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Jesús puso en las manos de su Padre, su vida y su muerte. El clamor al Padre en el momento de morir, resume
todo su camino de vida y confianza. En la cruz le sale espontáneo, con toda la fuerza de quien está muriendo y con
toda la confianza de quien sabe que la vida depende del Padre.
Sumérgeme
En el río de tu espíritu
Necesito refrescar,
Este seco corazón sediento de ti
YO CONFÍO EN TU AMOR
Salmo13
¿A quién le encomendamos la vida? ¿A quién le encomendamos nuestro espíritu? Tal vez ni siquiera nos hemos
encomendado a nadie, porque ni siquiera sentimos que tenemos vida y mucho menos un espíritu que cuidar.
También pudiera ser, que nos hemos hecho cargo de nuestra propia vida, creyendo que podemos con ella y cuando
nos enfrentamos con las situaciones difíciles, entonces nos damos cuenta que nuestro espíritu es débil y que necesita
algo más que nuestra limitada y egoísta fuerza interior.
La vida nos presenta siempre situaciones que nos confunden, que nos duelen, que nos oscurecen la razón. La muerte
es una de ellas y, seguramente, la peor de todas. Es el vacío de la soledad, la oscuridad del abandono, y sin embargo,
más allá de toda lógica, vemos como Jesús confía en su Padre cuya misericordia es vida y cuyo perdón es el inicio
de nuestro camino de hijos suyos. Por eso el soldado romano cree: porque esa muerte dará inicio a un mundo nuevo,
pero eso sólo será posible cuando los discípulos crean, cuando nosotros creamos y encomendemos nuestra vida y
nuestro espíritu al Padre.
SALMO43
SILENCIO
REVISIÓN DE VIDA
1. ¿Cómo reacciono en medio de las dificultades, contratiempos y enfermedades? ¿Me desespero o
tengo esperanza? ¿Confío o desconfío? ¿Busco a Dios o lo hago responsable por lo que me
pasa? ¿Siento que Dios se olvida de mí?
2. ¿Tengo motivos para confiar en Dios como Padre?
3. ¿Le he encargado mi espíritu a Dios Padre?
SILENCIO
PARA PENSAR
En la hora de prueba la oración es la esperanza de comunión
Las contradicciones nos dividen, por eso nos hacemos reclamos, juzgamos a otros y nos peleamos porque nos
decepcionamos de esas fallas. Nos duele la impotencia, la injusticia que resulta de todas nuestras acciones humanas.
Orar es creer en la comunión, es conversar en la confianza de la hermandad. Orar es confiar en sembrar y tener
esperanza de un perdón que no conocemos, de una vida reconciliada que no sabemos inventar. Oramos y no
sabemos orar, pero Dios quiere que oremos, porque quiere oírnos y que lo oigamos, porque en esa conversación nos
comprendemos, nos hallamos de maneras nuevas y constatamos que no estamos solos, aún cuando lo parecía.
ORACIÓN DE LA MAÑANA