Ya era de madrugada y llevábamos un buen tramo de carretera, Carla y yo no
podíamos dormir por la sacudida del camino, pero doña Nora dormía como bebé. Carla me contaba sobre como sus primitos y ella esperaban a su tía por horas, pero que ella llegaba muy de noche y con aliento a alcohol; parece que ella y yo teníamos más cosas en común que el trabajo, pero donde ella y yo éramos diferentes era nuestros motivos para trabajar, yo quería ayudar a mi familia, pero Carla quería conseguir plata para irse a vivir sola. Yo no estaba muy de acuerdo con ella, pero no le dije nada. Tras un rato más llegamos a Guanay, la doña se despertó y nos bajamos. Yo no conocía el lugar, pero se sentía bien respirar un poco de aire fresco, doña Ruth nos hizo caminar por unas cuadras, no sabía en que parte de Guanay estábamos, pero pronto llegamos a una casa vieja de dos pisos, no había nada raro sobre ella, si la veías desde afuera se camuflaba fácilmente con el resto de casas en la acera. Doña Ruth tocó la vieja puerta de metal de la casa y una joven le abrió, la joven era muy bonita, pero se veía triste. Doña Ruth entró a la casa y nos dijo que esperemos afuera. Carla se sentó sobre su maleta y me dijo que ella había visto un moretón en el brazo de la pelada que abrió la puerta, yo le dije que seguramente era la hija de la persona que le debía plata a doña Ruth. Antes de que Carla dijera algo más la doña regreso y nos dijo que entremos. Carla y yo entramos a la casa y el lugar era engañosamente grande, había varias puertas bien coladas entre sí y una puerta grande en medio del patio. También había un hombre muy alto y gordo que se estaba afeitando en un lavamanos. Llegamos a un cuarto en el segundo piso de la casa y la doña abrió la puerta. Carla le pregunto cuanto tiempo estaríamos acá, y doña Ruth le dijo que al día siguiente partiríamos a Riberita, mientras tanto comeríamos y dormiríamos ahí. Carla y yo entramos al cuarto, adentro había dos camas, un par de mesas y un televisor, el cuarto estaba mucho mejor que el resto de la casa y estábamos muy contentas. Justo en ese rato una señora un poco mayor que doña Ruth entró a nuestro cuarto y traía dos platos de comida para nosotras, la mujer estaba bien vestida y bien pintada. La mujer se presentó y yo y Carla la saludamos, Doña Ruth nos dijo que ella era la dueña de casa y que ambas tenían que conversar en otro cuarto, mientras tanto nos dijo que comiéramos y durmiéramos por unas horas, mañana por la mañana partiríamos a Riberalta. Ambas mujeres salieron y Carla y yo encendimos la televisión. Nos sorprendimos cuando vimos que la televisión tenía canales de otros departamentos y de otros países también. Ambas nos quedamos como bobas viendo la televisión por horas mientras comíamos, no sé cuándo, pero nos quedamos dormidas. Horas después nos despertó el sonido de música fuerte, eran canciones como las que escuchaba mi papá cuando se ponía borracho, ambas nos paramos y abrimos la puerta. Por la luz de la calle nos dimos cuenta que ya era de noche, una pelada que no habíamos visto antes pasó a nuestro lado, ella estaba vestida con ropa de casa, pero su cara estaba bien maquillada. Carla le preguntó si había visto a la doña que vino con nosotras, la pelada nos dijo que doña Ruth se fue y que volvería al otro mes como siempre. Nosotras nos asustamos y justo ese rato apareció el hombre alto y gordo de antes, el nos gritó como militar diciéndonos que nos calláramos, ese hombre nos asustó y no dijimos nada más. El hombre nos indicó un cuarto y nos ordenó que nos fuéramos a bañar y a alistarnos que hoy comenzaríamos a trabajar. Carla y yo fuimos al cuarto que él señaló y ahí había una ducha sucia llena de cabellos y un viejo jaboncillo, todo daba mucho asco, pero aun así nos bañamos. Después él nos llevó con otra pelada que nos dio ropa para “trabajar”, pero no eran mandiles o algo así, eran unas faldas muy cortas y unos tacones bien altos que nunca había usado, yo y Carla nos tropezábamos a cada rato al caminar con ellos. Ya vestidas otra pelada vino para llevarnos a otra parte de la casa que recién estábamos viendo, era dentro de la puerta grande y la música venía de ahí. El lugar estaba lleno de hombres borrachos y luces de color rojo y azul. La música estaba tan fuerte que apenas se podía escuchar algo. Todo esto parecía una discoteca. La mujer que nos dio la comida apareció y nos llevó a un lugar menos ruidoso, ahí nos dijo que debemos servir las mesas, y cuando lleguen los clientes al Karaoke debíamos ir rápido a darles la cartilla de bebidas sonriendo siempre. Carla intentó decir algo, pero la mujer la calló diciéndole que si atendíamos a los clientes y los hacíamos felices nos tocaría una muy buena propina. Antes de que yo pudiera decir nada, otra pelada nos tomó de los brazos y nos llevó junto con los clientes, a Carla se la llevaron a otro lugar que yo no pude ver y la pelada me dio una bandeja con un par de botellas de cerveza y unos vasos. Yo casi vomité por el olor, creo que porque me recordaba a cuando mi papá volvía de sus fiestas, pero aun así la chica me llevó a la mesa donde pidieron esas cervezas. Los hombres en la mesa eran ruidosos, sudaban, me silbaban y sus ojos me veían debajo de la ropa. La música me mareaba y yo quería salir de ahí. De la nada uno de los hombres me tocó por debajo de la espalda, yo podía ver la saliva en sus labios, así que yo tiré las cervezas al suelo y lo abofeteé, el hombre terminó cayéndose de su asiento. Las chicas en el lugar se reían y los amigos del hombre también. Yo miré el lugar y el tipo alto y gordo se acercaba hacia mí, él parecía enojado. También el cliente al que le pegué se levantó del piso y podía ver que estaba furioso. No había señales de Carla y yo ya no sabía qué hacer…