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CENTRO ACADÉMICO: CIENCIAS SOCIALES Y HUMANIDADES.

MATERIA: ÉTICA PROFESIONAL

PROFESOR: PAVEL ERNESTO ZAVALA MEDINA

“CODIGO DE ETICA DE LA PROFESION: LICENCIATURA EN DERECHO”

DATOS DE IDENTIFICACIÓN

DÍAZ DE LEÓN DE LUNA MÓNICA

JUEVES 30 DE NOVIEMBRE DEL 2017, AGUASCALIENTES, AGS.


“CODIGO DE ETICA DE LA PROFESION: LICENCIATURA EN DERECHO”

Inicialmente se dio lectura a tres Códigos de Ética, el primero, de ellos propuesto por Ángel
Ossorio, el segundo, el establecido en la obra de Marina Olmedo denominada Ética profesional
en el ejercicio de la abogacía y el tercero, el expuesto en la obra de José Campillo Sainz,
denominada Introducción a la Ética Profesional del abogado y el cual se transcribe a
continuación:

“1. EL ABOGADO SERVIDOR DE LA JUSTICIA A TRAVÉS DEL DERECHO. Utilizar el


derecho al servicio de la justicia y luchar por ella utilizando como medio el derecho. La justicia
es, sin duda, el valor dominante entre aquellos que el derecho aspira a realizar, el abogado tiene
obligación de oponerse a la ley injusta y el deber de luchar porque se modifique. Además, debe
luchar por el bien común.

2. PROBIDAD. El abogado debe ser un hombre bueno, íntegro, honrado y recto en su conciencia,
es decir, tener probidad. Sin ella, el abogado no tendría autoridad moral para defender y luchar
por la justicia ni merecería la confianza de quienes le encargan su defensa o están sujetos a la
resolución que dicte como juez.

3. NO EMPLEAR NUESTROS CONOCIMIENTOS SINO AL SERVICIO DE LAS CAUSAS


JUSTAS. El abogado tiene libertad para aceptar o rechazar los asuntos en que se solicite su
patrocinio; pero tiene el deber de no aceptar aquellos en los que deba sostener tesis contrarias a
sus convicciones, o cuando no esté de acuerdo con el cliente en la forma de plantearlo o llevarlo
a cabo.

4. LEALTAD. El abogado tiene el deber de ser leal con su cliente; leal con los jueces y
funcionarios ante los cuáles aboga; leal con sus colegas y con su contrincante.

5. DESINTERÉS. Es lícito que el abogado gane su sustento con el ejercicio de su actividad


profesional; pero ella no debe tener como fin esencial el lucro o el interés económico.

6. LA VERACIDAD. El abogado debe buscar la verdad y proceder con veracidad.


7. HACER EXPEDITA LA ADMINISTRACIÓN DE JUSTICIA. El abogado tiene como
obligación, derivada del deber de luchar por la justicia, abstenerse de emplear formalidades o
recursos puramente dilatorios que entorpezcan o prolonguen el procedimiento.

8. EL ABOGADO DEBE SER FIRME. La fortaleza debe ser una virtud del abogado, debe ser
firme, debe enfrentarse, muchas veces, a los abusos del poder, a las amenazas de daños en su
persona, en su patrimonio, o en los miembros de su familia, pero deben resistir con firmeza.

9. EL ABOGADO DEBE SER ESTUDIOSO. El derecho es el instrumento del abogado. Por ello
está obligado a estudiarlo y conocerlo; a mantenerse al tanto continuamente de los cambios y
modificaciones de las leyes; de la jurisprudencia y de los avances de la doctrina.

10. DILIGENCIA Y TENACIDAD. El abogado debe ser tenaz y diligente en la defensa de los
asuntos que se le confían.

11. SECRETO PROFESIONAL. El abogado está obligado a guardar los secretos que conozca
como consecuencia de su actividad profesional.

12. HONOR Y DIGNIDAD PROFESIONAL. El deber de mantener el honor y la dignidad


profesionales se liga claramente al de servir a la justicia, función principal del abogado. El
abogado debe estar claramente consciente de la dignidad de la función que realiza y de las
responsabilidades que ella implica.

13. EL ABOGADO DEBE TENER UN PROFUNDO SENTIDO HUMANO. El abogado está


obligado a adentrarse en la viva realidad de lo humano; a sopesar situaciones, antecedentes,
motivaciones de una conducta y fines que se pretenden alcanzar. Debemos tratar de conocer y
comprender.

14. TRATO CON AUTORIDADES Y COLEGAS. Derivado de la actividad social del abogado,
debe tener deberes de respeto, lealtad, confraternidad y decoro en las relaciones con funcionarios,
la contraparte y con otros abogados.”
Ahora bien, si a los tres códigos de ética referidos en el primer párrafo del presente trabajo,
se les pudiera asignar un determinado valor, para compararlos y así, elegir solo uno, me inclinaría
por el propuesto por José Campillo Sáinz, ¿Por qué?, ello en virtud de que ese Código de Ética va
más allá de su “función” como código de ética, ya que no solo prescribe cuál debe ser la conducta
-en este caso que nos ocupa-, del abogado, sino que además, se remite al objetivo humanista de la
profesión de Derecho, es decir, este código se atreve a recordarle al abogado que el Derecho, ese
conjunto de normas jurídicas que regulan la conducta externa del hombre no lo es todo, no es lo
absoluto, sino que por encima de él, se encuentran determinados valores, principalmente la
justicia, por lo tanto, aquél queda subordinado a éstos. Y por ende, exhibe las deficiencias del
Derecho, es decir, el abogado debe recordar que las respuestas a las situaciones y/o casos que tenga
frente a sí, no están en su totalidad en el Derecho, sino que debe tomar en cuenta otros principios,
otros valores, como lo es la justicia y lograr que el Derecho sea el medio para llegar al fin que es
precisamente la justicia.

Por otra parte, tomando en cuenta la situación actual, es decir, la relativa a que los abogados
han sido etiquetados por la sociedad como “aquellos que lucran con los problemas de la misma
sociedad” o que “es requisito ser un buen mentiroso para ser abogado”; si un abogado presta
atención al contenido del Código de Ética de Campillo Sáinz, y realiza un verdadero compromiso
de trasladarlo a su vida profesional, le otorgará importantes ventajas para lograr el desarrollo y
maduración de esa vida profesional, ¿Por qué el término maduración? Porque considero que en
toda etapa del abogado existe una momento en el que solo importa el deseo constante de querer
ganarle a la parte contraria y obtener una gran remuneración por ello, por lo que si el abogado
lograr superar esa etapa –en este caso, a través del respeto y cumplimiento del referido Código de
Ética, actuando con lealtad, probidad, diligencia, tenacidad, desinterés- pasará a un estado de
mayor tranquilidad, donde no estará estresado en todo momento por cómo buscar ganarle a la
contraria en el sentido de querer demostrarle a ella, al juez y a la sociedad, que es capaz de ganar
cualquier juicio que se le presente, por el contrario, será reconocido por su sentido humanista,
siendo capaz de conocer el Derecho y aplicarlo en la forma que más beneficie a los gobernados,
ya que el abogado no debe olvidar que el Derecho debe servir precisamente al hombre.

Aunado a lo anterior, el abogado al momento de que se le presente un caso, es decir, cuando


una persona solicita sus servicios, podrá razonablemente decidir, tomando en cuenta no solo los
intereses de quien probablemente puede representar sino los de la contraria, y preguntarse
¿Realmente esta persona tiene derecho a lo que alega y reclama? Y el abogado decidir conforme
a ello.

Siguiendo el mismo orden de ideas, si los abogados respetan el Código de Ética propuesto
por Campillo Sáinz, no solo tiene ventajas en la esfera de lo individual respecto a su vida
profesional y con respecto de sus clientes, sino también tiene gran trascendencia frente a las
autoridades ante las que actúa, y que al final de cuentas son quienes “tienen la última palabra”. Es
decir, principalmente, jueces y magistrados depositarán más su confianza en el dicho del abogado
que durante el desarrollo del juicio se haya conducido con diligencia, tenacidad, lealtad, probidad,
aunque no solo dentro de la sala de audiencia sino también fuera de ésta, sin dejar de lado, que el
abogado en su actuar debe respetar a las autoridades ante quienes actúa.

Ahora bien, ¿Cuál es el otro lado de la moneda? Es decir, ¿Qué situaciones devengarían
ante el respeto del multicitado Código de Ética?

En primer lugar, y aunque a simple vista a través del Código de ética elegido, sea difícil
identificar las desventajas que se pudieran presentar, éstas pueden darse en los siguientes términos
y para lo cual me sirvo citar algunos ejemplos:

Primero, respecto al punto número 8 del código, referente a la fortaleza del abogado, y que
refiere que “…debe enfrentarse, muchas veces, a los abusos del poder, a las amenazas de daños
en su persona, en su patrimonio, o en los miembros de su familia, pero deben resistir con
firmeza…”. Lo anterior, lleva a aceptar que es una realidad que en los casos que el abogado tenga
que defender una causa justa, van a existir quienes se opongan a ella, lo que puede traer consigo
consecuencias perjudiciales en su esfera individual como puede ser la oposición por parte de
autoridades y recibir sucesivos “No” como respuesta a nuestra defensa; sin embargo, el abogado
ante dichas situaciones debe mantenerse en su actuar para defender precisamente esa causa que lo
llevó hasta ese límite.

Segundo, respecto al punto número 11 del código, referente al secreto profesional del
abogado, ¿Qué pasa en aquellos casos en que al abogado se le transmitió determinada información
por una persona que solicitó sus servicios y dicha información es relevante para proteger a otra
persona o incluso salvarle de algún peligro?, ¿Debe o no el abogado de prescindir de obligación
de guardar el secreto profesional? La respuesta a estas cuestiones al menos por lo que respecta en
el derecho mexicano existe una “solución”: el abogado solo podrá revelar el secreto profesional si
tanto él como quien le trasmitió la información relativa lo consienten, por lo tanto, se deduce que
se salvaguarda ante todo, el secreto profesional abogado-cliente, sin tomar en cuenta las
circunstancias de gran relevancia y en las que sea necesaria cuestionarse el alcance del secreto
profesional.
Por otro lado, en este momento como estudiante de la carrera de Derecho, y tomando en
cuenta que aun no hay un completo y profundo contacto con el ámbito laboral, es necesario desde
este momento ser conscientes del contenido del mismo, y no solo conocerlo, sino sobre todo pensar
qué situaciones se podrían presentar en la vida real y que pudieran constituir un obstáculo para el
cumplimiento del Código de Ética planteado por Sáinz. En este momento podemos verlo como
una instrucción teórica pero que ello nos sirve para poder prepararnos como futuros abogados.
Asimismo, considero que no existe una razón específica y expresa del por qué un abogado
deba respetar un código de ética de su profesión y en este caso el propuesto por Campillo Saínz,
talvez podría ser por lo expuesto inicialmente al detallar las razones por las que se consideraba que
es el mejor código de ética de entre los consultados, sin embargo, es necesario aclarar que nadie
ni nada obliga al profesionista a actuar conforme a un código de ética, sin embargo estimo que es
una razón envuelta en un compromiso que se adquiere incluso mucho antes de empezar a ejercer,
podría decirse que ello se remite al momento mismo de elegir la carrera, pues en mi caso, en virtud
de esa elección, elegí que por medio del Derecho, debo buscar la justicia, y que para ello debo
actuar con rectitud, lealtad, desinterés, veracidad, firmeza, pero siempre dentro del margen del
honor y dignidad profesional. Compromiso que será reafirmado al momento de hacer mi juramento
al recibir mi título correspondiente.

Finalmente, correlacionado con el punto tratado en el párrafo inmediato anterior, ¿Cabría


formularse la cuestión relativa a qué sucede si no respeto el Código de Ética? Realmente no existe
una sanción material ante su incumplimiento, sin embargo, si no lo hago la situación y estado
jurídico de las personas que puedan depositar su confianza en mí, al contratar mis servicios o
incluso los de la contraria, pueden resultar afectados, y sin razón alguna que lo justifique; y más
importante sus bienes jurídicos y Derechos Humanos, como la libertad, la vida, la dignidad, pueden
estar en mis manos y su correspondiente respeto bajo mi más estricta responsabilidad.
BIBLIOGRAFIA

CAMPILLO SAINZ, José. Introducción a la Ética Profesional del abogado. Editoral Porrúa,
México, 1992.

OLMEDA GARCIA, Marina del Pilar. Ética profesional en el ejercicio de la abogacía.


Universidad Autónoma de Baja California, México, 2007.

OSSORIO Y GALLARDO, Ángel. El alma de la toga. Editorial Porrúa, México, 2008.

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