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23 de agosto de 2020

Instituto Eruoamericano Miguel de Cervantes

Desarrollo de los Procesos Psicológicos Básicos

Edgar Fabricio Ramírez Betancourt

Resumen de “La inteligencia y placer de saber”

La inteligencia ha sido un tema de interés para la filosofía y la psicología, y su

definición ha sufrido diferentes formulaciones en razón de la diversidad de

perspectivas que se han construido sobre ella. Desde la filosofía, Platón concebía

la inteligencia como la capacidad de conocer las ideas, entendías éstas como las

esencias arquetípicas de todas las cosas. Esto, de acuerdo con Platón, sólo sería

posible por un trabajo de reminiscencia para recordar las ideas inatas que toda

persona olvida antes de que su alma encarne en el cuerpo, por lo que conocer es

simplemente recordar. También Aristóteles habló sobre la inteligencia, y para él

ésta consistía en una facultad del conocimiento por la cual era posible concebir las

esencias de las cosas por un proceso de abstracción que comienza en la

sensación, pasa por el sentido común, continúa en el sentido común y culmina en

la elaboración conjunta del concepto entre el intelecto agente y el intelecto

paciente. Finalmente, para Immanuel Kant, la inteligencia era necesaria para la

síntesis de las intuiciones dadas por las sensaciones y las categorías puras del

entendimiento, dando por resultado la representación de los fenómenos,

verdadero conocimiento de las cosas.

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Desde la Psicología, el interés por la inteligencia ha estado enfatizado por

diferentes corrientes de pensamiento: las teorías aptitudinales y operativas

consideran que la inteligencia es una facultad para elaborar productos abstractos y

realizar operaciones; en las teorías factorialistas se defiende la idea de que la

inteligencia, más que definida, debe ser entendida en su modo de actuar,

analizando la desde los elementos que condicionan su acción en el exterior de la

persona que la posee y saca provecho de ella. Otras teorías, menos definidas en

escuelas específicas, pueden responder a nombres de autores diversos, como E.

O. Torndike, D. Weschler y J. Castell. Asimismo, vale la pena mencionar la teoría

de la interpretación creativa, cuyo principal representante es J. P. Guilford, de

acuerdo con la cual la inteligencia es la capacidad de enfrentarse dinámicamente

con la realidad.

Ahora bien, más allá de las diversas definiciones que se puedan dar de la

inteligencia, es necesario mencionar las operaciones mentales que por ellas son

posibles. Los modos de actuar de la inteligencia incluyen la impresión, la

comprensión y la expresión. Como resultado del pensar se tiene la ideación o

concepción, que precisa de intuición y abstracción; es juzgar y relacionar, donde la

afirmación la negación y la duda se encuentran incluidos; y el razonar, que puede

servirse de la deducción, inducción, el análisis y la síntesis.

La medida científica de la inteligencia suele hacerse por medio de pruebas

cuyos parámetros científicos ofrecen fidelidad y validez necesarias. En este

sentido, A. Binet hablo de madurez mental, mientras que W. Steren y O. Kulman

propusieron el I. C. En sus inicios, los tests para la medición de la inteligencia eran

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globales, lo que cambió al pasar los años, pues las pruebas se hicieron cada vez

más diferenciales. Además, los datos estadísticos ayudaron a la mejor

comprensión de los resultados de tales mediciones y con ello a la estandarización

de la noción de inteligencia. Evidentemente, los resultados de tales pruebas

contribuyeron al desarrollo y mejora del ejercicio laboral de psicólogos y

educadores.

De acuerdo con la escala de inteligencia de D. Weschler, la inteligencia puede

ser jerarquizada por su coeficiente intelectual de mayor a menor, cómo se

establece a continuación: genios, superdotados, listos, normales, torpes,

deficientes y muy deficientes. Ahora bien, también es posible cultivar la

inteligencia, creando hábitos de reflexión y de promoción cultural como norma;

lamentando la curiosidad intelectual para saber cada vez más; enriqueciendo el

vocabulario y la argumentación; promoviendo la creatividad y la autonomía de

pensamiento; y desarrollando la apertura dialogal con los otros.

Al lado de las perspectivas tradicionales de la inteligencia, D. Goleman concibe

la teoría de la inteligencia emocional, de acuerdo con la cual el contenido

procesado por la inteligencia se encuentra determinado en su funcionamiento por

los aspectos de la persona. De ahí que también sea necesario trabajar con la

dimensión emotiva del estudiante que pretende desarrollar su inteligencia de

manera óptima. Asimismo, H. Garder propone la teoría de las inteligencias

múltiples; de acuerdo con esta teoría, existen al menos ocho tiipos de

inteligencias, cada una de las cuales corresponde a un área del conocimiento

humano: inteligencia lógica matemática, inteligencia lingüística, inteligencia

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espacial, inteligencia musical, inteligencia corporal kinestésica, inteligencia

interpersonal e inteligencia naturalista.

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