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María Luisa Bastos and Sylvia Molloy - La estrella junto a la luna: Variantes de la figura

materna en Pedro Páramo


- La historia narrada-y estructurada-por Rulfo desafía a quienes intenten recomponerla
fijándola (246)

- Tanto Carlos Fuentes como Julio Ortega señalan el mito de Telemaco como pre-texto de la
novela. Centran, quizás excesivamente, la línea narrativa de Pedro Páramo en ese mito
preciso: la busca del padre. (247)

- El itinerario de Juan Preciado queda deslindado desde un comienzo: sin duda busca
del padre, pero también dependencia básica en la madre, promotora de esa busca. Lo
femenino circunscribe y signa la novela a pesar de que un hombre parezca ser el eje de su
argumento. Las figuras femeninas cumplen, en Pedro Páramo, una función múltiple y esencial.
Soportes de la narración, como personajes remiten además a un trasfondo mítico, siempre
vigente y reelaborado. Por fin ilustran, paradigmáticamente, las permutaciones dinámicas de
un texto cuyos temas centrales son el desencuentro y la sustitución.

- Paradójicamente, el hijo que renegó el pacto explicito se aferra a la madre al llegar a Comala,
al punto de que olvida su propia curiosidad: parecen desvanecerse tanto el mundo que había
armado alrededor del nombre de Pedro Páramo como la realidad que sus ojos advierten, pero
no registra (248)

- Juan Preciado es, en el sentido más lato, un narrador necio. No sabe, no conoce, no
reconoce: es un vacío y una ausencia que gradualmente se colma-se habita-hasta estallar (249)

- Recuerdos de recuerdos -los de su madre-, ficciones de ficciones que de pronto se


organizan alrededor de lo nombrado solo en la muerte. De no haber existido promesa no
habría habido nombre o ilusión de nombre para el anonimato esencial del narrador, del
perjuro vengador vicario

- A esos engañosos arquetipos de un paraíso perdido, de una primaria y rústica edad de oro,
recurre Juan Preciado como a un talismán. Sumergido en el tiempo de la canícula, envenenado
por el olor podrido de las saponarias, se refugia en la distancia que le proporciona ese
recuerdo materno: (250)

- Después del encuentro con Abundio se fragmenta la línea narrativa del relato: hay
encuentros en los que participa Juan Preciado, fragmentos de esos encuentros que le son
ajenos y racconti de un narrador omnisciente que van configurando la historia de Pedro
Páramo

- Las figuras aparecen por un lado como protectoras, y sus palabras tranquilizan al
viajero; pero por otro lado le señalan la muerte, el encierro fundamental de esa relacion.

- La figura de Eduviges Dyada que capta Juan Preciado es notoriamente ambigua (251)

“Su cara se transparentaba como si no tuviera sangre, y sus manos estaban marchitas;
marchitas y apretadas de arrugas. No se le veían los ojos. Llevaba un vestido blanco muy
antiguo, recargado de holanes, y del cuello, enhilada en un cord6n, le colgaba una María
Santísima del Refugio con un letrero que decía: "Refugio de pecadores".

-se conjugan en Eduviges la representación arquetípica con la función narrativa, y la


función narrativa del personaje se fundamenta, con minucia, en la pura anécdota, incluso en el
detalle aparentemente trivial. Eduviges, primer relevo de la figura materna descrito por Juan
Preciado, ya ha remplazado a Dolores, en vida, la noche de su boda con Pedro Páramo. Ese
remoto episodio-ignorado hasta entonces por Juan Preciado-justifica, en el plano narrativo, la
duplicidad del personaje.

-Su estampa remite, como un simulacro, a una de las advocaciones de la Virgen Maria,8 pero la
ambigüedad de su habito, y su apariencia como de momia, implican una condensación de
elementos arquetípicos no solo precristianos sino prepatriarcales (252)

-Eduviges tuvo realmente un hijo que ningún hombre reconoció como propio. Versión
rudimentaria de la virgen madre en viejas tradiciones

-La relacion entre Eduviges y Miguel refleja, en un plano abiertamente sexual, la complicidad
entre Juan Preciado y su madre. Miguel ha sido uno de los tantos amantes de Eduviges, pero la
ternura con que ella presenta su muerte sitúa la relacion en un plano único. Madre vicaria,
inquieta y vigilante, atiende Eduviges a las idas y venidas de Miguel y será la primera en
enterarse de su muerte (253)

-Virgen de Pedro Páramo, madre posible de Juan Preciado, madre real de un hijo de padre
desconocido, se acuesta con otro hijo de Pedro, Miguel, cuya madre se ignora. El incesto-como
la maternidad, como la virginidad, como el vinculo sexual-aparecen en la figura de Eduviges
desviados, no por eso menos reales. Cada uno de sus actos, cada uno de sus encuentros, acusa
una falta y una sustitución. Así como quedan en el texto, más allá de la muerte declarada e
igualadora, restos e hilachas de voces que configuran jerarquías, subsisten restos de funciones
elementales, fragmentos míticos de algún modo sueltos-como esas voces cuyo emisor no
siempre es claro-, que se fijan salteadamente en uno u otro de los personajes. La imaginación
de Rulfo, precisamente por su índole mítica, prescinde de volcar contenidos nuevos en rugidos
moldes previos: en cambio desmiembra, degrada y superpone esquemas arquetípicos,
actualizándolos en un contexto narrativo preciso y deliberadamente economico.'2 En este
sentido aparece Eduviges como figura privilegiada: lugar de paso-como su posada-de funciones
diversas, acumula atributos múltiples, contradictorios, complementarios. (254)

-Tanto Damiana como Eduviges, a partir de una unión fallida con Pedro Paramo, han asumido
funciones divergentes y complementarias supliendo, cada una a su manera, una ausencia.
Eduviges, frustrada en su deseo de entregarse a Pedro Paramo, se prestará luego a todos,
haciendo de su casa un refugio de pecadores; Damiana, en cambio, que se negó a Pedro
Paramo, llega a ser "la caporala de todas las sirvientas de la Media Luna, por haberse dado a
respetar" (p. 1 10). La diferencia entre las dos mujeres se ilumina en su relacion con Miguel
Paramo. Eduviges es testigo y cómplice de las andanzas de Miguel que lo llevan fuera de su
casa y fuera de Comala. Damiana, que lo ha criado ("Damiana! Encárgate de esa cosa. Es mi
hijo" (p. 73)), lo alimenta en la cocina de la Media Luna cuando vuelve de esas andanzas. (255)

-Juan Preciado, quien no vacila en seguir el rumbo equivocado de su esperanza y se


dispone a acompañar a Damiana a pesar de que Eduviges le ha dicho que "allí no vive nadie"
(p.25). Cree que la sombra de su nodriza lo conducirá al término de su peregrinación porque
confunde el puro presente de la muerte con la materia del tiempo de los vivos

-. Ni Eduviges ni Damiana pretenden desviar a Juan Preciado. Lo confunden porque manejan


un código propio, emitiendo sus señales desde la distancia insalvable de la muerte. Ante el
palimpsesto de mensajes maternales, la reacción de Juan Preciado es singularmente obtusa.
Confunde con inevitable torpeza dos sistemas de verosimilitud, el propio y el de los muertos.
Por haber invadido un ámbito extraño, y por haber adoptado una previsión que finalmente le
resultara ajena, esta doblemente incapacitado para descifrar ese código, cuya clave solo le
proporcionara su propia muerte. (256)

-El encuentro con Damiana Cisneros, a la vez que marca la culminación del equivoco,
inicia una gradual ruptura del vinculo con lo materno. No registra Juan Preciado una imagen
física de Damiana; tampoco había registrado una imagen física de su madre. Las dos lo
impulsan con la fuerza de sus palabras. Estos dos avatares de la figura materna delimitan la
peregrinación. Dolores lo estimula a la busca de un nombre; Damiana le revela que en Comala
los nombres ya no importan porque solo quedan diferentes jerarquías de voces muertas. Así,
el pueblo silencioso que Juan Preciado encontró al principio se carga de ruidos y rumores
diversos.

-Juan Preciado; de simple espectador o figura pasiva pasara a ser protagonista: el relato se
centra en su persona y el estrechamiento de la perspectiva en el nivel narrativo se debe a ese
cambio de papel. Es una ironía adicional que esta conversión se produzca cuando el personaje
esta singularmente debilitado, que intuya una posibilidad de acción propia, una ilusión de
decidir su destino, cuando ya su suerte esta' echada. La actuación de Juan Preciado como
protagonista se comprime trágicamente en esta secuencia final de su vida: junto con el
impulso de liberación se da el delirio; junto con la clarividencia, la muerte. (257)

-A la óptica individualizada de Juan Preciado, desligado del pacto con la madre,


corresponde un nuevo tipo de interlocutores, también desprendidos de la carga de ese
pasado. Los hermanos incestuosos están fuera de la orbita de esa ilusión. No esperan al viajero
como lo esperaba Eduviges; no van en su busca, como Damiana. El nombre de Dolores
Preciado no suscita evocaciones porque es totalmente ajeno a la pareja (p. 55). El nombre de
Pedro Paramo no determina ninguna instancia del dialogo. Más aún, queda deliberadamente
excluido de la conversación

-incestuosos, únicos habitantes aparentemente vivos de Comala, representan un


orden primario y grotesco, nuevamente ambiguo. La unión de estas contrafiguras edénicas-
marcada por una de las interdicciones más antiguas, y paradójicamente sellada por el anatema
del obispo (p. 56)-es sin embargo la única estable en todo el libro. Los amantes han aceptado
la condena como precio de una misión primordial, que no han de cumplir

-la actitud hospitalaria hacia Juan Preciado, que en el caso de Eduviges aparecía cargada de
señales amenazadoras, entraría ahora la muerte real del huésped. De manera equivalente la
incestuosa reproduce, perfeccionándola, la función monitora de Damiana: esta proponía a
Juan Preciado una salida hacia la Media Luna; la incestuosa le propone salidas más complejas,
minuciosas e inalcanzable (259)

-Las correspondencias entre la incestuosa y Dolores Preciado son mucho más sutiles e
intrincadas. En primer lugar, la pareja reproduce en forma grosera la relacion simbiótica y
autosuficiente del hijo con la madre. Además, es posible advertir remedos más burdos de
ciertos aspectos de esa relacion: la mujer recuerda a su hermano una salida ya planeada y ese
proyecto de salir del ámbito propio se justifica torpemente con la busca de un becerro
extraviado. Pretexto obvio, como indica la mujer, de una expedición más importante: "Él
siempre ha tratado de irse, y creo que ahora le ha llegado su turno" (p. 59). La premura de
Donis es una reproducción paródica del ímpetu con que Juan Preciado se lanzo a la aventura
de Comala; el animal extraviado equivaldría, rudimentariamente, a la ilusión.
-El único encuentro sexual del hijo de Dolores Preciado-el único verdadero contacto
con otro ser que, idealmente, habría podido sacarlo de su ensimismamiento-ocurre con esta
figura degradada, reverso de la idealizada imagen materna que lo precipita a la muerte.

-El camino no va para Sayula, viene de Sayula que, como correctamente intuye la incestuosa,
queda de este lado. Los comentarios, aparentemente normales, fijan de modo terrible, en otro
plano, el verdadero recorrido de ese camino que, en efecto, es el de Juan Preciado, que va
hacia el otro lado de la muerte. Juan Preciado quedara privado de la otra posibilidad, del
camino que desde el hueco del tejado va hacia el cielo. (260)

-Es difícil desligar estos dos caminos, aunque indiquen direcciones opuestas: los dos
proponen rumbos de un orden que nada tiene que ver con los itinerarios a que está
acostumbrado el personaje. Son caminos imposibles para el Juan Preciado vivo, quien parece
reconocer esa imposibilidad. Inmóvil, ve que huyen "parvadas de tordos, esos pájaros que
vuelan al atardecer antes que la oscuridad les cierre los caminos" (p. 57). Como emblemas de
esos dos caminos, polarizando las dos fuerzas contrarias, surgen dos presencias femeninas: la
estrella de la tarde, vista a través del tejado, y en el cuarto una mujer "vieja de muchos años, y
flaca como si le hubieran estirado el cuero" (p. 57). Importa la casi simultaneidad de estas
apariciones e importa que Juan Preciado sea su único receptor: son revelaciones solitarias, no
compartidas por los hermanos-"ellos no supieron lo que había sucedido" (p. 57)-, de iniciado
(260)

-La estrella junto a la luna-o, más precisamente, la estrella que progresa hacia la luna-se
enfrenta y se contrapone a la presencia de la muerte. La estrella y la luna preceden a la
aparición de la hermana de la incestuosa, aparición cuyo horror solo puede mitigar Juan
Preciado cuando logra "torcer la cabeza y ver hacia allá, donde la estrella de la tarde se había
juntado con la luna" (p. 58). En este momento ya no se entrelazan ni se contaminan atributos o
funciones: se concentran-y se concretan, al hacerse puro símbolo-los indicios del destino de
Juan Preciado. La peregrinación desde un mundo matriarcal no ha culminado en el encuentro
del padre-única figura que habría podido cortar el sometimiento a lo femenino-sino en la
confrontación con las puras fuerzas femeninas que lo han llevado a ensimismarse y que
colaboran en su muerte. Pero el hijo no podrá desligarse del mundo femenino. Incapaz del
parricidio que de algún modo le pedía Dolores Preciado-la venganza la cumple su doble,
Abundio-es también incapaz del matricidio simbólico que le habría permitido separarse y
establecer su identidad. (261)

-Prima, en este denso pasaje de la novela, la epifanía de la luna y del lucero en la que
confluyen, como en la conjunción de la Luna con Venus Afrodita, idénticas facultades
contradictorias.

-En la luna, o en el acercamiento de la estrella a la luna, parecería cifrarse, por fin la meta del viaje de
Juan Preciado a la vez que un pedido de salvacion.14 La estrella y la luna protectoras acuden, como
divinidades positivas, para conjurar la muerte. Aparecen antes de la entrada de la mujer visitante y, por
su fuerza misma, logran paliar el horror que provoca esa aparición. Sin embargo, después del encuentro
erótico de Juan Preciado con la incestuosa-momento literalmente crucial del relato, en que la estrella
por fin se junta con la luna-deponen su protección, negando al hijo y entregándolo a la muerte (262)

-. El último encuentro con la incestuosa es una verdadera ceremonia fúnebre y expiatoria en la


que culmina y estalla el complejo vinculo que une a Juan y a Dolores Preciado. Es por un lado
una patética parodia de la relacion entre la madre y el hijo abandonados (264)
-Por otro lado, el encuentro signa, de manera absoluta y negativa, la subordinación de
Juan Preciado a un mundo femenino-a una representación femenina-en que lo inicio su madre.
Al aceptar la invitación de la incestuosa, Juan Preciado asume efectivamente un incesto: una
transgresión que suprime diferencias, que se nutre de un mundo compartido y exiguo. Pero la
transgresión de Juan Pre- ciado resulta un acto singularmente hueco en el que cada elemento
retoma, una vez más, los motivos del desencuentro y la sustitución. El hijo no se acuesta con
Dolores Preciado sino con una de sus reemplazantes: abandonado por la voz materna, acepta a
la mujer maternal. Al hacerlo ocupa el lugar de otro, del hermano incestuoso, quien a su vez lo
suplanta, al dejar a la mujer por la ilusión del viaje. Por fin la mujer, contrahechura de la voz
materna -figura de esterilidad que se opone a los fecundos recuerdos de Dolores Preciado -es
reemplazada por la muerte

-Una última figura femenina atenderá la muerte de Juan Preciado: Dorotea la Cuarraca, la
"encogida", quien no solo ayuda a enterrarlo sino espera a que muera para poder morir ella a
su vez: "Me senté a esperar la muerte. Después que te encontramos a ti, se resolvieron mis
huesos a quedarse quietos" (p. 65). Ya en la muerte, y como en una coda patética, el personaje
de Dorotea recoge y compendia por última vez los atributos de los avatares maternos, pero
con otro signo: en ella se dan desprovistos de la carga ambigua-a la vez benéfica y letal-que
caracterizaba a las otras figuras maternas. No hay peligro ni amenaza en Dorotea, sin duda
porque el hijo vicario que se enfrenta con ella lo hace en el mismo plano, el de la muerte.
Significativamente aparece como protegida y no como protectora, en lo que supone una clara
alteración de papeles (265)

-Cumple además Dorotea una nueva función, la de escucha, y así marca una suerte de
gozne en la novela, encaminando el texto hacia una segunda vertiente donde alternan, con el
relato de un narrador omnisciente, las voces que se oyen en la tumba. El relato de Juan
Preciado se ubica, gracias a Dorotea, en su justo lugar; no un soliloquio, no un simple texto en
primera persona, sino una relacion destinada a un oyente preciso: la última mujer con quien
hablara. Cabe señalar la ironía de esta nueva función: Juan Preciado, el personaje vacío que
muere atiborrado de voces y de relatos ajenos, el que escucha y no se entrega, encuentra solo
en la tumba, y cuando su voz es una más entre las voces muertas, el avatar materno a quien
podrá' confiar su historia

-Dorotea, más allá de la muerte, ayuda a salir al viajero de la Comala que el mismo se ha
forjado. Y así como hay paralelos evidentes entre el arriero y Juan Preciado, los hay entre Juan
y la Cuarraca. (266)

-Solo después de muerto conocer a Juan Preciado la verdadera historia del cacique, pero no
directamente a través de su voz, ausente para el hasta en la muerte. Paradójicamente quedara
cifrada la presencia del padre en una figura femenina-no materna-del todo ajena a Juan
Preciado y cuya voz le hace oír Dorotea: Susana San Juan, "sufrida y quizá' loca" (p. 84), única
verdadera mujer de Pedro Paramo y su sola ilusión. De modo desviado, y a través de este
personaje cuya alienación va mucho más lejos que la de Dolores y sus avatares, que la de Juan
Preciado, que la del propio Pedro Paramo, se encontrarían por fin, en el texto, padre e hijo.
(267)

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