El ensayo es un proceso de autognosis, diagnosis y prognosis que nos permite
comprender nuestra identidad cultural, ya que al cuestionar nos autocuestionamos. Octavio Paz en su ensayo sobre El laberinto de la soledad, mostró la condición y el límite de la identidad mexicana, por lo que se pregunta ¿quiénes somos?, ¿de dónde venimos?, y ¿hacia dónde vamos?, en esa búsqueda—nos dice—: “Ser uno mismo es, siempre, llegar a ser ese otro que somos y que llevamos escondido en nuestro interior, más que nada como promesa o posibilidad de ser”.1 Ya que: “en cada hombre late la posibilidad de ser, o más exactamente, de volver a ser, otro hombre”.2 Es posible repensar un nuevo humanismo más sensible al otro, un humanismo vital y pluralista que supere el antropocentrismo y el racismo, o, en términos de Mario Teodoro Ramírez, un “sobrehumanismo”, que valore la dimensión estética y creadora de la cultura, ya que hay cierta ambigüedad entre la corporalidad y espiritualidad que conforma un campo de mediaciones, inflexiones, pliegues y repliegues donde el ser humano puede darse un nuevo ser, instaurar un sentido, comunicar y reconocer a otros seres humanos en lo que más que tienen de humano- demasiado humano, en la donación y la abundancia de lo “sobrehumano”, ya que, “quizá no haya palabra precisa: la idea es pensar más allá del hombre, desde lo humano, naturalmente, pero usando lo humano como un espacio de comunicación, como un ámbito de inflexión (antes que de reflexión), como un “pliegue” en el inmenso tejido del Ser”.3 1 Octavio Paz, El laberinto de la soledad, FCE. México, 2ª edición, 1997, p. 188. Véase: “Nuestros días”. 2 Ibid, p. 31. 3 Mario Teodoro Ramírez, Humanismo para una nueva época. Nuevos ensayos sobre el pensamiento de Luis Villoro. Editorial Siglo XXI en coedición con la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo. México, 1ª edición, 2011. p. 18.