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LA NUTRICION DEL BEBE SUMARIO DE LA GUIA

MEDICA
Por regla general, durante la estancia en la clínica donde han nacido, los bebés
son atendidos y alimentados según unos horarios establecidos de acuerdo con las
necesidades de organización de la propia clínica. Sin embargo, éstos pueden no
ser los que a un recién nacido le apetezcan por naturaleza, por lo cual durante la
primera semana en casa, la madre suele encontrarse con exigencias que no tenía
en la clínica y que le supondrán modificar las horas en que debe darle de mamar,
la duración de cada toma y hasta la forma en que debe hacerse. Para afrontar con
éxito estas alteraciones, por otra parte muy corriente, es necesario tener unos
conocimientos básicos, mucha paciencia y una buena capacidad de observación.

LA LACTANCIA NATURAL

La composición única de la leche materna la convierte en el alimento más indicado


para el crecimiento del bebé. Por tanto, es el que debe preferirse para el niño,
aunque para la madre implique estar casi permanentemente a disposición del bebé
debido a la cantidad de tomas diarias y a la frecuencia entre ellas.

Tanto la madre como el hijo adquieren en la clínica un cierto ritmo de


alimentación, pero en casa están juntos a todas horas, y la madre tendrá la
oportunidad de estudiar las manifestaciones del bebé con mayor atención, y podrá
adaptar las horas de comida con vistas a la mejor nutrición de su bebé.

Una vez establecido que la alimentación será el pecho materno, sólo se


interrumpirá si la madre debe someterse a un tratamiento de antibióticos. En ese
caso, y salvo otras razones de peso que serán comentadas con el médico, se
optará por la nutrición con biberones.

Tanto los horarios como las cantidades de comida son, en general,


impuestos por los propios bebés.

EL NUMERO DE TOMAS

Durante los primeros días de vida, el bebé suele reclamar alimento entre ocho y
diez veces diarias, pero progresivamente se establecerá en un ritmo de siete
tomas diarias. Como al comienzo el intervalo entre cada una es de unas tres
horas, el horario de alimentación normal suele ser a las 6, 9, 12, 15, 18 y 21, más
una toma adicional entre la una y las dos de la madrugada.

La toma nocturna impide que la madre tenga las suficientes horas libres como
para descansar normalmente, por lo cual a veces se suprime. Pero, por varias
razones, no es aconsejable suspender esa séptima, y a veces octava, toma.

Por ejemplo, algunos niños nacen con poco peso -2,5 kg o menos-, por lo cual será contraindicado negarle cualquier
toma hasta que alcance el peso correspondiente a su edad; otros pueden nacer con un peso normal -de 2,5 a 3,5
kg- pero ser remolones para comer, por cuanto preferirán tomar poca cantidad de leche, pero con mayor frecuencia,
y otros que, por dormilones, no suelen despertarse para comer y tardan mucho tiempo para mamar muy poco.

Asimismo, puede suceder que la producción de leche materna no sea la necesaria, o que haya disminuido debido al
ajetreo de atender la casa, en cuyo caso el bebé puede no quedar lo suficientemente satisfecho como para esperar
tantas horas hasta la primera toma de la mañana siguiente, y así lo hará saber con llanto e intranquilidad antes de
su hora. En cualquier caso, la madre deberá tener paciencia durante las primeras semanas hasta que se establezca
el ritmo de tomas conveniente. Durante este período en que el horario puede ser tanto caótico, la madre debe
aprender a descansar aprovechando ratos perdidos en el intervalo, tanto de día como de noche, ya que la falta de
descanso puede incidir tanto en su estado nervioso como en la producción de leche.
DURACION DE LAS TOMAS

El bebé será quien, por último, determine el ritmo de las tomas y su


duración de acuerdo con su comportamiento y sus características
personales. Los bebés que se consideran ideales son aquellos que,
al poco tiempo de nacer, establecen de forma espontánea un
horario regular de comidas, ya sea cada tres o cada cuatro horas,
maman con avidez y se duermen rápidamente. Pero estos casos
son los menos frecuentes.

También los hay que se adaptan con bastante rapidez al horario


establecido por la madre y que, aunque estén despiertos, esperan
tranquilos y sonrientes a que les llegue su hora de comer. Otros, en
cambio, son de naturaleza muy curiosa y, cuando están mamando, suelen detenerse con frecuencia porque los
distrae fácilmente cualquier ruido o movimiento en su entorno. Estos bebés suelen tardar mucho en comer, por lo
que convendrá amamantarlos a solas y, de ser posible, en un lugar tranquilo. Otros que a menudo emplean mucho
tiempo para comer son los remolones, a quienes ni el alimento ni el entorno parecen interesarles lo suficiente como
para alterar su tranquilidad.

Pero quizá los más conflictivos sean los quejosos, que ni siquiera cuando comen dan muestras de felicidad. Aunque
por fortuna no son muy frecuentes, su habitual descontento es poco gratificante para la madre porque le produce la
sensación de que no está cumpliendo bien su función maternal. Con frecuencia, estos bebés suelen ser hijos de
padres nerviosos que, a su vez, plantearon problemas similares durante la niñez.

En todo caso, cuando más tarde un bebé en alimentarse, menos horas tendrá la madre entre una toma y otra, por lo
que debe insistirse en la necesidad de que aprenda a descansar durante los periodos de tiempo, a veces cortos, que
la atención de su hijo le deje libres.

EL BIBERON

La alimentación con biberón no modificará las actitudes del bebé con respecto a la comida, por lo que tanto el ritmo
de las tomas como la cantidad y la forma en que ingiera el biberón estarán igualmente supeditadas a su
comportamiento.

En el transcurso de los últimos años, los biberones a rosca han venido desplazando a los antiguos de gollete normal
porque ofrecen mayores ventajas: entre ellas, permite dosificar la salida de leche con un simple ajuste o desajuste
de la rosca, y pueden esterilizarse con la tetina puestas. También se encuentran en las farmacias o en otros
establecimientos especializados en biberones de usar y tirar, que vienen ya completamente esterilizados, incluida la
tetina. Su costo es bastante mayor que el de los demás biberones, pero pueden ser recomendables para los bebés
que, por inmadurez o por diversas afecciones, deben recibir más protección contra cualquier posibilidad de
contaminación.

LAS TETINAS

En lo que se refiere a las tetinas, existe una considerable variedad. Algunas están hechas de material grueso y
rígido, mientras que el de otras es más delgado y flexible. Algunas precisan ser agujereadas, mientras que otras
traen ya uno o dos agujeros, También hay modelos que, en lugar de agujeros, tienen una pequeña ranura, cuya
ventaja sobre las otras consiste en que no queda obstruida con tanta facilidad con los grumos de la leche o de las
harinas.

La selección de cualquiera de ellas debe hacerse en función de las características del bebé. Para los glotones, que
suelen succionar con mucha fuerza, las tetinas más firmes y con agujeros pequeños suelen ser más convenientes;
para los de apetito normal o bajo, quizá más aconsejables las de ranura, ya que dejan pasar más líquido. No
obstante, lo mejor será comprar varios modelos y probar cuál de ellos es el más idóneo para el bebé.

LA ASEPSIA Y EL BEBE

Es fundamental que todo lo que pertenezca al bebé se manipule con la mayor asepsia posible. Esta regla debe
observarse, en particular, durante el manejo de los biberones, para lo cual será aconsejable disponer de los
siguientes elementos:

• Un cepillo de tamaño adecuado para limpiar el biberón.


• Una escobilla especial para limpiar las tetinas.
• Un esterilizador o, en su defecto, un recipiente destinado exclusivamente a la esterilización de los
biberones.
• Pinzas especiales para manipular los biberones.
• Un recipiente con tapa para guardar los biberones tras haberlos limpiado.
LA ASEPSIA

a esterilización de los biberones, el mejor método aséptico, es hoy más


sencilla que nunca si se dispone de los esterilizadores modernos. Estos
permiten dejar en condiciones óptimas siete biberones y su
correspondiente leche a la vez, esto suele ser el número corriente que
toma un niño a diario, y guardarlos en el refrigerador. Cada vez que se
necesita uno, se saca del refrigerador y se calienta al baño María o en un
calentador de biberones, otro utensilio moderno destinado a aliviar la
tarea de la preparación de biberones.

En todo caso, todas las piezas del biberón deben estar siempre limpias
antes de esterilizarlas. Lo más recomendable es lavar los biberones con
esmero, utilizando jabón y cepillo, a medida que el bebé termina de
usarlos, y guardarlos en un recipiente limpio y con tapa, destinado
exclusivamente a ellos. Asimismo, es necesario lavarse las manos con
jabón antes de manipular los biberones, así como antes de dárselo al
bebé. La asepsia es vital par el sano desarrollo de los niños.

LA LECHE DEL BIBERON

Debe ser el pediatra quien decida el tipo y la cantidad de leche que


tomará el bebé. La leche más corriente para los bebés es la leche en
polvo, de las que hay varias marcas. Algunas se disuelven en agua fría o tibia, mientras que otras traen la
recomendación específica de hacerlo en agua caliente, por lo que habrá que seguir las instrucciones que cada una
prescribe en el envase. La leche de vaca, tan utilizada antiguamente para los bebés, hoy no se utiliza nunca en los
primeros meses de la lactancia.

La leche de vaca, indigesta para los bebés, se incorpora a la dieta


infantil cuando el niño tiene ya varios meses.

LAS CANTIDADES

Por lo general, la dosis inicial de leche en polvo que se da al bebé es baja, pero debe aumentarse paulatinamente a
medida que el niño crece. No obstante, si reclama su biberón cada dos horas en lugar de cada tres, puede ser que la
dosis que toma no le satisfaga. En ese caso, debe consultarse al médico que lo trata y éste prescribirá la dosis que
crea conveniente. También puede suceder lo contrario, es decir, que el niño no se despierte para comer a su hora y,
no obstante, parezca satisfecho. Este puede ser un indicio de que podrá espaciarse los biberones.

De todas formas, el horario fijado para las comidas del bebé debe ser flexible. Las variaciones que oscilan entre un
cuarto de hora y media hora son absolutamente normales. Asimismo es normal que un día el bebé tenga más o
menos apetito que lo que en él es habitual, por lo cual la madre sólo deberá preocuparse y llamar al médico si el
deseo por comer más o el rechazo de la comida se prolonga durante más de dos días.

LA TEMPERATURA

Dado que la temperatura de la leche materna es de 37� C, sería lógico que el biberón tuviera la misma
temperatura. Pero ello no es necesario puesto que, con base en la experiencia, se sabe que son muchos los bebés
que la prefieren más caliente y otros, los menos, más fría. Lo esencial es que no esté nunca demasiado caliente.
Para comprobar que la temperatura no es alta ni baja en extremo, la madre debe dejar caer dos o tres gotitas de
leche sobre el dorso de su mano y, si fuera necesario, calentar o enfriar el biberón de acuerdo con el gusto de su
bebé. Por razones de asepsia, nunca debe hacerlo succionando la tetina ella misma.

A pesar de que la leche materna es el alimento natural más completo


que existe, son muchos los bebés que se crían perfectamente sanos
con preparados de leche en polvo.
LA TRANQUILIDAD

Es importante que el bebé se alimente en un clima de tranquilidad, tanto si toma el pecho como el biberón. Esto
contribuirá a que establezca con la comida una relación más directa y exclusiva, a la vez que la ausencia de tensión
nerviosa le ayudará a hacer una mejor digestión. También tienen más ventajas para la madre, que podrá dedicarse
con más atención a observar a su bebé y aprender a comprender sus diversas manifestaciones. Este clima de paz
podrá prolongarse después de la comida, durante el cambio de pañales que suele sucederle, y dar lugar a que la
comunicación que, poco a poco, se establecerá entre madre e hijo se inicie en un ambiente tranquilo y acogedor.

DESPUES DE LA COMIDA

Todo niño, al tomar el pecho o el biberón, traga una cierta cantidad de aire que le dilata el estómago y suele
molestarle. Es por ello que se los incita a eructar una vez terminada la ingestión de leche, sea de la clase que fuere.
Algunos bebés eructan cuando acaban de comer, pero otros tienen más dificultad en hacerlo. En estos casos, lo más
conveniente es ayudarlos, incorporándolos e inclusive dándoles palmaditas suaves en la espalda. También es
frecuente que, por distensión del estómago, tengan hipo mientras maman el pecho o el biberón, o una vez
terminada su comida. Pero el hipo no debe ser motivo de preocupación porque sólo será pasajero. Transcurridos
unos cuantos minutos, se le irá con la misma facilidad y rapidez con que le sobrevino.

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