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Periodismo y literatura, roles

intercambiados
Que la literatura transite por los caminos del periodismo y viceversa no es algo nuevo o de las
décadas recientes. Pero analicemos un poco los orígenes de esa tendencia. En 1722 en Diario del
año de la peste, el británico Daniel Defoe (autor de la famosa novela Robinson Crusoe) elabora un
impresionante recorrido por la dramática situación que atravesaba Europa con esa atroz epidemia, a
partir de entrevistas con sobrevivientes, con familiares de las víctimas, con datos y comentarios
reales del flagelo que castigó principalmente a Londres en 1665.

No es el único ejemplo. En Historia de la columna infame (1842), el escritor italiano


Alessandro Manzoni narra un memorable caso judicial y construye una novela a partir de hechos
verídicos. Ninguno de esos dos relatos están dominados por la ficción. Es decir, el reporte
periodístico de pronto mutó en literatura. Lo mismo en Los crímenes de la calle Morgue (1841) de
Edgard Alan Poe o El misterio (1845) de Marie Roget, que son también obras literarias sostenidas en
hechos reales.
El estadounidense John Hersey con Hiroshima, 1946 (recientemente reeditado en Google Books), es
el primero que establece un sólido antecedente de las novelas reportaje que proliferan en los años
50, 60 y 70. Ese trabajo fue considerado como el mejor artículo del periodismo estadounidense del
siglo XX por un panel de 36 miembros asociados con el departamento de periodismo de la
Universidad de Nueva York. Con documentada veracidad, apela a testimonios de seis sobrevivientes
del ataque nuclear a suelo japonés y carga el relato de emoción y desesperación. Pero Hersey
subordina su obra a la exigencia de la verdad, sin ficción, una herencia que recogerán poco después
Truman Capote, Norman Mailer, Lilian Ross, Ernest Hemingway, por citar solo algunos casos
resonantes.

“A un escritor le está permitido todo, siempre que sea capaz de hacerlo creer (al relato). Eso, en
general, se logra mejor con el auxilio de ciertas técnicas periodísticas, mediante el apoyo en
elementos de la realidad inmediata”, advirtió el fallecido Premio Nobel de Literatura colombiano,
Gabriel García Márquez. Un notable artículo del diario El País de España que recomiendo leer (link al
pie del apunte) sostiene que si se hace un paralelo entre la obra periodística y la obra de ficción
García Márquez “se ve que, por ejemplo, mientras trabajaba en El Espectador, de Bogotá (y daba
forma en 1955 a las veinte entregas consecutivas de lo que sería después el libro Relato de un
náufrago), o era corresponsal de Prensa Latina, escribía El coronel no tiene quien le escriba y La mala
hora”.
“Aun después de Cien años de soledad, la novela de 1967 que lo puso bajo los reflectores, sigui ó
publicando artículos en El tiempo, de Colombia, y después en El País, de España. A un año de la
aparición de El amor en los tiempos del cólera, en 1985, publicó un libro de no ficción: Miguel Littin,
clandestino en Chile. Y cuando ya no necesitaba demostrarle a nadie lo que podía hacer, investigó y
escribió Noticia de un secuestro, en 1996. Fue uno de los pocos autores latinoamericanos de su
generación (otro, insoslayable es Mario Vargas Llosa) que creyó que el periodismo bien hecho podía
llegar a ser un arte, y que actuó en consecuencia”, añade el artículo.

El periodista y escritor español José Acosta Montoro (1930-2008) sostuvo en uno de sus notables
artículos que “el periodismo es la historia del presente y la literatura es el periodismo del pasado ”.
Es claro que el paso del tiempo convierte en historia lo que ayer fue periodismo. El periodista,
novelista y profesor de periodismo mexicano ya fallecido Vicente Le ñero (1933-2014) acotó en
algunos de sus trabajos que "sin el periodismo el hombre conocería su realidad únicamente a través
de versiones orales, resúmenes e interpretaciones históricas y anecdotarios".

Tengamos en cuenta que periodismo y literatura comparten cuestiones en común. Se suele rescatar
a la fantasía como el elemento diferenciador, es que acaso el escritor puede deformar la realidad
exagerándola (hipérbole) y hasta confundir al lector pasando de la realidad a la ficci ón cuantas veces
quiera y hasta mezclando en el relato una y otra. El relato periodístico supuestamente (más adelante
verán porqué digo “supuestamente”) se construye a partir de la necesidad de transmitir un
conocimiento integral, formativo y hasta, algunas veces, de entretenimiento.

El periodismo debería someterse a la realidad con tozudez y objetividad. Pero hagamos un


paréntesis, porque actualmente estamos en la llamada “Era de la Posverdad”, donde los gobiernos
(como el de Emmanuel Macron en Francia) y los medios (como la BBC de Inglaterra) crean entes y
construyen espacios de investigación para desenmascarar las noticias falsas (“fake news”), que tanto
daño hacen a la sociedad. Y en ese contexto, vale preguntarse si la ficción (una ficción deliberada,
malintencionada), un relato que se aleja de la realidad, “una literatura promiscua”, al decir de
algunos expertos británicos, no domina los relatos periodísticos de nuestro tiempo.

De hecho, Donald Trump la usó a lo largo de su campaña electoral, amparándose en la prensa que le
es leal para difundirla. Pero lo vemos a diario en la prensa latinoamericana. Allí, esta dicotomía
“literatura-periodismo” se diluye y más bien deberíamos hablar de “mentira-relato real”. Como dijo
la notable periodista y escritora española Rosa Montero: “La posverdad crece porque la gente
escoge creer la mentira". Va también al pie un artículo notable sobre esa tendencia tan actual.
Nuevo periodismo
Pero volvamos a nuestro eje de literatura-periodismo. Deberíamos detenernos en la llamada
corriente “Nuevo periodismo”. Muchos sostienen que tuvo su nacimiento en los años 60 en Estados
Unidos, a la sombra de fuertes cambios y contrastes sociales. Un eje mplo emblemático es el libro A
sangre fría de Truman Capote (no dejen de leerlo cuando puedan), novela de no ficci ón donde se
combinaban elementos literarios con otros propios de la investigaci ón periodística.

Este estilo transformó de raíz el postulado de Harold Lasswell, que establecía donde el qué, quién,
cómo, cuándo y por qué como las premisas del relato informativo. Se trató de un modo de agregar
profundidad y un relato más atractivo para el lector. Adjetivos y figuras literarias y recursos que
mostraban el carácter y las emociones de los personajes empezó a dominar a la crónica periodística,
basada en soportes de la literatura. Se fue saliendo de la información “dura” y concreta para recrear
las situaciones, para aportar ambiente, color, sentimiento.

Para la periodista y escritora argentina Leila Guerriero, el periodismo narrativo es “un oficio modesto,
hecho por seres lo suficientemente humildes como para saber que nunca podrán entender el mundo,
lo suficientemente tozudos como para insistir en sus intentos y lo suficientemente soberbios como
para creer que esos intentos les interesarán a todos”.
Periodismo-literatura en Argentina
Enfocar la simbiosis periodismo-literatura en Argentina nos lleva directamente a Operación masacre,
el notable texto de Rodolfo Walsh. Vale preguntarse: ¿Qué es Operación Masacre? ¿Una crónica
periodística con una notable investigación detrás que sostiene el relato? ¿Una novela que apela a
hechos reales pero cuyo ritmo narrativo oscila por los carriles cl ásicos de ese género literario? ¿O es
todo eso y algo más?

En 1957, el periodista Walsh (desaparecido en la última dictadura militar, 1976-1983) escribió ese
libro que haría historia y desnudaría la cara más oscura de la Revolución Libertadora, que derrocó en
1955 al gobierno de Juan Domingo Perón. La ejecución sumaria de una docena de hombres en un
basural de José León Suárez, detenidos poco antes de que el gobierno de Pedro E. Aramburu dictara
la Ley Marcial, y el inestimable dato de “el fusilado que vive” unos meses después del fatídico 9 de
junio de 1956 le permitieron a Walsh la reconstrucción de los hechos. Literatura con recursos
periodísticos y periodismos con estilo literario. Todo confundido y enlazado en una obra imperdible
que nada tiene de ficción.

Pero qué buscaba ese “nuevo periodismo” que entró en romance con la literatura y quebró
tradiciones y estilos. En su momento lo explicó con claridad el estadounidense Tom Wolfe,
considerado el padre de esa corriente: “hacer posible un periodismo que se lea igual que una
novela”.
Links para ampliar información

El País (España): artículo sobre Gabriel García Márquez:

https://elpais.com/cultura/2015/04/16/actualidad/1429209581_454020.html

El País, arículo sobre postverdad:

https://elpais.com/elpais/2017/04/21/opinion/1492794405_409312.html

Revista Anfibia. “¿Qué es el periodismo literario?”, por Leila Guerrero:

http://www.revistaanfibia.com/cronica/que-es-el-periodismo-literario/

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