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PLATICAS CON LOS JOVENES

WITNESS LEE
Living Stream Ministry
Anaheim, California
©1999 Living Stream Ministry
Todos los derechos reservados. Ninguna parte de esta obra puede ser reproducida ni
trasmitida por ningán medio -gráfico, electrónico o mecánico, lo cual incluye
fotocopiado, grabación y sistemas informáticos- sin el consentimiento escrito del editor.
Primera edición: abril de 1999.
ISBN 0-7363-0625-0
Traducido del inglés
Título original: Fellowship with the Young People
(Spanish Translation)
Publicado por
Living Stream Ministry
2431 W. La Palma Avenue, CA 92801 U.S.A.
P O. Box 2121, Anaheim, CA 92814 U.S.A.
Impreso en los Estados Unidos de América
99 00 01 02 03 04 / 9 8 7 6 5 4 3 2 1
CONTENIDO
Título Página
Prefacio 5
1 Huir de las pasiones juveniles y seguir a Cristo con algunos compañeros 7
2 La visión del recobro del Señores: 17
3 Los asuntos prácticos 27

PREFACIO
Este breve tomo se compone de los mensajes que dio el hermano Witness Lee entre los
meses de febrero y marzo de 1975 en Anaheim, California.

CAPITULO UNO
HUIR DE LAS PASIONES JUVENILES
Y SEGUIR A CRISTO
EN COMPAÑIA DE OTROS
Lectura bíblica: 2 Ti. 2:22; 3:15; Dn. 1:1-2, 5, 8
En este libro veremos varios asuntos cruciales relacionados con los jóvenes que
están en el recobro del Señor. En este capítulo examinaremos la necesidad que tiene la
juventud de huir de las pasiones juveniles y de seguir a Cristo en compañía de otros
jóvenes. En el siguiente capítulo estudiaremos la visión del recobro del Señor, y en el
último capítulo hablaremos de cuatro puntos estratégicos, a saber: las experiencias de la
vida, el Espíritu divino con nuestro espíritu humano, la lectura de la Palabra y de
nuestros mensajes, y la donación de ofrendas en la economía de Dios.

DIOS LLAMA A LA JUVENTUD


A LLEVAR A CABO SU MOVER
Es maravilloso ser joven y estar en el recobro del Señor. En cada era y en cada
generación Dios llama a los jóvenes para que lleven a cabo Su mover, y tanto la Biblia
como la historia de la iglesia nos muestran que Dios quiere usar a la juventud. Podemos
decir que Adán era joven cuando Dios estaba con él, porque acababa de ser creado.
Abel, la segunda generación del hombre en el linaje de la vida, probablemente también
era joven cuando ofrecía sacrificios al Señor (Gn. 4:2, 4). Enoc era joven cuando empezó
a caminar en la presencia de Dios a los sesenta y cinco años, ya que en ese entonces un
hombre de esa edad aún era joven, y anduvo con Dios trescientos años. Dios se lo llevó
cuando tenía trescientos sesenta y cinco años de edad (Gn. 5:21-22).
Abraham también fue llamado cuando era joven. Quizás algunos digan que
Abraham ya tenía setenta y cinco años cuando Dios lo llamó (Gn. 12:1-4). Pero si leen las
Escrituras
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detenidamente, verán que Abraham tenía setenta y cinco años cuando su padre Taré
murió en Harán (Gn. 11:32). En Hechos 7:2 se nos dice que "el Dios de la gloria apareció
a nuestro padre Abraham, estando en Mesopotamia, antes que morase en Harán". Dios
llamó a Abraham por primera vez cuando su padre aún vivía, y lo volvió a llamar
después de que su padre murió. Así que Dios vino a Abraham mucho antes de que
tuviese setenta y cinco años de edad. Además, en aquellos días un hombre de setenta y
cinco años todavía era bastante joven. Moisés fue llamado por Dios y empezó a servirle
cuando tenía ochenta años, pero la preparación para su servicio empezó cuando era
niño, y todavía estaba bajo el cuidado de su madre. A los ochenta, Moisés completó el
período de adiestramiento que Dios le había asignado; sin embargo, fue llamado a dicho
adiestramiento cuando era muy joven. Samuel era bastante joven cuando Dios lo llamó
(1 S. 16:11-13), como también lo era David cuando fue ungido rey (1 S. 16:11-13).
También Daniel era joven cuando se mantuvo en victoria en el palacio del rey de
Babilonia (Dn. 1:4, 17).
En el Nuevo Testamento, ninguno de los apóstoles que Jesús llamó era avanzado
en años; todos ellos eran jóvenes. El Señor llamaba a jóvenes cuando andaba por el mar
de Galilea. Zebedeo se encontraba con sus dos hijos, Juan y Jacobo, pero el Señor no lo
llamó a él sino a sus hijos (Mt. 4:21-22), lo cual concuerda con el método de Dios en Su
economía. Los ancianos de la primera iglesia, la iglesia que estaba en Jerusalén, eran
jóvenes.
La Biblia también dice que Timoteo siendo todavía joven llegó a ser un apóstol (1
Ts. 1:1; cfr. 2:6) y mantenía el testimonio del Señor. En 2 Timoteo 2:22 Pablo escribió:
"Huye de las pasiones juveniles". Esto indica que el destinatario de la epístola era joven.
Me alegro de que Dios me hubiera llamado cuando yo era joven. Todos los que se en-
contraban en la etapa inicial de la vida de iglesia, hace más de cincuenta años, eran
jóvenes de unos veinte años. Muy pocos entre ellos tenían más de veinticinco años de
edad. La mayoría estaba en la secundaria o en los primeros años de universidad.

CAUTIVOS Y LLENOS DE DIOS


La meta de Satanás, el enemigo de Dios, es destruir y ocupar a la humanidad. El
Señor para llevar a cabo Su obra viene a los jóvenes, ya que cuanto más edad tenga una
persona, mayor posibilidad tienen de haber recibido daño y de haber sido ocupada por
Satanás. Cuanto más joven sea uno, más posibilidad hay de haber sido tan perjudicado y
de estar ocupado por el enemigo. En 2 Timoteo 3:1-4 Pablo dice: "Pero debes saber esto:
que en los postreros días vendrán tiempos difíciles. Porque los hombres serán amadores
de sí mismos, amadores del dinero ... amadores de los deleites más que de Dios". Los
tiempos difíciles mencionados en estos versículos son los tiempos cuando la humanidad
llega a ser totalmente dañada y ocupada por Satanás.
En 2 Timoteo 3:1-4 se habla de amadores de sí mismos, amadores del dinero y
amadores de los deleites. Cuando Pablo le escribió esta epístola a Timoteo, el Imperio
Romano se había corrompido completamente. Algunos eruditos comparan la condición
de los Estados Unidos a partir de la década de los 50 hasta hoy, con la del Imperio
Romano durante el primer siglo. En principio, todo lo maligno que se encuentra hoy,
también se encontraba en el primer siglo. En la actualidad los jóvenes de todo el mundo
aman los deleites. Los deportes, las diversiones y el esparcimiento no son otra cosa que
deleites. Igualmente, al comienzo del primer siglo, cuando cayó el Imperio Romano, el
hombre buscaba placeres, y hasta inventaban placeres nuevos. En cierto sentido, los
placeres a los que se entrega la gente de los Estados Unidos hoy no son nuevos. Son
simplemente la repetición de deleites viejos. La historia muestra que la caída del Imperio
Romano probablemente se debió a su búsqueda de placeres, ya que a raíz de esto, hubo
mucha inmoralidad, la cual llevó el Imperio Romano a la ruina.
Pablo le dijo a Timoteo que tuviese cuidado porque vendrían tiempos difíciles
cuando los hombres serían amadores de sí mismos, y la historia nos cuenta que en los
tiempos de la caída del Imperio Romano, los romanos eran amadores de sí mismos; no
les importaba nada más. Por supuesto, que
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también eran amadores del dinero, ya que el yo, el dinero y los placeres siempre van
juntos. Donde esté el yo, allí está el dinero y la complacencia en los placeres. Los
hombres que se encuentran en esta condición están completamente estropeados y
llenos de algo que no es Dios. Ellos son amadores de sí mismos, del dinero y de los
placeres, pero no de Dios ni de nada bueno.
Yo llegué a este país en 1958, y desde entonces la mayor parte del tiempo he
vivido aquí. He observado que en 1958 este país no se había degradado moralmente
tanto como ahora. Yo vi cómo empezó la decadencia. Alrededor de 1963 empezó a
arruinarse a pasos agigantados. En ese tiempo comenzó el movimiento "hippie" con su
falta de respeto a la ley, el uso de drogas y la inmoralidad. Así se repetía la historia.
Desde 1963 ha surgido mucha maldad en este país entre la juventud, debido a que la
intención de Satanás, la serpiente engañosa, es arruinar a los jóvenes para estorbar el
plan de Dios.
Alabamos al Señor porque en esa situación de ruina, El nos visitó a muchos de
nosotros. Muchos jóvenes entre nosotros no solamente fuimos cautivados por Dios sino
también ocupados por El. Fuimos "arruinados" por El. Satanás destruye a la gente, pero
Dios los "arruina". Satanás los destruye para que sean inútiles al propósito de Dios, pero
Dios los "arruina" haciéndolos inútiles al propósito de Satanás, que radica en amar el
dinero y los placeres. ¿Por qué tantos jóvenes asisten a las reuniones de la iglesia? ¿Por
qué no van en pos de los deportes o de los entretenimientos? Esto se debe a que han
sido "arruinados". Hace más de sesenta años Dios arruinó [todos mis gustos]. Era un
joven activo, ambicioso e inteligente. Pero un día fui "arruinado" por Dios. En varias
ocasiones traté de regresar a mis artimañas anteriores pero no lo logré; no pude hacerlo,
porque esa parte de mí estaba arruinada. Nosotros fuimos cautivados por Dios y
ocupados por El.

DECIDIR DE CORAZON NO CONTAMINARSE


Según el libro de Génesis, cuando Babel y su torre fueron edificadas, la humanidad
ya estaba completamente arruinada, atrapada y ocupada por el diablo. La humanidad
vieja
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encabezada por Adán había sido completamente arruinada por Satanás y llegó a ser
inútil. Por lo tanto, Dios la abandonó, y de ella llamó a un hombre, Abraham, para
producir un linaje santo que llegara a ser una humanidad nueva. Finalmente, ese linaje
santo llegó a ser el reino de Dios en la tierra, en cuyo centro se hallaba el templo, la
morada de Dios como testimonio Suyo en la tierra. Los utensilios de la casa de Dios, los
cuales representaban las riquezas del testimonio de Dios, estaban en el templo.
Nabucodonosor, rey de Babilonia, conquistó a Jerusalén, tomó los utensilios del
templo de Dios, y se los llevó a su templo de ídolos (2 Cr. 36:17-20; Esd. 1:7). El
cautiverio de Israel indica que el testimonio de Dios había sido dañado, y Nabucodonosor
a fin de jactarse y de avergonzar a los israelitas que había llevado cautivos, escogió a los
mejores jóvenes, los más inteligentes, y especialmente los de la familia real, y se los
llevó a su palacio para que comieran de su comida y bebieran de su vino (Dn. 1:3-5). No
hay duda que antes de comer, ofrecía los alimentos y el vino a sus ídolos, porque
pensaba que ellos le habían dado su gran imperio.
Daniel fue llevado al cautiverio cuando era joven. El y sus tres compañeros,
quienes eran de los hijos de Judá, fueron escogidos para habitar en el palacio del rey a
fin de ser educados allí. En el palacio tuvieron que decidir si iban a comer de lo ofrecido
a los ídolos o no. La carne no era simplemente comida, pues estaba relacionada con los
demonios. Por lo tanto, comerla no era un acto insignificante; así que Daniel y sus tres
compañeros decidieron no participar de ese alimento profano para no contaminarse (Dn.
1:8).
Para Daniel y sus compañeros no comer los manjares del rey era una protesta en
pro del testimonio de Dios contra la ola de idolatría. Esto fue importante a los ojos de
Dios y también a los ojos del diablo. Era luchar en la guerra espiritual. Y en tal situación,
Daniel fue capturado por Dios. Desde su juventud, fue llamado, capturado y
completamente ocupado por Dios. Al final, fue él quien hizo volver al pueblo del
cautiverio. Daniel vivió durante los reinados de Darío y Ciro, aún después de que el
Imperio Babilonio había llegado a ser el Imperio Persa (Dn. 9:1-2; 1:21). Cuando Daniel
leyó en la
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profecía de Jeremías que el cautiverio terminaría a los setenta años, empezó a orar por
el pueblo de Dios (Dn. 9:1-19), y su oración provocó el cumplimiento de dicha profecía
con el regreso de los hijos de Israel del cautiverio, el cual empezó cuando Ciro proclamó
el decreto en el primer año de su reinado (Esd. 1:1-3).
Los jóvenes hoy también están en un cautiverio semejante. El testimonio de Dios
ha sido afectado. Sus riquezas y vasos han sido llevados al cautiverio. Todo en esta era
nos corrompe incluyendo a la religión y la sociedad con sus placeres. Todas las religiones
de hoy tienen algún tipo de idolatría, pues llevan el nombre de Dios, pero adoran algo
que no es El. Dios necesita jóvenes que no se dejen contaminar por esta idolatría. Una
vez que los jóvenes vean la condición de la religión de hoy, tomarán una decisión de
corazón y dirán: "Señor, desde hoy jamás me contaminaré con la religión y me apartaré
de su contaminación". En esto consiste huir de las pasiones juveniles.
Los jóvenes deben decidir en sus corazones no contaminarse. Es bueno recibir la
salvación, pero eso no nos satisface del todo. Después de ser salvos, muchos aún tienen
hambre, y siguen buscando continuamente algo mejor. Lo que buscan es el propósito de
Dios. Ellos deben darse cuenta de que han estado en cautividad y deben anhelar salir de
allí para no permanecer en esa contaminación. Los jóvenes deben orar así: "Señor,
ayúdame a decidir en mi corazón no contaminarme". Si los jóvenes toman esta decisión
en lo profundo de su corazón, Dios los podrá usar. Hace cincuenta años, yo fui uno de los
muchos jóvenes que tomamos esta decisión en nuestros corazones. Todos nosotros
fuimos usados por Dios. Durante el último medio siglo, nosotros influimos bastante en el
cristianismo del Lejano Oriente. En cierto sentido, revolucionamos el cristianismo allí.
También en los Estados Unidos, este inmenso país cristiano, Dios necesita muchos
jóvenes.
No sigan la corriente actual. En los días de Daniel, algunos jóvenes quizás hayan
dicho: "¿Qué tiene de malo comer los manjares del rey? Todo lo que Dios creó es puro. A
nosotros no nos importa si esta comida fue ofrecida a los ídolos o no. Simplemente la
recibiremos". Estas palabras conducen al
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fracaso y a la derrota. Deberían decir: "Yo nunca seguiré esta corriente; me apartaré de
ella. Me opongo a la situación actual. Que otros coman, pero yo no lo haré". Si los
jóvenes de hoy toman esta decisión en lo profundo de su corazón, Dios los usará.
Los jóvenes deben aprender a huir. Necesitan huir de las pasiones juveniles (2 Ti.
2:22a). Ellos tienen la pasión de comer. Ala mayoría les encanta comer manjares. La
carne y el vino que el rey Nabucodonosor les proveía eran una fuerte tentación para
Daniel y sus compañeros. Esa era la mejor comida de esos días, ya que era el manjar del
rey. En Daniel estaba el deseo de comer, pero él se negó a complacer esa pasión. Tanto
él como sus compañeros huyeron de la pasión juvenil.
Los jóvenes deben huir de las pasiones juveniles, y también seguir o procurar la
justicia, la fe, el amor y la paz (2 Ti. 2:22b), todas las cuales son Cristo. Seguir estas
cosas es seguir a Cristo en diferentes aspectos. Huyan de las pasiones juveniles y sigan
a Cristo como su justicia en su relación con los demás, como su fe en su relación con
Dios, como su amor en el trato con sus semejantes, y como su paz. Esta manera de huir
y seguir constituye una vida que expresa el testimonio de Dios, que predica el evangelio
continuamente, que expresa continuamente la justicia, la fe, el amor y la paz, lo cual, a
su vez, es la mejor manera de anunciar el evangelio. Esta vida abre el camino para que
el evangelio llegue al hombre.

LA NECESIDAD DE TENER COMPAÑEROS


Debemos huir y seguir. Sin embargo, al tratar de hacerlo, descubrimos que no
podemos hacerlo solos. La manera de huir de las pasiones juveniles y seguir a Cristo se
encuentra en la última parte del versículo 22 de 2 Timoteo 2, donde dice: "Huye de las
pasiones juveniles, y sigue la justicia, la fe, el amor y la paz, con los que de corazón puro
invocan al Señor". Necesitan a "los que de corazón puro invocan al Señor". Ustedes solos
no pueden avanzar. La clave se encuentra en juntarse con "los que invocan". Una
persona joven tal vez sea muy fuerte, pero su fuerza no tiene ningún valor. Satanás, el
enemigo, es más fuerte que cualquier individuo; sin embargo,
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por la misericordia de Dios, tenemos a "los que invocan". Debemos permanecer con "los
que invocan al Señor de corazón puro".
Los jóvenes deben decidir hacerse compañeros de otros. Daniel tenía tres
compañeros. Cuando los discípulos estaban con el Señor Jesús en el Nuevo Testamento,
ninguno de ellos era individualista. En los evangelios se mencionan en pares: Pedro con
Andrés, y Jacobo con Juan.
Los jóvenes necesitan por lo menos un compañero. Deben acudir al Señor y
preguntar si verdaderamente tienen un compañero con quien seguirlo. Josué tal vez
decía que Caleb era su compañero, y Caleb que Josué era el suyo. Sin embargo, es mejor
tener tres o cuatro compañeros. Necesitamos más compañeros porque estos tiempos
son peligrosos. Si tenemos cuatro compañeros que nos sostengan de cada lado, no
caeremos, no importa qué tormenta nos sobrevenga. Si uno está solo, puede ser
atrapado por el enemigo. Sería bueno que cuatro o cinco jóvenes de la escuela
secundaria se junten, es decir, que los hermanos jóvenes sean compañeros de otros jó-
venes, y que las hermanas jóvenes sean compañeras de otras jóvenes.
Nosotros necesitamos compañeros no solamente porque somos débiles estando
solos, sino también porque somos personas naturales. Según nuestra tendencia natural,
es muy difícil tener compañeros. Nos agrada ser individualistas, y lo disfrutamos mucho.
Tal vez no nos interese ningún hermano ni ninguna hermana, porque no son como
nosotros; muchas veces exigimos que los demás sean como nosotros. Tal exigencia es
diabólica. Si amamos al Señor, debemos relacionarnos con cualquier hermano o
hermana, sin importarnos cómo sean. Es posible que algunos sean lentos o torpes y
otros rápidos o astutos; tal vez sean como uno, o quizás sean lo opuesto a uno.
Olvidémonos de todas las diferencias y hagámonos de compañeros. Si los jóvenes se
agrupan, Satanás será avergonzado. Este asunto es muy importante.
Si cinco jóvenes de bachillerato se agrupan y se unen, su colegio será "derribado".
Si empiezan con cinco, en poco tiempo, quizás en dos meses, serán quince. La
predicación del evangelio en dicho colegio será como un fuego incontrolable.
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También los estudiantes universitarios y los hermanos que trabajan necesitan
compañeros. Ellos necesitan laborar juntos, convivir y andar diariamente juntos. En
Eclesiastés 4:12 dice: "Cordón de tres dobleces no se rompe pronto". Si una persona
tiene cuatro compañeros, los cinco constituirán un cordón de cinco dobleces, y nada lo
podrá romper. El evangelio que predique será poderoso. Ellos prevalecerán sobre los
oyentes. La unidad del grupo convencerá a los demás, y Satanás será avergonzado.
No se agrupen de una forma intrascendente. No se hagan compañeros de un
hermano porque hoy les simpatice, ni lo rechacen luego cuando no les agrade su
compañía. Si él es un hermano, deben recibirlo. Esto lo mantendrá humilde a uno y lo
quebrantará. Necesitamos ser quebrantados. ¿Quién los quebrantará? Las esposas son
buenas "quebrantadoras", pero no creo que ellas quebranten a sus esposos del todo. Los
hermanos son muy buenos para "quebrantar" a aquellos con quienes se juntan.
Los jóvenes deben acudir al Señor para conseguir cuatro o cinco compañeros.
Hasta la gente del mundo afirma que la unión hace la fuerza. Yo solo no me atrevo a
hacer mucho, pero cuando tengo cuatro compañeros, me atrevo a hacer cualquier cosa.
Los cinco compañeros siempre deben invocar el nombre del Señor juntos (2 Ti. 2:22).
Deben juntarse constantemente para compartir, orar-leer, orar y cuidar a los creyentes
nuevos. El hermano nuevo que uno acaba de conocer también debe ser el hermano de
los demás compañeros. De esta manera, un grupo de cinco santos tendrá quince nuevos
bajo su cuidado, y todos ellos serán salvos. El principio sobre el cual actúan los santos
del Antiguo Testamento y también los del Nuevo consiste en agruparse. Los jóvenes
deben huir de las pasiones juveniles y seguir al Señor con sus compañeros.

CAPITULO DOS
LA VISION DEL RECOBRO DEL SEÑOR
Lectura bíblica: Mt. 16:15-18; Ef. 5:32; Fil. 3:10a; Ap. 1:10-13a
En el capítulo anterior vimos que los jóvenes necesitan proponerse en su corazón
no contaminarse con las cosas de esta era; deben huir de las pasiones juveniles y seguir
a Cristo con algunos compañeros, "con los que de corazón puro invocan al Señor" (2 Ti.
2:22). En este capítulo veremos lo que es el recobro del Señor, que es el recobro de
Cristo y la iglesia. Aunque quizás estemos familiarizados con estos términos, quisiera
animar a los jóvenes a que dediquen mucho tiempo con sus compañeros, en grupos de
cinco, a escudriñar las verdades de Cristo y la iglesia.
En Mateo 16 el Señor les dio a Sus discípulos la revelación de Sí mismo y la iglesia.
Los versículos del 15 al 18 dicen: "El les dijo: Y vosotros, ¿quién decís que soy Yo?
Respondiendo Simón Pedro, dijo: Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente. Entonces le
respondió Jesús y dijo:... Yo también te digo, que tú eres Pedro, y sobre esta roca
edificaré Mi iglesia". El recobro del Señor no consiste en recuperar doctrinas, tales como
el lavamiento de los pies, cubrirse la cabeza, el bautismo, el pan y el vino de la cena del
Señor, sino en recuperar a "Cristo y la iglesia". El término recobro implica que algo se
perdió, pues si nada se hubiese perdido, no habría necesidad de recobrar. La debida
revelación de Cristo y la iglesia se había perdido. Muchos creyentes no tienen el
entendimiento correcto de lo que son Cristo y la iglesia. Solamente conocen y aprecian
al Jesús que es su Salvador, que los salvó del infierno y los lleva al cielo.
RECOBRAR A CRISTO
El Cristo
Mateo 16:16 habla de "el Cristo, el Hijo del Dios viviente".
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Según este versículo, Cristo tiene dos aspectos principales. El primero es Su persona, y
el segundo es la obra, ministerio o comisión que lleva a cabo. Por lo tanto, El tiene dos
títulos principales: el Cristo, que corresponde a Su ministerio; dicha palabra se deriva de
la palabra griega cristos, que significa ungido. Daniel 9:26 dice: "Y después de las
sesenta y dos semanas se quitará la vida al Mesías". La expresión el Mesías, en hebreo,
equivale a cristos, en griego, y se puede traducir "el ungido". En la administración divina,
cuando Dios comisiona a alguien para que cumpla Su propósito, lo unge. Cuando El
designaba sacerdotes, reyes y profetas, éstos debían ser ungidos. Samuel ungió a David
como rey (1 S. 16:13), y Moisés ungió a Aarón y a sus hijos como sacerdotes (Lv. 8:30).
Ser ungido equivale a recibir una comisión específica. En el lenguaje moderno, ser
ungido significa ser nombrado. La unción de Dios sobre una persona es el nombramiento
que El le da para que cumpla Su comisión.
En tipología, el aceite de la unción, o el ungüento, representa al Espíritu de Dios.
Dios unge al hombre consigo mismo. Cuando Jesús salió del agua al ser bautizado, el
Espíritu Santo vino sobre El (Mt. 3:16). El Espíritu Santo era el ungüento, y Su venida fue
la acción de ungir. Por lo tanto, en Lucas 4:18 Jesús dijo: "El Espíritu del Señor está sobre
Mí, por cuanto me ha ungido". En el día de Pentecostés antes de que los ciento veinte
proclamasen el evangelio para cumplir la comisión que Dios les había dado, El derramó
Su ungüento, Su Espíritu, sobre ellos (Hch. 2:1-4, 14-18), y todos ellos fueron ungidos.
"Cristo" significa ungido. Dios ungió a Su Hijo. Esta unción fue ejecutada tanto en
la eternidad pasada, antes de la fundación del mundo, como en el tiempo. En la
eternidad pasada, Dios ungió y nombró a Su Hijo. Dios el Padre fue el Autor, la fuente, el
que planeó. El propósito que el Dios Triuno planeó en la eternidad pasada para la
eternidad futura, el cual es Su propósito eterno, consiste en tener una iglesia que le
exprese de manera corporativa. Cuando Dios se propuso hacer esto, ungió a Su Hijo, y le
dio la comisión de cumplir Su plan eterno. Su título, el Cristo, así lo indica.
Al principio del tiempo, el Hijo de Dios, como Su ungido,
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como Cristo, vino para crear. El Hijo de Dios realizó la creación como Ungido de Dios,
porque Dios le encargó dicha tarea. En Juan 1:1 y 3 leemos: "En el principio era el Verbo,
y el Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios ... Todas las cosas por medio de El
llegaron a existir, y sin El nada de cuanto existe ha llegado a la existencia". Dios necesita
un universo con un cielo y una tierra que contienen muchos elementos a fin de cumplir
Su propósito, y en particular necesita un vaso que lo contenga, a saber, el hombre.
Cristo como el Ungido llama las cosas que no son como si fuesen. La creación fue la
primer comisión que Dios le entregó a Su ungido.
En segundo lugar, Dios le encargó la encarnación. Juan 1:14 dice: "Y el Verbo se
hizo carne, y fijó tabernáculo entre nosotros". En la encarnación El trajo a Dios al
hombre, es decir, se depositó en Su creación.
El tercer aspecto de comisión dada a Cristo, el Ungido, fue la crucifixión, que
significa la terminación de la primera creación en su totalidad (Col. 1:15, 20). La creación
se envejeció debido a la rebelión de Satanás y a la caída del hombre. Los ángeles y la
humanidad fueron dos de los seres principales que Dios creó. El creó dichos seres
vivientes para cumplir Su propósito. Los ángeles estaban en los cielos, y el hombre en la
tierra. La Biblia nos dice que el querubín más destacado se rebeló y llegó a ser Satanás
(Ez. 28:14-18; Is. 14:12-14). Esa rebelión contaminó toda la creación. Más adelante, este
líder angélico que se había rebelado tentó a la cabeza del linaje humano y lo indujo a
que cayera. Así que tanto los ángeles como el género humano se contaminaron y se
hicieron malignos. A raíz de esto, toda la creación se envejeció, lo cual no es un asunto
de edad, pues Dios es quien más años tiene y nunca envejece. Cuando estemos en la
eternidad por muchos años, seremos ancianos, pero nunca envejeceremos. La Nueva
Jerusalén será siempre nueva; será antigua pero no vieja. La vejez es producto de la
contaminación, la corrupción y la vanidad.
En Romanos 8:20-21 dice que toda la creación está bajo la esclavitud de la
corrupción, sujeta a vanidad. Dios, quien siempre es nuevo, fresco e inmarcesible, nunca
usa nada que esté viejo. Esta creación corrupta, que es vanidad, tuvo que ser eliminada,
lo cual logró Cristo cuando fue crucificado.
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Cristo creó, y El mismo también le puso fin a la primera creación. Por eso es tan
importante la crucifixión.
El cuarto aspecto de la comisión que se le dio a Cristo fue la resurrección, que
significa la germinación. Cristo puso fin a la vieja creación en Su crucifixión, y en Su
resurrección El hizo germinar la creación crucificada depositando en ella a Dios mismo
como semilla, como la semilla de la vida. Dios, esa semilla de vida divina, se siembra en
el hombre crucificado. El hombre creado y crucificado también fue resucitado para llegar
a ser la nueva creación, la cual es producida por la resurrección.
Después de la resurrección, Cristo ascendió a los cielos. Su ascensión fue Su
designación oficial. Después de la elección de un presidente, él debe tomar posesión de
su cargo. La toma de posesión confiere al presidente electo su cargo. Cristo fue elegido
por Dios, pero no fue nombrado oficialmente antes de Su ascensión. Cuando ascendió a
los cielos, Dios lo designó oficial y universalmente, una vez y para siempre, afirmándolo
en Su posición. Hechos 2:36 dice: "Sepa, pues, ciertísimamente toda la casa de Israel,
que a este Jesús a quien vosotros crucificasteis, Dios le ha hecho Señor y Cristo". Antes
de la ascensión, el Soberano del universo era Jehová o Elohim. Pero en el día de la
ascensión, un hombre llamado Jesús, quien era la mezcla de Dios y el hombre, fue
designado Señor de todo. ¡Alabado sea El! Ahora Cristo es perfectamente apto y ya tomó
posesión oficialmente. El es el Cristo que creó, se encarnó, fue crucificado, resucitó y
ascendió al tercer cielo a fin de tomar posesión de Su oficio como Soberano de todo el
universo.
Jesús les preguntó a los discípulos: "¿Quién decís que soy Yo?" (Mt. 16:15). Cuando
nosotros respondemos: "Tú eres el Cristo", debemos estar conscientes de lo que esto
significa. Debemos saber dar una definición extensa de lo que significa el Cristo. La
revelación presentada en este capítulo sólo es una pequeña parte del recobro de Cristo,
ya que solamente se presentan los puntos principales y los delineamientos para que
ustedes sigan investigando por su cuenta. Este es un bosquejo sobre el cual los jóvenes
deben edificar. El laboratorio
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para la investigación que ustedes han de llevar a cabo será su grupo de compañeros.

El Hijo del Dios viviente


Pedro le respondió a la pregunta del Señor diciendo: "Tú eres el Cristo, el Hijo del
Dios viviente" (Mt. 16:16). La designación "el Hijo del Dios viviente" es muy significativa.
El Cristo es el título que corresponde a la comisión que el Señor recibió, mientras que el
Hijo del Dios viviente se refiere a la persona del Señor e indica quién es El. El es el Hijo
del Dios viviente. Juan 5:18 dice: "Por esto los judíos aún más procuraban matarle,
porque no sólo quebrantaba el día de sábado, sino que también llamaba a Dios Su propio
Padre, haciéndose igual a Dios". Los judíos de ese tiempo entendían que llamarse Hijo de
Dios equivalía a hacerse igual a Dios. Ellos consideraban una blasfemia que Jesús, un
hombre de Nazaret, dijera ser el Hijo de Dios, haciéndose así igual a Dios.
Aunque Jesús es Dios, El sigue llamándose el Hijo de Dios. El Padre es la fuente de
la vida. El padre de una familia da origen a la vida de esa familia. El Padre es la fuente
de la vida; y el Hijo es la expresión, la propagación y la multiplicación de la vida. Cuando
un hombre es soltero, está solo, pero después de casarse, tiene hijos y más tarde
muchos nietos. Los hijos y los nietos son su propagación y su multiplicación. Dios el
Padre como fuente de vida necesita al Hijo de Dios como la propagación y multiplicación
de Su vida.
Al hablar del Cristo se hace alusión a Su obra, pero al hablar del Hijo de Dios se
hace referencia a Su persona como vida. El Hijo del Dios viviente tiene vida. El es la
expresión del Dios viviente, y como tal es vida. No hay palabras humanas que puedan
expresar lo que es la vida. La vida es un ser que nunca muere y que vive para siempre;
es Dios, quien se expresa, se propaga y se multiplica en el Hijo. El Hijo es la vida que
procede del Padre. En Juan 1:1 y 18 leemos: "En el principio era el Verbo, y el Verbo
estaba con Dios, y el Verbo era Dios ... A Dios nadie le vio jamás; el unigénito Hijo, que
está en el seno del Padre, El le ha dado a conocer". En el principio El era Dios, y en el
tiempo El fue la manifestación de
22
Dios, el Hijo de Dios. En dicha manifestación el Hijo dijo: "Yo soy ... la vida" (Jn. 14:6).
El título "el Hijo del Dios viviente" no denota la vida sola, sino la vida para
nosotros. Cristo es nuestra vida (Col. 3:4). El evangelio de Juan nos dice que Dios como
origen de la vida es Espíritu (Jn. 4:24). El Hijo del Dios viviente como expresión de ese
origen, como vida para nosotros, también es el Verbo que es el Espíritu. El es el Verbo
viviente, y esta Palabra viva es el Espíritu. Todos nosotros debemos nacer del Espíritu.
Recibimos nuestro primer nacimiento de nuestros padres en la carne, pero necesitamos
un segundo nacimiento, y éste en nuestro espíritu (Jn. 3:6). El Espíritu del cual nacimos
no es solamente Dios, sino también el Hijo del Dios viviente como vida para nosotros, el
Verbo y el Espíritu. Este Espíritu entró en nuestro ser y reside en nuestro espíritu (2 Ti.
4:22; Ro. 8:16). Ahora nuestra vida no se encuentra en nuestra carne ni en nuestra alma,
sino en nuestro espíritu (Ro. 8:6). La mente puesta en el espíritu es vida porque la vida
está en nuestro espíritu. Esta vida es el Hijo del Dios viviente como el Verbo y el Espíritu.
El recobro del Señor es el recobro de este Cristo.

RECOBRAR A LA IGLESIA
El segundo aspecto del recobro del Señor consiste en recuperar lo que es la iglesia.
Cuando Pedro reconoció y confesó que el Señor Jesús era el Cristo y el Hijo del Dios
viviente, el Señor le respondió: "Y yo también te digo, que tú eres Pedro, y sobre está
roca edificaré Mi iglesia" (Mt. 16:18). Pedro sólo recibió la mitad de la revelación; él vio al
Esposo pero no a la esposa; vio la Cabeza pero no el Cuerpo.
La revelación de quién es Cristo no fue lo único que se perdió; también se perdió
de vista lo que es la iglesia. Por lo tanto, la iglesia es la segunda mitad del recobro del
Señor. Entre el pueblo cristiano de hoy, a muchos no les gusta hablar de la iglesia y
temen traer a colación el tema. Esta es la astucia del enemigo, ya que sin la iglesia, Dios
no puede lograr Su propósito. Sin la iglesia, Cristo, el Ungido de Dios, no puede
completar Su comisión, que es la creación, la encarnación, la crucifixión, la resurrección
y la ascensión para producir y edificar la iglesia. La creación tenía como fin la iglesia, y lo
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mismo podemos decir de la encarnación, la crucifixión, la resurrección y la ascensión.
Todos los aspectos de la comisión que se le dio a Cristo tienen como meta la iglesia, es
decir, producirla, cimentarla y edificarla.
El libro de Apocalipsis, el último de la Biblia, habla de una ciudad (Ap. 21:10-27),
que es la unidad más grande que se puede edificar. La ciudad, la Nueva Jerusalén, es el
mayor edificio de todo el universo, y este edificio, a su vez, es la consumación final de la
edificación de la iglesia. Sin esta edificación, Cristo, como Ungido de Dios, nunca podría
lograr Su comisión de culminar el edificio. Por lo tanto, todos necesitamos ver lo que es
el recobro de la iglesia.

El Cuerpo universal de Cristo


Así como Cristo tiene dos aspectos, Su persona y Su ministerio, también la iglesia
tiene dos aspectos, universal y local. Universalmente, la iglesia es el Cuerpo de Cristo
(Ef. 1:22-23). Cristo, la Cabeza, tiene un solo Cuerpo. Sería terrible si una persona
tuviera una cabeza y muchos cuerpos. En el aspecto universal, el Cuerpo de Cristo, el
cual es la iglesia, es uno solo.
Cristo y la iglesia son una Cabeza y un Cuerpo; asimismo son un Esposo y una
esposa. Cristo no aprueba la poligamia, y se basa en el principio de un solo esposo para
una sola esposa. La fornicación y la idolatría son abominables a los ojos de Dios, porque
destruyen a la humanidad y echan a perder el sentido del matrimonio, el cual significa
que Cristo, el Esposo, tiene solamente una esposa. En vez de permitir que la iglesia se
exprese como la única esposa de Cristo, el cristianismo ha producido muchas facciones,
las cuales se pueden considerar como "concubinas". Las concubinas no le tienen respeto
a la esposa legítima. Ellas quizás le digan: "¿Acaso solamente tú eres la esposa? ¿No
somos esposas también nosotras?" Es posible que Agar le haya preguntado a Sara:
"¿Crees que Abraham es solamente tu esposo? ¿Acaso no es mío también?" Agar no era
esposa de él, sino su concubina. Tal como Sara insensatamente propuso que Abraham la
tomara como concubina (Gn. 16:2), así también la iglesia ha producido muchas
"concubinas". Debido a que los jóvenes
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desean que el Señor los use para cambiar la era, deben saber que cambiarla es volverse
de las concubinas a la esposa. Deben ver que según el plan eterno que Dios hizo, Su
Ungido debe tener solamente un Cuerpo, una esposa, que es la iglesia. En todo el
universo, la iglesia debe ser una sola. Este es el aspecto universal de la iglesia.
Me complace ver que las personas se salven; sin embargo, esto no basta. Tiene
más sentido y trae más satisfacción entrar en el recobro del Señor, pues el recobro es la
continuación de la economía eterna de Dios. Es magnífico entrar en la economía de Dios.
Yo abandoné todo por estar en este recobro, y al hacerlo escogí lo mejor. Fui uno de los
pocos entre mis compañeros, amigos y parientes que tomamos está decisión. En ese
entonces ellos me juzgaron mal, pero ahora aprecian lo que escogí. Hasta los que no han
sido salvos me dicen que yo escogí lo correcto. Nada en la tierra tiene más importancia
que la economía eterna del Señor. Inclusive llegar a ser presidente de los Estados Unidos
no es tan importante como la economía de Dios. Venir al recobro del Señor siendo
todavía joven, y llevar a cabo la economía divina es glorioso, y lo es aún más con el paso
del tiempo. Ya verá el enemigo que cuando lleguemos a la Nueva Jerusalén, todo el
universo declarará que nosotros hicimos una elección maravillosa.
Solamente ser salvo, predicar el evangelio y ser espiritual, no es suficiente.
Nosotros debemos darnos cuenta de que Dios tiene un plan eterno, tiene una
administración que desea llevar a cabo en el universo, y El la está poniendo por obra
ahora mismo en esta era. En los últimos cincuenta años, he visto que muchas de las
profecías de la Biblia se han cumplido. En 1967 Israel tomó posesión de Jerusalén, a
pesar de la protesta de muchas naciones. Yo les dije a los hermanos en ese tiempo que
no se preocuparan por Israel, porque el Señor cuidaría de esa nación. Lo que ocurrió allí
fue obra del Señor. ¿Quién podría oponerse? Los países árabes que rodean ese pequeño
país no han logrado hacer nada contra una población de poco más de dos millones.
Aunque estas profecías de la Biblia se están cumpliendo, el Señor no espera nada de
Israel. El espera ver la iglesia recobrada. Israel ya es una nación, pero ¿donde está la
iglesia? Para que se cumpla la economía de Dios, El
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necesita tanto a Israel como a la iglesia. En Apocalipsis hay dos grupos de ciento
cuarenta y cuatro mil; uno procede de Israel (7:3-8), y el otro de la iglesia (14:1-5).
Según la profecía, para que se cumpla el propósito de Dios, deben existir estos dos
grupos que cooperen con el Señor. La nación de Israel ya está establecida, aunque
todavía son incrédulos. No obstante, el Señor espera obtener la iglesia. La iglesia aún no
está al nivel de ser compatible con el mover del Señor en la tierra. El Señor sí tiene un
recobro, pero aún es muy pequeño.
No es coincidencia que muchos jóvenes hayan venido al recobro del Seño, pues es
fruto de Su intervención. Espero que ustedes comprendan claramente cuál es la
condición de la iglesia.

La iglesia local
El segundo aspecto de la iglesia es el aspecto local. En cada localidad debe haber
una expresión del Cuerpo de Cristo (Hch. 8:1; 1 Co. 1:2; Ap. 1:11). Dicha expresión es la
iglesia local. El aspecto universal de la iglesia se revela en el libro de Efesios, mientras
que el aspecto local se revela en Apocalipsis, en donde se mencionan en los capítulos 2
y 3 siete iglesias en siete ciudades, una en cada ciudad. Es necesario que veamos el
Cuerpo y que también entendamos lo que son las iglesias locales. Debemos ver el
aspecto universal del Cuerpo, y también el aspecto local de la iglesia, o sea, las iglesias
locales. En cada localidad debe haber una iglesia, que es la iglesia local.
Para comprender lo que son las iglesias locales, necesitamos estar en nuestro
espíritu (Ap. 1:10-12); no debemos usar nuestra mente para ello, ya que cuánto más la
usemos, más confusión tendremos. Debemos permanecer en nuestro espíritu y salirnos
del yo. Debemos apartarnos de la situación presente, de la cultura que nos rodea y de la
religión. Debemos alejarnos de todo y estar en nuestro espíritu. Entonces no solamente
entenderemos lo que es la iglesia, sino también lo que son las iglesias.
La Biblia revela cuatro figuras principales: Dios, Cristo, la iglesia y las iglesias. En
la actualidad los judíos no creen en Cristo, pero sí en Dios. Los cristianos ortodoxos creen
en Dios
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y también en Cristo, pero muchos de ellos no tienen ni la menor idea de la iglesia
universal. Algunos que son más versados, tienen una visión de la iglesia en calidad de
Cuerpo universal, y tienen una visión celestial, pero no hallan la forma de expresarla en
la práctica. Alabado sea el Señor porque en el recobro del Señor, hemos visto no
solamente a Dios, a Cristo y el Cuerpo universal, sino también las iglesias locales.
En el presente los judíos en su mayor parte se encuentran en el "Génesis"; muchos
cristianos están en "los cuatro evangelios"; algunos tal vez se encuentren en "Efesios".
Pero quienes estamos en la iglesia nos encontramos en "Apocalipsis". Debido a que
vivimos en las iglesias locales, estamos cerca de la Nueva Jerusalén. ¿Donde se
encuentra el Señor Jesús hoy? El es el Hijo del Hombre que se pasea entre los siete
candeleros (Ap. 1:9-20). Si usted desea encontrar al Señor Jesús, debe ir a los siete
candeleros, los cuales son las siete iglesias locales. Hoy el Señor Jesús anda en medio de
las iglesias locales, no solamente como el Hijo de Dios, sino también como el Hijo del
Hombre.
Las iglesias locales no son las denominaciones. En Génesis 2 Adán dio nombres a
los animales, pero ninguno de ellos podía ser su pareja. El necesitaba a alguien que
fuese su compañera, que fuese hueso de sus huesos y carne de su carne (Gn. 2:19-23).
Así como Eva era diferente a todos los animales, el Señor hizo a la iglesia diferente a
todo lo demás. Algunos a quienes no les interesan las iglesias locales, tal vez valoren el
hecho de que son distintas a las denominaciones, y hasta traten de imitarlas. Pero
aunque imiten a las iglesias, no son la iglesia. El recobro del Señor no radica en tener
ciertas prácticas, sino en recobrar la iglesia local como expresión del Cuerpo de Cristo.
Ahora tenemos a Dios, a Cristo, el Cuerpo y las iglesias locales. Debido a que estamos en
las iglesias locales, estamos en el recobro del Señor.
Los jóvenes deben tener mucha comunión con respecto a Cristo y la iglesia, no
solamente en su grupo de cinco compañeros, sino con cinco o diez grupos que se
congreguen. Deben leer nuestras publicaciones, y además necesitan experimentar y
definir todos estos asuntos.

CAPITULO TRES
LOS ASUNTOS PRACTICOS
En los capítulos anteriores vimos que los jóvenes que están en el recobro deben
huir de las pasiones juveniles y seguir a Cristo junto con algunos compañeros. También
dijimos que el recobro del Señor es un recobro de "Cristo" y de "la iglesia". En este
capítulo abarcaremos cuatro puntos estratégicos en cuanto a los jóvenes: la necesidad
de conocer las experiencias de vida, la manera práctica de llevar a cabo el recobro, la
necesidad de leer la Palabra y los mensajes, y el dar ofrendas en la economía de Dios.

CONOCER LAS EXPERIENCIAS DE VIDA


En el capítulo anterior vimos que los jóvenes deben congregarse en grupos de
cinco, con el fin de estudiar lo que son Cristo y la iglesia. Cuando el grupo se reúna, un
hermano puede preguntarles a los demás si pueden compartir algo acerca de la certeza
de su salvación. Los jóvenes de la iglesia pueden invocar el nombre de Señor y ser
salvos. Pero algunos tal vez no tengan la certeza de que son salvos. Tarde o temprano,
tendrán que pasar la prueba de saber si son salvos o no. En los grupos pequeños, los
jóvenes deben estudiar con detenimiento asuntos como la regeneración y la certeza de
su salvación.
Por lo general, no hay suficiente tiempo para que toda la iglesia aborde estos
temas y, en consecuencia, el conocimiento y la experiencia de los jóvenes es muy
somero. Los jóvenes deben preocuparse por sus necesidades específicas en sus grupos,
pues si no lo hacen, tendremos en nuestro medio muchos santos que no estarán
cimentados en los asuntos espirituales. Si ellos no pueden expresar claramente en su
grupo de cinco si están seguros de haber recibido la salvación, ¿cómo podrán ayudar a
otros? Sólo les podrán ayudar a invocar el nombre del Señor en forma general. En los
grupos, los
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jóvenes deben ayudarse mutuamente a entender las experiencias que tienen de la vida
espiritual.
Los encargados de los jóvenes deben sugerirles algunos temas para que lean o
estudien cada semana en sus grupos. Por mucho tiempo hemos tratado temas generales
en las reuniones. Pero necesitamos poner un fundamento sólido en las experiencias de la
vida espiritual. Todas las iglesias necesitan este fundamento para que cuando vengan
creyentes nuevos, les podamos ayudar a experimentar la vida espiritual. Sin este
fundamento, tal vez tengamos muchos jóvenes, pero muy pocos conocerán la verdad.
Necesitamos echar los cimientos para la obra entre los jóvenes, ya que ellos
necesitan estar seguros de que son salvos y saber lo que son la regeneración y la vida
eterna. Si cada grupo abarca uno o dos temas por semana, en medio año ellos habrán
estudiado treinta o cuarenta temas básicos. Esto les proporcionará un buen fundamento.
No es suficiente reunirse y orar de una manera superficial. Los jóvenes deben hacer algo
específico, así como cuando comemos algo específico en cada comida.
No es difícil juntarse en grupos pequeños. Cada semana después de una reunión
de la iglesia, cinco jóvenes pueden juntarse en la casa de un hermano para compartir. Si
dedican aunque sea quince minutos, recibirán grandes beneficios. En esa reunión no
deben hablar de temas indefinidos, sino que deben estudiar dos o tres puntos
específicos.

LA MANERA PRACTICA
DE LLEVAR A CABO EL RECOBRO DEL SEÑOR:
EN EL ESPIRITU MEZCLADO
En el capítulo anterior vimos que el recobro del Señor es el recobro de Cristo y la
iglesia. Si pensamos que es la obra de un hombre, no sabemos lo que es el recobro. Este
debe llevarse a cabo por los jóvenes. Por lo tanto, necesitamos un camino práctico que
los jóvenes puedan seguir, pues de no ser así, repetiremos la historia del cristianismo:
seremos una congregación que se reúne para oír a un orador.
El recobro del Señor se lleva a cabo en el espíritu mezclado y con él. Empezamos
por el Espíritu (Gá. 3:3) y debemos
29
continuar con el Espíritu. En el Nuevo Testamento se mencionan dos espíritus, el Espíritu
Santo y el espíritu humano. Estos dos espíritus, están mezclados y son uno solo (Ro.
8:16; 1 Co. 6:17). Dios es Espíritu (Jn. 4:24), Cristo nuestro Redentor se hizo el Espíritu
vivificante (1 Co. 15:45), y el tercero de la Deidad, quien llega a nosotros, es el Espíritu
Santo (Mt. 28:19). Dios no viene a nosotros como el Padre ni como el Hijo, sino como el
Espíritu. Además, de ninguna otra manera tenemos contacto con Dios, con Cristo ni con
el Espíritu, excepto por medio de nuestro espíritu humano (Jn. 4:24). Por lo tanto, los
jóvenes deben concentrar todo su ser en el Espíritu divino y en el espíritu humano, los
cuales se mezclan como uno solo.
En el capítulo anterior dijimos que la iglesia debe tener la unidad, pero debemos
tener presente que la base de la unidad es nuestro espíritu. En el Antiguo Testamento,
solamente se podía adorar a Dios en Jerusalén. Había un solo templo, y éste se hallaba
en Jerusalén. Todo el pueblo de Dios tenía que ir allí porque ahí estaba la morada de
Dios. En tipología, la base de la unidad era Jerusalén, pero ahora, en la realidad, es
nuestro espíritu. El único lugar donde nos reunimos es nuestro espíritu humano porque
allí se encuentra la morada de Dios (Ef. 2:22). No nos reunimos solamente en cierto sitio,
sino en nuestro espíritu. Si yo no estuviese en mi espíritu, estaría separado de todos los
hermanos y hermanas. La cristiandad está dividida porque muchos cristianos se han
apartado de su espíritu humano. Muchos de ellos no se reúnen en la Jerusalén
verdadera.
El recobro del Señor se lleva a cabo por el Espíritu divino y el espíritu humano. Los
jóvenes deben reunirse en sus grupos para examinar el tema de los dos espíritus. Deben
entender 1 Corintios 15:45 y explicar la manera en que Cristo llegó a ser el Espíritu
vivificante, y por qué El tuvo que llegar a ser el Espíritu. Nuestro entendimiento del
Espíritu divino y el espíritu humano es muy impreciso, y no hemos puesto un cimiento
sólido.
La razón por la cual muchos jóvenes no participan en las reuniones, es que no
permanecen en su espíritu. Se puede entrar en el espíritu por la oración. Al principio es
difícil orar solo; es por eso que se necesitan los grupos de cinco. Los cinco
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deben orar juntos. Un grupo tal vez tome la decisión de orar y ayunar. Ellos podrían
reunirse por un buen rato para orar hasta entrar en su espíritu y estimularlo. Nuestro
espíritu es crucial. Debemos entrar en el espíritu y aprender a ejercitarlo en toda
situación. Cuando hayamos orado hasta meternos en el espíritu, nos será muy fácil
funcionar en las reuniones. No debemos buscar una experiencia especial. Solamente
necesitamos orar. Cuando estimulamos nuestro espíritu y oramos hasta entrar en él,
experimentamos el bautismo en el Espíritu Santo. La mejor manera de experimentar
este bautismo es orar así.
El Espíritu es la vida, y ésta se halla en nuestro espíritu (Ro. 8:10). El Espíritu
también es la santidad, la victoria, el poder y la unción. Aún la vida de iglesia y nuestra
función proceden del Espíritu. Todo lo que sea espiritual, divino y celestial proviene del
Espíritu. El Espíritu es Dios, la vida y la luz. Sin el Espíritu careceremos de realidad y sólo
tendremos terminología. El Espíritu es la realidad; por eso se le llama el Espíritu de
realidad (Jn. 16:13). El Espíritu puede ser real solamente en nuestro espíritu, por nuestro
espíritu y con nuestro espíritu. Inclusive es uno con nuestro espíritu. En 1 Corintios 6:17
dice: "Pero el que se une al Señor, es un solo espíritu con El". Tal vez conozcamos
algunos versículos acerca del espíritu, pero quizás nunca hayamos investigado
cabalmente este asunto. Los jóvenes deben tener un fundamento sólido de las
experiencias de vida. Mi intención es que ustedes tengan un entendimiento adecuado de
la manera de llevar a cabo la vida de iglesia.

LEER LA PALABRA Y LOS MENSAJES


Hoy en día entre los jóvenes hay una alarmante escasez en cuanto a la Palabra. El
Espíritu y la Palabra son como los dos pies sobre los cuales podemos estar firmes; sin
embargo, muchos de los jóvenes no están firmes en ninguno de éstos. Debemos estar
profundamente arraigados en el Espíritu y en la Palabra.
La Palabra santa es muy profunda y muchos cristianos quizás la hayan conocido
solamente según la letra. En los grupos pequeños, los jóvenes deben aprender a entrar
en la
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Palabra y conocerla profundamente según el espíritu, y no solamente según la letra. Esto
requiere que ellos reciban ayuda, puesto que esto no es fácil. Por eso tenemos el deseo
urgente de publicar muchos mensajes que les ayuden a conocer las cosas espirituales de
la vida, que se encuentran en la Biblia. También les revelarán la llave con la cual puedan
entrar en las profundidades de la Palabra santa. Esta llave no se puede recibir solamente
con enseñanzas, sino mediante nuestra lectura continua de los mensajes. Escuchar los
mensajes estimula nuestro espíritu, pero eso no basta. Para que nuestro espíritu sea
arraigado en la Palabra, debemos leer los mensajes.
Una manera efectiva y práctica de leer los mensajes es tenerlos en cada recinto de
nuestra casa. Cada vez que uno se siente en la sala, en el comedor y aun en el baño,
podrá leer algunas páginas. De este modo, uno podría terminar un mensaje cada tres
días. Los jóvenes deben proponerse leer exclusivamente los mensajes cada vez que
tengan un rato libre. Después de practicar esto por dos semanas, verán la diferencia en
su experiencia.
No lean muy despacio ni muy rápido. Simplemente lean cuatro o cinco páginas
cada día. Algunas veces cuando lleguen a cierto punto, quizás tengan que examinarlo
por algún tiempo; otras veces orarán o tendrán comunión al respecto. Leer pocas
páginas por la mañana, además de su lectura del avivamiento matutino, les será de
ayuda para el resto del día.
Si practicamos esto, leeremos más de cien mensajes al año y descubriremos la
llave para conocer la Biblia. Se han escrito muchos libros acerca de cómo estudiar la
Biblia, pero muy pocos brindan verdadera ayuda. No hay un método mejor que leer unas
cuantas páginas de los mensajes cada día, pues esto nos ayudará a digerir los versículos
y los capítulos de la Biblia, y espontáneamente la verdad de la Palabra será inscrita y
forjada en nuestro ser. Después de un año, muchas porciones de la Palabra serán
transparentes para nosotros. No es una carga leer unas cuantas páginas además del
avivamiento matutino. Simplemente, necesitamos desarrollar el hábito de hacerlo.
Cada mensaje que doy requiere mucha preparación.
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Después de que lo doy, es pulido y luego lo leo cuidadosamente y muchas veces le
añado algo. Aunque trabajo bastante en cada mensaje, disfruto al leerlo de nuevo, pues
me trae refrigerio, me nutre y me ilumina otra vez.
Debemos acudir a la Palabra llenos de vida. La debemos leer en porciones
pequeñas cada vez que tengamos un momento disponible. Es mejor leerla en orden,
empezando con la primera página. No hay que decidir cuántas veces la leeremos. Quizás
leamos el Nuevo Testamento una o dos veces por año y el Antiguo Testamento una vez
cada uno o dos años. Cuando lo terminemos de leer una vez, podemos empezar de
nuevo y volver a leerlo. Es mejor leer pocos versículos cada día. Podemos leer antes o
después de comer. En los días de trabajo, tal vez tengamos menos tiempo, pero durante
los fines de semana tendremos más tiempo y podemos leer más. Si leemos aunque sea
cinco o diez minutos, recibiremos mucha ayuda. Lo importante es hacer de ello un
hábito. Necesitamos los mensajes ya que nos ayudan a entender toda la Biblia. Los
jóvenes deben practicar la lectura de esta manera tanto a solas como con los
compañeros de sus grupos.

LAS OFRENDAS
La economía de Dios tiene una estrecha relación con ofrendar. Debemos aprender
a dar continuamente. No hay nadie que ame al Señor que diga que no tiene nada que
ofrendar. En Mateo 14 cuando la multitud siguió al Señor al desierto, los discípulos
dijeron: "Despide a las multitudes, para que vayan a las aldeas y compren para sí
alimentos" (v. 15). Despedirlos sería no darles nada. Pero el Señor les dijo: "No tienen
necesidad de irse; dadles vosotros de comer" (v. 16). Los versículos 17-19 dicen: "Y ellos
le dijeron: No tenemos aquí sino cinco panes y dos peces. El dijo: Traédmelos acá.
Entonces mandó a la multitudes recostarse sobre la hierba; y tomando los cinco panes y
los dos peces, y levantando los ojos al cielo, bendijo, y partió y dio los panes a los
discípulos, y los discípulos a las multitudes". En esta porción vemos un ejemplo de
ofrendar. Los discípulos tenían muy poco, comparado con el número de personas, pero
después de que el Señor
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o bendijo, aquello alimentó a cinco mil hombres, y lo que sobró llenó doce cestas.
No importa cuánto tengamos, simplemente ofrendémoslo. Antes de dar debemos
decir: "Señor, esto es todo lo que tengo. Lo pongo en Tus manos. Bendícelo y lo
ofrendaré". Si hacemos esto, veremos la abundancia. Este principio se puede aplicar a
todo tipo de ofrendas, incluyendo lo material.
Nuestra función en las reuniones equivale a ofrendar. No diga que usted no tiene
nada, pues sí tiene algo. Quizás no sea mucho, pero de todos modos debe dar.
Simplemente dé lo que tenga. Si da lo poco que tiene, recibirá más.
Todos debemos dar algo. Primero, debemos dar el evangelio. La predicación del
evangelio es una forma de ofrendar. Después debemos nutrir a los que se salven, y
aparte debemos ofrendar bienes materiales. Debemos aprender a ofrendar en todo,
como por ejemplo, el evangelio, visitar a los santos, pastorear y dar lo material.
El principio consiste en que cuando no soy generoso en mi ofrenda, me
empobrezco, pero cuando soy generoso en todo, me enriquezco. Cuanto más dé uno,
más recibirá. Cuando se reúnan cinco jóvenes, quizás alguno piense que sabe muy poco;
aun así, debe presentar lo que sepa o lo que haya experimentado. Por poco que sea, eso
se multiplicará. Al ofrendar recibimos la multiplicación, pues al compartir las experien-
cias de vida que tenemos, éstas se aumentan. Esto es crucial para la vida cristiana, la
vida de iglesia y nuestra función en las reuniones.
Debemos aprender a ofrendarlo todo. Si tenemos dos Biblias o dos himnarios,
debemos darle uno de ellos a alguien. En principio, si damos uno, recibiremos dos.
Cuando el agua sale por un lado de una manguera, más agua entra por el otro. Pero
cuando la salida se cierra, la entrada se detiene. Al ofrendar cosas materiales, no
debemos contar el dinero que damos. Debemos simplemente dar algo. Hasta un billete
cobra valor si lo damos. Si dejamos de dar, interrumpimos la bendición del Señor.
Cuanto más prediquemos el evangelio y comuniquemos la salvación a otros,
más experiencias tendremos de la salvación. El principio seguirá siendo el mismo:
cuanto más demos,
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más recibiremos; pero cuando dejamos de dar, cortamos la bendición del Señor y hasta
perdemos Su presencia. Una vida saludable de iglesia es una vida llena de ofrendas.
Espero que todos los jóvenes practiquen lo que acabamos de ver en estos
capítulos. Deben huir de las pasiones juveniles y seguir a Cristo juntos. También
necesitan recibir la visión del recobro del Señor, conocer las experiencias de vida y
concentrar todo su ser en el Espíritu divino y en nuestro espíritu mezclado, ya que
ambos son un solo espíritu. Además, deben leer la Palabra y los mensajes y aprender a
ofrendar en la economía de Dios. No es en las reuniones grandes donde debemos
practicar esto, sino en los grupos pequeños.

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