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Presupuesto y Gasto Público 49/2007: 11-30

Secretaría General de Presupuestos y Gastos


© 2007, Instituto de Estudios Fiscales

Gasto en salud y crecimiento económico


PATRICIA HERNÁNDEZ
Organización Mundial de la Salud

JEAN-PIERRE POULLIER
Consultor

Recibido: Noviembre 2007


Aceptado: Diciembre 2007

Resumen

La evidencia disponible de gasto en salud y crecimiento económico en el período 1980-2006 en 134 países de dife­
rentes niveles de ingreso sugiere mayor dinamismo del sistema de salud que en la economía en su conjunto. En el pe­
ríodo analizado el gasto promedio incrementó de 4,5% del PIB en 1980 a 6,1% en 2006. El crecimiento parece supe­
rior entre 1980 y 1995 y en los países de bajo ingreso. En valores medidos la brecha se amplia al pasar de ser 33 a 42
veces superior en los países de alto ingreso comparado con los países de bajo ingreso en el período analizado.

Summary

The expenditure on health measured in 134 countries of various per cápita income levels in 1980-2006 suggests a
greater dynamics in the health system than in the economy as a whole. The average of share of health spending in
GDP increased from 4.5% in 1980 to 6.1% in 2006. Growth appears higher in 1980-1995 and in low per cápita inco­
me countries. In absolute measured values the gap increased in the period from being 33 to 42 times in high income
countries compared to those of low income.

Key words: Crecimiento económico, gasto en salud.

Clasificación JEL: I100.

1. Introducción

La agenda del desarrollo económico ha quedado marcada con fechas simbólicas, tales
como la estrategia de Alma Ata (1978), la invitación del Banco Mundial a Invertir en Salud
(1993) la llamada al orden de la Comisión de macro-economía y salud (WHO, 2002), quizás
también la consagración de un Nobel de economía a Robert Fogel (1996) por resaltar en su
obra la vinculación entre la elevación de la salud y los logros seculares de la economía. Esta
interacción a veces es saludada por los Jefes de Estado (en 2007, la cumbre del G-8 y la
Cumbre Iberoamericana). Los avances en la discusión de la interacción crecimiento econó­
mico y salud han permeado progresivamente las políticas nacionales, regionales y globales,
pero distan mucho de haber alcanzado el resultado deseable: de 192 países censados, en
12 Patricia Hernández y Jean-Pierre Poullier

2004-2005, 61 no alcanzaban un nivel de compra de servicios que la comunidad estableció


como umbral para los servicios de salud básico (WHO, 2007).
Los beneficios de la sinergia economía y salud pasan por un esfuerzo global de dotar
con evidencia las decisiones y monitorear su implantación. Fogel y otros historiadores que
han visualizado la evolución de la economía y del pensamiento económico nos han familiari­
zado con el hecho de que los fenómenos observados actualmente reflejan inversiones socia­
les que tienen raíces siete o más décadas previas al período bajo estudio. China por ejemplo,
ya fue una gran potencia al iniciar el siglo XIX. El crecimiento económico del último cuarto
del siglo XX y de la primera década del siglo XXI se nutre de la inversión en recursos huma­
nos de la primera mitad del siglo XX. La construcción de una base estadística para casi 200
países aun cuando cubre la mitad del período ha sido inalcanzable: este escrito logra conjun­
tar agregados básicos de tan sólo 134 países, de alto, medio y bajo ingreso per cápita, cu­
briendo 27 años (ver anexo metodológico). Una perspectiva tan amplia, siendo la primera en
su categoría, no podía resultar en una comparación causal, aplicando los métodos de growth
accounting a la salud, por ser insuficiente para un análisis longitudinal de los determinantes.
Los resultados propuestos deben tomarse con prudencia, ya que la investigación requiere am­
pliarse aun sin embargo, permiten desafiar algunas aserciones convencionales, muestra una
dinámica superior en países de menor ingreso que sobre todo en fechas recientes, parece re­
sultar de un intervencionismo internacional amplio.

2. La salud, de generador de costos a generador de crecimiento

El crecimiento se aprecia sea como un aumento del valor añadido (oferta) –la medición
contable deseable es growth accounting, pero se presenta también como un aumento relativo
en la demanda total. La salud contribuye a la valorización de los insumos del crecimiento: un
incremento de la fuerza laboral y su capacidad en la productividad del sistema económico.
La contribución de una rama de producción al crecimiento se mide directamente: a través del
consumo público y privado, a su vez, como el aumento de la cantidad de sus insumos (y la
capacidad de generar valor añadido) así como a elevar la calidad de los insumos o la capaci­
dad de provisión, el nivel educativo de la fuerza de trabajo por ejemplo. Tanto la oferta como
la demanda en salud contribuyen directamente al crecimiento o indirectamente a través de un
aumento del capital humano (monopolizado en la literatura por la educación). Una medición
negativa de productividad a veces oculta una contribución estructural mayor: la creación de
medios de transporte rápidos, como el AVE entre Sevilla y Madrid, medido como un produc­
to similar, aparece más caro por kilómetro que los ferrocarriles convencionales reemplazados
por el AVE; pero la productividad medida de numerosas actividades, especialmente en el en­
torno económico de Andalucía se ha transformado. El análisis se trata como productos dife­
rentes (medios de transporte) o como cambios en el origen de las ganancias de productividad
observada. De igual manera, en la salud, frecuentemente valorada como un costo, una carga,
un freno al crecimiento, es quien fortalece al insumo más precioso: el ser humano, e impulsa
externalidades positivas que resultan en una elevación de la capacidad laboral, extendiéndola
Gasto en salud y crecimiento económico 13

(por ejemplo, más horas de trabajo, menor ausentismo, reducción de la mortalidad prematu­
ra), intensificándola (mayor productividad).
Cuando la salud consume insumos procedentes de otras ramas para elevar su producti­
vidad, contribuye al empleo y al aumento del stock de capital, de conocimiento, de innova­
ciones en esta y otras ramas. La absorción de recursos y productos procedentes de otras áreas
impulsan su dinamismo en forma compartida convirtiéndola en una fuerza económica. La
mayor esperanza de vida, el incremento en el ingreso y las innovaciones médicas, generan
una fuerte demanda que puede convertir al sistema de salud en uno de los motores del creci­
miento en este siglo. La demanda generada por el sistema de salud es un factor del creci­
miento económico que se sintetiza en el gasto en salud (Breitenmoser, 2006).

2.1. La expresión de la sinergia salud-crecimiento económico

La sinergia entre salud y crecimiento involucra al sistema como un componente media­


dor, generador de empleo y de servicios complejos, cuya dinámica medida supera al prome­
dio de la economía y permea a otras ramas directamente y a través de las externalidades posi­
tivas y a su arrastre económico. La estrecha interacción de la salud y el crecimiento involucra
diversas vías de influencia. La salud, medida en torno a su ausencia, refleja el impacto nega­
tivo de los procesos productivos y sociales y de las inequidades en la distribución de satisfac­
tores. La medición y las aproximaciones representan el beneficio potencial de la expansión
del consumo en la calidad de vida, que es la utilidad final económica y social. Existen mu­
chas correspondencias, que van desde los factores identificados en el origen del crecimiento
a nivel macro-económico que aplican también a los del sistema de salud, así como a las ca­
racterísticas de dicho crecimiento, como es la brecha creciente entre países ricos y pobres,
identificada tanto para el crecimiento económico como para el gasto en salud. La interven­
ción en ambos dominios es complementaria.
El crecimiento constituye una incuestionable prioridad bajo el supuesto de que la ma­
yor producción de bienes y servicios precede a la capacidad de redistribuir, de elevar la cali­
dad de vida y el bienestar. Medido como un incremento cuantitativo del PIB, el crecimiento
muestra períodos de expansión alternados con recesión, los ciclos descritos por Kondratieff,
observados también en los análisis de Maddison. Un ejemplo de estas variaciones a nivel
mundial es la expansión alrededor de 1948 a 1973 y su subsecuente desaceleración. Durante
el último cuarto del siglo XX el PIB de los países de África creció 2,74% en promedio anual
y la población aumentó en promedio 2,73% por año, siendo mínimo el incremento medido
del PIB por habitante. La brecha del crecimiento per cápita medido entre países ricos y po­
bres se amplió durante la segunda mitad del siglo XX entre Africa y Europa y se extendió
también a América Latina y Asia en el último siglo (Maddison 2001). Un reducido número
de casos ha logrado modificar esta tendencia como resultado de esfuerzos estratégicos, prin­
cipalmente en los "dragones" de Asia-Pacífico (Maddison 2002) (Tabla 1).
El crecimiento se ha analizado bajo los enfoques de la demanda (como en este escrito)
y de la oferta (el enfoque frecuentemente seguido en los reportes de los bancos de desarrollo,
ver bibliografía). Los determinantes del crecimiento económico se han analizado reciente­
14 Patricia Hernández y Jean-Pierre Poullier

Tabla 1
Evolución del crecimiento mundial

Crecimiento medio anual Variación del PIB por habitante


Período PIB Población PIB per capita 1950/1980 1980/1998
1820-1970 1 0,3 0,6 Europa
187,9% 75,1%
1870-1913 2,1 0,8 1,3 Occidental
1913-1950 1,9 0,9 0,9
Asia 185,5% 75,1%
1950-1973 4,9 1,9 2,9
1973-1998 3 1,7 1,2
África 74,2% –7,8%
1820-1998 2,2 1 1,2
Nota: La evolución a fines de 2007 enfatiza la dinámica asiática y reduce un poco la brecha africana.
Fuente: A. Maddison 2001.

mente con el propósito de establecer mecanismos para impulsar a los países de menor ingre­
so y reducir la pobreza, partiendo de que el nivel de producción depende de la productividad,
asociada al monto de los factores involucrados, como el capital humano e incluyendo el pro­
greso técnico y la acción de las instituciones. La globalización diversifica los factores y sus
interacciones y especificidades: una economía abierta al cambio propicia su crecimiento
(Cornelius 2002). Los factores asociados se reflejan en la vida económica en una mayor de­
manda y en los niveles de ganancia, alimentando la continuidad del proceso. Cada elemento
de la demanda tiene un efecto multiplicador (gasto de hogares, inversión empresarial, expor­
taciones, gasto público, crédito). Incluso la ganancia incide en el crecimiento al propiciar la
producción y la inversión en capacidades productivas (Solow, 2001).
El papel del progreso técnico se asocia al uso de la tecnología avanzada en un país y al
contenido concreto de la tecnología incorporada y su práctica de innovación para aprovechar
la experiencia acumulada y generar una masa crítica. El capital humano, entendido como una
incorporación dentro de la fuerza laboral de intangibles como la educación, las actitudes, el
talento empresarial, y el capital social, que si bien tienen un trasfondo de esfuerzo individual,
de inversión en educación, por ejemplo, van a redituar en beneficios tanto privados como so­
ciales al actuar en redes y al elevar la productividad propia del trabajador y su entorno.
Las instituciones, entendidas como comportamientos regulares asociados a normas so­
ciales, inciden también en el crecimiento, e incluyen factores tales como la intensidad del tra­
bajo, las políticas de inversión, financieras, la resistencia al cambio, el espíritu empresarial.
El efecto de las intervenciones institucionales, entendidas como la estructura legal, las prácti­
cas regulatorias y las instituciones tecnológicas, definen la relación y roles de las institucio­
nes públicas y privadas y la apertura al cambio, a la difusión de ideas entre sectores, al flujo
de ideas desde el extranjero; por ejemplo del gasto público en servicios. Su efecto es acumu­
lativo y propicia la ampliación del capital humano y su productividad, a partir, por ejemplo,
del gasto en educación, investigación, transporte y comunicación.
El capital humano se ha definido como factor estratégico del crecimiento, ponderador
de la relación de los factores productivos, capital, trabajo y progreso técnico con el capital fí­
sico y la productividad (Cohen D. 2002). La complejidad del capital humano ha sido mejor
Gasto en salud y crecimiento económico 15

comprendida incluyendo a la salud para interpretar sus facetas múltiples de intervención en


la producción.
La salud se define como la capacidad de cada individuo de desarrollar su potencial físi­
co y cognoscitivo, es parte del capital humano, uno de los determinantes clave del crecimien­
to económico y la pobreza. Su análisis ha priorizado dos vertientes: una primera asociada a
su efecto directo sobre la productividad (Fogel, Weil y otros) y la otra vertiente intenta valo­
rar el efecto de la salud a través de la educación. En este caso, las mejoras en la salud inciden
en menor ausentismo, elevación del nivel educativo, mayor ingreso y reducción en la fertili­
dad (Miguel, Kremer, Rosenzweig, Hazan, y otros).
La salud contribuye al crecimiento económico al incrementar el desarrollo intelectual y
la productividad, al reducir las pérdidas escolares en los niños y las pérdidas productivas en
los adultos (por ejemplo, al reducir el ausentismo) y al favorecer un uso productivo de los re­
cursos que de otra manera se hubieran perdido debido a la mortalidad temprana, o al asignar­
se al tratamiento de patologías evitables.

2.2. Evidencia de la interacción

La magnitud de esta interacción no es despreciable: por ejemplo, en Inglaterra se ha es­


timado que en los últimos doscientos años al menos la tercera parte o incluso hasta la mitad
del desarrollo económico se explica por la mejoría en la salud (Fogel, 1991). La evidencia
empírica indica que cada año de vida ganado resulta en un crecimiento per cápita potencial
de 2 a 4% (Weil, 2005).
Una mayor estatura y fortaleza física resultan en mayor productividad laborales física.
Una mayor nutrición y mejor salud determinan también condiciones intelectuales que conlle­
van mayor productividad y creatividad laborales, no sólo por la reducción de las pérdidas del
tiempo laboral asociadas a la enfermedad sino a través de la productividad ajustada por horas
de trabajo real (Fogel, 1991; Dasgupta, 1993). Los niveles de productividad e intensidad la­
boral por hora observadas en la agricultura y la industria se han elevado continuamente desde
mediados del siglo XIX, reflejando el aumento del capital humano, más que del aumento del
capital físico, no obstante ser indisociables (Denison, 1967; BID, 2006). La mayor nutrición
implicó 30% del crecimiento per cápita entre 1790 y 1980 en el Reino Unido. Denison esti­
ma que el incremento productivo sería al menos de 21% entre 1950 y 1962 en Italia (Deni­
son, 1967, pp. 404-5, Correa, 1965). La nutrición y la reducción de patología incapacitante
como el paludismo tienen impactos notables en la productividad, estimados recientemente en
30% del crecimiento económico en México (México, 2002). La salud y el bienestar juegan
un papel determinante en la factibilidad de elevar la capacidad de producción.
El papel determinante de las condiciones de vida en la salud fue ampliamente discutido
entre los años cincuenta y setenta. La relevancia de dichos estudios fue documentar que la sa­
lud no sólo depende de la atención médica sino que las condiciones de vida asociadas al cre­
cimiento económico juegan un rol importante (Mc Keown, 1976). Se constató que un déficit
en el consumo no sólo se asocia al efecto negativo en la salud sino que se refleja como déficit
16 Patricia Hernández y Jean-Pierre Poullier

en la fuerza de trabajo y su productividad. El déficit es mayor cuando implica menor desem-


peño intelectual. Disponer de series de tiempo suficientemente largas ofreció la evidencia
central para nutrir este debate:
● la plaga en el siglo XVII causó una mayor mortandad en los barrios pobres que en los
barrios ricos. Lo mismo ocurrió en el caso de la tuberculosis, cuya mortalidad era su-
perior en los barrios con viviendas húmedas,
● con datos de Inglaterra, se demostró que la disminución de muchas enfermedades
inició mucho antes de la disponibilidad de tecnología médica para su prevención y
tratamiento adecuado,
● las cifras de Italia muestran la importancia de conocer los antecedentes nutricionales
para valorar las mejoras alimentarias y su impacto en la sobrevida, la antropometría,
y subsecuentemente en la productividad (Denison, 1967),
● la primera Compañía del canal de Panamá debido a que la malaria y la fiebre amarilla
diezmaron la fuerza laboral,
● por el contrario, en Estados Unidos de Norteamérica, después de la Guerra Civil de
1860-1865, el Norte utilizó al Army Corps of Engineers para limpiar las zonas alre-
dedor del Mississipi. El impacto inmediato en la reducción del paludismo en ese país
impulsó la capacidad de trabajo de la población. A principios del siglo XX1 el palu-
dismo sigue siendo una causa importante de debilidad económica en otros países
(Gallop, Luke, Sachs, 1998; Mills, 2006, OMS, 2007),
● la patología cardiovascular se redujo con la difusión del refrigerador y la consecuente
disminución en el consumo de sal. Inicialmente el refrigerador era un bien de lujo,
por lo que los grupos de alto ingreso se beneficiaron de esta tecnología temprana-
mente. El uso del refrigerador se extendió desde los países de la OCDE progresiva-
mente hacia las Américas y los países Asiáticos.
La salud no es un producto exclusivo de la práctica médica, sino resultado de los deter-
minantes ambientales, económicos, sociales y de condiciones de vida cíclicamente enuncia-
dos desde el siglo XVIII, como los acueductos y el saneamiento, inventados separadamente
hace mas de 2000 años, en el imperio romano y en lo que hoy es Pakistán. La OMS ha esti-
mado que la tercera parte de la carga de la enfermedad mundial en 2006 se asocia a factores
ambientales (OMS, 2006 a).

2.3. El gasto en salud como factor de crecimiento

El desarrollo de la respuesta social organizada ante la enfermedad y en la promoción de


la salud ha involucrado a los factores descritos como base del crecimiento económico. El
área de la salud ha sido líder en materia de recepción y adaptación de avances en los diversos
campos de progreso técnico, que van desde la genética, la biología molecular hasta la física y
desarrollos de guerra. Todos los campos ceden y buscan aplicaciones para el beneficio de la
salud constituyéndose este en un campo de bienes meritorios globales. El conocimiento re-
querido para el manejo de tales componentes hace también la necesidad de un capital huma-
no altamente cualificado. De hecho, también es relevante cuantitativamente, ya que el em-
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pleo en esta rama representa aproximadamente el 6% del total mundial, teniendo un


promedio de remuneración superior al de la economía en su conjunto. Las instituciones del
sistema han cobrado fuerza no sólo en su rol de promover la salud, sino por su necesidad de
revisión de estrategias de financiamiento que trascienden nuevamente al sistema, para ame­
nazar la estabilidad de las finanzas públicas o las capacidades de pago privadas. La mayoría
de los estudios de costo-beneficio o costo-efectividad de intervenciones en la salud resultan
con un balance positivo, aunque demuestran también despilfarro.
El papel de los servicios de salud se ha reconocido y utilizado estratégicamente para
apoyar la productividad. El seguro social fue propuesto por Bismarck en 1883 porque el au­
sentismo laboral asociado a la enfermedad reducía la productividad de los obreros alemanes
a un nivel inferior al del francés o del inglés. Esta innovación tuvo gran impacto en el bienes­
tar y la posibilidad de cuidado de salud, además de un efecto positivo en materia de producti­
vidad y arrastre económico. Incluso en la actualidad, la evidencia disponible sugiere que si
bien la inversión directa en educación se asocia al crecimiento económico, las políticas de
apoyo al capital humano como la seguridad social y las de gasto en salud muestran resultados
asociados a un crecimiento económico, directo y a través de externalidades. En la gran ma­
yoría de los casos documentados, los costos de estas políticas de apoyo son menores en com­
paración con sus resultados. De hecho pudiera cuestionarse que la evidencia soporte el dis­
curso sobre la emergencia de la economía informal debida a la carga empresarial impuesta
por costos tales como la seguridad social (Mares, 2006).
Cuando Bismarck formuló su propuesta de jubilación a los 70 años, la expectativa de
vida de la mayor parte de los trabajadores era inferior a dicho promedio. Actualmente, no
sólo muchos de los trabajadores alcanzan y sobrepasan la edad de la jubilación, reduciendo,
según los cálculos actuariales, la posibilidad de financiar las pensiones de vejez y mantener
el equilibrio financiero. Al incremento de trabajadores demandando una pensión se suma que
la declinación en las tasas de natalidad conduce a que muchos países vean amenazada su sis­
tema de protección social imponiéndose la necesidad de cambios estratégicos en los esque­
mas de financiamiento, además de establecer políticas complementarias, en materia de mi­
gración, por ejemplo (hay una prolífica literatura contemporánea, ver estudios antecedentes
tales como Gruber, Wise, 1999).
Los servicios de salud añaden años a la vida y vida a los años a través del aumento de la
esperanza de vida y de los años de vida saludable (Gráfico 1). Analizar las estadísticas ense­
ña que los EEUU están muy mal ubicados en la liga de la esperanza de vida, excepto con res­
pecto a la esperanza de vida de las mujeres caucásicas a los 80 años, cuya sobrevida es una
de las más elevadas en la OCDE porque además de un capital en bienestar (habitación, histo­
ria alimentaria, etc.) tienen acceso a los servicios del Medicare.
Algunos programas han sobrevivido durante mucho tiempo por ser considerados estra­
tégicos. En el siglo XIX se crearon los servicios de salud escolar porque había muchos niños
que no podían asistir a la escuela. Hoy muchos actúan como medio preventivo de niños y
adolescentes en salud. El acceso a la tecnología médica tiene un componente personal, y
otros social-institucional, ambos asociados al crecimiento y los satisfactores disponibles.
Desde casi el principio de la expansión del SIDA, una de los primeros grupos de riesgo ele­
18 Patricia Hernández y Jean-Pierre Poullier

Gráfico 1. Correlación entre riqueza y gasto en salud (2003)

6,000
R2 = 0.9018

5,000
Gasto total en salud por
habitante (en US $)

4,000

3,000

2,000

1,000

0
0 10,000 20,000 30,000 40,000 50,000 60,000 70,000
PIB por habitante (en US$)

Fuente: Unidad de Cuentas Nacionales de Salud, Sistemas de Financiamiento en Salud, Sistemas y servicios de sa­
lud, Organización Mundial de la Salud www.who.int/nha.

vado a reaccionar con condones y otros medios fueron los homosexuales de San Francisco,
gente con alta educación promedio. Sin embargo sigue siendo una causa creciente de reduc­
ción de la fuerza laboral en muchos países, como Sudáfrica. En África austral los períodos de
elevado crecimiento se han visto retados por la pérdida progresiva de capital humano asocia­
do al SIDA y su impacto en la esperanza de vida y la vida laboral. Incluso dentro de los Esta­
dos Unidos la pérdida de productividad sobrepasa los costos directos del SIDA y se concen­
tran desproporcionadamente en las minorías, como resultado también del diagnostico tardío
y el retardo en el inicio de la terapia anti-retroviral (Hutchinson, 2006). El SIDA es uno de
los aspectos que definen a la sociedad contemporánea, al igual que el cambio climático. En
términos de financiamiento parece haber marcado también una nueva era en los flujos inter­
nacionales de recursos para la salud.
Un mayor ingreso per cápita se asocia estrechamente con un mayor gasto en salud (grá­
fica 1). La demanda de los servicios de salud se comporta como un bien de lujo ya que no
existe un límite de gasto: desde la década de los cincuenta las mediciones de elasticidad al in­
greso superan la unidad (Newhouse, 1977). El incremento del ingreso conlleva una mayor
demanda de servicios de salud y en consecuencia mayor gasto. El incremento promedio del
gasto en salud medido ha superado al de la economía desde los años 40. Un mayor ingreso
permite mayor acceso y uso de tecnología médica, lo que ha favorecido la rápida expansión
de la capacidad de repuesta tecnológica (Poullier, 2002). De igual manera, el mayor ingreso
permite un mayor uso de tecnología y en muchos casos, el mejoramiento tecnológico implica
una mayor inversión y mejores resultados, lo que a su vez promueve una mayor demanda. El
nivel de explicación ofrecida por el ingreso per cápita en el crecimiento del gasto en salud se
ha medido como superior a 92%, si bien, el uso de la tecnología, sería un factor componente
Gasto en salud y crecimiento económico 19

clave cuyo uso puede verse altamente influenciado por los arreglos institucionales (OCDE,
1977; OECD, 2003).
Una mayor cobertura de servicios, en población beneficiada así como en canasta de ser­
vicios provistos implica un mayor gasto. Las tendencias recientes de crecimiento del gasto
en salud han sido objeto de análisis e intervención también. En muchos casos, existe eviden­
cia que sugiere que las intervenciones de control de costos y gastos han mostrado repercusio­
nes contrarias en el mediano plazo, ya que no han tenido un carácter sistémico. La concentra­
ción del gasto se asocia a grupos de edad específicos, principalmente en menores de un año y
adultos mayores: las curvas de tipo Denton-Spencer empiezan a aumentar después de 35-40
años, con una ligera aceleración a los 55 y de nuevo después de 75 y una desaceleración des­
pués de los 90 años. Entre estos grupos, las intervenciones altamente tecnificadas parecen
concentrar el gasto, así como también mostrar impactos positivos en la recuperación de la sa­
lud. De ahí que resulta deseable la mayor cobertura de tecnologías costosas y efectivas. Los
beneficios se reflejan en múltiples indicadores demostrando su efectividad: resultados en sa­
lud observables, sean mayor sobrevida, reducción de días de hospitalización, reducción de
períodos de incapacidad, etc. (OECD HD, Cutler, Meara, 1998).
La tuberculosis tenía una duración de tratamiento en aislamiento que se ha visto drásti­
camente reducido en las décadas recientes (WHO), el uso de tecnología láser en el tratamien­
to de prácticamente toda una gama de patología, sea músculo-esquelética, oftalmológica, o
ginecológica, ha implicado la reducción de costos indirectos de la enfermedad en la mayoría
de los casos, de los costos directos en algunos otros, pero en general con un balance positivo.
Los estudios de costo por enfermedad sugieren que el perfil epidemiológico, la cobertura de
los servicios y los protocolos de tratamiento pueden cambiar ampliamente entre países, lo
que explican en gran medida las diferencias encontradas. Se requiere aun más evidencia para
demostrar las asociaciones involucradas a nivel macroeconómico y su operación en el nivel
meso-analítico en el sistema de salud.
Los datos disponibles sugieren que un mayor gasto en salud se asocia a una mejor con­
dición de salud. Se ha documentado que un mayor ingreso per cápita se asocia a la mayor es­
peranza de vida al nacer. Las poblaciones mas saludables tienen una menor fertilidad, mayor
ingreso y una mayor inversión en el capital humano de los hijos, pero también alcanzan una
mayor longevidad. Estos cambios pueden ser resultado no sólo de la educación sino también
de la reducción de la fertilidad en si misma. La variable correlacionada a ambos factores es la
salud (Hazan, Zoabi, 2006). El perfil demográfico resultante de estos cambios se ha denomi­
nado «transición demográfica», donde la proporción de población joven y de adultos mayo­
res tiende a invertirse, con una mayor sobrevida y modificación de otros indicadores demo­
gráficos tales como la tasa de dependencia. También el mayor ingreso asociado a los cambios
en las condiciones de vida y en el perfil demográfico se reflejan en la salud en lo que se llamó
la «transición epidemiológica», para designar a la reducción de presencia de morbi-mortali­
dad asociada a la reproducción, las enfermedades transmisibles y por insuficiencia nutricio­
nal, controladas a través del uso de la tecnología médica disponible. De acuerdo con este per­
fil, las causas de enfermedad se clasifican en: un grupo de «carga de la enfermedad»
asociado a la pobreza, y a dos grupos adicionales, asociados con patología crónico-degenera­
tiva, así como las lesiones, que emergen en frecuencia al reducirse el primer grupo. En la
20 Patricia Hernández y Jean-Pierre Poullier

práctica, muchos países ven su perfil mixto, con cargas adicionales de hipertensión, diabetes
y obesidad, alta tasa de lesiones, coincidiendo con enfermedades de la pobreza. En ciertos
casos, la mezcla de perfiles refleja genuinamente procesos contemporáneos de patogenici­
dad, pero en otros, es resultado de las desigualdades sociales agudas, donde los mosaicos po­
blacionales y de condiciones socioeconómicas dividen a un país en subgrupos totalmente di­
ferentes (Lozano et al., 2001). Un ejemplo donde la desigualdad se ha documentado por
alcanzar los extremos más dramáticos son los Estados Unidos de Norteamérica. Por ejemplo,
la mortalidad neonatal en grupos de migrantes en ciertas zonas puede ser tan elevada como
en países de bajos ingresos (Evans et al., 2001).

Gráfico 2. Inversión en servicios de salud y cantidad de vida (2003)

80

70
Esperanza de vida (en años)

60

50

40

30

20

10

0
0 1,000 2,000 3,000 4,000 5,000 6,000
Gastos en salud totales (THE) por habitante (en US $)

Nota: Estimaciones promedio no ponderadas.

Fuente: Unidad de Cuentas Nacionales de Salud, Sistemas de Financiamiento en Salud, Sistemas y servicios de sa­
lud, Organización Mundial de la Salud www.who.int/nha.

2.4. La evidencia del gasto en salud y el crecimiento económico

Las tendencias y los niveles medidos de gasto en salud y de riqueza en los países, per­
miten percibir una ola secular de aumento de la inversión en sistemas de salud (ver nota me­
todológica). Más que demostrar una plena relación de causalidad entre crecimiento económi­
co y gasto en salud, las series discutidas permiten observar una correlación que contrasta con
algunos de los postulados políticos frecuentes en la literatura contemporánea del área de fi­
nanciamiento en la salud. Para establecer la relación de causalidad entre incremento del esta­
do de salud y crecimiento se requieren series temporales más largas ya que la ganancia de
años de vida saludable observadas en los tres últimos decenios —más de dos meses por año
de vida en promedio— son el resultado de inversión en capital humano, en capital físico, en
conocimiento de cincuenta, sesenta o más años, un punto ilustrado por otros autores.
Gasto en salud y crecimiento económico 21

Muchos aportes de evidencia, en salud como en otras ramas, se han limitado a un grupo
de países. Una contribución de este ensayo ha sido un esfuerzo de universalización. El pro­
yecto inicial involucro alrededor de 200 entidades geopolíticas (los 193 países miembros de
la OMS y otras entidades como las regiones administrativas especiales no incluidas en las es­
tadísticas de China: Hong Kong y Macao, como Taiwan, como Lichtenstein, entre otros). Un
número elevado de entidades geopolíticas no existían en los 70, para los cuales, mismo cuan­
do existían datos regionales para los 70 y los 80, no se pudieron acceder. El ensayo se dife­
rencia de otros estudios empíricos por la inclusión de tres veces mas entidades medidas a tra­
vés de casi tres decenios.
La evidencia recolectada en este documento corrobora la estrecha asociación del nivel
de ingreso per cápita con el de gasto en salud. Dicha asociación genera un gradiente en el
tiempo y en las economías según su nivel de riqueza. El promedio del gasto en salud como
proporción del PIB, en la muestra de 134 países considerada, pasó de 4,5% en 1980 a 6,1%
en 2006 1. Dos conclusiones parecieran emerger: por una parte la salud ha mostrado un creci­
miento superior al del producto mundial, en una proporción no despreciable de 35% en 27
años. En valores absolutos este crecimiento prácticamente sextuplica los valores per cápita
medidos, en tanto que el PIB cuadruplicó su monto (Tabla 2).

Tabla 2
Crecimiento del gasto en salud y económico en 134 países entre 1980 y 2006

Estimaciones en países según ingreso per cápita

Ingreso Número Gasto en salud como poporción del PIB (%) Gasto en salud per cápita (PPP) PIB per cápita (PPP)
per cápita de países 1980 1990 2000 2006 1980 1990 2000 2006 1980 1990 2000 2006
Bajo 31 3,1 3,9 4,5 4,8 18 40 57 79 606 1.000 1.257 1.719
Medio Bajo 36 4,0 5,0 5,5 5,7 78 148 251 371 2.004 2.894 4.417 6.281
Medio Alto 32 4,8 4,8 5,6 5,7 179 289 520 774 3.894 5.951 9.408 14.108
Alto 35 6,1 6,5 7,3 8,0 592 1.124 1.892 2.726 10.938 16.545 25.123 33.065
Total 134 4,5 5,1 5,7 6,1 222 412 699 1.015 4.465 6.752 10.286 14.090

Nota: el total del mundo es un promedio aritmético considerando los promedios nacionales. El valor de las estima­
ciones a poder de compra promedio o PPP puede sobre-estimar el gasto en salud cuando las importaciones de medi­
camentos se realizan a precios mundiales.

Fuente: Elaboración de los autores (ver anexo metodológico).

Por otra parte, pareciera ser que el crecimiento no es lineal, sino que existen períodos de
mayor aceleración y una mayor concentración en ciertos países. La siguiente tabla presenta
los niveles medidos de crecimiento económico y de gasto en salud en los países agrupados
por nivel de ingreso. El crecimiento del gasto medido como proporción del PIB se presenta
en todos los grupos de países analizados. En 1980 el nivel medido del gasto en países de alto
ingreso duplicaba al de los países de bajo ingreso. En 2006 la diferencia disminuyó en 50%
ya que el incremento durante el período fue superior en el grupo de bajo ingreso. La brecha
medida entre países según ingreso se amplia en forma evidente cuando se compara el cambio
en el gasto en salud por persona, pues la diferencia incrementó, de ser 33 veces superior en
los países de alto ingreso en 1980, hasta 42 veces superior en 2006. Esa misma brecha se am­
22 Patricia Hernández y Jean-Pierre Poullier

plió también en el GDP per cápita en menor medida, pues pasó de ser 16 a 27 veces superior
en los países de alto ingreso. Los cambios promedio per cápita, son superiores en los países
de alto ingreso (el gasto en salud sextuplicó y cuadruplicó el PIB, en tanto que en los países
de bajo ingreso aumentó 4,5 y 3 veces respectivamente).
La medición comparativa de dichos cambios se sintetiza en la elasticidad 2, cuyos valor
superior a la unidad expresa un incremento de la asignación en salud superior al incremento
en el ingreso o riqueza social expresada en el PIB. Una estimación inferior a la unidad sugie­
re una asignación inferior al crecimiento del ingreso. La elasticidad del gasto en salud se esti­
mó respecto del PIB y del consumo de hogares, en forma anual y por período (1980-1994,
1995-2006) y como promedio por grupo de país según ingreso per cápita (Tabla 3). Los re­
sultados sugieren que la ideología que considera a la salud como una carga social y mas que
como un componente del desarrollo ha predominado en el mundo, puesta que no se identifica
una política clara de inversión en salud en forma continua y progresiva: aunque en todos los
casos los promedios son superiores a la unidad, la asignación favoreciendo a la salud corres­
ponde principalmente a la medición del período 1980-1994 en prácticamente todas las regio­
nes, pero muy superior en los países de ingreso bajo. Dicha elasticidad decae en todos los ca­
sos durante el período 1995-2006, principalmente en los países de bajo ingreso. Pudiera
pensarse que el gasto en salud aumento por ejemplo después del reporte del Banco Mundial
de 1993, sin embargo la medición obtenida sugiere que fue mayor el aumento relativo del
gasto en salud entre 1980-1994 que entre 1995-2006.

Tabla 3
Incremento comparativo del gasto en salud y de la producción, 1980-2006

Elasticidad del gasto privado en salud respecto del consumo


Elasticidad del gasto en salud respecto del PIB
de hogares
Ingreso promedio Número de Ingreso promedio
1980-1995 1996-2006 1980-1995 1996-2006
per cápita Países per cápita
Bajo 31 1,53 1,13 Bajo 1,89 1,06
Medio Bajo 36 1,38 1,16 Medio Bajo 1,14 1,24
Medio Alto 32 1,22 1,09 Medio Alto 1,46 1,17
Alto 35 1,27 1,07 Alto 1,45 1,16
Total 134 1,35 1,11 Total 1,47 1,16
Fuente: Elaboración de los autores a partir de datos presentados en Tabla 2.

La elasticidad es una medida muy sensible y seguramente se influencia por la composi­


ción de los países analizados. En la muestra analizada se observa que los países donde el gas­
to es superior relativamente (mayor elasticidad al PIB), existe una mayor necesidad de salud
asociada a la insuficiente solución de problemas prevenibles. Pero es en los mismos países
que la asignación se reduce también muy rápidamente. Una inversión social que eleve las
condiciones de vida y bienestar es necesaria para que la transición epidemiológica tenga lu­
gar, que reduzca las afecciones infecciosas y parasitarias y de orden nutricional y materno y
de lugar al predominio de enfermedades crónicas.
Gasto en salud y crecimiento económico 23

La relación del gasto con los impactos en la salud a través de varios indicadores, como
la esperanza de vida al nacer, sugiere la presencia de rendimientos decrecientes. Las ganan­
cias en salud en el futuro medio no podrán ser mucho mayores donde ya se han logrado los
avances factibles, e incluso pudiera reducirse la ganancia de beneficios en el tiempo, como la
expectativa de vida debido a los retos epidemiológicos remanentes y emergentes (Mc Kee,
2005). Dicha aseveración es relativa, ya que el contenido de las prestaciones en salud es mo­
tivo de revisión y deberá permitir alcanzar los beneficios asociados al manejo preventivo y de
alta tecnología de patología crónico-degenerativa y lesiones asociada a mantener el control
de las enfermedades pre-transicionales. Este es el proceso que viven los países como Canadá
donde se revisa la nueva era de la atención primaria a la salud.
Los países de mayor ingreso han conservado una tendencia al crecimiento del gasto en
salud superior al económico en el período en estudio aunque con menor proporción que en
los países de ingreso bajo. En el período 1980-1994 la elasticidad es superior a la unidad
también en los países de alto ingreso y decrece aunque en menor proporción durante 1995­
2006 (Tabla 2).
La necesidad de apoyar las intervenciones de la salud se impulsaron en la cumbre de
Alma Ata de 1978 como un acuerdo internacional. Impulso revisado por el reporte del Banco
Mundial en 1993 que establece la relación de la salud con el desarrollo. El entusiasmo y la con­
vicción se ven reflejados en una mayor elasticidad del gasto en salud respecto de la capacidad
de financiarlo en 1980-1994. Excepto en los países de bajo ingreso, la elasticidad es discreta­
mente superior comparada al gasto de consumo de hogares. El segundo tiempo del período, del
1995-2006 la elasticidad es cercana a la unidad con el GDP pero superior comparada al gasto
de consumo de hogares, aunque en ambos casos, menor que durante 1980-1994.
A partir de la emergencia de la crisis del SIDA, un nuevo actor financiero ha cobrado
relevancia inusitada: el financiamiento externo. En países donde la inversión en salud es mí­
nima, usualmente la situación socioeconómica es también sumamente precaria. El financia­
miento externo se contempla como una vía temporal para mitigar las necesidades insatisfe­
chas, en particular asociadas a problemas de salud donde la comunidad internacional ha
adoptado acuerdos. La problemática asociada al financiamiento externo es muy amplia
(CGD, 2007). Sin embargo, llama la atención que la época donde el crecimiento del gasto
con esfuerzos nacionales ha sido mayor no llega a alcanzarse a través de la época de oro en la
ayuda externa, salvo en muy pocos casos (dentro de cada clase se observan dispersiones im­
portantes, no obstante la mayoría de las 8236 elasticidades establecidas en base a observacio­
nes o cálculos que parecían sólidos-errores de medición hasta de un tercio del valor afecta­
rían la amplitud pero no la variación establecida entre los dos períodos). Los países de bajo
ingreso han visto elevar efectivamente su ingreso y su gasto en salud en el decenio del Mile­
nio pero su gasto en salud no se ha acelerado (todavía) como se observó antes de 1994. Para
algunos, este resultado contra intuitivo se atribuiría a la estadística, para otros, a factores de
crecimiento, como el incremento del gasto en salud, tales como el incremento poblacional,
las estrategias de cobertura, la expansión de beneficios universales o la concentración del
gasto en algunas enfermedades catastróficas, y también en una sustitución ilusoria del ingre­
so ganado por el comercio de la caridad internacional. «Los gobiernos tienen un brazo largo
y un brazo corto. El largo sirve para alcanza a todos, el corto sirve para dar y llega sólo a los
24 Patricia Hernández y Jean-Pierre Poullier

que se encuentran cercanos» (Ignazio Silone). Una política de salud no se define sin una po­
lítica económica y comercial que permita a los países sub-sahelianos de exportar algodón y
pagar su adquisición de bienes y servicios de salud, no se define en un contexto de estableci­
miento de precios divorciados de los principios de costo marginal en la cual se basa la estra­
tegia de globalización.

3. Conclusiones

Existe una sinergia entre salud y crecimiento económico, que se ha empezado a docu­
mentar a nivel universal tanto a partir del enfoque de la demanda como de la oferta. Un ma­
yor crecimiento facilita una mayor inversión en salud y un mejoramiento del estado de salud
contribuye a elevar la capacidad productiva.
Los determinantes del crecimiento económico aplican también al crecimiento de la sa­
lud: el capital humano, la tecnología y las acciones institucionales han jugado un papel deter­
minante en esta dinámica.
Hasta ahora en mucho el papel coordinador de los ministerios de salud o sus equivalentes
se había enfocado en considerar la carencia de la salud como el enfoque central de su interven­
ción. Progresivamente se ha introducido también un enfoque preventivo que trasciende el ám­
bito clínico para radicar la tecnología de la salud en el modo de vida de la población. La tras­
cendencia del área pasa a formar parte de un contexto social en el que el capital humano, la
tecnología aplicada y el rol institucional se ven multiplicados exponencialmente. La medición
y control de los abusos en el uso de la tecnología de la salud, las iatrogenias y los desperdicios,
se consideran inicialmente como parte de las intervenciones institucionales que ya están en
marcha. El control sobre las áreas de tecnología médica y su inercia económica figuran tam­
bién entre los aspectos bajo monitoreo e intervención de la mayor parte de los gobiernos.
Dista mucho sin embargo, de existir un sentido estratégico que dote a la salud y sus ca­
pacidades de un "mando coordinador" que facilite el control de estos procesos. Los cuestio­
namientos se plantean en forma similar a los del crecimiento económico en general: ¿es fac­
tible, es deseado que el crecimiento basado en el sistema de salud sea intervenido para
adquirir un rostro más humano? ¿Más equitativo? ¿va a permitirse que las desigualdades
existentes se amplíen tanto al interior de los países como a nivel internacional?
El papel de la salud como dinamizadora de la economía ya es una realidad. La oportuni­
dad de utilizar sus externalidades positivas para lograr un impacto hacia un desarrollo utili­
zando las potencialidades y fuerzas inmanentes a este proceso, no se improvisa sólo a partir
de doctrinas de tipo «basta financiar acciones puntuales» si no se determina en un paquete de
responsabilidad social cuyo impacto va a afectar a estas y las futuras generaciones. El análi­
sis del pasado puede a la vez iluminar las condiciones de lo que ha sucedido y de lo que ha
faltado para lograr una distribución más equitativa de salud así como de crecimiento ¿o sería
de crecimiento y salud?
Gasto en salud y crecimiento económico 25

Anexo metodológico

Contenido de los datos

Careciendo de una metodología universal para la estimación de gastos en salud, las ci­
fras existentes difícilmente permiten un análisis exhaustivo de la interesante pero compleja
interacción del gasto en salud y el crecimiento económico. Los mayores adelantos en materia
de medición se han implementado por la OCDE—Eurostat-OMS, para el período posterior a
2000 3. Una compilación que se apoya en los agregados de contabilidad económica, cubrien­
do 1970 a 2005, se encuentra en Eco-Salud OCDE para 30 países. La OMS realiza una ex­
tensión geográfica destinada a cubrir sus Estados Miembros (1995 a 2006), mostrando un es­
fuerzo incipiente de universalización (publicados en el Reporte Mundial de la Salud desde
2000, en las Estadísticas Mundiales de Salud desde 2005 y en el portal asociado a dichas pu­
blicaciones y al área generadora www.who.int/nha).
Los gastos en salud antes de los noventa cuando existían solo como mediciones esporá­
dicas, fueron complementadas con una investigación sistemática del gasto público y del con­
sumo privado en contabilidad nacional donde existe, de retroproyecciones e interpolaciones
diversas de manera de integrar una serie anual de elasticidades cubriendo 35 años. Eventual­
mente, los resultados de cerca de 35 países y los años setenta tuvieron que ser descartados de
este esfuerzo por carecer de cifras completas en el período, sea de contabilidad nacional y/o
de gasto en salud, o resultar implausibles.
Los problemas encontrados fueron principalmente la carencia de series continuas de
gasto en salud y agregados macroeconómicos, ausencia de existencia constitucional y mone­
taria (en su estado actual, principalmente los países de la Unión Soviética y de la ex Federa­
ción Yugoeslava, cuyas cifras solo se disponen desde 1990). Los autores de este articulo han
extendido los agregados para 1980-1994 y 2006 para los 134 estados retenidos. El resultado,
modesto en su alcance, constituye sin embargo la única serie que permite establecer un juicio
parcial sobre la experiencia global de los países de bajo y medio nivel de ingreso per cápita.
La construcción de las estimaciones se baso en información nacional e internacional, para
países con estructura del sistema de información medio y avanzado (con al menos 27 años de
información macroeconómica de base) y diversos niveles de ingreso.
La construcción de gastos en salud para todo el siglo XX y a nivel mundial es todavía
una utopía.
Discontinuidad de las series. Las series de agregados macro-económicos están dis­
ponibles con un nivel aceptable de continuidad. Incluso la integración del SNA 93 ha genera­
do discontinuidades importantes. A mediados de 2006 solo 100 países habían implementado
el SNA93 (UNSD, 2006), con muy pocos casos de cobertura harmonizada de mas de 15
años. Los esfuerzos para implementarlo, así como las sucesivas mejoras identificadas, son
permanentes. Los cambios en la estimación del PIB en general son progresivamente integra­
dos para re-establecer las series. Sin embargo, no siempre se dispone de series harmonizadas
para todos los macroeconómicos. Por ejemplo, durante las guerras y los períodos de hiperin­
flación la contabilidad se interrumpe, pero los esfuerzos re-inician y actualizan las series,
26 Patricia Hernández y Jean-Pierre Poullier

como en el caso de Brasil. En el caso del gasto en salud, no existen muchas series y los años
disponibles muestran discontinuidades asociados al contenido desigual de sus componentes,
al uso de nuevas fuentes de datos, métodos de estimación, cambios en el sistema de salud y
su financiamiento, o incluso, crisis económicas. Son escasos los países que reportan sus gas­
tos en salud con el estándar generado por la OCDE y apoyado por la OMS.
En el caso del gasto publico en salud medido, la serie existente corresponde al esfuerzo
de medición por función apoyado por el FMI, UN OCDE, EUROSTAT y otras entidades a
través del COFOG. Las cifras tempranas no siempre coinciden en la cobertura institucional
actual y puede haber discontinuidades asociados a la inclusión de gobiernos territoriales, se­
guridad social y entidades extra-presupuestarias. La definición de gasto en salud de COFOG
sin embargo, no coincide plenamente en su contenido con la propuesta de la OCDE. En su
modalidad mas reciente tiene un propósito mas enfocado en la medición del endeudamiento.
La información no cumple con el criterio mínimo de disponer de datos para 27 años en
Andorra, Bermuda, Corea del Norte, las islas Cook - Faroe - Guernsey - Jersey, Gibraltar,
Groenlandia, Liechtenstein, las islas Marshall y Micronesia, Monaco, las islas Nauru - Niue -
Palau, San Marino, Tokelau, Tuvalú, los TSA de Hong Kong y Macau, Taiwan. En la mayor
parte de países que se constituyeron posteriormente a los años 80 la información es limitada
para reconstruir el período 1990-1994 (como Albania, Armenia, Azerbaijan, Bielorrusia,
Bosnia y Herzegovina, Croacia, Georgia, Kazakhstan, Kyrgyzstan, Macedonia, Moldavia,
Mongolia, Montenegro, Rusia, Serbia, Slovenia, Slovakia, Tajikistán, Timor Leste, Turkme­
nistán, Uzbekistan, VietNam). Una excepción se presenta en los casos donde fue factible
reconstruir dicho período 1990-1994, para Bulgaria, Czechia, Estonia, Latvia, Lithuania y
Polonia.
Cambios en la estructura del financiamiento. La evolución de los sistemas de sa­
lud es continua y puede originar discontinuidades en los niveles de gasto. Entre los cambios
institucionales más importantes destacan la generación de esquemas de seguro médico, como
en el caso de los países del Este Europeo, así como la ampliación del gasto privado, a través
de opciones de gasto de bolsillo y de prepago, con esquemas de seguro médico privado. Se
carece de datos sobre la ayuda externa a países con menor ingreso per cápita antes de 1990.
Cambios monetarios. La ruptura de las series asociada al cambio de moneda, o su
ajuste en niveles, especialmente en los casos donde la pérdida adquisitiva es muy grande, ha
dificultado la continuidad de los registros y en algunos casos ha sido factible reconstruirla,
como en Argentina, Bolivia, Brasil, Nicaragua, Perú, Rumania. La practica es actualizar las
series al valor y moneda en uso, pero no siempre se dispone para antes de los noventa.
Confiabilidad. Para la mayoría de los países, la estimación del gasto privado es el
componente menos sólido en todo el período. No solo es el componente menos estandariza­
do en su estimación sino que se carece de datos con el detalle suficiente para validar sus nive­
les apropiadamente en la mayor parte de los países.
Gasto en salud y crecimiento económico 27

Fuentes de información

Las fuentes de datos utilizadas son compatibles o cercanas con las utilizadas en la base
de datos de la OMS para 1995-2006, cuyo listado individual excedería los limites de este ar­
ticulo, genéricamente se describen en las notas metodológicas del reporte mundial de la sa­
lud (www.who.int/nha). Las macro-variables, principalmente proceden de las series genera­
das por Naciones Unidas y el Fondo Monetario Internacional. Los gastos en salud, en su
componente de gobierno, incluyendo el seguro social, proceden del Fondo Monetario Inter­
nacional, Naciones Unidas y los registros de los países (Ministerios de finanzas, de salud e
instituciones de seguridad social, cuentas de salud, cuentas nacionales). Los gastos privados
provienen principalmente de los gastos de hogares, de contabilidad nacional o de las encues­
tas de hogares. Algunas fuentes particulares corresponden a los países de la OCDE que re­
portan en el OECD HD y los países de la Unión Europea, reportados en Cronos, cuyas cifras
son tomadas de dichas bases de datos.
Entre las diferencias establecidas con la base de datos de la OMS, figuran la cobertura:
las cifras de 2006 son estimaciones colectadas o generadas por los autores. Los denominado­
res pueden también diferir, pues algunas series fueron modificadas en su procedencia, bus­
cando tomar las series que tuvieran registros completos en cobertura para el período en estu­
dio. Este es el caso de cifras de PIB para algunos países, de gasto de hogares, y
especialmente, las tasas de paridad de compra (PPP). En busca de series consistentes, se to­
maron las del FMI.

Manejo de datos

Las cifras de gasto se integraron en al menos dos componentes, público y privado, para
generar un nivel absoluto en valores monetarios nacionales totales y por persona. Dichas ci­
fras fueron comparadas en dólares harmonizados por paridad de compra. La proporción del
gasto en salud en el PIB se expresa como porcentaje y se analiza su crecimiento estimando
las elasticidades del gasto en salud anual y por períodos, respecto del PIB y del gasto de con­
sumo de hogares, dada la relevancia del gasto privado en salud en la mayor parte de los paí­
ses del mundo. Los países se agruparon según niveles de ingreso per cápita según propuesta
del Banco Mundial en 2007.

Notas

1. La cifra refleja un simple promedio aritmético, no ponderado, pues intenta reflejar la relevancia de cada Esta­
do considerado como una unidad. Países como Estados Unidos de América y otros de alto ingreso modifica­
rían los resultados ponderados según valores mundiales. China e India modificarían también los resultados de
una ponderación poblacional.

2. Elasticidad es una medida del cambio relativo de una variable respecto del cambio de otra.
28 Patricia Hernández y Jean-Pierre Poullier

3. Se ha diseñado un cuestionario de captación de datos de gasto en salud siguiendo la metodología propuesta en


2000 por la OECD y compatible con el SNA93, con modificaciones que se basan en la experiencia ganada en
la practica.

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