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Arostegui, Julio y Saborido, Jorge, Hacia una nueva época


Los años 90
HISTORIA DE LA CULTURA I (Universidad del Salvador)

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ARÓSTEGUI, Julio y SABORIDO, Jorge, “¿Hacia una nueva época? Los años 90.” en Aróstegui, Julio,
Buchrucker, Cristian y Saborido, Jorge (Directores), El mundo contemporáneo: historia y problemas, Madrid,
Biblos Crítica, 1999, Cap.15 (Introducción y Punto 1; Punto 2, apartado c) y Punto 3 introducción y apartado a)

Cap.15 (Introducción y Punto 1; Punto 2, apartado c) y Punto 3 introducción y apartado a)

1. Identifique, según los autores, las dos peculiaridades de los años ’90.
2. Señale los indicadores del “cambio de época”, aludidos en el texto.
3. ¿En qué sentido los autores hablan de un “espacio de inteligibilidad histórica”? ¿Cómo se aplica al
caso del siglo XX?
4. Identifique el concepto “siglo corto”, y su aplicabilidad al escenario posterior a 1991.
5. Fundamente la siguiente afirmación: “Nuestro presente, es como todos los presentes históricos,
mestizo”. (Ibidem, p.792)
6. Enuncie los elementos que permiten caracterizar el fenómeno de la globalización.
7. Diferencie las posturas optimistas y pesimistas en relación a dicho fenómeno.
8. ¿Cuáles son los interrogantes que los autores plantean frente al fin de época?
9. Analice el papel del Estado-nación y los nuevos espacios regionales, en este proceso.
10. Fundamente en qué sentido los autores hablan de una “ausencia de sistema” internacional. (Ibidem,
p.806)

DESARROLLO

1. Identifique, según los autores, las dos peculiaridades de los años ’90.

Los años 90 del siglo XX se presenta con dos particularidades muy destacables:
- Por una parte, esos años constituyen nuestra historia del presente, porque es la historia de las gentes vivas en
el mundo actual. La historia del presente es mucho más que la historia de la cultura de nuestro tiempo.
- Por otra parte, una segunda peculiaridad es la existencia en el mundo de hoy de una percepción general de que
en los años 90 del siglo XX nos hemos adentrado en un cambio de época.

2. Señale los indicadores del “cambio de época”, aludidos en el texto.

Todo hace pensar que el mundo de los umbrales del siglo XXI tiende a consolidar unas nuevas condiciones de vida
humana.
El “corte” o “ruptura histórica” que parece haber acabado con el siglo XX “histórico”, aunque no con el cronológico,
se sitúa en el tránsito entre las décadas de los 80 y los 90, y tiene como símbolo indiscutible la crisis, el intento de
transformación y la desaparición final del socialismo real en su núcleo esencial, la Union Soviética. La desaparición
como realidad viva de lo que fue la “gran alternativa”, surgida en los comienzos del propio siglo: la de la construcción
de sociedades distintas de las diseñadas por las revoluciones liberales del siglo XVIII.
Los acontecimientos políticos en el ámbito socialista tuvieron una primera repercusión mundial que fue la
desaparición del “sistema bipolar”, de casi 50 años de duración, presidido por dos grandes superpotencias enfrentadas.
En efecto, si el símbolo del cambio de época puede ser político, estatal o internacional, la “nueva historia” no se
reduce a este hecho. En los años 90 parecen cristalizar otros inmensos cambios. La humanidad ha entrado ya de forma
perfectamente reconocible en la expansión imparable de una nueva revolución tecnológica, la digital, la
transformación de fondo de todo el sistema económico mundial, la revolución en la información y las comunicaciones
de todo tipo, una seria de fenómenos que señalamos hoy con la expresión GLOBALIZACION, el desorden de las
relaciones internacionales, la distancia creciente entre áreas desarrolladas y no desarrolladas del mundo, la presión
cada vez más acusada de un problema “ecológico” o medioambiental y, en fin, la crisis observable de muchos
elementos y componentes de la cultura creada por la modernidad, en sus valores y su sentido. Todo ello ha traído la
percepción de una cierta crisis y de un cambio global. Es muy posible que con la historia de los años 90 del siglo XX
convenga ya empezar a hablar de una pos contemporaneidad.

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3. ¿En qué sentido los autores hablan de un “espacio de inteligibilidad histórica”?


¿Cómo se aplica al caso del siglo XX?

Se le llama “espacio de inteligibilidad histórica” a un proceso histórico cuando los cambios son tan profundos que ya
no pueden ser explicados con arreglo a las grandes coordenadas del tiempo anterior.
La historia de los años 90 ha continuado y consolidado el desarrollo de algunos grandes cambios que habían
comenzado con anterioridad, y podemos darnos cuenta de ese cambio respecto al pasado y así proyectar una impresión
hacia el futuro.
Por lo tanto, esta frase se aplica al caso del siglo XX cuando nos preguntamos si los principios que nacieron con las
revoluciones del siglo XVIII sirven para explicar lo tan cambiado que está el mundo a finales del siglo XX.

4. Identifique el concepto “siglo corto”, y su aplicabilidad al escenario posterior a


1991.

Es un término utilizado por el autor Eric Hobsbawn. Se habla de siglo corto ya que se abarca lo sucedido entre 1914 y
1991. El siglo queda reducido a algo menos de 80 años y se cree que pueda tener un sentido inteligible.
Comienza en 1914, se debe a que en ese justo momento estallan en forma de enorme conflicto bélico las profundas
contradicciones que en el seno del mundo capitalista e imperialista se venían gestando desde casi 50 años antes.
La Gran Guerra, en efecto, hizo cambiar el mundo. Pero el segundo es para nosotros más significativo aun: consiste en
el hecho de que se entienda que en 1991 la historia mundial da otro giro al menos de la misma importancia de aquel.
En muchas ocasiones se ha señalado que el sentido fundamental del siglo XX corto reside en que es el tiempo de la
aparición y el desarrollo de una confrontación entre grandes propuestas de ordenes socioeconómicos, políticos e
ideológicos contrapuestos, coincidentes todos en su decidida opción por imponerse a escala mundial.

5. Fundamente la siguiente afirmación: “Nuestro presente, es como todos los


presentes históricos, mestizo”. (Ibidem, p.792)

Nuestro presente es, como todos los presentes históricos, mestizo. Lo cual quiere decir que, habiendo aparecido claves
históricas nuevas, no han desaparecido enteramente las formas anteriores, y ello no es cosa que en la historia ocurra a
plazo breve. Lo antiguo y lo nuevo se entremezclan y la diferencia entre unas zonas y otras del planeta es de tal
envergadura que es difícil hablar de un “presente histórico común” y ello mismo es otro de los grandes caracteres,
negativos, de nuestra época.

6. Enuncie los elementos que permiten caracterizar el fenómeno de la


globalización.

Por una parte, nos encontramos ante una economía en condiciones de funcionar como una unidad en tiempo real a
escala planetaria; este rasgo abarca todos los factores que intervienen en el sistema económico: los capitales se
movilizan de manera instantánea durante las 24 horas en los mercados financieros; la ciencia y la tecnología también
están organizadas en flujos globales, si bien éstos se encuentran concentrados en algunas regiones y en algunas
empresas e instituciones. En cuanto al trabajo, aunque su movilidad no puede compararse con la de los otros factores,
sí es cierto que las empresas se desplazan para instalarse donde encuentran las condiciones laborales más favorables,
así como también están en condiciones de demandar mano de obra de cualquier parte del mundo, si ofrecen la
compensación adecuada.
Estas características de los procesos económicos actuales, como no puede ser de otra manera, se vinculan de forma
estrecha con una concepción que tiene como núcleo central la apertura irrestricta de los mercados, las organizaciones
transnacionales, impulsoras privilegiadas de todo el proceso, buscan imponer el establecimiento de mercados libres en
la vida económica de las sociedades de todo el mundo.

7. Diferencie las posturas optimistas y pesimistas en relación a dicho fenómeno.

Un resumen de las bondades de la globalización lo brinda Mike Moore, presidente de la Organización


Mundial de Comercio: “No conozco otra forma mejor de sacar al mundo de la pobreza. No va a discutirme
que en todas partes se vive mejor que hace veinte años.” En los países del pacifico (Nueva Zelanda,
Singapur, Tailandia, el per cápita es mucho más alto.
Frente a esta visión optimista de la dirección de las transformaciones en curso, se alzan las voces de los
críticos, de quienes se resisten a aceptar la validez del “pensamiento único”, dando cuenta de que la realidad
de la globalización carece de tono rosado con el que la pintan sus apologistas. Por una parte, se cuestiona

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justamente lo que Moore expresa con énfasis, esto es, que la economía globalizada conduce a un aumento de
la riqueza mundial y a la disminución de desigualdades. Frente a esta afirmación, vale como réplica lo
siguiente “La tesis de que el comercio mundial agudiza la competencia y conduce a reducir costos, situación
de la que todos finalmente extraen ventajas, es claramente cínica, pues se silencian que existen dos maneras
de reducir costos, a saber, elevando rendimientos – vía tecnología, organización, etc. – o bien disminuyendo
el nivel de gastos en la aportación humana al trabajo y a la producción. También en este caso aumenta la
rentabilidad, pero debido a que se cae en una variante tardía de piratería internacional”.
Las referencias estadísticas muestran que, más allá de las declaraciones, no existe un impacto positivo de la
globalización en la disminución de la pobreza.

8. ¿Cuáles son los interrogantes que los autores plantean frente al fin de época?

El fin de la década nos coloca frente a una serie de interrogantes que necesariamente deberán ser respondidos en el
futuro inmediato, ¿seguirá siendo el mercado el elemento que determine las decisiones económicas? ¿O, por el
contrario, se percibirá que se trata simplemente de un instrumento que hace algunas tareas adecuadamente - por
ejemplo, orientar las actividades productivas en función de la eficiencia – y otras bastante mal, como redistribuir los
ingresos? ¿Existe voluntad política en los países ricos para limitar el poder del capitalismo transnacional? En caso
afirmativo, ¿puede ésta efectivizarse a partir de las decisiones de los Estados nacionales individuales? ¿Está el mundo
desarrollado interesado en cerrar la brecha que margina buena parte del planeta de los beneficios del desarrollo
económico? ¿O seguirá esgrimiendo el discurso asentado en el mercado libre, los ajustes y la disciplina monetaria, con
la promesa de un paraíso reservado para los “obedientes”?

9. Analice el papel del Estado-nación y los nuevos espacios regionales, en este


proceso.

En los años 90 del siglo XX se produjeron importantes novedades en la política, tanto en lo que respecta al orden
interno de naciones y Estados como al sistema u orden político mundial, es decir, las relaciones internacionales.
En el final de la Guerra Fría y en el conjunto de acontecimientos que lo precedieron y siguieron se produjeron de
manera inesperada, y al menos su su etapa final se concretaron con una abrumadora rapidez. Los mismos tuvieron dos
efectos políticos inmediatos: transformaron en profundidad el sistema internacional existente que, hasta entonces, era
el de bipolaridad entre dos grandes bloques liderados por superpotencias, la URSS y EEUU, y dieron lugar a
modificaciones del mapa de los Estados y países independientes, al ampliarse su número.

La ausencia de un claro sistema político de relaciones internacionales en modo alguno excluye el hecho de que en
escala planetaria existen unos bien delimitados espacios o regiones geopolíticas que agrupan a un número mayor o
menor de Estados que presentan afinidades de situación, economía, proyección mundial o de otro género.

En la década del 90, con datos de 1999-2000, se ha establecido un mapa mundial formado por 223 territorios
diferenciados, 29 de los cuales son países aun dependientes y 5 independientes que no pertenecen a la ONU.

A la hora de ubicar los bloques geopolíticos, el primero sería el mundo occidental capitalista, liderado por EEUU y
Canadá en América, y la Union Europea en Europa, un espacio al que habría que sumar por sus especiales condiciones
a Australia y la República Sudafricana, tierras éstas de antigua colonización occidental, pero además, a Japón, una
sociedad oriental ampliamente occidentalizada y una de las primeras economías mundiales.
Un segundo espacio es el de Asia emergente de que forman parte China y el Asia pacifico con prosperas economías
industriales. Les siguen luego os de Asia subdesarrollada formada por el centro del continente, el sub continente
indostánico y el Cercano Oriente. En el África subdesarrollada, que abarcaría prácticamente desde el Mediterráneo
hasta Sudáfrica, puede hablarse de algunos espacios menores, el magrebí, el África sahariana, subsahariana y
ecuatorial y subtropical del sur. En América Latina puede hablarse igualmente de subespacios como el Cono Sur
americano, o la región andina, el Caribe, etc. Lo dicho, no oculta que existen potentes entrecruzamientos, zonas de
influencia mixta y espacios de extrema inestabilidad. Aparece claro, sin embargo, que en la historia actual y en un
futuro previsible estos espacios geopolíticos van a seguir mostrando una gran variabilidad, produciéndose
reagrupamientos a partir de procesos de crecimiento o crisis.

El Occidente Desarrollado.
Los países de antigua civilización capitalista y liberal democrática, que coinciden con el espacio de Occidente,
constituyen hoy el grueso del mundo desarrollado (o “primer mundo”). Tiene también algunas áreas más específicas:

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una está constituida por EEUU y Canadá en América del norte; otra es la de Europa Occidental, más amplia que los 15
países de a Union Europea; luego los dos gigantes de antigua colonización británica, Australia y Sudáfrica, más Nueva
Zelanda. A ellos debe sumárseles, en el plano de la influencia económica y estratégica en escala mundial, Japón,
aunque no sea un país de cultura occidental.
Estados Unidos, durante la gestión de Bill Clinton (1991-2001), ha pasado a ser a única superpotencia del planeta,
sobre la base de una economía en espectacular crecimiento en toda la década, con capacidad inigualable de control
militar a escala planetaria.
Su situación a la cabeza de la “nueva economía”, que le ha facilitado el liderazgo político después del éxito de la
Guerra del Golfo, aun cuando su gestión militar en el exterior es cofinanciada por otras potencias, Japón y Alemania.
Pero la política exterior norteamericana ha tenido grandes vacilaciones en la década. Su influencia política no tiene ya
la decisiva importancia anterior (en zonas de África y Asia, por ejemplo), sobre todo por la falta de claridad en sus
orientaciones.

Por su parte, la trayectoria de la Union Europea en los años 90 es también de una especial significación y de no menor
complicación. No puede decirse sino que la década ha sido para la Union Europea de una cierta crisis, de crecimiento
y de perspectivas para el futuro, en el que aparece como horizonte la ampliación de la Union a un gran número de
países del centro y el este de Europa.
La unión decidió dotarse de una moneda única (euro), se creó el Banco Central Europeo, máxima autoridad de la
Union Europea en materia monetaria y financiera, y se conformó un mercado unificado.
Gran Bretaña quedó fuera del euro, mientras el “euroescepticismo” divide enormemente a la opinión de aquel país. La
Alemania unificada es con mucho la primera potencia económica del continente. Países como Dinamarca y Suecia
tampoco están incluidos en el sistema del euro, por considerar la moneda común contraria a sus intereses.

El Japón de la gran expansión de la posguerra apareció sumido en los años 90 en una seria crisis económica y
sociocultural, que ya no hace pensar en él como la gran potencia de peso decisivo en el mundo del siglo XXI. Su
potencial industrial, tecnológico, comercial, su enorme capital humano, no han disminuido, pero se han visto afectados
por un fuerte derrumbe financiero en el momento mismo de ponerse en marcha la globalización de la economía
financiera, por una crisis política y por una crisis social, de confianza. No obstante, su potencialidad económica y el
arraigo de sus instituciones democráticas no parecen correr peligro.

En el caso de Sudáfrica, hay que destacar la gran novedad del cese de aquel país de política del apartheid, o separación
radical entre blancos negros, y el comienzo de una era de igualdad y de cierta supremacía de la población autóctona.

El espacio ex soviético: La nueva Rusia y los epígonos.


Este espacio ocupa parte de Europa Central – Checoslovaquia y Yugoslavia, a la que se incluye también aquí - ;
Europa oriental propiamente dicha hasta los Urales, y una amplia extensión del Asia occidental y central que formó
parte de la URSS, más ciertas zonas de influencia como Afganistán.

El caso fundamental y más significativo fue, sin duda, el de Rusia. Evidentemente, el intento de golpe de Estado que
tuvo lugar en Moscú el 19 de agosto de 1991 perpetrado por líderes comunistas enemigos de las reformas selló el
destino de todo el proceso de la perestroika y representó el principio del fin de cualquier posibilidad de pervivencia de
una Union Soviética reformada. Después del golpe, la situación de Gorbachov quedó definitivamente debilitada y se
produjo una serie de declaraciones de independencia de repúblicas que constituían la URSS (Estonia, Letonia y
Lituania, Ucrania, Bielorrusia y Moldavia). El 8 de diciembre ésta fue sustituida por la Comunidad de Estados
Independientes (CEI). Gorbachov dimitió el 25 de diciembre de 1991. La URSS se había convertido en un
conglomerado de 15 Estados independientes distribuidos por Europa y Asia.
La primera decena de años del poscomunismo en la Federación Rusa, nuevo nombre del principal Estado surgido de la
desmembración de la URSS, ha estado determinada por la presidencia de Boris Yelstin, miembro del antiguo aparato
del Partido Comunista de la Union Soviética. La Rusia de Yelstin empieza a ser estudiada concienzudamente ahora, y
los resultados son por demás negativos: la pretensión de hacer de Rusia un país democrático normal, de economía de
mercado, con relaciones internacionales equilibradas, manteniendo al tiempo su status de potencia militar y
económica, se ha mostrado al cabo de diez años como una empresa casi enteramente fracasada. No ha podido
construir con rapidez ni una economía de mercado con garantías, ni un sistema político equiparable a los de
Occidente.
Bajo Yelstin se estableció una nueva constitución rusa y un parlamento al estilo liberal. Su mandato se ha
caracterizado por el autoritarismo, el cambio frecuente de gabinetes ministeriales y la baja calidad del sistema político.

El recorrido de los antiguos países de régimen socialista ha transcurrido de forma generalmente problemática. El
punto de partida ha sido el proceso de transición hacia sistemas democráticos de corte occidental.

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Checoslovaquia se escindió en dos repúblicas, la Checa y la de Eslovaquia, pero ambas han conseguido estabilidad.
En Polonia, el primitivo prestigio y popularidad de Lech Walessa, el hombre del Sindicato Solidaridad que llegó a la
presidencia del país en 1990, fue la clave del proceso. También ha sido relativamente tranquilo el decenio de Hungría,
a pesar de la extraordinaria fragmentación de su espectro político después de 1989.
La evolución de los países más pobres, con problemas étnicos complejos, y por los que Occidente se ha preocupado
menos, como Bulgaria, Rumania y Albania, ha sido mucho más complicada. En Rumania, a la muerte de Nicolai
Ceaucescu se han sucedido gobiernos de ex comunistas, pero la situación ha corrido siempre el peligro de una seria
involución. Bulgaria ha tardado mucho tiempo en salir realmente del comunismo en función de la longevidad política,
la habilidad y la resistencia de un personaje como Todor Yivkov. Albania, seguramente el país más pobre de Europa,
tuvo también enormes problemas para adaptar su sistema político a la nueva forma democrática; su economía ha
estado siempre al borde del caos y se han producido emigraciones masivas de población hacia Occidente.

El Asia emergente.
La gran potencia china y los “cuatro tigres” son los países principales de los que llaman “economía del Pacifico”.
Corea del Norte, donde pervive un régimen comunista, y Japón, la gran potencia asiática tradicional, están al margen
de este escenario.
La potencia más importante del Lejano Oriente es con mucho China. El dinamismo de su economía, cada vez más
occidentalizada e integrada en el mercado internacional, hace de China la posible gran contra potencia del siglo XXI.
En el Asia desarrollada, aun con evidentes limitaciones, ocupa un lugar propio el conjunto de países que basan su
economía y desarrollo en la producción y comercio petroleros. Así, podrían incluirse en un grupo de desarrollo
particular estos países de alto nivel de renta per cápita – Arabia Saudí, Kuwait, Emiratos Árabes, Qatar, etc. –
concentrada en un porcentaje minoritario de la población. Se trata de Estados con una situación muy peculiar, que no
manifiestan perspectivas de cambio. En ellos se amalgaman la modernización de los medios de vida material, unas
estructuras políticas y sociales arcaicas, ligadas a poderes estrechamente oligárquicos e ideologías e interpretaciones
del islam conservadoras a ultranza.

El Asia y el África subdesarrolladas.


Indudablemente, en sus zonas menos desarrolladas Asia y África constituyen en la última década del siglo XX os
espacios de la Tierra donde un porcentaje muy alto de la población vive con mayores dificultades, los conflictos son
más graves, las perspectivas de desarrollo futuro más oscuras y la necesidad de una acción del mundo desarrollado
más acuciante. Abarca un amplio espacio del planeta que, en el continente asiático, arranca del extremo sudeste, la
antigua península de Indochina, comprende el subcontinente indostánico y alcanza, a través de Afganistán y algunas
repúblicas ex soviéticas pobres del centro de Asia, el Cercano Oriente mediterráneo de cultura árabe. Es cierto
también que este amplio espacio de países “tercermundistas”, incluye situaciones bien distintas. La India, el segundo
país más poblado del mundo, la democracia más grande, es un mosaico de etnias y culturas y una contradicción en su
desarrollo que incluye la capacidad de producir la bomba atómica o preparar reputados técnicos en informática, junto
a la incapacidad de controlar una inmensa pobreza de buena parte de su población. El subcontinente indostánico –
Bangladesh (Bengala), Nepal, India y Paquistán, Sri Lanka (Ceilán) – forma un mundo peculiar y muy inestable. Las
posibilidades de un rápido desarrollo se encuentran bloqueadas.

El mapa africano prácticamente no ha sufrido alteración en la década. La estabilidad política de los Estados africanos,
cortados por el patrón de las antiguas potencias coloniales, es bastante escasa, pero existen algunos casos donde el
prestigio de un líder o la homogeneidad de la población han permitido alcanzarla, como es el caso de Tanzania. El
África mediterránea, con la excepción de Argelia, no dio lugar a perturbaciones serias. En cambio, los golpes militares
y las dictaduras más o menos transitorias se han sucedido en el África atlántica tropical y ecuatorial y las guerras han
sido endémicas en Angola y en los países del golfo de Guinea.

El espacio latinoamericano.
La década de los 90 fue en líneas generales una prolongación de las realidades que habían surgido desde finales de los
70 y en los 80. En el subcontinente se consolidó políticamente la recuperación de los sistemas democráticos superando
las etapas de golpes y gobiernos militares de décadas anteriores. La esperanza de normalización de la vida política
democrática en todos los países solo se vio afectada por los vaivenes de la economía a los que se ha hecho referencia.

10. Fundamente en qué sentido los autores hablan de una “ausencia de


sistema” internacional. (Ibidem, p.806)

Se ha dicho que en los 90 el mundo ha entrado en un sistema internacional caracterizado por la “ausencia de sistema”.
Ello es verdad hasta, al menos, la terminación del siglo. Los conflictos no disminuyeron sino que sucedió justamente

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lo contrario: las relaciones entre Estados se hicieron más problemáticas que antes en ciertas zonas del globo,
especialmente en las más atrasadas, y el acuerdo internacional acerca de esos conflictos regionales no acabó de
conseguirse a pesar de haber desaparecido los bloques antagónicos. El sistema de hegemonía indiscutida de una sola
superpotencia, EEUU, ha mostrado ser incapaz de asegurar por sí mismo un orden mundial estable, más allá de ser
discutible si tiene la voluntad de hacerlo. Es cierto que en el periodo se alumbraron nuevas propuestas y vías para el
establecimiento de principios básicos en las relaciones internacionales: acuerdos en la ONU, presupuestos mínimos
para la injerencia exterior, mediación y representación de bloques o de organismos internacionales, acciones no-
gubernamentales, etc. Se ha pensado en los instrumentos propios para hacerlos cumplir, como los contingentes
militares internacionales. No obstante, en toda a década la actuación internacional ha girado siempre en torno a
EEUU.

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