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El documental “Sigo siendo” nos muestra un paisaje de Sierra, pero en toda su

desolación. Cierto que se ven ruinas, pero de lugares que no deberían estar en
ruinas, como la hacienda donde pasó su infancia José María Arguedas. Imagen
que, junto a otras, nos van indicando no solo el abandono de estas tierras
producto de los obstáculos geográficos, sino también la invisibilizarían de la
cultura andina en la figura de uno de sus más ilustres representantes. Lo cual se
extiende también a las abandonadas viviendas rurales de artistas como Máximo
Damián o Andrés «Chimango» Lares, y sobre todo a las músicas que se
presentan en este hermoso documental.
En el documental se evidencia que nuestra especie se dio a la tarea de buscar
compañía y esto lo hizo a través de la constitución de la familia, pero para dar a
luz era complicada la situación ya que con una pelvis estrecha dar a luz un niño
totalmente desarrollado se volvía casi imposible, de modo que los bebes debían
nacer antes cuando sus cabezas eran más pequeñas y estuvieran casi
desarrollados por completo. Por eso somos una de las pocas especies que
pasamos más tiempo cuidando nuestra descendencia protegiéndola,
alimentándola y manteniéndola alejada de los problemas.
Al evolucionar nuestra especie a Homo Habilis o también llamado “manitas” con
un cerebro mayor en tamaño, una masa corporal más grande y un apetito enorme,
se convirtió en un carroñero que trabajaba solo y comía lo que encontrara.
En el video se observa un escorpión que va dentro de unas rocas enormes y el
Homo Habilis quería matarlo para comer tomando una piedra la coloca sobre este
animal observando que muere el escorpión y la piedra lastima su mano causando
una herida en su mano derecha. Por lo que despierta su curiosidad y toma la
piedra para inspeccionarla dándose cuenta que el borde esta afilado y esta se
convierte en a la primera herramienta que le va a servir de arma en el medio tan
hostil en el que se encontraba para atacar a sus depredadores y semejantes como
fuente de alimento.
Las herramientas se convirtieron en una forma de vida completamente nueva y
que más adelante se implementarían para cultivar, construir ciudades y viajar al
espacio. Otro cambio que se observó, es que los pulgares del Homo Habilis se
hicieron más fuertes esto gracias al uso de las herramientas.
También al evolucionar aprendió a colaborar con miembros de su especie y la
caza se convierte en su principal fuente de alimentación por lo que requerían
correr largas distancias y observan que un rayo cae en el pastizal a lo lejos y el
fuego surge quemando un árbol solitario.
Esta especie al tener un cerebro más desarrollado dedujo que el calor, luz y
seguridad estaban a su alcance dándoles poder sobre la naturaleza.
El fuego les permitía estar protegidos de la oscuridad y trabajar en conjuntos
desde temprano para conseguir más comida ya que al estar bien alimentados su
promedio de vida aumentaba. De ahí que es una ventaja vivir en familia como la
mayoría lo hacemos actualmente.
El fuego al intentar tocarlo y sentir el ardor de quemar permitió a esta especie
usarlo para cocinar la carne y ser más fácil la masticación.
Por otro lado, el agua está presente de principio a fin, no sólo en el discurso de los
personajes, sino que su aporte visual es indispensable para la construcción del
documental. Se muestran bellas caídas de agua, que es el elemento esencial que
permitió la vida, según los expertos se cree que el agua llego en asteroides o
cometas y que está mezclada con sustancias químicas y compuestos orgánicos,
así como la colorida vestimenta de los danzantes de tijeras, pero nunca llegan a
caer en el pintoresquismo. Más bien, el documental muestra cómo la dureza de
ese entorno rural encierra bellezas naturales y culturales (música, danza,
vestuario). Tradiciones vivas y lugares que no están a la vista, sino que hay que
buscarlos y saber encontrarlos en medio de esos no tan lejanos parajes serranos.
No en vano siempre vemos a los principales artistas que nos conducen en este
viaje musical (Damián y Andrés «Chimango») caminando, viajando, yendo y
viniendo, lo que sugiere un proceso de reencuentro, y de descubrimiento.
Pero el uso del paisaje de la Sierra va más allá de la descripción de un difícil
entorno natural, puesto que allí presenciamos los ritos de iniciación de una
danzante de tijeras, su “bautizo” en el cerro y las músicas que necesariamente
deben ofrecerse a este como permiso para realizar allí la ceremonia iniciática. De
esta manera, la música recrea también sus orígenes. Este arte como parte de una
forma de lenguaje que siempre ha estado conectado con tres áreas de la vida: el
ritual sagrado, la danza y la guerra; pero también con actividades económicas,
como la música de caza (hija de la música de guerra) y la música para actividades
agrícolas (siembra, cosecha, riego). En este documental la música aparece
íntimamente conectada con rituales de danza, riego y caza sacralizados; con lo
cual el uso del paisaje está justificado con la música y, a través de esta, con la
puesta en escena del mito. Así, el documental no sólo explora las raíces de la
cultura andina, sino que también se conecta con las manifestaciones culturales
primigenias de la humanidad.
Esta sacralización de la naturaleza también está sugerida en el paisaje selvático,
centrado en el río y en el canto, pero también en el silencio que los rodea en
medio del bosque amazónico.
En contraste, podemos observar el mundo urbano en el que desenvuelve la
música criolla, con sus calles bulliciosas, pobladas de gente, de vendedores
callejeros y de un constante trasiego de vehículos. La música florece en callejones
del Rímac, al igual que en locales en Barranco. Espacios que muestran otras
músicas, otros ritmos y otras voces, urbanos, más terrenales y muy distintos de los
arriba mencionados.
Sin embargo, entre el mundo rural y la celebración urbana jaranera, tenemos otro
escenario, el cual se ubica al borde de los cerros pobremente urbanizados,
subiendo y bajando, vemos transitar a «Chimango», quien da clases a su alumno,
el cual toca en su violín una melodía andina, al pie de su vivienda, que fácilmente
pasa como un mirador de la capital inmensa. Este es otro momento altamente
significativo, que nos trae a la mente la migración andina a la capital, pero también
la supervivencia de esa cultura en el contexto de la ciudad, gracias a la hermosa
melodía que interpreta el muchacho.
Lo interesante es que «Chimango», en camino a la clase con su alumno, se
detiene antes en casa de Carlos Hayre, un músico criollo, para pedirle unas
partituras con las que aleccionará a su pupilo. Estos contactos revelan cómo, pese
a las fuertes diferencias culturales entre las obras de estos intérpretes, esta como
primordial el desarrollo de lo profesional.
De hecho, antes hemos visto cómo Máximo Damián, camino a Puquio, se detiene
en Carmen Alto, para participar en un homenaje a Amador Ballumbrosio. Aquí se
da una mezcla hibrida musical, en la que un grupo de zapateadores negros es
acompañado por el violín de Máximo Damián, en una mezcla de ritmos
afroperuanos y andinos realmente insólita, en una especie de romería-homenaje a
la tumba de Amador.
En los testimonios y en la puesta en escena de circunstancias y músicas, también
hay un componente de reclamo y de afirmación. Y, por estos medios, una voluntad
de empoderamiento, expresados en el hecho de que buena parte de la película
está hablada en quechua y otra menor en shipibo. Lo que enfatiza y evidencia la
realidad sociolingüística de nuestro país, introduciendo elementos de la enorme
riqueza y variedad cultural que poseemos.

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