En Colombia, los problemas ambientales relacionados al uso de HAP pueden focalizarse en dos grandes grupos: El primero, que trata de sitios contaminados con DDT y sus metabolitos, el cual está netamente ligado al uso de plaguicidas en la agricultura, y que por ello se han abandonado y enterrado grandes cantidades, en respuesta a la prohibición del uso de algunos pesticidas organoclorados (Arbeli, 2009). Ya que en Colombia se han encontrado existencias almacenadas de DDT, hasta el año 2006 de 160.732 kg de DDT en las ciudades de Bogotá, Cartagena, Honda y Puerto Inírida, en su mayoría propiedad del Ministerio de la Protección Social, debido a su uso para el control de la malaria. Por lo que se estima un total de 5.000 m3 de suelo contaminado con DDT (MAVDT, 2007). Y el segundo, que hace referencia a los daños ambientales causados por los 3,7 millones de barriles de crudo (petróleo) derramados en los últimos 40 años de la voladura de un oleoducto por algún grupo armado al margen de la ley o un error operacional cometido por una empresa estatal como consecuencia (EL TIEMPO, 2018). De igual forma, sea cual sea el origen, el crudo se dispersa de la misma manera y a su paso, debido a su alta persistencia en el suelo, hace que éste se torne improductivo durante largos periodos debido a que lo erosiona, produce efectos tóxicos sobre los organismos y el agua se torna impotable. A su vez, en las fuentes de agua reduce la penetración de la luz e intoxica a los organismos acuáticos que entran en contacto con él; además, impide el consumo humano (Valdez, 2011).