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POLÍTICA CRIMINAL EN UN CONTEXTO DE CONFLICTO INTEGRAL.

UNA
MIRADA EN EL GOBIERNO DE JUAN MANUEL SANTOS 2010 – 2014.

MARTÍN MOLINA CASTAÑO

MONOGRAFÍA PARA OPTAR AL TÍTULO DE POLITÓLOGO

ASESOR

PROFESOR AARON TAUSS

UNIVERSIDAD NACIONAL DE COLOMBIA

FACULTAD DE CIENCIAS HUMANAS Y ECONÓMICAS

MEDELLÍN

2015
2

A todos aquellos que aunque,

encerrados por motivos políticos,

siguen conservando la esperanza

de ver una Colombia radicalmente diferente.

A Mariana y a Juan Camilo,

que por circunstancias de la vida, hoy ya no nos acompañan.


3

TABLA DE CONTENIDO

Pág.

Resumen 5

Agradecimientos 6

Presentación 7

Introducción 8

1. PRIMERA PARTE - Aproximaciones conceptuales. Una base necesaria para


tratar el tema de la política criminal en medio de la guerra 11
1.1.La criminología como concepto integral y los postulados de la
criminología crítica 11
1.2.La Política Criminal entendida como una relación de poder 15
1.3.El Derecho penal como una herramienta intencionada en el
desarrollo de la guerra 20
1.4.El delito político y su desnaturalización en Colombia 24
2. SEGUNDA PARTE - Contexto y Antecedentes 30
2.1.El conflicto colombiano 30
2.1.1. Una guerra de larga duración 31
2.1.2. El problema agrario, el poder político y el nacimiento
de la guerrilla: configuraciones de un conflicto
integral 33
2.2.Antecedentes: los gobierno de Álvaro Uribe y la seguridad
democrática 37
3. TERCERA PARTE - POLÍTICA CRIMINAL PARA LA SUPERACIÓN
DEL CONFLICTO ARMADO 41
3.1.Juan Manuel Santos: Hacer la guerra y negociar la paz 41
4

3.2.La guerra expresada en el derecho penal 49


3.3.La negociación con las guerrillas y los desafíos futuros 59
4. CUARTA PARTE - REFLEXIONES FINALES: CONSTRUIR UNA
POLÍTICA CRIMINAL PARA LA SUPERACIÓN DEL CONFLICTO
ARMADO 66

Bibliografía 71
5

RESUMEN

El presente trabajo muestra la construcción de la política criminal del gobierno de Juan


Manuel Santos, en el período 2010 – 2014, entendiendo este proceso dentro del conflicto
que azota al país hace más de medio siglo. El objeto de la política criminal se ha delimitado
a las insurgencias exponiendo las estrategias empleadas desde diferentes ámbitos para
combatirlas, y comprendiendo el periodo histórico como un momento para la superación
del conflicto armado, dados los diálogos que se realizan ente el gobierno y las guerrillas de
las FARC y del ELN.

Palabras claves: Política criminal, Juan Manuel Santos, conflicto armado, delito político,
insurgencias, FARC, ELN.
6

AGRADECIMIENTOS

A Leyder Perdomo, quien ha dedicado especial atención, tiempo y voluntad a la


construcción de este trabajo desde las primeras ideas encaminadas a construir un proyecto
acorde con las exigencias académicas y políticas, pasando por las discusiones de contenido,
recomendaciones bibliográficas, hasta las últimas revisiones de la versión final del trabajo.
Seguramente sin su acompañamiento, no se hubiera obtenido este resultado.

Además, a todos los que incentivaron estas ideas, que siempre estuvieron pendientes de la
evolución de las mismas, y sin esperar nada a cambio, entregaron sus opiniones y
correcciones.

Por último a los que han acompañado mi proceso de formación política y académica, todos
ellos saben quienes son.
7

PRESENTACIÓN

El presente trabajo fue elaborado como monografía para optar por el título de politólogo.
La necesidad, y más la convicción, de que en el pregrado se puede y debe investigar, me
llevó a desistir de una práctica académica, y apostarle totalmente a una investigación en un
tema que fuera pertinente con la actualidad.

Lastimosamente, la academia en Colombia se ha ido desligando de las realidades que se


viven en campos y ciudades, y ha ido dejando los compromisos sociales que debe adquirir
en sintonía con su posición en la sociedad. La lógica de privatización a la que se han visto
sometidas las universidades, y una inadmisible indiferencia que se manifiesta en las
universidades públicas, han sido algunas causas de tal desligue.

Ahora bien, considero fundamental retomar un papel académico comprometido


políticamente. El momento histórico que vive Colombia, donde al parecer, por fin veremos
el cese de la confrontación armada entre insurgencias y Estado, después de una guerra de
más de 50 años que ha dejado víctimas incalculables, es propicio para hacer nuevos aportes
y para adquirir un papel más activo en las posibles transformaciones que puedan tener lugar
en el país.

Aquí esta pues, uno de ellos, en donde a pesar de las limitaciones que pueda presentar (por
términos de tiempo, recursos, personal, etc.), pretende aportar y ser inicio de
investigaciones en temas que parecen haber sido olvidados por la ciencia política como el
de política criminal, y por temas que también han sido vetados (salvo excepciones) desde la
academia como el de los presos políticos.
8

INTRODUCCIÓN

Este trabajo pretende a grandes rasgos indagar en la política criminal construida durante el
gobierno de Juan Manuel Santos en su primer periodo presidencial 2010-2014.
Fundamental es que en los estudios de política criminal en un país como Colombia, no se
deje de lado el conflicto que determina gran parte de la realidad nacional. El trabajo está
constituido por cuatro partes, que tratan de abarcar las discusiones generadas respecto al
tema.

En primera medida se hará un acercamiento teórico a las categorías relacionadas con el


tema y que se encontrarán transversalmente en la investigación, a saber, criminología,
política criminal, derecho penal y delito político. Se referirán las definiciones y desarrollos
históricos de estos conceptos en el marco de la realidad colombiana que tiende a estar
atravesada, por la historia del conflicto social político y armado, aspecto ineludible en
trabajos de esta categoría.

Es importante entender a grandes rasgos las características de este conflicto. Para esto
existe una literatura extensa que habla de los actores del mismo, que van desde los grupos
armados ilegales, como insurgencias y paramilitares, pasando por la población civil, hasta
el Estado, que ha hecho uso de herramientas legales e ilegales en el desarrollo del conflicto.

Así, una segunda parte estará destinada a la descripción a grandes rasgos de este conflicto.
No es el objetivo fundamental profundizar en muchos aspectos, por lo que solo se
presentarán unas características generales para entender la definición de conflicto integral,
aludiendo a sus causas y actores. Estas ideas, irán acompañadas de un contexto de los
gobiernos de Álvaro Uribe Vélez que se presentan como antecedentes y como un marco
necesario para comprender la política criminal en el gobierno de Juan Manuel Santos.
9

En una tercera parte, se desarrollarán las ideas centrales del trabajo, que proponen entender
las construcciones de política criminal de la oficialidad con respecto a las insurgencias,
entendiéndolos como actores armados y políticos del conflicto. Para esto se hace necesario
indagar en las políticas de paz y seguridad, que a la postre, constituyen el actuar del
gobierno para con estos grupos. Así, se acudirá a la revisión de documentos oficiales, en
donde más claramente se expresa la política del gobierno nacional y de algunos informes
que se han desarrollado en estos campos. Se realizará un acercamiento a las actuales
negociaciones y se tratarán los desafíos futuros de las mismas haciendo énfasis en las
discusiones que deberán desarrollarse en temas como el delito político y sus conexos.

Finalmente, se presentarán algunas reflexiones finales a modo de conclusión, recogiendo


las principales discusiones, y planteando algunos puntos de profundización que pueden
servir a trabajos futuros.
10

Los intelectuales apolíticos


Un día, los intelectuales apolíticos de mi país
serán interrogados por el hombre sencillo de nuestro pueblo.
Se les preguntará sobre lo que hicieron cuando la patria se apagaba
lentamente, como una hoguera dulce, pequeña y sola.
No serán interrogados sobre sus trajes, ni sobre sus largas siestas después de la merienda,
tampoco sobre sus estériles combates con la nada,
ni sobre su ontológica manera de llegar a las monedas.
No se les interrogará sobre la mitología griega, ni sobre el asco que sintieron de sí,
cuando alguien, en su fondo, se disponía a morir cobardemente.
Nada se les preguntará sobre sus justificaciones absurdas, crecidas a la sombra de una
mentira rotunda.
Ese día vendrán los hombres sencillos.
Los que nunca cupieron en los libros y versos de los intelectuales apolíticos,
pero que llegaban todos los días a dejarles la leche y el pan,
los huevos y las tortillas, los que les cosían la ropa,
los que le manejaban los carros, les cuidaban sus perros y jardines,
y trabajaban para ellos, y preguntarán,
"¿Qué hicisteis cuando los pobres sufrían, y se quemaba en ellos,
gravemente, la ternura y la vida?"
Intelectuales apolíticos de mi dulce país, no podréis responder nada.
Os devorará un buitre de silencio las entrañas.
Os roerá el alma vuestra propia miseria.
Y callaréis, avergonzados de vosotros.

Otto René Castillo


11

PRIMERA PARTE

1. APROXIMACIONES CONCEPTUALES. UNA BASE NECESARIA PARA


TRATAR EL TEMA DE LA POLÍTICA CRIMINAL EN MEDIO DE LA
GUERRA

1.1.La criminología como concepto integral y los postulados de la criminología


crítica

El surgimiento de los postulados liberales, que trajo consigo la división de poderes, ligado
al capitalismo como nueva forma de organización social, trajeron consigo nuevas
discusiones en diversas materias. Particularmente, en torno al derecho penal, la sociología,
la criminología, entre otros se construyeron en nuevos escritos1, que trataban de entender el
comportamiento de los delincuentes, y cual debía ser su trato, y cuáles son los efectos que
sobre la sociedad tienen unos y otros.

Entrado el siglo XX el saber criminológico, las corrientes de pensamiento en torno a este y


los debates que generaban, se expandieron y diversificaron trayendo nuevas ideas en este
campo. Se considera necesario hacer un acercamiento a este concepto, ya que la
construcción de la política criminal de un Estado, pasa, entre otras cosas –como se verá más
adelante- por la determinación de qué es un delito, y por ello, quién es y por qué se hace un
delincuente, que lo inspira, y otros cuestionamientos necesarios en esta materia.

1
Se destacan principalmente autores como Cesare Beccaria (1738-1794), padre del derecho penal liberal; Cesare
Lombroso (1835-1909), médico y criminólogo promotor de la corriente positivista; y Emile Durkheim (1858-1917),
considerado como padre de la sociología.
12

El concepto de criminología ha sido debatido y entendido por diversas posturas desde


principios del siglo pasado. Sin embargo, antes de pasar a exponer brevemente los
postulados de las principales corrientes, es necesario comprender los debates que surgieron
a partir de este concepto y con los estudiosos del tema.

La criminología -y este es el primero de los debates- se puede entender como una ciencia
interdisciplinar que estudia todo lo relacionado con el crimen. Quién es y por qué se hace
un delincuente, serán dos de las preguntas claves que conduzcan los estudios realizados
sobre el tema. A partir de esto, diversidad de posturas se han enfrentado, diciendo que la
criminología carece del carácter de ciencia, pues es una rama del derecho, y no cuenta con
una independencia frente a este. Sin embargo, los estudios desarrollados en torno al tema,
dan muestra de que la criminología bebe de muchas otras ciencias o disciplinas (sociología,
antropología, psicología e incluso, la ciencia política) y ha logrado consolidar unos objetos
de estudio (delincuente, crimen, tratamiento) yendo más allá de los postulados meramente
jurídicos.2

Elena Larrauri, en La herencia de la criminología crítica (1991), propone una


reconstrucción histórica del concepto, planteando los principales postulados y críticas de las
corrientes criminológicas, con el fin de mostrar el recorrido a partir del cual bebe la
criminología crítica, que a partir de aportes marxistas y anarquistas, hace un desarrollo
teórico de la materia, que considero es un enfoque válido y necesario en este trabajo.

Para el decenio de 1950, “la influencia del funcionalismo en la criminología conllevó el


estudio del tema del delito y del sistema penal en base a las funciones y disfunciones que
estos comportan para el sistema social” (Ibíd.: p.4). Este sistema social, aparece como una
suerte de aparato de control y coerción al desviado, que en vista de sus motivaciones viola
el orden jurídico y debe recibir un castigo. Esta corriente, ligada a los postulados

2
Ver también, la introducción de Zaffaroni (1988).
13

positivistas del siglo anterior, establecían la “predeterminación” del delincuente a serlo y


que no compartía los órdenes establecidos.

Para los sesenta aparecería el Labelling approach o teoría del etiquetamiento, “con esta se
da un cambio de paradigma, se da un viraje en el objeto de estudio, ya no se estudia el
delincuente, sino los “órganos de control social” que lo controlan y reprimen la
desviación”. (Ibíd.: p.28). Esta nueva teoría se formularía nuevas preguntas del escenario
criminológico, como a quién se etiqueta, por qué se etiqueta, quién determina la etiqueta y
cómo lo hace. La teoría del etiquetamiento pasaría entonces a analizar factores sociales, que
van más allá del individuo, pero que según sus postulados, influyen en el comportamiento
de los mismos, y conforman una identidad criminal.

A finales del decenio de 1960, surgiría la National Deviance Conference (NDC) como una
plataforma unitaria que hizo críticas a la criminología positivista y que promulgó una nueva
teoría de la desviación. Para la época se afirmaba que

la desviación es un producto lógico de estas fuerzas que moldean y controlan las


necesidades naturales del ser humano, una expresión de las contradicciones
existentes en la sociedad; se libera al hombre para someterlo a otros controles más
internos. Lo que tradicionalmente habían sido problemas personales –la locura, el
delito- se volvía asuntos públicos (Ibíd.: p.71).

Con esto se proponía un viraje hacia la repolitización de la sociedad y de toda la corriente


criminológica.

Esta corriente cayó en la politización de todos los desviados. Los sujetos a estudiar se
enmarcaron en activistas políticos, pacifistas, hippies y marihuaneros, por lo que fueron
acusados de realizar “sociología hippie”. Comprendían –lo que fue objeto de muchas
críticas- que todos los desviados eran rebeldes, que se manifestaban y enfrentaban al
sistema mediante actos de oposición o formas alternativas de vida (Ibíd.: p.72)
14

Posteriormente, y más como un conjunto de críticas a las teorías anteriores aparecería la


criminología crítica. Esta nueva corriente pretendía poner en discusión las ideas marxistas y
anarquistas con relación a los objetos de estudio que la criminología se venía planteando
desde varios años atrás.

Esto implicó, entre otras cosas, (Ibíd: p.114) aplicar un método materialista histórico al
estudio de la desviación; analizar la función que cumple el Estado, las leyes e instituciones
legales en el mantenimiento de un sistema de producción capitalista; estudiar la desviación
en el contexto más amplio de lucha de clases sociales con intereses enfrentados; y vincular
la teoría a la práctica.

La relación del marxismo con la criminología, implicaría que la nueva teoría fuera blanco
de las críticas que históricamente se le habían hecho al marxismo como tal. La principal de
ellas, se centró en que el análisis criminológico y del delincuente, estaría sesgado por un
determinismo económico, que no permitía poner en el análisis otros factores.

Ante esto, Taylor – Walton – Young afirmarían que

si bien se concede prioridad a la base económica, se rechaza expresamente que ésta


determine, a modo casual, el resto de la superestructura. Se afirma la existencia de
relaciones dialécticas entre estructura y superestructura, en el sentido de que ambas
se influyen recíprocamente sin entender que una pueda ser causa de la otra (Citado
en: Ibíd.: p.120)

Así, el derecho aparece como un instrumento funcional a las clases dominantes

y el análisis de la desviación en el marco de la lucha de clases, repercutiría en la


concepción de la criminalización como un instrumento utilizado en la lucha política.
La criminalización es un artificio más que la clase dominante utiliza en su lucha
para conservar sus intereses y poder. Definir una actividad como delictiva significa
degradarla a un estatus inferior, eliminar el apoyo social y movilizar a las
15

instituciones legales contra el crimen que aparece como un enemigo común. (Ibíd.:
p. 123)

A pesar de que estas teorías criminológicas, han sido construidas en otros países y en
contextos muy diferentes al colombiano, y no logran explicar en gran parte los aspectos
criminológicos presentes en un contexto de guerra, se ve en la criminología crítica una
importante herramienta de análisis para el presente trabajo. Pues esta pretende, a partir de
un análisis dialéctico, poner la discusión en términos de disputa entre actores y de la
movilización de unas instituciones contra una figura que aparece como un enemigo común
(guerrillas).

Sin embargo, es claro que se deben realizar más aportes (que ya han tenido importantes
aproximaciones por académicos colombianos, como William Freddy Pérez (2000) (2004)
(2007) o Julián Muñoz (2009a) (2012)) que ubiquen el análisis en un contexto de guerra y
que involucren las particularidades y complejidades del conflicto colombiano.

Desde las diferentes ópticas criminológicas, la determinación del delincuente, la lectura del
contexto, de los motivos que inspiran los delitos o la tipificación de ciertos actos como
tales, del proceso selectivo de criminalización (Sandoval, 1985: p.3), se desprende la
construcción de política criminal, que pasaremos a analizar a continuación.

1.2.La Política Criminal entendida como una relación de poder

Para el desarrollo del trabajo, se hace fundamental hacer una construcción del concepto de
política criminal en su espectro más amplio, tratando de abarcar no solo la parte jurídica –
teniendo en cuenta también, el enfoque politológico-, sino las demás expresiones
gubernamentales en torno al tratamiento criminal. Según el profesor William F. Pérez
16

La política criminal alude a la manera como se interviene la cuestión criminal.


Cuando decimos política criminal, decimos decisiones políticas de intervención
sobre una tal cuestión, es decir, decisiones que toma quien detenta esa especie
particular de poder que llamamos político y que tendrá como rasgo definitorio el
efecto colectivo de esas, sus decisiones, el uso de la fuerza para respaldarlas, y la
presentación del derecho como una fuente y carta de la legitimidad que acompañaría
a esa decisión, a ese poder y a esa fuerza. (2004: p.60)

Esta definición comprende la política criminal como un asunto que rebasa su contenido
jurídico, que propone otras manifestaciones de gobierno dentro de esas acciones dirigidas a
tratar los fenómenos criminales.

Los diferentes debates que ha presentado la política criminal, han girado en torno al como
debe ser la construcción de esta. Entre otras preguntas, surgen a la luz si este proceso debe
ser previo o posterior a la configuración y realización de los delitos, si debe actuar en
prevención o como respuesta, si debe erigirse como política de Estado o si cada gobierno
debe definir su política criminal, tal vez desconociendo los trabajos realizados en dicha
materia por los gobiernos anteriores. Pérez a su vez, plantea varios interrogantes

¿Quién define entonces al "delincuente"? ¿Quién dice con la autoridad democrática


de la representación cuáles son las conductas que lesionan cuáles bienes
fundamentales? Responder esas cuestiones sin embargo, implica seguir
preguntando, por ejemplo, por la legitimidad del definidor de un delito; por la
finalidad de esa definición delictiva; por la exclusividad para definir lo lícito y lo
ilícito; por la eficacia de la prohibición y la sanción en relación con cuántos y cuáles
sujetos prohíben siquiera válidamente y, en efecto, sancionan; y, finalmente, por las
justificaciones sancionatorias y definitorias. (Pérez, 2000; p. 36)
17

Sin duda alguna, son elementos que generan muchas discusiones dependiendo del punto
desde el cual sean observados, y que develan la esencia política de la política criminal,
trascendiendo más allá de lo estrictamente normativo.

Con respecto a la construcción de política criminal, el autor colombiano Manuel Grosso


García ha expuesto que esta se puede presentar de diversas formas, clasificándola en tres
modelos:

1. Modelos de política criminal totalitarios: El poder político mantiene una


injerencia directa prácticamente ilimitada sobre la vida social e individual. En ellos
el delito se define a capricho del gobernante y las respuestas punitivas son
igualmente ilimitadas. Tales serían en su forma más radical los de los Estados
totalitarios del pasado, o los del mundo musulmán en la actualidad, igualmente
pueden ubicarse dentro de ellos las dictaduras fascistas de mediados de siglo.
2. Modelos abiertos, relativos o democráticos: La política criminal no la dicta el
gobierno en forma absoluta e ilimitada sino que el sistema político y jurídico le
impone determinados límites. Los encarnan todos los regímenes democráticos sin
importar que el sistema de gobierno pueda variar, pero se caracterizan por la
existencia de un marco político basado en un ordenamiento jurídico que traza las
directrices fundamentales dentro de las cuales desarrollar la política estatal y fuera
del cual el ejercicio del poder se vuelve ilegítimo y por lo tanto inaceptable.
En estos sistemas se puede hablar de una política criminal válida, cuando es acorde
con los parámetros y fundamentos que fija el Estado y de una inválida cuando se
aparta de ellos.
3. Modelos autoritarios: En ellos la sociedad acoge un modelo democrático y
abierto de Estado, pero a su vez quienes detentan el poder a nombre suyo, ejercen
sin embargo una política criminal totalitaria disfrazada de democracia mediante la
elaboración de un discurso supuestamente respetuoso de los límites del sistema
18

jurídico para justificar sus actuaciones. (Citado en Adarve y González, 2009; de


Grosso García)

Siendo, para este autor, esta última la aplicable al caso colombiano pues, la construcción de
política criminal en el país, ha pasado por el recrudecimiento y aumento de las figuras
delictuales, interviniendo en casi todos los aspectos de la vida social y política, y
disfrazando estas actuaciones bajo un manto democrático, en el cual se dice sustentar.

Lo anterior, se liga a la idea de que la política criminal colombiana está determinada por el
populismo punitivo, que según Larrauri, (2006, p. 15) siguiendo a Bottoms

se refiere a cuando el uso del derecho penal por los gobernantes aparece guiado por
tres asunciones: que mayores penas pueden reducir el delito; que las penas ayudan a
reforzar el consenso moral existente en la sociedad; y que hay unas ganancias
electorales producto de este uso.

Sus prácticas refuerzan la idea de un modelo democrático, ligado a la idea de consenso en


algunos sectores de la sociedad, pero deviniendo en la aplicación de disposiciones propias
del modelo autoritario de la política criminal.

Esta política se ha implementado, como se desarrollará más adelante, de manera


indiscriminada y ha producido que la cuestión criminal desemboque en la crisis carcelaria
que se manifiesta actualmente en el país, que viene de muchos años atrás.

Se puede entender que desde la política criminal, todos los Estados establecen categorías de
enemistad, desviación o delictuosidad, en las que unas y otras interactúan y se relacionan,
estableciéndose como mecanismos de control social. Para el caso del delito, se da por
sentado que alguien ha rebasado los límites de la legalidad permitidos y que se está
oponiendo a lo establecido, y se debe definir un procedimiento para juzgarlo y castigarlo.
19

Lo que resulta interesante y a la vez complejo, en este caso del estudio de la política
criminal, es el “problema criminal” en el marco de una confrontación armada, teniendo en
cuenta la multiplicidad de conflictos que se presentan en el país y que se manifiestan más
allá de lo armado3. Dado esto, hay que entrar a analizar lo particular de la criminalidad de
los grupos alzados en armas, específicamente aquellos que enarbolan fines revolucionarios.
En esto aspecto se configura el punto central del trabajo, con discusiones que se remiten al
delito político y a sus fundamentos y que serán desarrolladas a profundidad más adelante.
Respecto a esto, el profesor Pérez arroja diferentes cuestionamientos para entender el actuar
de los grupos armados:

La pregunta no sería pues por qué "delinque" un paramilitar, un guerrillero, un


soldado, un policía, en relación con cualquiera de estos mismos sujetos; la pregunta
sería por qué hace la guerra cualquiera de estos sujetos. La criminología -y el
derecho penal- ceden paso a otros instrumentos de lectura -y de sanción-, que
precisamente giran en torno del problema de la soberanía en juego, del juego de las
soberanías. (Pérez, 2000: p. 35)

Además de ello, la importancia de la política criminal también radica en la aplicación que


puede tener en un período como el actual, que considera el gobierno como un proceso de
transición, dadas las negociaciones que se realizan con las insurgencias, entre cuyos
resultados se debe considerar el cómo tratar a los miembros de los grupos insurgentes, dado
su tipificación como “delincuentes”, en los que jugarán aspectos de justicia, reintegración a
la vida civil, verdad, memoria para las víctimas, entre otros.

Para desarrollar entonces un estudio de la política criminal, no se debe hacer un estudio


sesgado en las normas jurídicas, sin negar su importancia y los aportes que allí se puedan
encontrar, pero “como se desprende de las consideraciones del profesor Grosso García, no

3
Este aspecto se desarrollará posteriormente, centrando la idea en la existencia de un conflicto social, político y armado,
que se entenderá como un “conflicto integral”.
20

es posible hablar de la política criminal sino tenemos en cuenta el modelo político del
Estado del cual pretendemos indagar su política criminal” (Adarve et al, 2009: p.65). Esto
nos llevará a indagar en los aspectos políticos y económicos de Estado (y de gobierno), que
en el marco del conflicto colombiano, han sido determinantes para construir la política
criminal. No obstante, se debe tener en cuenta que el Estado ordinariamente se manifiesta
en términos de la legalidad, y es aquí donde el derecho penal entra a ocupar un papel
importante.

Hechas esas consideraciones, se entiende entonces que “la política criminal es una forma de
ejercer poder en relación con el fenómeno criminal, actividad ésta que se realiza en un
doble sentido: como definición y como respuesta”. (Grosso, 1999; citado en Muñoz, 2012:
p. 23)

1.3.El Derecho penal como una herramienta intencionada en el desarrollo de la


guerra

La aproximación que se hace a continuación del derecho penal, prioriza una lectura política
antes que jurídica del concepto. Es claro que, como todos los conceptos en cuestión, tiene
un gran número de aportes desde diversas teorías y no en vano en las escuelas de derecho
se le dedica varios años a su estudio. Sin embargo, el enfoque del trabajo y la construcción
desde la ciencia política, hace que se tomen solo algunas consideraciones muy generales,
tomadas intencionalmente, para tratar de entender cómo y para qué se ha construido el
derecho penal en Colombia, teniendo en cuenta el contexto de guerra.

Desde las concepciones liberales del derecho se propone un derecho penal en el cual se le
brinden las garantías al delincuente para retribuir los daños causados con los delitos
cometidos. Autores como Cesare Beccaria (1982), en su momento llegaron a promover
ideas como la de humanizar la pena y el castigo, encontrándose la proporcionalidad y
racionalidad de la misma; además del derecho por parte del delincuente a un juicio público
21

y acusatorio en el que se viera sometido al imperio de la ley, siempre estando en igualdad


de condiciones.

Bajo estos postulados liberales, llegó a afirmarse que “el derecho penal constituiría la carta
magna del delincuente. Concebido como contera, no como red, el Derecho penal regularía
las relaciones entre el poder político y los ciudadanos que incurran en la universal
posibilidad de cometer un delito” (Pérez, 2012: p.10). El sistema penal ordinario, está
entonces

compuesto por el conjunto de normas justificables desde el punto de vista de la


ideología penal liberal, que está representado, en especial por los llamados
“principios rectores” y otras normas de carácter general previstas en el Código
penal, el Código de Procedimiento Penal y de ejecución de penas y medidas de
seguridad. En ellas aparecen consagrados los más importantes principios liberales
en el campo penal, tales como los de legalidad, lesividad, culpabilidad, presunción
de inocencia, respeto de la dignidad humana, etc.4 (Citado de Sotomayor Acosta,
2006; en Muñoz, 2012: p.19)

No obstante, la concepción de un derecho penal que brinda todas las garantías al


delincuente para ser tratados en igualdad de condiciones, está lejos de ser aplicado en la
realidad. Otras posturas más críticas, miran al derecho penal como un sistema parcializado
y que funciona como un aparato de control social y político.

4
Además de la categoría de sistema penal ordinario, se plantean también la de:
B. Sistema penal paralelo: es aquel sistema penal de carácter legal, que sin embargo aparece como una segregación
derivada algunas veces del propio discurso jurídico, al excluirlo de la lógica propia del sistema penal ordinario y
someterlo a reglas propias que, por lo general, aparecen justificadas como “excepciones” a los principios a los cuales se
dice partir (…).
C. Sistema penal subterráneo: por tal puede entenderse el control punitivo de carácter extralegal que ha subsistido en
nuestro medio bajo el manto del sistema penal legal. La existencia de este sistema la corroboran algunas actividades de los
organismos de seguridad del Estado y las de los tenebrosos grupos de “justicia privada” o “escuadrones paramilitares” que
actúan muchas veces con su aquiescencia (…).
22

Así, el derecho penal se ha constituido como una herramienta injusta, reproductora de


desigualdades sociales, estigmatizadora, y que contrariamente a su finalidad, genera más
problemas de los que resuelve en un sociedad determinada. Especialmente una sociedad
como la colombiana que se encuentra marcada por un conflicto de características muy
particulares, donde el Estado se convierte en un actor fundamental en la reproducción de la
violencia y la guerra a partir de su andamiaje estructural, que se manifiesta tanto en lo
legislativo como en lo militar.

Para complementar esta postura, se pueden retomar los postulados realizados por Adarve et
al, (2009: p.54) en donde se define el derecho penal como un conjunto de prácticas,
valores, propósitos, funcionarios, instituciones, de los cuales se espera que cumplan unas
determinadas funciones, actuando como herramienta de control social y de gobierno.
Caracterizando entonces, “el sistema penal como un instrumento de control social selectivo,
discriminatorio y desigual”.

El derecho penal, no deja de ser una herramienta sumamente importante, e incluso la más
llamativa cuando de política criminal se habla, teniendo en cuenta que en el derecho penal
se encuentran una parte de las respuestas formuladas por la política criminal. Al respecto,
Adarve et al señala que

Cualquier aproximación al estudio de la política criminal debe tener como punto de


partida que quien define los fenómenos criminales es precisamente quien suministra
la respuesta institucional a los mismos; y ese estudio debe encaminarse a
desentrañar la instrumentalización del derecho, específicamente del derecho penal,
no como un espacio neutral de decisión de los conflictos entre los ciudadanos y
entre éstos y el Estado, sino como instrumento de represión y control al servicio del
poder (Ibíd.: p.67).

Esta visión del derecho penal como una herramienta de gobierno y control, podría
complementar con los acumulados marxistas Autores como Nicos Poulantzas (1969),
23

tienen en sus teorías desarrollos del Estado capitalista desde una mirada marxista, en donde
el Estado se presenta como una condensación material de relaciones de fuerza, pugnando
intereses de una y otra clase, y expresándose en aspectos como el derecho penal y el
sistema jurídico en general.

Ahora bien, el plantear el derecho penal como un asunto de orden político, tiene
implicaciones que reconocen en este un escenario de confrontación tal y como lo propone
Carl Schmit (Serrano, 1998), en donde se da la dualidad de amigo – enemigo, como “un
grado de intensidad del conflicto, que llevan a los individuos a conformar bandos
opuestos”. Esta noción, se construye contrariamente a la idea de un derecho penal del
ciudadano que se expresa en el liberalismo.

Esta idea se condensa en la noción de derecho penal del enemigo (concepto introducido por
Gunther Jakobs en 1985 (Valencia, 2007)) que se podría expresar de manera más evidente
en la existencia de un enemigo político armado y organizado; no obstante, las
representaciones delictuales que pongan en riesgo la seguridad (que a la larga, en las
sociedades modernas ya se concibe como “derecho fundamental”) también entrarán a hacer
parte de la concepción de enemigos determinados por “una necesidad política (y
económica), a la necesidad continua de crear enemigos para legitimar la guerra, una guerra
que se presenta como recurso indispensable para mantener las cosas tal cual están” (Ibíd.: p.
179). Estas definiciones se sustentan a su vez, en una supuesta legitimidad popular, ganada
con discursos de empatía, en donde suelen abundar premisas como “los buenos somos más”
en pro de los bienes ya referidos, y marcándose una diferenciación entre los ciudadanos y
los determinados enemigos (los buenos y los malos). Esta concepción, se recoge en un
marco “de una sociedad concebida como campo de batalla, como escenario por excelencia
de las relaciones de poder como relaciones de guerra”, que no hacen otra cosa que seguir
alentando una “política criminal belicista” (Ibíd.: p.180).

Por el momento, se pasará a mencionar las discusiones que han tenido lugar con el enemigo
más evidente del Estado: el delincuente político.
24

1.4.El delito político y su desnaturalización en Colombia

El delito político juega un papel importantísimo cuando de política criminal se habla frente
a la guerrilla. El tema de los rebeldes ha implicado siempre una serie de discusiones de tipo
filosófico y político. El concepto tiene un papel mucho más protagónico, cuando además
del contexto de guerra, añadimos un escenario de diálogos en el que se supone un periodo
de transición. Las discusiones van y vienen, en torno a sus fines, justificaciones, su validez
y castigos. En las siguientes páginas se desarrollará el delito político teniendo en cuenta lo
filosófico y lo político, y a partir del tratamiento jurídico que se le ha dado en Colombia.

Para empezar es necesario aclarar que hoy, el debate en el Congreso y en La Habana pasa
por la redefinición del delito político y las conductas que se consideran conexas al mismo,
(es decir las que se subsumen en el actuar del delincuente político en el desarrollo de la
guerra) con el fin de poder hacer ese proceso de juzgamiento, sanción, indultos o amnistías
de los alzados en armas, además de dar lugar al paso de la lucha armada hacia la contienda
política legal.

Las escuelas criminológicas se han encargado, como se vio en páginas atrás, de la


categorización del delincuente y el delito. Basta decir, que partiendo de los postulados
liberales, esta persona es quien transgrede las normas consagradas jurídicamente como
delictuales, lo que implica la imposición de una sanción, que en el contexto liberal se
asume como el “intercambio” mediante el cual se “paga” tal agresión a las normas jurídicas
y sus contenidos políticos y hasta ideológicos, siendo el encierro penitenciario la más
recurrente de ellas5.

5
Esto desde una posición liberal; para una lectura marxista de la pena, ver Melossi y Pavarini (2008) y Garland (1999),
específicamente los capítulos 4 (La economía política del Castigo: Rusche y Kirchheimer y la tradición marxista) y 5 (El
castigo como ideología y medio de control de clases: variaciones sobre el enfoque marxista).
25

La discusión o no de la existencia del delito político (así como de presos políticos) nos lleva
inmediatamente al debate de la democracia en el país. Así, quienes son partidarios de la
inexistencia de delitos políticos, han afirmado que se han brindado todas las garantías
necesarias para la participación de los opositores políticos en la institucionalidad, y que
bajo ningún pretexto se justifica el alzamiento en armas de cualquier grupo6 (Pérez, 2000).

Por otra parte y acudiendo a factores históricos, los defensores del delito político han
justificado sus comportamientos y acciones, en la falta de una democracia real en el país, ya
que esta no ha permitido, ni ha brindado las garantías necesarias (en términos económicos,
de seguridad, mediáticos, etc.) para que se construyan otras ideas de país, sin dejar otra
opción diferente a la de la toma de las armas, para establecer una nueva organización
política7.

Precisamente, se ha insistido en que en los fines altruistas y en el organizarse para conseguir dichos
fines, se puede encontrar la clave del delito político, así

Algunos reconocidos doctrinantes en materia penal han reiterado que lo


característico del delito político son los motivos determinantes. En tal sentido, por
ejemplo, Carlos Lozano y Lozano indicó que “(p)or delito político social se entiende
aquel que ha sido cometido exclusivamente por motivos políticos o de interés
social”. Agrega que “la palabra “exclusivamente” se debe entender en el sentido de
que los motivos determinantes sean de naturaleza política y social, y por
consiguiente, altruistas”8. Por su parte, Luis Carlos Pérez, intentando concretar el
concepto en cuestión, señaló que “la fórmula unificadora del aspecto objetivo y del

6
Ya en su momento lo habían señalado Juan Carlos Esguerra, ex ministro de Justicia (2010-2012) (El Tiempo (2012, 28
de febrero) En Colombia no hay presos de guerra ni presos políticos: Esguerra. Recuperado de.
http://www.eltiempo.com/archivo/documento/CMS-11241102) y Angelino Garzón, ex vicepresidente de la República
(2010-2014) (Ver El Espectador (2012, 18 de marzo) Gobierno reitera que “en Colombia no existe presos políticos”
Recuperado de http://www.elespectador.com/noticias/politica/gobierno-reitera-colombia-no-existen-presos-politicos-
articulo-333039)
7
En Colombia, este debate se puede ubicar en el surgimiento y perpetuación de los grupos insurgentes. Más adelante, se
dedicará especial atención a las causas del conflicto y el surgimiento de las guerrillas, que saldan esta discusión, desde
dichos grupos.
8
Lozano y Lozano, Carlos; Elementos de Derecho Penal, Lerner, Bogotá, 1961, págs. 148 y 149.
26

interés que persiguen los agentes es la que permite concretar la noción de delito
político”; este es entendido como “todo ataque armado y organizado contra el
sistema económico establecido y la forma de gobierno, tratando de destruirlos o
cambiarlos por otros de mejor contenido popular”9.

Más recientemente, Luis C. Zárate ha afirmado que “los delitos asumen el carácter
de políticos en virtud del motivo que haya determinado al delincuente en su acción
y por la naturaleza del derecho lesionado. (...) no basta establecer que el delito
político es todo atentado contra la organización del Estado o contra el Gobierno
legalmente constituido, puesto que esto presentaría apenas el aspecto externo de la
cuestión, es preciso revisar los motivos y fines perseguidos por quien ataca la
organización política”10. (Fundación Social Asesoría de Derechos Humanos, 2009)

Más allá de esto, la definición del delincuente político, se ha convertido en la piedra en el


zapato para las escuelas criminológicas (Pérez, 2000). Y no solo por su complejidad, ya que
implica una serie de debates políticos y filosóficos, que incluso tocan de cerca a la
existencia o no de democracia en los Estados, sino en torno a cuál debe ser su sanción, en
palabras del profesor Pérez (2007: p. 52-53)

Por qué y para qué castigar han sido cuestiones mucho más difíciles de resolver
cuando se ha tratado del delincuente evolutivo, del disidente político, del
delincuente por convicción o del rebelde. Entre improbables cálculos retributivos e
insostenibles expectativas preventivas, neutralizadoras, disuasorias o de afirmación
de valores y reglas sociales; entre titubeos correccionales, curativos, reeducativos,
rehabilitadores y resocializadores, la justificación del castigo ha sido un fiasco
mucho más evidente en el caso del delito político.

Y continúa,

9
Pérez, Luis C.; Derecho Penal, Tomo III. Ed. Temis, Segunda Edición, 1990, pág.107.
10
Zárate, Luis C.; El delito político. Editorial Librería El Profesional, Bogotá, 1996, pág. 153.
27

En el fondo, el problema que enfrenta la criminología en relación con el delincuente


político es que se lo denomine «delincuente» y que ella, «naturalmente», se entienda
destinada a ocuparse de todo tipo de criminalidad. Por eso es que pocos fenómenos
como el del delincuente político limitan el alcance explicativo de las teorías
criminológicas. En el delito político se frustra más fácilmente cualquier búsqueda de
regularidades o de factores asociados a un comportamiento trasgresor de reglas
sociales. El problema que por su parte enfrenta el derecho penal, es el de tratar de
controlar un tema que le precede, es decir, el tema de la guerra después de la cual
ese derecho, por lo menos, adquiere sentido como sistema de enervación de la
venganza. (Ibíd.:p.55)

Esta discusión, ha tocado a las puertas del sistema judicial colombiano, que a través de su
historia republicana ha ido modificando la categorización de los delitos políticos, en
detrimento de los alzados en armas (Marín y Arango, 2011). La creación de nuevos tipos
penales, como el terrorismo, el aumento generalizado de las penas para los opositores
políticos, el trato sin privilegio alguno otorgado a los delincuentes políticos, han sido
tácticas recurrentes en el actuar del Estado para con ellos11.

En la actualidad el delito político en Colombia, según el ex magistrado de la Corte


Constitucional Carlos Gaviria Díaz, se encuentra desnaturalizado12. Gaviria, férreo defensor
de la institución del delito político (Gaviria, 2002: p.299), tal y como él la determina,
sostiene la idea de que lamentablemente, este prácticamente desapareció después de la
demanda presentada ante la Corte Constitucional, en la cual el General Harold Bedoya,
ponía en cuestión la norma penal que hacía referencia a que los delitos de homicidio y

11
No es del interés en este trabajo este recorrido histórico que se puede revisar más a profundidad con los trabajos
realizados por Iván Orozco Abad (1990) y en el informe ¿Terrorismo o rebelión? Propuesta de regulación del conflicto
armado realizado por el Colectivo de Abogados José Alvear Restrepo (2001).
12
Los aportes que se hacen en esta línea fueron recogidos en la intervención realizada por Gaviria en el Seminario
Internacional sobre delito político y situación de los presos políticos en Colombia, Bogotá, 15 de octubre de 2014.
También se puede revisar al respecto, el salvamento de voto realizado por Gaviria en la defensa del delito político.
28

lesiones personales dolosas, cometidas en combate, estaban subsumidos al delito de


rebelión13.

Gaviria en su momento fue defensor en dicha corte del delito político y de la norma en
cuestión, y básicamente exponía razones teóricas y prácticas a través de las cuales
consideraba, debía perpetuarse la institución del delito político tal y como se venía
manejando en el país hasta ese momento. En primera medida unas razones teóricas, ya que
a partir de los fines altruistas, este tipo de delito debe subsistir con ventajas y con un
tratamiento benévolo, ya que su móvil lo justifica. En segunda instancia, unas razones de
tipo prácticas, ya que se vuelve casi imposible determinar quien, en un combate, causó la
muerte o lesiones personales al combatiente de otro bando o cuales de estas se producen o
no en razón del combate.

En este orden de ideas el delito político en Colombia perdió todo su sentido. Dejando como
resultado lo que Gaviria llama su desnaturalización, ya que la rebelión (delito político por
excelencia), la sedición o la asonada, han venido siendo relacionados con otro tipo de
delitos, que se han catalogado como comunes (como el terrorismo, el homicidio, las
lesiones personales, o el mismo porte ilegal de armas) y que han hecho que las penas se
incrementen y se pierda el tratamiento benévolo que debe recibir quien las comete,
recibiendo ciertas ventajas, respecto al delincuente común, acorde con los fines buscados.
Estos se referían al que no puede haber solicitud de extradición con respecto a ellos; a que
la reincidencia no tiene ninguna importancia en términos de condena; y en donde se pierde
la figura del asilo político relacionada con la protección del delincuente político.

Así las cosas en Colombia se sigue empleando un criterio objetivo para determinar el delito
político, en el cual el legislador lo define a partir del establecimiento de unas categorías de
conductas que atentan contra el orden constitucional. En contraposición a un criterio

13
Colombia. Corte Constitucional Colombiana, Sentencia C-456 de 1997.
29

subjetivo, que es mucho más amplio y en el que el “móvil”, tal y como lo entiende Gaviria,
es quien tiene el papel importante.

Sin embargo, dadas las negociaciones entre gobierno y guerrillas, se avecina un momento de
redefinición del delito político y sus conexos. Los debates que surjan en torno a esto , se
enmarcarán, y dependerán de lo que surja del proceso de negociación entre el Estado y las
insurgencias, así como de las discusiones que se generen en el Congreso de la República en
el marco de dichas negociaciones, dándose o no lugar a la aplicación de amnistías, indultos
u otro tipo de tratamiento penal alternativo.

En las páginas anteriores se han hecho apenas algunas aproximaciones teóricas de algunos
conceptos que se consideran importantes para el desarrollo del trabajo, y que ya han sido
trabajados en gran medida por diversidad de autores ya señalados. Básicamente se ha
tratado política criminal en el marco del delito político, entendiendo los actos de las
insurgencias como enmarcados dentro de esta categoría. En las páginas siguientes, se
procederá con el cuerpo del trabajo, donde en primera medida se hará un contexto necesario
en el que se referirán algunas características del conflicto en Colombia, y se señalarán los
antecedentes del gobierno de Álvaro Uribe, predecesor del gobierno Santos, y clave para
entender lo que vendrá posteriormente.
30

SEGUNDA PARTE

2. CONTEXTO Y ANTECEDENTES

2.1.El conflicto colombiano

La revisión de lo que se ha catalogado como el conflicto en Colombia es ardua y compleja,


y merecedora de un trabajo mucho más riguroso y complejo del que se presenta en estas
páginas. Miles son las hojas que autores colombianos y extranjeros han escrito en un
esfuerzo por sintetizar un conflicto sui generis, que a lo largo de la historia ha puesto en
evidencia diversidad de actores y de estrategias en la lucha, consolidación o preservación
de diferentes ideas de país.

Para efectos del presente trabajo, solo se expondrán algunas características (de las que se
denominan como causas o factores estructurales) de lo que ha sido el conflicto reciente en
Colombia (desde mediados del siglo pasado hasta nuestros días), pues es necesario hacer
unas claridades de los elementos que han desatado la guerra y que han servido
históricamente de inspiración y bandera de lucha para las insurgencias más importantes del
país, a la vez que se presentarán algunos aspectos esenciales de las mismas ya que estas son
el objeto de la política criminal que se analizará.

Con esto no se pretende dejar de lado la importancia que pueden tener otros actores y
acontecimientos históricos, que sin duda alguna, han aportado en la configuración de la
realidad que se vive hoy dentro del país. Así pues, queda claro que su evasión intencional,
no es por otro motivo que el no representar el aspecto central del trabajo en curso.
31

2.1.1. Una guerra de larga duración

Para comenzar es necesario insistir en la idea de que el conflicto en Colombia ha sabido


perpetuarse durante casi toda su historia republicana. Desde 1811 hasta 1958, el país tuvo
once guerras civiles (Valencia: 1997, p.13) que dejaron un legado de violencia que hasta el
día de hoy se mantiene. El conflicto insurgencias – Estado que se vive hoy en el país,
comenzaría unos años más tarde, y aunque se manifiesta evidentemente en lo armado,
encuentra sus causas en otros aspectos.

A partir de esta confrontación, en Colombia se presenta lo que Pérez (2000) ha denominado


una guerra de larga duración, en la cual el paso de los años y la cantidad de actores en
confrontación han causado el recrudecimiento de la misma. Sin embargo, esta guerra
presenta características muy particulares, debido no solo a su extensión (y prolongación en
el tiempo), sino también a los actores involucrados y a los causantes, en palabras del autor,

una confrontación interna de larga duración como la que vive Colombia, ofrece
hoy imágenes y evidencia la superposición de circunstancias, causas, protagonistas
y dinámicas tan disímiles que, para decirlo gráficamente, su desarrollo puede verse
vía satélite al mismo tiempo que sus causas pueden remitir a una época de
"imágenes en sepia". Y para usar características ya señaladas, esta guerra, de
manera simultánea, recurre a la precisión en los objetivos -con el uso de nuevas
tecnologías o con la eliminación selectiva del oponente-, pero también afecta directa
y masivamente a comunidades y poblaciones". Así mismo, esta confrontación se
desarrolla tanto en escenarios rurales como en centros urbanos altamente
industrializados. Y, en relación con los motivos aludidos, las partes del conflicto-y
terceros interesados- los atribuyen recurrentemente a la defensa de "bienes y
principios universales" lo mismo que a proyectos de sociedad incompatibles o a la
defensa de intereses privados. (Ibíd.: p. 14)
32

En estas palabras Pérez condensa gran parte de la complejidad de la guerra en Colombia.


Además, pone en consideración que estas características no permiten que en el país se
presente un escenario absoluto de paz ni uno de violencia perpetua (Ibíd.), ya que el
conflicto no se presenta en la totalidad del territorio, ni las confrontaciones son algo
totalmente cotidiano.

Esta idea, nos lleva a que la construcción del Estado-Nación, ha sido una tarea fallida, en la
cual el Estado colombiano no ha poseído el monopolio de las armas, factor fundamental
para la consolidación de un orden y la impartición de justicia en un Estado liberal. Además
de ello, no ha logrado copar la totalidad de su territorio, dejando el control de algunas zonas
en manos de grupos ilegales que imponen sus órdenes y modelamientos, favoreciendo la
constitución de Estados paralelos o Estados dentro del Estado, en constante disputa. Al
respecto María Teresa Uribe (1997: p.18) tiene un desarrollo muy interesante del tema en la
que a grandes rasgos expone que

la soberanía ha permanecido en vilo, en disputa por largos períodos. Es decir, se


mantienen por tiempo indefinido los estados de guerra, permitiendo que en varias
regiones del territorio nacional se configuren órdenes alternativos de facto con
pretensiones también soberanas. En estos espacios se definen formas particulares y
no convencionales de hacer y representar la política, de usar los recursos colectivos
y de fuerza; se trazan fronteras y se delimitan territorios exclusivos; se instalan
autoridades y mandos alternativos; se establecen circuitos de poder a través de los
cuales se mantiene, en los espacios controlados de esta manera, la capacidad para
tomar decisiones soberanas: desplazar población no confiable y concitar obediencia
y acato de quienes allí residen, bien sean éstos ciudadanos corrientes o
representantes y administradores del poder público.

El tema de las armas, la soberanía, y la legalidad, se complejizan cuando en algunos


momentos de la historia, el Estado mismo se ha encargado de armar a los ciudadanos o de
33

permitir su porte legal para la imposición de justicia, como en el caso de las Convivir14. En
otros tantos, los grupos armados se han constituido de manera ilegal, como en el caso de las
insurgencias o los grupos paramilitares.

2.1.2. El problema de la propiedad, uso y goce de la tierra y el territorio, el poder


político y el nacimiento de la guerrilla: configuraciones de un conflicto
integral

Refiriéndonos a las causas del actual conflicto, la tierra en Colombia, ha sido uno de los
factores más determinantes en la historia del mismo. No en vano, el primer tema de la
agenda de negociación entre el gobierno y la guerrilla de las FARC se debe al asunto
agrario, así como es reivindicación histórica del ELN el uso minero-energético del suelo.
La distribución y concentración de la tierra, el uso de esta para otras actividades como la
ganadería, los monocultivos o la minería, junto a sus efectos de desigualdad en el campo. El
conflicto por la tierra se ve atravesado hoy por los conflictos de intereses existentes entre
pequeños propietarios, terratenientes tradicionales y multinacionales que disputan el control
de la misma.

Varios intentos de reforma agraria se han intentado llevar a cabo para redistribuir, en
algunos casos, la propiedad de la tierra, y en otros para devolver los predios a los
campesinos desplazados por la violencia. Pues es bien sabido que el conflicto se ha
manifestado mayoritariamente en el sector rural, y que ha incidido en el aumento de los
desplazamientos, sin ser su único causante. Sin embargo, estos procesos como la Ley 200
de 1936 (prácticamente anulada por la Ley 100 de 1944), o la más reciente Ley de Víctimas
y Restitución de Tierras, no lograron cambiar radicalmente la estructura de la tenencia de la

14
Las Convivir fueron reguladas en el Decreto Ley 356 de 1994, en donde se establecen las empresas de seguridad
privada y se hace referencias a cooperativas y grupos comunitarios.
34

tierra, ni modernizar el campo, ni otros factores que se supone, se impulsarían para dejar de
poner este aspecto como uno de los problemas centrales del conflicto colombiano.15

Otro de los factores que han incidido en el origen y la perpetuación del conflicto
colombiano es la concentración del poder político. Si retomamos rápidamente la historia
del país, encontramos la creación del Partido Liberal y Conservador, en la segunda mitad
del siglo XIX. Estos partidos se disputarían el poder hasta 1953, año en el que asumió el
puesto presidencial el militar Gustavo Rojas Pinilla. Para retomar lo que habían perdido, el
Partido Liberal y Conservador crearían un pacto en 1958, denominado Frente Nacional, en
el cual acordaban turnarse el poder cada cuatro años. Este factor agudizaría el conflicto
político, ya que cerraría las puertas a cualquier vía alternativa que fuera propuesta desde
otros sectores.

Alimentadas por el carácter endémico de este contexto, desde el año de 1964, nacen y se
mantienen las dos principales guerrillas colombianas, que al día de hoy se mantienen
activas y que son objeto de este trabajo: las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia
–FARC- y el Ejército de Liberación Nacional –ELN-. La creación de estos grupos se vería
inspirado también en causas internacionales (Vargas: 2003) entre las que se encuentran la
revolución cubana sucedida en 1959, que promovería e inspiraría a varios grupos
guerrilleros de Latinoamérica, al demostrar de cierta manera, que si era posible una
revolución por la vía armada en el continente; y el contexto de la guerra fría, que de la
mano de la consolidación del Bloque Soviético, promovería grupos armados en varios
países del mundo que llevarían a cabo guerras de liberación nacional y revoluciones con
ideales socialistas.

15
Una buena aproximación a la historia de las reformas agrarias en el país, relacionadas también con el conflicto armado,
se encuentra en: Fajardo, Dario (2001) La tierra y el poder político: la reforma agraria y la reforma rural en Colombia.
Ponencia presentada en el Seminario permanente sobre problemas agrarios y rurales. Bogotá, Colombia, diciembre de
2001.
Además, la Fundación Forjando Futuros, presentó un informe (2014) en el cual se afirma que la restitución de tierras
tardaría 529 años (Ver http://forjandofuturos.org/fundacion/index.php/sala-de-prensa/registro-de-medios/79-registro-de-
medios/1398-2014-12-16-21-19-22).
35

Así, tanto el ELN con el Manifiesto de Simacota (1965), como las FARC con el Programa
Agrario (1964), recogen los elementos gruesos de las problemáticas descritas
anteriormente. Por ejemplo, las FARC (1993: p.2) señalarían en el primer punto de su
programa:

PRIMERO: A la Política Agraria de Mentiras de la Oligarquía, oponemos una


efectiva Política Agraria Revolucionaria que cambie de raíz la estructura social del
campo colombiano, entregando en forma completamente gratuita la tierra a los
campesinos que la trabajan o quieran trabajarla, sobre la base de la confiscación de
la propiedad latifundista en beneficio de todo el pueblo trabajador.

Y el ELN señalaría como el primer punto del Manifiesto de Simacota (1965: p.1)

1. La toma del poder para las clases populares, la instauración de un gobierno


democrático y popular que libere a nuestro país de los monopolios internacionales y
de la oligarquía criolla y que garantice la plena igualdad de nuestro pueblo, que
otorgue plenas libertades democráticas a los sectores populares, que conceda a la
mujer sus legítimos derechos, que libere las fuerzas creadoras de las masas, que
garantice el respeto a la dignidad humana y el libre desarrollo de los colombianos.

Además de señalar la gratuidad de la educación, la necesidad de alfabetización, de la


modernización y redistribución de las tierras, entre otros.

Los programas muestran las aspiraciones de dichos grupos de cambiar radicalmente la


estructura social, política y económica del país, y en ellos se declararían en guerra contra el
Estado existente hasta el cambio de las problemáticas referidas.

Con el paso de los años, los grupos irían construyendo nuevas aspiraciones con respecto a
nuevas problemáticas que se presentarían en el país, pero no dejarían de lado el discurso
transformador que los inspiró en sus orígenes. Esto se manifiesta en textos posteriores de
dichos grupos, producto de sus respectivas Conferencias y Congresos Nacionales, y más
36

claramente en las agendas establecidas en los procesos de diálogo efectuados con diferentes
gobiernos.16.

Desde la lectura de varias organizaciones sociales se postula la idea del conflicto integral
(Ramos, 2012). Esta concepción, propone a grandes rasgos, y como se ha expuesto en las
páginas anteriores, un conflicto armado que se muestra como un apéndice del gran conflicto
que vive el país, y que se manifiesta social, económica y políticamente.

Así, la persecución a la oposición política, las condiciones de miseria y hambre, la


concentración de la tierra y de la riqueza en unas pocas manos, entre otros, entrarían a
configurar ese escenario tan complejo de guerra, bajo el cual, se analiza la construcción de
política criminal del gobierno sobre la insurgencias en estas páginas. Es decir, no una
política criminal de un enemigo o delincuente armado de manera aislada, sino teniendo en
cuenta otra gran cantidad de factores que a su vez, son causantes del surgimiento y
perpetuación de estos grupos, y que el Estado en su esencia no ha logrado o no le ha
interesado resolver.

Al día de hoy, y luego de varios procesos de negociación fallidos17, el gobierno de Juan


Manuel Santos y las dos insurgencias intentan nuevamente buscar una salida política al
conflicto armado con dos procesos independientes, uno con las FARC que se efectúa fue
instalada en octubre de 201218 y que se lleva a cabo en La Habana y que cuenta con varios
avances; y otro con el ELN, en el cual apenas se han hecho públicos los primeros

16
Remitirse directamente a las páginas de los grupos armados.
http://www.eln-voces.com/index.php/es/
http://farc-ep.co/
17
Para profundizar en el tema revisar: López Rendón Luisa María y Molina Castaño Martín (2013a) Procesos de
negociación política en Colombia. Ponencia presentada en el II Congreso Interuniversitario de Ciencia Política. Asamblea
departamental de Antioquia.
18
Noticias Caracol (2012, 18 de octubre) Gobierno y FARC instalan oficialmente la mesa de negociaciones. Recuperado
de http://www.noticiascaracol.com/nacion/gobierno-y-farc-instalan-oficialmente-la-mesa-de-negociaciones
37

acercamientos en un intento por consolidar una agenda y una metodología para llevar a
cabo el proceso19.

Esto sin embargo, se ha desarrollado en medio del conflicto. En este orden de ideas, el
gobierno colombiano no ha dejado de considerar como delincuentes a los militantes
guerrilleros, y a raíz de esto, ha establecido una política criminal para su tratamiento.

Para entrar en materia, se procederá a mencionar los antecedentes más inmediatos de la


política criminal en el gobierno del expresidente Álvaro Uribe Vélez, y posteriormente se
pasará a su configuración en el gobierno de Juan Manuel Santos, en el que se asume este
período de gobierno, como un momento de transición que se propone alcanzar el fin del
conflicto armado entre Estado e insurgencias, y crear nuevas alternativas para la
participación política de las últimas, la búsqueda de verdad y justicia para las víctimas de la
guerra, entre otros aspectos.

2.2.Antecedentes: los gobierno de Álvaro Uribe y la seguridad democrática

El nuevo milenio trajo consigo una serie de cambios en el ámbito nacional y global. Los
acontecimientos ocurridos en Nueva York (el derribamiento de las torres gemelas), el 11 de
septiembre de 2001, significarían un cambio discursivo de Estados Unidos y sus aliados en
la lucha contra el terrorismo a nivel global. Como buen aliado, Colombia comenzó a
emplear dicho discurso dirigiéndolo hacia los grupos insurgentes; se pasaría de combatir a
guerrillas con motivos políticos, para pasar a combatir a grupos terroristas.

En este marco se da la ruptura de los diálogos que se realizaban en San Vicente del Caguán
entre las FARC y el gobierno de Andrés Pastrana. Las constantes dilataciones, la extensa
agenda que se estaba discutiendo, la extremada mediatización del proceso, entre otros

19
El Espectador (2012, 3 de diciembre) ELN confirma acercamientos con el gobierno en diálogos de paz. Recuperado de
http://www.elespectador.com/noticias/paz/eln-confirma-acercamientos-el-gobierno-dialogos-de-paz-articulo-390360
38

factores, generarían una ruptura definitiva de dichos diálogos y dejarían al Caguán como un
mal recuerdo de otro intento de negociación política, que pudo ser, pero no fue.

Sumado a lo anterior, el Caguán, sirvió para reforzar militarmente tanto a las FARC como
al gobierno. La zona de despeje y el lobby político, fortalecerían a la guerrilla, mientras que
el gobierno firmaba el Plan Colombia que sería

la estrategia integral de cooperación bilateral, cuyo objetivo general es combatir las


drogas ilícitas y el crimen organizado, para así contribuir a la reactivación
económica y la consecución de la paz en Colombia, al tiempo que se fortalece el
control sobre la oferta de drogas ilícitas en las calles norteamericanas. Este acuerdo
está basado en el principio de responsabilidad compartida, según el cual se reconoce
que el problema mundial de las drogas es una responsabilidad común y compartida
por toda la comunidad internacional, que exige una visión integral y equilibrada
para enfrentar la demanda y la oferta de drogas ilícitas.

Así mismo, el PC busca fortalecer al Estado y a la sociedad colombiana para la


superación de la amenaza narcoterrorista, en un contexto de fortalecimiento de la
democracia y los Derechos Humanos, a la vez que se mejoran las condiciones
sociales y económicas de los grupos de población más vulnerables al ofrecerles
alternativas diferentes a la producción de drogas ilícitas. (DNP: 2006)

El Plan Colombia fortalecería militarmente a las Fuerzas Armadas colombianas, con el


patrocinio estadounidense bajo la lógica de la lucha anti-drogas. A su vez, los grupos
paramilitares se fortalecían en el norte y centro del país, con una organización de carácter
nacional AUC (Autodefensas Unidas de Colombia, creada desde 1997), que dejaría
desastrosas consecuencias en términos de degradación del conflicto y de perjuicios la
población civil, que redundaría en efectos negativos para las insurgencias. Sin embargo, esa
es otra historia que no puede ser narrada en estas páginas
39

Bajo este contexto, de aumento de la guerra y de fortalecimiento de todos los actores


armados, es electo presidente en el año 2002 Álvaro Uribe Vélez, quien posteriormente
modificaría la constitución a su amaño para poder ser reelegido en el año 2006. Así,
durante sus ocho años de gobierno Uribe consolidaría la propuesta de la seguridad
democrática cuyo objetivo principal sería

reforzar y garantizar el Estado de Derecho en todo el territorio, mediante el


fortalecimiento de la autoridad democrática: del libre ejercicio de la autoridad de las
instituciones, del imperio de la ley y de la participación activa de los ciudadanos en
los asuntos de interés común20.

Bajo esta idea, se buscaría una guerra directa contra la insurgencia, en donde se aumentaría
el nivel de la confrontación y se involucraría de sobremanera a la oposición política legal.

El análisis de Julián Muñoz Tejada (2012) sobre la política criminal del primer gobierno de
Uribe, enmarcada dentro de la seguridad democrática, cruza el factor discursivo, el saber y
las relaciones de poder. Desde esos criterios interpretativos, el análisis evidencia como esta
política criminal viene enmarcada en la doctrina de seguridad nacional, que definen la
existencia de un enemigo, a fin de volverlo objeto de todos los ataques políticos, jurídicos y
discursivos posibles.

Además, en el informe Seguridad sin derechos (FCSPP, 2010), también se hace un balance
de la política criminal en este contexto. Se describe una política criminal construida bajo la
estrategia de guerra que se desarrolló durante los gobiernos de Uribe, y que fue usada para
criminalizar a sectores de oposición, y para servir a los intereses de los sectores que en ese
momento se encontraban en el poder.

20
Presidencia de la República y Ministerio de Defensa Nacional (2003), Política de defensa y Seguridad Democrática,
Colombia, Página 12. Recuperado de http://www.oas.org/csh/spanish/documentos/Colombia.pdf
40

Durante el gobierno de Álvaro Uribe, también se puede encontrar la creación de la Ley 975
de 2005, también conocida como Ley de Justicia y Paz, en la cual se establecían las
disposiciones para la reincorporación de miembros de grupos armados a la sociedad civil
(2005; p.1). Esta ley, aunque en el papel se dirigía a militantes de cualquier grupo armado,
en esencia funcionó para que se diera la desmovilización de los grupos paramilitares
suscritos a las AUC21.

En resumidas cuentas, el trato para con las insurgencias durante los gobiernos de Uribe
Vélez, se remitió principalmente al sometimiento a la justicia a través de dicha Ley, en
donde los grupos insurgentes no podían poner a dialogar sus acumulados políticos en una
suerte de negociación22, y a la confrontación militar, con el aumento del pie de fuerza, y
con una campaña discursiva que deslegitimaba a las insurgencias como organizaciones
políticas, degradándolas al plano del terrorismo. Esta estrategia estuvo más claramente
dirigida a las FARC, que sufrió golpes mucho más fuertes que el ELN, incluso
llegando a perder varios de sus altos mandos. Lo más importante aquí, para pasar a analizar
como tal la política criminal en el gobierno de Juan Manuel Santos, es la herencia de la
seguridad democrática, en torno a la cual, el ahora presidente hizo su campaña para quedar
electo en 2010.

21
Se puede revisar el informe, Centro de Memoria histórica (2012) Justicia y paz: ¿Verdad judicial o verdad histórica?
Disponible en
http://www.centrodememoriahistorica.gov.co/descargas/informes2012/verdad_judicial_verdad_historica.pdf
22
Durante el gobierno de Uribe, se intentó dar un proceso de negociación con el ELN, en donde se desarrollaron varias
rondas de negociación en La Habana, que terminaron en una ruptura por diferencias entre los puntos a negociar y sobre
qué debería ser un proceso de negociación. La famosa “Casa de Paz” logró incidir en dicho proceso, que terminó siendo
afectada por el paramilitarismo en la ciudad de Medellín, donde tenía su sede.
41

TERCERA PARTE

3. POLÍTICA CRIMINAL PARA LA SUPERACIÓN DEL CONFLICTO


ARMADO

3.1.Juan Manuel Santos: Hacer la guerra y negociar la paz

La elección de Juan Manuel Santos como presidente en 2010, estuvo ligada a la promesa de
darle continuidad a la política de seguridad democrática que se había venido ejecutando
desde el gobierno anterior de Álvaro Uribe Vélez, sin que sea hoy un misterio, que la
victoria del ahora presidente se debió en gran medida dicha promesa. Es decir, para acabar
a las insurgencias, el único camino era fortalecer la vía militar, o en su defecto, su
sometimiento a través de la rendición23.

En el documento Buen Gobierno para la Prosperidad Democrática. 110 iniciativas para


lograrla (2010), que fue usado durante la campaña presidencial, se encuentra plasmada
claramente esta postura, inclusive, en la presentación del mismo se afirma que de la
Seguridad democrática se avanzará hacia la Prosperidad democrática (p. 3). Los temas de
seguridad, defensa y justicia, se encuentran en los títulos Ni un paso atrás en seguridad
democrática y ciudadana (p.54) y Las Leyes nos darán la libertad (p. 57). Allí se destacan
puntos como:

96. SEGURIDAD DEMOCRÁTICA PARA EL LOGRO DE LA PAZ

23
En la web se encuentran varios videos que dan cuenta de la afirmación. Ver, por ejemplo: Santos le promete eterna
lealtad a la familia Uribe y dice trabajar, trabajar y trabajar. (Subido el 2014, 25 de junio) Recuperado de
https://www.youtube.com/watch?v=DxyrzoL_gtQ
42

Derrotaremos al terrorismo, terminaremos el conflicto y construiremos la paz.


Mantendremos una presión incesante sobre los violentos, organizados en bandas
criminales, grupos guerrilleros y terroristas. No les dejaremos más opción que la
rendición, la reinserción y la aceptación de la Constitución Política de Colombia.
Mantendremos la exitosa política del Presidente Álvaro Uribe Vélez, que combinó
la mano tendida y el pulso firme. (p. 55)

En este punto, las categorías de rendición y reinserción dejan entender que la presión
militar aumentará hasta no dejar a los grupos armados una opción diferente, y en ningún
momento se deja una puerta abierta a las negociaciones actuales, en las que se presentan
unas condiciones que van mucho más allá de la entrega de los grupos armados. Además,
discursivamente se refuerza el concepto de “terrorista”, que ha venido siendo empleado
para desligar a las insurgencias de su carácter político. Añadido a la presión militar, se
presenta la judicialización como otra de las vías para acabar con dichos grupos, por
ejemplo:

106. EXTINCIÓN DE DOMINIO Y JUDICIALIZACIÓN DEL TERRORISMO

Crearemos procedimientos legales para acelerar la extinción de dominio y el empleo


por el Estado de los bienes incautados al narcotráfico. Estableceremos nuevos
instrumentos legales que faciliten la judicialización de los terroristas.
Fortaleceremos las instancias judiciales de carácter nacional contra el crimen
organizado y el terrorismo. (p. 59)

Cabe resaltar, que en dicho documento, no se hace ninguna referencia a la finalización de la


confrontación armada a través de la negociación entre gobierno y guerrillas, aspecto que
saldrá a la luz pública en 2012, y que se ha convertido en la bandera de Juan Manuel
Santos, inclusive, para pelear la reelección en 2014; y que a su vez, ha sido el principal
43

blanco de las críticas del sector uribista, que considero traicionado su ideario y plan de
acción.24

Posteriormente se daría a conocer por parte del gobierno nacional el Plan Nacional de
Desarrollo (PND) “Prosperidad para todos. Más empleo, menos pobreza y más seguridad”
en donde se estipulan las bases para el gobierno de Juan Manuel Santos en el periodo
comprendido entre 2010 – 2014. Este PND, contempla cinco capítulos, de los cuales para el
tema en cuestión es de gran utilidad el quinto denominado “Consolidación de la Paz”, que a
su vez se divide en tres subcapítulos: A. Seguridad, orden público y seguridad ciudadana;
B. Justicia; y C. Derechos humanos, derecho internacional humanitario y justicia
transicional.

De suma importancia es entender las nociones que plantea el gobierno acerca de la paz,
para el cual,

consolidar la paz significa garantizar el Estado de Derecho en todo el territorio


nacional. La prevalencia del Estado de Derecho es la consolidación de la seguridad
en todo el territorio nacional, la observancia plena de los derechos humanos, y el
funcionamiento eficaz de la justicia (PND, 2011: p. 499).

Esto se deduce de la falta de presencia estatal que aún persisten en muchas zonas del
territorio nacional, y del intento del gobierno por recuperar el monopolio de las armas, para
garantizar la construcción segura de un proyecto de país.25

En el PND, el gobierno señala la necesidad de no disminuir la intensidad del accionar de las


Fuerzas Militares, y hace énfasis en el fortalecimiento local y regional de estas, para
contrarrestar el accionar de los grupos armados que se encuentran dispersos en algunas

24
Ver por ejemplo, El Espectador (2013, 25 de octubre) El Uribismo contra el Gobierno. Recuperado de
http://www.elespectador.com/noticias/politica/el-uribismo-contra-el-gobierno-articulo-454656
25
Evidentes son las diferencias de la noción de paz que tienen el gobierno nacional, las guerrillas, y otros sectores
sociales.
44

zonas del territorio nacional. Además, como pilar fundamental, está atacar el narcotráfico
en toda su cadena de producción y distribución, ya que allí se encuentra una de las fuentes
de financiación de los grupos armados.

No obstante, resulta bastante llamativo, como desde el PND se comienza a hablar de


justicia transicional y de transición hacia un estadio de finalización de la guerra, y aunque
no mencionándolas concretamente, dejando una puerta abierta a unas posibles
negociaciones. El documento señala que

el reto está en la formulación de una política de Estado coordinada para aunar


esfuerzos dentro de un marco normativo que permita superar el legado de graves
violaciones a los Derechos Humanos e infracciones al Derecho Internacional
Humanitario, y generar condiciones de convivencia, que contenga el diseño e
implementación de mecanismos que garanticen la justicia y verdad, la reparación
integral de los derechos vulnerados y que faciliten la transición pacífica hacia un
sociedad en proceso de reconciliación. (PND, 2011: p. 536)

El PND constituye un documento valiosísimo en este estudio, pues es en él se sientan las


bases para el desarrollo del primer gobierno de Santos, y claro está, se presentan claramente
todos los ámbitos desde los cuales el gobierno pretende combatir a las guerrillas. Así, en el
documento se mezclan las vías militar y penal, así como se contempla la resolución del
conflicto por medio del diálogo y la negociación, estrategias a combinarse para afrontar la
guerra contra las guerrillas. Claro está, el despliegue de personal, de recursos estimados en
27,7 billones de pesos para el año 2014 (de los cuales 25,5 billones son para
funcionamiento y 2,2 para inversión)26, propaganda, entre otros, para las fuerzas militares,
no hace más que confirmar la vía militar como la prioridad del gobierno.

26
Cárdenas Mauricio, Ministro de Hacienda y Crédito público. Presupuesto General de la Nación 2014, Recuperado de
http://www.minhacienda.gov.co/portal/page/portal/HomeMinhacienda/presupuestogeneraldelanacion/ProyectoPGN/2014/
PRESUPUESTO%20GRAL%202014.pdf
45

El desarrollo de la confrontación armada y las exigencias planteadas en el PND, llevaron al


Ministerio de Defensa Nacional a diseñar la Política Integral de Seguridad y Defensa para
la Prosperidad (2011). En esta se trazan los objetivos para desarrollar una política de
seguridad que afronte temas como

la seguridad a las locomotoras para la prosperidad, la consolidación de la seguridad


y la derrota de los grupos armados al margen de la ley, la lucha contra el
narcotráfico y el crimen organizado, la mejora sustancial de la seguridad ciudadana,
la defensa nacional y la modernización del sector defensa y seguridad. (PISDP,
2011: p.11).

El documento es enfático en presentar un balance positivo de las políticas de seguridad


democrática llevadas a cabo durante los dos gobiernos de Uribe Vélez, y plantea nuevos
escenarios de confrontación respecto a las guerrillas de las FARC y ELN que denomina
Grupos Armados al Margen de la Ley (GAML), y en donde también se incluyen las
llamadas Bandas Criminales (BACRIM). En palabras propias del documento,

La PISDP representa la combinación adecuada de continuidad y cambio.


Continuidad con las Políticas de Seguridad Democrática (2002-2006) y de
Consolidación de la Seguridad Democrática (2006-2010) que permitieron los
importantes logros en seguridad alcanzados por Colombia durante los últimos dos
cuatrienios. Cambio, en la fijación de metas más ambiciosas, en la incorporación de
nuevos objetivos estratégicos y en la elevación a la categoría de políticas de
componentes instrumentales o habilitadores, llamados pilares, que permitirán
alcanzar los objetivos estratégicos dentro de los límites de tiempo y recursos
previstos por la PISDP. (Ibíd.: p.5)

Así mismo, el documento hace un diagnóstico de las guerrillas:

De un lado, las FARC han intensificado el desarrollo de acciones típicas de la


guerra de guerrillas, rehuyendo la confrontación abierta con la Fuerza Pública y
46

privilegiando el terrorismo y el uso de minas antipersonal entre otras tácticas


propias de la guerra de guerrillas de la lógica terrorista. Esto se traduce en la
actuación en pequeñas células que buscan realizar actos de alto impacto negativo en
la confianza de la ciudadanía, como alternativa a la restricción operativa que les ha
causado la reducción de sus miembros a por lo menos la mitad de los que tenía en
2002, la neutralización de una buena parte de su más alta dirigencia y el prolongado
repliegue de supervivencia en las zonas más remotas del país. De otra parte, con el
fin de sostener sus actividades asociadas al tráfico de narcóticos, han propiciado
crecientes alianzas con organizaciones narcotraficantes. Finalmente, han fortalecido
sus milicias y redes de apoyo para desdoblar sus estructuras armadas, mimetizarse
entre la población, intimidar y reclutar criminalmente, abastecerse de recursos e
información, y cometer atentados terroristas.

Por otro lado está el ELN, organización que se escudó por años en el secuestro y la
extorsión como principal fuente de financiación y coacción a los ciudadanos. Como
uno de los resultados más visibles del esfuerzo estatal en seguridad, la capacidad de
daño de este grupo terrorista ha disminuido sustancialmente de la mano de la
desarticulación de sus estructuras clave y la disminución sustancial de sus
combatientes. Este panorama ha conducido a esta organización ilegal a refugiarse en
el narcotráfico y en alianzas regionales con otras organizaciones criminales, para
tratar de evitar su colapso definitivo. Al igual que las FARC, el ELN usa el crimen y
el terrorismo como ejes fundamentales para crear enclaves de producción de droga y
explotación de recursos ilegales que los mantienen vigentes. (Ibíd.: p. 17)

Claro está, el diagnóstico elaborado en el documento se presenta una carga ideológica y


política, propia de los discursos oficiales de la guerra, en la cual se muestra una
superioridad evidente de las fuerzas militares colombianas. En este sentido, desde el
Ministerio de Defensa Nacional se sigue reproduciendo el discurso del terrorismo de años
atrás. Casi cualquier alocución de un alto mando militar, o incluso del Ministro de Defensa,
47

así lo confirman27. Pues desde allí se siguen señalando estos grupos como terroristas,
enmarcando su accionar fuera de un reconocimiento político. En este mismo sentido, con
respecto al carácter de la guerra que se libra con estos grupos, el texto lo refiere como un
extenso periodo de violencia que se libra hace 47 años (para el 2011), dejando de lado el
concepto de conflicto armado, sus causas, consecuencias, y todas las aristas que se
desprenden de entender el conflicto colombiano de esta manera, y no como un simple
periodo de violencia.

Cabe resaltar finamente, que “el énfasis de la PISDP está en la desarticulación definitiva de
las estructuras de los GAML, lo cual implica focalizar estratégicamente la fuerza sobre
todos sus centros de gravedad para producir su implosión”. (Ibíd.: p.34).

A partir de lo anterior, y de las percepciones generadas en los primeros cuatro años de


gobierno, se puede deducir que en este periodo siempre ha prevalecido la confrontación
armada como un método para someter a la guerrilla tanto política como militarmente. Y si
bien, las negociaciones que se dan actualmente28 se presentan como una alternativa clara
para la finalización del conflicto, siempre han estado paralelas con las acciones militares,
llevándose a cabo una doble dinámica de hacer la guerra, pero negociar la paz.

Una doble dinámica que se presenta en la teoría, en la práctica, en el discurso y la acción.


Así, la reivindicación de una finalización del conflicto por una vía política, siempre ha
estado acompañada de la propaganda de las Fuerzas Militares, que invita a no declinar en la
lucha contra la guerrilla, y que alude a su superioridad.

La exposición de los postulados anteriores, se hace en el marco de la concepción de política


criminal que se propone desde la primera parte de este trabajo. Retomando a Grosso, “la
política criminal es una forma de ejercer poder en relación con el fenómeno criminal,

27
Ver por ejemplo, El Tiempo (2013, 31 de diciembre) “El 2014 será el año de victoria sobre el terrorismo”: Mindefensa.
Recuperado de http://www.eltiempo.com/archivo/documento/CMS-13328129
28
Las negociaciones propiamente señaladas, tendrán un espacio de análisis más adelante.
48

actividad ésta que se realiza en un doble sentido: como definición y como respuesta”29. En
este caso concreto, la definición del “fenómeno criminal” de las guerrillas, se hace desde
diversos sectores.

Así, desde la presidencia es claro que para negociar con los grupos armados, debe
reconocérseles un estatus de beligerancia, que no se identifica precisamente en el discurso
de las Fuerzas Armadas. De igual manera, desde la rama judicial, y concretamente desde el
derecho penal, también existen una serie de definiciones y respuestas sobre quienes han
decidido alzarse en armas por motivos políticos.

Lo anterior, evidencia discursivamente que es “hacer la guerra, negociando la paz”, lo que a


las particularidades del conflicto colombiano, le generan una gran cantidad de
interrogantes, que a su vez dejan interesantes debates abiertos. Pues se evidencia como la
política criminal, la política de seguridad e incluso la política de paz (de negociación) del
gobierno, surgen como respuestas a un mismo fenómeno, y son ejecutadas de manera
integral.

Bajo esta lógica, el gobierno nacional concibe la idea de atacar a los Grupos Armados al
Margen de la Ley, no como una tarea que depende única y exclusivamente del Ministerio
de Defensa Nacional, sino como una labor integral que pasa por todas las instituciones
estatales y ramas del poder público, además de ciudadanía en actividades de denuncia y
colaboración.

La idea de una política criminal expresada en el derecho penal, no deja de ser una de las
visiones que más fuerza tienen. Además, como instrumento de guerra ha venido siendo
empleado por el Estado desde tiempo atrás, para ejercer presión y obtener ganancias en el
desarrollo de la guerra, en la misma lógica de que la lucha contra la insurgencia, es la lucha

29
Citado en la primera parte de este trabajo.
49

contra la criminalidad. A continuación se pasará a analizar el papel y la influencia de esta


herramienta en un contexto de guerra.

3.2.La guerra expresada en el derecho penal

En primera medida y antes de entrar a mirar con detalle lo expresado en materia de derecho
penal con respecto a las guerrillas y al delito político durante el gobierno de Juan Manuel
Santos, es necesario hablar de la generalidad de la política criminal en Colombia, y la
construcción de esta desde años atrás.

Para esto es de suma importancia tener en cuenta el informe realizado por la Comisión
Asesora de Política Criminal (2012) –de ahora en adelante, simplemente “Comisión”-,
denominado Diagnóstico y propuesta de lineamientos de política criminal para el Estado
colombiano. Esta Comisión, conformada por académicos y expertos en el tema, elaboró un
documento en el cual se hace en la primera parte un diagnóstico de lo que ha venido siendo
la construcción de política criminal en el país desde años atrás, y como el gobierno de Juan
Manuel Santos ha reaccionado, o ha dejado pasar, los vacíos existentes en dicha materia.
En la segunda parte del documento, se desarrolla el objetivo principal de la Comisión que
se centró en elaborar una propuesta de lineamientos para que el gobierno Santos contara
con una guía para la construcción de una política criminal integral y acorde con las
necesidades del país.

El documento acoge la el concepto de política criminal dado por la Corte Constitucional en


la sentencia C-646 de 2001 (que a su vez, es la visión que expone el gobierno en el PND).
En esta se entiende por política criminal

“el conjunto de respuestas que un Estado estima necesario adoptar para hacerle
frente a conductas consideradas reprochables o causantes de perjuicio social con el
50

fin de garantizar la protección de los intereses esenciales del Estado y de los


derechos de los residentes en el territorio bajo su jurisdicción”.30

Esta definición expone un enfoque amplio, que no se reduce a lo penal, sino que promueve
una visión integral que manifiesta que la política criminal se expresa en otros aspectos
como el social, el económico, administrativo, entre otros31. No obstante, las respuestas a
esos fenómenos mencionados se han originado casi que única y exclusivamente desde el
derecho penal con la privación de la libertad para los delitos comunes.

En la parte diagnóstica del documento, se afirma que estas respuestas, es decir, la política
criminal en Colombia se ha construido de manera reactiva, reaccionando
indiscriminadamente ante diversos fenómenos criminales que son tratados sin fundamentos
empíricos, presentándose una falta de análisis cuantitativos y cualitativos del por qué
aumentar o reducir las penas, o por qué castigar o no determinado comportamiento.

Además, no se han creado instrumentos de medición permanentes y confiables, ni sistemas


de información, que permitan evaluar y hacer un seguimiento en diferentes momentos, de
las políticas que se han generado como política criminal. A raíz de esto, en muchas
ocasiones se pueden encontrar contradicciones, técnicas, jurídicas o de formas de atacar el
delito entre lo que realizó un gobierno y otro, o diversas ramas del poder, o de discurso y
realidad. (Comisión, 2012: p. 27 a 30)

Lo anterior se ha presentado como constante histórica durante los gobiernos anteriores al de


Juan Manuel Santos, y según el documento y otros investigadores del tema, la política
criminal implementada en el país se ha desarrollado bajo la figura del populismo punitivo,
que como se desarrolló en la primera parte de este trabajo, consiste a grandes rasgos, en un

30
Citada en el PND: p. 522, tomada de Colombia, Corte Constitucional. (2001, junio). Sentencia C-646, M. P.: Cepeda
Espinosa, M. J. Bogotá.
31
Claro está, sea cual sea la respuesta o el sector desde el cual el gobierno decida implementar la política criminal, esta
debe expresarse según el ordenamiento jurídico, y por lo menos, formalmente, siguiendo los principios normativos del
Estado. Esta afirmación debe ser tenida muy en cuenta para entender los desafíos que se deben afrontar en esta materia en
un supuesto escenario donde las negociaciones entre gobierno y guerrilla hayan culminado con éxito.
51

aumento de las penas, o la creación de delitos nuevos, en busca de resultados electorales y


de favorabilidad en opinión pública de los gobernantes. El documento justifica esta idea,
afirmando que

a pesar de las inconsistencias y el carácter reactivo de las decisiones de política


criminal, es posible detectar una tendencia en últimos 20 años [sic] y es que las
medidas penales se han vuelto más severas. Esto se puede constatar, a nivel
abstracto, por la creación de nuevas figuras delictivas, y por el aumento de las penas
mínimas y máximas de los delitos ya establecidos en la legislación penal.
Igualmente puede verificarse por el aumento de las personas privadas de la libertad,
no sólo a nivel absoluto sino también en proporción a la población. (Comisión,
2012; p.30)

Uno de los aspectos que más fuerza le dan a esta idea, son las modificaciones que a la fecha
se le habían realizado al Código Penal del año 2000, que supuestamente había sido creado
para actualizar la legislación del país en dicha materia, y para que no requiriera de
modificaciones posteriores en el corto plazo; sin embargo,

las 36 modificaciones que se han hecho a la legislación penal tienen que ver
principalmente con la tipificación de nuevas conductas (creación de delitos), el
aumento de penas para delitos ya creados, la modificación de causales de
agravación punitiva, la variación de las consecuencias punitivas para determinada
clase de delitos, la modificación de beneficios por aceptación de cargos y la
modificación de los términos de la prescripción de la acción penal. (Comisión,
2012; p. 30-31)

Además, a la fecha se habían creado 47 delitos nuevos, se incrementó la pena para 80


delitos, sin contar que la Ley 890 de 2004 había aumentado las penas para todos los delitos
del código, y fijó la pena máxima en 60 años (Ibíd.: p. 31), 13 años por debajo del nivel de
expectativa de vida del país.
52

La falta de planificación en esta materia es evidente, y hoy más que nunca, el aumento
indiscriminado de las penas de privación de la libertad, se manifiesta en una crisis
carcelaria, que ha sobrepasado todos los límites de la racionalidad humana.

La crisis se manifiesta principalmente, en un problema de hacinamiento que al día de hoy


es del 53,5%3233. No obstante, la revisión detallada de los índices de hacinamiento,
muestran un problema histórico que se viene presentando desde años atrás, y que intentó
ser solucionado con la construcción de diez cárceles que solo funcionaron como un paño de
agua tibia a la gran problemática. La respuesta gubernamental, se ha visto débil y ha
carecido de fundamentos y resultados, pues las cárceles nuevas no tardaron en volverse a
ocupar en su totalidad.

La situación fue reconocida en el PND, y allí se menciona la necesidad de diseñar una


política criminal y penitenciaria coherente, que logren resolver la crisis carcelaria que se
vive en el país, así

Para combatir el fenómeno criminal, el país debe contar con una política criminal
estructurada de acuerdo con su concepción de Estado social de derecho, coherente,
eficaz y respetuosa de los derechos fundamentales, que contemple áreas en las
cuales se han identificado altos índices de criminalidad, demandando atención
inmediata por parte del Ministerio del Interior y de Justicia y acciones conjuntas de
las entidades involucradas tal como lo requiere la lucha y prevención del terrorismo,

32
Según el INPEC, del documento Series históricas Población 1991 – 2014, publicado el 5 de diciembre de 2014 y
recuperado de http://www.inpec.gov.co/portal/page/portal/Inpec/Institucion/Estad%EDsticas/Estadisticas/Estad%EDsticas
33
Por ejemplo, la sobrepoblación en las cárceles no permite que programas de resocialización (contemplados en estudio y
trabajo) se le garanticen a todas las personas, y comienzan a convertirse en privilegios para una población reducida, siendo
este el principal objetivo de los centros de reclusión. La atención médica no se brinda a todos los presos dada la falta de
personal y medicamentos. Las condiciones sanitarias e higiénicas son deplorables, al igual que la alimentación. Las
habitaciones deben ser compartidas en muchas ocasiones, por el doble o más personas de su capacidad. Dado las
jerarquías existentes al interior de los centros de reclusión, los que están en el menor rango deben dormir en pasillos,
baños entre otros. Todas estas condiciones, también manifestadas desde años atrás, ya habían llevado a la Corte
Constitucional a declarar en la Sentencia T-153 de 1998 un Estado de cosas Inconstitucional en los centros de reclusión
del país. Para una revisión más detallada de estas condiciones ver, Fundación Comité de Solidaridad con los Presos
Políticos (FCSPP). Seguridad sin derechos, Informe de la situación carcelaria en Colombia 2007-2009. O.V.M. Procesos
Editoriales. Colombia, 2010.
53

las bandas y redes criminales, el narcotráfico, el lavado de activos, la defraudación


de fluidos y otras conductas punibles. (PND, 2011: p.524)

Además el gobierno reconoce que la crisis se presenta por fallas en la estructura del sistema
judicial y de los procesos penales, que lejos de ser eficientes e igualitarios, se destacan por
su lentitud e ineficiencia. Aspecto que claro está, impide que estos procesos sean la garantía
de la justicia que dicen promulgar. Ante esto, el gobierno señala la necesidad de poner a
trabajar conjuntamente todas las instituciones relacionadas con los temas de criminalidad,
como policía, entes investigadores, jueces, etc. y que debe destinar más recursos a esta
función, garantizar el acceso a la justicia, a los programas penales, programas de
pedagogía, etc.

Ante las evidentes fallas y crisis, el gobierno desde el PND, propuso e la creación y
fortalecimiento del Consejo Superior de Política Criminal34:

Dada la naturaleza compleja y especializada de la política criminal, que se extiende


en acciones desde la prevención del delito hasta la asistencia pospenitenciaria, se
requiere fortalecer los espacios que permitan la construcción de esta política de
Estado, así como consolidar mecanismos efectivos de seguimiento y evaluación.
Para ello, se debe fortalecer el Consejo Superior de Política Criminal con un equipo
técnico que permita apoyar la toma eficiente de decisiones. (PND, 2011: p.524)

La regulación de esta entidad, no se dio hasta tres años después, demostrando la


incapacidad o la falta de voluntad del gobierno de proceder a tiempo ante necesidades que
requieren de atención urgente. Más allá de esto, dicho Consejo “funcionará como
organismo colegiado asesor del Gobierno Nacional en la implementación de la política
criminal” (Art. 2, Decreto 2055 de 2014). Se le delegan otra serie de funciones (Capítulo II)
entre las que se encuentran asesorar al gobierno, realizar informes, emitir conceptos previos

34
Reglamentado mediante el Decreto 2055 de 2014.
54

de los proyectos ley, revisar la situación de los proyectos de resocialización al interior de


las cárceles del país, entre otros.

En términos concretos, el Consejo debe ser el encargado de dar las recomendaciones para
que se construya una política criminal del Estado, en la cual todas las instituciones
encargadas trabajen articuladamente. Lo expuesto en el Decreto determina entonces, la
necesidad de establecer una Política Criminal que cuente con continuidad en los gobiernos
venideros, saldando en parte, la discusión de si la política criminal debe ser una cuestión de
Estado o de gobierno. Pues hasta el gobierno Santos, se había presentado el fenómeno de
aumento de penas y creación de delitos, sin establecer una política que estableciera el
motivo de estas medidas, y que diera una línea de continuidad lógica y sentara unas bases
para seguir trabajando en los próximos gobiernos.

No obstante, en Colombia la promulgación de leyes, decretos, resoluciones, entre otros, no


son garantía de una continuidad, pues ya se ha hecho evidente que con la misma facilidad
que son creados, son anulados o modificados posteriormente.

Más allá de la regulación del Consejo y de los señalamientos que se hacen en el PND de
avanzar en la construcción de una política criminal coherente, el gobierno Santos ha
incurrido en una serie de contradicciones señaladas por el mismo informe de la Comisión y
del Consejo.

En primera medida, la Comisión señala que varias de las intervenciones hechas por el
presidente Juan Manuel Santos, no se encontraban en concordancia con lo postulado en el
PND, ya que a pesar de que aunque algunas de ellas fueran dirigidas a la prevención o
tuvieran un carácter social, otras tantas estaban relacionadas con el aumento de penas o el
endurecimiento de la respuestas penales a comportamientos punibles (2012: p.39).

Además,
55

se encontró que en el año 2011 el Congreso expidió cuatro leyes en las que no se
observaron adecuadamente los lineamientos de política criminal expresados en el
Plan Nacional de Desarrollo 2010-2014 y, a pesar de ello, no fueron objetadas por el
ejecutivo y algunas de ellas contaron con su decidido apoyo ante el órgano
legislativo.

Estas leyes, algunas de las cuales no cuentan siquiera con un elemento empírico que
justifique su contenido, fueron las números 1445 que modifica el artículo 359 del
Código Penal; 1453 conocida como Estatuto de Seguridad ciudadana, en la que se
reformaron los Código Penal y de Procedimiento Penal y se aumentaron penas
exorbitantemente y por fuera de los límites legales; 1474 o ley anti- corrupción, que
reformó el Código Penal, aumentó penas, reguló inhabilidades; amplió los términos
de prescripción de la acción penal y creó tipos penales, y 1482 o ley anti-
discriminación, que creó nuevos tipos penales y modificó el tipo penal de genocidio.
(Ibíd.: p. 39 - 40)

La Comisión incluso llega a afirmar que la pretendida política pública coherente quedó en
meras declaraciones (Ibíd.: p.40), ya que la creación y no oposición a estas leyes así lo
demuestra. Vale la pena señalar, que el Congreso de la República, encargado de expedir las
leyes, contaba para estas fechas con una mayoría considerable de los llamados partidos de
la Unidad Nacional, sector afín y en coalición con el gobierno de Juan Manuel Santos.

Las cifras oficiales35 muestran que durante el 2011, año de la promulgación de las leyes
1474 de 2011 (Estatuto anticorrupción) y 1453 de 2011 (Estatuto de seguridad ciudadana) –
anteriormente señaladas como leyes punitivistas-, el nivel de hacinamiento se encontraba en

35
Tomadas de la Presentación del INPEC – Instituto Nacional Penitenciario y Carcelario. Director general del INPEC,
Brigadier General Saúl Torres Mójica, miembro del Consejo Superior de Política Criminal. Julio de 2014. Recuperado de
http://www.inpec.gov.co/portal/page/portal/Inpec/Institucion/Estad%EDsticas/Estadisticas/Presentaciones%20-
%20foros%20encuentros%20INPEC/5.%20PRESENTACION%2014072014%201%20POL%CDTICA%20CRIMINAL
%20JULIO%2015.pdf
56

32,8%, y en el año siguiente aumentó al 50,4%. En el año 2013 pasó a ser de 57,8 % y a
junio de 2014 se había reducido tan solo a 53,2%.

Las cifras no hacen más que refrendar lo señalado anteriormente, y demostrar las
inconsecuencias del gobierno, por lo menos en los primeros cuatro años de mandato, de
querer construir una política criminal diferente.

En la misma lógica del aumento de las penas han entrado los delitos considerados políticos
y los que se podrían denominar como conexos. Ya en la primera parte de este trabajo se
habló de la “desnaturalización del delito político” en el país, que eliminaba la conexidad
con otros delitos que se enmarcaban dentro de los cometidos en el marco de la lucha y
propios de la misma, limitando la definición a rebelión, sedición y asonada, y a amnistías e
indultos que otorgara el Congreso de la República. Con respecto a la creación de nuevos
delitos, el informe de la Comisión, afirma que

el examen de algunos casos específicos permite mostrar con mayor claridad esta
tendencia punitiva. Si se toma como ejemplo el delito de “fabricación, tráfico y
porte de armas de fuego o municiones” (artículo 356) se podrá apreciar que desde
cuando estuvo en vigencia el Código Penal de 1936 (que perdió vigencia en 1981)
la pena mínima ha pasado de 1 a 9 años de prisión, mientras la pena máxima pasó
de 4 a 12 años de prisión, lo que supone variaciones del 800% en el mínimo y de
200% en el máximo (…) (Ibíd.: p. 31)

Además,

revisadas otras variaciones de pena en algunos de los delitos que más suelen ocupar
la atención de los medios de comunicación, se observa que desde 1936 el secuestro
simple ha visto incrementada la pena mínima en 3.100% y la máxima en un 900%;
el secuestro extorsivo ha visto aumentada su pena mínima en 2.567% y su pena
57

máxima en 500%; la rebelión ha visto aumentada su pena mínima en 1.500% y su


pena máxima en 238%; (…) el delito de terrorismo ha visto incrementada su pena
mínima en 33% y su pena máxima en 13% desde 1980. (Ibíd.: p.32)

Los anteriores, en su gran mayoría, han caído en la llamada “desnaturalización” y no han


sido juzgados como delitos propiamente políticos, aunque en muchas ocasiones, estos
hayan sido cometidos en el marco de las acciones propias de la lucha armada contra el
Estado, con el fin de establecer un nuevo gobierno y nuevas instituciones. Merecedor de un
análisis, también es el hecho de que se aumenten en gran medida los mínimos de las penas
(mucho más que los máximos), lo que no hace más que reforzar la idea de una política
criminal atravesada por el populismo punitivo.

Claro está, el aumento de estas penas se encuentra en el marco del conflicto que se vive en
el país, donde el Estado colombiano usa al máximo sus herramientas jurídicas para castigar
y someter al enemigo.

En este sentido, son constantes las denuncias realizadas por organizaciones de derechos
humanos que trabajan en la defensa de los presos36, en las cuales se mencionan las torturas,
los malos tratos, los montajes judiciales y los traslados a los que sometidos los condenados
por motivos políticos, que se suman a las condiciones inhumanas que se presentan en las
cárceles del país, y que son la cotidianidad de la mayoría de la población carcelaria sin
importar el delito cometido. Ante esto, los prisioneros políticos han reaccionado con
huelgas de hambre y comunicados denunciando las respectivas situaciones y abusos por
parte de las autoridades encargadas37.

36
En el país existen varias organizaciones y colectivos que centran su trabajo en la defensa y solidaridad con los presos
políticos. Algunas de ellas vienen trabajando en la construcción de un Movimiento Nacional Carcelario, que influya en el
diseño de una política carcelaria acorde con la situación actual del país, y que pueda propiciar un avance en términos de la
llamada crisis carcelaria.
37
Algunas de las denuncias realizadas tanto por las organizaciones y colectivos como por los presos se encuentran
disponibles en:
http://www.comitedesolidaridad.com/index.php/noticias/redaccion-cspp/denuncias
http://www.comitedesolidaridad.com/index.php/los-sin-voz
58

Estos actos parecen convertirse cada vez más en una política, que aunque no oficial, se
realiza de manera premeditada e intencional con los presos por pertenecer a grupos
insurgentes. En todo caso, el supuesto respeto y honor entre combatientes que había
primado en otros periodos de violencia del país, es una cuestión más que nostálgica que
solo vive en textos históricos38.

Vale la pena también cuestionarse el fin último de la pena para los condenados por motivos
políticos. Ya que claro está, el supuesto discurso resocializador carece de fundamento si se
mira desde la óptica de la persona privada de la libertad, que se encuentra en dicha
condición, por precisamente estar en desacuerdo con las instituciones (con las cuales es
juzgado) y órdenes impuestos en el país y acudir a las armas para cambiarlo. No obstante
desde el punto de vista institucional puede afirmarse, que dicha persona debe someterse a
un proceso de reintegración y resocialización para evitar que reincida en las actuaciones
cometidas. Sin embargo, ha quedado claro páginas atrás, que las condiciones que se
presentan en las cárceles del país, hacen que estas se encuentren lejos de ser esos espacios
ideales y adecuados para que los presos lleven a cabo procesos de trabajo y estudio, en
busca de la resocialización.

Con este marco penal que se ha expresado en medidas punitivas extremas, y que dan
muestra de la capacidad y herramientas del Estado para someter a su enemigo, se pasará a
otro punto de análisis en el escenario del conflicto. Retomando el PND,

los esfuerzos gubernamentales no deben limitarse al sometimiento a la justicia de


los infractores de la ley, sino que han de traducirse en una acción de Estado
coherente e integral que comprenda un marco normativo que oriente y articule su
accionar en materia de verdad, justicia, reparación y garantías de no repetición, y un

http://www.traspasalosmuros.net/desdeadentro
http://www.traspasalosmuros.net/denuncias
38
El texto: Orozco Abad, Iván (1990) Elementos para una fundamentación del delito político en Colombia: una reflexión
a partir de la historia. Revista Estudios Políticos Nº9. Universidad Nacional de Colombia. Pp. 34-62. da cuenta del honor
entre los combatientes que se presentaba en las guerras del S. XIX en Colombia.
59

marco institucional que responda de manera oportuna y eficaz a los retos planteados
por los anteriores pilares básicos de la justicia transicional. (PND, 2011: p. 535)

La relación de política criminal y política de paz, sigue siendo un factor de análisis


interesante, y más teniendo en consideración los procesos de negociación que se dan entre
el gobierno y las guerrillas del país. Ahora bien, es necesario mirar las características de
estos procesos, y los desafíos que pueden plantear si llegan a un feliz término.

3.3.La negociación con las guerrillas y los desafíos futuros

La historia del país ha llegado a un punto que muchos consideran definitivo para la
terminación del conflicto armado y el paso a una sociedad democrática, esquiva
prácticamente desde los primeros días de vida republicana. La actualidad colombiana, pone
en el escenario principal las conversaciones entre guerrillas y gobierno, que tal parece,
pondrán fin a la confrontación armada entre estos. En un hecho que ha llamado la atención
de gran parte de los sectores del país, y de muchos países del mundo.

Anteriormente se habló de la guerra expresada en el derecho penal, y como esta no


discrimina entre uno y otro grupo para aplicar penas extremas y para someter al enemigo.
Además se habló de la política de seguridad y defensa, que aunque ha golpeado más a las
FARC que al ELN, ha llevado a cabo una ofensiva militar que pretende hacer la guerra y
someter a los dos grupos.

No obstante, el tema de los diálogos y de política de paz es diferenciado por lo que cada
grupo representa dos realidades diferentes y reivindicaciones propias de sus luchas,
60

constituidas históricamente. Claro está, muchas de estas pueden coincidir y encontrarse,


pero las particularidades siempre estarán presentes39.

Hecha la aclaración, se pasarán a exponer lo que tal vez se pueden establecer como
generalidades en torno al tema de paz, señalando también las particularidades que se dan
con cada grupo, que por términos de avances en el momento de realizar este trabajo, son
mucho más las ya conocidas con las FARC, que con el ELN que apenas comienzan. Con
este marco a manera de contexto, se trabajarán las discusiones que pueden generarse en
términos de política criminal de los grupos armados, en un supuesto escenario de fin de la
confrontación armada

 .

A pesar de los muchos intentos fallidos en la historia del país de terminar el conflicto
armado por vía dialogada y del legado de Seguridad Democrática y de Plan Colombia que
recibió Juan Manuel Santos al asumir la presidencia; el 26 agosto del 201240 un anuncio
sorprendió al país: se conformaría oficialmente una mesa de conversaciones entre el
gobierno y la guerrilla de las FARC. Añadido a esto, durante el año 2014 se mencionaron
constantemente acercamientos entre el gobierno y el ELN, para conformar una mesa de
similares características, que espera confirmación oficial de apertura en los primeros meses
del 2015.

Como se mencionó anteriormente, en la campaña presidencial de Juan Manuel Santos, no


hubo referencia alguna a la negociación entre gobierno y grupos guerrilleros. Y en su
momento nada parecía apuntar a esta posibilidad ya que Santos era el candidato que daría

39
Estas diferencias incluso pueden apreciarse en términos metodológicos: las FARC han señalado en los últimos años la
necesidad de refrendar los acuerdos con una Asamblea Nacional Constituyente; el ELN, viene posicionando la idea de una
gran Convención Nacional, en donde el diálogo no sea entre actores armados.
40
Según la cronología presentada por el boletín Sigue a la 1325, recuperada de:
http://www.humanas.org.co/archivos/boletinsigue3.pdf Y en donde se puede encontrar que desde noviembre de 2010,
Santos había contactado a un empresario del Valle para hacer el contacto con las FARC, además de otros datos
interesantes previos a la oficialización de la mesa.
61

continuidad a las políticas guerreristas del gobierno predecesor de Uribe Vélez, e incluso,
durante dicho mandato había sido su Ministro de Defensa, y uno de los defensores más
férreos de la Seguridad Democrática.

No obstante, el gobierno dentro de su política de paz decidió apostarle a la solución del


conflicto por vía dialogada. El 18 de octubre de 2012, en Oslo, Noruega, se instaló
oficialmente la mesa de negociación entre el gobierno y las FARC, que ya había sido
oficializada con la difusión del documento “Acuerdo General para la terminación de
conflicto y la construcción de una paz estable y duradera”41, en donde se dan a conocer las
reglas de funcionamiento de la mesa y la agenda que cuenta con seis puntos: (I) política de
desarrollo agrario integral, (II) participación política, (III) fin del conflicto, (IV) solución al
problema de las drogas ilícitas, (V) víctimas y (IV) implementación, verificación y
refrendación.

Las negociaciones en La Habana, han permitido, a ojo de los expertos, no repetir algunos
errores del pasado. Una agenda reducida, desarrollada fuera del territorio colombiana, y con
un nivel de mediatización relativamente bajo, han permitido que se tenga bastante
confianza en el proceso. Desarrollar un punto de víctimas con presencia de las mismas y de
diversos sectores en la mesa, y el reconocimiento de algunos de los errores cometidos por el
gobierno y la guerrilla en la guerra, donde ha salido afectada la población civil, también
hacen pensar en que este será un proceso que le pondrá fin a la confrontación armada entre
estos dos actores.

Por otra parte, con el ELN, se han anunciado unos constantes acercamientos. La voluntad
del grupo guerrillero se ha manifestado en varios comunicados que ha emitido su Comando
Central, y en varias declaraciones dadas por su jefe máximo, Nicolás Rodríguez Bautista,

41
Dado a conocer, según el mismo boletín, en septiembre 4 de 2012; donde además se puede encontrar en un anexo, dicho
documento.
62

alias “Gabino”42. Por parte del gobierno, se ha insistido en la necesidad de avanzar en estas
voluntades, para la formalización de la mesa, que se prevé será similar a la que se da con
las FARC, pero con las reivindicaciones propias de dicho grupo43.

No obstante, la activación y desarrollo de las negociaciones en ningún momento han


significado frenar la guerra en su totalidad. Ya han sido varios los llamados de diversos
sectores de realizar un cese al fuego bilateral, que no ha sido acatado por los bandos en
contienda. Únicamente se han obtenido ceses unilaterales del fuego por parte de las
guerrillas: dos treguas navideñas anunciadas por las FARC en 201244 y 201345, una
conjunta entre las FARC y el ELN durante la primera ronda de elecciones presidenciales de
201446, y un cese al fuego unilateral e indefinido por parte de las FARC a finales del año
201447.

La confrontación armada se ha mantenido siempre paralela a los diálogos, ya que este es un


aspecto que puede determinar la correlación de fuerzas en la mesa, y ya que las partes
decidieron no levantarse de la misma a pesar de los efectos de la misma48.

42
Ver por ejemplo RCN la Radio (2012, 3 de diciembre ) Alias “Gabino” dice que el ELN tiene voluntad y disposición de
diálogo. Recuperado de http://www.rcnradio.com/noticias/alias-gabino-dice-que-el-eln-tiene-voluntad-y-disposicion-de-
dialogo-36391
43
Uno de los puntos en los cuales más se ha insistido en esta posible negociación, es el minero-energético, que es bandera
de la organización armada, y que el gobierno propone como uno de los motores de la economía.
44
Revista Semana (2012, 19 de noviembre) FARC anuncia cese al fuego unilateral. Recuperado de
http://www.semana.com/nacion/articulo/farc-anuncia-cese-fuego-unilateral/268086-3
45
El Heraldo (2013, 9 de diciembre) FARC anuncian “tregua navideña unilateral”. Recuperado de
http://www.elheraldo.co/nacional/farc-anuncian-tregua-navidena-unilateral-135186
46
Blu Radio (2014, 16 de mayo) FARC y ELN anuncian tregua unilateral del fuego por elecciones presidenciales.
Recuperado de http://www.bluradio.com/64817/farc-anuncia-tregua-unilateral-del-fuego-por-elecciones-presidenciales
47
El Tiempo (2014, 17 de diciembre) Las FARC anuncian histórico cese del fuego unilateral e indefinido. Recuperado de
http://www.eltiempo.com/politica/proceso-de-paz/farc-declaran-cese-unilateral-al-fuego-indefinido/14989396
48
La retención en extrañas condiciones del General Rubén Darío Alzate, comandante de la Fuerza Tarea Titán del
Ejército, por parte de las FARC en el Chocó, causó en su momento la suspensión unilateral de la mesa por parte del
gobierno. Bastante paradójico si se tiene en cuenta que esta es una acción propia de la guerra en medio de la cual decidió
negociarse. Matiz, Stefanie (2014, 16 de noviembre) Farc secuestraron al General Alzate en caserío Las Mercedes, Chocó.
El Espectador. Recuperado de http://www.elespectador.com/noticias/judicial/farc-secuestraron-al-general-alzate-caserio-
mercedes-ch-articulo-527943
63

Muchos coinciden en afirmar que ningún proceso de conversaciones había llegado tan lejos
como el presente. La participación de varios grupos de víctimas, el reconocimiento de las
FARC de algunos de sus errores en la guerra que han terminado afectando a la población
civil, y la rediscusión de los delitos conexos con el delito político, son factores que así lo
demuestran. Este último aspecto, de valiosa importancia para el presente trabajo, conllevará
a discusiones desde diversos puntos de vista que se presentarán durante los meses
venideros, y que lastimosamente no tienen definiciones antes de entregar el trabajo en
cuestión. Sin embargo, los desafíos y discusiones que se avizoran en el panorama político
del país, son de gran importancia en el marco de la justicia transicional, de la política
criminal a definir, de la finalización del conflicto armado y de la reintegración de los
guerrilleros a la vida civil.

Más allá de todos los posibles escenarios, tanto en lo político como lo militar, que se
generen en las zonas de influencia de las guerrillas, dada una culminación del conflicto
armado, habrá que prestar especial atención entonces, a las redefiniciones del delito político
y sus conexos. La posibilidad de que se presente su “renaturalización”, no está tan lejos
dadas las declaraciones recientes del ejecutivo, en el que proponía analizar con cuidado, las
conexidades de los delitos que son cometidos en el marco de la guerra, e inclusive, llegando
a mencionar la posibilidad de considerar el narcotráfico como conexo con el delito
político49.

Las discusiones, girarán en torno a si los delitos han sido cometidos en la lógica del ya
mencionado fin altruista. Por ejemplo, el narcotráfico, del cual se ha valido las FARC en
los últimos años para financiar su guerra, podría ser considerado como tal, siempre y
cuando no esté vinculado con fines personales. Esta discusión, como ya se ha referido,
tendrá lugar en el Congreso de la República donde se tomaran las definiciones finales. En

49
Noticias RCN (2014, 4 de diciembre) Narcotráfico como delito político, comienza un agitado debate. Recuperado de
http://www.noticiasrcn.com/nacional-justicia/narcotrafico-delito-politico-un-agitado-debate
64

esta mismo debate tendrán lugar otros delitos que han sido juzgados como comunes, pero
que han sido producto del desarrollo mismo de la guerra50 51 52.

Por otra parte, deberá hablarse del tema de amnistías e indultos, que figura se aplicará y de
que manera. Cual será el proceso para llegar a la verdad, a la justicia, a la reparación de las
víctimas, en un marco de justicia transicional. Se deberá definir que sucederá con los que
han sido condenados bajo los delitos de rebelión, sedición y asonada, y se deberá poner
todo un andamiaje judicial, para determinar quienes aparecen condenados por delitos
comunes, pero que realmente fueron cometidos en medio de la confrontación armada. Estas
personas deberán estar acogidas bajo figuras de indulto que garanticen su libertad, lo que
implica todo un desafío teniendo en cuenta el interminable número de problemáticas que
posee la rama judicial en la actualidad y su lentitud con muchos de los procesos.

Añadido a esto, los presos de movimientos sociales o críticos del establecimiento que no
han acudido al uso de las armas, pero igualmente han sido procesados y encarcelados, o las
víctimas de montaje judicial que habitan en zonas de influencia de los grupos guerrilleros y
que han sido acusados de colaborar a dichos grupos, también deberán ser objeto de
discusión para su libertad53.

De igual manera, deberá discutirse y establecer las condiciones para la reintegración


paulatina de los combatientes a la vida civil, las garantías para su accionar político en
términos de seguridad54, de recursos, de acceso a los medios de comunicación, entre otros,

50
El tratamiento también debe hacerse con cuidado ya que se pueden encontrar casos de crímenes cometidos de manera
individual por algunos combatientes (por ejemplo, violaciones) que no pertenecen a actuaciones sistemáticas o de políticas
de la guerrilla.
51
Ver Facultad de Derecho y Ciencias Políticas U de A. (2014, 11 de diciembre) Conexidad entre narcotráfico y delito
político. Video Columna con el docente Leyder Humberto Perdomo. Recuperado de
https://www.youtube.com/watch?v=go3NYNASzzI
52
Para profundizar, también se puede remitir a Verdad Abierta (2014, 11 de diciembre) “Las Farc sobrevivieron gracias
al narcotráfico”: Duncan. Recuperado de http://www.verdadabierta.com/procesos-de-paz/farc/5547-las-farc-
sobrevivieron-gracias-al-narcotrafico-duncan
53
Estas dos caracterizaciones son señaladas por las organizaciones defensoras de derechos de los presos referidas
anteriormente.
54
Este ha sido uno de los mayores temores que se tienen después de la firma de unos acuerdos. La historia colombiana
tiene episodios sangrientos en donde se han asesinado a líderes de movimientos políticos surgidos después de
65

que brinden las condiciones necesarias para que la lucha política se dispute abiertamente y
con igualdad de oportunidades. Todo esto, mucho más allá de las actuales políticas de
reintegración que propone el gobierno nacional para la desmovilización de miembros de los
grupos armados55.

Otro punto álgido de esta discusión, se da en el escenario de los crímenes de guerra y de


lesa humanidad. La participación en política y las penas carcelarias para las personas
involucradas en hechos de este tipo, han sido criticadas desde diversos sectores. Sin
embargo, el debate está abierto, y será deber de las partes acordar estos puntos de manera
tal, que puedan tener una garantía y validez ante el derecho internacional, teniendo en
cuenta también, que los voceros de la Corte Penal Internacional han manifestado la
intención de respetar lo pactado en La Habana.

Es válido suponer que muchas de estas definiciones saldrán de la negociación con las
FARC, dados los avances que hasta el momento existen y que son mucho más
significativos que con el ELN. Será sumamente complicado, que con este último grupo se
puedan tomar definiciones diferentes en esta materia, pues la construcción de un marco
jurídico se podrá establecer como una generalidad para ambos grupos. En este sentido, el
ELN debería asumir, en gran medida, lo negociado entre las FARC y el gobierno en dicha
materia.

desmovilización. Ver por ejemplo, el caso de la Unión Patriótica (producto de los acuerdos de La Uribe, entre el gobierno
de Belisario Betancur y las FARC), que fue exterminado casi en su totalidad, incluyendo dos candidatos presidenciales; y
de la Alianza Democrática M-19 (producto de la desmovilización del M-19) en donde el asesinato más sonado fue el de
Carlos Pizarro Leongómez, también candidato presidencial.
55
Ver: http://www.reintegracion.gov.co/es
66

CUARTA PARTE

4. REFLEXIONES FINALES: CONSTRUIR UNA POLÍTICA CRIMINAL


PARA LA SUPERACIÓN DEL CONFLICTO ARMADO

La crisis carcelaria es tal vez, la manifestación más evidente de una política criminal
dirigida a la criminalización y al aumento indiscriminado de las penas. En términos
generales, para casi cualquier delito en Colombia, se vive un contexto de señalamiento
constante, reforzada por discursos que sustentan la aplicación de medidas extremas. La
discusión de fondo no debe centrarse en el número de años que debe pasar una persona en
la cárcel, que es lo que ha venido primando; en contraposición, las causas de los mismos
pueden y deber ser objeto de debate; ya en varias ocasiones se han señalado la falta de
oportunidades laborales, de educación, entre otras. La falta de estudios rigurosos y sin
contexto en esta materia y para la promulgación de diversas leyes que tienen una carga de
expansionismo penal, han llevado a la situación actual.

Más allá de esto, ya ha sido señalado por diferentes autores (Christie, 1993), que se ha
creado toda una “industria del control del delito”, que a la postre, se vuelve un gran negocio
para los privados encargados de la construcción de las cárceles y el mantenimiento de su
infraestructura y funcionamiento. Las soluciones que han propuesto los gobiernos
colombianos de construcción de más y más cárceles, demuestran que la lógica de encarcelar
y criminalizar es negociable.

Ahora bien, se ha hecho evidente, que el estudio de la política criminal en un contexto


como el colombiano, no puede dejar de lado el conflicto como factor transversal para el
67

análisis. La política criminal, no puede entenderse como un ente aislado, que se manifiesta
a raíz de azares y casualidades. El entorno en el cual esta se determina y se ejecuta, está
estrechamente ligado con las pugnas y contradicciones que se dan en el país.

En este sentido, y teniendo en cuenta el panorama que se avecina con la realización de los
diálogos, habrá de dedicarse especial atención a los puntos señalados anteriormente, y a
otros que irán surgiendo con el correr de las discusiones, en el que de manera más clara,
gobierno y grupos guerrilleros pondrán a discutir sus acumulados políticos.

Los escenarios que afrontará el país en los próximos meses, requerirán de un esfuerzo
mancomunado entre todos los sectores que desean la finalización del conflicto armado.
Particularmente, la academia deberá comprometerse con seguir aportando para abrir las
puertas de los debates venideros, y garantizar que diversidad de sectores de la sociedad
puedan participar efectivamente de ellos. En donde los aportes sean incluyentes y tengan la
posibilidad de dialogar con las posturas gubernamentales e insurgentes, pues es que claro
que todos han sido parte del conflicto que no solo se manifiesta en lo armado.

Un ambiente democrático se propiciará en la medida en que sean otorgadas las garantías


para el accionar político ampliamente, en el que las ideas no sean calladas a fusiles y se
logre evitar repetir la historia colombiana que con el pasar de los años siguen contando las
muertes y amenazas a opositores políticos. El Estado deberá ser el garante de la creación
de nuevos grupos paramilitares que impliquen un retroceso en la historia del país y que
eviten otra gigantesca mancha de sangre regada por todo el territorio nacional. Además, la
garantía de no seguir perpetuando los malos tratos, los traslados, y en general, todas las
condiciones ya señaladas anteriormente a las que son sometidas las personas privadas de la
libertad por motivos políticos, y claro está, que se discuta su libertad.

Durante su primer periodo presidencial, el gobierno de Juan Manuel Santos desarrolló una
confrontación militar, de la mano de las negociaciones con las insurgencias, pues en sus
68

mismas palabras, “solo quien ha sido fuerte en la guerra, puede negociar la paz” 56. A esto
se le ha sumado una serie de medidas de expansionismo penal (que no han tenido solo
como objeto a los enemigos armados) en donde se han creado nuevos delitos y aumentado
considerablemente las penas, y que han entrado en la lógica de llevar a cabo la guerra por
todos los medios posibles. Se podría retomar Grosso García para reafirmar la idea de que en
Colombia se sigue dando un modelo de política criminal autoritario.

Así, el derecho penal se ha erigido como un instrumento de guerra a favor de quienes tienen
el poder de las instituciones estatales. Al código penal no se le ha otorgado la continuidad
necesaria, y como la misma Constitución Política de Colombia, se ha visto sometido a una
serie de modificaciones que no concuerdan con los objetivos e inspiraciones que dieron
origen a cada uno de ellos.

No obstante, varias son las modificaciones que pueden surgir de lograrse acuerdos entre el
gobierno y las dos insurgencias. Claro está, la paz no se alcanzará con la firma de dichos
acuerdos, pero siempre podrá suponerse un periodo de transición, en el que nuevas
condiciones determinen el escenario de la lucha política legal, para tratar las diferentes
problemáticas que se viven en el país. Un escenario que afrontará retos y tendrá dificultades
en muchos ámbitos como lo son seguridad, andamiaje institucional, recursos, pedagogía de
la población, etc. que a la postre, determinarán lo exitoso o no del proceso, y que permitirán
la construcción de una política criminal con un enfoque radicalmente diferente al que se ha
venido expresando durante años.

Ahora bien, para finalizar, es oportuno mencionar varios puntos que pueden complementar
este estudio, que no fueron abordados, pero merecen ser mencionados, para ser tenidos en
cuenta como posibles campos de investigación futura:

56
El Tiempo (2014, 15 de mayo) “Aquí se va a decidir entre la guerra y la paz”: Juan Manuel Santos. Periódico El
Tiempo. Recuperado de http://www.eltiempo.com/politica/partidos-politicos/entrevista-con-juan-manuel-santos/13995057
69

 La influencia de las fuerzas militares, históricamente reacias a las negociaciones, en


un posible escenario de fin de la confrontación armada llama bastante la atención, y
genera dudas en la estabilidad del proceso. Queda pendiente la evaluación y
estrategias que el ejecutivo ponga en marcha para evitar posibles boicots de los
diálogos y de sus conclusiones. Además, el nuevo direccionamiento de sus recursos,
partiendo del supuesto de una reducción considerable de la confrontación armada en
el país (no en su totalidad, pues se entiende la existencia de otros grupos armados
ilegales diferentes a las insurgencias).
 Las estrategias para contener el paramilitarismo y en general a la extrema derecha,
que se han mostrado intransigentes ante los diálogos, y que históricamente han
actuado contra movimientos de oposición al gobierno. Uno de los mayores retos y
temores teniendo en cuenta la historia del país, y las garantías para afrontar la lucha
política legal.
 Las particularidades regionales que complejizan el análisis en un país sumamente
diverso y en donde la presencia institucional no logra copar todo el territorio
nacional. Las construcciones sociales y políticas, locales y regionales en estos
territorios (también de cara a los acuerdos alcanzados) en donde, inclusive, se
pueden encontrar construcciones de política criminal realizadas por las insurgencias
durante años y asimiladas por parte de la población.
 La soberanía que tenga el país en sus decisiones, y la capacidad para prescindir de
los direccionamientos que se han venido dictando en materia internacional, y que
desde años atrás determinan el comportamiento del Estado colombiano para con las
guerrillas. La influencia real de países como Estados Unidos, ponen un interesante
escenario de indagación y debate.
 Las definiciones reales de los diálogos y toda la influencia que estos vayan tener en
el sistema político y jurídico del país. En consonancia con este trabajo, la
edificación de una política criminal real en donde se vean involucrados diversidad
70

de sectores y propuestas, que propongan y ejecuten políticas acordes con el contexto


colombiano, y que logren superar la crisis carcelaria.
71

BIBLIOGRAFÍA

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antecedentes y contextos mirados desde la Política - Criminal Colombiana. Informe
final de investigación. Universidad de Antioquia. 2009.
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punitivo? Revista Nuevo Foro Penal #78. Páginas 70 – 106. Universidad EAFIT.
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