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“Se tiende a prejuzgar y juzgar el comportamiento privado de la gente, de acuerdo con lo

socialmente aceptado y lo visualmente agradable,”

La estupidez del juicio


Creo con total certeza que las sociedades humanas siempre han tenido una fuerte
tendencia a juzgar el comportamiento ajeno. Todos lo hacemos, basados en parámetros
culturales, sociales, institucionales o morales que generan a su vez prejuicios y
determinan nuestro modo de ver el mundo, pero también creo que existen cosas que
deberían estar sometidas a juicio popular permanentemente y otras que definitivamente
no.

Juzgar cosas, situaciones y personas siempre es lo más fácil y se tiende a hacer desde la
posición cómoda, en donde siempre estamos y desde nuestro cerrado punto de vista, sin
pensar objetiva y abiertamente. Por ejemplo, a mi humilde parecer, los ciudadanos de a
pie que más juzgan negativamente la posibilidad de la firma de un acuerdo de cese al
fuego con grupos armados, son aquellas que en su mayoría, nunca han vivido el conflicto
más allá de las noticias. En las ciudades, quienes más juzgan negativamente la gestión
de un alcalde, son aquellas pendientes de la infraestructura y las normas dispuestas para
sus vehículos y empresas, pero hasta ahí. No pretendo generalizar, porque bien sé que
siempre hay grandes excepciones a todo, pero hablo por el promedio ciudadano.

Se juzgan asuntos desde la comodidad, con argumentos basados en una supuesta


superioridad moral, tales como la adopción igualitaria y el matrimonio igualitario; basados
en una idea de lo correcto, tal como “debes ser y comportarte de tal manera”; se juzga la
actuación de las masas desde una supuesta superioridad social "ese montón de gente
haciendo taco, dizque manifestándose" y se juzgan también los procesos individuales de
las personas cercanas y no tan cercanas de cada uno. Cada persona piensa y cree en
todo lo que quiera, sin embargo, las creencias y modos de ver el entorno, no deben
trasladarse a la esfera pública, donde toda acción individual, repercute de algún modo.

Se tiende a prejuzgar y juzgar el comportamiento privado de la gente, de acuerdo con lo


socialmente aceptado y lo visualmente agradable, entonces que "aquella cómo se viste",
"que las personas con discapacidad no salen a la calle", "que mirale ese pelo a no sé
quien", "que mirá a esas dos, dándose picos en la calle", "que los jóvenes de hoy en día
con ese reggaetón y ese celular que no lo sueltan", "que las flacas prefabricadas son las
bonitas", "que todos los habitantes de la calle nos van a atracar" y mil ejemplos más. Se
tiende a generalizar y a hablar más de lo sano, sin enterarse de las razones o
antecedentes que tiene alguien para hacer algo y yo soy una de esas fieles defensoras de
las libertades individuales, siempre y cuando no se esté atentando contra derechos
fundamentales de humanos, demás animales (los humanos son una especie animal, no
me juzguen) y de los entornos naturales. El punto es que la sociedad ju zga lo que no se
debería juzgar y deja pasar de largo, lo que sí.
“Se tiende a prejuzgar y juzgar el comportamiento privado de la gente, de acuerdo con lo
socialmente aceptado y lo visualmente agradable,”

Se imaginarán los que ya me han leido otras veces, lo que efectivamente creo que
debería juzgarse: El comportamiento de los dirigentes políticos, la ejecución de políticas
públicas, las decisiones que afectan el país, del gasto público, los espacios para construir
ciudadanía y demás, es de lo que debería estar uno pendiente y no de las otras
nimiedades privadas. Pero como eso es "tan aburrido", pues es mejor y más sencillo
señalar al ciudadano de al lado.

No sobra destacar que creo que quien administra lo público debe hacer un esfuerzo en no
alterarlo con creencias individuales, propias de su esfera privada, cabe también
mencionar que no voy a dar ejemplos, porque me atrevo a decir que los ejemplos de este
punto pueden encontrarse fácilmente en la mente de cualquiera que vea o lea noticias
nacionales.

La estupidez colectiva entre otras cosas, se manifiesta cuando juzgamos lo injuzgable y


se queda callado ante lo verdaderamente relevante, cuando desviamos la atención a las
esferas privadas de los otros, cuando hacemos público lo privado y privado lo que es
público.

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