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«OMNIA DOCET PER OMNIA»


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sobre la fe católica
Martes, 28 de julio de 2020

David
De Enciclopedia Católica
En la Biblia, el nombre de “David” sólo lo lleva el segundo
rey de Israel, el bisnieto de Booz y Rut (Rut 4,18ss.). Era el
más joven de los ocho hijos de Isaí, o Jesé (1 Sam. 16,8; cf.
1 Cro. 2,13), un pequeño propietario de la tribu de Judá que
habitaba en Belén, dónde nació David. Nuestro
conocimiento de la vida y carácter de David se deriva
exclusivamente de las páginas de la Sagrada Escritura, es
decir. 1 Sam. 16; 1 Rey. 2; 1 Crón. 2,3.10-29; Rut 4,18-22,
y los títulos de muchos Salmos. Según la cronología usual,
David nació en 1085 y reinó de 1055 a 1015 a.C.
Basándose en inscripciones asirias, escritores recientes han
sido inducidos a datar su reinado unos 30 ó 50 años más
tarde. Dentro de los límites impuestos es imposible dar más
que un esbozo de los eventos de su vida y un breve
estimado de su carácter y su importancia en la historia del
pueblo elegido, como rey, salmista, profeta y tipo del
Mesías.

La historia de David se divide naturalmente en tres


períodos: (1) antes de su elevación al trono; (2) su reinado,
en Hebrón sobre Judá, y en Jerusalén sobre todo Israel,
hasta su pecado; (3) su pecado y sus últimos años. Aparece
primero en la historia sagrada como un joven pastor que
cuidaba los rebaños de su padre en los campos cercanos a
Belén, "rubio, de bellos ojos y hermosa presencia”. Samuel,
el profeta y último de los jueces, fue enviado a ungirlo en
lugar de Saúl, a quien Dios había rechazado por su
Rey David, por Berruguete desobediencia. Los relatos de David no parecen haber
reconocido la importancia de esta unción que lo marcó
como sucesor al trono después de la muerte de Saúl.

Durante un período de enfermedad, cuando un espíritu maligno atormentaba a Saúl, David fue llevado a la
corte para calmar al rey tocando el arpa. Ganó la gratitud de Saúl y fue nombrado escudero, pero su estancia en
la corte fue breve. Poco después, mientras sus tres hermanos mayores estaban en el campo, luchando bajo el
mando de Saúl contra los filisteos, David fue enviado al
campamento con algunos comestibles y regalos; allí oyó las
palabras con las que el gigante, Goliat de Gat, desafiaba a
todo Israel a un combate individual y él se ofreció para
derrotar al filisteo con la ayuda de Dios. Su victoria sobre
Goliat provocó la debacle del enemigo. Las preguntas de
Saúl a Abner en este momento parecen implicar que él
nunca antes había visto a David, sin embargo, como hemos
visto, David ya había estado en la corte. Se han hecho
varias conjeturas para explicar esta dificultad. Como los
códices de los Setenta omiten el pasaje que sugiere la
contradicción en el texto hebreo, algunos autores han
aceptado el texto griego en preferencia al hebreo. Otros
suponen que el orden de las narraciones se ha confundido
en nuestro texto hebreo actual. Una solución más simple y
más probable afirma que, en la segunda ocasión, Saúl sólo
preguntó a Abner por la familia de David y sobre sus
antecedentes. Antes no había prestado atención a estas
cosas.

La victoria de David sobre Goliat le ganó la amistad


entrañable de Jonatán, el hijo de Saúl. Obtuvo una posición
permanente en la corte, pero su gran popularidad y las
imprudentes canciones de las mujeres excitaron los celos
del rey, que intentó matarlo en dos ocasiones. Como jefe de
mil hombres luchó con nuevos riesgos para ganar la mano
de Merab, la hija mayor de Saúl: pero, a pesar de la
promesa del rey, fue dada a Adriel de Mejolá. Mikal, la otra
hija de Saúl, amaba a David, y, con la esperanza de que
finalmente fuera muerto por los filisteos, su padre prometió
dársela en matrimonio, con tal de que David matara a cien
filisteos. David tuvo éxito y se caso con Mikal. Este éxito,
sin embargo, hizo temer más a Saúl y finalmente le indujo a
ordenar que debería matarse a David. Por mediación de
Jonatán fue perdonado durante un tiempo, pero el odio de
Saúl le obligó finalmente a huir de la corte.

Primero fue a Ramá y desde allí, con Samuel, a Nayot. Los esfuerzos posteriores de Saúl por asesinarlo fueron
frustrados por la interposición directa de Dios. Una entrevista con Jonatán le convenció de que la reconciliación
con Saúl era imposible y de que, para el resto del reino, él era un desterrado y un bandido. En Nob, de donde
procedía, David y sus compañeros fueron armados por el sacerdote Ajimélek, que después fue acusado de
conspiración y asesinado con todos sus sacerdotes. De Nob, David fue a la corte de Akis, rey de Gat, de donde
escapó de la muerte fingiendo locura. A su retorno se convirtió en cabeza de una banda de aproximadamente
cuatrocientos hombres, algunos parientes suyos, otros deudores en dificultades y descontentos, que se reunieron
en la cueva o refugio de Adullam. Poco tiempo después su número llegó a seiscientos. David liberó la ciudad
de Queilá de los filisteos, pero fue obligado a huir de nuevo de Saúl. Su siguiente morada fue el desierto de Zif,
memorable por la visita de Jonatán y por la alevosía de los zifitas que avisaron al rey. David se libró porque a
Saúl lo llamaron para rechazar un ataque de los filisteos. En los desiertos de Engadí estuvo de nuevo en gran
peligro; pero, cuando Saúl estaba a su merced, él generosamente le perdonó la vida.
La aventura con Nabal, el matrimonio de David con
Abigail, y una segunda ocasión rehusada de matar a Saúl,
fueron seguidas por la decisión de David de ofrecer sus
servicios a Akis de Gat y así poner fin a la persecución de
Saúl. Como vasallo del rey filisteo, se estableció en
Siquelag, desde donde hizo incursiones a las tribus vecinas,
devastando sus tierras y no dejando con vida hombre ni
mujer. Pretendiendo que estas expediciones eran contra su
propio pueblo de Israel, se aseguró el favor de Akis. Sin
embargo, cuando los filisteos se prepararon en Afeq para
emprender la guerra contra Saúl, los otros príncipes no
fueron partidarios de confiar en David, y él regresó a
Siquelag. Durante su ausencia había sido atacada por los
amalecitas. David los persiguió, destruyó sus fuerzas y
recuperó todo su botín. Entretanto había tenido lugar la
fatal batalla en el monte de Gelboé, en la que Saúl y
Jonatán fueron muertos. La elegía conmovedora, que se
conserva para nosotros en 2 Samuel 1 es un arranque de
pesar de David por su muerte.

Por mandato de Dios, David, que tenía ahora treinta años,


subió a Hebrón para reclamar el poder real. Los hombres de
Judá lo aceptaron como rey y fue ungido de nuevo solemne
y públicamente. Por influencia de Abner, el resto de Israel
permanecía fiel a Isbaal, hijo de Saúl. Abner atacó las
fuerzas de David, pero fue derrotado en Gabaón. La guerra
civil continuó durante algún tiempo, pero el poder de David
aumentaba continuamente. En Hebrón tuvo seis hijos:
Amnón, Kilab, Absalón, Adonías, Sefatías, y Yitream.
Como resultado de una riña con Isbaal, Abner hizo
maniobras para llevar a todo Israel bajo el poder de David;
sin embargo, fue alevosamente asesinado por Joab, sin el
consentimiento del rey. Isbaal fue asesinado por dos
benjaminitas y David fue aceptado por todo Israel y ungido
rey. Su reinado sobre Judá en Hebrón había durado siete y
Betsabé
medio años.

Debido a sus exitosas guerras David tuvo éxito en hacer de Israel un estado independiente y mereció que su
propio nombre fuera respetado por todas las naciones circundantes. Una notable hazaña al principio de su
reinado fue la conquista de la ciudad jebusita de Jerusalén, a la que hizo capital de su reino, “la ciudad de
David”, el centro político de la nación. Construyó un palacio, tomó más esposas y concubinas, y engendró más
hijos e hijas. Habiéndose liberado del yugo de los filisteos, resolvió hacer de Jerusalén el centro religioso de su
pueblo, transportando el Arca de la Alianza desde Baalá (Quiryat Yearim). La trajo a Jerusalén y la puso en la
nueva tienda construida por el rey. Después, cuando propuso construir un templo para ella, el profeta Natán le
dijo que Dios había reservado esta tarea para su sucesor. En premio a su piedad, le fue hecha la promesa de que
Dios le construiría una casa y establecería su reino para siempre.

No se han conservado ningún relato detallado sobre las diversas guerras emprendidas por David; sólo tenemos
algunos hechos aislados. La guerra con los ammonitas se registra más completamente porque, cuando su
ejército estaba en el campo durante esta campaña, David cometió los pecados de adulterio y homicidio,
atrayendo por ello grandes calamidades para él y su gente. Estaba entonces en la plenitud de su poder, era un
gobernante respetado por todas las naciones, del Éufrates al Nilo. Después de su pecado con Betsabé y el
asesinato indirecto de Urías, su marido, David la convirtió
en su esposa. Pasó un año antes de que se arrepintiera de su
pecado, pero su contrición fue tan sincera que Dios le
perdonó; aunque, al mismo tiempo, le anunció los severos
sufrimientos que le sucederían. El espíritu con que David
aceptó estas penas lo ha hecho en todo tiempo modelo de
penitentes.

El incesto de Amnón y el fratricidio de Absalón trajeron la


vergüenza y la aflicción a David. Absalón permaneció tres
años en el destierro. Cuando fue llamado de regreso, David
lo mantuvo en desgracia durante dos años más y luego lo
restauró a su anterior dignidad, sin ninguna señal de
arrepentimiento. Irritado por el tratamiento de su padre,
Absalón se dedicó durante los siguientes cuatro años a
seducir a la gente y finalmente se hizo proclamar rey en
Hebrón. Esto tomó a David por sorpresa y se vio obligado a
huir de Jerusalén. Las circunstancias de su huida se narran
en la Escritura con gran simplicidad y patetismo. El
rechazo de Absalón del consejo de Ajitófel y su
consecuente retraso en la persecución del rey, hizo posible a
éste último reunir sus fuerzas y vencer en Majanáyim
donde Absalón fue asesinado. David retornó triunfante a
Jerusalén. Una rebelión posterior bajo Seba fue reprimida
rápidamente en el Jordán.

En este punto de la narración de 2 Samuel leemos que


“hubo hambre, en los días de David, durante tres años
consecutivos”, en castigo por el pecado de Saúl contra los
gabaonitas. A su llamada, siete de la familia de Saúl fueron
entregados para ser crucificados. No es posible fijar la
fecha exacta de la hambruna. En otras ocasiones, David
mostró gran compasión por los descendientes de Saúl,
sobre todo con Meribbaal, el hijo de su amigo Jonatán.
Después de una breve mención de cuatro expediciones
contra los filisteos, el escritor sagrado narra un pecado de
orgullo por parte de David en su resolución de hacer un
censo del pueblo. Como penitencia por este pecado, se le
permitió escoger entre hambre, guerra perdida o peste.
David escogió la tercera y en tres días murieron 70.000.
Cuando el ángel estaba a punto de destruir a Jerusalén, Dios
se apiadó y cesó la peste. David fue enviado a ofrecer un
sacrificio en la era de Arauná, el lugar del futuro Templo.

Los últimos días de David fueron perturbados por la


ambición de Adonías, cuyos planes para la sucesión fueron
frustrados por Natán, el profeta, y Betsabé, la madre de
Salomón. El hijo que nació después del arrepentimiento de
David, fue elegido con preferencia sobre sus hermanos
mayores. Para asegurarse que Salomón le sucedería en el
trono, David lo hizo ungir públicamente. Las últimas palabras recogidas del anciano rey son una exhortación a
Salomón a ser fiel a Dios, premiar a los sirvientes fieles y a castigar a los malos. David falleció a la edad de
setenta años, tras haber reinado en Jerusalén treinta y tres años. Fue enterrado en el Monte Sión. San Pedro dijo
que su tumba todavía existía en el día de Pentecostés,
cuando el Espíritu Santo descendió sobre los Apóstoles
(Hch. 2,29). David es honrado por la Iglesia como un santo,
y en el Martirologio Romano aparece bajo el día 29 de
diciembre.

El carácter histórico de las narraciones sobre la vida de


David ha sido atacado principalmente por escritores que
han desatendido el propósito del narrador de 1 Crónicas.
Éste omite los acontecimientos que no están relacionadas
con la historia del Arca. En los Libros de los Reyes se
narran los eventos principales, buenos y malos. La Biblia
narra los pecados y debilidades de David sin excusa ni
paliativos, pero también relata su arrepentimiento, sus actos
de virtud, su generosidad hacia Saúl, su gran fe y su piedad.
Los críticos que han juzgado duramente su carácter no han
considerado las circunstancias difíciles en las que vivió o
los modales de su edad. No es crítico ni científico exagerar
sus faltas o imaginar que toda la historia es una serie de
mitos.

La vida de David fue una época importante en la historia de


Israel. Fue el fundador real de la monarquía, la cabeza de la
dinastía. Escogido por Dios “como un hombre según Su
propio corazón”, David fue probado en la escuela del
sufrimiento durante los días de destierro y se convirtió en
un renombrado líder militar. A él se debió la completa
organización del ejército. Le dio a Israel una capital, un
tribunal y un gran centro de culto religioso. La pequeña
banda de Adullam se convirtió en el núcleo de una fuerza
eficiente. Cuando fue proclamado rey de todo Israel, tenía
339.600 hombres bajo su mando. En el censo se contaron
1.300.000 aptos para empuñar armas. Un ejército dispuesto,
que constaba de doce cuerpos, cada uno con 24.000
hombres, que se turnaban para servir durante un mes cada
vez, en la guarnición de Jerusalén. La administración de su
palacio y su reino exigieron un gran séquito de sirvientes y oficiales. En 1 Crónicas 27 se exponen sus varios
oficios. El rey mismo ejerció la función de juez, aunque posteriormente los levitas fueron designados para este
propósito, así como otros oficiales menores.

Cuando el Arca fue llevada a Jerusalén, David emprendió la organización del culto religioso. Las funciones
sagradas se confiaron a 24,000 levitas; 6,000 de éstos eran escribas y jueces, 4,000 porteros, y 4,000 cantores.
Organizó las diversas partes del ritual, y asignó a cada sección sus tareas. Los sacerdotes estaban divididos en
veinticuatro familias; los músicos en veinticuatro coros. El privilegio de construir la Casa de Dios fue reservado
para Salomón; pero David hizo amplias preparaciones para la obra reuniendo tesoros y materiales, así como
transmitiendo a su hijo un plan para el edificio y todo sus detalles. Se relata en 1 Crónicas cómo exhortó a su
hijo Salomón para llevar a cabo este gran trabajo y dio a conocer a la asamblea de jefes el alcance de sus
preparativos.

El rol prominente que jugó la canción y la música en el culto del Templo, según organizado por David, es
fácilmente explicado por sus habilidades poéticas y musicales. Su habilidad para la música se aparece en
Samuel 16,18 y Amós 6,5. En 2 Samuel 1, 3, 22 y 23 se hallan poemas compuestos por él. Su conexión con el
Libro de Salmos, muchos de los cuales se atribuyen expresamente a diferentes situaciones de su carrera, fue tan
dada por sentado que muchos le atribuyeron todo el Salterio. La paternidad literaria de estos himnos y la
cuestión de en qué medida pueden ser considerados suplentes de material ilustrativo sobre la vida de David, se
trata en el artículo Salmos.
David no fue meramente un rey y gobernante, también fue
un profeta. “El Espíritu del Señor ha hablado por mí y su
palabra por mi lengua” (2 Sam. 23,2) es una declaración
directa de inspiración profética en el poema allí expuesto.
San Pedro nos dice que fue un profeta (Hch. 2,30). Sus
profecías están incluidas en los Salmos literalmente
mesiánicos que compuso y en las “últimas palabras de
David” (2 Sam. 23). El carácter literal de estos Salmos
Mesiánicos se indica en el Nuevo Testamento. Ellos se
refieren al sufrimiento, la persecución y la liberación
triunfante de Cristo, o a las prerrogativas conferidas a Él
por el Padre. Además de estas profecías directas, el propio
David siempre ha sido considerado como un modelo del
Mesías. En esto la Iglesia sólo ha seguido las enseñanzas de
los profetas del Antiguo Testamento. El Mesías sería el
gran rey teocrático; David, el antepasado del Mesías era un
rey según el corazón de Dios. Sus cualidades y su mismo
nombre son atribuidos al Mesías. Los Padres de la Iglesia
consideran algunos episodios de la vida de David como
prefiguración de la vida de Cristo; Belén es el lugar de
Betsabé en el baño nacimiento de ambos; la vida de pastor de David apunta
hacia Cristo, el Buen Pastor; las cinco piedras escogidas
para matar a Goliat son tipo de las Cinco Llagas Sagradas;
la traición por su consejero de confianza, Ajitófel, y el
pasaje en el Cedrón nos recuerda la Sagrada Pasión de
Jesucristo. Muchos de los Salmos davídicos, tal y como los
vemos en el Nuevo Testamento, son claramente típicos del
futuro Mesías.

Fuente: Corbett, John. "King David." The Catholic


Encyclopedia. Vol. 4. New York: Robert Appleton
Company, 1908. 18 Dec. 2011
<http://www.newadvent.org/cathen/04642b.htm>.

Traducido por Quique Sancho. rc

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title=David&oldid=20467»

Esta página fue modificada por última vez el 20 dic 2011, a


las 11:04.

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