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Resumen

UCO Herramientas
de la Psicología
Social 2017

1
Índice.

Módulo 1
Raggio, A. (2000) Intervención y campo de intervención…….pág. 4
Díaz, E. (2017) El mito de que el poder no tiene nada que ver con el saber……..pág.5

Módulo 2
Fernández , A.M y Herrera, L. (1991) Laberintos Institucionales…….pág.9
Kaminsky, G. (1994) Prólogo y Cap. 1 Propuestas………..pág.17

Módulo 3
Almandóz, B., Barceló, R., Castellini, E., Chacón, T., Etcheverry, G., Fernández, T., Rizzo,
V. y Silvera, M. (2016). Informe final de investigación………pág.20
Berriel, F y Pérez, R. (2007) Las demencias. Diferentes paradigmas y teorías……….pág.29
Gelencser, A., y Scherzer, A. (1979) Dinámica de las estrategias terapéuticas de abordaje
pluridimensional……………pág.38
Rodríguez Nebot, J. (2004) Clínica móvil…………pág.44

Módulo 4
León, A. (2010). Danzando la Psicología Social Comunitaria: revisitando la IAP a partir de
un curso de danza en una asociación cultural de barrio…….pág.48
Martínez Guzmán, A. (2014) Cambiar metáforas en la Psicología Social de la Acción
Pública………………………..pág.54
Montenegro, M. (2002). Otredad, legitimación…………pág.57
Rodríguez, A., Giménez, L., Netto, C., Bagñato, M., y Marotta, C. (2001) De ofertas y
demandas: una propuesta de intervención en Psicología Comunitaria…………pág. 61
Soto, A. (2002). Procesos de intervención comunitaria………pág. 63

Módulo 5
De León, N., Dorta. Experiencias de extensión universitaria con desarrollo en el campo de
la salud mental………………pág.70

2
García, D. (1997) El taller como espacio de aprendizaje………….pág.82
Dabas, E. (2001) redes sociales……..pág.84
Jasiner, C. (2000). Dispositivos en Psicología social. Observando la observación: adiós a
Pilatos………………pág. 92
Pérez, R. (2008) El refugio como primer eslabón de inclusión psicosocial para adultos
mayores en situación de calle……………..pág. 98
Pichon Rivière, E. (1989). Técnica de observación de grupos operativos……….pág. 101
Sobrado, E. (1979) La observación del observador. ¿un problema de la
técnica?....................pág. 109

Módulo 6
Goffman, E.(1961/ 2001) La carrera moral del paciente mental…………pág.111
Fernández, A.M., y De Brasi, J.C. (1993) Introducción………pág.114
Moro Abadía, O. (2003). ¿Qué es un dispositivo?.............pág.116
Stolkiner, A. (2015). Derechos humanos y salud desde el pensamiento médico social/salud
colectiva latinoamericano………pág. 121

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Modulo 1

RAGGIO Intervención y campo de intervención.

Una dicotomía entre campo clínico y campo comunitario.

Campo de análisis como singularización inmanente al campo de intervención.

De la naturaleza del campo de intervención

El rol de un psicólogo en el ámbito clínico, no puede ser el mismo que tendría en un ámbito
comunitario.

3 líneas de sentido predominante: La evidencia empírica, las lógicas técnicas y los objetivos
disciplinarios.

“La comunidad” es una noción teorico-tecnica, una particular decodificación del campo
social comunitario, que busca hacer operativo este campo a los fines de la estrategia
referida.
Siempre intervenimos en procesos subjetivos. El campo de intervención es pensado como
una red de composición.

Freud: el lugar del médico, el lugar del experto, es desplazado y la producción del saber
(sentido) se resitúa en una dialógica entre paciente y analista.

La apertura de un espacio de análisis queda ubicada en esa dialógica, en el cual es sentido


acerca de lo que se manifieste como padecimiento o conflicto, es inevitablemente un
sentido a producir, no está dado a priori. La cuestión centras es abrir en el campo de
intervención la perspectiva crítica del problema.
La idea de problema, la ética del investigador, quien a priori debe reconocer su ignorancia
acerca de aquello que investiga

La supuesta diferencia entre campo de intervención y campo de análisis: si el campo de


análisis no es inmanente al campo de intervención, no es campo de análisis, es otra cosa. El
campo de análisis es un espacio diferencial en el campo, pero no diferente.

El campo de análisis o espacio analítico es un espacio diferencial que se forma por


singularización a partir del propio campo de intervención, un pliegue desde ese mismo
campo que reflexiona sobre sí mismo y sus sentidos posibles. Pensar al campo de análisis
como una lógica de subjetivación, reflexivamente establecida y articulada en una
continuidad topológica con el espacio social.

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Díaz, E. (2017) El mito de que el poder no tiene nada que ver con el saber

Mi intención es analizar el tema de la interdisciplinariedad desde los campos prácticos en


los que la interdisciplina se ejerce realmente, e investigar así mismo otros campos en los
que se impide que la interdisciplina se despliegue de manera efectiva.

La primera premisa que sostiene mi trabajo es que a nivel teórico la interdisciplina es una
consigna que casi no se discute. Por ejemplo, la categoría de interdisciplina fundamenta y
diagrama planes educativos en algunos países de nuestra región. Sin embargo -con
honrosas excepciones- la aplicación real de la interdisciplina (en educación superior, en
empresas, en programas de investigación, en institutos de salud, entre otros) choca con
obstáculos para instrumentarse de manera solidaria, con respeto mutuo entre disciplinas y
sin subordinarse unas a otras, es decir, con horizontalidad entre los poderes epistemológicos
y los poderes de gestión.

Ante esta problemática, la hipótesis que guía mi trabajo es que la creencia de que el poder
se ejerce de modo piramidal o vertical obstaculiza desarrollos sólidos de diagramas (o
agenciamientos) interdisciplinarios, porque la interdisciplina, además de acuerdos teóricos
y técnicos, requiere acuerdos estratégicos consensuados desde poderes horizontales,
reticulares, con autoridad pero sin autoritarismos.

Entre los múltiples interrogantes que suscitan los temas interdisciplinarios he elegido dos
preguntas como guía de esta comunicación:

I. ¿Cómo se forman dominios de saber interdisciplinarios a partir de prácticas sociales


(poder)?

II. Una historia del conocimiento (genealogía), ¿puede despejar el campo de comprensión
de los obstáculos con los que se encuentran los agenciamientos interdisciplinarios?
Considero que la respuesta a la primera pregunta se comienza a iluminar si pensamos que
las prácticas sociales generan dominios de saber. Y esos nuevos dominios de saber
constituyen a su vez nuevos objetos, nuevos conceptos, nuevas técnicas y nuevos valores.
Este proceso cognoscitivos y político (o de poder), a su vez, conforma nuevos sujetos. La
segunda respuesta, por su parte, se fundamente en que la verdad tiene historia (no es
atemporal ni formal), y que nuestro saber actual surgió de prácticas de control y vigilancia,
fundamentalmente desde la biopolítica moderna reforzada con la biopolítica
contemporánea.

La metodología de la presente reflexión se basa en el análisis de los discursos en relación


con las prácticas sociales. No se analiza el discurso como hecho lingüístico sino desde su
irrupción entre diferentes relación de poder. En el caso de las prácticas interdisciplinarias,
como en todo emprendimiento institucional, los discursos y los silencios se dirimen
mediante la polémica y la estrategia. Es decir, son del orden de lo político.
Apelo a dos metáforas o paradigmas de poder diferentes entre sí. Por un lado el poder
entendido de manera piramidal y jerárquica. Este modelo de poder supone que quienes
están en la cúspide de la pirámide aplican un poder vertical sobre “los de abajo”, que

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carecerían de poder recibiendo las coacciones que les imprimen “los de arriba”. La otra
metáfora es la del poder reticular y horizontal. Aquí el poder se concibe como una red o
malla que recorre todo el entramado social y atraviesa a todos los sujetos de un dispositivo.
No se niega que haya ciertos núcleos con mucha intensidad de poder y otros que casi
carecen de poder. Esta red se piensa con diferentes tramas, en algunos lugares de la red el
tejido es muy apretado -he aquí la concentración del poder- y en otros el entramado es ralo,
su entretejido deja buracos o zona carenciadas de poder.

Sabido es que el poder no se posee, el poder se ejerce. Y no de manera unilateral sino como
poder y contra-poder, como potencia y resistencia. Además el poder es productor. Si
pensamos en la red institucional que sostiene los agenciamientos (o diagramas)
interdisciplinarios, podemos deconstruir el poder piramidal, posibilitando un intercambio
ágil entre diferentes saberes.

El imaginario social que alienta a la mayoría de las instituciones es el del poder piramidal.
Pues independientemente de que el poder siempre se da en dispositivos y que estos son
reticulares, existen imaginarios institucionales que se rigen como si el poder realmente
fuera piramidal. Algunos de los organismos productores o ejecutores de saberes en la red
institucional que sostienen los agenciamientos interdisciplinarios son el hospital, la escuela,
la empresa, la universidad y las agencias de investigación. Deconstruir el poder piramidal
posibilita un intercambio ágil entre diferentes saberes. Pero quienes ejercen densamente el
poder suelen formar dispositivos cerrados sobre sí mismos en su afán de hegemonizar.

Esto no favorece el intercambio dificultando por lo tanto el accionar de lo interdisciplinario.


Ahora bien, cabe preguntarse, ¿Por qué los dispositivos piramidales obstaculizaban la
realización efectiva de diagramas interdisciplinarios? Porque al ser un poder con
pretensiones jerárquicas, y aparentemente “dueño” de la verdad, choca con la circulación
real de los poderes que atraviesa a gobernantes y gobernados, a autoridades y subordinados,
a docentes y alumnos, a todos los miembros de un proyecto de investigación. Las
prerrogativas que otorga un poder jerárquico propician -entre otras cosas- falta de espacio
crítico. La crítica es tan necesaria hacía el interior de cada disciplinas como en la
interrelación de unas con otras. No menos necesaria es la libertad, que es un elemento
indispensable para intercambios innovadores. Incluso se puede pensar el accionar de la
interdisciplina como un rizoma, en tanto categoría de pensamiento, tal como lo proponen
Deleuze y Guattari, cuya condición de posibilidad sea justamente la horizontalidad de un
poder que avale un saber entre heterogéneos.

Pero aquí se presenta una paradoja, ya que el saber interdisciplinario consiente de serlo,
surge de las universidades. Sin embargo, la institución Universidad, desde su creación en el
siglo IX, ha propiciado el aislamiento de los saberes: Facultad de Medicina, Facultad de
Teología, Facultad de Humanidades y más y más compartimentos estancos. Estos
dispositivos de poder-saber- en su estructura profunda todavía no se han desarticulado.
Recién en la década de 1960 se originaron fuertes corrientes de opinión rescatando los
beneficios de la interdisciplina. El dispositivo de poder universitario necesita flexibilizarse
y presentar fronteras porosas para que los saberes puedan intercambiarse de manera
fecunda.

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Los dispositivos de poder tienen sus territorios inmanentes. La arquitectura, por ejemplo, da
cuenta del esquema de poder sobre la que se consolida. Los edificios -con sus separaciones
edilicias para diferentes disciplinas o sus panópticos- materializan los esquemas
jerárquicos. Ejemplo: hospitales o universidades en los que la salud mental está
fragmentada en edificios de “Servicio o Facultad de Psiquiatría” por un lado y “Servicio o
Facultad de Psicología” por otro. Analizar las disposiciones arquitectónicas es una
perspectiva posible para comprender cómo se distribuye el poder en el interior de dichos
edificios y por lo tanto en las instituciones.

Otro importante elemento de análisis es la realización efectiva de las prácticas profesionales


que, en general, suelen reforzar los esquemas piramidales. Es común que las enfermeras
estén subordinadas a los médicos, a pesar de que sus créditos académicos sean equivalentes
o, en algunos casos, existan enfermeros con títulos habilitantes superiores a los de algunos
médicos (doctores en enfermería versus médicos sin posgrados), pero en la práctica no se
termina de reconocer su rango. También representa un obstáculo para la puesta en práctica
de dispositivos interdisciplinarios el lugar común del discurso neopositivista, que considera
que las ciencias sociales son epistemológicamente inferiores a las ciencias naturales o
“duras”.

Todo lo aquí expresado no niega que existen espacios en los que los diagramas
interdisciplinarios funcionen. No obstante considero que a nivel general la interdisciplina
real y concreta sigue siendo una ilusión.

Se impone una aclaración, en el presente trabajo utilizo los términos “diagramas” y


“agenciamiento” como sinónimos para referirme a multiplicidades heterogéneas que se
unen o conforman unidades de análisis o tareas en común. Estas relaciones son equitativas
(no jerárquicas ni discriminatorias) entre profesiones, edades, sexos y diferentes reinos
(humano, animal, vegetal). En el agenciamiento se producen alianzas entre objetos, cuerpos
y enunciados de modo horizontal, no se piensa en infraestructura ni en superestructura. Se
trata de pensar desde otro lugar. Desde territorios no hegemónicos sino desde diferentes
perspectivas. Se trata de un inter-juego entre signos y cuerpos como componentes de una
misma máquina. Aunque obviamente existe pluralidad de máquinas.

Los enunciados interdisciplinarios no soportan sujetos individuales, necesitan agentes


colectivos. Sin personalismos y con consciencia de la circulación del poder y los inter
atravesamientos de saberes. Ocurre que si el poder se considera así mismo piramidal
favorece los intercambios autoritarios y trascendentes que operan en contra del trabajo
interdisciplinario eficaz. Por el contrario, si el poder se asume como red o malla se favorece
la distribución equitativa, las relaciones concretas y los intercambios democráticos e
inmanentes, que favorecen los desplazamientos entre diferentes epistemes.

Cuando los equipos interdisciplinarios se organizan siguiendo el esquema piramidal de


poder se dificulta la integración real por falta de equidad. Utilizando un concepto de
Bourdieu entiendo que se debe realizar una “vigilancia epistemológica” consensuada
puntillosamente entre todos los miembros de un equipo. El dispositivo no es jerárquico
pero requiere responsables, y la vigilancia epistemológica consiste (en este caso particular)

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en estar atento a que los responsables de los equipos no se enamoren del poder. Es
importante también controlar que los discursos sean adecuados a las prácticas.

Veamos un ejemplo de la vida real. Hace dos meses, en un congreso en un Hospital Público
del conurbano bonaerense (Argentina) no se permitió la asistencia de enfermeros y
obstetras, ¡el tema del congreso era la Interdisciplina! Y, cuando las conferencias versaban
sobre ciencias sociales o humanidades, aproximadamente la mitad de los asistentes -en su
mayoría médicos- abandonaban la sala de conferencias porque la filosofía o la sociología
“no les servía para nada”.

Ilustro el tema con un nuevo ejemplo: Durante 2011, en una Jornada Universitaria sobre
Interdisciplina en la región argentina de Cuyo (zona de conflictos en torno al
abastecimiento de agua). Las primeras conferencias de la jornada fueron filosóficas y
científico-sociales. El resto del día expusieron ingenieros y, en varias oportunidades,
expresaron que “de filosofía ya se había hablado bastante, ahora había que dedicarse a
temas importantes” (!!!).

Entiendo que estos ejemplos son efectos de superficie, pero las raíces de estas
manifestaciones hostiles a la interdisciplina deben buscarse en las estructuras profundas de
nuestras sociedades y en las prácticas profesionales heredadas. Esas estructuras y esas
prácticas son paternalistas y autoritarias Esto se traslada al saber. Los profesionales que
ejercen poder institucional piramidal inhiben la creatividad de los equipos
interdisciplinarios. También entre pares se pueden detectar coacciones que imposibilitan
líneas de fugas del deseo. Las líneas de fuga son indispensables para la creación; ya se trate
de creación científica, humanística o artística.

Destaco tres ejes de investigación entre las que conforman este marco teórico. En primer
lugar el hecho de que nuestra cultura, desde Platón en adelante, se haya aferrado al mito de
que el poder no tiene nada que ver con el saber. En segundo término el trabajo genealógico
de Nietzsche que ha dejado en claro que detrás de todo saber se esconden siempre luchas de
poder. Y por último las investigaciones de Foucault sobre esta problemática, que podrían
resumirse con su manifestación de que no existe fragmento de verdad que no esté atado a
condición política (es decir a relaciones de poder).

Considero que la complejidad del presente asunto debería abordarse desde prácticas
discursivas y no discursivas micropolíticas. ¿De qué manera? Comenzando con una
deconstrucción de las formas de discriminación que representa una tecnología de poder (o
contra-poder), para enfrentar las veladas configuraciones de dominación que entorpece el
éxito de las prácticas interdisciplinarias, a las que aspiramos como parámetro de excelencia.
Expongo ahora algunas consideraciones finales. Entiendo que se trata de resistir la
exclusiones, tanto aquellas monumentales y acuciantes que nos rodean y aplastan, como las
menores y aparentemente insignificantes que entorpecen la interacción entre los saberes y
la reafirmación de la vida. Entiendo asimismo que no es necesario ser solemne para ser
sólido. Por consiguiente si la búsqueda interdisciplinaria es alegre y vital resulta más
fecunda no solamente como emancipación personal sino también como aporte para la
ciencia, la docencia y demás actividades cognoscitivas y sociales en las que estamos
comprometidos.

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Módulo 2

Fernández , A.M y Herrera, L. (1991) Laberintos Institucionales.

Se reprodujo en esta oportunidad una modalidad en el procesamiento de la consulta, usual


en nuestro medio institucional público: la iniciativa es impulsada y sostenida por personas
integrantes de pequeños grupos que registran en lo cotidiano de la institución situaciones
conflictivas; las mismas pocas veces son comunicadas a las instancias directivas y, cuando
lo son, no se obtienen de ellas respuestas satisfactorias. Movimiento expulsivo que ocluye
la creación de los espacios necesarios para el análisis, la reflexión y la crítica de las tareas
desarrolladas, que es complementario del estado deficitario en que se encuentra la
capacitación profesional hospitalaria.

Esta se halla sumida en la escasez de recursos, la inarticulación programática o las disputas


de poder por la hegemonía.* Ambos empujan a aquellos que han atisbado "algo" a suponer,
o ilusionar, que los problemas percibidos puedan comprenderse y quizá resolverse "afuera"
de la institución. De lo manifestado por los integrantes del colectivo como motivos de la
consulta, se destacan el alejamiento del jefe del servicio, con la consiguiente desorientación
y orfandad en las que dicen haber quedado por tal circunstancia; las serias dificultades para
organizar las prácticas en el servicio; la imposibilidad para materializar lo realizado en una
producción escrita; la lucha desatada en el colectivo por la ocupación de lo que entendían
eran los lugares de decisión. Cuestiones que se formulaban en un primer enunciado
producido grupalmente en las reuniones de asesoría: "¿Qué nos pasa como grupo?".

El requerimiento de intervención fue presentado como una decisión autónoma de los


integrantes del colectivo respecto de su jefe, el cual había presentado la renuncia al cargo
sin haberla efectivizado aún. (Es de destacar la relevancia que tuvo para el colectivo
consultante abrir este primer espacio donde los integrantes se proponían indagar sus asuntos
internos e institucionales.)

Para iniciar el análisis de esta demanda deberíamos atender todos aquellos aspectos que
convergen en el trabajo institucional: la historia de la institución, su origen, desarrollo,
actualidad, su lugar en el programa oficial de salud mental diseñado para la región, las
políticas que sostienen ese programa, las relaciones con otras instituciones del sector,
historia de la sala de referencia, su lugar en el hospital, conformación de los servicios que
presta relaciones con otras salas, la formación profesional de cada uno de los integrantes,
sus intereses personales, el sentido que otorgan a su trabajo, la relación que mantienen con
las diversas instancias institucionales.

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Si "todo grupo nos remite a la institución en la medida en que su definición, sus
características, su inserción en una estructura o en un sistema, residen en el análisis de
aquello que lo instituye, lo produce y garantiza su duración y sus funciones en la práctica
social"3 será importante destacar que la perspectiva de referencia del colectivo que nos
ocupa no era la institucional hospitalaria sino la de un grupo familiar.

Su apoyatura originaria se ubicaba en un equívoco: el de confundir las condiciones de


producción necesarias e imprescindibles para realizar un trabajo determinado —en las
cuales, sin duda, formaban parte fundamental los sentimientos y emociones que los actores
pudieran generar e intercambiar entre sí— con las finalidades y objetivos de la tarea. Estas
no consistían en el amiguismo o la mutua protección fraterna, sino en la articulación de
recursos diversos en el abordaje de las complejas situaciones de los internados y las
arrevesadas tramas institucionales. Sin embargo este equívoco ofrecía sus bondades:
mantenía y alimentaba la ilusión de un grupo autosuficiente, repelía "ideológicamente" la
contracara de familiarismoamiguismo: el eficientismo frío, y, lo que es más importante
evitaba discurrir por zonas y procesos de diferenciación que hubieran incluido dolor y
soledad, desde las cuales hubiesen podido construir posiciones críticas y singularizadas
respecto del acontecer institucional.

En primer lugar recordemos que uno de los motivos por los cuales consultan es el
sentimiento de abandono en el que dicen haber quedado sumidos por la renuncia del jefe; y
otro, ligado a éste, la necesidad explicitada de que la asesoría buscada se encontrase fuera
del lugar de residencia. El grado de dependencia e indefensión alcanzado habla de algo más
que del previsible sentimiento de tristeza que se experimenta por la separación de una
persona con la que se compartieron tareas, aprendizajes y dificultades, puesto que la
indefensión —algo así como una forma coagulada de la dependencia— ya no será ante esa
figura "dadora" y "protectora", sino ante la institución misma que se presentificará en las
responsabilidades, adentro y afuera de la sala, a las que los actores deberán responder.

En la conjunción de estas dos conductas, la de la jefatura y la de la aceptación de las


mismas por los integrantes del grupo, se construía la fina, firme y resistente pared de la
burbuja. Formación que no tenía para las partes intervinientes el mismo sentido producido,
y menos aún un mismo futuro por lo que la situación así instituida colocaba a los actores en
posiciones diametralmente opuestas frente a las diversas dimensiones que tiene un trabajo
institucional. Podríamos sintetizar la posición del equipo en una secuencia que comenzaría
con el aislamiento del mismo en la institución, que lo llevó a una suerte de grupo isla5, con
una híper auto valoración interna no contrastada, en un estado de ilusión empobrecedora y
sujeción a la jefatura, que desembocó en los sentimientos de abandono y orfandad
motivados por la renuncia del jefe (llamado padre).

Las dudas eran muchas, pero una certeza circulaba: los costos pagados por la burbuja y su
contracara inseparable: la jefatura modernosa paternalista. El equipo iniciaba aquí un
desafío: salir del efecto masa del "dulce montón". Iniciar un proceso de particularización de
sus integrantes. Recién ahora se abrían condiciones para formar un grupo.

Luego de haber destinado las dos primeras reuniones a instrumentar un diseño que incluía
juegos dramáticos y que tomaba como situación central la despedida del jefe (estuvo

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presente), y que fueron muy emotivas, los actores quedaron enfrentados a su soledad, y con
la perentoria necesidad de organizar el servicio sobre cláusulas de contrato nuevas.

Prontamente se desató en el equipo una lucha por los lugares de decisión, sobre la que
cabalgó otra que inscribía a los actores en un campo de confrontación y rivalidad entre las
pertenencias profesionales: médicos vs. psicólogos vs. asistentes sociales. Algunos decían
que sólo el saber médico psiquiátrico tenía legitimado su lugar en la sala, y por tal motivo
la jefatura correspondía naturalmente a un médico. Otros argumentaban en favor del saber
psicológico psicoanalítico como el que podía inteligire interpretar la patología de los
internados.

La lectura producida por el colectivo expresa una intencionalidad cohesionante respecto de


los sentidos posibles de todo cuanto acontece en la sala. La autorreferencia funciona aquí,
no sólo como un recurso instrumental que significa una circunstancia determinada, sino
también como la revelación de las formas restrictivas que la pertenencia profesional trabaja
en dicha lectura. La no inclusión de las numerosas y manifiestas cuestiones que concurren a
la producción de las muertes no hace más que evidenciar la vocación y la astucia
hegemónica del discurso psi.

De la misma manera que sin una organización medianamente sistematizada tampoco hay
servicio. De allí que proponerse objetivos "pequeños", poco pretensiosos, de cumplimiento
de un horario y una rutina diaria a realizar, puede parecer una obviedad de inmerecida cita
pero no lo es para situaciones institucionales como en las que los actores debían operar,
sobre las cuales luego volveremos. Había que pensarlo todo nuevamente, imaginar e
inventar dispositivos que comenzaran a dar respuesta a los interrogantes formulados. Se
hacía evidente que los modos de contratar asistencia en el espacio público necesitaban
diferenciarse de los del espacio privado, lo cual se constituía en una nueva exigenciapara
los actores, cuya formación en el nivel universitario había sido orientada en ese sentido. He
aquí otro de los soportes de la demanda de asesoría: acceder a la producción de un saber
acerca de lo grupal en las instituciones.

Por de pronto el grupo se propuso alentar la viabilidad de su proyecto en un criterio


asistencial cuyo fundamento ético era: "Que nadie quede sin atención". Se instrumentarían
cuantos dispositivos fueran necesarios considerando la situación personal de cada
internado. Para ello se efectuó un relevamiento grupal de pacientes y a continuación se hizo
un esfuerzo por crear las mejores condiciones posibles para abrir diversas actividades
grupales, enfatizando en cada una de ellas de acuerdo a necesidades coyunturales. Así
fueron cobrando importancia sucesiva y/o simultánea el trabajo de huerta, los equipos de
fútbol, los grupos de apoyo para aquellos que tenían posibilidades de comenzar a trabajar
afuera del hospital, los grupos integrados por los pacientes que mantenían su capacidad y
habilidad de los oficios en los que habían trabajado, el viraje en el contenido y sentido de
las asambleas, que orientaron su producción específica a la discusión y critica de las
políticas institucionales, la incorporación de estudiantes de psicología que trabajaban con
los internados en lectura de diarios, teatro, deportes, salidas.

Lentamente, a veces de manera espasmódica, el equipo fue abandonando la ilusión de


aislamiento (para mejor trabajar) respecto de la institución, adentrándose corporalmente,

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dicho esto en sentido literal, en la sala y en el hospital, ampliando los registros de una
realidad que anidaba problemáticas nuevas y, aunque puede no creerse, acechanzas y
peligros. Recordemos que el grupo inició este tránsito desde una posición de dependencia e
indefensión respecto de la figura del jefe renunciante, y que el suceso que desencadenó la
consulta viabilizó una demanda que, creemos, fue de legitimación del anhelo de hacerse
cargo de la conducción y responsabilidad del trabajo clínico en la sala. Pero todo deseo
problematiza, contamina, impregna las acciones de manera irrevocable, y traslada
cuestiones de un campo ilusional a otro material cuya literalidad inicial puede ser
perturbadora.

La ruptura de la burbuja introdujo bruscamente la dimensión del tiempo: ya no habría


juventud eterna, "alguien" en "algún" momento pasaría a cobrarse "algo". No se sabía bien
por qué se experimentaba urgencia. De repente los cuerpos develaron su corporeidad, los
espacios crearon las distancias y las diferencias comenzaron su trabajo de identificación
cual proceso fotográfico de revelamiento. Las zonas oscuras, sorpresivas, inquietantes,
mostraron sus secretos, y contribuyeron a crear una mirada que se posó sobre la historia y
la actualidad del grupo: "Se podía empezar a hablar".

Los problemas organizativos no son, o no responden meramente a problemas de


administración, sino que son obstáculos que la intervención institucional halla en su intento
de instrumentación, y que requieren por lo tanto un trabajo de análisis continuo sobre el
dispositivo, sus modalidades y efectos, su derrotero clínico e institucional. Se intenta en
esta etapa administrarla gestión, lo que significa reinventar permanentemente el marco del
análisis de las cuestiones administrativas, el cual permanecía hasta ahora como lo
impensado de la actividad de la sala.

Todos construyen y des-construyen relaciones imaginarias que son versiones de la


institución y lo institucional y que circulan en los ámbitos público y privado de la salud
psíquica, y en el real social más amplio de la comunidad de referencia. En el medio
hospitalario con su magro presupuesto, los actores expresan los distintos grados de
implicación en que se hallan, y elaboran desde sus posiciones relaciones imaginarias que
viabilizan anhelos y "corporizan" dificultades respecto de la institución, y a través de ella
del espacio público.

"¿Cómo nos relacionamos con la institución?", que también tuvo su representación


psicodramática: una formación en cuña que avanza sobre un objeto institución, y que si
bien era compacta (apretaron los cuerpos) no perdió discriminación, como lo evidenciaron
los soliloquios requeridos. Es decir que el grupo construyó una figura de acción y lucha
cuya forma (cuña triangular aguzada, su ángulo más agudo marcaba la dirección y el
sentido) anticipaba el tipo de espacios institucionales en que sería posible trabajar:
estrechos, hendiduras, grietas, intersticios en los que había poco oxígeno, y que requerían
por lo tanto precisión y rapidez en la modalidad de operación, e inventiva y originalidad en
el planeamiento de los dispositivos a implementar en el hospital.

Entre todos habían elaborado una representación de la institución, cuyos rasgos salientes la
mostraban como si fuera un ser añoso, vivo, agazapado a la espera de su oportunidad para
tornar a sus tradicionales modos de instituir. Reconocían el sesgo caníbal e insaciable que

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devora a sus miembros y/o genera insatisfacción permanente en ellos; ninguna de sus
demandas puede ser enteramente satisfecha; propicia estilos de intervención heroicos,
kamikazes; transforma en titánicas las tareas a emprender; genera su contracara: la desidia,
el sometimiento y la entrega prematura por los mismos motivos.

Al advertir que el trabajo diario en sala se encuadraba en esta orientación, el equipo


consultante comenzó a advertir que la producción del lugar de la coordinación es una
estrategia de intervención institucional.

Estas consideraciones forman parte, si se quiere, de una toma de posición que fundamente
prácticas institucionales analizables críticamente por los integrantes de un colectivo. En el
campo de la salud psíquica y en particular en sus instituciones, abundan situaciones de una
"naturalidad" alarmante, que conviven con esfuerzos razonables y organizados en la
dirección contraria: la desnaturalización de todo acontecer institucional. Dicho fenómeno,
en determinadas circunstancias, ha avanzado hacia una legitimación que funda legalidad y
resiste todo intento de des-montaje.

Los actos clínicos posibles de instituir son, para un colectivo, elementos parciales de su
relación con la institución. En las circunstancias que nos ocupan observamos que las
prácticas son llevadas a territorios límite en donde irremediablemente estallan, denunciando
de manera incontrastable la endeblez de un sistema sanitario que procura sostenerlas
vanamente. Se hace muy difícil en estas realidades institucionales crear espacios de
ampliación de la capacidad de nominar9 estas cuestiones, tanto para el equipo consultante
como para los internados y enfermeros que apoyan tales iniciativas.

Resulta contradictorio, entonces, que una tarea deseable como la de abrir espacios para que
circulen las voces de los internados pueda convertirse, más de una vez, en una amenaza
para su supervivencia.

En la institución discurren territorios superpuestos, con sus puntos de contacto y de


enfrentamiento, sus ritmos, sus acuerdos coyunturales, sus propias tácticas, estrategias y
estilos de alianza, con niveles de autonomización10 crecientes, de corrupción organizada,
respecto de la institución oficial, y de ésta respecto del control de la sociedad. Es sobre este
proceso de alienación* que los actores ensayan una interrogación: "

¿Cómo circula lo oculto en lo oficial?", y propician una crítica elucidativa que tiene
riesgos, peligros y beneficios concretos para quienes la realizan. Baile de máscaras del
pendular institucional que los coloca en una franja caótica de incertidumbre que puede salir
disparada para cualquier lado.

Por último, les queda a los actores caminar por un estrecho sendero, que tiene a ambos
lados los abismos descriptos anteriormente, y articularse y agruparse de tal forma y fuerza
(la cuña) que pudieran instituir contradispositivos que organicen las prácticas con un
carácter de intervención institucional; es decir la apertura de espacios donde circule una
crítica transversalizada de producción colectiva. Si ocurriese de esta manera, advertirían
rápidamente que en una institución oficial.

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Cuando se pretende llevar a cabo tal iniciativa, los que la impulsan quedan librados a su
propia suerte; de allí que les sea muy difícil precisar su ubicación, las condiciones
contractuales y el estatuto profesional; cuestiones que, al ganar en ambigüedad y opacidad,
atraen otros problemas. No pensamos que las posibilidades de funcionamiento mencionadas
son patrimonio exclusivo de las instituciones manicomiales oficiales; por el contrario,
pertenecen a una cultura extendida y acendrada en el imaginario institucional, profesional y
social, que refrenda y enriquece el circuito instituido.

Si bien en este trabajo se presenta una intervención institucional, por tanto singular,
irrepetible, quiere señalarse en este apartado algunas cuestiones que insisten, recurren en
diferentes requerimientos de asesorías institucionales recibidos, se realicen estos a la
Cátedra de Teoría y Técnica de Grupos, o a algunos de los miembros de su staff en forma
personal. Puede observarse una recurrencia en las formas de algunos requerimientos; son
consultas realizadas con motivo de "conflictos interpersonales en el grupo que obstaculizan
la tarea". Más allá de que el destino del requerimiento esté orientado porque nosotros
somos visualizados como "expertos en grupos", deben aquí abrirse algunas interrogaciones
que desmonten la naturalización del requerimiento.

¿Por qué las peleas de los integrantes de un lugar de trabajo adquieren la significación de
un "conflicto de grupo" de carácter imaginario? ¿Por qué los obstáculos en la tarea se
adjudican a los "conflictos interpersonales"? ¿Porqué las peleas reiteradas entre estas
personas son pensadas como "conflictos interpersonales"? La significación grupo alude
aquí a un espacio de relaciones afectivas que, en tanto más armoniosas sean, mayor será la
productividad en el trabajo. Es decir que se supone que en una institución, las relaciones
cariñosas, amables, entre las personas crean mejores condiciones laborales.

Es interesante que en esta versión sentimental de los colectivos se adjudica a los


agolpamientos reducidos de una institución no sólo una prioridad sentimental para su buen
funcionamiento, sino que se jerarquiza de tal manera este componente que llega a dársele el
valor, la potencia, de clivar tal agrupamiento de toda otra inscripción institucional. Si a esto
se agrega que, generalmente, dichos "grupos" despliegan sus prácticas en situaciones
verdaderamente límite de malestar institucional, al descorrer la naturalización no deja de
sorprender este imaginario grupal. Se espera del "especialista" que recompónga los lazos
cariñosos éntrelos integrantes, es decirse le solicita que ofrezca condiciones ilusiónales de
un agrupamiento privado, sentimental; en suma se le pide que levante un muro amoroso
que los proteja de la intemperie institucional. Imaginería que sin duda da cuenta del grado
"ilusión grupal" de tal colectivo, pero que al mismo tiempo pone de manifiesto, denuncia
sin proponérselo, el grado de malestar institucional en que estas personas inscriben sus
prácticas: condiciones edilicias de deterioro extremo, salarios inconspicuos, eternos
trabajos ad honórem, corruptelas, violencias no sólo simbólicas.

Lo ilusiona no ya como aquello regresivo narcisista, sino como condición material para
tapar el espanto; velo pudoroso frente a un contrato insostenible, más que referente a
supuestos falicismos de una madre completa de la que no se puede escapar. En la tradición
de las teorizaciones sobre grupos suele enfatizarse el carácter resistencial-regresivo (en el
sentido psicoanalítico del término) de las ilusiones grupales. Cuando desde dicha
perspectiva se organizan de tal forma los visibles del ilusional, necesariamente se

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constituirán con sus invisibles (impensables) cuestiones que aquí, por el contrario, interesa
reflexionar; es decirse subraya su negatividad, pero ¿cuál es el anverso en positivo?

Las formas familiaristas son el recurso "a la mano" que todos tienen; reproducir relaciones
sociales pre-existentes a lo que acontecerá en los colectivos es, si se quiere, fácil de lograr:
instituir diferencias es el problema. Por ejemplo, el abroquelamiento resistente de los
residentes en el espacio amoroso-odioso en el que comparten tareas formativas no es necio;
apenas presume de la candida ilusión de que los "afectos" los llevarán a territorios
conocidos o deseablemente anticipados. Después de todo, la residencia es la casa en donde
comen y duermen, y en la que, como en la casa familiar, las razones de los deseos no
alcanzan nunca la sensible luz del mediodía.

La versión familiarista de los intercambios laborales es una forma de resistencia, creativa


en un primer momento, que conlleva en su interior, cual síntoma neurótico, la impronta
ambivalente de su afirmación y su negación. No le espera otra cosa que el fracaso, pero
permite, hasta que ello ocurra, permanecer en un sitio. Estar es la consigna indecible,
inaudible, que recorre la quejumbrosa cotidianeidad de los residentes-resistentes. Para
cumplirla serán necesarias rivalidades confusas, asesinatos teóricos, empecinamientos
narcisistas, lealtades traicionadas, en fin, mera narrativa amorosa de seres comunes. Como
se apreciará, nada demasiado importante, a no ser que se considere la crueldad con que esas
formas ilusionales serán abatidas, esparcidas y llevadas por los senderos de la
fragmentación. En general los consultantes suelen colocar como causas de sus "problemas
de grupo" sentimientos indeseados entre ellos, particularmente envidia y rivalidad. "Todo
lo que pasa aquí es por envidia", "Papá nos abandonó", "No nos animamos a crecer".

En años de consulta de este tipo, no hemos escuchado decir "Nos peleamos porque no
tenemos cada cual su consultorio", o "porque nos pagan una miseria" o "porque venimos
gratis". Con independencia de porqué pelean, lo que quiere subrayarse es la recurrencia de
explicaciones "psi" de lo que les sucede en su trabajo y la rareza o ausencia de referencias a
causas laborales de sus problemas de trabajo. Narrativas familiaristas, argumentos edípicos,
porlos que transcurre la recurrencia de explicaciones psicologistas del psicoanálisis, de sus
dificultades en los lugares de trabajo. Se producen así dos deslizamientos de sentido:
familiarizar (narrativa sentimental) las dificultades laborales y al mismo tiempo inscribir la
familia sólo como lugar de los sentimientos. Se exilian de estas producciones de
significación varias cuestiones al mismo tiempo; se crea el terreno argumental para poder
ver, por ejemplo, las transferencias como edípicas, las transgresiones sólo como
desplazamientos de la ley de prohibición del incesto, etc. Extrapolación psicoanalítica que
va más allá de una extensión indebida de la cultura "psi".

El familiarismo transferencial suele convertirse en uno de los principales instrumentos


tecnológicos de los "grupos isla", en tanto toma forma allí una noción de fantasma
"privatizado", vaciado de sus posibles afectaciones institucionales. Quiere destacarse que al
denegarse tales afectaciones se deniegan lo público. En un mismo movimiento se excluyen
los juegos de poder de ese colectivo (dentro de él o en relación a otros poderes
institucionales), la problemática del dinero, los conflictos surgidos en función de los niveles
de apropiación de los bienes simbólicos y materiales que tal colectivo produce, los aspectos
transformadores de sus instancias instituyentes, etc.

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En síntesis, se exilia ¡apolítica de un colectivo—o su política—familiarizando, edipizando
sus rebeliones y sumisiones. Otra recurrencia que se destaca es que el requerimiento suele
provenir del sector más "progresista" del equipo y/o servicio. Integrantes generalmente
ubicados en los lugares más bajos del escalafón institucional, estas bases de anhelos
instituyentes realizan verdaderos esfuerzos para que la intervención institucional tenga
lugar; no sólo insisten frente a sus jefaturas, sino por ejemplo, cuando éstas se realizan en el
interior del país, consiguen pasajes oficiales, alojamiento, etc.

Sin embargo, cuando la actividad se concreta despliegan interesantes ambivalencias.


Impulsan las transformaciones, pero sabotean su instrumentación. Ideologías progresistas
que exaltan la horizontalización, pero toleran muy mal la institución de formas
organizativas, la diferenciación de funciones, las obligaciones horarias acordadas; en suma,
un imaginario autogestivo conspira contra la institución de la gestión.

Las formas ilusionales de la autogestión no operan solamente como un pasaje seguro al


fracaso de su materialización; ofrecen otras posibilidades que atienden a ciertas
necesidades. Del encuentro con las formas visibles de las instituciones públicas (edificios,
organización administrativa-profesional-científica), no se sale indemne; se hace necesario,
entonces, protegerse en un medio donde todo parece hostil, incierto, inseguro. Otra suele
ser la imaginería que anima el requerimiento cuando éste proviene de instancias directivas.
También "progesistas", consultan muchas veces porque perciben que hay cuestiones que
"se les escapan de las manos"; en estos casos la expectativa parece ponerse en que el/la
"especialista" instrumente un dispositivo que disuelva conflictos. Otras veces el staff
directivo necesita saber: "Por qué no haces alguna cosa de psícodrama; no dicen nada,
hacélos hablar". Esto vuelve imprescindible en instituciones jerárquicas ofrecer dispositivos
grupales que creen condiciones de circulación de palabra, pero por estamentos y
resguardados por la reserva profesional

En suma, no confundirla institución y sus formas institucionales con un gran grupo o con
un conjunto de grupos. Que la palabra circule; sí, pero para ello la intervención institucional
debe dar resguardo a esa palabra; entonces más que palabra libre, palabra resguardada.
Dispositivos para que la palabra advenga; pero ¿qué es palabra de un colectivo?
Dispositivos que creen condiciones para abrir a lo impensado institucional; impensado
institucional que, en la resignificación de las prácticas, los posicionamientos, los discursos,
etc., haga posible el registro de las singularidades y recurrencias de ese grupo en esa
institución. Lo impensado institucional suele arrastrar la remora de una noción de lo
inconsciente como algo oculto en las profundidades.

Sin embargo, muchas veces se observa que una dimensión de lo impensado suele serlo más
obvio, oculto no ya en alguna profundidad, sino tan próximo, tan inmediato que no puede
verse. Lo impensado es lo obvio; algunos obvios que recurren como impensados suelen ser,
por ejemplo, que para que un colectivo institucional pueda constituirse como equipo tienen
que establecer un día y un horario fijo de reunión a la que todos concurran; que deben
estipularse tareas y responsables de las mismas; que las actividades, más allá de que se
instituyan por consenso, deben ser acompañadas de una instancia de control de gestión.
Hay una relación necesaria y no contingente entre aquello que se demarca como visible

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institucional y aquello que se sitúa como invisible; si un colectivo laboral construye una
imagen del mismo como grupo privado sentimentalizado, necesariamente y no por
contingencia quedará en invisibilidad su inscripción como equipo y/o servicio público
institucional. Lo impensado público se organiza desde lo pensado como privado; lo
impensado laboral se organiza desde lo pensado sentimental.

Todo esto es así. Sin embargo seguimos en las instituciones. Se abren sin cesar espacios
alternativos. Se cierran y se vuelven a abrir. En realidad el "se" impersonaliza aquello que
—en rigor— inventan y producen muchos profesionales que apuestan al desafío de sostener
dispositivos instituyentes. ¿Por qué sostenerlos si habrán de ser vencidos por la fuerza de lo
instituido? Así planteada, la cuestión no tiene respuesta. Muchas veces en el estrecho
camino de los intersticios institucionales parecería que se pierde el sentido de nuestras
prácticas. ¿Será ésta una insistencia, un desatino, una utopía? Sí, pero a condición de
semantizar el término utopía no como algo lejano que esperamos que algún día advenga,
sino en aquella acepción que remite a la actualización de deseos como sostén de tales
prácticas alternativas. Prácticas instituyentes, en tanto conjunto de deseos no anudados al
poder. En tal sentido, utopías que construyen lo real.

Instituciones III: Prólogo y Análisis y propuestas. Kaminsky

La corriente del denominado “análisis institucional” se instala en el contexto


latinoamericano hace, aproximadamente, 15años. Aún cuando la transición democrática es
metaforizada como el “retorno de las instituciones”, ello ha quedado solo en el registro de
lo jurídico-político; mientras que la sociedad civil y sus instituciones (FFAA, iglesias,
sindicatos, escuelas, hospitales, cárceles, hospicios, etc) se diluyen dentro de modalidades
maniqueas de interpretación.
Se enfatiza una preocupación managerial de las organizaciones, se exalta hasta el ridículo la
órbita recortada y circunscripta de lo individual, se atisban dinámicas grupales pero poco, y
más bien nada, se estudian los problemas específicamente institucionales.
Las instituciones “no son tan bien conocidas”, damos por obvio muchas cosas de ellas, y al
final, no las conocemos. A la institución, además de vivirlas, las padecemos, las
transitamos, aceptamos y criticamos. Es indispensable.

Toda institución tiene una organización material y también una organización jurídica. Estas
son organizaciones productivas. Las instituciones, además, tienen un sistema de circulación
y distribución (por ejemplo: personas). Todo esto “habla de la institución”. Lo hablado es
todo aquello que podemos conocer o presuponer previamente de una institución. La
dimensión de lo hablado está asociada al plano de lo instituido.

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Lo hablado instituido no es material de desecho, muy por el contrario, las vestimentas, las
inscripciones en las paredes, los modos y costumbres prototípicos, etc, son elocuentes de
los códigos que pueden ser percibidos pero su registro nos puede introducir en la dimensión
de lo “hablante”.

Lo hablante es aquello que nos facilita otra comprensión de la institución. Aparece bajo la
ruptura de lo habitual, las fracturas, contradicciones, oposiciones, las situaciones
paradojales de lo “hablado”. Lo hablante institucional puede ser asociado con el par
complementario de lo instituido que es lo instituyente.

Todas las instituciones, aún las aparentemente más estáticas, se mueven. Este movimiento
está dado por el juego, por la permanente articulación de dos dimensiones o planes: lo
instituido y lo instituyente.

Instituido es estructura ya dada, instituyente no es solo algo dado sino que se va


conformando. Es un constante movimiento psicosocial de la institución. Esta relación no
debe tomarse como sinónimo de actividad/pasividad.

No solo conocemos instituciones singulares y concretas, sino también la dimensión


universal de la institución. Esto se refiere, por ejemplo: hablar de salud mental es referirse
al complejo dispositivo de instituciones singulares que la realizan.

Denominamos las instituciones espacios de condensación social, porque en sus


singularidades conjugan y anudan una constelación de discursos y prácticas económicas
sociales, políticas, jurídicas, técnicas, etc. Es un nudo de relaciones complejas y móviles.
Es algo vivo, no inmóvil ni inerte.

El proceso de institucionalización es el producto permanente de un interjuego entre lo


instituido y lo instituyente. Aquí pueden registrarse fines, objetivo, funciones, pero no
debemos olvidar también la dimensión de lo imaginario de las instituciones.
Cuando investigamos una institución, no solo interesa conocer que son las instituciones
sino también que creen que son, y esto también forma parte de la misma dimensión
institucional.

Si la institución es un proceso en movimiento, son los grupos quienes pondrán en juego


este movimiento. Aquí podemos identificar a los grupos objeto y los grupos sujeto.
El grupo objeto es el grupo sometido a las consignas instituidas: soportan la jerarquización,
su acción es lo que se espera de ellos, etc. Los grupos sujeto operan ciertos
desprendimientos de la jerarquización y pueden abrirse a un más allá de sus propios
intereses aunque no sea un más allá institucional. Estos grupos no pueden sostener de forma
permanente una posición instituyente pero son aquellos que respecto de lo hablado/hablante
tienen vocación de “tomar la palabra” mientras que los grupos objeto son los que tienden a
“repetir al pie de la letra”.

No existen grupos sujeto y objeto puros, sino que hay mutaciones grupales frecuentes.
Aparece el concepto de verticalidad: las instituciones son un vasto sistema de relaciones y
comunicaciones, organizadas en torno a sus reglas formales y también a las informales.

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Existen algunas orientadas a la posición vertical, pero existen otras que dan lugar a formas
horizontales de relación y comunicación.
El coeficiente o producto de la ecuación verticalidad/horizontalidad nos aproxima al nivel
de transversalidad de cada institución, registro que nos induce a considerar ciertos grados
de optimización, alejando los excesos instituidos y también los excesos instituyentes.
Mejorar la transversalidad es uno de los objetivos prácticos del analista institucional.

El coeficiente de transversalidad es ese grado de optimización que una institución puede


alcanzar ante el complejo anudamiento y condensación de relaciones de variado carácter.
Con el concepto de transversalidad ponemos en juego el atravesamiento social que tiene
toda institución. La transversalidad es un fenómeno para reconocer en las instituciones y no
para diluirlas. Se trata de una realidad inmanente a las mismas aunque los fenómenos las
trasciendan.

Debemos entender que toda perspectiva de cambio o transformación pasa necesariamente


por la autoconciencia de la institución. La autoconciencia supone la forma de conciencia de
las instancias institucionales del juego de fuerzas sociales que la atraviesan.
Autonconciencia de lo que es, de lo que cree ser y de lo que desea ser; la revelación del
plano imaginario articulado en la misma realidad institucional.

El analista institucional no puede estar demasiado lejos del espacio anudado que analiza,
por ello es que se denomina a su trabajo “intervención” institucional; tampoco puede estar
excesivamente próximo, sino se toma a sí mismo como objeto de análisis y estudio. Nos
metemos con los objetos y los objetos de meten con nosotros, aquí no hay neutralidad
posible.

La implicación institucional es el conjunto de relaciones, conscientes o no, del acto y el


sistema institucional. Se trata de todo aquello que articula al actor con la institución. Se
observan los siguientes tipos de implicación:

1. Implicación epistemológica: el punto de vista del actor “crea” el objeto en el plano del
conocimiento. Se trata de unas cuantas verdades que explicitadas o no reconocidas, o no
operan en la estrategia socioanalítica
2. Implicación semiológica: los elementos de este tipo los tomamos de la lingüística, operan
en 2 niveles, el paradigmático y el sintegmático
3. Implicación paradigmática: corresponde al efe formal de la institución. Toda institución
tiene su realidad, su reglamentación, se trata de una institución organizada según reglas que
no son visibles en el acontecer institucional. El eje formal y reglamentado se complementa
con la dimensión sintagmática de la implicación que tiene que ver con la sucesión de los
acontecimientos de una manera lineal y extendida. Las instituciones tienen sus planos de
acontecimientos los cuales están ordenados por reglas y disposiciones que les proveen una
organización particular.
4. Implicación social e ideológica: los agentes institucionales son todos actores sociales y el
analista no puede prescindir, salvo imaginariamente, de la dimensión social que lo y los
atraviesa.
5. Implicación afectiva o libidinal: las instituciones no son meros espacios en donde tan
solo se cumplen funciones o alcanzan finalidades, también pasan otras cosas que van desde

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la conformación de grupos o subgrupos de afinidades, actos personales temperamentales
que pueden traducirse en autoritarios, amorosos, hostilidades, etc. Es el infinito universo de
las pasiones institucionales.

Lo que el analista busca, al estar insertado en las instituciones, procura detectar


analizadores. Un fenómeno aislado, a veces ínfimo o parcial, un acontecimiento imprevisto,
inesperado o impensado, puede constituirse en analizadores institucionales. Todo el
material institucional puede ser significante.
Existen analizadores de tipo natural, o sea, no causados por el actor pero detectados por él y
también artificiales, generados por el propio analista como táctica de prueba de los efectos
que tal acto o hecho pueden generar. Acá aparece también el concepto de
contratransferencia institucional.

La intervención del analista institucional provoca en las instituciones un proceso de


desplazamiento en la dimensión de lo instituido a través de acciones instituyentes de éste.
Esta es la transferencia institucional. El análisis instituye una crisis en las instituciones; y
una crisis de las instituciones es una forma de análisis.

El nivel transferencial de las instituciones implica al propio socioanalista porque está dentro
del mismo campo en donde interviene; este nivel de la transferencia del propio analista
sobre el campo institucional de la intervención es lo que denominamos contratransferencia.
Porque es el sujeto o el grupo de sujetos que tienen como objeto la propia institución y no
el gobierno de ella o la gestión de alguna actividad recortada, parcial o especifica en la
institución. Hay que estar en la propia institución para reconocerla en sus dimensiones
fundamentales.

Módulo 3

Almandóz, B., Barceló, R., Castellini, E., Chacón, T., Etcheverry, G., Fernández, T.,
Rizzo, V. y Silvera, M. (2016). Informe final de investigación.

La investigación “Corredores terapéuticos: dispositivo de transformación subjetiva” apuntó


a distinguir cuáles son las transformaciones que se producen en el tránsito por un
dispositivo terapéutico grupal. La idea fue identificar los desvíos a ciertos modos de estar
en el mundo que provocan padecimiento.

Dicho tema se justificó en distintos planos, dentro de los que se destacan la relevancia de la
producción de conocimiento en el ámbito universitario, la posibilidad del aporte a la
generación de saberes en torno a la problemática grupal, fundamentalmente dada la
implementación del Programa de Prestaciones en Salud Mental del MSP -donde el trabajo

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grupal se presenta destacado-, y la importancia de sistematizar información a propósito del
funcionamiento de un dispositivo grupal terapéutico que aborda el padecimiento de sujetos
humanos.

La investigación se planteó como interrogantes principales: ¿Cómo se caracterizan los


procesos de producción subjetiva que se dan en un grupo terapéutico?, ¿Cómo se aborda el
sufrimiento en un grupo terapéutico? y ¿Cómo el dispositivo de grupo terapéutico -
modalidad corredor terapéutico-, posibilita la transformación de las personas que en él
participan?

Tales interrogantes se originaron en la pregunta ¿cómo cura un grupo?, y tuvieron como


antecedente principal una larga trayectoria del equipo docente en la implementación y
desarrollo de dispositivos terapéuticos grupales, promoviendo la necesidad de revisar los
soportes de la experiencia así como evaluar sus efectos.

La ejecución del proyecto se desarrolló en un tiempo extenso, fundamentalmente por la


necesidad de articular tiempos institucionales y curriculares, dada la pertenencia del
proyecto a la Facultad de Psicología, CIC-P. Tal dimensión, si bien extendió el desarrollo
de aquel, también generó las condiciones de posibilidad para la participación de un equipo
de estudiantes de grado y posgrado que sostuvieron el despliegue de las estrategias de
investigación con alto compromiso, durante algo más de un año de labor.

En cuanto a los objetivos buscados, eran los siguientes:

Objetivo general:
● Producir conocimientos acerca de los procesos de producción subjetiva que se dan en un
grupo terapéutico. Objetivos específicos:
● Caracterizar los procesos de producción subjetiva que se dan en un grupo terapéutico -
modalidad corredor terapéutico-.
● Identificar de qué manera se aborda el sufrimiento en un grupo terapéutico -modalidad
corredor terapéutico-.
● Explorar cómo el dispositivo de grupo terapéutico, posibilita la transformación.

En función del cumplimiento de tales objetivos, se entiende que esta investigación ha sido
de importante relevancia dado el impacto que puede tener tanto en la revisión de las
condiciones que hacen que las personas -que buscan ayuda para sus padecimientos- puedan
transformar sus vidas, como en la posibilidad de la construcción de políticas públicas para
el abordaje de algunos planos del sufrimiento humano.

La caracterización de los procesos de transformación subjetiva que se dan en un grupo


terapéutico -modalidad corredor terapéutico- implicó la elaboración de un análisis
exhaustivo a partir de las entrevistas realizadas, usando para el mismo una serie de
categorías (detalladas en el capítulo anterior). Para el planteo de los resultados de esta
investigación se entiende pertinente colocar como ejes las interrogantes que se esperaban
resolver en el proyecto.

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1) En cuanto a la caracterización de los procesos de producción subjetiva que se dan en un
grupo terapéutico, se hace visible que dichos procesos de producción están vinculados en
primer lugar con las posibilidades de aprendizaje que emergen de la tensión
singularcolectivo. Dicho aprendizaje implica la adquisición de nuevas significaciones,
nuevos sentidos, como consecuencia de los procesos de reflexión, discriminación,
reconocimiento y comprensión que el dispositivo posibilita.

Asimismo, dicho aprendizaje está en estrecha relación con la pertenencia grupal por una
parte, y por otra parte con la posibilidad de resignificar la experiencia grupal,
fundamentalmente en relación a una valorización de la misma. Lo grupal como experiencia
permite ubicarla como una práctica transformadora, donde prima la creación de un
compromiso en la escucha en lugar de una mera aceptación de lo dado.

Desde la perspectiva de los actores la tarea aparece como la actividad que permite pensar
los problemas propios en el encuentro con otros. El grupo es un espacio donde se pueden
expresar las dificultades, sobre todo a través de la palabra, y al mismo tiempo, se promueve
la convivencia de diversos puntos de vista. Se remarca la existencia de un clima positivo
para el trabajo, que está compuesto de varias dimensiones, entre las que se cuentan la
posibilidad de escuchar y ser escuchado, la creación de acuerdos, la confianza, la
interacción y la circulación, la horizontalidad y la presencia de la tarea como organizador.

El abordaje de esta última tiene como corolario un vector de cooperación y de


comunicación, puestos en juego a la hora de problematizar las situaciones complejas que
atraviesan los participantes. Los entrevistados consideran que a través del intercambio que
realizan aprenden otros modos de relacionarse que incorporan y utilizan por fuera del
grupo.

Tomando lo anteriormente planteado, la tarea se asemeja a una actividad liberadora donde


se produce un aprendizaje pues a través de la comunicación y la cooperación se accede a la
posibilidad de pensar de otro modo lo que acontece en sus vidas, siendo esto favorecido por
la experiencia del trabajo colectivo.

A través de lo que los actores plantean, es posible visualizar que el dispositivo de grupo
terapéutico ha promovido un movimiento desde la producción de subjetividad -como
aquella que posibilita la reproducción de sujetos idénticos a los modos dominantes- a la
producción de subjetivación -entendida como la que permite singularizaciones en los
bordes de la formas más hegemónicas- (Guattari, 1996). El aquí ahora de la situación
grupal sería el espacio-tiempo que habilita -a través del intercambio entre los integrantes- el
acontecimiento dialógico cuestionador de la posición pasiva ante una supuesta realidad
dada e inmodificable.

2) En relación a cómo se aborda el sufrimiento en un grupo terapéutico, en primer lugar el


proceso de investigación permitió advertir la existencia de un aspecto central referido a los
intercambios que se dan entre los participantes. Tales intercambios están atravesados por la
dimensión que refiere a la palabra hablada y su circulación, la que aparece con cierta
supremacía. En las manifestaciones de los entrevistados se hizo presente una polaridad
valorización-desvalorización del silencio en relación con el imaginario de que lo

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terapéutico es hablar y por otra parte la molestia que significa estar ahí y no estar hablando,
es decir en silencio. Los diversos sentidos del silencio nos conducen a tomarlo como una
alternativa a los modos preestablecidos, y a considerarlo como un elemento comunicativo
al igual que los gestos y los movimientos corporales que operan como componentes
estratégicos del análisis de lo grupal. La palabra hablada aparece muy valorada desde la
riqueza que aporta al trabajo grupal en relación con la transformación del sufrimiento que
los aqueja, destacándose también como obstáculo cuando su circulación se ve limitada
debido a la apropiación que de ella realizan los otros. Visibilizando de este modo un sentido
productivo otorgado a la palabra, y al mismo tiempo dejando ver una resistencia que está
relacionada con una fantasía de homogeneidad, cuando se reclama la posibilidad de que
todos tengan el mismo tiempo asignado para hablar.

En cuanto a la circulación de la palabra, esta fue puesta en directa relación con la


valoración del tiempo en tanto se ha sugerido la idea de que hay situaciones que requieren
más tiempo que otras. Además, se sostuvo que cuanto mayor sea el tiempo que se le dedica
a una situación, más se profundiza en el tratamiento de la misma. Se detecta un malestar
expresado a modo de queja, en cuanto a lo que podría pensarse como una exaltación de lo
individual a través de la propiedad de la palabra. Los entrevistados también hicieron alusión
a la pertinencia de lo que se dice y por otro lado a la posibilidad de escuchar y ser
escuchado. Aparecen dos dimensiones dentro de la escucha: lo que digo sobre lo que el otro
dice, o lo que digo respecto a lo que siento en relación con lo que el otro dice.

En otro sentido, se manifestó la vivencia acerca de la instancia grupal como aquella que
permite la catarsis, el “largar”, “uno larga y luego larga el otro”. Los actores plantearon que
el lugar de cada uno se reconoce en función de tomar o no la palabra haciéndose visible, en
ciertas ocasiones, la percepción del otro como interceptor, interruptor y generador de corte.
También apareció una referencia a la coordinación relacionada con la circulación de la
palabra como aquello que se habilita y se encauza y también -pensando en las relaciones de
poder que circulan en el espacio grupal- aquello que se autoriza o se reconoce.

La investigación muestra que el abordaje del sufrimiento también está directamente


relacionado con el clima grupal, es decir con estar bien-mal en relación a la tarea en la
situación grupal. Se trataría de condiciones que permiten o impiden la realización de
aquella. Los entrevistados destacaron que un clima grupal positivo se asocia a un
sentimiento de confianza, sedimentado en la cooperación, la posibilidad de comunicación,
de escuchar y ser escuchado, el sostenimiento de acuerdos, la composición de lo común y la
tarea como organizador.

El clima grupal también apareció articulado con una idea acerca del respeto por el
‘’tiempo’’ propio y de los otros y con la idea de compromiso. Asimismo el buen clima
aparece vinculado con una comodidad, que al tiempo que posibilita al intercambio sostiene
pactos implícitos que no favorecen el abordaje de las dificultades. Esto se ve cuando los
actores relatan la necesidad de anular las diferencias a los efectos de no “entrar en
conflictos”, agradar y concertar. Tal dimensión relativa a la anulación de las diferencias fue
visibilizada en varios momentos del análisis, lo que daría cuenta de que la heterogeneidad
como condición del trabajo grupal no siempre es bien soportada.

23
Otro componente asociado al abordaje del sufrimiento es el que tiene relación con la
cooperación como herramienta para la comprensión, aprendizaje y afrontamiento de las
dificultades, siendo dicha cooperación un vector relacionado a la posibilidad de la
consecución de la tarea. En este sentido, el proceso de análisis del material mostró que la
cooperación se sostiene dando lugar a lo paradójico y lo contradictorio que implica todo
trabajo de pensamiento, como herramienta para la incorporación de nuevos
posicionamientos ante el padecimiento. Se destacó también en este sentido la posibilidad de
dar lugar a la palabra del otro y demorarse en su decir, la que genera afectaciones y actúa
como resonancia habilitante de otros modos de pensar lo propio. El encontrarse entre otros
posibilita la emergencia de tensiones que muestran el estar envuelto en lo propio y
enredado en lo del otro, lo que implica reconocimiento, demora y respuesta,
construyéndose así un “nosotros”.

Los actores relatan que el grupo aparece como un lugar de tránsitos diversos, en tanto la
inhibición y la desconfianza se articulan con momentos de duda, y momentos de “irse
soltando”. La investigación muestra que los participantes reconocen un cambio de lugar en
el grupo así como nuevas formas de habitar el espacio. En la posibilidad de transformar los
modos de habitar aparece el otro como una oportunidad de evocar las propias experiencias,
produciendo variaciones en la elaboración de procesos propios. Se trata de una movilidad
relacional que implica un aprendizaje, particularmente asociado al desarrollo de la escucha,
que desmitifica la palabra como portadora de transparencia, y posibilita el descubrimiento
de diversos sentidos, donde lo grupal aparece como producto.

El otro en la situación grupal aparece como cooperador y también como interceptor;


también se hace presente con su ausencia, generando la percepción de un lugar no
aprovechado, dando cuenta de lo valorado del espacio. Las características propias del
dispositivo "de corredor" en lo relativo a la permanencia y continuidad de los integrantes,
genera expresiones que parecen reflejar cierta incertidumbre en relación con lo que
provocarían los nuevos ingresos, que podrían identificarse como fantasías persecutorias, al
tiempo que se produce una ficción de que un grupo “cerrado” produce mayor cuidado. Se
reconoce como un factor preponderante el rol que asume en el grupo cada integrante, donde
aparece destacada la antigüedad en referencia a la realización de aportes importantes para el
trabajo grupal. Existe al mismo tiempo la percepción de que hay quienes necesitan más del
grupo y otros menos, dependiendo también de ello la apreciación que se tenga de su
ausencia.

El encuadre grupal aparece como un elemento que genera un soporte en la perspectiva del
abordaje del sufrimiento. Dentro del encuadre, los actores destacan las reglas de
funcionamiento -explícitas e implícitas- como de importante incidencia en el cuidado del
espacio, y de las personas que lo integran. Se mencionan además de las explícitas (secreto,
restitución y abstinencia) reglas de carácter implícito: son las que ubican el lugar de la
coordinación como aquel que puede dar o no permiso para el trabajo terapéutico; esto tiene
relación con el relato acerca de que dicho trabajo en ocasiones sale del espacio concreto,
semanal, de una hora y media de duración. A pesar de no existir sanción explícita, de todos
modos la regla se instala en relación con una prohibición. Otra regla implícita está
vinculada con la relación que los integrantes producen en torno a la circulación de la
palabra y al tiempo de uso de la misma.

24
El lugar de la coordinación forma parte del encuadre en tanto habilita el despliegue de lo
singular, para que cada cual tenga la oportunidad de ir construyendo un recorrido en el
abordaje de su sufrimiento, en el espacio de lo colectivo. Varios movimientos caracterizan
la coordinación en este proceso. Por un lado, el desplazamiento del lugar de la autoridad
hacia un lugar que autoriza, mostrando algo del imaginario social en relación a la
coordinación y al lugar del terapeuta; esto señala la depositación de un poder en la figura de
la coordinación ligado a la producción de verdad. Tal desplazamiento hace posible el sostén
de condiciones propicias para la producción de nuevos sentidos, habilitando la palabra del
otro y su circulación. En ocasiones el lugar de la coordinación también se visualiza como
un estar invisibilizado, primando la escucha a la intervención hablada, lo que favorece que
los intercambios queden sostenidos entre los integrantes. De igual modo los actores
también relatan situaciones donde la intervención de la coordinación genera incomodidad o
desagrado, y en ese sentido es también productiva en tanto aparece la generación de
condiciones de posibilidad para la interrogación y la movilización.

3) En relación con la pregunta acerca de cómo el dispositivo de grupo terapéutico –


modalidad corredor terapéutico-, posibilita la transformación de las personas que en él
participan, el proceso de investigación realizado permitió poner en el foco el dispositivo
grupal y sus efectos.

Aparece un eje fundamental que tiene que ver con el cultivo de las diferencias. Dicho eje,
teorizado por E. Pichon- Rivière (1982) cuando propone que a mayor heterogeneidad entre
los miembros de un grupo, mayor homogeneidad en la tarea, se presenta como central en la
posibilidad de producir movimientos y transformaciones. El tránsito por el dispositivo
terapéutico está compuesto, en muchos momentos, por interrogaciones acerca del
lugar/espacio que cada persona puede tener en el grupo, así como reclamos de “mi tiempo
para hablar”, lo que se vincula con una forma de la resistencia que está en relación con las
formas subjetivas dominantes de la actualidad, donde el privilegio de lo individual reduce
el lugar para las producciones colectivas, de la mano de ideas hedonistas del estilo de “yo
valgo, yo primero”, que sostienen la tendencia a liberarse de las coerciones
sociales/grupales (Etcheverry, 2014).

Es visible la necesidad de una afirmación de lo propio, la que en ocasiones va en


detrimento de lo común, y en vinculación con esto último el menosprecio de lo diferente.
Lo antedicho es manifestación de una resistencia cuando se promueve una ilusión de lo
grupal unificado, sin lugar para la diferencia. Asimismo aparece una valoración de la
palabra -hablada- como vía fundamental del trabajo personal, lo que a la vez deja ver
ciertos obstáculos relacionados a la dificultad en la regulación del tiempo que cada cual
toma para hablar. Conjuntamente con la palabra hablada aparecen destacados los efectos de
la palabra escuchada/escuchable; en tal sentido y dado que los efectos de un discurso son
imposibles de predecir, los actores valoran la irrupción de enunciados que funcionan como
acontecimientos y producen encuentros, los que a la vez muchas veces favorecen el
despliegue de diversas potencias. En esta dirección, los participantes plantean la posibilidad
de romper con la circularidad de los repertorios interpretativos incorporando modos de
acción con versiones y posicionamientos diversos que le habiliten a vivir con cierto grado
de libertad.

25
Se destaca como relevante, dentro del dispositivo, el lugar que para los actores posee la
coordinación. Se podría afirmar que conviven al menos dos concepciones acerca de dicho
lugar: es capaz de habilitar la reconfiguración del espacio vital al mismo tiempo que genera
oposiciones y tensiones. Desde la coordinación se potencian según los entrevistados: la
propuesta de salida hacia otros “posibles” (Guattari, 2013), el sostén de espacios de
elaboración, la disposición para la construcción de recorridos propios, la realización de
síntesis que no cierran, el acompañamiento al despliegue de lo singular, habilitación y
promoción de la circulación de la palabra, la contribución a la reflexión, el
“descongelamiento” de sentidos cristalizados (movimientos de desnaturalización). En igual
dirección, la investigación hace visible la creencia ilusoria en el poder del coordinador en
su doble sentido: como habilitador (sostiene los intercambios, como sabe lo que pasa
también aporta a dar sentidos a lo que pasa) y también como obturador (limitando los
espacios de libertad en tanto ejercicio de poder).

Identificando la transformación posible con procesos de resingularización, los actores


proponen que el trabajo del grupo trasciende las fronteras del mismo, yendo más allá del
espacio-tiempo semanal. Se relata en las entrevistas la relevancia de los procesos, los que
están sostenidos en una temporalidad que generalmente se distancia del tiempo
cronológico. En términos de proceso la referencia no es al principio y al final del mismo
sino al entre, al transcurso por el mismo en tanto mutabilidad inmanente (Teles, 2010), en
tanto potencia que habilita la transformación a partir de las diferencias, produciendo
singularidades, nuevos modos de hacer, sentir, pensar que acarrean a su vez nuevos modos
de posicionarse en la vida. En la dirección de la resingularización, se destaca la producción
de desviaciones en la perspectiva de una clínica del clinamen (Bocco, 2008; Rodríguez,
2004; Saidón, 2012; Guattari, 2013) : Trabajo con el otro, trabajo en cooperación, trabajo
colectivo, habilitante de la posibilidad de crecimiento/ Posibilidad de ver las cosas desde
otro ángulo/ Transformarse en el desarrollo de la sesión de trabajo/ Posibilidad de irse
pensando en otras ideas/ Ponerse en el lugar del otro, procesos identificatorios/
Resignificación de las experiencias al relatarlas al grupo/ La palabra como signo de trabajo,
asumida como herramienta para generar movimiento./ Cambios en la manera de
comunicarse con el otro./ Aceptación de cosas que no se sabían de sí mismo./ Aprendizaje
acerca de cómo sobrellevar las situaciones que provocan sufrimiento./ Habilitación para
desnaturalizar sentimientos y conductas que forman parte de lo cotidiano./ Corrimiento del
lugar del mero padecimiento y de la pasividad, reconociéndose dicha posibilidad de
movimiento como una responsabilidad propia./ Aumento y movilización de la potencia de
acción y de la capacidad de obrar.

La organización que sostiene al dispositivo también tiene relevancia para pensar en los
efectos de este último. Aparecieron entonces enunciados relativos al tiempo de espera para
ser atendido, que fue diverso dependiendo del momento del año en que la persona se anotó.
Según los relatos este tiempo de espera tuvo una varianza de entre un mes hasta un año y
medio. Los tiempos de espera mayores generan visibilidad acerca de “la espera”, que se
hace eterna en ocasiones, o que no necesariamente funda malestar. En cuanto a la gratuidad
del servicio se produjeron valoraciones positivas y apreciaciones acerca de la buena
calidad, y en este punto se explicitó algo del orden de un imaginario social de que lo
gratuito no es bueno.

26
En otros casos la gratuidad no fue apreciada como característica diferencial respecto a los
servicios pagos. La gratuidad también apareció fundamentada en una perspectiva de
derechos, elemento que en nuestro país tiene relación directa con las propuestas del SNIS
en referencia a la atención en salud mental. Otras derivas positivas del tema de la gratuidad
se hicieron visibles en la conexión con el hecho de que sea un servicio universitario,
mencionando que si la Universidad no tuviera este servicio quizás algunas personas no
podrían acceder a una atención psicológica. Asimismo los actores plantearon en varias
ocasiones cómo la posibilidad de venir a recibir atención psicológica está diagramada casi
totalmente por la gratuidad, lo que en ocasiones motivó a que la persona forme parte de un
dispositivo grupal a pesar de no haberlo considerado como una opción en primera instancia.
También aparecieron enunciados que cuestionaron el acceso al servicio, y de ahí se
desprende una significación que marca una atención para un determinado tipo de población
-la que no puede pagar-; esto es, para algunos se percibió como extraña la asistencia a
personas que podrían pagar por su atención psicológica. Por último se propuso la
posibilidad de difundir el servicio -en una perspectiva de derechos- a los efectos de ampliar
el acceso.

Otro elemento relativo a la organización y que tiene directa relación con el dispositivo, es el
que refiere a la recepción/derivación. Los actores manifestaron haber pasado por esa
instancia, en ocasiones, sin tener conocimiento de cómo iba a seguir el proceso, aunque eso
no apareció como obstáculo. En otras ocasiones, la entrada al dispositivo grupal se
describió como una especie de “resignación” en función de que no hubiera otras propuestas
de atención. Por otra parte, se valoró la instancia de la recepción en tanto dispositivo
“receptor” de las dificultades, así como la entrada al terreno del padecimiento; algunos
actores mencionaron haber experimentado en estas entrevistas de recepción un sentimiento
de bienestar, comodidad, y preparación para el espacio grupal.

Las conclusiones de una investigación siempre son provisionales y paradojalmente


inconclusas en el entendido de que todo conocimiento es inacabado e implica una apertura
a nuevas interrogantes que surgen del mismo. Sosteniendo una rigurosidad en el análisis -al
poner de relieve lo dicho por los actores entrevistados- se ha podido constatar la supremacía
de ciertos aspectos al momento de pensar acerca de los procesos de producción subjetiva
que se dan en un grupo terapéutico.

Tomamos en principio la aparición de diversas señales que nos llevan a concluir en algunas
apreciaciones en relación a los objetivos del proyecto. Pensando en los procesos de
producción subjetiva, entendemos que el dispositivo implementado es habilitador de
procesos de aprendizaje sostenidos en la tensión singular-colectivo. A través de los relatos
de los actores visualizamos una concepción acerca de la experiencia grupal como creadora
de un saber generado colectivamente a partir de la elaboración de lo vivido. Esto a su vez
habilita el acceso a diversas significaciones y nuevos sentidos de aquello que los afecta,
generando la posibilidad de crear nuevos modos de acción. De este modo el espacio grupal
aparece como un lugar de producción-transformación debido a que permite pensar los
problemas que los aquejan, en el encuentro con otros que portan diversas miradas.

27
Remarcando la existencia de un clima grupal positivo que hace posible la cooperación y la
comunicación al momento de abordar las situaciones complejas que los atraviesan.
La expectativa del comienzo de acceder a una terapia individual se modifica durante el
proceso al experimentar los efectos de lo grupal, privilegiando este espacio como
experiencia transformadora. De este modo la pertenencia y permanencia en el espacio son
categorías claves en la valoración y resignificación de tal experiencia. Los actores también
hacen especial hincapié en el tiempo transcurrido para lograr dicha transformación.

Asistimos a la aparición de diversas dimensiones relativas a la temporalidad, por ejemplo


una dimensión temporal-cronológica, tiempos procesuales asociados a la intensidad,
suspensión del tiempo propio en aras de un tiempo colectivo, la necesidad de darse tiempo -
tiempo de espera- en el transcurso por un proceso que permite la elaboración de lo
acontecido; es decir tiempos heterogéneos que muestran diversas composiciones en lo
grupal. Inferimos de lo anterior que lo relativo a la temporalidad y sus dimensiones puede
estar en la base de las reiteradas ausencias y el abandono del espacio de algunos
consultantes, reforzado por lógicas actuales que imprimen un sesgo desvalorizante a los
encuentros colectivos.

Donde la detención y la espera aparecen como pérdida de tiempo, jerarquizando espacios


que hacen a la individualidad con tiempos regidos por la velocidad.
En relación al trabajo grupal manifiestan aspectos que trascienden las fronteras del mismo o
sea que el pensar y el hacer ocurrirían en diferentes momentos espacio-temporales. Por lo
tanto se podría afirmar que el intercambio entre los integrantes es generador de un
encuentro acontecimental, donde como ellos manifiestan aprenden otros modos de
relacionarse que incorporan y utilizan por fuera del grupo. Este encuentro posibilita un
movimiento cuestionador de las producciones subjetivas -reproductoras y dominantes-
hacia la generación de procesos de subjetivación -de creación e invención de estilos de
vida- que permiten acceder a ciertos grados de libertad que descentran del sufrimiento.

Es de destacar el movimiento operado en torno a la capacidad de afectar y ser afectado en


la consideración de que la misma es uno de los principales motores que ponen en marcha
los procesos de resingularización en el grupo terapéutico. Lo grupal se sitúa de este modo
como posibilitador de un aprendizaje. Se enlaza con la idea de agenciamiento, como
ensambles de acontecimientos entre la historia singular y el proceso grupal que confluyen
potenciando la transformación. En síntesis, el espacio grupal aporta en términos de producir
un desvío, una resingularización.

El análisis realizado nos habilita a concluir que lo grupal como práctica transformadora es
una propuesta que permite la ruptura de los modos preestablecidos transformándose en
instrumento privilegiado de indagación e invención clínica. Como única recomendación
surge la relevancia de pensar los recursos disponibles para la atención, en función de una
demanda siempre presente para ingresar a los dispositivos grupales.
Por último, no nos proponemos realizar un cierre pues la intención que nos ha guiado es la
de apertura e interrogación acerca de lo que acontece en los grupos terapéuticos -modalidad
corredor terapéutico- en la búsqueda de sentidos que nos permitan continuar interrogando el
campo de lo grupal

28
Alzheimer y Psicoterapia- Capítulo 3: Berriel, F y Pérez Fernández, R. (2007)
Dispositivo psicoterapéutico en el campo de las Demencias Tipo Alzheimer. La
experiencia clínica. En: Alzheimer y Psicoterapia. Clínica e investigación.

En el presente capítulo presentamos el dispositivo de abordaje psicoterapéutico


para las DTA que hemos ido construyendo en más de una década de práctica clínica en
equipo. Hacia el final, el lector encontrará también algunos de los hallazgos clínicos que el
desarrollo de este dispositivo nos ha permitido producir junto con los pacientes, sus
familiares y los miembros de su red vincular que han solicitado nuestra asistencia y se han
plegado al trabajo terapéutico.

Como veremos esta perspectiva estratégica resulta muy compleja y exigente, cuanto
estimulante a partir de sus resultados, tanto para el equipo profesional como para quienes
acuden a él. Para presentar este modelo de intervención psicoterapéutica, se hace necesario
volver sobre algunos de los temas abordados en el capítulo 1, pero no ya en cuanto a los
aspectos eminentemente teóricos, sino para analizar lo que se ha configurado como una
calle cerrada en el campo de la asistencia a pacientes que cursan una DTA: la
instrumentación de medidas terapéuticas.

Actualmente, sin desconocer el peso de lo biológico en las demencias, concebirlas


simplemente desde una perspectiva orgánica constituye un reduccionismo muy difícil de
sostener, al menos fuera de las relaciones de poder que han cristalizado en los ámbitos
profesionales y científicos internacionales.

Para resumir, podemos decir que esta perspectiva hegemónica es errónea si se considera
que puede dar cuenta cabalmente de las DTA, ya que un enfoque así de abarcativo conlleva
tres errores conceptuales que representan un callejón sin salida al momento de abordar la
enfermedad y a las personas, grupos e instituciones que, afectadas por la misma, demandan
atención. A saber:

a. Concibe a la DTA como una forma de envejecimiento patológico. Esto tanto


considerando a una persona como una globalidad (el individuo o las poblaciones
constituyen los campos más amplios y complejos de comprensión que llega a delimitar)
como en un plano micro (a nivel celular e intracelular). Como cualquier gerontólogo
formado puede claramente visualizar, esta perspectiva parte del error de considerar al
envejecimiento en clave de declive, de donde se sigue que un envejecimiento lo
suficientemente malo sería patológico y viceversa, cuando el enfoque adecuado es
considerar al envejecimiento como un proceso normal en el que podrán o no producirse
enfermedades. Resulta clara que esta visión implica un posicionamiento prejuicioso (de
seguro impensado) sobre el envejecimiento.

b. Considera, como ya hemos planteado, que la DTA constituye una enfermedad individual
producida en sujetos que, a lo sumo, interactúan con otros. Esto es así también en los
enfoques que buscan integrar una perspectiva epidemiológica, ya que aún en ellos se elude

29
la pregunta sobre los procesos subjetivos (individuales y colectivos) que están involucrados
en la producción de un cierto tipo de funcionamiento psíquico y social que imbrican los
procesos ligados a la enfermedad antes, durante y después de la constatación de la
configuración de la misma.

c. Este paradigma se da por satisfecho cuando considera a la DTA como una


enfermedad definida por su dimensión biológica que tiene su fundamento
explicativo en las bases químicas de los procesos biológicos, aún cuando los
resultados obtenidos en la resolución de los problemas que la DTA implica son
considerablemente reducidos. Este es tal vez, considerando la dimensión ética
de la actividad científica, su principal error. Los aportes de las disciplinas que
más seriamente sustentan esta perspectiva tradicional son innegables, tanto
cuanto injustificables son sus pretensiones totalizadoras y la notoria prescindencia de las
contribuciones de las disciplinas que estudian los procesos fuera de los cuales los seres
humanos y sus circunstancias, incluidas las enfermedades, no tienen lugar como tales, esto
es: los procesos psicológicos y sociales.

La producción científica actual sobre las DTA continúa avanzando y produciendo


conocimientos relevantes. Sin embargo, el tributo que debe pagar por la existencia de este
paradigma hegemónico se expresa al menos en tres efectos no deseados del abordaje de las
DTA que determina:

a. La asistencia que se brinda a los pacientes con DTA y sus familias suele ser
prejuiciosa, básicamente por dos razones. Porque como recién veíamos, ofrece a los
pacientes, en su mayoría adultos mayores, y sus familias, un abordaje basado en una visión
prejuiciosa del envejecimiento, en tanto lo entiende en clave de declive, de donde se sigue
que la psicoterapia con adultos mayores se vea como algo superfluo o con pocas
perspectivas (Berriel, 2000). Y porque, al inscribirse en dispositivos institucionales de
atención que sitúan al paciente y en general al sujeto de consulta (familia, pareja, grupo) en
un lugar pasivo, se refuerza aquella visión prejuiciosa del envejecimiento.

b. La terapéutica ofrecida es, por fuerza, también reduccionista, ya que exilia a la


dimensión subjetiva del paradigma comprensivo de la enfermedad a un rol
accesorio o, en el mejor de los casos, a un plano meramente sintomático,
convirtiendo a los agentes y servicios de salud en verdaderas presas de sus
propias limitaciones de pronóstico e intervención.

c. La labor técnico – profesional que no excede los límites de este paradigma


resulta en muchos casos patogénica, ya que muchas de sus intervenciones
tendrán el efecto de cristalizar algunos mecanismos psicosociales que el
paradigma ignora que intervienen en el proceso de la enfermedad, convirtiendo
muchos de sus pronósticos, emanados de las experiencias que va recogiendo
entre sus límites de comprensión, en verdaderas profecías autocumplidas
emanadas, al menos parcialmente, de sus propias indicaciones.

Una forma de posicionarnos ante esta realidad de la aproximación científico –

30
profesional al campo de las DTA es la de esperar a que el arsenal de la investigación
financiada por el complejo tecnológico – industrial que le da sustento económico y social al
paradigma hegemónico dé, por fin, algunos frutos sustanciales. Este posicionamiento sin
duda ofrece un lugar relativamente confortable a los aportes de las disciplinas psi y a los
fenómenos por ellas estudiados y abordados.

No es éste sin embargo el posicionamiento por nosotros adoptado. Por el


contrario, consideramos que las disciplinas que abordan los procesos psicológicos y
sociales están llamadas antes bien a contribuir a superar este estado de cosas en la
comprensión y el tratamiento de las DTA, claro está, en forma articulada con las
neurociencias. De otro modo estaríamos insistiendo en avanzar por lo que, al menos por
ahora, se presenta como una vía muerta, un callejón sin salida.

En efecto, la estrechez de los resultados obtenidos en el abordaje clínico de las


DTA no debe verse solamente como un campo externo a las ciencias sociales ni a las
disciplinas psi. La propia Psicología, en sus diferentes vertientes, y en tanto disciplina
relativamente nueva en el campo científico, ha tenido una serie de limitaciones para abordar
clínicamente el envejecimiento (Salvarezza, 1988) y en particular algunas patologías que
presentan una fuerte impronta, ya desde su definición, de los abordajes biológicos. Tal vez
las demencias sean uno de los ejemplos más claros de esto, en tanto en la producción
científica respecto a ellas la pregnancia de la perspectiva biológica es tan fuerte que ha
hecho perder la dimensión de sujeto de las personas afectadas y también ha invisibilizado la
dimensión subjetiva puesta en juego en la producción y curso de la propia enfermedad.

En este sentido, nuestra disciplina se ha ubicado mayoritariamente en un plano


instrumental respecto a concepciones hegemónicas de los procesos de salud y
enfermedad que provienen de otras disciplinas.

Por otra parte, en el campo interdisciplinario de la Psicogerontología, se han


desarrollado algunas investigaciones en la última década que fundamentan la
importancia de factores psicológicos, psicosociales y sociales en la etiología y evolución
de la DTA

Teniendo en cuenta los aportes científicos referidos, actualmente existe suficiente masa
crítica para conceptualizar las demencias degenerativas de tipo Alzheimer (DTA) como una
patología multicausal y multidimensional, que se manifiesta a nivel de los procesos
biológicos, psicológicos y sociales, donde el curso de la enfermedad dependerá
mayoritariamente de cómo se conjuguen estos procesos entre sí. Esta nueva forma de
concebir la patología toma distancia de la concepción de enfermedad individual, para
plantear que lo que enferma no es sólo el SNC, sino que enferman también la vida anímica,
los vínculos, las relaciones, la red social y las instituciones que incluyen/excluyen al sujeto
designado como enfermo.

Lo mismo sucede en el área social, donde la enfermedad se desarrolla, y de alguna forma


está ya ahí, en la red social de la persona, en su entorno inmediato, en la comunidad, en sus
soportes institucionales y simbólicos.

31
Este enfoque, que hemos desarrollado en el Capítulo 1, recibe la denominación
de modelo multidimensional de las DTA. Concomitantemente a la formulación de ese
modelo, hemos construido un dispositivo de intervención psicológica que pretende articular
las dimensiones más comprometidas en la producción de la enfermedad, habilitando una
nueva perspectiva de intervención psicoterapéutica en la patología, en un campo donde,
hasta hace poco tiempo atrás, la Psicología se limitaba simplemente a medidas funcionales
de entorno.

Consistentemente con el modelo multidimensional de las DTA, el dispositivo que


sustentamos contempla los siguientes abordajes: Psicoterapia individual del paciente y el
cuidador principal; psicoterapia en grupos de pacientes que contemple, además de los
aspectos psicodinámicos, las dimensiones de estimulación cognitiva y de desarrollo de los
procesos creativos; psicoterapia en grupos de cuidadores que contemple aspectos de
psicoeducación; intervenciones psicoterapéuticas familiares; intervenciones en red.

La pertinencia del abordaje del paciente en un dispositivo individual de psicoterapia


psicodinámica se fundamenta en los desarrollos psicológicos que sitúan en la producción de
la demencia a una elaboración fallida de una serie de conflictos ubicados en el plano del
proyecto identificatorio (Aulagnier, 1994). Esta elaboración fallida traería aparejada en
algunos sujetos una huida de la depresión (Catullo Goldfarb, 2004), en tanto ésta sería tan
insoportable y el vacío identificatorio tan absoluto que fracasarían todas las estrategias de
elaboración. De este modo, el sujeto se somete a sí mismo a una especie de paulatina
muerte subjetiva que, sin embargo, permite conservar una vida biológica a la que no puede
renunciar.

El elemento central del enfoque que postulamos respecto a la psicoterapia individual es que
lo que va a estar en tratamiento no es un “enfermo de alzheimer”, sino un sujeto que se irá
produciendo en el curso del tratamiento, de manera que la DTA es sólo una de las
circunstancias de su historia individual, familiar y social. Tratamos a un sujeto que ha sido
diagnosticado como enfermo de Alzheimer, pero descentrándonos de tratar la enfermedad
para tratar al sujeto de consulta, que se configura en el curso del tratamiento. De ahí que la
psicoterapia psicodinámica con elementos tomados del psicoanálisis, de la psicología
social rioplatense (Scherzer, 1997) y del socioanálisis (Rodríguez Nebot, 2004) desde un
enfoque de clínica móvil.

El espacio psicoterapéutico individual con el cuidador principal, por su parte,


basado en las mismas concepciones teóricas, permite abordar tanto las transformaciones
psíquicas que el desempeño de ese rol, con sus consiguientes dimensiones de adjudicación
y asunción del rol, conlleva para quien lo ocupa, como los niveles de implicación del
cuidador en el proceso de producción de la propia enfermedad. A la vez habilita y
promueve el descentramiento de la concentración afectiva que suele producirse sobre el
vínculo con el enfermo como salida, paradójicamente bajo la forma de una captura, para la
conflictiva individual actualizada en el cuidador a partir de la nueva configuración que
conlleva el enfermar del paciente.

La implementación de un espacio de psicoterapia grupal con los pacientes con

32
DTA ha sido uno de los primeros hallazgos en el programa de investigación que venimos
desarrollando desde 1996 (Berriel, Leopold y Pérez, 1998). El fenómeno de la grupalidad
ha sido ampliamente estudiado en ambas márgenes del Río de la Plata (Berriel, 2004b) y en
otros ámbitos académicos, como un dispositivo de alto potencial en el campo de las
psicoterapias. La especificidad del dispositivo grupal (Del Cueto y Fernández, 1985) radica
en que en situación de grupo se producen fenómenos de índole psicológica que superan los
recursos de cada integrante, en cuanto a producciones imaginarias grupales, redes
identificatorias y transferenciales, juegos de roles, acontecimientos de transversalidad y
estrategias complejas de comunicación y cooperación.

Estos elementos son de alta complejidad para el manejo del sustrato afectivo, intelectual y
cognitivo que subyace al despliegue manifiesto de contenidos y dinámicas grupales pero, a
la vez, permiten contar con esos mismos instrumentos para el despliegue deseante y
enunciante en situación colectiva, circunstancia de la que las personas en situación de estar
diagnosticadas de DTA suelen estar excluidas casi en forma absoluta. Al representar un
medio exigente y estimulante de las habilidades sociales y comunicacionales, al aportar, en
la medida que avanza el proceso grupal, el continente y el estímulo afectivo de la
cooperación, este espacio se presenta como particularmente adecuado para el trabajo con
pacientes con DTA en sus estadíos iniciales y medio (GDS 4 - 5).

El grupo, como es sabido, se presenta asimismo como un dispositivo altamente favorecedor


para el empleo de técnicas psicodramáticas, de expresión corporal y de desarrollo de los
procesos creativos mediante recursos plásticos.

Además, estas metodologías de desarrollo de los procesos creativos elevan el potencial de


las técnicas de estimulación cognitiva logrando un compromiso afectivo e intelectual más
integral en lo individual y colectivo.

El dispositivo terapéutico grupal ha mostrado asimismo su efectividad en el


trabajo con los cuidadores principales. Desde las mismas bases teórico – metodológicas
que el grupo de pacientes, el manejo técnico en este caso reposa, sin embargo, en una
mayor apelación a lo verbal, lo que lo acerca, en el enfoque de la coordinación por parte de
los terapeutas, a la técnica operativa de grupos (Pichón Rivière, 1985).

Destacamos el hecho de que el dispositivo psicoterapéutico se revela como muy superior al


grupo de autoayuda en el tratamiento del proceso que los cuidadores principales
desarrollan a partir del vínculo con el paciente con DTA - el que hemos descrito en otro
lugar como de dependencia psíquica mutua (Berriel, Leopold, Pérez, 1998) - junto con el
impacto familiar que implica el trastocamiento de roles y discursos identificatorios
individuales y colectivos que la enfermedad, tanto como sus condiciones de producción,
traen aparejados. La situación grupal con otras personas que ocupan este lugar asignado –
asumido de cuidador principal favorece, si está coordinado por dos terapeutas grupales
entrenados, el descentramiento de la posición de queja y el discurso fatalista o maníaco
(cristalizado) que suele consolidarse (no sin la complicidad involuntaria de la perspectiva
hegemónica de la DTA) aportando al deterioro de la situación general y del paciente en
particular.

33
Por otra parte, este dispositivo permite no limitarse a un espacio de psicoeducación, sino a
elaborar colectiva e individualmente los obstáculos epistemofílicos (Pichón Rivière, 1985)
que estereotipan la forma de posicionarse ante la enfermedad y ante sí mismos.

Las intervenciones psicoterapéuticas familiares constituyen un punto nodal del


dispositivo global (Pérez, 2004b). Según varios autores relevantes, los grupos familiares en
su evolución genealógica, constituyen la unidad mínima de los procesos de “enfermedad
mental” (Bauleo, Monserrat y Suárez, 2005).

En la familia se producen los mecanismos psíquicos de orden grupal que, mediante


complejos procesos de asunción y adjudicación de roles, resuelven conflictos que por algún
motivo exceden las posibilidades de los recursos disponibles para la elaboración colectiva,
mediante la configuración de un depositante que tarde o temprano se constituye en enfermo
designado.

Desde esta perspectiva, entonces, el enfermo es un emergente de su grupo familiar o, más


precisamente, de la historia y de la dinámica de su familia. La familia como campo de
regularidades, es decir, como institución, produce un imaginario familiar que anuda con el
imaginario social, de manera que el proyecto identificatorio será posible por la
disponibilidad de emblemas identificatorios (Berriel, 2003 y 2004) que este imaginario
proveerá. Estas producciones imaginarias familiares, en su expresión narrativa, constituyen
lo que se ha denominado novela familiar.

Ya habíamos mencionado que el conflicto que, desde una perspectiva


psicológica, da condiciones subjetivas para la producción de una DTA, radica en un
conflicto identificatorio. Por lo tanto, el trabajo sobre las condiciones de posibilidad de ese
proyecto a partir del imaginario familiar resulta central.

La intervención terapéutica familiar, implementada estratégicamente en el marco de un


dispositivo complejo pluridimensional, permite a la vez abordar el sustrato histórico
familiar que antecede y da lugar en parte al proceso de enfermar, y también la crisis actual.
Un aspecto concreto en cuanto a ganancia terapéutica que este nivel de intervención aporta,
lo constituye el descentramiento que favorece la depositación en el “enfermo” de los
aspectos insoportables para el grupo y en el cuidador principal del movimiento reparador y
el encargo grupal del cuidado, aumentando de este modo el índice potencial de
transversalidad del grupo, ya no sólo respecto a la enfermedad, sino a su historia, sus
condiciones sociales y deseantes de existencia, su dinámica, su imaginario, sus narrativas.

Este modelo que venimos planteando se plasma por tanto en un dispositivo complejo
integrado a su vez por diversos dispositivos psicoterapéuticos. No se propone sustituir el
abordaje médico de la enfermedad, sino aportar dialógica, simétrica y omplementariamente
al mismo. Si se producen fricciones con algunos agentes ubicados en la perspectiva
tradicional de asistencia en el campo, siempre que las mismas puedan enfocarse hacia el
bienestar de las personas asistidas y no en el campo de una lucha por hegemonías
disciplinarias y campos profesionales, ellas son las lógicas y necesarias contradicciones
productivas que van implícitas en los abordajes múltiples.

34
Nuestro enfoque se define, por lo tanto, como multidimensional.

Eduardo, el hijo menor de la familia Sánchez, consulta porque su padre, ha recibido hace
ya un año el diagnóstico de “probable alzheimer”. Solicita atención psicológica “para
papá, porque la familia ha decidido brindarle toda la atención posible”. El Sr. Sánchez, de
82 años, es atendido por un médico geriatra. Lo que más preocupa a la familia, en
términos de Eduardo y su esposa, es que “papá está siempre con esas ideas de que quiere
volver a Toledo27 a ver a los padres y cuando la señora que lo cuida, que tiene orden de
no permitirle salir solo, se interpone, él ha llegado a ponerse violento con ella. Además es
como monotemático con esto de que quiere ir a Toledo, yo lo he llevado y mi hermana
también, pero claro, vamos, la casa pertenece a una familia muy amable que nos deja
pasar y todo pero cuando él ve a esa gente saluda, preguntan cómo andan y dice
que se quiere volver”.

El trabajo clínico en estos casos suele comenzar con un pedido de asistencia al paciente que
encierra la esperanza de una mejoría. Pero, ¿qué mejoría? Básicamente suelen plantearse
dos tipos de motivo de consulta en estos casos, motivos que suelen presentarse
combinados: una apuesta a que una técnica novedosa con el paciente pueda surtir algún
efecto de mejoría o enlentecimiento de la enfermedad; o bien una situación de desborde
familiar no ocasionado en general directamente por la DTA sino por lo que suele
denominarse trastornos psicológicos y conductuales (SPCD)

En efecto, la asistencia médica de calidad en general brinda información importante para


que las familias puedan conocer la información básica sobre la enfermedad, incluido el
capítulo de pronósticos. Esto sin duda abre un período de transformaciones en todo el grupo
familiar con facetas más ligadas a los procesos de duelo y sus etapas (negación, dolor,
aceptación) y con la emergencia de nuevos conflictos.

Una de las aristas centrales de esto lo constituye lo que hemos conceptualizado en términos
de dimensión institucional del diagnóstico (Berriel, Leopold y Pérez, 1998). Una vez
establecido un diagnóstico, y por ese solo hecho, un conjunto de transformaciones tendrán
lugar:

Cambios en el vínculo con el paciente: Quien hasta ese momento era el padre, la
madre, el cónyuge, pasará paulatinamente a convertirse en un objeto de cuidado, y en una
persona cuyas conductas pasarán cada vez más a explicarse a partir de la enfermedad que
padece. Estos nuevos roles comienzan a re – matrizar la realidad preexistente.

Cambios en los tránsitos institucionales: La determinación del diagnóstico, a la vez que


hace posible el comienzo de una atención adecuada, implicará un conjunto de nuevos
tránsitos institucionales y de asignación de lugares para las personas involucradas, a la vez
que otras inscripciones comienzan a verse obturadas.

Cambios en los códigos de interpretación: La información sobre la enfermedad, muchas


veces parcialmente aportada y comprendida da lugar a un nuevo contexto de codificación y
sobrecodificación de situaciones cotidianas que trastoca el sistema de significados en el que

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las relaciones interpersonales tienen lugar. Además, la formulación del diagnóstico, como
enunciado, tiene carácter performativo.

Esto es, constituye un acto de habla, da lugar a una realidad a partir del hecho de ser
enunciado en el contexto institucional y semántico en el que el diagnóstico se establece. En
cierto modo, alguien pasa a estar enfermo de DTA a partir de que el diagnóstico se
pronuncia y la realidad que de ahí en más tendrá lugar será en cierta medida producto de
ese pronunciamiento y no sólo de la realidad “objetiva” que da lugar a ese enunciado.

Un primer nivel de intervención, por lo tanto, consiste en problematizar el conjunto de


certezas con las que el sujeto de consulta llega.

La actitud clínica lleva a adjudicarle a la reiteración y perseveración en el discurso de los


pacientes, al menos el beneficio de la duda en cuanto a la presunción de sentido. Habíamos
señalado que los trastornos psicológicos y conductuales suelen ser un motivo de consulta
más poderoso que los síntomas más “propios” de la enfermedad.

Curiosamente, la mirada técnico – profesional hegemónica habitual, junto con la lógica


preocupación por suprimir la mayor cantidad de trastornos posibles, disocia estas
manifestaciones de la enfermedad considerada globalmente cuando las toma como
meramente secundarias al núcleo (biológico) de la enfermedad.

A nivel de la personalidad pre mórbida, la indagación clínica permite identificar


elementos que parecen inscribirse en lo que algunos autores denominan como
“identidad unívoca” (Zarebski, 2005) y que ha sido señalado como un factor de riesgo
contrario a un envejecimiento saludable desde el punto de vista psíquico. Junto con este
elemento se destaca una visión negativa del envejecimiento que comparten el paciente y su
entorno antes de la emergencia de la enfermedad.

Las observaciones clínicas permiten destacar la existencia, en la historia de los


pacientes, de instancias de pérdidas no elaboradas o duelos patológicos. En los casos
estudiados, las historias familiares presentan también conflictos claramente no elaborados,
con poco procesamiento psíquico individual y colectivo, dando lugar a limitaciones en las
posibilidades de subjetivación de lo conflictivo, expresado ello en el poco espacio de
tramitación psíquica ante instancias traumáticas o circunstancias de pérdidas relevantes
para los sujetos.

Ya en 1970 Bleger planteaba la existencia de “formaciones no integradas al


psiquismo individual, que son depositadas en todo vínculo y puestas en juego en todo
grupo” (André-Fustier y Aubertel, en Eiguer y col., 1988: 124). Estos elementos son
subjetividad, pero muchas veces son procesos inconscientes, clivados, a los efectos de
permitir el funcionamiento, y no interferir en el despliegue, de otras formaciones psíquicas.

Una de las funciones de la intervención familiar y de grupo es recoger y permitir la


inscripción, en la cadena asociativa grupal, de las huellas de lo que ha quedado en suspenso
en la elaboración, en la transmisión psíquica familiar. “Estas huellas, probables efectos de
contrainvestiduras originarias frente a un exceso traumático, mantienen a cada sujeto de la

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familia en la imposibilidad de hacer propio algo que está grupalmente sostenido … y que,
no obstante, lo afecta” (ídem: 123). En tal sentido lo grupal es psíquico.

Consideramos que los alentadores resultados que habilita el tipo de abordaje


psicoterapéutico que postulamos radica en que, además de contemplar las dimensiones que
la perspectiva tradicional y hegemónica “admite” con relevancia central, considera con la
misma relevancia algunos de sus puntos ciegos, a saber: Lo psicoafectivo, lo grupal, la
dimensión familiar, la red vincular, la red social, los procesos creativos y la multiplicación
de recursos de registro y expresión (cuerpo, plástica, literaria, entre otros). Sin embargo,
este dispositivo no está exento de algunos inconvenientes que es necesario considerar:

El cuidador principal, la familia y el sistema de asistencia sanitaria suele presentar


serias resistencias al descentramiento del abordaje de la enfermedad del paciente
designado. Ello debe contrarrestarse con un equipo donde existan recursos para pensar las
variables institucionales intervinientes y para desarrollar la capacidad de visualizar las
ganancias de la participación en el dispositivo por parte de las personas que sostienen la
consulta.

A veces los pedidos de asistencia no llegan a formularse sólidamente hasta que la


enfermedad ha avanzado tanto que los efectos favorables que pueda tener el dispositivo se
ven comprometidos.

Los procesos son largos y ello lleva a que sea difícil sostenerlos con el mismo
nivel de compromiso. En general el abandono del tratamiento, cuando tiene lugar, no se
produce a partir del paciente con DTA, el que suele mostrar gran adhesión al dispositivo,
sino de parte del cuidador principal. Esto puede pensarse a partir de la dependencia
psíquica mutua (Berriel, Leopold, Pérez, 1998) que se desarrolla a menudo y que configura
un vínculo que necesita que el enfermo permanezca exactamente en la misma posición
dependiente con la que llega a la consulta. Tómese en cuenta que más allá de los déficits
directamente ligados a la enfermedad, suele haber una sobre-disfuncionalidad como
consecuencia de este vínculo de dependencia psíquica mutua.

Aún con estos inconvenientes, el dispositivo funciona en la mayoría de las consultas en las
etapas iniciales y medias de la enfermedad, siempre que se atienda a la instrumentación de
los profesionales como equipo de trabajo y que la estrategia clínica de cada intervención se
maneje con la flexibilidad que requiera. Sin duda es mucho lo que queda por recorrer en el
desarrollo de recursos psicoterapéuticos en el campo de las DTA y otros trastornos
cognitivos graves. Pero el camino ha comenzado.

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Gelencser, A., y Scherzer, A. (1979) Dinámica de las estrategias terapéuticas de
abordaje pluridimensional.

I. Abordaje pluridimensional

“Utilizamos la noción técnica de abordaje pluridimensional, elaborada por Pichon Rivière,


en base a los principios de pluralidad fenoménica, como la aparición de los síntomas en las
tres áreas de expresión (mente, cuerpo y mundo exterior), y al principio de policausalidad,
o expresión etiológica que sigue al principio configuracional de las estructuras patológicas
en sus diversas dimensiones. Esto parte, originariamente, de las series complementarias de
Freud, quien relacionó varios tipos de causas recíprocas en la aparición del trastorno mental
individual.”

“Según Pichon Rivière, el abordaje terapéutico pluridimensional tiene como objetivo


cubrir, lo más extensamente posible, las múltiples dimensiones etiopatogénicas de los
conflictos psicopatológicos y la diversidad de las áreas de expresión de los mismos. Pichon
Rivière sostiene que por su acontecer y su sintomatología, el sujeto da cuenta de que sus
conflictos no son solamente de él, sino que son de su grupo familiar”.

Nosotros pensamos que los conflictos de un sujeto están en relación con variables más
globales que comprenden, por lo menos, a su grupo familiar” y las instituciones por las que
atraviesa en su tránsito vital (3). O sea, que planteamos que su grupo familiar y las
instituciones delimitarán operativamente una globalidad más amplia por la que cursa la vida
de un sujeto y lo determina en la construcción de su subjetividad.

Abordaje Terapéutico

“Por lo que antecede es que nosotros realizamos nuestra intervención terapéutica sobre la
situación emergente que apunta al discurso y a la actuación (hacia la comunicación en un
sentido más amplio) que sirve de puente, de pasaje, hacia el desarrollo sobredeterminado”
de la dinámica grupal “que trasciende y va más allá de lo empírico e individual.” Esto
recorta nuestra diferencia de enfoque con otras escuelas en donde el manejo
comunicacional e interaccional no está relacionado con el plano latente familiar.

Escotomizan desde esta posición estructuralista/sistémica la causalidad histórica y genética


(en el sentido de génesis) de esa familia (Palo Alto, por ejemplo).

“Partiendo de Freud, quien a través de las series complementarias relacionó varios tipos de
causas recíprocas en la aparición del trastorno mental individual, Pichon Rivière habla de la
noción de policausalidad (o sea multiplicidad de causas), instrumentando por ello un
abordaje terapéutico pluridimensional que tiene como objetivo cubrir lo más exactamente
posible a las múltiples dimensiones etiopatogénicas de los conflictos “psicopatológicos” y
la diversidad de las áreas de expresión de los mismos (mente, cuerpo, mundo exterior).”

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“El enfoque pluridimensional permite reconstruir parte del contexto en el cual cobra otro
sentido la organización de la clásicamente llamada ‘enfermedad mental’.
Para nosotros, parte del trabajo estaría dado en delimitar, lo más exactamente posible, cuál
es ese otro contexto al cual nos vemos enfrentados, lo sepamos o no, lo podamos abordar
técnicamente o no, cuando estamos con un ‘paciente’.

“Es decir, que aquí se movilizan, ya no meramente aspectos teóricos y técnicos vinculados
a la psicopatología individual, grupal, familiar, etc., sino problemas institucionales,
epistemológicos, frente a los cuales esperamos tener la oportunidad de polemizar,
cuestionarnos y discutir.”

“Como se ve, nuestra direccionalidad apunta hacia una elaboración del contexto latente,
esto es nuevo, (que late y que se puede tornar “visible y palpable”) y no sólo hacia lo
explícito, ni a lo fenomenológico-descriptivo como meta final del trabajo psicológico.”
“Por eso instrumentamos las estrategias terapéuticas de un caso clínico hacia un lugar que
está más allá de los sujetos, más que en el inconsciente “individual”: en la latencia de las
configuraciones psicopatológicas.

Reservamos la palabra Inconsciente para una categorización de lo individual, y latencia


para referirnos a elementos no conscientes (preconscientes o inconscientes) sean grupales,
institucionales, etc., conceptualizaciones que desarrollamos en otro trabajo.
La necesidad de producir transformaciones “terapéuticas” en el contexto latente nos lleva a
movilizarnos con una instrumentación técnica abarcativa de la amplia gama de unidades
operativas en juego, como momentos de intervención en “profundidad”, y
simultáneamente, en la extensión del espacio más global en superficie y amplitud.

Espacio en realidad virtual, expresado en un polo, el del emergente, y con otro polo: el de
su relación con la dinámica latente. Por eso, la orientación de la intervención en el proceso
terapéutico sigue la línea de los emergentes considerados en su causalidad recíproca.
Queremos decir que seguimos pensando al emergente como el momento del discurso grupal
que surge como parte de la problemática latente expresada a través de la comunicación y
metacomunicación de los sujetos involucrados en una tarea y una finalidad común, de cuya
intencionalidad da cuenta la sobredeterminación reglada de las contradicciones, conflictos y
el contexto en juego.”

II. Estrategias terapéuticas

“Como corolario de estos aspectos utilizamos, decíamos, distintos encuadres terapéuticos


atendiendo a esas unidades operativas en juego. Por eso, instrumentamos psicoterapia
individual psicoanalítica, psicodramática con base analítica, grupal, familiar, de pareja,
familiar extensa (que incluye los personajes significativos para la familia), etc.

Para lograr estos objetivos y comprender mejor la utilización de estos recursos aplicamos
una noción técnica proveniente de nuestra experiencia clínica, a saber, la diferencia entre
Psicoterapia Asociada y Psicoterapia Combinada.

39
Estas denominaciones fueron planteadas, en 1975, en un trabajo denominado “Diferentes
formas de participación de los padres en la psicoterapia de niños”, reformulado y publicado
en el libro “La Familia” (Tomo II), “Diferentes formas de participación de los padres y
personas significativas en la psicoterapia de niños y adolescentes”.

Aquí, se intentó sistematizar los distintos encuadres técnicos utilizados en psicoterapia de


niños y adolescentes, de acuerdo a la estrategia terapéutica del caso. Entre esos recursos
técnicos surgió la distinción entre Psicoterapia Asociada y Psicoterapia Combinada.
Recordamos aquí, brevemente, que Psicoterapia Asociada es la unión de diferentes recursos
terapéuticos sin que necesariamente haya similitud entre los esquemas referenciales
teóricos, técnicos y metodológicos, que sustentan dichos recursos terapéuticos.
“Queremos significar la coincidencia temporal de la asociación sin que conformen, ni
siquiera tiendan, hacia el mismo objetivo, aunque sí puedan coadyuvarse o aún potenciarse.
Por ejemplo, en una familia: el esposo en análisis individual y la esposa en otro análisis
individual o en otra psicoterapia con otro esquema referencial.” “Psicoterapia Combinada
es la unión de dos o más técnicas psicoterapéuticas, de modo tal que constituyan un
procedimiento articulado, apunten hacia un mismo objetivo e integren, simultáneamente, un
complementario esquema teórico, técnico y metodológico.”

Algo de historia

Algo de historia en la aparición de estos temas en nuestro medio.

“En un principio comenzamos haciendo Psicoterapias Asociadas. Recordamos que hace


varios años proveníamos de formaciones donde se visualizaban los problemas desde una
perspectiva psicopatológica individual. Constituyó todo un acontecimiento para nosotros, el
derivar a un paciente individual a otro profesional para efectuar una psicoterapia de pareja
en vez de derivar al otro integrante de la pareja hacia una psicoterapia individual.
Descubrimos (no sin gran asombro) que la cura psicoanalítica dejaba de ser (para nosotros,
al menos) la única técnica psicoterapéutica, para ir convirtiéndose, como veremos luego, en
una técnica de elección para algunos casos, pero no la única para todos ellos.

A través de las vicisitudes de los procesos terapéuticos se fueron constatando que diversos
problemas surgían, particularmente derivados de la desconexión entre los terapeutas
participantes, cuyas actividades sólo coincidían en la simultaneidad temporal en la que se
desarrollaban las respectivas psicoterapias. La concepción psicopatológica se fue
ampliando, modificándose, pero los recursos técnicos de Psicoterapia Asociada no eran
suficientes para tales fines. Fue el punto en que apareció la Terapia Combinada.”

“Diversos problemas surgían entre los profesionales participantes y con los pacientes
(confrontar Terapia Combinada o Asistencia Combinada I (4), 1972), que nos fue llevando
a comprender que eran originados por una no explicitación de enfoques terapéuticos, por la
ausencia de una integración en un equipo terapéutico.

Pasamos, a raíz de ello, a una combinación de recursos técnicos con vistas a un objetivo
común. Combinación en el sentido de la química: unión indisoluble ya entre los recursos,
logro de un efecto nuevo a raíz de esa unión.

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La configuración disfuncional se ampliaba en el abordaje concreto: no era más exclusiva y
aisladamente individual.

Se vio, entonces, la necesidad de lograr, primero, una integración en la cual se pudieran


plantear los mismos objetivos (una finalidad común) y, a su vez, determinar las estrategias,
delimitando los campos terapéuticos en los que cada uno iba a actuar. Para lo cual hubo que
constituir, después de fallidos intentos de integración individual, un equipo terapéutico.
Este es el punto al que se había llegado en “Asistencia Combinada I” (1971) y “Asistencia
Combinada II” (1974).
Luego, englobando los avances anteriores y desarrollándolos en su contexto ampliado
(implícito y latente), apareció más claro el problema estratégico (el de las Estrategias
Terapéuticas). O sea, que había que lograr no sólo un mismo objetivo en el equipo
terapéutico, sino que ese objetivo estaba en función de una ideología asistencial que, como
primer paso, había que elaborarla dentro del equipo para luego articularla con una visión
teórica y una perspectiva técnica coherente con esa ideología asistencial, que con validez
científica propia actuara sobre el campo.

De tal forma, para nosotros, el problema del abordaje de la “estructura” pluridimensional se


convirtió en el centro de la problemática y, su dinámica en el problema de la elucidación,
tanto teórica como técnica, a ser aplicada en las estrategias terapéuticas. Tal como
ejemplificamos anteriormente, nuestro abordaje lo efectuamos sobre una situación y no
sobre un paciente. Es decir, tratamos de diagnosticar una situación psicopatológica, una
“estructura psicopatológica”, y no un diagnóstico meramente individual.

“La estructuración dinámica del campo no la explicamos solamente por una dinámica
individual, sino que el abordaje de los sujetos empíricos involucrados da cuenta de las
fuerzas en juego a través de ellos, y de otros fenómenos comprendidos en el abordaje
pluridimensional, como ser: la inscripción de los factores culturales y sociales en el
inconsciente individual, la ideología familiar (los mitos de la “estructura” latente del grupo
familiar), los factores institucionales.

Así, como vimos, abordamos diferentes situaciones de acuerdo al caso clínico en juego.
En nuestra experiencia, algunas veces, fue conveniente iniciar el tratamiento con una
psicoterapia individual, pasar luego a una psicoterapia familiar y luego a una psicoterapia
de pareja. Otras veces, lo indicado fue comenzar con una psicoterapia familiar para pasar
luego a psicoterapia individual de uno de los integrantes, particularmente de niños y
adolescentes, y derivar a psicoterapia de pareja a los padres.

Otras, en el curso de una psicoterapia individual efectuamos un psicodiagnóstico de pareja


con otro técnico, para luego realizar una psicoterapia combinada de un paciente
analizándose en forma individual y efectuando, simultáneamente, una psicoterapia de
pareja con otro terapeuta (el de psicodiagnóstico).”

“Otras veces, comenzamos con una psicoterapia individual combinada con psicoterapia
familiar y psicofármacos, particularmente con pacientes psicóticos (Asistencia Combinada
II).

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Podríamos así, seguir desarrollando distintos enfoques técnicos con los cuales abordamos
distintos casos clínicos que, en este momento, preferimos no transcribir por razones de
tiempo y porque han sido y serán objeto de otros trabajos.

Lo que sí diremos es que los pasos estratégicos mencionados obedecen a una teorización
determinada y a recursos técnicos subordinados a ella, que fuimos desarrollando en
distintas comunicaciones científicas desde 1971 a la fecha. No constituyen pasos
arbitrarios, “caprichos técnicos” sino una comprensión desde una perspectiva
pluridimensional que requiere la utilización articulada de diferentes técnicas
psicoterapéuticas.

No alcanza con tener una sólida formación psicoanalítica para lograrlo, ni tampoco una
sólida formación como psicoterapeuta grupal, ni aún como psicoterapeuta familiar. Es
menester una integración particular de varias disciplinas sustentadas por una base
epistemológico-metodológica coherente con la concepción pluridimensional, que permita
un uso pertinente de los recursos técnicos.

Las limitaciones de otros enfoques en esta perspectiva lleva a que algunos autores se
planteen dilemáticamente, como alternativas excluyentes, psicoanálisis (o psicoterapia
psicoanalítica) individual o terapia familiar.

Si un paciente (niño, adolescente, o psicótico) no puede analizarse por interferencias de los


padres, o de la familia, o de la institución involucrada, algunos colegas indican una
psicoterapia familiar d’emblé (de entrada) precipitadamente, no respetando las variadas
maniobras de pasaje que articulan las distintas instancias en juego.”

“También observamos como otros profesionales indican la psicoterapia familiar como el


recurso omnipotente que permitirá solucionar los conflictos familiares y psicopatológicos
individuales.”

La Concepción Operativa de la Intervención Familiar no era, ni es, la solución de


alternativa para las lagunas que el psicoanálisis individual no aborda, ni a la inversa. Sino
que el centro del accionar terapéutico pasa por tratar de abordar el funcionamiento latente
según un ordenamiento que privilegiamos desde el ECRO, quien, según el caso clínico, nos
dará la sucesión estratégica de los pasos a seguir.

“Las indicaciones precisas fueron hechas, entonces, después de evaluar en el caso clínico
las posibilidades de los pacientes: culturales, intelectuales, económicas; la disponibilidad
de los técnicos, el esquema referencial, los horarios y las variables institucionales (cuando
era efectuada en la práctica hospitalaria, sanatorial, mutual o de otra índole).”

“Para nosotros, los elementos que de alguna manera abarcan los límites del conjunto y la
articulación de los factores involucrados en él, estarían dados por;

1. El grupo familiar.

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2. La familia extensa ( o sea aquellas personas significativas que intervienen en la familia
y no sólo por los individuos que la componen).
3. La especificidad de los mecanismos de la latencia grupal familiar, distintos de aquellos
mecanismos inconscientes individuales abordables y descifrables en la dinámica latente.
4. Los pasajes de un subgrupo a otro y la transformación de los mismos.
5. Los conflictos condensados, desplazados y actuados en el síntoma que se manifiestan en
los emergentes.
6. Las seudotransformaciones y posiciones defensivas adoptadas y actuadas por el grupo a
través de seudorrotaciones de conflictos, ansiedades y roles, posturas “como si” producto
de la racionalización y el formalismo que aluden a un seudocambio.
7. La organización de las contradicciones en las cuales el conflicto dominante no toma,
por momentos, correspondencia entre su apariencia y las instancias involucradas en el
mismo.”

EN SUMA Nos planteamos el abordaje pluridimensional de las configuraciones


psicopatológicas y la necesidad de una estrategia terapéutica que comprenda las distintas
dimensiones de la misma, con técnicas, métodos y una ideología asistencial común a los
profesionales intervinientes.” No es el “vale todo”, ni la contraactuación del terapeuta
cuando no entiende qué sucede en su trabajo, ni sabe cómo hacer.

“Los obstáculos teóricos y técnicos para explicar ciertos fracasos terapéuticos por parte de
las concepciones psicopatológicas individualistas, nos llevó a plantear una nueva
dimensión, una problemática nueva, para cuya aproximación necesitamos un planteo
instrumental y estratégico distinto, en el cual los recursos técnicos, agotados en la
exploración vertical, aborden esta nueva dimensión de forma tal que no sea una
reproducción analógica de la ideología ni de la técnica individual y que explique los
mecanismos en juego”.

Sin embargo, por ahora en los comienzos de esa delimitación, sólo podemos dar cuenta de
algunas de sus características, desde el campo de la llamada ‘patología’, a través de los
emergentes que plantean y conformarían las aristas y contornos de esa dinámica latente,
conjuntamente con los determinantes institucionales y sociohistóricos que atraviesan el
campo de análisis.

Como corolario de ello, nos hemos planteado diferentes pasos en los tratamientos de
abordaje pluridimensional .

En ese enfoque, nuestro punto de vista parte de una globalidad situacional, grupal, de un ser
social, cuya articulación con el grupo conforma parte de las vicisitudes de la técnica
operacional.

Consecuentes con ello, sostenemos la necesidad de homogeneizar el proceso terapéutico,


que sus técnicas involucren el esclarecimiento de las formas de vida, hábitos y costumbres
de la vida cotidiana, que articulen los abordajes individuales, grupales, institucionales y
comunitarios por medio de un esquema referencial, conceptual y operativo común entre los
profesionales que abordan el campo.” Por ahora, el que mejor contempla estas variables, es
la Concepción Operativa de la Psicología Social, de los Grupos.

43
Rodríguez Nebot- Clínica Móvil

Lo que intento es dar cuenta de esta microexperiencia en mi concepción de trabajo el


socioanálisis se presenta como la posibilidad de armar pequeñas miniaturas
¿nanomáquinas?- cajas de herramientas que producen cierta luz sobre los avatares del
sufrimiento, que permanentemente me cruzan el camino y hacen forma y parte de mi hacer-
ser.

En nuestra herencia pesan como relación de desconocimiento los dispositivos sedentarios.


Son aquellos que hemos heredado de la psiquiatría, la medicina y de la psicología del Two
Bodies. Es aquella que diagnostica, evalúa, examina y categoriza a ultranza los pacientes,
metiéndolos en los cuadros del DSM 4. Los dispositivos sedentarios manejan una
concepción de lo normal y lo patológico que en suma son condiciones de cristalización que
la propia sociedad construye a través de su imaginario social.

Es una operación epistemológica que tiende a separar al sujeto del objeto, es más, no da
cuenta de la implicación del observador que realiza una operación sobre el objeto y redunda
inevitablemente en su transformación. Dicha transformación implica necesariamente el
acomodamiento del sujeto y del objeto y viceversa del objeto sobre el sujeto. Esto lleva a
entender, a las clínicas como operaciones de corte muy complejo, y tienden a producir un
efecto de transmisibilidad. Por transmisibilidad, se garantiza un saber, un saber sobre otro,
un saber sobre el sufrimiento y el dolor, de aquella persona que llegando a nuestro
consultorio o a nuestra clínica privada o pública realiza una abreacción, una descarga, en
suma una demanda, un pedido de alivio.

Ya no podemos hablar de la existencia de una clínica sino de una multiplicidad de ellas.


Prueba de ello es la multitud de psicoterapias y de modalidades de intervención.
La clínica sedentaria es aquella que deviene de la medicina, que ha producido la psiquiatría
a lo largo de los últimos 150 años y que como elemento culminante tenemos la
construcción de este nuevo tabulador o este nuevo scaner denominado DSM-4.

Estos dispositivos que denominamos sedentarios tienden a tratar de hacer pasar a los
pacientes por determinados lugares prefigurados, prearmados y que de esta manera van a
dar siempre, los mismos resultados, dentro del universo simbólico al cual están adscriptos.

Es por eso que la clínica no es una sola sino son muchas, pero no son muchas solamente
porque hay una transformación de las subjetividades en el contexto de las psicopatologías
actuales, sino que también son muchas porque el acto clínico es una operación sumamente
compleja de investigación, de elaboración teorética, de principios de regulaciones de
encuadres y dispositivos y de encuentros con el sufrimiento humano. En este sentido la
clínica se transforma en un constructo que tiene al sufrimiento psíquico por base y a su vez
una elaboración teórica que da cuenta o intenta dar de un posible devenir, o de una posible
respuesta ante la pregunta de aquel que sufre.

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Las clínicas sedentarias son aquellas que refuerzan los circuitos del poder del imaginario,
que refrendan y que potencializan una repetición, la estereotipia, y permiten por su acción
tecnológica categorizar a los sujetos sufrientes, dominarlos en una suerte de violencia
simbólica y que promueven encierros reales, concretos o simplemente encierros
discursivos, tautológicos, que en última instancia no ayudan en nada a los propios pacientes
o a aquellos que sufren y que reclaman con su dolor algún tipo de alivio, algún tipo de
ayuda. Las clínicas sedentarias en realidad basan su potenciación en esta suerte de
naturalización de la estereotipia y la repetición, con lo cual el análisis es un imposible.
El psicoanálisis como práctica terapéutica ha devenido sedentario y tiende a repetirse al
infinito, no hay escucha, no hay trabajo interpretativo, lo único que hay es una suerte de
hermenéutica que refrenda a si misma en una especie de tautología al infinito.

El tiempo libre se ha transformado en una verdadera industria que sobre estimulando a las
subjetividades planetarias lo único que hace es exacerbar el propio consumo, con lo cual
uno se consume en tiempo libre y se consume en tiempo productivo.

Cuando el paciente habla y nos relata sus síntomas, en última instancia está dando cuenta
de un problema, como dice Deleuze, plantear el problema no es simplemente descubrir, es
inventar.

Hemos abandonado esa epistemología causal en donde hay un factor que origina los
problemas, sino que al revés, son muchos problemas que originan otros problemas, estamos
en un terreno de policausalidades y de complejidades en donde la fuerza de la palabra
interpretativa es una gestión de articular diferentes planos lógicos productivos que no
guardan una coherencia entre si, sino que la característica esencial es la incoherencia.

No nos alcanza con la noción edipica, ni con la problemática de la relación temprana, ni


tampoco con la de la castración, sino que encontramos también el hecho que para llenar la
falta de un objeto protector o la falta de uno estructurante, simbolizante y marcativo con
cierta significancia, es que el sujeto cae en una adicción del otro, del partenaire.
En este sentido consideramos que los proceso de socialización secundaria son tanto o más
importantes o son del mismo orden que esta socialización primaria, en el entendido
socialización primaria aquel derrotero que el psicoanálisis tanto ha indgado.

En suma: hay que re-tecnologizar y modelizar al psicoanálisis.

Los trabajos de Pichon- riviere en cuanto al esquema de abordaje múltiple, esto es


individual, pareja, grupo y familia se puede armar un pool de trabajo en donde la
subjetividad está allí para poder desplegarse en los ámbitos y los puntos de fuga provoquen
sus pautas de conexiones, en donde el analizador habilite un espacio de reflexión y de
simbolización que permita la posibilidad del encuentro de una función analítica. La función
analítica se encuentra en función del vector de fuerza que marca una demanda, que plantea
un problema y que hay allí un agente, u otro, que está para testimoniar el efecto de
desarrollo que el otro hace a partir de su sufrimiento o de su síntoma, y que permita la
apertura de juego que inaugure la conformación de un espacio analítico.

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En los últimos años a partir de diversos trabajos de autores que hemos mencionado y otras
formas de modelos de abordaje: el tema de las redes sociales o de las terapias en red
Elkaim, Dabas, etc. lo que se puede visualizar es la potenciación creadora que tiene el
hecho de no quedarse agarrado como psicoterapeuta a una técnica específica sino al manejo
de múltiples técnicas.

Esto lleva a la noción de caja de herramientas instalada por Foucault en la década de los 70,
a partir del análisis genealógico en la conferencia que da sobre Nietzche. Este enfoque
permite distinguir lo que son modalidades sedentarias a nómades. Lo nómade proveniente
de Guattari y Deleuze, es una forma de ser, de devenir ser en un plano de fuga y transito, de
senderos que permanentemente determinan rutas, ya que lo nómade se apropia de un
sistema de tránsito, no de un espacio territorializado sino de un efecto de
desterritorialización en donde lo que se especializa en realidad es una ruta, un sendero. De
esos senderos es lo que son las clínicas actuales.

En este sentido, la clínica debe ser móvil, no nómade, porque nómade implica la
articulación de un tránsito ya prefigurado. Pensar la clínica nómade es pensar a nuestro
entender también desde un punto de vista prefigurativo y preformado. Es por eso que
pretendemos hablar mejor de lo que es una clínica móvil, transhumante y en tránsito. Por
clínica móvil entendemos una clínica no desarrollada, no taxonómicamente desarrollada ni
genéticamente desarrollada, sino que por el contrario una clínica en vías de desarrollo y de
posible inscripción en la medida que se adosa a problemáticas subjetivas y va pudiendo
desarrollar micro espacios en las estructuras mentales que permitan el desarrollo de una
reflexión o el desarrollo posible de una potenciación del devenir. En este sentido se trabaja
con un esquema multiterapéutico y con la articulación de diferentes referentes teóricos y de
articulaciones tecnológicas diferentes, puede ser el psicodrama, sociodrama,
esquizoanálisis, psicoanálisis, psicología social, teoría de los grupos, las concepciones de
Pichon, las dinámicas de grupo de Lewin, etc. la clínica móvil implica entonces la
construcción de un modelo de estructura cartográfica. No hay un centro monocausal. El
mapa cartográfico no tiene centro, es una red, y esto permitiría entonces que el punto de la
demanda contempla un nodo de la red, y ese nodo tiene una serie de hilos de estructuras
causales que deben de ser analizadas y deben de ser desarrolladas por un trabajo, es muy
semejante a la epistemología dialógica y o intertextual inaugurada por M. Bajtin.

El nodo se caracteriza por lo siguiente: contiene una res-extensa, que se demarca a partir de
una serie de pautas de conexión de los siguientes elementos construyendo un territorio de
existencia: a- una población, b- instituciones y organizaciones, c- un universo simbólico
consistente –discursos políticos y folklóricos y c- discursos y prácticas vinculares.

Esto implica que cualquier artefacto técnico, sea una terapia grupal, familiar, puede de
pronto devenir en otra cosa, una familiar puede devenir en pareja, una de pareja en conjunto
de parejas, una de conjunto de parejas en estructuras de técnica multifamiliar, una de
multifamiliar en una técnica de articulación de trabajo institucional y viceversa.

Los tiempos reales del encuadre no tienen que ver con las temporalidades de la
subjetividad, sin embargo contratamos por tiempos reales, la resolución del conflicto de las
diferencias de tiempos, es resulta por el ajuste permanente de los agentes implicados ene l

46
proceso. Por eso nuestra clínica está basada fundamentalmente en los emergentes de la
producción de acontecimientos que provocan un devenir.

El acontecimiento no lo puede definir el propio terapeuta sino es que es un evento y un


constructo-puerta en la subjetividad. En la clínica un acontecimiento adviene en la
intersección del terapeuta con el paciente, el mismo implica el haber accedido a otro plano
en la medida que el paciente es proyectado a un plano de dimensión de su potencialidad
creadora o recreativa que remite en una redundancia –pliegue- en la posibilidad de
mitigación del dolor y posibilidad esclarecida de dar luz en el camino al placer. El
acontecimiento en el sentido foucaultiano es aquello que revela no solamente la estructura
institucional sino que revela la potencialidad de la emergencia de nuevos dispositivos. Para
Deleuze el acontecimiento puede ser un instante pero continum, en un tiempo muerto-
atemporalidad- en su densidad, extensión intensidad y expansión. Hay un antes y un
después del acontecimiento, no punto de retorno, porque el sujeto ya no es el mismo es
otro, ha devenido en otro, su realización es una metamorfosis. En la vida de una persona
hay muchos eventos pero no hay muchos acontecimientos más bien muy pocos. En el
acontecimiento el sujeto es tomado por el mismo, sin embargo, su vida a sido larga espera
para devenir este momento, que inaugura la posibilidad del ser.

Nosotros entendemos que la psicoterapia es un arte- sanía, en donde lo que se juega es una
artesano- hay un aspecto de la invención del propio psicoterapeuta y hay un aspecto de la
potencialidad creadora del conjunto de los pacientes.

Elina Dabas, la potencialidad de trabajo comunitario en red y en articulación con


determinados conjuntos poblacionales que tienen condiciones de existencia próximas y
comunes y que por tanto esas condiciones de existencia próximas y comunes delimitan una
serie de objetivos en el avatar y en la potenciación creativa del agenciamiento, de poder en
la consecución de bienes, servicios, de espacios territoriales y también de lo lúdico, del
placer y de la fiesta.

Victor Giorgi: la permanente revisión de la dinámica institucional, nuestras motivaciones,


nuestros vínculos a nivel de los equipos de trabajo y de la propia institución en su conjunto
de modo de comprender y elaborar la doble inscripción en lo personal y colectivo.

Se trata de producir agenciamientos de los espacios necesarios para que los actores
produzcan su realidad social y su devenir, en suma de tratar de construir una esperanza
posible de un mundo posible, o sea alcanzar no un deseo arquetípico- antiguo-
presentificado, sino de construir un deseo inmanente pleno que libere el desarrollo de las
potencialidades de cada una de las personas que integran estos conjuntos de trabajo. En
suma el trabajo clínico no es una clínica, no existe la clínica, sino el trabajo clínico como
proceso de producción en donde lo que se juega es no solamente el sufrimiento, sino que
también se juega la esperanza de ese mundo posible.

47
Módulo 4

León, A. (2010). Danzando la Psicología Social Comunitaria: revisitando la IAP


a partir de un curso de danza en una asociación cultural de barrio.

Éste es un primer aprendizaje rico y curioso: los trabajos de psicología social comunitaria
latinoamericana –o de áreas afines- que conozco trabajan más con participación
comunitaria, con la solución de necesidades colectivas (ambientales o sanitarias, de
educación, salud, autoconstrucción, transporte, tierra, contención de la violencia etc.) y con
la producción grupal para generar empleo e ingresos (a través de trabajos de costura o
retazos, venta de comida, confección de artesanía, agricultura, entre otros). La dimensión
afectiva, a pesar de estar presente, no siempre es trabajada como eje primordial del trabajo
psicosocial comunitario (León y Montenegro, 1998).

Lo mismo sucede específicamente con la dimensión familiar. Sin embargo, la noción de


redes sociales y apoyo social (Herrero, 2004; Arango, 2003), trabajado desde la vertiente
de la salud mental comunitaria, viene cobrando fuerza en diferentes disciplinas y
acercándose a las propuestas transformadoras de la psicología social. Carlos Arango (2003)
llega a decir que después de más de treinta años de investigaciones sobre apoyo social, los
investigadores finalmente reconocen que “la dimensión afectiva es el fundamento de lo
social” (p. 86) y que “desde una perspectiva psicosocial no existe distancia entre los
vínculos afectivos y la estructura social, lo que nos alerta a desarrollar la capacidad de
reconocer de qué manera la estructura social se manifiesta en la forma como nos
vinculamos afectivamente, y viceversa” (p. 87).

El objetivo último de mi trabajo en Ciranda es apoyar el fortalecimiento de subjetividades


rebeldes, que construyan nuevas formas de vida y que no sean indiferentes al horror (Sousa
Santos, 2007). Ello se busca a través del trabajo corporal semanal (en mi caso con danza
árabe), de conversaciones cotidianas, de la apertura de espacios pedidos por las
participantes para estrechar relaciones familiares y comunitarias, y de acciones colectivas
que se deriven de estos espacios. Al trabajo psicosocial comunitario se suman aportes de
otras áreas, apoyando así el argumento de Fals Borda (2008), pionero de la investigación-
acción participante, quien dijo antes de morir que diversas perspectivas –que componían
“una fraternidad de intelectuales críticos”- podían hacer aportes importantes y
complementarios para la “liberación de los pueblos que sufren sistemas opresivos de
poder”.

En la presente propuesta de trabajo ¿qué es conocer y cómo se conoce? La respuesta nos


viene de Donna Haraway, una feminista norteamericana que se localiza dentro de las
llamadas epistemologías feministas y habla de los conocimientos situados.
¿Por qué Haraway, si la psicología comunitaria tiene fundamentos epistemológicos que
hasta hoy revolucionan la ciencia hegemónica? Haraway es feminista y su mirada trae
contribuciones que pueden enriquecer nuestra área. Las feministas defendieron que lo

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personal es político, que es necesario reivindicar lo corporal y lo afectivo, colocando entre
paréntesis un sistema moral y científico que descansa en la racionalidad (Phoca y Wright,
1999). Esto, lo personal-político, lo corporal y lo afectivo, se reivindica en el día a día con
las mujeres de Ciranda, mujeres marrones, blancas y mestizas, de clase trabajadora, entre
20 y 50 años, todas con hijos (menos una adolescente que entró hace poco) y ayudando a
cuidar a otros hijos, todas involucradas de una u otra forma con el trabajo comunitario
afectivo.

Haraway también viene de las llamadas “ciencias duras”: es bióloga, estadounidense, y dice
trabajar en la “barriga del monstruo” (Haraway, 1999). A partir de esa experiencia, critica
contundentemente la epistemología realista que dice que la realidad está fuera de quien la
observa, que “está allí” independientemente del observador y que es posible aproximarse a
ella metodológicamente, con procedimientos objetivos y medibles del método científico.
Critica la neutralidad sin compromiso y dice que ella no sólo se encuentra en el realismo,
sino en el relativismo también.

La epistemología de los conocimientos situados propone trabajar en conexiones parciales,


esto es, se construye en relación, pero ésta no es total: es una danza entre las semejanzas y
la distancia productiva entre las participantes –y todas “conocemos” y “somos conocidas”
al mostrar nuestra danza y conversar. Se produce así una objetividad encarnada.
Objetivamente, podemos ver si una alumna aprendió o no a hacer un paso de danza, pero
ésa no es una objetividad sin cuerpo, neutra, aséptica: nos responsabilizamos por sus
consecuencias y por ver, más allá del paso de danza como algo mecánico, lo que está
involucrado en el cuerpo y en la historia de quien aún no ha logrado aprenderlo, y en lo que
su cuerpo puede estar queriendo decir con esta “dificultad”.

Derivándose de la epistemología, el método seguido en este trabajo se encuentra dentro del


marco metodológico del campo-tema (Spink, 2003), que implica: la preocupación central
por la relación y colaboración entre quien investiga y quien es investigada; el uso de
diversos métodos simultáneamente, sin preocuparse por su mutua validación; la
investigación teniendo un punto de partida pero no una planificación anticipada de la
estrategia, construyendo junto con las personas “investigadas” en un caminar que no se
sabe muy bien adónde va y cómo llegará; y Siguiendo a Peter Spink formas no ortodoxas
de narrar las investigaciones, que sean adecuadas al tipo de trabajo realizado.
No hay continuidad que no incorpore algún tipo de discontinuidad. Vivir esa discontinuidad
pulsatoria destruye estereotipos, exige que dejemos ir lo viejo y criemos nuevos espacios,
nuevas formas, nuevas conexiones. Negar esta discontinuidad es una tentativa de establecer
seguridad, posesiones permanentes, una estructura social rígida.

Este trabajo se basa en la propuesta epistemológica de los conocimientos situados


(conocemos a partir de la conexión parcial con otras posiciones, como dijo Haraway en
1995), pero el conocimiento no se da en cualquier conexión y sí en aquélla que nos afecta
en aquel momento y lugar a partir de la posición que ocupamos. Por lo tanto, este
conocimiento situado, enraizado, afectado y cotidiano genera un compromiso que se
traduce en acciones concretas y necesita entrega para poder existir, pero no una entrega
total y sí parcial, que implique espacios de autocuidado como lo es este curso de danza, que

49
ayude a poner límites, a asumir limitaciones y a pedir ayuda: “donde yo no llego, llegan los
demás”. Esa entrega es una conexión parcial, politizada, construida.

En este curso de danza, además de conversar cotidianamente sobre cómo está la propia
vida, la comunidad y los proyectos, en dos ocasiones hablé con mis alumnas sobre las
anotaciones que sirvieron como base de este artículo. En psicología comunitaria eso suele
llamarse “devolución sistemática de la información”, pero ese nombre suena seco y distante
al compararlo con la riqueza de esas conversaciones y lo mucho que me hicieron pensar en
relaciones de poder que podemos estar ejerciendo y que, de tan cotidianas, resultan
invisibles.

Durante la primera conversación, ellas destacaron cuatro elementos que le daban sentido al
curso al punto de “haber comenzado como unas clasecitas de danza y haberse vuelto la
actividad más importante de los sábados”. Éstos fueron: “complicidad”, “respeto”, “poder
reclamar” y “esto no es terapia, pero se parece, sólo que es alegre”.

Por complicidad entendieron la apertura de un espacio de cuidado de sí y de las otras, que


las ayuda a recuperarse del enorme trabajo afectivo que implica el hogar, el empleo y el
trabajo comunitario. Decían: “tengo un espacio mío, donde puedo estar conmigo, un
espacio sagrado para mí”. Otros textos (sistematizados por Abrão y Pedrão, 2005) registran
que la danza del vientre puede producir beneficios físicos y psicológicos semejantes a los
que ellas relatan; sin embargo, la concepción de este espacio como acción colectiva de
ayuda mutua es más exacerbada aquí que en clases “comerciales” de danza.

Quejarse indicaba que hemos construido el curso como un espacio de desahogo de miedos,
preocupaciones, dudas y reclamaciones sobre actitudes machistas de los maridos;
dificultades en la relación padres-hijos, que es una dimensión que continúa más al cuidado
de las mujeres y ellas se quejan por eso; conflictos en la comunidad –cuando los hay- por
violencia, uso abusivo de drogas o tráfico. Aquí es pertinente recordar a Arango (2003)
cuando dice que no hay distancia entre la estructura social y la vida afectiva y recomienda
que estudiemos de qué formas una se manifiesta en la otra. Estos conflictos cotidianos están
situados en un lugar específico, pero también se trasladan a otros lugares. El machismo, las
dificultades en la relación padres-hijos, la violencia, el uso abusivo de drogas y el
narcotráfico no se restringen a las zonas pobres de Brasil o de Latinoamérica: atraviesan
diversas clases sociales en sociedades de los llamados Primer y Tercer Mundo. En ese
sentido, trabajo con una visión crítica de formas de poder, dominación y control que
atraviesan nuestra cotidianidad.

Las políticas públicas de educación, salud y seguridad social son derechos que debemos
reivindicar y profundizar. Sin embargo, es impactante ver cómo tanta gente va a educar o a
“hacer intervención social” creyendo que lo está haciendo muy bien y sus acciones pueden
generar tantos efectos perversos. Como dice Montenegro (2001), un peligro de trabajar con
intervención social es suponer que ésta es buena por definición. Al escuchar a mis alumnas,
estuve más segura de que lo que quería hacer profesionalmente – y escribir en este artículo-
era ponerle un amplificador a estos comentarios y que muchas personas que trabajan con
proyectos sociales los pudieran escuchar. Más que escudriñarles la vida a las alumnas

50
analizando lo que dicen y hacen, quería dirigirme a quien trabaja en psicología comunitaria
y áreas afines para ver hacia adentro y repensar lo que hacemos.

Aunque trabajamos de manera más democrática, en la investigación-acción la ciencia


continúa siendo especial (...) Reason y Bradbury decían que una intención primaria de la
investigación-acción es producir conocimiento práctico que sea útil para las personas en la
conducta diaria de sus vidas, pero las personas no necesitan apoyo para producir
conocimiento práctico: forma parte del proceso de vivir” (Spink, 2007, p. 571)

Después de escuchar estos duros argumentos que hemos ayudado a construir formando
profesionales o “interviniendo” directamente, propongo reflexionar sobre los principios
teóricos y prácticos de la psicología comunitaria a partir de aportes de la “cotidianidad
activista” y de la “cotidianidad académica”. Desde la “cotidianidad activista”, reivindico lo
que estas alumnas me enseñan, así como las lecciones aprendidas con personas de otros
colectivos rebeldes (algunas de ellas relatadas en León Cedeño, 2006, 2007). Desde la
“cotidianidad académica”, reivindico la epistemología de Haraway y el trabajo teórico-
metodológico de Spink, que defiende la importancia de estudiar lo cotidiano, de revisarlo y
de alterarlo, porque es allí donde transcurre nuestra vida (Spink, 2008). En la dimensión
cotidiana es donde puede aparecer lo que es casi invisible; es donde podemos ver si día a
día estamos ejerciendo prejuicios como los mencionados por las alumnas, construyendo a la
gente de las comunidades populares como “personas en falta” y a nosotros(as) como
profesionales “en sobra” (Montenegro, 2005); es donde podemos revisar todos los días
nuestras pequeñas acciones.

Aunque en perspectivas participativas como la psicología comunitaria y la educación


popular se afirme que los agentes internos son también investigadores y coconstructores del
conocimiento, la creación de estos dos “bloques” genera efectos de personas “en sobra” y
personas “en falta”, y muestra lo que Spink (2007) denomina escisión epistemológica entre
investigador e investigado. La investigación parte de dos entes: “tú” y “yo”, no de
“nosotros”.

Para Spink (2007, 2008), entonces, el conocimiento generado por la psicología social es un
conocimiento más y no un conocimiento especial, ni mucho menos superior, “en sobra”.
Construye saberes junto a otros, conversando, pasando tiempo juntos, conviviendo,
debatiendo, actuando. Esta posición es afín a la de Haraway, cuando dice que conocer se da
gracias al contacto o conexión parcial con otras posiciones, trabajando juntas en lo que nos
afecta de este encuentro y construyendo así un conocimiento localizado, una objetividad
encarnada, posicionada

Por lo tanto, la transformación social propuesta por la psicología comunitaria -y demás


áreas que trabajan con investigación-acción participativa- también implica revisar y
reinventar nuestro quehacer una y otra vez, a partir de los encuentros que nos indican
contradicciones, verticalidades, Ojo Divino. Como dice Keleman (1995), cuando
experimentamos otras posturas y movimientos vivimos una discontinuidad que es
emancipatoria. Las microtranformaciones que propongo, entonces, se refieren a revisar las
fases de la Investigación –Acción Participativa (familiarización o constitución del equipo,
detección de necesidades, sensibilización, priorización, realizaciones, devolución

51
sistemática de la información), pensando en su cotidianidad y enraizándolas en el cuerpo
para hacerlas cada vez más libertarias.

Para avanzar en este sentido, Peter Spink argumenta que puede ser mucho más útil trabajar
fortaleciendo las iniciativas que ya hay en vez de dedicarnos a crear grupos nuevos, que en
teoría podrían ser muy buenos, pero que nadie del lugar pidió (y crear grupos nuevos es
algo que los(las) psicólogos sociales y otros profesionales del área social tenemos por
costumbre). Para trabajar de manera más útil -y enraizada, diría Keleman-, Spink propone
pasar un buen tiempo conociendo lo que hay: el lugar, sus organizaciones, sus iniciativas
formales o informales, sus formas de funcionamiento, sus maneras de hablar, las personas
que viven o trabajan allí, sus historias y acciones, sus deseos y necesidades. Esto último
puede ayudar a redescribir la “constitución del equipo” que va a trabajar, porque que a
veces sí es pertinente que sea negociado e instituido, pero a veces ya está constituido (o se
formaliza para “incluir” al agente externo o “contentarlo”) y otras veces es una iniciativa
mucho más informal y difusa que la “constitución del equipo” propuesta en la psicología
comunitaria.

Si traducimos a Spink en clave psicosocial comunitaria, la familiarización, que según


Montero (1994) sería la primera fase de la investigación-acción participante, puede ser más
lenta y profunda, siguiendo algo así como lo que propone el movimiento “slow food”
versus el “fast food”: disponer de tiempo para conocernos más, acercarnos más y así
trabajar mejor y construir relaciones afectivas, porque si nuestras maneras de relacionarnos
construyen la estructura social y viceversa (Arango, 2003), para cambiar nuestras
sociedades debemos cambiar también las formas de relacionarnos, y para eso nos tenemos
que conocer más. Inclusive cuando tenemos poco tiempo para realizar el proyecto, debido a
limitaciones institucionales o de otra índole, se puede trabajar menos tiempo siguiendo los
mismos principios. Igualmente, aunque una iniciativa tenga años, en tiempos de crisis es
necesaria una familiarización más intensa, para estrechar los lazos entre las personas e
implicarse más con el proyecto.

No pretendo que todos los psicólogos comunitarios tengan que bailar, ni mucho menos,
pero sí me interesa destacar la dimensión corporal que ha comenzado a ser rescatada en la
psicología social apenas a partir de mediados de los años 90. Me interesa que, cuando sea el
caso, se pueda considerar la danza como una posibilidad de trabajo y no como una
actividad menor, banal o meramente recreativa. Es vital defender la danza y la
conversación como dos momentos del mismo proceso y concretar la “traducción” de lo que
la danza nos trae para que vayamos aclarando lo que nuestros movimientos y gestos nos
expresan y lo que la danza nos puede proporcionar.

La detección de necesidades, como bien dice Martínez (2009), puede redefinirse si la


entendemos como una red de conversaciones para entender los deseos de la gente con quien
trabajamos y de nosotros mismos, basándose en las potencialidades de la gente en vez de en
sus carencias. La sensibilización, al hacerse un concepto más cotidiano, implica que nos
afectemos ante pequeñas cosas, pequeñísimas cosas, y eso puede cambiar nuestras visiones
y acciones: hacer la tarea con las niñas bajo un árbol, almorzar con alguien del lugar que
nos invitó a su casa, conversar mientras salimos del barrio en autobús, barrer, limpiar,
fregar o cocinar conjuntamente, bailar juntas, respirar juntas, intercambiar confidencias,

52
convivir más. Es la sensibilización de todos los involucrados(as) y se da de formas distintas
para cada quien, formas que necesitamos expresar y escuchar, y hacemos eso conversando
a medida que actuamos juntas cotidianamente.

En ese sentido, la priorización y las realizaciones pueden ocurrir de formas determinantes


en momentos clave del proceso, pero también pueden darse día tras día, cuando
priorizamos parar de bailar y conversar sobre la frustración por la gente que no viene, o
sobre las dificultades con los hijos o la pareja, o sobre las alegrías de la fiesta comunitaria
organizada la semana anterior, o sobre la vecina que está presa y dejó a su bebé sin leche
materna.

¿Cómo podemos usar la IAP incorporándole propuestas metodológicas más “sueltas”


cuando sea necesario? Dentro del marco metodológico del campo-tema (Spink, 2003), y
con base en la formación teórico-metodológica de la IAP, propuse un método de trabajo
llamado provisoriamente “trueque constructivo” (León Cedeño, 2006, 2007), que se refiere
a apoyar la autoorganización de colectivos trabajando conjuntamente con ellos y
ayudándolos en lo que nos sea posible y a ellos les interese. El trueque constructivo se
construye en tres principios: ayudar sin estorbar, trabajar por intercambio y ayudar a
fortalecer la red afectiva de los colectivos hasta donde éstos juzguen pertinente. Tales
principios se han mostrado útiles en este curso de danza y en el trabajo conjunto con
diversos colectivos de diferentes lugares geográficos.

Epistemológicamente, el trueque constructivo es harawayano: responde a que conocemos


en el encuentro entre posiciones, trabajando conjuntamente. Ahora bien, en la práctica esto
puede implicar formas tan variadas que tal vez sea inútil e incoherente querer esbozar una
receta. Y tal vez no no haga falta, porque la propuesta no lineal de fases de la IAP es muy
útil (nos sirven como guía de acción a muchos profesionales) y puede ser “cotidianizada”:
con la idea de una familiarizacion más larga, esa propuesta se resitúa parcial o enteramente,
dependiendo de cada caso. Pero el trueque constructivo y sus tres principios pueden
permear todo el proceso, más allá de si se siguen o no las fases de la IAP y más allá de las
actividades realizadas y de las particularidades de cada experiencia, porque es una forma de
trabajo flexible que responde a una epistemología comprometida, traducida en acciones
concretas y situadas.

Quiero una Psicología Social desde la entrega, desde las conexiones parciales, desde la
acción conjunta; una psicología libertaria que busque la transformación social que es
también personal, que se enraiza en el cuerpo y en lo cotidiano, en las formas como
conversamos, escuchamos y sustentamos físicamente las consecuencias de nuestras
palabras. Y los principios psicosociales comunitarios nos ayudan, más aún revisitados una
y otra vez; pero los tres principios metodológicos del trueque constructivo atraviesan toda
esta discusión; los sigo y pueden parecen obvios pero aquí son fundamentales: ayudar sin
estorbar, trabajar por intercambio y ayudar a fortalecer la red afectiva de los colectivos
hasta donde ellos juzguen pertinente. Si escuchamos a la gente con quien trabajamos, ellos
nos indicarán cómo podemos trabajar de forma ética y útil para crear cada vez más espacios
de vida intensa y resistencia.

53
Martínez Guzmán Cambiar metáforas en psicología social de la acción
pública: de intervenir a involucrarse.

Intervención como dispositivo discursivo para concebir y organizar la acción, escape casi
por completo a la problematización y la revisan crítica. Intervención a través de los lentes
de la metáfora y analizar sus implicaciones para la concepción y construcción de las
practicas a las que se refiere.

Involucramiento como metáfora que se aleja del sentido interventivo de la acción y abre
espacio para pensar de distinta manera la acción social en tres aspectos: la posición del
profesional/investigador ante el escenario social, la relación entre los actores, y la
concepción el conocimiento y la acción en un proyecto de transformación social.
Involucatamiento como una metáfora que sugiere distintas lógicas e acción y moviliza
presupuestos teórico y metodológicos que se alejan del determinismo y la univocidad
presente en la idea de intervención.

Intervención como problema


La intervención es usualmente pensada como una estrategia o un programa para la solución
de problemas sociales. Sugiero el planteamiento contrario: aproximarse a la intervención
como problema.

Montenegro, define intervención como “un conjunto de prácticas que buscan incidir en un
estado de cosas para transformarlo a partir de la demanda hecha desde algún ente social que
expresa un descontento con el estado actual de cosas”.

Blanco y Valera definen intervenir “a una actividad presidida por la solución de un


problema practico que abordamos con la inexclusible e imprescindible ayuda de una
determinada estructura conceptual”.

La intervención es considerada como una tarea cardinal de lo que suele llamarse


“psicología aplicada”, en tanto busca poner a funcionar, en contextos específicos, una serie
de herramientas teóricas y metodológicas en la persecución de una fina practico. La
intervención se considera perteneciente al amito de lo práctico.

La metáfora como una herramienta para interrogar el concepto de intervención y para


discutir sus implicaciones

La metáfora como vía de interrogación

la metáfora puede definirse como una figura lingüística en donde una cosa es comparada
con otra implicando que una cosa es la otra, cono el caso de “la laguna es la ventana a la
tierra”. A menudo su función consiste en comunicar lo desconocido mediante su
transposición en término de lo conocido.

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La metáfora y la acción mantienen íntimos parentescos. Cuando alguien construye una
metáfora está literalmente haciendo algo.

Los conceptos metafóricos son asociaciones sistemáticas entre dos dominios, uno conocido,
estructurado o manipulable (origen) y otro desconocido, no tan estructurado o no
manipulable (destino).

Ejemplo: “las criticas dieron justo en el blanco” de derivan de la metáfora de una discusión
es una guerra. En esta metáfora el dominio de origen es “guerra” mientas que el dominio
meta es “discusión”, el primero le concede sentido y estructura al segundo.
Si las metáforas son dispositivos para producir conocimiento y vehiculizar la acción,
entonces su análisis es una buena oportunidad para dar cuenta de lo que podríamos llamar
la dimensión instituida del concepto metafórico de intervención.

La metáfora se vuelve una forma de preguntas y reinventar, un instrumento de


interrogación y producción de conocimiento, un medio para aprehender lo social y para
desarrollar un “entendimiento alegórico” que abre vías para producir figuras retoricas que
hablen de las cosas sin agotarlas.

La intervención como metáfora


La intervención es una operación quirúrgica. El cirujano toma el bisturí y se dispone a
ejecutar la cisura. Esta incisión inaugura un acto de intervención: la intervención
quirúrgica. Lo que define este acto e la acción de las manos del cirujano, invadiendo el
espacio anatómico del paciente, rasgando el tejido para intervenir con una intencionalidad
fundamentalmente terapéutica.

Es posible rastrear resonancias de la noción de intervención quirúrgica en la idea de


intervención psicosocial. Hay un “parentesco metafórico” entre las intervenciones
quirúrgicas y psicosocial. Este parentesco es evidente cuando, a definir intervención, la
primera connotación a la que se recurre es a la de “operación quirúrgica”.
Aquello que se hace (procedimientos, aplicación de conocimientos y protocolos,
negociaciones) es una intervención. Cooperación, ayuda o sencillamente acción, se
nombran como intervención.

Intervención social. Suele decirse que debe realizarse un diagnostico social, que hay que
evaluar el resultado de los programas, realizar un análisis de las circunstancias y los
recursos, establecer un diseño de tratamiento y dar un seguimiento adecuado.
Para trabajar sobre el problema o necesidad que precisa análisis e intervención, tenemos
que definirlo en términos de conductas problema, establecer indicadores para evaluarlo y
analizar la pertinencia de esos indicadores. Definir operativamente el problema es
describirlo en términos de las variables relevantes que lo componen, que nos permitan su
media, manejo y/o su tratamiento.

Intervenir es como cerrar una ventana La secuencia de acción que la intervención


psicosocial hereda pueden ilustrarse haciendo referencia a la base metafórica de la
causación.

55
La causación proviene de la experiencia cotidiana de la manipulación directa. Esta
experiencia consiste en acciones cotidianas como activas un interruptor, abotonarse la
camisa o cerrar una ventana.

Es posible evidenciar esta relación trazando un paralelismo entre a) las propiedades que
caracterizan las manipulaciones directas prototípicas y b) la lógica de acción asumida
comúnmente en el significado de intervenir en un escenario social.
En la intervención social, hay una implícita distinción entre interventor (agente) e
intervenido (paciente); deben estar claramente diferenciado para fines de que la metáfora
funcione.

“se puede definir la intervención social como la acción que se realiza sobre personas y
grupos con la intención de producir una mejor”

La intervención como una metáfora zombie


En el sentido de que esta tan convencionalmente fijada en el léxico de las disciplinas
sociales que ha perdido su aureola alegórica para terminar por percibirse como una
expresión literal y objetiva.

Catacresis: una figura que consiste en utilizar metafóricamente una palabra para nombrar
un conjunto de experiencias que carecen de concepto ej.: pata de mesa
La intervención con una tecnología de gobierno: mecanismos, estrategias y procedimientos
utilizados para hacer efectivo un campo de poder, orientadas a producir efectos
determinados en la conducta de otros, de los intervenidos.

LA METAFORA DEL INVOLUCRAMIENTO

Involucramiento como una forma alternativa de situarse y concebir el papel de


investigador/profesional en el campo, de organizar la acción y de generar relaciones con
otros actores sociales.

a)la posición del investigador/profesional ante el problema y el campo


b) la relación entre los actores
c) la concepción de conocimiento y acción en un proceso de transformación social.
La posición del profesional/investigador en el escenario social: formar parte de un
entramado.

Desde esta posición, el sujeto profesional/investigador no es un agente externo que, desde


la distancia y desde fuera, decide intervenir voluntariosamente en una problemática que, en
principio le es ajena. El desafío consiste en pensarse como parte de la situación problema o
del escenario social sobre el cual se quiere incidir, introducirse en un campo-tema de forma
que habitemos un espacio en un panorama más amplio del que formamos parte.

Involucramiento nos remite a envolverse o a participar, del latín involurum, involucrar


refiere a comprender, abarcar, incluir, involucrarse hacer para dé.

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Lewin, campo nos sugiere aproximarnos a las situaciones sociales buscando comprender las
diferentes fuerzas actuando en su entorno y en un contexto más amplio, sean estas
psicológicas o no.

LA ARTICULACION ENTRE LOS ACTORES SOCIALES: ARTICULACION

Esta interioridad del sujeto profesional/investigador y del resto de los actores involucrados
no es identitatia: no se refiere a la pertenencia. Asumir que formamos parte de una red que
conforma el escenario social no significa asumir que los actores son homogéneos. La red no
los homogeniza.

Cuando decimos que “uno se involucra con alguien”, que e “nos hemos involucrado en
algo”, no estamos diciendo que estamos asistiendo a alguien o conduciendo algo.
Involucrarse nos sugiere más bien un “tener que ver con”

Articulación: la noción de articulación desafía la relación representacional en que los otros


son descritos y circunscriptos a una poción de objeto e intervención a través de los
discursos y las prácticas de los ventrílocuos-portavoces que se constituyen como los únicos
actores.

La articulación supone una aposición radicalmente distinta para comprender el vínculo: el


entramado de actores sociales no es el objeto que será representado por el
profesional/investigador sino que será el sujeto de la acción que define y produce sus
propios términos de representación.

CONCEPCION DE CONOCIMIENTO Y ACCION: CONOCMIENTO SITUADO, ACCION


INMANENTE

Involucramiento nos aproxima al a idea de que la dirección de un cambio no está


preestablecida y responde a una sucesión e intereses y fuerzas locales y temporales.
No se trata de que los conocimientos en psicología social funcionen para concienciar,
formar, corregir o evaluar a una colectividad o para catalizar cambios que de otra manera
no podrían suceder, sino de que participen en la generación alianzas y tensiones creativas
que permitan articular distintas posiciones de sujeto, conocimientos, habilidades, deseos.

Montenegro. OTREDAD, LEGITIMACION Y DEFINICON DE PROBLEMAS EN


LA INTERVENCION SOCIAL: UN ANALISIS CRÍTICO.

La intervención social busca transformar un estado de cosas a través de la incidencia de


n equipo de profesionales e una situación definida como problemática. Esta
intervención proveerá elementos de solución de dichas situaciones, aumentando la
calidad de vida de las personas beneficiarias.

57
En el campo de la intervención social se han desarrollado discursos y prácticas que
buscan la transformación de situaciones que son definidas como problemáticas. Los
agentes como técnicos, políticos y profesionales, a partir del conocimiento científico y
técnico, deben identificar cuáles son aquellos elementos de la sociedad que se erigen
como problemas sociales, encontrar maneras en las que estado puedan ser resueltos.
Como se definen los problemas sociales.

La definición de los problemas sociales se realiza a partir de dos vías:

1. Criterios objetivos de situaciones que podrían o deberían ser cambiadas y


2. Cuando un grupo social relevante define algunas condiciones como problema y pone
en marcha acciones para su solución.

El modelo de “observación objetiva de situaciones problemáticas” plantea que un


problema social surge cuando hay condiciones o prácticas que suponen una alta de
armonía con los valores sociales de una sociedad dada.

La responsabilidad colectiva sobre estos actores es una de las diferencias más


importantes entre lo que son problemas personales y problemas sociales. Estos últimos,
son afectados por las formas de organización social o la evolución de las prácticas
sociales, por ejemplo cambios estructurales tales como la guerra, crisis económicas o
políticas. Por esta razón, la solución de los problemas que surgen, lleva una
responsabilidad colectiva que, en el caso de los Estados modernos se atribuye al Estado
como representante del conjunto dela ciudadanía.

Para la perspectiva que propone que un problema social surge cuando grupos de presión
definen algo como problema. Según esta definición son necesarias ciertas condiciones
para que algo sea erigido como problema social.

1. La conciencia de grupo de que existe un problema que eles afecta.


2. La influencia de este grupo para lograr que el problema ubicado sea considerado
como tal por otros agentes sociales.
3. La posibilidad de actuar para buscar su solución, la posibilidad (y deseabilidad) de la
transformación de la condición problemática.

La asunción de base es que es posible “convertir” alguna condición social especifica en


problema social a través de la influencia que pueda tener un grupo dado en su definición, en
esta postura ciertos grupos sociales erigen un tema como problema al ver afectados sus
intereses como grupo. Se asume que existen diferentes grupos sociales y que estos tienen
intereses diferentes y a veces contrapuestos.

Para estas dos posturas las condiciones sociales son externas al conocimiento que podamos
tener de ellas. En el primer caso, estas condiciones pueden ser definidas a parir del
conocimiento objetivo y en el segundo caso, estas condiciones pueden ser erigidas como
problema por la conciencia de un grupo social influyente. En ambos casos la definición está
hecha desde un grupo social que valora una condición dada como problema, bien sea
científicos (conocimiento objetivo) o grupo social (conocimiento relativo a intereses).

58
Ambos parten del supuesto de que las condiciones sociales están en la realidad y que es
posible determinarlas, conocerlas y tener conciencia de ellas como problema, la diferencia
fundamental solo se expresa en que grupo social la propone como relevante en un momento
dado y en la influencia que pueda tener este grupo social en movilizar recursos para su
solución.

Ambos modelos se basan en ciertas premisas:


1. La idea de que existen condiciones sociales determinadas en una sociedad.
2. Que estas condiciones pueden ser convertidas en problema visible por parte de
grupos de presión o instituciones (movimiento sociales, políticos, científicos)
3. Que afectan a los individuos y grupos sociales creando situaciones de malestar
social.
Para poder llevar a cabo la intervención social debe ser posible:
1. El conocimiento de las condiciones que son problemáticas en un momento dado
2. La atención de las situaciones problemáticas por parte de las diferentes instituciones
competentes para darles solución.
3. Las técnicas y recursos para implementar intervenciones que solucionen el malestar
causado por los problemas sociales.
La principal crítica se refiere a que en las intervenciones “tradicionales” los problemas
sociales son definidos desde la óptica de los equipos interventores. Señalan la importancia
de que miembros de la comunidad y colectivos se incorporen, a través de su participación,
en los procesos de transformación social.

Las perspectivas participativa, sostienen que lo problemas sociales son producto de las
relaciones de asimetría presentes en la sociedad. La explotación de los seres humanos en el
sistema capitalista es el problema social fundamental al cual apelan estas posturas.
Las perspectivas participativas no se plantean una transformación radical del sistema, sino
intervenciones con grupos y comunidades para lograr su concientización y su participación
en los asuntos que eles aquejan. Aunque el problema se ubica en la totalidad de la sociedad,
la solución está situada en ámbitos concretos de dialogo entre quienes intervienen y quienes
son intervenidos.

La representación de la realidad
Vivian Burr hace un recuento de las premisas fundamentales que sostiene el
sociocontruccionismo:
1. Una actitud critica hacia el conocimiento dado por sentado.
2. La especificidad histórica y cultura del conocimiento.
3. Que el conocimiento es sostenido por los procesos sociales.
4. Que las descripciones o construcciones del mundo sostienen algunos patrones de acción
social y excluyen otros.

El construccionismo social rechaza que el conocimiento sea una percepción directa e la


realidad. No hay maneras en las que la realidad pueda ser percibida objetivamente.

59
A partir de esta combinación se define qué e, en momentos y contextos específicos, lo
norma y lo anormal, lo saludable y enfermo, lo correcto e incorrecto, lo susceptible a
cambio y lo que debe mantenerse tal como está.

Las corrientes sociocosnruccionistas (posestructuralistas) han dado lugar a estudios que


enfatizan en los efectos que pueden tener en las prácticas sociales los discursos de verdad
propuestos por la verdad científica. Movimientos como el feminismo o el movimiento de
los derechos homosexuales, han utilizado las herramientas de los desarrollos
posestructuralistas para “deconstruir” aquellos discursos que, desde el conocimiento
científico definen como problema social.

La legitimación propia del conocimiento científico permite definir tanto la “otredad” como
los “problemas sociales” a los que se debe atender a través de la intervención social. La
intervención social, por tanto, produce efectos de control y domesticación de desviaciones.

Aquello “digno de transformar”


Definición de “aquello digno de transformar” por parte de procesos de
intervención/articulación. Este movimiento pretende abrir caminos de reflexión sobre la
transformación social y de definición de aquello que se quiere transformar que no
impliquen procesos de delimitación de la otredad como espacio de lo “desviado” y
“excluido” pero que, al mismo tiempo, mantengan un carácter político de la acción social
hacia la transformación.

Transformación desde espacios de acción colectiva (o se intervención social).


¿Qué es necesario para transformar? ¿Cómo son los mecanismos que permiten definir
aquello “problemático”?

Aceptemos el carácter construido de la realidad enmarcada en contextos históricos y


sociales donde procesos de transformación social se pueden llevar a cabo y la imposibilidad
de una mirada total que pueda definir cuáles son los problemas sociales que afectan a una
sociedad. Utilizaremos la noción de articulación como concepto que describe los
mecanismos de creación de puntos nodales específicos que fijan los significados para
definir “aquello problemático”.

La decisión de aquello que resulta problemático o digno de transformar se da en fijación


(temporales y siempre inestables) de significados a partir de articulaciones diferentes
posiciones de sujeto. La articulación es un espacio social y político relativamente unificado
que se construye como antagónico a otros espacios sociales y adquiere su significado en
contextos y relaciones específicas. Además, estos espacios están construidos por juegos de
poder, en ciertos contextos históricos y culturales que limitan los discursos y prácticas de
definición.

En el caso de la intervención social queremos proponer que la definición de “aquello que es


digno de transformación” sea hecha a parir de las articulaciones donde participen diferentes
posiciones de sujeto, incluyendo interventores, personas afectadas, grupos, asociaciones y
organizaciones preocupadas por la temática a tratar y en las que sea posible negociar
construcciones de lo que puede ser visto, desde diferentes posturas como problemático.

60
La delimitación de qué es un “problema social” se dará en el seno de las conexiones
parciales que permitan desde puntos nodales específicos, construir condiciones como
problemáticas o dignas de cambio, la acción de definición, en estos términos será un asunto
político.

“aquello digno de transformación” es conceptualizado en lugar del concepto de problema


social para producir:

1. Un efecto de critica a las formas de definición de “problema social” como algo que está
en la sociedad y que puede ser conocido a través de tecnologías propias del conocimiento
científico utilizado por parte del equipo interventor.
2. Para proponer una manera alternativa de entender los problemas sociales; a través del
concepto de articulación que implica normas de definición en el seno de la relación entre
diferentes posiciones de sujeto que configuran, en un momento dado, algo como digno de
transformar y se movilizan hacia acciones de transformación.

Estos movimientos teóricos se presentan como figuras que pueden iniciar un dialogo sobre
formas de acción social que eviten las maneras en la que se ha conformado la “otredad” y
las “situaciones problemáticas” en la literatura propia de los modelos actuales de
intervención social.

RODRIGUEZ GIMENEZ. De ofertas y Demandas: una propuesta de intervención en


psicología comunitaria.

Surge la importancia de delimitar y dilucidar las nociones de necesidad, pedido, demanda y


encargo para la especificidad del trabajo comunitario.
Necesidades, pedido, demanda y encargo.
Elementos a tener en cuenta al implementar una intervención comunitaria.

El momento inicial de una intervención, en tanto fundante, pautara el desarrollo de la


misma. Lapalma llama el “establecimiento de la relación inicial”. Permite un ajuste de
expectativas a la vez que obliga a recortar el campo de trabajo.
Las intervenciones comunitarias pueden fundarse de diversas formas:

a) a partir de un pedido formulado directamente por la comunidad. Perciben la


insatisfacción de determinadas necesidades o la presencia de problemas para cuyo
abordaje piden ayuda.
b) A partir de un pedido formulado por un tercero (técnico, organización) puede suceder
que la comunidad perciba sus necesidades y problemas pero no sepa a quien recurrir y
entonces el tercero oficia de “puente.”

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a) A partir de una oferta. Cuando no aparece un pedido y la intervención se genera
desde la oferta de un servicio.
En todos los casos, las estrategias será distinta pero siempre supone transitar por la
construcción de un vínculo para posibilitar el desarrollo de un trabajo.

Conceptos claves
para posibilitar el análisis hay cuatro términos, deben ser abordado: necesidades, pedido,
demanda y encargo
Necesidades

El proceso de identificación de necesidades por parte de los propios actores comunitarios


resulta un momento clave para la explicitación de los problemas a abordar.
Montero, las necesidades pueden clasificarse en normativas o inferidas y sentidas. En el
primer caso, las necesidades surgen de la comparación que un agente externo realiza entre
la realidad y un canon preestablecido. Las necesidades sentidas son las propias personas
que las manifiestan explícita o implícitamente.

Desde la perspectiva de la psicología comunitaria la cuestión no pasa por la “verdad” de las


necesidades así definidas, sino por su condición de existencia para los que en definitiva
serán sujetos de la intervención.
Max Neff, las necesidades serian universales, de número limitado y clasificables, los
satisfactores serian objeto de múltiples satisfacciones históricas y culturales. Las
necesidades según criterios existenciales (ser, tener, hacer y estar) y axiológicos
(subsistencia, protección, afecto, entendimiento, participación, ocio, creación, identidad,
libertad)

Pedido.
La autopercepción de las necesidades supone que las personas nos podamos reconocer
como carentes.
MaxNeff la necesidad es potencialidad en tanto se constituye en un motor que nos pone en
movimiento para buscar su satisfacción y para pedir ayuda cuando la misma se hace
necesaria. La explicitación del deseo de satisfacer las necesidades y de resolver los
problemas con la ayuda de otro, se constituye en la formulación de un pedido. El pedido es
entonces la explicitación de la necesidad de ayuda, dirigida a quien o quienes se cree
podrán responder a la misma.

Demanda. Proceso de construcción de la demanda.


A partir de la explicitación del pedido, será necesario entonces abrir el juego de la
construcción de la demanda.
La demanda no puede ser entendida sin considerar su relación con la oferta, es desde esta
última que la primera puede desplegarse.
Cuando existe un pedido explicito, el mismo se genera desde la idea de que alguien puede
darle respuesta.

62
Cuando no aparece un pedido, y la intervención se genera desde la oferta de un servicio, se
abre la posibilidad a la demanda. La propia oferta y la eventualidad de que ella sea
aceptada, implica un cierto diagnóstico de situación y de coyuntura.

La problematización del pedido


La lectura del pedido existe, incluye su problematización y un análisis de los aspectos
implícitos.
Problematizar supone entonces, abrir un espacio para la comprensión.
Este momento de la intervención es un momento de apertura.
No siempre están dadas las condiciones para dar lugar a un intercambio y problematización
del pedido.

Las condiciones para interrogar directamente el pedido pueden no estar dadas por diferentes
razones. Por un lado el tiempo real con el que se sustenta, el pedido lo realicemos en forma
simultánea a la ejecución de la propuesta.

Partiendo desde la oferta de intervención.


En el caso en que el pedido no se formula desde la comunidad, o desde un tercero, sino que
lo que abre la intervención es una oferta, el proceso puede darse de diferente forma.
Requerirá por parte del psicólogo una serie de acciones tendientes a involucrar en la
propuesta a los actores de la comunidad. Deberá darse lugar a la flexibilidad necesaria para
la introducción de los cambios que la situación requiera. De no existir articulación con las
necesidades del otro la intervención no será posible.

Construcción de Demanda y Diversidad.


Posibilitar el despliegue de las distintas subjetividades presentas respecto a una misma
realidad “objetiva”. La construcción de la demanda no será pues, una sumatoria de los
pedidos formulados, sino más bien el producto del interjugo de las diversas subjetividades.

Encargo
la formulación del pedido lleva consigo una serie de depositacones en el psicólogo. A ello
nos referimos cuando hablamos de Encargo. Depositaciones que implican el
reconocimiento de un saber y de una autoridad en el profesional y que por lo tanto
posibilitan una intervención y también despotiaciones que obstaculizan, sin dar lugar a un
intercambio donde ambos términos de la relación tengan un papel activo y protagónico.

CONCLUSIONES: como disciplina o como un particular enfoque de la psicología, la


psicología comunitaria se constituye en una oferta que busca dar respuesta a los problemas
sociales que hoy la aquejan.

63
Soto, A. (2002). Procesos de intervención comunitaria.

En un primer momento, la instrumentación de la licenciatura en psicología se enfrentó a la


necesidad de distanciarse de las concepciones más tradicionales de esta profesión,
caracterizadas, principalmente, por enfoques positivistas y experimentalistas. Así, la
estructuración de la curricula quedaría fincada básicamente en la problemática del sujeto y
la construcción de la subjetividad.

En un inicio, gracias a los aportes de la escuela piagetana, se privilegiaron las reflexiones


en torno a los procesos de aprendizaje. Otro momento en la génesis de la carrera estaría
caracterizado por la influencia del psicoanálisis, teóricos como Marie Langer o Armando
Bauleo fueron determinantes en el perfil de la licenciatura. La escuela de Pichon-Riviére de
Argentina orientaría, también, hacia una idea de la psicología a partir del trabajo de grupos.
Desde un inicio quedaría formulada, en el perfil de la carrera, la necesidad de tomar en
cuenta los aportes de otras disciplinas; de esta manera, la lingüística, la antropología, la
filosofía, la sociología y las reflexiones teóricas y metodológicas del análisis institucional,
entre otros, fueron conformando, a través del tiempo, el marco conceptual de nuestra
disciplina.

Si bien los campos de acción que se ofrecen para los profesionales de la psicología han sido
diversos —establecimientos gubernamentales, instituciones de salud, establecimientos
educativos, empresas, iglesias, instituciones de asistencia privada (IAP), organizaciones no
gubernamentales (ONG), grupos populares—, es importante señalar que las formas de
intervención no se han dado sin tropiezos. Cuando los alumnos y profesores "aplican a la
realidad social sus conocimientos" aparecen serias problemáticas en torno a cuestiones tales
como conflictos de paradigmas, metodología, técnicas o herramientas, demandas y
encargos, presupuestos, contratos, etcétetera. Mencionar lo anterior tiene sentido puesto que
da cuenta de la complejidad que aparece cuando hablamos de las formas de intervención
comunitaria, problemática que hemos heredado de los psicosociólogos y hasta de los
modelos desarrollistas y funcionalistas.

Hablar de intervención, de intervención grupal, institucional o comunitaria no sólo es


referirse a las técnicas que deben ser empleadas para optimizar la acción de quien
interviene. Es necesario comprender que la comunidad, los grupos, las instituciones u
organizaciones, son formas sociales colectivas sostenidas por una subjetividad social que
las dota de sentido; por lo tanto, la implementación de dispositivos de intervención deberá,
necesariamente, tomar en cuenta cuestiones tales como las relaciones que se establecen
entre el sujeto y el objeto de estudio, el saber social y el científico, la relevancia de las
problemáticas, la escucha, la negatricidad, las creencias, los deseos, las angustias.

La hipótesis que sostiene este trabajo es que la realidad se transforma y por lo tanto las
estrategias de intervención también. La presencia de nuevos actores sociales que han
problematizado cuestiones como violencia, sexualidad, educación o salud, nos obliga a

64
replantear los modos en los que la psicología social se ha venido involucrando con estas
temáticas. Los paradigmas asistencialistas, que han determinado muchas de nuestras
acciones, han sido fuertemente cuestionados y las interrogantes en relación con nuestro
compromiso y trabajo ético han definido las rutas de nuestro quehacer profesional.

La intervención comunitaria reconoce en sus orígenes múltiples herencias teóricas que


coincidirán en vincular la investigación y la práctica.

Nuevas formas de análisis social se vuelven concebibles, mientras que, hasta ahora, las
investigaciones tendían a ser una calca de las metodologías experimentales de las ciencias
nobles y maduras a las que las jóvenes ciencias humanas buscaban asemejarse. De los
laboratorios científicos y las experimentaciones reducidas a la manipulación de variables,
en el seno de modelos hipotéticos para la administración de la prueba, se pasa a la
perspectiva de una búsqueda de datos, incluyendo los testimonios obtenidos en
"laboratorios" a cielo abierto, que coincida con tal o cual resquebrajamiento de la realidad
social”.

Indudablemente, la intervención comunitaria hecha desde la psicología, se ha


fundamentado, en muchos de sus casos, en un modelo médicohigienista de atención.
Centrada en los procesos mórbidos y en la gestión de los riesgos, la intervención
psicológica se convierte en heredera de una intervención de índole sanitaria fuertemente
influida por los trabajos epidemiológicos que desde la psiquiatría se han llevado a cabo.
Otro de los linajes teóricos de la intervención comunitaria puede ser reconocido en la
propuesta de Kurt Lewin en torno a la investigación acción; en este planteamiento vamos a
encontrar una especie de deslizamiento progresivo del "investigador" al "interviniente".

Considerando los grandes cambios sociales que se darían en el contexto de la Segunda


Guerra Mundial, Lewin estaría planteando la intervención del profesionista como un
dispositivo de ayuda para la solución de problemas y la toma de decisiones. Si bien se
reconoce en este autor una gran contribución al campo de la discusión metodológica y
epistemológica, autores como Ardoino van a hacer notar el carácter fuertemente
praxeológico de esta propuesta.

La investigación acción más corrientemente realizada desde Lewin es praxeológica, es


decir, ciencia de la acción o más exactamente lógica de la acción orientada esencialmente
hacia el conocimiento refinado, para la optimización de la práctica, articulando para ello, en
el seno de un mismo modelo, las intenciones de la política, los cálculos de la estrategia y
los riesgos de la táctica [...] Por supuesto, los objetivos se hallarán siempre privilegiados
respecto de las finalidades, las intenciones y el proyecto [Ardoino, 1981:33].

En una génesis teórica más cercana, vamos a encontrar los trabajos de Gómezjara en
relación con el desarrollo de la comunidad. En una crítica a las estrategias gubernamentales
de contener la miseria de miles de explotados mediante programas para desarrollar la
comunidad, este autor plantea la idea de que el desarrollo comunitario, es decir el cambio y
el mejoramiento de la comunidad, no debe venir desde afuera y desde arriba, sino desde
dentro, tomando en cuenta sus necesidades y promoviendo una organización consciente.

65
Este nuevo desarrollo comunitario significa organizar independientemente y
democráticamente a los explotados de las comunidades rural-urbano no para adaptar,
incorporar o modernizarlas, según el modelo capitalista, sino para oponerlo y sacarlas de
ese proceso, a través de la crítica y la acción cooperativa solidaria en favor del cambio
social radical [Gómezjara, 1977:13].

En el campo del trabajo social parecen encontrarse formas críticas de intervención que,
inspiradas en los métodos antropológicos, amplían sus objetos de observación e
implementan nuevas formas de proceder y de conceptualizar la intervención comunitaria.
Temas tales como cultura, identidad, memoria y conciencia colectiva van siendo relevantes
en las experiencias de terreno que fundamentan al trabajo social.

En este breve e incompleto recorrido disciplinario sobre la intervención comunitaria, no


puede dejar de mencionarse el modelo de psicocomunidad impulsado por Cueli y Biro en la
década de los setenta. De origen básicamente psicoanalítico, se planteaba un proyecto
preventivo que permitiera un mejor nivel de salud, específicamente de salud mental.
Algunos de los elementos centrales de este modelo son: la utilización de un grupo como
instrumento explorador frente al grupo que constituye la comunidad, y el manejo continuo
de las fantasías previas de los miembros del grupo explorador y que se cotejan frente a las
experiencias del trabajo en comunidad. Por ejemplo, el tipo de relación entre padres e hijos,
la relación entre la familia y algunas instituciones del lugar como la iglesia o iglesias, la
escuela, la delegación, etcétera, eran algunos de los elementos que se exploraban en este
proyecto. Para Ricardo Blanco y Pablo Moch algunas de las características de este modelo
son las siguientes: Asimetría en la relación supervisor, promotor y comunidad.

Unidisciplinar. Estructurado, encuadre rígido: estrictamente definidos rol, objetivo, espacio


y tiempo. Movilizador de ansiedades básicas inconscientes de la comunidad contenidas por
el encuadre. Busca la reactualización de potencialidades de los miembros del grupo y de la
comunidad.

Aparecen también las construcciones teóricas y metodológicas de la psicología comunitaria


o de la psicología social comunitaria, que tienen como fin la prevención de la enfermedad y
la promoción de la salud. Recuperando diversos paradigmas disciplinarios, la psicología
comunitaria trata de definirse a partir de un trabajo interdisciplinario y comprometido con
la transformación de la sociedad. Entre sus principios, reivindican el contexto social como
un texto; el carácter activo de los seres humanos; las capacidades, fortalezas y posibilidades
de las comunidades; el conflicto como motor de cambio y los métodos cualitativos de
intervención. Maritza Montero señala:

Aproximadamente podríamos describir a la psicología comunitaria como la rama de la


psicología cuyo objeto es el estudio de los factores psicosociales que permiten desarrollar,
fomentar y mantener el control y poder que los individuos pueden ejercer sobre su ambiente
individual y social para solucionar problemas que los aquejan y lograr cambios en esos
ambientes y en la estructura social [Ferrullo, 2000:47].

Finalmente, es importante señalar que en el centro de estas reflexiones teóricas ha estado


presente la discusión en torno a la definición del concepto comunidad; pese a las

66
diferencias que podemos encontrar, sus planteamientos nos remiten a un concepto
geográfico en su sentido físico y humano. Es decir, comunidad territorial y comunidad
entendida en función de la distribución de la población y su infraestructura.

Sin embargo, creo que una reflexión sobre los dispositivos de intervención comunitaria,
debe contemplar los sistemas de interferencia que se manifiestan en ésta; esto es, es
necesario plantear a la comunidad como un contexto de máxima transversalidad, en donde
la creación artificial de límites puede hacernos perder la complejidad de las relaciones que
se establecen en ella. Los elementos culturales e identitarios, la historia, la articulación
entre el presente y el futuro, la elaboración de proyectos y otras de las manifestaciones en
las que se organiza el imaginario social —como producciones utópicas, esperanzas,
memoria colectiva— aparecen como elementos centrales en los procesos comunitarios y de
constitución de la subjetividad social.

En el problema de los sujetos hay una doble realidad: la que es aprehensible


conceptualmente (condiciones estructurales, formas organizativas, patrones de
comportamiento, actitudes), y otra que no es aprehensible con la misma lógica
(experiencias, memoria, conciencia, mitos); esta conjunción de realidades, que define una
ampliación en los mecanismos de análisis, desafía a la conciencia cognoscitiva a construir
una relación de conocimiento que sea más congruente en la representación de la realidad
con esta complejidad. El análisis de los sujetos supone como requisito tanto no darlos por
terminados como concebirlos desde la complejidad de sus procesos constitutivos que tienen
lugar en distintos planos de la realidad.

Lo anterior significa que cuando hablamos de intervención comunitaria no sólo tenemos


frente a nosotros un conjunto indiferenciado de pobladores instalados en una delimitación
geográfica. Hablamos de sujetos, no de objetos, con potencialidades que constantemente
están transformando su realidad. Y esta transformación de la realidad sólo puede ser
comprendida en el marco de la subjetividad social que, en palabras de Hugo Zemelman,
incorpora la dimensión de la posibilidad. La comunidad entonces, deja de ser un agregado
de individuos y pasa a convertirse en un espacio o contexto de reconocimiento común en el
que se articulan información y cultura, conocimientos y tradiciones, experiencias y visiones
y un conjunto de universos y significaciones que dan forma a un pensamiento que
trasciende a cada uno de los sujetos.

De acuerdo con lo anterior, tenemos entonces comunidades heterogéneas con varios


tiempos y espacios que coexisten; si bien la génesis teórica de la intervención comunitaria
poco ha tomado en cuenta estos elementos, podemos plantear también una génesis social
que da cuenta de las transformaciones en las relaciones sociales y que además de cuestionar
nuestro lugar de expertos en los procesos de intervención, plantean a la psicología social
nuevas demandas.

La intervención comunitaria no puede seguir siendo la misma de hace veinte años; ahora
tenemos una sociedad fuertemente politizada, con nuevas demandas y con procesos de
promoción social que confrontan directamente las labores asistenciales de los especialistas.
Así, los trabajos y propuestas para intervención comunitaria deben tomar en cuenta la

67
profunda transformación de las relaciones sociales, promovida por la politización de los
espacios colectivos y comunitarios.

En el centro mismo de las prácticas de intervención comunitaria, sea en sus orígenes


teórico-disciplinarios o sociales, aparece una fuerte tensión en entre dos tendencias: los
modelos asistenciales y los promocionales. La institución asistencial, heredera de la
caridad, la beneficencia pública y la filantropía, estará caracterizada básicamente por
funcionar como un paliativo de los efectos de la marginación y la exclusión; por no atacar
realmente las causas que originan la infelicidad de millones de personas; y por establecer
un proceso de individualización de la necesidad. La lógica promocional tendrá, entre una de
sus más representativas características, la polémica de la autorización. La finalidad de la
intervención promocional convierte al actor en autor, en el creador e incluso generador de
sus propios procesos de transformación. El quehacer del psicólogo social, educador,
investigador o algún otro interviniente está centrado aquí en promover en los sujetos la
capacidad para autorizarse, reconocerse y decidir las cosas por ellos mismos.

De esta manera se puede observar cómo la intervención comunitaria, en el contexto de la


psicología social, ha estado fuertemente asociada más que a los procesos promocionales, a
los modelos asistenciales.

Podemos observar entonces cómo, éstos y otros espacios, son dinámicos y por lo tanto
nuestra labor profesional no puede quedar reducida a las funciones asistencialistas. Una
reflexión constante sobre nuestra práctica profesional y docente, nos lleva a levantarnos
contra la implementación de paliativos que instituyen la infelicidad como condición para la
supervivencia.

De este modo, la intervención comunitaria tiene en los procesos de promoción un terreno,


un espacio social privilegiado para mirarse críticamente y redefinir el proyecto y el objeto
de su acción.

Lo anterior significa también que todo trabajo de intervención debe cuestionar el recorte
apriorístico de su objeto de estudio. En los orígenes de la licenciatura en psicología de la
UAM-Xochimilco, encontramos ya las primeras distancias en torno a las psicologías
abstractas, psicologías que se separan del terreno y elaboran así sus problemas y supuestos
desde un trabajo de escritorio. Tal y como plantea Ardoino, el trabajo del investigador e
interventor deberá buscar la relevancia de la problemática, no pensar desde la abstracción
las demandas del terreno; ello implica evidentemente la utilización de un método clínico,
no en el sentido terapéutico, sino en la capacidad de escucha del terreno. El terreno de
intervención, se convierte de esta manera, en un referente más.

El vínculo universidad-sociedad se complejiza cuando observamos que:


• Existen múltiples planos de la realidad social y por lo tanto ésta no puede ser entendida
como única y sin movimiento. • No se puede dejar de reconocer la fuerte politización y
concientización que existe actualmente en diversos sectores de la sociedad.

La reflexión sobre estas dos cuestiones nos ha llevado entonces a distanciarnos de las
lógicas que pretenden cambiar, influir o explicar "la realidad", asimismo se ha abierto un

68
constante cuestionamiento sobre nuestras prácticas y hemos aprendido que no sólo existe el
saber científico, sino que es necesario reconocer el saber social, ese saber que portan
mujeres, jóvenes, niños, trabajadores, reclusos, grupos o movimientos organizados, acerca
de su sociedad.

Lo anterior significa entonces que todo trabajo de intervención comunitaria debe reconocer
que la complejidad de la realidad no puede ser analizada o dividida en partes para su
"profundización", sino que es necesario entender que lo que estudiamos son siempre
fenómenos complejos. A continuación anotaré algunos de los elementos que son
indispensables para pensar el problema de la intervención comunitaria.

Los sujetos con los que intervenimos no son indiferentes a las producciones del saber que
les conciernen (saber social), por lo tanto reaccionarán y van a interferir constantemente
con los instrumentos de análisis e investigación que les sean destinados y perturbarán
seguramente su funcionamiento. Como hemos convenido, la investigación es una estrategia
de conocimiento, lo que tenemos que recalcar es que tal objetivo es susceptible de provocar
una especie de contraestrategia. Hemos visto en nuestra experiencia que existe una gran
capacidad de negación, de negatricidad que difícilmente podrá ser eliminada del campo o
del objeto. Reconocer la negatricidad del objeto es reconocer a éste como sujeto.

El objetivo del enfoque multirreferencial no es el mismo que el de los enfoques trans, inter
o multidisciplinarios, en los que, señala Ardoino, cada una de las disciplinas quiere
conservar el uso propio de su lenguaje sin querer aprender y hablar el de los otros. Además,
el proyecto de la trans, inter o multidisciplina apuesta claramente a la ilusión de la
"totalidad" del conocimiento, como si los hechos sociales pudieran ser transparentes de una
vez y para siempre.

Lo grupal, institucional y comunitario no deben ser entendidos como instancias separadas.


El conjunto de las relaciones sociales en una sociedad están atravesadas por estas tres
dimensiones. Incluso, debemos anotar aquí también a las organizaciones. Desde algunas
perspectivas teóricas el estudio sobre los grupos ha dejado de estar centrado en el grupo
mismo, para reconocer la determinación de procesos mas amplios. Cuando Castoriadis
propone su tesis sobre el imaginario social y sobre el conjunto de significaciones
imaginarias que lo constituyen, abre la posibilidad de comprender las fuertes cargas de
transversalidad entre estas tres formas sociales colectivas. Castoriadis, seguido por la
vertiente francesa del análisis institucional, han planteado que cuando se habla de
instituciones no se está hablando necesariamente de establecimientos o de espacios físicos,
como comúnmente lo pensamos; sino que nos remiten más bien a esas formas y prácticas
sociales que otorgan sentido y significado a una sociedad en un momento histórico
determinado. En nuestra sociedad, por ejemplo, se puede hablar de la asistencia, de la
calificación, del castigo o de la moda, como instituciones; en otras sociedades han sido
instituciones el potlach o el derecho de pernada.

69
Módulo 5

De León, N., Dorta, G., Gilmet, A., Jurado, F., Leguisamo, M., Martínez,
L., Miniño, L., Rodríguez, M., y Silvera, B. (2014). Experiencias de
extensión universitaria con desarrollo en el campo de la salud mental.

Descripción de las experiencias El Espacio de Formación Integral “Salud Mental y


participación”, se desarrolla a través de actividades dirigidas a niños, niñas, adolescentes y
sus familias, y a personas adultas.

Espacio dirigido a niños, niñas , adolescentes y sus familias. El trabajo está dirigido a
niños, niñas y adolescentes del barrio Bella Italia, teniendo como objetivo principal el
fortalecimiento y la promoción de sus derechos en cuanto a la inclusión y continuidad
socioeducativa, así como el acceso a la información y desarrollo artístico- cultural. En
función de ello, se ha trabajado en dos espacios:

Institucional (en dos escuelas de la zona) y comunitario (en Unión Ibirapitá). Su desarrollo
– fundamentalmente colectivo- incluye trabajar en los proyectos de vida, a través de pensar
y ubicar sentidos posibles, el esclarecimiento de ideas y posibilidades formativas, la
información y acompañamiento acerca del egreso y continuidad escolar; recorridos socio-
ocupacionales; así como el acompañamiento psicosocial a niños, niñas y adolescentes en
situación de mayor vulnerabilidad social. Esta tarea se ha fundamentado y desarrollado a
partir de las necesidades evidenciadas en el relevamiento dirigido a conocer las principales
problemáticas del barrio, realizado en el inicio de actividades de extensión-enseñanza en
Bella Italia en el año 2008. De acuerdo al relevamiento, se pudo visualizar la importante
densidad de población de niña/os y adolescentes en la zona, los significativos niveles de
discontinuidad y deserción educativa, la carencias de espacios verdes y de esparcimiento,
así como las carencias de accesibilidad y atención en salud mental.

La intervención está dirigida a personas con padecimientos, usuarios de Servicios de


Atención de Salud Mental. Los objetivos se dirigen a disminuir los efectos y amortiguar los
procesos de exclusión, el fortalecimiento y desarrollo de redes de inclusión social; desde la
promoción y acceso a la información y los medios culturales, el apoyo a la continuidad
socioeducativa y la accesibilidad a la salud. Este trabajo universitario tiene la Sede de
Unión Ibirapitá (Aparicio Saravia y Florencia) como enclave específico para el
funcionamiento del dispositivo grupal y la Biblioteca Popular, desarrollándose también a
nivel comunitario coordinaciones con grupos, organizaciones, instituciones y redes sociales
de la Zona: Radio Comunitaria, SOCAT, Policlínica, Ferias Sociales.

En el año 2010, se realizó una tarea de relevamiento y coordinación con organizaciones


sanitarias, sociales, educativas, barriales, con el fin de implementar un dispositivo de

70
trabajo dirigido a usuarios de Servicios de Atención en Salud Mental en el marco de la
Biblioteca de Unión Ibirapitá. Desde entonces funciona un dispositivo grupal, con
frecuencia semanal y participando actualmente aproximadamente 12 personas. Desde 2011
se ha dado en llamar por los propios usuarios como El Roble: Espacio de promoción de
salud y producción artístico- cultural. Se comparten problemáticas, se promueve la
participación y empoderamiento de usuaria/os, se produce y difunde la Revista Cultural El
Roble, con producciones e inquietudes de usuaria/os. En el segundo semestre de 2011 se
consolidó como Espacio de Formación Integral, a través del Acuerdo de trabajo para la
intervención de Servicios Universitarios en el Programa Integral Metropolitano,
participando la Facultad de Psicología y la EUBCA.

El Espacio “Sueños de Libertad” una Biblioteca para Armar, tuvo su primer desarrollo en
los Ciclos de lecturas e intercambio literario realizados en el Hospital T. Vilardebó durante
el año 200932 recibiéndose además la donación de una colección de libros de Literatura,
Arte, Historia y Ciencias Sociales así como instrumentos musicales. Durante 2010, este
espacio se consolidó a través del desarrollo de la extensión Universitaria el Taller “Una
Biblioteca para Armar”, en coordinación con el Centro de Rehabilitación del Hospital T.
Vilardebó. Como fue planteado en el Proyecto de Extensión (2010), “tratamos de construir
espacios de lectura –lectura individual y silenciosa, lectura grupal, dialogada, disparadora
de la comunicación serena o calurosamente polémica- de introducir en la vida Hospitalaria
la calidez del contacto con el libro- objeto, siempre valioso, de recuperar la palabra (escrita,
hablada), de echarla a andar.

El funcionamiento de este espacio significa cumplir con los enunciados de la “Declaración


Universal de Derechos Humanos” y los “Principios para la protección de los enfermos
mentales y el mejoramiento de la atención de la salud mental” que postulan, el derecho a la
libertad de expresión (y acceso a la información) y el derecho a la cultura. También poner
en práctica uno de los objetivos de la biblioteca pública de acuerdo al Manifiesto para la
Biblioteca Pública de la Unesco (1994): “ofrecer servicios y materiales especiales para
aquellos usuarios que por una u otra razón no pueden hacer uso de los servicios y
materiales ordinarios, por ejemplo, minorías lingüísticas, personas con discapacidades o
personas en hospitales o en prisión”.

El 2010 nos permitió materializar el espacio de Lectura Colectiva e intercambio, fomentar


la participación de usuaria/os, comenzar el armado de la Biblioteca, encontrándole y
produciendo colectivamente el nombre “Sueños de Libertad”, socializando técnicas de
organización bibliotecaria. También se enriqueció la Colección coordinando y gestionando
la donación de centenares de textos de la Biblioteca Horacio Quiroga- Biblioteca Infantil y
de la Biblioteca Circulante del Hospital, así como la solicitud y gestión de compra de una
Enciclopedia para armar la Colección de Referencia.

Durante los años 2011, 2012 y 2013, se mantuvo la coordinación y el desarrollo del trabajo
de extensión en el Dispositivo de Biblioteca “Sueños de Libertad”, a través de la
coordinación del Centro de Rehabilitación del Hospital, el Colectivo Universitario “La
Grieta: Salud Mental y DDHH” y las Pasantías “Grupos, organizaciones e instituciones del
campo de la salud mental” y “Perspectivas e intervenciones psicosociales en el campo de la
salud mental” del Programa Estudio de las Formaciones Subjetivas, Instituto de Psicología

71
Social, Facultad de Psicología- UdelaR. Este proceso de trabajo, se ha potenciado y
afianzado aumentando la participación activa de las/os participantes y su producción
escrita, la que ha sido plasmada en la publicación colectiva y la difusión de “Hojas”.
También se ha implementado el préstamo de textos a domicilio y a Sala.

Por otra parte, se ha profundizado la coordinación con los Equipos de Sala en el apoyo
psicosocial de usuaria/os participantes de la Biblioteca, en sus procesos de externación e
inclusión social.

Objetivo general de la sistematización Producir conocimientos vinculados al trabajo en


dispositivos psicosociales con personas en condiciones de vulnerabilidad.

Objetivos específicos - Documentar el trabajo en dispositivos psicosociales artístico-


culturales en el marco del E.F.I. “Salud mental y participación” (Zonal 9- Bella Italia-
Unión Ibirapitá) y Biblioteca “Sueños de Libertad” (Centro de Rehabilitación del Hospital
Vilardebó). - Realizar un análisis crítico- reflexivo de la experiencia desarrollada.

- Visualizar efectos en los participantes de los dispositivos artístico


-culturales en relación a la participación, el acceso a la información y los medios culturales,
así como el fortalecimiento de redes.
- Promover la participación de los participantes de los dispositivos en el proceso de
sistematización. - Difundir los aprendizajes generados a partir de la experiencia de trabajo
en dispositivos psicosociales artístico- culturales en el marco del E.F.I. “Salud mental y
participación” (Zonal 9- Bella Italia- Unión Ibirapitá) y Biblioteca “Sueños de Libertad”
(Centro de Rehabilitación del Hospital Vilardebó).

Aprendizajes conectivos con pertinencia social En las experiencias que se transmiten, la


dimensión política adquiere un relieve fundamental. Se puede observar su expresión, tanto
en la concepción y el posicionamiento de los actores universitarios en la intervención, en el
funcionamiento de los dispositivos y relaciones que se establecen; así como en la
pertinencia social de las mismas, por las condiciones de producción y características
singulares de sufrimiento de las personas participantes de las actividades. Por otra parte, la
conexión entre la enseñanza y la extensión en estas condiciones de profundización en el
relacionamiento con el medio, con problemáticas y actores sociales, avanza en una
formación universitaria con relevante compromiso social y ético.

Tommasino y Rodríguez (2011) establecen cómo las intervenciones universitarias que


implican conexión de funciones en el campo social, se componen en acciones de
integralidad e intensidad formativa ético política. Entonces, no debemos pensar la
integralidad solamente como la integración y articulación de funciones, sino como la
articulación de actores sociales y universitarios. Por un lado, con la construcción y abordaje
de los sujetos y objetos de estudio con miradas interdisciplinarias y por otro, con la
posibilidad de construcción intersectorial, interinstitucional de propuestas que resuelvan
problemáticas concretas.

Así lo expresan estudiantes universitarios participantes de la experiencia, cuando


reflexionan ante la interrogante: ¿Cómo caracterizarías esta forma de relacionamiento de la

72
universidad con el medio?¿ Qué destacarías de esta forma de relacionamiento? “Sin duda
que estar en contacto con ciertas realidades sociales, por ejemplo barrios carenciados, te
ayuda a aprender y a comprender sobre las características de vida de otras personas y a
pensar cómo puedes intervenir para ayudar en lo que sea necesario y puedas. Si no estás
ahí, en el lugar, es difícil que puedas ver cuáles son las necesidades o requerimientos de las
personas. Dentro de un salón se aprende teoría pero “hay que salir a la cancha” si no entre
cuatro paredes no haces nada.” “Las prácticas de extensión me parece que conllevan
implícitamente mucho aprendizaje porque uno se acerca a la realidad que muchos
desconocen y eso te da apertura y posibilidad de cambio.

Destaco de lo vivido en el taller la posibilidad del conocimiento del aprender día a día cosas
nuevas que te enriquecen el alma al conocer tantas lindas historias y poder compartirlas en
el colectivo.” “Las actividades universitarias interdisciplinarias de extensión, enseñanza e
investigación, generan y fortalecen un vínculo de compromiso entre el saber universitario y
la sociedad.” “Se deberá pensar la Universidad como parte de la Sociedad, abierta, sin
puertas, inserta en ella y como parte de ella. Debemos otorgarnos momentos de reflexión,
de pensamiento crítico, para integrar de una forma real y concreta esta compleja relación. Y
sobre todo, ser más conscientes de la capacidad transformadora de la extensión
universitaria.” “Las distintas vivencias-encuentros en el campo contribuyeron a la
formación de nuevas herramientas y un aprendizaje constante.

Personalmente, me encuentro sumamente agradecido de haber podido participar de


propuestas de esta índole.” “Creo que es bidireccional, en donde se encuentran dos tipos de
saberes, por un lado el saber científico, y por otro el saber popular, interactuando de forma
directa para producir un conocimiento que pasa por la experiencia de ser vivido por ambas
partes y genera un saber que queda impreso en la memoria de los actores involucrados.”
“Creo que lo más destacado de este relacionamiento es el poder crear un conocimiento
donde confluyen teoría y práctica.” “El pasaje por una experiencia de extensión
universitaria indudablemente me deja un rico aprendizaje en cuanto al conocimiento que se
genera al interactuar en forma directa con la sociedad, un conocimiento que muchas veces
no lo encontramos en los textos y que definitivamente adquiere mayor valor al ser vivido, al
ponerle el cuerpo.”

Estas reflexiones -aportadas desde la implicación como estudiantes universitarios


avanzados que se inscriben optativamente en las Pasantías “Grupos, organizaciones e
instituciones del campo de la salud mental”, y “Perspectivas e intervenciones psicosociales
en el campo de la salud mental” del Programa Estudio de las Formaciones Subjetivas,
Instituto de Psicología Social, Facultad de Psicología- UdelaR-, permiten observar la
valoración que se le otorga a la conjunción de funciones y de saberes, produciéndose una
formación universitaria con despliegue de dimensiones ubicadas en el campo social.

A propósito de esta potencia conectiva, Kaplún (2013) plantea cómo la integralidad


contribuye a la recuperación del sentido del aprender, promoviendo situaciones en las que
se aprende a partir de problemas concretos y complejos, donde el deseo es fundamental. El
deseo es el principal motor de los aprendizajes: deseo de saber y conocer, de comprender y
transformar. Un deseo que es sistemáticamente ahogado cuando se aprende solo para salvar

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exámenes, sin el desafío de la vida social concreta. Por eso la relación entre enseñanza y
extensión puede ser clave. O, mejor, entre aprendizaje e interacción social. (Kaplún, 2013)

A su vez, esta perspectiva universitaria, se va componiendo desde la comunidad por los


actores sociales con quienes se producen los vínculos de reciprocidad ético deseante. Una
integrante del Espacio El Roble34, se manifestaba respecto a su opción participativa en este
sentido: “ Que es una gran ayuda para todos, tanto como todos los que venimos al grupo,
las personas que venimos, y los muchachos que estudian ¿no?, los estudiantes, y los que se
recibieron también, y todos los que integran, es muy bonito, la verdad que es un grupo muy
bueno y yo me siento muy cómoda.” Dimensión del deseo como potencia conectiva para
construir nuevos saberes y transformar la realidad. Son posicionamientos móviles, que
producen encuentros y despliegue de potencias.

Relación dialógica y construcción de dispositivos a partir de necesidades de la población y


de articulación de saberes Las relaciones que se establecen desde este posicionamiento
universitario, incluyen al otro desde sus condiciones de existencia, tanto en las formas de
expresión y comunicación de sus necesidades, como en las posibles formas de encontrarse
para hacerlas visibles y encontrar posibles soluciones. Es un posicionamiento que se
propone no hablar en lugar de o por los demás. Se trata de producir condiciones para
dialogar conectando los diferentes saberes y experiencias.

Para Kaplún (2013) la integralidad exige integración de saberes, reconociendo que hay
importantes y pertinentes saberes más allá del mundo académico, imprescindibles para
acercarse a la complejidad de la realidad. El diálogo con esos otros saberes puede, con
frecuencia, acercar a la comprensión de la complejidad. Por otro lado, este diálogo se hace
necesario si se quiere producir conocimientos socialmente apropiables, capaces de
integrarse a las prácticas sociales y no solamente circular en el mundo académico. Desde
los saberes tradicionales sobre medicina y agricultura hasta los saberes obreros sobre la
tecnología y el trabajo hay mucho que los universitarios pueden aprender, y también mucho
que pueden aportar, siempre que acepten desafiarse y desafiar, dialogar con otros. (Kaplún,
2013, p.50)

Los saberes disciplinares provenientes del campo de la salud mental, en el cual se inscriben
las experiencias que transmitimos, padecen de encargos históricamente producidos
tendientes a ejercicios de poder. Diferentes autores han establecido y estudiado estas
modalidades, entre otros Foucault (1986), Castel (1986); esto hace que el diálogo
académico con otros saberes y el relacionamiento con quienes padecen se incline a
reproducir lógicas de poder, haciéndose necesario un cuidado ético permanente. Provocar el
encuentro y promover la construcción de problemas con participación y la palabra de
quienes generalmente están invisibilizados, puede ser un ejercicio en este sentido. Así es
que Acosta y Bianchi (2009) establecen que, el encuentro con los problemas sociales exige:
“El encuentro con el otro, sus historias, su contexto, sus saberes, abordar desde la cultura
barrial los imaginarios colectivos que se construyen de la realidad, las modalidades en la
búsqueda de satisfactores como respuesta a las expectativas socioculturales que se crean a
partir de las necesidades que se identifican en el marco de un proceso educativo junto a la
población, de descubrimiento compartido.” (p.128)

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Vulnerabilidades Como ha sido planteado, las actividades universitarias desarrolladas en el
Zonal 9 datan de 2008, a través de la coordinación35 con el Equipo del Programa Integral
Metropolitano, consolidándose como Espacio de Formación Integral “Salud Mental y
participación” en agosto de 2011. Del primer relevamiento de problemáticas en los
territorios de Bella Italia y Flor de Maroñas, las principales enunciadas por operadores de
ONGs e Instituciones Socioeducativas de la zona, ubicaron a las niñas, niños y adolescentes
como poblaciones especialmente vulneradas.

También surgió como destacable la insuficiencia de dispositivos para la atención de


demandas de usuarios de Salud Mental. De aquel relevamiento en Bella Italia se
desprendía: “Como principales problemáticas se indican las vinculadas al medio ambiente
en el cual vive gran parte de la población, el acceso a la vivienda y el trabajo precario o las
carencias del desempeño laboral. Son planteadas como causas estructurales productoras del
sufrimiento. Por otra parte, se destacan las carencias de espacios recreativos para jóvenes,
las dificultades de aprendizaje y de inserción educativas, así como el consumo
problemático de sustancias y las conflictivas familiares. (…)

Existe una importante demanda difícil de poder cubrir adecuadamente; fundamentalmente


se centra en niños con dificultades de aprendizaje, así como con padecimiento
psiquiátricos.”36 Mientras que en la propuesta para el desarrollo de actividades de 2012, se
establecía: “La construcción de los dispositivos específicos, tanto en niños/as y
adolescentes como con adultos, nos ha permitido la emergencia singular de las condiciones
de producción de sufrimiento y vulneración de derechos, así como las necesidades y
posibilidades de abordaje a las mismas. Sintéticamente, podríamos afirmar que la violencia
doméstica, la depresión y la soledad, el consumo problemático de sustancias y el difícil
acceso a las prestaciones de salud y culturales han sido las más significativas en los adultos.
Mientras que las dificultades de continuidad socioeducativa, de acceso a la salud y a lo
recreativo, exigencias del mundo adulto en el cuidado de los hermanos menores y las
repercusiones de situaciones de violencia y la fragilización familiar, aparecen como
destacables en niños/as y adolescentes.

Existen otras problemáticas emergentes, que vienen siendo expresadas con preocupación,
como el impacto medio ambiental, en particular la contaminación con plomo en niña/os; las
modalidades de vinculación violenta37; el trabajo infantil; entre otras.” (De León, et al
2012) Con estas condiciones de existencia y producción de sufrimiento, -que fue posible
visualizar también en participantes del Taller de Biblioteca “Sueños de Libertad” del
Hospital Vilardebó- es que se fueron estableciendo relaciones, construyendo visibilidades,
concientización y transformación. Producción de condiciones de visibilidad y enunciación.
Toda intervención supone tensiones, contradicciones y posicionamientos. Como hemos
establecido, existen dimensiones políticas y éticas que ubican y pueden reconfigurar
relaciones de poder. Para de León (2014), “En la intervención se establecen tensiones,
trabajarlas en función de la construcción de la demanda y desde una perspectiva de
derechos, promovería la palabra, el deseo, la apropiación del espacio y la expresión de las
necesidades de usuaria/os.

En términos de Carballeda (2002) en la intervención siempre se juega la tensión entre


mediar desde la demanda y la injerencia desde la opresión.” La noción de dispositivo, se

75
presenta como una herramienta de utilidad para pensar la construcción de éste entre que va
deviniendo en el proceso de la intervención. Consideramos el dispositivo, en estas
experiencias –psicosociales artístico culturales- como un espacio de construcción; de
posibilidad de producir condiciones reales de visibilidad.

Según Deleuze (1999), se puede concebir el dispositivo como máquina para hacer ver y
hacer hablar. Para nuestra tarea, la potencia que ofrece la máquina productiva y creativa del
dispositivo es relevante, en tanto la dimensión política que caracterizábamos al inicio. Al
decir de Deleuze, “todo dispositivo se define pues por su tenor de novedad y creatividad, el
cual marca al mismo tiempo su capacidad de transformarse o fisurarse y en provecho de un
dispositivo del futuro.” (p.159)

Breves conjeturas y esbozos sobre las observaciones participantes en dispositivos artístico-


culturales Pensando en los participantes de la Biblioteca “Sueños de Libertad” -personas
que viven el encierro manicomial-, la cultura no es algo que le es ajeno, porque todo ser
humano genera cultura. Acceder y producir medios culturales desde una visión no
etiquetadora o desvalorativa, habilita posibilidades de encuentro. Para Gustavo Remedi
(2014) - Doctor en Literatura Hispánica-, si a alguien lo despojan de la cultura lo despojan
de su humanidad. Quizás ésta, sea una de las razones ético- políticas de trabajar el acceso a
los medios culturales en clave de Derechos Humanos. En el Taller de lectura de la
Biblioteca “Sueños de Libertad”, en ocasión de trabajar un sábado “Surrealismo”, una
participante comentaba que Dalí “quiso hacer un cambio en la cultura”, haciendo referencia
a un texto de Luis Buñuel acerca de Dalí.

Hablar sobre el acceso a los medios culturales y la información, implica ir cuestionando


nuestras definiciones de cultura, nos lleva a plantear otras interrogantes sobre el orden
político, económico, simbólico, ideológico de estas conceptualizaciones. Permite interpelar
la práctica y reflexionar sobre nuestro trabajo en el campo de la Salud Mental y los
Derechos Humanos. Esta experiencia de encuentro mediado por la lectura, abre la puerta
para repensar la praxis. Surge la interrogante: ¿será una forma de transformar las
diferencias, de construir puentes?.

Una mixtura que problematiza sobre las culturas que cohabitan en nuestros encuentros, en
nuestras lecturas del mundo. Es desde esa mixtura, en ese entramado, que se configuran las
tertulias, los intercambios en el Taller38. Respecto a la relación de los participantes con la
lectura, se expresa que participar del Taller implica: “distracción”. Cuando se indaga acerca
de los aspectos de mayor interés sobre la Biblioteca, comentan que es la obtención de libros
para lectura solitaria, también se llevan textos de la lectura colectiva y los comparten con
otros/as compañeros/as en la sala. La lectura, se podría decir, que circula más allá del
espacio en concreto de la Biblioteca “Sueños de Libertad” en el Centro de Rehabilitación,
toma vida en las salas del Hospital. Respecto a la opinión sobre los que participan directa o
indirectamente del espacio, una de las entrevistadas plantea: “Yo he acercado muchas
chiquilinas, algunas han seguido viniendo, otras por otros problemas no. La verdad que es
un espacio recreativo, abierto que te ayuda a pensar, pensando que acá no haces otras
cosas.”

76
Como se ha establecido, el eje de la sistematización y los objetivos de las actividades de
enseñanza y extensión que se analizan, se ubican en relación a los procesos de inclusión
social, haciéndose énfasis en tres dimensiones: acceso a la información y a los medios
culturales, la participación y el fortalecimiento de redes. Se piensa este proceso de
inclusión, tomando la perspectiva de Robert Castel, quien plantea como “desafiliación” a la
debilidad de los soportes del individuo moderno; definiéndola como el proceso mediante el
cual un individuo se encuentra disociado de las redes sociales y societales que permiten su
protección de los imponderables de la vida (Castel, 1995).

Coincidimos con la posibilidad de movimiento y de transformación micropolítica que


supone esta concepción de desafiliación, en tanto propone que en lugar de pensar la
exclusión en términos de ruptura, inmovilidad y de estados de privación, es conveniente
visualizar la posibilidad de movimientos y recorridos hacia zonas de vulnerabilidad. Para el
autor, estos espacios de vulnerabilidad están ligados al lugar ocupado por la persona en la
división social del trabajo, su participación en las redes de sociabilidad y en los sistemas de
protección. En este sentido, una participante del Espacio El Roble, decía: “El taller para mí
es parte ya de mi vida y de mi familia, es una familia aparte de la que yo tengo actual que
son mis hijos, mi esposo y mis nietos.

Los martes ya sé que me levanto, que voy al grupo, es una familia. Ya hace tres años y
nueve meses que estoy en el grupo, que se ha formado este grupo, y bueno, me llevo re bien
con todos, y entiendo a ellos, ellos me entienden a mí, y sé que hay veces que me pongo
pesada en las jodas, soy muy de embromar a las personas, o decirle cosas pero, también nos
ponemos, tampoco podemos estar muy serios porque es para mismo desahogarnos, para
salir un poco de casa, de los problemas que tienes.” Luego agrega: “Por ejemplo, hay
personas que yo comento lo del grupo y eso, y si, mirá, otra persona me comentó, de dónde
es. O mismo porque acá estamos por la Facultad de Psicología, ahí ya una cantidad nos
conoce. Nos invitan, tenemos invitaciones de otro lugares también, para llamar, para que
vengan a conocernos, o ir, el grupo se siente.”

El espacio y encuentro con otra/os produce sentidos y posibilidades de producción. En


términos de Castel, “es necesario contar con una instancia, una matriz o un zócalo sobre los
cuales (…) pueda apoyarse, y que le otorgue dicha consistencia. Le es necesario disponer
de una cierta superficie, ocupar un cierto espacio en la sociedad, para desarrollar la
capacidad de ser un individuo.” (Castel y Haroche, 2003: 21) Estas condiciones de
consistencia, dentro del movimiento de inclusión, se podrían entender desde la
participación, tomándola como “…el proceso mediante el cual los individuos toman parte
en la toma de decisiones de instituciones, programas y ambientes que los afectan”
(Sánchez, 1998). Cuando el autor se refiere a ambientes habla de un interjuego de
interacciones sociales (Sánchez, 1998), donde se construyen diferentes significaciones. Para
ello es que las comunidades a través del tiempo han desarrollado la posibilidad de “hacer
pesar” sus voluntades en las tomas de decisiones.

Es un proceso mediante el cual la comunidad se apropia del ambiente en el cual vive,


trabaja, etc. para luego tener la potestad de intervenir en él y transformarlo. Y va más allá
de la modificación del propio ambiente en el que se mueve esa comunidad. Además habilita
un lugar donde la comunidad puede tomar parte sobre las decisiones que el Estado ha

77
decidido tomar sobre los problemas que en ese ambiente se suscitan. Para ello el autor
plantea que debe darse una Participación Inclusiva.

A continuación, se transcribe un fragmento de narrativa de una de las observaciones


realizadas en el Espacio El Roble, que permiten visualizar esta dimensión de producción,
apropiación y transformación: “Marta dice que está bueno trabajar y sacar la revista porque
hoy en día muchas personas están pasando cosas similares, y que cuando sale una revista la
lleva al barrio, la comparte con las vecinas y luego las invita a venir a El Roble. Es
importante la revista porque ahí hay cosas escritas por nosotras y entonces no estamos
enfermos, porque si podemos escribir cosas desde el corazón, estamos sanos, no enfermos.
Continúa comen tando que un día estaba en un pozo depresivo y agarró la revista y vio el
dibujo de una de sus compañeras y enseguida cambió, y agarró un libro, la biblia y se puso
a leer y orarle, porque ella le ora mucho.”

Sánchez (1998) privilegia el carácter de proceso de la participación, al que a su vez le


adjudica el cariz de proceso formativo, en el cual todos los miembros van aprendiendo y
formándose entre ellos, de forma dialógica. Por ello es colectiva y múltiple. Y es un
proceso en constante construcción. Para lo cual cada uno de sus integrantes debe estar
capacitado, haciendo mención al sentido de eficacia que los mismos deben poseer. Una de
las participantes del Espacio El Roble, cuando se le pregunta acerca de su participación
responde: “Pienso que yo participo… ayudo, me gusta escuchar a mis compañeros y a los
muchachos y muchachas que vienen de acá de la Facultad y me gusta, pienso yo que les
sirvo como ayuda o como participante,¿ no? Para seguir luchando y creciendo el grupo
como el nombre que tiene, El Roble,¿ no? Somos parte de ese arbolito.”

Otra de las participantes dice. “Nosotros participamos sobre salud mental y eso, para ver si
sacamos adelante a la gente esa… Porque dicen que somos locos, pero nosotros tenemos el
otro, que decimos, seremos todos rayados, como dicen, pero locos no. Rayados estamos
todos.” Se conecta la dimensión de participación, con el fortalecimiento de redes, en tanto
se potencian y recrean los vínculos existentes. En tal sentido, se comparte con Dabas
(1998), quien desarrolla una perspectiva basada en la reconstrucción y fortalecimiento de
redes ya existentes y no la creación o construcción de ellas; se afirma que hay colectivos,
redes y una organización social ya existentes antes de la intervención y que ésta viene a dar
una perspectiva nueva, construida e inventada a partir de lo que ya está formado.

Se produce el fortalecimiento y también la ampliación de las redes sociales, es un punto


importante para el desarrollo de la participación, ya que involucra a los propios integrantes
a una dinámica de intercambio en función de la planificación y la toma de decisiones acerca
de sus propias condiciones de vida. Esto, como proceso creativo colectivo, permite la
interacción entre sujetos con similares condiciones de vida, sufrimientos compartidos, pero
también potencia los recursos de cada quien que pueden estar puestos en juego en función
de las distintas soluciones o respuestas ante los mismos problemas o dificultades. Hay, en
este posicionamiento, una perspectiva que re-significa los aprendizajes en las redes sociales
y en los espacios de participación, ya que los integrantes pueden visualizar posibles
soluciones a problemas comunes.

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De esta manera se acentúa el sentimiento de pertenencia a una comunidad o red social a la
vez que surge un movimiento de transformación de las propias condiciones de vida. Se
materializan así las transformaciones micropolíticas que se relacionan con la inclusión
social y las posibilidades de incidencia real sobre los modos y condiciones de vida así como
en los ámbitos de decisión de las políticas sociales. Por otra parte, en relación a la
dimensión del acceso a la información y los medios culturales, una participante del Espacio
El Roble, transmite su vínculo con la lectura: “Acá en el grupo, es el momento en que yo
puedo desahogarme y ver cosas que no he entendido antes, que no puedo entender,
entonces recién ahora me atrae más la lectura y escribir también.”

Cuando se le pregunta si ha variado el tiempo que le dedica a la lectura desde que participa
en el espacio, contesta: “Le dedico más porque me llama más la atención, porque gracias a
los libros uno, si no puede salir del país o no tenés monetariamente cómo conocer otros
lugares, los conoces por intermedio de los libros y las historias de otros países, de otros
lugares.” Otra participante, cuando se le pregunta si siente que ha variado su acceso a la
información, responde: “… Nosotros nos informamos en… haciendo revistas, y en las
revistas que hacemos nosotros se escribe, escrituras de nosotros, de historias, de cualquiera
de nosotros, mismo del grupo está también ahí, hay dibujos que hacen compañeras que
dibujan, que les gusta dibujar, para seguir avanzando, y hay varios lugares que nos
conocen. Mismo hace poquitos días tuve que ir al BPS y ya me dijeron, justo la doctora que
ya conoce el grupo El Roble, ya lo ha sentido, quiere decir que va creciendo.”

Una mirada singular: espacio de niños/as y adolescentes. El espacio de niños/as y


adolescentes, merece una atención particular. Se toma como eje de intervención los
principios que guían a la Convención de los Derechos del Niño, que oficia como marco
legal regulatorio para la promulgación de la ley que decreta la aplicación del Código de la
Niñez y la Adolescencia en nuestro país. La Convención tiene como fundamento a la
Doctrina de la Protección Integral y al postulado de que la infancia tiene derecho a
cuidados y asistencia especiales, e imprime a los Estados parte el deber de la protección y
promoción de los derechos del niño. Esta doctrina promueve una nueva perspectiva acerca
de la conceptualización de la infancia declarando al niño como sujeto de derecho y
promulgando su participación en asuntos de su propio interés.

La responsabilidad del Estado, se inscribe hacia la comunidad de adultos; incluyendo a


actores que se vinculan directamente con niños/as. Para Efrón (2012), trabajar desde esta
concepción, implica que las facultades del niño deben orientar y regular las
responsabilidades de padres o miembros de la comunidad. “Es decir no se debe absolutizar
ni descontextualizar la responsabilidad de los padres y de la comunidad en cuanto a su
deber de proteger a los niños y proporcionarles una guía y dirección.” (p.22)

Es así que en los diferentes espacios de participación de niños/as y adolescentes llevados a


cabo desde la propuesta del E.F.I “Salud Mental y participación”, se han enfocado en la
generación de ámbitos de escucha y consideración de la voz de sus participantes. Tomando
en cuenta sus características y posibilidades. Efrón (2012) plantea que escuchar a un niño
requiere también tomar en cuenta la peculiaridad de su momento evolutivo. “El
reconocimiento de esta peculiaridad es tomar en consideración los trabajos que se producen
y que el mismo niño va produciendo en su subjetividad.” (p.23) En cuanto a la dimensión

79
de la participación, se pueden analizar diferentes aspectos trabajados. Uno de ellos se
relaciona con que niños/as puedan nombrar el espa cio del cual participan. Los diferentes
coordinadores, mayoritariamente estudiantes curriculares, han promovido la construcción
colectiva del nombre del espacio como proceso desde los primeros encuentros.

Aquí es importante mencionar el valor dado al nombramiento del espacio como lugar de
referencia y pertenencia que intenta construir una identidad grupal y que oficia de red de
inclusión, desde una perspectiva que toma en cuenta directamente lo propuesto por niños/as
y adolescentes. Se observa el sentido del espacio para ellos/as en algunos nombres dados al
Espacio, los cuales remiten a la diversión, los juegos, sentimientos de alegría y de disfrute:
“Diverjuegos y colores” y su respectivo logotipo de identificación “lápiz de colores” en
2012, “Espacio abierto”, “Espacio divertido”, “Espacio grande” fueron otras
denominaciones planteadas por niños/as participantes. En relación a lo dicho anteriormente,
también surge en registros de observaciones la apropiación del espacio en cuanto a lugar
físico: “agarrar tambores, sentarse en el piso”.

Otro aspecto a mencionar, dentro de la participación, lo constituye promover y tomar en


cuenta la real incidencia de los participantes en la toma de decisiones en cuanto a qué hacer
y cómo hacerlo. Por ejemplo, algunas decisiones que conciernen a actividades, horarios,
lugares y días de funcionamiento del grupo. Hay una clara intención, tanto por parte de la
propuesta de E.F.I. así como de los coordinadores, de un constante involucramiento de
niños/as y adolescentes en la planificación de las actividades a desarrollar como estrategia
para fomentar el empoderamiento y ejercicios de derechos. Se considera fundamental la
incidencia y la toma de decisiones en los colectivos que niños/as y adolescentes conforman,
así como en la producción de sus propias condiciones de existencia, acorde a sus
posibilidades. También se observa en el relevamiento de material documental, la
promoción de la participación de maestras y padres como referentes adultos de niños/as y
adolescentes, en consultas sobre su perspectiva acerca del futuro socio-educativo por el
mundo adulto. Esto se realiza a través de entrevistas, reuniones grupales o comunicaciones
personalizadas.

Es especialmente considerada la relevancia de la comunicación con las familias ya que


éstas en su mayoría forman parte de sus grupos de pertenencia- referencia y redes de apoyo
y contención. La participación en la propuesta de E.F.I. “Salud mental y participación”, se
acompaña directamente del trabajo en el fortalecimiento de redes. Es así que la
comunicación y seguimiento con las familias se torna una estrategia fundamental de
trabajo, así como la potenciación de los vínculos de confianza entre los participantes dentro
de los grupos que se conforman. Hay una tarea también que concierne no sólo al
fortalecimiento de las redes existentes sino también a la ampliación a lo que puede oficiar
de nuevas redes de apoyo y contención, éste es uno de los motores de acción y fundamento
de la conformación de los espacios y grupos que funcionan tanto en las escuelas de la zona
así como en la Organización Social Unión Ibirapitá.

Algunos efectos del fortalecimiento y ampliación de redes, se pueden observar en las


entrevistas realizadas a niños/as y adolescentes todos han contestado que han hablado o
comentado de su participación en el espacio, todos lo han mencionado en su familia, dos de
ellos también con compañeros o amigos de la escuela y uno con amigos del barrio. Ante

80
estos comentarios, las familias responden con aprobación, uno de los fundamentos
mencionados es “así no pasábamos mucho en la calle”. Esto se relaciona con otra de las
preguntas que refiere a los posibles cambios a partir de la participación en los espacios;
donde uno asevera que no existieron cambios en su relacionamiento con otros, y dos niñas
mencionan que sí. Responden que hubo cambios en su relacionamiento con amigos: “me
juntaba con amigos que peleaban…, ta de ellos me separé” y otra dice que aprendió a
“portarse bien”.

De alguna manera, estas respuestas reflejan la percepción de un espacio de cuidado y cierta


protección al grupo y sus integrantes. Se puede observar también una cierta valoración de
lo colectivo al comentar que recomendarían a otros niños/as asistir al espacio y
efectivamente al invitar a amigos/as y vecinos/as del barrio.

El acceso a la información y a los medios culturales se visualiza en diferentes aspectos. Tal


vez haya uno que abarca a los demás y que es el concerniente a los derechos de niños/as, y
dentro de ellos el derecho a la educación, aspecto trabajado directa e indirectamente en
varios espacios conformados y también en el trabajo en las Escuelas. De él se desprende el
derecho a la información, tema angular a tener en cuenta en los espacios de trabajo donde
principalmente se ha brindado información a niños/as y adolescentes sobre recursos para la
continuidad socioeducativa. Es así que se han pautado encuentros con referentes de
programas estatales como lo es el Programa Aulas Comunitarias, en 2012; se han
planificado visitas a Liceos de la zona y se ha favorecido la inclusión de las Maestras en su
rol de referentes educativas. Esta dimensión, también incluye el trabajo fundamentado en el
acceso a nuevos aprendizajes, que posibilita obtener conocimientos e información novedosa
en variados aspectos, por ejemplo saber y conocer propuestas educativas en U.T.U.,
acceder a ciertos conocimientos académicos, conocer libros. “Aprender a leer, a estudiar, a
hacer divisiones”, menciona una niña participante en una entrevista.

Desde el punto de vista del acceso a medios de creación artística, durante estos años se han
implementado constantemente diferentes espacios y talleres de música, de exploración de
instrumentos, de creación de canciones y coreografías, lecturas compartidas, elaboración de
collages colectivos. Todas estas actividades importantes para el desarrollo de la capacidad
lúdica, creativa y recreativa de niños/as y adolescentes y que apuntan a mejorar la calidad
de vida a través del ejercicio de sus derechos. Por último, otra línea de trabajo relacionada
al acceso a la información y a los medios culturales se vincula con el acceso a los medios
de comunicación. En este caso se han explorado los medios culturales y recursos existentes
en el barrio llegando a hacer visitas a la radio comunitaria y construyendo, en conjunto con
otros actores comunitarios, la posibilidad de la creación en la radio comunitaria del barrio,
de un programa radial llevado adelante por los propios niños/as y adolescentes en 2012.

Márgenes y micropolítica Los márgenes y las dimensiones micropolíticas, convienen para


el encuentro con la diversidad y el despliegue de potencias. Guattari (1996) lo dice así: “La
reconquista de un grado de autonomía creadora en un dominio particular, reclama otras con
quistas, en otros dominios. Hay que forjar toda una catálisis de la recuperación de confianza
de la humanidad en sí misma, paso a paso, y a veces a partir de los medios más
minúsculos…” (p. 79). Es decir, la necesidad de generar espacios de convivencia, de

81
solidaridad; al decir de Guattari (1996) de heterogénesis social, donde las personas
devienen solidarias y cada vez más diferentes.

García, D. (1997) El taller como espacio de aprendizaje.

Taller- se utiliza generalmente para indicar que se trata de una opción pedagógica
alternativa al curso o seminario, como una modalidad opuesta a una enseñanza de tipo
expositiva, memorística.

La palabra taller proviene del francés que significa estudio, obrador, obraje, oficina. Los
primeros surgieron en la edad media: los gremios de artesanos. El taller como lugar de
trabajo y aprendizaje no es algo absolutamente novedoso.

Puede parecer una moda y para algunos lo es. Pero el taller no es eso, por el contrario
requiere de una decisión personal más que de normas impuestas. No debe ser una
imposición, como tampoco puede improvisarse. Si no es libre opción puede generar
resistencias, encubiertas en razones ciertas o pretextos: falta de espacio, tiempo, materiales,
etc.

Algunos elementos constitutivos del taller:

-una opción por trabajar en pequeños grupos


-una valoración de la participación de los propios sujetos en la responsabilidad de sus
propios aprendizajes
-una integración de las experiencias personales de cada participante en el proceso de
enseñanza-aprendizaje
-una intencionalidad operativa, es decir, que los aprendizajes adquiridos en el taller tengan
una influencia en la acción de los propios participantes.

El taller se constituye en una experiencia social en la medida que los participantes


interactúan entre sí en torno a una tarea específica.

El propio sujeto se convierte en objeto de estudio. Participa del grupo para vivir un proceso
colectivo de conocimientos tendiente a la comprensión global de la realidad. De esa manera
el proceso de conocimiento es asumido por el grupo, el que cuenta con una coordinación de
carácter cooperativo y que favorece la democracia grupal.

Podemos definir el taller, como tiempo-espacio para la vivencia, la reflexión y la


conceptualización. La vivencia puede entenderse como el primer paso en el cual se
implementarán ciertas técnicas disparadoras con el objetivo de romper el hielo y movilizar
algunas estructuras cognitivas en relación al tema que se trate. Esta vivencia puede
desarrollarse progresivamente desde un escaso compromiso intelectual-afectivo. Hasta un

82
momento de alto grado de compromiso. Ello dependerá del tipo de grupo, del grado de
confianza e integración de los miembros del mismo.

El tiempo-espacio para la reflexión es tan rico como el anterior. En él se repiensa acerca del
cómo se sintió la experiencia y qué ideas aporta, desde ese pensar, cada integrante, con el
cual se van hilvanando distintos contenidos más emocionales que conceptuales en relación
con las técnicas disparadoras. Esos contenidos se dejan en suspenso hasta la siguiente
etapa, en la que se busca articular aquél hacer con el sentir para producir nuevas hipótesis
que llevarán a la síntesis y conceptualización final.

De esta manera en el taller se van produciendo diferentes aprendizajes, aprender es aquel


proceso que lleva a todo sujeto humano a adquirir, indagar, investigar la realidad y que le
permite tomarla para producir las modificaciones en ella, al mismo tiempo, que se realizan
en el propio sujeto. De alguna manera, ese transitar por las diferentes experiencias, lo lleva
a ratificar o rectificar modelos aprehendidos, actitudes, comportamientos. También, durante
la tarea educativa, se movilizan las estructuras personales, rompiendo con los estereotipos
que no ayudan a crecer. Todo aprendizaje parte de una experiencia previa y de una red de
interacciones, que en el taller se ponen de manifiesto, mostrando una acuarela de
fragmentos que es preciso integrar. Por lo tanto el taller puede convertirse en un lugar de
vínculos de participación, donde se desarrollan distintos estilos de comunicación y por
ende, un lugar de producción social de objetos, hechos y conocimientos.
En el taller confluyen método y la técnica, una metodología que, exige la relación lógica
entre los objetivos, los contenidos en que se plasman los objetivos, los métodos con los
cuales se lleva adelante el proceso de generación y apropiación de contenidos, al mismo
tiempo se deben tener en cuenta las técnicas o instrumentos que se requieren para generar
acciones de cambio tendientes a los objetivos planteados en la planificación.
El espacio de taller se inicia con la presentación de un problema, a partir del cual se da un
proceso de desestructuración, desconstrucción, para llegar a través de los pasos sucesivos a
una nueva estructuración. Proceso dialéctico por la naturaleza, que nos permitirá ir de la
acción a la reflexión y a un nueva conceptualización, resultado de la dinámica que se
produce en el taller.

Dicha dinámica genera un proceso educativo, aprendizaje, pero al mismo tiempo efecto
terapéutico por cuanto aparecen conflictos personales intrasubjetivos que se ponen en juego
durante la experiencia y que es posible visualizarlos a la luz de la explicitación ,en un
ámbito de comunicación y confianza que se facilita en el taller y que ayuda a pensar y co-
pensar con el otro.

En definitiva, el taller es un nuevo camino con alternativas pedagógicas que estimulan el


aprendizaje, las intersubjetividades, la creatividad, en busca de la apropiación del objeto de
conocimiento.

Los pasos previos al desarrollo de cualquier actividad, es fundamental tener presente:


1- Conocimiento de las personas que formarán parte del taller. Si es un grupo
conocido; si algunos integrantes se conocen y otros no; qué características tienen

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esas personas: son miembros de una comunidad barrial, de una escuela, son
profesionales, técnicos, docentes, padres, adolescentes, embarazadas, etc.
2- Conocer cuál es la demanda del grupo, en otras palabras, cuál es la necesidad.
Diferenciar entre necesidades personales, grupales, comunitarias o institucionales.
Esclarecer concretamente tal necesidad para enfocar la tarea profesionalmente.
Descubrir si esa demanda tiene relación con algún programa nacional, provincial,
zonal o local, para mantener la coherencia.
3- A partir de especificar bien la demanda, elaborar objetivos de alcance concreto, si es
posible, factibles de lograr en el taller o disparadores para analizar en un corto plazo
4- En coherencia con la demanda y los objetivos, planificar el número de encuentros
que serán necesarios para cumplimentar la tarea. Muchas veces se solicita un taller,
pensando erróneamente que de esa manera se producirán los grandes cambios y
naturalmente que esto no ocurre, lo que deja una cuota de frustración importante
como para rever la situación.
5- Quién va a oficiar de coordinador, aquí es importante analizar cuál es su capacidad,
su experiencia, grado de compromiso, su habilidad para tomar decisiones en
relación a la necesidad del grupo o la institución.
6- A veces, teniendo los puntos anteriores en cuenta, se pierde de vista la relevancia
del tiempo y espacio físico, y entonces la tarea se suspende por no haber previsto
este tema. Es otra de las cosas que puede generar sensación de fracaso. No lo olvide.
7- Algo muy importante, no dejar librado al azar el tema de los recursos y los
materiales. Es parte de la infraestructura educativa.
8- Por último, para muchos talleres es fundamental contar con material bibliográfico
adicional ya que los participantes, a través del taller, descubren otros conocimientos
y sienten avidez por este tipo de material.
Para planificar el taller propiamente dicho tenemos que pensar en el o los objetivos. Los
mismos pueden definirse como conductas deseables a alcanzar en un tiempo
determinado y a las que se procura llegar a través de acciones previstas y por medio de
recursos afectivos. Las acciones hacen referencia a todo movimiento consciente o
inconsciente que realiza todo se humano grupo social.

La técnica de formulación de objetivos operacionales, como los enunciados, posee


cuatro elementos fundamentales: conducta, contenido, condición y rendimiento. La
conducta siempre se piensa a partir de lo que el sujeto de aprendizaje debe hacer y se
formula con un verbo: organizar, informar, realizar, etc. el contenido manifiesta que
cosa debe realizarse con el comportamiento observable, ej: los del párrafo anterior.

Dabas, E. (2001) redes sociales

Las primeras intervenciones desde el enfoque de Redes Sociales se registran en el campo


de la Psiquiatría y Psicología Social a mediados de los años 60 y en la década de los 70.
Uno de los pioneros fue Ross Speck, quien frente a la dificultad de ver progresar ciertas

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terapias familiares por agotamiento de los integrantes o por falta de recursos para ayudar al
paciente identificado, convocaba a grandes asambleas de familiares y allegados al mismo.
Resulta particularmente interesante que las convocatorias masivas que Speck realizaba las
denominaba intervención en red, en lugar de terapia de red. Introducía con esto una mirada
significativa: él intervenía en una red que prexistía. El primer momento de este proceso era
llamado “retribalización”, en el cual fundamentalmente se trabajaba sobre la conciencia del
lazo que unía a los participantes. Dentro de los pasos subsiguientes resulta importante
reconocer la organización de comisiones mutirrepresentativas donde se discutía lo más
conveniente para la persona afectada, al mismo tiempo que se generaba el “efecto de red”,
esto es la sensación de dar y recibir, de contar con otros que eventualmente podrían aportar
ayuda en otro momento.

Desde esta concepción, que fue generalizada como modalidad de intervención en


situaciones de crisis aguda o de urgencias, fueron surgiendo otros grupos de trabajo, que
dieron un marco a este modo de intervención ligado a una diversidad de situaciones que
intersectaban el campo de la salud mental con lo social, lo político y lo organizacional.
Menciono especialmente al desarrollado por el grupo de Estocolmo, coordinado por Johan
Klefbeck y la perspectiva de red en el tratamiento de problemas tan diversos como
migraciones voluntarias y forzadas; tercera edad; problemas escolares; iatrogenia producida
por la superposición de múltiples enfoques en el tratamiento de un problema6; problemas
de violencia en los ámbitos institucionales.

También en el campo de las organizaciones comienza a incluirse este enfoque cuando se


cuestiona la estructura organizacional concebida por el taylorismo y fordismo. Las
empresas intentan realizar una reingeniería de su organización pensada desde el enfoque de
red, a partir de incorporar el pensamiento complejo en sus prácticas
Las “redes” comienzan a cobrar foco, y en el campo de la sociología y de la teoría de las
organizaciones surgen diversos intentos de incluir la “modalidad de organización en red” en
lugar del clásico abordaje administrativo.

Cuando la perspectiva de Redes comienza a difundirse, asistimos al surgimiento de otras


modalidades de intervención pensadas desde este enfoque, como por ejemplo, las
comunitarias. De estas podemos destacar como antecedentes importantes las realizadas por
psicólogos comunitarios y trabajadores sociales italianos y belgas; el psicólogo argentino
Sebastián Bertucelli así como la inclusión de esta perspectiva en temas como hábitat,
educación rural y justicia.

En un plano “entre” la intervención familiar y comunitaria surgen las prácticas de abordaje


multifamiliar en el ámbito de salud mental19, dispositivo que progresivamente se irá
incluyendo en prácticas en los diversos ámbitos mencionados En un intento de “ordenar” la
visibilidad de las redes, se desarrollan algunas clasificaciones, con el consiguiente riesgo
que estas conllevan, ya que la toda categorización invisibiliza la perspectiva
multidimensional en el abordaje y “detiene” el flujo dinámico del transcurrir de las redes.

Encontramos, por un lado clasificaciones que designan a los sujetos involucrados:


personales, familiares, de tercera edad, etc. Más recientemente han surgido otras
categorizaciones donde se produce un salto del sujeto a una “agrupación” que aparece

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subjetivada. Se habla así de redes de disciplinas y/o sectores: redes en salud, educativas,
judiciales; comerciales, etc.; institucionales: redes de escuelas; de hospitales; de juzgados;
de universidades; de municipios; de comedores, entre otras; regionales, como la de
MERCOSUR; de servicios, que se cruza en algunas situaciones con las institucionales: de
atención a la infancia en riesgo; de alcoholismo; de adicciones, etc.

Surgen entonces las redes como una nueva “moda” organizativa. Pareciera que ahí está el
cambio, en la denominación. Pero observamos que ahí no reside la transformación: las
prácticas están igualmente concebidas desde la metáfora piramidal; los actores sociales son
ignorados y el operador continúa actuando como “externo” al campo de intervención. En
una exploración acerca de los procedimientos para la constitución de este tipo de redes,
observamos que estos intentos, se confunde la organización con la perspectiva de la
dinámica fluida de la red. Es decir que adoptan la concepción organizacionista, centrada en
el trabajo del diseño en lugar del trabajo basado en el diagrama y desde la dinámica
vincular.

Las llamadas redes de servicios, establecimientos, intersectoriales, generalmente “son


organizadas” desde arriba hacia abajo” (decretos que sustentan su creación20) y desde
“afuera hacia el núcleo”, generando una extraña sensación para los actores sociales de no
reconocerse miembros de esa red a partir de una práctica, sino por una adscripción
nominada por otros y vaciada de contenido.

He aquí un desafío ya no sólo para las intervenciones en red, sino para modalidades de
organización que pretenden alejarse del centralismo piramidal: como desarrollar prácticas
que recuperen la experiencia de pertenencia y abran nuevas alternativas de organización;
como promover organizaciones como redes y trabajando en red.

Itinerario para pensar los Niveles ¿Cómo pensar los diversos niveles de intervención y de
organización?.

Un camino posible es reconstruir un itinerario que algunos pensadores y científicos


atravesaron, el cual aparece iluminado por las propuestas actuales acerca del enfoque de la
complejidad.

En el Siglo XX se produce un fuerte cambio del paradigma mecanicista al ecológico. De


acuerdo a los textos y disciplinas que se consulten el concepto mecanicista adopta como
sinónimos reduccionista o atomista y el de ecológico se homologa con holístico; sistémico
u organicista.

Si recorremos los desarrollos de las diversas disciplinas se reconoce una tensión básica:
¿cómo se conocer un fenómeno o un hecho social? ¿analizando cada una de las partes?
¿visualizando el todo? Una frase de Edgard Morin sintetiza los obstáculos epistemológicos
de esta discusión, introduciendo la visión de la complejidad en el tratamiento de
fenómenos físicos, naturales o sociales: El Todo es la Nada. Esto implica que no hay
ciencia ni teoría que pueda explicar “la realidad”. Siguiendo nuevamente a Morin: “Todo
está en todo y recíprocamente”. El principio “el todo está en la parte” no significa que la
parte sea un reflejo puro y simple del todo. Cada parte conserva su singularidad y su

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individualidad pero, de algún modo, contiene el todo. Nos topamos aquí con la primera
complejidad: nada está realmente aislado en el Universo y todo está en relación.

Esta transformación en el pensamiento comienza a darse en diversos campos, poniendo en


cuestión las ideas dominantes en la Era moderna. Dichas ideas buscaron una explicación
acerca del mundo, asimilando su funcionamiento al de una máquina Galileo excluyó la
cualidad de la ciencia, para que los fenómenos pudiesen ser medidos y cuantificados.
Descartes creó el método analítico, para que se lograse desmenuzar los fenómenos
complejos en partes para comprender así el todo.

En este mundo con dominancia del Hombre portador de la Razón (hombre, género
masculino, adulto, blanco, urbano) no cabían las percepciones, los afectos, las sensaciones,
la diversidad. Eran consideradas banales o despreciadas, estableciendo la necesidad de ser
eliminadas para acceder así al “conocimiento objetivo” .

Es interesante destacar que una de las primeras oposiciones parte del movimiento
romántico, en los campos del arte, la literatura y la filosofía (fines S XVIII y XIX).
Podemos citar al poeta y pintor William Blake, quien fue un apasionado crítico de Newton;
a Goethe, quien introduce el término morfología para el estudio de la forma biológica.
Destaca la importancia de considerar el orden en movimiento de la naturaleza; respecto a la
forma, que siempre había sido ubicada como secundaria respecto a la sustancia, el escritor
alemán la concibe como un patrón de relaciones en el seno de un todo organizado. Agrega
que la percepción visual puede constituirse en la vía de acceso a la forma.

Kant planteó que la ciencia, tal como estaba concebida, sólo podía ofrecer explicaciones
mecanicistas. En Crítica de la Razón discute acerca de la naturaleza de los organismos en
contraste con el de las máquinas. Concibió que la naturaleza de los organismos es la de ser
autorreproductores y autoorganizadores, en contraste con las máquinas. En éstas, las partes
existen unas para las otras, ya que se apoyan mutuamente dentro de un todo funcional. En
un organismo, en cambio, las partes existen además por medio de las otras, en el sentido de
producirse entre sí.

Es interesante también destacar los cambios que surgen en el campo de la Biología, cuando
ésta evoluciona de la celular a la Organicista. Harrison exploró el concepto de
organización: identificaba la configuración y la relación como dos aspectos de la
organización y el patrón o pauta como configuración de relaciones ordenadas. Woodger
realizó un interesante aporte al plantear que la característica clave de la organización de los
organismos vivos es su naturaleza jerárquica. Éstos tienen tendencia a constituir estructuras
multinivel de sistemas dentro de sistemas: las células se combinan para formar tejidos;
éstos órganos, los cuáles están en los organismos, que existen en el seno de sistemas
sociales y ecosistemas.

A estas estructuras multinivel se las denomina jerarquías; el concepto de RED provee una
nueva perspectiva sobre las jerarquías de la naturaleza. Son diferentes niveles de
complejidad con diferentes leyes operando en cada nivel. Resulta interesante destacar que
en los sistemas sociales y en la dinámica vincular entre las personas el concepto de
jerarquía remite a la metáfora piramidal. Pensadores como Von Foerster 27 acuñan el

87
concepto de heterarquía, para referirse a las relaciones humanas desde una perspectiva de
red. Se refiere a la posibilidad de coexistencia de “jerarquías” distintas, tanto sucesivas
como simultáneas, en el funcionamiento de un sistema determinado. En este caso las
diferentes posiciones se reconocen no por la función adscripta sino por la idoneidad en el
desempeño de la misma. No implica la negación de la jerarquía sino la coexistencia y el
reconocimiento de una variedad de las mismas.

Las ideas propuestas por los biólogos organicistas durante la primera mitad de siglo
contribuyen al nacimiento del pensamiento sistémico en términos de conectividad,
relaciones y contexto. El sistema emerge de las relaciones organizadoras entre las partes; de
la configuración de relaciones ordenadas. Reconoce una habilidad para enfocar la atención
en distintos niveles, a los que corresponde distintos niveles de complejidad. La perspectiva
del pensamiento sistémico impactará, al mismo tiempo a biólogos, y físicos; a psicólogos
(recordemos el desarrollo de la Psicología gestáltica) y a cientistas sociales.
Dice Capra: “mientras que los biólogos organicistas se encontraban con la totalidad
irreductible en los organismos, los físicos cuánticos en los fenómenos atómicos y los
psicólogos de la gestalt en la percepción, la Ecología, comienza a estudiar las comunidades
de animales y plantas”

Esta ciencia surge de la escuela organicista en biología durante el siglo XIX. Incorpora dos
nuevos conceptos: comunidad y red. Su planteo puede sintetizarse en que la trama de la
vida está constituida por redes dentro de redes. Avanza en sus postulados cuando plantea
que una comunidad humana es sostenible cuando es consciente de las múltiples relaciones
entre sus miembros.

Los diversos niveles de abordaje nos plantean un enfoque multidimesional, desde el cual
todo foco es justamente eso: un foco, a los efectos de la intervención, el estudio o el análisis
de un hecho social o colectivo. Al realizar esa focalización nos hacemos cargo de la
exclusión, que es inseparable de la inclusión, por lo cual podemos operar integrando ambas.
Estos desarrollos, lejos de proponerse como “teorías ejemplares” desde las cuales pensar las
redes, abonan un campo de metáforas a través de las cuales circular desde esta perspectiva.
A través de ellas las diversas prácticas sociales pueden ser cartografiadas. Al ser
reconocidas, abren un proceso de reflexión e interrogación, alejado tanto de “verdades”
como de “tecnologías” salvadoras.

Intentos de analizar los niveles de abordaje Desde el campo de las intervenciones basadas
en el enfoque de las redes sociales han surgido intentos de sistematizarlas como modo de
comprender la riqueza de la dinámica relacional.

En esta dirección se vienen desarrollando diversas estrategias, que confluyen en diagramas


pensados como modalidades de cartografiar o mapear redes. En todas las situaciones, este
mapeo implica una gestión de búsqueda de información para promover posibilidades de
cambio en las condiciones de vida de la población que provee dicha información. Este
cambio está orientado hacia la visibilización de recursos, optimización de la participación
de los mismos, redefinición de problemas, entre otros. Siempre implican un análisis
situacional, basado en la significatividad de la misma para la persona involucrada o del
problema definido como prioritario para un colectivo.

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Este mapeo ha sido utilizado de diversa manera. 1. En primer lugar, para graficar la
dinámica de las relaciones personales. En estos casos, el mapeo se realiza en conjunto con
la persona que plantea un problema o con un allegado a la misma. Muchas veces se
introduce la dimensión temporal, solicitando la confección del diagrama de relaciones en
un momento anterior al que se está realizando el actual. ¿Cómo surge la selección de “los
momentos”? De acuerdo a los hitos significativos que aparecen en la dinámica de la
conversación con la persona. Ésta suele mencionar un “antes” y esta mención abre un
punto de entrada, o el operador le pregunta acerca de con quiénes se relacionaba antes de
que un hecho significativo aconteciese (pérdida de trabajo; divorcio; fallecimiento de un
allegado; nacimiento de un hijo, etc) Esta modalidad de contar con un análisis de la red
social personal se viene realizando fundamentalmente en el campo de la salud, con algunos
intentos llevados a cabo en el ámbito escolar (en el tratamiento de una situación
problemática con un niño o joven) y en el ámbito judicial (derecho de familia) En el campo
de la salud, existe evidencia comprobada de que una red personal estable, sensible, activa y
confiable protege a las personas de las enfermedades, actúa como agente de ayuda y
derivación, afecta la pertinencia y la rapidez de la utilización de los servicios de salud,
acelera los procesos de curación y aumenta la sobrevida, es decir, es salutogénica. Podemos
afirmar que existe una correlación directa entre calidad de la red social y calidad de la
salud. Esto se apoya tanto en la diversidad de las prácticas asistenciales en los diferentes
países como en una serie de estudios epidemiológicos de tipo prospectivo, que han
demostrado que la mortalidad mayor se acumula en los subgrupos con una red social
mínima. Al no considerar la perspectiva de red, la calidad33, eficacia y eficiencia 34 del
nivel promocional y asistencial se ve muchas veces disminuida por situaciones que desde el
sector salud se consideran ajenas y externas al mismo.
Algunas de estas situaciones son:

Desconocimiento o ignorancia acerca de situaciones que incrementan el riesgo personal


y/o familiar

Pérdida de oportunidades de aprendizaje acerca de la salud y de su cuidado dentro del


núcleo familiar, de amigos, laboral y de la aplicación de esos conocimientos en su entorno

Postergación del inicio oportuno de tratamiento efectivo

Dificultad de los pacientes para cumplir con indicaciones terapéuticas. El profesional se


encuentra en las consultas siguientes con que las indicaciones proporcionadas, tanto con
relación a estudios, medicaciones, curaciones o dietas se han cumplido parcialmente o no
se han cumplido

Internaciones reiteradas, muchas veces por falta de cuidados adecuados después de un alta

Internaciones prolongadas más de lo necesario, por no contar tanto con una red de
servicios efectiva como con una red de sostén del paciente o un hogar continente.

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Fuga de internaciones (casos de madres que no tienen o no pueden organizar el cuidado de
sus hijos, tanto si son ellas las pacientes como si es uno de los hijos el afectado; falta de
contención por parte del equipo de salud).

Sin embargo, muchas de estas cuestiones podrían ser resueltas, y por lo tanto incidir en el
incremento de la calidad y la eficiencia de la atención y del cuidado de la salud, si se
considerara la perspectiva de red social de inserción de la persona o paciente ya desde el
ingreso del mismo a la institución y luego en su entorno social. Este es un enfoque que
generalmente no está incluido en la semiología médica. Con suerte en algunos casos, se
solicita la intervención de Servicio Social del hospital, pero desde una visión de derivación
y no de articulación. Este servicio en general se ve sobresaturado por la demanda,
respondiendo muchas veces burocráticamente a la misma.

Desde esta propuesta, la importancia del abordaje radica en la interconexión entre los
diversos integrantes del equipo de salud, en forma primordial, y con los integrantes de la
red social del paciente, de modo articulado y coherente. La admisión es una situación clave
para interrogar acerca de su red de inserción, la cual debería formar parte de su historia
clínica. Cabe aclarar que el interrogatorio sobre la red no se limita a preguntar y registrar un
listado de nombres. La red no es un catálogo. Por ejemplo, en el caso del grupo familiar del
paciente interesa conocer cuáles son las relaciones más significativas, ya que preguntando
solamente por la composición del mismo no es posible conocer las relaciones que podrían
constituirse en ayuda y sostén en una situación de necesidad.

Según C. Sluzki, la red social personal es la suma de todas las relaciones que un individuo
percibe como significativas o define como diferenciadas de la masa anónima de la
sociedad. Esta red contribuye sustancialmente a su reconocimiento como individuo y
constituye una de las claves centrales de la experiencia individual de identidad, bienestar,
competencia y protagonismo, incluyendo los hábitos de cuidado de la salud y la capacidad
y adaptación a una crisis.

La importancia de los distintos grupos de relaciones intenta focalizar sobre una situación
que no ha sido considerada sistemáticamente por los prestadores de salud. Cuando se logra
traspasar el límite de considerar al paciente como alguien aislado, descontextualizado, el
grupo que se ha privilegiado es el familiar. La importancia central que nuestra sociedad ha
dado a cosanguineidad, ha llevado a que en situaciones en que ésta se halla debilitada, no
puedan considerarse la importancia de otros lazos que poseen los mismos atributos que los
vínculos familiares. En situaciones tales como migraciones adquieren una importancia
central.

La historia clínica del paciente se realiza generalmente en forma individual, centrada en la


consulta por patología. Sería importante realizarla en términos de considerar la red social
personal, lo cual conlleva a la necesidad de armar carpetas familiares y/o por núcleos
habitacionales.

La red social personal podría ser registrada mapeando las relaciones en un diagrama
construido en interacción del consultante.

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La información proporcionada se sistematiza al menos en cuatro campos, aunque en cada
situación plateada surge un campo de “otros” que da significatividad y valor al diagrama.
Los campos básicos son:

Familia: precisando en este punto no sólo como está compuesta, sino las relaciones que
resultan más significativas. Desde este punto de vista, es importante precisar tanto los
integrantes de la familia nuclear como la extensa, sin prescindir de aquellas que estén
geográficamente distantes.

Amistades: éstas resultan altamente significativas en el caso de migraciones, que


determinan una pérdida o disminución de las relaciones familiares de sostén. En este caso,
es importante indagar por las relaciones de vecindad, que pueden constituirse en apoyos
importantes para la persona.

Relaciones laborales o escolares: muchas veces estas relaciones son las únicas que una
persona posee, fuera de su ámbito familiar. La cotidianidad de estos vínculos hace que
resulten sumamente importantes tanto para brindar información como para las funciones de
acompañamiento y apoyo.

relaciones comunitarias, de servicio o de credo: pueden conformar un mundo significativo


de pertenencia, posible de ser activado en caso de necesidad Un aspecto fundamental a
considerar es el registro de la densidad de las relaciones, esto es las interacciones
establecidas entre los integrantes de la red, independientemente del informante
Este mapeo posibilitaría contar con un banco de recursos que puedan operativizar acciones
que incluso trascienden el área de la salud.

Es importante aclarar que le trascienden en cuanto a la operación pero no en cuanto a la


responsabilidad. Por ejemplo, al sistema de salud le resulta difícil el seguimiento de un
paciente después de un alta pero su responsabilidad está en asegurar los procedimientos
para dicho seguimiento, conociendo la situación socio - familiar de esa persona. Por el otro
a través de la focalización, estimulación y desarrollo de estas redes sociales se pueden
establecer relaciones hasta el momento no promovidas que pueden constituir un recurso
para otros casos (por ejemplo, asociaciones vecinales). En el Cuadro 1 se puede observar el
diagrama básico que realizamos para mapear la red personal 35 36. Para cada persona
señalada, se pregunta nombre, eventualmente edad y forma de localizarla.

2. También se ha desarrollado el mapeo de relaciones institucionales y de redes


comunitarias.

Éstas últimas han tenido una evolución muy interesante. Los diseños se realizan en
micropoblaciones. La información recogida se vuelca sobre el mapa catastral de la
comunidad. Dicha información se activa cotidianamente con la captación de los actores
sociales, quienes no sólo la proveen sino que son informados acerca de los resultados
obtenidos. Estos se visualizan en un “mapa”, que es dinámico, compartido y enriquecido
por todos los involucrados en la resolución del problema planteado. Actualmente, algunos
equipos disponen de un Programa, el SIG, sistema de información georreferenciado. Éste
es un conjunto de herramientas integradas en un sistema automatizado capaz de colectar,

91
almacenar, manejar, analizar y visualizar información referenciada geográficamente (OPS)
Está basado en la concepción de las organizaciones y comunidades como organizaciones
en red. Ha implicado la construcción de un soft que comprende una base de datos
especialmente diseñada para la realidad local y un mapa catastral de la localidad
digitalizado para la georreferenciación. Imprime velocidad al procesamiento y uso de la
información, por lo cual posibilita ver la movilidad de áreas estratégicas o áreas de riesgo.

Esta perspectiva de análisis de las redes nos implica la reflexión permanente acerca de la
imposibilidad de manejarnos con un pensamiento apriorístico y por lo tanto con
herramientas que funcionen como aparatos de captura de lo que es en sí un movimiento
dinámico, fluido, (a) sincrónico y multidimensional.

Por esto, desde nuestra perspectiva analizamos las redes en conjunto con los actores
involucrados, incluyéndonos no como un observador externo sino presente en el campo del
mapeo, situacionalmente a tono con el problema necesario de resolver.

Jasiner, C. (2000). Dispositivos en Psicología social. Observando la


observación: adiós a Pilatos

Se impone como punto de partida preguntarnos por qué hablar de observación hoy. A esta
indagación me condujo mi trayectoria de formadora de observadores y coordinadores
grupales, signada por la sensación creciente de estar atrapada sin salida en un dispositivo.

Esta vivencia fue el efecto, en mi caso, de lo que denominé como la bunkerización cada vez
mayor del dispositivo con el que, y desde el cual, trabajaba. Partiré del relato de una
experiencia para continuar planteando la problemática de la observación como cuestión
central para la recreación de los dispositivos grupales.

Estimado lector: Lo invito a un desconcertante y mágico viaje. Una expedición que nos
conduce desde un universo de objetos externos a nosotros y observables en el sentido de
descriptibles, a un mundo fascinante y misterioso. Es probable que un escalofrío nos
recorra. Nos invade la pregunta: ¿Cómo hablar de misterio, si la observación produce
efectos supuestamente exactos, seguros y tranquilizantes? ¿Cómo imaginar que el tema de
la observación pueda conectar con el azar, o lo innombrable? Si la promesa que nos
impregna es que una adecuada observación nos lleva a un conocimiento exacto del objeto y
por consiguiente, a seguridades y certezas.

Debo desilusionarlo. Pero puedo prometerle, a cambio, una sensación de estar vivos y
latiendo. En un principio, no lo haré teóricamente.

92
Más bien quiero contactarlo con la vivencia de lo desconocido.

Lo invito a un taller virtual. En este taller nos conectaremos vivencialmente con la temática
de la percepción y, desde esta experiencia, interrogaremos nuestra concepción de
observación. Por favor, disponga de papel y lápiz a su alcance. Primero le pido que anote
brevemente su idea respecto de qué. es observar. Una vez que escribió. qué es observar para
usted, tómese un momento para leer para sí mismo esa frase.

En segundo término, escriba a continuación una breve observación de la situación en que se


encuentra. Una vez hecho esto, disponga nuevamente de un momento para leerla. El tercer
paso consiste en que usted cierre los ojos e imagine que es un ladrón, por ejemplo. También
puede imaginar que es un pintor, una mucama u otro personaje que se le ocurra. Por favor,
abra los ojos y anote en su papel qué observa usted en tanto ladrón o pintor, en la
habitación en que se encuentra. Por favor, compare ahora esta segunda observación con la
primera.

Seguramente las observaciones son diferentes entre sí. En tanto distintas posiciones
subjetivas del observador, la producción de observaciones es distinta. Un ladrón organiza
su mundo perceptivo de forma diferente a un psicólogo social, un psicodramatista u otro
profesional que esté leyendo, por ejemplo, este artículo sobre observación. Imagine ahora
que en el lugar en que usted está realizando con nosotros este taller virtual, irrumpiera
corriendo un niño de seis años. ¿Qué observaría? ¿Acaso los mismos aspectos que usted y
el ladrón?

Ahora bien, nos preguntamos a esta altura de nuestra experiencia, que aún no ha finalizado,
¿cuál de las observaciones producidas es la mejor, la más adecuada o la más objetiva?
Resulta interesante apreciar el intento de atrapar en una frase o bien en una fórmula aquello
que nuestro paradigma naturalizado nos informa que es claro y definido.

Mucho más aún, cuando se les pide a los concurrentes que cada uno anote en pocas líneas
su observación de la situación que todos compartimos, ¿cómo seguir manteniendo la
confianza en que es posible y deseable arribar a una observación objetiva en tanto que
consensuada, al descubrir que, para cada uno esta situación implica aspectos totalmente
diferentes? ¿Puede una situación quedar atrapada totalmente en el lenguaje?

A partir de este momento nos internamos en esta experiencia en una cuestión nuclear, el
tema de la percepción. Le solicito ahora que observe con atención el esquema siguiente. El
mismo muestra una estrella y un círculo. Le pido a usted que en tanto participante de esta
actividad virtual, observe el diagrama siguiendo las instrucciones de la figura uno. Luego
tómese un momento para reflexionar acerca de lo que sucede.

Bien, nuevamente cada uno reflexione acerca de esta experiencia en relación con el tema de
la observación. Según Von Foerster, este sencillo experimento nos descubre que no solo no
vemos, sino que, en un proceso de conocimiento de segundo orden, tenemos que aceptar
que no vemos que no vemos.

93
Previamente a la reflexión acerca de este punto, le solicito que observe las figuras que
constan a continuación y que, nuevamente, se conceda un momento para relacionar esta
observación con nuestro tema de observación.

Bien, nuestro taller prosigue a partir de este momento, dando lugar a las sensaciones e
interrogantes que se desprenden de él. Luego de plantearlos, compartiremos un fragmento
literario, antes de despedirnos.

La sensación predominante es el asombro, la extrañeza.

Percibir alternativamente, en la misma figura, una calavera y una mujer mirándose al


espejo, por ejemplo, abre la puerta de lo complejo, de lo incontrolable. Constatamos que
nuestra idea de objetividad en la observación, hace agua. Más que mostrarme realidades, la
observación me descubre a la vez lo captable y lo inasible.

¿No sienten al imaginarlo, una sensación de escalofrío? Surge la pregunta ¿qué veo cuando
veo? Y también una más inquietante: ¿qué no veo cuando veo?

A pesar de que intente sumar, añadir y completar con otros los registros perceptuales, ellos
no pueden reflejar el mundo, no puedo totalizar porque mi percepción construye el mundo.
Percibir implica seleccionar, distinguir, filtrar, priorizar, imaginar.

¿No es curioso que cuanto más reflexionamos sobre la observación, cuanto más intentamos
completar una descripción, buscando dar cuenta de la totalidad, más cerca estamos de poder
percibir que sólo aumenta lo innombrable, lo indecible, lo que nuestro lenguaje no puede
aprehender?

¿Cómo sostener dispositivos basados en una rigurosa transcripción de lo sucedido en los


grupos si al intentar llevar a cabo esta tarea constatamos asombrados que cada uno ve otras
cosas? Algunos jerarquizan lo que escuchan, otros priorizan el clima emocional, cada uno
produce al observar elecciones personales conscientes o inconscientes.

Compartimos ahora la lectura de un tramo de El Aleph, en el que Borges relata su


experiencia de haberse entregado a los lineamientos de un dispositivo de observación
gracias al cual pudo en un solo instante observar un punto inefable desde el cual se
observaban todos los puntos, los cuales a su vez eran observados en la esfera de el Aleph.

La lectura de esta experiencia imaginada por Borges nos permitirá conectarnos con lo
asombroso. Si el dispositivo es adecuado, puedo en un segundo, observarlo todo. Todo está.
allí., en un instante. Nos dimos cuenta que un instante, si es vivido desde adentro, puede
contener todos los instantes. Y que ninguna observación, por más estricta, aséptica y
detallada que fuera, puede dar cuenta de nuestra vida, si la realizamos desde afuera y
creyendo que puede o debe nombrar, designar, describir o reflejar.

Esta propuesta busca a través de experiencias perceptivas, desestabilizar las certezas acerca
de la observación, sobre todo del ideal de objetividad que nos ajeniza de nuestra propia vida
y que empobrece, en nuestro caso, los dispositivos.

94
Podemos pensar que observamos aquello que el dispositivo permite, indica y, más aun,
construye. Pero no basta el dispositivo. Dado que el mismo está sostenido por nuestra
subjetividad. Debemos dar cuenta complejamente de este entramado para pensar la
observación.

Si este relato no bastara para convencerlo, lector, de que la observación produce mundos
muy lejanos de lo objetivo y mensurable, la observación subjetivante se desprograma a sí
misma, se demuestra productora del desgarro, de lo inasible. Si este relato no bastara, lo
invito a que usted mismo haga una experiencia sugerida por Denise Najmanovich en
relación con el problema de la supuesta objetividad de la observación: Imagine que de
pronto, se dedica a observar el destello de los ojos de la gente. ¿Qué observación
producirá? De ningún modo podría observar esto desde un borramiento de la propia
subjetividad.

Observar el destello de los ojos de los otros conllevará observarse a sí mismo reflejado en
ellos.

El grupo operativo de aprendizaje fue creado por Pichon Riviére para enriquecer la
formación en psicología social de observadores y coordinadores grupales. Sin embargo, han
transcurrido varias décadas y la novedad ya no es tal. Al no renovarse las fuentes teóricas y
las modalidades de la práctica, el dispositivo se fue cristalizando y, por lo tanto,
empobreciendo. La apertura devino cierre. En un afán creciente de mantenerse idéntico a sí
mismo, un dispositivo que había sido diseñado para formar agentes de cambio, clausuró sus
propias posibilidades de transformación. El cierre fue de tal magnitud, que propuestas
teóricas que mantienen su interés aún hoy, perdieron nitidez y parecieron sucumbir al
achatamiento y la pobreza derivadas de la repetición sin cuestionamiento.

Propongo el desafío de ir más allá. del grupo operativo a través de una observación
renovada del propio dispositivo. Invito a cada lector a emprender la travesía que lo llevar.
más allá de la propia práctica y la propia teoría, ya que el dispositivo no es externo a cada
uno de nosotros.

La invitación consiste en emprender juntos un periplo que no incluye punto de llegada pero
sí desafíos y paisajes nuevos, así como la promesa de aventuras. Existe cierto riesgo pero
garantizamos que en esta excursión no nos invadirán el letargo ni el aburrimiento,
característicos de la repetición del discurso y las prácticas grupales. Aburrimiento generado
por la imposición de eternizar el dispositivo del grupo operativo, convertido en un fin en sí
mismo.

El primer sendero nos lleva a un cartel enorme que nos convida a ir construyendo
dispositivos de dispositivos. Detrás de este cartel, surgen las puertas misteriosas de una
mansión que todos llaman observación. Veamos qué descubrimos.

Es imprescindible interrogar como primer hito nuestra concepción de observación, ya que,


en tanto impregna nuestros dispositivos de trabajo y de investigación, nuestro marco
referencial construye subjetividad.

95
En un bucle de construcción compleja, se genera a la vez subjetividad en la grupalidad y
grupalidad desde lo subjetivo. Más perentorio aún es pensar de qué estilos de subjetividad
emergen dichas concepciones de observación y, por consiguiente, ciertos dispositivos.

Esta doble interrogación es necesaria para revitalizar la tarea de quienes trabajamos con
grupos. La idea central consiste en ubicarnos en observadores de la observación. Esta
intención conlleva, en términos de Maturana, la propuesta epistemológica de utilizar el
instrumento de conocimiento para conocer el mismo instrumento. Lo cual tiene
derivaciones éticas y repercusiones en nuestra práctica.

Nuestros dispositivos están impregnados por una red de suposiciones derivadas de la idea
de que observamos un objeto externo a nosotros y que lo percibimos tal cual es. Esta
perspectiva, además de otros efectos de cierre, nos desimplica respecto de lo observado y
respecto de nosotros mismos. Por el contrario, según Maturana, la observación emerge de
una experiencia que tiene más que ver con nuestra configuración como organismos que con
las características del objeto: nuestra observación produce un mundo.

¿Por qué interrogar la observación como cuestión nuclear para pensar aperturas y
flexibilizaciones imprescindibles en nuestras modalidades de trabajo grupal?

Cada dispositivo indica, dispone, cómo vamos a trabajar, pero sobre todo, qué voy a
recortar, qué voy a considerar válido y relevante, qué tomo en cuenta. Es decir, cada
dispositivo, centralmente, construye en mí una propuesta, una concepción de observación,
indica qué se observa, para qué, y sobre todo, en un bucle de segundo orden, qué es
observar.

Vivimos en un mundo cada vez más complejo, confrontados con problemáticas


polifacéticas, que no se dejan recortar dócilmente en campos claramente delimitados.
Situaciones imprevisibles, ambiguas, inaprehensibles desde las perspectivas tradicionales
de la ciencia. La aventura consiste, como lo sugiere Von Foerster, retomando a Bateson, en
construir conocimiento del conocimiento. Observar la observación implica, entonces,
producir procesos cognitivos de segundo orden.

Transitamos una crisis en los modos tradicionales de abordaje del acontecer humano; los
dispositivos habituales se revelan hoy insuficientes para dar cuenta de nuestro
caleidoscópico mundo.

No solamente tenemos que abordar el tema la observación hoy, sino interrogar por qué
surge la metáfora del abordaje tan ligada a la observación . Es decir, tenemos que observar
cómo y por qué abordamos la observación.

Ahora bien, encontramos escollos en este intento. ¿Cómo expresar lo que está naturalizado
en nuestra cultura, aquello inefable que, a través de nuestras metáforas, nos habla? Quiero
decir que tenemos que abordar el tema de la observación hoy para desabordarlo. Dado que
abordar implica uno de los modos con que nuestros paradigmas nos indican qué es conocer
y cómo conocer.

96
Abordar conlleva al menos dos sentidos: tocar, tomar contacto con dicho objeto y meterse
por la fuerza dentro de él, someterlo. Abordar supone un objeto de abordaje anterior e
independiente y por consiguiente, externo, ajeno a quien lo aborda. Se trata de un ejemplo
privilegiado para dar cuenta de los complejos sistemas metafóricos que construyen, desde
nuestros paradigmas naturalizados, nuestra constelación conceptual relativa a la
observación. Dado que observar conlleva la idea de abordar desde afuera el objeto de
conocimiento.

Siguiendo a Denise Najmanovich, la concepción de la observación constituye una zona


paradójica de nuestra cultura. Se trata al mismo tiempo de un eje en nuestras concepciones
teóricas y prácticas acerca del conocimiento; por otro, se mantiene como un área de
invisibilidad teórica, ya que al estar organizada como sistema metafórico, forma parte de
nuestras categorías de conocimiento, construye nuestra subjetividad, sin que habitualmente,
tomemos nota de ello. Esta autora afirma que las teorías clásicas no podían dar cuenta de
las redes y relaciones informales porque no las veían. Esto implica que nuestros sistemas
conceptuales nos habilitan para ver ciertas situaciones. Usamos nuestra ideas acerca de la
observación, pero no la vemos como una zona que delimita y legitima nuestra modalidad de
conocer.

Ahora bien, esta concepción de observación conduce a que, por ejemplo, la comunidad
quede ubicada como aquel lugar de donde los alumnos provenían y al cual, una vez
ubicados dentro del dispositivo, tenían que salir para reencontrarse o bien trabajar con ella
o en ella. Nunca desde ella. Queda, al finalizar la formación, una zona totalmente separada
de la comunidad, zona que se delimita como el área del grupo operativo y que excluye
aquello que no está planteado en términos del dispositivo.

Se impone, pues, una critica epistemológica a la concepción objetivista de la observación.


Para ello, más que abordar el concepto de observación, es imprescindible desentrañarlo,
construirlo de otro modo y al hacerlo, deconstruirnos y reconstruirnos de distintos modos
posibles.

La concepción objetivista de observación funciona como un modelador cultural. Implica un


sistema de conceptos y metáforas que ubican de cierto modo la relación con los otros y con
los objetos. Por ello, des-abordar el concepto de observación implica por un lado interrogar
qué efectos produce en la construcción de subjetividad, la concepción según la cual el
observador da cuenta, desde la descripción, de un objeto externo a él, recortable y
delimitable desde el área de la cual da cuenta el marco teórico del que observa. De qué
modo nos configura como sujetos este sistema metafórico que incluye, por ejemplo, el
abordaje del objeto de conocimiento. Ahora bien, es ineludible, y en esto consiste mi
propuesta para desabordar el tema de la observación, preguntarnos de qué estilos de
subjetividad surge esta concepción acerca de la misma. Esta perspectiva, intersectada con la
anterior, permite pasar del abordaje del tema de la observación, a una interrogación a
nuestra subjetividad. A un cuestionamiento acerca de nuestros modos de conocer y vivir. Y
también nos permite crear dispositivos más flexibles. Dado que de lo contrario, en lugar de
producir y crear, podemos quedar fagocitados por el dispositivo. Ya que todo dispositivo
tiene modalidades que posibilitan y limitan. Cuando los factores limitantes son mayores
que los que propugnan el cambio, se produce una fagocitación por el dispositivo. Esto

97
implica rigidez y empobrecimiento subjetivo. Lo paradójico es que estos dispositivos
fagocitantes están producidos muchas veces desde discursos que pretenden la apertura.

El dispositivo del grupo operativo para lograr operar como agente de cambio tiene que
aceptar cambiar él mismo. Y las subjetividades en juego, las nuestras concomitantemente,
tienen que aceptar interrogarse.

Los invito a seguir la propuesta de Proust cuando nos dice que “El acto real de
descubrimiento no consiste en encontrar nuevas tierras sino en ver con nuevos ojos”.

Pérez, R. (2008) El refugio como primer eslabón de inclusión psicosocial


para adultos mayores en situación de calle.

Los actuales adultos mayores de Uruguay, conocieron en su infancia un país muy diferente
al actual, que tenía un buen desarrollo económico y un estado benefactor. En ese entonces
el trabajo era el gran organizador y factor de movilidad social. Sin embargo, estos mayores
vivieron muy tempranamente varios cambios: la transición demográfica, el pasaje de una
economía del ahorro a otra de consumo; la integración de la mujer al mundo laboral; el
apogeo y fin de la integración social (Berriel, 2003).

La bonanza económica del país en ese tiempo, invisibilizaba todo un sector de la población
que sobrevivía con escasos recursos culturales, en condiciones de pobreza y vulnerabilidad,
con trabajos precarios e informales, pero con condiciones mínimas de dignidad y de
satisfacción de sus necesidades básicas. Es en este sector de la población, que los cambios
tecnológicos, sociales y culturales de la segunda mitad del siglo XX impactó objetiva y
subjetivamente en forma negativa, haciéndose el actual mundo tecnificado un lugar cada
vez más incomprensible para ellos (Pérez Fernández, 2007b).

Poco queda hoy de aquel Uruguay de bonanza. La crisis social, económica y política de los
últimos 50 años (que incluye un período de dictadura militar desde 1973 a 1984), agudizada
en los últimos tiempos por la crisis del año 2002 que anteriormente señaláramos, ha
impactado fuertemente en los sectores más vulnerables de nuestra sociedad. En este
contexto, varios de los jóvenes en situación de vulnerabilidad de aquel Uruguay del “estado
benefactor”, son actualmente parte de los viejos en condiciones de pobreza y exclusión
psicosocial, efecto del modelo de “Uruguay neoliberal” que se aplicó en los años 90
fundamentalmente (Pérez Fernández, 2007a).

Sin embargo, y afortunadamente, la mayoría de aquellos jóvenes de la primera mitad del


siglo pasado en situación de vulnerabilidad no han llegado a la situación de ser hoy
personas mayores en situación de calle. Por lo tanto, es necesario conocer algunas de las

98
características psicosociales de esta población en situación de calle, conocer como, al decir
de Bader Sawaia (2004), se han ido tejiendo en este colectivo las “artimañas de la
exclusión”, a los efectos de elaborar e implementar estrategias efectivas de inclusión.
Veamos a continuación alguna de estas características.

“Un primer hecho a señalar, es que, salvo aquellos casos de personas con una cronicidad
de calle de muchos años, la mayoría de estos adultos mayores sin techo son personas que, si
bien han estado siempre en una situación de mucha vulnerabilidad social y precariedad del
empleo, pertenecen a una generación que ha inscripto determinados valores en su identidad.
El trabajo como forma de obtener ingresos, el respeto propio y del otro, etc., son algunos de
los valores que permanecen en ellos en general.

En estas generaciones mayores, esos aspectos se han inscripto en su psiquismo a modo de


emblemas identificatorios, constituyendo un factor protector y primer eslabón a tener en
cuenta a la hora de pensar estrategias de inclusión. Sin embargo, estos valores van
quedando paulatinamente invisibilizados, ocultados por pseudoidentidades que van
instalando el proceso de exclusión, haciendo a un determinado modo de estar en el mundo.

Utilizamos el término pseudoidentidad para referimos a configuraciones y formas que toma


el sí mismo, no a partir de un proceso yoico de distinción y semejanza, no a partir de la
construcción de un yo futuro que habilite un proceso identificatorio que anude el deseo
(Aulagnier, 1994), sino desde la instalación paulatina en el psiquismo de mecanismos y
lógicas defensivas que terminan incorporándose al sí mismo del sujeto, pasando a ser parte
de una especie de identidad “envolvente”, desde la que no existe mucha posibilidad de
investir un proyecto identificatorio. De ahí la dificultad para construir un proyecto de vida y
el acostumbramiento pasivo a las condiciones de existencia”.

Teniendo en cuenta estos aspectos, no es de extrañar que la ausencia de una red social o
familiar de sostén sea otra de las características de esta población. En general se trata de
personas que por diferentes motivos, siempre han tenido una red familiar y social muy
débil, carencia que se va incrementando a medida que envejecen. El proceso de calle
acrecienta esto, pasando las relaciones sociales a ser funcionales a la situación de exclusión.

Es común encontrar en esta población una percepción subjetiva de “estar sólo en el mundo”
donde, como defensa a un medio hostil, predominan mecanismos psíquicos de aislamiento.
Esto favorece estrategias de adaptación pasiva (en el sentido definido por Pichón Rivière,
1985), donde es común apreciar una reproducción estereotipada de vínculos marcados por
la desconfianza, la negatividad o la utilización del otro, que replica y amplifica un modelo
individualista de ser humano, empobrecedor para la persona y su salud.

Esta lógica de lo individual, esta dificultad para incluir al otro en el vínculo y contacto
placentero, junto a la ausencia de vínculos satisfactorios, esta autopercepción de estar sólo
en el mundo, “produce una especie de efecto de “invisibilidad”. Invisibilidad de los
cuerpos, que van perdiendo su sensualidad para pasar a ser objetos de sufrimiento,
organismos dolientes que sólo pueden ser abordados por la medicina. Esto implica un
nuevo paso en el proceso de exclusión, vinculado a procesos de desubjetivación”. (Ibid:
242). Por lo tanto, los procesos de exclusión psicosocial, además de los factores

99
económicos y sociales, tienen un componente fundamental en las dimensiones subjetiva e
identitaria.

En el año 2003, Jerome Bruner señalaba que nuestra identidad es construida en un proceso
de narrativa, sosteniendo que somos las historias que nos contamos de nosotros mismos,
vinculadas a la que nos narran los otros. Cabría preguntarse entonces ¿qué narrativas que se
construyen en estas personas sobre ellos mismos? Parecería que su narrativa incorpora
como propia el mensaje social que construye “una narrativa de la exclusión, de lo
individual, del estar solo en el mundo, del desamparo, de la invisibilidad, del sufrir. Estas
narrativas pasan a constituirse en verdaderas pseudoidentidades que, a modo de acto
performativo (Butler, 2001), envuelven el sí mismo de la persona. Puestas las cosas así, no
es de extrañar el alto porcentaje de patologías psicológicas de esta población, posiblemente
como salida de estas situaciones

La construcción de estas “soluciones” sustentables en el tiempo, pasará entonces por


producir cambios no solo en los aspectos funcionales de vivienda, sino también en los
aspectos subjetivos producidos por los daños psicológicos instalados por el proceso de vivir
en la calle. Dicho de otro modo, no se trata sólo de brindar una vivienda a estas personas,
sino que es necesario generar las condiciones subjetivas para que puedan producir y
sostener psíquicamente un proceso de inclusión.

Si damos por valederas las características de esta población señaladas en el apartado


anterior, la planificación técnica para generar procesos de inclusión deberá entonces
apoyarse en el factor protector de los valores inscriptos en el psiquismo de estas personas y
tratar de revertir los procesos de cristalización de pseudoidentidades, los vínculos
funcionales, la vivencia del “otro como enemigo”, el individualismo, la percepción de
invisibilidad y la narrativa negativa. De esta forma, la propuesta técnica y las acciones
derivadas de estas premisas deben construirse en un proyecto de “rehabilitación
psicosocial”.

Se trata así, de “... producir nuevos elementos de subjetivación, construyendo una narrativa
diferente de sí mismo. Todos los espacios que se puedan generar para que circulen las
palabras, para que se nombren las cosas y personas, para que se construyan narrativas
libres, significa avanzar en los procesos de subjetivación. Lo mismo sucede con la
participación. Todos los espacios que pudiesen crearse para lograr la participación real,
incluida la toma de decisiones, aporta en esa línea.

A partir de esta orientación y capacitación técnica general, en función de un diagnóstico


inicial de las características singularizadas de las personas que compusieron la población
del Refugio4, definimos cuatro líneas estratégicas de acción, desde las cuales orientamos
todas las intervenciones técnicas y actividades: Apoyo psicoafectivo; Apoyo social;
Mantenimiento cognitivo y desarrollo de los procesos creativos; Procesos de socialización
y autonomía. Estas líneas estratégicas, las concebimos de forma sinérgica en una misma
dirección y sentido, entrecruzándose continuamente. Se trata de un constructo teórico, del
cual se desprenden diferentes acciones y metodologías puntuales. De esa forma, una misma
acción puede estar produciendo efectos en más de una de estas líneas. Si bien estas líneas
han sido descriptas recientemente en otro lugar5, aún a riesgo de reiterar, preferimos igual

100
hacer aquí un breve repaso de los principales aspectos de las mismas, a los efectos de
explicitar lo mejor posible la propuesta.

Apoyo psicoafectivo: Como su nombre lo indica, implica la escucha singularizada y el


apoyo afectivo por parte de los técnicos, a cada una de las personas del Refugio, así como a
la promoción de que esto se dé entre los propios pares. Para ello fue necesario un
conocimiento de la historia y problemáticas de cada persona, “una disposición a pensar
juntos, favoreciendo la autonomía y disminuyendo la dependencia. Implica trabajar la
subjetivación de las personas, contraria a la pasividad “cosificada” que muchos de ellos
traen como tipo de vínculo institucional” (Pérez Fernández, 2008: 10). Implica en
definitiva, comenzar a construir un vínculo con el otro diferente al que se da en la calle
Apoyo social. Refiere a la identificación, mapeo y coordinación de posibles redes
institucionales, sociales y/o familiares, que habiliten una salida de las personas de la
situación de vivir en un Refugio, así como diferentes acciones tendientes a construir
ciudadanía.

Mantenimiento cognitivo y desarrollo de los procesos creativos. Aquí se trata de intervenir


en los riesgos de deterioro cognitivo que presenta esta población, implementando acciones
colectivas sistemáticas (por ejemplo tender a que las personas estén informadas de la
realidad actual, que puedan leer, mantener la presentificación, etc.), con diferentes
propuestas adaptadas a las necesidades de cada personas (en algunos casos trabajar la
capacidad creadora, en otros diferentes formas de expresión corporal o artística, programas
de alfabetización, etc.).

Grupo Operativo y psicología social

Problemas de la psicología grupal (el grupo operativo-productivo)


No podemos establecer la vinculación entre lo social y lo individual si no la recortamos a
través de lo grupal.

2 corrientes: Institucionalistas y grupalitas.

Cuando hablamos de relación individuo-sociedad, no podemos dejar de habla de la


participación social. Es decir, la necesidad individual de:

a) verificar su inserción social.


b) sentir su inclusión a través de pertenencias a diferentes organizaciones.
c) gestionar su presencia en el contexto social.
d) el de su implicación en el poder de decisión.
Hay ciertos planos de enunciación:

101
a) En toda concepción de grupo la presencia de la historia social es un elemento
indispensable en su elaboración y por tanto la realidad debe tenr su lugar en esa
conceptualización.
b) Esa misma historia social se hace presente en la práctica y en la experiencia.
c) La presencia de la realidad no conlleva a una cuestión moral de lo aceptado o de lo
rechazado o de lo verdadero y lo falso, sino que constituye el marco para la
dialéctica entre lo utópico y lo posible.
Otro momento corresponde al de la tarea. El grupo constituido como tal efectúa una especie
de insight alrededor del tema que se ha propuesto. Es un momento de reflexión, en el cual
se observan los alcances de la significación que ese tema tiene para ellos.

Se denomina tarea al objetivo de un grupo, y tarea a los momentos de centrarse en el


objetivo, de insight.

Señalamos aquí que siempre la puesta en práctica de lo propuesto por un grupo tendrá un
grado de dependencia con el contexto social.

Paralelamente frente a la probabilidad de participar en un grupo (latentemente estará


presente durante todo el desarrollo) subyace una fantasía: la de creación de proyectos.
Siendo la otra cara de la moneda, la fantasía, la de un proyecto de creación.

La creación de proyecto se quiebra en dos:


Por un lado el engranaje procesual de un grupo. Aparece al inicio del grupo como los
“propósitos” (de hacer algo, llegar a algo). Luego ene l transcurrir del tiempo y del proceso
grupal se transformaran en otras “intenciones”.

Dijimos que la situación grupal mínima era un triángulo constituido por coordinación-
grupo-tarea. Esta situación mínima de tres elementos se configura como estructura a partir
de un cuarto que le da sentido, y aquí Proyecto juega esa función.

Proyecto no pertenece a ninguno de los elementos de la estructura, pero influye sobre los
tres posibilitando el movimiento.
Proyecto como lo establecido y programado desde una individualidad.

Algunas consideraciones sobre la violencia simbólica y la identidad como emblema de


poder.

Mientas que el avance contemporáneo consistiría en transformar las relaciones clásicas en


modelo más dinámicos, igualitarios, particpacionistas, es decir más horizontales. Es
necesario modificar las maneras en que el poder se lleva a cabo.
Observamos a si mismo, que ambas posturas se mueven solo en el campo de las relaciones
intersubjetivas, confundiendo las situaciones de poder con los individuos en los cuales se
encarnan.

La horizontalidad del vínculo es “como si” siempre hubiese debido ser de tal forma y en su
desarrollo ya no hubiese marca de dominio sino de tranca colaboración.

102
Grupo familiar

Definición de familia: familia es, en nuestra sociedad, un grupo humano centrado alrededor
de las tareas de procreación, afectivo sexuales, educativas, de supervivencia, económicas y
sociales, prescriptas por el sistema sociopolítico organizado para el cumplimiento de esas
tareas en base a la diferencia de sexo, edades y roles, sometidos a una interacción dinámica
interna y a un intercambio con el exogupo social, determinados por la prohibición del
incesto, por la estructura edipica y por la estructura social, para renovar el parentesco por
medio de la alianza heterosexual.

Comentarios sobre la definición: 1. “nuestra sociedad” sociedad con un modo de


producción capitalista de bienes materiales como la nuestra. 2. “es un grupo humano”
Riviere- situación grupal, a todo conjunto de personas y/o personajes que se reúnen para
realizar una tarea, ligadas entre sí por constantes de tiempo y espacio, articuladas por su
mutua representación psíquica, que funciona como una estructura con un plano manifiesto
y otro latente, sometido a una interacción dinámica interna y con el exogrupo social, por
medio de un complejo mecanismo de prescripción, adjudicación y asunción de roles y
funciones.

El grupo está centrado en una tarea común a sus integrantes que justifica su reunión, sino
no es un grupo.

Características comunes en el caso del grupo humano y de la familia como grupo humano:
sus integrantes están unidos por constantes de tiempo y espacio; existencia de los planos
manifiesto y latente; centrado en tareas, tareas de procreación (en la familia se producen los
sujetos que son los agentes del proceso de producción de bienes materiales), de las tareas
afectivo sexuales(la relación de pareja y sobre la sexualidad de la pareja y de la familia), de
las tareas educativas (la familia en el proceso de socialización del niño en la educación para
el pasaje de endogrupo al exogrupo), de las tareas de supervivencia (cocinar, lavar, limpiar
la casa); tareas económicas (la economía de la familia, clase social perteneciente,
conciencia de clase, manejo del dinero por parte de las figuras parentales); tareas sociales
(el pasaje del individuo de su grupo familiar a otro grupos de pertenencia de acuerdo a su
clase social, cultura; unión de diferentes grupos familiares a través de alianza de pareja; la
reproducción repetición y la inscripción de modelos de conducta.

Bauleo plantea que las fantasías proyectadas en el grupo no son solo productos del
individuo sino además de lo permitido por la sociedad, el individuo “fabricado” en la
familia va hacia los grupos secundarios y hacia la sociedad.

Abordaje terapéutico
El niño procesa psíquicamente de acuerdo a pautas y modelos aprendidos en su grupo
familiar. Por lo tanto, con su sintomatología ese sujeto da cuenta de que sus conflictos no
son solamente de él, sino son de una totalidad, de una estructura, son de su grupo familiar.
Pichón Riviere habla de la noción de poli causalidad, o sea multiplicidad de causas, por ello
un abordaje terapéutico pluridimensional que tiene como objetivo cubrir lo más
extensamente posible las múltiples dimensiones etiopatogenias (mente, cuerpo, mundo
exterior)

103
Direccionalidad de nuestro enfoque
1. Manejo de la sexualidad en y entre los diferentes subsistemas que constituyen el
grupo familiar.
2. La elaboración del complejo de Edipo, su resolución, aceptación del tabú del incesto
así como de la seducción de los hijos por parte del padre y/o de la madre de sus
propios conflictos no resueltos
3. El análisis de los fenómenos latentes de la interacción entre los integrantes del
grupo familiar que configuran diferentes subsistemas.
4. Elaboración de los miedos básicos al cambio
5. Asunción, depositacion y prescripción de roles, funciones, ansiedades y conflictos
entre los integrantes del grupo familiar.
6. Los secretos familiares
7. Los mitos familiares
8. Los arquetipo familiares
9. Las contradicciones, conflictos generaciones, relaciones de poder en el grupo
familiar.
Técnica
Cuando lo indicado es efectuar una psicoterapia familiar lo que nos permite acceder a la
estructura latente es el manejo instrumental con una técnica, la técnica operava de grupo
con las adaptaciones efectuadas al campo psicoterapéutico familiar, particularmente cuando
se encuentran niños formando parte de ese grupo familiar. Tenemos así, el empleo del
dibujo, la pintura, del juego, rolplaying etc.

Partiendo de lo manifiesto del grupo familiar, desde las reglas, normal, roles, el tipo de
comunicación avanzamos despejando y discriminando distintos niveles de profundidad en
la estructura que configura la familia.

Dinamia de las estregias terapéuticas de abordaje pluridimensional.


Abordaje pluridimensional: como la aparición de los síntomas en las tres áreas de expresión
(mente, cuerpo, mundo exterior).

Emergente, proviene de la conceptualización sobre categorías de lo grupal, en el cual el


emergente es el momento del discurso grupal que emerge como parte de la problemática
latente expresada a través de la comunicación y meta comunicación de los individuos
empíricos involucrados en una tarea y una finalidad común, de cuya intencionalidad da
cuenta la sobre determinación reglada de las contradicciones y conflictos en juego.
Estrategias terapéuticas dinámica de las mismas: psicología individual psicoanalítica,
psicodramatica con base analítica, grupal familiar, de pareja, familiar externa.

La diferencia entre la psicoterapia asociada y la psicoterapia combinada es que: la


Psicoterapia Asociada es la unión de diferentes recursos terapéuticos sí que necesariamente
hay similitud entre los esquemas referenciales teóricos, técnicos y metodológicos, que
sustentan dichos recursos terapéuticos.

104
Psicoterapia Combinada es la unión de dos o más técnicas psicoterapéuticas de modo tal
que constituyan un procedimiento articulado, apunten hacia un mismo objetivo e integren
simultáneamente un similar y complementario esquema teórico, técnico y metodológico.

Matrimonio: pareja institucionalizada


Vamos a tratar de pensar sobre el vínculo hombre-mujer. Del cómo, del porque y del para
que de su configuración como organización misma, de su finalidad y objetivos, en lo que se
cree que es, resulta o debe ser.

¿Qué es lo que aparece a nuestros ojos cuando viene a la consulta un matrimonio? La


presencia de un vínculo en crisis.
Tengamos presentes algunas premisas para iniciar nuestro quehacer racional.
-establecer un vínculo presupone la posibilidad de efectuar una tarea en común que surge
con el deseo de compartirla y realizarla.
- Un grupo adquiere la categoría de tal, cuando tiene tarea.
- La necesidad afectiva y la búsqueda de satisfacción, son agentes aglutinantes.
- El matrimonio es la mínima expresión de vínculo institucionalizado
- La entropía, medida de la incertidumbre existente entre un conjunto de mensajes, del cual
va a recibirse uno solo.
- Todo sistema, en tanto orden, busca controlar para mantener su estabilidad. A esta
propiedad la llamamos homeostasis.
-la ideología es el componente predeterminado y determinante de la relación grupal que la
impone, sostiene, mantiene y reproduce.

Todo sistema implica y todo sistema busca mantener su estabilidad constante, resistiendo
toda acción tendiente a perturbarla.
La relación homeostasis vs entropía, es una relación que ha sido perturbada en la esencia
misma de su significado en beneficio de la organización del sistema por los intereses que
tiene en juego. El objetivo que persigue es asegurar su constancia y su desarrollo
progresivo.

“el matrimonio civil, principio, base y fundamento de la familia…. Por el hecho del
matrimonio se contraen los cónyuges diversas obligaciones, las de guardarse fidelidad
mutua, mantener y educar a sus hijos, dándoles la profesión y oficio convenientes a sus
estados y circunstancias”.

El matrimonio civil principio, base y fundamento de la familia, el contrato civil tiene por
finalidad la regulación de la relación hombre mujer para la procreación.
Fidelidad mutua, de modo de evitar así que no se corra el peligro de división de la molécula
reproductora.

Mantener y educar a los hijos, dentro de cada status social, elegir la profesión u oficio que
el sistema ha previsto y creado para poder cumplir sus fines.
De esta manera, la suscripción del contrato hace que lo que inicialmente fue pareja,
empiece a funcionar como matrimonio, a no encontrar su nivel de relación necesario y
satisfactorio, para perderse en las relaciones instituidas.

105
La pareja, como grupo natural, pierde así su lugar y pasa a postergar las más de las veces,
sus necesidades afectivas y de convivencia en función y por obra de la rutina instalada.
“te quiero a ti y me entrego a ti y prometo serte fiel en las alegrías y las penas, salud y
enfermedad, todos los días de mi vida”. Afirma nada menos que el propósito de hacer de
ese amor una praxis de convivencia con voluntad de permanencia que solo la muerte puede
quebrar.

Por lo tanto sintetizando diremos:


1. El matrimonio en crisis es un síntoma denunciante de que los criterios utilizados para la
construcción de esta unidad binaria deben ser cuestionados y revisados.
2. esa organización tal cual está establecida hoy en día en nuestra sociedad, no apunta ya a
dar cumplimiento a las necesidades propias de la pareja, sino a otras de diferente naturaleza
que la distorsionan al obligarla a funcionar dentro de un entorno institucional preconcebido.
3. que una organización tal inserta al ser humano en un escenario donde el drama se
desarrollara según roles y funciones rescriptos.
4. lo que podemos llamar vida de pareja, continua en estado latente por obra de esas
prescripciones que nos vemos obligados a asumir y que no dan lugar a la espiral creativa y
renovadora del hecho singular del amor.

Aportes de la psicoterapias combinadas. Psicoterapia individual de niños combinada con


entrevistas con padres

Introducción: el tratar de comunicar nuestra experiencia clínica con respecto a la


participación de los padres en las psicoterapias individuales de los niños que asistimos
psicológicamente.

La participación de los padres en la psicoterapia de sus niños es trascendental para la


resolución adecuada y más amplia de la problemática del niño.
Inscribimos dentro de nuestros objetivos el tratar de contribuir a la elaboración de un
esquema referencial de asistencia común a los distintos profesionales, que articule y
posibilite la combinación entre los diferentes recursos terapéuticos.

Ubicación teórica
breve reseña histórica. Es Freud, quien comienza con la temática del grupo familiar en dos
niveles: teórico y práctico. Complejo de Edipo, interpretación de sueños, la novela familiar.
Por ese entonces las discrepancias entre los psicoanalistas oficiales y no oficiales estaban
referidas, a si preferían o no atender a miembros de una familia simultáneamente y a sus
porqués.

Grotjahm 1956, en grupo para el progreso de la psiquiatría, postula premisas para la


ubicación frente al grupo familiar. “al cambiar el foco de investigación del individuo al
grupo familiar se hacen necesarios nuevos instrumentos conceptuales y nuevos métodos de
observación”

Históricamente se partió de la psicoterapia del niño asilado, con una teoría y una técnica
que poniendo énfasis exclusivamente en lo individual, veía que los padres celosos
envidiosos y competitivos obstaculizaban el proceso terapéutico. Luego se hizo participar

106
en la psicoterapia del niño a sus padres, donde no estaba claramente delimitado como
intervenían los mismos, con que técnica y que teoría se realizaba esta inclusión, se
confundía padres con familia.

El abordar terapéuticamente al niño y su familia seria el siguiente paso. Una familia no


tiene por qué estar solamente constituida por el niño y sus padres, por ejemplo tíos, abuelos,
hermanos etc.,
Par a nosotros hablar de familia es hablar de grupo familiar.

Tratar de comprender lo que sucede con el niño “enfermo” y su grupo familiar es tratar de
comprender la relación entre el niño, su familia y la enfermedad mental, en el cual el niño
es para nosotros el emergente, de una estructura familiar.

Nos basamos pues en un ECRO (esquema conceptual referencial y operativo) que nos
permite pensar la psicopatología individual desde una perspectiva más abarcativa,
descentrando la “enfermedad” de un sujeto, al grupo familiar en su totalidad.

Nos referimos y remitimos al lector entonces a:


-teoría de le enfermedad única
- mecanismos de depositario
- mecanismos de segregación
- noción de emergente
- de tarea
- noción de grupo

Con los aportes, las reformulaciones y las críticas que dialécticamente han enriquecido a
cada nuevo desarrollo.
Entendemos por psicoterapia combinada la unión de dos o más técnicas psicoterapéuticas
de modo tal que constituyen un procedimiento articulado, apunten hacia un mismo objetivo
e integren simultáneamente un similar o complementario esquema teórico, técnico y
metodológico.

La participación de los padres en la psicoterapia de niños puede ser clasificada en dos


aspectos fundamentales: A) que la participación de ellos eta centrada en la psicoterapia del
niño, individual o grupal. B) en el grado de integración y articulación entre la psicoterapia
del niño y el o los métodos empleados para posibilitar la participación de los padres en
dicho tratamientos.

Psicoterapia asociada

De acuerdo al número de niños en psicoterapia:


a. Psicoterapia individual asociada. De acuerdo a la tarea a realizar con los padres la
clasificamos en:
1. Entrevista con los padres de acuerdo a la frecuencia de las entrevistas: -
esporádicas. – periódicas
De acuerdo con la presencia física del niño en la entrevista:

107
- con el niño presente
- con el niño ausente (por decisión terapéutica, por decisión asilada: del
niño, de los padres)
2. Entrevistas con integrantes del grupo familiar
- esporádicas
- periódicas
3. Psicoterapia de los padres
-de uno de los padres
-de los dos padres (psicoterapia individual, psicoterapia de pareja)
4. Grupo de padres
-grupo informativo para padres (“Escuela para padres”)

B. Psicoterapia Grupal asociada. De acuerdo a la tarea a realizar con los padres


clasificamos en:
1. Entrevistas aisladas con los padres de cada niño
2. Entrevistas grupales con los padres de los niños del grupo
3. Psicoterapia de los padres

PSICOTERAPIA COMBINADA
- asistencia combinada I
- asistencia combinada II

Psicoterapia familiar centrada en el niño


- del niño en la familia
-Del grupo familiar centrada en el niño

TECNICA
La técnica empleada fue la Técnica Operativa de Grupo (TOG) adaptada y aplicada al
trabajo con grupos familiares.
La TOG es una técnica de aplicación en pequeños grupos. El grupo debe poseer una tarea
explicita. Por ej.: el tratamiento del niño, la relación con su padre y viceversa.
Hay dos roles prescriptos: el de integrante y el de coordinador. Las entrevistas serán
efectuadas por el terapeuta individual del niño.
Son realizadas en días y horas diferentes de las sesiones individuales, siendo su duración de
sesenta a setenta y cinco minutos.
Variaciones del encuadre terapéutico:
1. Entrevistas con el niño presente
2. Entrevista con el niño ausente:
-por decisión terapéutica (excepcional)
- por decisión asilada (frecuentemente en los primeros meses de tratamiento)
-del niño
- de sus padres

108
De cualquier manera el niño estuvo siempre presente como temática y objetivo central de la
entrevista.

Observación del observador


La noción de que el grupo operativo es un grupo centrado en la tarea, ha ido
transformándose en una generalización inconsciente.
Creo que hay que distinguir el grupo operativo natural, en cuanto sea aquel grupo con tarea
explicita que lo nuclee, del grupo operativo instrumental que es el que además está
coordinado con la técnica operativa de grupo.
La técnica operativa de grupo implica la instrumentalización de las nociones grupales
descriptas. Nociones resignificadas en la experiencia, que permite la configuración de un
ECRO.
La función del observador consiste en analizar los efectos de la acción del coordinador
sobre el grupo, para qué a través de la lectura de emergentes o mediante el rescate a
posteriori de la dinámica grupal mediante la lectura del registro, el coordinador pueda
reubicarse, detectando los puntos de sutura a la fantasía grupal.

Enrique A. Sobrado.

La noción de que el grupo operativo es un grupo centrado en la tarea ha ido


transformándose con el transcurso del tiempo, en una generalización inconsistente.

Por eso, creo que hay que distinguir lo que podríamos llamar el grupo operativo natural, en
cuanto sea aquel grupo con tarea explicita que lo nuclee, del grupo operativo instrumental
que es el que además esta coordinado con la técnica operativa de grupo.

La técnica operativa de grupo implica la instrumentalización de las nociones grupales


descritas por Pichon Rivière, nociones resignificadas en la experiencia, que permite la
configuración de un ECRO , sometido constantemente a una critica y autocritica, tanto a
nivel individual como grupal e institucional.

Esta dinámica del ECRO ha permitido que se pudiera evolucionar de los fundamentos
kleinianos-existencialistas del primer Pichon, llegando a la reelaboración, tras los aportes
materialistas dialecticos, realizados por Armando Bauleo y otros.

Pero quizás por esa misma plasticidad, determinadas contingencias de índole social, y la
propia difusión de la técnica, han producido que algunos sectores detuvieran su desarrollo.
En algunos casos recuperando su arqueología, en otros, desviándose en los meandros del
empirismo, o bloqueando el aporte intersistémico que permitiera la incorporación de otros
desarrollos teóricos.

109
La constatación (desde mi nunca objetivo punto de vista) de estos fenómenos, mediante la
lectura de diversos textos producidos en diferentes partes del mundo, me llevo a la cuenta
de un punto en la técnica que aparecía poco analizado: el rol de observador.

Si tenemos en cuenta que una de las consignas en la practica técnica de los grupos
operativos es la clara discriminación de los roles, este hueco en el método no deja de ser
significativo. Posiblemente uno de los problemas que perturban esta clasificación sea el
modelo instaurado por los terapeutas de las asociaciones psicoanalíticas.

El modelo psicoanalítico ha configurado la imagen del observador como rol secundario,


como función menor. Tiene prohibida la palabra, surge como sometido al coordinador (a
menudo lo es). El coordinador analista es el dueño de la palabra, el que “sabe” en el grupo,
el que tiene el don de interpretar. El observador, silencioso, aparece como su amanuense.

La reacción a esto ha sido subjetiva. La proposición fue: homogeneizar, borrando las


diferencias. ¿Coordinador y observador, son desde la técnica, lo mismo?, Preguntamos. Si
así fuera, ¿para qué dos?, ¿Por qué es complejo “interpretar” y registrar a la vez? Si es así,
entonces tienen razón, el observador es un amanuense.

Esto, evidentemente, es un circulo cerrado producido por un ideologismo afectivo. Pero es


a su vez efecto de fenómenos que recurren, en la medida en que la imagen del observador
concita todo un complejo de fantasías.

Por un lado encontramos una problemática ligada a la asunción de todo rol, por cuanto:
¿Qué es asumir un rol si no diferenciarse?, Y diferenciarse, ¿no implica asumir la
castración?. Por eso, igualar el observador al coordinador implica indiscriminar a la pareja
coordinadora, es caer en la trampa subtendida por las fantasías de totalización.

Por consiguiente, ¿Cómo podrán ayudar a discriminar si operan desde la indiscriminación?


Si el coordinador tiene una función precisa: co-pensar para intentar producir las palabras
que encajen en los huecos del discurso grupal, y actuar, para tratar el relanzamiento de ese
discurso en un nuevo movimiento de la tarea, también el observador debe tener su tarea
específica.

La función del observador consiste en analizar los efectos de la acción del coordinador
sobre el grupo, para que, ya sea a través de la lectura de emergentes o mediante el rescate a
posteriori de la dinámica grupal mediante la lectura del registro, el coordinador pueda
reubicarse, detectando los puntos de sutura a la fantasía grupal.

Solo la clara ubicación y distribución de funciones evita las competencias encubiertas o


explicitas de la pareja coordinadora. Discriminados, podrán ser discriminantes. Por
supuesto que con esto no queremos construir una racionalización omnipotente. Si ciertos
movimientos de la fantasía grupal suturan al coordinador, también pueden indiscriminar al
observador.

La dinámica grupal elicita a veces ansiedades tan arcaicas que llevan a la contra-actuación

110
de la pareja coordinadora, sea porque acierten en un punto ciego de uno o de ambos, o
porque movilizaciones de ese nivel generan defensas consecuentes.

Claro esta que esta movilización cobra sentido desde una correcta distribución de
funciones. En caso contrario, al no tener fijada la variable, ¿Cómo vamos a medir sus
desviaciones?

De esta manera también, termina siendo falaz la denominación de observador participante


para ciertas modalidades. El observador siempre participa del proceso aunque no hable. El
hablar no define el nivel de participación. Entenderlo así no es otra cosa que un
deslizamiento positivista.

Hay toda una jerarquización de la palabra detentada, pero eso no es un problema de la


técnica, sino de ese otro campo en que el uso de la técnica se inserta. Y esas desviaciones
no están solo provocadas por las fantasías inconscientes. El grupo genera un campo en que
las fantasías inconscientes tienden a articularse con las formaciones sociales.

Ese plano, que Bauleo denomina el lugar del mito, juega también para los coordinadores,
determinándoles demandas o sometiéndolos a esquemas de los que solo a través de una
rigurosa practica de critica y autocritica se puede intentar modificar.

Pero para que esta cumpla su cometido debe además estar apoyada en una correcta
concepción filosófica de las practicas.

Por eso, el problema de la discriminación teórica de la función del observador, tanto como
las vicisitudes de su práctica, terminan no siendo solo un problema técnico.

Módulo 6

Goffman, E.(1961/ 2001) La carrera moral del paciente mental.

Una de las ventajas del concepto de carrera consiste en su ambivalencia: por su lado, se
relaciona con asuntos subjetivos tan íntimos y preciosos como la imagen del yo, y el
sentimiento de identidad; por el otro, se refiere a una posición formal, a relaciones jurídicas
y a un estilo de vida, y forma parte de un complejo institucional accesible al público.
Gracias al concepto de carrera podemos, pues, oscilar a voluntad entre lo personal y lo
público, entre el yo y su sociedad significativa, sin necesidad de ceñirnos, como única
fuente posible de datos, a lo que la persona dice pensar que imagen ser.

La categoría paciente mental, debe entenderse aquí en un sentido estrictamente sociológico.


En esta perspectiva, la concepción psiquiátrica de una persona solo cobra significación en

111
cuanto altera su destino social, y en nuestra sociedad esta alteración parece hacerse
significativa solo cuando la persona es sometida al proceso de hospitalización.
Los efectos de ser tratado como enfermo mental, pueden distinguirse claramente de los
efectos que tienen sobre la vida de una persona ciertos rasgos que un médico consideraría
como psicopatologías.

Las personas que se convierten en pacientes de un hospital psiquiátrico, que se convierten


en grado considerable en el tipo y grado de enfermedad que les diagnosticaría un psiquiatra,
y en los atributos que les adjudicarían los legos. No obstante ello una vez lanzadas por ese
camino, todos enfrentan circunstancias significativamente similares a las que responden de
manera también similar. Puesto que tales similitudes no son consecuencia de la enfermedad
mental, parecería que se producen a pesar de ellas. Testimonía el poder de las fuerzas
sociales que el status uniforme de paciente mental pueda no solo asegurar a un agregado de
personas un destino común, sino que esta reelaboración social pueda efectuarse sobre la
diversidad acaso más irreductible de materiales humanos que una sociedad es capaz de
reunir.

El estudiante del hospital psiquiátrico puede descibrir, de modo análogo, que la locura o el
comportamiento enfermizo atribuidos al paciente mental son en muchos casos producto de
la distancia social desde la cual se juzga su situación más que de la propia enfermedad
mental.

La vida en las salas cerradas es absurda, y cuando este en una sala cerrada para los
enfermos recién ingresados, o en una sala de convalecientes, puede sentir que las salas de
pacientes crónicos son, socialmente hablando “loqueros”. Pero hasta que traslade su esfera
de participación simpática a la peor sala del hospital, para que también esta se incorpore al
ámbito social como un lugar dotado de un mundo social habitable y continuamente
significativo. Esto no excluye la posibilidad de que encuentre, en cualquier sala o grupo de
pacientes una minoría totalmente incapaz en apariencia, de someterse a normas de
organización social, también es cierto que en una sociedad de pacientes, el cumplimiento
ordenado de las expectativas normativas es en parte posible gracias a ciertas medidas
estratégicas, que de algún modo han llegado a institucionalizarse en los hospitales
psiquiátricos.

Según la opinión vulgar, la carrera del enfermo mental puede dividirse en 3 etapas: el
peridoo previo a su internación, que llamaremos etapa del pre-paciente, el periodo de
estadia en el hospital, etapa del paciente, y el período posterior al alta del hospital si se
produce, que llamaremos etapa expaciente. En este trabajo consideraremos solo las 2
primeras.

Pre-paciente
Apareada con esta revaluación desintegradora de sí mismo se presenta otra circunstancia
nueva y casi tan penetrante como la primera: el esfuerzo de ocultar a los otros lo que
considera las nuevas verdades fundamentales acerca de sí mismo, el intento de descubrir si
los otros también les han percibido. Quiero destacar aquí que la impresión de estar
perdiendo la cabeza se basa en interpretaciones estereotipadas, de procedencia cultural e

112
impregnación social, sobre la significación de síntomas como oír voces, perder la
orientación en el tiempo y en el espacio y sentirse seguido.
Para la persona que con motivo o sin él, se cree mentalmente desequilibrada, el ingreso a un
hospital psiquiátrico resulta a veces un alivio, en parte quizá por la transformación
repentina de la estructura de su situación social.

En otros casos, la hospitalización puede empeorar las cosas para el paciente que se interna
pro su propia voluntad. Al confirmarse, mediante la situación objetiva, lo que hasta
entonces sólo había sido asunto de la experiencia interna del yo.

Su primer contacto con la institución adopta una de las 3 formas típicas siguientes: algunos
se internan porque la familia les ha suplicado que lo hagan o ha amenazado romper, en caso
contrario, los vínculos de parentesco, otros llegan por la fuerza, bajo escolta policial, otros
casi exclusivamente los muy jóvenes, acuden porque los llevan engañados.

La carrera del pre-paciente puede considerarse en términos de un proceso de expropiación:


cuando se inicia esta primera etapa, es poseedor de derechos y de relaciones; cuando
termina y da comienzo su estadía en el hospital, los ha perdido, casi todos. Los aspectos
morales de esta carrera parten así, típicamente, de una experiencia de abandono, deslealtad,
y resentimiento aunque para los demás sea obvio que necesita tratamiento, y él mismo
pueda reconocerlo a poco de estar en el hospital.

Desde el punto de vista formal de la sociedad, los internos de un hospital psiquiátrico se


encuentran allí porque padecen enfermedades mentales. Empero, si se considera que el
número de enfermos mentales no internados iguala, y hasta excede al de los internados,
podría decirse que estos son víctimas de las contingencias, más que de una enfermedad
mental.

Agentes y agencias constituyen un sistema social que adquiere una importancia cada vez
mayor, y cuyos elementos entran en contacto sistemático por la necesidad de atender y
transferir a las mismas personas.

Mientras se desarrolla el proceso que culminará con su internación el pre-paciente puede


participar como tercera persona en lo que él puede experimentar como un tipo de coalición
alienativa. Su persona más allegada lo insta a conversar sinceramente sobre el asunto con
un médico clínico, con un psiquiatra particular o con algún otro consejero.

Al llegar al consultorio el pre-paciente descubre de pronto que no le ha sido adjudicado el


mismo rol que a su persona más allegada y que al parecer existe un entendimiento previo
entre ésta y el profesional en el sentido de actuar en su contra. En el caso extremo, pero
común, el profesional ve al pre-paciente a solas, para el examen y el diagnóstico y después
también a solas, a la persona más allegada para el consejo oportuno, y evita hablar
formalmente del tema con los dos juntos.

No es común que quienes sugieren a otro la posibilidad de internarse en un hospital


psiquiátrico le pinten un cuadro realista de lo que va a encontrar. Se le dice casi siempre

113
que allí conseguirá el tratamiento médico y el reposo que necesita y que acaso esté de
vuelta en unos pocos meses.
El hecho de haber vivido una carrera de pre-paciente, que comenzó con una denuncia
efectiva, se convierte en un elemento de extrema importancia en la orientación del paciente
mental; este elemento sólo empieza a actuar, sin embargo, a partir de la internación, porque
entonces el paciente comprueba que no ha tenido otra cosa que una carrera de pre-paciente
y ya ni eso le queda.

Etapa del paciente


El nuevo paciente se encuentra desposeído de pronto de una cantidad de sus afirmaciones,
satisfacciones y defensas ordinarias, y sometido a una sucesión casi exhaustiva de
experiencias mortificantes: restricción de la libertad de movimiento, vida en común,
autoridad difusa de toda una escala jerárquica y otras similares. Aprende entonces en qué
pobre medida puede mantenerse la imagen de uno mismo, cuando se quitan repentinamente
el conjunto de respaldos que por lo general lo apoyaban.

Fernández, A.M., y De Brasi, J.C. (1993) Introducción.

Las políticas universitarias transitan una doble vía que impulsa acciones donde lo propio se
transforma en confrontación, siendo a su vez complementario de aquellas políticas a las que
debe enfrentar. Confrontación, en tanto ofrece resistencias a las políticas de devastación,
pero complementario porque, muchas veces, solo puede- doloroso es reconocerlo- orientar
sus acciones académicas, científicas y pedagógicas en los intersticios económicos y
políticos que la embestida contra lo público le deja como resto.

Ahora desde el interior de la universidad, se lesiona nuevamente la universitas, aniquilando


la reflexión crítico- académica, el intercambio y confrontación de ideas, el diálogo
interdisciplinario y otros senderos que circulan fuera de las vías de un solo sentido, que
abren constantemente al pluralismo y son la misma condición de sobrevivencia de la
universidad, cuyo concepto no puede ser asimilado a ninguno de los planos y movimientos
que la componen, a riesgo de hacer lo privado, lo que priva, a la universidad de su propia
existencia. Hemos privilegiado una voluntad común por la escritura, más que una
estametaria homogeneida curricular.

Apuesta de horizontalizar, en la medida de lo posible, el espacio desde donde se hace


público- se publica- el pensamiento. Rizomatizar no sólo las ideas, sino también los actos.
Deseos de pensar, de poner forma escrita a saberes y dispositivos desde los cuales se
instituye nuestro quehacer universitario.

114
Los diferentes textos han transitado otra posibilidad, la de andar por los senderos de las
diferencias sin grandes certezas, pero tampoco refugiándose en los comodines de las
incertidumbres vacías.
Las instituciones, sean definidas mediante distintas lógicas de los objetos concretos o como
sistemas simbólico-funcionales que escapan a esos encierros, coexisten siempre en un
amplio espectro de referencias complejas: referencias que, comúnmente, se confunden con
las instituciones como referentes de prácticas y experiencias determinadas.

Desde sus respectivas modalidades de intervención, los diferentes escritos tratan de


impulsar sus diversas formas de abordaje a través de intervenciones que abren las
instituciones a sus múltiples referencias, desde las cuales pueden leerse tanto los sentidos
como las funciones para las cuales han sido instituidas y a las cuales jamás pueden
satisfacer plenamente. Quizá –y no regodeo en lo negativo- ellas puedan propiciar las
mejores intervenciones, cuando menos felices parezcan ser los logros obtenidos.

Los quehaceres clínicos participan – como los de otras disciplinas- del funeral de la verdad,
aunque ésta en realidad no muere, sino existe, al igual que las clínicas, sólo como puesta en
perspectiva, como imposibilidad práctica de caer en su propia trampa, la de una clausura en
principios operativos o doctrinarios.

¿por qué la noción de campo? Volviendo a la idea de resistencia, un campo de


conocimiento se inscribe ante todo en una resistencia activa irreductible a alguno de los
elementos heterogéneos que lo componen. Solo así es un lugar concreto de producción de
conocimientos acerca de complejos procesos que jamás cristalizan en objeto alguno.
Decímos “lugar concreto”, no un “espacio”, que siempre comporta una serie de
coordenadas abstractas, no “objeto” discreto, que requiere para su constitución el corte
radical con las irradiadas historias, las implicaciones productivas y modulaciones
personales que marcan las condiciones de la emergencia de cualquier tipo de conocimiento,
científico o no.

Los proceso de conocimiento están insertados de este modo a partir de sus historicidades,
implicaciones, estrategias discursivas y extra discursivas, afecciones singularizadas y
requerimientos que los frenan o potencian, en un campo o constelaciones de sentido
determinadas. En cambio los “objetos de conocimiento” rehúyen la diagramación de un
campo, para constituirse (por eso se los considera siempre como realizados aunque se los
procese en diversas combinatorias) en formas de operar reductivas que no pueden ser
ejercidas sino por otra entelequia, el sujeto de conocimiento.

En suma, con la idea de campo apuntamos a superar, no decimos haberlo logrado, la vieja
dicotomía sujeto-objeto y sus consecuentes y amurallados territorios. Campo y no objeto.
Multiplicidad en las miradas, en las intervenciones y en los saberes. Entrecruzamientos en
actos y discursos. Campo que rescata lo diverso como aquello que agrupa lo discontinuo sin
cultivar lo homogéneo.

Campo, entonces, que no es otro que el del campesino. Ese que sirve de lecho a las
semillas, a la dispersión del abono, a la turbulencia de las lluvias y huracanes, al sutil azar
de lo que pueda ser recogido o inventado por el ojo inquieto de un lector incierto. Si a él

115
apelamos es porque constituye la garantía que convierte a posibles campos unificados,
campos significantes y demás espacios erosionados, en campos de siembra. Metáfora que
conecta, más allá de sí misma, al ser humano con la naturaleza en un clima social-histórico
y discursivo particular e irrepetible. Desde él brotan estas problemáticas del campo grupal,
que tienden constantemente a fugarse de sus dominios, del dominio que circunscriben sus
alambradas, en ocasiones confortables, la mayor parte de las veces, sacrificiales.

Moro Abadía, O. (2003). ¿Qué es un dispositivo?

Efectivamente, desde que Michel Foucault (1926-1984) hablase del «disposi- tivo
disciplinario» (Foucault 1975: 173) o del «dispositivo de la sexualidad», hemos asistido
a la proliferación de trabajos que desde pers- pectivas tan diferentes como la filosofía, el
derecho, la pedagogía o el feminis- mo, hablan de «dispositivos» carcelarios, pedagógicos,
televisivos e incluso funerarios (Vandendorpe 1999). Como acabo de señalar y como me
propongo repasar en esta introducción, dicha proliferación ha sido especialmente impor-
tante en el caso de la sociología.

Trabajos de Steven Shapin, Ian Hacking y Bruno Latour entre otros. Todos ellos han
incidido en el análisis de la produc- ción, circulación y recepción del saber científico/
técnico a través de lo que noso- tros denominamos «dispositivos».

El concepto también ha sido utilizado recurrentemente en el campo de la sociología del


trabajo donde se ha planteado desde la importancia de analizar «dispositivos técnicos
sofisticados o que hacen un uso importante de útiles informáticos de comunicación,
permitiendo a grupos dispersos trabajar juntos en un grupo-proyec- to,» hasta la
necesidad de considerar que «toda práctica tiene lugar en un dispositivo que comprende
objetos materiales […] en un espacio organizado socialmente y bajo la regulación de
discurso.» Lo mismo podría decirse de la sociología de los medios de comunicación
donde, desde que en 1971 Schaeffer definiera las relaciones entre los profesionales de la
comunicación y el público como un «dispositivo estratégico», se ha venido hablando de
«dispositivos televisuales», de una «edad de oro de los dispositivos» o de un «dispositivo
que concierne únicamente a la proyección [cinematográfica] y en la que está incluido el
sujeto al que se dirige dicha proyección»

Tan prolífica utilización contrasta con el escaso número de «enfoques real- mente
reflexivos, abstractos, de la noción de dispositivo. Habitualmente, el término […] aparece
sin verdadera definición, modestamente enrollado en el corazón de una frase o de una
expresión más boyante»

En mi opinión, dos razones explican tan escasa reflexión teórica: en primer lugar la
poligénesis del concepto (que invalida la extendida creencia de su origen foucaultiano) y, en

116
segundo lugar, su gran plasticidad que ha acabado por convertirle en una palabra-maleta que
«permite explicar de manera elegante y concisa lo que de otro modo exigiría el empleo de
perífrasis azarosas»

Por todo ello, el objetivo de este artículo es sugerir una reflexión teórica sobre el concepto
dispositivo que permita, en la medida de nuestras posibilidades, reducir la mencionada
distancia que separa su definición y su uso. Dado el carácter poligenético y maleable del
término, existen dos posibilidades para llevar a cabo esta tarea: Proceder a una genealogía
temática que permita comprender la génesis del concepto en cada disciplina en la que se ha
aplicado , o examinar la referencia a la que remiten la mayoría de los autores y sobre la que,
de una manera u otra, se han apoyado buena parte de los estudios sociológicos que analizan
«dis- positivos». Estamos hablando, por supuesto, del trabajo de Michel Foucault.

La épistémè foucaultiana toma cuerpo en un período muy concreto de la tra- yectoria del
filósofo (la segunda mitad de los años sesenta) en el que su preocu- pación fundamental
giró en torno a una cuestión central: ¿Qué es el saber?. Para dar respuesta a esta pregunta,
Foucault trabaja con varios conceptos que van a lle- varle primero hasta la definición de
épistémè y, más adelante, hasta el dispositivo. El primero es el de système (sistema) o
«conjunto de relaciones que se mantie- nen, se transforman, independientemente de las
cosas que ligan» . La definición de système está muy próxima al concepto de structure
(estructura) y a los trabajos de Dumèzil, Lévi-Strauss, Lacan, etc. La idea es que, «antes
de toda existencia humana, de todo pensamiento humano, existiría ya un saber, un sistema
que noso- tros redescubrimos».

Por tanto, ya se encuentra aquí una idea que más tarde sera fundamental en la definición
que Foucault aporta del «dispositivo disciplinario»: El sistema (igual que el dispositivo) se
define a partir de un criterio de posición que afirma que los elementos que lo componen
no son signi- ficantes en sí mismos sino que su significado deriva de su posición relativa
dentro del conjunto. Por otro lado, el sistema tiene un carácter constrictor que nos impide
escapar de su red: siempre se piensa en el interior de una ordenación definida por una época
y por un lenguaje. En este sentido, nos antecede. En 1966, Foucault defi- nía su tarea como
«poner al día este pensamiento anterior al pensamiento, ese sis- tema anterior a todo
sistema... Él es el fondo sobre el cual nuestro pensamiento «libre» emerge y centellea
durante un instante...»

En definitiva, tomando como referencia esta definición y como veremos más adelante,
puede señalarse una doble coincidencia entre el concepto de épistémè y el de dispositivo:

— El primer lugar, ambos remiten a un espacio topológico, i.e. un espacio que se


define tanto por la posición que ocupan los elementos que se distribuyen en él
(incluida la distancia que los separa) como por las funciones de dichos elementos.
Como veremos más adelante, los sociólogos han utilizado recurrentemente esta
idea para definir «dispositivos». Un buen ejemplo es el «dispositivo pedagógico»
donde sus elementos (el profesor, los alumnos, etc.) no son significantes per se,
sino que adquieren su sig- nificado por la posición que ocupan en un determinado
espacio, por la función que desempeñan y por el tipo de relaciones que entablan

117
entre ellos.
— En segundo lugar, ambos se refieren a una multiplicidad. Tanto la épis- témè como
el dispositivo definen multiplicidades de elementos: la primera hace referencia a la
pluralidad de componentes del espacio del saber, el segundo a un conjunto de
piezas que, en forma de réseau, estructuran un espacio determinado.

A través de un movimiento que «subraya el tránsito del momento de la


«arqueología» al propio de la «genealogía»,» a mediados de la década de los setenta
Foucault reemplaza el concepto de épistémè por el de dispositivo.
En Surveiller et punir, Foucault examina el funcionamiento del poder y habla del
«dispositivo disciplinario» como el específico de nuestra contemporaneidad:
«El poder disciplinario […] se convierte en un «sistema integrado», ligado desde el interior a
la economía y a los fines del dispositivo donde se ejerce». El dispositivo disciplinario se
organiza como un poder múltiple, auto- mático y autónomo que funciona a través de
múltiples técnicas que se entrecruzan y se extienden por el tejido social en forma de redes:
«Poder que no se encuentra ubicado históricamente en las instancias superiores de la
censura, sino que también se sumerge más profundamente, más sutilmente, en todo el entra-
mado de la sociedad»
Ese gran dispositivo que conforma el «aparato disciplinario» se articula sobre una serie de
instrumentos que se entrecruzan en el juego de la vigilancia, del castigo y del examen. El
más representativo de estos «dispositivos de disciplina» (Foucault 1975: 187) es el
examen, procedimiento que combina las técnicas de la vigilancia y de la sanción
normalizadora y que establece sobre los individuos una vigilancia a través de la cual les
diferencia y les sanciona. Por ello, tomaremos el examen como ejemplo de la descripción
que hace Foucault de un dispositivo.

El examen es la forma jurídica característica de nuestra modernidad que com- bina la


vigilancia y el castigo, regulando en su interior un tipo de relación entre saber y poder Esta
forma de saber-poder dará lugar a las «ciencias humanas» (psiquiatría, psicología,
sociología, etc.) surgidas dentro del dispositivo definido por el propio examen: ciencias
nacidas para clasificar, vigilar, determinar la posición exacta del individuo dentro de una
sociedad (y, lo que es más importante, su peligrosidad).

En definitiva, en Surveiller et punir Foucault ofrece una idea de dispositivo que va más allá
de su trabajo epistemológico. Como la épistémè, el dispositivo describe el espacio de una
dispersión, la realidad de una multiplicidad de ele- mentos. Sin embargo, el dispositivo
introduce nuevos elementos: (a) define una serie de conexiones íntimas entre saber y poder
(b) establece la dispersión del poder a través una multiplicidad de dispositivos (la vigilancia,
el castigo, el exa- men) y (c) describe la producción de modos de subjetivación del individuo
a par- tir de determinadas técnicas (el propio examen). Ideas que Foucault retomará más
adelante en La Volonté de savoir (Foucault 1976). Allí, el dispositivo de la sexualidad hace
referencia al conjunto de prácticas, instituciones y conocimien- tos que hicieron, hacia el
siglo XVIII, de la sexualidad un dominio coherente y una dimensión absolutamente
fundamental del individuo. Frente a quienes definen la sexualidad como represión, Foucault

118
propone insertar esa hipótesis represiva en un dispositivo más amplio que permitiera
comprender la sexualidad como un campo estratégico donde se ligan discursos, prácticas,
tácticas, estrategias, poder-represión, poder-seducción y modos de subjetivación.

Deleuze hace una interpretación excesivamente amplia del término, su definición es


un buen punto de partida: Un dispositivo es «una especie de ovillo o madeja, un conjunto
multilineal. Está compuesto de líneas de diferente naturaleza y esas líneas del dispositivo
no abarcan ni rodean sistemas cada uno de los cuáles serían homogéneos por su cuenta
(el objeto, el sujeto, el lengua- je), sino que siguen direcciones diferentes, forman
procesos siempre en dese- quilibrio y esas líneas tanto se acercan una a otras como se
alejan unas de otras» (Deleuze 1989: 155) Deleuze distingue cuatro líneas principales que
componen un dispositivo:

— Líneas de visibilidad. Los dispositivos tienen como primera función hacer ver. Su
régimen de luz describe una arquitectura de la realidad, haciendo visibles ciertas
partes y dejando otras en penumbra.
— Líneas de enunciación. Su función es hacer hablar a través de la producción de un
régimen de enunciación concreto. Estas líneas determinan el espacio de lo
enunciable, aquello que puede ser dicho en el campo de un dispositivo dado.
— Líneas de fuerza. Añaden la tercera dimensión que permite al dispositivo ocupar
un determinado lugar en el espacio, adoptar una forma concreta. Recorren la
interioridad de dicho espacio (o más bien la atraviesan) y regulan el tipo de
relaciones que pueden producirse.

Líneas de subjetivación. Se refieren al individuo y describen las condiciones en las que este
se convierte en sujeto/objeto de conocimiento, defi nen procesos y funcionan como líneas
de fuga: «Escapa a las líneas ante- riores, se escapa. El sí-mismo no es ni un saber ni un
poder. Es proceso de individuación que tiene que ver con grupos o personas y que se sustrae
a las relaciones de fuerzas establecidas como saberes constituidos: es una especie de
plusvalía»
El dispositivo como «esquema primordial del pensamiento». Foucault define el
dispositivo como la red que puede establecerse entre un conjunto heterogéneo de
elementos que incluye discursos, instituciones, reglamentos, leyes, medidas
administrativas, enunciados científicos, proposiciones filosóficas y morales. Por tanto,
el concepto hace referencia a un esquema de representación o grille d’intérpretation
(cuya forma remite a una retícula o a una red) a través del cuál pensar fenómenos
socio/ culturales. Tanto la épistéme como el dispositivo describen espacios
topológicos, i.e. espacios defini- dos por la relación entre un conjunto heterogéneo de
elementos que no son significantes en sí mismos. Así, la idea de réseau que pone en
juego el «dispositivo» se encuentra a medio camino entre el concepto de «estructura»
(que reduce la multiplicidad a un esquema totalizante) y el de «rizoma» (pura mul-
tiplicidad).

«la noción de dispositivo […] contribuye a la reformulación de una problemática


antigua y recurrente que es la del status de los objetos técnicos, la del uso y de

119
apropiación de los útiles en las relaciones hombres-máquinas». Dicho concepto ha
posibilitado un modelo alternativo de acción donde el actor ya no se define por constituir
una entidad separada de las máquinas sino por compartir con ellas una relación en el
marco de un dispositivo. De este modo, los dispositivos técnicos concebidos como
«un compuesto de humano y de no humano»

«El concepto de dispositivo parece dar cuenta del hecho de que una nueva relación con los
objetos caracteriza a la sociedad contemporánea o de que otra relación con el mundo
material, de los objetos, es posible, no según el modo de la instrumentación o de la
alineación, sino a través de la frecuentación, el contacto o incluso la experiencia afectivo-
corporal»

Por último, hay que señalar que la sociología de las ciencias ha extraído al menos dos
enseñanzas de la definición foucaultiana de dispositivo. En primer lugar la necesidad de
analizar prácticas concretas: «Analizar el saber y el poder que están haciéndose, como diría
Latour, que están construyéndose; atraer nuestra atención sobre el aspecto productivo de un
cierto número de dispositi- vos». En segundo lugar, una manera diferente de comprender la
relación entre saber y poder: «No solamente cada dispositivo incluye saberes múltiples,
transversales, ramificados, sino que el propio dispositivo se convierte en un medio
productor de saber». A través del análisis de la praxis científica, el «dispositivo» introduce
una idea fundamental en el campo de la sociología de la ciencia: El poder produce saber.
Frente a la tradición que desde Platón establece la incompatibilidad entre ambos, Foucault
recupera el pensamiento nietzscheano para mostrar que «el poder produce saber […] que
poder y saber se implican directamente el uno al otro, que no existe relación de poder sin
constitución relativa de un campo de saber, ni saber que no suponga y no constituya al
mismo tiempo unas relaciones de poder»
Este artículo trata de superar lo que podría llamarse la paradoja del dispositivo,
paradoja que resulta de la prolífica utilización del término en numerosos campos de la
investigación social durante los últimos años y de los escasos ejercicios de reflexión
teórica que ha suscitado.

Dicha situación provoca el evidente riesgo de vaciar el concepto de sig- nificado.


El «dispositivo» corre el peligro de seguir el mismo camino que otros conceptos como
el de «postmodernismo» del que decía Richard Rorty que, después de tantas páginas
dedicadas a su definición, se había converti- do en un concepto demasiado borroso
para transmitir nada. Conviene reiterar que dicha amenaza no remite a un problema
teórico sino práctico: desde hace algún tiempo son varios los trabajos que hacen una
utilización inadecuada y descontextualizada del concepto precisamente por haber
renunciado a la siempre complicada (pero necesaria) tarea de dotarlo de contenido.

De cualquier modo, no pretendíamos aquí ofrecer la única definición posible del


concepto. Tal y como hemos tratado de mostrar, existen otras posibi- lidades de
aproximación teórica que deben ser exploradas y que deben enriquecer la reflexión
sobre el mismo. En este sentido, hemos optado por una de las opciones posibles:
retomar la reflexión foucaultiana del «dispositivo» (reflexión que, a nadie se le escapa,
está en el origen de su amplia difusión) y mostrar su influencia sobre numerosos

120
trabajos que se enmarcan dentro de una metodología cualitativa de las ciencias
sociales. Esperamos que dicha reflexión pueda convertirse tanto en una referencia
válida para futuros trabajos empíricos como en una invitación a quienes, desde el
campo de la historia de las ideas, deben retomar el desafío lanzado por Deleuze hace
casi quince años y respondiendo a una pregunta de plena actualidad: ¿Qué es un
dispositivo?

Stolkiner, A. (2015). Derechos humanos y salud desde el pensamiento


médico social/salud colectiva latinoamericano.

En las primeras décadas del siglo XXI, asistimos a una revitalización del discurso de los
derechos humanos, contemporánea a la deslegitimación discursiva del neoliberalismo
radical de los 90. En América Latina esto coincide con la existencia de gobiernos con
propuestas críticas a las reformas promercado de los años 90s, y también sucede en el
contexto global del impacto en los países centrales de la crisis del capitalismo
mundializado y la redefinición del ordenamiento geopolítico global con agravamiento de
conflictos bélicos. En este proceso coexisten fuerzas que pugnan por la configuración de
sociedades más justas, y otras que buscan un nuevo discurso de legitimación del poder
financiero ante la pérdida de consenso del discurso neoliberal.

La doble faceta de la incorporación política de los derechos humanos obliga a analizar con
detenimiento en qué discursos y propuestas se inscriben. A escala global, la construcción y
ampliación de herramientas jurídicas de derechos se acompaña con violaciones masivas de
los mismos. La expansión de sus objetivos y enunciados contrasta con la situación de
vastas poblaciones excluidas, sometidas a carencias básicas, a riesgos bélicos o a
situaciones de extrema vulnerabilidad. Podríamos afirmar que nunca la humanidad ha
producido tantas enunciaciones de derechos y valor de la vida, y nunca se han violado de
manera tan masiva o ha estado tan en riesgo la vida misma.

Los derechos humanos, comprendidos desde una lógica de lo social y lo colectivo, forman
parte elemental o básica de las luchas modernas populares (Gallardo,H; 2009, 5). En el
terreno de la salud, el antagonismo se manifiesta entre la tendencia a considerar los bienes y
acciones que hacen a la salud como derecho de los sujetos y colectivos humanos, y aquella
que propugna considerarlos mercancías cuyo acceso depende del mercado. Si bien esta es
una esquematización dado que hay posiciones intermedias, en cuanto antagonismo sucede
entre estos dos polos: la salud como derecho o la salud como mercancía
la OMS planeó el retorno a un enfoque de derechos en salud, luego de que las reformas
neoliberales de finales del siglo XX lo desdibujara2. Importa destacar que hay distintas

121
interpretaciones y concepciones de lo que son los derechos humanos. Los derechos
humanos son un producto paradójico de la modernidad y el capitalismo.

Sucede que los enunciados de derechos humanos son producto del orden capitalista, pero
el mismo devenir de las sociedades modernas los hace imposibles de cumplir cuando la
lógica fudamental es la acumulación. Por eso se constituyen en la “promesa incumplida de
la modernidad” (Raffin,M, 2006:2), en un horizonte exigible y deseable que involucra e
interpela a las sociedades y a los estados. Según Helio Gallardo (2009 : 5) “los Derechos
humanos sólo alcanzan eficacia jurídica si se constituyen desde el interior conflictivo de
una economía-cultura y las poblaciones pueden sentirlos como propios”.

Postularemos que la potencialidad de los derechos humanos como idea fuerza implica un
debate con las conceptualizaciones liberales y naturalistas de los mismos, una
reconceptualización de la definición de sujeto en la que se centran y una revisión de su
pregnancia cultural occidental.

Los derechos humanos son un producto de la modernidad3 y del capitalismo, pero un


producto paradójico que entraña en potencia un antagonismo radical con su matriz de
origen. Esta es la hipótesis con la cual se tratará de explicitar algunos referentes
conceptuales. A su vez, sólo pueden ser comprendidos si se analiza simultáneamente la
concepción del sujeto que conllevan, “las bases y el substratum de los derechos humanos se
apoyan entonces en una cierta construcción del sujeto en cuanto eje del mundo moderno”
(Raffin M. 2006 : 2). La paradoja debe buscarse en la genealogía de las ideas diversas --y
eventualmente contradictorias-- que se agrupan bajo la nominación “Derechos Humanos”
y también en el análisis de las praxis que las han constituido, entre ellas --pero no
únicamente-- las jurídicas.

Es cuestionable que la existencia de generaciones de derechos sea una evolución sin cortes
y rupturas ( e inclusive es cuestionable la idea misma de generaciones), dado que suponen
un cambio de concepciones implícitas y de la concepción de sujeto en que se fundan
Los derechos civiles y políticos individuales, considerados como la “primera generación”,
son los que fundamentalmente se asientan en el “individuo” como sustentador de los
mismos, y son en general de cumplimiento negativo.

Ya la segunda generación, la de los derechos económicos, sociales y culturales, reconoce


como actor y beneficiario a colectivos humanos y requieren de acciones positivas del
estado y la sociedad para su garantía, no reposan en caracteres universales individuales,
sino en las relaciones sociales conflictivas en que se originan (Gallardo, 2006:86). En las
generaciones siguientes se reconocen los “derechos de los pueblos” 4y se consideran
sujetos no coincidentes ni con un individuo ni con un grupo humano específico o existente,
tal el caso de los llamados derechos difusos (Quiroz Acosta 2005 :168), o los derechos de
las generaciones por venir a recibir un ambiente habitable. Es notable que los primeros son
considerados de cumplimiento obligatorio, pero a medida que se avanza en los siguientes su
garantía va siendo progresivamente subordinada a otras razones, generalmente a la lógica
económica.

122
Si el eje se pone en lo común y en el sujeto, los derechos aparecen fundamentalmente como
“los derechos del otro, y míos en cuánto yo soy el otro del otro” dado que el sujeto no
antecede la relación con el otro sino que se constituye en ella. Así se rompería con la
separación existente entre derechos individuales y sociales, dado que los segundos, que hoy
son delegados a cumplimientos relativos o “de baja intensidad” o supeditados a razones
“económicas”, se transforman en condición inseparable de los primeros.

Dicho de otra manera, los derechos son asignables a la gama completa de la diversidad
humana o no existen en un sentido esencial para ninguno de sus miembros. La no garantía
de derechos del otro degrada los míos, devienen de derecho en privilegio, o sea en un acto
de violencia intrínseca. Quizás el pecado original de la idea occidental de democracia sea
haber olvidado considerar qué rastros quedaron del haberse originado en una sociedad
esclavista.

Con respecto al concepto de dignidad humana se abre también una doble vía: la esencialista
que se fundamenta en un concepto universal de lo humano y la que, cuestionando la idea de
universalidad, plantea la diversidad de concepciones de la dignidad humana y a la vez
reivindica los derechos humanos como una praxis y una idea fuerza que puede extenderse
de manera emancipatoria y cosmopolita (De Souza Campos, B; 1998: 355). Para poder
operar como una forma cosmopolita y contrahegemónica, los Derechos Humanos deben ser
reconceptualizados de manera intercultural y a la vez superar el enfoque relativista. La idea
de universalidad antagoniza con la existencia de distintos regímenes de derechos humanos,
para lo cual sería necesaria la generación diálogos transculturales. A la idea de relativismo
se contrapone la propuesta de desarrollar criterios procedimentales transculturales para
distinguir entre políticas de regulación y de emancipación. Dado que todas las culturas
tienen un concepto de dignidad humana y que todas son incompletas y problemáticas en
esta concepción, considera necesaria una construcción transcultural.

En trabajos anteriores (Stolkiner, 2001; 2009) hemos abordado el antagonismo central de


nuestra época: la tensión entre la tendencia a la “objetivación” y la tendencia a la
“subjetivación”.

En la extrema mercantilización de nuestra época todo lo que tiene sentido para la vida
humana, e inclusive los seres humanos o sus órganos, pueden adquirir “situación mercantil”
o sea, ser colocado en el lugar de “cosa”, objetivado en función de la producción de
ganancia y este proceso está en el núcleo de los fenómenos de objetivación. El fenómeno
de la objetivación se extiende más allá de la intercambiabilidad concreta de cada caso para
transformarse en prácticas desubjetivantes que anulan el sujeto de derecho. Por eso, lo
antagónico de la objetivación es la vigencia efectiva de los derechos. El paradigma de la
objetivación, la metáfora de toda objetivación, es la anulación del sujeto en los dispositivos
del Terror de Estado, que se materializa en el campo de concentración. Esto establece una
continuidad entre terror y mercantilización.

Si no definimos la dignidad de manera esencialista pero consideramos necesario mantener


el concepto, debemos reconocer que su límite es el de la objetivación y que se viola la
dignidad cuando aquello que se liga a la vida adquiere “condición mercantil”, se subsume
la vida a la ganancia de manera directa o indirecta.

123
Al abordarlo debemos recordar que en el corazón de las prácticas en salud se corporiza el
antagonismo entre objetivación y subjetivación. Éste atraviesa desde la relación entre los
profesionales y los pacientes hasta el papel de las poblaciones en la fijación de las políticas
bajo la forma de la medicalización y/o la falta de acceso a cuidados.

En muchos casos se fija un tope de derechos mínimos indeclinables (un “mínimo decente”)
a los que Boaventura de Souza Campos (1998: 355) denomina “derechos humanos de baja
intensidad” que resultarían una “manifestación tardía de la reducción de las
reivindicaciones emancipatorias de la modernidad occidental al bajo nivel de emancipación
posibilitado o tolerado por el capitalismo mundial”.

El reconocimiento del derecho a la salud basado en una concepción compleja del proceso
de salud-enfermedad-cuidado, requiere de una política de integralidad de derechos.
También incluye el derecho a la no medicalización de la vida. La medicalización es
inherente a la mercantilización de la salud y una faceta de la biopolítica. Sucede que
también está contenido en el derecho a la salud una doble faceta. Con el proceso de
medicalización creciente la salud entró en el campo de la macroeconomía y el derecho a
mantenerla y restaurarla se convirtió en cuestión de estado generando una nueva “moral del
cuerpo” (Foucault 2008:69). Extender las prestaciones en salud sin cuestionar de alguna
manera los paradigmas en que se asientan, aún haciéndolo en nombre del derecho a la
salud.

El escenario de las primeras décadas del siglo XXI es altamente complejo. En el mundo, el
estado de guerra constante ha llevado la lógica del “estado de excepción” a un nivel global
bajo la forma de la “guerra” contra “el terrorismo” y/o el narcotráfico tensionando la
vigencia de la idea misma de derechos, simultáneamente hay una expansión de la idea y de
la construcción jurídica de derechos, aspirando a compromisos de los estados y
visibilizando sus violaciones.

Pone en primer lugar la armonía y la solidaridad por sobre la acumulación, la competencia


y el mercado. Se incluye, además, la innovación de incorporar derechos de la naturaleza.
América Latina cuenta , como herramienta, con una producción original de pensamiento y
prácticas en salud colectiva y medicina social (Stolkiner y Ardila, 2012). Con ellas
debemos enfrentar el desafío de garantizar el derecho a la salud sin que al hacerlo se
reproduzca el núcleo mercantilizante y objetivante del proceso de medicalización. También
debemos tender a su incorporación indispensable en una política de integralidad de
garantía de derechos.

La medicina social latinoamericana como praxis establece una articulación profunda con
las praxis de derechos humanos emancipatorias. Cada práctica en salud debe propender a la
subjetivación. Esto va desde las acciones singulares cotidianas de relación de los
profesionales y el equipo de salud con las personas, hasta la formulación e implementación
de políticas.

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