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Acuerdos de Basilea

Estos acuerdos son recomendaciones elaboradas por el Comité de Basilea (organización


creada en 1975 y formada por los bancos centrales del anterior G10, Luxemburgo y
España) que establecen unas garantías mínimas sobre los créditos. Fundamentalmente,
se encargan de fijar el coeficiente de caja y los niveles de riesgo asumible.

Actualmente, el Comité de Basilea está formado por 27 miembros (Alemania,


Arabia Saudí, Argentina, Australia, Bélgica,Brasil, Canadá, China, España, Estados
Unidos, Francia, Holanda, Hong Kong, India, Indonesia, Italia, Japón, Corea,
Luxemburgo, México, Reino Unido, Rusia, Singapur, Sudáfrica, Suecia, Suiza y
Turquía) reuniendo a los bancos centrales de estos países cuatro veces al año.

Contemplan el capital mínimo que deben disponer las entidades, con


respecto al volumen de créditos que conceden y al riesgo asociado a
cada operación y cliente
En 1974, con el patrocinio del BIS5 , se constituyó el Comité de Basilea sobre
Supervisión Bancaria6 , el que estaba compuesto por representantes de los bancos
centrales y autoridades de supervisión bancaria de Bélgica, Canadá, Francia, Alemania,
Italia, Japón, Luxemburgo, Holanda, España, Suiza, Suecia, Inglaterra e Estados Unidos.
El Comité de Basilea no posee autoridad formal de supervisión internacional y sus
conclusiones no tienen, ni pretenden tener, fuerza legal. Su objetivo es la elaboración
de estándares de supervisión, así como recomendaciones y principios para las mejores
prácticas en el mercado financiero, con la expectativa de que las autoridades de cada
país adopten las respectivas medidas para su implementación.

Estos acuerdos han evolucionado en función del ritmo de los


acontecimientos, siempre con el fin de reducir al máximo el
endeudamiento y garantizar la capacidad de respuesta ante el riesgo
de operación, crédito y mercado.
A pesar de reportar a los presidentes de los bancos centrales del G-10 , G-10, también llamado
“Grupo de los 10”, está compuesto en realidad por 11 países: Estados Unidos, Japón,
Alemania, Francia, Reino Unido, Italia, Canadá, Suecia, Holanda, Bélgica y Suiza.

el Comité de Basilea cuenta con representantes de instituciones y otras autoridades de


supervisión bancaria nacionales que no son necesariamente bancos centrales y,
consiguientemente, sus decisiones cubren un vasto campo en el mercado financiero, que no
está restringido a la actuación específica de los bancos centrales. En ese contexto, uno de los
principales objetivos del Comité de Basilea ha sido buscar la implementación de sus
recomendaciones en todas las unidades de supervisión bancaria internacional, sobre la base
de DOS PRINCIPIOS BÁSICOS: que ningún banco extranjero escape de la supervisión bancaria y
que la supervisión sea adecuada. Para alcanzar estos objetivos, el Comité ha divulgado una
vasta serie de documentos desde 1975.
El acuerdo de Basilea I, firmado en 1988, estableció los principios
básicos en los que debía fundamentarse la actividad bancaria. Los
más importantes fueron el capital regulatorio, el requisito de
permanencia, la capacidad de absorción de pérdidas y la de
protección ante quiebra. Este capital debía ser suficiente para hacer
frente a los riesgos de crédito, de mercado y de tipo de cambio. El
acuerdo establecía también que el capital mínimo de la entidad
bancaria debería constituir el 8% del total de los activos de riesgo
(crédito, mercado y tipo de cambio sumados).
EL PRIMERO ACUERDO DE CAPITAL DE BASILEA: aprobado en 1988, recomienda estándares
mínimos de requerimiento de capital para hacer frente al evidente deterioro de los índices de
capitalización de los bancos internacionales en la década de los ochenta, El núcleo de ese
acuerdo fue la ponderación de activos de acuerdo con el riesgo de incumplimiento de las
obligaciones de una contraparte, es decir, el riesgo de crédito.

El acuerdo Basilea II, fue aprobado en 2004, Desarrollaba, de manera


más extensa, el cálculo de los activos ponderados por riesgo. De esta
forma, permitía que las entidades bancarias aplicasen calificaciones
de riesgo basadas en sus modelos internos, siempre que estuviesen
previamente aprobadas por el supervisor. Este acuerdo incorporaba,
por lo tanto, nuevas tendencias en la medición y el seguimiento de
las distintas clases de riesgo. Se hizo énfasis en las metodologías
internas, la revisión de la supervisión y la disciplina de mercado.

Lecciones aprendidas de Basilea II

Tomar decisiones a tiempo supone contar con informes cuanto antes.


Ser capaz de reportar en tiempo real acerca del estado de nuestros
activos, operaciones de crédito y de la situación de nuestros clientes,
permitirá identificar incidencias antes de que éstas nos lleven a
asumir expedientes y sanciones.
por eso, es importante ser capaz de reaccionar prematuramente en
cuestiones como la gestión eficaz de los datos.

El acuerdo Basilea III, aprobado en diciembre de 2010, intentó adaptarse a la magnitud


de la crisis económica. Trataba de atender a la exposición de gran parte de los bancos de
todo el mundo a los “activos tóxicos” en sus balances y en los derivados que circulaban
en el mercado. El temor al efecto dominó que pudiera causar la insolvencia de los
bancos, hizo que se establecieran nuevas recomendaciones:

 Endurecimiento de los criterios y aumento de la calidad del


volumen de capital para asegurar su mayor capacidad para
absorber pérdidas.
 Modificación de los criterios de cálculo de los riesgos para
disminuir el nivel de exposición real.
 Constitución de colchones de capital durante los buenos tiempos
que permitan hacer frente el cambio de ciclo económico.
 Introducción de un nuevo ratio de apalancamiento, como
medida complementaria al ratio de solvencia.

Por otra parte, Basilea III es pionera en aplicar requerimientos mínimos de


liquidez. Para ello define dos nuevas ratios, la ratio de cobertura de la liquidez
(LCR) y la ratio de financiación neta estable (NSFR), con el objetivo de evaluar
la supervivencia de las entidades ante problemas de liquidez a corto y largo
plazo, respectivamente.

En resumen, Basilea III nace con el objetivo de proporcionar las medidas y


herramientas necesarias para mejorar la capacidad de respuesta del sistema
bancario ante perturbaciones económicas y financieras y conseguir así una mayor
estabilidad financiera mundial.

El cumplimiento de los acuerdos de basilea dependen directamente


de la disponibilidad, calidad y confiabilidad de los datos que manejan
las instituciones financieras, la manipulación o falta de gestión sobre
los datos puede derivar en riesgos con repercusiones directas en
sanciones que pueden afectar el funcionamiento de las instituciones
financieras.

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