo mediante el cual se
¡¡escriben y dejiuen uno por uno. Delinir al sujeto por uno o varios de construyen voes adecuados 1) para una secuencia de actuaciones en la
sus \oes -- habitualmenle se hace en la cotidianeidad — es un ei ror, en realidad, 2) o los aparca para su utilización ulterior en una situación
ocasiones con gravísimas consecuencias. De cada uno de nosotros, a semejante, 3) o los destruye llegado el caso, 4) o se les escapa v se sa-
quien se nos trata de delinir como sujeto por la singulai relevancia de len del sistema, como en el caso de la alucinación esqui/olrénica. El
uno o varios de nuestros voes, hav tantas posibles deliniciones como sistema del sujeto comprende tanto al sujelo como a los voes proceden-
actuaciones verilicadas con ellos a lo largo de la vida. Cada observa- tes de él. El sujeto ju/.ga la alorlunada o desalorlunada construcción
dor cataloga, pongamos por caso, un grupo de ellas. ¿Qué grupo de ac- del vo para la actuación (no entramos ahora en la influencia de los
tuaciones analógicas permitirían una del ¡ilición de todo él? Ninguno. otros en la interacción respecto del juicio que el sujeto hace del yo que
Por importantes que sean algunos de esos grupos de actuaciones, a construyó, que es, desde luego, decisiva). Usando para este momento
ninguno puede otorgársele el rango delinidoi de la totalidad. Desde un léxico compulacional, diríamos que el sujelo es un directorio, los
esta consideración, delinir a un sujeto como asesino porque ha matado voes, módulos o archivos incluidos en él, comunicables entre sí por el
a alguien o a varios, es lan estúpido como delinir a alguien como clro- hecho de su pertenencia al mismo conjunto. El directorio del sujelo no
gadieto porque se le vio fumando un porro. No niego valide/, ni re- distribuye sus archivos por sus rasgos sintácticos sino semánticos. 1 "
nuncio a que puedan usarse expresiones de este tipo en el uso colo- El sujeto, constructor de voes; los voes, instrumentos del sujelo paia
quial, pero hay que tener cuidado con ellas. Las palabras no son una «lorma de vida», la única que al sujeto le es posible adoplai, (.pu-
inocentes, y esto puede decirse con más ra/.ón de las deliniciones. Las esta acuñada en los textos de fisiología del sistema neivioso ieuli.il
deliniciones son comprometidas porque son valorativas. Por esa regla desde comien/os del xix (Johannes Múller, Briíckc): la llamada vida de
lala/, de un loco se alirma que no puede hacer más que locuras, v no relación. El sistema nervioso central se decía, v si- d u e . es el \r.lem.i
es verdad: en plena locura, una parte del sujeto (no l.jca, por tanto) de la vida de relación: una expresión e\t ept ioitalmente .»)< >i i un, u 1.1
¡u/ga a veces como posiblemente loca a otra parte de él (como ocurre
en la etapa inicial de la esqui/.olrenia); y a mayor abundamiento, ese
loio supuestamente total que delira v alucina, creyéndose perseguido

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3. Construcción (anticipada, proléptica) del yo q u e m a r c a el contexto, salvo q u e a p r o p ó s i t o se p r o p o n g a t r a n s g r e d i r
las reglas contextúales y c o n t e x t u a l i z a d o r a s . Para u n a m a y o r í a de ca-
Ahora bien, sólo en s i t u a c i o n e s de urgencia, de p e r e n t o r i a i m p r o - sos, el yo inicial de u n a s e c u e n c i a de a c t u a c i o n e s n o tiene la m i s m a
visación, el sujeto c o n s t r u y e el yo sobre la m a r c h a . La m a y o r í a de las c o n f o r m a c i ó n que el vo de s e c u e n c i a s ulteriores y q u e el yo final. A ve-
veces, el sujeto lo h a c e a partir de u n a teoría o hipótesis p r a g m á t i c a ces, resulta o p u e s t o al inicial.
sobre la realidad, sobre el contexto que espera hallar, y de a c u e r d o con
esa teoría el sujeto c o n s t r u y e el provecto de vo m á s a d e c u a d o . Lo m a -
tiza, lo d e c o n s t r u v e y r e c o n s t r u y e en parte, según el caso; en s u m a , lo
controla en su q u e h a c e r práctico. N u n c a ese yo a n t i c i p a d o , proyec- 5. El sistema sujeto/yo
tado, se vuelca tal cual sobre la realidad. Las m á s de las veces, y p u e s t o
que el contexto, en u n g r a d o m a y o r o menor, es imprevisible, el sujeto ¿Qué h a c e el sujeto con sus yoes p r e v i a m e n t e utilizados, o simple-
modilica el yo p r o y e c t a d o en la a d o p c i ó n de u n a estrategia de éxito. m e n t e i m a g i n a d o s ? Algunos de ellos no vuelven a usarse, p o r q u e n o hay
En pocas p a l a b r a s , el yo n o se improvisa, sino que se a d a p t a de ma- ocasión p a r a ello (no p o d e m o s h a c e r la p r i m e r a c o m u n i ó n otra vez v
nera e x t r e m a d a m e n t e flexible al contexto, de a c u e r d o al p r o p ó s i t o de por eso no volveremos a utilizar el yo p r i m o c o m u l g a n t e ) , o p o i q u e n o
su a c t u a c i ó n y a las posibilidades de éxito al respecto. deben ser u s a d o s : las r a z o n e s son m u y varias, intelectuales, morales,
Listos proyectos de vo son a n t i c i p a c i o n e s , pru¡e]>sis del yo q u e se ha estéticas. Se trata de yoes d e s a f o r t u n a d o s , con los q u e el sujeto no se
de r e p r e s e n t a r ; ensavos de vo. El t é r m i n o prolepsis lo t o m o , p a r a este frustró. O t r a s veces, c o n m a y o r o m e n o r eficacia, el sujeto trata de des-
m o m e n t o , de Víctor von Weiszaecker, q u e lo aplicó en la interpí elación truirlos, n e g á n d o s e a sí m i s m o , olvidándolos. F i n a l m e n t e , oíros se astr-
d e l u n c i o n e s n e u r o l ó g i c a s en las q u e la a n t i c i p a c i ó n p e r m i t e salir al iñen y a l m a c e n a n . Hav u n a m e m o r i a d e yoes, p r e c i s a m e n t e la m e m o r i a
e n c u e n t r o de la realidad y hacer q u e el sujeto c a m i n e casi a la p a r q u e de lo q u e l l a m a m o s evocaciones, en la cual el sujeto r e c u e r d a la situa-
ella." Estas prolepsis del yo m u e s t r a n de m a n e r a inequívoca q u e el su- ción y se r e c u e r d a en ella. El sujeto se a r q u i t e c t u r a m o d u l a m i e n t e , p a r a
jeto no se relaciona i n g e n u a m e n t e a n t e la realidad, 1 2 sino q u e c u e n t a u s a r una expresión de F o d o r y de S p e r b e r respecto de la m e n t e en ge-
con sus realidades s u p u e s t a s , las calificadas c o m o teorías pragmáticas neral, y las formas clínicas de d e s t r u c c i ó n m n é s t i c a — c o m o la que tiene
sobre la realidad. lugar en la d e m e n c i a de Alzheimer, en la q u e se pierde la m e m o r i a evo-
Pero no se trata lan sólo d e q u e se posea n e c e s a r i a m e n t e una teo- cativa o episódica p o r hojas, d e d e l a n t e airas— a p o y a n este modelo.
ría acerca del contexto en el q u e m e i m a g i n o m e e n c o n t r a i é . Necesito
a n t e todo c o n s t r u i r u n a teoría de esc vo que h a de a c t u a r en ella, tengo
que i m a g i n a r m e c ó m o d e b e ser aquel q u e a c t u a r á en la situación que
imagino. El yo i m a g i n a d o debe ser un yo ad hoc (Garlinkel). Las ade- 6. Contextos del yo
c u a c i o n e s del yo al contexto d e p e n d e n de ese yo ad hot; en c a s o con-
trario, de un yo itoit ad hoc. se derivan c o n s e c u e n c i a s en las q u e no po- Hay tres espacios de a c t u a c i ó n : 1) el de los contextos e m p i r i c o p ú -
d e m o s e n t r a r en ese m o m e n t o , p e r o en general muy g i a \ e s . M blicos, h e c h o s p o r y p a r a la exhibición; 2) el de los contextos e m p i r i -
coprivados, h e c h o s p o r y p a r a aquellos a los q u e se a u t o r i z a el p a s o a
un contexto de posible ( a u n q u e no p e r m i t i d a ) observación por p a r l e
de los d e m á s ; y 3) el de los contextos í n t i m o s , a los q u e voy a a l u d i r a
4. Control del yo c o n t i n u a c i ó n y q u e son a su v e / de d o s tipos: el de los yoes imagina-
dos, provectos del yo, que se q u e d a n en tal, p e r o q u e tienen, por' de-
No hay vo proléplico, a n t i c i p a d o , q u e se p u e d a i m p l a n t a r sin m á s cirlo así, su pie en la realidad, su c o n t a c t o con ella, c o m o no pirede ser
en el c o n t e x t o de a c t u a c i ó n , p o r q u e , c o m o decía antes, la m i s m a in- de o l í a m a n e r a , y el de los yoes fantaseados. La distinción e n t r e ima-
clusión del vo lo modificará de forma no s i e m p r e predecible. Hay, ginación y lantasía fue establecida p o r Coleridge. En la Psiquiatría
pues, q u e r e - a d a p t a r el yo i m a g i n a d o a m e d i d a que el m i s m o alteró las li.uicesa del siglo xix se hacía la distinción implícita e n t r e i m a g i n a c i ó n
realidades s u p u e s t a s . Por tanto, el sujeto no concluye su tarea respecto • íaulasía, y se d i l e r e n c i a b a n los delirios imaginativos de los delirios
del \ o para u n a secuencia de a c t u a c i o n e s con su c o n s t r u c c i ó n antici- ufiaslicos. Muy p o s t e r i o r m e n t e , t a m b i é n en la Psiquiatría a l e m a n a , \
pada, sino que, c o m o tal p r o c e s o que es —la a c t u a c i ó n posee una pul parle de Karl Kleist, el fundador' de la escuela psiquiátrica de Fiank
l o r m a narrativa—, tiene a h o r a la misión de m a n t e n e r l o en los límites luí I, en la primera mitad del siglo xx, hablaba de laiila\iojieitia\ pai.i los

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delirios fantásticos, exuberantes, frente a las paranoias, que serían los de- los masturbadores, no el masturbador ocasional sino el adicto a ellas
lirios imaginativos, sistemáticos, como los delirios de persecución o como recurso ante la impotencia de sus yoes para contextos reales. (En-
de infidelidad (incorrectamente denominados delirios de celos). tre paréntesis: es más fácil la verbalización de las fantasías inmorales
que las ridiculas, y no es preciso aclarar las razones de ello.)14

7. Yoes en contexfos fantaseados


8. Funciones del sujeto
Los yoes imaginados son completamente distintos a los yoes fanta-
seados. Imaginación y fantasía son dos actividades mentales muv La función del sujeto como aparato y sistema es la de crear yoes, y
distintas \ con funcionalidad dispar. Imaginamos sobre la realidad; fan- posee cuatro características básicas: propositividad, prolepsis, propie-
taseamos de espaldas a la realidad, sustituyéndola. Pues bien, construi- dad y comunicabilidad.
mos yoes —v a la perfección— en nuestras construcciones fantásticas Respecto de la propositividad, todo yo se construye con un propó-
cuando nos apartamos de la realidad empírica v abdicamos momentá- sito definido y propósitos de segundo orden también definidos. La ac-
neamente de provecto alguno de actuación sobre ella, dedicados a so- tividad se eleva al rango de actuación, decíamos antes, cuando se ins-
ñar despiertos, a simular realidades, a la construcción de situaciones trumentaliza al servicio del propósito del sujeto. Todo acto psíquico
virtuales. Mientras en el mundo imaginado no se pierde el contacto con está «dirigido a», decía Brentano. IS Por eso, identificaba el acto psí-
la realidad, porque se aspira a actuar en ella a continuación, con la lau- quico y acto intencional, que en el contexto de Brentano no significa
tas ía no es así. En ésta se mueve «a gusto», construye el yo literalmente motivos (los motivos, por el contrario, son los que dirigen), sino el
«a su placer», porque la lanlasía es la realización fantástica v vicariante mero tratar de dirigirse hacia algo por fuera de él. Traigo a colación a
del deseo que, de otra lorma, no se lograría. En mi experiencia prole- Brentano con una finalidad, a saber: todas las actuaciones del yo son
sional interrogo acerca de las lantasías diurnas (no sólo por los sueños, mentales y, por tanto, todas, sin excepción, se supeditan, gracias a su
fantasías también, bajo la condición de descenso del nivel de vigilancia, propiedad intencional, al propósito del sujeto, que, en última instan-
\ que tienen un carácter \ significación completamente distintos). Los cia, se resume en la fórmula siguiente: hacer vida de relación, es decir,
yoes fantaseados no son perturbados por nada ni por nadie (pueden in- establecer una relación de él como sujeto con el otro (otro sujeto) o lo
terrumpirse por una intrusión de la realidad, v entonces nos «desperta- otro (un objeto propiamente dicho). La Iunción prepositiva del sujeto
mos», \ volvemos a la realidad), v no precisan modificación alguna im- se resume en ésta: el logro de una determinada relación de sujeto/ob-
puesta desde lucra del sujeto. La «realidad» virtual, fantaseada, es una jeto, con la intermediación del yo.
construcción ad hoc al servicio del sujeto, en la que, por tanto, nos fan- La segunda es la construcción anticipada de yoes ad hoc para la ac-
taseamos al mismo tiempo que lantaseamos con lo/los demás. Son \oes tuación y su modificación en el curso de ésta, a la cual me he referido
íntimos a los que nadie tiene acceso salvo el sujeto. Llamo la atención con suficiente amplitud. Y su corolario: el almacenamiento modular de
sobre el esluer/.o, a veces inútil, para lograr que alguien verbalice sobre los yoes. La construcción de yoes está indisolublemente ligada a la ta-
ellos (a dilerencia de los sueños, que se narran sin resistencia alguna, rea propositiva del sujeto. No hay sujeto sin propósito y, para llevarlo
por terribles que sean y por muv mal que dejen al soñante). La resis- a cabo, precisa construir el yo que hemos llamado ad hoc.
tencia a verbali/.ar los yoes lantaseados es la siguiente: se trata de yoes La tercera es la del sentido de propiedad de sus yoes, de lo suyo. El
tan alejados de los públicos y aun de los privados de que tienen noticia sujeto reconoce todos sus yoes como de él, como propios de él. Cada
quienes conviven con él, que el sujeto siente un invencible pudor. Se yo es suyo, como decía W. James, y aun exteriorizado no pierde el su-
trata de yoes inmorales o ridículos y, por tanto, patéticos, porque mues- jeto su tutela y la propiedad sobre él. También los demás reconocen
tran las carencias del sujeto en orden a su provecto de vida. Si se habla sus actuaciones corno de él, son «suyas», y responderá de ellas. Salvo
de ellos y se hacen, pues, observables dejan al sujeto a la intemperie por en situaciones esquizolrénicas o que se aproximan peligrosamente a
el desvalimiento y fracaso que implican. Nada hay más revelador del ellas, el sujeto asume todos sus yoes. Esta función es la que Jaspers re-
Iracaso de una criatura humana que la verbali/.ación de sus fantasías, conocía como de pertenencia al yo.16 Nosotros decimos de pertenencia
tan distantes de sus logros, tanto más pobres en la vida real cuanto más al sujeto. Jaspers hablaba también de mismidad. Pese a la multiplici
exultantes en la vida fantaseada. El paradigma de este tipo de cons- dad y heterogeneidad de yoes, a que éstos son no sólo distintos sino
trucción de voes v situaciones fantaseadas y grandiosas lo tenemos en contradictorios (se es mendaz y veraz, honesto y deshonesto, den o

2M ,'(»S
criador y tacaño, generoso y cruel..., y señalo sólo situaciones bipola- Cuando se da un pésame, la actuación relevante es la de un yo ape-
res), todos son del mismo sujeto. nado por la pena del amigo. A espaldas de ese yo público figuran a ve-
La cuarta, derivada en parte de la anterior, es la de la comunicabi- ces voes meramente imaginados que nunca se actualizarán, por no
lidad intermodular de yoes. Todos tenemos experiencia de cómo a par- pertinentes. ¿Puedo alegrarme y exteriorizar mi contento por la pér-
tir de una situación, o de la evocación de una situación, surgen olías dida de ese ser por el que doy el pésame al amigo? Junto al yo prota-
arracimadas, temáticamente distintas y que sin embaí go se comunican gonista, actualizado, hay voes que no lo son, salvo que se nos autono-
entre sí a través del contexto en el que se dieron o de la sincronía con micen v se exterioricen a nuestro pesar, cosa que ocurre con frecuencia
que acontecieron. La experiencia psicolerapéutica en este respecto de- colocándonos en situaciones enojosas. Muchos de los llamados actos
para ejemplos de este tipo. Freud tenía razón al señalar que la conti- fallidos pueden interpretarse de esta lorma. El yo tiene siempre carác-
nuidad de la vida psíquica permite iniciar el recorrido de toda ella a ter de personaje representativo del sujeto y por eso le compromete
partir de cualquier actuación, por banal que pareciera, para derivar, (para bien o para mal), lo mismo si es veraz (en cuyo caso emerge sin
desde ella, encadenadamenle, a la totalidad en un análisis —esto es, en dificultad alguna) que si es mendaz y se trata de un yo simulado. De-
una búsqueda-- interminable. Ésa era una razón por la que dicha ta- seo añadir a este respecto que en esla teoría del sujeto no hay lugar
rea es imposible en los casos de discontinuidad de la vida mental, para yoes simulados. ¿Qué se quiere decir con ello? ¿Que se ostenta un
como la de los psicólicos. Ocurre con ellos, aunque de manera cuali- yo impuesto por las reglas del contexto? Así son todos, sako en los
tativamente distinta, lo que con los traumatizados de cráneo con am- voes íntimos, \ aun en éstos no dejan de regir en ocasiones reglas con-
nesia retrógrada o con aquellos pacientes que fueron sometidos a se- textúales aprendidas de los yoes públicos, pues es sabido que la intro-
siones de electroehoque: una laguna, a veces extensísima, imposibilita vección de las normas morales es a veces tan prolunda que se imposi-
la continuidad en la tarea de restauración. bilita la construcción del yo íntimo que sería de desear. Lo interesante
La patología del sujeto, en electo, alecta a todas o a alguna de sus de situaciones de este género es el hecho de que el sujeto pone en mar-
propiedades. En la psicosis se tiene un claro ejemplo de inasunción de cha yoes de distinta índole según se recaben para actuaciones públi-
\ocs por parte del sujeto, \ la alucinación y el delirio —con su pro- cas, privadas o íntimas, y que en ocasiones, ¡unlo al yo exteriorizado
yección ineludible al exterior, como mecanismo de él— son expresión \ por tanto público, se yuxtaponen otros que se reservan para los es-
de ello. Otras veces, poi el contrario, un yo se hipertrofia desmesura- pacios privados e íntimos. El sujeto construye múltiples yoes —a veces
damente y relega a los otros de los cuales incluso reniega. Lo \emos contradictorios— paia determinados contextos, cada uno de los cuales
en el \ o del delirante expansivo, que es todo él el sujeto, sin apenas lu- resulta ser un \ o ad hoc, pese a lo contradictorio de ambos. Es una
gar para otros yoes. En la \ida normal, aquel para quien el logro de un lorma de postular el principio freudiano de sobredelerminación en lo
determinado qué, esto es, detei minado objetivo (pongamos por caso el que concierne a los propósitos del sujeto.
poder, o un puesto en la sociedad) supone el todo de su quienidad, de William James llama la atención acerca de que en el comienzo de
lo (¡ue llamamos el quid de la identidad anhelada. Pero hay otras pa- nuestra vida social propiamente dicha, hacia la adolescencia, existe la
tologías, que alucian a la comunicabilidad intermodular o a la «nega- posibilidad de lantasear con múltiples yoes que confieran al sujeto, a
ción» mnéstica—el olvido «conveniente», nietzscheolreutiiano —, que su vez, una identidad varia, polimorla, no limitada a un género rele-
si bien nos permite seguir con la máxima homogeneidad como sujeto vante de \ o , de actuaciones siempre las mismas o casi las mismas. En
y con la homeostasis y sosiego subsiguientes, por otra comporta nues- esta etapa se olrece al sujeto la posibilidad de construcción de voes de
tro empobrecimiento. No hace taita ser psicótico para que tenga lugar relevancia idéntica, máxima, para todos ellos. Luego, ha de sacrificar
una depauperación del sujeto como tal. muchos de ellos en Livor de uno o varios. Con su lenguaje y su pen-
samiento tan clásico, James añade: «Realizar uno sólo de los yoes es,
más o menos, suprimir a los demás. Así, quien quiera salvar su yo más
cierto, más intenso v profundo, habrá de repasar cuidadosamente la
TEORÍA INSTRUMENTAL DEL YO. SUJETO Y MEMORIA lista Lse refiere a sus yoes posibles, potenciales), elegir un número y jil-
earse en el su porvenir. Los demás yoes quedarán oscurecidos, como si
1. Yo yyoes no existieran; sólo la suerte del yo elegido será la real... [en el sen! ¡do
de iriunlos y Iracasos]». La patología de la equivocación existencia! en
En muchos contextos podríamos decir que actuamos con un solo el provecto del vo elegido como relevante está a la orden del día la
\ o , por lo menos en lo que respecta al vo exteriorizado, público. prolusión, el matrimonio, la dedicación plena.

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En otra visión del problema, la atención a las fantasías nos mues- res análogas, y al que el sujeto juzga como un objeto más («Qué bien
tra que el sujeto no construye un solo yo para cada situación, sino mu- me salió el trato de ayer», «Qué estúpido rae comporté anoche»), y
chos y todos al mismo tiempo. Una fantasía es una narración en toda que, como decía James, ese yo de la actuación está en la mente de los
regla, en la que el protagonista es un yo fantaseado. Pero los demás demás, para los cuales se actúa, entonces es importante lo que pense-
yoes —los que actúan de comparsa— no son en realidad los otros, sino mos y nos digamos de ese yo; pero más aún lo que piensen y digan los
nuestros otros, también fantaseados. Cuando alguien fantasea con la demás. La razón es obvia: las interacciones no cesan, y las que han de
ceremonia en la que se le entrega el Nobel, hace «su» rey y reina de venir a continuación conferirán redundancia a tenor de las actuacio-
Suecia, «su» presidente del Instituto Carolinska, «su» público, esto es, nes pretéritas.
organiza la representación en la que ha de gustar del placer del éxito ¿Qué es, entonces, el yo?
(no puede ser de otra manera, para eso se fantasea, aunque a veces el El vo es la imagen instrumental con la que el sujeto se presenta en y
éxito acabe con una fantasía de muerte y, tras ella, de inmortalidad). para la situación; y también, un intermediario entre el sujeto y la situa-
Hay géneros narrativos fantásticos en los que la organización es per- ción. Actuamos en cada situación representados por un yo, que hará
fecta, y en muchos trabajos me he referido a este tema. El delirio es lo que pueda para el logro de la mejor imagen del sujeto. El yo es la
una fantasía a veces de una perfección insólita, las fantasías a que se representación con la que el sujeto se propone obtener la mejor de las
entregan los adictos a ellas se prolongan en forma de nuevas entregas, imágenes posibles en un contexto concreto, cara a la interacción y a la
una vez han interrumpido la anterior por la demanda de la realidad. satisfacción desiderativa derivada del logro de sus propósitos. Esto
Pues bien, esos yoes subsidiarios pertenecen al sujeto con el mismo de- quiere decir que el sujeto construye el yo como un sistema de signos,
recho que el yo protagonista, como en los sueños con el vecino tam- como un discurso articulado; en suma, como un mensaje, mediante el
bién el vecino es el soñante en la medida en que ha construido su ac- cual pretende que el otro, por una parte, forme la imagen que él proyectó
tuación. (Dicho sea de paso, esto es lo que hace factible que en el v anhela provocar v, por otra, que acepte su propuesta. La estrategia es
Quijote, por poner un ejemplo, hay que ver a Cervantes en el narrador, ésa. Mentalmente nos parece decir: «¿Cómo entrarle a éste?». Gracián
en Cide Hamete Benengeli, el Cura, el Barbero, el Caballero del Verde en El Oráculo manual sabía mucho de ello y nos dio fórmulas al res-
Gabán, en Sancho, etcétera.) Usando un término de Bajtin, el sujeto, pecto. La pregunta que implícitamente hacemos en la interacción es
como órgano productor de yoes, es intrínsecamente polifónico en cada una pregunta sobre el sujeto, a saber: ¿Qué se propone al hacer lo que
secuencia de actuaciones. 17 El contraste entre un contexto empírico y hace? Alguien camina ante alguien, se dirige a un determinado lugar,
el fantaseado es enorme: son exactamente opuestos. En el contexto pero ¿no pretende que el que le observa adquiera de él una determi-
empírico sólo hay determinadas cosas «mías»; las más, de los demás. nada imagen, la que sea, de atareado, sosegado, elegante, de abstraído
En el contexto fantaseado todo es «mío». en graves problemas, de orgulloso o displicente, compatible con el
objeto de poner una carta en el buzón? ¿Qué imagen intenta que los
demás formen de él cuando da una clase o pronuncia una conferen-
cia? El vo, en suma, es una construcción semiótica al ser-vicio de la
2. La relación sujeto/otro(s). El yo semiótico semántica del sujeto con miras a que el receptor asuma la imagen
ofrecida y le confirme en su identidad. Los instrumentos (brazos, pier-
El éxito o fracaso —con otras palabras, la eficacia o ineficacia pro- nas, miradas, dicción, etcétera) sirven como todo lo que hace el sujeto:
positiva— de los yoes construidos se prueba en la interacción. Es lo para construir signos. En el léxico comunicacional, el yo es el mensaje;
que llamamos la prueba de realidad. Los demás certifican, con su com- el sujeto, el metamensaje en el proceso de interacción. Por eso nadie
portamiento para con nosotros, el éxito o fracaso de nuestro yo social. puede hacer otra cosa que imaginar al sujeto a través de las concretas
Si tenemos en consideración que la construcción del vo es un pro- actuaciones de sus yoes. El yo es el signo que denotamos; el sujeto, el
ceso que se inicia como prolepsis de la actuación; que sobre la mar- significado que le atribuimos.^ Haré referencia luego a una luminosa
cha, como resultado de la interacción misma, el sujeto modifica el yo reflexión de Ortega en este mismo sentido.
y su actuación y la reajusta con el propósito de que el final sea exitoso; El yo (semiótico), pues, es un discurso sígnico (no puede sei de
que el yo construido de antemano —el proyecto o prolepsis de yo— es olio tipo) del sujeto acerca de algunos de los grupos lemalkos a qui-
aquel que el sujeto conjetura como el adecuado para su «teoría» de la nte rcleriré enseguida, y que adquieren rango de argumento. El piot e\c>
situación por venir; que de la interacción yo/situación real surge el yo de construcción y desarrollo de un vo es una itarrai ion, v posee e-,
final, del que el sujeto dispondrá para eventuales situaciones ulterio- lindura narrativa: texto v lema, con inlroduccion, ilesai lolln \ Im.il

268 .'<>')
Aun el \ o actual es resultado de una narración construida por el su-
jeto previa a la actuación, la prosigue en la actuación v la culmina mu-
chas veces en su intimidad, cuando recaba qué hizo v no debió hacer
o qué no debió hacer e lii/o.
4. Sujeto v memoria
El sujeto con.sln.ive voes porque tiene memoria. No me reliero a la
memoria de datos puntuales, muy importante por supuesto, quizás in-
3, Estructura y géneros de yo cluso básica, porque es una memoria instrumental, sino a la evocati-
va, la que algunos tratadistas actuales como Tulving, Kinsbourne v
No es éste el lugai paia desarrollar una cuestión de gran interés, a Ruiz-Vargas, denominan memoria episódica, que tiene la característica
la que sólo haié alusión. Los voes, como narraciones del sujeto, son singular de ser una memoria explícita, es decir, que puede hacerse
genéricos. Como discursos, como narraciones, además de la estructura emerger en relerencia concreta al episodio que se trae al presente. Es
a que me he relerido antes, poseen un tema o argumento v estos son lo que se llama rememorar, evocar. También a veces es provocada a par-
intluibles en géneros. Ha\ géneros de vo —o, si se pretiere, géncios de tii de una situación que vivimos en el presente. En la evocaciém, en la
actuaciones--, como ha\ géneros literarios o lílmicos. Son los grandes rememoración, pasa como con el fantasear: al hacerlo, el sujeto, me-
grupos de módulos de voes. Nuestras actuaciones pertenecen a un ge- diante el vo utilizado en aquel momento, está necesariamente involu-
nero concreto, dependiendo del vo relevante en juego para la misma. En crado. Cuando evocamos una situación pasada nos recordamos ac-
las actuaciones lantaseadas esto es evidente, porque no hav iniposiciéin tuando en ella. Evocar es recordarse. Por eso, se ha dicho que hasta
alguna de otros \oes que son requeridos en la actuación sobre la rea- cierto punto los modelos de cómo funcionan las memorias pueden ha-
lidad. En los voes públicos hav actuaciones genéricamente intelectua- cerse a espaldas de la alectividad, pero no del sujeto.19 De nuevo la re-
les, como las hav para actuaciones del genero erótico, pático, moral o llexividad, la disociación, en este caso de un vo evocado v un yo evoca-
estético. La polilonía del sujeto se revela en expresiones como las si- dor, que lo contempla v lo sanciona, de la misma manera que en el
guientes: «Dio la conlerencia, peio sobre todo vino a lucirse-), «Ense- ejemplo inicial, el «qué idiota lui». Al evocar, el vo con la situación evo-
ñaba logaritmos v ligaba que eia un primor». En los voes v situaciones cados son contemplados como en un vídeo de aquella situación que re-
lantaseadas no hav necesidad de construir dos o tres voes simullánea- memoramos, pero con nosotros de protagonistas.
menie, uno para el escenario público v el olio o los oíros para el esce-
Conviene señalar algo a lo que ahora acuden los investigadores de
nario privado o íntimo, sino que se elige uno v sólo uno para el e\i!o de
las (unciones mnésticas. En la evocación el vo evocado no es exacta-
una v solo una actuación (un éxito, por lo demás, asegurado). Pues
mente el itnsmo que el yo que fue en la actuación altara evocada. Al evocar
bien, las lantasías, voes v situaciones lantaseadas pata ellos, son, de
se modilica el yo de la actuación que lúe. Por lo pronto, además de
acuerdo al argumento, de un género, como lo son las novelas. Las lan-
poner orden en lo evocado (orden que no existía cuando sucedió), po-
tasías oigam/adas v sistematizadas a lo que se asemejan es a una no-
nemos otro orden y el yo evocado adquiere un protagonismo distinto
vela v, por su estructura narrativa, pueden contarse del mismo modo
del que tuvo en la situación real. De aquí que la memoria no sea de
que una de ellas. La complejidad temática de una novela no es obs-
fiar, no tanto en los datos puntuales (había una mesa a la derecha y
táculo para la jei arquizacion de los temas. Si hablamos de novela eró-
dos sillas éntrente, en una de las cuales estaba sentado fulano de tal,
tica, hisl(M¡ca, de aventuras, etcélera, es porque colocamos como lema
y cosas de este jaez), sino respecto del valor, de la posición del yo en
principal el cros, el pasado o el riesgo del protagonista, pero al mismo
la actuación de entonces.
tiempo, como ti amas secundarias, de londo, surgen subtemas que en-
riquecen el discurso sin distraerlo del tema principal. Lo mismo ocu- Con todo lo que entraña de no fiable, gracias a la memoria evoca-
rre en las lantasías, donde los voes genéricos son perlectamente dile- tiva de las situaciones que hemos vivido, es decir, de la memoria de
íenciables v alcanzan la t alegoría de vo relevante, en el sentido al que nuestras actuaciones, tenemos biografía, una biografía que, como he
hacíamos lelercncia con antei ioridad. Esta simplicidad de los voes dicho en otro lugar, siempre tiene, por la razón que acabo de aducir
lantaseados nos es útil para inteligir la complejidad de los voes empí- de desplazamiento hacia el protagonismo, un componente de autoen-
rico-públicos. Los voes modulares están al seivicio propositho del su- gaño. Pero gracias a la memoria evocativa —a la serie de evocaciones
jeto, v ahora volvemos a considerar que andar puede ser pasear, huir; que hacemos de nuestras situaciones experimentadas— se conserva la
seducir, exhibirse \ muchas cosas más. continuidad del sujeto en la construcción de yoes tan dispares como lo
son lodos aquellos con los que actuamos a lo largo de nuestia vida

270
.'71
Jaspers hablaba, como he dicho, de la mismidad («soy siempre el es. El sujeto ha ido vaciándose de los yoes construidos y almacenados
mismo») del sujeto en sus yoes. Significaba con ello la conciencia de para el recuerdo, hasta llegar a un punto en que puede decirse: no es su-
que nos reconocemos el mismo pese a recordarnos distintos, y nos sa- jeto. Merced a la imposibilidad de evocar las situaciones que vivió, el en-
bemos continuadamente el mismo. Schopenhauer había precisado fermo de Alzheimer se queda sin autobiografía, porque ha olvidado el
otros extremos. Para Schopenhauer había dos tipos de recuerdos: uno, sujeto que fue, los yoes que hubo de construir. Paradójicamente, los de-
del yo de la actuación realizada con anterioridad, lo que hemos lla- más sabemos quién fue, cuando él lo ignora. Si el recién nacido carece
mado el yo y la situación evocados; otro, el del hilo conector de una aún de autobiografía, el demente senil la ha disuelto.
actuación con otra (la continuidad del yo, de Jaspers). El olvido, pues, Es el momento de dar cuenta de la importancia para el sujeto de la
en su opinión, podía ser tanto de una actuación concreta como del en- asunción de los yoes tanto públicos, cuanto privados o íntimos. Asumir-
lace de una y otra. Cuando se rompe el hilo conector de una y otra evo- los —sin negarlos, sin interferir fisuras en la continuidad de los yoes—
cación, añadía, esa fisura en la continuidad del sujeto en sus sucesivos supone saber de sí, de lo que se ha hecho, lo que podría hacerse, lo que
yoes se subsana mediante la falsificación, siempre a nuestro favor, se hubiera deseado hacer y no se pudo, lo que quiso hacerse y no se hizo.
de yoes imaginados o fantaseados que se dan por empíricos. El yo in- Supone devolver al sujeto, con la memoria de sus yoes tácticos, proyec-
ventado, imaginado para esta conexión de evocaciones, es falso e in- tados, fantaseados, todas sus posibilidades, su máxima riqueza, su cau-
troduce una distorsión en el decurso biográfico. El sujeto se cree su dal acumulado. No se trata ahora de una cuestión moral, que no es el
propio invento, hasta de contextos que no existieron. Para Schopen- caso en este momento, sino de otro orden, el de la autocognición, el de
hauer, ése era uno de los caminos por los que se abocaba a la locura. la autoconciencia. A la inversa, tenemos muchos ejemplos de situaciones
De acuerdo con esta teoría del sujeto como constructor de yoes, la de inasunción de quién se ha sido. Una veces, son de carácter psicológico
diferencia entre biografía y autobiografía es sobresaliente, cuando me- en el más amplio sentido de esta palabra: el sujeto es incapaz de asumir
nos en una situación ideal. El biógrafo, me refiero al biógrafo mo- aquellos yoes reprobables, ridículos, desafortunados, y respecto de la
derno, parte de uno y otro y otro de los yoes —al modo como lo hizo realidad de sí mismo adquiere una notoria limitación. Otras veces son
Painter con Proust, Hayman con Kafka, Ellmann con Joyce, entre de carácter psicopatológico, como es el caso de los psicóticos: no soy ho-
otros—, los describe sin más, y, a diferencia del biógrafo antiguo, tipo mosexual, me atribuyen injustificadamente serlo; no soy capaz de rete-
Bielschowski o Stefan Zweig, elude la definición del biografiado. En ner el objeto erótico, es éste el que, por motivaciones perversas, se va de
efecto, si el sujeto es inaccesible para los otros, que sólo acceden a sus mí; o como en los esquizofrénicos: no soy yo el que me digo tal y tal cosa,
yoes, entonces el sujeto es por principio indefinible y sólo descriptible sino otros, vecinos, extraterrestres, los que sean. Por una u otra cir-
a partir, claro está, de sus actuaciones observables. Esto vale también cunstancia, el sujeto, privado de yoes, se empobrece, necesita engañarse,
para la autobiografía, aunque en otro sentido: en ésta siempre hay más y más incapaz de reconocerse en aquellos sectores de sí mismo, de
cuando menos una selección de actuaciones, si bien cabe la posibili- él como sujeto, que pese a todo son de él y con los que, a veces con ca-
dad de que se añadan en la descripción yoes imaginados y fantaseados racteres de autonomía, actúa en su intimidad o en sus ámbitos públicos
y hasta soñados, y yoes cínicamente inventados. o privados. ¿Qué biografía puede ofrecer un sujeto qire no se reconoce
Hasta los profanos tienen actualmente alguna experiencia de la en- en su heterogeneidad y que, en su lugar, ofrece, en una sola pieza, una
fermedad de Alzheimer, porque se vive más que antes y la padece un nú- homogeneidad a la que es imposible que se le pueda dar crédito?
mero considerable entre la población. ¿Qué ocurre en esta enfermedad?
Los que viven cerca del enfermo lo dicen gráficamente: en la primera
etapa, en los comienzos, no recuerda lo que acaba de hacer (no es posi-
ble la evocación de lo inmediato: si comió pide de comer de nuevo; pre- 5. Lugar del sujeto
tende acostarse cuando hace una hora que se incorporó, etcétera), pero
conserva la posibilidad de evocar lo que hizo y le sucedió mucho antes, ¿Cuál es el lugar del sujeto? ¿Puede hablarse en estos términos, ele
incluso en su infancia. Pero cuando uno se olvida de lo que ha hecho se un lugar- para el sujeto, como hablamos del lugar donde acontece la vi
olvida de los yoes de desayunador, comulgante, paseante, etcétera. Es sión, la audición, etcétera? A mi modo de ver sí, porque ser sujeto es
que no puede contar lo qire ha sido cuando hacía de uno y otro. Poste- hacer yoes constantemente: durante el día, en la realidad o en la l.m
riormente, no evocará lo que ha acaecido en esas etapas anteriores; lasía; durante la noche, en el ensueño. Por tanto, ser sujeto es una Inn
luego, como no reconócela a los hijos, no evocará sus yoes de padre ni ción que se hace v rehace constantemente v la luncion es le» ah/.ible
de marido; finalmente, no evocará su nombre y no sabe siquiera quién cuando menos en su ámbito nuclear.

?72 ?M
El sujeto es un sistema del organismo, como he dicho. Es actividad res que conviven con el enfermo, hablan de que «es otro», que «no es
mental y, por tanto, puede afirmarse sin posibilidad de error que es el que era», es decir, que el órgano desde el que se construven los yocs
una actividad resultante del funcionamiento del córtex cerebral. Tene- se perturba en esa función básica de acoplamiento de sus actuaciones
mos sobrados motivos para pensar que aunque sin duda interviene la a los contextos en los cuales se encuentra. Como dije antes, algo debe
totalidad del cerebro (como en la visión desde la relina y cintas v ner- ocurrir en el aparato y sistema del sujeto en orden al control de sus
vios ópticos, radiaciones de Gratiolet v córtex occipital y no en la pro- yoes fantaseados cuando algunos de éstos, al alucinar; se le escapan
ducción del lenguaje), la función de sujeto tiene lugar en las zonas de- > no los considera suyos sino ajenos, y pierden, pues, la diacrisis, la
más elevada jerarquía del sistema nervioso central: el córtex piel ion- barrera crítica entre yoes íntimos y públicos. Conservamos la concien-
tal. No puedo extenderme a este respecto, pero aduciré, sin embargo, cia de la propiedad de cuantos yoes, públicos o fantaseados somos ca-
algunos hechos sobresalientes. Las lesiones de esta zona del cerebro paces de crear, por disparatados que sean; en el esquizofrénico, no: los
por un tumor, antes muy frecuentemente por la sílilis, por la curiosa yoes son expulsados mediante la alucinación y el delirio, y al fin queda
enlermedad de Pick, v sobre todo por los traumas enceláficos en esta vacío de yoes, empobrecido hasta la estupidización.
región (sobre todo heridas de guerra, tan perlectamente circunscritas
muchas veces) y la lobotomía prefrontal, dan lugar a un cuadro clínico
en el que ocurre una auténtica translormación de lo que en términos
de uso común se denomina «modo de ser», que podríamos definir 6. Lugar del yo
como la componente común a lodos los yoes de un mismo sujeto. Esta
translormación se conoce con el nombre de moría y es una de las for- ¿Dónde está el yo?, ¿dónde se hacen los yoes? El yo es y se hace en
mas de manifestación de la demencia. Como experimento natural, esta el cuerpo, más precisamente en la superlicie corporal, especialmente
forma de demenciación tiene la singularidad de que no afecta a la me- en el rostro, y toda esa superficie corporal se constituye en instru-
moria —el paciente la conserva en bastante buen estado—, de forma mento de la expresión del sujeto para una actuación. Tocio lo que el su-
que podemos centrarnos exclusivamente en lo que constituye su nú- jeto le hace hacer al yo lo hace con el cuerpo, de manera que el yo es
cleo. En la moria el sujeto es incapaz de construir yoes adecuados al el conjunto de actuaciones hechas con el cuerpo: hablar, gesticular,
contexto y su conducta resulta impertinente, ineducada, grosera, aun- moverse, coger, llorar, gritar, etcétera. Porque hablar se hace gracias a
que sin conciencia de serlo. 20 Se describió en el siglo pasado, y en la procesos cerebrales que estudia la neurolingüística, pero la jiimal com-
medida en que muchas de estas lesiones, sobre todo las de carácter inon paúl, en formulación de Sher rington, de todo hablar es la boca, y
traumático, son estables, la moria constituye un estado permanente de ella parten los sonidos articulados que denominamos palabras, fra-
del sistema de producción del sujeto. El paciente muestra un compor- ses, periodos, de los cuales a veces nos arrepentimos de que hayan sa-
tamiento ineducado, en contraste con su comportamiento de semanas lido de ella; gesticular lo hacemos con los brazos y el rostro, cuando
o meses anteriores. Se ríe extemporáneamente, habla de sus necesida- podríamos haber permanecido quietos. Como señalé antes, esto lo vio
des y las hace en cualquier lugar, dice lo que no debe decir y que has- muy claramente W. James cuando hablaba del cuerpo y de la ropa
ta entonces había asumido que no podía decir. Los clínicos alemanes como de algo de lo cual el sujeto puede decir que son «suyos» y, al
de finales del siglo xix, caracterizaron la moria como Witzelsucht, la mismo tiempo, los demás reconocerlos como de él. George Herbert
tendencia al chiste. Se trata de comportamientos descontextualizados. Mead, sin citarlo, sostiene idéntica tesis: «El yo es la acción del sujeto
Cuando el proceso no es progresivo, como en los traumas del cerebro I rente a la situación». 21 El sujeto esculpe el yo con el cuerpo, único ins-
prefrontal, es compatible con rendimientos intelectuales operativos, y trumento para la expresión, y por tanto para su patencia ante los otros.
el fallo se limita al comportamiento social... El libro de Fuster, The pre- Ortega sostuvo una tesis análoga en su ensayo Sobre la expresión fenó-
frontal Lobe, constituye la mejor revisión del problema que por ahora meno cósmico: «La. carne se nos presenta, desde luego, como la exte-
existe. En la psicosis esquizofrénica también está comprometido el ló- riorización de algo esencialmente interno... Lo interno de la carne no
bulo prefrontal y el deterioro que tiene lugar después de años de pa- llega nunca por sí mismo a hacerse externo: es radical, absolutamente
decimiento de esta psicosis se traduce en lo que Kraepelin llamó interno. Es, por esencia, intimidad... El gesto, la forma de nuestro
Verblódung, una especial insulsez («vaciedad», decía Kraepelin), tam- cuerpo, es la pantomima de nuestra alma. El hombre externo es el ac-
bién perfectamente compatible con buenos rendimientos mnésticos, tor que representa al hombre interior... El cuerpo humano tiene una
salvo que el trastorno de la atención ocupe también el primer plano; I unción de representar un alma; por eso, mirarlo es más bien inlcí
pero en los comienzos de esta psicosis, todos, los amigos, los familia- prelarlo. El cuerpo humano es lo que es y, "además", signilica lo que

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él no es: un alma». 22 Para Ortega, como para James, como para el ale- aunque pretendiera hacérmelo creer, no se alegró en absoluto al verme.
mán Kurt Schncider, 2 ' el vestido, el adorno son prolongaciones del Por eso me quedé helado.» Esto podría ser la descripción de lo que
cuerpo y, por tanto, guardan idéntica relación que el cuerpo con aque- acabo de formular acerca de un yo torpemente construido por el su-
llo que oculta: el sujeto, o, para continuar con el texto de Ortega, «un jeto. El sujeto, en efecto, no siempre es capaz de hacer con su cuerpo
alma, espíritu, conciencia, psique..., persona, como se prefiera llamar el yo adecuado, y en este caso le ocurre lo que al mal actor: representa
a toda esa porción del hombre que no es espacial». No deja de ser cu- con notoria torpeza la alegría que debiera sentir y no siente, o la tris-
rioso que cuando hacemos a solas lo que habitualmente hacemos para teza que no experimenta y que debería ostentar.
los demás, construir y expresar un yo, si se nos sorprende, se duda de Cada cual, además, sabe más o menos explícitamente la parte de
nuestra cordura; aunque evoquemos situaciones de comicidad no reí- su cuerpo de que se vale para la preferente construcción de su yo.
mos del mismo modo que si lo hacemos con y para otros, si acaso una Usando de una expresión coloquial, cada cual «echa por delante» aque-
mera sonrisa; no hablamos a solas; no gesticulamos. Y si hacemos am- llo con lo que sabe que la interacción puede ser más eficaz: allí donde
bas cosas nos guardamos celosamente de poder ser observados hasta se sabe un encanto, o por donde puede ser compadecido, o admirado,
por personas de nuestra más estricta privacidad. Pero sí cantamos, y etcétera. En una investigación ya antigua de Horwitz sobre adultos jó-
no se modificaría el juicio si se nos sorprende en ello, porque por lo venes se hacía responder a la siguiente pregunta: «Si hubiera de loca-
impcrtectamente que lo hacemos, los no cantantes nos reservamos lizarse usted mismo en un punto interior o exterior de su propio
para el espacio privado. Los instrumentos para los yoes no públicos, cuerpo, un punto que sea "usted", ¿dónde se localizaría, en qué punto
privados e íntimos son distintos, quiero decir que usan el cuerpo de o en qué área?». Los resultados son curiosos: los más señalaban a su
otra manera y no para la expresión que, como yo social, exige la pre- cabeza (cara y cráneo), seguido de ojos, el pecho y el corazón, las ma-
sencia del otro, aquel para el que se hace. Recordemos el comporta- nos y los genitales. No deja de ser inquietante que esta localización se
miento ante el espejo: desde atildarse, ensayar sonrisas o adoptar pos- mantiene hasta la primera edad adulta; luego, se va haciendo más y
turas eróticas... más difusa, y se borra.
¿Qué es, en realidad, lo que se calificó de idiota en el ejemplo con Pero el yo se ostenta también en la magnitud de lo que se puede, a
que inicié esta exposición? Lo que se habló y se hizo, esto es, lo que través del vestido, de la casa, del coche, del cargo, de la fama... Plant
se habló y se hizo con el cuerpo: se pronunciaron determinadas pala- habla de cómo el recurso de la quididad está en proporción inversa a
bras que juzgamos impropias, se hicieron gestos quizá incorrectos, se carencias en la quienidad. Para decirlo con palabras llanas: tanto más
adoptaron determinadas posturas que estimamos inadecuadas. El res- se pretende ser a expensas de lo que se tiene cuanto menos se es por
ponsable fue en última instancia el sujeto; pero si no hubiera exterio- los instrumentos que intrínsecamente le pertenecen: su inteligencia, su
rizado aquel yo, si esc yo hubiera permanecido meramente imaginado, estética, su simpatía.
¿se autocalil icaria luego de idiota? Evidentemente, no. En suma, las Si antes decíamos que cada yo remite al sujeto que lo hace, pode-
actuaciones del sujeto se hacen en forma de un yo que, como instru- mos precisar más: es el cuerpo el que nos permite inferir, como decía
mento, responde a los propósitos del sujeto; un yo que, si resulta emba- Ortega, al sujeto que lleva dentro.
razoso o inadecuado, se rehace, como el novelista corrige en las cuar-
tillas ya escritas, o como el pianista que vuelve a empezar lo que hasta
entonces juzga que le ha salido mal.
El cuerpo es el lugar en el que y con el que el sujeto representa el
yo de la actuación, donde intuimos la verdad o mendacidad del yo,
como lo prueba ese ponernos en guardia ante aquel que al saludarnos
nos sonríe de tal manera (con sólo la boca, en una mueca horrenda)
que no induce a pensar que se alegra de vernos. Sabemos cómo el
cuerpo nos delata a pesar del esluerzo del sujeto por hacer con él el yo
que quisiera representar hábilmente ante aquel que tenemos delante y
con el que estamos en obligada interacción. En esos casos, a pesar de
los esfuerzos por hacerse, por ejemplo, simpático o afable, «no le sale»,
como se dice en expresión coloquial, porque se le escapan componen-
tes connotativos de la antipatía preexistente. «Me sonrió al llegar, pero,

276 .'//
Apéndice B flexión, y, se sepa o no, se reconozca o no, enlaza con las especulacio-
nes —no en su acepción peyorativa— filosóficas de pasadas centurias.
Sentimientos, pasiones: la mirada filosófica Frente a las descripciones de la envidia que, por citar a un autor, hace
Juan Luis Vives,2 la neurofisiología no tiene aún irada que decir, y, por
consiguiente, es prematuro reducir todo discurso al discurso cientili-
cista. Clasilicar las emociones tal y como lo han hecho err los últimos
veinte años Izard, Panksepp, Ekman o Plutchik, no se diferencia en
nada de las que hacían Aristóteles, Tomás de Aquino, Descartes o Spi-
noza, por sólo citar' a algunos. Incluso la famosa teoría de las emocio-
nes de James-Lange sigue el mismo método y alcanza en realidad aná-
logas conclusiones a las que obtuvo Rene Descartes siglos antes.
Si no estoy en un error, inicialmente la filosofía occidental se pro- Por dos razones no puedo dar a este Apéndice la extensión que dese-
ponía dotar a los hombres de «sabiduría», hacerlos conocedores de sí aría. La primera, porque el tema excede de mis posibilidades; la segunda,
mismos y del mundo, de la realidad exterior y del mundo interior. Era porque rro sería pertinente, dado que el planteamiento meramente filo-
la única o cuando menos la privilegiada íorma de acceder al señorío sófico no constituye el móvil de este libro. Por tanto, me ocuparé de al-
que el hombre, racional poi naturaleza, debía adquirir. La filosofía era gunos filósofos en particular y de cómo algunos lilósotos plantearon de-
el saber superior y el saber del «lodo», con vistas a la adopción de la terminados problemas a los cuales me he referido en estas páginas.
«mejor» de las formas posibles de vida. Ser sabio era una forma de vi-
vir, no sólo reflexión, como luego lo ha sido desde la escolástica hasta
nuestros días. Los saberes parciales no eran en sí mismos patrimonio
de la lilosofía, y su tratamiento, al fin, era un paso inevitable para al- Aristóteles
canzar el conocimiento «total», que permitiría el objetivo último: ele-
varse el hombre sobre y desde sí mismo. Pues bien, como constituti- De las pasiones se ocupa Aristóteles en Retórica, Ética a Nicómaco
vos del hombre, los alectos o pasiones del alma fueron un objeto más y en otros textos.' Deseo destacar que, en su teoría, todas las pasiones
de la lilosofía (como también la razón), hasta que le dejó paso, a su —la ira, el amor, el odio, la vergüenza, la compasión, etcétera—, son
pesar, a disciplinas que prometían estudiar el problema bajo premisas consideradas como provocadas y se proyectan, pues, con carácter de
más rigurosas y menos especulativas, las ciencias en sentido estricto: respuesta. Así, respecto de la ira dice: «Es necesario que el iracundo se
la física, la cosmología, la matemática, etcétera; eir el caso que nos encolerice contra un individuo concreto..., además, que sea por algo
ocupa, la psicología con sir aproximación al universo científico. La fi- que le han hecho, y además que a toda ira siga un cierto placer, na-
losofía ha cedido —a su pesar, todo hay que decirlo— territorios a la cido de la esperanza de vengarse» (Ret. 312, 313). La disposición para
ciencia, en la que lo opinable se contrapone al enunciado riguroso y la ira está en la obstaculización de un deseo, como si éste se encon-
contrastable. La filosofía se retrajo a la teoría del conocimiento, y los trase en el fondo de toda pasión, en este caso de la ira: «Ellos se en-
problemas del hombre y de la vida sólo volvieron a suscitarse desde colerizan, en efecto, cuando sienten pesar, porque el que siente pesar
fuera de la academia filosófica por' autores como Kicrkegaard, Scho- es que desea alguna cosa. Y, por lo tanto, se le pone algún obstáculo,
penhauer y Niezstche, en nuestros días por' Heidegger y Sartre, y desde ya sea directamente, ya sea indirectamente» (317). Lo mismo puede in-
luego por' Ortega, todos más o menos al margen de la filosofía al uso.1 ferirse de su conceptual i zación del amor (en el que incluye la amistad,
Ha sido preciso que a mediados del siglo xx se suscite el problema de como si la diferencia fuera de grado, no de cualidad) y el odio, consi-
la existencia para que la filosofía se ocupase, momentáneamente al derando las causas que, desde fuera del sujeto, provocan en éste el
menos, de los problemas de la vida misma. amor o el odio. En lo tocante al amor/amistad, se desea para el objeto
Hasta el momento, y en este terreno concreto de la psicología de la amado lo que se desearía para uno mismo, pero esto es resultado de
vida emocional, hay un notorio decalage entre los datos logrados en un proceso de identificación, al considerar «que el amigo es otro yo»
la investigación cientificonatural (la fisiología y neurofisiología de los (Retórica, 329, nota 56).4
sentimientos) y la concerniente a la experiencia emocional, es decir, a
la vivencia de los sentimientos. Mucho de lo que sabemos hoy acerca de
los sentimientos como experiencia se debe, en última instancia, a la re-

278 .'/')
Descartes 5 través de las pasiones establece el sujeto con los objetos de la realidad
y consigo mismo. Pero el «efecto principal de las pasiones» (art. 40) en
La teoría de las pasiones de Descartes deriva directamente de su los hombres es «incitar y disponer su alma con el fin de que quieran
concepción dualista del ser humano, dividido en cuerpo y espíritu (o las cosas para las cuales preparan sus cuerpos; de suerte que el senti-
alma). Pero pienso que el dualismo de Descartes no es dualismo de na- miento del miedo incita a querer huir, el del valor a querer combatir,
turaleza sino de función. Que el dualismo cartesiano haya sido consi- y así sucesivamente».
derado de naturaleza, como si la res extensa fuera de naturaleza dis-
tinta a la res cogitans, ha llevado, a mi juicio, al equívoco de considerar
a Descartes —iniciador con el Discurso del método de la epistemología
científica moderna— un espiritualista. Pero el dualismo cartesiano no Spinoza 8
es de naturaleza, puesto que confiere un lugar al alma en el cuerpo —la
glándula pineal, la epífisis—, pero sí de función, puesto que, a dife- Sin duda, Baruch Spinoza es, entre los filósofos clásicos, el que
rencia de las funciones que conciernen al cuerpo, están las que con- más se aproxima a la modernidad en lo tocante al planteamiento del
ciernen al pensar, sentir' y padecer. 6 tema de las pasiones, afecciones o sentimientos. 9 Podría ser conside-
Para Descartes, hay dos tipos de funciones, activas y pasivas. Son rado justamente como el primer filósofo de la sospecha, seguido de
activas aquellas que derivan en acto; pasivas, las que dependen de un Marx, Nietzsche y Freud, para usar de una locución hoy en boga (que
objeto. Sensaciones y sentimientos son ejemplos de funciones pasivas, espero pase de moda cuanto antes). Spinoza, además, no se deja llevar
porque son provocados ambos; mientras que pensar en algo, hacer- de moralismo alguno a la hora de proceder al análisis de los efectos de
algo como pasear, son ejemplos de funciones activas. los sentimientos; los analiza sin más con una objetividad que impre-
Ahora bien, las sensaciones resultan inevitablemente del contac- siona. Por decirlo así, en Spinoza se encuentra lo básico de la diná-
to del cuerpo del ser humano con un objeto; los sentimientos o pasiones, mica del comportamiento humano, a lo que no se oponen las ulteriores
del contacto —digámoslo así— con una representación mental. Mien- matizaciones de orden formal. Spinoza es formalmente un científico
tras las sensaciones son visuales, acústicas, táctiles, etcétera, los senti- que se aplica en este texto al estudio de la condición humana. De ahí
mientos son la admiración, el amor, el odio, el deseo, la alegría y la su influencia en Johannes Müller, el fundador de la moderna fisiolo-
tristeza. Sensaciones y sentimientos —diríamos— son consecuencia de gía, que lo cita ampliamente. Más aún que Schopenhauer y Nietzsche,
los objetos provocadores, a los que he aludido a lo largo de este libro. Spinoza debe considerarse un precursor de Freud en muchos aspectos
Las sensaciones son al cuerpo lo que las pasiones o sentimientos al es- que consideraremos a continuación, sin entrar en constructos teóri-
píritu. 7 cos que en Freud se escapan a veces al raciocinio. Las descripciones y
La admiración resulta de una sorpresa del alma ante la represen- teoremas de Spinoza se inspiran en la lógica. En Spinoza encontramos
tación (mental) de un objeto raro o extraordinario. En principio, en la descripciones tocantes a 1) la distorsión del sentido de realidad por el
admiración no hay simpatía o antipatía, sino la sorpresa y necesidad sentimiento; 2) la racionalización, como forma de salvarse el sujeto a
de conocer aquello que le depara. Gracias a la admiración se puede sí mismo de la catástrofe de su infravaloración; 3) el deseo de des-
aprender o se puede retener. trucción del objeto en el odio; 4) la teoría de la pérdida del objeto
El amor y el odio están en función del interés por la existencia del amado, es decir, la dinámica del duelo; 5) los dinamismos de defensa,
objeto. Mientras la mera inclinación, la amistad o el amor impulsan al la ambivalencia, el narcisismo, etcétera, conceptos todos cuya validez
espíritu a acercarse al objeto, el odio empuja al alma a apartarse del y vigencia están fuera de discusión.
objeto por perjudicial. Spinoza es monista (una forma de monismo es el panteísmo). Para
El deseo concierne a objetos no poseídos, «futuros». No se puede di- él, sólo existe el cuerpo, con su potencia mayor o menor en el obrar,
ferenciar, afirma Descartes, entre el deseo de un objeto de bien y la aver- según que el sentimiento sea de alegría o de triste/a. El alma (léase, lo
sión de un mal. Pero en el primer caso va acompañado de amor, espe- mental) «implica la existencia actual del cuerpo [... ] y se priva al alma
ranza, alegría, mientras en el segundo de odio, miedo y tristeza. de su existencia [•••] tan pronto como deja de afirmar la existencia pre-
Descartes sostiene que el papel de las pasiones en la vida del hom- sente en el cuerpo» (Prop. XI).
bre es la felicidad, evitando las consecuencias negativas de las pasio- El concepto de afección, de ser afectado, en Spinoza coincidí- ton
nes y aceptando las positivas. Hay aquí, en esbozo, una teoría axioló- la tesis actual de los sentimientos como modilicadores del estado del
gica tanto del sujeto de las pasiones cuanto de las relaciones que a sujeto. Afección, de donde deriva alecto, implica ser o eslai aleí lado,

280 .'XI
v, por lauto, las alecciones son modos (modificaciones) del ser. El su- Hay una implícita consideración de que el objeto amado por exce-
jeto -el sei — sólo sería modificado por lo que le aléela. Por eso, «una lencia es el propio sujeto, uno mismo, cuando coloca a la par «noso-
cosa cualquiera puede ser, por accidente, causa de Go/.o, de Tristeza o tros y la cosa amada». Si se me permite expresarme así, es una tesis
de Deseo» (3. a , Prop. XV). La alegría o la tristeza no sólo la produce sobre el narcisismo avanl la leltre. «Nos esforzamos en afirmar, de no-
un objeto, sino cualquier cosa que nos lo recuerde por poseer algún sotros y de la cosa amada, todo lo que imaginamos la alecta o nos
rasgo de aquél (Prop. XVI). Es decir, no sólo objetos externos, sino re- alecta de alegría; v, por el contrario, nos alirmamos en negar lodo lo
presentaciones. De aquí la posibilidad de amar \ odiar simultánea- que imaginábamos que la afecta v nos afecta de Irisleza» (Prop. XXV).
mente, esto es, la dinámica de la ambivalencia: «Si imaginamos que «Afirmación» de lodo lo bueno, «negación» de todo lo malo en noso-
una cosa que nos hace experimentar habitualmente una afección de tros v en el objeto amado. Y a la inversa: «Nos esforzamos en alirmar
tristeza tiene algún rasgo semejante con otra que nos hace experimen- de una cosa que odiamos, todo lo que imaginamos que la alecta de
tar habitualmente una afección de Gozo igualmente grande, la odiare- tristeza, v, por el contrario, en negar todo lo que la alecta de alegría»
mos y la amaremos al mismo tiempo» (Prop. XV11). (Prop. XXVI). Conviene anotar que para Spinoza estar afectado de tris-
teza es sinónimo de lo negativo en el amplio sentido de la palabra: la
Fundamental es la aseveración de que lo que provoca el aféelo no es
disminución de la potencia o capacidad de obrar en el sentido más ge-
el objeto sino la imagen del objeto, y por eso se suscita, bien por | la ima-
neral del termino; a la inversa del estar' alectado de alegría. La tesis del
gen] del objeto presente, bien por la imagen del objeto pasado o futuro
narcisismo radical está formulada de manera expresa en su tesis de
(lo representado). Porque ese objeto presente es, para el sujeto, ima-
que el alma tiende siempre a la alirmación de su potencia: «La esen-
gen del objeto: «El hombre experimenta ante la imagen de una cosa
cia del alma afirma únicamente que el alma es \ puede, no que no es
pasada o futura la misma afección de alegría o tristeza que ante la
y no puede; v asi se esluerza en imaginar |subrayado nuestro] sola-
imagen de una cosa presente» (Prop. XVIII) (el subrayado es mío).
mente lo que afirma o asienta su propia potencia de obrar (Demost. de
Para Spinoza, la percepción del objeto es la de la imagen que el sujeto
la Prop. LIV). Y, por esta misma razón, la conciencia de la impotencia
se lorma de él, no el objeto propiamente dicho. La psicología moderna
conduce a la tristeza (Prop. LV). O sea, la conciencia de su impotencia
ha descubierto de nuevo este hecho con las investigaciones de selec-
sume al sujeto en la tristeza, en la depresión. La depresión resultante
ción perceptual, pero estas investigaciones no se han proyectado a la
de la larstracion.
totalidad del universo psicológico, como es obligado, porque requieren
de inmediato al sujeto de la percepción, del cual los psicólogos huven. De ambas proposiciones deduce Spinoza el siguiente escolio, de
Lo que desde hace setenta años se conoce como el trabajo de duelo, una penetración no comparable en ningún autor- de la época ni de des-
la manera de que se vale el sujeto para liberarse de la desafección por la pués, hasta nuestro siglo: «Vemos lacilmente por eslo que el hombre
pérdida de un objeto amado, la describe así Spinoza: «Cuando el alma aprecia de sí mismo v de la cosa amada más de lo que es justo, v que,
imagina aquellas cosas que disminuyen o reprimen la potencia de por el contrario, aprecia menos de lo que es justo en la cosa que odia;
obrar del cuerpo, se esfuerza cuanto puede por acordarse de otras co- esta imaginación, cuando concierne al hombre que hace tle sí mismo
sas que excluyan la existencia de aquéllas. Mientras el alma imagina más caso que lo justo, se llama Soberbia, v es una especie de Delirio,
una cosa así, es disminuida o reprimida la potencia del cuerpo [...] no puesto que el hombre sueña con los ojos abiertos que puede todo lo
por ello dejará de imaginarla, hasta que imagine otra que excluya la que abarca con su imaginación, \ considera real esla creencia y se
existencia presente de aquella. [...] De aquí se sigue que el alma tiene mantiene en ella hasta que imagina algo que limite su propia potencia
aversión a imaginar lo que disminuye o reprime su potencia y la del de obrar Asi pues, la Sobeibia es la alegría sin gula del hecho de que el
cuerpo» (Prop. XIII). lioiiihre se estima en mas de lo justo.
La alegría y la tristeza son afecciones opuestas porque mientras la Spinoza no tiene reparo alguno en considerar que, si las pasiones
primera acrecienta la potencia del obrar, la otra la disminuye. Por eso, se dejan ir sin control (recuérdese que para Spinoza las acciones son
imaginar destruido lo que se ama depara tristeza, y a la inversa, ima- resultado de ideas adecuadas, las pasiones, de inadecuadas), entonces,
ginar destruido lo que odia suscita alegría (Prop. XIX y XX). Comple- por ejemplo, «el que odia a alguno se esforzará en hacerle mal..., v poi
jidad que se hace mayor —dando lugar a la aparición de los que he el contrario, el que ama a alguno se eslorzará, por la misma ley, en ha-
llamado metasentimientos— cuando se atiende a la siguiente posibili- cerle bien» (Prop. XXXIX). Pero, además, añade una explicación que
dad: «el que imagine que lo que odia está afectado de tristeza estará alude a lo que hov denominaríamos dinámica del odio: «Sentir odio
alegre; si, por el contrario, lo imagina afectado de alegría, estará con- hacia alguien es imaginarle como causa de la tristeza; poi umsi
tristado» (Prop. XXIII). guíenle, el que odia se eslor/ará en alejarle o deslruiílc».

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282
Para Spinoza hay tres sentimientos básicos: la alegría, la tristeza y más explícito: «En cuanto a lo malo y a lo bueno, no indican igual-
el deseo. La combinación de ellos, las fluctuaciones de los mismos, dan mente nada positivo en las cosas, consideradas en sí mismas, y sólo
singularidad a la arquitectura pasional de cada ser humano. Así, «un son modos de pensar o nociones que formamos», es decir, apreciacio-
sentimiento de cualquiera de cada individuo difiere del sentimiento de nes subjetivas (Ibidem). Y para mayor claridad dice: «Entenderé, pues,
otro». En la Prop. XXX11 de la cuarta parte será más preciso aún: «En por bueno, en adelante, lo que sabemos con certidumbre que es un
la medida en que los hombres están sometidos a las pasiones, no se medio de acercarnos cada vez más al modelo de la naturaleza humana
puede decir que concuerdan en naturaleza». Es más: «pueden ser con- que nos proponemos. Por el contrario, entenderé por malo lo que, con
trarios los unos a los otros» (4." Prop. XXXIV). Pero de estas tres afec- certidumbre, sabemos que nos impide reproducir el modelo» (Ibidem).
ciones básicas, «el deseo es la esencia misma del hombre en tanto es En suma, los valores son subjetivos; la objetividad de los valores es una
concebida como determinada a hacer alguna cosa por un senti- falacia y conduce al dogma, la intolerancia, la rigidez.
miento», dice en la Definición de los sentimientos o afecciones, y lo rei- Spinoza es una fuente inagotable de sugerencias. Su discurso geo-
tera en la Prop. XVIII de la cuarta parte. O sea, el deseo está tras cada métrico le confiere a su análisis una precisión y belleza de la que es
sentimiento, y el deseo adopta la forma del sentimiento que requiere en difícil sustraerse. Ha tenido una influencia notoria en los comienzos
su relación con el objeto. Con el objeto al que amo el sentimiento de la neurofisiología, como dije, y Johannes Müller aplicó las tesis spi-
adopta la forma de amor; con aquel del que requiero su amistad, la nozianas a los «movimientos provocados por algunas pasiones». 10
simpatía. El deseo es tan poderoso, piensa Spinoza, que, como dice en
la Prop. I de la cuarta parte, «nada de lo que una idea falsa tiene de
positivo es destruido por la presencia de lo verdadero, en tanto que
verdadero». De aquí el asirse empecinadamente al error en cuanto po- Pascal"
sitivo, a sabiendas de que no se corregirá ni siquiera frente a la verdad
incuestionable, la evidencia. Y ello se infiere de un axioma, que enun- Es verosímil que el Discours sur les passions de l'aniour pertenezca
cia así: «No se da en la Naturaleza cosa alguna singular sin que no sea a Pascal. Así se considera actualmente, aunque su atribución haya sido
dada otra más poderosa y fuerte. Pero si una cosa cualquiera es dada objeto de cuantiosas dudas y discusiones. Muy brevemente me referiré
en ella, también es dada en ella otra más poderosa, por la que la pri- a estas páginas.
mera pueda ser destruida». De esta forma, el deseo es la fuerza más Se trata de unas páginas brillantes en las que se sostienen dos te-
poderosa de la Naturaleza, de manera que, si al mismo tiempo que el sis: a) que el hombre ha nacido para pensar, y no puede dejar de ha-
deseo de mantener una idea falsa, se da la presencia de lo verdadero cerlo; pero que el pensamiento puro, que le haría feliz si pudiera man-
—que debería hacer falsa a la idea—, lo verdadero es inútil y no cum- tenerlo siempre, le fatiga y le abate. Por eso, b) precisa la alteración,
ple la función de aniquilar lo falso. la acción, es decir, que sea agitado algunas veces por las pasiones. Las
Spinoza describe la dinámica de los sentimientos de forma que pasiones más convenientes al hombre y que le separan de los demás,
unos y otros se anulan en ocasiones, como dice en el Corolario II de son el amor y la ambición. Con el amor, se nace; con la ambición, cul-
la Prop. XXVII de la tercera parte: «Si una cosa nos inspira conmise- mina su vida: si es así, se puede decir que la vida ha sido feliz. Amor
ración no podemos odiarla a causa de la tristeza de que nos afecta su y ambición se contraponen y, de coincidir, se atenúan la una a la otra.
desgracia». Efectivamente, odio y compasión hacia el mismo objeto es La intensidad de las pasiones depende de la grandeza del espíritu.
imposible.
Es notable, por otra parte, el LISO del concepto de «modelo» (es la
palabra que usa) por parte de Spinoza. Modelo es un constructo men-
tal, por tanto, una construcción del sujeto. Ahora bien, para cada cual, Max Scheler
lo perfecto o imperfecto por fuera de sí existe si hay correspondencia
o no con el modelo previamente formado. De esta forma, el hombre es Max Scheler sostiene una teoría de los sentimientos muy intere-
el juez que decide la perfección o imperfección de las cosas existentes sante para la taxonomía. Los sentimientos son estados del Yo provo-
(Prefacio a la cuarta parte: De la servidumbre del hombre o de la fuerza cados por su relación con objetos. Ahora bien, aparte los objetos exle
de las pasiones). Una tesis de un enorme interés, por cuanto viene a riores, de los que no se ocupa Scheler a la hora de clasilicar los
conlirmar lo que he llamado tercera función de los sentimientos, a sa- sentimientos, está el propio cuerpo, las representaciones, los pensa
ber, la construcción axiológica de la realidad. Spinoza no puede ser niienlos, los deseos, los otros sentimientos, es decir-, objetos lodos que

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2X4
pertenecen al sujeto. La clasificación de los sentimientos de Scheler no No es éste el momento de discutir la tesis de Scheler. Me parece va-
se reliere a otros objetos provocadores de los mismos que no sea el liosa la consideración de la sensación, el cuerpo por sí en su totalidad
propio sujeto.12 \ el estado espccílico del cuerpo como provocadores de sentimientos
Hecha esta salvedad, conviene atender a lo que Scheler considera (sensibles, corporales v vitales). Scheler no se ocupa de los sentimien-
lundamental en los sentimientos: la referencia al vo de todo senti- tos que son provocados por otros objetos distintos al cuerpo, como el
miento, cualquiera que sea. La representación del 2, del número pi, de amor, odio, vergüenza, compasión, y cuando los alude —en Forma y
una mesa o de Julio César no difieren entre sí respecto de la afecta- ciencia de la simpatía— los presenta desvinculados del objeto, como
ción del sujeto (del Yo, para usar el término habitual). Los sentimien- sentimientos anímicos v/o espirituales.
tos, sí: afectan de tal modo que «son míos». No es que la representa-
ción de la mesa no sea mía, pero «cuando yo siento algo lo percibo con
mavor intimidad que cuando me represento algo». Para decirlo con
otras palabras: la representación de la mesa —no la evocación de una Kurt Schneider 11
determinada mesa, que sería distinto porque entraña lo que esa mesa
evocada ha significado en nuestra vida— no me aleda, mientras sí me El psiquiatra Kurt Schneider se inspiró en Scheler para la cons-
afecta —me modifica— la contemplación de algo que me parece bello, trucción de una psicopatología de los sentimientos, aunque introdujo
ti odioso, o amado. algunas variantes de interés. Su aplicación a la psicopatología ha sido,
La clasificación de los sentimientos de Scheler es original porque en algunos aspectos, extensa y prolunda, especialmente en los ámbitos
concierne a un dato que hasta ahora no se ha tenido en cuenta, a sa- de la psiquiatría de habla alemana y española. 11
ber, la locali/ación del sentimiento. (Desde mi punto de vista es un En Schneider se mantiene la distinción entre sentimientos corpo-
error, poique lo localizado no es el sentimiento, sino el objeto provo- uiles sensibles o localizados (los estrechamente ligados a los dolores,
cador.) por ejemplo, v en general a las sensaciones), v los coiporales vitales,
En este sentido, Scheler distingue: 1) los sentimientos sensibles; fistos últimos son de carácter difuso, y se provocan tanto por estímulos
2) los corporales \ vitales; 3) los pinamente anímicos; 4) los espiri- externos cuanto por representaciones v pensamientos. Así, los senti-
tuales. mientos de carácter sexual son generalizados, alectan, como todos los
1. Sentimientos sensibles son aquellos que derivan de las sensacio- sentimientos corporales, a la totalidad del cuerpo, son sentimientos que
nes (Scheler los recoge de la concepción de C. Stumpl), y por eso se rnodilican el estado —y no un órgano o un segmento— del cuerpo.
locali/an en el cuerpo. Lo son el dolor, la cinestesia, el calor y el I río, Muchas descripciones de los depresivos, referidas a su cuerpo, y que
etcétera: son actuales, están ligados a la sensación, son puntilormes v no son de rango hipocondríaco, porque no se ponen en conexión an-
no se rnodilican por la atención que se les preste. siosa con una determinada enlermedad, sino que se (raían de la mera
2. Los sentimientos corporales son sentimientos ligados a estados descripción de su estado, son sentimientos corporales vitales: los en-
del cuerpo, mientras qtie los vitales lo son a las lunciones del mismo. lerinos lo describen como desmadejamiento, desgana, como un can-
Un sentimiento corporal sería, por ejemplo, el derivado del dolor de un sancio peculiar. Lo opuesto es la sensación de vitalidad, de una alegría
órgano; un sentimiento vital, el de bienestar, malestar, agotamiento, vi- que no deriva de un acontecimiento alortunado sino del mero «estar
talidad... que no se localizan en un lugar del cuerpo, sino que proce- bien», con ganas de hacer.
den de la percepción de la totalidad del luncionalismo corpoial. Los sentimientos que Schneider denomina psíquicos (aquí las de-
3. «Yo no puedo "estar" cómodo o incómodo del mismo modo que nominaciones «corporal» o «psíquico» no se refieren a la naturaleza de
"\o" estoy triste, desesperado o tranquilo, sino que únicamente "\o" los sentimientos, sino a la fuente desde la que se generan) son, en pri-
puedo sentir-"me" así.» Con este ejemplo Scheler diferencia bien un mer lugar, bipolares, v en segundo lugar, los distribuye en tres pares
sentimiento vital que aleda al cuerpo pero no al \ o , de un sentimiento emocionales:
anímico, que afecta al vo corporal, al yo que emerge de la corporeidad,
que considera sentimiento anímico. + alegría j orgullo i estimación
4. Por último, los sentimientos espirituales afectan a la totalidad de - preocupación ¡ arrepentimiento I aversión
la persona, «toman posesión del todo de nuestro ser», como lo son la
lelicidad, la desesperación, la beatitud, y concierne «al ser \ al valor El grupo de la izquierda son estados del yo: es el vo el que eslá ale-
por si mismo de la persona». gie o preocupado, fin el grupo de la derecha, por el eontiario, se líala

2 86 2<X/
de sentimientos sobre un objeto (que pueden tener resonancia sobre el pues, de indagar cuáles podrían ser éstos cuando aludimos a algo tan
sujeto, pero en todo caso incomparablemente menor que la que tiene privado como los sentimientos.
sobre el objeto). También esto ocurre en el grupo del centro, pero aquí Un aspecto interesante: en Wittgenstein sensaciones y sentimientos
el objeto es el propio yo (sujeto, en nuestra terminología). Los senti- parecen constituir un continuwn. Sentir dolor alude tanto a la sensación
mientos del centro son autovalorativos, mientras los de la derecha son dolorosa experimentada cuanto al sentimiento doloroso experimentado.
alovalorativos. Al grupo de la izquierda los denomina sentimientos de De hecho es así, pues no cabe emoción dolorosa sin la sensación de do-
estado psíquicos, a diferencia de los otros grupos que son sentimien- lor. En esto se diferencia claramente de la concepción cartesiana, en la
tos psíquicos, no de estado, sino sobre un objeto. que las sensaciones corresponden a sentires corporales, mientras que los
La crítica que se puede hacer a esta concepción de la vida emo- sentimientos se relacionan, por decirlo así, con sentires del alma, y tam-
cional es de dos órdenes, que en última instancia derivan de su es- bién de la taxonomía scheleriana (véase más arriba).
quematismo: 1) todos los sentimientos son estados del yo, aunque los Wittgenstein pretende hacernos ver que si bien la gente se entiende
provoque un objeto y sean, además, valorativos del mismo; 2) la reíle- cuando describe lo que siente, no por eso entiende lo que el otro siente.
xividad hace posible los sentimientos sobre uno mismo como objeto. «¿No podemos describir un sentimiento? Claro que podemos...» (UE,
Schneider observa la existencia de sentimientos sobre sentimientos, es 397). Pero añade el siguiente ejemplo: «Quiero describir a alguien un
decir, metasentimientos, aunque no los denomina de ninguna manera; sentimiento y le digo "Haz esto así y entonces lo conseguirás", a la vez
simplemente lo refiere. que mantengo mi brazo, o mi cabeza, en una postura determinada. ¿Es
esto una descripción de un sentimiento? ¿Y cuándo podré predecir
que él ha entendido qué tipo de pensamiento estaba yo pensando?»
(UE, 400).
Wittgenstein El problema de la exactitud o inexactitud (verdad o falsedad, en
otros términos) de la descripción de un sentimiento no tiene solución.
Wittgenstein se ha ocupado de temas psicológicos en la medida en Lo ocurrido entonces entre la gente y entre los I i losólos y psicólogos
que, directa o indirectamente, conciernen a problemas epistemológi- es que se da por válido el referente al que se alude en la descripción.
cos de la psicología, más que a concretos problemas de la psicología. Pero el problema va más lejos y el propio Wittgenstein lo señala en
Como ha señalado Ayer,1"' Wittgenstein hace en realidad una investiga- parte; me refiero a la denominación del sentimiento. Wittgenstein
ción sobre nuestro uso de los conceptos psicológicos, y esto es espe- (IF, 315) pregunta de esta forma: «¿Podría entender' la palabra "dolor"
cialmente claro en lo tocante al problema de los sentimientos. Pero, quien nunca hubiese sentido dolor? — ¿Debe la experiencia enseñarme
además, parece que su interés estaba en la defensa de su tesis de la im- si es o no es así? — Y si decimos "no se puede imaginar el dolor sin
posibilidad de un lenguaje privado. Ya en el Tractatus hace una pri- haberlo sentido alguna vez" — ¿De dónde lo sabemos? ¿Cómo puede
mera insinuación al respecto. Pero en Investigaciones filosóficas y en decidirse si eso es cierto?». Como decía antes, el problema debe ante-
Últimos escritos sobre filosofía de la Psicología, los apuntes son muy nu- ponerse de la forma siguiente: ¿cómo sabemos que lo que P llama do-
merosos, y el tema de los sentimientos como posibles, o imposibles, re- lor es lo mismo que yo llamo dolor? Y más aún: la primera vez que al-
lerentes ha sido uno de los preferidos, quizá por sus posibilidades crí- guien siente algo hiriente, punzante, penetrante y grita, ¿por qué llama
ticas. Deseo referirme sólo a la cuestión de cómo aborda Wittgenstein dolor a lo que siente? ¿No se le induce a que le llame así cuando no
el tema de los sentimientos en los dos aspectos siguientes: en las posi- iros consta que le duele? Y si le llamara de otra lorma a eso que por
bilidades de dar cuenta de los mismos; en la utilización del método primera vez experimenta, es decir, sí le diera un nombre, pongamos por
descriptivo írente al explicativo y las razones de ello. caso, «metor», ¿cómo sabríamos qué le pasa y si lo que le pasa es lo
Wittgenstein dice en cierta ocasión (IF 311) que se puede exhibir equivalente a lo que llamamos nosotros dolor cuando él habla de «me-
un diente que se nos ha roto, pero no el dolor que por ello sentimos. tor»? Este problema tiene su vertiente práctica: en la exploración neu-
Porque el dolor es ya privado. «... para la exhibición privada no nece- rológica se le hinca un alfiler a un enlermo de siringomielia y nota que
sitas en modo alguno provocarte dolor, sino que es suficiente con que se le toca, pero no siente dolor. En otros pacientes, al roce de la to-
te lo imagines —por ejemplo, que tuerzas un poco el rostro—. ¿Y sa- i unda de algodón refieren «una sensación extraña, como de quema/ón
bes que lo que así te exhibes es dolor y no, por ejemplo, una expresión v cosquilleo», a la que no pueden dar nombre porque no lo tiene, pero
facial? ... Esta exhibición privada es una ilusión».16 No obstante, reco- que pueden describir. El nombre se lo da el neurólogo —disestesia
noce que «un proceso interno necesita criterios externos», y se trata, peí o ésle es el nombre de la sensación que no tiene nombre paia el que

288 ,'S')
la experimenta. Cuando calificamos de disestesia a lo que el enfermo Apéndice C
nos describe, en el fondo lo que queremos decir es lo siguiente: «Lo
que siente no equivale a ninguna de las sensaciones para las cuales te-
El odio
nemos nombre», como dolor, calor, frío, cosquilleo..., sino a algo
nuevo. Por eso, es posible que haya muchas clases de disestesias, y de
hecho debe haberlas, puesto que las descripciones de los pacientes no
coinciden en todos los puntos, pero no lo sabemos, y creemos resolver
el problema con el nombre único de disestesia. Y entonces surge el
interrogante: ¿no pasará otro tanto con lo que llamamos dolor, calor,
frío, que con un solo nombre —dolor, calor, etcétera— estamos «resol-
viendo» el problema de las muchas formas de sentir el dolor, calor,
etcétera? Si nadie puede sentir mi dolor, ¿por qué llamamos dolor a lo 1. Por qué odiamos
que yo siento cuando me clavo una aguja y a lo que P y Q llaman
cuando se clavan a su vez una aguja? Aun en el supuesto de que sean Ante todo, ¿qué es el odio?
en todos los casos «dolores», ¿se puede asegurar que son iguales o que El odio es una relación virtual con una persona y con la imagen de
son distintos? Ni siquiera los dolores de una inflamación de paróti- esa persona, a la que se desea destruir, por uno mismo, por otros o por
da son identificables con los dolores de una neuralgia del trigémino circunstancias tales que deriven en la destrucción que se anhela (para
por un enfermo que haya experimentado los dos, y si a la expresión el caso es igual: el deseo tiene un rango mágico que hace que se equi-
hay que concederle algún crédito, es evidente que cada enfermo de pare con él cualquier otra fuerza destructiva: otros u otras hacen el tra-
neuralgia del trigémino —cito esta afección como responsable de los bajo del odio). El trabajo del odio (es la denominación que utilizo para
dolores al parecer más intensos que se conocen de entre los produ- describir los procesos diversos de la relación del sujeto que odia con
cidos en condiciones patológicas— tiene, en el acceso, una expresión el objeto odiado) consiste precisamente en toda la serie de secuencias
que sólo excepcionalmentc es coincidente con la de otro. 17 que van desde el deseo de destrucción a la destrucción en lorma de ac-
ciones varias, desde la estrictamente material del objeto hasta la de la
imagen, lo que, usando una terminología antigua, sería la destrucción
espiritual, pero que en realidad es la de la imagen social. El trabajo del
odio es bidireccional: va desde el deseo a la acción y, a la inversa, desde
la inhibición de la acción al mero deseo, así como los posibles senti-
mientos de culpa que deparan el deseo y cualquiera de las posibles ac-
tuaciones (verbales y extraverbales) conducentes a la destrucción del
objeto odiado. Recuerden la película de Luis Buñuel, Ensayo para un
crimen: Arehibaldo de la Cruz, el protagonista, se limita a desear que
la monja muera, una forma desiderativa de matarla; pero el trabajo de
matarla no lo lleva a cabo él, sino el azar; al no estar el ascensor
cuando la puerta se abrió, la monja supuso que el ascensor estaba y se
despeñó por el hueco. Arehibaldo, que no era aristotélico como el juez,
sino freudiano sin saberlo, se presentó ante el juez. El juez dice: «Don
Arehibaldo, esté tranquilo; el pensamiento no delinque». Pero Arehi-
baldo se dice a sí mismo que el acto culpable de matar comienza en el
deseo de hacerlo. Él es un asesino.
La destrucción, parcial o total, del objeto odiado no siempre, por
lortuna, puede hacerse realidad. Las más de las veces se fantasea que
se haría realidad, y a veces ni eso, porque se trata de apartar la lauta
sí a —la expresión ¡cónica del deseo— en la medida en que incluso esta
misma se considera reprobable. Esto es interesante para el 11 abajo del

290 .">l
odio: el odio a determinado objeto se niega muchas veces por parte del objeto, que el sujeto niegue insistentemente el odio que le inspira el
sujeto que odia, pero esto es una falacia: se rechaza odiar por cuestio- objeto.
nes de autoestima y morales, pero eso no niega, antes al contrario, la Hay muchos objetos que amenazan nuestra integridad. Pero basta
existencia del odio, es decir, del deseo de destrucción del objeto. Ocu- con que nos apartemos de él, que nos alejemos del contexto en el que
rre igual que con los pensamientos obscenos: había que rechazarlos, aparece dicho objeto para que la amenaza cese. Ésa es la función
pero para ello era condición necesaria que los pensamientos se dieran. adaptativa, por ejemplo, del miedo. No odiamos al tigre; le tememos y
A veces el odio no desaparece pese a haberse hecho realidad la des- nos apartamos de él, incluso lo matamos llegado el caso, pero aun en
trucción del objeto. La imagen del objeto destruido es duradera y sobre este caso no calificaríamos al tigre de objeto odiado, sino temible: la
ella se ejerce el trabajo del odio. Hace sesenta años Vallejo Nájera, un prueba es que podemos tener hacia él sentimientos de admiración por
psiquiatra militar, escribió que los rojos no pagaban del todo su culpa su belleza, su fuerza, su fiereza. Los objetos que nos deparan miedo
al ser iusilados y estar en el infierno (él lo aseguraba); pedía que los son amenazadores, pero están aquí, ahí o allí, y por tanto basta con
hijos de los mismos cambiasen su apellido para que el del fusilado des- que nos salgamos de donde se encuentran o no entremos en el espa-
apareciese para siempre de la faz de España. Esto, que nos parece inu- cio en que ellos están para que el miedo cese. El objeto odioso, sin em-
sual, es la regla en los odios «a muerte», que en realidad son odios bargo, pertenece a nuestro mundo, hemos de convivir con él, y la ame-
hasta más allá de la muerte, como acabo de hacer ver. naza es constante, lo es hicluso con su mera presencia. Nos agredió y
Pero, ¿por qué odiamos? nos agrede en una parte decisiva de nuestra constitución como suje-
Odiamos a todo objeto que consideramos una amenaza a la inte- tos, por ejemplo, nos ha deparado una humillación, o una herida a
gridad de una parte decisiva de nuestra identidad, es decir, de nuestra nuestra estima, es decir, un atentado narcisista.
estructura como sujeto. Se incluyen aquí uno mismo y también todos Es fundamental esta permanencia y pertenencia a nuestro mundo
aquellos objetos que uno vive como propios: la madre, los hermanos, del objeto odiado, y, por esa razón, el odio híicia él supone una cons-
los hijos, la casa, la linde, el perro, etcétera. La identidad comprende trucción icónico-desiderativa de expulsión de ese objeto, cuando menos
al Sujeto y a lo que es del Sujeto, porque es símbolo del Sujeto. El odio una fantasía respecto de su expulsión y destrucción. Justamente lo con-
a ese objeto amenazador tiene carácter de ataque, un ataque que mu- trario que ocurre con el objeto amado: no es nuestro, pero mediante el
chas veces no puede llevarse a cabo merced a que el sujeto que odia amor hacia él y la pretensión de que nos ame se monta toda una estra-
no pierde el sentido de la realidad de lo que ni puede ni debe hacerse. tegia con miras a conseguir que el objeto sea nuestro, lo más nuestro
Pero para el que odia el ideal es acabar con el objeto odiado, como posible. Por eso, el amor aspira a la posesión —así como suena— del
íorma de hacer desaparecer la amenaza. Más económico desde el objeto, y todo intento de amar sin que ello implique poseer introduce
punto de vista mental (que incluye el sentido moral) es que el objeto racionalidad, algo ajeno al sentimiento amoroso (como lo es, en otro or-
se acabe, desaparezca por sí solo, o por otros. Aristóteles diferenciaba den de cosas, el contrato matrimonial, cuando lo único que debiera re-
la agresión que tiene lugar en el odio con la que acaece cuando somos gir en la pareja amorosa es el amor que entre ellos exista).
presa de la cólera o la ira, porque ésta puede coexistir, durante o des- Mientras el objeto odiado esté en nuestro mundo, es decir, se em-
pués de la descarga colérica e iracunda con la compasión por el ob- peñe en ser objeto nuestro, es fuente de un tremendo displacer. Cuanto
jeto. En el odio, no. En el odio no hay lugar par-a la compasión: es un más cerca está de nosotros más se experimenta la necesidad de expul-
proceso de i-elación con el objeto que lleva consigo la instancia pro- sión, más se le rechaza. Lo opuesto, naturalmente, a lo que ocurre con
gresiva a la destrucción del objeto directa o indirectamente, empírica el objeto amado, que lo anhelamos tan cerca de nosotros que desearía-
o virtualmente. mos interiorizarlo, hacerlo nuestro, y cuanto más cerca esté de noso-
Ogien, un autor que se ha ocupado recientemente del análisis del tros mayor' placer nos depara.
odio y del odiar, ha dado definiciones descriptivas y comportamen-
tales, en las cuales no voy a entrar. De ellas, sin embargo, debemos
deducir- que muchas veces tenemos que inferir que A odia a B, por el
comportamiento, no porque lo confiese. Para el análisis del trabajo del 2. Para qué odiamos
odio interesa mucho la consideración —ya he hecho mención a ello—
del carácter evaluativamente negativo (no siempre, pero sí muchas ve- Odiamos con la pretensión de que nuestra identidad esté a salvo de
ces) del odiar y, desde luego, del sujeto que odia. Esto hace que mu- aquel objeto que la amenaza. Cirando ese odio no tiene caiaclei es
chas veces no se confiese el odio que se posee hacia cualquiera sea el pasmódico, cuando, por decirlo de algún modo, se Irala de un odio

292 ."H
tranquilo, uno se aparta del objeto perturbador, traza sus fronteras de Ira existencia, material o espiritual, dependa de alguien? Habría que
lorma tal que no se inmiscuya en nuestro mundo y se viva sin el ob- destruirlo. Ser impotente, más o menos impotente, frente al objeto no
jeto. Se lo odia, pero mientras el objeto odioso no esté presente no per- entraña que uno asuma su impotencia. ¿Quién convencería al ario de
turba, y el odio se transforma en indiferencia, o todo lo más en re- que en el fondo se vive como inferior al odiado judío? No lo puede
chazo. Lo ideal es que se transforme en indiferente. Ése sería el trabajo aceptar. Para ello están los sistemas de racionalización, mediante los
ideal del odio. Un odio no pasional, de una intensidad tal como para cuales podemos odiar sin que nos despreciemos a nosotros mismos:
que no se le pudiera aplicar el término de pasión. De todas formas, si un mecanismo de defensa que constituye la antesala del delirio. An-
realmente odiamos a ese objeto entonces no nos basta con el simple tes que considerarse inferior al judío, el ario se monta la paranoia: es
rechazo, porque vivimos bajo la posibilidad amenazadora de que el ob- una defensa, perfectamente racionalizada, como sistema delirante del
jeto aparezca en nuestro mundo. tipo de los que los psiquiatras franceses del siglo pasado llamaban lo-
¿Pero qué ocurre cuando el objeto odioso está en nuestro mundo y curas razonantes: la conspiración judía. Una construcción mediante
es ineliminable, como ocurre en el odio entre los miembros de la pa- la cual el odio no se basa en la superioridad del judío sino en sus in-
reja, o entre padres e hijos, o entre hermanos? El odio va in crescendo. tenciones destructivas de la cultura occidental con medidas arteras, et-
Se fantasea con su destrucción, o cuando menos con lograr su aparta- cétera.
miento. El odio parece no tener salida, se acumula más y más y, en un El odio se acumula por la reiterada ineficacia del trabajo del odio.
momento dado, puede llegarse a la destrucción, o al intento de des- No conseguimos la destrucción del objeto: está ahí, ante nosotros,
trucción, material del objeto, como forma de acabar de una vez con cuando no dentro de nosotros. Es la demostración clara de nuestra im-
esa amenaza constante. Esta es la teleología del odio. potencia ante o frente al objeto que odiamos, y lo odiamos más, porque,
mientras el objeto odiado persista, se constituye, como he dicho, en
espejo de nuestra impotencia (y a la inversa, en la demostración de la
potencia del objeto odiado). El odio persiste, es incurable, aun des-
3. Cómo odiamos truido el objeto odiado: no puede satisfacer el hecho de saber que para
el logro de nuestra identidad era precisa la destrucción del otro. Una
¿Qué ocurre cuando odiamos? ¿Cuál es el trabajo del odio por lo vez destruido, sigue su sombra: ¿seríamos el que somos si él viviera, si
que respecta al sujeto que odia y en su relación consigo mismo? Aunque él estuviera aquí?
no se reconozca, en un intento de salvaguardar su imagen ante uno El sujeto que odia es impotente, pero no sólo para la destrucción
mismo, cuando se odia se muestra ante los demás y ante uno mismo del objeto sino para subsistir con él.
una suerte de impotencia frente al objeto odiado. En este aspecto, el
odio se asemeja a la envidia, ya que, por el hecho de experimentarla,
el envidioso ostenta su impotencia frente al envidiado. No se odia a
quien se considera inferior: si estorba, se le echa. Pero nadie realmente 4. La paradoja del odio: el odio, sentimiento patológico
inferior es una amenaza. El antisemita, aunque se adorne con toda
suerte de arrogancia y prepotencia, considera al humilde judío más po- El propósito del odio es, insisto una vez más, la destrucción del ob-
tente —real o virtualmente— que él. Para el antisemita, el judío puede jeto odioso u odiado. Este propósito es, las más de las veces, y por for-
destruirle, y antes de que le destruya, le destruirá él. El norteameri- tuna, algo que no pasa del ámbito del deseo y de su construcción ¡có-
cano racista ha vivido bajo la amenaza de que el negro acabaría con nica, la fantasía. Pero aun así, y como una forma de destrucción
el blanco. menos comprometida, se exterioriza mediante la palabra, mediante el
El reconocimiento de la impotencia frente al objeto odiado tiene discurso. No podemos acabar materialmente con el objeto odiado,
necesariamente que traducirse en una inaceptación de sí mismo, pero cuando menos podemos contribuir a su menoscabo sin que de
cuando menos en una parte de él, del Sujeto, aquella en la que el nuestras acciones se derive un perjuicio para nosotros. Eso es justa-
odiado refleja nuestra debilidad. El odio a los demás exige el previo mente odiar conservando el sentido de la realidad. La difamación, la
autodesprecio. Es inimaginable que alguien se acepte a sí mismo sin calumnia, la crítica malévola son formas de destrucción relativa del
problema alguno, que asuma sus propias deficiencias, que se poseen, objeto odiado que se pueden llevar a cabo sin demasiado riesgo ni des-
y que al mismo tiempo odie. ¿Goethe odiando? Imposible, es una con- prestigio. Cuando el odio es tan intenso que se precisa la desli uc i ion
tradicción en los términos. Por el contrario, ¿cómo tolerar que nues- del objeto, hay en mayor o menor medida una perdida del .sentido de

294 .">S
la realidad y no se miden las consecuencias: es cierto que se ha con- aquellos con los que tratamos de formar una comunidad. Cuando al-
seguido la destrucción de lo odiado, pero a un precio la mayor parte guien muestra a otro, de su propio clan, lo que representa ese objeto,
de las veces enormemente caro. Lo ideal para el que odia es destruir amenazador en el sentido antes explicitado, se le induce a que adopte
al objeto odiado sin que a él le pase nada. con él la misma actitud de odio. Odiar al objeto y de la manera que se
Aun así, odiar tiene su precio. Constituye el paradigma del senti- le debe odiar. El odio es un excelente nexo entre los miembros de un
miento al que conviene muy claramente el calificativo de sentimiento grupo y, con él, se pasa a ser uno de los fieles. No hace falta remon-
anormal. No consigue lo que se propone: desvincularnos del objeto que tarse al odio del cartaginés por el romano. En sociedades por lo demás
odiamos. Odiar tendría sentido si con la destrucción del objeto el ob- muy sofisticadas ocurren cosas de este tipo. Recordemos Por el camino
jeto desapareciera y nosotros quedáramos sosegadamente felices: ésa de Swann, de Proust. En el grupo de los Verdurin bastaba con que al-
es la fantasía del odiador. Pero no es así. En primer lugar, está presente guien no asumiera la repulsión de todos los demás del grupo al grupo
en nosotros, de forma que, como he dicho antes, su imagen pasa a ser rival o a alguno de sus miembros para que no se le considerara «de los
constitutiva de nosotros mismos. No nos podemos liberar de ese sujeto nuestros». La comunión por el odio. Por otra parte, esos odios que se
odioso, que se nos impone insistentemente, obsesivamente. Es más, transmiten de generación en generación son el resultado de un apren-
aun mediante la destrucción dilecta o circunstancial, su imagen per- dizaje, y odiar la señal de que se es un íiel; de modo que si no se odia
siste en nosotros y no logramos quitárnosla de encima. Entonces, si como se debiera se transgrede la norma básica del grupo y el sujeto se
con odiar se pretendía hacer desaparecer al objeto de nuestro mundo, convierte en el acto en persona de alguna manera sospechosa de estar
no sólo no lo hemos conseguido sino que, más aún, se ha introducido incluso con el objeto, grupo o persona odiadas. Los odios comunes
en nosotros mismos definitivamente. unen estrechamente, y cuando alguien que odiaba como los demás
El sujeto que odia termina por odiarse a sí mismo cada vez más, deja de hacerlo, inmediatamente se pierde la conlianza en él, es decir,
por su impotencia, cada vez más relevante, ante el objeto que odia, por no es de fiar. En las banderías políticas se ve esto muy claramente.
considerar inútilmente que el objeto odioso no vale nada y, sin em- Hay personas que no odian, que pueden sentir repulsión, rechazo
bargo, en la práctica constituirse en el objeto más importante de su de forma muy varia de un objeto, pero no odio, en el sentido de vivir
propia vida. Odiar es odiarse, aunque no de la misma manera que al la presencia de ese objeto repulsivo como un obstáculo insalvable para
objeto: el odio a sí mismo tiene más de autodesprecio. Otras veces, se su supervivencia en el amplio sentido de la palabra. Son, por iortuna
trata de paliar la irracionalidad del odio racionalizando de forma tal para ellos, tan incapaces de odiar como de comprender el odio. Como
que haya de reconocer que «tiene» razones para odiar. En este caso, el decía Hume, a éstos sería tan difícil definirles el odio como el término
odio se aproxima al delirio, porque el objeto odiado —a veces igno- rojo a un ciego.
rante de serlo— se convierte en objeto persecutorio del que odia, quien Ese odio que no precisa ser inducido sino que surge en nuestra es-
a partir de ese momento «tiene motivos», absolutamente infundados, pontánea relación con el otro, el verdaderamente duradero, es fruto de
para justificar su odio. esa insufrible insatisfacción de sí mismo que el objeto odiado nos pone
ante nuestros propios ojos. Nadie feliz, satisfecho de sí, puede odiar,
como nadie que se sienta seguro puede sentir miedo. Muchos odios se
curan, o se atenúan por algún tiempo, cuando el sujeto obtiene un
5. Génesis del odio éxito que le confiere plenitud. Desde la atalaya de la seguridad, de la
autosatisfacción, se perdona a nuestros enemigos y se carece de la po-
El odio se puede suscitar de dos maneras distintas: una, de modo sibilidad de fabricarlos.
espontáneo; otra, de modo inducido. Nadie tiene que enseñarnos a La incurabilidad del odio puede compensarse con lo que se deno-
odiar. Si en nosotros se da esa radical insuficiencia y ante nosotros minó en la teoría psicoanalítica una formación reactiva, a saber: si el
emerge alguien que amenace con hacérnosla bien visible, lo odiamos. síntoma es el odio, y el odio se considera moralmente reprobable, hay
Si no se dan estas dos circunstancias básicas, se vive sin que el dina- que defenderse del odiar y del odiar al objeto. La formacicín reactiva
mismo del odio se dispare. constituye en apariencia una buena defensa, puesto que lo que consi-
Pero también se aprende a odiar. Odiando como se nos enseña lle- gue es una relación con el objeto precisamente de carácter opuesto, un
vamos a cabo ese aprendizaje sentimental, emocional, que pasa a ser contrasíntoma, en forma de rasgo de nuestra identidad. No odio al ob-
una parte del rito iniciático de incorporación a un grupo, a un clan. ¡elo: lo amo incluso. El escrúpulo ante los pensamientos que pudieran
Somos, es decir, sentimos los mismos afectos, de amor y de odio, que ser remotamente obscenos, en forma de rigidez moral, es una loima

296 2°7
ción reactiva, mediante la cual se defiende con creces de la aparición Apéndice D
de esos pensamientos inaceptables. Pero esa rigidez denuncia precisa- La envidia
mente de qué se defiende. Tanto más cuanto que la adopción de la ac-
titud exactamente opuesta, como reactiva, como inauténtica, tiene un
tanto de simulación más o menos ostensible. El que se defiende de su
odio puede desarrollar el contrasíntoma del amor a los demás, tanto
más formalmente representativo cuanto más intensa era su necesidad
de odiar. Pero no deja de ser un amor impuesto, y es un axioma de la
psicología de los sentimientos que éstos se tienen o no se tienen, pero
de ninguna manera porque se quieran tener o se quieran dejar de tener.

1. La envidia, relación interpersonal


Las conductas adquieren su matiz, su peculiaridad, por la actitud
que las inspira (Mead, Sheriff y Cantril, Allport, etcétera). Este princi-
pio, aunque formulado de otra manera, está vigente desde que la psi-
cosociología se ocupó de las actitudes. 1 Saludar, despedirse, por poner
dos ejemplos, admiten respectivamente muchas formas y, en conse-
cuencia, múltiples significaciones porque pueden hacerse, y se hacen,
desde (o con) actitudes distintas. La actitud del sujeto, pues, es el func-
tor modulador de la conducta. Una cuestión de esta índole no puede
suscitarse en una psicología conductista, ni, por lo menos hasta ahora,
en la psicología cognitiva. Porque para ello se requiere una teoría del
sujeto. 2
Si la conducta es acto, la conducta + la actitud en un contexto dado
constituyen la actuación. Cualquier acto está en función de la actitud
y en función del contexto, de la situación, y el resultado compone la
actuación. La actitud, en última instancia, es de índole afectivoemo-
cional y constituye el factor diferenciador, y motor, de conductas o
comportamientos que, como antes he señalado, son formalmente idén-
ticos. Si al factor diferenciador de la actitud se suma el factor, también
diferenciador, del contexto —un acto de conducta se adecúa al con-
texto o situación en el que se ofrece, y en la medida en que el contexto
es un constructo ad hoc, la actuación es de carácter adhocing—\ en-
tonces la actuación del sujeto no sólo es singular para cada contexto,
sino singular incluso para cada momento del sujeto. Gracias a la ver-
satilidad de las actitudes, cobra relieve una propiedad fundamental del
sujeto: su intrínseca inestabilidad, el proceso constante de construc-
ción/deconstrucción que tiene lugar para su adaptación en cada con-
texto (o para cada contexto). 4
Con estas premisas carece de sentido la pretensión de catalogar las
conductas envidiosas. Entendemos las actuaciones envidiosas como
respuestas a situaciones en las que los componentes decisivos son su
jetos en interacción. Las actitudes envidiosas de alguien impregnan sus
conductas.

x).)
298
La envidia es, pues, una actitud que da lugar a actuaciones envi- La dirección en que camina la relación asimétrica en la envidia es,
diosas. Como tal, es un acto de relación sujeto/objeto, en este caso su- si me es posible expresarme así, de abajo arriba. No se envidia —en la
jeto/sujeto, es decir, una interacción en la que los actores del drama, acepción fuerte del término, en la que nos movemos hasta ahora— a
los dramatis personae, son, claro está, el envidioso y el envidiado. quien se considera inferior. Recuérdese la afirmación clásica, ya ci-
tada: la mediocridad está libre de envidia.
Pero curiosamente muchas veces se hace uso del vocablo envidia
para referirse a alguien que ocupa una posición de esa índole («¡cómo
2. La situación de envidia, una relación asimétrica te envidio el que no seas conocido y puedas pasar inadvertido!»;
«¡cómo envidio a estos que no tienen que preocuparse de inversiones
La envidia requiere un contexto en el que los dos actores de la inte- ni de capitales!»). Conviene analizar esta forma de uso, desde luego in-
racción ocupan posiciones asimétricas. Sin duda, hay muchas relacio- sincero y mendaz, de la palabra envidia, por lo que enseña acerca de
nes asimétricas que no suscitan envidia, sino incluso una sumisión la envidia en sentido estricto. Se trata de una expresión de seudohu-
gustosa y gratificante, una inferioridad libre de toda suerte de respon- mildad, que, de hecho, exhibe la vanidad y autosatisfacción por la su-
sabilidades, que, al menos hasta determinado límite, es aceptada de perioridad que se ocupa y que tantas y tantas molestias e incomodi-
buen grado. Pero en la envidia, como se hará ver inmediatamente, la asi- dades le depara al parecer. Cuando, además, se dirige directamente a
metría, que juega en favor del envidiado, es vivida por el envidioso como aquel al que se dice envidiar por la «cómoda» inferioridad en que se
intolerable, porque no se acepta, porque se tiende a no reconocerla y a encuentra, la expresión reviste caracteres de insensibilidad moral,
negarla. En la interacción envidiosa la asimetría juega en contra del en- cuando no de crueldad: le invita a autocomplacerse en la situación
vidioso, con independencia de que, por la eficacia de su actuación, se de carencia en que se encuentra. No se engaña a sí mismo (de ningu-
depare en ocasiones al envidiado un perjuicio en su imagen pública na manera se «cambiaría» por aquel a quien dice envidiar), ni, des-
hasta el punto de situarlo en una posición incluso inferior a la del envi- de luego, engaña al otro. Pero, además, usa de la palabra envidia en
dioso. De hecho, inicialmentc, la mera presencia, real o virtual, del en- un sentido por decirlo así generoso, desprendido («siento envidia, en el
vidiado en el mundo, empírico o imaginario, del envidioso, le depara a buen sentido de la palabra», se dice, advirtiendo expresamente que es
éste electos deletéreos, a los cuales me referiré luego con suficiente de- una envidia sin el carácter malvado y destructivo que se le conlicre ha-
talle. bitualmente al sujeto en la actitud verdaderamente envidiosa). Envi-
He hablado de la presencia real o virtual del envidiado. En efecto, diar a alguien en algo, en el sentido estricto del término, equivale —lo
la relación con el envidiado no tiene necesariamente que ser real, en- veremos luego— a conferir a ese algo un alto valor, quizá el máximo
tendido este término ahora en el sentido fuerte, de relación empírica. valor. De aquí que en la envidia se anhele desvalijar al sujeto, despo-
Muchas veces la envidia la suscita alguien con quien no se tiene relación seerlo del valor añadido que la posesión del bien le supone como per-
real alguna, y por eso hablo de presencia virtual. En estos casos, es la sona. En la expresión antes citada, la de la «envidia en el buen sen-
mera existencia del envidiado, su posición social, sus éxitos, sus logros, tido», resulta que el sujeto al que se dice envidiar no posee nada, o más
sus dotes de empatia, entre otros muchos «bienes» posibles, los que ge- precisamente, no posee aquello que, a su parecer, le hace a él envidia-
neran lo que se ha llamado el sentimiento de envidia. ble ante los demás, y que da lugar a su insincera queja; por ejemplo,
Pero ¿cuál es la peculiaridad de esta asimetría en el caso de la si- la fama, el éxito, el dinero, el olor de multitud, etcétera. Si por defini-
tuación de envidia? El envidioso está en posición inferior respecto del ción no se puede envidiar a aquel que no posee objeto alguno, entonces
envidiado, pero tal inferioridad, si se reconoce por él —cosa que está la expresión es, por lo pronto, mendaz, además de ofensiva, pues con
lejos de ocurrir siempre—, es rechazada mediante argumentos falaces ella recalca la inanidad («te envidio porque no tienes lo que yo») de
o racionalizaciones. Por ejemplo, se atribuye a la «mala suerte», frente aquel a quien se califica de envidiado o envidiable. Un dramaturgo es-
a la «buena suerte», no al mérito del envidiado, o a la «injusticia» del pañol, que narraba a sus contertulios sus éxitos en un país extranjero,
mundo. Al envidioso se le priva (injustificadamente, por supuesto) de en el que fue llevado de un lado para otro en una interminable carrera
lo que el envidiado posee (injustificadamente también). A diferencia, de invitaciones y homenajes, concluyó su descripción con este «con-
pues, de otras situaciones asimétricas en la que el inferior asume su sejo»: «No triunféis jamás».
posición de buen o mal grado, o de forma pactada, el envidioso no la
tolera. Como haré ver, la raíz de la actitud envidiosa ancla en el pro-
fundo e incurable odio a sí mismo del envidioso.

WO U)l
3. La envidia, relación de dependencia o muchos que admiren al que se envidia, puede agravar la situación
del envidioso, pero no es, en todo caso, fundamental.
Como en algunas, aunque no todas, las relaciones asimétricas, por La diferencia respecto de los celos (en los que existe envidia, pero
ejemplo en muchas de las formas de la relación amorosa, en la inte- no sólo ésta) es que en éstos la estructura es triádica: el celoso, el ob-
racción envidiosa tiene lugar una dependencia de carácter unidirec- jeto de los celos (la persona amada) y el rival. Las redes interacciona-
cional, del envidioso hacia el envidiado (dado que muchas veces este íes son, pues, más complejas: del celoso con el objeto amado y con el
último ignora la envidia que suscita, y en ocasiones hasta la mera exis- rival; del rival con el objeto de los celos y con el celoso; del objeto de
tencia del envidioso). El envidioso necesita del envidiado de manera los celos con el celoso y con el rival. En los celos hay, desde luego, en-
fundamental, porque, a través de la crítica simuladamente objetiva y vidia del rival, al que el celoso atribuye valores y cualidades que no se
justa, se le posibilita creerse más y mejor que el envidiado, tanto ante confiere a sí mismo, y que explican la imaginada preferencia por él
sí cuanto ante los demás. Sin el envidiado, el envidioso sería nadie. de la persona amada. El celoso lo es del objeto amado, pero está ce-
Como haré ver posteriormente, mediante el diestro hipercriticismo so- loso del rival.7
bre el envidiado se procura hacer a éste odioso a los ojos de los demás Claro está que en la envidia se le atribuye al envidiado la posesión
y, por tanto, rebajarlo a una posición inferior a la que ahora ocupa. s de un determinado bien, que el envidioso desea (anhela: desea de ma-
En otras ocasiones, aquellas en las que el envidiado sabe de la en- nera suma), pero aun así la relación no es homologable con la celosa,
vidia que provoca, la relación es de tipo enantiobiótico, es decir, una puesto que el objeto del cual es celoso —el bien que el rival posee— es
relación necesaria para el perjuicio recíproco de ambos sujetos. 6 El en- siempre una persona con la cual tiene una estrecha relación.
vidiado necesita a veces del envidioso —hay quien se inventa envidio-
sos— para así afirmarse en su posición y, sin esfuerzo, gozar de la des-
trucción que se le acarrea al envidioso por el hecho de envidiar. Hasta
hay delirios de persecución que son, en realidad, delirios de exaltación 4. La envidia, interacción oculta
de sí. Tan elevada consideración de sí mismo suscita la lógica envidia
persecutoria de los demás: me persiguen porque me envidian; de aquí Una de las peculiaridades de la actuación envidiosa es que necesa-
el carácter lúdico y gratificante de estos delirios. riamente se disfraza o se oculta, y no sólo ante terceros, sino también
La dependencia unidireccional del envidioso respecto del envidiado ante sí mismo. La forma de ocultación más usual es la negación: se
persiste aun cuando el envidiado haya dejado de existir. Y esta cir- niega ante los demás y ante uno mismo sentir envidia de P. Para pro-
cunstancia —la inexistencia empírica del sujeto envidiado y la persis- ceder a esta ocultación/negación es imprescindible el recurso al dina-
tencia, no obstante, de la envidia respecto de él— descubre el verda- mismo de la disociación del sujeto, mediante el cual se es envidioso,
dero objeto de la envidia, que no es el bien que posee el envidiado, sino pero se ha de interactuar como si no se fuera.
el sujeto que lo posee. Las razones por las que la envidia se oculta/se niega son de dos ór-
Lo que se envidia de alguien es la imagen que ofrece de sí mismo denes: psicológico y sociomoral.
merced a la posesión del bien que ha obtenido o de que ha sido do- Desde el punto de vista psicológico la envidia revela una deficiencia
tado. Y por eso, aun si el envidiado ha dejado de existir, su imagen, sin de la persona, del sclf del envidioso, que no está dispuesto a admitir.
embargo, persiste, y, por tanto, no se le ha de dejar en paz, porque Por eso, en primer lugar, niega sentir envidia de P. Es así como el su-
sigue estando vigente en el envidioso. La dependencia del envidioso se jeto que actúa como envidioso ha de sobreactuar como no siéndolo.
debe a la introyección de la imagen del envidiado, de manera que ésta ¡No faltaba más! ¿Cómo voy a sentir envidia de P, si éste no merece
no desaparece por el hecho, meramente circunstancial, de que el envi- tan siquiera ser envidiado? Más bien, se dice, siente pena de P, o en
diado deje de estar entre los vivos. Volveré luego sobre esta cuestión con todo caso, si no pena, el envidioso racionaliza para demostrar a los
más detalle. demás que P está donde no debe estar. Todo este sistema de racio-
nalizaciones tiene un alto precio mental, al cual me referiré más ade-
Celos y envidia lante.
A diferencia de otras estructuras de interacción, a alguna de las Señalo ahora tan sólo que negarse al reconocimiento de la envidia es
cuales haré alusión con fines comparativos, en la envidia la estructura negarse a re-conocerse en extensas áreas de sí mismo. Si el envidioso es
es diádica, y queda establecida entre el envidioso y el envidiado. La tuviera dispuesto a saber de sí, a re-conocerse, asumiría ante los til-
presencia de otro (u otros) miembro, por ejemplo el que haya alguien mas v ante sí mismo sus carencias. Pero esto conllevaría su ilepiei I.I
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ción ante los demás y ante sí mismo, cuestión a todas luces extrema- astutos, no existen suficientes y eficaces mecanismos para experimen-
damente dolorosa. Como advertía Juan Luis Vives, «nadie se atreve a tar la pasión de la envidia y, al mismo tiempo, ocultarla satisfactoria-
decir que envidia a otro». 8 El envidiado se alza ante todos ostentando mente. No obstante, el hecho de que la envidia actúe en secreto, por
aquello de que el envidioso carece; refleja, sin pretenderlo, por con- las razones psicológicas y morales antes expuestas, dio pie a curiosas
traste, la deficiencia del envidioso. Por eso se dice en el habla colo- indicaciones para detectarla y así prevenirse de tales sujetos. Juan Luis
quial, con gran precisión, que el envidioso «no puede ver» al envidiado, Vives habla de cómo el intento de ocultación de la envidia se traduce
y no precisamente porque le sea meramente antipático. No puede lite- «en grandes molestias corporales: palidez lívida, consunción, ojos hun-
ralmente verlo, porque la visión que de sí mismo obtiene por la pre- didos, aspecto torvo y degenerado». 12
sencia del envidiado le es intolerable. Tarde o temprano, pues, la envidia se manifiesta, y atribuimos a de-
Hay también razones sociomorales que fueron señaladas por los terminadas formas de conducta el rango de significantes de la actitud
tratadistas clásicos. También Vives habla de que «quien tiene envidia envidiosa. Porque la envidia puede mantenerse silenciada durante al-
pone gran trabajo en impedir que se manifieste esa llaga interior», 9 y, gún tiempo, bien como primera etapa del proceso mismo de gestación,
Alibert10 comienza su capítulo correspondiente con estas palabras: «La bien por una estrategia prudencial. No obstante, la «obsesiva» presen-
envidia es una aflicción vergonzosa que procuramos disimular' con cui- cia como tema de la persona del envidiado es de por sí altamente sig-
dado porque nos degrada y humilla a nuestros propios ojos (ob. nificativa. Otras veces, indicio de que se está en presencia del envidioso
cit., pág. 206). Nada más eficaz, para descalificar un juicio adverso que puede ser su silencio, mientras los demás elogian a un tercero. Un
alguien hace sobre otro que dispararle el juicio de intención siguiente: silencio activo, un callar para no decir, hasta que al lin se pronuncie
«Tú lo que tienes es envidia de él». Con ello, se le hace ver qire toda socavando las bases sobre las que los otros sustentaron su admiración.
su argumentación es especiosa, ya que esconde la motivación envi- El envidioso no ofrece descaradamente su opinión negativa; más
diosa que, como actitud, precede al discurso crítico y/o difamador. bien tiende a invalidar las positividades del envidiado. El electo que
¿Qué es lo que se oculta por el envidioso? se pretende con el discurso envidioso —el efecto perlocucionario, di-
En primer lugar, su posición inferior' respecto del envidiado. De ríamos usando de la concepción austiniana de los actos de habla— es
ningún modo se estará dispuesto a reconocer la superioridad del otro, degradar la posición social —la imagen, en suma— de que goza el en-
y el hipercriticismo, en la forma más sofisticada, o la difamación, en vidiado.
la forma más tosca, trabajará precisamente para socavar la posibilidad Hay otras razones, además del hecho de proceder originariamente
de que los demás lorjen o mantengan su superioridad. de la esfera pasional, por las que la envidia se nota, por las que se ad-
En segundo lugar, el propio sentimiento de la envidia. La envidia su- vierten, con toda la equivocidad posible, las señales de la envidia sub-
pone una serie de connotaciones morales negativas (maldad, doblez, as- sistente. Al ser manifiesto para los demás el bien que se envidia en el
tucia, «complicación» psicológica) que el envidioso sabe que caerían so- otro, al poseer carácter público, no basta sentir, sino que es necesaria
bre él, al ser la envidia un sobresaliente predicado de su persona. Por la actuación envidiosa. Ese bien, en efecto, es un constituyente funda-
consiguiente, la envidia se racionalizará muchas veces de forma que mental de la privilegiada imagen, también pública, del envidiado. El
aparezca incluso como crítica generosa («digo todo esto por su bien») envidioso acude para el ataque a aspectos difícilmente comprobables
que se hace sobre el envidiado para prevenirlo de futuros desastres. de la privacidad del envidiado, que contribuirían, de aceptarse, a de-
En tercer lugar, la envidia se oculta, porque, como advierte H.S. Su- crecer la positividad de la imagen que los demás tienen de él (el envi-
Uivan, de descubrirse, los demás notarían de inmediato la carencia del dioso pretende hacerse pasar por el mejor «informado», advirtiendo a
envidioso, visible en el bien que el envidioso posee." veces que «aún sabe más»). Pero a donde realmente dirige el envidioso
sus intentos de demolición es a la imagen que los demás, menos in-
lormados que él, o más ingenuos, se han construido sobre bases equi-
vocadas.
5. La expresión —semiología— de la envidia ¿Cómo conseguirlo? Mediante la difamación, originariamente d¡\
¡amaeión (el prefijo dys significa «anomalía», mientras ¡a procede del
Pero la envidia, pese a todos los esfuerzos acaba por emerger, sale latín fari, «hablar», derivado a su vez. del griego pliciui)- En cío lo. la
a la superficie, porque la envidia es una pasión, y, como tal, controla- lama es resultado de la imagen. La lama por antonomasia es "buena
ble sólo hasta un cierto punto. lama», «buen nombre», «crédito» (hav también la lama en sentido filo
Pese a la destreza y a las inteligentes argucias de los envidiosos más que se refiere al hecho de ser alguien muy conocido, peio no es ,i eslc.

M)4 U)'.
al «lamoso», al que se difama, sino al que tiene «buena lama»). La dis- dia misma; véase luego en el apartado «La tristeza en la envidia»), sino
lamación es el proceso mediante el cual se logra desacreditar grave- que, además, sienta que con él se comete una injusticia, porque preci-
mente la buena fama de una persona. La difamación propiamente di- samente ese bien, ese éxito debiera ser suyo. Como advierte Max Sche-
cha es hablar mal de alguien para desposeerle de su buena fama, y se lcr con precisión, el que el otro posea ese bien se considera, por el en-
justifica porque no es sabido por aquellos a los que se dirige el dis- vidioso, la causa de que él no lo posea. IS
curso difamador. Pues mientras no se tenga noticia de lo malo de al- El bien envidiado adquiere, por ello, categoría simbólica. Consti-
guien, se mantiene su buena fama. tuye, en efecto, el símbolo, algo así como el emblema de los atributos
Ahora vemos dónde está realmente el verdadero objeto de la envi- positivamente valiosos de la persona envidiada. En ello radica, a mi
dia. No en el bien que el otro posee, como se admite en la conceptua- modo de ver, la envidia de ese bien. Pensemos en alguien a quien la
lización tradicional (si el envidioso lo poseyera no por eso dejaría de suerte en la lotería le depara unos centenares de millones. Decir «¡qué
envidiar al mismo que ahora envidia), sino en el (modo de) ser del en- pena que no me hayan tocado a mí en vez de a él!», no es una expre-
vidiado, que le capacita para el logro de ese bien. Por tanto, el bien apa- sión de envidia. Tampoco se envidia al que se apropia indebidamente
rentemente objeto de la envidia no es sino resultado de un desplaza- de un gran capital y puede gozar del mismo en completa impunidad.
miento metonímico, expresión de las posibilidades intrínsecas del ¿Por qué no se envidia? Porque en ambos casos se trata de bienes in-
envidiado. Por eso, de lo que trata el envidioso es de convertir al envi- merecidos, cuya posesión y disfrute no añaden nada positivo a la ima-
diado, de admirable y estimado, en inadmirable y odioso, como hemos gen del sujeto. Pasado el tiempo, cuando los poseedores de esos bienes
dicho reiteradarnente. se revistan de un «mérito» y nieguen su suerte o su inmoralidad pre-
cedentes, entonces sí aparecerá el envidioso que ponga los puntos so-
bre las íes.
Por el contrario, se puede y se suele sentir envidia de aquel que ha
6. Conceptualización de la envidia logrado su fortuna por un proceso que suscita la admiración de mu-
chos y que, por consiguiente, conlleva la atribución de un rasgo posi-
En la psicopatología actual se ha prestado escasa atención al pro- tivo a su identidad, un elevado realce de la imagen de sí mismo ante
blema de la envidia. No así en los comienzos del siglo xix, con Pinel, los demás.
Esquirol, Einroch, entre otros, para los cuales la alteración mental, es- No se envidia, pues, el bien, sino a aquel que lo ha logrado, es decir,
pecialmente la locura en sentido estricto, estaba directamente ligada al a la persona, al sujeto, en la medida en que ese bien re-crece su ima-
descontrol de las pasiones. Tampoco Freud se interesó por esta cues- gen ante todos, y desde luego ante el envidioso. Esta consideración en-
tión, salvo en el planteamiento concreto del complejo de castración y laza con lo que Max Scheler denomina envidia existencial: «La envidia
la denominada envidia del pene. El concepto de la envidia de Melanie Lse refiere a "la más temible, la más impotente"] se dirige al ser y exis-
Klein no nos sirve en este contexto. Sin embargo, el psiquiatra norte- tir de una persona extraña». Por decirlo así, el envidioso murmura
americano Harry Stack Sullivan —al que antes he hecho referencia, continuamente: «Puedo perdonártelo todo, menos que seas, y que seas
hoy escasamente citado, pese a ser el precursor' de la psicopatología el que eres; menos que yo no sea lo que tú eres, que yo no sea tú. Esta
sistémica y el primero en considerar la relación interpersonal en el pri- envidia ataca a la persona extraña [la envidiada] en su pura existencia
mer plano de la patogenia de la alteración mental, dotado, además, de que, como tal, es sentida cual "opresión", "reproche" y temible medida
una excepcional agudeza y penetración en los dinamismos psicológi- de la propia persona». 16
cos— concedió a la envidia (y a los celos) una argumentada prioridad. Medida de la propia persona: esto es fundamental. Porque el sujeto
En «envidia y celos como factores precipitantes de los principales de- envidioso se toma (como, por lo demás, todos y cada uno) como pa-
sórdenes mentales» definió la envidia como «un sentimiento de aguda trón, pero más aún ahora que experimenta la envidia. Y la envidia
incomodidad, determinada por el descubrimiento de que otro posee emerge como resultado de la ineludible comparación que surge en
algo que sentimos que deberíamos tener». 1 ' loda interacción, por cuanto toda interacción es una relación especular,
Esta definición es notoriamente más completa que la clásica y, ge- v el otro se constituye en inevitable espejo de la imagen propia. Toda
neralizada: el «pesar por el bien ajeno», el «desear para sí algo que tienen interacción esconde, a mayor o menor profundidad, un juicio com-
otros», y análogas. Porque no se trata simplemente de que el envidioso parativo de cada sujeto respecto del otro o los otros con los que inleí
se apesadumbre por el bien que el otro posee 14 (la pesadumbre, la tris- actúa.
teza por el bien ajeno es una consecuencia de la envidia y no la envi-

dó M>7
¿Qué duda cabe de que hay cuando menos algo de verdad en lo que
el envidioso dice respecto del envidiado? El problema es que el envidioso
7. Los bienes, atributos simbólicos del sujeto pretende convertir esta «parte de verdad» en la definición global de ese
otro. El punto débil de esta psicología de andar por casa que el envidioso
McDougal fue, al parecer, el primer psicosociólogo y el primero en maneja con la mayor habilidad, es que la mayoría de las aseveraciones
atender a los que posteriormente se denominarían símbolos de estatus: que se hacen sobre alguien son verdad —salvo algunos excesos—, o cuan-
vestidos, casa, coche, joyas, etc. Para McDougal estos símbolos son ilu- do menos lo pueden haber sido en determinado momento y en determi-
siones del yo, dado que vienen a apuntalar al yo —hoy diríamos el nado contexto. Pero aun así, naturalmente, no se pueden elevar a cate-
self— (este vocablo, apuntalar, dice con precisión cuál es el significado goría de «definición» por su carácter de mero rasgo y, probablemente,
de estos símbolos en favor del sujeto) en su inseguridad. Tales símbo- por su excepcionalidad. En este aspecto, el dinamismo del envidioso se
los son más necesarios en aquellos sujetos que carecen de factores di- asemeja al del delirante: también en el delirio hay su parte de verdad y
ferenciales valiosos de su propia persona y, en consecuencia, de aque- no todo es error (como el cuerdo equivocadamente piensa). 20 Con poste-
llos atributos diferenciales/identificadores merced a los cuales se rioridad, el delirante construye un edificio interpretativo, grotesco en su
establece exitosamente la interacción. Al decir atributos se sobreen- inverosimilitud, a diferencia del envidioso, cuya narración cuida siem-
tiende atributos positivos, pues de ellos deriva el «prestigio», que no es pre de resultar verosímil al destinatario, procurando referirse más a he-
otra cosa sino la positividad de la imagen. 17 chos (verdaderos o falsos) y menos a interpretaciones, siempre subjeti-
A este respecto, Sullivan añade: siempre que alguien encuentra en vas. Rara vez el envidioso pierde el sentido de realidad hasta el extremo
otras personas estos aspectos que, desde su punto de vista, serían fac- de alcanzar conclusiones disparatadas respecto del envidiado.
tores de seguridad —factores con categoría de signos real/adores del La condición carencial del envidioso, su constante ejercicio de la crí-
prestigio— aparece el dinamismo de la envidia. 18 tica, y sobre todo la extrema cautela con que actúa para no descubrirse re-
quieren habilidad y astucia. Su actitud permanentemente vigilante de sí
Condición carencial del envidioso mismo y del envidiado, y también de aquel a quien puede Ilegal' a envidiar,
Por esta razón, el envidioso es un hombre carente de (algún o al- o de aquellos a los que quizá no llegue a convencer, le convierte en obser-
gunos) atributos y, por tanto, sin los signos diferenciales del envidiado. vador agudo y detallista. La tarea interpretativa es conducida sesgada-
Sabemos de qué carece el envidioso a partir de aquello que envidia en el mente, «oblicuamente», de manera que la depreciación de la imagen del
otro. Pero, repito, es necesario atender al rango simbólico del objeto envidiado aparezca como un resultado «objetivo». Es muy sagaz la ob-
que envidia. Así, el que alguien sea rico o inteligente no implica que servación de Juan Luis Vives acerca de la «perversión del juicio» en la en-
carezca de motivos para envidiar la riqueza o la inteligencia del otro. vidia. «La envidia», dice, «pervierte más intensamente que las restantes
Ni la riqueza ni la inteligencia de éste son las de cl.|lJ pasiones; hace pensar que son importantes las cosas más pequeñas, y re-
El discurso del envidioso es monocorde y compulsivo sobre el en- pugnantes las de mayor belleza.» Y explica el fracaso persuasorio del en-
vidiado, vuelve una y otra vez al «tema» —el sujeto envidiado y el bien vidioso, porque «influye mucho la fuerza del odio que está ingénita, y con
que ostenta sin a su juicio merecerlo— y, sin quererlo, concluye iden- el carácter' más atroz, en toda envidia».21 Así, el discurso difamador no
tificándose, es decir, «distinguiéndose» él mismo por aquello de lo que ca- tiene necesariamente que aludir a un aspecto concreto por el cual el su-
rece. Como el silencio respecto del habla, también la carencia de algo jeto tiene buena lama, prestigio, etcétera. La difamación tiende de manera
es un signo diferencial. La identidad del envidioso está, precisamente, oblicua a socavar' la buena {ama global del sujeto en cuestión. Por eso se
en su carencia. usa con frecuencia la adversativa pera, como una forma de disyunción no
Pero, además, en este discurso destaca la tácita e implícita aseve- excluyente, para recurrir a una expresión de la lógica: siempre, para el
ración de que el atributo que el envidiado posee lo debiera poseer él, envidioso, hav el «pero» correspondiente que le coloca al envidiado.
y, es más, puede declarar que incluso lo posee, pero que, injustifica-
damente, «no se le reconoce». Ésta es la razón por la que el discurso
envidioso es permanentemente crítico o incluso hipercrítico sobre el
envidiado, y remite siempre a sí mismo. Aquel a quien podríamos de- 8. La relación envidioso/envidiado
nominar como «el perfecto envidioso» construye un discurso razo-
nado, bien estructurado, pleno de sagaces observaciones negativas que La relación entre el envidioso v el envidiado es extremadamente
hay que reconocer muchas veces como exactas. compleja. La considei aremos aquí en un sentido unidireccional, del

M)H «>'>
envidioso hacia el envidiado, no a la inversa, entre otras razones por- coartación sería inevitable y la relación se bloquearía, sin posibilida-
que a menudo este último ignora la envidia que despierta en otro u des de rectificación; si, por el contrario, se excediese en la supeditación
otros (y si la supone, puede no ofrecérsele indicio alguno al respecto). (adoptando lo que se denomina «oficiosidad»), el fracaso de la relación
sobrevendría por la ostensible mendacidad sobre la que se pretende
Presupuestos de la interacción sustentar. Aun así pueden surgir malentendidos, imposibles muchas
Como señalé antes, y desde luego con carácter metafórico, toda in- veces de resolución. La supeditación ad hoc, adecuada y recíproca, de
teracción es especular. Uno no puede tener imagen de sí si no hay otro ambos sujetos es la condición necesaria para una inicial interacción po-
que la «refleje», o, para ser más exacto, que se la devuelva. Se trata de sitiva.
uno de tantos mecanismos feedback que funcionan entre los dos miem- En cualquier caso, la imagen que el otro nos devuelve es, como se
bros de la interacción. En el supuesto de que la imagen devuelta no se sabe, una definición de nosotros mismos. Tras cada unidad interac-
corresponda con la que se pretendía provocar, la construcción de la cional surge la autopregunta imprescindible (se formule o no; se lor-
imagen que ofrecemos debe ser revisada, lo mismo si hemos de prose- mula en situaciones especialmente relevantes, y en ocasiones incluso
guir las interacciones con el mismo actor que si se trata de una inte- ante otros, por la indecisión ansiosa que suscita): «¿Qué le habré pa-
racción ulterior con otro. ¿Qué he hecho o cómo he hecho para que el recido a...?», o «Le he debido parecer que...».
interlocutor obtenga efe mí una imagen tan diferente a la pretendida? Toda interacción, pues, confirma o desconfirma la identidad: en el
Evidentemente hemos construido una imagen de nosotros mismos primer caso, somos al parecer (ante el otro) como pretendíamos ser;
sin tener en cuenta los requerimientos del otro, y la hemos lanzado te- en el segundo caso, somos menos o más para el otro de lo que imagi-
niéndonos presentes ante todo a nosotros mismos, en un ejemplo más nábamos ser.
efe comportamiento autista (en un sentido genérico: de prescindencia Esta segunda situación es la que nos interesa de modo especial
del otro en nuestro contexto). Toda relación interpersonal ha de esta- para entrar luego en la relación de envidia. Si se nos define en más de
blecerse sobre la base de un pacto implícito, mediante el cual la ima- lo que imaginábamos inicialmente ser, aparte la gratificación en lorma
gen que se ofrece al otro se construye a tenor de la que se ha cons- de autoestima que de ello se deriva, aceptamos por lo general, sin re-
truido uno de él. Dicho con otras palabras: en toda relación se ha de ticencia alguna, esta imagen realzada (a veces no ocurre así, y nos ve-
tener en cuenta quién soy para el otro y quién es el otro para mí. Deno- mos obligados a pensar, por la responsabilidad que se contrae, que el
mino a este inicia] punto de partida en la interacción pacto de supedi- otro nos tiene en más de lo que somos). Por el contrario, si la defini-
tación ad hoc, que de incumplirse conduce al fracaso de la relación, ción nos rebaja, la relación suele ser de rechazo, por la necesidad de
porque es difícilmente reparable. Uno se supedita al otro y le da lo que defendernos de la herida narcisista que ello nos depara.
requiere de nosotros. Que sólo este pacto garantiza en gran medida Así pues, toda definición efectuada por los demás sobre uno se
el éxito de la relación, sin coste alguno de orden psicológico, lo revela el compara de inmediato a la definición que uno trató de dar de sí mismo,
hecho de que ese otro, al que nos supeditamos de antemano, lo que re- es decir, a la definición que uno esperaba obtener a partir de su ac-
quiere es que se le ofrezca su imagen previa de quiénes somos, sin que tuación. Pero la comparación también se establece entre la que hacen
por ello, naturalmente, se prescinda de la imagen de él. de uno y la que hacen de los demás: ¿somos preferidos o somos pre-
Esto no se opone a que en el curso de la interacción no se decons- teridos? ¿En qué lugar, respecto de los demás se nos sitúa? Esto es es-
truyan, quizá, las imágenes recíprocas previas y se construyan otras, pecialmente importante, porque de tal juicio comparativo surgirán, si
ajustadas al curso de la interacción misma. De aquí que, en ocasiones, es el caso, los dinamismos de la envidia y de los celos. En efecto, de
se salga de una entrevista modificando la imagen previa forjada sobre esta serie de definiciones (las que hacemos de nosotros mismos, las
el interlocutor: «Mira, creía que era... y resulta que es...». La mayoría que los demás hacen de nosotros, las que los demás hacen también de
de las veces, y si la interacción no se prolonga, pueden conservarse las otros, con los cuales se nos relaciona y compara) surge la imagen que
imágenes preexistentes. Pensemos en la relación que tiene lugar entre se tiene de alguien y la valoración de que se dota. Imagen y valor de la
dos personas de muy distinto rango social, pongamos el rey y un niño imagen se dan de consuno. El valor de la imagen que los demás con
que va a ofrecerle un obsequio. Está claro que el niño requiere que el lieren a cada cual es la «moneda» básica para las relaciones tic inleí
rey siga en su sitio, por decirlo así. Pero no es menos claro que el rey cambio, y decide la posición de cada uno en la jerarquía de los >om
se ha de supeditar, sin dejar de desempeñar su rol y de mostrar su ponentes del contexto. Nuestra autoestima sufre por el hecho de qui-
identidad, a la imagen de él que el niño le ofrece. De no ser así, si se nos sitúe allí donde pensamos que no debemos cslai, v m.i\ aun
el rey mantuviese determinada tiesura, exigible en otros contextos, la si se sitúa a otro en la posición que juzgamos que nos coni-sponile

110 U I
Este sentimiento de haber sido injustamente preterido es la clave dioso reconozca amar al envidiado, ni siquiera admirarle. Pero como
del dinamismo de la envidia. No debe olvidarse que no es el envidiado rival, en tanto representa el ideal del yo, se le ama (en el sentido am-
el que nos relega, sino que, la mayoría de las veces, son los demás, de plio del término). La compulsión del envidioso respecto de la persona
modo que el envidiado es ajeno a la depreciación del envidioso. Ésta del envidiado procede del hecho de que ama a quien odia (por ser lo
es la explicación de que muchos envidiados no tengan relación alguna que él no es), y ese amor a quien detesta por el daño que su mera exis-
con el envidioso, o ignoren incluso la existencia del mismo. tencia le produce, le lleva a una constante e incontrolable tendencia a
la destrucción de esa figura, amada a su pesar.
La envidia, relación de odio
La envidia es fundamentalmente una relación de odio, pero de ca-
rácter diádico. El envidioso odia al envidiado por no poder ser como él,
pero también se odia a sí mismo por ser quien es o como es. En lo que 9. Efectos de la envidia
respecta a la estructura del self, de la identidad, ser es ser como. Ésta es
la razón por la que se puede representar ser como X sin serlo, hacién- ¿Qué electos produce la envidia, el envidiar? ¿Cuál es su coste en
dose pasar por- X. La mendacidad radical no consiste en decir que se la economía mental y emocional del sujeto?
hizo lo que no llegó a hacerse, sino en representar ser lo que de ninguna La «presencia» del envidiado en el espacio real o imaginario del en-
manera se es. La existencia del pedante, del chulo, del macho, etc., ra- vidioso afirma, directa o indirectamente, como he indicado varias ve-
dica en la necesidad de mentir re-haciéndose, después de des-hacerse de ces, la carencia de algo fundamental y decisivo en el perfil de su iden-
cómo se era (ignorante, cobarde, insuficiente). Son muchas las perso- tidad, y la afirma para sí mismo, y, públicamente, ante los demás. El
nas que no se aceptan a sí mismas y, por tanto, se odian. Pero ese odio padecimiento crónico del envidioso, pues, se mueve sobre la concien-
a sí mismo se traduce, al fin, en odio generalizado. Por una parte, a los cia dolorosa de que no es —o no se le considera— como aquel a quien
que son como él (es el odio del judío hacia los judíos, del negro a los ne- envidia. «Ahora éste está aquí, delante de mí, delante de todos, para
gros, del español a los españoles..., porque en ellos «se ve»). Por otra, a hacerme ver y hacer ver a los demás que no soy como él.»
los que no son como él, porque le diferencian y se diferencian de él, v En este sentido, el dinamismo de la envidia focaliza la atención del
a los que concede la superioridad de un ideal anhelado: en ellos se ve, envidioso en el envidiado, «obsesionado» por él (en el sentido no téc-
precisamente porque no es como ellos, porque carece ante ellos. nico sino coloquial del vocablo), constantemente presente en su vida,
La incurabilidad de ese odio/rechazo hacia sí mismo, a partir' del con carácter compulsivo, y lo inhabilita para otra tarea que no sea
odio/admiración hacia el otro a quien considera un ideal, deriva total- ésta, reveladora de su dependencia.
mente del hecho de que no-se-puede-dejar-de-ser. Éste es el problema Pero, a mayor abundamiento, el envidioso trata inútilmente de no
fundamental del envidioso, como he insistido a lo largo de estas pági- ser el que es, de ser de otro modo a como es, de ser, en realidad, el
nas. El hecho de que la envidia se constituya, como veremos luego, en otro, el envidiado. Porque el envidioso no se acepta, no se gusta, por-
una forma de estar en el mundo, en una actitud fundamental desde la que se reconoce con rasgos estructurales —los que le definen a sus
que se impregna a las restantes actitudes parciales, procede de ese he- propios ojos— negativos. Cualquiera sea la ulterior racionalización que
cho doloroso e insubsanable: construya sobre sí, en la intimidad está presente siempre la deficien-
cia que le hace rechazable para sí mismo. Nótese la diferencia con
ser quien se es; quien, no aceptándose inicialmente, no se plantea siquiera la imposi-
desear no serlo (y ocultarlo); ble tarea de dejar de ser para ser otro, sino de perfeccionar su imagen,
tratar de ser otro (y negarlo); de ser él mismo, pero mejor. Al contrario que éste, el envidioso gasta
estar imposibilitado de serlo. sus mayores energías en dejar de ser el que es, para tratar de ser aquel
que no puede llegar a ser. El envidioso renunciaría a sí mismo en la
La envidia, relación de amor vor de aquel a quien envidia: tarea, como he dicho, imposible, que solo
Una buena parte de las relaciones sujeto/sujeto son ambivalentes, v puede resolverse de mala manera: bien mediante el recurso a una tan
en mayor o menor cuantía figura el componente opuesto al que apa- tasía improductiva, bien mediante los intentos de destrucción de aqin-l
rece como dominante. Esto es visible en la envidia, en la que no puede a quien envidia y que se constituye, sin pretenderlo, en testigo de sus
dejar de ligurar el componente amoroso, bajo la forma de admiración. autodel ¡ciencias,
Ocurre, sin embargo, qire es prácticamente imposible qire el envi- Poique la gran paradoja interna del envidioso, como he pi elciidido
*I2 H \
hacer ver, estriba en que ama/admira al que envidia, aunque para de- pérdida del objeto (amado), esto quiere decir que el objeto, ahora per-
fenderse de esta intolerable admiración se empeñe en no hallar motivo dido, ha sido con anterioridad objeto apropiado, suyo, poseído.
para admirarlo y, en consecuencia, tampoco para envidiarlo. Pero no No es el caso del envidioso, cuya tristeza no es por pérdida, sino
hace para sí mismo nada, y se mantiene al acecho en la activa obser- por no logro. El envidioso es un sujeto frustrado por la no consecución
vación del envidiado, con quien se identifica de manera ambivalente: de lo anhelado. Se trata de un padecimiento muy intenso. Porque en
le ama/admira, porque constituye la encarnación de su ideal del yo; tanto que objeto deseado —llegar a ser tal y tal— es objeto imagina-
mas niega luego su amor/admiración hasta transformarlo en su con- riamente logrado, o sea, fantásticamente conseguido. La pérdida del
trario, odio/desprecio, como forma de justificar su ataque y defenderse objeto en el envidioso no es la de un objeto real, de la que es posible
de la acusación tácita de los demás de «no ser más que un envidioso». recuperarse después del trabajo de duelo, sino de un objeto imagina-
El envidioso no puede hacer otra cosa que envidiar. Y de aquí la serie rio que, como tal, es y siempre fue un puro fantasma: ni fue logrado
de expresiones del lenguaje coloquial, de sumo interés por su carácter ni puede serlo jamás. El error del envidioso, al inaceptarse a sí mismo
metafórico respecto de los efectos de la envidia en el envidioso: y proponerse ser otro, hace de su vida un proyecto imposible.
— «le come la envidia»; La tristeza del envidioso procede de haber hecho de su ideal no un
— «se reconcome», reconociendo así el carácter reiterativo, mono- constructo imaginario de sí mismo, sino de otro. Lo que el envidioso
corde, compulsivo de la relación con el envidiado; no logra es su proyecto de ser el envidiado. Por eso, la tristeza del en-
— «se consume», en el fuego, metáfora de la pasión, que representa vidioso posee un tinte persecutorio. Está poseído por el otro, la som-
envidiar; bra —la imagen— del otro introyectada en él y no puede «quitárselo
— «se muere de envidia». de encima». Una y otra vez se le presenta, a todas horas, de día y de
Todo ello se desvela en el rostro, por más que se intente ocultarlo. noche, y por eso, como su objeto perseguidor, se constituye en el tema
Decía Vives, en cita que reproduje antes de modo incompleto: «Quien recurrente de su existencia.
tiene envidia pone gran trabajo en impedir que se manifieste..., cosa
que trae consigo grandes molestias corporales: palidez lívida, consun-
ción, ojos hundidos, aspecto torvo y, degenerado». Y añade: «Con ra- Envidia y suspicacia
zón han afirmado algunos que la envidia es una cosa muy justa por- El envidioso es suspicaz, desconfiado. En cualquier momento su
que lleva consigo el suplicio que merece el envidioso». 22 actitud vigilante en la ocultación de su envidia puede cesar o decaer,
No sólo el sujeto envidioso es inicialmente deficiente en aquello o puede delatarse por haber llegado demasiado lejos o demasiado
que el envidiado posee, sino que el enquistamiento de la envidia, es de- torpemente en la demolición crítica y en la difamación. Tarde o tem-
cir, la dependencia del envidioso respecto del envidiado perpetúa y prano, directa o sesgadamente, el envidioso se descubre como tal y
agrava esa deficiencia. se le descalifica psicológica y moralmente. Esta actitud de acecho en
los demás, y de vigilancia y control de sí mismo para evitar ser des-
Envidia y creatividad cubierto, convierte al envidioso en un sujeto receloso y suspicaz.
Una de las invalideces del envidioso es su singular inhibición para Cualquier palabra o gesto puede ser una alusión a su carácter envi-
la espontaneidad creadora. Ya es de por sí bastante inhibidor crear en dioso. Por otra parte, ¿no se sabe ya de su índole de envidioso en la
y por la competitividad, por la emulación. La verdadera creación, que medida en que cada vez está más privado de relaciones, cada vez son
es siempre, y, por definición, original, surge de uno mismo, cuales- más los que desconfían de él? La suspicacia, en forma de hipersen-
quiera sean las fuentes de las que cada cual se nutra. No en función sibilización narcisista, es una de las consecuencias más graves de la
de algo o alguien que no sea uno mismo. Pues, en el caso de que no envidia.
sea así, se hace para y por el otro, no por sí. Todo sujeto, en tanto cons-
trucción singular e irrepetible, es original, siempre y cuando no se em- Envidia versas delirio
peñe en ser como otro: una forma de plagio de identidad que conduce Es curioso que la envidia no evolucione hacia el delirio, salvo en el
a la simulación y al bloqueo de la originalidad. caso del llamado delirio de celos, en el que el celoso, junto a la icili
dumbre de que su pareja le engaña, siente envidia del rival v se ion
La tristeza en la envidia vierte en delirio de infidelidad (los celos son, todo lo más, sospci li.i «le
Es interesante que analicemos la peculiar tristeza del envidioso. Si inlidelidad, no la certidumbre del delirio). Peto va hemos visln .inte
la tristeza remite, más o menos directamente, a la frustración tras la nórmenle que la estructura de la relación de envidia es disiiui.i de l.i

314 US
relación de celos, aún más compleja, sobre todo a tenor del carácter que no se entrevea mala intención. El odio del envidioso, que le de-
Lriádico de ésta. liende del amor/admiración que bien a su pesar experimenta hacia el
El envidioso no se psicotiza, éste es un hecho de la experiencia. La envidiado, le imposibilita para la adopción de la pulcritud moral re-
razón de ello hay que verla en que el envidioso no renuncia a su ser (de- querida, pese a toda suerte de simulación. Rara vez el envidioso con-
searía ser como el otro, pero sin dejar de ser él), cosa que sí hace el de- sigue que dejen de admirar aquellos que limpiamente admiran a quien
lirante. La intolerable insatisfacción del delirante con su identidad le él envidia.
lleva a inventarse otra, completamente fantástica, y no tiene razón al-
guna para envidiar, puesto que, gracias al delirio, es ya más que nadie.
Por eso, a diferencia del envidioso, profundamente desequilibrado, el
delirante logra su neoequilibrio adoptando la imagen delirante de lo que 11. La envidia como destrucción
tue su ideal del yo, y acabando por ser el mismo encarnación de su
propio ideal. De aquí el carácter lúdico y autogratificador del delirio, la El envidioso busca la destrucción del envidiado, pero la destruc-
satisfacción del delirante, que incluso puede sentirse envidiado, y ob- ción de su imagen, no necesariamente del cuerpo físico del envidiado.
jeto, por ello, de la persecución por los más poderosos de la tierra. Porque aun desaparecido de este mundo, su imagen «persigue» (es su
«sombra») al envidioso, en la medida en que ésta es de él y persiste
aún después de muerto. En el asesinato de Abel por Caín la sombra de
Abel subsiste.
10. Impotencia en la envidia Éste es el motivo de que, más que la muerte del envidiado, lo que
realmente satisface, cuando menos en parte, es su «caída en desgracia»,
La envidia se alimenta y rumia desde la impotencia del envidioso. porque ello puede significar la pérdida de los atributos por los que an-
Quizá en otros aspectos el envidioso es un sujeto de valores, pero ca- tes se le envidiaba. Era ése el objetivo de la envidia: no que el envidiado
rece de aquel que el envidiado posee. El tratamiento eficaz de la envi- no existiera, ni que fuera desgraciado en otros aspectos, sino que que-
dia cree verlo el que la padece en la destrucción del envidiado (si pu- dase situado por debajo del envidioso.
diera llegaría incluso a la destrucción física, y no es raro que se Pareciera que el envidioso se calmaría si pudiese simplemente
fantasee con su desgracia y su muerte), para lo cual teje un discurso odiar, o si lograra la destrucción de esa persona a quien se ve obligado
constante e interminable sobre las negatividades del envidiado. Es uno a amar. En efecto, cuando el envidiado deja de serlo en virtud de su
de los costos de la envidia, un auténtico despilfarro, porque rara vez el «caída», pongamos por caso, ya no se le ama/admira, porque ha de-
discurso del envidioso llega a ser útil, y con frecuencia el pretendido jado de ser un ideal; tampoco se le odia, porque no le refleja al envi-
efecto perlocucionario —la descalificación de la imagen del envidia- dioso aquel que no es. Se le puede, llegado este caso, compadecer, una
do— resulta un fracaso total. vez sobrepasada la etapa preliminar de alegría por la desgracia ajena.
¿Cómo convencer al interlocutor de la falsa superioridad del envi- En esta situación, el envidioso, «liberado» de la persecución de la som-
diado? Ni siquiera a aquél, envidioso a su vez del mismo envidiado, bra del envidiado, puede ahora hasta compadecerlo, al menos por al-
pero envidiando por otro motivo. Porque cada cual envidia a su ma- gunos momentos, porque al fin y a la postre siempre pensó que «es ahí
nera y respecto de algún rasgo del envidiado y, en consecuencia, no donde siempre debiera haber permanecido».
considera válidas las razones del otro para envidiar a su vez. Como en- La presencia del componente envidioso dificulta, cuando no anula,
tre los delirantes, en los que es el caso que cada cual juzga delirio el toda otra forma de interacción con el envidiado y, en último término,
ajeno y nunca el propio, también el envidioso reconoce lo que hay de hasta con los demás. Schopenhauer habla del muro que la envidia es
envidia en el otro y no en él. No hay comunidad de envidiosos, como tablece entre el yo y el tú, y cómo la envidia, por la ineludible necesi
no la hay de delirantes. El complot de envidiosos, que, en ocasiones, dad de ser ocultada, se convierte en una pasión solitaria. La envidia
se ha llevado a la escena (más que a la novela), es de formidable efecto priva al que la padece de una productiva relación con el envidiado, v
dramático, pero no responde a la realidad. también con aquellos a los que se les picdk a la desli u n ion del mismo
Precisamente a quien quisiera convencer el envidioso es a aquellos Poique ante el envidioso acaban los demás poi pieiavcise v JISI.HI
que admiran sin reservas a quien él envidia. Ahora bien, para que un ciarse, en la medida en que se advicilr su maldad \ \u i.ip.ii id.id .o
discurso de este tipo logre persuadir hace falta que adopte, cuando me- lapada para destruir al que envidia v, llegado el ( .r.o. .i i iialqniri olio
nos, lo que podríamos denominar la retórica de la pulcritud, es decir, a quien polencialinenle pudiese envidiai , Ornen ¡MI .inl i/a que l.i en

Í16 \\ I
vidia que ahora siente hacia P no se volverá alguna vez hacia otros, y Apéndice E
trate, de la misma manera, de destruirlos? La sospecha
La envidia es una pasión extensiva. El envidioso acaba, como se
dice en la expresión coloquial, «por no dejar títere con cabeza». Tam-
bién ha de destruir a aquellos que admiran al que él envidia, en la me-
dida, por lo menos, en que le hacen ostensible la inutilidad de su es-
fuerzo demoledor.
Toda interacción productiva está basada en la buena fe, en la con-
fianza. Cuando confiamos en alguien, le damos acceso a una parte de
nosotros mismos que, de otra manera, le resultaría inabordable. La
confianza es, o implica, riesgo, pues con ella damos oportunidad de
que se nos pueda dañar. Confiamos en alguien porque suponemos que 1. La relación interpersonal, relación incierta
podemos contar con su lealtad. Sólo el seguro de sí, el que se acepta a
sí mismo en virtud de su adecuada organización como sujeto y, por La relación entre los seres humanos (abreviadamente, la interac-
tanto, no tiene necesidad de envidiar, se confía y puede ser a su vez ción) no precisaría de la confianza si cada uno de los protagonistas de
fiable interlocutor. la misma —dos o más; paradigma, la relación dual— pudiera obtener
del otro la información que necesita para llevar a buen término el pro-
Nada de eso se infiere de la conducta del envidioso. Su deficiencia
pósito de la relación (la búsqueda de la amistad, de un amor, la con-
estructural en los planos psicológico y moral aparece a pesar de sus in-
secución de un trato, el logro de un contacto circunstancial).
tentos de ocultación y secretismo. La envidia no es un pecado, como
se ha concebido en la tradición católico-moral, porque como pasión, No es así, sin embargo. Nadie es, ni puede ser aunque lo pretenda,
como sentimiento, o se tiene o no se tiene, y nada se puede hacer para absolutamente transparente. El descubrimiento de nuestra intimidad
sentirla o para dejar de sentirla. Pecado sería, en todo caso, en una haría imposible toda relación social, porque contiene propósitos e in-
concepción teológico-moral razonable, la actuación derivada de la en- tenciones que es mejor que permanezcan ocultos, tanto más cuanto que
vidia, es decir, la crítica injusta, la difamación, etcétera. La envidia es, implican opiniones sobre el interlocutor que, aunque compatibles con
tan sólo, una desgracia, un padecimiento, incluso —en un sentido laxo otras de mejor enjundia, son, o serían, difícilmente aceptadas por él.
del término— una enfermedad, en la medida en que, como he dicho, Toda persona, pues, tiene un tanto de opacidad para el otro que lo hace,
resulta de una singular deficiencia estructural del desarrollo del sujeto. en un sentido amplio, sospechoso. La existencia de fórmulas de carác-
ter mágico (juramento, palabra de honor, promesas de sinceridad y aná-
Y la envidia es, además, crónica e incurable. Lo he afirmado antes:
logas) se fundamenta sobre la base que el sujeto posee de su propia opa-
la envidia es una manera de instalarse en el mundo. Quien alguna vez
cidad ante el otro, allí donde pretende que se le crea con la misma
ha tenido la experiencia dolorosa de la envidia está ya definitivamente
firmeza con la que se evidencian, por ejemplo, sus rasgos corporales.
contaminado por ella. Porque le desvela a sí mismo, en su intimidad,
la secreta deficiencia, aquella por la que, aunque muy oculta, puede Pensemos en un trato. A quiere comprar algo en las mejores condi-
ser herido en la aparentemente más inofensiva interacción. Y una vez ciones a B. B quiere venderlo en las mejores condiciones a A. Sería im-
lastimado en su autoestima, el envidioso, más y más sensibilizado y portantísimo que A supiera todo lo que precisa saber de B, y a la inversa.
susceptible, permanecerá constantemente alerta. Porque, ¿qué saben A de B y B de A? Muy poca cosa, en realidad. Lo que
no saben (pero quisieran saber) del otro es mucho más y más importan-
La envidia dura toda la vida del envidioso, que, para su tormento,
te que lo que saben, y en consecuencia no se posee otro recurso que el de
vive en y para la envidia. Cualesquiera sean las gratificaciones exter-
imaginarlo, el figurárselo, una forma arriesgada, porque apenas hay baso,
nas que el envidioso obtenga, persistirá la envidia. Porque aquéllas no
apenas hay indicios a partir de los cuales inferir y deducir.1 Es más, so
son suficientes, ni provienen de aquellos a quienes considera capaces
puede afirmar que la mayor parte de las veces estas inferencias o son
de valorarle en sus verdaderos términos. Digámoslo una vez más: el en-
erróneas en su totalidad o lo son en su mayor parte, porque so hala do
vidioso no dejará de serlo por lo que ya posee; seguirá siéndolo por lo
prototeorías acerca tanto del sujeto de la interacción cuanto acerca í\r la
que carece y ha de carecer siempre, a saber: ser como el envidiado.
interacción misma. 2 Por eso, mejor que inferencia y dedueccion, a la <>pe
lación que cada uno hace del otro respecto de su zona opaca le < oiivic
no el nombro de sospecha. Así se afirma con justo/a: «Sospci lio que c .

<!•>
Í18
tas pensando que», dando a entender al otro que nos limitamos a creer- guien que se le tiene «agarrado» cuando se sabe de él algo que, por la
le. Porque tiene que creer en el otro: que no le engaña; o que aunque le cuenta que le trae, celosamente oculta.
engañe en alguna medida, le viene bien culminar el trato; o que es me-
jor abandonarlo, apartarse, interrumpir la interacción. En el primer
caso, cree al otro veraz, sincero; en el segundo, que le engaña, pese a lo
cual se considera compensado por el engaño que a su vez hace al otro; 3. El limitado saber sobre el otro
en el último, que es intrínsecamente mendaz y no cabe relación alguna.
Creer que el otro es veraz o mendaz no es asegurar que es de una o Es, pues, una suerte que la naturaleza haya dispuesto la posibilidad
de otra manera, sino, en el primer caso, confiar; o, en el segundo, descon- de que podamos construirnos un espacio que es más que privado (este
fiar; es decir, en ambos sospechar. Tan adecuado es decir (aunque no es susceptible de ser observado, pese a nuestras precauciones, es decir,
se use habitualmente) «Sospecho que me dices la verdad», como en el a los marcadores de que no debe ser observado), el espacio íntimo, la
caso opuesto y usual: «Sospecho que me estás mintiendo». Nótese que intimidad, en la que nadie puede entrar, a la que nadie puede acceder.
raras veces la confianza o desconfianza es absoluta: confiar no implica Decimos con frecuencia que se ha dejado pasar a alguien a nuestra in-
necesariamente confiarse en todo y por todo; y lo mismo ocurre en la timidad cuando le hacemos determinada confidencia; pero en realidad
desconfianza. La confianza y su inversa, la desconfianza, son la ma- no es que el otro haya accedido a nuestra intimidad sino que nosotros
yoría de las veces puntuales, referidas a una determinada interacción. hemos convertido algo hasta entonces íntimo en privado (para el otro
y para mí). En la confidencia no entra el otro en mi intimidad; soy yo
el que vacío parte de mi intimidad y la hablo, es decir, la comunico al
interlocutor. 1 La intimidad es nuestro armario, forma actual de alma-
2. Saber/poseer rio, el lugar secreto e inaccesible para los demás.
En contrapartida, esa intimidad inaccesible para los demás es tam-
La información es, en términos generales, y así se ha dicho en una bién en buena medida incomunicable. Hablamos de ella en la medida en
fórmula establecida de una vez para siempre, una forma de poder'. Lo que podemos, pero no hay un léxico capaz de dar cuenta de la totalidad
es desde luego en la interacción, la forma de intercambio informativo de una «experiencia».4 El espacio íntimo de cada cual es inobservable. Y
que nos importa en este momento. Saber a ciencia cierta de alguien no se diga que lo hacemos observable cuando contamos algo de él, es de-
equivale a su posesión. El término posesión se aplica aquí en su acep- cir, cuando lo hablamos, porque aun así estamos lejos de hacer evidente
ción débil, pero no desde luego metafórica. Se dice con razón que José nuestra interioridad al otro. Hablar, pongamos por' caso, de nuestras in-
posee el secreto de Juan porque sabe de él lo que ninguna otra per- tenciones, o de nuestros deseos no es mostrar unas u otros. Aquí viene a
sona. Pero el secreto de Juan es parte de él, y si lo conoce José, en- cuento el aforismo 5.6.2. de Wingenstein, en el Tractatus logico-philoso-
tonces esa parte de Juan es propiedad también de José. José posee a phicus: decir no es mostrar. La intimidad puede decirse, y hasta cierto
Juan, lo tiene, como se dice, «atado», «cogido», «es suyo». punto nada más, pero no mostrarse, y, aun así, decirla no es garantía de
Aunque se hable habitualmente de posesión, más preciso es el tér- veracidad, porque es obvio que se puede decir mentira. La mentira eficaz
mino poder. José puede sobre Juan en la medida que sabe de la im- es factible allí donde no cabe posibilidad alguna de evidencia, precisa-
portancia de lo sabido de él. Nuestro poder sobre los demás es limi- mente sobre lo que en este momento pienso, siento, deseo, intento...
tado porque nunca sabemos todo del otro; pero si lo que sabemos es
definitivo como para provocar un cambio decisivo en la imagen social
que el otro ostenta ante los demás, basta con ello para que el poder so-
bre el otro sea también decisivo. De aquí que determinado tipo de in- 4. Lo cierto/incierto en la interacción
teracciones, que se consideran necesarias bien a nuestro pesar, y de las
que se deriva un saber importante sobre el interlocutor (la confesión, Si saber del otro es poseerlo, adueñarse de él, a veces en su lol.ili
el acto médico, la confidencia al abogado), estén respaldadas por el se- dad, por lo que de él sabemos, ¿qué pasa en la interacción.''
creto profesional y jurídicamente reguladas. De lo contrario el sujeto Formulemos inicialmente la relación entre P y O de la loim.i si
podría ser chantajeado. Se hace chantaje a otro, o se puede hacer, guíente:
cuando sabemos de él algo que él no quiere que se sepa de ninguna
manera, porque, de saberse, le comprometería. Incluso se dice de al-

320 <.' I
[1] P/Q le ama sólo a él. Del amor, de la fidelidad, de la lealtad, se puede ha-
blar, pero —repito— no se puede mostrar. En cierto sentido, la hon-
como P no es conocido en su totalidad por Q (ni Q por P), la repre- dura de la amistad se «mide» por la cuantía del conocimiento recí-
sentación sería esta otra: proco de la intimidad de ambos interlocutores. s

[2] +P(-P) I +Q(-Q)

(en donde + es la parte conocida y - la que resta por conocer). 5. El principio confianza
Gráficamente se representaría de este modo:
Aún sin las condiciones que serían de desear (la básica, la ya con-
+P +Q 1 signada acerca del saber del otro) la relación P/Q ha de efectuarse, por-
que la relación interpersonal es ineludible. Estamos en el mundo, con
[3] P Q los otros; no somos, ni podemos ser, autistas porque necesitamos
de los demás. ¿Qué hacer entonces?
-Q J No hay otra posibilidad que fiarse del otro; en mayor o menor me-
dida, para este o aquel otro menester tan sólo, pero liarse. Al recurrir
O de este otro: a la confianza, la información no obtenida del partner se suple por la
probable información que se obtendría si lucra lactible evidenciarla,
y que hemos de imaginar; es decir, por una hipótesis acerca de la in-
tencionalidad del otro: la prototeoría a que antes aludí. Nos confia-
mos, sin embargo, considerando probable que el otro no nos va a men-
tir. Quien no se confía, pese al riesgo de ser engañado, traicionado o
como se quiera llamar, se priva de toda otra interacción que no sea
la puntual y superficial. Es lo que le ocurre al desconfiado por anto-
nomasia: da y toma del otro sólo la inlormación banal que precisa
para una interacción superficial y momentánea, porque no es capaz
de fiarse de nadie lo suficiente para darse en la amistad de aquel de
quien no sabe ni puede saber todo. Los que no lo son, depositan la
confianza en unos y otros, una confianza mayor o menor, pero con-
La consideración de las dos partes en que se constituye el otro de
fianza al fin. El principio que rige toda relación interpersonal es éste:
la interacción —una, observable, otra meramente intuible— es impor-
no hay no confianza; o, de otra forma: siempre ha de haber (alguna)
tante (incluso muy importante) en algunos tipos de ella; en otras, no
confianza.
tanto. Para comprar una mesa no necesito saber del vendedor más que
el dato implícito de que es dueño de la misma, que la vende a tal pre-
cio y algunas cosas más de poca monta. Pero en las interacciones de
amistad y aun más en la relación amorosa, es fundamental (lo preten-
den uno y otro, adoptando la estrategia correspondiente) que se re- 6. Conceptualización de la confianza
duzcan los sectores desconocidos y opacos del diagrama. Si en una
relación amorosa P pregunta a Q dónde estuvo por la mañana y Q res- La confianza, pues, es aquella actitud básica —básica porque pre-
ponde a P con un «no te lo puedo decir», se suscita de inmediato una side la totalidad de las interacciones— mediante la cual nos dispone-
nueva situación que afecta a la totalidad de la relación. Los celos se mos a la interacción como si supiéramos del otro más de lo que pode-
sustentan, por citar una de las posibles neosituaciones que se provo- mos saber, esto es, la intención que le lleva a suscitar o mantener dicha
quen, sobre la compulsiva necesidad del celoso de saber acerca de interacción. La intención de nuestras actuaciones y comportamientos
aquello que no le es posible saber —saber es saber a ciencia cierta, por- no es un componente de la intimidad, sino la intimidad misma (en lu
que lo compruebe o porque, a través de la confianza «ciega», lo acepte gar de intención podríamos hablar de deseo). La intención es lanío el
como tal— del partner, es decir, si «realmente» le ama y si «realmente» designio de la actuación como el diseño de la misma. La inleiii ion no

M2 \?\
es el proyecto sino el anteprovecto de un comportamiento. De acuerdo to, ¿cómo podemos tener la seguridad de que alguien no oculta infor-
al designio diseñamos la estrategia de las actuaciones con el otro. Una mación que precisaríamos acerca de sus intenciones, es decir, de sus
interacción es un tipo de juego en el que los protagonistas de la misma designios? ¿Cómo saber que el otro no nos ha de engañar o cuando
aspiran a ganar. menos no va a decirnos toda la verdad? Es inútil que se nos advierta
el «voy a decirte todo, absolutamente todo», o «voy a abrirte mi cora-
zón». Aparte de que nunca se puede decir todo, si así fuera, nunca se
tiene la certeza de que se nos ha dicho todo.
7. Grados de confianza Decir «no hay no confianza», o lo contrario, «no hay no descon-
fianza» (que para el caso es lo mismo) no equivale a decir, como en un
Necesitamos, pues, de la confianza, pero la usamos en la dosis que primer momento pudiera parecer, «no hay sospecha», o «siempre hay
consideramos precisa, es decir, «prudentemente». Por eso se habla de sospecha», porque —como trataré de hacer ver posteriormente— des-
que aquel con quien nos relacionamos se le concede un grado, mayor o confiar no es sospechar. La desconfianza es condición necesaria para
menor, de confianza. Ésta es la expresión coloquial formidablemente la sospecha, pero no es condición suficiente y, por tanto, no puede
exacta: grado de confianza, sin duda una metáfora, porque la confianza identificarse con ella.
que se tiene en alguien no es mensurable a la manera que lo es la tem- Ahora bien, confiamos tanto más cuanto menos desconfiamos.
peratura de un objeto o del medio ambiente. Por eso, conviene tener en Tanto da, por consiguiente, usar de una u otra expresión. El grado de
cuenta que el grado de confianza que P deposita en Q es una teoría sobre confianza es tanto mayor cuanto menor es el de desconfianza, y, por
la magnitud de la confianza que puede depositar en él, del mismo modo eso, son equivalentes estas dos expresiones: «Confío plenamente en ti»
que cuando decimos «¡qué calor!», sin mirar, por supuesto, al termóme- y «No desconfío de ti en absoluto», aunque ciertamente no tiene las
tro, expresamos nuestra teoría acerca de la cuantía de la temperatura. mismas connotaciones prejuzgar la conlianza que la no desconfianza.
Esto quiere decir que la conlianza es mayor o menor, de un grado En este sentido, la pragmática de la interacción es sumamente inte-
siempre borroso, y en todo caso elástico, según quién es quién, el tema resante por su sutileza. Basta la postulación verbal de la confianza
de que se va a tratar, su edad, profesión, sexo... La experiencia del vivir- que se tiene, y aún más la desconfianza que no se tiene para que aquel
da a muchos una sutil apreciación del grado de confianza que debemos a quien se le hace monte la guardia. En la consulta del psiquiatra se
poner en cada interacción. Un médico es de fiar por el hecho de serlo, hace esto notorio a diario. Hay quien confía y no lo dice; se limita a
pero aun así «inspira» más o menos confianza no sólo respecto de su proceder como tal. Basta la postulación de que va a confiarnos algo
saber (que se le supone), como de su eticidad (también supuesta). hasta entonces no dicho para que, junto a la evidencia de la preven-
El grado de confianza se define, por tanto, como la cuantía de ción previa, sospechemos un cierto grado aún de prevención.
aquello que se dice (o se podría decir, llegado el caso) a otro y que, si Por otra parte, el carácter procesal de la interacción le confiere di-
no es por nosotros, nunca sabría. En el momento en que surge la in- namicidad, movilidad, o lo que es lo mismo, inestabilidad, modificable
teracción hay que depositar confianza, y el grado de ésta fluctúa, se de continuo, de forma que cuando confiamos en alguien durante los
hace mayor o menor, a medida que progresa la secuencia de la inte- momentos a, b y c podemos aquejarnos del temor de haber ido dema-
racción. Todos hemos tenido la experiencia de confiar a alguien algo siado lejos y sepa/posea de nosotros más de lo que sería de desear. Los
y, aun no interrumpida la interacción, «encogernos» para reservarnos, sintagmas tan habituales, «No vayas a decir nada de lo que te he dicho»
no sólo sobre lo que resta por comunicar; sino sobre lo que hemos co- o, el más perentorio y hasta ofensivo, el «¿No me engañarás?», son ex-
municado, en la medida en que imaginamos sombras que nos llevan presiones de alarma ante el curso que ha tomado el proceso de inle-
a modificar' la teoría inicial respecto de la confianza depositable en el racción.
interlocutor.
Pero he hablado de grados de confianza y de la necesidad de la con-
lianza en un grado mayor o menor. ¿Qué quiere decir esto? Pues que
lo que resta hasta hacer de la confianza una confianza total es descon- 8. Confianza, luego inceitidimibiv
fianza. A toda interacción puede aplicarse el paradigma siguiente: «Con- Entropía en la inlei ai i ion
fío en él hasta cierto punto». La consecuencia de esta consideración es
que, por principio, si no hay, ni puede haber, confianza total, «plena La confianza implica, pues, incerliduinbre, v el j'.i.ulo de c onli.m/.i
confianza», siempre hay alguna —mayor, menor— desconfianza. En efec- puede ser vi si o, desde otro ángulo, como el cuanlum de MU ei IKIHIIIIM C

124 L'S
existente en toda interacción. Puede afirmarse que, en el sentido en se expresa de esta o análoga forma: «Bueno, me lo llevo, ¿cuánlo dijo
que ahora modelizamos la interacción, hay una constante de incerti- que valía?».
dumbre, k, resultante del cociente: Algunas veces, sin embargo, se apuesta por la confianza antes de la
interacción. Son contextos que se construyen con miras a facilitarla y
+Inf/-lnf =k por tanto cuentan con un alto grado de probabilidad de acierto o for-
tuna: contextos notariales, médicos, de confesión. Otras veces, las más,
en donde +Inf es la información que poseemos, -Inf la información en los contextos de la cotidianeidad ocurre lo contrario: la confianza
que ignoramos y la constante k o bien es el grado de confianza o bien hay que «ganársela», expresión feliz que expresa el laborioso forcejeo
de desconfianza, el que restaría para que la confianza o la descon- que se ha de hacer entre la confianza que se otorga y la desconfianza
fianza fuera total. De esta forma, al aumentar +Inf disminuye -Inf, y de que se partía inicialmente.
la confianza se hace mayor (y a la inversa).
La constante k es el valor de la entropía, el cuantum de la infor-
mación no obtenida, que en modo alguno es mensurable. Por eso k
viene a ser la medida de la confianza (o desconfianza) básica. 10. La apuesta por el otro: el sujeto de la fianza
El valor de k es, pues, virtual, es decir, imaginario, porque el co-
ciente entre la Inf obtenida y la Inf por obtener no es posible, dado que Esa apuesta por la confianza tiene una consecuencia importante,
nunca sabemos qué es lo que nos queda por conocer. Pero con esa k traducible en una ventaja para el apostador, y es la que el otro, aquel
imaginaria se funciona en cualquier interacción y es la que hace posi- por el que apostamos, ha de tener muy en cuenta por el hecho de fiar-
ble la definición de alguien como «de fiar» o «no de fiar». La constante nos o confiarnos en él. Veamos esto con algún detalle.
k es imaginaria, repito, porque es indeterminable. Toda actuación es actuación de alguien, esto es, de un sujeto. Apos-
Volveré luego sobre lo entrópico en la interacción. Pero quiero de- tar por la confianza en una actuación es apostar por la confianza del
jar sentado ahora que toda interacción, en tanto que incierta, es con- sujeto de esa actuación. Fiarme de él en los contextos X, Y Z, es fiar-
fiada hasta un cierto grado y, en consecuencia, también desconfiada me de él en otros contextos posibles, X', Y', Z', esto es, considerar-
hasta un cierto grado. le sujeto de fiar. De aquí los procesos de redundancia subsiguientes
al carácter estocástico (probabilístico) del proceso de interacción: de
aquel de quien nos fiamos ahora nos fiaremos luego si la confianza
depositada ha sido un éxito; y a la inversa. Como decía Max Weber,
9. Apuesta por la confianza merecer la confianza es rentable, y no lo decía en el plano económico
—que también lo es— sino en el más general, el del crédito (moral,
Como no hay situación de no confianza, contar con ella es impres- intelectual, etcétera). Tener crédito es ser creíble o fiable, y esto con-
cindible. La interacción, lo he dicho reiteradas veces, es ineludible y, cierne a la totalidad del sujeto. Del vendedor que una vez nos engañó
además, irreversible. Y es esa misma irreversibilidad la que da lugar a no nos fiaremos en muchas otras cuestiones que nada tienen que ver
un incremento de entropía, es decir, a una mayor incertidumbre (Pri- con la venta de cosas. Para definir a Nixon solía decirse: «Es alguien
gogine).6 Pero al mismo tiempo, la entropía da lugar necesariamente a de quien usted no se fiaría a la hora de comprarle un coche de se-
la construcción de interpretaciones que hagan posible si no su decreci- gunda mano». Cada actuación es, pues, inevitablemente, una prueba
miento, sí un neoequilibrio. Ésta es una forma de enunciar la primera de confianza (o de desconfianza).
de las implicaturas conversacionales de Grice, el llamado pacto de coo- Pero no nos dejemos engañar por las palabras. Fiarse, no fiarse, no
peración o presupuesto de sinceridad. En toda interacción hay un mo- pueden tener carácter de perennidad. Fiarse de alguien significa: creo
mento en que se ha de apostar por la confianza, bien al comienzo o con —es decir, imagino, me figuro, cuento con...— que las probabilidades
posterioridad. Si no es así, la interacción se interrumpe apenas iniciada, de ser engañado son tan escasas como para considerarlas nulas en la
porque el sujeto no tolera el exceso de incertidumbre que la interacción práctica. No fiarse, contar con que las probabilidades de ser encana
le suscita. En algunos contextos puede llegar a precisarse el momento do son tan altas como para considerar que mi confian/a es nula l'.n
en que el sujeto se resuelve por la apuesta. Por ejemplo, en un trato hay ambos casos se trata de procesos estocáslicos, pmbabihstu <>s v. pin
un momento en que uno se coloca en una posición tal que parece de- consiguiente, hipotéticos. Prueba de ello es que aquel de- quien nos h.i
cir: «Allá voy y sea lo que Dios quiera», que, en el caso de una compra, hamos rompe el pacto implícito a veces antes de lo que p<«h is im.i

Í26 <.'/
ginar; y a la inversa, aquel de quien apenas nos liábamos resulta ser- cesidad de los pactos, fundamental en la construcción del contexto de
merecedor de la mayor confianza. interacción.
El pacto implícito en toda interacción, imprescindible tanto por la
existencia de grados de confianza cuanto de desconfianza, es el pacto
de fidelidad o sinceridad, que puede enunciarse así: «Puesto que de ti
11. La doble estrategia de la interacción no puedo obtener toda la información que preciso, he de fiarme y exijo
que no me engañes». Esta apuesta por la confianza es una opción al
Por las razones antes expuestas, toda interacción, en tanto que fin, puesto que puede no darse y no se da, en efecto, en el desconfiado,
proceso, ha de desenvolverse con una doble estrategia: 1) en función en el suspicaz, en el que tiene (fundada o menos fundada) sospecha.
del cometido de la interacción (compra o venta), petición de un fa- Si se da, el pacto de sinceridad o fidelidad es, asimismo, pacto de
vor, dación de una confidencia, el mero charlar...); 2) en función del cooperación, y, por decirlo así, la fianza es recíproca. Cada uno de los
logro de la mayor información posible acerca del interlocutor, de for- componentes de la interacción labora, entonces, para que la apuesta se
ma que podamos inferir, cada vez con mayor grado de plausibilidad, en vea coronada por el éxito.
qué medida la confianza otorgada fue la adecuada y qué grado de con-
fianza podemos otorgarle aún al interlocutor.

14. Apuesta por la desconfianza

12. La apuesta, apuntalada Cuando, por el contrario, optamos por la desconfianza, la interac-
ción no es cooperativa. El primer punto de las implicaturas de Grice
La apuesta por la confianza es, pese a todo, arriesgada, a despecho se transgrede: cuento con que el otro no me va a decir verdad, no será
de las desventajas que se derivan (en forma de prestigio) para la per- sincero; que, a las primeras de cambio, me engañará si puede. De re-
sona en quien confiamos inmerecidamente. Sabemos que la mayoría sultas de todo ello surge la reserva, que, como su propio nombre in-
de la gente no es merecedora de confianza, e incumple el pacto de con- dica, consiste en no aportar, a conciencia, la información que el otro
fianza, es in-discreta. Cada cual aprende de su experiencia que una precisa.
cierta reserva es una prueba más de sabiduría. En muchas interaccio- En contra de lo que se ha dicho, las relaciones interpersonales
nes hay una estrategia preliminar tendente a explorar con caracteres transcurren incumpliendo las implicaturas conversacionales de Grice,
generales la actitud básica del sujeto en orden a su Habilidad. No siem- de forma que, como he señalado en algún trabajo mío, la teoría de la
pre, sin embargo, tenemos ocasión de ello. Tampoco vale la pena apos- comunicación interpersonal no debe hacerse a tenor de lo que sería
tar hasta el máximo con cualquiera. Determinados procedimientos, la buena comunicación, de hecho excepcional, sino la mala —mala en
que nos sirven suficientemente para caminar por la vida, nos condu- mayor o menor grado— comunicación. Como ocurre con la conver-
cen con relativo éxito en nuestras ineludibles interacciones. Uno de sación, lo que hay que explicar no es el hecho de que las personas se
ellos consiste en la focalizarían de la confianza al cometido mismo entiendan cuando hablan correctamente, sino que nos entendamos a
de la interacción. Nos fiamos de alguien respecto de algo, sin ir más pesar de los errores sintácticos, semánticos, anacolutos, etcétera, que
allá. «Para el problema X me fío de P». Se trata de algo similar' al jue- cometemos en la conversación ordinaria, es decir, en la «mala» con-
go de la lotería: en el cara o cruz el grado de confianza es de un 50%; versación.
mucho más que el que depositamos en la quiniela o en la lotería Hay tal diferencia entre una u otra opción —confianza versas des-
nacional. confianza— en lo que respecta a la productividad de las interacciones,
que el acierto en una u otra es decisivo. Una apuesta desaceitada poi
la confianza supone darnos al otro y ser traicionado; en el orden
opuesto, el desacierto en la opción por la desconfianza supone pi IV.H se
13. Opciones: Confianza/desconfianza de relaciones que podrían ser fundamentales para el sujeto (de .mus
tad, amorosas), merced a la reserva que se adopta. En mi libio solnc
El principio «no hay confianza» tiene dos consecuencias inmedia- los celos, he intentado demostrar cómo la dcsconliaii/.i que implit.ui
tas: una, la de su inversa: «no hay no desconfianza»; otra, la de la ne- los celos está reñida con el amor (del que el celoso suele li.it ei j'.il.i

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pi ecisamente por sus celos: añagaza que en muchas ocasiones acepta choso tenemos indicios, pero no pruebas. 8 Por eso, la sospecha es una
también la persona objeto de la sospecha) hacia el objeto. 7 hipótesis sobre un sujeto, y el sospechoso, una teoría nuestra acerca del
Tanto la confianza cuanto su opuesta, la desconfianza, son actitudes designio de todas sus actuaciones. Ser sospechoso supone que la teoría
básicas. Quiero decir con ello que constituyen posturas constantes o inicial que ha servido de punto de partida para dar explicación satis-
casi constantes del sujeto. Así, es improbable que quien es «de natural» factoria de nuestro supuesto, se extiende, como una mancha de aceite,
confiado desconfíe o desconfíe al máximo, y, como sabemos, a veces re- al conjunto de las actuaciones. Todas las actuaciones del sospechoso
sulta imposible convencerle de que adopte una actitud más precavida tendemos a interpretarlas en función de lo que de él sospechamos.
ante alguien de quien intuimos que las probabilidades de engañarle son
altas; y a la inversa, quien es de suyo desconfiado, lo que suele hacer no
es confiarse, sino desconfiar en mayor o menor grado. Tales actitudes,
pues, preceden a la actuación, incluso a toda actuación. Por eso, no es
lo mismo, en lo que respecta a la productividad de una interacción, una
16. Sospecha y suspicacia
actitud confiada o desconfiada. La estrategia inteligente consiste en dar
La actitud de sospecha se caracteriza cuando menos por los si-
con el grado justo de la confianza que se precisa para determinada in-
teracción. guientes tres rasgos:

1) Por su plausibilidad. La sospecha, en efecto, debe ser una hipó-


tesis plausible. Debe poderse decir de ella, pues, que está justificada.
2) Debe ser una actitud posterior y no previa; la sospecha debe ba-
15. De la desconfianza a la sospecha sar se en indicios previamente logrados.
Teoría de la sospecha
3) Por su focalización. Se dice de alguien que es sospechoso de, o
que sospechamos de alguien respecto de... Nadie es generali/adamente
He dicho antes que no se puede identificar desconfianza y sospe-
cha. Dije también que la desconfianza es condición necesaria —«No sospechoso.
me fío de X»— de la sospecha, pero no suficiente: P no es sospechoso
Esta consideración es útrl para diferenciar la actitud de sospecha
para Q si no se añade a la desconfianza de Q aquello que considero la
de la actrtud suspicaz.
condición suficiente. ¿Cuál es ésta?
En la suspicacia la actitud de sospecha no es plausible, por cuanto
La de que P haga uso contra mí de la información que de mí posee
en ella, como dice María Moliner, se «tiene tendencia a sentir descon-
por el mero hecho de la interacción. Como no hay interacción eludible,
lianza o ver malicia o mala intención en los actos o palabras de
cualquiera de ellas ha supuesto un intercambio de información, inter-
otros». 9 En la suspicacia la actitud de sospecha es previa a toda —cual-
cambio por otra parte desigual entre los miembros de la misma. Como
quiera que sea— interacción. Y además es generalizada: se tiene en
se ha afirmado en la teoría de las relaciones interpeisonales, toda in-
toda interacción v quienquiera que sea aquel con el que se interactúe.
teracción es un compromiso, y como compromiso, aunque implícito,
La suspicacia es una teoría sistematizada acerca de que cualquier ac-
debe ser respetado.
tuación de cualquier miembro de la especie humana es hostil. Como
¿Qué uso, en el sentido de mal uso, se hará de esta información que la «demostración» de lo contrario ha de ser postergada ad infinitum, la
obligadamente suministramos al interlocutor? Ése es el problema, del suspicacia tiende a la perpetuidad y es incurable. Así como el confiado
que deriva la sospecha. A la desconfianza hay que añadir, pues, el in- cree tenet razones de sobra para fiarse de antemano del otro, y las ex-
grediente de la hipótesis de que el sujeto que posee determinada periencias en contra sólo son, para él, excepciones, el suspicaz ciec le
información sobre mí la use para otros fines, generalmente malinten- neilas para no fiarse de nadie. Y si no, «al tiempo».
cionados, de los que se derive un perjuicio para mí, cuando menos en
el ámbito de la imagen (cuando no en otros óidenes). La prueba de
que no hay equiparidad entre desconfianza y sospecha, y que aquélla
es tan sólo su condición necesaria lo demuestra el que no todo des-
17. Sospecha v miedo
confiado sospecha. Un desconfiado puede ser simplemente un cauto,
prudente, precavido. Sin embargo, el que sospecha ha de desconfiai.
¿Que es lo que tonliguia el que la desconl i.uiz.i se li .msloi me < u
Característico de la sospecha es la carencia de prueba. Del sospe- miedo > Antes lo he dicho que se pueda usai c onli a mi l.i mi .u ion
so Hl
que de mí posee aquel con quien mantuve la interacción, por ser, pregunta por qué no me fío de P puedo responder o bien con lo que
comprometida para mí, y porque de usarla se derivarían consecuen- sé de P o con lo que interpreto acerca de las actuaciones que sé de P.
cias que considero desastrosas para mí. Por una u otra razón, o por Ahora bien, la interpretación se diferencia de la información —que es
ambas a la vez, la sospecha va ligada al miedo. En la actitud de sos- un discurso de lenguaje-objeto— en que no es falsable. Mientras del
pecha hay miedo al sospechoso. Se establece, en virtud del miedo, una dato se puede afirmar que es verdadero o falso, de la interpretación,
asimetría notoria entre el que sospecha y el sospechoso, en favor de no. A la interpretación —una especie de yuxtaposición de mis inten-
este último. Él sabe de mí; yo no sé de él (o lo que sé es irrelevante). ciones sobre las supuestas intenciones del otro— sólo cabe aplicarle
Si ambos supiéramos lo mismo estaríamos ligados o por la complici- el criterio de verosimilitud. Las interpretaciones, en efecto, son más o
dad o por el pacto inherente a la recíproca sospecha. Al no ser así, al menos verosímiles, nunca veraces." Pero nosotros procedemos con la
saber de mí más que yo de él, alcanza un poder sobre mí ante el que interpretación como si fuera información. Cuando nos fiamos de al-
me siento desvalido. Este no saber sobre él (si actuará o no, cuándo lo guien, ¿qué es lo que hacemos? Nos liamos en verdad de nuestras in-
hará, etcétera) convierte al sospechoso en un sujeto temible, siniestro, terpretaciones acerca de él, es decir, de nosotros mismos, de nuestra
oscuro. 10 Frente a la transparencia de aquel del que sabemos su vida y perspicacia, de nuestra agudeza. La interpretación es en verdad el tra-
milagros, del «inocente», está el enigma de aquel del que sospechamos, bajo que el sujeto realiza en pro, bien de la confianza, bien de la des-
del que no se sabe a ciencia cierta nada, del que puede ser todo lo que confianza sobre el otro miembro de la interacción.
nos es posible imaginar sobre él. Puesto que, a diferencia de las explicaciones, las interpretaciones
¿Qué podría sobre nosotros ese sujeto del que desconfiamos y del no son falsables, todas son verosímiles. A las que consideramos menos
que sospechamos sin prueba alguna? No lo sabemos. Eso es justa- verosímiles las calificamos de «disparatadas», pero aun así podrían ser-
mente lo que convierte el enigma que siempre es el otro, en sujeto de correctas. La interpretación ocupa el lugar de una palabra tan usada,
terror, en un sujeto persecutorio. Nos sentimos perseguidos por aquel y tan irreflexivamente usada muchas veces, como es la palabra com-
del que sospechamos. De aquí que el sospechoso sea un objeto provo- prensión. Comprender es inteligir conductas por los motivos (aunque
cador de estructuras delirantes o cuasi delirantes, a veces colectivas, no sepamos cuáles) que necesariamente preexisten a la conducta, a la
de persecución, que muchas veces se corrigen con posterioridad. El actuación; mientras explicar es inteligir lo dado a través del desvela-
suspicaz, el que sospecha de todos y de antemano, ve a todos los de- miento de conexiones causales. En la comprensión tratamos de inda-
más como objetos persecutorios. Para el suspicaz, como predelirante gar sobre las intenciones, motivos, designios; en la explicación, sobre
de persecución que es, el mundo está presumiblemente contra él. El las causas. Nos explicamos la caída de un cuerpo, pero comprendemos
que sospecha teme; quien sospecha de todos, teme a todos. el porqué ese cuerpo, que cae por sus propiedades físicas, fue lanzado
por alguien contra la pared en un acto de ira.12
Toda interpretación de un acto de alguien remite a una interpre-
tación de cómo es el sujeto de ese acto, predicado del mismo. Pero la in-
18. El trabajo en pro de la terpretación, no lo olvidemos, pertenece al intérprete, no al interpretado,
confianza/desconrianza/sospecha por tanto es subjetiva. La apuesta, a la que antes he hecho referencia,
se hace ahora jugando a que esa interpretación subjetiva sea la que se
¿Qué hacemos con la información de que carecemos acerca de corresponde con la realidad, es decir, pragmáticamente verdadera.
nuestro interlocutor y, pese a la cual, optamos por confiar o desconfiar
de él, y en última instancia por sospechar?
O bien tratamos por el medio que sea de lograr mayor información
a lo largo del proceso de interacción, esa labor que se denomina son- 19. Paranoidia
sacar, o bien de suplirla con la interpretación —un plus que añadimos
a la información— de la información obtenida. ¿Cuándo hablamos de paranoidia?
Este proceder, característico de la interrelación cotidiana, no di- El término paranoidia fue introducido por mí para describir el
liere del proceder que caracteriza al científico. El científico, sobre los paso, muchas veces insensible, de la suspicacia al delirio persecutorio
datos que posee, o recaba mayor información o construye hipótesis de o de alusión (en términos generales, delirio de referencia: Bezielumv,\
primero, segundo, «-nivel. Estas hipótesis son inferencias a partir de la walin).1''
inlormación que se posee, o sea, interpretaciones. Cuando alguien me 'lanío en la confian/a cuanto en la desconlian/.a acatamos la .un

U2 U \
biguedad/incertidumbre de la interacción y corremos el riesgo que se
deriva de una apuesta en la que, como en todas, podemos perder. Al
lin y a la postre, no siempre ocurre lo peor, muchas veces ganamos la
apuesta y el tiro no nos sale por la culata, como temía el desconfiado, 20. Confianza versus desconfianza y sospecha
sino todo lo contrario: da en el blanco, descubre el valor de un sujeto,
su credibilidad, su fianza. He dicho que la confianza, la desconfianza, la sospecha incluso,
Pero hay muchos para los que esta ambigüedad es intolerable. No son actitudes que se adoptan muchas veces para una y determinada in-
aceptan el vivir la incertidumbre, les angustia sobremanera y precisan teracción con alguien muy concreto. Pero también son formas de vida
su resolución. ¿Cómo? Haciendo desaparecer ilusoriamente la ambi- (en el sentido en que hablaba Spranger de formas de vida), 14 formas
güedad mediante el expeditivo procedimiento de transformar sus in- de estar en el mundo, que diría Heidegger, y por eso tienen un carác-
terpretaciones, verosímiles e hipotéticas, en exactas y precisas, con ter duradero y sistemático. Por razones que se nos escapan, y que se
categoría de explicaciones objetivas. El suspicaz nos parece terco, in- remontan a vivencias-clave1 s acaecidas en la infancia y en la adoles-
capaz de convencerse, incapaz asimismo de aceptar como posible cencia, algunos se instalan en la vida confiadamente, seguros de sí, se-
cualquier otra interpretación que no sea la obtenida por él, rígido, guros ante los demás, a pesar, en ocasiones, de muchos avatares en
dogmático; pero esta actitud tiene su razón de ser: mientras los demás contra. Otros aparecen instalados en la suspicacia, en la desconfianza,
cuestionan sus propios puntos de vista, porque es eso y nada más, ellos inseguros respecto del otro, sin que experiencias benefactoras les ha-
no tienen nada que cuestionar en lo que para ellos es una evidencia. gan cambiar su punto de vista, su actitud básica. El indeterminismo
Las interpretaciones descienden, así, al nivel lógico de las explicacio- psicologicosocial hace difícil esclarecer las redes motivacionales que
nes: eso es el delirio. concluyen en una u otra forma de vida. En estos casos, se está muy le-
Para el delirante, para el paranoico, los designios de las actuacio- jos de poder hablar de opción. El confiado, como su opuesto el des-
nes de los demás no son problemáticos ni han de seguir siéndolo. confiado, están irremisiblemente destinados a ser como son.
Sabe cómo descubrirlos hasta convertirlos en evidentes. El delirante
lee sin error, certeramente, las intenciones de los actos de los demás,
sabe cuál es el significado de cada cosa, de cada actuación, de cada
gesto. Significan lo que él les hace significar, lo que en última ins-
tancia quiere que signifiquen. El delirante no tiene problema alguno
con la realidad, salvo el que no sea de su gusto y le dé más o menos
disgustos (también satisfacciones). Para el delirante, la realidad es
«clara». El manda no sólo en sus significaciones —en éstas manda-
mos todos—, sino en las signilicaciones de los demás. Los demás no
hacen las cosas con la intención que dicen sino con las que él entrevé.
Como aquel Humpty Dumpty, el personaje de Lewis Carroll en A tra-
vés del espejo, que, cortando por lo sano, advirtió a Alicia acerca del
significado de una palabra («cuando yo uso una palabra significa
exactamente lo que yo decido que signifique. El asunto es quién man-
da aquí. Eso es todo»), el delirante construye la estructura semántica
del mundo.
Para el delirante no hay problema con respecto a sus relaciones con
esos importantes objetos de la realidad que son los demás. El delirante
no sospecha (porque «sabe»); el delirante afirma (porque «sabe»). Re-
cuérdese lo que ocurre con el delirante de persecución: no sospecha
que le persiguen; asegura ser objeto de persecución. (Por la misma ra-
zón es incorrecto hablar de delirio de celos: celoso es el que sospecha
y, por tanto, no asegura; el delirante, en este caso, de infidelidad, afir-
ma ser engañado.)

Ü4 i ts
Léxico

En el texto se utilizan términos técnicos y coloquiales (extraídos a


veces del Diccionario de uso del español, de María Moliner, oídos en
entrevistas a más de cien mil pacientes de distintas partes de España,
en su mayoría andaluces). El lenguaje coloquial es muchas veces im-
preciso, pero también de una riqueza en matices a los que el lenguaje
técnico no alcanza. Sería de interés una investigación de sociología del
lenguaje que indagara cómo se ha llegado a cierlas acepciones: por
ejemplo, se califica de «afectuosa» sólo a la persona dotada de senti-
mientos de simpatía y de una gran expresividad, no a aquella otra en
la que lo dominante es la antipatía, como si ésta no lucra un senti-
miento y la persona antipática fuera simplemente alguien carente de
simpatía; o se califica de «afectado» sólo al que simula o exagera sen-
timientos que se consideran socialmente elevados y no los de otra ín-
dole. Un discurso que no tenga en cuenta tales matizaciones puede
ajustarse a un modelo teórico previamente construido; pero en la
medida en que renuncia a la consideración de parámetros sociocultu-
rales, resulta inaplicable en los contextos pragmáticos, en los que los
psicólogos, psicopatólogos y psiquiatras clínicos hemos de desenvol-
vernos.

ACTING-OUT. Es un término psicoanalítico. Se dice de aquella actuación


descontextualizada en virtud de la urgencia que se le imprime a
su proyección inmediata en el objeto. En el acting-out el acto de-
riva inmediatamente del sentimiento o de la emoción por el objeto
en cuestión (una frase, un gesto). Ahora bien, el sentimiento qui-
se proyecta es de carácter primario, básico, proto o presenlimen-
tal; tiene, pues, carácter de impulso. Por eso, los acling-oiii son
resultado de la ira, el pánico, la angustia. En psieopalología se ha
bló de acciones o reacciones cortocircuitadas (en coriociu uito),
aludiendo a este nexo directo entre el sentimiento v el objeto qui-
lo provoca, con carácter súbito y con relativa |in-si iiulciu 1.1 del
componente cognilivo. Por eso, muchos actiiif'-anl iles» .11 j'.ui •.<>

U/
bre el objeto más inmediato, no necesariamente sobre aquel que AFECTIVA, VIDA. 1. Se refiere al conjunto del sistema sentimental, es de-
en realidad se lo suscita, pero que, en ese momento, lo representa. cir, a los tipos de sentimientos, cuantía de los mismos, objetos en
En cualquier caso debe abandonarse el concepto (falso, pero inte- los cuales se proyectan los sentimientos. Por eso se habla de una
resado) de acto de conducta «gratuito» que a veces se aplica, in- vida afectiva rica o pobre, una vida afectiva centrada en tales o
cluso por psiquiatras, a los acting-out, porque aun éstos tienen cuales objetos. 2. Referida a una persona, cuando se la considera
sentido. muy capaz de amor o amistad y también con mayor capacidad
ACTIVIDAD. El organismo lleva a cabo actividades tendentes al man- para expresarlos que lo habitual.
tenimiento de la homeostasis interna (con su medio interno) y AFECTIVIDAD. 1. Con este término se alude al plano o sistema sentimen-
externa (con el medio exterior). Las actividades no son intencio- tal o emocional del sujeto en general (el otro plano es el cognitivo).
nales, no implican al sujeto, pero son la condición necesaria para Al plano de la afectividad corresponden el estado de ánimo, los
que el sujeto lleve a cabo actos, actuaciones, que sí son intencio- sentimientos, las emociones, los afectos, el humor, el talante, el
nales. temple, etcétera. En psicopatología es un término muy usado, y
ACTO. Se habla de acto de conducta para referirse a un patrón de- atiende tanto a las alteraciones del estado de ánimo cuanto a la de
terminado de comportamiento. Por tanto, tiene un rango genéri- las emociones y/o sentimientos. 2. En el lenguaje coloquial se ha-
co. Un acto es hablar, cantar, reír, escribir, andar, coger, etcétera. bla de la afectividad de alguien para referirse sobre todo al cuan-
Obsérvese que el acto requiere la actividad: no se puede andar tían de la respuesta emocional de un sujeto, de acuerdo con la
(acto) si no se posee motilidad (actividad) en las extremidades in- acepción también coloquial de afecto: así se habla de alguien como
feriores. muy afectivo o muy afectuoso, o poco afectivo, si expresa mucho
ACTUACIÓN. LOS actos, además de intencionales, son contextúales, se o poco sus afectos, pero referidos a los amorosos. No se dice que
construyen a tenor del contexto en el que el sujeto se halla o al es muy afectivo aquel que expresa sus sentimientos de antipatía o
que trata de incorporarse. Las actuaciones, pues, pueden ser con- de odio. El polo opuesto de la persona que se califica de alectiva
textualizadas (adecuadas, ad hoc) y descontextualizadas (inade- sería la «indiferente», fría, no la que tiene alectos de aversión.
cuadas, non ad hoc), dependiendo de que el sujeto, en el primer AFECTO. 1. En el lenguaje coloquial alude al sentimiento positivo, de
caso, sepa o quiera adecuarse al contexto, o en el segundo no sepa simpatía o amistad que alguien profesa a alguien o a algo. «Le
o no quiera adecuarse a él. Las actuaciones se hacen sobre el pa- tiene mucho afecto.» Implica perdurabilidad. El afecto no es ver-
trón del acto. Así, una modelo anda en una pasarela de una ma- sátil, y si lo es, dice mucho, y negativamente, de la persona. El
nera determinada. Si la motilidad es necesaria para el andar, el an- afecto, pues, implica cierta vinculación, como es el caso de una
dar es necesario para hacerlo precisamente contextualizado. amistad profunda y mantenida. 2. En sentido restringido y en el
ADIAFORIA. Indiferencia. Lo apliqué para describir el autismo indife- lenguaje corriente, se aplica al sentimiento intermedio entre la
rente ante todo lo que sea realidad externa del esquizofrénico fi- mera simpatía, el cariño y el amor. «A J le tengo afecto», supone
nal: autismo adiafórico. Véase foria. que no se le tiene cariño. Incluso si se dice «le tengo mucho afec-
AFECTACIÓN, AFECTADO. 1. Estado en que se encuentra el sujeto que vive to» se quiere significar que, de acuerdo a esta concepción inter-
un sentimiento de pérdida de un objeto amado («Está afectado media entre la indiferencia y el cariño, «no pasa de afecto», que
por la pérdida de su hijo», «Le afectó mucho la traición del que «no llega a ser cariño». La gradación entre estos términos se com-
había sido su amigo», «Le afecta mucho no poder ver»). No se prende muy bien si se tiene en consideración la prescindibilidad
aplica, sin embargo, al sentimiento inherente al logro de un ob- del objeto: el objeto por el que se siente simpatía y afecto es pres-
jeto deseado, es decir, a la euforia que sigue a dicho logro (no se cindible; menos prescindible es aquel al que se le tiene cariño; im-
dice «está muy afectado porque le ha tocado la lotería», y sí se di- prescindible aquel al que se ama.
ría «Está muy afectado porque no le ha tocado la lotería»). 2. Falta AFECTOS. 1. El conjunto de los sentimientos. 2. Se usa coloquialmente
de naturalidad, fingimiento («Ricardo es muy afectado»). Se dice para aludir a la cuantía y al conjunto de los sentimientos de amor que
de alguien que simula, o exagera, un sentimiento que, por poseer- alguien posee sobre personas, animales, cosas y situaciones («José es
lo, o por poseerlo en mayor medida que los demás, juzga que los una persona de muchos —o de pocos— afectos»). Los afectos, en esle
demás le valorarán en más. Se finge delicadeza, elegancia, sen- sentido, son las vinculaciones amorosas de alguien. 3. En este texto,
sibilidad estética. La cursilería, la pedantería son formas de afec- alecto es sinónimo de sentimiento, y, por tanto, incluye también los
tación. sentimientos de aversión (como el odio, la antipatía, el asco).

^8 U<>
AGNOSIA. Término usado en Neurología y en Neuropsicología para de- mayor parte de la vida adulta. Cada sujeto tiene un constante es-
finir la pérdida de la capacidad para reconocer un objeto. Hay ag- tado de ánimo, desde el cual irrumpen los afectos o sentimientos
nosias visuales, auditivas, táctiles (astereognosia); también agno- más o menos perecederos. El estado de ánimo subyace a las mo-
sias de palabras (alexia), de letras (alexia literal), o de rostros, o del dificaciones que en él introducen experiencias pasajeras. El estado
defecto (ceguera, hemiplejía, etcétera) que se padece (anosopatog- de ánimo viene a ser, pues, el estado sentimental básico de cada
nosia). sujeto. «Su estado de ánimo es triste», «Es de genio alegre y di-
ALEXITIMIA. (Véase lexitimia.) Término introducido por Sifneos, para charachero».
referirse a la incapacidad de algunos sujetos para reconocer y des- ANTIPATÍA. Sentimiento de repulsión, de rechazo de todo o de parte de
cribir sus sentimientos. Véase sentimientos. un objeto.
AMBIVALENCIA. Al ser parcial la relación del sujeto con el objeto, dado APEGO. Dependencia. La relación de apego es el resultado de una re-
que es imposible aprehender el todo del objeto, y el sujeto lo frag- lación de objeto estable y duradera que deparó satisfacción y se-
menta en imágenes distintas (buena, mala, como intelectual, como guridad en etapa de necesidad. El apego es un modelo etológico y
persona moral, etcétera), con el mismo objeto se puede tener una cognitivo, sustitutivo en parte de la concepción de la teoría de las
relación de amor y odio. No se trata de una contradicción en el relaciones objétales, de inspiración psicoanalítica. La reacción de
sentido lógico del vocablo, porque se ama a una parte del objeto apego está preprogramada y, por este motivo, el apego se concen-
(la parte que consideramos buena, bella) y odiamos a otra parte tra en un determinado objeto (por ejemplo, la madre), o en otro
del objeto (que consideramos mala, fea). La ambivalencia se da en (a veces un objeto inanimado, como un osito o un chupete), sus-
la relación en cierto sentido obligada con objetos, como las figu- titutivo de su función. Al apego se le atribuye una función bioló-
ras parentales, que pertenecen al campo inmediato del sujeto. gica. Rof Carballo acuñó el concepto de urdimbre afectiva.
Cuando no es así y el objeto está fuera del campo, nos basta con ATIMIA. Sin afecto. Timia significa «afecto, pasión». Es poco usado.
extender lo bueno o lo malo del objeto a todo él, y la relación BUCLE, EFECTO BUCLE. La relación del sujeto con alguien tiene un resul-
queda, de esta forma, simplificada. La doctrina de la ambivalencia tado, del cual derivan consecuencias, que revierten sobre el prime-
es en gran parte resultado de la investigación, primero de Freud, ro en forma valorativa. Es un mecanismo feedback, autorregulador
luego de Melanie Klein y su escuela. si el resultado ha sido de éxito, disregulador en caso contrario.
AMOR. Sentimiento inherente al deseo de posesión absoluta de un ob- CATÁSTROFE. Opuesto a anástrofe. Fracaso de un intento de vinculación
jeto. afectiva de la cual resulta la depreciación del sujeto, la pérdida del
ANÁSTROFE. Opuesto a catástrofe. Si toda relación del sujeto es un con- objeto, etcétera.
flicto en la medida en que trata de hacer que el otro adopte hacia CATATIMIA. Término introducido por E. Bleuler para definir la distor-
él la vinculación que desea, si el final es de éxito hablamos de sión cognitiva que en el sujeto tiene lugar inherente a la proyec-
anástrofe; si de fracaso, de catástrofe. Véase catástrofe. ción afectiva —de amor o de odio— sobre el objeto.
ANHOMEOSTASIS. Desequilibrio del sujeto con el entorno o consigo mis- CONTEXTO. La realidad simbólica —el espacio ad hoc— que construyen
mo. Véase homeostasis. los que lo componen para llevar a cabo determinadas actuaciones.
ÁNIMO. 1. Humor en que se está con un cierto carácter duradero El contexto, en tanto constituido por objetos/símbolos, es una re-
(«Está hoy de buen ánimo»). 2. La disposición del sujeto para re- alidad significativa y, por tanto, simbólica. En un salón de actos lo
cibir impresiones alegres o tristes, estimulantes o deprimentes mismo se puede oficiar una misa que dar una conterencia. De-
(«Ha demostrado tener buen ánimo»). En esta acepción se homo- pende de los que construyan el contexto en ese o en cualquier otro
logaría con temple. Ánimo se aplica preferentemente a la capaci- espacio, en el que cada cual, al desempeñar su función, adquiere
dad del sujeto para sobreponerse a estímulos negativos («Es hom- una significación simbólica.
bre de mucho ánimo». «Tiene poco ánimo», se dice de aquel que, DEPENDENCIA. (Véase apego.) Relación de dependencia. Se dice sobre-
incapaz de sobreponerse a la adversidad, se «apoca», es decir, todo de las que tienen lugar en etapas posteriores a las de la pri-
incrementa su incapacidad: «Es de ánimo apocado»). 3. Estado de mera infancia (en ésta sería de apego) y no deriva de la inicial pro-
ánimo. Estado afectivo de fondo, más persistente que cuando se ximidad biológica.
define como ánimo o como humor. Mientras el humor' es menos DEPRESIÓN. Véase duelo, pena, melancolía.
duradero («Se ha puesto de mal humor; esperemos que se le pase DESEO. Toda relación del sujeto con el objeto, además de cognitiva, es
pronto»), un estado de ánimo puede dirrar meses, años, incluso la desiderativa, es decir, una relación de deseo. Se desea el ob|clo

VIO Vil
para su posesión o para su rechazo. En el lenguaje corriente se ha- menta tanto la experiencia (mental) cuanto las perturbaciones que
bla de deseo como referido a la instancia de posesión con más fre- tienen lugar en el organismo merced a ella (que es otra experien-
cuencia que el opuesto, de expulsión y/o destrucción. No obstante, cia a su vez). En la literatura psicológica anglosajona emoción se
no son infrecuentes expresiones como «deseo perderlo de vista de hace sinónimo de sentimiento y se reserva para emoción (emotion)
una vez para siempre», «deseo que se muera y se vaya al infierno». las modificaciones o alteraciones fisiológicas; sentimiento (feeling)
DESIDERACIÓN (PRINCIPIO DE). Principio por el que se rige el mundo de
a la experiencia de las mismas. En castellano coloquial, el término
la fantasía. La fantasía satisface el deseo de manera inmediata, se emoción se aplica a situaciones que conmueven, en el sentido de
ajusta sola y exclusivamente a lo deseado y, de acuerdo con ello, conmocionar: un acto de homenaje, la llegada de alguien querido
es una construcción vicaria alternativa a la realidad socioempírica. después de años de ausencia, la muerte de un ser querido, pero no
al miedo o a la rabia. La emoción no puede separarse de la expe-
DESIDERATIVA (ACCIÓN, ACTUACIÓN). En la actuación desiderativa el deseo
riencia emocional, la experiencia provocadora, en última instancia
está en primer plano, demasiado notorio, marginando en cierta
el objeto que la suscita. Luego, el recuerdo de la experiencia de la
medida las reglas contextúales. No es un acting-out, porque tiene
relación con el objeto lleva consigo la reviviscencia de la emoción
más en cuenta el componente cognitivo, pero se advierte un cierto
experimentada. Al recordar lo vivido, recordamos el miedo pasado,
descontrol del deseo y, por tanto, un ansia respecto del objeto.
por ejemplo, y hasta podemos volver a vivir en buena parte la re-
DISTIMIA. Irrupción brusca de sentimientos de rechazo, con actuacio-
percusión visceral primera. Mientras las experiencias son infinitas,
nes coherentes con ellos. La distimia es pasajera, dura, todo lo
y dependen de la evaluación cognitiva que de ellas se hace, las res-
más, días. Siempre se trata de distimias depresivas, en las que la
puestas emocionales son escasas, prácticamente un mismo patrón
irritabilidad se impone sobre la pasividad de la tristeza.
de activación visceral, de mayor o menor intensidad.
DUELO. La pérdida del objeto amado conlleva pena, allicción. El duelo
es anormal cuando a la pena se añaden metasentimientos de cul- EMPATIA. 1. Capacidad de contacto. 2. Sentimiento de gozo que se ex-
pa, autorreproches respecto del papel del sujeto del duelo en el he- perimenta en la propia actividad relacional con un objeto al que
cho de la propia pérdida. Lo patológico está en la inutilidad del aceptamos. No confundir con la simpatía. Empatizamos cuando
reproche mismo en orden a la recuperación del objeto. El duelo nos sentimos a gusto con un objeto y en las relaciones que esta-
normal se caracteriza por la paulatina desaparición de los inten- blecemos con él. Empatizamos con alguien en virtud de nuestra
tos de recuperación imaginaria del objeto perdido mediante el re- coincidencia en gustos, ideología, sentimientos estéticos o éticos.
cuerdo de situaciones vividas con él. Es interesante no perder de Pero de ello no se deriva simpatía con aquel con quien empatiza-
vista el hecho de que la pérdida no tiene necesariamente que ser mos, del mismo modo que muchas personas con las que simpati-
la de un objeto exterior con el que mantengamos apego* o depen- zamos no empatizamos.
dencia*, sino de, o parte de, uno mismo, por ejemplo, la pérdi- ESTOCÁSTICO. Probabilístico. Los procesos conductuales no son mate-
da de la autoestima derivada de un fracaso afectivo o social. En máticamente predictibles, son probables.
suma, el objeto perdido o es otro o es uno. EXTROYECCIÓN. Expulsión de un objeto interno al espacio exterior. No
EMOCIÓN. LOS sentimientos son emociones, y por débiles que sean los es identificable con proyección*. Es lo opuesto a introyección, pro-
sentimientos que experimentamos respecto de un objeto, revelan ceso en el que el sujeto incorpora un objeto exterior (la imagen de
la emoción que sentimos. Pero en lenguaje coloquial los senti- otro, la idea de otro).
mientos de cierta intensidad y brusquedad son los que se deno- FANTASÍA. Cabe la posibilidad de construir mundos posibles, virtuales,
minan emociones. La emoción ha de irrumpir bruscamente, y a expensas de representaciones, como sustitutivos mentales de
también atenuarse rápidamente, aunque más despaciosamente que mundos empíricos, y sin la pretensión de proyectarlos como uno
como se inició. En el lenguaje coloquial la emoción es un senti- de éstos. La fantasía construye un mundo opuesto al de la rcali
miento brusco e intenso, y respecto de lo que se califica sin más dad y se rige por el principio de desideración: se fantasea lo que
de sentimiento no habría más que una diferencia de grado, de se desea, y en este sentido el deseo —y la fantasía como expresión
magnitud. Lo que ocurre es que el límite entre emoción y senti- del mismo— es omnipotente.
miento es imprecisable. También las manifestaciones corporales FORIA. Humor. Euforia: buen humor. Disforia es un humor irritable' se
—rubor, lágrimas, aceleración del pulso, respiración entrecortada, puede considerar sinónimo de distimia.
y demás—, esto es, del resto del organismo, deben ser notadas ex- HOMEOSTASIS. Equilibrio. El del organismo con el medio. Por extensión,
presamente por el sujeto emocionado. En la emoción se experi- en psicología, se refiere al equilibrio del sujeto con su enloi no lio

142 II \
meostasis externa; en la medida en que el sujeto se relaciona tam- equivocada, de que toda relación de objeto es totalizadora. Nada
bién consigo mismo, hay una homeostasis interna. más lejos de la realidad: las relaciones con los objetos son parcia-
HUMOR. Véase ánimo, estado de ánimo... Para mayor precisión, dispo- les en tanto que el objeto ni es ni puede ser aprehendido en su to-
nemos en castellano de dos locuciones muy expresivas y diferen- talidad. Por eso, captamos aquella parte del objeto que nos sirve
ciadoras: 1) ser de buen o mal humor; 2) estar de buen o mal hu- para la relación actual, distinta de la que utilizamos en una rela-
mor. «Rodolfo es hombre de buen humor», se dice aludiendo a su ción anterior o posterior. En lenguaje coloquial hay una expresión
estado de ánimo permanente, hasta tal punto que resulta difícil muy gráfica: «A Pérez hay que entrarle dándole las gracias», es de-
imaginarlo de mal humor, o, de llegar a ello, resultaría un mal hu- cir, a partir de una faceta de él. De aquí la posible ambivalencia*
mor pasajero. «Josefina está de buen humor» alude a su estado de del sujeto respecto de un mismo objeto, según la faceta involu-
ánimo momentáneo. «Habíale ahora, que el jefe está de buen hu- crada. Por otra parte, el objeto es a su vez símbolo, porque todos
mor. » los objetos son —para el sujeto— lo que significan, no su realidad
IMAGINACIÓN. Toda construcción mental iniciada a partir de la realidad material sino su realidad semántica, significativa: el hombre P es
exterior, es decir, a expensas de representaciones de la realidad, y padre, amigo, hermano; la pluma es recuerdo de...; la mesa, la que
con miras a la modificación ulterior de ésta, o sea, todo proyecto usó /, etcétera.
sobre la realidad y en el que no se prescinde de su ulterior ade- ODIO. Sentimiento inherente al deseo de destrucción total o parcial del
cuación (a diferencia de la fantasía*). objeto (otro, uno mismo).
IMAGINARIO. Dependiente de la imagen. Toda relación de objeto es ima- PASIÓN. Cuando un sentimiento alcanza una inusitada intensidad hasta
ginaria. No operamos con el objeto sino con la imagen que for- ser incontrolable se habla de pasión. Generalmente se aplica a si-
mamos a partir de él. La imagen del objeto es nuestra, tanto la tuaciones de cierta brevedad («no se le puede hablar ahora; está
mera imagen perceptual como la derivada del recuerdo. Metafóri- muy apasionado»), pero también a vinculaciones duraderas, que se
camente se habla del imaginario de la juventud actual, de los es- constituyen en el objetivo primero del sujeto: pasión amorosa, pa-
pañoles, etcétera, cuando algo o alguien pasa a formar parte de los sión de poder, pasión de coleccionista, pasión de jugar (a juegos de
ideales de uno o de muchos. azar). Cicerón la definía como alteración o perturbación del ánimo
IMPULSO. Aquella actuación que surge con casi total o total descontrol, (entiéndase alma, espíritu) al traducir del griego TlaOo^ (Pathos).
como emergiendo directamente de la emoción intensa y brus- Ferrater Mora define la pasión del mismo modo: «Una afección o
camente experimentada. «Huyó sin pensarlo, en un impulso in- modificación del alma o, en general, de un sujeto psíquico».
controlable de huir» (o mató, o pegó, o le abrazó). Otras veces se PRE-SENTIMIF.NTO. 1. En lenguaje coloquial se dice de aquel sentimien-
reconoce que el impulso no culminó en actuación («Le asaltó el to que se piensa que podemos llegar a experimentar si ocurre bien lo
impulso de asesinarlo, pero se contuvo»), pero en estos casos la que deseamos, bien lo que tememos que pueda ocurrir. «Presien-
expresión no se toma en serio, es decir, al pie de la letra. to que me va a tocar el gordo», y ya ello coloca al sujeto en un es-
LEXITIMIA. Capacidad del sujeto para reconocer y describir sus senti- tado de ánimo alegre, imaginativo; «Presiento que puede pasar
mientos. (Véase alexitimia.) algo terrible». 2. En el texto se utilizará en sentido no coloquial, a
METASENTIMIENTO. Si todos los objetos provocan un sentimiento, y el saber, como estadio intermedio entre la primera etapa, protosenti-
sentimiento puede ser un objeto cognoscible, entonces un senti- mental y la ulterior, sentimental, en el desarrollo de la afectividad.
miento puede provocar otro. A este sentimiento segundo le llamo PROLEPSIS. Capacidad de anticipación, de futurización. La prolepsis es
metasentimiento. «Me molesta la repulsión que M me inspira.» El indispensable para la adecuación del sujeto al contexto. Mediante
envidioso odia al envidiado, pero odia sentir envidia y no quisie- la prolepsis el sujeto se representa cambios aún no dados en la
ra envidiar. realidad y se pre-dispone ante los mismos. Lo opuesto es la hisic
NEGATIVÍSIMO. Oposicionismo. Rechazo activo v generalizado. rolepsis (de hislero, posterior), término que introduje (1947) paia
OBJETO. En un sentido técnico, es el otro miembro de la relación del explicar esa incapacidad del sujeto, alecto de lesión en cualquieía
sujeto. Hay dos tipos de objetos: externos, del mundo exterior, de- sea el sector del cerebro, para adecuarse a la realidad poi veuii.
notados, perceptos; e internos, las propias imágenes de objetos, porque precisamente va detrás de la misma y no alean/.i a i. 11 >i. 11
representaciones, y también los propios deseos, sentimientos, pen- la antes, a prevenirla. Aunque no exactamente, se solapa ( on l.i de-
samientos, etcétera. W. James decía que «objeto es tanto el objeto nominada hradipsiquia, el enlenlecimienlo de los pioicsos m u
tísicamente presente como su mero pensamiento». Hay la idea, ropsicologicos.

MA l'l'i
PROTOSENTIMIENTO. Sentimiento básico, de amor u odio hacia un ob- El diacrítico se refiere a que «el sentimiento es mío» (un senti-
jeto. El protosentimiento es elemental, sin cobertura cognitiva más miento adiacrítico es aquel que no se reconoce como propio: «Yo
que la precisa para la inmediata relación del sujeto con el objeto no odio a Augusta; es ella la que me odia a mí; a mí me es indi-
al que se ama o se odia. Es la primera etapa del desarrollo de la ferente»). El identificativo atiende al reconocimiento del tipo de
vida afectiva. sentimiento que se experimenta. El nominal acierta a designarlo o
PULSIÓN. El impulso es la conversión de una pulsión en acto. Las pul-
a parafrasearlo (lexitimizarlo).
siones son de dos tipos: eróticas y agresivas. La pulsión es un tér- SIMPATÍA. Sentimiento de aceptación del otro, o de alguna parte de él,
mino psicoanalítico. Equivale al protosentimiento. por sus cualidades de recepción y acogida.
RESENTIMIENTO. A diferencia del suspicaz, que se limita a sentirse afec- SUJETO. El sistema nervioso central es el sistema de (la vida de) re-
tado por algo que supone (fundada o no fundadamente) vejación lación del sujeto con el entorno. El sujeto es un sistema del cual
y desestima en su imagen pública, el resentido reacciona a su vez las funciones del sistema nervioso central (sensibilidad y motrici-
con hostilidad, pero, en tanto que se sabe en situación desigual dad, memoria, atención, fantasía, imaginación, raciocinio), son ins-
respecto de aquel del que se resiente, recurre a lormas solapadas trumentos para la relación en un mundo simbólico. Con esos
y tortuosas. A veces coexiste con la envidia, si la persona de la que instrumentos, el sujeto como sistema construye el modelo de yo
estamos resentidos es, además, envidiada. Pero no tiene que ser adecuado (Yo ad hoc) para cada situación o contexto. El sujeto es
así: «P está resentido con M por la faena que le hizo» no implica descriptible según los yoes que construye, es decir, según sus ac-
que P envidie a M. tuaciones. La identidad del sujeto, el self, es la imagen que los de-
SENSIBLERO. Exagerada o ñoñamente sentimental. más y él mismo se forman a partir del yo* que se construye para
cada situación.
SENSITIVO. Se aplica, a veces como motivo de un cierto rechazo, a
aquel que demuestra ser en exceso susceptible y tiende a atribuir TALANTE. 1. Actitud, humor o disposición de ánimo, buena o mala, en
en los demás intenciones perturbadoras contra él. Picajoso, quis- que una persona está para tratar con ella. 2. Gana. 3. Disposición
quilloso, que se ofende con facilidad. Kretschmer habló de la per- o actitud de agrado o disgusto con que se hace algo.
sonalidad sensitiva en este mismo sentido, como punto de partida TEMPLE. 1. Firmeza de ánimo frente a situaciones nociceptivas que
de delirios de alusión. El sensitivo, en grado menor, es suspicaz. comprometen seriamente la integridad corporal o anímica del su-
SENTIMENTAL. 1. Referido a los sentimientos. 2. Se dice de aquel que jeto. 2. Humor: «buen temple», «mal temple».
se emociona fácilmente, en especial en lo que concierne a expe- VINCULACIÓN. Todos los objetos empíricos en sentido amplio (personas,
riencias de tristeza y compasión. El sentimental se conmueve con animales, cosas, situaciones, es decir, todo lo que no es el su-
facilidad y además controla difícilmente la expresión de los afec- jeto) con los cuales el sujeto se encuentra «atado» por «lazos afec-
tos. 3. Sensible. tivos» (reténgase el carácter metafórico de «atar», «lazo») son vin-
SENTIMIENTO. Estado del sujeto caracterizado por la impresión afectiva culaciones. Las vinculaciones afectivas persisten a pesar de los más
que le causa determinada persona, animal, cosa, recuerdo o situa- diversos avatares, a pesar incluso de sentimientos contrapuestos.
ción en general. El sentimiento, al ser de menos intensidad que la Una vinculación afectiva con un hijo se mantiene pese a los senti-
emoción, es experimentado por el sujeto como algo que le acon- mientos de malestar e irritación por su conducta. La vinculación se
tece exclusivamente en el plano de él mismo como sujeto, más mantiene incluso desaparecido el objeto, entonces, claro es, con la
concretamente en el nivel anímico. imagen. Los objetos con los que se han experimentado profundas
y duraderas vinculaciones (padre, madre, un maestro, un objeto
SENTIMIENTOS. 1. Conjunto o repertorio de estados sentimentales de
amado u odiado, sobre todo envidiado) parecen regir muchos de
que puede disponer un sujeto situado en las más diversas rela-
los comportamientos del sujeto.
ciones con personas, animales, cosas, situaciones. Alguien tiene
buenos y/o malos sentimientos. Puede usarse como sinónimo de YO. El sujeto, en su dinámica y desarrollo, aprende a construii vocs
afectos. 2. Los sentimientos son «objetos mentales» del que los ex- adecuados a situaciones o contextos para el logro de una ichu ion
perimenta, y, desde el punto de vista semiótico, son connotaciones exitosa. El yo resulta, pues, de la precisa externalización del sujeto
que al sujeto le provoca el objeto. El asco, la antipatía que a Juan para su realización en un contexto determinado.
le suscita Antonia, son connotaciones de Juan (por eso pueden ser
distintas de las que Antonia suscita a Pepe). Como tales connota-
ciones poseen tres predicados: diacrítico, identificativo y nominal.

146 M/
Notas

1. Qué son los sentimientos


1. Recuérdese el concepto de apetito de los (ilósofos escolásticos, de ins-
piración aristotélica. Tomás de Aquino es quien ha definido el apetito como
una inclinación hacia algo por parte del alma. Aristóteles diferenciaba ape-
tito y deseo, este último una forma de aquél (libido lúe la traducción latina,
concupiscencia, cupiditas).
2. En este sentido, objeto es todo aquello con lo cual el sujeto entra en
relación. Por tanto, n o sólo son objetos los objetos propiamente dichos, ob-
jetos externos, sino también —en virtud de la reflexividad, propiedad del su-
jeto, merced a la cual, en parte o en su totalidad, se hace objeto para sí
mismo— los objetos internos.
3. No identificamos egocentrismo (el sujeto, centro de un eje virtual de
coordenadas, desde el que obtiene su perspectiva de la realidad y de sí
mismo: la realidad vista desde él; él mismo visto desde él) con el egotismo,
que alude a la tendencia utilitarista del sujeto en su vida de relación. La vi-
sión egocéntrica es insoslayable, aunque el esfuerzo por la objetividad y, por
tanto, su superación comporte como resultado ejemplar la concepción de-
nominada «científica»; la tendencia egotista, cuando menos en sus formas
rudimentarias, llega a ser superada en determinadas condiciones, o quizá se
trata de un intercambio en el sentido de la sublimación freudiana.
4. Es decir, del m u n d o interior, tanto del inmediato, del ahora, como de
los que componen su m u n d o interior habitual, fundamentalmente su pa-
sado.
5. En el texto se recogen en su m o m e n t o algunas autodescripciones
de depresivos, o de catatónicos una vez que ha remitido el cuadro clínico
correspondiente.
6. Véase Spinoza, en Apéndice B.
7. T. Lipps es un autor que se ocupó muy tempranamente también de la
conciencia de los yoes ajenos, así como de la conciencia de sí mismo. Como
filósolo fue tachado de psicologista, porque consideraba la psicología la
ciencia básica de la filosofía y hasta de la lógica.
8. El vocablo vo tiene tres acepciones en el universo del discurso psito
lógico: 1) la (supuesta) totalidad de la persona, definible e identilicable íes
pecto de las demás: «Este soy yo», «el yo de Paca»; 2) una parte del modelo
de aparato psíquico que contacta con la realidad exterior: «Yo estoy es( II
hiendo», «yo saludo a Patricio». Es la idea de Yo proveniente di- la dcnoini
nada segunda tópica ireudiana. Por el Yo el sujeto se debe al piuu ipio <\r
realidad; 3) la conciencia de cómo el sujeto es, merced a la ielle\i\ nl.ul 'Vo

<•!')
soy muy apasionado, no reflexioné lo suficiente». Con la expresión «estados is an emotion?, de 1884, y el de W.B. Cannon, The James-Lange Theory oj
del Yo», Lipps significaba que los sentimientos afectan a la totalidad del ser Emotion, de 1927.
humano (desde la conciencia misma al funcionalismo corporal). Pero «Yo» 18. S. Schachter, Emotion, Obesity and Crime. Nueva York, 1971. Más re-
no se debe identificar con el sujeto y mucho menos con el hombre en su cientemente, A. Ortony, G.L. Clore y A. Collins, en The Cognitive Structure oj
conjunto, para evitar confusiones. El Yo es un módulo del sujeto que éste
Emotions, 1988, han hecho un análisis meticuloso de los tipos de emoción
dispone precisamente para la relación con un objeto en un contexto empí-
y la estructura de la valoración.
rico, imaginado o fantaseado.
19. En nuestra consideración, no hablaríamos de privacidad sino de in-
9. A veces se dice: «No quiero enfadarme contigo que luego me quedo timidad de las emociones. Distinguimos entre espacio público, en el que lo
muy mal».
que se hace es para su exhibición; el espacio privado, en el que las actua-
10. El organismo es perturbado por los estímulos procedentes del ciones se exteriorizan necesariamente, pero se disponen marcas semánticas
mundo exterior o por las mismas respuestas que ofrece a éstos. para su no observación (cierre de ventanas, apagado de luces, habla en tono
11. Desde mi punto de vista, se trata de un paradigma para la bajo, etcétera); y el espacio íntimo, inobservable por principio, cualquiera
Psico(pato)logía, como lo fue para la Fisiología la relación organismo/me- sea el esfuerzo para que deje de serlo. Sobre esta cuestión véase C. Castilla
dio.
del Pino, comp., La intimidad, Barcelona, 1989. El concepto de privacidad
12. La refutación de Cannon a estas tesis es de otra índole, como vere- de las emociones en Descartes, Las pasiones del alma, trad. cast., Barcelona,
mos a continuación.
1972. Dispongo de la edición de 1656 de Opera Philosophica.
13. También las modificaciones que tienen lugar en la superficie corpo- 20. En la Neurología clásica se cuestionó la exploración de la sensibili-
ral son a veces notadas por el propio sujeto. Naturalmente, el que se rubo- dad. Se requiere ¡del paciente! que diga, por ejemplo, dónde y cuánto le
riza no ve su rubor pero sí sabe que está ruborizado por el calor que de duele el pinchazo de una aguja, si el dolor es más intenso en una zona que
pronto parece haberle subido al rostro. De ahí, la eritrofobia que tanto tor-
en otra. Se deja así a la apreciación del paciente. El problema se complica
tura a muchos.
aún más si se tiene en cuenta que a veces el paciente no puede moverse
14. En una consideración superficial, el sosiego es un no-sentimiento, en la línea de más/menos dolor (hiper/hipoalgesia), sino en la de una sen-
pero en verdad es un sentimiento como cualquier otro, aunque caracteri- sación nueva, una disestesia. Stein y Weizaecker hablaron de cambio de fun-
zado porque ninguno de los objetos que rodean al sujeto sobrepasan el um- ción {Funktionswandel), para referirse a cómo la lesión de vías encargadas
bral tras el cual los síntomas se viven como «perturbadores», ni en el sentido de la transmisión de impulsos táctiles o dolorosos no provocaban su aboli-
de la angustia, preocupación, tristeza, ni de la alegría o bienestar. El sosiego, ción (anestesia) ni su disminución (hipoestesia), sino una nueva sensación.
como se comprende, es muy distinto del aburrimiento, sentimiento inhe-
21. L. Wittgenstein, Investigaciones filosóficas, ed. bilingüe, Barcelona,
rente a la necesidad de experiencias que no se tienen. El aburrimiento es
1988. Especialmente págs. 243-258. Las cursivas son de W.
una frustración ante la imposibilidad de obtener relaciones estimulantes con
22. A. Kenny, Action, Emotion and Will, Routledge and Kegan, 1963.
los objetos que se desearía.
23. Para el concepto de inferencia mediata e inmediata ver J. Ferrater
15. Hasta hace pocas décadas, fue una tarea sugestiva la búsqueda de la Mora, Diccionario de Filosofía, 4 vols. art. Injerencia, Alianza Editorial, Ma-
especificidad expresiva de cada sentimiento, de manera que se pudiera leer drid, 1979. Y el artículo Inferencia, redactado por A. Church, en D.D. Ruñe,
en el rostro «la verdad» de lo que alguien siente respecto de nosotros: una Diccionario de Filosofía, trad. cast. Barcelona, 1969: «La inferencia es un
vieja inquietud. La fisiognómica, tan en boga en el xvm y xix (Goethe, Pi- proceso psicológico (no lógico, a diferencia de la implicación) que conecta
derit, Lavater, entre otros), respondía a esta pretensión, ahora bajo el pa- proposiciones afirmadas como verdaderas». Ésta es la razón por la que la
trocinio del naturalismo. Fracasada la fisiognómica —en la medida en que
inferencia tiene su validez en un determinado discurso, a diferencia de la im-
no hace posible una lectura correcta y sobre todo certera del estado emo-
plicación que, como regla lógica, tiene una validez universal.
cional que en ese momento padece el sujeto—, fue sustituida por otras in-
24. Sí en especies inferiores en la escala animal a la humana, pero no en
vestigaciones, como la grafología (De Crepieux-Jamin), igualmente fallida,
incluso en las formas más sofisticadas (a lo Klages). Lo que ha quedado ésta, en las que hay que contar con las posibilidades de disimulo y engaño.
confirmado hasta ahora es que hay emociones básicas que sí tienen expre- Por eso, las investigaciones acerca de la naturaleza y cuantía de los estados
siones específicas, como demostró Darwin en su obra de 1872 La expresión emocionales en otras especies animales sólo pueden ser extrapoladas a la es-
de las emociones en el hombre y en los animales (hay trad. cast.). Aun éstas pecie humana en lo que se refiere a los mecanismos neurofisiológicos, ¡pero
pueden imitarse —lo hacen a diario los actores—, lo que quiere decir que la no en los dinamismos psicológicos! Si no se hace se corre el riesgo de la an
fisiognómica nada dice acerca de la Habilidad del sujeto. tropomorfización de la vida animal (ob. cit., pág. 249).
25. Wittgenstein cae en la trampa que trata de salvar. Porque ¿cuándo
16. Affectus es el participio pasivo de afficere, que significa «poner en nos consta que se trata de un «caso real» si no tenemos posibilidad alguna
cierto estado» distinto al que se estaba. de verificación de lo que dice?
17. Para la tesis de James/Lange ver W. James, The Principies of Psycho- 26. Es sabido que W. Benjamín propuso distinguir Erlehnis v li/hnimi):
logy 1980, Nueva York. (Hay trad. cast.) La obra clásica de W.B. Cannon, (experiencia), esta última ligada más a lo histórico-coleclivo. I'nia .KI.II.II
Bodily Changes in Pain, Hunger, Fear and Rage, 2f ed, Nueva York, 1929. los conceptos: de un acontecimiento como nuestra guerra civil i .ul.i uim
Debe leerse la compilación de clásicos hecha por Magda B. Arnold, The tiene su vivencia; todos tienen la misma experiencia.
Nalnre oj Emolion, 1968. Contiene, entre otros, el clásico de W. James, What 27. Éste es el fundamento del detector de mentiras, de I.ni lic< miili- IIM>
ISO ÍM
en procesos judiciales norteamericanos. Se supone que el sujeto controla la «Nuestro propio yo se retrae al papel de espectador que no pertenece al
expresión del sentimiento en lo que ésta tiene de uso de músculos estriados, mundo, el cual, mediante este procedimiento, se convierte en mundo obje-
es decir, de inervación por el sistema nervioso central. tivo».
28. O sea, «con demostraciones claras». Expresamente, en Diccionario de 7. Salvo en circunstancias excepcionales, cuando el sujeto nota que no
la Lengua Española, de Vox; es decir, con signos o símbolos. se concentra, que le es imposible superar la distracción permanente, que
29. El término padecer se aplica preferentemente a los sentimientos que no recuerda lo que precisa, etcétera.
nos deparan dolor, pero también «por eufemismo, úsase con palabras como 8. Desde Descartes, este aspecto de la teoría de los sentimientos es abor-
[error, engaño, ilusión] para sustituir los verbos que corresponden a estas dado también autónomamente. Con Descartes comienza la moderna teoría
palabras o significar incurrir, estar», Diccionario Vox, ob. cit. de las emociones, pero ya antes (Aristóteles, Tomás de Aquino) se hace re-
30. Todas las láminas del Test de Apercepción Temática (TAT) se recogen ferencia concreta a las modificaciones fisiológicas que producen y se les
al final del libro, desde la pág. 379. confiere una especial significación.
31. Aquí doble y distintamente afectado: por la enfermedad y por los sín- 9. Sentir, apenas hay que decirlo, no es aquí la consecuencia de una sen-
tomas —la inmovilidad— a que le obliga. Los enfermos lo diferencian bien: sación (tales el gusto, el oído, la vista, etcétera) sino de un sentimiento,
«no me importa tanto la enfermedad que padezco sino esta inmovilidad (o afecto, emoción o pasión.
el dolor, o la disnea, o el insomnio) en que estoy». 10. Bertrand Russell hablaba de que no existía actuación humana, por
32. Se trata de tres láminas muy simples: cabeza de hombre, cabeza de intelectual que fuese, que no estuviera, por decirlo así, contaminada de con-
mujer y una mancha de tinta. Se reproducen al final del libro. notaciones egotistas, subjetivas, en última instancia preferenciales.
33. La simulación del éxtasis estético ante un cuadro es frecuente en el 11. El sujeto, cuando lo precisa, puede pensarse, es decir, pensar en
corro que rodea al guía de cualquier pinacoteca. cómo piensa; para ello debe prescindir del mero pensar en algo. Esto no
34. También la investigación fisiológica —en lo que respecta a circuitos ocurre con el sentimiento, que por mínimo que sea conmociona, conmueve
cerebrales y a las modificaciones bioquímicas— es mucho más fértil en el (literalmente, sacude) y por tanto se siente. El sentimiento se denomina así
ámbito de los sentimientos displacenteros (rabia, defensa, depresión, ham- precisamente porque además de tenerse se siente.
bre) que en los placenteros, en donde apenas contamos con aportaciones 12. Siempre en presente. El yo ejecuta y, apenas hay que decirlo, ejecuta
significativas. ahora. Otra cosa es que imagine el futuro. Pero imaginar el futuro no es ima-
ginar en el futuro, sino imaginar el futuro ahora. Lo mismo que recordar el
pasado es una evocación actual.
2. El sujeto. Los sentimientos en la arquitectura y 13. Hablamos de organismo humano, de sujeto en tanto sistema del or-
economía del sujeto ganismo humano, etcétera.
14. La conciencia, pues, no es el sujeto, sino condición para el mismo.
1. La importancia que concedo al modelo de sujeto me ha llevado a in- Por eso, mientras las actividades que caracterizan al sujeto dependen del
cluir en el Apéndice A el resumen de las tres conferencias que impartí en el córtex cerebral, ser consciente, estar despierto, poder actuar como sujeto de-
Instituto de Filosofía del CSIC en 1998 como Conferencias Aranguren. penden del sistema reticular ascendente, localizado en el tronco cerebral. Es
2. Es preferible utilizar el término sujeto, que hace alusión a los siste- una función básica.
mas cognitivo y sentimental, y no el de persona, individuo, hombre. El su- 15. En la enfermedad de Alzheimer lo que se pierde es la memoria evo-
jeto se refiere exclusivamente a aquel sistema del organismo mediante el cativa. No se recuerda haber desayunado, lo que quiere decir: yo no he de-
cual éste adquiere conciencia de sí mismo, y, en suma, sabe quién es él y sayunado, no he sido —permítaseme la expresión— desayunador; no se re-
quiénes los demás con los que interactúa. conoce a la esposa como tal, luego no he sido marido, y así sucesivamente.
3. Lo han reconocido los pioneros de la psicología cognitiva (Bruner en- Esto es válido aun cuando en el comienzo la enfermedad de Alzheimer se
tre otros), de vuelta de investigaciones meramente instrumentales. define, de modo muy simple, como la pérdida de la memoria a corto plazo
4. Y si lo es lo es metafóricamente, en tanto formación mental, y, por (la antigua «memoria de fijación»). Pero la memoria a corto plazo sirve no
tanto, en la misma medida en que lo son todas las representaciones men- sólo para el dato concreto sino para la situación concreta, el contexto en el
tales. que se actuó. La memoria a corto plazo es también evocativa, aunque de si
5. Es un tema usual en ciencia ficción: el robot adquiere iniciativa y se tuaciones recientes. Los psicólogos de la memoria han multiplicado ¡lincee
rebela contra su inventor. sariamente los géneros de memoria. Sobre la memoria puede verse el va
6. La psicología sigue siendo —salvo en la faceta de la psicología de los lioso trabajo de Ruiz Vargas, La memoria humana, Alianza, Madrid. I'J'M.
procesos comunicacionales— el paradigma de una ciencia premoderna. Cuan- También resulta interesante la compilación del mismo autor Claves de la me
do desde hace décadas hasta la física introduce el sujeto observador, la psi- moria, Trotta, Madrid, 1997.
cología, que en realidad debiera ser la ciencia del sujeto, y desde él la de 16. La patología del sistema del sujeto en las neinosis v psuosis es un
los instrumentos con los que actúa, aún trabaja sin él. Véase a este respecto campo de experimentación natural de sumo interés, v la ulili/ai ion en el <l<-
E. Schródinger, La mente y la materia, trad. cast. Madrid, 1958, pág. 47 y un modelo de sujeto es el futuro de la Psico(pa(o)logia.
sigs. Schródinger critica aquellos que «excluyen al sujeto cognoscente del 17. De aquí que la interacción se rija poi la lófiía no inonolon.i o di i \
dominio de la naturaleza que nos esforzamos por comprender». Y añade: ccpcionalidad: «.I loba v agrede a su madre, peí o es bueno cu el loiido \ ,

152 Vi <
podría invertir del modo siguiente «J da limosna a los pobres y quiete mu-
cho a los niños, pero es malo en el fondo» 3. Función de los sentimientos
18 No es que se exija hablar asi, pero esta exigencia debe sobieenten- Vinculación desiderativa sujeto/objeto
der.se en el discurso conveí sacional, pese a ser este un habla no bien for-
mada 1 No es nunca asi, por supuesto Por eso, el juicio que aun en estos ca-
19 Figmación, de uso coloquial, es un teimino apiopiado en este dis- sos hace el sujeto de esa realidad no contiene solo los juicios de hecho que
curso Uno se relaciona con aquel que se figura que es (que tiene la inten- se derivan de la vinculación cognitiva, sino esa íorma elemental de vincula-
ción P, que piensa de mi Q, etcétera) Mi actuación es, pues, resultado de ción afectiva que supone este rudimentario juicio de valor «esto me gusta»
una teoría o supuesto acerca del otro, cuando menos en orden a la actua- (o «no me gusta»)
ción que me propone El termino figuración tiene ademas la ventaja de que 2 B Russell, An Inquiry into Meamng Truth, 1940
respeta el concepto de representación Ambos sujetos de la interacción se fi- 3 Véase mi trabajo Alucinación negativa, en C Castilla del Pino, Cua
guran, es decir, representan el uno anle el otro renta años de Psiquiatría, Madrid, 1987
20 El ingles distingue entre piejudge (prejuzgar) v piejudwe (prejuicio, 4 Kurt Goldstein fue el primeio que señalo este tipo de alteración cog-
parcialidad) nitiva —incapacidad de abstracción— en la esqui/ofiema La había señalado
21 El tema de la haison cogmtivoemocional es muv actual El libio de antes en las afecciones orgamco-lesionales del cortex cerebral
Goleman, Inteligencia emocional, es un ejemplo de ello Pero su éxito pro- 5 Vittual quiere decir «como si» (en el sentido de la filosofía del ais oh,
cede de haber sabido trasladar al publico general un tema que esta en el ám- de Vaihinger)
bito técnico desde hace ya años Asi, poi citai algunos autores que se han 6 Nótese que no hablamos de sentimientos positivos y negativos para
ocupado de la cuestión, el trabajo de Jhonson-Laird, Basic Emotions, Ratio- los de aceptación y rechazo lespecüvamente, poique los sentimientos posi-
nahtv, and Folk Theory, el de Robinson, Emotion, Judgment, and Déme, el tivos pueden llevar en ocasiones a la calastiole, y en ese caso la positividad
de Rorty, hxplaimng Emotions, y los de la escuela de Kiew (Sorpola Turski, podría quedaí en entiedicho Por el contiatio, si odiamos el crimen, ¿no es
Solomon, entre otros), que se interesan por las relaciones entre Racionali-
esto positivo y no dejaría de tener sentido calilicaí de negativo al odio en di-
dad y Emoción (Theoria, 34, Enero, 1999)
cho contexto'
22 Una pteciosa selección de retratos en Ricardo Senabie, El retí ato li 7 La catectizacion freudiana supone la hbidmahzacion del ob|eto por el
terano, Antología, Madrid, 1997 sujeto El nexo entre ambos, en la doctrina lieudiana, eia de naturaleza h
23 E H Enkson, Identidad, Juventud y Crisis, tiad cast , Madrid, 1980 bidmal, es decu, ei ótica Peí o esta es una teona cuya comprobación no es
También, del mismo, Infancia v Sociedad, trad c a s t , Madrid, 1959 factible
24 La corporalidad se iefieie al cuerpo como entidad fisiológica La cor 8 Este punto es de suma importancia en la vida cotidiana de cada cual
poreidad la incluye, ademas de los dos aspectos a que se hará alusión ense y aun mas en la patológica Estos objetos con los que estamos vinculados
guida por la aversión se constituyen en objetos amenazadoies Haberlos apartado,
25 Para todas estas cuestiones concernientes a las áreas o parámetros alejado, desprestigiado, etcétera, no significa que no existan pueden volver
sobre los que se constituye el self véase C Castilla del Pino, Introducción a Por eso son ob|etos amenazadoies y, llegado el caso, persecutorios, como
la Psiquiatría, 4 ' ed , dos vols Madrid, 1993 La taxonomía del self se ha ocun e en el delirio de persecución Tratare de esta cuestión en su momento
mostrado útil para describir los graves motivos de sufrimiento por el reco- Con los objetos odiados no solo estamos vinculados de hecho sino que he
nocimiento de la insuficiencia en una o mas de las áreas del self, y también mos de estarlo ex profeso poique constituyen una amenaza Es el precio que
para, puestos a no aceptarlas, dehiar en un tema especifico Nunca se ha- se paga por su alejamiento de nuestro entorno El odio cuesta, odiar exige
bían dado criterios plausibles para la clasificación de las paranoias un trabajo mayor que amar
26 En forma de racionah/aciones, que se constituyen en defensas frente 9 Tomamos el concepto de «miocidad» de Horowitz Lo utilizaremos
a los fracasos y agresiones al S en una determinada área del self, a un paso postenormente
de la construcción del delirio en esa atea piecisamente, como una forma de 10 Atimia, de tunta, afectividad, y a, partícula negativa Adiaforia (véase
e n o r necesario Véase a este respecto Castilla del Pino, El delirio, un error autismo adiafonto en mi Introducción a la Psiquiatría, ob cit, vol II), de día
necesano, Nobel, Gijon, 1998 foia, diferente El termino adiafora lo he extraído de los reformadores ale
27 En la entievista, a la pregunta «¿En que no se acepta de si mismo'», manes, paia quienes lo esencial era la fe, y los rituales y practicas eian i o
la respuesta mas frecuente es «En todo» Luego se le demuestra que no es sas indiferentes, adiaphoras Decía Aristóteles que el estado de animo
para tanto adecuado paia la lilosofia —esto es, p a i a la indagación objetiva di la u.ih
28 W James, Compendio de Psicología Madrid, 1916 dad v del mundo— era la melancolía Esto es cierto, si se IICIR n i i iu ni.i
29 En contra de lo que a primera vista puede suponerse, el maquillaje que en la melancolía existe con fiecuencia un apagamiento lal di los s( ni i
corporal no esta las mas de las veces al servicio del yo erótico, sino del es- mientos que conduce al sujeto a u n a visión «reahsla» (v poi tonsipiic nl<
tético en sentido estricto descarnada) de lo que las cosas son Hegel d e h m a esta ai liluil di <>l iodo
como «pasión fna», en la que se t r a t a n a de hacei comp.ilihli i I mi» i> \ la
objetividad
11 Vcasc mi ti abajo Ilusión también n i ( I W K I I / I / <>li * 11

354
V. i
mano acaba por depararle un empobrecimiento emocional, de manera que
se convierte en atimia —sin afectos— No en balde las lesiones del Parkin-
4. Función de los sentimientos. Expresión son afectan al sistema talamoestnado, y especialmente a la sustancia mgra,
y comprometen circuitos relacionados directamente con la producción v ex-
1 En nada difiere, pues, de la consideración sindromico-smtomatica de presión de los sentimientos
la patología general Un momento patológico esta caracteiizado por sínto- 12 La hteratuia sobie la expresión de las emociones es amplísima
mas dependientes de las modificaciones que la causa morbosa produce en Desde la antigüedad existe un enorme ínteres por ofrecer un código de las
el organismo (en los distintos aparatos y sistemas del mrsmo) El conjunto expiesiones que peí mitán una intei pretacion univoca acerca de lo que siente
de los síntomas compone el síndrome (síndrome menmgitico, esqui/ofie- «el alma» del otro, para que deje de ser el enigma que es y se sea capa/ de
nrco demencial, etcétera) La semiótica como ciencia general de los srgnos adivinado Muv curioso es el libro de Ibn 'Arabí Al-Ra/i, de Murcia Dos caí
comen/o como semrotica medica en Hipócrates, que la inaugura tillas de Fisiognonuca, Editora Nacional, Madrid, 1977 De Julio Caro Baroja
2 En el léxico fisiológico, entero y exteroceptivas, respectivamente se leerá con ínteres y piovecho su La cata, espejo del alma, Histotia de la Ft-
3 Las citas senan interminables, peio íecueido ahora a Dutoy, de Bel stognomica, Circulo de Lectores, Barcelona, 1987 Dos elasreos Ch Darwm,
Ami, de Maupassant, al Magistial de La Regenta, de Clarín, al Donan Grav, La expresión de las emociones en los animales v en el hombre, trad c a s t , Ma-
de O Wilde, y a Julián Sorel, de Rojo \ Negro, de Stendhal Tartufo, de Mo- drid, 1984, y K Buhler, Teoría de la expresión, liad cast , Madnd, 1950 Paia
liere, es la concreción practica de esta teona De Denis Diderot es esto que las p n m e r a s etapas de las emociones en el niño, tanto respecto de la expre-
sigue «¿Acaso no habla la gente en sociedad de un hombre que es un gian sión cuanto del reconocimiento de la misma, Paul H a n i s , Los niños \ las
actor? No se ichere al hablar asi a lo que siente, sino a sus excelentes ca- emociones, trad cast , Madrid, 1992 Una levision hasta el día de la expre-
ractensticas a la hora de simulai, aunque no sienta nada» (La paradoja del sión de las emociones en M L Knapji, f ssencials of Nomeibal Communica-
comeduuüe, véase nota 5) tion, Nueva Yoik, 1980
4 De aquí que muchas veces se sepa que nos hemos l u b o n / a d o o que 13 Tanto da egotismo cuanto narcisismo, paia usai de la tei minologia
sentimos miedo, y se ti ate poi todos los medios posibles de evitar que en el fteudiana A Fieud se debe un análisis meticuloso del naicisismo y su srg-
futuro tales expresiones se repitan Es motivo de consulta la queja de que al nificacion como motivación ultima del compoilamienlo humano Cl f leud,
sentimiento mas tenue siga una expresión desproporcionada El análisis de Introducción al narcisismo, en Obras comjAelas, 3 vols ya c íl
estas situaciones, por ejemplo, de entrofobia, revela que en manera alguna 14 Esta es la dinámica de la intetacción con el hislciico lambien en el
es desproporcionada la sintomatologra expresiva, poique el sujeto se juega depiesivo no se descarta que aparezcan íepioches a los demás, bu n de nía
mucho mas que el contacto con el otro, a lo que teme es al fi acaso tras el neia directa e indisimulada, bien, como señalo Fieud en la pina \ la me
mrsmo lancolia, bajo el c a n / del autoneproche, en el londo auloexaltaloi IO Cl
5 D a i u i n habla de la expresión de las emociones en el hombre y en los Fieud, en Obras completas, Biblioteca Nueva, Madnd O t u i i c sin embaígo,
animales (véase Daiwin, supra), pero no paiece drstmgun entre exteirori/a- que el victimismo —hoy muy frecuente en la medida en que la depiesion se
cron y expresron En la especre humana no todos los sentrmientos se exte- ha conveitido en un problema social— se lianslonna a su ve/ en una caiga
nor r/an, nr todos los que se e x t e n o n / a n se expresan, \ en ocasiones se ex- de la que a veces se ansia salir y no se sabe como Ls el caso del simulador,
terion/a lo que no se srente (se simula) A este respecto, serra provechoso que ha de seguir simulando, a veces incluso en su piopia casa y entre sus
reconsiderar la tesis de Diderot en La paradoja del comediante (trad casi (amillares, a quienes hizo cieei lo mismo que a la empresa
Colección Universal, Calpe, Madrid, 1925) 15 Véase a este respecto el libio de T S/as/, El mito de la enfermedad
6 La duda del celoso tiene su origen en la impotencia, es decir, en la mental, trad casi , Buenos Alies, 1973 La lecha de la publicación original
conciencia mas o menos clara de su incapacidad para ser objeto deseable v es de 1961 Este texto —cuvo titulo es, en mi opinión, desalortunado— debe
obtener de este modo la vmculacron del objeto que desea sei sometido a una discusión iciterada Constituye una apoitacion de pn-
7 David Hume, Ti atado de la natmaleza humana, volumen 2 trad cast , mei oí den a la teoría psico(pato)logica
Barcelona, 1981
8 Ernsl Cassner, Anttopología filosófica liad cast 1944
9 Véase E Bleuler, Afectividad, sugestibilidad paranoia tiad cast , Ma- 5. Función de los sentimientos. Organización
drid 1942 Se ti ata de un clasico del pensamiento psicopatologico axiológica y subjetiva de Ya realidad
10 No deja de ser mteiesante llamai la atención sobre el hecho de que
una expresión «falsa» es decir que no se coi responde con el segmento in- 1 Esta sera la pehgiosa «tacionah/acion» que muchas veces se hace ank
timo de la emoción que se expenmenta, puede conveitirse en una expresron el objeto odiado Odiai a P es dalle demasiada categona, debemos cambial cl
estándar Asi hav quren «va de simpático» o «va de seno» o «de sabio», et- odio poi el máximo desptecio, es decn, la inexistencia Peto una cosa es que
cétera Hav piolesiones que han de sei desempeñadas por personas que han se loi mulé veibalmente —P no existe para mi— y otia que i cálmenle se umsi
de apiendei a expresai una emoción determinada, por ejemplo, de sumisión ga que P no peí tene/ca al giupo de los objetos del campo pciccplivoi H pu
simpática, peí o sin que caigan en un plus de la misma, poique entonces se sentacional del su|eto Sobre el mecanismo de la tacionah/acion ln <k II.ILII
conxei tina en una oficiosidad desagradable enseguida, poique constituye un pioceso de a|uste/delensa de uso iunslaiili
1 1 Fs inleiesante advertí! a este íespecto que la amimia del parkmso en nueslias i elaciones con los ob|eto de la i calidad y ton nosotuis mi -.• 11< >

^56 < >/


2 La importancia del cuerpo deriva de que es, el órgano de expresión del dos pueden ser falsados (P tiene 170 cm de estatura), pueden ser mas y mas
su|eto, el lugar para el yo que el sujeto construye El cuerpo, como se des- precisados Nada de esto puede llevarse a cabo con los atributos (véase
ci ibe en el Apéndice A, es instrumento del sujeto, pero también su soporte, C Castilla del Pino, Intioduccion a la hermenéutica del lenguaje, Barcelona,
la condición necesana para el mismo Toda la preocupación por la corpo- 3 ' ed 1973)
íeidad —por la estética, la fisiología el vigoi— no se concibe sino en tanto 11 La literatura sobre los valores es inabarcable Los puntos de vista ob-
son sopor te y asimismo cualidad del sujeto jetivistas en Hartmann, Ontologia, en Scheler, Etica, 2 vols , en Ortega, Que
3 Carece de sentido hablar de habitats mejores o peores desde un pun son los valores, entre muchos La tests de la subjetividad del valor en Kant,
to de vista «objetivo», porque se trata de un valoi y, por tanto, es subjetivo Critica del juicio Moore, Principia Fthica, trad catalana 1987, en Russell,
debe hablarse de habitats propios o extraños En la patología observamos Fundamentos de Filosofía, trad cast 1956, en Stevenson, El significado emo-
una situación que puede ser ilustrativa las depresiones por mudanza Los tivo de los términos éticos, en Ayer, ti positivismo lógico, trad c a s t , 1965, en
ajenos a ella no comprenden como srendo el habitat nuevo mejor que el que Ayer El Concepto de Persona, trad cast 1969 El punto de vista de Witt-
abandonaron, este sea el preferible, ahora objeto de la nostalgia «Como en genstern en Conferencia sobre etica, trad cast , 1989
la casa de uno, ¡ni en el cielo'», dice un proverbio 12 Antón Chejov es quizá el autor mas sensible a la detección de la re-
4 Baste decir lo siguiente el conhado y maduro opera con «lo que me levancia emocional de acontecimientos de este tipo, tanto en sus cuentos
parece que es, es, peto hay otros pareceres que podrían ser también» el des como en sus dramas El tío Varna, El jardín de los cerezos
confiado y suspicaz opera con «lo que me parece que es, es» De aquí la n 13 Ahora, con la modernización de nuestro país y la practica del divorcio
gide/ y el dogmatismo del suspicaz, fíente a la flexibilidad del que aplica en un numero cuantioso de casos, se observan también depresiones en alguno
justamente la lógica de la excepcionahdad de los padies —generalmente la madre— por el drvorcio de alguno de los hi-
5 Aparte los cometidos que le son propios, la piactica del TAT es alta jos, por lo que supone de desestructuia del contexto familiar, donde cada cual
mente pedagógica enseña al probando a distmguir entre denotación e m —hijo nuera, hija yerno, nietos— ocupan su «sitio»
terpretacion, los valores de veidad que cabe aphcaí a la primera y no a la 14 J J Rouseau, Confesiones, trad cast de M Armiño, Madrid, 1998,
segunda, y, en consecuencia, a plantearse una epistemología c o n e c t a Jules Renard, en Diario, 1887-1910, cree contradecrr esta consideración
6 Asistimos ahora a la crisis del psicoanálisis como practica terapéutica rousseaumana con algo que también es veidad, porque no se le opone y por
inútil y como doctrina cerrada y pretendrdamente única y la mas «pro tanto no la mega «Estoy hecho como todo el mundo y si consigo verme en
funda» respecto de la mtei pretacion de la conducta Esta crisis es atnbuible mi espe|o sólidamente colgado, veré a la humanidad casi entera» (anotación
en buena parte al irresponsable comportamiento intelectual de la mayona del 1 de eneio de 1897)
de los psicoanalistas Es el momento de hacei balance de la contribución del 15 Para este punto, véase M Weber, El político y el científico, trad c a s t ,
psicoanálisis a la psico(pato)logia No es este el lugar para llevarlo a cabo, Madrid, 1967 En el mismo Weber, sus consideraciones acerca de la etica del
pero respecto del tema que nos ocupa, los mecanismos de proyección e capitalismo, en Ensayos sobre sociología de la religión, 3 vols trad cast , Ma-
identilicacion, los de la racionalización, y en general los mecanismos de de drid, 1987 También Simmel, Sociología, trad c a s t , Madrid, 1925
fensa, son aportaciones a mi modo de ver definitivas
7 Aunque la producción piagetiana es muy extensa, para este tema reco-
miendo al menos estos dos textos La formación del símbolo en el niño trad 6. Causa y motivo de los sentimientos
cast 1966 y, en colaboración con Barbel Inhelder, Génesis de las estiuctu-
las lógicas elementales, trad cast 1967 De este ultimo texto me interesa el 1 « f Por que ante el mismo estimulo una veces reacciono con ira y otras
capitulo de «El ' todos' y el algunos y las condiciones de la inclusión», asi con tolerancia o, incluso, complacencia' ¿Por que un hecho tan cotidia-
como «La inclusión de las clases v las clasihcaciones jerárquicas», con su no como contemplar a alguien querido coger la t a / a del desayuno puede
ejemplari/acion en la clasificación de las flores y de los animales precipitarme, según el día, del agrado a la repulsión extrema'» (M Giralt
8 La tendencia a subsumir en el mismo conjunto o clase a todos los ob- Torrente, París, Anagrama, Barcelona, 1999, pag 157) «Ni siquiera nuestras
jetos odiados se mantiene bastante tiempo a veces hasta pasada la adoles reacciones, las respuestas que damos a un mismo estimulo, son rguales
cencía e incluso en muchos casos persiste en la edad adulta La razón de ello siempre» (pag 107) Esta excelente novela es una teoría de los sentimientos
es que el objeto odiado pone en cuestión nuestra autoestima (nos odia le so- especialmente poi lo que concierne a la movilidad interior de los procesos
mos antipáticos, luego nos valora negativamente) y, por lo tanto, atenta con emocionales De hecho, toda la historia de la literatura esta hecha a pailn
tra el objeto mas importante y que mas interesa al sujeto el sujeto mismo de la consideración de la primacía de los sentimientos en el comien/o, di
9 Dicho sea de paso esa es la pretensión del totalitarismo la informa curso y final de la \ida de todos los seres humanos
cion total y de todos Véase la clasica novela de George Orwell, 1984, trad 2 Kafka ha descrito como lograba convertir el «cumulo de malí i i.ili s
cast Destino Barcelona, 1990 en objetos mediante el «esfuerzo de ver las cosas del mundo» y asi i n un i
10 La distinción entre piedicado y atributo, piedicado veibal el p n legión vasta aunque todavía inacabada» F Kafka, Descripción di una liu ha
mero predicado nominal el segundo, me parece fundamental Mientras los tiad cast en La Condena Buenos Aires, 1958
predicados son piopiedades del objeto, lo atributos son propiedades atri 3 Ya sabemos que al recordar tiene lugar un intercambio di u i hl< <>lm i
buidas por el sujeto al objeto, no falsables por tanto susceptibles de ser m en la smapsis de las neuronas comprometidas al efecto l ' u i i i si ( ni \
tcicambiados (hoy el malo deja de serlo y pasa a ser bueno) Los predica que la condición necesaria para que cada ve/ que en los ullimn ni < M U

358 \ i')
un violin me venga el recuerdo de la figura de Yehudí Menuhin, con quien 14 Para nuestro uso en la consulta, ideamos hace mas de trernta años
tuve el privilegio de pasar dos días poco antes de su muerte un repertorio de tres laminas muy simples Piecisamente se trataba de ob
4 «No nos podemos fiar de como creemos que responderemos ante un tenet escaso material, con objeto de que pudrera ser asequible el análisis de
estimulo determinado No hay constantes ¿Que es lo que nos afecta o con- las pioposrciones emitidas Como ya hemos comentado consta del dibujo
mueve y por que p No podemos detet minar lo ni siquiera en las respuestas de la cabe/a de un hombre, del de la cabe/a de una mujer (procedentes de
mas automáticas, en las que conlorman nuestro carácter », M Grralt To un paciente italiano anónimo) y un borrón de tinta (a semejan/a de alguna
rrente, Parts, pag 106 de las partes de una lamina del psicodiagnostico de Rorschach) Al test di
5 Lo hay desde el punto de vrsta jundrco, moral, cultural, es decrr, desde mos el nombre de Test para la Hermenéutica de Proposiciones (THP) So
un punto de vista convenctonal y consensuado, pero no psrcologico cuyo bre el análisis computacional de los resultados J M Valls Blanco hr/o su te
fundamento es, precisamente, la funcionalidad del srstema del sujeto Para sis de hcenciatuia
el jurista, la manipulación sobre un mdrviduo en coma atenta a un sirje 15 Distingo entre imaginación como proyecto mental para una reah
to, en tanto en cuanto muy cautamente juzga que mientras el orgamsmo dad factica y disciplinado precisamente por la i eahdad y fantasía, como
viva, el sistema del sujeto podría ser restablecido constiuccion mental sustitutiva de la realidad, en la que carente del con
6 Para el sujeto hay dilectamente significantes, es decir, objetos, a dife- trol de la realidad exterror, cursa de manera desordenada, vagorosa, indis
rencia de lo que ocuire en el organismo con las sensaciones, que pueden ciplmada
darse por si mismas (el estimulo táctil, doloroso, acústico o visual, etceteía) 16 K Jasper s, Allgemeine Psychopalhologw, 1 ' ed 1913 5 ed , 1945 De-
y no como perceptos, que son ya objetos sigmficatrvos y por tanto simboh hnitivamente desanollo este supuesto K Schneidei, Psicopatologia clínica,
eos Sobre esta cuestión me extendeie de inmediato 3 ' ed Madrid, 199°
7 Leech las incluye en los siete significados del concepto de significado 17 Véase mi libio Un estudio sobie la depiesioi,, 9' ed , Barcelona, 1991
conceptual, connotativo, estilístico y afectivo, reflejo, conlocativo, asocratrvo La primer a es de 1976
y tematreo Cf Leech, Semántica, trad cast , Madrrd 1 l ed 1974,2 ed (muy 18 Por primeía vez en Psicopatologia de la vida cotidiana, 1900
revisada), 1985 La cuestión termmologica se aclararra sr en ve/ de srgnrfr 19 Los psicopatologos clasicos (Bumke, K Schnudei ) senalaion que las
cados habláramos, respecto de un objeto, del signrfrcado prrmero, denota- distimias eian depiesivas con fuerte tonalidad ni ilativo agíesiva nunca
trvo («esto es una mesa») y los restantes significados derivados del antenoi maniacas euloncas Paiecc que hay pocas dudas aceica de que las motiva
como significados connotativos Por ejemplo «El niño esta triste me le clones de una eutona no tienen por que ser ocultadas, en contiasle con lo
cueida a mi hermano, a quien mi padre encerraba para que estudíala No que ocurre en las distimias depresivas
me gusta nada verlo Me recuerda cosas tristes, mcluso terribles Prefiero 20 Véase también Caita alpadie, de F Kafka Una conti ibucion al anali
no segurr» (Protocolo de la lamina 1 del TAT) sis de este texto en mi articulo titulado «Caita al padie una apioximacion al
8 Concausas es un termino que usaron los escolásticos paia referrrse a hombie» en C Castilla del Pmo, Temas bambú cultura sociedad Baicelona,
la causa adecuada, a la causa concomitante, formal, per se, primera, se- 1989 Si es factible reducir el pioblema de este texto a unas pocas palabias
gunda, etcétera Kalka oscila entie culpar al padre y aceptar su aversión a el y no culpailo,
9 Motivo (de motivum), «lo que mueve, algo que mueve» Hay una di amallo a pesai de todo y reconoceise como una niemediable catastrole
recta relación entre causa y motivo, pero, como dice Feírater Mora «un
análisis de expresiones de la forma "a es causa de b" muestia que no es
siempie posible tiaducirla a expresrones de "a es el motrvo de b' » (Ferrater 7. Evolución sentimental
Mora, Diccionario de Filosofía, Madrrd, 1979, sv Motivo)
10 Cf mr trabajo C Casulla del Pmo, «Interpretacron, mterpretado, in 1 Algunos estudrosos del pioblema (Field Woodson, lecientemente
teipíete», Theona año VII, octubre de 1992 Numero especial Reissland) han sugendo que la imitación de expresiones (aciales tiene lugar
11 Jules Renaid tiene que decir en su Diario 1887 1919 (tiad cast Bai- a los dos o tres días del nacimiento Natuialmente, se tiata de una ínfeien
celona, 1998) «|Pues bien, no 1 No quiero a mi mujer, no quieto a mis hijos cía no de una deducción, por tanto, de un mero supuesto
Solo me quiero a mr A veces me llego a preguntar ¿Que sentina si m u ñ e 2 Véase a este respecto los tres trabajos de M Klern v Joan Rivieie a g m
s e n ' Y por lo menos anticipadamente no siento nada, nada, nada» (del día pados en la versión castellana con el titulo de Las emociones básicas del
22 de octubre de 1896) En otra ocasión (septiembie de 1896) hace esta hombre 1960 Pese al elevado coste especulativo, se Uata de apoi taciones de
declaración qut pocos tendrían el valor de llevar a cabo «Lo mas duro de indudable ínteies
mrrar cara a cara es el i ostro de una madre a la que no quietes y que te da 3 El adulto poi cierto responde a estas expresrones y las mas de las
lastima» veces de la manera requeirda por el recién nacido, obteniendo este satisfac
12 Una expiesion coloquial a este respecto «\a voy preparado para cion y placer lo que podemos considetai la prueba de que el signilicado di
verme con P Se por donde me va a salir cuando le diga a lo que voy» la i espuesta del recién nacido cía la adecuada
13 Esta es la base del analrsis interminable en el sentido de Fieud 4 H G Furtch Kntmledge As Desire An Esscn on treud and Pia^il ( o
Cf Fieud, Análisis ternunable e interminable, en Obras completas vol III lumbia Umversitv Press, 1987
Madiid Sobre una base scmiologico semántica he sostenido la tesis que 5 Cf J J Campos eí a/ Handbook of Cluld Ps\cholog\ vol II NIKV.I
aquí enuncio en Intiodiiccion a la Psiquiatna, 2 vols , 4 ' ed , Madnd 1993 York 1983

360 «>l
6 Las interpretaciones de primer nivel son las que inmediatamente se sujeto) es expulsada fuera del sujeto y manipulada como si tuera vo/ de al-
derivan de la denotación del objeto, o sea, el significado referencial o deno- guien
tativo Véase capitulo 6, apartado 6 19 La ambivalencia es concebida como la coexistencia del deseo de po-
7 Los objetos han de ser desambiguados para su denotación lo mas pre- sesión y de rechazo de un mismo objeto Si nuestra tesis de la fragmenta
cisa posible Si no es posible, a la ambigüedad del objeto corresponde el sen- ción del objeto es valida, la ambivalencia no es tal, porque cada parte del
timiento de perplejidad objeto es considerada por si misma, de modo que una parte del mismo es
8 Las asevet aciones procedentes o inspiradas en la teoría psicoanahtica retemblé y otra rechazable El adulto puede decir «este niño me quiere y me
son afirmaciones no contrastadas, y solo valen, en lo que valen, como infe- odia», pero en verdad le quiere en la medida en que ahora le es bueno, le
rencias o conjeturas cuando se hacen a partir de observaciones odia en tanto que antes le fue malo
9 Pienso que el origen de la conciencia de si ha de derivar a fortion de 20 Me veo obligado a tratar aquí, aunque lo haré someramente, lo que
la conciencia de lo que no es si-mismo, es decir, lo otro, el otro, lo externo, en puridad corresponde al capitulo ulterior, el 8, que ti ata específicamente
lo ajeno Y que en un primer momento, en la etapa de que tratamos, aun no
de la tipología de los sentimientos
existe para el niño una barrera separadora entre el y lo que no es él
21 En el adulto ocurrirá igual y la distinción depresion/pena es en ge-
10 Es sabido que el hecho de que en el momento del nacimiento el niño
neral fácil Es infrecuente, por otra parte, encontrar depresivos que aunen
no ostente sus reflejos de prensión y succión es sintomático o de que no ha
la pena y la depresión (melancolía) con la agresión, aunque a veces lo pa-
nacido a su tiempo o de que adolece de una inhibición del desarrollo cere
í e / c a En un caso en el que intervine como perito, una enferma depresiva
bral
intento el suicidio con sus cuatro hijos pequeños lanzándose al Guadalqui-
11 Se ha reconocido que el ser humano necesita una «gestación» fuera
vir, perecieron los niños salvándose ella el estudio ulterior a este hecho
del claustro materno de tanta duración, cuando menos, que la que preciso
en su interior mostró que no se ti ataba de agresividad hacia ellos, sino de protección Era
tal el sentimiento de desvalimiento ante la vida por vivir, que trato de elu
12 Cf E H Eiíkson, Infancia v Sociedad, trad c a s t , 1959
dirlo, extendiéndolo a los niños, haciendo lo que se ha denominado un sui-
13 Las que llamo posibilidades intermedias son el equivalente en el
cidio «ampliado»
adulto a «en parte si, en parte, no», o «antes, si, ahora, no»
14 Muy frecuentes son en algunos adultos la persistencia del chupeteo 22 Véase el Apéndice D dedicado a la envidia y a la relación envi-
del dedo o, para lograr dormirse, a veces el de la sábana o la almohada dioso/envidiado
15 En la teona que aquí desartollo, la fragmentación del objeto es una 23 Lid/ et al , «Intrafamihal Envrronment of the schi/ophremc patient»,
constante en la vida de relación del ser humano y no patrimonio exclusivo de Atch of Neurol and Psvchiat 79, 1958
la primera infancia, como aseguraron los psicoanalistas, sobie todo los 24 La privación de interacciones deseadas constrtuye el modulo que ca-
de la escuela kleimana Dicho con otras palabras el hombre no alcan/a racteriza las que denominaremos personalidades inhibidas, con un sentí
nunca la aprehensión de la totalidad de un objeto externo o ínter no Cuando miento de pudor ante la exhibición de áreas de su corporalidad eiótica (in-
parece lograrlo, ha convertido en realidad al objeto en un constructo pura- hibición en la inteíaccion sexual propiamente dicha), energetrea (del vigor),
mente mental, como ocurre con conceptuah/aciones como «hombre», «cos- estética (inhibición por defectos corporales, obesidad y demás), intelectual
mos», «historia», etcétera En lealidad, siempie —también, pues, el adul- (inhibición del hablar), etcétera Trataiemos de ella en el momento opor-
to— se procede a base de superposiciones mentales de partes La concep- tuno
ción de un objeto como un todo es, como he dicho, una constiuccron men-
25 El adulto se encarga de mantenei la cieencia en la visuah/acion
tal ulterior del tipo «como si» (ah ob, Waihinger) no el resultado de una
de lo intimo entre otras cosas con la inducción de la creencia en Dios que
aprehensión totalizada En la vida cotidiana se procede, sin embargo, con la
«todo lo ve», o de la omnipotencia misma de los padres, que saben de sus
norma del pars pro toto es decir mediante un proceso de metonimizacron
necesidades antes de que las ver balice
consensuah/ado
26 Inteiesante a este respecto el «remordimiento» crónico de Rousseau
16 La relación de carácter nutrrcio con el objeto fue puesta en duda poi de que habla en Confesiones, cuando no se atreve a declararse culpable del
Bolwy, que le confino el rango mas general de reacción de apego (attache- lobo cometido y deja que se castigue a la inocente sirvienta Véase Confe-
ment) Véase J Bolwy, Soins materneh et sanie mentale, OMS, Ginebra, 1954, siones, liad de Mauío Armiño, Madrid, 1998
asi como en Privación de los cuidados maternos Revisión de sus consecuen-
cias OMS, Gmebia, 1963 8. Tipología de los sentimientos
17 Seguiremos hablando del objeto a conciencia de que se trata de pai-
tes del objeto Pues si no hav conciencia de su caiacter jsaicial la relación 1 A J Greimas \ J Fontamlle (Senuotique des passions, Pans, 1991) han
con la parte es, natuíalíñente idéntica a la que tendría, de ser posible, con ofrcerdo un corpus teórico de gran ínteies desde el punto de vista semiotico
el ob|cto total Algunas de las tesis que se exponen en este texto coinciden con los suyos,
18 Tan fundamental cuanto que piecisamente lo que caraclerr/a la poi ejemjplo lo concerniente a la valencia y al valoi Sin embargo, este libio
mente psicotica es la adiacrisis es deui la ruptura de la bairera virtual que Iracasa a la hora de ofiecer una posible taxonomía, que piecisamcnk se i I.I
el sujeto establece entre su mundo interno y el mundo extenoi La alucina tac tibie desde el punto de pal tida semiotico, y se convicite en ikscí iplivoc
n o n del psicotico es el paiadigma de esta situación adiacntica la vo/ (del numeíatrvo

362 <M
2 Desde el punto de vista epistemológico la clasificación ha de hacerse 10 He hablado desde hace años de caracterosis para recabar la atención
sobie un c n t e n o En principio cualquieía podría ser valido, aunque no to- sobre estas estructuras cuyos síntomas no tienen el rasgo circunstancial de
dos de idéntica relevancia Por ejemplo, no tiene la misma potencia exph los síntomas de las neurosis o psrcosis De todas formas, una estructura ano-
cativa una teoría neurofisiologica que otia de carácter evolutivo Distintos mala de caractei no se opone —antes al contrario, se convierte en un factor
c u t e n o s dan lugai a clasificaciones distintas La cuestión, pues, consiste en de vulnerabilidad y, por tanto, de riesgo— a que aparezca la neurosis o la
elegn el c n t e n o que de cuenta del modo mas satisfactorio de la diversidad psicosis Véase mi Introducción a la Psiquiatría vol II, ob cit
emocional, y, al mismo tiempo, que sirva para ultenoies investigaciones (de 11 Freud también se vio inducido a señalai tipos de sujetos según de-
psicología evolutiva, de psicopatologia y clínica psiquiátrica, neurolrsiologí- tei minadas estructuras estables Véase su ti abajo Vanos tipos de carácter
cas de psicosociologia, antiopologicocultuiales etcétera) Como es de ima descubiertos en la labor psicoanahtica, en Obras completas trad cast , Ma-
gmar, el c n t e n o de clasilicacion que voy a pi oponer es el que desde mi drid, vol II Se trata de un trabajo descrrptivo, que no sugiere problemas to-
punto de vista, mas y me|oi satislace estos lequenmienlos cantes a una sistematrzacron Las caracterologías —la de Klages (la de los
3 El propio James señala la tendencia de la psicología emopea a ieco- hermanos Jaensch no se sostiene desde ningún punto de vista) o la de
ger las matrzacrones piocedenles del lengua|e ordinal 10 sm tener en cuenta Kretschmer— fueron abandonadas ante la imposibilidad de hallar parame-
la smonrmra que se oculta a veces en locuciones dileientes Creo que tenia tros hables sobre los que sustentarlas
ra/on en este íespecto No hav que sustituí! el léxico coloquial sobie los sen 12 El síndrome de Asperger se caractei iza por la incoercible tendencra a
timientos poi un léxico de pretendido rigor conceptual peí o tampoco a la la estereotipia, lo que conduce a una destreza en las actuaciones repetidas que
inveisa He tratado de aprovechar lo que el lexrco coloquial supone de enn contrastan con la imagen que el S ofrece en las i estantes áreas o sistemas
quecrmiento sobie todo en matices mas que en trpos de sentimientos 13 Osgood sostuvo la tesis de la brpolanzacion cuando trato de explo-
4 Los crrterros basados en el lenguaje ordinarro son, poi supuesto rrre tat los sistemas axiologicos de personas, grupos v culturas
levantes salvo paia lo que srrven la descripción de un caso concreto en una 14 En lenguaje coloquial se habla de «sentimiento de indrierencia» (lo
srtuacion concreta Como ha advertido Mandler el lenguaje oidinaiio v el cual, en sentrdo estircto, es una contradrccion) de manera equivoca, porque
crentrlico tienen distintos objetivos Cuando hablo de lenguaje ordinal 10 in en realidad se trata de un sentimiento que contiene un deseo de descalifi-
cluyo el de poetas diamaturgos y novelistas No es necesarro advertir qire el cación del objeto Que alguien nos sea antrpatico connota cuando menos
adjetrvo «ordinario» no tiene caiacter minusvalorativo Lo dicho vale pata que exrste en nuestio campo sentimental, que cuenta para nosotros Con la
la consideiación postmodeina en la que la conslante consti uccion/decons cahfrcacron de que «sentimos indiferencia» por algo o alguien intentamos
truccion del piojero sujeto, de la íeahdad y de las relaciones entre ambos disimulai lo que sentimos, a veces un amor al que no se nos conesponde
constituyen la piemisa sobie la que basan la i enuncia a todo intento clasi otras la antrpatra o la envrdra Expresiones coloquiales como «sentimiento
hcadoi No hay posibilidad actual de dar cuenta de la movilidad de los sen de indiferencia» útiles para fines hermeneuticos v análisis semánticos con-
tirillentos comparable a la que por citai a titulo de ejemplo a dos autores funden si se trasladan a un discurso mas riguroso
modernos, llevan a cabo Henry James y Marccl Piousl 15 Para la taxonomía de los sentimientos, la función vinculativa es lun-
5 Repito que al dalle al vocablo sentimiento una acepción amplia ge damental v sobte ella la construimos Si se atiende a la taxonomía de las
nenca incluyo bajo su rubrica los pertenecientes a las cuatro etapas evolu estructutas caractei íales lo es la función axiologica porque el peifil de cada
tivas piotosentimental, presentimental sentimental y metasentimcntal uno se extrae de la configuración que ofrece de su sistema de valores Para
6 No podemos admrtrr la teorra hbidrnal que esta en la base del Freud los tipos de demanda lo es la función expresivoapelativa, y eso vale tanto
mas onginaiio Si lo hbidinal se identilica con el deseo en su aspecto mas pai a las demandas que consideramos normales cuanto las anormales (his
p i i m a n o como impulso a la posesión, podría accptaise, pero si, ademas, se tena lobia, obsesión)
le reviste de un componente eiotico, o mas aun, si se consrdera manrlesta 16 En general se detectan mucho mas las consecuencias de las catas
cion eiotrca piegenrtal me parece una consideiación abusrva de lo sexual troles del se// por el propio sujeto y por los que le rodean, peí o en las anás-
que explicar ra demasrado (que es lo ocui i ido con el psicoanálisis en su etapa trofes la modrfrcacion es también visible, sobre todo por los demás Cuando
pansexuahsla) se dice de alguien aupado a una srtuacron de poder (economrco social po-
7 La vigoiexw es un teimino recientemente acunado para definir el sen- lítico) que «se le ha subido a la cabeza» el evidentemente no se sabe vic
timiento que depata la laceta enetgetica del cuerpo Llame la atención so tima sino vencedoi
bre estos aspectos de la identidad corporal en la p n m e í a edición de mi In 17 De un su|eto que ama v se sabe amado es menos probable esperar
tioduccton a la Psiquiatua vol I 1978 Precisamente en estas ultimas
una lumdad y mas una geneíosidad Por el contiano, «la ínlehcidad lleva al
decadas tiene una lelevancia notable
mal», afirma M Lowiy en sus caitas, M viaje que nunca termina, tiad cast ,
8 Anástrofe en el sentido de «vuelta hacia arnba» Se trata de un neo
Tusquets Editóles Baicelona, 2000
logismo que me parece útil para este contexto A la inversa que catástrofe
(«vuelta hacia abajo») Agrade/co a Callos Gaicia Giral sir astsoramiento so 18 Véase Ortega y Gasset, Vitalidad, alma espíritu, en Obras completas
bre estos helenismos También Max Scheleí, Esencia y foima de la simpatía, trad cast , 1943 Si
guiendo a Scheler, Kuit Schneider hizo hace vanas decadas una leona dv
9 La catástrofe —como cualquiera de las que asi se llaman en el mundo los sentimientos \ de los impulsos aplicable a la psicopatologia en Psuapa
de la Naturale/a— son de distinto grado y afectan a muy dtveisas facetas de
la misma tologia clínica, trad cast , 3 ed , 1998 Tanto Scheleí como Ortega lienin ti
m e n t ó de haber llamado la atención aceica de los sentimientos piovoi.ulos
364 «>S
por el ob|eto cuerpo Por otra parte, con frecuencia encontramos S de quie discutible Al margen de este problema, añadamos que las variaciones cul-
nes se puede decir no tanto que tienen una salud exultante cuanto que pie turales del habla radican ante todo en la componente extraverbal que la
sumen de salud Es una actitud antihipocondnaca Hace años se hablo para acompaña hasta el punto de que a determinadas frases y locucrones se da-
esta actitud de neuiosis de salud ría significado distinto según el tono con que se emiten en uno u otro ám-
19 En los tratados antiguos de Patología se hacia hincapié en los dis bito «Coger» es para los argentinos sinónimo de copular, en su sinonimia
tintos tipos de malestar que teman lugar en los mas vanados procesos, so mas vulgar («follar»), pero la prosodia de un argentino no es la misma que
bre todo al comienzo, cuando el malestar eia «difuso» (característica del la de un español de Andalucía o Castilla cuando usa ese verbo Paia muchos
malestar es la no referencia a un órgano concieto, sino a todo el cuerpo y españoles oír a los italianos del sui en una conversación usual nos sugiere
respecto a su vitalidad) El diagnostico medico se basaba entonces sobie in una discusión, o cuando menos una situación de cierta violencia cuando no
dwios en los comrenzos de todo proceso, y mas tai de avanzado, en signos se ti ata ni de una cosa ni de otra
naturales, es decn, en síntomas Lo ideal para el clínico de antes era encon 5 Es un hecho que la angustia o la tristeza son incompatibles con la re
trar el que se denominaba síntoma patognomico, es decu, aquel que habría solución de tareas
de conducn inequívocamente al diagnostico del pi oceso patológico La tesis 6 He referido en mis memorras (Pretérito imperfecto, 4 1 ed , Barcelona
fue abandonada, aunque de vez en vez resurgía Desde luego, los signos de 1999, pag 32) mi angustiosa experiencia duiante la absorción de que fui ob
Keimg y Brudzmsky, que ambos autores describid 011 en la meningitis no jeto en el sumidero de un pantano Pero me doy cuenta de que aun en la ex-
se encuentran en ningún otio proceso Pero en tei minos generales puede presión oral care/co de la posibilidad de dar información completa acerca
afumarse que no existen signos específicos Había que recurrir entonces, al de mi estado de entonces Aunque ya «desgastada» por el tiempo, antes, du
agiupamiento de los síntomas, es decir, al síndrome paia liatai de hallar en rante muchos años, la mera evocación me deparaba angustia, pero era lo
ellos la especificidad También fue una tarea baldía suficientemente «otra» en cantidad y cualidad —la angustia ante el objeto
20 Del prologo no publicado de Flores del mal evocado— como para describirla mas cei teramente
21 Para algunos aspectos historíeos y filosóficos del aburrimiento (y su 7 He aquí un texto de Becquer que ilustra cuanto acabo de decir
opuesto, la distracción), ver W J Revers, Psicología di I aburrimiento, tiad « por lo que a mi toca, puedo asegurarte que cuando siento no escribo
casi 1954 Guardo, si, en mi cerebro escritas, como en un libio misteiioso, las impre
22 José Pía, «Un infarto de miocardio», Destino, 1826 (30 de septiem siones que han dejado en el su huella al pasai, estas ligeras y ardientes
bre de 1972) hijas de la sensación duermen allí agrupadas en el londo de mi memoria,
23 Cf Freud Lo siniestro, en Obras completas 3 vols hasta el instante en que, puro, tranquilo, sereno, y levestido, poi decido asi,
24 Un e]emplo de ello la narración de Edgard Alian Poe «El barril de de un poder sobrenatuial, mi espíritu las evoca y tienden sus alas transpa-
amontillado» en Cuentos trad cast , Madrid, 1970 rentes que bullen con un zumbido extiaño, y c i u / a n otia vez a mis ojos
25 He narrado una expenencra personal en otro lugar De muy niño se como en una visión luminosa y magnifica Entonces no siento ya con los
me advirtió que debía dormir con los pies cubiertos, poique de esta lorma nervios que se agitan con el pecho que se oprime con la parte organrea y
evitaría lo que le había ocurrido a otro que una rata le mordió los dedos de matei lal que se conmueve al rudo choque de las sensaciones producidas por
los pies Véase Pteterito imperfecto, Tusquets Edrtores, Baicclona, 1997 la pasión y los afectos, siento, si, pero de una manera que puede llamarse
26 Sigue siendo impí escindible desde mi punto de vista la obra clasica artificial, escribo como el que copia de una pagina ya escrita Todo el
de W Reich, Análisis del caiactei trad cast , 1957, si se piescinde al final m u n d o siente Solo a algunos seres les es dado el guardar, como un tesoro,
de sus excrecencias psicoticas desafortunadas la memoria viva de lo que han sentido , es mas grande, mas hermoso, ñ
27 Salvo en los casos de folie a deux o locura inducida pero esta es una gurarse al genio ebrio de sensaciones y de inspiraciones, trazando a grandes
cuestron en la que no podemos entrar en este momento rasgos, temblorosa la mano con la ira, llenos aun los ojos de lagrimas o pro
28 Cf sobre esta cuestión mi libio Ll delirio, un error neLesano Nobel, fundamente conmovido por la piedad, esas tiradas de poesía que son la ad-
Gi|on, 1998 También el \ol II de Introducción a la Psiquiatría ob cit miración del mundo, pero ¿que quieres' No siempre la verdad es lo mas su-
blime», G A Becquer, Cartas literarias a una mujei I, en Rimas, ed de J C
de Torres, Madrid, 1974
9. El discurso verbal en el universo sentimental 8 Como decía Kierkegaard en El concepto de angustia (trad c a s t , Ma
dnd, 1930) no solo no es equiparable el miedo a la angustia, sino ni siquiera
1 Wittgenstein en Tiactatus lógico philosophicus (trad c a s t , Madnd esta al miedo que se siente ante la angustia Los pacientes, en efecto, nos
1957) también en Conferencia sobre Etica (trad cast México 1989) ha he consultan la mayoría de las veces no por la angustia (que en ese momento
cho aseveraciones de este tipo no sienten) sino por el miedo a que la angustia reaparezca El temoi a la an
2 Es lo que hace un actoi aprender a «escribir» en su rostro de hecho gustia es un metasentimiento que como veremos luego, es mas fácil tlt des
en la totalidad del cuerpo la emoción que «debe» repiescntai cribir que el sentimiento —la angustia— que lo provoca
3 O como la del enfermo de Paikinson amodulada sin enlasis 9 En realidad, lexitimia no es un termino en uso Si alexilinua u minio
4 Algunos investigadores sostienen que los componentes prosódicos no introducido por P Sifneos para designar lo que consideía un liasloino di
concsponden de maneía estrreta al lenguaje veibal Eso supone establecer ciertos pacientes que se muestran incapaces de descnbn y I I K M I I H U MI*
una separación tajante entre lenguaje verbal y extraverbal ontogénicamente emociones y «dan la impresión de que no comprenden el sij»nilu ,ul<> iU la

366 <(>/
palabra "sentimiento'» Cf P E Sifneos, «The prevalence of "alexithimic 19 En leahdad se trata de un pioceso análogo al que tiene lugar en la
charactenstics ín psychosomatic patients», Psvchoter and Psxchosomat ,1973 alucinación Si alguien oye una voz, tiene que interpretarla como de alguien
22 aunque la vo/ no se haya dado
10 La piescnpcion el mandato socí ático «conócete a ti mismo» solo 20 No descarto que en los usos del lenguaje una estimativa de la foima
tendría sentido si se puede obedecer, esto es, den ti o del contexto de aque [1] sea una estimativa verdadera y que paia abreviar se hayan supi mudo
lias cosas que debiendo hacerse y pudiendo hacerse poi su inocuidad para los marcadores de \eracidad que en [2] aparecen destacados con el «a mi
los demás, no se hacen Me parece importante tiaei a colación la interpre- me paiece» Peí o que en la piagmatica del lengua|e pueda daise este caso
tación de Aristóteles acerca del alcance del conócete a ti mismo Para Ans (quedando la anfibología íesuelta) no invalida el que también se dan loimas
toteles conocerse a si mismo es conocer al mismo tiempo al m u n d o porque tales como las que se ejemplifican aquí
para Aristóteles la peicepcion interna tiene pnmacia en cuanto a evidencia 21 El teimmo pieparanoide no posee aquí una valoiacion patológica, es
Descartes se aproxima a una tesis análoga en Discurso del método (tiad decir, dependiente de una «enfeimedad», sino una valoiacion psicológica
cast, Madrid 1935) Significa tan solo que a la leahdad le salimos al paso con una teoría y que
11 En neurología se conoce como autopatognosiu el cuadro clínico que cuando esta constituida por setes humanos es una teona aceica de sus m
algunos pacientes muestian tras lesiones del lóbulo pauetal izquierdo v tenciones para con nosotros Prepaianoide ni siquiera implica necesaua
que se traduce en una falta de reconocimiento de la minusvaha que pre- mente desconfianza podría sei conhanza infundada del sujeto en su intui-
sentan, por ejemplo, la cegueía, la hemiplejía, la alasia Kie descnta poi pu- ción (msight) Lo único que supone es la actitud pioleptica anticipada, con
niera vez poi el neurólogo flanees Babmski la que nos aceicamos al otro En el mismo sentido, se puede hablar de un
12 Para el análisis del discurso y su aplicación a la psico(pato)lo discmso psicotico sine psicosis, es decir el discuiso de un sujeto que por
gia, C Castilla del Pino, «Tipología de los discuisos y su utilización en su desestiuctura a paitir de la emoción se comporta vntualmente como psi-
psico(pato)logia», Rev de la Asoc Fsp de Neuropsiquialiia vol VIH 25 1988 cotico, aunque de hecho no padezca ningún pioceso dehrante-alucinatono
13 El trabajo fundamental de Gnce, «Logic and Conveisation», en Syn El caso de J que se n a n a en este mismo capitulo, poi su mcoheiencía y dis
tax and Semantics 3 Speech Acts Nueva York, 1975 asi como Presupposi coidancia, «parece» psicotico aunque J no padece una psicosis En la vida
tion and Conversational Imphcature Radical Pragmalics Nueva York, 1981 cotidiana encontiamos sujetos con estas «psicosis» virtuales
El trabajo de E Ochs, «The Umversahty of convcisational postulates», en 22 «Prepsicotico» «psicotico» son teiminos que aquí se usan no en su
Language in Society, 5, 1976 calidad de síntomas de una prepsicosis o psicosis, como enfeimedad men
14 C Castilla del Pino Introducción a la hernieuciitica del lenguaje, 3 tal sino atendiendo a la dinámica con que piocede el sujeto semejante a la
ed , Península Barcelona, 1973 que lleva a cabo el piepsicotico o psicotico con sus alucinaciones y delirios
15 Aunque en este momento parafraseo a Austin (en Como hacer cosas Véase nota antei 101
con palabras, trad c a s t , 1971), el lector concluirá que el análisis heime- 23 Paia la oiganizacion axiologica de la realidad las estimativas son la
neutico del lenguaje va en una dirección distinta a la austimana, y también base Y conviene advertir que desde el punto de vista de la dinámica de co-
de las de Searle, Wilson y Sperber hesión de un grupo, las estimativas falsas son mas vinculantes que las esti
16 Aunque bajo planteamientos no del todo idénticos, cito a continua- mativas verdaderas La ideología vincula mas a unos v otros que la racio-
ción algunos textos, muy pocos que pueden ampliar las tesis y resultados nalidad, y lo mismo las cieencias religiosas, los nacionalismos «España
de la heimeneutica del lenguaje Kerbrat Orechioni, La enunciación De la como patna» tiene mayoies posibilidades de vinculación intragrupal que la
subjetividad en el lenguaje trad c a s t , 1986, Perelman y Olbiechts Tytcca considei ación racional de que España es un país mas del planeta Tiena
Tratado de la aigumentacion trad cast, 1989, Escandell Vidal, Introducción a 24 No me es posible desarrolla! mas extensamente el análisis her
la Pragmática, Barcelona, 1993, Bernárdez, Introducción a la Lingüistica del meneulico por ejemplo otias diferencias en las estimativas o las mdicati
Texto, Madrid, 1982, Brown y Yule, Análisis del Discurso, tiad cast 1993, vas falsas (denotados falsos), en los que el hablante ilusiona o alucina de
Stubbs, Análisis del discurso, trad cast , 1987, Van Dijk, ed Hadbooks of Dis- modo notable añadiendo paites al objeto e incluso construyendo objetos
course Anahsis, 2 vols 1985 nuevos
17 Por razones del ínteres de mi investigación, no sugiero al probando 25 Recordemos a Niet/sche en Humano, demasiado humano (trad cast
que se imagine una historia y como acabara, sino que responda a la si- Madrid 1932) «Lo hice yo, dice mi tazón, eso no lo pude hacer yo dict mi
guiente pregunta ¿que pasa a q u í ' Véase a este respecto el primer apartado orgullo Y vence el orgullo»
del capitulo 5
18 El termino «figuración» es de uso coloquial («Me figuio que hoy
viene usted enfadado») Es sinónimo de suponer, pero tiene una paiticulan 10. Sentimientos anormales y patológicos
dad, a saber supongo porque «entreveo» Por eso se aplica sobre todo al mo-
mento en que uno detecta en el otio algo que le hace suponer «Por la cara 1 El calificativo de «perverso» implica un JUICIO nioi.il no psu olocu <>
que trae me figuro que » lo que viene a ser algo asi como «Al verlo me he o clínico Claro es que hav compoitamientos perveísos aquellos poi uu>
formado la imagen de que » Por eso mismo, «figuración» no es sinónimo centes que sean paia los demás— que el su|eto que los tu in l< ' I O I I I H U
de «imaginación» «Me imagino que alguien debe estar enfadado por lo que una intención que el mismo califica de pei-veisa lina novela <l> W l i i
le han dicho», implica ponerse en el lugar del otro nandez Floiez hl malvado Caiabel es la naii.Kion di la \ula <li un i |» i

368 Wi'i
sona que se autocalifica de perverso a partir de comportamientos que, sin 10. Bernard, C. Introducción al estudio de la Medicina experimental, trad.
contar sus intenciones, serían considerados inocentes. El obsesivo es mu- cast. México, Buenos Aires, 1944.
chas veces un perverso: un paciente mío, si decía mentalmente el nombre 11. S. Kierkeegaard, El concepto de la angustia, trad. cast. de José Gaos,
de alguien durante su defecación, podría hacerlo morir, es decir, provo- Madrid, 1930. También su Temor y temblor, trad. cast. Buenos Aires, 1947.
carle la muerte. Que al mismo tiempo esta correlación fuera considera- 12. Véase C. Castilla del Pino, Introducción a la Psiquiatría, vols. I y II.
da absurda por él no resta lo más mínimo a su consideración como acto 13. C. Castilla del Pino, «Sobre el proceso de degradación de las estruc-
malvado. turas delirantes»; y «Para la psicopatología de la remisión esquizofrénica».
2. Puede hacerse en los casos expuestos en este mismo capítulo. Ambos en Cuarenta años... ob. cit.
3. El término reístico, y su opuesto, desreístico, fue introducido por Eu- 14. Nunca inverosímil, porque ¿no podría suceder que se rieran de él
gen Bleuler en su libro sobre las esquizofrenias, para indicar la sujeción o efectivamente?
no al principio de realidad. Reístico equivale a tener sentido de la realidad; 15. Lange-Bostroem, ob. cit.
desreístico a la pérdida del sentido de realidad, bien ante el objeto, bien ante 16. Pocas veces he utilizado en este texto percepción y muchas denota-
el contexto. ción. Percepción es un término psicológico; denotación, lógico. A mi parecer,
4. En este sentido, la situación se asemeja a la que tiene lugar en la sería bueno introducir el término denotación en psico(pato)logía en base a
pena por la pérdida del objeto amado, que además de eludirnos entabla re- lo siguiente: en la percepción se incluye tanto la de los estímulos cuanto la
lación con otro. Es más pena por la humillación acaecida que por la pér- de los objetos como totalidad, pero no en su categoría simbólica; en la de-
dida del objeto en sí, cuya desvaloración moral puede disminuir las conse- notación, hemos ido hacia la realidad para, desde el primer instante, apre-
cuencias de la pérdida. También puede aplicarse esto ai caso, no tan hender objetos en su significación simbólica, es decir, en su significado de-
infrecuente, en el que la pérdida del objeto amado lo sea por la muerte: sen- notativo. De hecho, el hombre denota los objetos de la realidad y la realidad
timos más por nosotros mismos, que nos quedamos sin el objeto, que por en su conjunto.
el objeto desaparecido. Con frecuencia se trasluce esto en la propia queja 17. Por eso se habla de que ese sujeto, en esas condiciones, está «per-
del depresivo por este motivo, en forma de referencia a su soledad, a su turbado»: no es una metáfora. Perturbación la provocan todos los senti-
desvalimiento. mientos, y los sentimientos intensos, una perturbación mayor. Apenas hay
5. Muchas de estas alteraciones han sido descritas de manera intuitiva que advertir que no hay que tomar aquí perturbación por enajenación en
y coloquial. En este sentido, el análisis de locuciones del lenguaje ordinario sus acepciones técnicas.
es de gran valor. De alguien se dice, por ejemplo, que es «poco expresivo»,
dándose a entender que el sujeto en cuestión siente («como cualquiera»),
pero que es incapaz de expresarlo, algo sustancial mente distinto a la cali- 11. Neurofisiología de los sentimientos
ficación de alguien como «controlado», incluso «muy controlado», donde
parece que se reconoce en el sujeto el haber aprendido a frenar la función 1. Tampoco habría adictos a drogas deparadoras de placer, ni hipocon-
apelativa. dríacos, sujetos autoapelados desde su propio cuerpo y angustiados ante las
6. El tiempo verbal condicional alude precisamente a una conducta evi- modificaciones fisiológicas que en él le acontecen.
tativa, de ninguna manera identificable con el rechazo, que implicaría la
previa relación.
7. Hay que diferenciar nítidamente entre la modificación funcional por- Apéndice A. El sujeto como sistema
uña circunstancia patológica —por ejemplo, la euforia del maníaco—, en la
que la alteración de la tasa de determinados neurotransmisores causa un es- 1. R. Laing, Knots, Tavistock Publications, 1970.
tado de excitación y una elevación del estado de ánimo, de la mera modifi- 2. «Parece» es sinónimo de «aparece», y entonces la expresión es más ac-
cación funcional que ha de tener lugar —es un axioma— tras cada variación tual. Él aparece como no es. Creo que así debe ser interpretado el verbo pa-
de la función. Viene al caso la doble acepción semiótica de síntoma: 1) la ge- recer en este contexto. Usar del parecer en lugar del aparecer es muy propio
nérica, como señal de un estado diferente al anterior; y 2) como señal de del estilo arcaizante de Azaña.
que el estado de ahora, diferente al anterior que era de salud, es de enfer- 3. Tenemos entre la literatura española un texto del que pueden extraer-
medad. se disociaciones como si a granel. Me refiero a Descargo de conciencia, de
8. Primarios en tanto se consideran directamente dependientes del pro- Pedro Laín Entralgo, en el que el autor hace de acusado, acusador, defensor
ceso patológico, y por tanto de primer rango para el diagnóstico (como las y finalmente juez. Una verdadera polifonía de yoes.
alucinaciones auditivas o la percepción delirante en la esquizofrenia), frente 4. Quien se interese por este problema puede ver mi Teoría de la alna
a los secundarios, que son aleatorios. nación, Madrid, 1984.
9. Véase C. Castilla del Pino, Introducción a la Psiquiatría, dos vols., y 5. Cada cual tiene de entre sus objetos algunos que son de- uso nulis
Patología general psiquiátrica. Psiquiatría clínica, Alianza Editorial, Madrid, pensable (la mesa de trabajo, el peine, determinada pluma...) En ellas p.i
3 a ed., 1983. Sigue siendo de provecho la lectura del magistral texto de rece haberse transferido el sujeto. Eso ocurre cuando visitamos l.i » .IS.I >< «I
Lange-Bostroem, Lerhbuch der Psychiatrie, trad. cast., Barcelona, 1942, sobre laboratorio de aquel que admiramos (Goethe, Kant, Cajal, Hc-i-i h< >viii ) v si-
todo en su descripción de los síndromes. nos ponen a la vista los objetos que usaron.

370 Wl
6. Se ha ideado un ordenador que al encenderlo capta la expresión del Apéndice B. Sentimientos, pasiones:
rostro del usuario. Si entra dentro de los parámetros de la pena o la tristeza, la mirada Filosófica
aparece en pantalla un rostro sonriente. Apenas hay que advertir que el or-
denador no juzga triste al usuario, sino que, de acuerdo a lo programado, 1. A primera vista parece que esta afirmación no sería aplicable a Hei-
ante un ceño fruncido o unos párpados caídos o incluso unas lágrimas (que degger, que desde sus comienzos se involucra en la vida universitaria ale-
no siempre son expresión de tristeza o de pena, pero para el programa del mana. Pero no olvidemos que ante el Heidegger de Ser y Tiempo la filosofía
ordenador', sí) emerge un rostro sonriente. académica mostró toda suerte de reticencias (Husserl sobre todo, pero no
7. G. Murphy, Personalidad, trad. cast., Madrid, 1956. sólo) al ser tildado de psicologismo. Lo mismo podríamos decir de Ortega:
8. Es curioso que a Searle se le cuele el sujeto por la puerta de atrás, está en la universidad, pero escribe para fuera de la universidad, y él se sin-
como les ocurre a los cognitivistas, por ejemplo, a Ruiz-Vargas y no hable- tió llamado a esa misión.
mos de Tulving, cuando habla de la memoria episódica, esto es, la memoria 2. Véase Apéndice D, en donde me extiendo sobre las teorías de Vives
evocativa, que la tienen que definir como la de aquellos recuerdos explícitos acerca de la envidia.
de los acontecimientos que hemos vivido personalmente (el subrayado es 3. Cito Retórica según la edición de Q. Racionero, Gredos, Madrid, 1990.
mío). Véase Ruiz-Vargas, La memoria humana, Madrid, 1994. 4. Los subrayados son míos.
9. Una forma usual de descalificación consiste en definir al sujeto por 5. He usado la traducción de Fernández Buey, en Península, Barcelona,
uno de sus yoes, por el cual él mismo no se definiría. De Ortega se dijo tan- 1972, de Las pasiones del alma. Poseo una edición de 1656 de Renati Des-
tas y tantas veces que era un gran escritor... cartes, Opera Philosophica, editio tertia, Amstelodami, Apud Ludovicum &
10. Aceptaría la orden de copi para copiar, subsanando el error de no ha- Danielen Elzevirios, que contiene, entre otras obras, Passiones Animae, que
ber ordenado copy. Del mismo modo que subsanamos en la conversación los he contrastado con la traducción antes citada, directamente del francés.
errores sintácticos, los anacolutos, etcétera. 6. Damasio ha escrito un libro, El error de Descartes, trad. cast., Barcelona,
11. Véase Von Weizaecker, Der Gestaltkreis. 1996, en el que, además de presentar como novedad la morfología del sín-
12. Sabemos que esto no ocurre ni en el campo de la percepción: perci- drome prefrontal de algunos pacientes suyos, que en nada difieren de las
bimos en buena parte lo que de antemano seleccionamos para serlo, es de- descripciones de hace una centuria, atribuye a Descartes un dualismo no
cir, que actuamos perceptualmente sobre un marco previo. formal o funcional sino de naturaleza. Desde mi punto de vista, no ha en-
13. Garfinkel, Studies in Etnomethodology, Prenlice-Hall, 1967. tendido a Descartes. ¿Cómo es que sitúa Descartes el alma en la epífisis si
14. Rousseau sostuvo la misma opinión en sus Confesiones. piensa en una naturaleza dispar a la del resto del cuerpo? Quien sostenga la
15. F. Brentano, Psicología desde el punto de vista empírico, trad. cast., existencia del alma y luego la ubique en el cerebro, es materialista. Aún hoy
1976. se puede afirmar que la mente como producto es totalmente diferente de los
16. K. Jaspers, Allgemaine Psychopathologie, trad. cast., Escritos psicopa- otros productos resultantes del funcionamiento de los restantes órganos o
tológicos, Gredos, Madrid, 1977. aparatos (digestivo, circulatorio, etcétera). «El cerebro segrega ideas como
17. Podría afirmarse lo mismo, con matizaciones, para situaciones rea- el hígado la bilis», decía en el grueso positivismo del pasado siglo, Karl Vogt.
les, no fantaseadas, en las que actuamos con los yoes que imaginamos de ¿Habrá que decir que de ninguna manera es esta afirmación cierta, ni tan
los otros, o, para decirlo brevemente, con la imagen que construimos sobre siquiera afortunada?
el otro o los otros de la interacción. Pero ahora no me parece pertinente alu- 7. Jorge Wagensberg, en su trabajo «Breve teoría de la emoción», cons-
dir a esta cuestión, que concierne a la teoría de la comunicación inlerper- truye una ingeniosa teoría tendente a demostrar la multiplicidad de emo-
sonal y que ahora me apartaría del tema. ciones derivadas de la combinatoria de sensaciones. En todo caso, esa teoría
18. Porque el yo es el que actúa de acuerdo a los propósitos del sujeto. explicaría los que Scheler y Schneider llamarían sentimientos corporales,
De acuerdo con el aforismo wittgensteiniano, podría decirse: no preguntéis pero ni uno más. Véase después la sinopsis de la aportación de Scheler y
por el sujeto sino por lo que hace (con el yo). Schneider. Véase J. Wagensberg, en Ideas para la imaginación impura, Tus-
19. Cuando se le pregunta a alguien: «¿Qué número fue el que pusiste quets Editores, Barcelona, 1998. El texto citado fue publicado antes, en ju-
ayer?», al recordarlo aparece él escribiendo el número. lio de 1997, en El País.
20. «Educado» es una palabra de la misma familia semántica que «ade- 8. He utilizado tres ediciones de la Ética concordantes entre sí: Spinoza,
cuado». La ineducación es la transgresión de las reglas de la cortesía, mien- Oeuvres completes, ed. de Roger Caillois, M. Francés y R. Misrahi. Bi
tras la inadecuación de una conducta lo es de las reglas del contexto en ge- blothéque de la Pléiade, París, 1962; la excelente traducción de Juan Carlos
neral. Bardé, con prólogo y notas de V E . Lollini, en Biblioteca Clásica Universal,
21. G.H. Mead, Espíritu, mente, sociedad, trad. cast., Buenos Aires, 1959. Buenos Aires, 1940; y la traducción de V. Peña García en Editora Nacional.
22. En J. Ortega y Gasset, Obras completas, vol. II, pág. 577. Madrid, 1975.
23. En su obra Psicopatología clínica, trad. cast., Madrid, 1997. 9. Aff'ectuum se traduce por afección o por pasión. En la edición de C u
Uois, por sentimiento. Las afecciones son definidas por Spino/a en la leí
cera parte, Definición III, de la manera siguiente: «Entiendo poi Alen n>ne\
las afecciones del cuerpo por medio de las cuales se acici ieula o disminuye,
se secunda o se reduce, la potencia de obrar de dicho m e i p o y. .i l.i ve/, l.e.

^72 l/l
ideas de esas afecciones Cuando podemos ser causa adecuada de alguna de
esas afecciones, entiendo por afección una acción, en los demás casos, una Apéndice D. La envidia
pasión» «En los demás casos» quiere decir cuando la causa es inadecuada
Mas claramente, en la Proposición III «Las acciones del alma nacen única- 1 Para la psicosociologia de las actitudes, un concepto que se debe in-
mente de las ideas adecuadas, las pasiones dependen solo de las ideas ina-
tegramente a las distintas escuelas norteamericanas, algunos de los textos
decuadas»
clasicos son G W Allport y Muchison, A Hanbook of Social Psychology, 1935,
10 J Muller, Tratado de Fisiología traducción al francés de A J L Jor- especialmente el capitulo «Attitudes», G W Allport, Personahty, Londies,
dán, y del francés al castellano por los Redactores del Tesoro de Ciencias 1949, G W Allport, La naturaleza del prejuicio, trad cast , 1963, S E Asch,
Medicas, 4 vols Vol IV, Madrid, 1846 Social Psychology, Nueva Jersey, 1952, especialmente el capitulo XIX (para
11 Cito según el texto contenido en Pascal, Oeuvres Completes, Bi- este autor la naturaleza de las actitudes, como la de las creencias, es sentí
bliotheque de la Pleíade, 1960, pags 536-547 mental), T M Newcomb, Social Psychology, 1950, M SheriffyH Cantnl, The
12 Cito según la trad cast de Etica, en Revista de Occidente, 1941, Psychology of Ego-lnvolvements, Social Attitudes and Identifications, Nueva
2 vols , vol II, pags 114 y ss Scheler es un autor relativamente olvidado, York, 1 9 4 7 , 0 Khneberg, Psicología social, trad c a s t , 1963, cap XVIII Una
pero sus análisis fenomenologicos de los sentimientos son excepcionalmente revisión de la psicosociologia norteamencana de las actitudes en Roger
sutiles Cf Forma y esencia de la simpatía, ya citada El análisis de la envi- Girod, Attitudes collectives et relations humaines, prologo de Jean Piaget, Pa-
dia en El resentimiento en la moral, trad c a s t , 1944, es de una formidable rís, 1956
penetración (Véase el Apéndice D, la Envidia )
2 Véase el Apéndice A El sujeto como sistema
13 La primera vez que se tradujo al castellano el trabajo de Schneider 3 El concepto de conducta ad hoc o actuaciones ad hocing, en H Gar-
sobre los sentimientos fue en 1947, por Luis Valenciano Gaya, en Problemas ftnkel, Studies in Etnomethodology, Prentice Hall, 1967
de Patopsicologia y Psiquiatría clínica, Morata, Madrid La segunda vez por 4 El sujeto ha de aparecer como un sistema funcional y, por tanto, ines-
Güera Miralles, en Patopsicologia clínica, Paz Montalvo, Madrid Posterior- table, en constante construccion/deconstruccion, si se pretende edificaí un
mente por Sánchez Pascual en 1997, en Psicopatologta clínica, Fundación de modelo que de cuenta de los problemas que en la actualidad suscita la iden-
Archivos de Neuiobiologia He comparado las tres ediciones
tidad, la interacción, la adecuación a los múltiples contextos, etc La cuan-
14 Por su conexión con la teoría schelenana es por lo que incluyo esta tía de redundancia o estabilidad que resta en el sistema es utilizada para la
referencia a Schneider en este apéndice definición del sujeto, en la medida en que ofrece coherencia
15 Ayer, Wittgenstein, trad c a s t , Madrid, 1963 5 La segunda acepción de envidia introducida por Cicerón hacer odioso
16 Utilizo la traducción al castellano, Investigaciones filosóficas, Critica, a alguno, naturalmente previamente envidiado
Barcelona, 1988 Por fortuna, Investigaciones tiene encarados el alemán y el 6 Enantiobiotica, enantiodromia, términos de estirpe herachteana, re-
castellano lo que permite subsanar algunas dificultades de intelección En cogido el segundo por Jung, que alude a la identificación y conversión en lo
la traducción de García Suarez y Mouhnes Vorstellst se traduce por «imagi- opuesto
nes», no por «representes» Creo que representar es mas fiel, porque alude
7 Trato con mayor detalle el dinamismo de los celos en mi libro Celos,
tanto a la representación (como constructo mental, representación frente a
percepción Vorstellung frente a Wahrnemung) cuanto a la representación locura, muerte Madrid, 1995
ante otros de algo que justamente se trata de exhibir Esta segunda acepción 8 Juan Luis Vives, Tratado del alma, sin fecha, Espasa Calpe, La Lectura,
se aviene mejor al que creo significado de Illusion, que no sena el de «ilu- pag 324
sión», en el sentido de Tauschung, de Wahnvorstellung, sino el que se da en 9 Vives, ob c i t , pag 325
el uso coloquial de las lenguas romances a «error», «engaño», por tanto, el 10 J L Alibert, Fisiología de las pasiones o nueva doctrina de los afectos
de autoengaño, el de «equivocarse» sin advertirlo el propio sujeto de la equi- morales, Madrid, 1831, pag 206
vocación Últimos escritos de filosofía de la psicología, trad cast , Tecnos, Ma- 11 Harry Stack Sulhvan, Estudios clínicos de psiquiatría hay trad cast ,
drid, 1987 Buenos Aires, 1963, pag 145
12 Vives, ob cit, pag 325 Véase también las palabras de Covarrubias
17 Estos problemas estaban ya planteados en los libros de exploración y
en Tesoto de la Lengua castellana, Madrid, 1977, pags 740 y 505, acepción
semiología del sistema nervioso, en lo tocante a la exploración de las distin-
tas cualidades de sensación, y a la extensión de la zona en la que la sensibi- de Embidia «los ojos tnstazos y encapotados»
lidad táctil, dolorosa o teimica —por citar algunas— son atenuadas o des- 13 Sulhvan ob cit , pag 141
aparecen incluso en la determinación de la amplitud del campo visual, en la 14 La pesadumbre, la tristeza por el bien ajeno es consecuencia de la e n
que el explorado debe decir «ya» cuando comienza a ver el punto luminoso vidia y no la envidia misma como se la define en la consideración il.tsu.i
que aparece por la periferia del campo ¿Hasta que punto es fiable' Los psi- dentro de la moral cristiana
cólogos advirtieron algo análogo cuando detectaron la imposible coinciden- 15 Max Scheler, El resentimiento en la moral trad cast Dmiios Anís
cia entre vanos observadores del momento en que un astro es dividido en 1944, pag 27
cuatro partes iguales por el cuadrante de un telescopio con el que fijar un 16 Scheler, ob c i t , pag 28
punto horario 17 W McDougal, cit en Sulhvan
18 Sulhvan ob cit , pags 141 y 142
19 Asi poi ejemplo no es infiérnente qui 11 I K H niiiisi I IOIIM HUÍ
374 W .
lueite ítntacion al emprendedor pequeño-burgues que se al/a al fin con una 13 C Castilla del Pino, Intiaducción a la Psiqmatiia, 2 vols 4 ed ,
buena fot tuna y se eleva considerablemente de estatus Ahan/a Editorial, Madrid, 1993
20 Freud hablo de lo que el delirio contiene de histonco, significando 14 Spranger, Fonnas de vida tiad cast Revista de Occidente, Buenos
asi su parte de real Anes, 1946
21 Vives ob cit , pag 325 15 Kietschmei denominaba vivencias clave aquellas expenencias alta
22 Vives ob cit pag 325 mente relevantes para el sujeto a partir de las cuales se disparaba la cons
truccion de un d e h n o Pata usai de una metáfora, en muchos delirios ero
mcos se podi ía hablar de la primera piedra del mismo Ct Kretschmei Die
Apéndice E. La sospecha sensitive Bezichungsualm, Spnngei, 1918 Hay edición en castellano Fl de
lino sensitivo de lefeiencia, Batcelona, 1957
1 Conviene notar que mientias la deducción es un pioceso de lógica
la intet encía lo es psicológico De aquí que en la inferencia se ponga en ]ue
go el árbol de connotaciones que el observador atribuye al compoitamient
o del observado En la inferencia —al contrario que en la deducción— hay
que contar con la pioyeccion del sujeto observador sobre el sujeto obseí
vado
2 Las piototeonas son teorías ingenuas aceica de la íealidad en gene
íal, que todos estamos obligados a constiun como condición indispensable
para el manejo en ella
3 No solo el otio no accede a nuestra intimidad cuando comunicamos
algo de ella sino que en pui idad tampoco le ofrecemos todo Por decirlo asi,
dosificamos la intimidad de la que hablamos Para la distinción aludida en
el texto entre pnvado e intimo, ver a este respecto mis trabajos «Publico,
pnvado, intimo», en Temas Península, Barcelona, 1989, asi como «Teoría de
la intimidad», Revista de Occidente, n 182 183 Agosto del 1996
4 Como sabemos a partir del acto psicotei apeutico —pero de hecho no
solo en este—, de la «vivencia» solo es transfenble la paite susceptible de
ser verbah/ada La «desespeí ación» que asalta a quien pretende confiamos
la totalidad de su «expenencia» de una situación que le conmocionara, de-
riva de su imposibilidad de logiailo Si a n a h / a m o s esta cuestión con déte
nimiento, echamos de ver que lo no verbah/able es el halo emocional que
subyace en la nota intelectual de la experiencia
5 No es posible entrar ahora en la importante cuestión de la asimetría
en el intercambio de información entre ambos amigos íntimos, condición
necesai ía en muchos casos, sobre todo cuando uno de ellos tiene necesidad
de la confidencia
6 Y Pngogine, El fin de las certidumbres, trad cast , Taurus, Madrid
1997 Especialmente pags 66 y 67
7 C Castilla del Pino, Celos, locuia, mueite Temas de Hoy, Madiid, 1995
8 Cfr a este respecto el trabajo de Justo Navarro en el volumen donde
apareció este trabajo, Castilla del Pino, comp , La sospecha, Ahan/a Univer-
sidad, Madnd, 1998
9 M Moliner, Diccionario de uso del español, 2 vols , Gredos, Madnd, 1966
10 Dicho sea de paso, el miedo a la oscuridad deriva del no sabei y, por
tanto de la carencia de dominio sobre la situación Lo oscuro se identifica
con lo siniestro Ver el ensavo de Freud sobre lo siniestro, en Obras com-
pletas vol XVII, trad cast , Amorrortu editores, Buenos Anes, 1975
11 Cfr mi trabajo «Interpretación, interpietado, mteipiete», Theona, 16
17 18, 1992
12 La diferencia entre comprensión y explicación proviene, como es sa-
bido de Dilthey, de Rickert y, posteriormente, de la fenomenología husser-
hana

176 \¡ ¡
Láminas
Las láminas 1 a 20 pertenecen al Test de Apercepción Temática (TAT), de
Muí ra\. De no especilicaise género, se aplican a la totalidad de los examina-
dos. Las láminas H, M \ O de la última página son las empleadas en el Test
pai a la Hermenéutica de Proposiciones (THP).
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Lámina 3 (varones) Lámina 4
Lámina 5 Lámina 6 (licmbias)
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Lámina 20 Lámina ( )

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