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Como se sabe, la categoría "nuevo cine" calificó, a toda una serie de cinematografías que por los años sesenta
empezaron a presentar aires de renovación, como por ejemplo el Nuevo Cine Alemán, <?xml:namespace prefix = st1
/>la Nouvelle Vague francesa o el Cinema Novo de Brasil. Surgen, por esos años, corrientes contestatarias al
cine industrial y comercial que interpelan a Hollywood y a su decadente producción, entrampada en
anquilosadas fórmulas narrativas, ridículos códigos complacientes con el "american way of live" y a sus
objetivos estrictamente mercantilistas. Ocurría, en esa época, que prácticamente todas las industrias
cinematográficas del occidente se encontraban completamente dominadas por esa visión desoladora, entonces
surgieron nuevos ánimos de devolverle al cine su sentido constituyente y las posibilidades de volver a ser
espejo de las sociedades y lugar de reflexión de ellas sobre sí mismas, como en su momento lo había sido el
cine del Neorrealismo en Italia.
dos grandes películas de Roberto Rosellini, Roma ciudad abierta y Paisa sobrecogedores reclamos contra la
guerra, homenajes vibrantes al pueblo resistente y denuncias contra los ocupantes y los militares traidores.
Pronto llegarán Ladrón de bicicletas, Humberto D de Vittorio de Sica y su particularmente destacable
Milagro en Milán leyenda maravillosa sobre la solidaridad humana. Todas ellas son obras que sientan las
bases de un verdadero nuevo cine en el que se embarca una pléyade de lúcidos y talentosos realizadores
como Luchino Visconti con La tierra tiembla, sobre la lucha y sufrimientos de una familia de pescadores y su
“toma de conciencia”.<?xml:namespace prefix = o />
De Santis con Arroz amargo sobre la vida y duro trabajo de las obreras de los grandes arrozales. Germi
impresiona con su magnífica En nombre de la Ley ; Lattuada con El Molino del Po sobre la lucha de las
tierras.
norteamericano en toda esa situación. Coinciden prácticamente todos los jóvenes cineastas
latinoamericanos en esa angustia revolucionaria, podríamos llamarla así, que los une
solidariamente. Están juntos los que vienen de países aún sojuzgados como aquellos que ya
viven en un país liberado del Imperio. Aunque los cineastas cubanos ya no deben luchar por
liberar su país, se unen solidariamente y muchas veces encabezan la protesta, con sus escritos
y textos y con su propia obra cinematográfica. Zavattini llega a Cuba cuando está comenzando
a desarrollarse el cine cubano, algunos de los principales cineastas de Cuba han estudiado en
Italia y las herencias y coincidencias, entre las dos cinematografías, vuelven a hacerse
patentes porque son muchos los puntos de vista que las une, tal vez la más grande, sea la
mirada por un cine humano.
Creo que las penurias económicas, principalmente en los muy primeros años del Neorrealismo,
porque su enorme impacto en el público del mundo lo liberan de ese problema, unen los
mismos afanes creadores y crean iguales condiciones productivas, que , a su vez, sirven para
reinventar las formas narrativas adecuadas a las posibilidades económicas. Sin embargo, en el
Nuevo Cine Latinoamericano, que no logra presencia en la distribución cinematográfica
mundial, como muy pronto lo hace el Neorrealismo, esa limitante ha de contraer mucho
capacidad cuantitativa de producción y, por otra parte, va a generar también, nuevas
búsquedas, nuevos lenguajes para nuevos públicos y una cierta vanagloria de no ceder al
facilismo de las exigencias del cine comercial. Muchos cineastas latinoamericanos producen
una obra sin pensar en el mercado y esta alternativa riesgosa les da también independencia a
su creatividad. Sin embargo, es verdad que algunas veces las producciones adquieren real
carácter de "harakiris" porque para hacer una película el cineasta ha vendido o empeñado su
casa, ha contraído una pesada deuda, ha perdido la seguridad familiar y no sabe ya si podrá
volver a hacer una nueva película.
Paz como en Lima, se podían ver, esos años, hablo de 1955 a 1965, las grandes películas del cine europeo.
¡Todavía los americanos no habían llegado monopolizando, en esos gloriosos años! Por cierto que todavía se
podía gozar de un buen western gringo o admirar a un Hitchcock trabajando en Hollywood y es que el "cine
chatarra" no era la norma ni el único en nuestras pantallas.
Esa capacidad de distribución y exhibición del cine italiano puede situarse como una fuerte diferencia. Las
salas del mundo estaban abiertas para ellos y los propios americanos se sentían celosos y preocupados por ese
auge de grandes directores, divos y divas que cosechaban la admiración y adherencia de todo el mundo,
aunque el grueso de la distribución mundial estaba en manos de los mismos americanos. Para el Nuevo Cine
Latinoamericano, los problemas de distribución y difusión, no se limitaban a la dificultad de entrar en los
circuitos comerciales del mundo, sino que existían otros problemas graves que condicionaron mucho su
difusión. La censura política, el boicot y desinterés de los exhibidores y la cerradura de las distribuidoras
gringas a nuestro cine y la directa ingerencia de sus embajadas que presionaban para impedir medidas de
apoyo y protección al cine nacional, como es el caso conocido en Colombia, durante la presidencia de Alfonso
López, fueron factores determinantes que limitaron la difusión del Nuevo Cine Latinoamericano. Debe decirse
también que el propio condicionamiento del público, en la mayoría de nuestros países, al tipo de cine
comercial, desalentaba la asistencia masiva, acostumbrada a los códigos narrativos gringos con su sempiterno
maniqueísmo y sus finales felices.
Ha ocurrido que muchas películas, no obstante la importancia social de sus temáticas, las sanas intenciones
críticas y autocríticas, fallaban en su cometido de ser populares. Porque la búsqueda de un cine popular era el
gran desafío. Yo creo que en no pocos casos, el exceso de intelectualismo, el propio desenfado creativo,
conspiraron contra ese proyecto. Cineastas fervorosos que no midieron, adecuadamente, el equilibrio de la
fascinación, indispensable recurso, para ganar la atención capturada del espectador.