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Segunda problemática

: El espacio verde tiene un impacto positivo en la salud mental. Las personas que viven en las áreas
con espacios verdes son menos propensas a tener trastornos de ansiedad o depresión y son más
propensas a ser físicamente activas, lo que conduce a la reducción de las enfermedades
respiratorias como el asma, EPOC e infecciones respiratorias superiores. Algunos estudios sugieren
que los espacios verdes reducen las condiciones comunes de salud incluyendo las enfermedades
cardiovasculares, diabetes y cáncer

Los espacios verdes son esenciales para el desarrollo urbano sustentable. Los parques, las
plazas junto con los arboles urbanos no solo definen en gran medida la identidad y el
atractivo de las ciudades: estos espacios abiertos contribuyen además a la calidad de vida de
sus habitantes.

El ser humano, aunque a menudo se nos olvide, es y forma parte de la naturaleza. Estar en contacto y en
sintonía con el medioambiente nos genera toda una serie de beneficios, tanto físicos como emocionales. Por
ello de algún modo al cuidar el entorno natural también lo estamos haciendo a nosotros mismos. Prestar
atención al paisaje hace que tengamos un mayor contacto con la naturaleza, y la falta de este pacto con
nuestra esencia vital puede facilitar que desarrollemos carencias a nivel emocional. Aunque suene raro,
podríamos estar hablando del llamado “trastorno por déficit de Naturaleza”.
Se ha venido demostrando que los niños que se crían en zonas rurales, con una mayor presencia de lo natural
y, por tanto, más conscientes del cuidado de lo que les rodea, presentan una mayor concentración y
autodisciplina, son más imaginativos, tienen más facilidad para divertirse y colaborar en grupo, son más
observadores, muestran más capacidad de razonamiento y son más serenos, independientes y desarrollan
menos miedos e inseguridades.
Las personas que pasan más tiempo en contacto con la naturaleza tienden a experimentar emociones más
positivas, albergan más vitalidad, felicidad y manifiestan una armónica satisfacción con la vida (Capaldi,
Dopko y Zelenski, 2014).
Los investigadores José Antonio Corraliza y Silvia Collado, de la Universidad Autónoma de Madrid,
concluyeron que “aquellos niños que disfrutan de un mayor contacto con el medio natural son capaces de
afrontar mejor algunas situaciones adversas a las que son expuestos habitualmente, y además sufren menos
estrés del que cabría esperar si no contasen con este factor protector que es la naturaleza”.
Obviamente, no todo es así de fácil. El mero contacto con la naturaleza no evita que suframos ansiedad, pero
si nos sumergimos conscientemente en un paraje natural y atendemos sin prisas a lo que nos rodea, esa
percepción nos brindará la capacidad para regular mejor el estrés y no nos veremos desbordados por ello.
Detrás de estas conclusiones puede haber lógicamente razones biológicas, pues aunque el ser humano se haya
adaptado al modo de vida urbano, el cerebro sabe que no es su medio natural, y todavía añora estímulos
primitivos más conectados con la madre Tierra. No olvidemos que durante milenios la especie humana
desarrolló en la misma naturaleza las estrategias de adaptación más exitosas para su supervivencia, y allí es
donde debería regresar para restaurar los valores perdidos o simplemente desubicados por los tiempos
actuales.
La naturaleza ofrece una cantidad tan elevada de incentivos, que la relación con ella provoca un estímulo
directo en las neuronas, en las emociones y supone una experiencia que genera un inmediato bienestar. El
sencillo pero maravilloso hecho de oler intensamente una flor, contemplar la amplitud del campo, un
atardecer en el mar o escuchar el canto de un pájaro provoca en el ser humano sentimientos positivos, y estos
se almacenan fácilmente en la memoria, a la cual podremos recurrir cuando necesitemos sentirnos bien. Y no
se equivoquen: desde la ciencia sabemos que es más rentable invertir en experiencias que en objetos
materiales. El valor de lo vivido perdura en nuestro recuerdo, en el tiempo; por el contrario, las adquisiciones
físicas y palpables pierden valor desde el momento que las recibimos.
También, el contacto con la naturaleza mejora la tolerancia a la frustración, algo que los psicólogos
consideramos esencial para nuestro bienestar emocional. Los campesinos saben bien que no se puede luchar
contra los elementos: si llueve, te mojas; si hay que subir por un sendero pedregoso, no puedes evitarlo; es
mejor no coger atajos, porque quizá te pierdas… El hecho de aceptar las incomodidades del clima y del
terreno son situaciones extrapolables a los retos de la vida diaria, en toda clase de situaciones. Uno tropieza,
se moja, se cae, se mantiene erguido frente al viento. No podemos controlar ciertas circunstancias, pero sí
manejar nuestra actitud frente a ellas.
Otro beneficio de la naturaleza es que desarrolla la empatía, esa maravillosa capacidad de ponernos en el
lugar del otro, ver la realidad desde otro punto de vista, fuera de nosotros. Según una investigación de
Sevillano Triguero (2007), las personas menos empáticas se muestran poco interesadas por los problemas
ambientales, como si no les afectaran.
Hoy sabemos, desde la psicología, que el mindfulness es significativamente beneficioso para la salud
emocional. Y si además lo combinamos con un paisaje natural, mucho mejor. Por tanto, presenciar un entorno
natural genera mayor serenidad, al potenciar la capacidad de observación y atención plena.
Sentirnos más agradecidos es otro de los beneficios que encontramos al entrar en contacto con el
medioambiente, y los estudios demuestran que el corazón de las personas agradecidas late mejor, pues ese
estado libera endorfinas que regulan la presión sanguínea. Está más que comprobado que valorar y reconocer
lo positivo hace que tu cerebro se oriente hacia las cosas buenas y los detalles agradables, convirtiéndote así
en un detector y potenciador de momentos de bienestar.
Pero no todo es psicología. La ciencia constata que en los espacios naturales se generan iones negativos que
mejoran el estado de ánimo; por ello dar un paseo por el campo ayuda a descargar el malestar y llenarnos
de energía saludable y equilibrada. Numerosos estudios han relacionado la exposición a la naturaleza con el
incremento de la vitalidad y una mayor sensación de felicidad. Por ejemplo, las personas que participan en
excursiones al campo declaran sentirse más vivas, y que el solo recuerdo de esas experiencias al aire libre las
hace sentirse más alegres. Así que, de paso, regulamos las emociones negativas. Nada como un paseo entre
árboles para calmar la agresividad o reducir el enfado.
Y si nos resulta inaccesible salir de la ciudad, investigadores de la Universidad de Texas han constatado que
las personas que cuidan de sus plantas, con o sin jardín, manifiestan significativamente una mayor
satisfacción con sus vidas. Todo esto no debería resultarnos sorprendente. El ser humano ha evolucionado
durante milenios estando en pleno contacto con la naturaleza. De modo que nuestras funciones fisiológicas y
psicológicas están adaptadas a ello, y eso es lo que el cuerpo reconoce como sano y equilibrado. Por ello no
debemos desterrar nuestra propia esencia, que es estar en contacto directo con lo natural

https://www.institutotomaspascualsanz.com/los-beneficios-emocionales-cuidar-
medioambiente-2/
http://wichita.kumc.edu/Documents/wichita/wire/La-Falta-de-Espacios-Verdes.pdf
Análisis a nivel local
Para iniciar el análisis a nivel local es importante aclarar que no se hayan estudios propios
del municipio respecto a la importancia de los espacios naturales en el casco urbano, ´por lo
que nos centraremos en los aportes a nivel de la sabana de Bogotá.
De acuerdo con ello un primer estudio de la universidad nacional afirma que
“durante las tres últimas administraciones de Bogotá, se ha dado importancia al espacio
público (EP), como elemento constitutivo de ciudad, sobre todo a las zonas verdes, como
un reconocimiento a las funciones que cumplen en el mejoramiento del ambiente urbano y
la calidad de vida de los habitantes.” (Casas y Gómez, 2008, p.1).
Lo anterior quiere decir que existe una preocupación por la necesidad del encuentro de los
sujetos con un entorno natural permitiendo que los mismos tengan experiencias que les
motiven a cuidar y conservar las zonas verdes del espacio público. Esto adquiere relevancia
sabiendo que en la urbanidad son pocos los lugares que acercan a la naturaleza a los
habitantes de la urbanidad.
En estas circunstancias es posible decir que “el problema es la falta de compromiso de los
gobiernos locales con la planificación al servicio de la calidad de vida de la gente porque el
espacio público (incluyendo zonas verdes es esencial para vivir bien, es un indicador de
salud” (Cruz ,2019).
Según lo mencionado, las alcaldías no cuentan con programas o investigaciones que se
dediquen a comprender e incentivar la importancia del acercamiento de las personas a los
espacios públicos verdes como un engranaje necesario para la comprensión del cuidado de
la vida en cualquiera de sus formas. En esta línea se hace necesario que la ciudadanía tome
y ejerza iniciativas que hagan posible que los adultos creen una conciencia sobre la
conservación del medio ambiente
Lo anterior se fortalece si la persona comprende que “las zonas verdes en general, reportan
importantes beneficios a los … humanos, de tal manera que en la medida que hemos sido
conscientes de estos, los incorporamos como elementos constitutivos del E.P portador de
mejores condiciones de tipo ambiental, estético, recreativo y social, en general. (Casas y
Gómez 2008 p.4.).
Más aun el acercamiento de los adultos a los espacios naturales es de gran importancia para
su concientización y concientización de futuras generaciones a cargo de los mismos esto
comprendiendo que los niños y niñas a cargo de adultos que no logran comprender y
dimensionar la importancia de la naturaleza y su cuidado suelen tener recrear o realizar
acciones en contra de la conservación de la vida la fauna y la flora presentes en su entorno.
De tal manera los adultos pueden transmitir estas ideas pensamientos y emociones poco
positivas a los infantes; como se puede ver o evidenciar en los diferentes parques de los
municipios tanto de Tabio como los aledaños donde los padres o adultos cargó de los niños
aun teniendo cerca botes de basura dejan los papeles tirados en el suelo o en las sillas
enseñando con su mal ejemplo poca cultura y preocupación por el cuidado de espacios
verdes de la urbanidad.
A hora bien lo anterior deja claro que es necesario y urgente diseñar espacios de
acercamiento a la naturaleza para los adultos guiados de la mano de personas que
transmitan la importancia y conciencia del cuidado del medio ambiente para sí mismos,
para las futuras generaciones y para el mantenimiento y preservación de la distintas formas
de vida que pueden habitar en los espacios públicos o zonas verdes que brindan los
municipios no solo en los parques centrales sino también en cada una de las veredas ; donde
además se suelen observar evidencias de esa ausencia de comprensión por el cuidado. Tales
evidencias pueden verse en la contaminación de fuentes hídricas, mal manejo de los
residuos sólidos y las basuras en las calles.
Lo anterior se ve apoyado por diferentes cifras del informe de calidad de vida del año 2017
de los municipios de la sabana de Bogotá donde se dice: “por su parte, la cantidad de
árboles en la provincia (39,3%), la basura en las calles (35,9%)y la contaminación del agua
(34,8%) generaron una evidente insatisfacción con el manejo que las administraciones
locales le están dando a estos temas” (p.166)

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